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Neuroética y neuropolitica. Sugerencias para la educacién moral Disotio de eubier Félix Pav 3 edicin, febrero 2012 Reservas todos los derechos. El contenido de esta obra | «est proteido por Ia Ley, que esablece penas derision {fo multe, ademas de las correspondientes indemnia- \ ‘iones por datos y perjuicos para quienes repodujeren, plagiaren, distribuyereno comuniaren publicaments, en | todo 0 &% gate, una obra trai, artic o cents, (© ny tansformacion, aterpretacion 0 ejeccién atistica Sjada en cualquier tipo de soporte 0 comnicada a va ‘5 de cualquier medio, sin la prceptiva auorizacés © Aneta Cons, 2011 © EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, $A), 2011 Suan Ignacio Luca de Tena, 15 ~ 28027 Maki ISBN: 978-84.309-5321-9 Depésito Legal: M. 5940-2012 Printed n Spain. Impreso en Espa por Lavel Impreso en Espa «E] hombre llega a serlo por la educacién, es lo que la educaciin le hace ser» (Immanuel Kant, Pedagogia) INDICE Pre#ncio: EL ACIERTO DE SOCRATES Y DE KANT. PARTE I: NBUROETICA ‘Cartruto 1, LA NEUROETICA: ;UN NUEVO SABER?... [EL NAcoMENTO De LA NEUROETICA . TEL D¢PARARLE AVANCE DE LAS NEUROCIENCIAS.. ‘UN HoRzoTs PRERADO De FostBLIDADES. EL PRINCIPE Y H ZAPATERO Los oniazns: FRaveensret EL MAMA DELA NEUROETICA.. FiLosorik ¥ CHAS C000 A CODD: UNA ANTIOL ALLANZA Cort 2. LA PROMESA DE UNA ETICA UNIVERSAL BASADA EN BL CEREBRO. TEL RECURRENTE INTENTO DE CONSTRUIN UNA ETtcA CEN "THFICA USTVERSA EL MITo DE LOS JICIOS MORALES PRESENTES EN TODAS Las cuLTURAS - «SE QUE ESTA MAL, P=R0 NO Se FOR QUE. Lisaanpo AL CEREBRO. [DEL «aS» CEREBRAL AL WDEREY MORAL. AMARAS AL CERCANO Y RECHAZARAS AL EXTRAROD i} 25 25 29 2 34 36 39 3 3 9 61 65 n a 1G NEUROETICA ¥ NEUROPOLITICA ‘Crotivig 2.NO HAY ETICA UNIVERSAL FUNDAMEN- ‘TADA EN EL CEREBRO. ‘Coneutones meets, LLUcES ¥ SOMBRAS: HACTENDO BALANCE [BL PUGILATO GNATURAL-SOARENATURAL) UNA QBSESION capuca CFUNDAMENTO CERESEAL 0 BASES CHRERPALES? PARTE Il: NEUROPOLITICA Casinuto 4. CONTRACTUALISMO MORAL ¥ POLITICO: GUNA EXIGENCIA DE LA EVOLUCION?. 'NEUROFOLITICA Y NEUROMARKETING ELECTORAL Gasca won arms AAS ga TCA RRA LA RELA De Ono GENETICA: «OBRA CON LOS DEMAS SEGON 1A MEDIDA EX QUE COMEARIAN TUS GENES Dax rao orCoNouICUS a. HOME RECIPROCANS. 6 ;Sureauneinan evocUTIV DE La DEMOCRACIA?. Cariruxo 5.LA DEMOCRACIA EXIGE ALGO MAS QUE. RECIPROCIDAD. TLUCES ¥ SOMBRAS De UNA GRANGATICA MORAL UNIVERSAL [LA FE EVOLUTIVA EN LA BENEVOLENGIA UNIVERSN.. LA MENTE EXTENDID Y Los HONERES SUPERIORES {CONSIST LA. ORAL EN RECIROCKR MARA SORREWE? [EL perso ivTUTVo; UN ANIMAL, CONSEIVADOR ¥ DESO Et neconocnatao necirnoco, Uva tala PiLosOrica BELA STA : PARTE Il LA INDECLINABLE LIBERTAD Cariruto 6, El RETO DEL DETERMINISMO NEURO- CIENTIFICO. 1. gDacinen Las NEURONAS, NO LA VOLUNTAD Linke? 2. Nueva Was10N DE UN REND SECULAR n n 2 2 103 106 109 12 6 we 123 wr Bo 136 140 “3 131 15 13 tvoice 11 3. AQUILES No PUEDE ALCANZAR A LA TORTUGA. uss 4, SeESTRECHA EL CERCO FN TORNO A LA LIBERTAD. 160 3. Bchnane rxvraneo or Liner, 164 6. {LA VouNrAD LIBRE ES UNA HLUSION?.. 166 7, Lintamerran nose wine EN MILSEGUNDOS 169 8. RAZONES A FAVOR DE LA LIBEITAD, 173 (Capiruto 7, LA TERCA LIBERTAD .. : ” 1. MASALLA De coMxriisio & NCOMPATBILISMO 177 2, LAFALACIA DEL DETERMANISMO BLANDO 183 3, No casas, sto CONDICIONES. 187 4. Misa pm ermexowEss, 192 5. Lavonia De La tnexran : 195 6. LASRATONES ESTRAN Px EL CHE, 198 ‘Cann &, UN APUNTE DE NEURODERECHO: :RES- PONSABILIDAD SIN LIBERTAD? 203 1, La RESPONSABILIDAD LEGAL SE DESEMBARAZA DE LA Li eTAD vee 208, 2, JBL DERECHO NO NECESTIA PERSONAS LIDS? 205 3. Conemnos avroMricos, FRsonas Tass, 208 4. Lasusrincacion pet cAsTico: RETRBUTIVISTAS ¥ CON SECUENGAALISTAS —— 2 PARTE IV: EL RETO DE LA EDUCACION ‘Cartrwo 9, EDUCAR EN LA CIUDADANIA, CONTANDO| CON EL CEREBRO. : [La PERSONA LLBOA A SERLO FOR LA EDUCACION EL AMOR A Los AMG. . ‘ACABAR CON LA ESQUUZOFRINIA MORAL. "BL Prnao, NO SHBEAOS; PERG LA PERSONA ES RACIONAL -YEMOCIONAL, : ~ 5. MaBcan et CAMINO A LA EVOLUCION Notas Brmvocrat... ut 217 2a 225 227 237 251 PREFACIO EL ACIERTO DE SOCRATES Y DE KANT Desde que en el siglo xvr de muestra Era las ciencias cempiricas se fueron desgajando de la filosofia han ido sucediéndose diversas etapas en cada una de las cuales ha ido apareciendo una nueva ciencia atrayendo de un ‘modo especial la atencién del piblico. Fisica, Matemé- tica, Economia, Biologia, Psicologia, Sociologia y Ge- nética han ido haciendo descubrimientos de tal enver- gadura que no sélo los especialistas, sino también las gentes de a pie se han sentido invitadas a saber de estas materias En los comienzos de cada una de estas etapas han surgido al menos tres actitudes en relacién con el sa- ber preponderante, actitudes que mas tarde se han ido ‘matizando paulatinamente. Una de ellas, de auténti- cco imperialismo, pretende haber descubierto por fin los grandes secretos del mundo, de forma que desde ellos puede explicarse todo lo demas. Recuerda a los 03) 14 Neuraérica yNeuROPOLITICA {que en una pelea intentan desembarazarse de quienes les retienen prudentemente y dicen aquello de «jdejad- me solo!». Mala cosa, solo se suele hacer poco y mal, Frente a esta actitud hegeménica surge Ja timorata de quienes en cada avance ven un peligro, esa posicién reactiva que impide aprovechar los beneficios de las nuevas aportaciones, Mala cosa también, desperdiciar quello que puede mejorar la vida es de necios, ‘Y es que, al menos hasta el momento, la historia ha {do ensefiando que tan errados estin el imperialismo de ta ciencia tinica com el temor a tener que revisar Los ‘conocimientos ya consolidados y a tener que modificar algunos de ellos. Séctates tenia raz6n, lo més inteligen- te es tratar de conocer el propio yo y el mundo en que se integra, con la modestia de quien es consciente de que sabe bien poco én cualquier caso y con la voluntad decidida de convertir los prejuicios en juicios razona- dos, cambianda la que hage falta, Esta es la actitud que quisiera asumir en este libro sobre un nuevo saber, la neuroética, tan nuevo que es en 2002 cuando resulta piiblicamente reconocido como tal, y sobre las ciencias que lo han hecho posible, las neurociencias, si no re- Cin nacidas, al menos muy jovenes. En efecto, desde mediados del siglo pasado se producen interesantes avances en ese Ambito de las ciencias naturales a las que se ha llamado «neuro- ciencias» por ocuparse de la estructura y funciona~ miento del cerebro. Pero es el 17 de julio de 1990 cuando George Bush padre declara piblicamente que la década de fos noventa del siglo xx se reco- noce como «la Década del Cerebro», dando cuerpo con ello a una resolucién del Congreso de los Estados Unidos. Se pretendia con ello potenciar la investiga~ PRERACIO 15 cidn en ese campo de las neurociencias, que petmiti- ria abordar problemas tan serios como los de algunas enfermedades mentales, la drogadiccién o la firma- co-dependencia. En ¢} catilogo de Tas neurociencias se integrarian al menos la neuroanatomia, la neurofi- siologia, la neurofarntacologta, 1a neuroembriologia, las ciencias del comportamiento, la biologia molecu- lar y la genética molecular. ‘Una vez concluida la década de los noventa, se su- cedieron los balances sobre los resultados obtenidos, que al parecer no estuvieron a la altura de las expecta- tivas generadas, pero