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Figuraciones y usos del viaje en cartas

de la conquista de América

Valeria Añón

Introducción: viajar y contar

1493, Mar de España: “Cristianísimos y muy altos y


muy poderosos príncipes: aquel eterno Dios que ha dado
tantas victorias a V. Al., ahora les dio la más alta que hasta
hoy ha dado a príncipes. Yo vengo de las Indias con la ar-
mada que V. Al. me dieron, adonde yo pasé en treinta y tres
días después que yo partí de vuestros reinos; e los catorce
de estos treinta y tres fueron calmerías en que anduve muy
poco camino. Hallé gente sin número y muy muchas islas,
de las cuales tomé posesión en nombre de V. Al., con pregón
real e bandera real de V. Al. extendida; y no fue contradi-
cho”. (Colón, 2012: 299)1

1520, Segura de la Frontera, México: “Muy alto y Po-


deroso y Muy Católico Príncipe, Invictísimo Emperador y
Señor Nuestro: En una nao que de esta Nueva España de
Vuestra Sacra Majestad despaché a diez y seis días de ju-
lio del año de quinientos y diez y nueve, envié a Vuestra
Alteza muy larga y particular relación de las cosas hasta
aquella sazón, después que yo a ella vine, en ella sucedidas.
La cual relación llevaron Alonso Hernández Portocarrero

1. El fragmento pertenece a la carta a los Reyes Católicos de Cristóbal


Colón (1451?-Valladolid, 1506), que forma parte del conjunto de textos co-
nocido como Libro copiador de Cristóbal Colón y que apareció en España
en 1985. Para una explicación respecto de sus condiciones de circulación y
del significado de este primer párrafo véase la nota 1 de la edición de 2012
(293). Los otros dos textos conocidos que narran este primer viaje son la
Carta a Luis de Santángel (con un contenido similar a esta, y que sí circuló
en la época) y el Diario del primer viaje, conocido en verdad en virtud de
las notas del padre Las Casas para su edición de la Historia de las Indias
(véase Varela, 1996; Añón y Teglia, 2012).

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y Francisco de Montejo, Procuradores de la Rica Villa de ¿Qué tienen en común estas salutatio de aguzada captatio bene-
la Vera Cruz, que yo en nombre de Vuestra Alteza fundé. volentiae, espacios liminares que abren tres famosas cartas de viaje,
Y después acá, por no haber oportunidad, ansí por falta de conquista y relato del “Nuevo Mundo”? Articuladas a partir del diá-
navíos y estar yo ocupado en la conquista y pacificación de logo con el poder (los Reyes, el Emperador, la Audiencia), desde un
esta tierra, como por no haber sabido de la dicha nao y pro-
signatario que también exhibe un rol principal en cada conquista
curadores, no he tornado a relatar a Vuestra Majestad lo
que después se ha hecho; de que Dios sabe la pena que he (el Almirante de la Mar Océana, el capitán general, el lugarteniente
tenido”. (Cortés, 2012: 92)2 del gobernador), todas ellas despliegan una escritura del viaje de
conquista que es también trazo de la maravilla y la ambición. Asi-
1533, Santa María del Puerto (La Española): A los mismo, ponen en escena el “comienzo”, entendido “no sólo un tipo
magníficos señores, los señores oidores de la audiencia real
de acción, también un marco conceptual, un tipo de trabajo, una
de su Majestad, que residen en la ciudad de Santo Domin-
go. Magníficos señores: […] Yo llegué a este puerto de la
actitud, una conciencia” (Said, 1995: 3, mi traducción), es decir, las
Yaguana de camino para pasar a España por mandado del primeras imágenes de las islas centroamericanas, de México y de
gobernador Francisco Pizarro, a informar a Su Majestad de Perú que modularán todo discurso posterior. Basados en la extensa
lo sucedido en aquella gobernación del Perú y de la manera tradición occidental de la epístola, tramada en el cruce del discurso
de la tierra y estado en que queda. (Pizarro, 1938: 93)3 legal y el relato de viaje, estos cronistas exhiben los nuevos usos del
discurso para legitimar una conquista siempre en peligro o puesta
2. Se trata del comienzo de la segunda carta de relación de Hernán Cortés
(Medellín, Extremadura, 1485-Sevilla, 1547), la más famosa de las cinco
en duda por las autoridades, temerosas de una rebelión –que, an-
cartas del corpus cortesiano, en la que se narra la parte medular de la ex- dando el tiempo, el conflictivo espacio andino finalmente exhibirá.4
pedición a Tenochtitlan, desde los primeros desplazamientos en territorio Representaciones que fundan un tópico y un estereotipo de América,
mexicano hasta la Noche Triste y la huída hacia Tlaxcala, donde los espa- me interesan en especial por la trama discursiva que articula viaje,
ñoles preparan el asedio a la ciudad, de la que se adueñarán meses después,
luego de un sitio de noventa días y en virtud de la invaluable ayuda de sus
epístola, relación, y que alumbra un desplazamiento en la confor-
aliados indígenas. La carta se publicó en Sevilla en 1522, en la imprenta mación de la subjetividad, que las crónicas posteriores, a lo largo de
de Jacobo Cronenberg, y tuvo una enorme circulación en su tiempo. Véase todo el siglo XVI y mediados del XVII, profundizarán.
nuestra edición anotada (2012); también el estudio introductorio de Ángel
Delgado Gómez a la edición de las cinco cartas (1993).
