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Volumen 38, Nº 1, 2006.

Páginas 51-62
Kharisiris de agosto en el altiplano aymara de Bolivia 51
Chungara, Revista de Antropología Chilena

KHARISIRIS DE AGOSTO EN EL ALTIPLANO


AYMARA DE BOLIVIA
KHARISIRIS OF AUGUST ON THE AYMARA ALTIPLANO OF BOLIVIA
Gerardo Fernández Juárez1

Agosto es en el altiplano aymara de Bolivia el tiempo sacrificial por excelencia donde las ofrendas ceremoniales, waxt’as y
wilanchas sangrientas, junto con los personajes míticos que lo recorren, codifican un tipo de violencia ritual que alude a la percep-
ción histórica de larga duración, tanto del tiempo como del espacio ceremonial, a la vez que contribuyen a la configuración de la
propia identidad cultural de las sociedades aymaras contemporáneas.
Palabras claves: kharisiri, waxt’a, wilancha, agosto, aymaras.

August constitutes the most relevant sacrificial time on the Aymara plateau in Bolivia, where the ceremonial gifts, waxt’as and
bloody wilanchas. Together with some mythical characters, codify a kind of ritual violence that refers to a long standing historical
perception, related to both time and space of the ceremony and at the same time, contribute to the definition of the cultural identity
of contemporary Aymara societies.
Key words: Kharisiri, waxt’a, wilancha, August, Aymaras.

Agosto es un período de gran importancia ce- sarrollo del nuevo ciclo agrícola, que no falte la
remonial en el altiplano aymara. Es el momento lluvia, que los cultivos crezcan y extiendan sus
en que la tierra, pachamama, según cuentan los tonos multicolores en los meses de febrero y mar-
aymaras, se abre para recibir las ofrendas rituales zo, que el envidioso granizo no baile sobre las
que necesita para recuperar su vigor y fortaleza calaminas ni golpee las sementeras, que se vaya a
una vez transcurrido el invierno. Por eso le dicen otras comunidades, junto con la escarcha y la he-
lakani phaxi, “el mes que tiene boca”. En agosto lada, sus flojos hermanos, a robar el fruto del tra-
las familias aymaras realizan ofrendas ceremo- bajo humano. Todo depende del éxito de la ofren-
niales en las chacras de cultivo y acuden a las da ceremonial, de la elaboración correcta y
cumbres de los cerros donde se encuentran los específica de los platos rituales, de la abundancia
venerados achachilas, tutores ceremoniales de la y calidad de las aspersiones ceremoniales y, por
montaña, a realizar las ofrendas y quemar las supuesto, de la acertada solicitud del oficiante ce-
mesas rituales1 con la intención de satisfacer el remonial quien debe conocer las aficiones culi-
apetito ceremonial que las montañas y la tierra narias rituales de sus comensales sagrados y ro-
padecen antes de iniciarse el nuevo ciclo produc- gar por los intereses de sus representados con la
tivo. Una vez efectuado el ritual, la tierra aparece apropiada cortesía2.
simbólicamente preparada para que comiencen las En tiempo de agosto es el propio mundo ay-
labores de la siembra en todo el altiplano a partir mara el que aparece abierto a los encantos del pa-
de septiembre y octubre. La pachamama se abre sado, aparecen los “tapados” y tesorillos colonia-
el mediodía del primero de agosto. Es el momen- les, las ciudades de los antiguos chullpas y de los
to óptimo para realizar las oblaciones rituales y incas, así como el “oro vivo”, animales de oro que
expresar al mismo tiempo los ruegos y deseos que se mueven produciendo fulgores azulados la vís-
se espera obtener a lo largo del año. A la pacha- pera del primero de agosto. La tierra está abierta,
mama y a los achachilas hay que pedirles, con el mundo aymara proyecta sus vísceras antiguas
insistencia y comedimiento, que ayuden en el de- sobre la superficie (Fernández 1997).

1 Facultad de Humanidades de Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha, Plaza de Padilla, 4; 45005, Toledo, España.
Gerardo.FJuarez@uclm.es

Recibido: julio 2004. Aceptado: enero 2006.


