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COMISIÓN EPISCOPAL DE EVANGELIZACIÓN

100 puntos
(de aparecida)

Para un examen de
conciencia
parroquial

1
Editorial y Librería Kyrios
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ÍNDICE

PRESENTACIÓN....................................................................................... 5
INTRODUCCIÓN...................................................................................... 9
INDICACIONES PARA RALIZAR EL EXAMNE DE
CONCIENCIA PARROQUIAL................................................................ 16
UNA PARROQUIA EN CONVERSIÓN ................................................ 19
UNA PARROQUIA, CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN.................. 23
UNA PARROQUIA MISIONERA .......................................................... 37
UNA PARROQUIA, ENRAIZADA EN JESÚS ..................................... 51
UNA PARROQUIA QUE CELEBRA Y FESTEJA SU FE...................... 57
UNA PARROQUIA SAMARITANA....................................................... 63
UNA PARROQUIA MISERICORDIOSA ............................................... 73
UNA PARROQUIA QUE AYUDA A MADURAR
EN LA FE Y EN EL COMPROMISO .................................................... 77
UNA PARROQUIA MAYORITARIAMENTE LAICAL ....................... 87
UNA PARROQUIA INCULTURADA..................................................... 95
UNA PARROQUIA QUE CUIDA DE “LA CASA COMÚN”.............. 101
UNA PARROQUIA CONSTRUCTORA DE PAZ ............................ 105

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PRESENTACIÓN
Con la gracia de Dios y el trabajo de muchos sacerdotes y consejos par-
roquiales de pastoral, vamos avanzando en el Proyecto que la Conferencia
Episcopal de Guatemala nos ha confiado animar, cuyo título lo dice todo:
PARROQUIA MISIONERA, COMUNIDAD DE COMUNIDADES, AL
SERVICIO DEL REINO.
Nos pareció, en efecto, que la Parroquia es un “centro” de pastoral, lla-
mado a reflejar con luz propia la transformación misionera de toda la Iglesia
que el Papa Francisco nos está insistentemente, proponiendo y urgiendo. Él
mismo nos recordaba la necesidad de “avanzar en el camino de una con-
versión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están”.
Y, tomando de lo que Aparecida decía a los párrocos (DA 201), nos ofrece
un importante criterio de transformación misionera: “ya no nos sirve una
«simple administración»” (EG, 25). La “simple administración” nunca ha
servido, pero nuestras parroquias, agobiadas hoy aún más por tantas co-
sas que hay que hacer y gestionar, por tantos quehaceres de promoción y
de organización…, sienten aún más amenazante el peligro de quedarse en
una “simple administración”. Aunque sea una “administración” tan sagrada
como es la de los sacramentos: “en muchas partes – nos compartía también
el Papa- hay un predominio de lo administrativo sobre lo pastoral, así como
una sacramentalización, sin otras formas de evangelización” (EG, 63).
Al tratar de ver las que el Papa llama “otras formas de evangelización”,
me viene a la mente la hermosa y exigente descripción que Pablo VI hace
de la evangelización. Después de afirmar que “ninguna definición parcial
y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta
la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso muti-
larla” (EN, 17), resulta muy elocuente la descripción amplia, envolvente y
exigente de evangelización (que tiene una concreción precisa en la parro-
quia): “evangelizar – nos recordaba - significa para la iglesia llevar la Buena
Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar
desde dentro, renovar a la misma humanidad: “he aquí que hago nuevas to-
das las cosas” (EN, 18). El “no poder dejar las cosas como están”, del Papa

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Francisco, se ilumina muy bien por la cita bíblica en la que Pablo VI apoya
el amplio horizonte de la evangelización: “hacer nuevas todas las cosas” es
la “tarea de Dios” de la que Jesús fue mediador y que Él mismo encomendó
a la Iglesia, haciéndola servidora de su proyecto del Reino.
En medio de esa tarea que viene de tan arriba (Dios en Jesús), que se
extiende con tanta amplitud (la humanidad) y se realiza con tanta hondura
(transformar y renovar desde dentro), ¡qué ridículo suena quedarse “en la
simple administración”. Hemos intentado ya salir al paso de esa tentación
que nos acecha como parroquias, con la reflexión meditativa y compro-
metida de la misericordia como principio impulsor de toda nuestra tarea
como Iglesia: “brindar misericordia”, porque la viga maestra de nuestra edi-
ficación eclesial es justamente la misericordia (MV 10). Se nos han abierto
ya muchos horizontes que nos llevan a desear –con esos deseos que brotan
de un corazón bien dispuesto– que nuestras parroquias, por convertidas a
Jesús, sean ellas también “rostro de la misericordia del Padre”.
Animo a todos, desde cada parroquia de nuestro país sacerdotes y con-
sejos de pastoral, a emprender la nueva etapa de este hermoso proyecto
de la Conferencia Episcopal de Guatemala, trabajando el EXAMEN DE
CONCIENCIA PARROQUIAL, que quiere llevarnos de manera sencilla
a descubrir el amplio campo de nuestra tarea como parroquias en medio
de la sociedad guatemalteca a la que estamos llamados a renovar “desde
dentro”. Las parroquias no pueden ser unas estructuras “aparte” del camino
histórico que la sociedad está llamada a recorrer; tienen que ser, más bien,
“una parte”, codo a codo con todos, mujeres y hombres de buena voluntad,
que apuestan comprometidamente por una Guatemala distinta y mejor, con
la esperanza de que “otra Guatemala es posible”.
En este sentido, les comparto una reflexión del Papa Francisco que a mí
me hace mucho bien, justamente porque nos quiere quitar el miedo que nos
podría dar un horizonte de esta envergadura: los procesos de cambio, nos
recuerda “son siempre lentos, pero, a veces, el miedo nos paraliza dema-
siado. Si dejamos que las dudas y temores sofoquen toda audacia, es posible
que, en lugar de ser creativos, simplemente nos quedemos cómodos y no
provoquemos avance alguno. En ese caso, no seremos parte de procesos
históricos con nuestra cooperación, sino simplemente espectadores de un
estancamiento infecundo de la Iglesia” (EG, 129).

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Porque no queremos “parroquias infecundas”, al margen de la vida del
pueblo, vamos a examinar cómo estamos, y lo vamos a hacer -Dios lo qui-
era- con un propósito serio de enmienda, que nos haga crecer y madurar
para tener una presencia significativa en la realidad guatemlateca. Y muy
esperanzados: con la ayuda del Espíritu, también podamos afirmar: “otras
parroquias son posibles”.
Los Vicarios de Pastoral de todas las Diócesis y Vicariatos, junto al
equipo que va animando este proceso, hemos trabajado esta nueva etapa
con mucha ilusión. En nombre de todos ellos y de la Comisión Episco-
pal de Evangelización, quiero agradecer al P. Pedro Jaramillo Rivas y al P.
Víctor Manuel Ruano Pineda por las propuestas concretas que nos han ido
presentando hasta terminar en el subsidio que ahora ponemos en manos de
todos los Sacerdotes y de todos los Consejos Parroquiales de Pastoral de la
Iglesia en Guatemala.
Pedimos a nuestra Madre e intercesora, la Virgen del Rosario, que, como
Ella, haga de cada una de nuestras parroquias una “madre” que acepte gestar
en su seno a Jesús para poder “darlo a luz” a esta sociedad nuestra que tanto
lo necesita en el proceso de cambio esperanzador que vive actualmente.

+ Mons. Julio Cabrera Ovalle,


OBISPO DE JALAPA Y
PRESIDENTE DE LA COMISIÓN EPISCOPAL
DE EVANGELIZACIÓN.

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INTRODUCCIÓN
Por qué un “género literario” de examen de conciencia
El presente subsidio sigue al de “acercamiento pastoral y parroquial a
Misericordiae Vultus”, en concreto a “Parroquias…, misericordiosas como
el Padre”, y se presenta por parte de la Comisión Episcopal de Evangeli-
zación, para ayudar el camino del proyecto de “renovación de la parroquia”,
al que nos ha convocado la Conferencia Episcopal de Guatemala, y que va
del 2016, Año de la Misericordia, al 2019, después del Congreso Misionero
Guatemalteco, COMGUA V.
Se ha escogido el “género literario” de examen de conciencia o revisión
de vida, para que ayude a una evaluación creyente de la realidad de nuestra
parroquia en vistas a un verdadero propósito de la enmienda, en la línea de
una verdadera transformación misionera de la misma. Queremos ver nues-
tras parroquias con la mirada del discípulo misionero. En el contexto de
“conversión pastoral”, nos parecía que por este camino llegamos mejor a
asumir la renovación de nuestras parroquias, como un acto de fidelidad a lo
que el Espíritu pide de ellas, en este momento de transformación misionera
de toda la vida y tarea de la Iglesia.

Un “ideal” para ser atraídos


En cada uno de los numerales aparece el “ideal” de parroquia. El “no-
sotros” de “nuestra Parroquia” que se va repitiendo hasta 100 veces, se
refiere a una parroquia ideal. Quizás haya alguna que llene con plenitud
los 100 puntos, pero no se trata aquí de poner un ejemplo concreto, sino
de percibir concretamente un ideal ejemplar. El grado de identificación de
nuestras parroquias con esa propuesta ideal es el que iremos viendo en un
diálogo abierto, sincero, sencillo y comprometido. Siempre con la alegría
de caminar a una meta de parroquia que destaque por su fidelidad evan-
gélica y por su espíritu misionero. Suele suceder que “el ideal”, cuando es
alcanzable, se convierte en un fuerte polo de atracción que desencadena lo
mejor que llevamos dentro de nosotros mismos.

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Esa es la pretensión de este “examen de conciencia parroquial”: que
evaluemos sencillamente nuestra parroquia, que hablemos comunitari-
amente de ella, desde el amor que le tenemos, desde el agradecimiento que
le debemos, desde la ilusión que le ponemos, para que sea un verdadero
acontecimiento de fe, de compromiso y de misión. Es un intento de que
así pongamos las bases para que el conjunto de nuestra pastoral parroquial
tenga esa urgencia tan recordada por el Papa Francisco: que partamos de la
vida real de la gente, de la vida real de nuestras propias instituciones.

Desde el horizonte de Aparecida


El “examen de conciencia” está hecho exclusivamente desde el Docu-
mento de Aparecida. Por dos razones:
a) porque somos deudores de un documento al que no le hemos extraído
todas las posibilidades pastorales que nos ofrece;
b) porque en el año próximo vamos a dedicar una atención especial a lo
que la “reforma” del Papa Francisco está llamada a suponer para nues-
tras parroquias.
Pero hay algo notable: uno llega a la conclusión de que trabajar desde
Aparecida es trabajar desde Francisco, y al revés, trabajar desde Francisco
es trabajar desde Aparecida. No sólo por la cantidad de citas que el Papa
hace del Documento, sino porque el pensamiento del Papa está marcado
por esta quinta Conferencia General del Episcopado latinoamericano, de
cuyo acontecimiento y enseñanza él es el mejor, el más entusiasta y el más
“atrevido” intérprete. Estos años del pontificado del Papa Francisco están
abriendo los horizontes presentes ya en Aparecida, pero que comenzaban
a cerrarse, casi sin darnos cuenta. Las palabras y gestos del Papa son una
“puesta en escena pastoral” de un Documento, en muchos aspectos, aún por
estrenar.

Una clara voluntad de evaluación


La finalidad de este subsidio es, pues, que podamos evaluar “aparecida-
mente” nuestras parroquias: con sencillez, con participación, sin prisas, con
implicación y, sobre todo, con esperanza, con gran esperanza. Lo importante
es que se cree conciencia, que se abran horizontes, que nos ilusionemos

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con las posibilidades enormes que tienen nuestras parroquias, a condición,
como nos recordaba el Papa Francisco, de que “sean capaces de reformarse
y adaptarse” (EG, 28).
Es importante e imprescindible el trabajo ilusionado de los Vicarios de
Pastoral de nuestras diócesis y vicariatos. A ellos les corresponde animar y
acompañar este proceso de renovación parroquial, junto con los directores
diocesanos de las Obras Misionales Pontificias, OMP, contagiando el entu-
siasmo y la esperanza a los sacerdotes y a todos los agentes de pastoral, a
tantas mujeres y hombres de nuestras parroquias que tienen puesta la ilusión
y sus anhelos en una parroquia renovada en la línea de Aparecida, tan sen-
cilla y comprometidamente recogida por el Papa Francisco en “Evangelii
Gaudium” , “Lodato Sì” y “Amoris Laetitie”.
Dentro del proyecto de “Parroquia misionera, comunidad de comuni-
dades, al servicio del Reino” desarrollamos la presente etapa, después de
haber vivido el Año de la Misericordia. Continuando en ese ámbito de la
misericordia entrañable de Dios y de cada uno de nosotros, este Examen de
Conciencia está destinado a que nuestras Parroquias, desde esa misericor-
dia entrañable del Padre, sepan reconocer sus deficiencias pastorales, pidan
sincero perdón al Señor por ellas, y promuevan un sincero propósito de
enmienda, emprendiendo caminos de renovación pastoral.

Desde la “eclesiología en imágenes” del Papa Francisco


En esta línea, el Papa está trazando una “eclesiología en imágenes”,
que tiene una excelente aplicación al ser y actuar de nuestras parroquias:
la “Iglesia, hospital de campaña”, “madre de puertas y corazón abiertos”,
“”facilitadora de la gracia y no aduana de control”, “hogar sencillo y humil-
de”, “casita, donde todos se sienten acogidos”…, Iglesia SAMARITANA
que, lejos de pasar de largo, se acerca y se hace próxima a los dolores y
sufrimientos del mundo en el que habita…, una Iglesia “encarnada que “por
nosotros los hombres y por nuestra salvación” se baja de los cielos y planta
su tienda entre nosotros.

Para descubrir un hermoso y atrayente horizonte


Este esfuerzo de reflexión compartida que hoy emprendemos desde el
gran amor que le tenemos a nuestras parroquias, porque en ellas nacimos,
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crecimos y nos comprometimos con el Reino de Dios, queremos que nos
ayude a todos (obispo, sacerdotes, religiosas y laicos-as misioneros) a pasar:
 de una pastoral “deductiva” a una pastoral “inductiva”, la que parte de
la realidad de nuestras gentes,
 de una pastoral fría y distante a una pastoral cálida y con sabor a hogar,
 de una pastoral de centro a una pastoral de periferias,
 de una pastoral de templo a una pastoral de calle,
 de una pastoral de laboratorio a una pastoral de caminos compartidos,
 de una pastoral prepotente a una pastoral humilde,
 de una pastoral prefabricada a una pastoral artesanal,
 de una pastoral del maltrato a una pastoral de la acogida y el acom-
pañamiento,
 de una pastoral del “ordeno y mando” a una pastoral del “me abajo y
sirvo”,
 de una pastoral de los grandes eventos a un pastoral de los pacientes
procesos,
 de una pastoral de las palabras vacías y aprendidas a una pastoral de los
hechos cargados de signo,
 de una pastoral de la condena a una pastoral de la acogida;
 de una pastoral de las respuestas hechas a una pastoral de las preguntas
abiertas,
 de una pastoral de la acomodación perezosa a una pastoral de la inqui-
etud permanente,
 de una pastoral para selectos a una pastoral de puertas abiertas a todos,
 de una pastoral de acomodados a una pastoral de amor preferencial por
los empobrecidos,
 de una pastoral de la exclusión a una pastoral que quiere y se compro-
mete a integrar;
 de una pastoral fríamente conservadora a una pastoral intensamente mi-
sionera;
 de una pastoral “influida” por los ricos a una pastoral comprometida con
los empobrecidos;
 de una pastoral de eventos a una pastoral de procesos;
 de una pastoral con sabor clerical a una pastoral con sabor a pueblo de
Dios;
 de una pastoral elitista y excluyente a una pastoral popular e incluyente;
 y para terminar y resumir estos elocuentes contrastes, queremos pasar

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de una pastoral dura, intransigente, prepotente y distante a una pastoral
de la misericordia que acoge y acompaña al que llega con todo y su vida
a cuestas, que acoge y, sobre todo, que sale “a brindar misericordia”.

Un horizonte para todos


Partimos del supuesto de que los Movimientos y Comunidades eclesi-
ales, así como las comunidades religiosas están presentes en los Consejos
Parroquiales de Pastoral. En el caso de que no fuera así, sería una muy buena
ocasión para renovar la composición de los Consejos Parroquiales de Pas-
toral, de modo que el presente “Examen de Conciencia parroquial” pueda
ser realizado por todos aquellos que tienen una presencia significativa en el
territorio y en la vida parroquial de diferentes maneras y según los propios
carismas; todos ellos, sin embargo, orientados a la “utilidad común”, o “al
bien de todos” (1Cor 12,7).
Que Nuestra Señora de Aparecida y nuestros mártires guatemaltecos
nos ayuden en esta hermosa y fascinante tarea.

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INDICACIONES PARA REALIZAR
EL EXAMEN DE CONCIENCIA
PARROQUIAL

A. EL TIPO DE EXAMEN DE CONCIENCIA QUE PROPONEMOS


1. Lo que anhelamos realizar, desde cada Consejo Pastoral Parroquial, es
una aplicación del EXAMEN DE CONCIENCIA que Pablo VI proponía
para toda la Iglesia en su encíclica programática llamada Ecclesiam
Suam (n.3) y que recoge Evangelii Gaudium, para apoyar la conversión
pastoral de toda la Iglesia.
2. “Pablo VI – recuerda el Papa Francisco- invitó a ampliar el llamado a
la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los indi-
viduos aislados, sino a la Iglesia entera” (EG, 26). Y del texto de Pablo
VI dice que “no ha perdido su fuerza interpelante”.
3. Este es el texto de Ecclesiam suam: “La Iglesia debe profundizar en la
conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio
(…) De esta iluminada y operante conciencia, brota un espontáneo de-
seo de comparar la imagen ideal de la Iglesia —tal como Cristo la vio, la
quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27))— y
el rostro real que, hoy, la Iglesia presenta (…) brota un anhelo generoso
y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos
que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior frente
el espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí” ES, 3).
4. Hacemos este EXAMEN DE CONCIENCIA PARROQUIAL, “com-
parando la imagen ideal de parroquia y el rostro real que, hoy, la par-
roquia presenta”. Y lo hacemos desde los “puntos más fuertes” de actu-
alización del ser y del quehacer de la Iglesia (aplicados a la parroquia)
que hace Aparecida.