3. La carta de Hernando Pizarro (Trujillo, España, 1504-1580) constituye
un documento fundamental en el corpus sobre la conquista del Perú, a falta
de una escritura profusa y elegante como la cortesiana: recordemos que
Francisco Pizarro, su hermano y gobernador, no dejó relación alguna direc- nueve mil castellanos, al gobernador sesenta mil, a mí treinta mil. Otro
ta. Sus versiones se conocen por la pluma de sus secretarios, Francisco de provecho en la tierra del gobernador no le ha habido, ni en las cuentas hubo
Xerez y Pedro Sancho de la Hoz, que escribieron sendas relaciones de los fraude ni engaño” (264). Respecto de las crónicas andinas, sigue siendo
primeros momentos de la conquista, conocidas con los títulos de Verdadera ineludible el trabajo de Pease (1999).
relación de la conquista del Perú y Provincia del Cuzco llamada la Nueva
Castilla… (1534), del primero, y la Relación para S.M. de lo sucedido en la 4. Son conocidas las guerras civiles entre españoles en el Perú, que termi-
conquista y pacificación de estas provincias de la Nueva Castilla del Segun- naron, en distintos momentos, con los asesinatos de Diego de Almagro pri-
do (1534), rubricada, entre otros, por el mismo gobernador Pizarro. La breve mero y Francisco Pizarro después, así como la abierta rebelión de Gonzalo
carta de Hernando Pizarro (escueta y árida comparada con la cortesiana) Pizarro, sofocada a sangre y fuego por Pedro de la Gasca (Lorandi, 2003).
importa en tanto versión de los Pizarro, que busca además interceder en la En otro contexto y con el fantasma de los comuneros detrás, la rebelión al
polémica respecto del reparto del tesoro de Atahualpa, cuyo quinto del rey rey siempre fue un fantasma que se cernió sobre la figura pública de Cortés,
Hernando acompaña hasta España y al que se refiere en varias ocasiones y que éste anticipó y negó en cada uno de sus escritos (Martínez, 2000). La
a lo largo de esta epístola, rebajando la calidad y cantidad de lo rapiñado amenaza fue cumplida por su hijo, Martín Cortés, aunque con escaso éxito.
(“Los caciques comarcanos me vinieron a ver y trajeron presente; y allí en En tanto, las inmensas mercedes conferidas por los reyes a Colón fueron
la mezquita se halló algún oro podrido que dejaron, cuando escondieron lo el centro de una enorme disputa entre la Corona y sus descendientes, que
demás: de todo se juntó ochenta y cinco mil castellanos y tres mil marcos vició la imagen colombina, marcó su caída en desgracia y se mantuvo du-
de plata” (Piazarro, 1938: 261); “A la gente cupo de parte, a los de caballo rante décadas (Varela, 1996).
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Revisiones: el viaje en la crítica misma en torno a nociones como la de “espectáculo” y a tópicas de la
colonial hispanoamericana laudibus urbium. A esta flexión descriptiva suelen sumarse al me-
nos tres dimensiones constitutivas: la construcción de un itinerario,
El viaje, concebido como práctica y como género (Colombi, 2006), la organización de una cronología que organiza el desplazamiento,
remite tanto a una experiencia como a su relato y permite pensar la presencia constante (constitutiva) de la digresión, muchas veces
cuestiones discursivas, retóricas y pragmáticas, en particular en para dar cuenta de la mirabilia –aunque no solamente (López de
relación con la conquista de América. Esto es así porque, si bien el Mariscal, 2004: 27)–. Desde una perspectiva que articula el hori-
viaje tiene una larga tradición en Occidente, y una peculiar actua- zonte medieval con las crónicas que nos interesan aquí, Jimena Ro-
lización en el viaje medieval,5 la experiencia del “descubrimiento” y dríguez (2010: 27) retoma y sistematiza estas tipologías, agregan-
conquista de América transforma esa tópica y esa retórica, a partir do una dimensión crucial: la de la identificación narrador-viajero
de la cual el relato de viaje se desprende de su carácter alegórico y (personaje), que además pone en jaque el “uso documental” de la
de lo maravilloso (Carrizo Rueda, 1997) y la formalización de su es- literatura de viajes y el funcionamiento mismo de la representación
critura adquiere otras dimensiones, en relación con el discurso legal en este marco. Claro que estas aproximaciones no eliden el aspecto
y la representación del espacio (Añón, 2014). Se produce entonces contextual y el universo del lector y del autor, en permanente am-
una hendidura, otra inflexión del viaje de conquista que aprovecha pliación y transformación en el siglo XVI (Chartier, 2002). De allí
la habitual hibridez (genérica) y heterogeneidad (enunciativa) del que enfaticen también la conformación de un lectorado que tiene
género para articular nuevas posiciones del decir en relación con su génesis en la Edad Media, recibe el impacto de la imprenta y las
otros discursos y otras formas: el discurso legal, por un lado, la epís- transformaciones en las condiciones de producción y circulación, y
tola, por el otro. encuentra en los relatos de viajes al Nuevo Mundo un insumo fun-
En este marco, los estudios coloniales latinoamericanos han damental para alimentar y ampliar la curiosidad y la avidez, so-
asistido a un persistente debate en torno a las crónicas como género portando a un tiempo la construcción de imaginarios occidentales
y como relato de viaje. A grandes rasgos es posible definir estos apor- respecto de lo americano.
