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El acto proyectual

de los archivos

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Víctor Hugo Arévalo Jordán
El acto proyectual
de los archivos
Víctor Hugo Arévalo Jordán

El acto proyectual
de los archivos

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© 1996, por Víctor Hugo Arévalo Jordán

© Primera edición virtual y en papel, e-libro.net, junio de 2002

ISBN 0-9669968-6-2
ÍNDICE

Prefácio .......................................................................... 6
Prólogo ............................................................................ 8

Introducción .................................................................. 10
Las instituciones archivísticas .................................... 13
El acto proyectual ......................................................... 30
Definición de un producto archivístico ...................... 39
El orden tipológico ....................................................... 46
El orden mimético ........................................................ 48
El orden normativo ...................................................... 50
Tipología ........................................................................ 58
Tipo y programa del proceso enseñanza-aprendizaje 68
Ideología ........................................................................ 74
Interés, paradigma, ideología...................................... 84
Crítica ideológica. Necesidad de las ideologías ........ 88
Tecnología e ideología .................................................. 91
PREFÁCIO

Um dos índices mais reveladores do progresso de uma


área de estudos consiste no fomento da produçáo biblio-
gráfica versando sobre temas a ela relacionados. como
se verifica, na atualidade, em quase todos os países la-
tino-americanos , no que se refere á Arquivologia.
Evidentemente, tal situaçáo é decorrente da conju-
gaçáo de vários fatores, entre os quaisa disseminaçáo de
centros de estudos, a formaçáo de profissionais qualifica-
dos e mesmo as exigências, cada vez mais complexas, da
sociedade.
Além do aumento do número de livros, periódicos e
artigos, e da frecuência e amplitude de reunióes cientí-
ficas sobre a materia , o seu desenvolvimento tambén
transparece na quelidade dos escritos publicados.
É o caso de deste ensaio, de Victor Hugo Arévalo Jor-
dán.
De inicio, deve-se considerar á relevância do tema e
o seu ineditismo.
A base, o deslanchar de quelquer empreendimento
ou realizaçáo, determina a sua quelidade final. O cuida-
doso planejamiento, o ato de se projetar conscientemen-
te, é elemento fundamental para a consecuçáo segura de
un objetivo; inclusive e principalmente no campo dos ar-
quivos. Dada sua importância, é surpreendente que este
enfoque náo tenha merecido até hoje, uma exaustiva abor-
dagem por parte dos especialistas da teoria arquivistica.
O texto em questáo enfrenta com galhardia este de-
safio, e no trato da matéria vale-se de argumentos de natu-
reza histórica e substratos filosóficos, em apoio ás consi-
deraçóes expandidas e citando tratadistas consagrados.
Náo temos aqui uma obra de conteúdo simplista. Ao
contrário, deparamo-nos com un estudo aprofundado, da-
queles que segundo Roland Barthes (citado aliás pelo
autor), merece múltiplas leituras com a certeza de que
em cada una delas, seráo encontradas novas vertentes e
questóes propícias ao exercício da reflexáo.
Finalmente, para náo privar o leitor por mais tempo
do prazer de passar ás páginas seguintes, lembramo-nos
de um trecho do trabalho em que se afirma: “o arquivis-
ta nào é somente um profisional tècnico, mas também
um profissional do pensamento”. E foi como resultado -
e evidência- de tal posicionamento que recebemos, em
boa hora, esta manifestaçáo de competência e cultura de
um arquivista.

José Pedro Esposel


Professor titular de Arquivologia (aposentado)
Universidade Federal Fluminense-Brasil

7
PRÓLOGO

Con gran alegría y respeto encaré la lectura de este


ensayo porque su autor es un investigador que ha pro-
ducido numerosas obras sobre Archivística, de utilidad
para el estudio y el ejercicio profesional, pero en espe-
cial porque es un amigo.
Nos ofrece el autor un interesante y variado cúmulo
de reflexiones sobre el pasado, realidad y devenir de los
archivos, que lo conducen al cuestionamiento de la abusiva
sistematización técnica imperante en las actuales metodo-
logías de trabajo.
Estas elucubraciones nos transportan al reconocimien-
to de los antecedentes más remotos de los vocablos y de
los conceptos o ideas que aquellos comprenden —de los
cuales nos servimos hoy en la labor diaria— desde ellos
se desintegra la tarea concreta, tal como se ofrece en la
formación archivística tradicional, tanto sistematizada
como práctica, formulándole una crítica a la excesiva me-
canización e imitación.
Nos muestra facetas ricas y propias, inferibles en cada
realidad archivística y documental, a partir de las que
debemos, necesariamente reflexionar sobre nuestro que-
hacer, movilizándonos a realizarlo a partir de una mira-
da más inquisitiva —cargada de interrogantes—, hacia
nuestro objeto de trabajo, para descubrir su individuali-
dad y su particular inserción en el modo de ser y de pen-
sar en el tiempo histórico que le dio origen.
También, a partir de su lectura, nos dispone a un ejer-
cicio de la Archivística en libertad, sin aferrarnos a es-
quemas técnicos, nos propone una actitud creativa en
función de la singularidad de los documentos así como
de la personalidad del archivo en la cual están inmersos,
y, por fin, nos conmina a afrontar responsablemente el
compromiso vital de los archivos con el futuro.
Se trata el presente de un aporte motivador y cuestio-
nador del presente archivológico, muy oportuno para la
actualidad en transformación continua que nos involucra,
que busca recategorizar la disciplina y redimensionarla
en la consideración de sus propios ejecutores.

Lic. Ana María Cecchini de Dallo


Directora General
Archivo General de la Provincia de Santa Fe

9
INTRODUCCIÓN

Todas las instituciones requieren de información per-


manente, este concepto es entendido en todos los nive-
les de las organizaciones. El almacenamiento de la in-
formación en los sistemas de archivos, es consecuencia
lógica de este entendimiento. Entendimiento y conse-
cuencia, se tornan perjudiciales si no se estudia como
una problemática completa y global en la gestión institu-
cional. La información, fijada primero sobre soportes de
uso administrativo, y luego conservada en los archivos
de las instituciones, erróneamente no se traduce como
recurso de conocimiento.
Las distintas consideraciones que se tienen sobre la
administración de documentos, carecen de espontanei-
dad y relativa facilidad sobre temas de recuperación de
información y actualización. Ignorar este hecho lleva a
situaciones económicas desfavorables, lamentablemen-
te no perceptibles por los medios tradicionales de con-
tabilidad y administración.
Administración, organización e información, son tó-
picos inaprensibles por su naturaleza dimensional e in-
tangible. No obstante, es necesario considerarlos en pri-
mera instancia, sobre todo cuando se trata de investiga-
ciones actuales sobre eficiencia institucional.
Paradójicamente, el desarrollo de la tecnología agre-
ga otro aspecto negativo, consistente en el detenimiento
sobre detalles secundarios, que encubren problemas de
fondo no identificables en primera instancia.
La comprensión de la conducta de la información y
de los documentos de distinta clase, corre el riesgo de
estar confundida en esquemas simplificadores de la or-
ganización.
El advenimiento del desmesurado desarrollo tecno-
lógico nos lleva a esquemas informáticos simplistas, que
no son una solución adecuada para organizar los siste-
mas de información.
La Archivología nace como una necesidad de siste-
matizar y establecer un orden, sobre los documentos pro-
ducidos por las instituciones y el quehacer humano. Los
archivos, denominados también tesoros en la antigüe-
dad, fueron las primeras instituciones que conservaron
y resguardaron los derechos adquiridos.
La historia del archivo, íntimamente ligada a la histo-
ria del documento y de la escritura, nos demuestra que en
la antigüedad fue un privilegio real y sacerdotal. En la
Edad Media los archivos pertenecían casi exclusivamen-
te a los conventos y a los señores feudales.
Prestamos especial atención a la Edad Moderna, por
ser la época en que se asientan los conocimientos, gra-
cias a la aparición de la imprenta, fenómeno que divide
definitivamente las funciones del bibliotecario y del ar-
chivero, lo cual permite afrontar las tareas y especiali-
zación del quehacer archivístico.
La Archivología contemporánea dicta las normas para
la organización científica de los archivos y sus documen-

11
tos, transformándose así, en un complejo cuerpo de co-
nocimientos englobados en su carácter científico.
Como consecuencia de este desarrollo, se fundaron
escuelas de Archivología de un nivel superior e ingresa-
ron en el campo laboral los archiveros diplomados, con
la misión de servir y salvaguardar los documentos que
constituyen el patrimonio documental. Y no se limita ahí.
Consideremos también que la explosión documental
es una realidad, lo cual permite el desarrollo de nuevos
soportes, nuevas formas de transmisión de la informa-
ción, modificándose inclusive, los tiempos reales.

12
LAS INSTITUCIONES ARCHIVÍSTICAS

Para entender mejor la problemática de la adminis-


tración y de la organización, es necesario ampliar el con-
cepto de institución, que el diccionario define por cosa
establecida o fundada, órganos constitucionales del po-
der soberano de la nación y, en su parte menos conocida,
como colección metódica de los principios de una cien-
cia. Con la finalidad de comprender mejor a la institu-
ción archivística, la entendemos como el conjunto de nor-
mas, órdenes, acuerdos públicos y privados realizados
en una sociedad, que se traducen en instituciones archi-
vísticas y cuyo fin es salvaguardar los testimonios de los
distintos actos consuetudinarios o no, como memoria de
ellas mismas.
“A pesar de una prolongada tradición milenaria como
conjunto de técnicas instrumentales, la existencia de una
ciencia archivística independiente no aparece como evi-
dente. Para que ello sea posible es necesario contar con
una problemática propia, un conjunto de cuestiones o
planteamientos teóricos que jalonen y sirvan como pun-
to de referencia. En unos años se puede hablar de eclo-
sión. Se ha producido un desarrollo extensivo e intensi-
vo, especialmente en el campo de la administración y la
información, la Archivística se integra paulatinamente
en currículum y planes de estudio y formación.”1
Históricamente los archivos como instituciones ar-
chivísticas plantean cuestiones que despiertan el inte-
rés de la sociología, considerando sus orígenes y su na-
turaleza, si son artificiales, productos de la repetición, o
si responden a un orden natural, universal.
La institución archivística se instaura, como respues-
ta y reconocimiento a un acuerdo social, consolidado por
leyes producidas por aquellos en condiciones de produ-
cirlas, y su preservación que se cumple por dos vías: pri-
mero por la tradición, la reiteración convencional y el
ritual de su actualización; y segundo por el grado de con-
servación de la memoria, mediante documentos debida-
mente almacenados en repositorios. Los archivos se cons-
tituyen en la garantía y fundamento del pasado.
“Las primeras obras que estudiaron temas relaciona-
dos con el material archivístico y las tareas de archivos
fueron escritas por juristas del siglo XI2 . Sin embargo,
las primeras afirmaciones generales sobre la naturaleza
de los documentos y sobre las obligaciones de los respon-
sables de su creación y custodia pueden encontrarse en
la legislación de la antigua Roma3 . En algunas seccio-

1
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación. Responsable de Patrimonio
Documental. IRARGI. Revista de Archivística, Año I, Nº 1, Adminis-
tración de la comunidad de EUSKADI, Servicio Central de Publica-
ciones del Gobierno Vasco, Vitoria, Gasteiz. 1988.
2
SANDRI, L.: “La storia degli archivi”. En Rassegna degli Archivi di Stato.
A XVIII (1), 109-134. Ene-ab. 1958. Llamada en DURANTI, LUCIANA:
Ciencia Archivística. Traducción de Manuel Vázquez, Córdoba (Argen-
tina), 1995, p. 2.
3
LODOLINI, ELIO: Lineamenti di storia dell’archivistica italiana. Roma,
La Nuova Italia Scientífica, 1991, p. 44. Llamada en DURANTI, LUCIA-
NA: Ciencia Archivística, op. cit., p. 2.

14
nes del Código Justiniano, hay enunciados referidos a
objetivos y modo de crear y preservar documentos, que
han permanecido en el núcleo de la teoría archivística
durante siglos, desde entonces.”4
La naturaleza de las instituciones archivísticas se
reconoce por su origen asociado a su finalidad, sea reli-
gioso, social, político y su mantenimiento ritual y peda-
gógico. Las leyes y costumbres se distinguen como un or-
den establecido por otros y respetado por conformidad
ideológica con ellas. En el primer caso, regula nuestro
comportamiento aparente, mientras los hábitos y moda-
lidades de relación acordadas, casi implícitas, que regu-
lan nuestro comportamiento interior aparecen reforza-
dos por las costumbres. Las leyes y las reglas, para el pen-
sar clásico, seguían a las costumbres, si bien luego con-
tribuían a reafirmarlas.
Entre esos enunciados se halla la definición de ar-
chivo, como “el lugar donde se depositan los documen-
tos públicos”5 , también allí permanecen incólumes y pue-
den ser encontrados rápidamente por quienes buscan”6 ,
asimismo se puede preservar la memoria perpetua de
“los actos que relatasen”7 . La razón por la cual los con-

4
DURANTI, LUCIANA: Ciencia Archivística, op. cit., p. 2.
5
JUSTINIANO: “Corpus Juris Civilis”, Digesta 48, 19, De poenis, 9. Ha de
recordarse que, con excepción de las Novellae, esto es, las leyes pro-
mulgadas por Justiniano, las otras tres partes son compilaciones de
leyes romanas anteriores y de opiniones de jurisprudencia. También
hay que destacar que la categoría “documentos públicos”, en la Anti-
gua Roma, incluía los documentos producidos por personas privadas
que eran registradas en una oficina pública (tal como algunos tipos
de contratos). Llamada 4 en DURANTI, LUCIANA: Ciencia Archivística,
op. cit., p. 2.
6
ID., ibíd., Novella 15, De defensoribus civitatum, 5. Llamada 5 en: DU-
RANTI, LUCIANA: Ciencia Archivística, op. cit., p. 2.
7
ÍD.: “Corpus Juris Civilis”, Codices I, 4, De episcopali audientia, 30.
Llamada 3 en: DURANTI LUCIANA: Ciencia Archivística, op. cit., p. 2.

15
ceptos legales de Roma tuvieron una gran influencia en
el pensamiento archivístico de Europa y desde allí alcan-
zaron a otros continentes fue que eran enseñados, desde
1158, en todas la facultades de derecho a los juristas y
notarios que los sobrepusieron a todos los sistemas le-
gales de sus respectivos países a modo de “ley común”,
esto es el armazón básico del que cada legislación nacio-
nal recibió orientación y sentido8 . Las ideas de que la
antigüedad otorga a los documentos máxima autoridad9 ;
de que depositar un documento en un lugar público ga-
rantiza su confiabilidad como testimonio de acciones y
de que la custodia ininterrumpida asegura la autentici-
dad del documento llegaron a constituir parte del cono-
cimiento archivístico y así quedaron hasta nuestros días
porque estaban encarnadas en el derecho romano10 .
Todas las conductas humanas tienden a ritualizarse
y casi todas aparecen como institucionalizables. La so-
ciología con Durkheim toma a las instituciones como co-
sas, y proclama que el objetivo de su ciencia no es el de
interpretar sino más bien el de constatar las leyes que
gobiernan comportamientos casi constantes, aun cuan-
do no debe excluir comportamientos no constantes y re-
levantes. La institución archivística se percibe como un
marco de actuación y como límite restrictivo que actúa
con fuerza y autoridad moral, basado en la convicción del
valor de la misma, en el consenso y en el respeto.

8
DURANTI LUCIANA: “Medieval Universities and Archives”, en Archiva-
ria 38 (summer 1994). Llamada 7 en: DURANTI LUCIANA: Ciencia Archi-
vística, op. cit., p. 2.
9
TERTULIANUS, QSF: “Apologeticum”, XIX, 1. Llamada 8 en: DURANTI LUCIA-
NA: Ciencia Archivística, op. cit., p. 2.
10
ACCURSIUS: “Additiones summae azonis, glossa ‘archivum’”, en Azonis
summa super codicem. Turín, Augustae Taurinorum ex Officina eras-
miana, 1958. Llamada 9 en: DURANTI LUCIANA: Ciencia Archivística,
op. cit., p. 2.