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B. PROCESO A SEGUIR
1. Dado que el presente subsidio consta de 12 unidades temáticas, pro-
ponemos que cada Consejo Parroquial de Pastoral, presidido por su pár-
roco y con la asistencia de los demás sacerdotes – si los hay- , aborde
una unidad temática por mes.
2. Cada unidad temática contiene diversos aspectos o ángulos, escritos
en negrilla, que van diseñando el horizonte trazado por Aparecida para
visualizar la parroquia que hemos construido o que anhelamos forjar.
3. Ese planteamiento hecho por Aparecida debe ser leído y asimilado por
los miembros del Consejo Pastoral, con el propósito de suscitar una re-
flexión compartida, serena y objetiva, a partir de cada de las tres perspec-
tivas que se ofrecen bajo el subtítulo de “Examinamos”, o escogiendo
una o dos que les parezcan más apropiadas a la vida de la propia parro-
quia. Es muy conveniente que, previamente y de manera personal, cada
miembro del Consejo Parroquial haya leído los numerales de Aparecida
a los que se refiere cada “punto”.
4. Uno o dos miembros del Consejo Pastoral deberán tomar nota de las
aportaciones más significativas que vayan surgiendo en el proceso de
reflexión, para presentar en forma de “relato” o breve descripción (no
se trata de una encuesta, sino de un cuestionamiento) las aportaciones
de todos. En concreto, dicho “relato” es la respuesta que, con todas las
aportaciones engranadas en un solo “relato” damos a la pregunta con
que termina cada numeral de cada uno de los 12 temas: “Frente a este
horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parroquia?”. Ésta es la
pregunta que el Consejo Parroquial de Pastoral responderá en su relato.
De tal manera que, al final del proceso de reflexión, cada Consejo Pas-
toral habrá acumulado 12 breves relatos, uno por cada unidad temática.
5. Conforme cada parroquia vaya concluyendo sus “relatos”, los va en-
tregando al Vicario de Pastoral, para que elabore una síntesis de los
relatos de las parroquias de su respetiva Diócesis. En las diócesis con
más complejidad institucional, habrá que tener en cuenta las Vicarías
y decanatos, como pasos previos a la llegada de los “relatos” hasta el
Vicario de Pastoral.

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6. Este documento diocesano se entregará a la Comisión de Evangelización
con el fin de que llegue a ser el “documento base” para la Asamblea de
Provincia Eclesiástica a celebrarse en octubre del año 2017.
7. Si el párroco u otro sacerdote no pudieran asistir a las sesiones de tra-
bajo, el Consejo de Pastoral no deja de trabajar este “Examen de Con-
ciencia Parroquial”, siempre en comunión con sus sacerdotes.

C. GUÍA PARA ELABORAR EL RELATO


1. Consignar el nombre de la parroquia y la respectiva unidad temática.
2. Responder a la pregunta: “Frente a este horizonte de Aparecida,
¿cómo está nuestra parroquia?”, eligiendo una o las tres posibili-
dades que se ofrecen para la reflexión, bajo el título “Examinamos”.
3. Cada relato que no exceda una hoja tamaño carta digitalizada, en tipo
de letra Arial, punto 12.

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UNA PARROQUIA EN CONVERSIÓN
1. Nuestra Parroquia está consciente de que su acción pasto-
ral no puede prescindir del contexto histórico en que viven
sus miembros. De ahí le vienen los desafíos pastorales y la
necesidad de una renovación parroquial que implica refor-
mas espirituales, pastorales e institucionales (ver nº 367). Y
ya estamos metidos en esa renovación y en sus tres niveles
(espiritual, pastoral e institucional).
Examinamos:
a) si trabajamos pastoralmente con modelos que no tienen en cuenta a la
gente de nuestra parroquia y que “valen” lo mismo para el campo que
para la ciudad, para el centro que para la periferia, para cercanos que
para alejados: es decir, desde modelos de pastoral parroquial “estanda-
rizados”.
b) si nuestra pastoral parroquial va dirigida exclusivamente a “las almas”;
y “los cuerpos” (la vida, los sufrimientos, las esperanzas…) de la gente
no encuentran eco en nuestras actividades pastorales.
c) Si en nuestros movimientos y grupos y en las tareas pastorales que im-
pulsamos en nuestras parroquias le damos importancia a los “análisis de
la realidad” y a los Planes pastorales de nuestras diócesis y vicariatos
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. La misión ha ayudado a nuestra Parroquia a convertirse. Nos


hemos dado cuenta de que la dimensión misionera es un
eje transversal de toda nuestra pastoral parroquial. Estamos

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conscientes de que no tenemos excusas ante las exigencias
de una renovación misionera, entre ellas “el abandono de
las estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión
de la fe” (ver nº 365). Desde el espíritu y la práctica misione-
ra, estamos evaluando todo lo que hacemos, para ver si nos
ayuda o, por el contrario, nos pone difícil la salida a todos.
Examinamos:
a) si nuestra “salida” misionera ha sido sólo “física”: hemos salido a luga-
res a los que antes no nos habíamos acercado…, o ha sido también una
“salida existencial”: el contacto con la gente y con sus problemas hu-
manos “nos ha sacado” de nuestras rigideces mentales, nos ha volcado
a los más pobres desde el “principio-misericordia”, ha hecho que “no
pasemos de largo” ante el sufrimiento y el dolor de la gente (en la pará-
bola del buen samaritano, el sacerdote, el levita y el samaritano, los tres
“habían salido “físicamente”; sólo el samaritano salió además “existen-
cialmente”… Habría, pues, que distinguir entre “la misión/paseo” y “la
misión/salida”).
b) si la revisión de las estructuras, para ver las que son caducas porque no
llevan “misionariedad”, lo hacemos desde esa “salida existencial” del
samaritano (p.e.: no podríamos examinar solamente si en la era de las
comunicaciones, no empleamos suficientemente el mundo de la ima-
gen…, sino qué imágenes son las que utilizamos…; si empleamos o no
la radio o la televisión para la transmisión de la fe, sino qué tipo de fe es
la que transmitimos…).
c) Si Aparecida y las Santas Misiones Populares en algunas diócesis y vi-
cariatos del país han sido un modo concreto de entrar en una dinámica
eclesial más discipular y misionera, hasta qué punto hemos participado
en esos procesos y ha crecido nuestra conciencia y responsabilidad mi-
sionera
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

20
3. Para nuestra parroquia, la conversión está implicando ya
“escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu nos
dice a través de los signos de los tiempos” (ver nº 366). Sa-
bemos qué son los signos de los tiempos y los tenemos en
cuenta a la hora de trabajar pastoralmente. No trabajamos en
la parroquia, hoy, como si aún estuviéramos hace 100 años
atrás. Tenemos en cuenta todas las cosas que han cambia-
do en la sociedad y en la Iglesia.
Examinamos:
a) La “sensibilidad humana” que refleja nuestra pastoral parroquial: qué
lugar ocupan los problemas reales de la gente en nuestra vida parro-
quial. Si estamos construyendo parroquias-“paréntesis” que sacan a la
gente de la vida (nuestra parroquia es un “aparte” con relación a la vida
de la gente) o parroquias-“sumergidas” (nuestra parroquia es “una par-
te” de la vida de la gente).
b) Si nuestra parroquia tiene “antenas” de alta resolución para que la gente
– toda la gente – pueda sincronizar en la longitud de onda en que vital-
mente se encuentra o no hay manera de poder captar la señal de lo que
emitimos…; más aún, nos hemos quedado sin señal.
c) Si al abordar los problemas o situaciones de la gente caemos en “mora-
lismos” exigentes y crispados desde una postura de privilegiados muy
seguros de su salvación o por el contrario somos capaces de desarrollar
actitudes de verdadera compasión y solidaridad al estilo del Buen Sama-
ritano.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Nuestra parroquia no se cierra a la renovación de sus propias


estructuras, y las renueva con la finalidad de que todos sus
miembros se sientan discípulos y misioneros en comunión
(ver nº 172). Hemos revisado nuestras actividades pastora-
les, nuestras comisiones pastorales, nuestras costumbres
religiosas…, para ver cuáles nos hacen mejores discípulos
del Señor y cuáles nos lo ponen más difícil.
21
Examinamos:
a) si nuestra parroquia se plantea seriamente ayudar a que su feligresía
sea y crezca como discípulos, seguidores de Jesús o se contenta sim-
plemente con asegurar adeptos, deseando simplemente tener una mayor
“clientela”… Nos preocupa más tener “clientes” que tener “discípulos”.
b) si la misión nos lleva simplemente a querer tener buenos publicistas o
estamos seriamente empeñados en ayudar a tener verdaderos testigos.
c) si nuestros movimientos laicales se dedican solo a conseguir adeptos
para incrementar sus filas o ayudan a forjar la Iglesia que queremos,
enriqueciendo con sus carismas específicos la comunidad.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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UNA PARROQUIA,
CASA Y ESCUELA DE COMUNIÓN
1. Nuestra Parroquia ve un signo de esperanza en las nuevas
comunidades y movimientos eclesiales que apuestan por
la acción evangelizadora… (ver nº 214) Reconoce que son
un don del Espíritu y estima la posibilidad que ofrecen de
formación cristiana, crecimiento y compromiso apostólico.
A los que pasan por momentos de desánimo, la misma Pa-
rroquia se encarga de reanimarlos (ver nº 311).Porque está
consciente de que expresan la dimensión carismática de la
Iglesia y responden a nuevas situaciones y necesidades de
la vida cristiana, y de que son una buena plataforma de lla-
mada a los alejados (ver nº 312).
Examinamos:
a) si en la teoría y en la práctica, nuestra parroquia tiene clara la diferencia
entre unidad y uniformidad/ entre diversidad y dispersión. Las tenden-
cias a la uniformidad son muy grandes y pueden caer en la tentativa de
“controlar” la libertad del Espíritu Santo en el ámbito de la parroquia.
Las tendencias a la dispersión son tan grandes que no aparecen ya como
“rica” diversidad, sino como una disgregación “sectaria”…; en medio
de estas dos tensiones, la parroquia tiene un reto difícil, pero estimulan-
te.
b) si la diversidad de grupos, movimientos, asociaciones, comunidades…
se está expresando misioneramente, para dar cauces concretos a la fuer-
za transformadora del Evangelio (una diversidad “exógena” – hacia fue-
ra -) más allá del ámbito del templo/complejos parroquiales, o se trata
sólo de una diversidad “endógena” –hacia dentro-, con la sensación de

23
que tantos grupos, asociaciones, movimientos, comunidades son más de
lo mismo.
c) Si las distintas fuerzas vivas en una parroquia, particularmente movi-
mientos, asociaciones y grupos tienden a dispararse en cualquier di-
rección o realmente vamos construyendo “un precioso poliedro” que
muestra armónicamente le belleza de una iglesia que construye su uni-
dad desde la acogida de la diversidad.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. Como son muchos y tan variados los movimientos y comu-


nidades, nuestra Parroquia está atenta a la tarea de discer-
nimiento, coordinación y guía pastoral que tiene el Obispo
sobre ellos (DA, 214) e intenta servirles de instrumento y
plataforma para facilitar su integración en la diócesis y para
que se arraiguen en una profunda unidad de fe y de acción
con ella (DA, 313). Con sencillez y humildad quiere prestar
un servicio de comunión a la falta de integración eclesial y
parroquial de algunos movimientos eclesiales (DA, 100).
Examinamos:
a) la relación concreta que la parroquia mantiene con grupos, movimien-
tos, comunidades…, que no han nacido de la parroquia, sino que “lle-
gan” a la parroquia: ver las posibilidades que tiene la parroquia de no
dejarlos por siempre como hijos “ilegítimos”, sino de convertirlos en
hijos “adoptivos”.
b) si en el discernimiento de movimientos, comunidades y grupos prevale-
cen los criterios personales (párroco/agentes de pastoral) o los criterios
eclesiales. Si nos movemos en el nivel de competencia o en el de co-
laboración. Si priman las necesidades pastorales o se imponen los pre-
juicios personales.
c) si los movimientos y grupos laicales acogen de buen grado las orien-
taciones pastorales diocesanas o se quedan solamente con las de sus
propias directivas nacionales e internacionales

24
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia asume como una riqueza del Espíritu la


diversidad de carismas, ministerios y servicios. Estamos
conscientes de que, mediante ellos, nuestra Parroquia se
desarrolla en unidad y complementariedad (DA, 162).
 Examinamos:
a) hablando de “complementariedad”, si tenemos una visión cercana y am-
plia de las necesidades concretas (espirituales y humanas) de nuestro
territorio parroquial, como para saber qué carismas, ministerios, servi-
cios, grupos… “especializados” serían los más necesarios entre noso-
tros.
b) si descubrimos la necesidad de una pastoral parroquial “diversificada”
(según destinatarios y necesidades reales) o tendemos a una pastoral
“uniformada” (según ofertas “únicas” estandarizadas).
c) Si logramos un gozoso compromiso de unidad dentro de una rica di-
versidad y contribuimos desde nuestros carismas a “crear una nueva
mentalidad que piense en términos de comunidad” (EG, 188) o por el
contrario solo pensamos desde nuestros “capillismos” de pastorales,
grupos y movimientos sin importarnos realmente la vida eclesial.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. En la escucha obediente de la Palabra y en la celebración


de la Eucaristía, sobre todo en la Misa dominical, descubre
nuestra Parroquia la fuente de la comunión entre todos (pa-
rroquia y comunidades/movimientos). De ahí sacamos la
fuerza para no trabajar por nuestra cuenta, sino todos en
el seno de la única Iglesia de Cristo (DA, 180). Nuestra Pa-
rroquia nutre la comunión con el Pan de la Palabra y el Pan
de la Eucaristía, porque se celebra la Eucaristía de tal modo
que en ella se alimentan las nuevas relaciones evangélicas
25
surgidas de nuestra condición de hijos del Padre y herma-
nos en Cristo (DA, 158).
Examinamos:
a) cómo se cultiva en la parroquia la “pastoral del domingo”, para hacer
del día del Señor también el “día de la Iglesia” y el “día de la gente”
(del encuentro, de la visita, del saludo, de la preocupación compartida).
Si el domingo está estructurado simplemente como la oferta parroquial
para el cumplimiento del precepto de la misa. Si la misa está planteada
en términos de “obligación” y no llega a significar nada en términos de
“encuentro”.
b) Si hay una pre-misa y una post-misa donde se refuerzan los vínculos de
comunión y fraternidad entre todos. Si hay laicos/as encargados de esta
acogida y del fomento de estas relaciones fraternas. Si hay iniciativas
concretas en este campo.
c) Si la Eucaristía dominical muestra la comunión de todos los carismas, o
todavía andamos buscando “misas dominicales” para nuestros propios
grupos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. Nuestra Parroquia está consciente del origen trinitario de


la comunión, puesto que la Trinidad es fuente y modelo de
la comunión en la Iglesia (DA, 155). Por eso, a través de la
evangelización, intenta vivir y transmitir la comunión con
la Trinidad (DA, 157). Y se esfuerza en ser ella misma una
comunidad de amor que refleje la comunión misma de Dios
en el amor, consciente de que el testimonio del amor es una
fuerza de atracción misionera (DA, 159)
Examinamos:
a) si entre los agentes de pastoral (sacerdotes, responsables de pastorales
y de servicios parroquiales…) rigen relaciones cordiales y cercanas. Si
fácilmente unos grupos están contra otros. Si hay recelos, chismes y
calumnias entre los grupos, pastorales y comunidades.
26
b) Si el ambiente general de la parroquia, comenzando ya desde la primera
acogida, sobre todo, a los que se acercan a ella por primera vez o llegan
raras veces, es un ambiente distendido, abierto, sinceramente acogedor.
Si la gente que llega se encuentra con unos brazos y un corazón abiertos
o con la indiferencia, e incluso la hostilidad.
c) si cuando hay cambio de párrocos cambia radicalmente de rumbo la
vida pastoral de la parroquia o se mantiene en la línea del proyecto
pastoral diocesano; o algunos feligreses o grupos se ausentan mientras
otros asumen protagonismo o por el contrario hay la suficiente madurez
para asumir los cambios como algo normal y necesario.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. Nuestra Parroquia está también consciente de que no hay


discipulado sin comunión (DA, 156), por lo que se esfuerza
en ser en la práctica un espacio de comunión y de vida. E
invita a todos, especialmente a los “cristianos ocasionales”,
a esa comunión permanente, (DA, 160). Parte de la convic-
ción de que la comunión es misionera y que misión es para
la comunión (DA, 163). Por lo que también hace del manda-
miento nuevo del amor la señal que distingue a la feligresía
y la señal por la que es reconocida como Iglesia (DA, 161).
De hecho, la gente sabe quiénes pertenecen a la Parroquia
por el amor que se tienen.

Examinamos:
a) si la formación que estamos dando (catequesis/ preparación sacramen-
tos…) ayuda a que la gente piense “en términos de comunidad”, em-
pezando por los asuntos religiosos, pero extendiendo a un modo de ser
discípulos en medio de la sociedad.
b) Si las pequeñas comunidades están ayudando a extender capilarmente
este sentido comunitario o se están cerrando sobre ellas mismas, repro-
duciendo una especie de “egoísmo de grupo”.

27
c) Si la señal por la que se puede reconocer que todos somos discípulos de
Jesús es que realmente nos amamos unos a otros, o ponemos el acento
en cuestiones externas que nos diferencian hasta enfrentarnos entre no-
sotros (parroquias/movimientos/grupos).
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

7. Nuestra parroquia, teórica y prácticamente, insiste mucho


en el hecho de formar una comunidad, porque sabe que el
Espíritu Santo se derrama en los creyentes en cuanto miem-
bros de la comunidad, provocando una acción evangeliza-
dora comunitaria, superando así el ámbito de lo individual
(nº 171).

Examinamos:
a) si las celebraciones de los sacramentos (especialmente de la eucaristía)
expresan un sentido comunitario o se viven más como “acontecimientos
individuales”. Cómo estamos intentando que la gente perciba que nos
salvamos en comunidad y que, fuera de la comunidad, nos salimos de la
“influencia” del Espíritu Santo.
b) si la acción misionera la organizamos y la realizamos en comunidad,
evitando que cada quien marche por su lado y con sus propios objetivos
y acciones. Si todos los misioneros/as formamos una comunidad viva de
fe y de compromiso o simplemente nos relacionamos “funcionalmente”
(para preparar nuestras actividades).
c) si nos incorporamos al proceso de la parroquia en su intento de cons-
truir vida comunitaria para todos, o nos contentamos con la experiencia
comunitaria de nuestras pequeñas comunidades, grupos y movimientos
porque ahí nos sentimos mejor.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

28
8. Nuestra Parroquia está consciente de la responsabilidad
que le supone el hecho de tener un lugar privilegiado entre
todas las comunidades eclesiales… Esa responsabilidad la
lleva a querer ser en verdad una comunidad de comunida-
des evangelizadas y misioneras (y no refugio para unos po-
cos), donde afectiva y efectivamente se integre la variedad
de manifestaciones eclesiales (DA, 171) y donde se pueda
realmente encontrar un espacio comunitario (y plural) para
formarse en la fe y crecer comunitariamente (nº 304).