si arrojaron logros importantes, y sobre todo las neurociencias han continuade su tarea, afortunadamente, porque tienen una gran capacidad para mejorar la salud de las personas. Sin embargo, el centro de atencién de este libro lo componen la neuroética y la neuropolitica, que nacen en fa década posterior a la del cerebro, y estén estrecha- mente ligadas a las neurociencias, claro esté, pero tam- bién a la ética y a la filosofia politica. La ética, convie- ne recordarlo, no es sino esa dimensién de la filosofia, a la que se ha llamado también «filosofia morab». En principio, la recién nacida neuroética se pregun- 1a por las condiciones éticas en las que deben llevarse a cabo tanto las investigaciones neurocientificas como ta aplicacién de sus resultados para no violar los derechos hhumanos ni con la investigacién ni con la préetica. Pero ademés los descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro han abierto un segundo frente de cuestiones en el campo de la ética: si existen unos cédigos inseri- tos en nuestro cerebro que son los auténticos cédigos morales por los que debemos regimnos y eliminat todos los anteriores; si esos cédigos tienen repercusiones 16 NBUROETICAY NEUROPOLITICA para la organizacion de la vida politica y econdmica, de forma que es prudente incorporatlos a los diseiias de las instituciones; si somos libres o si, por el contratio, estamos determinados a actuar por nuestro cerebro, un cerebro que segiin un buen nimero de autores funcio- naria de forma tan mecénica como un reloj; si es posi- ‘ble hablar con sentido de cosas tan importantes para la vida humana como la responsabilidad y la autonomia, el bien y el mal, o si todo eso nto es mas que tna ilusién; ¥¥, por tltimo, pero no menos importante, qué se sepai- ria para la educacién de las respuestas que pudiéramios dar a esta preguntas, or su parte, la neuropolitica fa cobrada un menor protagonismo que la neuroética, tal vez porque habitual- ‘mente se entiende como el intento de estudiar los deter- minantes neurobiolégicos de las elecciones politicas y de los posicionamientos ideol6gicos de los individuos y se los grupos; un intento que ha suscitado el interés de los politicos descosos de ganar elecciones y también de Jos medios de comunicacién que les ayudan a ganarlas 0 aperdertas. A tos politicos fes entusiasma, como es ob- vio, la posibilidad de conocer las bases cetebrales, los perfiles neurobiolégicos que pueden llevar a los votantes adecantarse por unas siglas w otras. Es un paso més en el ejercicio de la retérica que exige conocer los sentimien- tos y habitos de los interlocutores para hacerles llegar un mensaje de forma persuasiva. En cuanto a los medias de comunicacién, el asunto no puede ser mis atractivo, Por ejemplo, en noviembre de 2007 un grupo de siete neurocientificos, liderados por Marco lacoboni, publicé cen The New York Times los resultados de un test en que se peda a ciudadanos indecisos ante fas elecciones que ex- presaran su grado de identificacién con cada uno de los prericio 17 ccandidatos de los partidos principales en una escala de ‘uno a diez, Se les mostraron fotografias y videos de los candidatos, mientras se les sometia a un escéner de reso nancia magnética funcional. Segtin los autores, la simple mencién de los términos «dembcratay 0 «republicano» conllevaba un alto grado de actividad de esa parte del ce- rebro que es la amfgdala de los sujetos, lo cual, segtin fos experimentadores, significaba ansiedad, Mas tarde un buen niimero de cientificos protesté por la falta de serie~ dad de las conclusiones, alegando que las regiones del cerebro estin ligadas a muchos estades mentales y, por tanto, es imposible hacer un mapa ligando cada regién cerebral con un estado mental. Pero, sea cual fuere la po- siciOn en este punto, el tema ya estaba en la calle, como tantos otros que prometen no s6lo descubrir los supues- 08 perfiles neurobiolégicos de demécratas, republica- nos, PSOE, PP, izquiesdas, derechas, sino también el se- creto del amor o el secreto de la vida feliz. En este punto cestudios como los de George Lakoff han sido, como ve- emos, sumamente fecundos. Sin embargo, en este libro entenderemos la neuro- politica no sélo como neuromarketing electoral, sino sobre todo en estrecho contacto con la ética, como aquella rama del saber que se pregunta por las posibles bases cerebrales de nuestro modo de organizarnos pol(- ticamente. Es decir, se pregunta si seria posible descu- brir en el cerebro alguna estructura que apoye el fo- mento de unas formas de organizacién politicas como superiores a otras, por ejemplo, la democracia frente a {a dictadura, o viceversa, una politica cooperativa fren- tea otra competitiva, 0 viceversa. A mii juicio, en los dos casos, el de Ia neuroética y el de la newropolitica, sigue vatiendo ef comsejo socrético 18 NEUROETICAY NEUROPOLITICA de conocerse a si mismo, en este caso, de entender que ‘chante mejor coriozcamos el fuitcionamiento de nues- tro cerebro, cuanto mas sepamos acerca de nosotros ‘mismos mejor enfrentaremos los retos vitales. Es, pues, urgente, tratar de responder a las cuestiones planteadas haciendo uso de la capacidad critica, que consiste en discernir hasta dénde llegan las aportaciones positivas y dénde empiezan los limites. Teniendo buen cuidado {de no poner vallas al campo, pero teniendo el mismo cuidado en no dar por probadas conclusiones que no lo estin, porque hablamos de cosas que afectan a las deci- siones que las personas han de tomar partir de ellas. Y 0 es sagrado, Ahora bien, como decia Kant, tas investigaciones cientificas no consisten en sentarse pasivasnente ante lt realidad y esperar a que os dé lecciones, sino en apren- der primero de ella, pero desde ese aprendizaje inicial disefiar un experimento, construir un marco desde el gue preguntar a {8 realidad para que ella confirme 0 desmienta nuestra propuesta inicial, Siguiendo el con sejo kantiana, tan acertado al menos como el de Sécra- tes, en este libro intentaremos abrir el debate sobre cua ‘co preguntas al menos, que son eseniciales para nuestra vida ética, politica y educativa: — éRespaldan los resultados de las investigacio- nes neurocientificas mas acreditadas hasta el momen- to las aspiraciones de una ética universal, como la que se expresa en la Declaracién Universal de Derechos Humanos de 1948 y hemos dado por admitida gran parte de la humanidad, 0 més bien nos exigen modifi- carla de forma sustancial y recortarla en sus preten- siones? PREESCIO. 