16
Las instituciones archivísticas que gozan de consen-
so generalizado y perdurable, son las auténticas y res-
petadas, percibiéndose su carácter restrictivo como acep-
table en tanto derivamos de su cumplimiento y satisfac-
ción moral. Durkheim destaca el carácter autónomo de
las instituciones que, reflejando un cuadro de leyes, nos
rigen preexistiendo y perpetuándose a nuestra propia
existencia. Tal es el caso de los archivos que, más allá
de tal o cual sistema archivístico, reflejan acuerdos casi
míticos. Las restricciones son percibidas como autóno-
mas y se ejercen con eficacia, en la medida de su asun-
ción como internalización individual en el proceso de so-
cialización y por sobre todo reflejan las necesidades y
aspiraciones de los individuos a los cuales las institu-
ciones archivísticas enmarcan; pero también les permi-
ten expresarse. La fuerza de una institución y sus limi-
taciones están en relación directa con el aporte indivi-
dual que depende de la adhesión a los valores que la so-
ciedad y la cultura expresan en ella por corresponden-
cia con las aspiraciones e intereses del sujeto-individual.
Pero la mayor fuerza deriva de la legitimidad y el va-
lor pedagógico de la institución, vale decir de su percep-
ción como válida y su capacidad de persuasión. No todo
es institucionalizable en una cultura y sociedad moder-
na industrial, sociedad móvil y contestataria por exce-
lencia. Cuando una serie de relaciones sociales y atribu-
tos propios de un conjunto de personas poseen un cierto
grado de congruencia podemos decir que constituyen
una institución.
Así los atributos del clero durante siglos o de los mili-
tares por milenios, basados en el rol ocupado por su fun-
ción en la sociedad, la retribución real y simbólica y su
particular educación, eran percibidos, reconocidos y acep-
tados como específicos a una determinada jerarquía so-

17
cial, por lo que la Iglesia de cualquier religión y las fuer-
zas armadas podían reconocerse como instituciones y de
alguna forma, han impreso el carácter de las institucio-
nes archivísticas, más antiguas aún.
Las grandes instituciones son las de un origen míti-
co y se proyectan en la historia; como la escuela, nacida
del deseo-necesidad de saber, el teatro nacido del deseo-
necesidad de expresión y comunicación, los archivos na-
cen del deseo-necesidad de custodiar los actos, impor-
tantes y cotidianos de los ciudadanos.
Toda relación social institucionalizable supone un
rol y un agente actor que lo ejerza frente a otros, según
normas y reglas prefijadas que reclaman reciprocidad.
La escuela nace de una persona-docente que tiene algo
que transmitir y algunas personas-alumnos que recono-
cen la significación de ello.
Las instituciones requieren de una permanente mo-
tivación, de acciones recíprocas que no siempre se tra-
ducen como igualitarias. Parece suficiente un mínimo
de coherencia para que exista una perdurabilidad, pero
por sobre todo una participación compartida. En los ar-
chivos, el archivero puede conservar, ubicar y transmi-
tir documentos e información; pero, sin la voluntad y par-
ticipación del usuario. El usuario es potencialmente un
factor determinante del trabajo archivístico, pero su
presencia es posterior al acto de archivar.
Las instituciones archivísticas son productos del
acuerdo de partes, actos de fe común de una comunidad.
Existe una vida contemplativa, una vida activa y una vida
poética. Estas tres modalidades también se ven en la insti-
tución que generamos. Paralelamente, los edificios públi-
cos en los que se desarrollan los archivos de mayor inte-
rés, son síntesis de vida contemplativa y de vida activa.

18
Un archivo es, para quien entre en él, una meta: pero
además es un punto de partida de otro proyecto, de otra
experiencia posterior. Quien entra en una archivo no sale
igual que cuando entró: como todo acto de revelación, se
torna poético. Esto es así porque tomamos en cuenta que
toda información modifica de una u otra forma al indivi-
duo que la acepta o percibe.
Todo edificio, cuando hablamos de Archivonomía, debe
captar el espíritu de su institución y debe erigirse en un
verdadero centro, debe ser explicativo de su propia exis-
tencia. Si ingresamos en un archivo, debemos entender
qué es lo que ese cosmos nos explica del sentido de nues-
tra existencia, de nuestra vida. Esto debe suceder con
cada edificio público que alberga, que «encasa» una insti-
tución. Sólo de esa forma una obra puede ser relevante.
Los patrones de organización de las instituciones ar-
chivísticas están dados sobre la base de:
– Una configuración formal, estructurante y organi-
zada, y
– Una organización espacial, archivonómico.
Por lo tanto, nos referimos a los aspectos:
– Morfológicos,
– Topológicos, y
– Tipológicos.
Las instituciones archivísticas manifiestan un grado
de estructuración, que está sustentado por los principios
básicos de organización interna, como estructura docu-
mental, y externa como estructura administrativa.
Una de las modalidades más significativas del pen-
sar archivístico lo constituyen sus procesos proyec-
tuales. Nos referimos a ellos para luego ver los condi-
cionantes más amplios del pensar en un archivero, a tra-
vés de su hacer y pensar.

19
La enseñanza de la Archivística se propone y se eri-
ge, en rigor, como la enseñanza de un proceso proyec-
tual. Los archivos no pueden identificarse en un mismo
proceso creativo de archivos y de conformación, expone-
mos las razones:
1.- Cada archivo está dotado de creatividad propia,
vale decir:
- De una personalidad distinta,
- De una formación cultural determinada,
- De una imagen propia de su status,
- De una imagen total en las interrelaciones que va-
rían constantemente,
2.- Cada archivo maneja un cuerpo teórico e ideológi-
co diverso que frente a requerimientos de la institución
y la sociedad, produce distintas respuestas.
Todos estos aspectos son condicionantes de la se-
cuencia de decisiones que definimos como proceso pro-
yectual.
Uno de los elementos fundamentales es el status pro-
fesional, es decir la imagen que se tiene del archivero a
través del tiempo. Si tomamos el momento inicial, en él
el usuario y el archivero coinciden; si vamos a una comu-
nidad primitiva, usuario y archivero son la misma cosa:
no hay distinción entre ellos.
“Aunque necesariamente no se dejaba de lado el su-
ministro de información a los servicios administrativos,
ante todo se trabajaba con miras a facilitar la investiga-
ción histórica, aún era frecuente que algunos archivistas
cedieran a la tendencia de conceder favor especial en su
trabajo profesional a los documentos relacionados con
sus investigaciones personales, encubriendo, de tal modo,
el aspecto cultural más general de su misión.”11

11
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit.

20
En sociedades más desarrolladas empiezan a definir-
se niveles de especialización en que aparecen artesanos
con cualificación particular, que los torna capaces de abor-
dar el tema archivístico; y haciendo un gran salto histó-
rico pasamos al archivero-idóneo quien es ya muy dis-
tinto del usuario, es un especialista dotado de una auto-
nomía y suficiencia propias.
“Es evidente que en el lapso de una generación, las
cosas han evolucionado notablemente. No hace mucho
tiempo los archivistas de la mayor parte de los países
europeos, fieles a la concepción que lentamente se ha-
bía elaborado en el curso del siglo XIX, estaban de acuer-
do en querer ser, ante todo, si no exclusivamente, histo-
riadores y en considerar sus depósitos como centros de
conservación de fondos de archivo de valor permanente
al servicio de la investigación histórica. Sus relaciones
con la administración pública eran juzgadas como secun-
darias y en muchos casos, las iniciativas de entrega y de
eliminación se dejaban al arbitrio de las entidades ad-
ministrativas. En muchos países los documentos no lle-
gaban a los archivos sino después de plazos más o me-
nos largos (cien o cincuenta años) como Alemania, Bélgi-
ca, los Países Bajos, etc. Los documentos antiguos eran
tratados con privilegio en comparación con los papeles
contemporáneos, y los inventarios y ediciones de docu-
mentos medioevales gozaban de elevado prestigio a los
ojos de los archivistas paleógrafos diestros en las técni-
cas de la erudición.”12

12
BAUTIER, ROBERT HENRI: “La función de los archivos; la misión de los
archivos y las tareas de los archivistas”, (Proceedings of the 11th and
12th International Conferences, of the Round Table of Archivists,
Bucarest 1969, Jerusalem 1970, 1972). En: La Administración Moder-
na de Archivos y la Gestión de Documentos: El Prontuario RAMP. Pa-
rís, Diciembre de 1985, p. 1.

21
Pero ese archivero-idóneo sufre una evolución y pasa
a ser archivero-técnico, archivero-profesional. Es decir,
pasa a ser una serie de personalidades a lo largo de la
historia.
“De otro lado, algunos estados que no contaban con
fondos de archivos ni tan antiguos ni tan ricos fueron mon-
tando servicios de archivo con vocación administrativa
acentuada. El personal de estos servicios, carente de in-
formación histórica, era reclutado en los cuadros de
funcionarios de la administración, o entre bibliotecarios
y documentalistas, y luego entrenado específicamente
para asegurar la documentación de las autoridades.
En estas condiciones cabría preguntarse si no se ha-
llaba próximo a un divorcio entre dos concepciones del
oficio del archivista; entre la del archivista historiador,
ajeno a la administración, y la del archivista adminis-
trador sin verdadera perspectiva histórica.”13
El advenimiento de la revolución industrial permite
visualizar con mayor claridad cómo empiezan a dividir-
se los oficios, qué grado de especialización y estabilidad
tienen y cuán racional ha de parecer esta imagen que el
profesional tiene de sí mismo y al mismo tiempo cuál ha
de ser el papel social de este momento determinado.
“Esta vitalidad produce una dispersión y parcelación
en corrientes múltiples. Falta acuerdo sobre el objeto,
los métodos, la finalidad, la propia terminología... Por
otro lado, la ‘mundialización’ o universalización de las
cuestiones teóricas, íntimamente vinculada a lo dicho,
produce a su vez una difícil comunidad científica, al que-
dar la Archivística parcelada en elementos cuya asimi-
lación pretenden sectores de especialistas diferentes (do-

13
VARIOS: El Prontuario RAMP..., op. cit., p. 2.

22
cumentalistas, administrativas, historiadores...). La in-
certidumbre que se vislumbra puede estar motivada, o
bien por una presumible juventud de la ciencia como tal,
que no ha conseguido aún diseñar su propia problemáti-
ca y metodología, o bien por una particularidad del ob-
jeto estudiado habitualmente. Esta segunda parece ser
la causa real. Porque, si bien es cierto que la Archivísti-
ca a duras penas se emancipa de otras ciencias tan anti-
guas como ella hasta hace unos años; ciencias que tie-
nen autonomía propia desde el siglo XIX (la historia y el
derecho administrativo, por poner unos ejemplos), es no
menos cierto que el trabajo diario resiste, es casi antinó-
mico, a la reflexión científica”14
La revolución industrial produce un cambio total en
el panorama de las instituciones afectando incluso a las
archivísticas, se modifica el panorama de la ciudad, don-
de se consolidan las sociedades, aparecen los poderes
de “imperium” al decir de Lodolini, expandidos y el gran
capital monopólico en el plano económico. En cualquier
latitud del mundo los profesionales son llamados a ac-
tuar. Es notable el surgir de figuras y actitudes progre-
sistas, la imagen del profesional se acentúa, de modo que
las fuentes de inspiración, para diferenciarse en la toma
de decisiones, se remiten mucho más a la literatura y a
la historia que al campo del pensamiento que la nueva
tipología ha producido. Nos enfrentamos a la construc-
ción de una problemática propia.
“Las técnicas nacidas a la par que la Archivística y
sobre un universo teórico de referencia similar, han ad-
quirido, si bien recientemente, un estatuto científico pro-
pio. Han delimitado su problemática. Una paleografía

14
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit., p. 2.

23
descriptiva y como tal estéril, ha dado paso a la historia
de la escritura como vehículo de organización social, de
cultura y de poder, de la mano de la escuela italiana. La
puesta de relieve de la historia del notariado frente al
estudio descriptivo de las cancillerías, o de los prime-
ros pasos de la codicología cuantitativa, son algunos as-
pectos relevantes de estos desarrollos científicos nue-
vos.”15
La problemática sobre cuyo estudio se fija la Archi-
vística está compuesta por los tópicos siguientes:
1. Como denominador común a varias disciplinas, se
plantea el paso de la oralidad a la escrituralidad, val-
gan los términos; del uso de la fonética como comunica-
ción, al uso de instrumentos escriptorios y soportes ma-
teriales, permitiendo agruparlos como escritura en pri-
mera instancia, posteriormente como intencionalidad, y
por último como acto jurídico-administrativo. Esto nos
permite acercarnos a la apropiación de la escritura como
medio de información, comunicación y testimonio, consi-
derando sus derivaciones posteriores como la reprogra-
fía, y las necesidades sociales que conllevan a una difu-
sión y dispersión de lo escrito bajo formas nuevas.
2. El desarrollo de las formas jurídicas traducido en
una legislación y reglamentación, no sólo de los archivos
como sistemas, sino también del sistema del derecho, que
apoya y que se apoya en el uso de documentos. Normal-
mente, se considera que la asignatura Legislación en la
enseñanza archivística, debe considerar y apuntar a una
tentadora normativa comparada de distintas áreas geo-
gráficas, cuando corresponde conocer todos los actos jurí-
dicos que complican el manido el tema de los documen-
tos, conformando así uno de los tópicos teóricos.

15
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit., p. 2.

24
3. El desarrollo de estructuras políticas centralizan-
tes con las distintas formas de aparición del Estado y
correlativamente de la administración, generando es-
tructuras independientes y expansivas; las mismas que
permiten aproximaciones teóricas sobre la gestión docu-
mental, tomando en cuenta que la producción documen-
tal tiene total dependencia de la estructura institucional.
4. Las técnicas documentales empleadas para los siste-
mas de almacenamiento y uso de documentos, histórica-
mente fundamentadas, tomando en cuenta como principa-
les la clasificación, ordenación y descripción y consideran-
do conceptos desde los orígenes de la escritura, hasta la
incorporación de sistemas basados en la electrónica.
5. El empleo de testimonios escritos, como factor ini-
cial en el desarrollo de la investigación general, toman-
do como preferencia la social. Apuntando a la evolución
del pensamiento científico y su filosofía. Este aspecto se
presenta con una mayor comprensión, cuando se trata
de archivos de instituciones antiguas.
6. La síntesis temática y otros aspectos auxiliares, de
manera interdisciplinar, permite construir una ciencia
propia, que es alimentada por los aportes de otras, a saber:
la antropología y la paleografía; la historia del derecho y
de la administración; la sociología del derecho, de la admi-
nistración y del poder; la semiología y la crítica tex-
tual; las ciencias de la documentación y la información; la
historiografía y la filosofía de las ciencias, etc. El reto con-
siste entonces en la elaboración de una síntesis propia.
A partir de estas reflexiones, se aborda el desarrollo
de la Archivología.16

16
Si bien la propuesta que se hace bajo el modelo de Aguinagalde, trata
de contemplar una situación netamente archivística, no deja de ser
discutible, lo cual nos plantea sólo una problemática que es perfecti-
ble en la medida que se desarrolla.

25
La evolución, que sobre todos estos puntos se ha pro-
ducido, es muy notable, y parece indispensable subra-
yarla, desde las líneas iniciales de este informe. El archi-
vista de hoy, sin dejar de considerarse al servicio de la
historia, ha establecido o restablecido, vínculos particu-
larmente estrechos con las entidades de donde emanan
los documentos, adelantándose en ocasiones a los docu-
mentos mismos. Además, ya no se limita exclusivamente
a los documentos escritos, ni sólo a la documentación de
origen público, ni siguiera a la que parece de valor per-
manente. Una nueva concepción de archivos totales se
ha abierto camino, (y el archivista de los tiempos pre-
sentes se ha hecho público en su función), el más exten-
so posible, el caudal creciente de las riquezas que se le
confían y aseguran su total explotación.17
Esto genera, de alguna manera, una diferencia entre
el saber del estado profesional y el saber profesional apor-
tado por la tecnología contemporánea.
“La situación en Francia es la misma: allí la recolec-
ción de documentos contemporáneos se hace con la pers-
pectiva lejana de conservar todo material útil para la in-
vestigación. Bajo una formulación diferente, la respuesta
italiana no se aleja mucho de esta concepción pues, si bien
es cierto que insiste —al igual que los países escandina-
vos— en la unicidad de esencia de los documentos de ar-
chivo, ya sean conservados en la oficina o llevados a los
depósitos, no por ello deja de definir al archivista, antes
que todo, como un ‘investigador científico’. En cuanto a
los archivistas rumanos, ellos recuerdan, en su respues-
ta, que la legislación de su país señala a sus archivos
‘fines científicos y culturales-educativos’.”18

17
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit., p. 2.
18
ÍD.: ibíd.

26
Aparece además la figura del académico, que es tam-
bién fuertemente conservadora. El Movimiento Moder-
no se explica precisamente en la concreta valoración del
saber técnico y científico. Por oposición a la del archive-
ro del siglo XIX, actitud opuesta a la conservadora que
caracterizaba a su oficio, se renueva la imagen del archi-
vero aceptado por el mercado y juzgado original a través
del romanticismo y, por otro lado, contempla polémica-
mente la actitud académica que quiérase o no, no deja de
ser conservadora, y además acrítica. El eclecticismo, que
pretende conciliar las doctrinas que parecen mejores o
más verosímiles, no tiene la actitud reflexiva, crítica y
científica, que el Movimiento Moderno requería. Este mo-
vimiento aspirará a esto mas un compromiso con la rea-
lidad, con las demandas de sociedad reclamará una acti-
tud crítica frente a la sociedad y la elaboración de un
pensamiento, de un saber nuevo que esté cargado de una
actitud racional.
A la formulación del conocimiento del Movimiento
Moderno contribuyen diversas figuras. Unifica la necesi-
dad de inscribirse en un proceso industrial, a la de pro-
ducir formas que realmente aporten, que asimilen e in-
corporen los procesos productivos, propios de la revolu-
ción industrial, al mismo tiempo que hace una re-defini-
ción del perfil profesional, prácticamente centralizado
en la eficiencia técnica y en la capacidad de responder
con tal saber, la intervención no del individuo solo sino
el trabajo en equipo; una modalidad totalmente nueva e
insólita dentro del panorama de la historia de la Archi-
vología.
“Son pues razones de regularidad en las entregas; ra-
zones del clasificación de los legajos en forma que per-
mita su adecuado tratamiento ulterior en los archivos;
en fin, razones de facilidad para la eliminación, las que,

27
cada vez más, persuaden a los archivistas de la necesi-
dad de establecer, lo más pronto posible, su control so-
bre los documentos, y así han llegado a reivindicar un
derecho de supervisión de los ‘archivos en formación’.
Pero desde el punto de vista de la doctrina archivística
importa mucho preguntarse en qué momento o estado
de esta formación puede o debe intervenir el archivista.”19
Aparece, por ejemplo, la imagen del archivero que
vale por su obra proyectual. Los profesionales no traba-
jan en condiciones ideales, sino en relación de depen-
dencia, frecuentemente en oficinas públicas. Y sin em-
bargo, generalmente tienen todo el mito y meta profe-
sional de dadores de formas e interpretan y viven como
sustentadores de roles técnicos, administrativos y de ges-
tión. Sin entender que el efectivo rol que atraviesa el cuer-
po global de la profesión es el de activistas sociales y cul-
turales en cualquier tarea.
“Aceptemos que el archivista debe tener el derecho
a conocer el proceso de nacimiento de los documentos.
Pero así y todo, nos preguntamos, si también le corres-
ponde el deber de extender su interés hasta su fase pre-
natal.
De nuestra parte creemos que los archivos no están
llamados, bajo ninguna forma, a absorber los servicios
de organización y de métodos que, bajo nombres diver-
sos, existen en la mayoría de los países, a los cuales co-
rresponde la función pública o las reformas administra-
tivas. Se trata de dos profesiones netamente diferentes,
así tengan fronteras comunes. Creemos que es altamen-
te deseable establecer una colaboración más estrecha que
la hoy existente entre los servicios administrativos y los
archivos. Pensamos, sobre todo, que la voz de los archivis-

19
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit., p. 2.