Examinamos:
a) Si tenemos la impresión y así actuamos de que, en medio de tantos mo-
vimientos, grupos y comunidades, quienes nos movemos en torno a la
parroquia somos otra comunidad más (la del párroco). Si esa sería la
razón por la que no llegamos a ser una “comunidad de comunidades”,
sino “la primera” comunidad de otras muchas comunidades.
b) Si esa manera de entendernos nos hace cerrados y como a la defensiva
respecto a otras comunidades y grupos que nos consideran como ex-
traños y para nada piensan que somos una plataforma de coincidencia/
comunión de todos.
c) Si todos (también movimientos y grupos) vamos asumiendo como prio-
ridad pastoral la construcción de la parroquia concebida como comuni-
dad de comunidades, para articular adecuadamente las distintas fuerzas
vivas como comisiones de pastoral, movimientos y grupos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

9. Nuestra Parroquia tiene Comunidades Eclesiales de Base


(CEBs), que mantienen un hondo sentido eclesial, son focos
importantes de evangelización en las periferias más empo-
brecidas y, a través de la parroquia, están integradas en la
vida y acción de la Diócesis (DA, 178-179).

29
Examinamos:
a) Si conocimos de cerca la experiencia de Las Comunidades Eclesiales de
Base (CEBs), y por qué desaparecieron, habrían ido desapareciendo, si
es que existieron en nuestra parroquia.
b) Si somos conscientes de que elementos nucleares de las CEBs (coconci-
miento de la realidad, Evangelio y vida, pastoral que parta de los pobres,
apego al Vaticano II…) no pueden faltar en nuestra pastoral parroquial;
y su hay Movimientos o comunidades que se muevan en esa línea den-
tro de nuestra parroquia.
c) Donde aplicaron las Santas Misiones Populares cuales son las buenas
noticias, las dificultades, los obstáculos y los desafíos que van presen-
tando las “Pequeñas Comunidades Eclesiales Misioneras”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

10. Nuestra Parroquia ha optado por la promoción de peque-


ñas comunidades como medio para hacer y acompañar a
los discípulos misioneros (DA, 307-309).

Examinamos:
a) Qué tipo de comunidades estamos promoviendo desde la parroquia y
cómo estamos dando espacio a las que ya existen desde otros Movi-
mientos. Parece que el Espíritu Santo no está “obligado” a derramarse
solo en las comunidades creadas por la parroquia. Parece que el Espíritu
Santo puede también derramarse carismáticamente en comunidades que
nacen fuera del ámbito parroquial. La opción por las pequeñas comuni-
dades debería tener en cuenta esta diversa procedencia, y la parroquia
ser comunidad de comunidades (de todas, y no sólo de las “propias”).
b) Cómo hacer para que las dos dimensiones: discipulado y misión estén
presentes en las pequeñas comunidades: un buen equilibrio entre insis-
tencias discipulares e insistencias misioneras.
c) En el lugares con SMPs, si “el animador misionero” o coordinador de
las Pequeñas Comunidades Eclesiales Misioneras va encarnando el “es-
píritu de Aparecida” y dando vida a nuevo ministerio laical.
30
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

11. En nuestra Parroquia, el párroco y los sacerdotes han “re-


creado” actitudes nuevas, considerándose también ellos
discípulos, enamorados del Señor, y misioneros, enviados
a los alejados (DA, 201).

Examinemos:
a) si hemos visto en nuestro párroco y sacerdotes una asimilación personal
de la espiritualidad de Aparecida que los lleve a considerarse condiscí-
pulos con nosotros antes que maestros para nosotros y que eso se haya
notado en momentos de oración compartida, en revisiones de vida a la
luz del Evangelio, hechas en conjunto, para ayudarnos mutuamente a
“volver a Jesús”.
b) Si tenemos o no tendencias “acaparadoras” con relación al párroco y a
los sacerdotes, impidiéndoles o facilitándoles la tarea de que sus pre-
ferencias pastorales se dirijan a los alejados, para que sea de verdad
pastores y no “peinadores de ovejas”
c) Donde las parroquias viven apegadas al Proyecto Pastoral Diocesano,
si los párrocos viven la comunión en la misión, retomando las grandes
prioridades pastorales de sus antecesores o por el contrario llegan im-
plementando cosas nuevas con tal de anular el trabajo realizado e impo-
ner líneas personales que no responden al Proyecto Pastoral Diocesano.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

12. En la parroquia, nuestros sacerdotes no trabajan para gru-


pos aislados, al contrario, son integradores en la unidad de
un único proyecto evangelizador, que cuenta de verdad con
los laicos y con los diferentes servicios y ministerios, pres-
tando a todos el servicio de la comunión (DA, 202). Eso les
lleva a ser en la práctica creadores de cauces de comunión,

31
superando la mera burocracia: Consejo Parroquial, Conse-
jo de Economía… (DA, 203).

Examinamos:
a) Si tenemos constituido en la parroquia el Consejo de Pastoral y si tene-
mos la impresión de que ese Consejo es importante, no sólo para cues-
tiones organizativas de actividades religiosas, sino principalmente para
meter mundo en las preocupaciones de nuestra parroquia, para hacer
que la parroquia no se encierre en el culto, sino que sea sensible a todo
lo humano que sucede en el territorio. Es fácil examinar cuáles son las
temáticas que trata habitualmente en Consejo y de ahí deducir si tene-
mos una preocupación puramente organizativa de actos o nos preocupa
que el Evangelio sea fermento de vida nueva para la gente.
b) Si está formado en la Parroquia el Consejo de asuntos económicos y
éste no se limita simplemente a contar lo recaudado en las colectas. La
economía parroquial es para apoyar la misión de la Iglesia en la parro-
quia y no sólo para obras, ornamentos o vasos sagrados.
c) Si en los organismos pastorales y en las directivas de los grupos, movi-
mientos y comisiones de pastoral se toman decisiones de modo colegial
y participativo, con alto nivel de corresponsabilidad o por el contrario
son unos pocos quienes manipulan o imponen sus criterios personales.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

13. Nuestra Parroquia se goza de que la comunidad fuera tam-


bién parte del anuncio de Jesús. Desde estas raíces en
el Señor que tiene todo lo comunitario, nuestra Parroquia
nos pide que, insertos en la sociedad, hagamos visible
nuestro amor y solidaridad fraterna (cf. Jn 13,35) y pro-
movamos el diálogo con los diferentes actores sociales
y religiosos. Aprendemos que, en una sociedad cada vez
más plural, estamos llamados a ser integradores de fuer-
zas en la construcción de un mundo más justo, reconcilia-
do y solidario (Mensaje). Como nos lo tomamos en serio,

32
de nuestra Parroquia salen laicos y laicas comprometidos
en la vida social y política.

Examinamos:
b) Si nuestra parroquia está realmente preocupada por todo lo que de bue-
no y malo pasa en nuestra sociedad. Si tiene un corazón sensible frente
a las necesidades de la gente. Si se podría definir como una comunidad
“solidaria” y en qué está manifestando que esa solidaridad es real. Si
hay relaciones cercanas y concretas con los movimientos y organizacio-
nes sociales, para estimular entre todos el servicio al bien común.
b) Si la formación cristiana en nuestra parroquia es de tal hondura humana
que suscita vocaciones de laicos y laicas para la vida socio-política,
como expresión del ejercicio de la caridad.
c) si inconscientemente nuestra parroquia se desliza hacia una espiritua-
lidad sin compromiso y de “huida del mundo”, llegando a pensar que
todo compromiso sociopolítico que lleve a la construcción de una socie-
dad distinta es ajeno o contrario a la fe.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

14. Nuestra parroquia realiza esfuerzos y actividades concre-


tas para favorecer la vivencia comunitaria de la fe. Todo lo
que hace lo realiza de modo que los fieles sean acogidos
fraternalmente y se sientan valorados, visibles y eclesial-
mente incluidos; que se sientan realmente miembros de
una comunidad eclesial y corresponsables en su desarro-
llo (nº 226), y no piensen que son simplemente una “clien-
tela” de servicios religiosos.

Examinamos:
a) Si la gente percibe en nuestra parroquia no una comunidad de fe, sino
una agencia de servicios religiosos y así, con nuestras actitudes y nues-
tras maneras de actuar hacemos de la gente “clientes” y no miembros de
una comunidad vida.
33
b) Si los que estamos somos tan acaparadores que a quienes se incorporan
de nuevo solo les toca recibir cosas, porque los servicios ya están copa-
dos por los de siempre.
b) Si hay una renovación y rejuvenecimiento de responsabilidades en los
distintos servicios y tareas o siempre somos los mismos, haciendo lo
mismo y para los mismos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

15. Nuestra Parroquia conoce y asume el plan pastoral de la


Diócesis y, en comunión con él, elabora el suyo propio,
con la participación de los laicos en el discernimiento, la
toma de decisiones, la planificación y la ejecución del mis-
mo (nº 371).

Examinamos:
a) Si en la diócesis/Vicariato hay un Plan de Pastoral, cómo está la parro-
quia aplicándolo en su propio ámbito. Ignorar el Plan diocesano es una
falta grave de comunión. Copiarlo sin aplicarlo a la realidad parroquial
es una falta grave de responsabilidad… ¿por dónde se sitúa nuestra pa-
rroquia?
b) En general, deberíamos examinar nuestra relación de parroquia con el
Obispo y la diócesis. No es una mera cuestión de estrategia. Es cuestión
de teología: el Obispo es el principio y el garante de la comunión de
toda la Iglesia diocesana, de manera que hay parroquias, porque hay
diócesis y no al revés: hay diócesis, porque hay parroquias. Nuestra
primera pertenencia es a la Iglesia diocesana… ¿Cómo andamos de es-
píritu diocesano? En la realidad de cada día, ¿está nuestra Iglesia buen
integrada en la diócesis o tendemos a considerarnos los únicos y, ade-
más aislados?
c) si descubrimos (y ellos también descubren) que también los movimien-
tos laicales presentes en la parroquia caminan desde esta teología de la
Iglesia particular.

34
16. Nuestra parroquia es abierta y dialogante, y está siempre
dispuesta a promover la corresponsabilidad y participa-
ción efectiva de todos los fieles. Está consciente de que
el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una
urgencia pastoral y de que su programación pastoral ha
de inspirarse en el mandamiento nuevo del amor (cf. Jn
13,35) (nº 368). Si no hay amor entre todos (personas, co-
munidades, movimientos), el plan pastoral de nada nos
sirve.

Examinamos:
a) Si la pertenencia a la parroquia nos hace ser un grupo cerrado de los de
siempre y consideramos como un “atentado” a nuestra posición de pa-
rroquianos de toda la vida el que haya gente nueva. Como si hubiéramos
hecho club de amigos que nos da un tipo de importancia social ante los
demás.
b) Si nos damos cuenta de que lo importante de nuestra parroquia es ser
una comunidad de fe y de vida y, por lo tanto, es ahí donde nos ayu-
damos y nos abrimos a los demás, acogiendo a todos con alegría para
participar todos cada vez de manera más consciente en la vida de Jesús
y su entrega a los demás.
c) Si desde la parroquia con nuestros planes pastorales y nuestro modo de
conducirlos, le estamos apostando a una iglesia que se hace visible en la
calle, que huele a pueblo (oveja), que no excluye a nadie sino que acoge,
que se define como sacramento de misericordia, que es dialogante no
autorreferencial, que es pobre y de los pobres, que vive la alegría del
Evangelio y que cree siempre en la novedad sorpresiva del Espíritu.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

35
17. Hemos trabajado duro para hacer que nuestra Parroquia
sea una red de comunidades y grupos que se han articula-
do entre ellos, de modo que todos nos sentimos realmente
discípulos y misioneros en comunión, y así nuestra Pa-
rroquia es hoy una “comunidad de comunidades” (ver nº
172).

Examinamos:
1) Si tenemos la impresión de que en nuestra parroquia cada quien (perso-
nas o grupos) va por su lado y que no hay manera de que nos pongamos
de acuerdo prácticamente en nada. Que hemos llegado a una especie de
“convenio de no agresión”, pero que más allá de eso, la comunión entre
todos no funciona.
b) Si nuestra parroquia en lugar de ser una comunidad de comunidades es
una comunidad solitaria en tensión con otras muchas comunidades que
desconfían de ella y ella desconfía de todas las demás.
c) Si todas las fuerzas vivas de nuestra parroquia van creciendo en la toma
de conciencia que somos “pueblo de Dios peregrino en la historia hacia
el Reino”, a pesar de nuestros errores, limitaciones y pecados, o por el
contrario nos atrincheramos como guetos, y siempre estamos a la defen-
siva por parte de nuestras pastorales, de nuestros grupos y movimientos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

36

UNA PARROQUIA MISIONERA
1. Nuestra Parroquia ha asumido el reto de promover y formar
discípulos misioneros que viven a Jesús y lo anuncian (ver
nº 14); y ha percibido ya una gran conmoción que le impide
instalarse en la comodidad, el estancamiento y la tibieza, al
margen del sufrimiento de los pobres (ver nº 362)

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia se ha tomado en serio el tema de la misión conti-
nental y ha aprovechado el momento propicio para promover y formar
misioneros/as.
b) En caso de haberla realizado, si esa misión “programática” se ha con-
vertido de verdad en una “conmoción” que ha sacado efectivamente (y
no sólo en os buenos deseos) a la parroquia de la comodidad, el estan-
camiento y la tibieza y, de hecho (no sólo en teoría) la ha acercado al
mundo de los más empobrecidos de la parroquia.
c) En aquellas diócesis y vicariatos apostólicos que ha asumido las Santas
Misiones Populares, como instrumento para ponerse en estado perma-
nente de misión, qué frutos se van logrando en la tarea de la “transfor-
mación misionera de la Iglesia”, qué dificultades se han generado y qué
desafíos se tienen ahora.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. Nuestra Parroquia infunde el deseo de anunciar a Cristo, por-


que se preocupa de proponer y acompañar la pertenencia de
todos nosotros a Él. Sabe, en efecto que todo discípulo es
misionero, como parte integrante de su identidad cristiana
37
(ver nº 144) Y así, nuestra Parroquia tiene conciencia de que
la misión no es un programa, sino un encuentro (ver nº 145),
porque hemos llegado a comprender que no somos discípu-
los ni siquiera por una decisión ética, sino por el encuentro
y seguimiento de una Persona (ver nº 243). Por lo mismo, he-
mos tomado conciencia de que no somos misioneros “por
oficio”, sino por “coherencia” con nosotros mismos y con
nuestra pertenencia a la comunidad de la Iglesia.

Examinamos:
a) Si hemos tomado conciencia de que lo de ser misionero/a no es una sim-
ple función para hacer cosas novedosas, sino que es una nueva manera
de entender nuestro ser de cristianos; que si no somos misioneros es
porque no somos buenos cristianos, porque lo somos sólo de nombre. Si
la misión nos ha ayudado a hacer más vivo y más comprometido nuestro
encuentro con Jesús.
b) Si hemos caído en la cuenta de que nuestra pertenencia a la parroquia
no sería verdadera, si no colaboráramos a hacer de ella una comunidad
que no se encierra en el templo o en la sacristía, sino que sale a los más
alejados, a los que se marcharon y a los que nunca estuvieron.
c) Si los procesos formativos en nuestras parroquias tienen como horizon-
te un “discipulado misionero al servicio del Reino”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia tiene conciencia de que Jesús la envía a


todos, recordando que “la Iglesia está al servicio de todos
los seres humanos, hijos e hijas de Dios” (ver nº 31). No se
limita a cuidar a los pocos que se acercan a ella; ella “sale”
hacia los de fuera, para anunciarles el Evangelio de Jesu-
cristo (ver nº173).

38
Examinamos:
a) Si nuestra parroquia ha quedado reducida al grupo de los de siempre
que, además, se considera a sí mismo como un grupo de selectos y pri-
vilegiados, y no tiene la conciencia clara de que ella se debe a todos y
tiene que ser para todos; más aún hasta le asusta tener que ingeniárselas
para llegar a todos.
b) Si nuestra parroquia es muy paciente en “esperar” a que venga gente;
pero no le ocurre que es ella la que tiene que salir, porque le da miedo a
la salida le produzca cualquier accidente; prefiere quedarse encerrada y
esperando a que vengan, pero con ella no va el mandato de Jesús: “va-
yan”; donde Jesús dice; “vayan”, nuestra parroquia dice: “vengan”.
c) si hemos hecho el esfuerzo de que esta “salida misionera” sea compren-
dida por todos y sea realizada en comunión, también por los grupos y
movimientos que trabajan en la parroquia.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Con la misión, nuestra Parroquia nos lanza al corazón del


mundo (como la levadura en la masa), y nos hace conscien-
tes de que la santidad no es una fuga hacia el intimismo o
el individualismo religioso, ni consiste en desentenderse de
los problemas humanos (ver nº 148).

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia tiene miedo a mezclarse con la gente y llegar a
meterse en lo que está pasando en las familias, en la colonia, con la violen-
cia, con los mareros, con la educación, con la salud…, porque le parece que
lo único que el Señor le pide a ella es que enseñe a la gente a rezar y a que
vaya a misa el domingo.
b) Si en la parroquia pensamos que cuanto más nos alejemos del mundo,
tanto mejor, porque el mundo es malo y nos puede contaminar. Que lo nues-
tro es “huir” del mundo para que así el demonio no nos tiente y caigamos
en pecados.

39
c) Si realmente incidimos en la vida sociopolítica de nuestros pueblos con
objetividad, sentido crítico y participación. O, desde el punto de vista de
la problemática social, somos simplemente irrelevantes como creyentes
y como parroquia.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. En nuestra Parroquia, la misión surge de un convencimien-


to interior: de que la vida se acrecienta dándola, y se debilita
en el aislamiento y la comodidad. Nos hemos hecho cons-
cientes de que nuestra vida se alcanza y madura en la medi-
da en que la entregamos a los otros (ver nº 360).