tes en dos dimensiones centrales y complementarias: una que atien- De manera complementaria, no excluyente, otros estudios se
de específicamente a aspectos formales y retóricos, y que vincula el centran en la dimensión de la colonialidad y la mirada imperial ins-
relato de viaje en una tradición genérica con poderosas raíces en el cripta en el viaje de conquista, y aluden a la importancia de revisar
universo medieval; otra que se pregunta por la ambigua pertenen- los marcos discursivos y las tipologías textuales, así como a la nece-
cia genérica del relato de viaje, sus vínculos con procesos imperiales sidad de atender a las condiciones sociohistóricas y discursivas que
más amplios y con la conformación de una nueva ecúmene, “espacio “posibilitan el ejercicio de una crítica no inmanentista ni impresio-
de confrontación y reconocimiento de otras culturas y de los otros, nista […] que permite preguntarse por la relación entre la expan-
mecanismo imprescindible para la identificación cultural de lo pro- sión colonialista del siglo XVII y la emergencia de una retórica des-
pio, del nosotros” (Guérin, 1992 2), y que enfatiza la representación criptiva común a este tipo de textos” (Altuna, 2004: 328). Retórica e
de identidades o subjetividades en ese desplazamiento. ideología se entrelazan y permiten pensar otras instancias del viaje
De la primera dimensión quisiera subrayar la crítica a la con- particularmente productivas para estas crónicas: la representación
cepción del viaje como mero “motivo” o “tema”, seguida de un én- de identidades, la instancia del encuentro con el gran señor, el espa-
fasis en los aspectos formales que definen el relato de viaje como cio como topos y construcción central (Colombi, 2006: 20).
un discurso “narrativo-descriptivo”, donde la descripción cumple un A partir de estas aproximaciones quisiera detenerme en las tres
rol fundamental (Carrizo Rueda, 1997: 16) y organiza la narración cartas antes mencionadas para afirmar la configuración de una re-
tórica imperial que se articula a partir de topoi, tropos y usos del
5. Que instala la mirabilia y da a luz dos de los libros de viaje más im-
relato de viaje, y aprovecha, en especial, su heterogeneidad y capa-
portantes de todos los tiempos y más conocidos en el mundo hispánico, El
libro de las maravillas de Juan de Mandevilla y los Viajes de Marco Polo cidad inclusiva en relación con otros tipos discursivos en transfor-
(Rodríguez, 2010: 91). mación en la época. Es esta retórica la que, postulo, organiza buena
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parte de las crónicas del siglo XVI, en particular aquellas enuncia- yo partí de vuestros reinos; e los catorce de estos treinta y
das desde la experiencia del protagonista y la marca del testigo. Lo tres fueron calmerías en que anduve muy poco camino […]
Después que yo llegué a la Juana, seguí la costa de ella al
diferencial lo constituyen las diversas dimensiones que identifico, y
poniente y la hallé tan grande, que yo pensé que no sería
que articulan imaginarios, recursos y tradiciones de representación. isla salvo tierra firme y que sería la provincia del Catayo.
