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Módulo 3
¿Por qué adquirimos los
signos?
Contenido
INTRODUCCIÓN ..................................................................................................................................... 4
1. CONSUMO Y OBSOLESCENCIA ............................................................................................................ 5
1.1. OTROS PRINCIPIOS QUE HAY QUE ATENDER PARA UNA COMUNICACIÓN EFICAZ ................................................. 7
1.2. ASPECTO DEL DISCURSO ................................................................................................................... 10
1.2.1. La visión con ...................................................................................................................... 11
1.2.2. La visión desde fuera .......................................................................................................... 11
1.2.3. La visión por detrás ............................................................................................................ 11
2. SISTEMAS CULTURALES Y VISIÓN DEL MUNDO ................................................................................ 12
2.1. LA ESCRIBALIDAD Y LA DEIFICACIÓN DEL ELLO OBJETIVADO ....................................................................... 17
2.2. PASO A PASO , LOS SISTEMAS CULTURALES ............................................................................................. 21
2.3. EL PERSPECTIVISMO DEL ELLO COMO NEXO ENTRE CULTURAS ORALES Y ELECTRONALES. IMAGINARIOS CERCANOS Y
LEJANOS ............................................................................................................................................. 26
CONCLUSIÓN ....................................................................................................................................... 32
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ............................................................................................................ 33
Introducción
Una gran pregunta acerca de por qué adquirimos ciertos signos y por qué
desechamos otros, la responderemos en este módulo. Se trata de comprender e
interiorizar principios científicos que regulan inexorablemente la adquisición de
los signos según nuestros públicos-objetivos. Y todo ello nos va a llevar a
descubrir y a caracterizar el mundo de los sistemas culturales de la oralidad, de
la escribalidad y de la insurgente e invasiva electronalidad.
1. Consumo y obsolescencia
Hemos señalado que para la semiótica pragmática, los signos no son lo que son,
sino lo que parecen. Y ello ocurre —también lo señalamos— porque todos
producimos nuestros signos a partir de nuestro programa de experiencias y de
nuestro umbral cultural de percepción, conceptos todos que vimos en los módulos
1 y 2.
Estos vectores de producción de sentido signan los grupos sociales de los que
nuestros programas de experiencias se van nutriendo. Es evidente que
pertenecer a un sistema cultural oral, escribal o electronal nos hará decodificar
un signo, que creemos el mismo, de manera diferente.
Principio que nos dice que un signo, al estar sometido al permanente consumo,
se desgasta; principio que nos dice que este desgaste hace que el signo pierda
gradualmente su capacidad de información por el consumo al que hemos hecho
referencia; principio que nos dice, en fin, que no hay signos de validez inmutable
o eterna.
El ejemplo anterior nos sirve para subrayar —ya atentos a la evolución de las
tecnologías de la información— que, cuando se produce, un signo debemos estar
muy atentos a la capacidad de información que puede contener el mismo para
nuestros receptores. Debemos atender siempre al programa de experiencias de
las personas que constituyen nuestro público-objetivo.
Consideremos:
El interés de la gente por aprender chino hace veinte años atrás no era el
mismo que hoy ya se percibe en mucha gente que hace negocios. Y es
que hoy no solo China es una de las primeras economías del mudo, sino
que un hombre de negocios sabe que un chino prefiere hacer negocios
con gente que ha hecho el esfuerzo por aprender su lengua: lo estima un
valor agregado. Hacer negocios hoy en chino con un interlocutor cuya
lengua materna es el chino es doblemente predicativo. No solo se dice lo
que se quiere, sino se refuerza ese decir por hacerlo en chino.
de que las personas producían sentido según el sistema cultural al cual estaban
adscritas.
Ahora entendemos que debemos ir más allá para que la comunicación política
sea eficaz. Debemos conocer el mundo de los afectos y temores sociales e
individuales, porque ello nos permitirá que la comunicación política proponga
signos adaptados —ya en profundidad— a los insights o motivaciones reales que
subyacen a la adquisición de los mencionados signos.
Aquí les proponemos un cuadro que explica desde los instintos básicos de
supervivencia, pasando por los instintos biológicos, hasta las
motivaciones/actitudes intrapersonales e interpersonales que gobiernan nuestras
conductas, más allá de las racionalidades.
Afirmar identidad
Violencia
Dominar a alguien
Sadismo/sadomasoquismo
Tener pareja Comunicación
(infidencia,
Tener hijos
Sexo confidencia)
Tener belleza
Deseo
Exhibicionismo
(amor, odio)
Buscar orden Participación
Ser explorador (ayuda, impedimento)
Territorialidad Reconocimiento
Tener dinero, objetos
Contar con una tribu
Tánatos Poseer orden
Visión con.