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia hemos llegado a entender que la misión y ser
misioneros/as es una manera nueva de entender quiénes somos desde el
proyecto de Dios sobre nosotros: somos hombre y mujeres que, como
Jesús, han decidido que su realización personal es la “entrega a los de-
más”.
b) Si en nuestra parroquia vamos haciendo las cosas por la gente, conscien-
tes de que “la vida se nos dio, y la merecemos dándola”, y eso nos lleva
a ser misioneros no por obligación sino por “coherencia” con nosotros
mismos.
c) Si nuestra parroquia también va formando ciudadanos honestos, trans-
parentes, de mentalidad abierta y positiva, que se involucran en los pro-
cesos sociales de sus pueblos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. Nuestra Parroquia se ha quitado la pereza pastoral desde el


compromiso de la misión continental, que se ha realizado,
convencidos de estar necesitados de una gran conmoción

40
para no instalarnos en la comodidad, el estancamiento y la
tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres” (ver nº 362)

Examinemos:
a) si, independientemente de la metodología que hayamos seguido, hemos
realizado en la parroquia la misión continental
b) Si esa misión realizada ha sido realmente una conmoción para la parro-
quia y en qué se ha notado esa conmoción.
c) Si, en nuestra parroquia, la vida pastoral y misionera se impulsa desde
los organismos eclesiales como los Consejos Pastorales o, por el contra-
rio, cada uno impulsa la misión que quiere y hace lo que quiere respecto
a la misión.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

7- Nuestra Parroquia está convencida de la necesidad que tie-


ne de pasar de una pastoral de mera conservación a una
pastoral misionera (ver nº 370), por lo que despierta en to-
dos un gran impulso misionero, una actitud de “salida”, ha-
ciendo que nadie se quede en una pasiva espera dentro del
templo (ver nº 548) o de las instalaciones parroquiales.

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia, cuando queremos cambiar algo para que sea
más misionera, para que salga más, para que no se apolille en la sa-
cristía, siempre tenemos que luchar con quienes salen diciendo “es que
siempre se ha hecho así” (a ese se le llama una pastoral de “conserva-
ción”).
b) Sería bueno calcular cuánto tiempo estamos dando a las actividades de
culto y cuándo estamos dando a salir fuera del templo a encontrar a la
gente, a conversar, a animar, a consolar, a compartir… y, en ese encuen-
tro, poder anunciar a quien nos mueve a todo: a Jesús.

41
c) Si las actividades de gran tradición como las que se dan en Cuaresma,
Semana Santa, fiesta patronal… logran ser mediaciones de renovación
y transformación de la vida pastoral en nuestras parroquias, en línea con
la misión.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

8. Nuestra Parroquia piensa en la misión no sólo como un pro-


grama transitorio, sino como un estado permanente, como
un estilo en todo lo que planeamos, vivimos y realizamos
(ver nº 591).

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia, una vez que hemos terminado la misión, hemos
vuelto a lo mismo, sólo que con unos pocos más que se han incorporado,
pero seguimos haciendo las mismas cosas, con las mismas formas, con
los mismos contenidos, en realidad nada ha cambiado, sólo que somos
unos pocos más.
b) si entendemos o no que, para ser siempre misionera, nuestra parroquia
tiene que dejar de estar mirándose siempre a ella misma y procurar que
todo lo que hace la lleve a mirar más a la gente, a los problemas que
tienen, a las esperanzas que llevan en su corazón…, para hacer que todo
eso lo miremos y lo apoyemos desde nuestra fe en Jesús.
c) si hay pastorales, grupos o movimientos que están tentados de no asu-
mir el proyecto misionero de la diócesis o vicariato, porque consideran
que lo prioritario para ellos es la dedicación a lo que les es propio, al
margen de la misión.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

9. En nuestra Parroquia existe la convicción de que no pode-


mos desaprovechar esta hora de gracia. La convicción de
que necesitamos un nuevo Pentecostés y salir al encuentro

42
de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos
para comunicarles y compartir el don del encuentro con
Cristo (ver nº 548).

Examinamos:
a) si caemos o no en la cuenta de que desde Aparecida y ahora mucho más
con el Papa Francisco, nos sentimos empujados a cambiar muchas cosas
en nuestra parroquia, que el nuevo Pentecostés ya se está dando, pero
nos tenemos que preguntar si nosotros nos estamos poniendo la sombri-
lla para que el Espíritu Santo no se derrame en nuestros corazones.
b) Si se está notando que, lo mismo que Pentecostés sirvió para que los
apóstoles dejaran el miedo y su encierro en el cenáculo, este momento
de gracia que estamos viviendo en la Iglesia nos sirve para lo mismo:
para que perdamos el miedo y los complejos y llevemos a la gente lo
mejor que tenemos: Jesús y su Evangelio como nueva forma de vivir la
vida de cada día.
c) Si se percibe que en nuestras parroquias estamos de verdad saliendo al
encuentro de los alejados, de los indiferentes, de las familias, de los más
empobrecidos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

10. Por mucho que nos cueste, nuestra Parroquia está decidi-
da a que no nos quedemos tranquilos en espera pasiva en
nuestros templos, sino que nos mostremos disponibles a
acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal
y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más
fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria
pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en
Iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus discí-
pulos y misioneros en la construcción de su Reino entre
nosotros (ver nº 548).

43
Examinamos:
a) Si nos apegamos a hacer cosas en el templo, porque no sabemos hacer
otra cosa y porque creemos que sólo ahí están “las cosas de Dios”. Si
caemos o no en la cuenta que “la gran cosa de Dios” es justamente
vencer el mal dentro de nosotros y vencer el mal en el mundo (las in-
justicias, las desigualdades, la pobreza, las malas políticas de salud, de
educación, de vivienda, la marginación de los indígenas y campesinos,
la emigración forzada, la violencia, el desempleo juvenil…).
b) Si caemos en la cuenta o no de que así construimos el Reino de Dios,
porque ese Reino no es un lugar en el que aclamamos al Rey de Reyes y
Señor de Señores, sino que es una convivencia humana realizada desde
nuestra condición de hijos de Dios y de hermanos todos los hijos de un
mismo Padre.
c) Si somos consciente del papel que hemos de desempeñar, sobre todo
como laicos, en la vida pública o es algo que no tiene importancia por-
que consideramos que esas son cosas del mundo que ya no van con
nosotros
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

11. En nuestra Parroquia, todas las fuerzas vivas nos senti-


mos convocados a la misión (sacerdotes, religiosos/as y
laicos/as), y hacemos pasar el anuncio de persona a per-
sona, de casa en casa, de comunidad a comunidad, bus-
cando dialogar con todos en espíritu de comprensión y de
delicada caridad (ver nº 550).

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia lo de la misión lo lleva solamente un equipo y
todos los demás nos sentimos como ajenos a lo que ese equipo hace; o
realmente la misión es una preocupación y una tarea de todos (incluidos
el párroco y los demás sacerdotes).

44
b) Si esperamos a que la misión esté organizada o nos damos cuenta que
en la sencillez de cada día, con nuestros vecinos, con los compañeros de
trabajo, con los amigos, con la propia familia… podemos ser también
misioneros.
c) Si hemos participado en las diversas propuestas misioneras que nuestras
Diócesis y vicariatos han impulsado con renovado entusiasmo después
de Aparecida o por el contrario hemos sido indiferentes porque nos sen-
timos muy seguros de lo que hemos venido haciendo en nuestra parro-
quia, grupos y movimientos, y creemos no necesitar ya de otras cosas
más.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

12. Nuestra Parroquia tiene conciencia de que la misión evan-


gelizadora abraza con el amor de Dios a todos. Pero he-
mos comprendido también que lo hace de una manera
especial con los pobres y con los que sufren. Todos he-
mos comprendido y así actuamos que la misión no puede
separarse de la solidaridad con los necesitados y de su
promoción humana integral (ver n. 550).

Examinamos:
a) si en nuestra parroquia los pobres son los privilegiados de nuestra mi-
sión o son los olvidados; si los enfermos son queridos por la parroquia o
no nos interesamos por ellos; si los jóvenes sin trabajo, los que están en
situaciones de deterioro personal por la droga, el alcoholismo, las maras
o por la violencia, la parroquia los da por perdidos y ni caso les hace…,
si las mujeres que son maltratadas a nadie le importan…Si pensamos
que todo eso no tiene nada que ver con el Evangelio que anunciamos…
b) Si pensamos que preocuparse y hacer cosas por toda la gente más nece-
sitada no tiene que ver nada con la misión de la parroquia…
c) si vamos a los “perdidos en los vicios” con mensajes moralizantes de
tipo farisaico que generan sentimientos de culpabilidad o de un cierto
fatalismo o por el contrario vamos en la actitud liberadora y humanizan-
45
te cuyo modelo más elaborado contemplamos en la parábola del buen
Samaritano.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

13. El compromiso misionero lo vive nuestra Parroquia como


tarea de toda la comunidad y no sólo de un “equipo mi-
sionero” dentro de ella. Tenemos cauces para que todos
podamos salir al encuentro de los alejados, no de manera
proselitista ni estilo campaña de publicidad, sino para es-
tablecer redes de encuentro y de cercanía, para poder vol-
verlos a encantar con la vivencia comunitaria el Evangelio
(ver nº 226).

Examinamos:
a) si nuestro estilo misionero se parece más a una campaña política que a
un encuentro con la gente, lleno de cercanía, de amistad, de consuelo,
de compañía, de ánimo…
b) Si, desde la misión, aprendemos con la gente la alegría de estar juntos,
de apoyarnos, de conocernos, de sentirnos cercanos en lo bueno y en lo
malo, de no ser indiferentes, de no pasar de largo ante los problemas de
nadie, de hacer nuestras las alegrías y las esperanzas, los sufrimientos
y los dolores de los demás, haciendo poco a poco una comunidad de
hermanos abierta y esperanzadora.
c) Si en la misión nuestra mentalidad es impositiva, prepotente o por el
contrario nos tomamos en serio la inculturación y el en-carnarse en la
realidad vital de la gente con sus penas, dudas, incertidumbres, alegrías,
esperanzas…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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14. En nuestra Parroquia vivimos una experiencia gozosa: a
medida que conocemos y amamos más a Jesús, experi-
mentamos la necesidad de compartir con otros nuestra
alegría de sentirnos enviados a anunciar a Jesucristo, a
servir a los más necesitados y a construir el Reino de Dios.
Estamos convencidos de que la misión es inseparable del
discipulado y no la dejamos para una etapa posterior a
la formación, sino que la vamos realizando de diversas
maneras, de acuerdo con la vocación de cada uno y con
su maduración humana y cristiana (ver nº 278). Para ello,
tenemos cauces de misión en la parroquia, a los que se
incorporan también miembros de Movimientos y Asocia-
ciones laicales, dando así un testimonio eclesial de comu-
nión para la misión.

Examinamos:
a) Si la misión nos sale desde aquel dicho bíblico: “de la abundancia del
corazón habla la boca”…, y nos sale, por tanto, de la alegría de haber
encontrado nosotros a Jesús y de lo que ese encuentro supone de vida
nueva para cada uno de nosotros…y por eso queremos compartirla con
los demás.
b) Si ese deseo de compartir la alegría del encuentro con Jesús y de lo que
ha supuesto en nuestra vida, lo podemos anunciar con libertad desde el
momento en que nos hemos sentido gente nueva en Jesús, aunque sabe-
mos que tenemos que irlo afianzando aprendiendo cada día más cosas
acerca de Jesús, de su Evangelio, de su comunidad que somos la Iglesia.
c) Si en la parroquia, de verdad, damos “un testimonio eclesial de comu-
nión” con todas las fuerzas vivas que la integran o por el contrario cada
pastoral, grupo o movimiento actúa de modo independiente y, a veces,
sólo con el afán de conquistar adeptos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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15. Nuestra parroquia tiene asumida la exigencia de pasar
con decisión de una pastoral de mera conservación a una
pastoral decididamente misionera, a fin de que el Evan-
gelio pueda seguir introduciéndose en la historia de cada
comunidad eclesial (ver nº 370). No sólo ha asumido esta
exigencia, sino que ha comenzado a obrar en consecuen-
cia: ha hecho la misión continental y ha quedado consti-
tuida en “estado permanente de misión”.

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia es ya cosa corriente que hablemos de misión,
como quien habla de la misa dominical o de la primera comunión, por-
que se nos ha entrado de tal modo este deseo de abrir nuestra comunidad
a todos, y de anunciar a Jesús a todos, que no se nos aparta de nuestra
boca lo de la misión.
b) Si nos quedamos plantados con la celebración de la semana o del mes
misionero, o por el contrario ya a todo lo que hacemos en la parroquia
le ponemos la impronta misionera, y así tenemos una catequesis misio-
nera, una pastoral familiar misionera, una pastoral juvenil misionera…
c) Si en la parroquia los diversos agentes de pastoral vamos tomando con-
ciencia que la “misión no es una pastoral más; sino más bien es el cora-
zón de toda la pastoral”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

16. El nuevo ardor misionero hace que nuestra Parroquia sea


percibida por la gente como una madre que sale al en-
cuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de
comunión misionera (ver nº 370). La gente ha cambiado
la idea acerca de nuestra Parroquia: ya no la consideran
como una “agencia de servicios religiosos” y de arreglo
de papelería, sino como una anunciadora de Jesús y de su
mensaje de salvación para todos.

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Examinamos:
a) Si como fruto de nuestra misión y del estado permanente de misión,
hemos observado que la gente comienza a percibir nuestra parroquia
de una manera distinta; ya no piensan de ella como si fuera una agencia
donde hay que ir a arreglar papeles o gasolinera donde hay que ir a echar
gasolina, pero recibido el servicio uno lo paga y a saber si vuelve…; si
la gente comienza a percibirla como a una madre que acoge, un hospi-
tal de campaña donde se curan heridas, un hogar sencillo en el que se
comparte…
b) Si nosotros mismos estamos más alegres de ser miembros de una parro-
quia que se pone en esta línea nueva de acogida y servicio para todos.
c) Si vamos experimentando ese “ardor misionero” que nos está ayudando
a “pasar de una visión devocional, moralizante y doctrinal de la fe a una
dimensión mística, popular, profética, militante” capaz de mostrar un
rostro fresco, radiante de la vida cristiana en nuestras comunidades.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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50

UNA PARROQUIA,
ENRAIZADA EN JESÚS
1. Nuestra Parroquia cultiva la vida interior: hace de la Palabra
fuente sincera de discipulado misionero (ver nº 172), alimen-
ta su vida interior por la celebración de los sacramentos,
especialmente por la Eucaristía (ver nº 175). En la comuni-
dad parroquial, los fieles pueden tener una experiencia viva
de Cristo y de la Iglesia (ver nº 304). Asume desde esa vida
(y no desde puras prescripciones canónicas) la responsabi-
lidad de ser lugar y matriz de la iniciación cristiana (ver nº
193).

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia tiene un ambiente favorable para poder realizar
el encuentro con Jesús en la oración. Si se cultivan momentos de una
oración auténticamente “cristiana”: la que nos pone en contacto vivo
con Jesús tal como no los presentan los Evangelios…, y no se queda
en espiritualidades vagas de energía positiva, de ondas magnéticas, de
sentimentalismos a flor de piel, de griterío desenfrenado, de un pragma-
tismo inmediatista…
b) Si la iniciación cristiana ocupa un lugar principal entre las actividades
de nuestra parroquia, y se hace no como simple y corta preparación de
los sacramentos de la iniciación (bautismo, confirmación, eucaristía…),
sino como un proceso sencillo, cercano y vivo de acercamiento a Jesús
y a su Evangelio.
c) Si las adoraciones eucarísticas, los momentos de oración, los retiros
espirituales en mi parroquia favorecen el crecimiento personal y el
compromiso misionero con el mundo o por el contrario se vuelven mo-
51
mentos que alientan el intimismo, el “sentirme bien”, el escape ante los
desafíos de la vida…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. No queremos engañarnos a nosotros mismos, por lo que


nuestra Parroquia está consciente de que para convertir-
se en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora,
tiene que ser de nuevo evangelizada y fiel discípula, y que
hay que fortalecer la fe y no dar nada por presupuesto y
descontado. Por lo que nuestra Parroquia se siente llamada
a “recomenzar desde Cristo”, sabiendo que sólo gracias a
ese encuentro y seguimiento somos rescatados de nuestra
conciencia aislada y salimos a comunicar a todos la vida
verdadera, la felicidad y esperanza que nos ha sido dado
experimentar y gozar (ver nº 549).

Examinamos:
a) Si pensando que ya estamos desde tanto tiempo en la Iglesia, hemos lle-
gado a creernos que ya no necesitamos que nadie nos anuncie el Evan-
gelio; pensamos que ya estamos evangelizados y que nadie nos puede
enseñar ya nada; si, además, pensamos que ya vivimos suficientemente
nuestra vida en Cristo y no tenemos necesidad de crecer en unión con
él y desde él, con los hermanos… Si pensamos que ya henos llegado a
donde íbamos…
b) Si no deberíamos pensar en que, por creer que ya estamos convertidos
desde siempre, no pudiera darse el caso de que se nos pasara lo prin-
cipal: que Jesús nos pide cada día hacer un camino hacia Él, para estar
siempre iniciando desde Él y no desde nuestras “manías” personales y
pastorales.
c) Si estamos dispuesto a volver a Jesús, que será también “volver a la
fuente y recuperar la frescura original del Evangelio” para que “broten
nuevos caminos, métodos creativos”, (EG 11); o más bien preferimos la

52
seguridad de nuestras doctrinas o la excusa de que “aquí siempre así se
han hecho las cosas”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra parroquia se esfuerza con medios concretos en


ofrecer a todos sus fieles un “encuentro personal con Je-
sucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa y un
anuncio kerigmático; y cuida y acompaña el testimonio per-
sonal de los evangelizadores, estimulando su conversión
personal y a un cambio de vida integral (ver nº 226).

Examinamos:
a) Si lo decisivo de todas nuestras actividades pastorales, incluidas las que
se refieren al culto, es que todos (agentes de pastoral y pueblo) sintamos
la alegría y la exigencia del encuentro personal con Jesús. Si ese en-
cuentro es lo que “llena” la vida de nuestra parroquia, o por el contrario,
permanece “perdido” en medio de un gran activismo y de un sin fin de
procedimientos burocráticos.
b) Si los misioneros/as y agentes de pastoral tenemos espacios de moti-
vación y de encuentro con Jesús o solamente nos preocupamos por las
técnicas de aprendizaje de nuestro trabajo y por cómo salimos de nues-
tras responsabilidades… Qué atención se da a los agentes de pastoral y
misioneros/as para el crecimiento de su vida interior.
c) Si nuestros agentes de pastoral son meros funcionarios fríos y “sin alma”
o por el contrario irradian una paz y serenidad del Espíritu como fruto
de “una espiritualidad del discipulado de Jesús de Nazaret”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Nuestra Parroquia se ha planteado en serio ayudar a que


las personas maduren constantemente en el conocimiento,
amor y seguimiento de Jesús, y a que profundicen en el mis-
53
terio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Por eso
damos una importancia fundamental a la catequesis perma-
nente y a la vida sacramental (ver nº 278). Y hemos puesto
en funcionamiento cauces para esta constante maduración.