19 —jAbonan esos resultados la construccion de so- ciedades democraticas abiertas como la forma més adecuada de vida politica, incluso, como se viene di- ciendo en fos tttimos tiempos, la construecién de de- mocracias deliberativas, o parecen mas bien apoyar ta formacién de sociedades cerradas, que s6lo interna- ‘mente viven de ta ayuda muta? ‘iMuestran que es posible la libertad humana, que es posible —incluso necesario— que cada quien se sepa duefio de sus actos, duefio de su vida, responsable de ella, por muy condicionada que se encuentre siem- pre a la hora de tomar decisiones? —Y, por iiltima, aunque tal vez esta cuestién sea la primera en el orden de la intencién, gtenemos que seguir educando a las generaciones més jévenes y educéndonos ‘a nosotros mismos para respetar ios derechos de todos y cada uno de los seres humanos, para participar en la vida politica y para ser responsables de nuestras decisiones y uestros actos, o és preciso tomar otra direccién? Ante todas estas cuestiones cabe, claro estd, contes- tar con un si, con un no, o bien matizando muy mucho las respuestas, diciendo que «si, pero» habria que cam- biar ciertas cosas, o que «no, pero» seria preciso con- servar otras. De cada una de estas preguntas se ocupa- iin los capitulos de este libro, después de un capitulo introductorio que se propone aclarar en qué consiste la neuroética, ese suber que se ha presentado en sociedad como nuevo en el siglo 204, y en qué medida est ligada a la neuropolitica, que por el momento goza de menor notoriedad. ‘Naturalmente un libro es siempre el resultado de una trayectoria que en este caso tiene su origen en una 20 Nevroérica y weuRoPOLInICA conferencia, pronunciada en Ja Fundacién Juan March el dia 10 de diciembre de 2009, con el titulo «Netroé- tica: glas bases cerebrales de la justicia y la democra- cia». Aprovecho la ocasién para agradecer a la Funda~ cién March, y muy especialmente a su director, Javier Gomi, la oportunidad que me brindé no sélo de pro- rmunciar la conferencia, sino también de mantener sobre ila una apasionante discusién en un seminario de ex- pertos, en el que pude contar con especiatistas de ta ta- lla de Victoria Camps, Helio Carpintero, Jesiis Conill, M® Victoria del Barrio, Domingo Garefa-Marzé, Lydia Feito, Emilio Garcia, Diego Gracia, Javier Muguerza, Enric Munar y el propio Javier Goma. La discusion fue especialmente enriquecedora. Una primera revision de laconferencia vio la luz el afio pasado en la revista Jse~ goria. También el pasado afio, y concretamente el dia 8 de mayo, pude presentar una version diferente del texto en Ja sesiom de ta Real Academia de Ciencias Morales y Politicas en la que me correspondié mantener wna po- nencia. Los comentarios, observaciones y criticas de Jos miembros de la Academia fueron asimismo bien ju- £20505 e intenté incorporarlos @ la publicacién anual de la RACMyP. Dando un paso mas, presenté dos nuevas revisiones, una de ellas, al III Congreso Internacional Xavier Zubiri, que tuvo lugar en la Pontificia Universi- dad Catélica de Valparaiso de! 31 de agosto al 3 de sep- tiembre de pasado aiio, y la segunda, al encuentro «Ve- rantwortung zwischen Diskurs und Erfolg», celebrado en la Universidad Libre de Berlin del 27 al 29 de octu- bre también de 2010. Por iiltimo, nuestro grupo de trabajo de Neuroé- tica en Ja Universidad de Valencia viene reflexionan- PREEACIO 21 do sobre estos temas gracias a la concesién de los Proyectos de Investigacién Cientifica y Desarrollo Tec- nolégico HUM2007-66847-C2-01/FISO_y FFI2010- 21639-C02-01, financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovacién con Fondos FEDER de la Unién Europea, ¥ al reconocimiento eomo Grupo de Investigacion de Excelencia PROMETEO/2009/085 de la Generalitat Va- lenciana, ‘Como bien decia George H. Mead, somos lo que so- ‘mos por nuestra relacién con otros, las intervenciones y los debates mencionados se encuentran en et origen de este libro. Confio en que quienes participaron en ellos se vayan reconociendo en algunas de las reflexiones que en él aparecen, se-vayan sintiendo de alguna mane- ra coautores desde la confirmacién y desde la critica. A todos ellos, mi agradecimiento. PARTE I NEUROETICA, CAPITULO 1 LA NEUROETICA: {UN NUEVO SABER? 1, EL NACIMIENTO DE LA NEUROETICA En mayo de 2002, concretamente los dias 13 y 14 de ese mes, se celebra en San Francisco un congreso bajo el rétulo «Neuroética: esbozando un mapa del terreno», auspiciado por la Fundacién Dana, preocupada por la investigacién en neurociencias y editora de la revista Cerebrum. A él asisten més de ciento cincuenta neuro- cientificos, bioeticistas, psiquiatras, psicélogos, filéso- fos, juristas, disefiadores de politicas puiblicas y perio- distas. Un despliegue de este calibre queria mostrar bien a las claras que la neuroética es un saber interdis- ciplinar por esencia, y que el objetivo del congreso no 610 consistia en diseffar el mapa de una ueva discipli- na, sino también el de presentar en sociedad una nueva forma de saber. A la ya existente repiblica de los sabe- (25) 26 weuoémca y NEUROPOLINICA res vendria a sumarst uno nuevo, ta neuroética, y era importante darlo a conocer. El congreso de San Francisco se ha convertido en una referencia, en ese momento fundacional que evita argos recorridos histéricos a quien desee saber cudndo fentrd en escena la nueva disciplina. No hace falta re- ‘montarse hasta los origenes de Ia filosofia, no hace fal- ta llegar hasta Tales de Mileto: la historia de la neuroé- tica empieza en ese congreso, en que especialistas de las més diversas materias se dan cita para esbozar el ‘mapa de un tipo de conocimiento todavia inédito. Es verdad que un neurdlogo, Cranford, habia utili- zado ya el término «neuroeticista» en 1989, preocupa- do por averiguas qué papel puede representar un neurd- ogo como asesor ético y como miembro de los comités éticos institucionales cuando se trata de cuestiones neu- rolégicas delicadas'. A su juicio, los neurdlogos pueden ayudar a resolver los problemas éticos que se plantean en la préctica cuando se trata de cuestiones neurolégi- cas, y se refiere con el térmnino «neuroeticista» al neu- rélogo que oficia de asesor ético. También es verdad que, husmeando en trabajos neurocientificos diversos, aparece en ocasiones de forma esporidica la expresién «neuroética»? y que en 1991 Patricia Churchland se refiere a cuestiones nett- roéticas, ligadas al asunto del cerebro°. Sin embargo, existe un amplio consenso en reconocer que la presen tacién en sociedad de la neuroética se produce en 2002 con el ya célebre congreso de San Francisco y con un articulo de} petiodista William Safire en The New York Times, publicado poco antes del encuentro. La nueva rama del saber, si es que es nueva, no puede ser mas reciente. TA NBUROBTICA: ,UN NUEVO SABER? 27 ‘Nueve afios mds tarde se han multiplicado las publi- caciones sobre neuroética’, nacen institutos y cétedras universitarias sobre el tema, en 2006 se constituye una Neuroethics Society en Asilomar, que se dotaré de una revista propia, el American Journal of Bioethics-Neu- oscience, en 2008 aparece la revista Neuroethics, de la mano de la editorial Springer Netherlands, y hoy exis- ten un buen mimero de médulos dedicados a la neu- roética en institutos neurocientificos, asi como centros especificos de investigacién como es el caso de el Na- tional Core for Neuroethics de \a Universidad. de Van- couver (2007) y The Wellcome Centre for Neuroethics en Oxford (2009). . ¢Podria decirse que el gran reto que el nacimiento del siglo xx1 plantea a la ética es el del progreso de las neurociencias, como cl de la nueva genética Jo fue en las tiltimas décadas del siglo xx? ;GenBttica y neuroéti- ca lanzan los grandes desafios de los descubrimientos cientificos en el cambio de siglo? Si la respuesta fuera afirmativa, una nueva utopia vendria gestindose a comienzos del Tercer Milenio, del ‘mismo modo que en el siglo pasado surgié el suefio de un mundo feliz, gracias al extraordinario desarrollo de las biotecnologias. Asi parecen creerlo cuantos han comparado el con- ‘greso de San Francisco de 2002 con la célebre reunién de Asilomar, en 1975, sobre la tecnologia del ADN re- combinante, dos acontecimientos cientificos a los que apenas separa un cuarto de siglo y que prometen cam- iar la faz de la humanidad. ¥, sin embargo, las diferen- ccias entre los dos encuentros son muy notables. En Asi- Iomar los cientificos, entusiasmados pot el potencial de Ta nueva genética, pero preocupados pot las consecuen- 28 NEUROBTICAY NEUROPOLITICA clas indeseables que podria tener tanto en la investiga- cién como en la aplicacién, dieron un ejemplo de pru- humanos. Tal ver la felicidad no venga tanto del ejer- cicio de facultades maravillosas como de una buena vida compartida con los semejantes. En realidad, y a pesar de Safire, ése es el mensaje de Mary Shelley, si no leemos sélo el comienzo de Frankenstein, sino que Hegamos hasta el final. Como bien dice la autora, a medida que la obra iba tomando forma otros motivos fueron afiadiéndose a Jos iniciales, lo que empezé siendo una novela de terror se convirtié en wn relato sobre la felicidad humana. 