Visión desde fuera.
Visión por detrás.
Supone que el emisor codifica su mensaje buscando que el receptor perciba que
el primero lo está acompañando en el conocimiento o información propuestos
sígnicamente. El emisor, entonces, crea una relación más horizontal con el
público-objetivo. Trata en todo momento de hablar de cosas compartidas y de
hacer familiares propuestas nuevas. Resulta un recurso útil a este aspecto de la
comunicación política la apelación constante a preguntas que puedan ser
contestadas en coro con receptores físicos o virtuales; en el caso de receptores
a distancia o virtuales, será bueno reiterar lo «coreado».
Implica poner en evidencia ante el receptor no solo que el emisor sabe más que
él sobre el tema que se está tocando, sino que, en general, no está diciendo todo
lo que es capaz de dominar, y que tampoco está mostrando todos los
conocimientos que posee.
Cualquiera de los tres aspectos debe apuntar a garantizar la empatía entre emisor
y receptor. Es decir, que la comunicación política genere un pacto mutuo de
confianza y credibilidad.
Nuestras indagaciones han ido más bien por la identificación de pertinencias; por
ejemplo, un individuo puede leer, y mucho, pero no estar adscrito al sistema
cultural de la palabra escrita. Si entrásemos por el lado de simples
caracterizaciones agregativas, ese individuo sería un escribal. De modo que no
se puede tratar ese tema de una manera simplistamente agregativa, trivial.
Roman Jakobson (1967, pp. 95-96), al hacer alusión a los mecanismos básicos
de producción de significado, señaló:
patas; llamar Isla del muerto a una isla que se asemeja a un hombre
echado supone el mismo tipo de figura.
En contraste con la frialdad de los gramáticos de Port Royal que postulaban que
las lenguas eran simples espejos de un orden lógico universal, fue con los
organicistas alemanes que comenzamos a aprender que lengua y pensamiento
son entidades que se evocan recíprocamente, y fue con ellos que la lingüística —
no fundada propiamente aún— empezó a detenerse en el hecho de que el
torrente de sentimientos y pensamientos de un pueblo son moldeados por la
lengua que practica.
Hoy, es común afirmar que las lenguas son una manera de ver el mundo, una
manera de acercarse a él, una manera de vivirlo. Gracias a esos trabajos
pioneros, la lingüística no vaciló en afirmar que las lenguas no son simples
instrumentos de comunicación factual, sino —con anterioridad— instrumentos
que posibilitan el anclaje y el conocimiento para individuos y colectividades. Las
lenguas eran espejo, sí, pero de la manera que tenían lo singular y lo plural de
enfrentarse a la realidad. Personas y grupos que se comunicaban en una misma
lengua se reconocían entre ellos en esa lengua, a partir de allí conocían, y ello
les posibilitaba comunicarse plenamente.
Todo esto suponía reafirmar implícitamente algo que era una verdad de
perogrullo: que las lenguas pueden cambiar, que las lenguas cambian y que esos
cambios no pueden encerrarse únicamente en términos de verdad o falsedad,
como lo susurraba el racionalismo absolutista de Port Royal.
Pero ocurrió que, a fuerza de creer aceptar que las lenguas cambian y de limitar
este cambio a las dimensiones de vocabulario y alguna variante sintáctica o
morfológica, estábamos —sin quererlo— limitando las dimensiones del cambio
lingüístico.
Hablamos de limitación porque al repetir casi sin conciencia que las lenguas
cambian, y al reducir estos cambios a los aspectos semánticos, sintácticos o
morfológicos, subsumimos también —pero esta vez peligrosamente— la idea de
que las funciones del instrumento lingüístico son inmutables. Básicamente, «yo
hablo contigo para referirme a él, ella o ello». Y las lenguas cambiaban en todo,
pero eso no podía estar sujeto solo al cambio lingüístico. Regresamos, sin
quererlo, a la idea de que las lenguas en su función básica son inmutables.
Tal vez por esto último y por el éxito espectacular alcanzado por la ciencia, caímos
en un mundo de certezas inmodificables. Lo que no éramos ahora tal vez era
digno, pero pasado y, por lo tanto, inferior. Al privilegiarse la semejanza y la
metáfora, resultaba lógico que todo lo anterior era, en el mejor de los casos, una
imperfección de la metáfora actual.
Pero las cámaras fotográficas habían sido afinadas con tecnología escribal; así
que el investigador-fotógrafo, que había depositado su saber en la máquina
automatizada, no pudo entonces retratar algunos hechos que estaban ocurriendo
y que escapaban a la lógica preestablecida.