Examinamos:
a) Si la catequesis parroquial está exclusivamente centrada en la prepara-
ción de la primera Comunión y de la Confirmación; y si la Confirmación
es, de hecho, el “sacramento de adiós”, de modo que es prácticamente
inexistente una catequesis permanente de adultos con verdaderos proce-
sos de maduración de la fe… Si la fe se queda así infantilizada y sola-
mente la vamos “recubriendo” de eventos devocionales…
b) Si la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la
Reconciliación, van marcando una progresiva conformación con la vida
y el proyecto de Jesús, de manera que se nota que vamos avanzando en
la coherencia entre la fe y la vida.
c) Si hemos renovado realmente la catequesis presacramental, para que
sea encarnada, liberadora y transformadora o, más bien, se ha quedado
en el mero cumplimiento de algunos requisitos y en la presentación de
algunos contenidos doctrinales sin poca o con nula incidencia en la vida
de las personas
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. Nuestra Parroquia cuida con esmero la espiritualidad, pero


está muy consciente de que la vida en el Espíritu no nos
cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en
personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el
servicio misionero. En la Parroquia, cultivamos una espiri-
tualidad que nos vuelve comprometidos con los reclamos
de la realidad y capaces de encontrarle un profundo signi-
ficado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el
mundo (ver 285). De hecho, los resultados ya se pueden ver
en los laicos y laicas a quienes la espiritualidad los ha lleva-

54
do a comprometerse en la transformación de las realidades
sociales.

Examinamos:
a) Con qué estilo se desarrollan en nuestra parroquia los retiros, las charlas
de formación, las jornadas de oración, las asambleas de las comunida-
des, la adoración al Santísimo…, si son cauce para transmitir y asimilar
una espiritualidad “cristiana”, es decir que nos lleva a asimilar, median-
te la acción del Espíritu, los mismos sentimientos de Cristo Jesús, ha-
ciendo nuestra vida más entregada a los demás, haciendo que nos olvi-
demos poco a poco de nosotros mismos, para meter en nuestro corazón
muchos rostros y muchos nombres a quienes podemos y debemos ser-
vir…, o buscamos todos estos medios de espiritualidad para desarrollar
actitudes muy intimistas e individualistas, que no tienen en cuenta rodo
lo que espiritualmente nos exige el misterio de la encarnación…
b) Siendo nuestras parroquias en su mayoría laicos/as, si crece una espiri-
tualidad laical que lleva a nuestros laicos y laicas a vivir del Espíritu de
Jesús en la familia, en el trabajo, en las responsabilidades públicas, en el
compromiso por trabajar en la sociedad y en la política con honestidad
y compromiso con los más empobrecidos… O se suele pensar que la
espiritualidad es precisamente para “alejarse” de todas esas cosas que
son terreno pecaminoso…
c) Si prevalece en nuestras parroquias “un clericalismo” favorecido por los
mismos laicos que se resisten a asumir su identidad y misión o por los
mismos clérigos que se están aún apegados a autoritarismos impositivos
que impiden crecer a la gente.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. Nuestra Parroquia está consciente de que ser discípulos y


misioneros de Jesús y buscar la vida “en Él” supone estar
profundamente enraizados en Él. Pero eso no significa una
fuga hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso,
tampoco un abandono de la realidad urgente de los grandes

55
problemas económicos, sociales y políticos de nuestro pue-
blo ni una fuga de la realidad hacia un mundo exclusivamen-
te espiritual (ver discurso de Benedicto XVI y nº 148).

Examinamos:
a) si el conjunto de todo lo que hacemos, lo que predicamos, lo que anun-
ciamos en nuestra parroquia nos está llevando a ser como “una burbuja”
en medio del mundo…, en la que nos encontramos tan a gusto que no
nos dan ganas de salir y en la que de manera muy individualista fomen-
tamos una relación con Dios que tiene sólo que ver con el deseo que
tenemos de “salvar nuestra alma”…
b) o si, por el contrario, la parroquia trabaja en la línea de hacer de los
valores del Evangelio como un permanente jalón para que toda la vida
de la gente y todos los problemas que humanamente nos afectan vayan
teniendo una salida más solidaria, más fraterna y más justa… O si nos
parece que todo eso no tiene nada que ver con Jesús y con el Evange-
lio…, porque con Jesús tendría que ver sólo lo que sucede en la más
profunda intimidad de nuestro corazón…
c) La señal de que realmente estamos enraizados en Jesús será que vamos
construyendo verdaderas comunidades eclesiales misioneras, participa-
tivas, solidarias, ‘en salida’, proféticas en el territorio; o más bien van
surgiendo grupitos por todas partes sin identidad discipular y misionera.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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UNA PARROQUIA QUE CELEBRA
Y FESTEJA SU FE
1. Nuestra Parroquia cultiva la vida comunitaria, principalmen-
te con la Eucaristía dominical. Consideramos la eucaristía
del domingo como un momento privilegiado de encuentro
de las comunidades con el Señor resucitado. Y, en torno a la
misma mesa, experimentamos nuestra Parroquia como una
familia en la fe y en la caridad. En ella nos acompañamos y
nos ayudamos unos a otros en el seguimiento de Cristo (ver
nº 305).

Examinemos:
a) Todo el conjunto de la vida sacramental… Si los sacramentos se nos
quedan en puros actos sociales (actos religiosos, pero hechos tan sólo
por motivos sociales, como si lo religioso fuera un “adorno” que le po-
nemos a la vida)… Incluso si los hacemos con sentido religioso, pero
no un sentido religioso “cristiano”… Los sacramentos no son cauce de
la unión con una divinidad sin nombre y sin rostro…; nos unen con la
gracia a Jesús, cuyo rostro tenemos en los Evangelios…, no son actos
de magia ni así los podemos tratar…
b) Si la misa dominical la vivimos como una “obligación” religiosa que
hay que cumplir para no pecar… Si encontramos en ella al Señor con
quien “comulgamos” y a los hermanos con quienes también “comulga-
mos”… Ambiente de cercanía, de fraternidad, de familia que logramos
crear en torno a la Eucaristía del domingo…
c) ¿Cómo viene la gente a la Eucaristía:… llegan incluso un poco tarde y al
terminar se van sin saludar a nadie?....¿Vienen como quien va a al mer-
cado: a traer sus provisiones, pagar y largarse…?... ¿Qué tanto de estilo
57
de familia tienen nuestras celebraciones…? ¿Se ve a los fieles cansados,
distraídos, somnolientos, sin motivación?
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. En nuestra Parroquia, la Eucaristía es el lugar privilegiado


del encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sa-
cramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su
dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo (ver nº 251). Por
eso, hemos llegado a percibir la misa dominical no como
una “obligación,” sino como una necesidad interior de cada
uno de nosotros, creyentes, y de la comunidad parroquial,
que se siente verdadera familia de la fe en torno a la mesa
del altar (ver nº 252).

Examinamos:
a) volviendo a la Eucaristía, que es tan importante en la vida cristiana.
“centro y culmen de la vida cristiana la llama el Vaticano II…, si la
participación en la eucaristía va produciendo en cada fiel y de toda la
comunidad una manera de ser que tiene como característica “la entrega
a los demás”. Lo que hacemos presente en la Eucaristía es la entrega de
Jesús hasta el extremo…, de manera que no hay verdadera piedad euca-
rística, si no va creciendo la dinámica de la entrega en cada uno y en la
comunidad que celebra la Eucaristía…; también desde ahí deberíamos
examinar nuestras “Horas santas”… Piedad eucarística y crecimiento
en la caridad concreta (visita a enfermos, ayuda a necesitados, obras de
misericordia corporales y espirituales…) van de la mano… ¿Es así en
nuestra parroquia?...
b) Decía san Pablo: “formamos un solo cuerpo todos los que participamos
de un mismo pan” (1Cor 1,17): la comunión eclesial (“formamos un
solo cuerpo”) y la comunión eucarística (“todos los que participamos de
un mismo pan”)… No existe la una sin la otra…La comunión con Jesús
ahí la tenemos, pero…, ¿cómo andamos de comunión con los herma-
nos?

58
c) Si le damos importancia a la catequesis litúrgica en la parroquia de tal
modo que toda celebración litúrgica, no solo la Eucaristía, va más allá
de una preocupación por las rúbricas que ahoga la vida personal y de
la comunidad, sino más bien nos conecta con el Dios de la vida que se
revela en la historia y en la realidad de su pueblo
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia celebra con gozo el sacramento de la Re-


conciliación, en el que nos encontramos de manera singular
con Jesucristo, que nos da el don de su perdón misericor-
dioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pe-
cado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer
en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de
anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso (ver
nº 254).

Examinamos:
a) si el sacramento de la penitencia va creando en el ambiente de la parro-
quia un sentido de mutua reconciliación…, porque el sabernos perdo-
nados por Dios nos estimula a que, por nuestra parte, nos reconciliemos
con los hermanos… Si sabemos juzgar con honestidad sincera nuestros
propios pecados… o tendemos a querer disimular también ante Dios
nuestra realidad de ser pecadores…
b) Nos recuerda el Papa que “Dios nunca se cansa de perdonar; que somos
nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón”… El perdón que Dios
nos da que nos indica nuestro propio compromiso de perdonar… ¿se
perdona con facilidad en nuestra parroquia… ¿estamos mucha gente en-
frentada, incluso dentro de los mismos agentes de pastoral…? ¿Somos
una parroquia reconciliada?...
c) Si el perdón de Dios nos da esperanza: esperanza personal y esperan-
za parroquial…Si el perdón de Dios se nota en la alegría con la que
vivimos no solo nosotros personalmente, sino también como misione-

59
ros/as… Si contagiamos la alegría del perdón…, para que mucha gente
sienta la necesidad de “volverse” al Señor (de convertirse).
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. En nuestra Parroquia, promoviendo la oración personal y


comunitaria, cultivamos una relación de profunda amistad
con Jesucristo. Descubrimos en la oración diaria un signo
del primado de la gracia en nuestro itinerario de discípulos
misioneros. (ver nº 255).

Examinamos:
a) si nuestra parroquia es una verdadera escuela de oración… La oración
es, ante todo, una actitud interior, pero hay muchas maneras y muchos
estilos de hacer oración… Cómo nuestra parroquia enseña a orar… Se
va extendiendo una manera de orar que todas las comunidades y grupos
repiten…, pero ese modelo no es el único…;
b) quizás nos falte mucho de oración en silencio para poder escuchar en la
oración más que hablar nosotros, escuchar a Jesús, escuchar el grito de
la gente para ponerlo ante Dios, con sencillez, pero con valentía…, si es
necesario quejándonos ante Dios por tanto mal, por tanto sufrimiento,
por tanto dolor… Los discípulos pidieron a Jesús que les enseñase a
orar…; la gente también pide a nuestra parroquia que enseñe a orar…
examinar cómo respondemos a esta petición…
c) Si creemos que lo que hacemos en la parroquia es porque somos todos
muy buena onda…, necesitamos orar mucho para que se vea la verdad:
que no somos nosotros, sino que es el Señor quien lleva la Iglesia hacía
adelante…, nosotros somos “siervos inútiles”…; somos instrumentos
en manos del Espíritu, pero somos “instrumentos vivos”…, la oración
es nuestro camino para “afinar” lo mejor posible el instrumento que
somos…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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5. Nuestra Parroquia considera que la piedad popular es un
imprescindible punto de partida para conseguir que la fe
del pueblo madure y se haga más fecunda. Por eso, somos
sensibles a ella, percibimos sus dimensiones interiores y
sus valores innegables, reconociendo el rico potencial de
santidad y de justicia social que encierra la mística popular
(ver nº 262). Asumimos de la piedad popular su manera de
integrar lo corpóreo, lo sensible, lo simbólico, y las necesi-
dades más concretas de las personas. Constatamos que es
una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos,
que, no por eso, es menos espiritual, sino que lo es de otra
manera (ver nº 263)

Examinamos:
a) si las manifestaciones de religiosidad popular en nuestra parroquia están
siendo una oportunidad real para la misión…, si las estamos aprove-
chando y promoviendo como un cauce popular de acercamiento a Jesús
y a sus misterios, a la Virgen y a los santos como testigos del camino que
con ellos compartimos…
b) Si hay en nuestra parroquia “fanatismos” ligados a las manifestaciones
de religiosidad popular que pueden impedir la fuerza misionera de la
transmisión de lo que es Jesús y el Evangelio y lo que suponen para
nuestra salvación…
c) Si la religiosidad popular es simplemente ”tolerada” o es también “pro-
movida”, pero purificándola de todas las adherencias menos auténticas
que se pueden introducir en ella… Cómo es la reacción de la gente
ante el planteo de “purificación misionera” de la religiosidad popular:…
¿dice la gente enseguida que se le está quitando la fe?... Si hay en la pa-
rroquia intentos serios para incorporar elementos de la cultura popular a
la vida y misión de la Iglesia…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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62

UNA PARROQUIA SAMARITANA
1. A nuestra Parroquia no le resulta extraño nada de lo huma-
no. Conoce las inquietudes más hondas del corazón de sus
gentes (DA, 389). Nuestra Parroquia no se repliega… ni en
el templo ni en los servicios religiosos… Tenemos claro que
debemos preocuparnos por el bien común de nuestras gen-
tes” (ver nº 11 y 508).

Examinamos:
a) si la parroquia, las comunidades, los movimientos y los grupos están en
el territorio como caídos del cielo…, sin echar raíces y sin acompañar a
la gente en sus angustias y tristezas, en sus problemas humanos y en sus
anhelos de algo mejor para sus vidas… Como que todo eso no tuviera
mucho que ver con lo que la parroquia entiende que tiene que hacer ahí
donde está implantada…
b) Hasta dónde llega la conciencia de que la preocupación por el bien co-
mún de la gente forma parte de lo que la parroquia tiene que hacer…,
que no se sale de lo que el Señor quiere de ella, cuando se preocupa de
que la gente viva mejor, de que haya más oportunidades de trabajo, de
que la riqueza esté mejor repartida…, más la conciencia de que si no
hace esto, no está siendo fiel a su misión…
c) Si nada humano nos es extraño, cómo en la parroquia nos dejamos inter-
pelar por la realidad de tal modo que estemos en “conversión permanen-
te”, impulsando procesos de transformación y de auténtica liberación;
o por el contrario nos replegamos o refugiamos en nuestros cultos y en
nuestros actos de piedad
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

63
2. Para nuestra Parroquia, la exigencia de una evangelización
integral (no sólo salvar almas) arranca de la Eucaristía. Des-
de ella, nuestra Parroquia se hace “samaritana”, y se acerca
a los más empobrecidos con signos solidarios concretos…
Nuestra Parroquia está consciente, en efecto, de que toda
auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión
trascendente del ser humano y por todas sus necesidades
concretas (ver nº 176). Se puede realmente decir que, en la
Parroquia, “nada humano nos es ajeno”.

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia hay esta verdadera unión entre celebración y
vida…, o si la celebración va por un lado y la vida por otro, como si
no tuvieran nada que ver la una con la otra…; casi como pensando: lo
nuestro es celebrar…; la vida se la dejamos a los políticos…
b) Si somos realmente concretos a la hora de preocuparnos por las nece-
sidades concretas de la gente…, o en nuestra parroquia nos quedamos
más bien en enunciar principios muy hermosos, pero que luego nadie
los toma como compromisos concretos… ¿hay algunas actividades con-
cretas en las que estemos demostrando que “nada de lo humano” es
ajeno a nuestra parroquia?...
c). Si la opción por los pobres marca el rumbo de la parroquia y cómo se
concreta ésta opción; o por el contrario eludimos esta dimensión de la
tarea evangelizadora de la Iglesia, pues nos parece que no va con su
misión espiritual de llevar “las almas al cielo”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia intenta promover la “globalización de la


solidaridad”, partiendo de los rostros sufrientes: comunida-
des indígenas y afroamericanas, mujeres, jóvenes, pobres,
desempleados, migrantes, desplazados, campesinos, su-
pervivientes en la economía informal, personas y familias
en la miseria y hambrientas, drogodependientes, discapa-

64
citados, tuberculosos y portadores del virus del SIDA, se-
cuestrados, víctimas de la violencia, del terrorismo y de los
conflictos armados, ancianos, presos… (ver nº 65). Todos
ellos son los “privilegiados” de nuestra tarea. Porque nues-
tra Parroquia está consciente de que una globalización sin
solidaridad afecta a los más pobres, haciéndolos excluidos,
“sobrantes” y desechables” (ver nº 65 y 402).

Examinamos:
a) Si en la predicación que se realiza en nuestra parroquia, en las reuniones
de los grupos, en las catequesis, en la preparación de los sacramentos…
salen con frecuencia las referencias a todos estos rostros sufrientes y a
tantos otros, propios de nuestra parroquia…; la gente, ¿los conoce?, ¿se
aproxima a ellos?, ¿tiene miedo?, ¿mejor no acercarse, por si nos pasa
algo? ¿hay ámbitos de acogida para todos estos rostros sufrientes…?
Los pobres y abandonados, ¿se sienten en nuestra parroquia como si
fuera su propia casa?, o, ¿hay distancia? ¿ojos cerrados ante situaciones
sangrantes? ¿corazones fríos ante problemas desesperantes? … Frente
a todo este sub-mundo, ¿cómo definiríamos a nuestra parroquia (no en
teoría): ¿sensible o indiferente?...
b) Si caemos en la cuenta de verdad que esta indiferencia es indiferencia
con el mismo Jesús que se ha identificado con cada uno de ellos: “cuan-
tas veces lo hicieron con “uno/a” de estos…, conmigo lo hicieron…”
Este es el protocolo con el que vamos a ser juzgados, ¿cómo es que nos
lo tomamos tan a la ligera…?
c) Si nuestra parroquia promueve la solidaridad con las prostitutas, los al-
cohólicos, los drogadictos, los pordioseros, hasta el punto de conside-
rarlo los privilegiados de nuestra misión.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. En nuestra Parroquia, hemos caído en la cuenta de que no


podemos cerrar los ojos ante las realidades de muerte, pues-
to que el Reino de la vida que anunciamos y esperamos, es

65
incompatible con todas estas situaciones inhumanas (DA,
358).

Examinamos:
a) Si nos damos cuenta de que como parroquia, nuestra tarea no es dedi-
carnos a engrandecerla, sino que nuestra tarea es ponerla al servicio del
Reino de Dios, que es el proyecto que Dios tiene para toda la humanidad
de manera que todos podamos vivir como hijos (de Dios) y hermanos
(entre nosotros)…
b) Si nos damos cuenta también que, como parroquia, Dios nos quiere dis-
cípulos/misioneros de “ojos penetrantes” para poder ver lo que ayuda a
la realización de ese proyecto de Dios y lo que está en su contra… Y lo
deberíamos ir teniendo claro: lo que ayuda es “gracia” y lo que estorba
es “pecado”…Y por eso se nos pide tomar postura y trabajar para vencer
“el pecado del mundo” y abrir poco a poco nuestra sociedad a la “gra-
cia” de la justicia, de la libertad y de una mayor igualdad…
c) Si todo esto nos suena como a extraño y no logramos encajarlo en lo que
pensamos que es y hace nuestra parroquia, algo muy importante nos está
fallando… y deberíamos corregirlo
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. Nuestra Parroquia ha pasado, así, de débiles vivencias de


la opción preferencial por los pobres (ver nº 100) a la sin-
cera convicción de que la vida debe de ser digna para los
más débiles, contra todo abuso y explotación (ver nº 112).
De ahí, se ha hecho consciente de que la vida de muchos
abandonados, excluidos e ignorados contradice el proyecto
del Padre. Y esa ha sido la fuerza que nos ha impulsado a
un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida (ver nº
358), para que todos la podamos vivir según la dignidad de
hijos e hijas de Dios (ver nº 391).