Todas ellas, de manera complementaria (no excluyente) delinean las (Colón, 2012: 299)
transformaciones y desplazamientos en el relato de viaje y en el re-
trato del mundo como era concebido hasta entonces. Porque he deseado que vuestra alteza supiese las cosas
de esta tierra, que son tantas y tales que, como ya en la
otra relación escribí se puede intitular de nuevo emperador
de ella, y con título y no menos mérito que el de Alemaña,
Relato de viaje y retórica imperial que por la gracia de Dios vuestra sacra majestad posee. Y
porque querer de todas las cosas de estas partes y nuevos
La retórica imperial que postulo para estos textos se articula en reinos de vuestra alteza decir todas las particularidades y
torno a la tradición de la epístola, por un lado, y el discurso legal y cosas que en ellas hay y decir se debían, sería casi proceder
el relato de viaje, por el otro lado. En efecto, cuando toman la pluma a infinito. (Cortés, 2012: 93)
para dirigirse a las autoridades, los cronistas cuentan con la exten-
Magníficos señores […] y, porque creo que los que a esa
sa tradición de la epístola de relación, que puede rastrearse al me- ciudad van, darán a vuestras mercedes variables nuevas,
nos hasta la Edad Media y que alcanza un importante despliegue a me ha parecido escribir en suma lo sucedido en la tierra,
partir del reinado de los Reyes Católicos, donde al relato de lo acae- para que sean informados de la verdad. Después de que a
cido se suman los usos propagandísticos que estas propician.6 En la aquella tierra vino Isasaga […] el gobernador fundó un pue-
génesis de la expansión imperial de la Corona española, la epístola blo cerca de la costa, que se llama San Miguel, veinticinco
es un discurso fundamental que exaspera sus funciones pragmáti- leguas de aquel cabo de Túmbez. (Pizarro, 1938: 253)
cas y exhibe una matriz fluctuante en la que, no obstante, ciertas
invariantes se revelan: la tensión presencia-ausencia, la comunica- A partir de la captatio benevolentiae de rigor, la polémica (evi-
ción diferida en el tiempo y en el espacio (Barrenechea) y, en nuestra dente en la apelación a la verdad y a las versiones diversas que pue-
cartas, el diálogo con la autoridad y la tensión privado-público, que den llegar a oídos de las autoridades) y las referencias a la toma de
remite también a las diversas instancias de difusión. posesión, la matriz epistolar se convierte en matriz del discurso im-
“Movimiento de escritura” (Bouvet, 2006: 12) que es también perial: conoce los vericuetos del diálogo con la autoridad, prefigura
“escritura en movimiento” (Ette, 2008: 18), nuestras cartas hacen sus usos, configura una idea del yo conquistador y del otro conquis-
del movimiento mismo su razón de ser, y cifran en el relato de esos table/conquistado y de su espacio, y hace del discurso la inflexión
desplazamientos y esas conquistas la posibilidad efectiva de alcan- misma de la conquista. Para ello requiere las herramientas que el
zar las riquezas, honores y cargos que propiciaron el viaje en una relato de viaje le ofrece: los tópicos, los tropos, las posiciones de su-
primera instancia: jeto que permiten narrar la novedad y la conquista en accesibles
términos de maravilla, aunque no de radical alteridad. Es en esta
Yo vengo de las Indias con la armada que V. Al. me
alternancia entonces (o bien en esta relación inclusiva, entrelazada)
dieron, adonde yo pasé en treinta y tres días después que
que se constituye una retórica imperial tramada a partir de seis
6. Pedro M. Cátedra (1996: 46) la caracteriza como “género subhistórico” dimensiones complementarias: la mirada imperial; el encuentro con
y explica que “en el ámbito de la Corona, la carta de relación es un me- el otro; la tensión narración-descripción; la digresión controlada; la
dio, tanto de control informativo como de acción concreta”. Walter Migno- construcción de un itinerario; la inscripción de la itinerancia. Por
lo organiza el corpus colonial en tres tipos discursivos, cartas, crónicas y
partes, entonces.