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En tiempo de agosto son varias las manifesta- En el caso de los Andes, se trate de un modelo
ciones rituales aymaras que incluyen diferentes hispano importado o no, los kharisiris aymaras
oblaciones de sacrificio tanto cruentas como in- adquieren un específico interés etnográfico. La for-
cruentas; tal vez, la más conocida sea la waxt´a o ma de actuación de los kharisiris y sus caracterís-
mesa que he comentado anteriormente, con una ticas representativas están bien documentadas. Los
presencia extensa y amplia en las diferentes pobla- kharisiris provocan el sueño en sus víctimas po-
ciones andinas. Junto a la waxt´a y en ocasiones tenciales de diferentes formas, ya sea rezando ple-
complementándola se produce en los sectores ga- garias católicas en sentido contrario al habitual, en
naderos del altiplano, con presencia de camélidos especial el Padre Nuestro, tocando una campanilla
de altura, la wilancha o sacrificio de sangre de al- o espolvoreando cenizas de difuntos y restos de la
guna llama o alpaca, preferentemente3. De igual bolsa amniótica de los recién nacidos (Morote
forma, la wilancha presenta un acusado reconoci- 1988:161). Ataca a los viajeros solitarios en los
miento en contextos mineros para festejar el pri- caminos a los que acecha a distancia; actúa funda-
mero de agosto. Si atendemos a las narraciones mentalmente durante el mes de agosto7 emplean-
orales que implican, desde la perspectiva aymara, do un objeto o maquinita para recoger la grasa co-
a los seres cuya presencia en el altiplano y cuya lectada de las víctimas, a la manera de termo.
Igualmente se dice que emplea una jeringa para
interacción con sus pobladores se circunscribe de
realizar la extracción, además es preciso tener en
manera explícita aunque no excluyente al mes de
cuenta que al kharisiri le interesa tanto la grasa
agosto, podemos aventurar otras manifestaciones
como la sangre de sus víctimas8. Su imagen tradi-
de violencia ceremonial que no afectan tan sólo a
cionalmente se ha relacionado con los sacerdotes
elementos rituales inocuos, sino a los propios se-
y personas relacionadas con la Iglesia católica; en
res humanos. Los propios cuerpos físicos de los
ocasiones era el mismo sacerdote, el que la menta-
pobladores aymaras son violentados en esta época lidad popular de los lugareños identificaba con el
por parte de varios personajes que acentúan sus kharisiri o alguien que trabajaba con esta misión
correrías en este tiempo ceremonial4 (Fernández bajo su servicio. De hecho, la grasa humana indí-
1998a); uno de ellos aparece recorriendo el alti- gena colectada, se decía, era empleada en la elabo-
plano buscando víctimas a las que extraer grasa y ración de todo un complejo elenco de objetos rela-
sangre, es el kharisiri. Los materiales etnográficos cionados con el quehacer ceremonial del sacerdote
que voy a presentar proceden tanto de comunida- (velas, campanas, santos óleos); otras versiones más
des aymaras de la Provincia Omasuyos, próximas modernas consideran que se emplea la grasa para
al Lago Titicaca, como de la Provincia Ingavi del elaborar jabón y cosméticos de los q’aras, los mes-
Departamento de La Paz. tizos y blancos de las grandes ciudades, o para rea-
lizar aceites lubricantes en los ingenios mineros y
Kharisiri en la puesta a punto de los automóviles; hay quien
lo asocia al pago de la deuda externa (Albó 1999;
Kharisiri, kharikhari, lik´ichiri, khariri, son los Celestino 1998). El kharisiri viste de blanco y lle-
términos aymaras más frecuentes que hacen alu- va el rostro tapado con su fardo o q’ipi para escon-
sión a la actividad violenta del personaje5, de ahí der su identidad.
la expresión castellanizada que emplean algunos Habitualmente la antropología andina ha re-
estudiosos del fenómeno, al definirlo como “dego- lacionado el complejo del kharisiri con criterios
llador”. El término lik´ichiri hace resaltar su ca- de identidad o pertenencia, estableciendo las
rácter como recolector de grasa, lik´i. En quechua, maneras de relación de los pobladores andinos con
en los dominios de Ayacucho se emplean los tér- respecto a los que no lo son en términos de relacio-
minos ñakaq y phistaku (Ansión 1989; Morote nes de poder expresadas a través del siniestro perso-
1988[1959]:153-177)6. La etnografía se ha ocupa- naje9. Rivière (1991), Aguiló (1980) y Crankshaw
do de personajes parejos en el mundo hispano; co- (1990), entre otros investigadores, así lo han re-
nocidos son los “sacamantecas” españoles pre- flejado. Su figura ha sido considerada desde la
sentes en diversos lugares de la geografía hispana, perspectiva de la mediación ceremonial reciente-
así como sus equivalentes mediterráneos que han mente (Charlier 1998).
dado lugar incluso a la composición de modernas En la actualidad no sólo los sacerdotes y los
leyendas urbanas (Ortí y Sampere 2002). extranjeros resultan sospechosos de ser kharisiri,
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según el modelo de relaciones de identidad que pre y cuando muera el afectado. Si la víctima no
parecen puestas en juego entre los aymaras y los fallece los fluidos extraídos no valen nada; no pue-
q’aras que son expresadas por el personaje que nos den ser transformados en los productos que el sa-
ocupa. La sospecha se ha extendido al interior de cerdote, los médicos, los ingenieros o los repre-
las comunidades aymaras, en especial sobre aque- sentantes del Estado precisan para sus diferentes
llos campesinos que rechazan los compromisos y fines. Si la víctima fallece, el propio kharisiri acu-
obligaciones comunitarios; aquellos que próximos dirá a la medianoche, sin que nadie le observe, a
al entorno de las ciudades olvidan las normas co- pedir perdón de rodillas, ante la tumba de su vícti-
munitarias y se desentienden de sus responsabili- ma. Solamente tras la muerte se hace visible en el
dades, especialmente en la satisfacción de cargos cuerpo de la víctima la cicatriz que acredita el ata-
públicos y rituales10. Por otro lado, se desconfía que de que ha sido objeto por parte del kharisiri.
de los campesinos que se comportan al modo de la La actuación del kharisiri está rodeada del más
ciudad y que hacen pública ostentación de dinero, absoluto secretismo, tanto en lo que afecta a la re-
sin que se les reconozca actividad remunerada al- lación que mantiene con sus víctimas como en la
guna. En la actualidad, el kharisiri está asentado forma en que es preciso atender a los afectados por
en el seno de las propias comunidades; no faltan él. El yatiri, con la ayuda de los familiares del afec-
sospechas sobre tal o cual persona o familia a cu- tado, deberá actuar en secreto, sin revelarle nunca
yos miembros se ha encontrado en actitud sospe- al paciente la dolencia que le aflige, si quiere tener
chosa de noche, por los caminos11. alguna oportunidad de salvarlo.
La acusación de ser kharisiri resulta traumáti- Al empleo tradicional del cuchillo propio del
ca para el afectado, aun a pesar de que no se pueda degollador que aparece en los relatos de Morote
probar ni demostrar nada en su contra. El sospe- (1988), le ha seguido una modernización tecnoló-
choso sufrirá, a buen seguro, serios problemas de gica, que no hace sino reflejar la presión de la
articulación social con el resto de familias y a la modernidad sobre las comunidades aymaras, en lo
larga es posible que tenga que abandonar la comu- que a los útiles del kharisiri se refiere; de esta for-
nidad a riesgo de perder la propia vida (Wachtel ma se le achaca el empleo de máquinas, tales como
1997). Resulta tan grave dicha acusación que los cámaras fotográficas, grabadoras o jeringas con las
que poseen algo de dinero no dudan en ponerse en que extrae el sebo, o mucho más fácilmente la san-
manos de abogados sin escrúpulos en los núcleos gre de sus víctimas (Fernández 1999; Wachtel
urbanos para conseguir algún papel oficial donde 1997).
se acredite su inocencia (Fernández 1995:173). La amenaza externa procede de lo “otro” cul-
El hecho de que la presencia del kharisiri se tural, étnica y tecnológicamente ajeno, así como
haya generalizado y que ya no sea formalmente un de lo propio culturalmente distante, como es el caso
cura, o un extranjero, como antaño, sino que es de los comuneros que no se adecuan a las normas
gente como los propios aymaras, extiende igual- tradicionales y obligaciones imperantes en el en-
mente el problema y las supuestas intenciones da- torno social del altiplano o al ejercicio del cambio
ñinas del personaje12. cultural y de las mentalidades que promueven los
El interés del kharisiri por la grasa parece que propios estudiantes. La generalización de la ame-
ha sido sustituido por la sangre13 humana, mucho naza del kharisiri en agosto hace que los propios
más fácil de lograr con su “maquinita”; de hecho, campesinos recomienden no dormirse en los ve-
le interesan ambos fluidos (Albó 1999; López hículos colectivos que viajan hasta la ciudad de La
2001). El interés de la grasa humana corresponde Paz, ya que el kharisiri puede estar a nuestro lado
a la grasa indígena que es la considerada de espe- dispuesto para actuar.
cial calidad, seca por la incidencia de la alimenta- Si en un principio era la institución eclesiásti-
ción autóctona, repleta de técnicas que favorecen ca la que concitaba las amenazas por el temor de
la deshidratación de los productos y que configu- los grupos indios sobre su poder, en la actualidad
ran cuerpos secos y resistentes ante la enfermedad otros colectivos han tomado el relevo de la institu-
como son conceptualizados los cuerpos de los in- ción religiosa en esa relación asimétrica y debili-
dios, frente a los grasos, endebles y de poco aguante tante con los aymara (Albó 1999). Tal es el caso de
de los mestizos (Fernández 1998b; Gutiérrez 2002). los médicos. Ningún colectivo como el sanitario,
La grasa y la sangre india son de gran valor siem- con su tendencia a los análisis sanguíneos y a la
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operación quirúrgica, la apertura excesiva de los La dolencia originada por el kharisiri puede
cuerpos, resulta hoy tan próximo a la figura del tratarse con una medicina específica que no es di-
kharisiri, circunstancia que limita notablemente sus fícil encontrar en cualquier puesto de medicina tra-
posibilidades de atención y servicio (Fernández dicional, en los mercados y ferias rurales del alti-
1999)14. Los hospitales son considerados lugares plano. Consiste en un producto de aspecto viscoso
nefastos donde los enfermos mueren y la atención cuya elaboración permanece en secreto, pero de
personal deja mucho que desear; por otro lado, la precio muy elevado. En realidad se trata de un pre-
amenaza de ser violentados los cuerpos, traficados cio descabellado para la cantidad testimonial o ri-
los órganos internos y aprovechada la sangre para dícula que se ofrece al enfermo, siempre con su
elaborar los diferentes tipos sanguíneos con la in- total desconocimiento sobre la medicina y la do-
tención de comerciar con ellos, resulta patente. lencia que padece. En este sentido la proporción
Junto a los médicos y representantes de ONGs, los resulta paralela a la grasa o la sangre que el pa-
propios estudiantes aymaras, portadores de nuevas ciente ha perdido. La cantidad que el paciente pier-
mentalidades y modelos de cambio cultural, son de en el ataque del kharisiri es testimonial, como
considerados aliados de los kharisiris por los lu- lo es, igualmente, la dosis medicinal ingerida para
gareños más ancianos (Fernández 2002). su restitución. Existen otros tratamientos como el
Los kharisiris actúan durante todo el año, pero consumo de caldo de oveja negra y cuidados como
con especial incidencia, como hemos dicho, en evitar el consumo de productos frescos17 que pue-
agosto, particularmente la víspera del primero de den provocar la recaída del enfermo.
agosto (Mendoza 1978:54), momento en que la tie- El tratamiento de la dolencia del kharisiri exi-
rra se abre. El primero de agosto, justo en el mo- gía antaño una serie de productos que en la actua-
mento en el que la sangre de los campesinos es de lidad ya no son eficaces. La razón es que entonces