66
Examinamos:
a) Si nos planteamos en serio el tema de la pobreza y de los pobres con-
cretos de nuestra parroquia. Una opción preferencial por ellos debería
traducirse en el tiempo que dedicamos a sus problemas, en las ayudas
concretas que les prestamos, en las maneras que tenemos de acogerlos y
de escucharlos cuando nos cuentan qué es lo que les pasa, en las mil for-
mas para ir a encontrarlos y entablar con ellos relaciones de familiaridad
y cercanía: conocer sus nombres, sus situaciones, sus problemas…, eso
que el Papa Francisco llama “salir y compartir en las periferias…”…
b) Si nuestra parroquia tiene “preferencia” real por las periferias o se en-
cuentra más a gusto viviendo prácticamente al margen de donde se dan
el dolor, el sufrimiento y los problemas de tanta gente…, como si todo
eso no fuera con ella. O peor todavía, si prefiere “codearse” con los ricos
del pueblo, con los políticos de turno…
c) si “el proyecto del Padre” que es el Reino es algo que de lo que en la
parroquia se habla y, sobre todo, si tiene influencia en el planteo general
de parroquia que tenemos…, si no tiene influencia, el peligro es eviden-
te: que la parroquia se reduzca a ser una agencia prestadora de servicios
religiosos…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?
6. Uno de los rasgos que marcan, hoy, la fisonomía de nuestra
Parroquia es la opción preferencial por los pobres (ver nº
391). Por ser una opción preferencial entra en todas nues-
tras estructuras y prioridades pastorales (ver nº 396). Hemos
aprendido que esta opción nos la pide nuestra misma fe en
Cristo y no ideología alguna (ver nº 391). Y, por fidelidad a
Cristo, intentamos que pase a nuestros comportamientos y
decisiones frente a la cultura consumista. Por lo que, sin
paternalismos, dedicamos a los pobres tiempo y atención;
y buscamos desde ellos la transformación de su situación
(ver nº 397) Nuestra Parroquia está consciente de que los
rostros sufrientes de los pobres son el rostro sufriente de
Cristo. Ellos interpelan el núcleo de la tarea de nuestra Pa-

67
rroquia, de nuestra pastoral y de nuestras actitudes cristia-
nas (ver nº 393).

Examinamos:
a) Cómo está nuestra presencia en las periferias “geográficas” de la parro-
quia… ¿presencia? ¿ausencia? … ¿presencia casual? ¿presencia orga-
nizada? ¿presencia para “adoctrinarlos”? … ¿presencia para “acompa-
ñarlos”?...
b) En las periferias “existenciales”: ¿presencia o ausencia en los casos de
deterioro por el alcohol, las drogas, la violencia…? ¿en el caso de los
divorciados, vueltos a casar…? ¿madres solteras? ¿violencia intra- fa-
milar? … Una parroquia samaritana no puede “pasar de largo”…
c) si nuestra experiencia religiosa, por querer unirnos tan sentimental-
mente a Jesús, nos separa de los pobres… y lo único que nos importa
son nuestros “sentimientos”… Una intimidad individualista que nos se-
parara de la marea de la vida, nos haría una mala jugada… Examinar si
en nuestra parroquia se da lo que serios sociólogos afirman que “a más
práctica religiosa, menos sensibilidad social”…

7. Hemos percibido que cuando todos en la Parroquia orien-


tamos nuestra vida desde la dimensión transformadora del
Reino de Dios (ver nº 382), toda la pastoral parroquial tras-
parenta la atractiva oferta de una vida en Cristo más plena y
digna para todos (ver nº 361).

Examinamos:
a) si la orientación de toda la pastoral desde la fuerza transformadora del
Reino de Dios, se queda reducida en nuestra parroquia al grupo que se
dedica a la pastoral social, o va siendo compartida por todas las pas-
torales, por todos los grupos, comunidades y movimientos del ámbito
parroquial…
b) Si todos los agentes de pastoral y misioneros/as caemos en la cuenta de
que la oferta de salvación que hacemos desde Jesús y desde su Evange-

68
lio tiene el atractivo de que intenta trabajar por una vida “plena y digna
para todos”…
c) Si en la perspectiva del Reino, en toda la parroquia intentamos como
algo de gran importancia “una aproximación existencial a la misión, a
la pastoral en general”; o más bien preferimos quedarnos con pequeñas
cosas que nos entretienen o simplemente nos ayudan a pasar el rato,
pero no transforman la vida ni la sociedad.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

8. Nuestra Parroquia no considera ajeno a su misión realizar


acciones concretas que tengan incidencia en las institucio-
nes civiles, para que se lleven adelante políticas sociales y
económicas justas, y que sean trabajadas por los responsa-
bles desde una perspectiva ética, solidaria y auténticamente
humanista. En esta tarea, la Parroquia reconoce, promueve
y acompaña la importante responsabilidad de los laicos/as
(ver nº 403). Ellos y ellas saben muy bien que se debe traba-
jar para incluir a los empobrecidos en proyectos de partici-
pación y promoción, como sujetos de su reinserción social
(ver nº 407).

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia tenemos claro que como tal parroquia no es-
tamos llamados a hacer política partidista, pero que la acción pastoral
debería tener necesariamente “incidencia” en las políticas concretas, es-
pecialmente en las que se refieren a las políticas sociales…
b) Si consideramos la importancia de que de nuestras parroquias fueran
saliendo hombres y mujeres que, conscientes de su compromiso social,
optaran por la política para llevarla a cabo desde los valores transforma-
dores del Evangelio… Sería una manifestación de que va prendiendo en
la vida parroquial la que se llama “vocación peculiar” de los laicos/as…

69
c) Si el conjunto de nuestra acción pastoral va logrando que todos pense-
mos más en términos de comunidad, y no nos quedemos enroscados en
nuestros intereses personales o corporativos…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

9. En nuestra Parroquia, estamos conscientes de que todos,


pero especialmente los pobres, necesitan sentir la proximi-
dad de la Iglesia, sea en el socorro de sus necesidades más
urgentes, como también en la defensa de sus derechos y en
la promoción común de una sociedad fundamentada en la
justicia y en la paz. Y, desde la fe, hemos ahondado también
en la razón de esta preferencia: los pobres son los destina-
tarios privilegiados del Evangelio (ver nº 550).

Examinamos:
a) si la cercanía de nuestra parroquia a los pobres es sentida por ellos como
verdadera cercanía humana o la pueden ver como el cumplimiento de
una “obligación” de caridad que a estos católicos les “impone” su Igle-
sia y no tienen más remedio que hacerlo, si quieren salvar sus almas…
Los pobres, en este caso, estarían al servicio de los intereses de salva-
ción de quienes “obligatoriamente” les ayudan… Y eso no se vale… Si
desde la proximidad humana, no sólo se les ayuda a solventar necesi-
dades, sino haciendo una sociedad que realmente sea más “inclusiva”
donde se pueda realizar una verdadera integración…
b) Si mirando al Evangelio y a los modos de obrar de Jesús, llegamos al
convencimiento de que como lo fueron para Él, también para nosotros y
para la acción pastoral y misionera de nuestra parroquia, los pobres han
de ser realmente (no sólo en las palabras) los privilegiados…
c) Si nuestro modo de llevar la parroquia y su proceso pastoral se percibe
que estaos plenamente identificados con las causas del mundo de los
pobres, de los movimientos sociales y luchamos a su lado para que su
derecho a “techo, trabajo y tierra” sean alcanzados; o más bien nos per-
ciben como del lado de quienes los “oprimen y tiranizan” poniéndose al
servicio de un sistema que “mata y excluye”
70
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

10. Nuestra Parroquia está consciente de que es la misma ad-


hesión a Jesucristo la que nos hace amigos de los pobres
y solidarios con su destino. Hemos llegado a comprender
que en nuestra presencia y cercanía a los pobres, y en la
defensa de los derechos de los excluidos se juega la fide-
lidad a Jesucristo por parte de nuestra Parroquia (ver nº
257).

Examinamos:
a) Si la cristología (=quién es, cómo es y cómo actúa Jesús) que nuestra
parroquia tiene en mente y con la cual trabaja en la pastoral y en la
misión tiene claras las ideas en lo que se refiere a la identificación que
Jesús hace de su persona con los pobres…, que es tan fuerte que se
puede hablar de una “presencia real” de Jesús en los necesitados … De
Mt 25 decía Juan Pablo II que no era una página para aprender cómo de-
beríamos obrar (moral), sino una página de cristología (conocer dónde
encontramos a Jesús)… Si estamos, pues, conscientes de que donde está
Jesús están los pobres y donde están los pobres está Jesús…
b) Examinar si, en relación a la fidelidad – nos debe preocupar mucho ser
fieles a Jesús, porque en esa fidelidad se juega todo – si en relación a la
fidelidad percibimos con claridad y nos esforzamos en responder que en
la fidelidad a los pobres expresamos nuestra fidelidad a Cristo…
c) Si en la parroquia nos preocupamos por volver al Jesús del Evangelio
o más bien prevalece en nuestro imaginario el Jesús de la devoción o el
Jesús “milagrero”...
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

11. Nuestra parroquia está consciente de que La Eucaristía


nos plantea la exigencia de una evangelización integral. A
ejemplo de Jesús que vino para que todos tengamos vida

71
en plenitud, nuestra tarea es también poder hacer que to-
dos tengamos una vida plena y digna... Concretamos en
signos solidarios nuestro compromiso social, dando alas
a la “la imaginación de la caridad”. Hemos asumido en la
práctica que toda auténtica misión unifica la preocupación
por la dimensión trascendente del ser humano y por todas
sus necesidades concretas, para que todos alcancen la
plenitud que Jesucristo ofrece (ver nº 176).

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia actuamos desde una evangelización integral,
que es aquella que, en el día a día, atiende las tres dimensiones de la
única misión de la Iglesia: transmisión de la fe/ celebración de la fe/
testimonio de la caridad y promoción de la justicia…, o estamos acos-
tumbrándonos a una pastoral desequilibrada: mucha celebración, menos
transmisión, y nulo testimonio…
b) Si con frecuencia nos planteamos como parroquia equilibrar sana y
evangélicamente nuestra preocupación por las realidades de arriba (lo
trascendente) y nuestra preocupación por las realidades de abajo (las ne-
cesidades concretas): lo vertical y lo horizontal…, Sería bueno exami-
nar qué es lo que prepondera en nuestra parroquia y cómo nos sentimos
llamados a hacer una buena síntesis de ambos aspectos…, porque los
dos deben caber en nuestro corazón de creyentes…
c) Si caemos en la cuenta que nuestra parroquia ha de suscitar en sus fieles
“el compromiso social” y también el compromiso político, en el amplio
sentido de los que significa el quehacer político en las sociedades de
hoy; o por el contrario ni siquiera nos planteamos esa dimensión inhe-
rente a la tarea evangelizadora y misionera.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

72

UNA PARROQUIA MISERICORDIOSA

1. Nuestra Parroquia trabaja pastoralmente desde la perspec-


tiva del Reino, lo que la lleva a asumir como prioritarias ta-
reas que contribuyen a la dignificación del ser humano y a
trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en
el bien de la gente (ver nº 384).

Examinamos:
a) si en las prioridades de nuestra parroquia se encuentra, abarcando a to-
das las pastorales, la decisión de contribuir a la dignidad de todo ser
humano, por muy deteriorado que se encuentre…
b) si en esta tarea, la parroquia está abierta a trabajar “codo a codo” con
otras instituciones civiles y movimientos sociales que luchan en la mis-
ma tarea de dignificación de todo ser humano… o si porque no son
“religiosas” nos parece que no son dignas no de ser tenidas en cuenta…
c) Si en nuestra parroquia participamos en las demandas legítimas de la
sociedad civil sobre todo aquellas que buscan “el bien de la gente” o
nuestra participación se reduce a actividades eminentemente católicas
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. Nuestra Parroquia impulsa decididamente el amor de mise-


ricordia para con todos los que ven vulnerada su vida en
cualquiera de sus dimensiones, socorriendo las necesida-
des urgentes, pero, al mismo tiempo, colaborando con otros
organismos o instituciones para organizar estructuras más
73
justas. Siente la urgencia de crear estructuras que consoli-
den un orden social, económico y político en el que no haya
inequidad y donde haya posibilidades para todos (ver nº
384).

Examinamos:
a) si la caridad de nuestra parroquia es sólo asistencial (socorrer casos)… o
nos preocupan también las estructuras injustas que, más allá de la volun-
tad de los interesados, reparten mal las riquezas (materiales o espiritua-
les)…, de tal modo que para asistir a los casos estamos siempre dispues-
tos, pero para encaminar las estructuras hacia una más justa igualdad no
nos sentimos llamados para nada…, es más, solemos decir que nuestra
parroquia no se puede meter ahí, porque eso es meterse en política…
b) si el ejercicio de la misericordia se nos agota con las “obras” de miseri-
cordia o llega a introducirnos con decisión en el cambio de estructuras.
c) Si se distingue el estilo de nuestros laicos en la actividad política de la
comunidad o por el contrario no se diferencia de ningún modo de otros
estilos viciados.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia ha apostado por ser “misericordiosa


como el Padre”. Y, desde esa misericordia entrañable, sabe
que no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean
funcionales a un sistema económico inicuo. Su serio com-
promiso con las obras de misericordia quiere acompañarlo
con la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya
elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndo-
los como sujetos de su propio desarrollo (ver nº 385).

Examinamos:
a) Si, unida a Jesús, de nuestra parroquia se podría decir que es “el rostro
de la misericordia del Padre”… O la unión con Jesús nuestra parroquia
la piensa y la vive solamente cuando se pone a rezar…; piensa que so-
74
lamente entonces es cuando se une a su Señor… Y no cuando quiere
aportar algo para romper el círculo vicioso de la pobreza… Como si de
esta segunda manera, se estuviera saliendo de madre…, y lo suyo fuera
sólo rezar y enseñar a rezar…, sin preocuparse que el rezo es auténtico
cuando nos acerca más a los hermanos…
2) Habría que examinar… si en su tarea en favor de los pobres tiene cla-
ridad de ideas y de planteamientos en la relación de la caridad con la
justicia… y se ha convencido de que la caridad nunca puede ser una
tapadera de la injusticia… La caridad va más allá de la justicia, pero no
dando un salto sobre ella, sino incluyéndola…
c) Si nos planteamos la alternativa que otro sistema económico social es
posible en el que se promueva la igualdad, la justicia y la fraternidad
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Nuestra Parroquia sabe que “no puede ni debe quedarse al


margen en la lucha por la justicia” (Benedicto XVI). Y que
una tarea muy suya es ayudar a purificar la razón de todos
aquellos elementos que la ofuscan e impiden la realización
de una liberación integral. Sabe también que con la predi-
cación, la catequesis, la denuncia y el testimonio del amor
y de justicia, ayuda a que se despierten en la sociedad las
fuerzas espirituales necesarias y se desarrollen los valores
sociales (ver nº 385).

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia es consciente de la gran aportación que puede dar en
el camino de la justicia, con la formación de las conciencias: la purifi-
cación de una razón que no se mueve desde las exigencias de la “libera-
ción integral” no podrá nunca realizarse sin procesos de verdadera con-
versión… Y en el sentido de formación de las conciencias, la parroquia
es bien consciente del enorme potencial que tiene…

75
b) Si con el conjunto de su acción pastoral, la parroquia no puede ser que
esté colaborando a una “dormidera social”, marcada por la indiferencia
(“eso no va conmigo)…, cuando su tarea es la de despertar fuerzas espi-
rituales (entrega/salida de uno mismo/solidaridad…) que pueden estar
dormidas por lo que cuesta tanto trabajo poder en juego los valores so-
ciales.
c) Si la parroquia se interesa por la Doctrina Social de la Iglesia para que
los fieles asuman los valores sociales y obren con consecuencia; o por el
contrario ni siquiera se interesa
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

76

UNA PARROQUIA QUE AYUDA
A MADURAR EN LA FE Y EN EL
COMPROMISO

1. Nuestra Parroquia ofrece cauces para profundizar en el co-


nocimiento de la Palabra de Dios y de los contenidos de la
fe, pero lo hace dentro de un camino acentuadamente viven-
cial y comunitario, de modo que la formación doctrinal no
se experimente como un conocimiento teórico y frío, sino
como una herramienta fundamental y necesaria en el creci-
miento espiritual, personal y comunitario (ver nº 226).

Examinamos
a) Si la parroquia está transmitiendo la fe de una manera marcadamente
doctrinaria, no poniendo mucha atención en lo que la enseñanza aporta
a la iluminación de la vida, tanto personal como comunitaria…
b) Si no debería apostar más por una transmisión de la fe que, partiendo de
la realidad, buscara iluminarla desde la Palabra, para desde ahí tomar las
fuerzas transformadores personales y comunitarias que necesita
c) Si hemos caído en la cuenta de la urgente de necesidad de cambiar la
forma y el modo como estamos dando la catequesis presacramental asi
como sus contenidos, o consideramos que así está bien
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

77
2. En nuestra parroquia damos una importancia central al
kerygma, pero no lo entendemos sólo como una etapa, sino
como el hilo conductor de un proceso que nos va llevando
a la madurez del discípulo de Jesucristo. Nos hemos dado
cuenta de que sin el kerygma, los demás aspectos de este
proceso de maduración en la fe están condenados a la este-
rilidad, y no se dan corazones verdaderamente convertidos
al Señor. Por eso, nuestra Parroquia tiene presente el keryg-
ma en todas sus acciones (ver nº278).