28
tas debe escucharse en el seno de las diversas comisio-
nes competentes en materia de métodos administrati-
vos. Ir más allá sería desbordar la misión propia de los
archivos.”20
Esta imagen, este status, esta personalidad del ar-
chivero, tiene una influencia determinante en la toma
de decisiones del proceso proyectual y en la forma de
tomar estas decisiones.
Teóricamente, hay que encontrar un equilibrio entre
un técnico eficiente que responde con rigor a los proble-
mas que le son planteados, con profesionalidad, y la ca-
lidad propia de un intelectual que es la de cuestionarse
la naturaleza de su hacer.
Para ello hay que hablar acerca de la inteligencia. La
inteligencia se define fundamentalmente por los oficios
redituables de una sociedad. Pareciera que a medida que
se aporta, desde un rol y un compromiso a una confor-
mación de la cultura, se empieza a adquirir un rango de
mayor jerarquía.
“Definiremos un depósito de archivo, ante todo, como
un establecimiento de carácter científico, encargado de
funciones administrativas. En efecto, parece difícil se-
parar este doble aspecto que representa las dos caras de
una misma institución. La posición húngara, a este res-
pecto, es bien clara. Otros, sin embargo (Francia, Ruma-
nia y Yugoslavia principalmente), desearían completar
esta definición con una referencia a la función cultural-
educativa de los archivos. Nuestra opinión es la de que
esta función, por importante que sea, debe considerarse
como secundaria o derivada de la vocación científica de
los archivos.”21

20
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit., p. 2.
21
BAUTIER, ROBERT HENRI: La función de los archivos, op. cit., p. 4.

29
EL ACTO PROYECTUAL

Todo acto proyectual es un acto reflexivo críti-


co sobre la totalidad de una problemática plantea-
da y una reflexión sobre la realidad. La posición de
proyectar es aquella que no propone simplemente hacer
y construir, sino que tiene que reflexionar en las conse-
cuencias de su hacer y construir, y la significación del
hacer y construir: para que actuemos, ¿qué implicancia
tiene nuestro operar?
El archivero no es sólo un profesional técnico, sino un
profesional del pensamiento, y como tal está implicado
en su ejercicio, en función de su ideología y de su creati-
vidad, de la estructura histórica de su tiempo y del marco
cultural en el que está inscripto el accionar de toda la
comunidad. Y es en base a esto, consciente o inconscien-
temente, un actor social o cultural. Si nuestros actos son
inconscientes, los riesgos de nuestro operar son enormes,
de ahí que aprender a ordenar sea inseparable de saber
pensar, de reflexionar sobre nuestra tarea y oficio.
Esta concepción fue expresada con claridad en la
respuesta sueca que podemos resumir así: la concepción
total de los archivos, según la cual los documentos re-
cientes y los fondos archivados no son más que dos as-
pectos de un solo problema, exige también una concep-
ción global de las tareas del archivista. No puede esta-
blecerse prioridad para los trabajos de investigación cien-
tífica o para los de carácter administrativo. La finalidad
de los archivos es servir a los intereses de la investiga-
ción, en el sentido más amplio del término, y la condi-
ción fundamental para lograrla es que se encuentren per-
fectamente organizados desde su comienzo. Por ello, la
formación, la gestión y la selección de los archivos activos
de la administración merecen importancia y tratamien-
to similar a los que se otorgan a los documentos ya en-
tregados. 22
El estado crítico puede presentarse desde distintos
ángulos o aspectos:
– La crítica técnica tiende generalmente a ser neu-
tra y conservadora;
– La crítica moral tiende a ser recatada y casi im-
precisa, y
– La crítica lógica e intelectual tendería a un aná-
lisis, a un grado de objetividad con respecto al ope-
rar.
Construimos a través del pensar, y el pensar no exis-
te sin la capacidad de verbalización, sin conformar el acto
juritio; no existe si no se enmarca en un saber, no sólo
cómo saber hacer, sino qué hacer. Se podrá hacer con ma-
yor o menor eficiencia pero debe existir.
Éste es el punto determinante del proceso proyec-
tual. En alguna medida está caracterizado por instan-
cias, en las que se va de una conceptualización a una ca-
racterización del problema-tema, a la comprensión de

22
BAUTIER, ROBERT HENRI: La función de los archivos, op. cit., p. 8.

31
la línea esencial estructurante de la misma y a un pri-
mer nivel de formalización. Entonces ofrecemos una es-
pecie de proyecto vital de aprendizaje que guarda ínti-
ma correlación con este tipo de hacer.
Todos los tratados de Archivología, en definitiva, son
una manera de indicar un proceso de pensamiento, un
proceso de toma de decisiones. Pero hasta los tratados
relativos a los actos fundacionales de una ciudad, hasta
las actas por la independencia en América, fueron ela-
borados posfacto como relevamiento de procesos dados,
de hechos consustanciados. No figura el proceso creativo
del hacer. Pero es éste evidentemente un tema reciente
en el marco de los últimos decenios, donde el proceso
proyectual toma un énfasis distinto y fundamentalmen-
te, comienza a adquirir la entidad y la dimensión, carac-
terizada por un énfasis puesto no solamente en el nivel
de la praxis o del lenguaje sino en el plano de la teoría
y de la reducción archivística.
En el plano de la praxis se traduce en lo que se lla-
man los procesos y la sistematización del proceso en or-
den; y en el plano de la teoría se traduce en la reflexión
sobre el proceso proyectual.
“La noción de material archivable también ha evolu-
cionado hoy, no se puede limitar sólo a documentos es-
critos; hay que extender la noción y aplicarla al conjun-
to de documentos, ligados con la actividad de los servi-
cios administrativos, cualquiera que sea su forma mate-
rial: impresos, mecanografiados, sonoros, fotográficos,
cinematográficos, planos y diseños técnicos.
Esta responsabilidad de conservación del patrimo-
nio documental del país, de la región y de la ciudad, im-
plica para el archivista la obligación de no limitar su cam-
po de acción a los documentos originados en las admi-
nistraciones públicas, sino también de ocuparse de los

32
provenientes de entidades para-públicas, comunidades,
empresas económicas, de familias y de individuos. Es de-
cir, que la responsabilidad del archivista de hoy se ha
extendido a todo el conjunto del patrimonio archivístico-
histórico, sin consideraciones de fecha, de naturaleza
material o de estado jurídico.”23
Quien puede ilustrarnos y orientarnos de manera
fundamental sobre el valor del proceso en sí, es Hegel,
(1770-1831), no olvidemos que Hegel se constituye como
uno de los últimos intentos de la filosofía occidental, para
construir un sistema completo y autosuficiente, este au-
tor manifiesta que es tan importante en el pensar, el obje-
tivo que se plantea inicialmente, así como el producto al
que se arriba a través del proceso de la reflexión. Para
Hegel es importante cada una de las instancias de la ela-
boración, desde el punto inicial al resultado al que se arri-
ba, tanto como el camino recorrido para poder arribar.
Lo que nos advierte Hegel es que un producto práctica-
mente no puede ser evaluado sin tener en cuenta todo
un proceso. Porque sería como evaluar un cuerpo sin vida,
sería hacer una suerte de autopsia descifrando los causa-
les de defunción pero ignorando la vida. Para Hegel, fi-
jación de metas, camino y resultado, tienen igual impor-
tancia. Para la Archivología, que considera todo su tra-
bajo como una unidad de proceso, tiene tanta importan-
cia como para Hegel.
El pensamiento de Hegel impacta a algunos contem-
poráneos; Roland Barthes (1915-1980) en El placer del
texto, sostiene que todo texto merece múltiples lecturas.
Todos hacemos una diferente lectura de un mismo pro-
ducto; pero, al mismo tiempo, señala que el producto es
algo inacabado.

23
BAUTIER, ROBERT HENRI: La función de los archivos, op. cit., p. 6.

33
Un texto sería acabado, sólo cuando se hayan realiza-
do todas las lecturas que encierran sus posibilidades, la
estructura abierta, permite la creatividad. Esto, aplicado
al plano de la Archivología, se traduce en el pensamiento
en que se debería incluir la participación del usuario,
que el usuario debería ser un componente de la deter-
minación de las etapas del ciclo vital de los documentos
(CVD) y que la obra debería tener suficientes cualidades
como para ser indeterminada, flexible, cambiante, indefi-
nida. Comprendiendo además todas las situaciones tex-
tuales, contextuales y de entorno, lo que permite una
aproximación a la realidad archivística; desconocer esta
realidad es sólo tomar parte de una parte, parcialidad
que perjudica la imagen real del archivero actual.
En Argentina los sistemas de archivos plantean có-
digos indicativos de cómo podrían llegar a ser utiliza-
dos, pero no es necesariamente como respuesta y pro-
ducto real. Hasta el siglo XIX el modelo archivístico fue
la historia, como culminación de todo un proceso desa-
rrollado desde el archivo. El modelo que se entendió como
rector de todo proceso de creación fue, por un lado, la
naturaleza de las instituciones, es decir que toda obra
de Archivología debía estar pensada para ser una obra
auténtica inspirada y en armonía con las leyes de la ins-
titución. Aurelio Tanodi nos lleva durante este decenio
con su Manual de Archivología Hispanoamericana; se-
guido por Manuel Vázquez. Por otra parte la búsqueda
en la historia surge precisamente del convencimiento
de que no hay metamorfosis. Acercándonos más a una
historia descriptiva que dinámica.
En las décadas del sesenta y setenta, se observa la
culminación del proceso de transformación iniciado por
el Movimiento Moderno, que puso a la ciencia como mo-
delo de actividad y a su método como generalizable a to-

34
das las disciplinas. No hay ciencia sin método, sin cami-
no. La década trata de sistematizar modelos de acción
para la toma de decisiones, basadas en la hipótesis de
la racionalidad y objetividad científica; derivada de la
noción de ésta, emanada del positivismo, se acerca a un
profesionalismo que ignora las nuevas nociones de ver-
dad de las ciencias contemporáneas. No obstante, esta
situación permite una mayor preocupación por el desa-
rrollo de los archivos, cada vez más necesarios en la toma
de decisiones acertadas, y cada vez más solicitados para
analizar precedentes de actos públicos o privados que
permitan un desarrollo sobre la marcha.
La fe en las ciencias y en sus procesos racionales de
orden, avalados por metodologías ciertas, válidas, uni-
versales, caracterizaron a la década del sesenta, reco-
nociendo a las ciencias como valor máximo. La ciencia,
como método a ser aplicado en un proceso racional de
elaboración de un proceso proyectual. Consideremos en-
tonces los métodos de clasificación y de ordenación, a la
par que los métodos en la elaboración de productos des-
criptivos o auxiliares de investigación, como elaboración
del proceso proyectual, que determina la calidad de in-
formación obtenida de un archivo.
La década del sesenta se caracteriza por la aparición
de una serie de metodólogos y un mayor impulso en el
desarrollo de las ciencias archivísticas, con mayor am-
plitud en las ciencias sociales, que intentan sistemati-
zar y proponer modelos de acción, reconociendo actitu-
des frente al orden: pragmática, empírica, innovadora,
indeterminada, o sea una serie de actitudes clasificadas
como organismos conspicuos de secuencias decisorias.
Popper, filósofo de las ciencias contemporáneas, par-
te del convencimiento de que toda conclusión es produc-
to de un proceso que va desde una conjetura teórica has-

35
ta la formulación de una hipótesis, que si luego se verifi-
ca lo es provisoriamente. En otras palabras, lo que dice
Popper es que en la ciencia no existen verdades univer-
sales, toda verdad es una verdad totalmente provisoria.
Postura tomada por Mario Bunge.
A todo esto se podría hablar de múltiples procesos
proyectuales. Puede hablarse de procesos innovadores,
de clara reformulación e invención; de procesos tipoló-
gicos basados en el uso de tipos precedentes, de proce-
sos miméticos, tomando no un tipo sino un modelo a par-
tir del cual se desarrolla su proceso proyectual. En la en-
señanza archivística partiríamos de un modelo, enfati-
zado teóricamente: procesos miméticos, analógicos, etc.,
de una totalidad conceptual, que es la que se propone
en la teoría.
Existe una instancia que se llama forma, que es el
QUÉ; y luego hay otra instancia de orden, que es el
CÓMO, CÓMO será ese QUÉ. Entonces utiliza el térmi-
no forma para el QUÉ, y orden para el CÓMO.
“Nosotros hablaremos de la obra como de una ‘for-
ma’, es decir, como de un todo orgánico que nace de la
fusión de diferentes niveles de experiencia precedente;
ideas, emociones, disposiciones a obrar, materias, mó-
dulos de organización, temas, argumentos, estilemas fi-
jados de antemano y actos de invención. Una forma es
una obra conseguida: el punto de llegada de una produc-
ción y el punto de partida de un consumo que, al articu-
larse, vuelve siempre a dar vida a la forma inicial desde
diferentes perspectivas”.24
Básicamente, se trata de conceptualizaciones de las
partes constitutivas y sus interrelaciones, para arribar a
través de una síntesis elaborada por un elemento estruc-

24
ECO, HUMBERTO: Obra Abierta, Ariel, 2ª Ed. 1990, p. 40.

36
turante o una idea esencial que sintetiza a estas partes
conceptualizadas en un todo conceptual. Así logramos que
teoría, metodología y planificación, sean partes de una
estructura cognoscitiva para los estudios archivísticos.
“…una estructura es una forma no en cuanto objeto
concreto, sino en cuanto sistema de relaciones, relacio-
nes entre sus diferentes niveles (semántico, sintáctico,
físico, emotivo; nivel de los temas y nivel de los conteni-
dos ideológicos; nivel de las relaciones estructurales y
de la respuesta estructurada del receptor, etcétera).”25
Ese todo conceptual se traduce luego en partes: re-
unión, captación o recuperación; clasificación, ordena-
ción y almacenamiento; análisis y descripción; toma de
decisiones, salida o difusión; las que sintetizadas nos dan
un todo material. Interesa describir este proceso, que
tampoco es verosímil así, sino que es interactivo, y tam-
poco se pasa de una etapa a otra linealmente. Una eta-
pa alimenta a la otra. O sea que existe un proceso de ida
y vuelta a estas condiciones iniciales, ya que se pasa del
CÓMO al QUÉ y del QUÉ al CÓMO.
Uno parte del QUÉ para arribar al CÓMO, pensa-
mos que en el orden también se puede actuar inversamen-
te. A veces nos proponemos re-definiciones del CÓMO y
del QUÉ. He aquí el interés que tiene precisamente el
orden archivístico.
“Una forma se reduce a un sistema de relaciones pre-
cisamente para revelar la generalidad y la transponibili-
dad de este sistema de relaciones, es decir, precisamen-
te para mostrar en el mismo objeto aislado la presencia
de una ‘estructura’ que lo hace común a otros objetos.”26

25
ECO, HUMBERTO: Obra Abierta, p. 40.
26
ÍD.: ibíd., pág. 41.

37
Retomando el concepto de procesos de orden, pode-
mos hablar de una idea básica de orden, que emerge como
el todo conceptual, producto de propósitos y requerimien-
tos prácticos, históricos, sociales, individuales, etc., que
a partir de partes conceptuales con principios estructu-
rantes nos permiten pasar al plano material partiendo
de partes que dan por resultado final un todo material.
Tan pronto podemos describir la secuencia de las partes
al todo, como del todo a las partes.
Para Aristóteles la palabra forma era equivalente a
idea o imagen conceptual. La palabra forma clarifica pero
no comprende toda la realidad. Para Aristóteles forma
y materia están íntimamente unidas, son correlativas e
intercambiables.
Ahora bien, diferentes relaciones entre partes docu-
mentos y todos conceptuales determinan diversos todos
documentos. Así también muchos todos documentos res-
ponden al mismo todo conceptual. Se podría decir que
hay una relación transaccional entre todo conceptual y
partes documentos que se alteran mutuamente.