mejor calidad, dada la variedad alimenticia que se el kharisiri sacaba la grasa de la gente, pero no
consigue tras la cosecha, así como el mundo apa- cualquier tipo de grasa sino el tejido conjuntivo
rece abierto y expuesto a las características del denominado mesenterio, omento o redaño que en
pasado, el cuerpo de los seres humanos es violen- aymara se dice llikawara o iqara (Huanacu y
tado y abierto por las mañas del kharisiri extra- Pawels 1998:126) y que aparece regularizado de
yendo lo que debe permanecer oculto, la grasa y la forma genérica en el préstamo castellano “riñón”18.
sangre. Como ahora saca la sangre, el tratamiento antiguo
Para protegernos del kharisiri debemos mas- ha dejado de tener efecto; así al menos lo conside-
car o llevar como amuleto ajo de Castilla, algún ra Macario Vargas, yatiri19 de Qurpa:
fragmento de “carne de ombligo”, extenderse el
propio sudor15, o simplemente revelar nuestra sos- No, recién ahora. Antes que ya han saca-
pecha en voz suficientemente audible al encontrar- do riñón, dice, sacado, dice tata cura, así
nos con alguien por el camino, “¿no será kharisi- dice. Ahora ya está sabiendo sacar sangre,
ri?”; es decir, sacar al exterior y verbalizar lo que recién no más. Antes riñón, ahora saca no
guardamos dentro en el caso de la sospecha ocul- más sangre. Los que hay enfermos que
ta, un fragmento de carne seca de lo que siendo de hemos visto, como aquí, o sea aquí, en la
naturaleza interna sale al exterior del cuerpo con nalga o si no es en el pulmón, en la espal-
el parto o bien mediante ajo de Castilla, por su fra- da inyección pica sin más[...]. Más antes
gancia y por su naturaleza foránea que afecta a la también negro de oveja, su tela hay que
calidad de la grasa. Una triple exteriorización para sacar, con eso hay que poner no más para
prevenir la foraneidad más grave que puede sufrir curar. Después parece que como nylon ha
nuestro cuerpo como expresión pública de su gra- aparecido como nylonsito. Para vender
sa corporal íntima empleada por el kharisiri en la sabe el cura ¿cómo será pues? Sabe el cura,
elaboración de objetos de poder públicos tales ahora, no sabemos nosotros. Ahora recién
como campanas, fármacos, tipos sanguíneos, hos- ha recuperado con nylon oveja negra de
pitales o el pago de la deuda externa16. Lo priva- tela. Riñón es pues. La oveja, cuando car-
do que debe permanecer en el interior oculto es neamos nosotros, su barriga es como ri-
abiertamente mostrado para uso público por parte ñón; ese saca. Después con calentito, pone,
del kharisiri. como emplaste. Con eso no más ha recu-
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perado dice los abuelos no más. Con eso vez! Así pasa. Hay también otra forma.
no más ha curado dice. Ahora ya carnea- Prepara habas rojo, sebo de llama, su lí-
mos la oveja, ahora, sacando su riñón de quido que bota se prepara.
la oveja con calorcito pone… no, ¡no sana!
En castellano “redaño” equivale a lo más in-
El objeto tradicional de deseo del kharisiri era terno y de más valor que posee la persona. “¡Tiene
la grasa del mesenterio, el “riñón” o redaño de los redaños!”, se dice de la persona con bríos, con áni-
seres humanos, ese tejido pleno de vasos linfáticos mo y valentía20. El redaño se asocia por tanto con
y células adiposas que unen los intestinos y el es- el coraje y el valor, es decir, con las entidades aní-
tómago con el abdomen. De hecho, se emplea to- micas de los jaqi aymaras21. Uno de los rasgos del
davía en algunas prácticas terapéuticas la “tela” del doliente afectado por el mal del kharisiri es la pérdi-
mesenterio de las ovejas negras en el tratamiento da de bríos y valor para enfrentarse a la vida. La
del mal atribuido al kharisiri. La llikawara de la supuesta pérdida de sangre o grasa recluye a la víc-
oveja debe colocarse caliente sobre el lugar afec- tima en su casa. El afectado carece de valor, el prin-
tado del paciente con incienso blanco hasta que el cipal recurso energético y vital que posee la vida
tejido se seque por completo sobre su cuerpo (Hua- humana representado en la gordura, la grasa y la
nacu y Pawels 1998:126; Rivière 1991:26). sangre (Bastien 1986; Szeminski 1987). La grasa
El redaño constituye uno de los elementos del redaño parece apropiada para reflejar material-
esenciales en la recuperación del afectado por el mente las “sombras” de los jaqi aymaras. La grasa
mal del kharisiri. A pesar de la apreciación de del redaño, como el propio Macario nos ha expli-
Macario vinculando su empleo al pasado, todavía cado, supone el pasado y, a la vez, lo más interno y
se utiliza en la actualidad. Como vemos para el valioso de la persona.
yatiri Macario el empleo de la llikawara estaba La dolencia del kharisiri se trata de diferentes
relacionado con la actuación del sacerdote en su formas en el altiplano; puede ser con ese producto
acepción de kharisiri y su interés añejo por la gra- de aspecto graso, tremendamente caro, que en pe-
sa de los adentros de los seres humanos, su interés queñas dosis se ofrece al enfermo, sin que este iden-
precisamente por el redaño inspirado bajo el prés- tifique para qué tiene que tomar dicha medicina.
tamo “riñón”. Veamos otra versión de un maestro El yatiri Macario y su mujer Cipriana experta en
kallawaya, Severino Vila: hierbas y farmacopea tradicional elaboran su pro-
pia medicina para el mal del kharisiri, adecuándo-
El kharisiri tiene su presión… ¡phucha! se al hecho novedoso y reciente de su preferencia
muy caloraso siente… calor, tiene diarrea, por la sangre humana. Recordemos que el trata-
no tiene valor, en la cama se acuesta, ya miento tradicional, basado en el interés del khari-
no se puede levantar más. Para eso noso- siri por la grasa, ya no resulta eficaz.
tros, ¡cosa sencilla! No es mucho. Pode-
mos preparar grasa o una oveja negra. Si te mueres ya sale, han picado. Marca
Agarramos, rápidamente, el panza le abri- sale. Cuando muere… ¡ya está! sale clari-
mos, la grasa, lo que complementa a la to su marca. Ya sabe la gente, habla pues,
panza, su grasa ese hay que sacar, su telita kharisiri ha estado sacando… ¿Como?
y todo... lik‘i decimos nosotros en que- Para eso no más estoy preparando la me-
chua. Entonces eso “k‘aj” colocando “aquí dicina. Hay que hervir una ollita de wayru-
me duele”, “k‘aj” le hacemos colocar, des- ro22 con Nicolás T‘ant‘a, Altamisa23, An-
pués huevo batido blanco no más, también dres waylla24, Qutu-qutu 25, hembra y
puede ser eso, también puede limpiar con macho; dos clases, urqu qutu-qutu, qha-
los cuatro huevos o también puede tomar, chu qutu-qutu. Después este… “solda con
tomadito un huevo, pero sin azúcar nada, solda”26 después, este… de wawa, su om-
eso se llama curación de los kharisiris. bligo ese poquito no más poner.
Estos temas raras veces me llegan, pero
nuestros abuelos nos contaron. Esas co- Como vemos, entre los productos utilizados
sas, sí, una vez cada unos cuantos años, por Macario destacan diversas especies herbáceas
una vez escuchamos; a los dos años… ¡una locales asociadas con los acuíferos del altiplano,
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así como especies de carácter ceremonial como el los pobladores andinos de la zona quienes vincu-
wayruru y el pan de San Nicolás, presente igual- laban la noticia con el kharisiri, realizando patru-
mente en el ritual de recuperación de las ch´iwi y llas de autodefensa para protegerse de la nefasta
la carne del ombligo. influencia del personaje (Aguiló 1980).
Otros tratamientos eficaces en el tratamiento El gobierno de Sánchez de Lozada del Movi-
del mal del kharisiri, además de las recomenda- miento Nacionalista Revolucionario (MNR) impul-
ciones del yatiri Macario Vargas y del kallawaya só, en los años noventa del pasado siglo, tres leyes
Severino Vila, incluyen la ingestión de sopas gra- fundamentales sobre las que gravitó buena parte
sas, especialmente caldo de oveja, huevo batido; de la tensión política y social de la legislatura, a
introducir al enfermo en el interior de la panza de saber: La Ley de Participación Popular, la Ley de
una vaca negra e incluso la ingestión diaria de vino Reforma Educativa y la Ley de Capitalización. Las
con hostias (Huanacu y Pawels 1998:127). Estos tres normas supusieron una formalización de cam-
procedimientos terapéuticos pretenden recuperar bios administrativos y jurídicos que afectaron a las
los fluidos perdidos mediante el aprovechamiento comunidades aymaras en diferente forma, dando
de la grasa de oveja negra en cataplasma, la sangre lugar a no poca confusión. El reconocimiento de
de gallo negro bebida y la ingestión de alimentos las lenguas nativas locales en la educación formal,
caldosos y cálidos. El alegato a la eucaristía profa- la decisiva intervención de los municipios y ayun-
na que reproduce el enfermo durante unos días con tamientos para la concesión de ayudas a los pro-
el tratamiento de vino y hostias, trata en definitiva yectos de desarrollo y las formas de adjudicación
sobre el cuerpo y la sangre de Cristo, es decir, lo de las empresas más rentables del Estado a los nue-
dañado por el kharisiri que se trata de restituir a la vos socios privados provocaron no pocos sofocos
víctima potenciando su ingestión diaria. en las comunidades rurales del altiplano, cuyo
Evitar productos alimenticios “frescos” con- ámbito de aplicación se entendía poco menos que
trasta con el carácter cálido de la enfermedad pro- como una expropiación de terrenos de cultivo y
vocada por el kharisiri. A pesar de esta variable totorales de pesca, sin olvidar el enfrentamiento
térmica del calor que pareciera recomendar preci- político por el acceso a los municipios y el apoyo a
samente alimentos frescos para equilibrar la tem- los proyectos de desarrollo o los traumas deriva-
peratura corporal, el carácter del afectado por la dos de la farragosa terminología administrativa que
dolencia del kharisiri no es cálido, sino socialmente convertía de golpe y porrazo a las comunidades en
frío como demuestra su abulia generalizada, floje- OTB (Organizaciones Territoriales de Base). En la
ra y dejadez. El consumo de alimentos cálidos pre- actualidad, todavía colean las decisiones del INRA
tende restituir tanto el fluido como la vitalidad per- y el temor de los campesinos a tener que pagar
dida tras el ataque perpetrado por el kharisiri. impuestos al Estado por sus posesiones agrícolas.
La delicada situación de un bien patrimonial
El Kharisiri y el Estado Boliviano indígena como es la hoja de coca con la política de
erradicación de cocales impulsada por las distintas
La violencia propiciada por Sendero Lumino- administraciones norteamericanas en aras a la per-
so en los años ochenta del pasado siglo y las ma- manente amenaza de descertificación de Bolivia
sacres resultantes de los enfrentamientos con el como país preferente en la canalización de la ayu-
ejército han sido explicadas, cuando no justifica- da internacional, que ha dado lugar a la militariza-
das por los lugareños quechuas del sector de Aya- ción de extensas zonas de los yungas y sobre todo
cucho, por la presencia y actuación del ñakaq o del Chapare en Cochabamba y del parque Isiboro-
del phistaku; lo mismo respecto a la virulencia de Sécure, zona de ampliación de las actividades del
las ofensivas senderistas en Lima que dieron lugar narcotráfico; la política alimentaria y de donación
a una variante del fenómeno, como fueron los “sa- de alimentos a cambio de trabajo, las variables de
caojos”, provocando una verdadera histeria en las género y la constancia política de Bolivia como
barriadas más populares de Lima (Ansión 1989). República multicultural, contenido que refleja la
En las alturas bolivianas de Potosí, noticias apare- propia Constitución boliviana, con el reconoci-
cidas en periódicos y noticieros de radios sensa- miento periódico al impulso necesario de pautas
cionalistas, sobre supuestos avistamientos de ovnis de desarrollo intercultural en el dominio educati-
dieron lugar a histeria no menos significativa entre vo, de la salud, en la información periodística, etc.,
Kharisiris de agosto en el altiplano aymara de Bolivia 57