Examinamos:
a) Si en nuestra parroquia somos capaces de centrarnos en la fuerza atra-
yente del kerygma, yendo a lo esencial, al amor salvador de Dios que
en Jesús muerto y resucitado, nos ofrece y nos dona la salvación…,
ahondando en quién es el Dios, el Jesús y la salvación anunciados en el
kerygma…, no se trata, en efecto, de una simple formulación repetida
como papagayos o loros, sino de la vivencia que la acompaña y de los
resultados personales y comunitarios que se derivan…
b) Desde la hondura del amor de Dios que desencadena todo (“tanto amó
Dios al mundo…), el kerygma no es el primer anuncio en sentido crono-
lógico; lo es en el sentido de ser el “anuncio principal”…, y como prin-
cipal, no debería estar nunca ausente de ninguna etapa de la catequesis
de la parroquia…
c) Si el tratamiento del kerygma lo vive la parroquia en armonía con gru-
pos y movimientos que lo han tomado como tarea; o si la realidad es
que estos movimientos y grupos lo han tomado como propio, porque la
parroquia lo ha abandonado.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. El objetivo principal de la formación en nuestra Parroquia es


ayudarnos al encuentro con Cristo y de esta manera recono-
cer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia y los va-
lores que constituyen nuestra propia identidad de creyentes

78
y nuestra misión cristiana en el mundo. Por eso, la tenemos
planteada como una formación permanente y dinámica (ver
nº 279). Y para este tipo de formación tenemos ya los cauces
adecuados.

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia tiene claro el objetivo de todas las actividades de
formación que realiza…, se trata de que todas lleven al “encuentro” con
Cristo…, no se trata de transmitir un sistema de verdades…, no se trata
de desarrollar la “ciencia que hincha”, no se trata de hacer “expertos en
materias religiosas”…, se trata de algo más vivo y estimulante: ayudar
al “encuentro con Cristo”… Y todo lo demás viene como consecuencia
de ese encuentro, de ninguna manera lo sustituye…
b) Si los procesos de formación en la parroquia van en esta línea…, si
los catequistas de la parroquia están en esta onda…o se mueven prefe-
rentemente en la transmisión de contenidos para su almacenamiento y
repetición
c) Verifiquemos donde se forman los laicos/catequistas de nuestra parro-
quia y con cual mentalidad o visión se están formando
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. En nuestra Parroquia damos mucha importancia a la dimen-


sión humana y comunitaria de la formación. Hemos desa-
rrollado cauces y procesos de formación que nos lleven a
asumir nuestra propia historia y a sanarla, y que nos hacen
capaces de vivir como cristianos en un mundo plural, y a
hacerlo con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad inte-
rior. Los objetivos formativos parroquiales incluyen también
procesos para desarrollar personalidades que maduren en
el contacto con la realidad, y abiertas al Misterio (ver nº 280).

79
Examinamos:
a) Si los procesos de catequesis y de formación cristiana en nuestra parro-
quia ayudan la creación de creyentes maduros o se dedican a repetir ruti-
nariamente las catequesis de primera comunión siempre y para todos…
Si afrontan o no un proceso serio de conversión, sanador y liberador de
la propia vida… Si se realizan para preparar repetidores de lo aprendido
o tienen la garra de poder penetrar hasta lo más hondo de la persona,
sanando historias personales y capacitando para ser testigos de la fe en
un mundo que ha perdido las evidencias de la misma…
b) Si los procesos de formación cristiana tienden a sacar del mundo a la
gente o la plantarla en lo más dentro del mundo como levadura en la
masa, como la sal que da el sabor.
c) Si el perfil de creyente de nuestra parroquia se muestra ingenuo, infantil,
superficial, inmaduro…o son de personalidad definida y recia, de men-
talidad aguda y crítica, de una genuina escala de valores y de sentimien-
tos auténticamente humanos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. En nuestra Parroquia, los cauces de formación son diversi-


ficados y respetuosos de los procesos personales y de los
ritmos comunitarios. Hay personas para llevar a cabo estos
procesos con pedagogías dinámicas, activas y abiertas (ver
nº 281).

Examinamos:
a) Si la parroquia en sus espacios de formación tiene en cuenta las diferen-
tes situaciones de las personas a quienes se dirige o a todos los trata por
igual y para todos utiliza los mismos catecismos y las mismas metodo-
logías de dar catequesis…
b) si el grupo de agentes de pastoral es un grupo dinámico y abierto a la
hora de asimilar y transmitir contenidos y de incorporar nuevas metodo-

80
logías…, sobre todo si tienen la habilidad de saber partir de la realidad
de los diferentes grupos de gente.
c) Si la formación que ofrecemos en nuestras parroquias está actualizada,
es contextualizada, procesual, liberadora, transformadora…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. Nuestra Parroquia está consciente de que tiene un alto por-


centaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal
y fermento en el mundo, con una identidad cristiana débil y
vulnerable (ver nº 286). Esto nos ha cuestionado a fondo so-
bre nuestra manera de educar en la fe y de alimentar la vida
cristiana. Estamos convencidos de que la educación en la fe
que hagamos o pone realmente en contacto con Jesucristo
e invita a su seguimiento o de lo contrario no cumplimos
nuestra misión evangelizadora. Hemos iniciado con cauces
concretos, sobre todo con catecumenados post-bautisma-
les, pero percibimos que nos falta decisión y creatividad
(ver nº 287-288).

Examinamos:
a) si en nuestra parroquia es muy amplia la franja de católicos en la doble
situación: de no ser conscientes de su misión en el mundo (sal y fer-
mento) y de haberse instalado en un identidad débil y vulnerable … Un
porcentaje alto de católicos así en la parroquia, haría de ésta la primera
y principal tarea de misión… y debería ser un detonante fuerte para em-
prender una nueva orientación pastoral…
b) habría que examinar si podemos seguir con las mismas metodologías de
educación en la fe…, que no nos han servido para re-vitalizar la viven-
cia cristiana… No deberíamos seguir haciendo lo de siempre…
c) Cómo deberíamos hacer para invertir mucho más personal y económi-
camente en la preparación y acompañamiento de los catequistas.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?
81
7. Hemos asumido con ilusión hacer de nuestra Parroquia el
lugar de la iniciación cristiana, proponiéndonos iniciar en la
vida cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente
evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un
proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; ini-
ciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el keryg-
ma, quieren abrazar la fe. En esta tarea, nos está sirviendo
como referencia y apoyo el estudio y la asimilación del Ri-
tual de Iniciación Cristiana de Adultos (ver nº 293).

Examinamos:
a) Si sería el momento de optar por el catecumenado de adultos, en un
proceso serio y paciente de re-encuentro con Jesús y con la Iglesia…,
b) Si es el momento de superar un tipo de catequesis como es la prepara-
ción intermitente de recepción de sacramentos… y optar de una manera
más decidida por procesos de educación en la fe, en los que cuadren los
sacramentos de la iniciación…
c) Si estamos haciendo algo o no para hace la propuesta de Jesús a los no
bautizados… ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo lo estamos haciendo?
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

8. Apoyándonos en la buena voluntad de los catequistas y


en su disponibilidad, en nuestra Parroquia nos hemos pre-
ocupado seriamente de su maduración y de su formación
teológica y pedagógica. Nos hemos procurado materiales y
subsidios actualizados y hemos logrado implicar a las fami-
lias. Nuestros sacerdotes han asumido con gran empeño su
función como primeros catequistas (nº 296). El resultado ha
sido una buena Escuela de catequistas, con miembros jóve-
nes, con formación actualizada y con una vivencia de la fe
encarnada en las realidades del territorio parroquial, alegre
y comprometida.

82
Examinamos
a) cómo estamos en lo referente a la convocatoria, formación y acompaña-
miento de los catequistas… En este punto la parroquia se juega mucho
y no podemos continuar sin prestar toda la atención posible a los/as
catequistas… Las dificultades no son pocas, pero la transmisión de la fe
como es preciso que se haga en la parroquia depende mucho del grupo
de catequistas…
b) Examinar si nuestros catequistas tienen deseo de formarse… Si el con-
junto de la catequesis ha entrado ya en una especie de rutina…
c) La implicación de las familias en los procesos de catequesis es funda-
mental… Si no se hace por ahí un gran esfuerzo, la catequesis queda
sin un apoyo que es imprescindible: el de la familia… Si las familias
son convocadas…, si se pide apoyo y se les da chance de acompañar la
catequesis de sus hijos…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

9. Antes, en nuestra Parroquia, terminada la catequesis de


infancia, la catequesis era sólo ocasional, reducida a los
momentos previos a los Sacramentos (primera comunión,
confirmación, matrimonio, padres y padrinos de los que
bautizaban a bebés), pero ahora nos hemos dado cuenta
de que la iniciación cristiana es “un itinerario catequético
permanente”, desde la infancia hasta la ancianidad, y esta-
mos en el empeño de hacer ese itinerario permanente (ver nº
298).

Examinamos:
a) Si descubrimos que lo primero que nos exige el ideal del numeral 72 es
un cambio de mentalidad respecto a lo que hacemos como catequistas…
Está muy bien que nos preocupemos de la preparación para los sacra-
mentos, pero se nos debe entrar en la cabeza que con eso no basta…,
que es necesario desencadenar procesos más permanentes…, que no es-

83
tamos para preparar “eventos”, sino para ser acompañantes de itinera-
rios de vida cristiana…
b) Si entendemos lo de los procesos, cómo nos vemos de preparados para
ser acompañantes no sólo instructores…, cuáles serían las exigencias
que nos plantea nuestra tarea de agentes de pastoral.
c) Si no contamos con centros de formación capaces de diseñar e impulsar
“un itinerario catequético permanente”, ¿Qué debemos hacer como pa-
rroquia?
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

10. Hemos llegado a comprender que la formación de nuestros


agentes de pastoral no puede limitarse a una formación
meramente doctrinal sino que ha de ser una verdadera
escuela de formación integral. Por lo que, cultivamos la
amistad con Cristo en la oración, el aprecio por la cele-
bración litúrgica, la vivencia comunitaria, el compromiso
apostólico mediante un permanente servicio a los demás
(ver nº 299). En un ambiente sencillo de oración, van sur-
giendo compromisos de vida y de misión.

Examinamos
a) si nosotros mismos como agentes de pastoral preferimos “dar doctrina”
a “enseñar a vivir” como discípulos (seguimiento) y como misioneros
(salida)… Dar doctrina resulta más fácil, porque es cuestión de repetir
y repetir…; enseñar a vivir nos pide, ante todo, a nosotros mismos ser
testigos de lo que anunciamos… Es preciso ver la fuerza que tiene el
testimonio del agente de pastoral.
b) es preciso el testimonio, y es necesaria también la amplitud de lo que
entendemos por formación de la fe: abrir al misterio de Dios en la ora-
ción, en la liturgia…, entrenar en la vida comunitaria…, ir suscitando el
compromiso apostólico… Todo un conjunto que nos pide creatividad y
compromiso…

84
c) Si la manera de orar en la parroquia es sólo de tipo pentecostal o más
bien habría que generar mediante escuelas de oración un aprendizaje de
oración al estilo de Jesús.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

11. En nuestra Parroquia hacemos una sencilla catequesis


que acompaña la fe ya presente en la religiosidad popular.
Hemos optado por un proceso de iniciación cristiana en
visitas a las familias, donde no sólo se les comunican los
contenidos de la fe, sino que se las conduzca a la práctica
de la oración familiar, a la lectura orante de la Palabra de
Dios y al desarrollo de las virtudes evangélicas, de modo
que así se consolidan cada vez más como Iglesias domés-
ticas (ver nº 300).

Examinamos:
a) si salimos al encuentro de la frecuente queja de que la religiosidad está
muy vacía de contenidos, con compromisos cristianos con algunos iti-
nerarios sencillos de catequesis…Muy centrados en el kerygma y con
muchos estímulos para la vida (la familia, los hijos, los ancianos, los
enfermos…)
b) si una manera también sencilla de catequesis sería la catequesis “domi-
ciliaria”, fruto de encuentros familiares y de visitas sencillas, de cerca-
nía, de encuentro, de amistad…
c) Si logramos involucrar a la familia en la evangelización de la religiosi-
dad popular de tal manera que desde ella podamos saciar “la sed de Dios
que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parroquia

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86

UNA PARROQUIA
MAYORITARIAMENTE LAICAL
1. Nuestra Parroquia promueve un laicado de hombres y mu-
jeres de la Iglesia en el corazón del mundo y de hombres y
mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia (ver nº 209).No
queremos a nuestros laicos y laicas sólo para que nos ayu-
den en la Iglesia; los queremos también para que sean como
la levadura en la masa (hacen crecer al mundo) y como la sal
en la tierra (le dan el sabor de Cristo).

Examinamos
a) Si el concepto que tenemos del laico/a se ajusta a lo que el Concilio Va-
ticano II ya propuso y que tiene que ver con la igual dignidad de todos
los bautizados como hijos e hijas de Dios…; con la responsabilidad de
co-laborar en la misión de la Iglesia, tanto dentro de la Iglesia como en
el mundo… La necesidad de evitar el “clericalismo” que lo pueden te-
ner los padres, porque ellos lo quieren hacer todo; o lo pueden tener los
laicos/as, porque sólo admiten y quieren lo que, en la Iglesia, hacen los
padres…
b) Si nuestros laicos (formidables en la colaboración en las actividades de
la Iglesia hacia dentro) son lo mismo de creativos, comprometidos y sa-
crificados cuando se trata de ser cristianos y dar testimonio en el mundo
(familia, trabajo, educación, salud…)
c) Si en nuestra parroquia se hace realidad aquella frase del Papa Francisco
“es la hora de los laicos pero pareciera que el reloj se ha parado”.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

87
2. Nuestra parroquia considera una obligación parroquial fun-
damental la convocatoria y formación de laicos misioneros,
que salgan al mundo para la evangelización de lo social, se-
gún su vocación laical específica que es subrayada por lo
que se llama su “índole secular” (cristianos en el mundo
como la levadura en la masa) (ver nº 174).

Examinamos:
a) si nuestra parroquia fomenta esta vocación específica de salida de los
laicos/as a transformar con la fuerza del Evangelio las realidades del
mundo…, o si nuestra parroquia piensa que quienes no son catequistas
o lectores o ministros de la Eucaristía… ya no son buenos laicos, por-
que ya no se ocupan de “las cosas de Dios”…
b) si este tipo de laico/a en el mundo (como la levadura, como la sal) fue-
ra inexistente, la parroquia debería tener una gran preocupación por
promoverlos… ¿Se percibe esa preocupación? ¿hay más preocupación
cuando faltan catequistas o lectores o cantores que cuando faltan laicos/
as comprometidos con el mundo en el que viven?
c) Si el perfil de laico en nuestra parroquia es la de un “devoto intimista”,
preocupado sólo de que no le falte ningún acto de piedad, al estilo de
los fariseos en la época de Jesús; o más bien la de un militante conven-
cido de la causa del Evangelio y del Reino, de un místico enraizado en
la realidad de su pueblo, de un profeta al estilo de los que la Biblia nos
presenta
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia prepara y acompaña a laicos que realizan


su vocación específica en el mundo…, colaborando en la
transformación de las realidades temporales y en la creación
de estructuras justas según los criterios del Evangelio…,
les ayuda así a hacer creíble la fe que profesan, mostrando
autenticidad y coherencia en su conducta (ver nº 210).

88
Examinamos:
a) Si nuestra parroquia siente esta preocupación por tener laicos así…, o
se siente muy tranquila, porque ya le basta con los que ayudan en la
liturgia, en la catequesis, en las diferentes pastorales…
b) si nuestra parroquia está comprometida o no en el acompañamiento es-
piritual de laicos/as en el mundo…
c) Si nuestra parroquia se preocupa en la formación de nuevos liderazgos
capaces de incidir significativamente en la vida política, económica,
cultural de la sociedad…
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Nuestra Parroquia, especialmente nuestros pastores, reco-


nocen el espacio que tienen los laicos en diferentes ministe-
rios y responsabilidades (ver nº 211).

Examinamos:
a) Si los pastores saben reconocer de buen grado la participación de los
laicos/as en la vida de la Iglesia…, o ellos lo quieren hacer todo y con-
trolar todo…; si saben repartir responsabilidades y si los laicos/as las
aceptan como vocación y no solamente como una “ayuda” que tienen
que prestar a los padres…
b) Si los laicos/as caen en la cuenta de que con su bautismo y su confirma-
ción los sacramentos que los capacitan para tomar parte en la pastoral de
la Iglesia y que no se trata de una “concesión” o de un “privilegio” que
les otorga el padre…
c) Si en nuestra parroquia se alientan y promueven pronunciamientos de
los laicos de cara a los desafíos o problemáticas que enfrenta la sociedad
y que a ellos les incumbe en cuanto que también son ciudadanos
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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5. Nuestra Parroquia ofrece a los laicos una sólida formación
doctrinal, pastoral y espiritual y un adecuado acompaña-
miento (ver nº 212).

Examinamos:
a) si en la parroquia todo el mundo se queja de la poca formación de los
laicos, pero nadie da pasos para ofrecer formación…
b) Si las ofertas de formación de laicos/as caen en el vacío y nadie siente
la necesidad de crecer en su fe ni de madurar en sus exigencias de vida
c) si la parroquia se ocupa y preocupa por brindar una sólida formación en
el pensamiento social de la Iglesia
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. En nuestra Parroquia, los laicos son parte activa en la ela-


boración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la
comunidad… Esta participación activa es bien vista y reco-
nocida por nuestros pastores (ver nº 213).

Examinamos:
a) Si tenemos en cuenta que, si bien es verdad la necesidad de que la pa-
rroquia, teniendo en cuenta el plan pastoral diocesano dé pautas y líneas
operativas para, también o es la necesidad de que, en la parroquia, los
laicos/as no sean meros receptores de cosas ya hechas, sino que se pida
su participación para aplicar el plan diocesano a la realidad parroquial,
para tener un “proyecto parroquial de pastoral” en línea co el proyecto
diocesano
b) Si, de hecho, los sacerdotes ven ver con gran alegría esta participación
y tomársela en serio…
c) Si contamos con organismos colegiales de corresponsabilidad y comu-
nión que favorezcan la participan de los laicos en las decisiones u opcio-
nes sobre la marcha de la parroquia

90
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

7. Laformación de los laicos que imparte nuestra Parroquia


contribuye, ante todo, a que seamos discípulos misioneros
en el mundo, apostando por el diálogo y por la transforma-
ción de la sociedad (ver nº 283).

Examinamos:
a) lo primero, si hay o no formación de laicos…; y si la hay, si es una for-
mación que empuja a la vida o es simplemente de temas que tienen que
ver más con cuestiones de disputas teológicas o cuestiones meramente
doctrinales o apologéticas que con impulsos reales para conocer más y
mejor a Jesús, seguirlo con alegría y dar testimonio de él en el mundo
con valentía…
b) Si los laicos de nuestra parroquia con esa formación se sienten más
capacitados para poder dialogar con personas que no tienen fe o perte-
necen a otras confesiones religiosas…, para dialogar sobre cómo hacer
presente a Jesús en la vida, no tanto sobre cuestiones de discusión bíbli-
ca o teológica…
c) Si la parroquia capacita a sus laicos para el análisis de la realidad para
saber apostarle a la transformación de la sociedad.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

8. Nuestra Parroquia promueve y acompaña la presencia de


los católicos en la vida pública (DA, 502), partiendo del se-
guimiento de Cristo, desde el que realizamos una clara opo-
sición contra las injusticias (ver nº 496 y 506).