38
DEFINICIÓN DE UN PRODUCTO ARCHIVÍSTICO

La relación entre documento y el producto directo


para Aurelio Tanodi es:
“La archivalía es un producto relacionado con los he-
chos; en un producto en papel y otra materia que garan-
tiza su permanencia, de contenido intrínseco, dado prin-
cipalmente por medio de la escritura. En relación a los
hechos es un coproducto o un subproducto —el concepto
de ser producto permite la denominación de entidades
productoras— porque no constituye los hechos o acon-
tecimientos en sí, sino que se produce como auxiliar ad-
ministrativo o jurídico de los hechos realizados de acuer-
do a la finalidad y funciones de las entidades”.27
Para lograr esta relación adecuada de producto archi-
vístico neto, el archivero se vale de la analogía con ideas
o imágenes que proceden de un contexto aunque no es-
trictamente archivístico. La Diplomática, por ejemplo,
tiene mucho que ver con la concepción del orden y la des-

27
TANODI, AURELIO: Manual de Archivología Hispanoamericana. Univer-
sidad Nacional de Córdoba. Colactánea Archivística. 1961, p. 42.
cripción. El archivero trabaja en el archivo, el diploma-
tista en el documento, pero el conocimiento del archive-
ro encausa el conocimiento básico del diplomatista para
tratar los documentos. Si hay que diferenciar el uso de
documentos: el material condiciona un orden estructu-
ral diferente.
“La Diplomática es el estudio del wessen (ser) y del
werden (devenir), de la documentación, el análisis de la
génesis, constitución interna de los documentos, como
también de su relación con los hechos representados en
ellos y con sus creadores. Por lo tanto, tiene para el ar-
chivero, más allá de un incuestionable valor práctico y
técnico, un fundamental valor formativo y constituye un
preludio vital para su disciplina específica, la ciencia
archivística.”28
Los elementos o factores que llevan a un orden inno-
vador son las situaciones nuevas y, entre ellas, el uso de
nuevos documentos. Orden innovador existió en el siglo
pasado cuando apareció el carbónico. Al surgir el papel
carbónico, la Archivología fue totalmente inédita, por-
que no había precedentes de cómo resolverlos.
Así vemos cómo un material —aparición del carbó-
nico— o una nueva herramienta, la máquina de escribir,
producen un nuevo orden. También el soporte magnéti-
co cuando comienza a ser usado intensamente genera
una tipología estructural, que es totalmente inédita en
relación con las posibilidades de los documentos ante-
riores. Los paradigmas son comprobables.
La aparición del material «mágico», permite a través
de la composición de distintos elementos, soportes plás-

28
CENCETTI, GIORGIO: La preparaziones dell’archivista, en Antología di Scritti
archivistici, Ed. Romualdo Giuffrida (Roma, Ministero per i Beni Cultu-
rali e Ambientali). Oublicazioni degli Archivi di Stato, 1985, p. 285.

40
ticos y magnetismo, la producción de piezas que puedan
trabajar mediante máquinas electrónicas y que puedan
absorber otro tipo de esfuerzos. En consecuencia, tienen
todo el encanto de un material que todavía no es contem-
poráneo a muchos archivos.
En todos los casos, vemos que el orden innovador par-
te de la aparición de nuevos soportes documentales tan-
to como de la aparición de nuevas instituciones archivís-
ticas, como en el caso de los archivos audiovisuales o de
la re-definición de una institución existente.
Ahora bien, para hacer todas estas innovaciones,
¿cómo procede? ¿A través de qué mecanismos? ¿Qué se
usa para producir una innovación? No se puede inventar
nada de la nada, todo surge de algo. El orden innovador,
como cualquier otro orden, surge en definitiva de un com-
ponente que se llama analogía.
Pero antes comprendamos el significado real del tér-
mino orden. Como disposición o arreglo, según Aristóte-
les, una de las formas o clase de la medida. Desde nues-
tro punto de vista, en sentido ontológico, predispone a
una clasificación, y no sólo como arreglo especial de co-
sas entre sí o de las partes entre sí de una cosa: los do-
cumentos sobre todo, motivo de toda preocupación archi-
vística. Puede decirse también que el orden es una rela-
ción recíproca de las partes. Opinión atribuida a San
Agustín y a Santo Tomás, si bien en estos dos pensado-
res, existen diferencias en la noción del orden.
San Agustín establece que el orden es un atributo que
hace que lo creado sea bueno. Creado según forma, me-
dida y orden. El orden es una perfección. Desde el pun-
to de vista metafísico, el orden es la subordinación de lo
inferior a lo superior, de lo creado al creador; supone
una jerarquía ontológica. Maimónides insiste en la exis-
tencia de una jerarquía.

41
Santo Tomás establece que el orden sostiene cierta
relación de las partes, y, como es de esperar, presupone
una jerarquía ontológica similar a la de San Agustín. Pero
en Santo Tomás la noción de orden se complica con la de
sitio, incluye un antes y un después. El orden sería en-
tonces “la disposición de una pluralidad de esas cosas u
objetos de acuerdo con la anterioridad y la posteridad
en virtud de un principio”. La relación de las partes res-
pecto a un espacio, es para los modernos la primera ima-
gen que suscita la palabra orden. Considerando que la
concepción clásica establece una vinculación y aun sub-
ordinación a la relación, respecto a la clase (lo cual fun-
damentaría la clasificación) a la cual pertenecen las par-
tes y, en último término, respecto a la idea.
Existe entonces una diferencia notoria entre el con-
cepto medieval del orden y el moderno. El concepto mo-
derno del orden se refiere a una relación de realidades
entre sí; el medieval, a la relación distinta de la cosa real
con su idea. En la época moderna, el orden sufre un pro-
ceso de des-ontologización y de cuantificación que lo con-
vierte en una disposición geométrica y numérica.
En algunos casos del pensamiento moderno, el orden
es entendido en un sentido aproximado al griego y me-
dieval. Leibniz concibe que el orden significa primaria-
mente que está, ontológicamente, jerarquizado. Existe
el orden, porque existe un principio de ordenación se-
gún el cual cada cosa está en su lugar. El orden es el fun-
damento de las especies de orden, el físico, el matemáti-
co, etc. El orden es una jerarquía porque es una serie, y
toda serie es de algún modo “jerarquía”.
Resumiendo, el orden reside en las cosas mismas en
cuanto son conocidas. En lo que toca a la noción de or-
den como primaria o formal, orden es definido como la
disposición de un conjunto de entidades. Así tenemos el

42
orden de los números naturales. El orden es definido
como la relación entre miembros de una clase según la
cual unos miembros o elementos preceden a otros; se dice,
entonces, que hay orden entre elementos del conjunto.29
Las analogías caracterizan a todos estos órdenes.
Al comprender mejor el concepto de orden, conside-
ramos entonces al orden innovador. Hay otros órdenes
que llamaremos:
– Tipológico, que se basa en el uso del tipo como pun-
to de partida;
– Mimético, en el que se usa al modelo como punto
de partida;
– Normativo, que utiliza a la norma como punto de
partida.
Estos órdenes tienen un punto en común, todos son
generados siempre a través de un proceso analógico. Ana-
logía quiere decir “semejanza”, “relación entre partes”
“correspondencia entre partes”, “relación de semejanza
entre cosas distintas”. El término “analogía”, entendida
como “semejanza”, es esclarecedor de muchísimos pro-
cedimientos. Utilizamos siempre una semejanza recono-
cida para el proceso de la enseñanza. La ciencia procede
exactamente igual. La analogía es el mecanismo por el
cual la ciencia constituye su saber. Por otra parte, es el
elemento que permite comprobar sus teorías y al mismo
tiempo controlar la realidad. Si bien Platón presenta una
idea de la analogía en La República y el Timeo, indican-
do que el primer término se desempeña en el mundo in-
teligible, así como el segundo término se desempeña en
el mundo sensible, la analogía también opera en el pla-
no de las ciencias.

29
FERRATER MORA, JOSÉ: Diccionario de Filosofía Abreviado. Sudamerica-
na. Buenos Aires, p. 315.

43
¿Cómo podríamos clasificarlas, entonces?
Hay dos tipos de analogías que nos interesan funda-
mentalmente: las analogías que llamaríamos positivas y
otras serían las analogías negativas.
Una analogía positiva aplicada a la Archivología, es
aquella que permite extraer de campos diversos, seme-
janzas que pueden aplicarse al tratamiento de los archi-
vos y sus documentos. Consideramos esencialmente a
las analogías por el método administrativo, aplicado a
los conocimientos archivísticos para el tratamiento de
los documentos.
Una analogía negativa, podríamos decir que es, no el
uso de la analogía como tal sino la fuente de subversión
de lo que pareciera ser inmediatamente lógico. Casi nun-
ca suscribe una idea que parece absolutamente clara y
evidente sino que altera el proceso archivístico y siem-
pre pone en cuestionamiento cualquier tipo de opera-
ción proyectual para llegar a un todo final que resulta
totalmente inédito. En principio fue lo sucedido con las
clasificaciones temático-históricas realizadas en algu-
nos archivos, malogrando el principio de procedencia y
la organicidad institucional.
Las analogías fundamentalmente son:
Analogías visuales que surgen de tomar elementos
naturales o artificiales como punto de partida, por ejem-
plo, para inspirarnos en la operación archivoeconómica
proyectual.
Una analogía de tipo estructural es aquella que
relaciona fundamentalmente al organismo archivístico
con el organismo institucional.
La analogía de tipo filosófico resume analogías de
tipo indirecto, que proceden de otras disciplinas y que
informan no de manera inmediata al hecho archivístico,
sino que lo informan de una manera indirecta influyen-

44
do en la teoría archivológica. Nociones del estructuralis-
mo han pasado a la Archivología a través de definirla
como estructura, y condicionan totalmente la forma de
organizar el hecho archivístico.
O sea que hay una producción de campos disciplina-
rios “otros”, al campo disciplinario específico del hecho
archivístico, que convergen. Todos inferidos por analo-
gías.

45
EL ORDEN TIPOLÓGICO

Quatreme de Quincy (1755-1857), arqueólogo fran-


cés, en el siglo XVIII, hace la definición de lo que es un
tipo y lo que es un modelo, que nos orienta adecuada-
mente. Dice que un tipo no es la imagen de un objeto que
puede ser reproducido. Es más bien la idea general que
engloba o un esquema que engloba a muchos objetos di-
versos. Por ejemplo, existe un tipo de documento (tipo
documental) que viene a ser un poco el resultado de consi-
derar a todos los documentos, superponiéndolos y obte-
niendo un esquema que no es el de tal o cual documento,
sino uno que comprende y explica en alguna medida a la
totalidad de las unidades documentales semejantes
(analógico), las cuales se aproximan más o menos a este
esquema. Esto vendría a ser el tipo documental archivís-
tico: el tipo es un a priori y precede a las concreciones.
El modelo, en cambio, vendría a ser aquello que es re-
petible o sea que es ejemplo y objeto a ser reproducido.
El tipo tiene un carácter histórico y ahistórico simul-
táneamente. Un carácter histórico porque obviamente
viene del pasado; los tipos surgen de analizar y mirar ha-
cia el pasado. O sea que proceden de la historia, y ¿por
qué son ahistóricos? porque a nadie le interesa el tipo o
no hay quien se interese por el tipo. No interesa cómo
hacerlo general, sino que interesa el objeto presente, o
sea, no cuál ha sido el proceso que ha llevado a concluir
en ese tipo sino que el tipo le interesa sólo en la medida
de cómo es y cómo pueda usarlo de referente. Entonces,
por un lado el tipo tiene un origen histórico y al mismo
tiempo es “deshistoricizado” inmediatamente y se trans-
forma en un elemento casi diría ahistórico, valorable per
se como instrumento para operar con él.
En la Archivística, el tipo es utilizado de maneras di-
versas. Unos remiten al origen del tipo, al punto germi-
nal (clasificación), buscando fundamentalmente la pro-
funda clave simbólica y significativa que siempre subya-
ce en el tipo (ordenación) y, por otro lado, están los que
utilizan el proceso tipológico pero extrayendo las forma-
lizaciones de diversos momentos para componer un nue-
vo hecho archivístico (descripción y selección). Verdade-
ras formalizaciones o configuraciones espaciales abstrac-
tas universales componiendo nuevos conjuntos relevan-
tes y significativos basados en las nuevas relaciones del
producto archivístico.

47
EL ORDEN MIMÉTICO

Otro proceso de orden es el orden mimético. Éste par-


te del uso de la mímesis. Los dos componentes son un
modelo y un proceso mimético. Mímesis quiere decir
imitación. La mímesis existió en todos los otros campos
antes de existir en la Archivología. Por ejemplo la mí-
mesis ritual-institucional, como repetición de actos re-
flejados en comportamientos o en conductas que recrean
situaciones básicamente burocráticas. O sea que el ritua-
lismo es una de las formas primarias de la mímesis. Pero
en la teoría aparece en el siglo V a.C. con las teorías de
Demócrito, quien dice que hay que imitar las leyes de la
naturaleza. Estas leyes se consideran en la ordenación,
respetando el orden original, principio archivístico. Lue-
go, el pensamiento de Platón, quien dice que definitiva-
mente hay que imitar al modelo arquetípico. Y el pensa-
miento de Aristóteles, que sostiene con respecto al pro-
blema de la mímesis que no existe tal cosa como la imita-
ción, que siempre se debe tener libertad para re-inter-
pretar, modificar la realidad perceptible y, en consecuen-
cia, señala una variable muy importante de este proceso
de aprendizaje: la realidad como punto de partida de la
creatividad.
Durante todo el período del Renacimiento el rehúso
surge como revolución cultural al concebir que el arte
en tanto arte, debe imitar a la naturaleza. Pero quien
mejor imitó a la naturaleza fue la antigüedad, conside-
remos que fue por estar mucho más cerca del momento
en que el hombre estuvo en estado más puro. Sin embar-
go, en aquel entonces comienzan a aparecer situaciones
de conocimiento y casi todos dicen: imitar. ¿Imitar? Sí,
pero innovar, mejorar, inventar. Se utiliza el término in-
ventium, no se utiliza la palabra creación que viene de
creatio; crear es una capacidad que se adjudica solamen-
te a los filósofos.
Entonces se dice imitatio e inventium y se asocian am-
bos términos que son casi sinónimos: imitatio sí, pero in-
ventium también. Para la burocracia, surge en todo una
posición que sería edificante si no se abusara. Edifican-
te porque podemos obtener utilidad del modelo, lo po-
demos modificar indefinidamente. Obviamente que se
entiende al modelo como objeto no estratificado, norma-
do, solo repetible, cuando no, como el objeto de utilidad,
como ejemplo a partir del cual se pueden realizar modi-
ficaciones, alteraciones, y proceder a partir de esa base
para hacer una nueva invención en un acto nuevo. Un
modelo es precedente administrativo y consecuente-
mente archivístico.

49
EL ORDEN NORMATIVO

El orden normativo, como lo dice su nombre, parte


de normas que dan autoridad a quien procede a proyec-
tar. Una norma no es una ley. Podemos definir a la nor-
ma como un principio estructurante de algo. En esta épo-
ca hay infinidad de normas. Sin embargo, ¿cuáles son in-
eludibles, trasponen los tiempos (intemporal) y perma-
necen como elementos constantes y como “in-variantes”
v.gr. para todo el proceso de permanencia de los docu-
mentos?
Consideremos por su importancia archivística las nor-
mas del orden y las descriptivas.
Las normas de orden son, como una regla de oro, nor-
mas que una vez establecidas, por su naturaleza misma,
pueden perdurar durante siglos; principio normativo que
tiende a ser utilizado en todos los niveles por su eficien-
cia. Los principios descriptivos, ejes, fundamentos, son
todas normas derivadas de esta primera.
Por un lado están los sistemas de clasificación y or-
denación y por otro, los principios de procedencia. De la
procedencia, la norma más dominante es el orden origi-
nal que aparece frecuentemente en la historia de los ar-
chivos.
En su artículo sobre el principio de procedencia Varga
se refiere a las Regulaciones de 1881 como las “Regula-
ciones Sybelinas”30 . Esto es cierto en cuanto a que Sy-
bel, director de los Archivos Estatales Prusianos, les dio
su sanción oficial y autorizó su aplicación. También es
cierto porque el trayecto desde los respect des fonds fran-
ceses hasta el principio de procedencia prusiano, o me-
jor el Registraturprinzip, constituye uno de los principa-
les logros de la dirección de Sybel por un período de 20
años desde 1875 hasta 1895, lo cual elevó los archivos pru-
sianos al rango de verdaderas instituciones eruditas y
les dio el lugar que merecían dentro de las otras agen-
cias culturales del país31 . Fue Sybel, un hombre no me-
nos famoso por sus escritos históricos que por su talento
administrativo y organizacional, quien inició las series
voluminosas de la Publikationen aus den preussischen
Staatsarchiven y el Kaiserurkunden in Abbildungen. Este
magnífico programa de publicaciones no sólo dio a sus
funcionarios espléndidas oportunidades de erudición,
sino que también atrajo a los mejores estudiantes de His-
toria a entrar a la profesión de archivos. Qué otras ad-

30
VARGA, p. 190. Igualmente E. Wiersum habla de la adopción del prin-
cipio de procedencia como la decisión personal y mérito de Sybel; ver
su “Het herkomsbeginsel”, en Congrés international des Archivistes
et des Bibliothécaires, 1910, Actes, p.137 (Bruxeles, 1912). Citado
en POSNER, E.: Max Lehmann y el origen del principio de procedencia.
La Administración Moderna de Archivos y la Gestión de Documentos: El
Prontuario RAMP. París, diciembre de 1985, p. 98.
31
KEHR, PAUL: “Ein Jahrhundert preussischer Archivverwaltung”, en
Preussische Jahrbücher, 196: 159-178 (May 1924), hace un excelen-
te resumen de los logros de Sybel como Director de los Archivos Esta-
tales Prusianos (pp. 173-175). Ver también “Sybel” de Paul Bailleu,
en Allgemeine Deutsche Biographie, 54:645-667 (Leipzig, 1908). Ci-
tado en POSNER, E.: Max Lehmann..., op. cit., p. 98.