que mejoren de forma sustancial la convivencia personajes afines, como un vehículo de endocul-
interna de los bolivianos superando situaciones turación. En el altiplano, sin embargo, la amena-
anquilosadas de extrema injusticia social (Albó za del kharisiri se extiende a toda la sociedad y
1999), constituyen retos importantes para la con- son los adultos, no los niños, su objetivo princi-
vivencia diaria de los bolivianos que serán reflejo pal; de hecho, las wawas lactantes no tienen toda-
del programa de la próxima Constituyente. vía la calidad de sebo que el kharisiri anhela, no
Los kharisiris menudean en sus apariciones, están suficientemente hechos, por lo que no resul-
al abrigo de toda esta situación crítica de tremenda ta contradictorio que les desprecie como posibles
confusión conceptual y económica, “haciendo su víctimas30. Frente a la tendencia al conservaduris-
agosto”, en lo que a vidas humanas se refiere, tan- mo del “sacamantecas” español contrasta el valor
to en la localidad de Achacachi, cabecera munici- progresista del kharisiri aymara portador de los
pal, como en su entorno27, dando sentido al caos cambios que el Estado y otras instituciones ajenas
informativo y sobre todo de carácter comprensivo al dominio aymara pretenden imponer sin su con-
a los cambios que impulsa el Estado boliviano28. sentimiento31. Mientras el “sacamantecas” ayuda
Así las cosas, parece que cuando se toman de- a la comunidad familiar a mantenerse en las pau-
cisiones, lejos del entorno comunitario aymara y tas tradicionales, por eso persigue a los niños que
de sus órganos colegiados que regulan la vida co- no se comportan según las reglas, el kharisiri ay-
lectiva, que pueden alterar o modificar la vida de mara introduce y modifica dichas pautas a través
los propios pobladores aymaras, al margen de su de los nuevos mecanismos que el cambio cultural
propia capacidad de control y decisión, el retorno ofrece, por eso persigue a los adultos, los mante-
de los kharisiris y su violenta irrupción en las vi- nedores de la costumbre y de la memoria social,
das de la gente parece un hecho consumado. Las los futuros formadores de niños. El kharisiri no
innovaciones propuestas en época de crisis social victima a las wawas porque las necesita encareci-
y penuria económica, sin consultar previamente a damente en el proyecto de cambio gestado por el
las colectividades interesadas, que afecten la vida Estado quien los forma en las escuelas seccionales
cotidiana de las comunidades, pueden dar lugar a presentes en el altiplano; así cobra sentido el pare-
la presencia del temible personaje. Los kharisiris cer del yatiri Macario Vargas achacando a los es-
parecen de esta forma señuelos del cambio socio- tudiantes su talante como modernos kharisiris que
cultural en el altiplano, al igual que en otros secto- chupan junto a la grasa y la sangre de los cuerpos
res de los Andes (Wachtel 1997:82). Cualquier tipo la memoria social y las pautas de comportamiento
de circunstancia que el ámbito comunitario de de- que dan sentido a la estructura comunitaria local32.
cisión no pueda satisfacer y controlar, viéndose a En España el “sacamantecas” es corrector alia-
su vez afectado negativamente por ella, da con el do de los padres, mientras que en los Andes del
kharisiri sobre el escenario social. El kharisiri es sur, en los dominios rurales, es aliado del Estado,
el portador de las innovaciones no concertadas (cu- encarnando los valores más traumáticos y los que
ras, médicos, ingenios, ONGs, estudiantes, etc.), peor plantean la supervivencia de las comunida-
responsable de las mismas cosechando la sangre des rurales; lo prohibido, fundamentalmente el cré-
de los comuneros a cambio de las nueva propues- dito absoluto al individualismo y a la falta de reci-
tas. El kharisiri “abre” el cuerpo físico y social de procidad para con su grupo de referencia. Pero
los grupos aymaras del altiplano promoviendo cam- además el kharisiri compromete al propio concep-
bios generalmente no deseados por la comunidad, to de persona, al aparecer la grasa humana y la san-
cambios pensados desde instancias ajenas a la es- gre entre sus objetivos de cuestación forzada, ele-
tructura comunitaria29. mentos de gran significación ritual en la tradición
En España y en la tradición europea, el “saca- de las poblaciones andinas. El concepto de perso-
mantecas” tiene como objetivo fundamental a los na alude a la propia historia social y a la memoria
niños pequeños, a los que se amedrenta con su fi- colectiva que las poblaciones andinas reproducen
gura para que se comporten según la norma esta- en su entorno, tanto físico como comunitario. Las
blecida; en este sentido, el “sacamantecas” es un acechanzas del kharisiri no sólo ponen en peligro
aliado de la estructura familiar para canalizar la el cuerpo físico, sino la estabilidad colectiva, los
pauta de comportamiento adecuada en los más pe- valores fundamentales ligados a la reciprocidad en
queños; podríamos considerarlo, junto a otros los dominios rurales y, por tanto, la forma de ser y
58 Gerardo Fernández Juárez