38. NBUROETICA Y MEUROPOLITICA La criatura de Frankenstein es sin duda un hombre distinto de los conocidos, més perfecto en algunas de sus capacidades, pero, precisamente por es0, no encuentra a nadie semejante a €1, nadie puede reconocerle como un igual en humanidad, ¥ el hilo conductor de la novela es en realidad la biisqueda desesperada de un igual en quien poder reconocerse, a quien poder estimar y de quien re- cibir estima, En las piginas finales el monstruo maldice 1a su creador pot haberle creado con un gran anhelo de felicidad y sin los medios para saciarlo, porque no le ha dado a ninggin igual con el que compartir vida y destino. El presunto hombre mejor exige a su creador que le dé una compafiera y le lanza la peor acusacién que puede hhacerse: nadie tiene derecho a crear a un ser al que no ofrece a la vez los medios pata ser feliz. Ese era en realidad el mensaje de Mary Shelley: que los miembros y los érganos de un set humano, incluido el cerebro, pueden ser muy perfectos, pero nada garan- tiza que su vida sea una vida buena si no puede contar con seres semejantes a él entre los que saberse recono- cido y estimado, Bi final de la novela es sobrecogedor. «El angel re- belde —dird la criarura de Frankenstein— se conwirti6 en un monstruo diablo, pero hasta ese enemigo de Dios y de los hombres cuenta en su desolacién, con amigos ¥ compaiieros. Yo estoy solo». Tal vez éste debiera ser el mensaje de una neuroé- ‘ica pensada en serio. Tal vez debiera llevar adelante satisfactoriamente el sueio malogrado de Frankens- tein, porque, como é1 mismo dice, «es posible que alli donde yo Sacasé, otto logre alzarse con ¢l triunfon"” Pero eso vendra en este libro més adelante. Por el mo- mento tendremos que conformarnos con averiguar JA NBUROETICA: ,UWALEVO S4BER? 39 cémo han ido entendiendo la neuroética quienes han ido escribiendo su historia, y no s6lo sus ofigenes. 6. EL MAPA DE LA NEURORTICA ‘Los organizadores del congreso de San Francisco definen la neuroética desde el comiienzo de sus actas como «el estudio de las cuestiones éticas, legales y so- ciales que surgen cuando 10s descubtimientos cientifi- cos acerca del cerebro se tlevan a la prictica médica, las interpretaciones legales y las politicas sanitarias y sociales»"*, Estos descubrimientos se producen en 16s campos de la genética, la imagen cerebral y el diagnés- tico y la prediccién de enfermedades, y la neuroética ha de examinat cémo han de tratar estos descubrimientos los médicos, jueces, abogados, las aseguradoras y quie~ nes elaboras politicas piblicas, Por su parte, William Safire la caracteriza en la In- troduccién como «el examen de lo correcto e incorrec- to, bueno y malo, en el tratamiento del cerebro huma- no, en su perfeccionamiento, o en Ia indeseable invasién en el cerebro 0 en su preocupante manipulaciém®. Y, ciertamente, a lo largo de las actas no se entiende a neuroética sino como el estudio de las cuestiones éti- cas, legales y sociales que surgen a raiz de los descubri- mientos de las neurociencias. Si ésta hubiera seguido siendo la tinica acepcién, la neuroética seria hoy una rama de la bioética, una més de las vertientes de las éti- cas aplicadas, que empezaron a entrar en escena desde los afios setenta del siglo xx”. En efecto, en la década de los setenta del siglo pasa- do nace la bioética con tres nombres imprescindibles: 40 NeuROETICAY NEUROPOLITICA André Hellegers, ginecélogo y obstetra, que funda el Kennedy Institute of Bioethiés en la Universidad de Georgetown en 1971; el filés0f Daniel Callahan, co- fundador del Hastings Centre en 1969; y Van Rensse- laer Potter, bioquimico y profesor de Oncologia en la Universidad de Wisconsin, que introduce el término «bjoétican, al publicar un articulo que Hleva por titulo «Bioethics: the science of survival» (1970). En lo que hace a nuestro pais, son tres también jos nombres inelu- dibles en el surgimiento de la bioética: Francesc Abel, Iaviet Gafo y Diego Gracia, Como se ha dicho en ocasiones, fa bioética tiene un «nacimiento bilocado», porque desde el comienzo se ‘marearon dos tendencias, la bioética médica y la ecolé- gica’!. Las relaciones personal sanitario-paciente cen- tran Ia atencién, especialmente el discurso del consen- timiento informado 0 de la confidencialidad. En la década de los ochenta van cobrando importancia tas cuestiones de justicia distributiva, la revisi6n de los sis- temas de salud piblica, la ética de la economia de la salud, que en los noventa se atreve a entrar en ta entraiia de las organizaciones sanitarias®. Y, por iltimo, la rea- lidad de la globalizacién enfrenta a la bioética con de- safios de justicia global, Por eS0, a mi juicio, a comienzos del siglo xt la ioética parece estructurarse en tres niveles, estrecha- mente vinculados entre si: 1) Macrobivética, que debe- ria contemplar cuatro lados al menos, es decir, la ecoé- tica 0 ética ecoldgica, cuestiones de justicia global, las relaciontes entre bioética y biopolitica, y 1a posibilidad de construir una bioética civica mundial. 2) Mesabioé- tica, que se ocuparia de los sistemas nacionales de sa- lud, a los que ha atendido la ética de la economia de ta LA NEUROETICA: ,UNNUBVO SABER? 41 salud, la ética de tas organizaciones sanitarias y la bio- ética civiea. 3) Microbioética, referida a la bioética cli- nica, y a la genFtica o ética de las biotecnologias. Alla hora de trazar el mapa, ¢8 1a newroética wna provincia més de la bioética, una parte de la microbio- ética? 