51
ministraciones archivísticas de aquel tiempo pueden en-
orgullecerse sino de los servicios de archivistas tan pro-
minentes como Max Lehmann, Paul Bailleu, Reinhold
Koser y Fiedrich Meinecke, quienes lograron no tanto
fama nacional como internacional.32
“Gradualmente hemos llegado a siete principios de
ordenamiento diferentes, en los cuales el principio de
pertinencia, como se ha visto, juega un papel subordina-
do. En cuanto al sistema holandés se refiere, esto es enten-
dible puesto que la teoría archivística holandesa se ha
basado por mucho tiempo en los principios de estructu-
ra y restitución de archivos. En los archivos modernos
hay cosas un poco diferentes. En los sistemas modernos
de archivos de varios ministerios (en los cuales a partir
de 1950 se ha prescrito un plan decimal de archivo) exis-
tía una tendencia a ajustar el principio de pertenencia
con el principio de una estructura administrativa, de
modo que en cada división administre. Sus propios do-
cumentos producidos están en cualquier parte clasifica-
dos de acuerdo con el mismo plan unitario de archivos.
Esto demuestra que la realidad no es ser obsesivos con
los principios de ordenamiento haciendo velar así la téc-
nica de ordenamiento como una materia viva, llena de
movimiento.”33
Todo documento está generado conforme a estos ti-
pos de orden. Todo documento reconoce la interacción
del orden. En algún caso domina el orden tipológico, para
la organización general del conjunto, y luego para la or-
ganización de las partes domina el orden normativo. Es

32
POSNER, E.: Max Lehmann..., op. cit., p. 98.
33
HARDENBERG, HERMAN: “Algunas reflexiones sobre los principios para
el ordenamiento de archivos”. En: La Administración Moderna de Ar-
chivos y la Gestión de Documentos: El Prontuario RAMP. París, Diciem-
bre de 1985, p. 96.

52
que en el hecho archivístico éste es tanto más significa-
tivo cuanto más articulados y elaborados están estos prin-
cipios.
La siguiente pregunta es: ¿Cómo se componen las par-
tes?
¿Cómo se componen, cómo se articulan, cómo se es-
tructuran, cómo se relacionan las partes entre sí y cómo
se articulan en un todo orgánico? O sea, tomemos la ins-
tancia inmediata posterior.
El principio estructurante es una ley compositiva, o
un principio estructurante es una idea rectora o una idea
que unifica a todos los elementos fundamentales, que es-
tán regidos por relaciones morfológicas y relaciones fun-
cionales. (Organización y administración de los archivos).
Las relaciones funcionales son las que conducen a la
toma de decisión de la estructura funcional y tipológica
en la que aparece la obra. Las relaciones morfológicas
son aquellas con las que vamos a dar la configuración, el
sentido, la significación del todo conceptual.
Pero aquí mencionamos distintas situaciones morfoló-
gicas (de forma) inherentes a las relaciones morfológi-
cas fundamentales: las topológicas y las geométricas, que
son las relaciones que existen entre las partes y que nos
permiten organizar el conjunto.
Cuando hablamos de organización, lo hacemos como
principio, considerando la existencia de conjuntos orga-
nizados sobre la base clara de instituciones orgánicas,
entes orgánicos, entidades, en los que son los elementos
y las relaciones morfológicas que hacen a la organiza-
ción un todo heterotípico a partir de una serie de par-
tes regidas por normas y leyes diversas. Esto nos lleva a
considerar relaciones de tipo funcional.
¿Qué es función? Se ha usado de un modo muy gene-
ralizado el término función como el modo de comporta-

53
miento de una realidad constituida por relaciones o por
conjuntos de relaciones. Un conjunto constituido no por
cosas o substancias en general, sino por funciones, de tal
manera que cada realidad se define por la función que
ejerce34 . Se puede definir a la función como la relación
que media entre un objeto y el propósito al cual este obje-
to se propone responder; al que sirve. Esta noción es
considerada desde la antigüedad. A modo de relación con
la sociología, es importante rescatar que toda acción hu-
mana es polifuncional, responde a múltiples propósitos.
De esta manera pensar que hay correlación entre forma
y función puede considerarse un error, no existe tal co-
rrelación, una misma forma sirve para infinidad de fun-
ciones.
Se pueden distinguir cuatro funciones básicas entre
sujeto y objeto, así aparecen:
– La función práctica,
– La teoría,
– La simbólica,
– La estética.
Estos tipos de funciones, independientes de otras exis-
tentes en el complejo mundo de la funcionalidad, quie-
ren dar cuatro horizontes funcionales, a los cuales todo
producto de orden, en alguna medida significativa, debe
responder.
Función y competencia son un orden diferente de la
misma realidad. Función es un conjunto de actividades
que apuntan a un objetivo, considerado en abstracto.
Competencia es la autoridad y capacidad de llevar a cabo
una determinada esfera de actividades dentro de una fun-
ción, que se atribuye a una oficina o a un individuo en con-

34
FERRATER MORA, JOSÉ: Diccionario, op. cit., p. 181.

54
creto. Por ejemplo, la función archivística consta de to-
das las actividades cuya meta es la preservación y co-
municación del material archivístico. Dentro de esta fun-
ción general, hay sub-funciones, como selección y orde-
nación. Cada institución archivística tiene competencia
para desempeñar una porción definida de las funciones
generales (por ejemplo, preservación y comunicación del
material archivístico creado por un determinado gobier-
no provincial), y cada archivero tiene competencia para
cumplir una función definida de las sub-funciones (por
ejemplo, el archivero referencista del archivo provin-
cial, pone en disponibilidad el material preservado por
esa institución; o el archivero competente de los docu-
mentos judiciales en una provincia dada adquiere, se-
lecciona, ordena y describe estos documentos). Por lo
tanto, una competencia coincide en la práctica con un por-
tafolio. Mientras una función siempre es abstracta, una
competencia debe estar vinculada a una persona jurídi-
ca.35
Esos horizontes funcionales que reconocemos en el
proceso formal de organización nos exhiben un lado prác-
tico, es decir, nos manifiestan el propósito por el cual
están los presupuestos y que posiblemente sea el básico,
en la problemática archivística.
La función práctica es la función central que agrupa
a todas las demás. Es irreductible. Constituye el meollo
en torno al cual se dan todas las demás. Sin la califica-
ción, la función práctica no tiene ningún sentido. Las otras
calificarían a la función práctica.
A esa función práctica sigue una función histórica,
una función social y una función individual. La función

35
DURANTI, LUCIANA: Ciencia Archivística, op. cit., p. 112.

55
estética conforma una antítesis con la práctica y es la ne-
gación dialéctica de la funcionalidad, pero preserva la
función y permite el cambio.
Hay una función social en tanto el cliente, el usuario,
como el investigador, son parte de la sociedad. Entonces
desean una respuesta pragmática y práctica que respon-
da o satisfaga el requerimiento global de una sociedad
pero no se reduce solamente a la función práctica.
Si bien todas las funciones siempre están presentes
en todo tipo de orden, alguno es prevaleciente sobre los
otros. Si tomamos el Movimiento Moderno en sus oríge-
nes, el funcionalismo se manifiesta como dominante en
la función práctica. Considerando el lado opuesto, la fun-
ción es fundamentalmente individual y estética.
Si tomamos el período historicista y ecléctico del si-
glo pasado, hay una búsqueda fundamentalmente subor-
dinada a una funcionalidad histórica, prevaleciente por
sobre las otras, pero no quiere decir que las otras estén
ausentes. Están también presentes dentro de la distri-
bución, sólo que es prevaleciente, en la lectura, la fun-
ción histórica a través del tema, el edificio y su rol en la
función archivística.
En la Archivología contemporánea, está presente fun-
damentalmente la consideración social. A partir de la
década del sesenta es lo social lo dominante. La función
social es la función dominante y prevaleciente por sobre
la función práctica, la función histórica y la función sim-
bólica.
Pero la razón principal de por qué los documentos
públicos se conservan en una institución de archivo, es
por su valor para la investigación académica. Tales do-
cumentos son básicos para realizar estudios, sobre el de-
sarrollo gubernamental, social, político y económico
dentro de un país. Son útiles en una amplia variedad de

56
campos de la investigación: historia, economía, demogra-
fía, sociología, tecnología, ciencia, biografía y genealo-
gía, para nombrar la más importantes. Mientras que se
reconoce el valor investigativo de los documentos viejos,
los documentos modernos son considerados como invá-
lidos por aquellos que los han creado. Este punto de vis-
ta ha persistido por mucho tiempo, aun entre los colec-
cionistas de manuscritos históricos. Hace casi un siglo,
un bibliotecario americano opinó que las bibliotecas his-
tóricas “o no intentan recoger materiales para la histo-
ria de hoy o si intentan hacerlo, no lo hacen a cabalidad.
Se ocupan en coleccionar lo que se ha debido conservar
en años anteriores, mientras que laboriosamente corri-
gen el error con referencia al presente». Los documen-
tos públicos de hoy pueden contener información que tam-
bién puede hacerlos valiosos para la investigación aca-
démica. Pueden contener información detallada que esté
disponible o accesible en otra parte, sobre personas, or-
ganizaciones, lugares u otras cuestiones, o en conjunto,
hechos sobre condiciones sociales y económicas o fenó-
menos físicos.36
O sea que éste es el rasgo que caracteriza fundamen-
talmente a la Archivología del Movimiento Moderno.
Hay una relación jerárquica entre horizontes: algu-
na domina, pero la jerarquía cambia con el tiempo, el lu-
gar, el documento y la ideología del autor.

36
SCHELLEMBERG, T. R.: Principios de evaluación de archivos. IRARGI. Revis-
ta de Archivística, Año I, Nº 1, Administración de la comunidad de
EUSKADI, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vito-
ria, Gasteiz. 1988.

57
TIPOLOGÍA

“Hasta hace poco tiempo la mayoría de las transac-


ciones oficiales se realizaba mediante documentos escri-
tos en papel: cartas, memorandos, cuentas, actas, direc-
trices, pedidos, informes, formularios y demás documen-
tos escritos a mano o a máquina. Este material sigue cons-
tituyendo la mayor parte de casi todos los archivos, sin
embargo la tecnología moderna está cambiando rápida-
mente la manera en que las autoridades gubernamenta-
les realizan su trabajo y, por lo mismo modificando la
naturaleza de los archivos —actuales y futuros—. La im-
prenta, durante el siglo XIX la máquina de escribir, tu-
vieron repercusiones importantes sobre las caracterís-
ticas físicas de los archivos. La fotografía, que compren-
de documentos ilustrados, documentos cinematográfi-
cos, fotografía aérea y microfotografía, ha tenido una re-
percusión por lo menos importante. El uso generalizado
de las grabaciones sonoras ha acompañado y complemen-
tado varios procesos fotográficos. Pero tal vez ha sido la
computadora la innovación técnica que ha repercutido
más profundamente en la elaboración y utilización de
documentos, ya que está revolucionando nuestra vida de
múltiples maneras, y muchas de ellas tienen que ver con
la elaboración y manejo de la información.
Cuanto más nos adentramos en el área de la compu-
tadora, tanto mayor es la práctica del gobierno y de otros
sectores de la sociedad en confiar a las computadoras
asuntos que en otros tiempos sólo se hubiera documen-
tado en papel; cabe, además, esperar que esta práctica
aumentará en proporción geométrica la cantidad de in-
formación que se archiva por medios legibles a máqui-
na.37
Hay que prever, en consecuencia, que los archivos
adoptarán diversas formas materiales, cada una de las
cuales presenta exigencias especiales en cuanto al alma-
cenamiento, la conservación y la utilización.
En muchos países se confía a los archivos nacionales
la custodia de una copia como mínimo de todos los vo-
lantes, folletos, libros y demás documentos impresos pro-
ducidos por el gobierno; algunos archivos asumen esta
responsabilidad porque, por sus estatutos, están desig-
nados como el lugar de depósito legal de todos los docu-
mentos nacionales impresos o a partir de ellos.
Cabe observar de paso que, tanto la micro-reproduc-
ción como la computadora, son instrumentos muy flexi-
bles y poderosos para realizar una serie de tareas admi-
nistrativas en los archivos, además de que sirven para
registrar la información de valor permanente que, por
último, se archivará.”38

37
Véase LIONEL BELL: The Archival Implications of machine - Readable
Records, Archivum, vol. 26 (actas del VIII Congreso Internacional de
Archivos), 1979, pp. 85-92.
38
ROHADS, JAMES B.: La Función de la Gestión de Documentos de Archivos
en los Sistemas Nacionales de Información: un estudio del RAMP, pre-
parado por James B. Rohads para el Programa General de Informa-
ción y UNISIST. París, Unesco, 1983. 51 pp.

59
“...se habla con tanta naturalidad de tipo documen-
tal que se tiende a creer que es un término universal y
antiguo en la Archivología. No es así, sin embargo. Todo
parece indicar que lo hemos tomado de Theodore R.
Schellemberg, en concreto del libro Técnicas Descripti-
vas39 , en el capítulo II, subtítulo ‘Caracteres externos
de los documentos’. Allí el autor menciona al tipo docu-
mental como el primer carácter a describir en un docu-
mento y le dedica las páginas 21 a 26.
¿De dónde tomó Schellemberg este término? Remon-
tándonos al clásico libro Archivos Modernos. Principios
y Técnicas40 del mismo autor, se descubre que comienza
a hablar de ‘tipo físico’ en el capítulo XVI denominado
‘Ordenación de los documentos privados’ (pp. 273-291), a
partir de la p. 284, cuando se refiere al ‘Arreglo de los
componentes de las colecciones’ (pp. 281-289). Luego vuel-
ve a aparecer el ‘tipo físico’ en la p. 300, otra vez hablan-
do de ‘Descripción de documentos privados’ (pp. 293-310).
¿Por qué en el capítulo VII, en que trata los ‘Princi-
pios de clasificación’ (pp. 82-84) no menciona el tipo do-
cumental? Tampoco en el capítulo XV, cuando habla de
‘Prácticas de Descripción’.
Esto extraña ya que en los libros Principios archivís-
ticos de ordenación41 y Técnicas descriptivas de archivos
lo utiliza fluida y constantemente.
39
SCHELLEMBERG, THEODORE R.: “Técnicas Descriptivas de Archivos”. Se-
rie Collectánea archivística. Traducción de George S. Ulibarri. Cór-
doba, UNC, 1961. 174 pp. Citado en: VÁZQUEZ, MANUEL: Reflexiones
sobre el término Tipo Documental. Trabajo presentado para el Con-
curso Docente de la Cátedra de Archivología General en la Escuela de
Archiveros de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba, Argen-
tina, 1987, p. 2.
40
ÍD..: “Archivos Modernos, Principios y Técnicas”. Traducción de Ma-
nuel Carrera Stampa. La Habana, 1958. 359 p. Citado en: VÁZQUEZ,
MANUEL: Reflexiones sobre el término..., op. cit., p. 2.
41
ÍD.: “Principios archivísticos de ordenación”. Washington. 1951. 151 p.
Citado en: VÁZQUEZ, MANUEL: Reflexiones sobre el término..., op. cit., p. 2.

60
Todo parece indicar que hubo una evolución y que fue
adoptada por Schellemberg por la necesidad de clasifi-
car los documentos privados.
A esta convicción llevan tres indicios convergentes:
1) Que, efectivamente, comienza a hablar de ‘tipo fí-
sico’ al referirse a manuscritos o documentos privados,
habiéndolo desconocido al hablar de Archivalía;
2) Que, como veremos, la Archivalía puede ordenar-
se y describirse sin mencionar específicamente el tipo
documental;
3) Que cita a un autor —Harlow— que utilizó antes
que él el término y precisamente refiriéndolo a archivos
privados.
Cabe pues pensar que Schellemberg tomó la palabra
de este autor, por eso detengámonos en esta cita.
En Principios Archivísticos de Ordenación (p. 89) cita
a Noel Harlow que dice: ‘subdivisiones por tipos tales
como correspondencia... diarios, discursos’. El artículo
de Harlow se llama ‘Managing manuscripts collections’,
publicado en Library Trends 4:207 (octubre, 1955).
Si Schellemberg no lo tomó de aquí, probablemente
llegó por evolución natural de una palabra útil, a la tecni-
ficación de un término.
De ahí en más el término entra en la bibliografía, qui-
zás por la Dra. Vicenta Cortés, que redactó el prólogo de
la edición española del libro Técnicas Descriptivas de
Archivos y que en otras obras sigue el esquema de Sche-
llemberg relativo a caracteres externos e internos. Lue-
go lo aplica el Dr. Aurelio Tanodi y la Dra. Antonia He-
redia Herrera. Hay otros autores que acompañan a la
Dra. Heredia en el libro Archivística. Estudios Básicos42 .

42
“Archivística. Estudios Básicos”. Sevilla. Diputación Provincial. 1981.
256 p. Utilizan el término tipología documental María Josefa Sanz

61
Puede notarse como particularidad, que este término
no ha sido considerado hasta ahora como tema en Archi-
vología General, quizás porque el Manual de Archivolo-
gía Hispanoamericana del Dr. Tanodi no lo menciona.”43
El tipo surge como un nuevo concepto de unidad. La
idea de tipo, desde el XVIII provee de esencias, de prin-
cipios originarios, vale decir de una ontología; así como
las bases para una producción emergente institucional.
Se habla del tipo de archivo con la misma facilidad
que del tipo de documento o el tipo de edificio que alber-
ga a la institución (Archivonomía). Las clasificaciones y
las tipologías abundan en la Archivística, no como acto
ecléctico, sino como modo de identificación, modo de ob-
tener una identidad modelo de sus contenidos. La bús-
queda de los orígenes caracteriza al iluminismo. Así como
Rousseau en antropología busca nuestro primitivo puro,
Así la Archivología busca el paradigma metafórico de su
origen, del cual se pueden derivar todas las reglas.
La inquietud entre si este origen de los archivos es
natural o revelado, se extiende en la medida se que de-
sarrollan los contenidos teóricos; y el arcón del rey y el
arca de la alianza compiten. El simbolismo idealista pri-
vilegia el origen divino como paradigma de un tiempo y
de un orden social, mientras la corriente materialista
sostendrá como verdad científica el arcón del rey. Ob-
viamente, encontramos posiciones conciliadoras entre
ambas.
La vuelta a los orígenes se hace con la intención de
depurar una escena rarificada por el historicismo con la
voluntad explícita de recomposición futura. Vuelta a un

Fuentes, en sus dos trabajos y Pedro Rubio Merino. Citado en: VÁZ-
QUEZ, MANUEL: Reflexiones sobre el término..., op. cit., p. 2.
43
Citado en: VÁZQUEZ, MANUEL: Reflexiones sobre el término..., op. cit., pp.
2-3.