de estar en el mundo, clara referencia al impacto cial de la comunidad. Son los propios comuneros
de la modernidad y el efecto del cambio cultural los que tienen el derecho de manejar y decidir so-
que las poblaciones andinas continúan padeciendo bre su propio futuro, son ellos los que deben deci-
de forma asimétrica e incontrolada en los albores dir sobre su cuerpo físico y social y sobre su ma-
del siglo XXI. ñana en el tipo de relaciones que precisan establecer
Mientras los “sacamantecas” españoles hace con el Estado boliviano. La amenaza de los khari-
tiempo que permanecen encorsetados en el domi- siris ejemplifica la dificultad existente hoy en el
nio de la imaginación, los cuentos y las consejas entramado correcto de dichas relaciones, dificul-
de abuelos, como remedio extremo con el que ate- tades inscritas en la propia biografía histórica del
morizar a los niños, sus “colegas” andinos cami- Estado boliviano. Si los aymaras y otros grupos
nan por el campo, portafolio en mano por los des- andinos no dudan en descalificar a los represen-
pachos de abogados, las oficinas dedicadas al tantes institucionales del Estado como kharisiris,
desarrollo, las consultas de las postas sanitarias y a su vez, los representantes del poder criollo seña-
hospitales o las escuelas, atendiendo como buenos lan a los grupos indios del altiplano como “bárba-
funcionarios las necesidades estatales de sangre ros” y “salvajes”, a sus especialistas rituales como
india y provocando el más pavoroso de los horro- “brujos” y al colectivo indio como “caníbales”33.
res en el corazón del mundo aymara. En definitiva, unos y otros considerados respecti-
Cierta moraleja parece desprenderse de este vamente como depredadores y amenaza para una
asunto de los kharisiri. La moraleja que emana de propuesta social de convivencia lejos todavía, a
la amenaza del kharisiri en las sociedades ayma- pesar de los esfuerzos realizados, de configurar el
ras del altiplano es que resulta contraproducente y marco intercultural propicio que dé cabida a los
peligroso alejarse de la “madre”, tal y como reco- legítimos intereses de todos los bolivianos.
mendaban en su tiempo los “sacamantecas” hispa- La candente cuestión del kharisiri no hace sino
nos, de la tierra, de la memoria colectiva, de los reforzar la consideración final de la variable étnica
usos tradicionales que tan buen resultado han dado y las relaciones interculturales en Bolivia. Por fin,
a los campesinos aymaras, quizá no para prosperar los grupos autóctonos encuentran mejores cauces
individualmente según las pautas occidentales, pero para expresarse y representarse a sí mismos sin
sí para defender sus intereses comunes. La enfer- necesidad de intermediarios. La lucha de las po-
medad del kharisiri se cura en la discreción del blaciones indígenas de Bolivia y América Latina,
hogar, practicando la máxima cerrazón del cuerpo en general, incluye el reconocimiento de los mo-
familiar sobre la víctima, ocultándole incluso al delos de reproducción y construcción de sus res-
propio enfermo la causa de su enfermedad; el me- pectivas identidades, en los que los componentes
jor talismán para evitar los ataques constituye la culturales, lingüísticos, las peculiaridades produc-
carne de ombligo, vínculo entre el hijo y la madre, tivas y sistemas de vida, así como las denomina-
es decir, entre el hijo y la memoria histórica del ciones colectivas, han constituido aspectos impor-
grupo con sus pautas y normas de comportamien- tantes de las reivindicaciones indígenas. Siempre
to. La dolencia del kharisiri no se cura en el hospi- nombrados por los “otros”, de forma despectiva
tal, el médico nada sabe del kharisiri, al menos te- como “indios” en tiempos de la Colonia y la Re-
rapéuticamente, no otorgándole credibilidad pública; “campesinos” tras la revolución de 1952
alguna, el mal del kharisiri se cura en la intimidad y finalmente, tras el reconocimiento político de la
de la casa, igual que los problemas comunitarios diversidad cultural boliviana, significados como
se resuelven, al margen de las directrices del Esta- aymaras, miembros de las Naciones Originarias de
do, en los cabildos y asambleas comunitarias don- Bolivia en igualdad de derechos con el resto de
de cada comunero expone públicamente su pare- poblaciones acogidas a la Carta Magna boliviana.
cer hasta alcanzar consenso; cuando las Cabe esperar que una situación de mayor equili-
instituciones estatales y sus representantes preten- brio en el reconocimiento de la pluralidad cultu-
den entrar en el cuerpo social aymara, como el kha- ral de Bolivia y el impacto de las estrategias de
risiri penetra en la vena del comunero dormido, a desarrollo intercultural en esferas diversas de la
traición, proponiendo innovaciones arriesgadas, la vida social boliviana ayuden a mejorar la convi-
única forma de subsistir radica en vencer el ataque vencia y el sentido de solidaridad entre todos los
foráneo cerrando filas sobre la unidad física y so- bolivianos.
Kharisiris de agosto en el altiplano aymara de Bolivia 59