De pronto, todos nos hemos encontrado con un lenguaje juvenil distinto que nos
desconcierta. Los jóvenes —para quienes tienen que trabajar con ellos— han
obligado a adultos e investigadores a buscar el ello puro y objetivado. A algunos,
MAE STRÍA EN GE STIÓN PÚ BLICA 20 | 33
CO M U N I C A C I Ó N POLÍTICA E INCLU SIÓN
Añadamos, por último, una razón más para la deificación del ello en Occidente.
Ya señalamos que la vigencia de una
determinada palabra (oral, escribal o
electronal) genera determinado tipo de
instituciones y determinado tipo de
información. Pues bien, la justicia
basada en textos escritos parecía
funcionar bastante bien. La
representación política, bajo la forma de
democracia representativa (obvia figura
metafórica), gozaba de buena salud. Y,
en fin, instituciones razonadas para
individuos que razonaban como lo
suponíamos funcionaban. Al menos eso
ocurría en el Occidente escribalizado. No había razón allí para dudar. Parecía que
efectivamente la metáfora cristiana del Génesis era una realidad. El hombre había
sido creado a imagen y semejanza de Dios, y por eso todo era perfecto.
Tal vez convenga subrayarlo una y otra vez. Siguiendo la lógica de INNIS y
MCLUHAN en torno a la importancia del medio o la sustancia del signo o de los
mensajes, fue Alvin TOFFLER quien nos ayudó a poner en perspectiva sincrónica y
Como se desprende del análisis de las escrituras que hemos venido realizando,
cuando cambia una tecnología de la información —y al cambiar la sustancia—,
cambia la naturaleza y estatuto del signo y de los mensajes, porque se afirman
o neutralizan arbitrariedades y motivaciones. Todas estas precisiones
conceptuales nos permiten entender que la performance de las funciones del
lenguaje es distinta en orden a las tecnósferas, y —por este camino— nos
permiten identificar los vectores de producción de sentido como rasgo pertinente
de la adscripción de individuos o grupos a cada tecnología de la información. Esos
rasgos pertinentes se constituirán en fuente de energía para la caracterización
sociocultural y lingüística de personas y colectividades. Podemos hablar así —con
rigor— de que cada tecnología de la información configura un sistema cultural.
SISTEMAS CULTURALES
SISTEMAS ORALIDAD ESCRIBALIDAD ELECTRONALIDAD
TECNÓSFERA Palabra hablada Escritura fonética Escritura electrónica
Proxemia Proxemia
Distancia
física/inmediatez virtual/inmediatez
Multisensorialidad Visual Multisensorialidad
Simultaneidad Sucesividad/linealidad Simultaneidad
Percepción
Percepción holística Percepción holística
segmentada/clasificatoria
Memoria
Memoria homeostática
C Memoria de registro homeostática
social
A individual
Características
R Identidades
socioculturales
A Identidades individuales y individuales y
Identidades individuales y
C colectivas sintácticas. Yo colectivas
colectivas semánticas. Yo
T social argumentativo sintácticas. Yo social
social demostrativo (ser).
E (hacer) argumentativo
R (hacer).
Í Pensamiento
Pensamiento intelectual y
S Pensamiento intelectual intelectual y
T sensorial
sensorial
I
C Prosumidores Consumidores Prosumidores
A
Contextual-
S Definitorio
situacional/deíctico
Verbos en
Verbos en indicativo
indicativo/subjuntivo
Características
del lenguaje Adjetivación constante Sustantivación En configuración
Voz activa Voz activa/voz pasiva
Oraciones simples y Oraciones compuestas y
coordinadas subordinadas
Como se puede comprobar en una mirada rápida, hay cercanías y distancias entre
los sistemas culturales. Por ello —y por razones didácticas—, tal vez convenga
hacer una lectura horizontal y comparativa de cada una de las características.
Hacía falta la constatación empírica; hacía falta atender a la lengua como hecho
semiológico; hacía falta preocuparse de veras por el prójimo. Era necesario releer
y, por qué no, refundar. La lingüística no podía seguir siendo cómplice
inconsciente —o tal vez consciente— de errores interpretativos de otras ciencias
sociales. Nos habíamos olvidado de que somos gente del sur y no del norte hasta
ayer homogéneamente escribal.
No, ciertamente, del respeto hacia la diversidad cultural existente, sino de una
visión totalitariamente escribal, producto de la pretendida imposición de la cultura
del libro sobre las culturas orales, y producto del desdén hacia la modernidad no
escribal.