relaciones, en los que las primeras extreman sus vínculos con las otras
dos, enfatizando en cualquier caso la función comunicativa hacia el poder Mirada imperial: dimensión que delineo a partir de las pro-
metropolitano, que activa asimismo el funcionamiento legal de estos textos. puestas de Mary Louise Pratt (1997: 26), quien caracteriza el “ojo
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imperial” que sucede en una compleja “zona de contacto”, a la cual A partir de una enunciación en la que prevalece la primera
define como “espacio de los encuentros coloniales, espacio en que persona del viajero-conquistador-narrador (que en su experiencia
pueblos geográfica e históricamente separados entran en contacto y valida su verdad, inflexión del relato de viaje y de los géneros del
establecen relaciones duraderas, relaciones que usualmente impli- discurso legal, como la relación o la probanza) se despliega el es-
can condiciones de coerción, radical e insuperable conflicto”. Entre pacio americano por medio de recursos reiterados y específicos: la
mirada y zona de contacto se construyen las primeras imágenes de enumeración hiperbólica, la nominación como toma de posesión, la
estas conquistas, que son asimismo las primeras imágenes de los dificultosa inclusión de los nombres indígenas (Sienchimalen por Xi-
indígenas concebidas como otro para el imaginario occidental. Este cochimalco y Muutecuma por Motecuhzoma en la carta de Cortés,
ojo mensura, reordena, jerarquiza lugares y habitantes a partir de Atabaliba por Atahualpa en la carta de Pizarro), marca de exotismo
ciertas zonas textuales específicas, deudoras de la codificación del que será también otra de las modulaciones del viaje en el siglo XVI
relato de viaje medieval: los primeros contactos, las ciudades (la (López de Mariscal, 2004). Esto se exaspera en la descripción mer-
fundación de ciudades o la búsqueda de apropiación de magníficas cantil de la naturaleza (Colón) o de los mercados (Cortés y Pizarro),
ciudades indígenas como Tlaxcala, Tezcoco, Tenochtitlan en México donde todo se mide en función de su utilidad manifiesta, ya sea para
o Cajamarca, Cusco, Túmbez en la zona andina): hacer navíos (Colón), engrandecer el comercio de la Corona o exhibir
la diversidad y proliferación de la que el conquistador buscará apro-
Yo partí y tomé, en el dicho puerto, ciertos indios, por-
piarse.7 Pero esta mirada también se conforma en la articulación
que también yo pudiese de ellos entender o comprender de
las dichas tierras. Y así seguí la costa de la mar de esta con el discurso bélico y la permanente atención a las dificultades del
isla al Oriente ciento y siete leguas hasta donde hacía fin. camino, las posibles emboscadas, la cantidad de indígenas-guerre-
Y antes que yo de ella partiese, yo vi otra isla al Oriente, ros, las distancias medidas en función de caballos que por allí pasa-
distante de esta diez y ocho leguas, a la cual luego llamé la rían o de lanzas jinetas (medida habitual en la época), en particular
Española. (Colón, 2012: 302) en las cartas de Cortés y Pizarro.8
Yo fui, muy poderoso Señor, por la tierra y señorío de
Experiencia y encuentro con el otro: dimensiones centrales en
Cempoal, tres jornadas donde de todos los naturales fui estas cartas, que anudan así relato de viaje y discurso legal en la
muy bien recibido y hospedado; y a la cuarta jornada entré modulación del yo que viaja, conquista, narra y por ello se postula
en una provincia que se llama Sienchimalen, en que hay en verdadero, constituyen asimismo eje de la imagen que el imperio
ella una villa muy fuerte y puesta en recio lugar, porque rige acerca de sí mismo: “Los imperios generan en el centro imperial
está en una ladera una sierra muy agra, y para la entrada del poder una necesidad obsesiva de presentar y re-presentar conti-
no hay sino un paso de escalera, que es imposible pasar sino nuamente para sí mismos a sus periferias y a sus «otros» súbditos.
gente de pie, y aun con harta dificultad si los naturales quie-
Para conocerse, el centro imperial depende de sus otros, y la litera-
ren defender el paso. (Cortés, 2012: 106; nuestro subrayado)
tura de viajes, como también otras instituciones, está fuertemente
El gobernador fundó en nombre de Su Majestad un
pueblo cerca de la costa, que se llama San Miguel, veinticin- 7. Para un análisis de estos espacios en crónicas de la conquista de México
co leguas de aquel cabo de Túmbez. Dejados allí los vecinos y, en especial, en las cartas de Cortés, véase Añón (2012: 247 ss.). La des-
y partidos los indios que había en la comarca del pueblo, se cripción que propone Pizarro puede leerse en las páginas 259 y 260 de su
partió con sesenta a caballo y noventa peones, que estaba carta (1938).
en él Atabaliba, hijo del Cuzco viejo y hermano del que al 8. “Y así [Francisco Pizarro] mandó apercibir la gente dejando la rezaga
presente era señor de la tierra: y entre los dos hermanos en el llano, y subió; y el camino era tan malo que de verdad si así fuera
había muy cruda guerra, y aquel Atabaliba le había venido que allí nos esperaran o en otro paso que hallamos desde allí a Caxamalca,
ganando la tierra hasta allí, que hay desde donde partió muy ligeramente nos llevaran, porque aun del diestro no podíamos llevar
ciento cincuenta leguas. (Pizarro, 1938: 253) los caballos por los caminos, y fuera de camino ni caballos ni peones. Y esta
sierra hasta llegar a Caxamalca hay veinte leguas” (Pizarro, 1938: 254). “Y
otra legua delante entramos por una calzada tan ancha como una lanza
jineta” (Cortés, 2012: 152; véase nota 125 de la misma edición).