0 compone yn nuevo ambito del saber, ligado a Jos restantes, pero con la autonosnia necesaria como para considerarse independiente? Y, yendo todavia mis lejos, en el caso de que forme un saber interdisciplinar ¢ independiente, es una mas de las éticas aplicadas, como la propia bioética, o es ética fundamental? En este punto no esti de mas recordar que la ética, como filosofia moral, tiene sobre todo tres tareas, que consisten en aclarar el significado del término «mo- ral, intentar descubrir sus fundamentos y con ello los principios que la orientan, y aplicar esos principio ata vida cotidiana, personal y compartida. Podria parecer que esta cuestién importa s6lo a los fil6sofos, pero no es asi, porque si la neuroética es wna de las éticas aplicadas, entonces en ella se trata s6lo de aplicar las teorias filoséficas de las que ya disponemos a los problemas éticos que pueden plaritear las neuro- ciencias en la investigacién y la intervencién clinica, como también a las consecuencias de sus avances para temas morales y juridicos, como es el caso de la confi- dencialidad de los datos cerebrales, el uso de las técni- cas de neuroimagen como pruebas ante los tribunales y el posible uso policial o laboral, por mencionar algu- hos, Pera si la neuroética es ética fundamental, si las in- vestigaciones de las neurociencias pueden responder 3 las seculares preguntas «zen qué consiste la mofalidad?» ¥ «por qué debemos comportamos moralmente», en 42. NEUROETICA Y NEUROPOLITICA ‘tonces, come pretenden algunos neurocientificos, que~ darian arrumbadas las teorias éticas ya conocidas y las propoestas religiosas y bastarian los conacimientos de Jas neurociencias para ofrecer respuestas. Ciertamente, este affin de sustituir Jas tearias éticas ‘ya reconocidas por éticas presuntamente cientificas no €s nuevo en la historia, pero en el sigio 200 se renueva con una fuerza inusitada, gracias al avance de las neu- rociencias. Hasta el punto de que algunos autores ha- fblan de una «neurocuttura», de Ia que formarian parte no sélo la neuroética y la neuropolitica, sino también ta neurofilosoffa, la neurateologia, la neuroestética, el neurodetecho, la neuroeducacién, la neuroeconomia y, Jo que esti teniendo un gran éxito, el neuramarketing, Todo un programs cultural, que se ve incrementado dia a dia con una miriada de neurologismos, de los que Judy Iles, editora del American Journal of Bioethics-Neuros- cience, recoge en 2009 los siguientes, ademas de los ya mencionados: neurodeterminismo, neuroexcepcionalis- ‘mo, neuropoliticas, neurorrealismo, neuroesencialismo, neurasurrealismo, neurodiscurso, neurotiempo y neu- roedad Acestos neurologismtas cabria afiadir muchos otros, como el de «neuroseguridad», que Moreno caracteri- zaen su libro Mind Wars: Brain research and Natio- nal Defense como «los modos en que la ciencia y la tecnologia dirigidas al cerebro y al sistema nervioso han de gestionarse para el bien ptiblico, y los medios que los estados democraticos han de desarrollar para protegerse de sus adversarios»™, En este libro More- no recomienda la creacién de un comité nacional de neutroseguridad, andlogo al Consejo Nacional de Bio- seguridad. LA NBUROBTICA: UN NUBVO SABER? 43, {Podemos decir, pues, que la neuroética es una éti- ca aplicada, una muy sobresaliente dimension de la bioética, o¢s, por el contrario, una disciplina indepen diente, interdisciplinar por esencia, capaz de descu- berit Los fundamentos de la condueta humana en sus distintas formas de expresin, entre ellas, en su expre- sign moral? La verdad es que las caracterizaciones de Marcus y de Safire que heros oftecido hasta ahora ta convierten inicamente en una apasionante provincia de fa bioéti- 2, como también otras, como las de Sudy Hles*. Pero ‘yaen otras intervenciones del mismo congreso van sur- giendo cuestiones y propuestas que avalarin e) naci- tmiento de una segunda acepcién de la neuroética. Por ejemplo, en su ponencia «Mapping the Future of ‘Neuroethios» el eélebre bioeticista Albert R. Jonsenre- flexiona sobre los temas que han surgido en el congreso ¥y, agrupandolos, disefia un interesante mapa sobre las tareas futuras de Ia neuroética con tres niveles: 1) _Elnivel recténico de las ideas, es decir, la estruc tura basica, en el que se plantean cuestiones bien conoci- as por los fildsofos desde antiguo, pero ahora a una nueva luz. Tendrian aqui su lugar la pregunta por la liber- tad de nuestra voluntad o la cuestién del reduccionismo. 2) Elnivel geografico, el que corresponde al estu- dio de los montes, fos rias, los mares, un nivel en el que se encuentran filésofos y cientificos abordando las cuestiones epistemolégicas, es decir, las formas de co- nocimiento. 3) El nivel Jocal, el de los casos concretos, es de~ cir, el émbito de la neuroética aplicada, eminentemente interdisciplinar, en el que surgen asuntos como 1a in- 44. weuroénca y NEUROPOLITICA vestigacién con sujetos humanos, la responsabilidad en asuntos de justicia erimninal o el tratamiento y la mejora del cerebro. Con ello nos vamos abriendo, pues, a una segunda interpretacién de la neuroética que la situard sobre todo en Ios dos primeros niveles, una interpretecién que re- forzaré William Mobley en su resumen del congreso al asegurar que para entender el cerebro necesitaremos nuevos paradigmas y arrumbar los viejos, tendremos que abandonar tal vez creencias que dabamos por va- liosas. Pero es0 no debe inquietarnos —aiiade— por- gue el incremento de nuestro conocimiento creard li- bertad, y no la inhibird. «Menos magico —afirma—no significa menos interesante». Contando con estas reflexiones y otras semejantes en la neuroética se van configurando dos ramas funda- ‘mentales que, aunque se encuentran entreveradas en miiltiples ocasiones, son distinguibles 1) La ética de 1a neurociencia, que intenta desa- rrollar un marco ético para regular la conducta en la in- vestigacién neurocientifica y en la aplicacién del cono- cimiento neurocientifico a los seres humanos. Podria ‘muy bien considerarse como una rama sumamente im- portante de la bioética, 2) La neurociencia de la ética, que se refiere al impacto del conocimiento neurocientifico en nuestra ‘comprensién de la ética misma, se ocupa de las bases neuronales de la agencia moral Como es obvio, resulta imposible separar con un bisturi estas dos ramas de la relacién entre neurociencia, LA NEUROETICA: ™, puede ser un buen, étulo, pero aqui nos referiremos a esta tarea simplemente como «neuroética» y «neuropolitican, Este trabajo conjunto no vendra sino a prolongar esa historia de interdisciplinariedad que es, a fin de cuen- tas, la historia de la sabiduria humana. 48 NeuRotnca y NEUROPOLIEICA 7. FILOSOFIA Y CIENCIAS CODO A COpO: UNA ANTIGUA ALIANZA En realidad, el afin de sustituir las teorias éticas ya consolidadas por éticas presuntamente cientificas no es ‘nuevo en la historia, pero en el siglo xxi algunos neuro- cientificos vuelven a la carga y pretenden una vez mis justificar tos deberes morales, ahora desde las neuro- ciencias. Aunque algunos de elfos aseguran que, gra- cias al avance neurocientifico por fin van a poder traba- Jar juntas ciencias y humanidades, 1o que proponen en tealidad con sus textos y con sus intervenciones en los ‘medios de comunicacisn es sustituir el trabajo filos6fi- co por el cientifico; cosa que, al menos en algunos asuntos, no tiene ningtin éxito, como veremos en los roximos capitulos. Sin embargo, en este primero ya podemos ir apun- | i j tando que tampoco es acertada la pretensién de que ciencias y humanidades trabajen por fin conjuntamen- te, y el desacierto esté en el «por fin». Entre otras co- sas, Porque ambas formas de saber nacieron unidas y han seguide estindolo en los momentos eruciales de su historia, Recordemos cémo en los origenes del saber occi- dental la filosofia, la aspiracién a saber, representaba el conjunto de todo el posible campo de la sabiduria, Y, or si faltara poco, los primeros fildsofos recibieron el i nombre de «fisidlogos», porque su preoeupacién era la physis, la naturaleza; los pitagéricos, por su parte, se aplicaron al estudio de los mimeros por creer que cons- tituian el corazén del cosmos, Platén se entusiasmé con la matemitica y de Aristételes puede decirse que era fundamentalmente bidlogo. LA NEUROBTICA: & ¢l caso de que exis- tiera tal naturalcza, cudles som SSS T*sg08", Las neurociencias vienen @ *eVitalizar este ancestral debate y, de hecho, ya se inici@ &” ¢l mismo Congreso de San Francisco en las discusiones entre Arthur Ca- plan, Erik Parens y Paul Root Volpe". No HAY ETICA UNIVERSAL FUNDAMENTADA... 