Examinamos:
a) si nuestra parroquia considera como perdidos para la Iglesia a los laicos/
as que, en virtud de su fe, se comprometen con la transformación de las
91
cosas que no marchan en la sociedad…, los considera perdidos y por
eso los abandona, no los acompaña y ellos terminan abandonando la
Iglesia…
b) si extrañamos o no que haya laicos/as de este tipo en nuestra parroquia.
c) Si consideran a la parroquia comprometida en la lucha por la justicia o
más bien la consideran una aliada de los corruptos
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

9. Nuestra Parroquia está empeñada en formar un laicado que


sea capaz de actuar como fermento en la masa, para cons-
truir una ciudad temporal de acuerdo al proyecto de Dios…
(ver nº 505).

Examinamos:
a) si percibimos o no esta inquietud en nuestra parroquia o nadie se acuer-
da que los laicos/as son principalmente para el mundo y no para el tem-
plo ni mucho menos para la sacristía…
b) Si nos damos cuenta de que sin este tipo de laicos/as nos está faltando
algo fundamental para la vida y misión de la Iglesia… y que es preciso
reaccionar ya…
c) Si hay resonancia entre los laicos de la parroquia los pronunciamientos
de la Conferencia Episcopal de Guatemala

10. En nuestra Parroquia, la formación de los laicos y laicas


está orientada, ante todo, a una actuación como discípu-
los misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo
y de la transformación de la sociedad. Nuestra Parroquia
forma laicos y laicas para que puedan tener una inciden-
cia significativa en los diferentes campos, sobre todo “en
el mundo vasto de la política, de la realidad social y de la
economía, como también de la cultura, de las ciencias y de

92
las artes, de la vida internacional, de los medios y de otras
realidades abiertas a la evangelización (ver nº 283).

Examinamos:
a) si tenemos claro qué es eso de la “incidencia” y qué relación tiene con
la vocación de los laicos y con su vida desde el Evangelio…
b) si conocemos que desde nuestra parroquia hayan existido acciones de
“incidencia” en estos diferentes campos…
c) Qué impacto o incidencia tiene en la vida de los laicos la lucha contra la
corrupción del Estado impulsada por el MP y la CICIG
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

93
94
10°
UNA PARROQUIA INCULTURADA
1. NuestraParroquia pone atención a los pueblos indígenas,
así como a sus culturas y cosmovisiones (ver nº 91). He-
mos estudiado la cultura maya, garífuna y Xinka, algunos
han aprendido lenguas indígenas, hemos comprendido los
valores que pueden ayudar al anuncio del Evangelio y los
que pueden dificultarlo.

Examinamos:
a) el grado de conciencia que hay en nuestra parroquia con relación a la
tarea de la inculturación del Evangelio…, si se percibe como un reto
para la parroquia o ni se piensa en ello…
b) Si la inculturación se limita a algunas manifestaciones externas y no ha
supuesto en la parroquia, especialmente en la formadas de preferencia
por indígenas, un verdadero esfuerzo por comprender lo que hay en la
mente y en el corazón de una persona indígena
c) Si se ha estudiado e implementado la carta pastoral “500 Años Sem-
brando el Evangelio”.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. Nuestra Parroquia alienta la participación de los pueblos in-


dígenas en la vida eclesial, haciendo un renovado esfuerzo
de inculturación (ver nº 94). No hemos reducido la incultura-
ción a la incorporación de algunos elementos indígenas a la
liturgia; hemos intentado avanzar en cómo debemos predi-

95
car el Evangelio, para que sea acogido y comprendido des-
de los elementos culturales de los pueblos originarios.

Examinamos:
a) si la inculturación de nuestra parroquia, especialmente las com-
puestas de preferencia por indígenas, ha sido una inculturación
más folclórica que vital; más externa que interior; más de imáge-
nes que de ideas…
b) Si junto a las traducciones de la Biblia y de los textos litúrgicos a
las lenguas mayas, ha habido o no un sincero intento de volcar
el Evangelio a los parámetros de la comprensión y de las cosmo-
visiones indígenas.
c) Si hay en la parroquia una mentalidad racista y discriminadora
del indígena
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia anuncia la salvación de Jesús, teniendo


en cuenta las situaciones socioculturales concretas de la
gente (ver nº 95). Y como esas situaciones son tan diver-
sas, hemos multiplicado los medios personales y materiales
para tener una pastoral diversificada.

Examinamos:
a) si tenemos la impresión de que nos movemos en parroquias “estandari-
zadas” (todas ellas cortadas con el mismo molde), de tal modo que en
todas se hace lo mismo, de la misma manera, con los mismos estilos…,
sin tener en cuenta la diversidad enriquecedora de las gentes…
b) si damos la impresión de tener un único modelo de parroquia que lo ex-
portamos allí donde llegamos, sin hacer la más mínima modificación…
c) Si la parroquia se preocupa de responder al mundo indígena, campesi-
no, obrero, juvenil, femenino, empobrecido y profesional

96
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Nuestra Parroquia hace un esfuerzo para “descolonizar su


mente” (ver nº 96). El “mal-trato” de las poblaciones indí-
genas muchas veces está en nuestra mente. Ahí se nos ha
metido. Y, aunque es contrario al Evangelio de Jesús, nos
cuesta trabajo quitarlo. Pero en esa tarea de conversión nos
encontramos, pasando de una mentalidad “colonizadora” a
una mentalidad “igualitaria”.

Examinamos:
a) si nuestra parroquia es “racista” y en ella aún persisten mentalidades
colonizadoras, que minusvaloran, desprecian, tienen en poca estima…
y toda esa mentalidad la alternan sin problemas con la vivencia de fe…
b) si el Evangelio incide realmente en la conversión a una fraternidad real
respecto a los indígenas…
c) Si los indígenas tienen participación igualitaria en la vida pastoral de la
parroquia
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. Inculturándose, nuestra Parroquia se siente enriquecida con


nuevas expresiones y valores (ver nº 479). Lo hemos con-
siderado un paso más. No sólo admitimos que haya gente
diversa. Estamos conscientes de que esa diversidad nos en-
riquece.

Examinamos:
a) si nos alegra como parroquia ser una Iglesia de diferentes rostros y esa
diversidad no la consideramos para nada una amenaza para la comu-
nión, sino una inmensa riqueza…

97
b) Si esa actitud la perciben así los pueblos indígenas, porque todos sea-
mos capaces de traducirla en un acercamiento cordial, justo y significa-
tivo.
c) Si logramos identificar los valores del mundo indígena para integrarlos
en la dinámica pastoral de la parroquia
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. Desde un amor apasionado por Cristo, nuestra Parroquia


incultura el Evangelio en la historia, haciéndose una “pa-
rroquia samaritana” (ver nº 421). Hemos comprendido que
la inculturación no es cuestión de palabras o de signos ex-
ternos, sino de hacer que el Evangelio de Jesús transforme
para bien la historia de todos.

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia entiende que toda inculturación es transformadora
de la vida…, que no se puede quedar en bonitas palabras o gestos…, que
los atropellos contra las culturas han dejado a mucha gente y a muchos
pueblos en la cuenta y que, hoy, una verdadera inculturación no puede
dejar de ser “samaritana”, no puede dejar de acercarse, para sanar tantas
heridas causadas…,
b) si como parroquia estamos dispuestos a ese acercamiento y proximidad
sanadoras, liberadoras…, o nos quedamos en declaraciones de princi-
pios
c) Si nos interesamos en “rescatar nuestras raíces” para mantener viva la
memoria histórica de nuestros pueblos y de nuestras comunidades ecle-
siales
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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7. Nuestra Parroquia defiende los auténticos valores culturales
de sus gentes, especialmente de los oprimidos y margina-
dos, ante la fuerza arrolladora de las estructuras de pecado
manifiestas en la sociedad moderna” (ver nº 532). Nuestro
Parroquia toma postura frente a los atropellos de que son
objeto las poblaciones indígenas más vulnerables. No nos
quedamos de meros espectadores.

Examinamos:
a) si nuestra parroquia es consciente de que la opción por la inculturación
supone también la opción por com-padecer (padecer con) y desde ahí se
hace solidaria con las justas reivindicaciones de los pueblos originarios,
las hace propias y las defiende como suyas…
b) si caemos en la cuenta que la inculturación tiene una dimensión de in-
mersión que no podemos dejar fuera… In-culturarse (meterse en una
cultura) es una verdadera opción de conversión socio-cultural…
c) Si cultivamos en la parroquia una actitud crítica ante la sociedad moder-
na que busca una homogeneización de las culturas anulando las culturas
locales
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

99
100
11°
UNA PARROQUIA QUE CUIDA DE
“LA CASA COMÚN”
1. Nuestra Parroquia está consciente de que la creación es
también manifestación del amor de Dios, entregada a todos
nosotros para que la cuidemos y la transformemos en bene-
ficio de todos (nº 125), por lo que no considera ajena a su ta-
rea pastoral la preocupación por los problemas ecológicos.
Es más, consciente de que el hombre no puede ser una ame-
naza para la naturaleza, considera una ofensa al Creador (un
pecado ecológico), un atentado contra la biodiversidad y, en
definitiva, un pecado contra la vida, el desatender las mu-
tuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció
entre las realidades creadas (ver nº 125).

Examinamos:
a) si nuestra parroquia expresa de alguna manera su sensibilidad ecoló-
gica como expresión de su fe en la creación, dada al hombre no para
expoliarla, sino para cuidarla… Grado de sensibilidad ecológica que
percibimos en la gente de nuestra parroquia: de ecología a lo grande y
de ecología a lo pequeño…
b) Cómo ha sido recibida la encíclica del Papa “Alabado Seas” sobre la
ecología y si está teniendo algunas repercusiones en comportamientos
nuevos respecto a lo creado… Si nos damos cuenta de que no se trata
sólo de un movimiento social, sino que es un movimiento profundamen-
te religioso, al estilo de un San Francisco de Asís…,
c) Si las fuerzas vivas de la parroquia se integran y participan en el movi-
miento ecológico de la sociedad civil

101
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

2. Nuestra Parroquia se siente convocada por Jesús a cuidar la


tierra para que brinde abrigo y sustento a todos los hombres
(ver Gn 1,29 ;2,15) (nº 113), uniendo esta ecología “natural” a
la ecología “humana”, que no desliga el cuidado de la tierra
del cuidado responsable de los hombres y mujeres, espe-
cialmente de los más frágiles, consciente de que el Señor ha
entregado el mundo para todos y de que los bienes tienen,
por tanto un destino universal: son para todos nosotros y
para todos los que vengan después (ver nº 126).

Examinamos:
a) si nuestra parroquia es consciente de la existencia de una “ecología hu-
mana” que tiene que ver con el cuidado del hombre y de la mujer, espe-
cialmente de los más vulnerables… Si somos conscientes, por tanto, de
la necesidad de una “ecología integral”…
b) Si desde esa ecología integral percibimos que Dios ha entregado los
bienes para todos y obramos en consecuencia, no queriéndolos acaparar
tan sólo para nosotros…
c) Si ha tenido resonancia en nuestra parroquia la carta pastoral de los
obispos guatemaltecos “El Clamor por la tierra” y cuál es el impacto
para la vida de los campesinos el uso y tenencia de la tierra en nuestro
país.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra Parroquia recuerda con frecuencia a todos sus fie-


les que no pueden permitir que nuestro mundo sea una tie-
rra cada vez más degradada y degradante (ver nº 87), por
lo que todas sus prácticas cotidianas deben tener muy pre-
sente el daño que puedan causar a la naturaleza. Pero su

102
preocupación y cuidado llega también al discernimiento de
lo que sucede con las industrias extractivas internacionales
y la agroindustria que, muchas veces, no respetan los de-
rechos económicos, sociales, culturales y ambientales de
las poblaciones locales y no asumen sus responsabilida-
des. Toma posturas críticas con el hecho de que, con mucha
frecuencia, se subordina la preservación de la naturaleza al
desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el
agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos na-
turales, con la contaminación del aire y el cambio climático
(ver nº 66).

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia es o no es ajena a las denuncias de los atentados
medioambientales que tienen expresiones concretas en tantos lugares
de nuestro país… Si considera que debe tomar postura frente a esos
atropellos a la naturaleza o le parece que es mejor no meterse en esos
asuntos…
b) si esas grandes denuncias tienen tanta sinceridad que llegan a cambiar
los hábitos personales o familiares que van contra la ecología natural y
contra la ecología humana…
c) Cual es la postura que los fieles laicos de la parroquia tienen hacia las
industrias extractivas de metales en el país y sobre la política que al
respecto implementan los gobernantes.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parroquia?

103
104
12°
UNA PARROQUIA
CONSTRUCTORA DE PAZ
1. Nuestra parroquia se siente llamada a impulsar nuevas es-
tructuras que promuevan una auténtica convivencia huma-
na, que impidan la prepotencia de algunos y faciliten el diá-
logo constructivo para los necesarios consensos sociales
(ver nº 384).

Examinamos:
a) si nuestra parroquia se involucra o no en todas aquellas manifestaciones
que son expresión de tomarnos en serio la ciudadanía…, o mejor prefie-
re no estimular las exigencias ciudadanas, por no meterse en política…
b) si la solución de conflictos por medio del diálogo al interno de nuestras
propias comunidades nos ayuda a ser más creativos en la solución de los
conflictos sociales a través del diálogo…
c) Si han tenido resonancia y acogida en la parroquia los pronunciamientos
de la Conferencia Episcopal de Guatemala en sus frecuentes llamados a
la paz y a la reconciliación.

2. Nuestra Parroquia está trabajando en animar a nuestro pue-


blo para construya una patria que sea casa de hermanos
donde todos tengan una morada para vivir y convivir con
dignidad y realizar así entre todos un proyecto histórico su-
gerente de vida en común (ver nº 534). Para lo cual, educa
y favorece en nuestro pueblo todos los gestos, obras y ca-
minos de reconciliación y amistad social, de cooperación e
integración (ver nº 535).

105
Examinamos:
a) si nuestra parroquia se involucra con soltura y con efectividad en todo
aquello que favorece la creación de una conciencia ciudadana popu-
lar…, o consideramos que lo mejor para nosotros es encerrarnos en
nuestros templos para estar al resguardo de cualquier tormenta…
b) Si en el campo de la educación, en el que tanto tiene que ver, la parro-
quia es constructora de hombres y mujeres abiertos al diálogo y dispues-
tos a entenderse, a pesar de las diferencias…
c) Si cultivamos en la parroquia una visión actualizada de la realidad que
vive el país para suscitar una amplia participación en la construcción del
país que queremos.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

3. Nuestra parroquia forma discípulos misioneros con vistas


también a que haya auténticas transformaciones y nuevas
estructuras en la sociedad. Está consciente de que no hay
nuevas estructuras si no hay hombres nuevos y mujeres
nuevas que movilicen y hagan converger en los pueblos
ideales y poderosas energías morales y religiosas (ver nº
538).

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia está consciente de que con la predicación y la con-
versión al Evangelio colabora a la creación de hombres y mujeres nue-
vos, desde valores que tienen mucho que ver con una convivencia pa-
cífica… Cómo es que después estos hombres y mujeres nuevos no son
capaces de construir un pueblo en paz, que sepa superar los conflictos
desde la justicia y que no sea capaz de dialogar las grandes cuestiones
que afectan al destino de todos…
b) Si nuestra parroquia no deja de pensar en el mal ejemplo que damos
los cristianos con nuestra división en diferentes confesiones que tiene

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repercusiones tan negativas en las divisiones sociales que nos enfrentan
unos contra otros…
c) Si nuestra parroquia promueve el cambio de las estructuras sociales asu-
miendo las causas legitimas de la lucha campesina, indígena y obrera.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

4. Nuestra Parroquia da mucha importancia a promover dina-


mismos de amistad, gratuidad, participación y comunión
solidaria. Y, desde ahí, aprecia y alienta los voluntariados
sociales, las diversas formas de libre auto-organización y
participación populares y las obras caritativas, educativas,
hospitalarias, de cooperación en el trabajo…, las promovi-
das por ella y todas las que respondan adecuadamente a es-
tas necesidades,, aunque no sean promovidas por ella (ver
nº 539).

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia está metida realmente en la colonia, en el barrio, en
la aldea…, si ahí trata de acercar a la gente, de hacer que se encuentren,
de crear amistades y vínculos…
b) Si por encima de todas las diferencias, nuestra parroquia es capaz de
unir a la gente en torno a los graves problemas que sufren: violencia,
corrupción, desempleo, desnutrición…
c) si la parroquia alienta el voluntariado y los movimientos sociales.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

5. En medio de nuestra sociedad conflictiva, nuestra Parroquia


está seriamente comprometida en generar una ”cultura de
paz”, que sea fruto de un desarrollo sustentable, equitativo
y respetuoso de la creación. Esa “cultura de paz” la percibe

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también como necesaria para enfrentar conjuntamente los
ataques del narcotráfico y consumo de drogas, del terroris-
mo y de las muchas formas de violencia que hoy imperan en
nuestra sociedad. Nuestra Parroquia se siente llamada a ser
una escuela permanente de verdad y justicia, de perdón y
reconciliación para construir una paz auténtica (ver nº 542).

Examinamos:
a) Si nos consideramos seriamente comprometidos en la reconstrucción
del tejido social en nuestras comunidades sobre todo después del con-
flicto armado interno.
b) Si estamos empeñados en lucha contra el consumo de droga y trata de
personas
c) Si nuestra postura frente al fenómenos de las “maras” o pandillas juve-
niles tiene en cuenta la complejidad del problema o nos movemos en
apreciaciones simplistas.
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

6. Con el propósito de llevar a todos sus fieles a vivir con fuer-


za el amor cristiano, nuestra Parroquia no deja de anunciar
que la fuerza de la violencia sólo se resuelve con la fuerza
del amor redentor y que el eje cultural más importante para
nuestra sociedad, el que realmente puede solucionar nues-
tro ambiente de violencia, es el amor de plena entrega (ver
nº 543). En la predicación, en la formación y en nuestras re-
laciones comunitarias está muy presente esta dimensión de
nuestra fe.

Examinamos:
a) Si nuestra parroquia está constituida por comunidades vivas, fraternas
y creíbles que son una referencia válida para los hombres y mujeres de
hoy que van en búsqueda del verdadero sentido la vida

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b) Si los diferentes espacios que ofrece la parroquia así como su vida pas-
toral contribuye a la madurez de las personas para que vivan “el amor
de plena entrega”
c) Si logramos hacer de nuestras parroquias “un laboratorio de paz” de tal
modo que podemos mostrar que sí es posible romper el círculo perverso
de la violencia
Frente a este horizonte de Aparecida, ¿cómo está nuestra parro-
quia?

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