62
remoto pasado para extraer principios para proyectarse
al futuro. Hecho que sin el precioso contenido de los de-
pósitos de documentos es prácticamente una ilusión o la
fabricación de leyendas para justificar las realidades.
Es en el marco de las instituciones archivísticas que
nace la búsqueda del tipo. No fue solo esto, sino que apar-
te de una referencia a la forma original, arcón o templo,
como sinónimo de archivo, conocimiento, sagrado recin-
to, se buscó para cada problema o institución un aspecto
o carácter específico, que permitiera comprender su fun-
ción y su destino. Tipo aparece como figura (en griego) y
como carácter desde el año 1500. En la imprenta tiene
esta acepción y Maurice Blondel (1861-1949) a fines del
XIX define el aspecto de cada institución y también sus
programas.
Así como los primeros signos del lenguaje fueron je-
roglíficos, imágenes de lo representado, muchos busca-
ron restaurar los modos primitivos de expresión simbó-
lica, el tipo. Era tanto el principio genérico original como
el valor simbólico y a veces mucho más el valor alegórico
o metafórico, en un intento para tornar inteligible a las
instituciones archivísticas.
Existe una reacción propia que nos habla de un ca-
rácter general propio del nivel de desarrollo, civiliza-
ción, costumbres y cultura; no pasa desapercibido ante
interrogantes de las distintas formas de encarar un or-
den archivístico en cada región, ni debemos olvidar que
la estructura archivística de la región indica claramen-
te el estado organizativo en que se encuentra; debemos
entonces, aprender del carácter esencial propio de un
país independiente de la época y del carácter relativo
propio de cada institución, hecho sobre la base de las su-
tiles diferencias dentro de las reglas de la imitación del
uso. El tipo fue visto como un a priori no imitable opues-

63
to al repetible modelo. El tipo no reproducible ni con-
cretado, es la imagen ideal. El neoclasicismo quedó mar-
cado por este principio, como producto de su oposición
al barroco. Algo pasó, para llegar al tipo repetible, cons-
tante; posiblemente el eclecticismo cómodo. Tratemos
de relacionar esta idea con la de tipos documentales pro-
pios de una sociedad industrializada, hablando de tipos
genéricos y relativos de una institución basada en nece-
sidades programáticas y usos. Se pierde la creatividad
en aras del formulismo burocrático.
Aparece la reducción de los archivos a sus elemen-
tos constructivos básicos, servicio e información, conser-
vación almacenamiento, y a las formas puras, esencia-
les, y las reglas combinatorias para definir desde los fon-
dos a las circulaciones y hasta los conjuntos, por un lado,
y a caracterizar o clasificar según la organización los dis-
tintos tipos. Por otra parte, recoger y clasificar los docu-
mentos existentes “viejos y modernos” en “colecciones”.
Este último trabajo, ejecutado en un orden según las
semejanzas, representaba el todo como una progresión
desde las formas organizativas más elementales a las más
complejas del presente. La idea de progreso expresada
por Condorcet, en su Bosquejo, penetraba en la Archivo-
logía para la respuesta a nuevos programas que reque-
rían nuevos tipos, exhibimos un método combinatorio de
elementos irreductibles.
Estos elementos se caracterizan por ser estructura-
les y de cerramiento, para reunir los fondos y su asocia-
ción para formar los archivos y exponer éstos a la comu-
nidad a partir de una grilla universal y ciertos princi-
pios compositivos, ejes, etc.
Fijado el propósito de la Archivología, en la solución
de los requerimientos institucionales y consecuentemen-
te sociales, se estableció el sesgo de una proyección del

64
siglo XIX basada en las tipologías, estructuras organiza-
tivas y programa funcional de su tiempo, derivado del
análisis de tipos abstractos, producto del análisis de lo
existente y juzgado todo desde el ángulo económico.
La idea de sistematización tipológica es atacada fun-
damentalmente desde dos aspectos sin considerar otros.
El primero parte de entender que la misma crea una li-
mitación a la creatividad e induce a la imitación. El se-
gundo argumento se basa en la convicción de que el va-
lor documental surge del mundo tecnológico y de la pro-
ducción de objetos de valor social. La necesidad objetiva
sería la matriz de la invención válida. Pero los estudios
tipológicos ayudan a la comprensión de la cultura ar-
chivística. El nacimiento de tipos deriva de condiciones
económicas sociales, culturales, tecnológicas, etc.
Quincy define en 1832 al tipo, como el principio abs-
tracto, genérico y común base generacional de las for-
mas visibles. En el siglo XIX se relacionó tipo con carác-
ter y significado de un programa social; para el movi-
miento moderno el tipo estuvo relacionado de inmedia-
to a la función y no al carácter, concepto que prevalece
en la actualidad para la Archivología.
La esencia arbitraria del signo, que adquiere diver-
sos significados en variados contextos, surge en cuanto
abordamos el problema del significado y carácter del do-
cumento. El clasicismo, portando valores diversos en dis-
tintos sistemas políticos y en diferentes tiempos ejempli-
fica bien este punto, al igual que el uso de temas iguales
para obras domésticas y públicas. Todo ello nos remite a
un tipo esencial que da el significado potencial pero sólo
adquiere su valor en la interacción: función y usuario.
Los nuevos tipos deben acomodarse a los viejos, dado
que es imposible socialmente eliminar la memoria co-
lectiva en el plano ideológico y pareciera que cualquier

65
principio original y nuevo deriva de hecho de un pasado
reconocible y rastreable. El Movimiento Moderno, ne-
gando los estilos, generó un estilo en clara continuidad
con la noción del mismo de siglos precedentes.
No tenemos por qué limitarnos ni a la ventana verti-
cal de pasado, ni a la horizontal, son parte de un inven-
tario tipológico a ser reinterpretado y reelaborado. Así,
valorada la tipología como materia prima previamente
reconocida para la reinvención y la contestación, apare-
ce como instrumental valioso a nuestro quehacer.
La idea de tipo, reintroduce la noción de centro dis-
ciplinario, un centro de conocimiento y de legibilidad,
dado que tipo puede introducir nuevas creaciones a par-
tir de “su acción como base de obras que tienen semejan-
zas entre ellas” (Quatremere de Quincy).
Se puede reconocer la importancia de la descripción
tipológica de la Archivología, siempre que reconozcamos
el carácter provisorio y conjetural de esos tipos, y no como
valores objetivos y propios de la institución, elemento,
etc. analizados.
El riesgo de las descripciones tipológicas es cuando
se carece de información y son de carácter restrictivo,
monodimensionables. El otro es el de la imitación, cuan-
do no se lee como imperativo la búsqueda innovativa o
de profundización pretipológica a la esencia de las for-
mas. Y finalmente el otro riesgo es la sustitución del mé-
todo deductivo por el inductivo. El valor existirá mien-
tras sea un método discutido. La búsqueda tipológica exis-
tió en un alto grado pero reconociendo que toda obra debe
distinguir diversos tipos funcionales, organizativos, tecno-
lógicos, estructurales, espaciales, formales, etc.; la inte-
racción entre estos dos tipos concomitantes, etc. y en un
proceso de orden la consideración de múltiples aspectos
podía generar muchos tipos.

66
Si utilizamos la noción de Popper, descripta en Co-
nocimiento Objetivo de que todo conocimiento es conje-
tural y provisorio, que debe ser considerado como hipó-
tesis a confrontar con los contenidos temáticos y las cir-
cunstancias, aparece el tipo como hipótesis para tornar
visible la verdad a lo apropiado.
El proceso de orden tipológico entendido como hipó-
tesis, consiste en controlarlo en los hechos reales y en
los requerimientos reformando el tipo hasta aproximar-
lo a una respuesta adecuada a la problemática plantea-
da. Los estudios tipológicos morfológicos, son importan-
tes siempre y cuando no lo mistifiquemos como el funcio-
nalismo lo hizo con las funciones físico-programáticas.

67
TIPO Y PROGRAMA DEL PROCESO
ENSEÑANZA-APRENDIZAJE

Uno de los caminos para el más claro entendimiento


de la noción de tipo y de tipología, que se prolonga des-
de el Renacimiento, es la diferenciación formal, organi-
zativa, programática de las instituciones archivísticas
de la sociedad.
La historia se enseña o se escribe la más de las veces
por estilo, nociones y a veces por tipos institucionales.
Éstos encierran un mundo, explican o deben tornar in-
teligible el acuerdo comunitario sobre el que se basa su
organización y su expresión.
Pero después de la segunda guerra la noción de tipo
se perdió totalmente y sus consecuencias se ven preci-
samente en la Archivología de las instituciones archivís-
ticas que permanecen como emblema de la sociedad.
El aprendiz de archivero, destinatario de toda la or-
ganización de la enseñanza, es el responsable inmediato
de su aprendizaje. Es el que aprende a
– Saber-saber,
– Saber-hacer,
– Saber-ser, y
– Saber-estar.
De este modo cumple procesos específicos del méto-
do archivístico y recorre tres niveles:
– Proactivo (ve, oye, se informa, recorre),
– Activo (analiza, distingue, asocia, comprende y ela-
bora), y
– Proyectivo o teórico (abstrae, conceptualiza, refor-
mula y expresa).

FUNCIONAMIENTO DEL ESQUEMA COGNOSCITIVO


La estructura perfectible tiene como modalidades:
– La integración de la diversidad de contenidos,
– La orientación del enfoque de cada asignatura,
– Remite a las analogías,
– Define el marco y las intenciones científico-peda-
gógicas,
– Ordena los elementos sustanciales de cada cáte-
dra en relación a las demás,
– Construye un todo bien concertado que facilita la
ejecución del modelo de la carrera afirmando la li-
bertad de cátedra,
– Consolidando el estilo de cada profesor
– Promueve el constante ascenso del nivel docente.
Cabe aclarar que entendemos como “nivel docente”,
la situación y adecuación del docente en la ciencia. Más
precisamente decimos que el docente tiene nivel, cuan-
do posee una estructura propia de la ciencia.
De ahí que la Archivística puede alcanzar un nivel
aceptable (o quizás de excelencia, si somos ambiciosos)
si la mayoría de los docentes convocados quieren inte-
grar su esclarecida y particular estructura, a la estruc-
tura general.

69
El denominador común, los conceptos básicos para
la constante referencia en cada una de las divisiones cu-
rriculares son:
– Documento,
– Archivo, y
– Producción y conservación por entidades e insti-
tuciones.
El tipo destaca la coherencia y encierra un significa-
do archivístico en la variedad de soluciones individua-
listas. Así, pareciera ser que el tipo puede ser visto como
producto de la continuidad cultural. Sin embargo, así
como se leía cierta dimensión del tipo, sirve para defi-
nir, la utilidad del tipo es estándar como prototipo o mo-
delo, como herramienta de la producción y distribución.
Debemos recurrir a precedentes históricos del tipo
institucional, al igual que a sus resoluciones funcionales
o tipos funcionales (más de los tipológicos formales y tipo-
logías tecnológicas).
La relación entre programa y tipo surge inmediata-
mente en el orden de una institución. Hay dos aspectos
del programa, son ellos:
– La serie de requerimientos explícitos cuantifica-
bles, y
– La serie de requerimientos implícitos organizati-
vos y formales que implican las expectativas y la
dimensión simbólica de la institución que se pue-
de traducir en premisas significativas. La aproxi-
mación a estas expectativas depende de un buen
grado de adhesión a la tipología conocida. Pero esto
es más cierto en lo organizativo que en lo formal.
La preocupación archivística por lo apropiado del ca-
rácter de una institución es tan fuerte como el progra-
ma de sus requerimientos implícitos, o más fuerte aún a
pesar del intento de establecer un balance entre ambos

70
requerimientos. El Movimiento Moderno eliminó los re-
querimientos implícitos, y éstos han vuelto por sus fue-
ros. Pero esta nueva necesidad de monumentalismo y
simbolismo reciente, es un desafío a la definición de nue-
vos códigos y no el retorno a la simbología variada del
sentido para el hombre contemporáneo. El permanente
análisis de las instituciones hace de la Archivología un
conocimiento estructural, una mentalidad que difiere pro-
fundamente de la bibliotecología e incluso de la museo-
logía.
El uso de las tipologías históricas provee el conoci-
miento culto y artesanal a la vez, cuando se trata de res-
taurar, lo cual afirma o reformula el tipo histórico. Su
estudio, en cualquier caso, debe referirse sobre todo a la
idea subyacente, el tipo genérico, ilustrado por el ejem-
plo relevante (tres tipologías son vistas así en este texto:
bibliotecas, museos, archivos).
Hay imágenes preconcebidas que todos portamos
como seres inmersos en una cultura y en los valores de
ella, respecto a una institución. Reconocido, registrado,
sirve de base cognoscitiva, de ejemplos históricos anali-
zados en sí y como parte de una serie tipológica común y
en evolución. El tipo es una serie de tipos, por lo tanto
conforma las series documentales. Todo ello sirve de fun-
damento para una programación de requerimientos ex-
plícitos e implícitos de un organismo edilicio que per-
mite la conservación. Igualmente, conducen al ideogra-
ma o imagen idealizada de la institución que confronta-
da con el programa específico, la ubicuidad y el contexto,
producen un nuevo ideograma. La primera es indepen-
diente de las circunstancias y puede capturar y revalori-
zar más fácilmente el tipo. La segunda instancia introdu-
ce la idea genérica en lo singular y específico, alterándo-
lo, sometiéndolo a los dictados de lo funcional, en con-

71
texto, el sitio. En este punto verificamos la utilidad del
material histórico como el tipo y la existencia de la inme-
diata temporalidad eliminando el tipo como modelo.
Los variados resultados enfatizan el valor del tipo
como idea homogeneizante y en la diversidad de esquemas
las posibilidades de reformulación que él mismo tiene.
El tipo aparece como explicación, clasificación de lo
producido, concepción de éste y de lo nuevo a producir.
Los polos conceptuales de la tipología tienen que ver
con tres modalidades del habitar:
– El colectivo o el espacio público, los archivos y la
educación escolar, archivos y cultura;
– El público o las instituciones archivísticas, evalua-
ción de los archivos, administración de archivos,
uso académico;
– El privado o la casa del hombre, archivos persona-
les, colecciones documentales, archivos privados.
Los tipos de espacios son analizados en la Archivo-
nomía. Las instituciones archivísticas clasificadas, no
dejaron nunca de ser referentes, por su contenido mis-
mo y los tipos morfológicos resultantes lo han sido a lo
largo del Movimiento Moderno de su revisión actual. El
tipo, valorizado como idea, como concepto, como herra-
mienta de conocimiento y creación, tiene un valor y uti-
lidad muy altos.
La Archivología sigue una línea teórica y desarrollo
proyectual desde el siglo VIII, a mediados del siglo XVIII
pasa por su institucionalización. Algunos países como
Inglaterra, Francia y España se inscriben en una contes-
tación e innovación dentro del mismo marco. Sigue lue-
go en la segunda guerra mundial, que ve en el tipo la ra-
zón de ser de la Archivología, como configuración formal
predeterminada relacionada con la naturaleza, el uso
(necesidad) y la historia (el pasado). El tipo como idea,

72
como elemento conceptual abstracto, engloba una serie
de objetos caracterizados por una misma estructura for-
mal, mientras que el modelo es un objeto concreto copia-
ble. Propone un desarrollo metódico basado en la econo-
mía. La economía se traduce en la simplificación de las
normas.