85 Un debate inevitable porque reconocer que los seres hhumanos tienen algunas propiedades fijas de la mente gue son innatas, que poseen destrezas de que carecen tras animales, y llamar a esto «condicién humana» 0 ‘enaturaleza hurmana> no ayuda mucho sino aclaramos qué conclusiones se extraen de ello: si sélo describimos rasgos empfricamente descubiertos, o si, por el contra- rio, queremos decir que las personas deben comportar- se segiin esos rasgos, por ejemplo, segim los presuntos cédigos descubiertos en el cerebro. 4) Reconocer el papel de las emociones y los sen- timientos en la formulacién de juicios morales y en la vida moral en su conjunto es de primera necesidad. El papel representado por Antonio Damasio, entre otros, es importante, y conviene tener muy en cuenta este extremo en la educacién. Pero no es menos cierto que la tradicién de ta educacién sentimental y de la in- teligencia emocional no es nueva ni en la filosofia, ni cn [a literatura ni tampoco en la psicologfa. Aristételes afirmaba en la Etica a Nicdmaco que el hombre es in- teligencia deseosa o deseo inteligente y dedicaba al es- , tudio de las emociones buena parte de su Retérica. Spi- noza es un auténtico referente en este asunto, la tradicién ilustrada escocesa, con Shafisbury, Hume 0 ‘Adam Smith se adentré en el cultivo de las emociones y sentimientos, Kant reconocia la necesidad det senti- ‘miento moral, por citar s6lo unos cuantos autores, y en los iltimos tiempos esa dimnensidn afectiva del ser hu- mano ha centrado el interés de los psicélogos"’. No es extratio el éxito que tuvo mundialmente el libro Jnteli- -gencia emocional de Goleman, que emperaba su texto citando a Aristételes, ni el que estén teniendo los traba- jos de Martha Nussbaum o Nancy Sherman. 86 NeuROErICA Y NEUROPOLITICA EI gran avance de las neurociencias consiste sin duda en descubris, con todas las cautelas, las bases ce- rebrales de este relevante papel de las emociones, que otros autores habian puesto sobre el tapete pero desco- nociendo esas bases. Ahora bien, no conviene olvidar que lo dificil siguen siendo dos cosas: descubrir cémo se combinan emociones y raz6n en la formacién de los juicios morales, porque en realidad no se puede pres- cindir de ninguno de los dos lados, y, por otra parte, averiguar con qué criterios contamos para discernir ‘euindo esos juicios son correctos. En este diltimo punto tal vez la razén tenga mucho que decir. De todo ello me ‘ocupé en Etica de la razén cordial. 5) Precisamente por eso mismo resulta indispen- sable, en primer lugar, aclarar el proceso de formacién de os juicios morales. El hecho de que las personas encuestadas respondan de forma intuitiva, es decir, inmediata, automatica, sin tener conciencia de cdmo han Ilegado a formulat el jui- cio, y que en muchas ocasiones no sepan dar razén de por qué una accién les parece buena o mala puede muy bien explicarse porque lo han aprendido socialmente y no lo han sometido a revisién. Este es un punto clave, del que trataremos més adelante, pero conviene ya pun- tualizar que esos juicios son ya sociales, los aprende- mos socialmente, y la disonancia cognitiva podria muy bien explicarse teniendo en cuenta que a menudo se han aprendido en la sociedad sin reflexionar sobre las razones que pueden apoyar el juicio. En esos casos no seria necesario recurrir a cédigos cerebrales con conte- niido, acufiados evolutivamente, sino que bastaria con el proceso de socializacién. Eso explicaria claramente las diferencias entre las diferentes culturas, ¢ incluso en [NO HAY ETICA UNIVERSAL FUNDAMENTADA... 87 ‘una misma cultura entre los grupos de edad o las clases sociales. En el caso de Julie y Mark, qué duda cabe de que en Ja cultura europea se rechaza el incesto y se ensefia a rechazarlo desde Ia infancia, sin dar argumentos, en esa forma no argumentada, profundamente emotiva, en que se transmite un tabii. Como el cerebro se conforma en ‘muy buena medida en los primeros afios de socializa- cién, el nifio asume la norma, no cuenta con argumen- tos para daria por buena y a menudo sigue sin buscarlos al Ilegar a la edad adulta. De ahi la disonancia cogniti- va, que se producira exactamente igual si a la mayor parte de las personas nos preguntaran cémo se produ- cen los procesos por los que funciona nuestro ordena~ dor. «Sé que funciona —contestariamos—, pero no sé cémon, Es éste un punto clave, en el que entraremos més adelante. 6) Locomiin a todos los seres humanos es una cier- ta estructura, que permite formular juicios a los que lla- ‘mamos «morales». Se trata, pues, de intentar descubrirla y describirla, viendo en qué medida se entrevera con otras estructu- ras, como la politica, la econdmica, la religiosa o la es- tética, y en qué medida puede distinguirse de ellas. De autores que lo han intentado en el émbito de la neuroé- tica trataremos en el siguiente capitulo. 7) Necesario resulta también aclarar la termino- logia. En efecto, se habla indistintamente de intuiciones ‘morales, instinto moral, sentido moral, competencia ‘moral capacidad moral para referirse a la capacidad humana para distinguir entre el bien y el mal moral, 90 NevRoérica y NEUROPOLINICA evolutivo, del «es» del mecanismo evolutive no surge el «debe» moral. Sigue siendo ilegitimo incurrir en fa- lacia naturalista, porque de los diversos «es» neuro- cientificos no surge un «debe» moral Si es verdad que en el origea evolutivo de las rela- ciones sociales y durante los millones de afios de cons- truccién del cerebro humano la homogeneidad y cohe- sién social han tenido un gran valor de supervivencia, de modo que lo que queda fuera del grupo genera de: confianza y agresién; si es verdad que «la diferencia, vista asi, siempre ha creado agresién y violencia por la razén evolutiva de que produce inseguridad y desafia la supervivencia»”, y si de esos descubrimientos quisié- ramos sacar conclusiones sobre lo gue debemos hacer, entonces no tendrfamos mds remedio que reforzar las relaciones con los semejantes y precavernos frente a los diferentes. Pero esto es justamente lo contrario del pro- reso moral, que consiste en ampliar el circulo del «no- sotros» desde los que fueron ciudadanos atenienses a los esclavos, las mujeres, las gentes de color y cuales- quiera seres humanos. Sobre todo teniendo én cuenta que el circulo moral tiene que it mas alld incluso de los que son capaces de «reciprocam», de los que son capa- ces de cooperar ent nuestra supervivencia” De ahi que los autores que se proponen fundamentar una ética universal en bases cerebrales acaben esperan- do que la evolucién nos dote de un sentimiento de be- nevolencia universal, acorde a las nuevas situaciones, como veremos. 10) Elser humano es claramente dependiente de su entorno social, y menos de sus genes. En efecto, la situacion critica se suaviza cuando es- tos mismos autores nos informan de que tras el naci- (NO HAY ETICA UNIVERSAL FUNDAMENTADA... 