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organizada para satisfacer esa necesidad” (Pratt, 1997: 26; nuestro suelen mostrar, además, altos grados de dramatización, y son cons-
subrayado). Si bien esta inflexión articula todas las cartas, existe truidas a partir de imágenes visuales de fuerte riqueza, en las que
un lugar textual específico donde es más evidente: se trata del en- abundan las referencias a objetos que, inscriptos en el cuerpo de los
cuentro con el señor principal, narrado en particular en las cartas principales indígenas, funcionan como sinécdoque de los tesoros que
de Cortés y Pizarro, y de extensa tradición en el relato de viaje me- el conquistador espera encontrar –y arrebatar. De hecho, a la apo-
dieval (Rodríguez, 2009): teósica imagen de Motecuhzoma o Atabaliba seguirá, de inmediato
en la carta de Pizarro o con una temporalidad más demorada en la
Pasado este puente nos salió a recibir aquel señor Mu-
extensa carta cortesiana, la debacle: el des-encuentro de Cajamarca,
tezuma con hasta doscientos señores, todos descalzos y ves-
tidos de otra librea o manera de ropa asimismo bien rica a con el posterior apresamiento y muerte final de Atahualpa (Pizarro,
su uso y más que la de los otros venían en dos procesiones 1938: 257-258); el apresamiento de Motecuhzoma y su muerte du-
muy arrimados a las paredes de la calle, que es muy ancha rante los enfrentamientos con los mexicas, antes de la Noche Triste
y muy hermosa y derecha, que de un cabo se parece el otro (Cortés, 2012: 228).9 Un cuidado equilibrio entre enumeración, dra-
y tiene dos tercios de legua y de la una parte y de la otra matización, elipsis, metonimia y detalle exótico conformará así el re-
muy buenas y grandes casas, así de aposentamientos como trato del otro que, al mismo tiempo, engrandece al yo conquistador,
de mezquitas y el dicho Mutezuma venía por medio de la
capaz de sujetar tanta magnificencia, en otra de las inflexiones que
calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el otro a la
izquierda, de los cuales el uno era aquel señor grande que el relato de viaje provee al relato de conquista en el siglo XVI.
dije que me había salido a hablar en las andas y el otro era Tensión narración-descripción: numerosos especialistas (Po-
su hermano del dicho Mutezuma, señor de aquella ciudad de peanga, 1986; Carrizo Rueda, 1997) coinciden en señalar la des-
Iztapalapa de donde yo aquel día había partido, todos tres cripción como recurso privilegiado del relato de viaje medieval, que
vestidos de una manera, excepto el Mutezuma que iba calza- incluso llega a supeditar los espacios narrativos a su predominancia.
do y los otros dos señores descalzos. (Cortés, 2012: 156-157) No obstante, otros (López de Mariscal, 2004) llaman la atención res-
Estaba sentado [Atahualpa] en un duho, con toda la pecto de la coexistencia equilibrada entre narración y descripción en
majestad del mundo, cercado de todas sus mujeres, y mu- el relato de viaje del siglo XVI o bien conciben la descripción como
chos principales cerca de él: antes de llegar allí estaba otro uno de los modos de la narración (Dorra, 1985). Las cartas que aquí
golpe de principales, y así por orden de cada uno del estado analizamos exhiben, en cualquier caso, su deuda con este funciona-
que eran. […] Venía en unas andas, y delante de él hasta miento de la descripción en el relato de viaje, al tiempo que escenifi-
trescientos o cuatrocientos indios con camisetas de librea, can cierta tensión o alternancia entre ambas (en especial en Cortés
limpiando las pajas del camino y cantando; y él en medio
y en Pizarro), vinculada con el peso de la relación y el discurso legal
de la otra gente que eran caciques y principales, y los más
principales caciques le traían en los hombros. (Pizarro, que permite justificar la conquista. Si la conquista misma es un
1938: 256-257) proceso dinámico, es movimiento, es cinegética (incluso en el tipo de
metáfora más habituales y en relación con el discurso bélico, como
De discurso mucho más sintético y elíptico en el caso de Pizarro, han mostrado Burucúa y Kwiatkowski para los textos lascacianos),
más detallado y demorado en las cartas cortesianas, en el encuentro ello exige un importante peso de la narración además de la descrip-
con el otro principal se despliega una mirada orientalista, que ins- ción, que tiene sus características y loci específicos en los textos. Así,
cribe la riqueza al tiempo que planifica su apropiación. Estas esce- a la dinámica del desplazamiento y el enfrentamiento –articulados
nas presentan cuerpos ricamente ataviados, cuyo tipo y calidad de
ropa, así como el calzado, constituyen las marcas de la diferencia- 9. Estos episodios, polémicos y usados de diversas maneras por aliados o
ción social. Se trata de cuerpos ordenados, disciplinados, sometidos enemigos de los conquistadores, son también el espacio de la elipsis y el
silencio: tanto Cortés como Pizarro atemperan o niegan la responsabilidad
a una lógica de organización social extraña a la occidental, pero
de los españoles en la muerte de los principales, y exasperan las referencias
admirable por su despliegue y por el impacto sensible de su presen- a los enfrentamientos entre mexicanos o entre los aliados de los incas en
tación en la entrada de Tenochtitlan y de Cajamarca. Estas escenas pugna.