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Notas
1 Ofrendas complejas constituidas por ingredientes de dife- los indios fallecidos a los que sacaban el sebo para curar
rente naturaleza (vegetales, animales, dulces) con sus co- sus propias heridas (Molina 1581). Conocemos igualmen-
rrespondientes expresiones sensibles y diferenciadas, que te la maledicencia cometida contra la orden betlemítica a
constituyen dones alimenticios de los seres tutelares del principios del siglo XVIII en su interés por fundar un hos-
altiplano (Girault 1988; Fernández 1995, 1997). pital en el Cuzco y el rumor maléfico que les describe como
2 En la ciudad de La Paz sucede algo semejante, si bien los degolladores interesados en el sebo de los indios para sa-
residentes aymaras de El Alto y de las barriadas populares tisfacer las boticas de la corona española (Morote
de la hoyada adaptan el contexto ceremonial de agosto a 1988:168).
las específicas características de la vida citadina; el mes de 7 En la localidad kallawaya de Curva, me comentaron que
agosto supone un hervidero de propuestas ceremoniales que los kharisiris aparecen tanto en agosto como durante la
tanto yatiris como kallawayas cumplimentan con eficacia época de la cosecha, lo que parece concordar con los datos
a los diferentes grupos sociales y culturales de la ciudad. de Ayopaya en Cochabamba, recogidos por Iván Castellón
El dominio mestizo y latino comparte lógicas semejantes a (1997) que hace de abril época de kharisiris en los valles, a
las de los residentes aymaras o quechuas en agosto, de tal pesar de constituir una institución cultural eminentemente
forma que profesionales liberales, farmacéuticos, milita- altiplánica.
res, arquitectos y abogados, no dudan en ch’allar sus ne- 8 Parece existir cierto acuerdo en la consideración del inte-
gocios y hacer sus correspondientes mesas con la inten- rés de la grasa humana como algo antiguo para los kharisi-
ción de que los negocios fructifiquen y cristalicen en ris quienes parecen detentar en la actualidad un mayor in-
solventes carteras de clientes. Indudablemente la “pega”, terés por la sangre de los pobladores aymaras, al menos en
el trabajo, es una de las prioridades en las solicitudes ritua- las comunidades ribereñas del Lago Titicaca.
les de los residentes aymaras urbanos (Albó et al. 1983). 9 Sin embargo esta aplicación étnica que parece definir al
3 En agosto de 1995 los pobladores de la zona lacustre del “sacamantecas” como la expresión refinada de la alteridad
Lago Titicaca comentaban la realización de una wilancha étnica respecto a lo indio encuentra igualmente su acomo-
humana en la persona de una pastorcita aymara originaria do y expresión adecuada en la literatura española donde
de la localidad de Warina que, al parecer, habría sido en- son los “judíos”, los moralmente “otros”, los acusados de
tregada en el altar de los Ispa Awichus del Cerro Pachjiri. ser “sacamantecas” por parte de los cristianos (Pedrosa
El hecho fue motivo de alguna pequeña información en los 1999).
noticieros televisivos más truculentos de la televisión boli- 10 La sospecha y el rumor actúan en la definición comunita-
viana. Mientras los periodistas hablaban de crimen, los po- ria del kharisiri reafirmando la naturaleza del personaje y
bladores aymaras empleaban el término “pagancia”, en alu- resaltando sus rasgos más sobresalientes (Sergio Guarisco
sión a su carácter ceremonial. comunicación personal, 1993).
4 El Anchanchu es uno de los seres maléficos especialmente 11 Recuerdo en la comunidad de Tuqi Ajllata Alta, cerca de
dañinos y perniciosos que aparecen en el mes de agosto; Achacachi, la insistencia en aplicar a una de las familias
dueño del “oro vivo” es responsable de causar la locura de la comunidad la sospecha de ser kharisiris simplemente
entre sus víctimas adoptando formas diferentes (Fernán- por el servicio de contratista de mano de obra que uno de
dez 1998a). los comuneros cumplía respecto a una hidroeléctrica que
5 Kariña, cortar. se estaba construyendo en los yungas. La capacidad auto-
6 El estudio de estos peculiares “sacamantecas” presentes ritaria y la decisión de definir quién se iba a beneficiar de
en los Andes del Sur ha dado lugar a una abundante y con- ese dinero adicional y quién no, resultó suficiente para le-
trastada etnografía (Albó 1999; Fernández 1996; Molinié vantar el bulo de su connivencia con los ingenieros de la
1991; Rivière 1991; Wachtel 1997) que discrepa sobre su hidroeléctrica y su talante como kharisiri.
posible origen, amerindio para unos, español para los otros. 12 En el caso de los sacamantecas españoles su interés exclu-
Las pruebas en favor del origen hispánico del personaje se sivo son los niños. Buscan a los niños en los relatos para
basan en algunas apreciaciones presentes en las crónicas sacarles la grasa, la asadura y la sangre sirviendo de mode-
de la Colonia donde se refleja el asombro que provocaba lo ejemplar en el comportamiento social de los pequeños.
en los indígenas el interés de los españoles por el unto de Las prédicas de los clérigos españoles en las crónicas co-
Kharisiris de agosto en el altiplano aymara de Bolivia 61