91 miento, 1 hombre desarrotia casi el 70 % de su cere- bro en interaccién constante con el medio y con los demas, de modo que los cédigos inscritos en el cerebro pueden ser modificados ampliamente. No son, pues, las bases cerebrales las que determinan nuestra con- ducta, sino que hay un fuerte componente nacido de la relaci6n social. . Sin embargo, esta nueva informacién no resuelve los problemas, sino que los desplaza hacia nuevas pre~ guntas: gdesde donde se deben modificar los cédigos cerebrales?, ,cudles son los criterios para determinar lo moralmente bueno y malo?, ,en qué consiste, a fin de cuentas, lo moral? Si el neurocientifico acabe afirmando que es pre- ciso adaptar aquellos cédigos ancestrales a las nuevas situaciones, que cada persona desarrollaré su cerebro en interaccién con el medio, y que lo que permiten descubrir las neurociencias es una estructura de los seres humanos a la que podemos llamar «moral», este ha sido el cometido de las teorias éticas de todos los tiempos. Pero lo que no parece posible desde la estricta neu- rociencia es explicar que la moral frumana sea s6lo tt mecanismo adaptativo, que nuestras emociones mora~ les se hayan universalizado de tal forma que emocio- nalmente nos preocupan también los extrafios y emo ‘podemos distinguir entre el bien y el mal desde una éti- a basada en el cerebro. Parece que para llevar a cabo esas tareas es indispensable recurrir también a otras instancias, como puede ser el caso de la reflexién filo- séfica. 92. NBUROETICAY NEUROPOLITICA 3. EL PUGILATO «NATURAL- SOBRENATURAL»: UNA OBSESION CADUCA A mi juicio, 1a mejor ensefianza que podemos ex- traer de ia interpretacién a la que nos hemos referido es que nos ayuda a entender mejor por qué nos afectan de diferente forma los problemas personales y los im- personales, los que se refieren a personas que nos son cercanas en el espacio y sobre todo en el afecto, y las que quedan lejos en espacio y afecto. Esta seria una ensefianza bien fecunda para no sentirse culpable al experimentar una reaccién espontinea de desinterés con respecto al Iejano y para tener en cuenta en la educacién que no se trata de crear sentimientos de culpabilidad sin més horizonte. En principio, lo que vienen a decir los famosos cédigos impresos en el ce- rebro es que es natural sentirse més afectado por los problemas de los cercanos que por los de los lejanos, ‘més seguro con los familiares que con los extraiios y diferentes. Pero lo que también resulta indudable es que queda abierta la pregunta: jes ése ¢1 earnino que queremos re- forzar 0 queremos cultivar razén y emociones en. un sentido diferente, como es el del aprecio a cercanos y lejanos? Para plantearse una educacién de este tipo se- ria muy fecundo conocer estos cédigos evolutivos, si es que existen, porque siempre es mejor conocerse a si mismo y, en vez de cultivar el sentimiento de culpabili dad, tratar de elegir el camino que mas se valore moral- ‘mente, preguntarse si la opcién moral més adecuada no consiste a fin de cuentas en estimar tanto a los cercanos como a 108 lejanos. (NO HAY BTICA UNIVERSAL FUNDAMENTADA... 93 Pero para eso es necesario ir més alla de los cédigos supuestamente integrados en el cerebro y contar con algtin criterio que no proceda del mecanismo evoluti- vo. Lo cual no significa recurrir exclusivamente a ins- tancias sobrenaturales, que es 1a nica alternativa que parecen considerar los autores que comentamos, como si «naturalismo» y «mecanismo adaptativoy fueran idénticos, y como si, ademis, frente a ellos no quedara mis alternativa que recurrir a alguna instancia sobrena~ tural. Esta confusién late, a mi juicio, en el fondo de muchas de estas propuestas. Evidentemente, es posible recurrir a instancias 50- brenaturales, pero con igual evidencia existe un buen nimero de teorfas éticas que, admitiendo la realidad del evolucionisma, entienden que el criterio y fundamento de la moralidad no se toma de la evolucién, ni tampoco de una sobrenatusaleza. Las teorias éticas de corte kan- ‘iano recurren a una raz6n moral que no tiene su funda- ‘mento en el mecanismo evolutivo, y 1o mismo les suce- de a las teorias éticas utilitaristas que entienden la razén moral en el sentido del célculo del placer del mayor ni- mero, que exigirfa sacrificar al cercano si es necesario por el bien de un mayor nimero de seres con capacidad de sent En el caso de las teorias kantianas, algunos autores pretenden «naturalizany la razén moral, mientras que otros aseguran que !a afirmacién de que hay seres va- liosos en si mismos excede el Amibito de lo natural. Y en Jo que hace al utilitarismo, afirma su matriz naturalista, pero no admite que sea la evolucién la que tenga que marcar el camino de la razén moral" De donde se sigue que el fundamento de los deberes morales no lo constituyen los cédigos ya impresos en el 94. neuROETICA y NEUROPOLITICA ‘cerebro que mandan ayudar al cercano y cuidarse del Tejano, sino que es preciso buscarlo en teorias €ticas ca- paces de dar razin de por qué todo ser humano tiene que ser necesariamente senido en cuenta. Evidentemente, la opcién religiosa siempre es posi- ble, pero ahora nos estamos refiriendo a la enfermiza costumbre de no sefialar més alternativas que «natural- sobrenatural», olvidando cuantas teorias éticas, es de- cir, de filosofia moral, quedan fuera de esa disyuntiva. 4. gFUNDAMENTO CEREBRAL 0 BAS! CEREBRALES? Importa recordar de nuevo, llegados a este punto, que no es }o mismo hablar de una base cerebral de la conducta moral, como hay una base fisiol6gica, psico- Tégica o social, que intentar fundamentar la conducta ‘moral en elementos cerebrales. Que la conducta moral se sustenta en unas bases cerebrales significa que 4m set que careciera de un ce- ebro humano, ligado obviamente a un cuerpo huma~ no, seria incapaz de sentitse obligado por normas mo- rales, de captar valores a los que denominamos ‘morales, de tener emociones y sentimientos de cardc- ter moral, de desarroilar virtudes, es decir, disposicio- nes del cardcter para alcanzar el bien moral. Contar con tin cerebto humano ¢s condicién necesaria para realizar esas cuatro tareas, que componen las dirnen- siones del mundo moral. ; ‘Fundamentar una ética en el cerebro significaria, sin embargo, que existen determinados c6digos en el cerebro humana, tal como ha sido conformado @ lo lar- NO HAY RTICA UNIVERSAL FUNDAMENTADA.,. 