Desde el punto de vista del conquistador, todo esto podría ser inobjetable si fuese
real. Pero ocurre que debajo de un discurso oficial que siempre nos pareció
homogéneo, siguieron existiendo mecanismos de una cultura oral que no
desapareció nunca y que hoy encuentra un aliado oportuno con el advenimiento
de la palabra electrónica.
Todos asistimos hoy a la dificultad que tienen los jóvenes para alcanzar
definiciones objetivas. Cuando a un joven se le pide la definición de algo
constatamos que sus respuestas casi inevitablemente van precedidas de un
demarcador que elude la definición directa y que al mismo tiempo nos señala el
interés del joven por mostrar una definición en perspectiva, una definición
surgida del codificador: «Esta no es la definición, esta es mi definición, codificada
para ti en estas circunstancias».
En todos estos casos, el ello está siendo puesto en perspectiva desde el yo que
habla, involucrando al tú con quien estamos hablando. El ello objetivo, entonces,
se relativiza, y esta es una constante que comenzamos a verificar en el empleo
del lenguaje por parte de los jóvenes, en Europa, en Lima y donde se quiera.
¿A qué podemos atribuir esta aparente imposibilidad por parte de los hablantes
para aludir a un ello objetivado? Evidentemente, por todo lo dicho ya, no
podemos afirmar que se trata de una degeneración intelectual de la especie, y
tampoco se trata de una simple limitación de vocabulario abordable
correctivamente desde la perspectiva de la letra con sangre entra. Estamos
ante un cambio en la función representativa del lenguaje, ante un cambio
consistente en que el ello objetivado nos ha sido enajenado culturalmente, para
bien o para mal. El sentimiento lingüístico de los hablantes comunes pareciese
no interesarse más en definiciones absolutas y fuera de contexto.
Pero es que toda situación de cambio genera distorsiones tanto para el usuario
del lenguaje como para el propio lingüista que las aprecia. Los hablantes se
encuentran ante un mundo en el cual ya no es posible hablar de una tercera
persona ajena, pero culturalmente han sido entrenados para hablar en tercera
persona, para ocultar su mundo interior, para no mostrar sus motivaciones hacia
el receptor. Y si esto es así, están pasando estos hablantes por una etapa en la
cual, privados de la tercera persona, aún no están culturalmente condicionados
para dar rienda suelta al yo y al tú, y pasamos así por un periodo en el cual los
mensajes aparecen fundamentalmente como fáticos, inexpresivos e inapelativos.
Para quien conozca el célebre trabajo de Roman JAKOBSON sobre las afasias
(pérdida total o parcial del
habla), estamos tratando a
nuestros estudiantes como
afásicos de selección
deficiente. Ellos son capaces de
reaccionar por influencia de
contextos prefabricados. No los
pueden construir, pero sí son
capaces de reaccionar ante
ellos. Las equis o aspas de las
pruebas objetivas no son, sino,
un crudo testimonio de la
cerrazón al cambio y de los vanos intentos por mantener una escribalidad vacua.
A estas alturas debe haber quedado claro en la mente del lector qué tan cercanos
o lejanos están los peruanos de los distintos sistemas culturales. La cultura
peruana en general es oral. Su producción de significado obedece básicamente a
procedimientos metonímicos; el ello objetivado es inexistente. Como todos
saben, venimos de una cultura andina que también se definió —y define— como
oral. La electronalidad también nos propone un ello en perspectiva y metonimia.
La escribalidad, en cambio, nos propone un ello objetivado y metáfora.
Con una ventaja: la electrónica podrá parecernos ajena por sus soportes
tecnológicos, pero no lo es en el modo de producir significado; más lo es la
escribalidad. Esto alimenta una gran esperanza, con bases ciertas. Se plantea la
posibilidad, que escasamente se presentó con la escribalidad, de que los
peruanos se conviertan en productores de signos y no en simples consumidores.
Conclusión
Desde una mirada en la línea del tiempo, daría la impresión de que así como la
escribalidad desplazó a la oralidad, hoy la electronalidad ha de suplir a la
escribalidad. En parte, esto es cierto en sociedades que se escribalizaron
integralmente. Pero es claro que en el Perú conviven personas adscritas al
sistema cultural de la oralidad, unos pocos a aquel de la escribalidad y hoy –los
más- sumergidos ya en el mundo de la electronalidad. Donde –obviamente-
tenemos grandes retos de inclusión para darles voz a quienes no la tienen.
Preparémonos para el siguiente Módulo.
Referencias bibliográficas
Biondi, J., Zapata, E. (1994). Representación oral en las calles de Lima. Lima:
Universidad de Lima.