73
IDEOLOGÍA

Antes de abordar el tema de ideologías en Archivo-


logía, es imperativo precisar qué entendemos por ideo-
logía.
La ideología fue considerada como una disciplina fi-
losófica, cuyo objeto formal era el análisis de las ideas y
por extensión las sensaciones. Los ideólogos que se ma-
nifestaron a comienzos del siglo XIX se interesaron por
los diversos tipos de ideas. La ideología está íntimamen-
te ligada a la gramática general, que se ocupa de los mé-
todos de conocimiento, y a la lógica, que trata de la apli-
cación del pensamiento a la realidad.44
Para nuestro estudio, el término sirve para describir
un sistema de ideas, concebidas con la intención de tor-
narse en herramienta eficaz de análisis, para el mejor
entendimiento de una realidad. Este andamiaje concep-
tual o esta concepción del mundo archivístico, tiene un
origen social y un orden estructural, consecuentemente

44
FERRATER MORA, JOSÉ: Diccionario..., op. cit., p. 206.
define dos tipos de ideología: las ideologías que pode-
mos denominar como particulares y las ideologías que
consideramos como totales.
Las ideologías particulares se expresan en la opinión
de quienes manejan motivaciones de índole personal, en
nuestro caso, conforman un número amplio de los deno-
minados archiveros idóneos, cuyo conocimiento sobre la
materia deviene por experiencia propia, sea por voca-
ción, sea por razones de trabajo, pero que no tienen una
formación académica. La experiencia de estos archiveros
es de gran valor para la ciencia.
Las ideologías totales tienden a expresar la situación
social en la cual se encuentra el sujeto que las formula.
Prácticamente corresponden a las instituciones archi-
vísticas, instituciones de enseñanza, asociaciones, orga-
nizaciones de archivos, etc. Esto hace que las ideologías
particulares en el campo del debate no tengan las mis-
mas connotaciones que en una ideología total, aun cuan-
do no podemos restarle valor; las mejores contribucio-
nes a la teoría de los archivos proceden precisamente de
los archiveros idóneos. Tienen puntos en común y pun-
tos de divergencia; un punto de divergencia es el que
adhiere a ideologías particulares, generalmente consi-
dera al interlocutor y sus opiniones como una manifes-
tación, una opinión, sólo como una inquietud personal.
Considera estas concepciones en función de motivacio-
nes personales. No descalifica al interlocutor o al inven-
tor de esa ideología bajo parámetros teóricos.
Frente a esta situación tenemos el caso opuesto de la
ideología total que parte del supuesto de que cualquier
opinión emitida por alguien responde a su situación exis-
tencial, a su situación individual, pero fundamentalmen-
te, a su posición social, en este caso la comunidad archi-
vística, dentro de una cultura determinada, en un mo-

75
mento histórico determinado. Negar la participación de
determinados sectores de esta comunidad, significa re-
trotraerse a una ideología personal, excluyéndose auto-
máticamente de su razón social.
Para estos detentadores de las ideologías totales, el
interlocutor maneja un cuadro de valores distintos, no
necesariamente censurable, considerando que es sólo
otro sistema de pensamiento. Para quien está inscripto
en una ideología total, el interlocutor puede ser alguien
que está equivocado, en un error consciente o incons-
ciente, deliberado o no, pero insubsanable porque sus
opiniones están enraizadas en una concepción del mun-
do que es entendida como equivocada. Es un problema
permanente entre los archiveros idóneos y los profesio-
nales de carrera. El academicismo corre el riesgo de con-
vertirse en autoritario. También debemos considerar que
un miembro de la comunidad histórica tendrá sus opinio-
nes propias sobre la Archivología, no siempre compatible
con la de un miembro de la comunidad archivística.
¿Cómo nacen estas concepciones de las ideologías par-
ticulares y totales?
Consideremos que las teorías que se presentan en la
actualidad sobre la problemática de los archivos, son apor-
tes de experiencias y de estudios, conceptos aparente-
mente opuestos. Las ideologías consideradas como par-
ticulares son muy antiguas.
La génesis de la ideología particular es el reconoci-
miento, primero que nada de las falencias que existen
en un sistema cualquiera. En los escritos, sobre todo en
la Edad Media, existe claramente el entendimiento de
que las personas han introducido valores que son falsi-
ficaciones o errores, pero esos errores son reconocidos
como tales. En la génesis de las ideologías totales, ha-
blamos ya de profesionales, no solamente tiene que exis-

76
tir la desconfianza en lo que está escrito, sino que la des-
confianza es útil y diferente de las particulares, es sis-
temática y metódica.
Cuando la desconfianza hacia lo que dice el documen-
to (principio de la Diplomática) pasa a ser sistemática y
lograda por un método, podemos decir que está confor-
mado por un cuerpo ideológico, aun cuando sus princi-
pios hayan sido ideologías particulares.
El gran cambio que se produce con el Renacimiento,
es punto de reflexión en el que nace la política o se cues-
tiona la unidad de un mundo objetivo, como ser la apari-
ción de la Reforma, la disolución de una verdad objetiva
y de un conocimiento objetivo de la realidad.
No existe más la conciencia de una realidad devela-
da, el arca de la alianza se transforma en mito para dar
paso al arcón del rey, como universalmente aceptada.
Existen las connotaciones de una religión y los deten-
tadores de una religión, de una creencia, de una ideolo-
gía, en tanto que no sólo es una concepción del mundo,
sino y además de una praxis o una forma de actuar.
Si bien la concepción de la realidad archivística su-
pone ideologías, supone también una modalidad de in-
serción o de acción dentro de la práctica social, o sea no
es solamente una concepción del mundo, sino que ade-
más está cimentada en una modalidad de inserción den-
tro de la sociedad como comportamiento social. Justifi-
camos la autoridad profesional sobre el medio.
En el Renacimiento, al surgir la desconfianza funda-
mental, los intelectuales lo viven de otra manera, pero
la gente del pueblo, de modo diferente, como un perío-
do, un estado de crisis y de incertidumbre. Confrontada
con dos cleros diferentes, uno incrédulo del protestan-
tismo, otro crédulo del catolicismo; con el catolicismo
aseverando una verdad objetiva, una suerte de salvación

77
por obediencia, mientras que para el protestante la obe-
diencia se erige en un problema de conciencia particu-
lar. El catolicismo mantiene vigente su preocupación por
los archivos, como pruebas reales de sus manifestacio-
nes escritas y estudios realizados sobre la teología. En el
protestantismo existe la seguridad de una salvación sub-
jetiva; a la salvación garantizada por Dios hay que ganár-
sela escuchando la conciencia.
Este estado de crisis, que se produce en el Renaci-
miento con la totalidad del pensamiento, viene acompa-
ñado, además, del advenimiento del capitalismo. Apare-
ce la burguesía y la ruptura del medioevo, los lazos feu-
dales, o sea una clase particular, y esta clase enfrenta a
su adversario, al estado existente de cosas con un cua-
dro de valores que significa un nuevo sistema económico
y un nuevo sistema de ideas; en consecuencia, una nue-
va manera de entendimiento y esto significa poner en
crisis completamente al estado de cosas existentes.
Pero, ¿cómo se impone la burguesía? No se acomoda
con la sociedad existente, o sea que lucha por sus dife-
rencias políticas. Es el primer cambio que se produce a
lo largo de cerca de 1000 años. En su momento hace su
aparición la política, todas las dimensiones del pensa-
miento moderno.
En este período, Maquiavelo habla de que existen dos
formas de decir: hay un decir del palacio y un decir de la
calle, y trata de establecer la relación de las opiniones y
los intereses de las personas que las sostienen. Es el pri-
mer intento de conservar, en expresiones claras, percep-
tibles, las relaciones entre actitudes, pareceres, posicio-
nes y sus intereses específicos.
El origen de las ideologías totales surge de la oposi-
ción a las creencias, a sistemas de pensamientos que fun-
damentan, que están verdaderamente en la base de un

78
sistema de actitudes y comportamientos, a la cual ata-
can. Todo cambio revolucionario ataca a la base, a los fun-
damentos conceptuales.
Las ideologías totales se han desarrollado a lo largo
del siglo XIX apoyadas por las distintas teorías, v.gr. la
filosofía de la conciencia, desarrollada en Alemania. La
filosofía de Kant trata de sustituir las exigencias de una
objetividad con la búsqueda de una objetividad a través
de la conciencia en sí, se fundamenta en el poder de la
razón para poder reflejar la realidad. Ésta existe fuera
de nosotros, pero es posible arribar a ella, es posible de-
tectarla y además constituir una verdad limitada pero
verdad objetiva. A la convicción de esta corriente se con-
trapone el pensamiento que introduce a la conciencia del
ser: a la conciencia en sí misma se le opone la conciencia
de la comunidad, del pueblo y, sobre todo, la conciencia
de la historia como un parámetro que permite el desci-
framiento del pensamiento y la búsqueda de la verdad
moderna. El pensamiento no es una verdad permanente,
las verdades son relativas a los períodos históricos. El
revisionismo histórico es posible gracias a la mejor in-
terpretación de los documentos almacenados en los ar-
chivos, lo que hace que la preocupación por los papeles
“viejos” sea cada vez mayor.
En el mismo siglo, el marxismo invade el plano de las
ideologías hasta sus máximas consecuencias. Produce la
fusión de las ideologías particulares y de las ideologías
totales. Las ideologías totales como identificación de todo,
sobre la base de las condiciones naturales de producción
y de la estructura social.
El desarrollo y la continuación en este siglo de gran-
des crisis, de un gran pluralismo de ideas, han empeza-
do a trabajar lo que de alguna manera se llama concien-
cia dinámica, o sea la posibilidad de trabajar sobre los

79
valores significativos como base de los acontecimientos,
no solamente sobre los valores mensurables. Los valo-
res sociales tienen permanentes modificaciones, las es-
tructuras sociales se conmueven permanentemente, el
shock del futuro anunciado por Alvin Toffler pasa a ser
un mito ante el empuje de la realidad. En el siglo existe
un apogeo (instantáneo) del naturalismo, del estudio del
comportamiento y conducta humanas y del pensamiento
como producto de situaciones mensurables; frente a esta
situación, es patética la confrontación entre la necesi-
dad de información y la explosión de la información. Tene-
mos toda la información del mundo al alcance de nuestra
mano como lo manifiesta Bill Gates que evade y elimina
todo lo variable de la significación de los hechos. Es ne-
cesario rescatar un tipo de conciencia, que podríamos
llamar una conciencia dinámica, que sea superadora de
las conciencias que hemos visualizado anteriormente, la
conciencia en sí, la conciencia histórica, la conciencia del
pueblo, por un tipo de conciencia que sea capaz de valo-
rar lo significativo y relacionar lo significativo de los he-
chos y los otros acontecimientos. De no tener una ade-
cuada información de las estructuras gubernamentales
o de las instituciones, bajo la lupa de la sociología, la com-
prensión de este desarrollo se hace difícil.
Es posible entonces introducir nuevas nociones de
verdad y además inscribirse en un campo de las ciencias
de la cultura, que es bastante parecido al campo que es-
tán viviendo como realidad concreta las ciencias contem-
poráneas. Popper, uno de los filósofos de las ciencias con-
temporáneas, lejos de aseverar que existe una verdad,
nos dice todo lo contrario, nos dice que toda verdad es
una verdad provisoria, y que todo el conocimiento es
conjetura. Toda verdad tiene tanta validez como la si-
guiente, lo que va cambiando no solamente son los esta-

80
dos de conciencia, sino además el concepto mismo de lo
que es realidad y verdad. La palabra ideología general-
mente ha estado connotada. Quien primero la utiliza es
Napoleón, para designar a un grupo de filósofos que se
oponían a su nombramiento como emperador. A este gru-
po, a esa escuela de pensamiento que es una escuela de
filósofos franceses liderados por Condillac, que reniegan
de la metafísica y tratan de erigir una ciencia de la cul-
tura, basada en la psicología y en la antropología, Napo-
león los califica de ideólogos. Este término lo utiliza en
un sentido altamente peyorativo. Lo que quiere decir es
que están ajenos a la realidad, o carentes del sentido de
realidad. Frente a esta situación, ese término se da a lo
largo del siglo y generalmente ha sido utilizado indistin-
tamente como utopista, y equivalente a un alejamiento,
a un distanciamiento de toda posibilidad material con-
creta de implementación de las ideas. Así se descalifica
a través de la palabra.
A mediados del siglo XIX, surge el término con con-
notaciones positivas. Ideología pasa a ser la descripción
o consecuencia. Decir ideología burguesa es decir cuáles
son las falacias en las cuales la burguesía incurre para
encubrir las verdades objetivas.
Cada movimiento usa el término ideología, se trans-
forma en herramienta y así los movimientos sociales y
partidos políticos funcionan y operan dotados de ideolo-
gía. Las ideologías se transforman en sistemas de ideas
que tratan de fundamentar científica y teóricamente los
principios del accionar y en consecuencia su inserción
social.
El compromiso entre los términos “teoría” y “cien-
cia” contribuye a muchas cosas, por un lado dota de una
suerte de fundamentación del cuadro del accionar, pero
al mismo tiempo entra, a poco de actuar, en conflicto con

81
la naturaleza propia de la libertad de la teoría para de-
sarrollarse como conocimiento, como reflexión, y con la
ciencia, porque no existe una ciencia al servicio especí-
fico de una determinada ideología, no puede existir, o
sea, tiene necesariamente que entrar en inmediata con-
tradicción. Mientras tanto, los teóricos y los científicos
entran de plano en direcciones paralelas.
Esta situación nos introduce en el plano de algo que
es previo a hablar de ideología en Archivología, que es
el plano de las creencias y las ideas. Todos estamos ins-
criptos realmente en este concepto de la ideología como
un sistema de ideas que permite la interpretación y el
análisis de la realidad; pero cualquiera de las ideologías
tiene que seguir siendo valorada. Esos signos son muy
importantes y muy prometedores dentro del plano del
pensamiento: encontrar cuadros del pensamiento y creen-
cias que están en crisis.
Creencias son aquellas con las cuales todos opera-
mos. Esto también es analizado por Ortega en su ensa-
yo Ideas y Creencias en el cual sostiene que las creen-
cias aparecen como emergencias inalterables. Las ideas
son aquellas con las que verdaderamente operamos, en-
tramos y salimos de ellas. Las ideas necesariamente ne-
cesitan tenerse y sostenerse, debatirse, o sea, las ideas
son de una manera, simple patrimonio provisorio. Las
ideas son el acervo de lo que se crea, pero no necesaria-
mente implica que adhiramos y siempre reconozcamos
un término de realización.
Frente a la situación de relativismo, escepticismo,
etc., que tenemos en todo el planeta, frente a una situa-
ción objetiva fluida y a una realidad fluida, el pensamien-
to fluido, etc., podría ser que todo fuera entendido en tér-
minos totalmente negativos. Por el contrario, debe ser
entendido en términos muy positivos, en el término que

82
se puede construir sobre la base de esto. Reconocer cuá-
les son los elementos importantes de esta tendencia en
un período de crisis para construir nuevos cuadros y re-
componer las nociones de realidad y visión frente a esta
situación.
Las ideas se desarrollan por sí mismas, tienen su pro-
pia ley de procesamiento, pero algunas tienen un origen
psicológico y otras tienen origen social, lo cual las empa-
rienta con la noción de ideología.
Frente a todo lo dicho, uno se pregunta qué pasa con
las ideologías en la Archivología. En verdad hay ideolo-
gías, si aceptamos los términos de la definición genérica
inicial de entender a la ideología como un sistema de
ideas, que trata de entender, interpretar y analizar el
mundo, fijar las líneas de acción y condicionar normas,
pautas, conductas, formas de operar y de accionar. Así,
el movimiento moderno es una ideología.

83
INTERÉS, PARADIGMA, IDEOLOGÍA

Nos referimos principalmente a la distinción entre


los aspectos subjetivos y objetivos del interés. Lo que
interesa produce gratificación como valor objetivo. El
interés por algo está en relación con su grado de satis-
facción y no con las condiciones justificadas o no que lo
producen. Por ello, la gratificación es pre-moral, pre-sim-
bólica y pre-lingüística. De hecho establecemos límites a
nuestra racionalidad cuando hay disonancia entre satis-
facción y justificación.
Al estar el conocimiento condicionado por el interés,
por su rol motivante, siempre es limitado por él.
La ideología tiene una intrínseca tensión entre gra-
tificación y justificación. Es contradictoria en tanto es
llevada a la racionalidad por el interés en el que está ba-
sada, pero está limitada en el grado de validez racional
por ese mismo interés.
Un ejemplo lo constituye la gratificación justificada
de los archivos por el éxito del servicio, logrado por el
propio esfuerzo, pero que se ve contradicho en la trans-
ferencia hereditaria de su imagen de depósito de pape-
les viejos y quienes nada hacen por cambiarla.
Por esta razón, la ideología se inhibe respecto de su
verdadera fuente y se autolimita en la reflexión sobre
los intereses que develarían la total contradicción entre
teoría y acción práctica. Esto es lo esencial del límite de
la racionalidad de toda ideología, incapaz de transfor-
mar en material analítico sus propias fuentes y materia
conduciendo a una vida inescrutada.
Las ciencias aparecen también en este plano distan-
te de la objetividad y avanzan tanto al divorciarse de la
fundamentación filosófica y de su criterio de verdad. Así,
Thomas Kuhn, la concibe como una mezcla de vicios y vir-
tudes intelectuales, que parte de un paradigma como un
dato objetivo dado y realiza la mínima observación den-
tro de este marco. El mundo, que es una totalidad, lo frag-
menta y penetra en una sección muy limitada sin cues-
tionar las bases del rompecabezas que resuelve.
Aquí aparece la semejanza interna y profunda entre
“ciencia normal” (Kuhn) e ideología. De lo dicho surge
sólo la filosofía como capaz de penetrar la realidad, la
verdad... El desarrollo de las ideologías da bases universa-
les de entendimiento y acción, los intereses deben apare-
cer no como particulares sino públicos, generales. Y como
un problema de principios en el marco de una ideología.
Emerge aquí la necesidad de claudicación entre pa-
radigma (conjunto de formas) o ideología particular, e
ideología o ideología general. El paradigma es algo con-
creto en tanto la ideología es algo general, abstracto.
Mientras la última es más radical, el paradigma es un
programa más conservador. Porque este último respon-
de a intereses específicos, propios de una persona o gru-
po, que en cuanto son satisfechos reconsideran la ins-
cripción en una ideología general.

85
La ideología es una generalización del paradigma, en-
raizado en los intereses particulares, formulados en las
sintaxis de una racionalidad que legitima su inspiración
de expresar los intereses generales. La ideología recla-
ma que cada una trascienda su paradigma, y por ello está
en constante tensión con ella.
La ideología aparece así como la expresión del con-
senso logrado en un grupo en sus tácitos compromisos
en diversos paradigmas individuales erigiéndose así en
programa de acción, al mismo tiempo que en sistema de
ideas interpretativas del mundo. La misión de la ideolo-
gía para esto es ideal, encierra, oculta y devela metas. Se
erige en mito noble cuyo ulterior problema es el no que-
rer cumplir ciertas metas expresadas. La ideología es-
tructura la comunicación, mientras que el paradigma es
la materia de los deseos particulares, comunicación pre-
pública.
Por ello, los paradigmas constituyen un sistema pa-
leosimbólico frente a la ideología erigida en verdad simbó-
lica. El paradigma es así por estar constituido por creen-
cias y símbolos de limitada comunicación.
El Iluminismo como pensamiento ideológico era uni-
versal, sin embargo habló francés y en su lado oculto res-
pondía a paradigmas paleosimbólicos: nacionalismo;
chauvinismo, intereses de la clase obrera francesa. Todo
esto se ocultó hasta la exportación bélica de la revolu-
ción triunfante a través de las guerras de Napoleón.
La igualdad, universalidad e internacionalismo del
Iluminismo entra en contradicción por el elitismo sub-
yacente que evoluciona hasta el imperialismo (el mismo
camino podríamos seguir en la revolución soviética). Su
triunfo, por otro lado, hizo evidente las contradicciones
inherentes entre ideologías y paradigmas llevando a rea-
lizar reformas mas allá de lo deseado y mostrar hipocre-

86
sías ocultas que habían merecido el apoyo de otros gru-
pos (campesinado, obreros e incluso algunos aristócra-
tas liberales).