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en verbos de movimiento, imágenes construidas a partir del discur- ordenada de una serie de elementos finita (el agua, las sierras o
so bélico, apelación a lo cromático y al pathos del sufrimiento y el los accidentes naturales circundantes, las edificaciones o palacios,
valor en batalla (Añón, 2012: 135 ss.)– le sigue, en la economía tex- las “mezquitas” como llaman ambos conquistadores a los templos),
tual de estas cartas, la descripción de pequeñas poblaciones o bien por medio también de adjetivos y adverbios inespecíficos, que con-
de grandes ciudades; núcleos urbanos que organizan el itinerario y notan la proliferación y la demasía (Zumthor, 1994). En ambos rela-
también detienen la marcha/la lectura, que se solaza en la imagen tos tiene espacio específico el detalle exótico, cifrado en aquello que
de aquello que, por novedoso, apenas es posible imaginar. se vende en el mercado (tan profuso y magnífico que no puede ser
dicho más que por medio del tópico de lo inefable o de lo inenarra-
Esta gran ciudad de Temixtitán está fundada en esta ble) o de las casas de vírgenes que refiere Pizarro y que refuerzan
laguna salada, y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la la marca masculina del imaginario conquistador. Pero, además, la
dicha ciudad, por cualquiera parte que quisieren entrar a
descripción como operación de aprehensión del espacio constituye en
ella hay dos leguas. Tienen cuatro entradas, todas de calza-
da hecha a mano, tan ancha como dos lanzas jinetas. Es tan sí misma recurso fundamental de la mirada imperial: en su desa-
grande la ciudad como Sevilla y Córdoba. Son las calles della, gregación y reordenamiento, en aquello que subraya o en lo que elide
digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas se trasuntan los intereses, expectativas, mudanzas y concepciones
déstas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra del otro y del yo que soportan estas conquistas. De allí que esta al-
mitad es agua, por la cual andan en sus canoas […] Tiene ternancia entre narración y descripción, que organiza toda la trama
esta ciudad muchas plazas donde hay continuo mercado y de estas cartas, sea directamente funcional a la mirada imperial
trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como
que el relato de viaje soporta.
dos veces la ciudad de Salamanca toda cercada de portales
alrededor donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil Digresión controlada: la otra dimensión constitutiva del via-
ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros je, además de la descripción, resulta ser la digresión. Con ella, no
de mercadurías que en todas las tierras se hallan ansí de obstante, es con la cual nuestras cartas establecen un vínculo más
mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y de plata, tensionado: si la digresión ingresa lo hace en relación con la dimen-
de plomo, de latón, de cobre, destaño, de piedras, de huesos, sión pragmática, central en estos textos, es decir, porque es útil a la
de conchas, de caracoles y de plumas. Véndese cal, piedra construcción del vínculo con el destinatario real (el poder, el rey) y
labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por
a los usos legales, notariales pero también historiográficos de estos
labrar de diversas maneras. (Cortés, 2012: 183-184)
relatos. Si la circulación de estos textos también está prevista, de
El camino de la sierra es cosa de ver, porque en verdad algún modo, en la enunciación (en especial en Colón y Cortés), la
en tierra tan fangosa en la cristiandad no se han visto tan digresión pondrá en el centro de la escena la figura del lector y la
hermosos caminos, toda la mayor parte de calzada. Todos necesidad de interesar, llamar la atención, conmover al lector real y
los arroyos tienen puentes de piedra o de madera […] Tiene a sus súbditos. Claro que una excesiva proliferación de la digresión
cada pasaje dos puentes: la una por donde pasa la gente
puede derivar en un problema de múltiples aristas: vinculado con
común; la otra por donde pasa el señor de la tierra o sus
capitanes […] En todos los pueblos hay casas de mujeres en- un ideal historiográfico de brevedad y concisión, el cronista debe
cerradas: tienen guardas en las puertas; guardan castidad. medir muy bien dónde detener el relato y cuando evitar todo aquello
Si algún indio tiene parte con alguna de ellas, muere por que distraiga la dinámica de la narración a la que hicimos referen-
ello. Estas casas son unas para el sacrificio del sol, otras del cia. De allí que, a diferencia de lo que otros textos (posteriores y
Cusco viejo, padre de Atabaliba. (Pizarro, 1938: 259-260) mucho más extensos) nos ofrecen −como las crónicas de Bernal Díaz
para la conquista de México o de Pedro Pizarro para la conquista
Si la descripción de la magnífica Tenochtitlan es imbatible y de Perú−, nuestras cartas se distancien de esta inflexión típica del