95 ‘g0 del proceso de evolucién, que presctiben las normas que deben seguirse moralmente, permiten captar los valores que reconocemos como morales, indican qué sentimientos debemos cultivar si queremos comportar- nos moralmente y también qué virtudes debemos in- corporar, De suerte que cuando alguien pregunte «por qué debo seguir !a norma X como norma maral?y, 0 «apor qué debemos animar a los nifios a cultivar deter- minados sentimientos porque son morales?», 0 «por qué debemos ensefiarles a estimar valores que generan tuna exigencia moral?», o bien «por qué debemos in- tentar adquirir determinadas virtudes’», la respuests sea adecuada a la pregunta, Si la respuesta es «porque te conviene», «porque ast ‘generaris un mayor capital social, que puedes utilizar después a lo largo de tu vida», o «porque esa es la me- jor forma para que te sientas bien emocionalmenten, fentonces estamos dando razones de prudencia, verda- deramente importantes, pero es dudoso que estemos hablando de obligacién moral. Y es ésta una afirmacién en la que estarian de acuerdo las teorfas éticas mas relevantes, porque nin- guna de ellas identifica 1o moralmente bueno con lo que me conviene individualmente. Ninguna de ellas aceptaria que la respuesta moral a la pregunta «pot qué no debo matar?» sea «porque te meterdn en la cét- eb», 0 «porque dado tu caricter, no te sentiris a gus to», 0 «porque si ti matas, también te pueden matar a 4i, a alguno de tus seres queridas», Por el contrario, las razones morales son las que constituyen el funda~ mento de que una norma, valor, sentimiento o virtud presenten un tipo de exigencia cuya obligatoriedad no depende de preferencias personales 0 grupales. Ni si- 96 nevKosTica ¥ NEUROPOLINICA quitera de ta gratificacién que puede reportat la actua- cién empética. ‘Como hemos comentado, son moralmente obligato- rias las normas que ordenan no daitar y si beneficiar a Jos seres huumanos, que tienen dignidad y no precio (éti- ca kantiana), que proporcionan e1 mayor placer al ma- yor nimero de seres sentientes (utilitarismo), que orde- nan encarnar en el mundo valores no realizados (ética del valor) o que ayudan a encontrar una felicidad que no se identifica con el bienestat individual (éticas aris- totélicas). Las razones que fundamentan Ja obligacién ‘moral van més allé del interés individual, Por eso es importante distinguir entre las bases de una ética universal, que serét por supuesto cerebrales, pero también mentales y sociales, y el fundamento de una ética universal, que nos permite dar razones mora- les ante la pregunta por el caracter exigitivo de normas, valores, sentimientos y virtudes a los que llamamos morales. PARTE II NEUROPOLITICA PARTE II NEUROPOLITICA CAPITULO 4 CONTRACTUALISMO MORAL Y POLITICO: (UNA EXIGENCIA DE LA EVOLUCION? 1, NEUROPOLITICA Y NEUROMARKETING BLECTORAL El contagio de los saberes «neuro» ha llegado tam- bién a la politica y ha generado ese neologismo «neuro~ politica», al que cabe dotar de significados diversos. Por el momento parece que ¢! més corriente es el que consiste en tratar de averiguar e6mo funciona el cere- ‘bro de los electores para organizar los discursos polit cos de modo que voten al propio partido. Poco nuevo bajo el sol. Desde antiguo 1a reérica se ha venido ocu- pando de descubrir cudles son las emociones de las gentesa las que se quiere convencer de un mensaje para intentar conseguirlo. Y esto puede hacerse de dos mo- 99) CAPITULO 4 CONTRACTUALISMO MORAL ¥ POLITICO: {UNA EXIGENCIA DE LA EVOLUCION? 1, NEUROPOLITICA Y NEUROMARKETING ELECTORAL El contagio de los saberes «neuro» ha legado tam- bién ala politica y ha generado ese neologismo «neuro politica», al que cabe dotar de significados diversos. Por el momento parece que el més corriente es el que cconsiste en tratar de averiguar cémo funciona el cere~ bro de los electores para organizar 10s discursas politi- cos de modo que voten al propio partido. Poco nuevo bajo el sol. Desde antiguo la retérica se ha venido ocu- pando de descubrir cuales son las emociones de las gentes a las que se quiere convencer de un mensaje para intentar conseguirlo. Y esto puede hacerse de dos mo- [99] 100 NeuRoerica yNEUROPOLITICA dos: o bien tratando de conocer esas emociones porque, ‘en caso contrario, ni siquiera podrin entender bien el ‘mensaje, pero con el propdsito de dejarles decidir por si mismas cuando cuenten con la informacién oportuna; 0 bien intentando conocer esas emociones para manipu- lara los oyentes y Ilevarlos al propio terreno, Sin cono- cimiento del corazén del interlocutor puede no Hlegarle el mensaje o llegarle mal —esto dirfa la «buena ret6ri- ce, y entonces no hay sintonia. Sin conocimiento del corazén del interlocutor no puedo manipularle para que me vote —dice la «mala retdrica»—, y entonces pierdo las elecciones. Es una cuestién de marketing. Los trabajos de neuropolitica asi entendida prolife- ran, siguiendo una vieja tradicién en sociologia y cien- cia politica, la de los estudios de intencién de voto, las razones por las que los ciudadanos votan a unos parti- dos u ottos y cuales son los perfiles de los votantes de los distintos partidos. Pero también proliferan como forma de ayudar a los partidos a ganar las elecciones. En esta tarea son ejemplates trabajos como los de Geor- ge Lakoff 0 Drew Westen, que permiten captar la fuer- za cognoscitiva del Lenguaje en la politica y descubrir el potencial de la «politica de las emociones», siguiendoa Westen en El cerebro politico! En lo que hace a George Lakoff, lingilista cogniti- vo, propone en sus libros la siguiente tesis: uno de los descubrimientos fundamentales de la ciencia cognitiva —asegura— es que la gente piensa en términos de marcos y de metéforas; los marcos estin presentes en las sinapsis del cerebro, presentes fisicamente en la forma de circuitos neuronales; cuando los hechos no encajan en los marcos, los marcos se mantienen y los hechos se ignoran; por eso es extraordinariamente im- CONTRACTUALISMO MORAL ¥ POLITICO... 101 ortante entender las dimensiones cognitivas de la po- litica, porque esos marcos desde los que adoptamos ‘unas posiciones u otras son inconscientes?. E] mensaje no puede ser mis interesante para inten- tar ganar unas elecciones y para conocerse a si mismo, Porque es un error pensar que las gentes votan defen- diendo sus intereses, en realidad votan desde sus valo- res morales, desde aquellos valores que pertenecen al marco con el que se identifican, teniendo en cuenta su historia. ¥ asi se explica por qué las hechos concretos, como descubrir que los politicos del propio partido mienten, que son ignorantes, que no saben resolver los problemas, que son corruptos, no cambian las intencio- nes de los ciudadanos. Cuando deciamos en broma quello de «y silos hechos no concuerdan con la teoria, ‘peor para los hechos», no estébamos sino describiendo To que ocurre, que en el contexto de las elecciones a partidos concretos un aluvién de datos fehacientes que petjudican al propio partido Hleva a votar al ideolégica~ ‘mente més préximo y en el peor de los casos a votar en blanco o abstenerse, pero sélo en contadas ocasiones a votar una ideologia contraria, ‘Como conocemos esos marcos a través del lenguaje, porque las palabras se definen en relacién con los mar- ‘cos conceptuales y cuando se oye una palabra el marco se activa en el cerebro, potenciar un nuevo marco re~ quiere crear un nuevo lenguaje. El proyecto concreto de Lakoff consiste en crear un lenguaje, basado en los valores de tos deméeratas estadounidenses que puedan sintonizar con el pucblo, porque entiende que son los republicanos quienes han tenido la habilidad de crear un lenguaje segiin sus va~ lores y sintonizar con los ciudadanos. Pero, ¢s0 si, 102. wEUROETICA ¥ NEUROPOLITICA aconseja crear un mareo que no sea engafioso, porque, en caso contrario, acaba volviéndose contra quien to utiliza®, Sin duda las aportaciones de quienes entienden de este modo la neuropolitica resultan muy valiosas e in- tentaremos aprovecharlas al maximo, pero reducir la neuropolitica al neuromarketing electoral es estrechar su horizonte y situarla en el nivel de cualquier neuro- marketing, también el empresarial. Por eso en este libro tomaremos la neuropolitica en un sentido mas amplio, por analogia con la neuroética. Si la neuroética trata de

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