87
CRÍTICA IDEOLÓGICA. NECESIDAD DE LAS IDEOLOGÍAS

Toda ideología se presenta como una apología, defen-


sa ocultante de los intereses particulares de un grupo,
haciéndolos aparecer como objetivos orientados a la to-
talidad y no a una parte de la comunidad. La crítica
tiende a lo opuesto, a la revelación de los intereses es-
pecíficos.
Por ello, toda ideología surge de la crítica o como
contradiscurso de otra ideología dominante a la que nie-
ga capacidad de mostrar el mundo y lo importante de él.
Tratan de hablar en términos objetivos pero no explican
que corresponde a un decir del mundo desde una ópti-
ca, más que a la presentación real de ese mundo.
Para Manhelm las ideologías son un estadio previo
y primitivo de una auténtica sociología del saber, socio-
logía de la sociología, que toma en cuenta que cada vi-
sión es una visión particular correspondiente al grupo
que la mantiene y sostiene.
“Se da, además en ello una rémora del pasado de la
que es difícil sustraerse. Conviven en la actualidad re-
presentaciones diferentes del fenómeno archivístico que
se corresponden a diversas concepciones de su estudio
que, a un tiempo, se suceden (en función de su contexto
socio-político), se entrecruzan, se fecundan y se actuali-
zan bajo formas diversas. Se produce la confluencia de
una doble tradición:
1.- Europeísta clásica: vinculada a la historia y al de-
recho, arrastrada por el desarrollo del Estado =
nación liberal centralizado.
2.- Norteamericana: vinculada a la ‘organización’ y la
gestión, arrastrada por el desarrollo de la socie-
dad industrial pionera, la de EE.UU.”45
Toda ideología reclama su legitimación basándose
en el servicio a los intereses de una totalidad. La Archi-
vología justifica sus intereses particulares no como fines
de sí sino en la medida de sus implicancias para una tota-
lidad (red de archivos).
Tanto la apología (ocultamiento) como la crítica (de-
velación) son partes del sistema ideológico. Ambas tie-
nen roles reversibles, mostrando la crítica lo que la apo-
logía oculta e inversamente. La falta de lógica radica en
que ninguna de ellas se declara complementaria sino que
más bien trata como un todo lo que es una parcialidad.
La ideología trasforma el accionar público en impe-
rativos morales y éticos (ética del archivero), basándose
en la fusión de los intereses privados definidos en el mar-
co teórico de los intereses colectivos. Si bien se puede
argüir “una falsa conciencia”, en el fondo una crítica ra-
dical puede conducir a un egoísmo carente de morali-
dad o a un idealismo fanatizado (sobre todo en aquel que
mitifica la base ideológica desde la que realiza la crítica,
negando valores individuales en aras de un todo sobre-
valorado, una moral superior y de élite). Es precisamen-

45
BORJA DE AGUINAGALDE, F.: Presentación, op. cit.

89
te el fracaso ideológico (que resolvía este maridaje de lo
privado y lo público), la crisis de ellos, el que fortalece
estas dos tendencias negativas. Cualquier ideología y
moral opuesta a esta mediación es base de los problemas
sociales actuales.
La fuente fundamental de toda ideología radica en
la contradicción entre parte y todo.
La parcialidad de intereses es ocultada por la sobre-
valorada intencionalidad global en bien de todos en tan-
to como en un ligero oscurecimiento de los intereses pri-
vados. No hay posibilidad de la desaparición de las ideo-
logías en un mundo con contradicciones.

90
TECNOLOGÍA E IDEOLOGÍA

Desde Max Weber, reconocemos una creciente rela-


ción institucionalizada entre ciencia y tecnología. Du-
rante el siglo XIX la autonomía científica de la que ha-
blamos, llega al punto de producir pocas preocupacio-
nes al hombre de ciencias en lo que respecta a la imple-
mentación práctica de sus hallazgos. Sin embargo, la tec-
nología y sus avances modificaron esta relación hasta el
punto de poder afirmar hoy que la tecnología está basa-
da en la ciencia e innovación. Es la tecnología la que da
sentido a esta unión.
En este contexto, la tecnocracia puede autodefinirse
como coronación de la racionalidad humana. La apari-
ción y difusión de la tecnocracia y la conciencia tecnocrá-
tica corresponde al poder declinante de las ideologías.
Las ideologías aparecen como proyectos centrados en
bases morales que intentan reconstruir una totalidad frag-
mentada y la ética de una solidaridad humana. La con-
ciencia tecnocrática intenta introducirse en la organiza-
ción burocrática.
La burocracia, tan antigua como la primera civiliza-
ción, basada más en reglas que en órdenes, era la herra-
mienta para mantener un orden social, un sistema basa-
do en ciertas ideologías. El cumplimiento de las reglas
era la medida de su valor y virtud. No era sino la imperso-
nalidad, la uniformidad, y no la eficiencia que es el rasgo
valorativo que aparece en cambio con la conciencia tec-
nocrática. Los tecnócratas tienen como criterio de eva-
luación la eficiencia y no la lealtad a la ideología, los re-
sultados por sobre todo, el producto. La administración
pareciera pasar a cosas. Pero entre las cosas hay perso-
nas tratadas como cosas.
De ahí que haya componentes contradictorios racio-
nales y no en esta nueva ideología tecnocrática que pre-
tende legitimar la sociedad moderna que intenta erigir-
se en el fin de las ideologías y no es sino una ideología
irreflexiva. Las ideologías reemplazaron a las religiones
como medios para obtener fines y satisfacciones.
La fe casi religiosa y académica en el positivismo, su-
puso una nueva teoría social y un movimiento cultural.
La equivalente fe en una sociedad orientada en una con-
ciencia tecnológica está cargada de “fantasías e ilusio-
nes” en la que esto y la ciencia aparecen como símbolos
secularizados de una unificación cósmica antes sólo con-
fiada a la religión. Surgen como panaceas, explicativos
potenciales de todo.
De manera que esta conciencia se erige más en una
nueva modalidad ideológica que en el “fin de toda ideolo-
gía”. Pero, a diferencia de otras ideologías, no está pre-
ocupada en el futuro sino que lo imagina ya presente,
diluyendo la esperanza trascendental. He aquí su debi-
lidad.
Al señalar que todo está aquí, que es suficiente y que
todo sólo puede mejorar, se erige en una creencia de una

92
élite del poder: la tecnocracia. La convicción no es en esta
ideología sino más bien en el sistema de crecientes gra-
tificaciones resumido en el consumismo.
Pero éste carece de perspectiva de cambio porque esta
conciencia es fundamentalmente apolítica, desmovili-
zante, desmoralizante, contraria a la tradición de lucha
presente en toda la cultura occidental.
El desarrollo tecnológico ha incrementado el poder
de las clases dominantes, pero las ha tornado menos au-
tónomas y más dependientes de la tecnocracia.
Ésta no aparece, como se creería, adherente al fin de
las ideologías e interesada sólo en la creciente eficiencia
de la racionalidad instrumental, sino que los técnicos tie-
nen intereses documentales y hasta políticos. De hecho
derivan hacia la burocracia eficiente y apolítica, adhe-
rente al status quo y por otro hacia la clase trabajadora.
Hacia su participación en la gestión, distribución de bie-
nes, etc.
Otras formas de las técnicas de asumir posiciones
progresistas es resistiendo a la burocracia y a través de
la innovación.
Los tecnócratas están menos orientados a situacio-
nes de status —que caracterizan y dominan a la buro-
cracia—, están más orientados a tareas —que al cumpli-
miento de normas— y son más cosmopolitas en tanto la
mayor gratificación proviene del reconocimiento de la
comunidad de pares.
La tendencia en los países subdesarrollados es la ad-
herencia a la burocracia —stalinismo— o su sustitución
por una burocracia representativa en la que los tecnó-
cratas sean mediadores entre la burocracia y los traba-
jadores —maoísmo— sustituyendo el sistema represivo
del primero por uno basado en recompensas por pro-
ductividad.

93
Cuando los tecnócratas aparecen ligados a un siste-
ma de status y a una ideología política, todo su saber téc-
nico comienza a teñirse de moralidad y su legitimidad o
no, deriva de las metas a las que sirven dentro del grupo
cuyos objetivos comparten.
La tecnocracia, sin embargo, pone el énfasis en me-
dios e instrumentos como objetos de devoción ocultando
toda tácita adhesión que pueda existir moralmente con
el empleador o los fines y alianzas del grupo al que ad-
hieren. La imposibilidad de este ocultamiento acaece
cuando la bomba atómica cae en Hiroshima con casi igual
soporte por los militares como por la comunidad cientí-
fica. A partir de este fenómeno la crisis es total, nunca
más se podrá tomar como un dato dado los objetivos de
un grupo, limitándose al ejercicio de una racionalidad
instrumental, tecnocrática, acrítica y valorativa.
Esto aconteció en el mundo desarrollado por el in-
cremento gigantesco de número de técnicas que exige
adoptar posiciones de cuerpo.
En el mundo subdesarrollado, el número creciente
de técnicas, su casi proletarización, y la dependencia para
el desarrollo basado en la educación, han generado ma-
sas definidas y orientadas ideológicamente con criterios
propios sobre la mera instrumentalidad técnica.
El movimiento ecologista, en sí mismo multidiscipli-
nario, pone en cuestión la antes fluida relación de técni-
cas y empresas que dependen de aquellos para la innova-
ción. Este movimiento se erige en ideología capaz de uni-
ficar ciencias dispersas. Pero son múltiples las objeciones
de que, salvo la ecología biológica, no hay base coherente
para el desarrollo de una ecología general. Sin embargo,
ha generado un nuevo tipo de ideología, la del tecnólogo
políticamente comprometido capaz de dar una ideología
más autónoma orientada a la unificación de las ciencias,

94
al desarrollo interdisciplinario, a la crítica al saber tecno-
lógico y dispuesto a la fijación de nuevas metas.
Los archiveros oscilamos entre las ideologías gene-
rales y las particulares, como cualquier otro productor
de cultura.
La práctica proyectual toda merece una lectura ideo-
lógica y por sobre todo tres aspectos de ella: la tipología,
la tecnología y la morfología.
Respecto a la tecnología cabe señalar que la produc-
ción y su base material determinan su encuadramiento,
y éste a su vez, la operación proyectual.
La creciente autonomía de la tecnología es evidente,
pero no lo es menos el hecho de que la ciencia se ha trans-
formado en estructura capitalista con el rasgo de mer-
cancía, con inversiones, rentabilidad y alta autonomía.
Todo ello se traduce en los armamentos, polución am-
biental, información, transportes, etc.
El cuadro se nos aparece como con bases objetivas de
una tecnología aparentemente al servicio del hombre y
sus necesidades; pero de hecho éste es el de una serie
de arrolladores procesos consumistas.
Por otra parte, este avance tecnológico genera au-
téntica pérdida de valor de los recursos disponibles por
los fenómenos de “desgaste” y la expectativa de constan-
tes novedades “superadoras”.
Lo cierto es que la tecnología se adapta al proceso
productivo y lo refleja en normas deducidas y reducti-
vas, que se manifiestan en condicionantes proyectuales,
que reflejan conocimientos ideológicos a veces expresa-
dos en sus formas más puras a nivel teórico; pero en la
práctica expresados de la manera más remanida.
Todo aquello que hace de la Archivología no sólo una
organización funcional y tipológica además de una con-
creción tecnológica, es de orden morfológico.

95
Al no existir forma sin contenido, ni contenido sin for-
ma, la morfología toda se impregna de sentido significa-
tivo determinando el cuestionamiento de base del senti-
do de las formas adoptadas y su valor ideológico.
El archivero aparece como el ideólogo de las clases
dominantes, no obstante con la posibilidad autónoma de
generador de imágenes en la superestructura capaces
de actuar en el desarrollo histórico de la estructura eco-
nómica, en el conocimiento de la base material desde el
plano de la especificidad disciplinaria. No sólo produce
y reproduce conocimiento ideológico sino que lo reorde-
na y reformula.
La práctica archivística es ante todo empírica pero
está basada en conocimiento, en cuerpos teóricos implí-
citos o no, conscientes o no que son fundamentalmente
ideológicos. Todo conocimiento parece ideológico y un
nuevo orden teórico y práctico basado en las ciencias mo-
dernas no puede hacerse sin la aceptación y elogio de la
contradicción y el sincretismo. Pero contradicción, asun-
ción sincrética de los opuestos en el plano teórico con-
lleva la obligación de la puesta en emergencia de los va-
lores y lenguajes, de la superestructura en los cuales la
forma, al estar en el vértice de dicha superestructura,
es el punto de adquisición de conocimiento y ejercitación
de las modificaciones de la base material y de allí estruc-
tural.
Tratamos de mostrar cómo estos términos de la con-
tradicción y el sincretismo se manifiestan, despliegan y
desarrollan a través de momentos o etapas que parecie-
ran determinados sucesivamente y a veces simultánea-
mente por ideologías del brutalismo, del constructivis-
mo, de la visión poética surrealista, de la búsqueda con-
textual, de la racionalidad poética, todos ellos signados
por los constantes de la búsqueda de redefinición insti-

96
tucional, invención tipológica, adopción de tecnologías
apropiadas, reconocimiento del cuadro y rol disciplina-
rio de activismo cultural y social.
Obviamente, las ideologías han tenido una fuerte in-
fluencia en el desarrollo de las ciencias, en una manera
de reivindicar la figura de la contradicción. La contra-
dicción corresponde a que diversas nociones y pensamien-
tos diversos coinciden constantemente, procedentes de
diversos sistemas de ideas y cuadros de valores altamen-
te contradictorios o contrapuestos.
Diversas constelaciones del pensamiento coinciden
sobre el pensamiento, diversas contradicciones maneja-
das de alguna manera o ni siquiera resueltas, simple-
mente existiendo. Reivindicamos como un valor esto de
las contradicciones porque evidentemente no nos iden-
tificamos con ninguna de estas ideologías; sin embargo,
reivindicamos el valor de las ideas, y al referirnos al va-
lor de las ideas, reconocemos que sí tenemos una suerte
de sincretismo ideológico, de sincretismo de las ideas,
en el cual accionan simultáneamente posturas opuestas
como el cristianismo, el marxismo, el liberalismo y pos-
turas conceptuales como el existencialismo y el estruc-
turalismo.
Como W. Whitman cuando decía que era contradic-
torio, “que contengo multitudes”, no era un acto de so-
berbia, sino el reconocimiento auténtico poético de la
naturaleza humana, es nuestra opinión que todos conte-
nemos un sinnúmero de facetas y somos difícilmente ca-
talogables, lo cual perturba a los interlocutores. El error
es inventar según nuestras intenciones, la categoriza-
ción y la clasificación. Consideramos que éste es el pun-
to más grave, el no entender que la clasificación, esta voca-
ción entomológica que nos viene del siglo XIX, esta vo-
cación clasificatoria, debido a las ciencias parcelarias,

97
es precisamente todo lo opuesto a lo que debe ser el pen-
samiento y racionalidad dialéctica contrapuesta con la
racionalidad industrial y lineal, como algo abarcativo,
comprensivo y englobante de rostros diversos; no cree-
mos que haya que ser un Jano de rostros que se ignoran,
pero sí un Shiva de múltiples brazos.
La Archivología aparece como práctica disciplinar
empírica y es sustentada, implícita o explícitamente por
contenidos de naturaleza ideológica (que suponen expli-
caciones, análisis del mundo y planes de acción), pero
que debe tender a ser de naturaleza poética y científica
como nuevo universo de develaciones y conocimiento.
La contradicción es referencia al pensamiento e in-
terpretación dialéctica de la naturaleza e historia, y de-
bería asumirse como instrumento para la re-definición
práctica y teórica de la operación proyectual mediadora
entre un sistema de ideas y unas operaciones tendien-
tes a conformar la base natural y física, en función de
determinadas condiciones asumidas socio-culturales y
económicas entendidas con sus límites o en sus innega-
bles fisuras. Esta última permite redefinir nuestra ac-
tuación como la de activistas socio-culturales o espejos
de las bases documentales y culturales dadas.
Bachelard en su filosofía nos dice que deberíamos
“desconfiar de un pensamiento que no podemos dialecti-
zar. Lo que impide su dialéctica es una sobrecarga de su
contenido. Ésta impide al concepto ser sensible a todas
las variables de las condiciones en las cuales se asume
correctamente su papel”. El Movimiento Moderno hizo
esto con conceptos como los de tipología, tecnología y
morfología, otorgándoles demasiado sentido. La Archi-
vología se ha hecho cargo de problemas capitalistas de
sustitución de los documentos por la información, es-

98
tallido de la nueva técnica y desarrollo del sistema con
todas las contradicciones del mismo.
Pero la crisis en la disciplina, que contempla una mu-
tación respecto del movimiento moderno, es del tipo de
contradicciones que aceleran el conocimiento y que ge-
neran por igual un salto o corte epistemológico (Bache-
lard) que se puede atribuir a la inercia propia de la so-
brecarga de sentido.
El nuevo pensamiento científico es la base de la re-
composición de la disciplina, al adquirir carácter de in-
vestigación científica, pero esto se hizo dentro de los
propios parámetros disciplinares por la ruptura con la
tradición de la continuidad, de tecnología, etc.
La Archivología se erige en auténtica ciencia y es den-
tro de un cuadro de globalidad caracterizado por la inte-
racción de las relaciones de producción, la naturaleza
de la estructura económica y la historia con sus caracte-
res definidos no correlativos, substancialmente contra-
dictorios.

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