loniales no hacen sino resaltar una y otra vez la ingenui- como valiosas y relacionadas con el pasado en diferentes
dad, candidez e inocencia de los indios, como si fueran poblaciones amerindias (Gutiérrez 2002).
niños, razón que tal vez justifique la extensión del interés 21 Tres son las entidades anímicas de los jaqi aymaras: de
del kharisiri por todos los segmentos poblacionales de las adentro hacia fuera y de mayor a menor importancia: aja-
sociedades aymaras. En el altiplano, la cuestión del khari- yu, animu y kuraji. Son denominadas kimsa ch’iwi, las tres
siri no es cosa de niños, ni mucho menos, sino un proble- sombras que de hecho se ven afectadas con su pérdida pro-
ma vivido con especial angustia e intranquilidad por todos vocando aflicciones y enfermedades a la persona tras el
aquellos que se encuentran implicados en él, tanto los en- ataque del kharisiri. La solución terapéutica del mal del
fermos como los supuestos kharisiris, señalados por la co- kharisiri suele acompañarse por la intervención del yatiri
munidad. en la recuperación de estas “sombras” (Fernández 2000,
13 Este aspecto de la sangre y la grasa, junto con la actualiza- 2004b).
da presencia de kharisiris que ya no adquiere una diferen- 22 Wayruru. Abrus prescatorius (Girault 1987:236-237).
ciación étnica marcada con respecto a sus propias víctimas 23 Altamisa. Ambrosia peruviana (Girault 1987:444).
indígenas muestra, de forma diacrónica, la importante vi- 24 Andres waylla. Cestrum hediondinum (Girault 1987:388).
talidad que presenta esta institución y su adaptación conti- 25 Qutu-qutu. Existen dos opciones recogidas por Girault. Bac-
nua al proceso de cambio de las propias comunidades ay- charis sp. (Girault 1987:433); Notholaena surea (Girault
maras del altiplano. Igualmente esta aparente sustitución 1987:107).
en las apetencias del kharisiri de la grasa por la sangre, 26 “Suelda que suelda”. Dendrophthora ramosa (Girault
según algunos pobladores aymaras, sugiere significativas 1987:163).
apreciaciones identitarias y cognitivas a las que voy a refe- 27 Las muertes repentinas, sin causa aparente, se atribuyen
rirme en otro futuro estudio. mayoritariamente al quehacer del kharisiri. La presencia
14 De hecho, una de las denominaciones más frecuentes que latente y la amenaza que dicho personaje ocasiona, canali-
los aymaras del lago Titicaca emplean para referirse al kha- za las explicaciones más convincentes en los decesos ines-
risiri es “operador” equivalente al castellano “cirujano”, perados, particularmente los que acontecen en el mes de
circunstancia que dificulta en gran medida cualquier tipo agosto.
de planteamiento intercultural en salud (Fernández 1999). 28 La presencia de los kharisiris y similares en épocas de cri-
15 Así lo refleja Julián López (2001:114); el sudor y el ajo de sis de los Estados modernos que generan situaciones de
Castilla afecta a la propia calidad de la grasa humana, ha- pánico en las poblaciones andinas, parece una constante,
ciéndola poco apetecible para el kharisiri. así lo muestra tanto el impacto del terrorismo de Sendero
16 Es una creencia común en los Andes el hecho de que las Luminoso en los años ochenta en El Perú, como la crisis
campanas fundidas con grasa humana suenan mejor. Este provocada por el cólera en Bolivia en 1991 (Spedding
tipo de consideraciones antiguas aparecen reflejadas en la 2005). ¿Cabe pensar en nuevas formas y perfiles de los
reordenada configuración de leyendas urbanas relaciona- kharisiris aymaras tras el triunfo de Evo Morales en las
das con el hombre del saco y toda una pléyade de persona- recientes elecciones generales de Bolivia?
jes que buscan la grasa y la sangre de los infantes para Con respecto a la última cita bibliográfica tengo que in-
lubricar ingenios mecánicos e industriales (Ortí y Sampere dicar que el libro de Alison Spedding, publicado en La
2002; Urbano 1988). Paz en julio de 2005, es bastante posterior a la presenta-
17 El sistema cálido-fresco presente en las concepciones an- ción inicial del presente artículo al comité editor de la
dinas y aymaras de la enfermedad no obedece tan sólo a revista. El libro de Spedding aporta relevantes informa-
criterios térmicos sino fundamentalmente simbólicos ciones etnográficas y metodológicas sobre el complejo
(Gutiérrez 2000). del kharisiri en el departamento paceño que espero utilizar
18 El interés de la grasa de los riñones como fluido vital y su en una monografía específica que estoy elaborando sobre
vinculación con la representación individualidad y el alma el kharisiri.
de los seres humanos, no resulta exclusivo de las poblacio- 29 En el asunto de la identidad colectiva aymara y su defensa,
nes andinas; Lévi Bruhl (1985[1927]:107) documenta su recordemos que el talismán más eficaz contra los desma-
presencia entre grupos australianos. En una de las cartas nes del kharisiri es la “carne de ombligo”, es decir, el co-
de los pioneros de Victoria indica: “La más terrible de sus nector orgánico con la madre y la memoria histórica del
supersticiones es que creen que el hombre sólo muere cuan- grupo, el vínculo primario con la identidad social y las pau-
do es matado, que cuando está enfermo su cuerpo está abier- tas sociales, sus usos y normativas, frente a los abusos y
to y se ha atacado sus riñones y su grasa lo que le causa la los cambios promovidos por el kharisiri. Por otro lado, los
muerte; y que sólo la grasa o los riñones de otro pueden restos de la bolsa amniótica forman parte de los restos
curar la enfermedad. Creen también que puesto que los ri- empleados por el kharisiri para hacer dormir a sus vícti-
ñones y su grasa constituyen la vida del hombre, el hecho mas; es decir, la capa orgánica de grasa que cubre al feto y
de comerlos dobla la fuerza y el vigor del que los come. que es rota con el alumbramiento, deja al recién nacido a
Por esto nunca matan un “negro salvaje” –pues así los lla- merced del ambiente externo; así como el cordón umbili-
man– sin recoger esta parte de su cuerpo”. cal une al nacido con la madre y su componente social, la
19 Yatiri, “sabio”. Especialista ritual aymara diestro en la con- bolsa amniótica una vez “rotas las aguas” cesa de cumplir
sulta de hojas de coca y en la elaboración de ofrendas ri- su misión protectora para dejar al niño vulnerable frente al
tuales (Fernández 2004). medio, lo externo, el ámbito donde se mueve a sus anchas
20 Información que debo al profesor Manuel Gutiérrez Esté- el kharisiri; por otro lado, el niño ha permanecido en posi-
vez. Las interioridades del cuerpo son conceptualizadas ción fetal, recostado en el interior de la madre en el seno
62 Gerardo Fernández Juárez