perdura en el lector más allá de la lectura de la carta, preciso es des- viaje. Cuando la digresión aparece, no obstante, sirve para incluir la
tacar los recursos compartidos que ambas epístolas ponen en escena referencia a espacios particularmente llamativos por su diferencia
y que hacen a la tradición del viaje: la laudatio urbis, la inscripción con lo conocido: el volcán en el caso de la carta de Cortés (2012: 145),
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la mezquina y el pueblo de Pachacama en la carta de Pizarro (1938: tanto, Francisco Pizarro y sus hombres vagan por territorio ame-
259). En términos de recursos discursivos, ambos relatos echan ricano durante tres largos años de incontables penurias, y serán
mano de los shifters de organización, la prolepsis y la analepsis, y en finalmente los “trece de la fama” los que se nieguen a detener el
especial de la evidentia, para significar la experiencia de primera viaje y a regresar sin el botín ni el éxito, porfiada resistencia la que
mano. En ambos casos, lo que prima es el uso de la digresión: in- les ganará la fama aludida. Colón, por último (y en primer lugar)
serta en el texto para enaltecer la figura del narrador-protagonista, inicia el viaje moderno al trazar el primer camino y, aunque sus tex-
preocupado por conocer lo extraordinario, dar noticia y llevar las tos no puedan dar cuenta del inesperado encuentro (recordemos que
nuevas a las autoridades (el conocimiento como otro de los bienes remiten siempre a las Indias, e incluso al Paraíso Terrenal, pero no
que el conquistador ofrece al imperio en construcción). a un nuevo mundo, anclados como están aún en ciertos imaginarios
Itinerario: fundamental en todo relato de viaje, el itinerario está medievales), inscriben las imágenes que perdurarán en el tiempo en
marcado por coordenadas temporo-espaciales articuladas en rela- relación con lo americano: la díada buen salvaje-caníbal, los tópicos,
ción con el yo que viaja y narra, donde la deixis como principal recur- alternados, de la abundancia y la carencia, la representación de este
so discursivo ocupa un lugar central (el “aquí” del espacio que se con- espacio como la dimensión de la posibilidad y la riqueza. Incluso
quista, siempre en movimiento; el “allí” de lo que se deja atrás, pero más allá de lo discursivo estos viajeros-conquistadores protagoni-
también del poder metropolitano al que se busca conmover o ganar). zan la itinerancia: los trashumantes huesos de Colón, sobre los que
Nuestras cartas exhiben, a lo largo de toda su textualidad, la cons- incluso hoy continúa la polémica; los vilipendiados restos de Cortés,
trucción de itinerarios que también son mapas, cartografías de lo del Viejo Mundo al Nuevo, enterrados hoy –aunque hay quien pone
que se busca conquistar, bien que se ofrece a la Corona. Como tales, en duda su identificación– de muy discreta manera en la ciudad de
están sujetas al secreto y a la imprecisión, algo especialmente evi- México… Pizarro, por último, escenifica la pesadilla del regreso a
dente en los textos colombinos, donde se retacea información exacta un espacio que se ambiciona y que resulta esquivo: encerrado en el
respecto de coordenadas marítimas, distancias recorridas, rutas de castillo de La Mota, aunque junto a su esposa y sobrina, la mestiza
navegación. El itinerario es también espacio de la invención y la Francisca Pizarro, paga con la imposibilidad del movimiento las po-
autofiguración: se organiza narrando un desplazamiento espacial, lémicas, disputas y traiciones de su familia.
por medio de la inscripción de topónimos, accidentes geográficos y Así, las dimensiones hasta aquí aludidas de manera rápida confor-
distancias, donde los emplazamientos urbanos constituyen jalones man el sustrato de una escritura imperial que sostiene la posibilidad
en un desplazamiento que se presenta (se quiere) rectilíneo, certero, misma de la conquista: un dispositivo más amplio al que, en cualquier
veraz. Transitar, nombrar, fundar, poblar: cada narrador inscribe caso, el relato de viaje brinda su columna vertebral, tanto en lo retó-
gestos fundamentales en toda crónica de conquista que subrayan la rico como en lo ideológico. Del desplazamiento y su relato, de la itine-
mirada y la actitud imperial. rancia a la polémica y de allí nuevamente al viaje de conquista, estas
Itinerancia: al tiempo que dibujan un itinerario, estas cartas epístolas dibujan derroteros elípticos, inesperados, confusos, y con
ofrecen el retrato de una itinerancia, de la imposibilidad de un re- ellos alumbran las ambiciones y las contradicciones de la modernidad.
greso efectivo puesto que ya nunca se vuelve al mismo lugar del
que se partió. Esta transformación que todo viajero experimenta se
acentúa y acelera con la modernidad, configurada a partir de los Referencias bibliográficas
cambios que estas conquistas y estas textualidades propician. En
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se niegan a internarse en ese territorio que se adivina inhóspito. En Aires, Corregidor.
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