del saco, como si estuviera dormido, aplicación directa del pretenden prosperar en sus negocios, con la intermedia-
efecto que el kharisiri pretende producir en su víctimas. ción del giboso enano; el kharisiri , sin embargo, no ofrece
La grasa y carne de placenta constituyen parte de los in- productos deseados por los pobladores del altiplano, sino
gredientes con los que se elabora la medicina contra la do- que los impone a costa de la propia vida de los pobladores
lencia del kharisiri. aymaras (Fernández Juárez 1998a:147-166).
30 Así lo recoge Alison Spedding (1996b:273), para los Yun- 32 Se achaca a los jóvenes la pérdida de pautas tradicionales
gas de La Paz. Henrique Urbano (1988) recoge la existen- y la dificultad de mantener obligaciones como los cargos
cia de una imagen de niño asociado a la figura del ñakaq; ceremoniales, por su escasa responsabilidad e implicación
se trata del Niño-Ñakaq de la iglesia del Arco de Ayacucho en la vida comunitaria. Los jóvenes aymaras de los secto-
en el Perú. Imagen de un Niño Jesús con un cuchillo en la res próximos a La Paz acuden a la ciudad después de reali-
mano y cuya fiesta se celebra el día de Todos los Santos. zado el servicio militar con la intención de encontrar un
31 En este sentido, el kharisiri no está muy lejos de otra figu- futuro alternativo a lo que saben les espera, junto a su fa-
ra característica de la ciudad de La Paz y de algunos nú- milia, en el dominio rural.
cleos urbanos aymaras, muy identificado con el “cholo” 33 Así me lo hizo saber una mujer de la élite boliviana al co-
de cultura mestiza; me refiero a la tradición del Iqiqu, cele- nocer mi intención de desplazarme a la localidad de Acha-
brado en la fiesta de las alasitas de La Paz, el 24 de enero. cachi, advirtiéndome del peligro que suponía convivir con
Se trata de un enano gordo que representando a un mestizo esas “hordas de caníbales”. La historia del sector de Acha-
porta toda una serie de objetos sobre su espalda que son cachi constituye un ejemplo de lucha y resistencia comu-
los deseos e ilusiones de la gente hechos miniaturas; unos nitarias, lo que les ha valido una propaganda nefasta entre
son marcadamente indígenas, otros característicos de las las clases pudiente paceñas (Albó 1979). Otro ejemplo de la
sociedades urbanas criollas y representantes de la moder- mutua desconsideración entre médicos y yatiris, respectiva-
nidad (televisores, autos, computadoras ,etc.). En el caso mente considerados como kharisiris y brujos en el dominio
del Iqiqu se trata de objetos deseados por sus devotos que de la salud, es el realizado por Jaime Zalles (1999:229-241).

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