Está en la página 1de 136
cisicas: X castahia COLECCION FUNDADA POR DON ANTONIO RODRIGUEZMONINO DIRECTOR, DON ALONSO ZAMORA VICENTE Colaboradores de los vokimenes publicados: 1, L. Abellén. F. Aguilar Piial. G. Allegra, A, Amords. F Anderson. R. Andioc. |. Arce. I. Arellano. E. Asensio, R. Astin’ J.B. AvalleArce. F. Ayala. G Azam. PT. Rania G. Baudor, H. E."Bereman. 8 Blanco Gonsdlez, A. Blecua, JM. Blecua, 1. Bonet. C. Bravo-Villasame.f. M. Cacho Ble cur. Me". Canellada, J.-L. Cano, §. Carrasco. |. Caso Gon bélez. E. Catena, B. Cipliiauskaté. A. Comas. E. Correa Cal devin. C. C de Coster. D. W. Cruickshank C. Cuevas, Damiani, G. Demerson. A. Dérosier. |. M= Diez Borque FJ. Diez de Revenga. R- Doménech. J. Dowling. A, Dugue ‘Amusco. M, Durdn. HH. Btinghowsen. A. R. Fernandes, R- Fe bres. M. |. Flys. 1-R. Fonguerse. E.Fox. V. Gags. S. Ga fie. L, Gareia Lorenzo. M. Gare Posada A. A. Gomes Ye. br. j, Gonzales Nucla. F. Gonsiler Olié. G. B. Gybbor Monypenny. R. James. E. faren. P. Jauralde, R. O. Jones JM Jover Zamora. A. D. Kossoff. T. Labarta de Chaves Me J. Lacarra. CR Lee. 1. Lerner. J. M. Lope Blanch F.Léper Estrada. L. Lépes-Grigera. L. de Luis. FC. R. Mal dowado. N- Marin. E. MarisiPalmiori R. Marrast F. Mar tines Garcia. M. Mayoral. D. W. MePheetere. G. Mercadier, W Metimann, I. Michael. M. Mibura.[.F. Montesinos. E.'S Morby. C. Monedero. H. Montes. L. A. Murillo, A. Nowgué G-Orduna. B. Pallares. E, Paolo. J. Paulino. M, A. Pencil, J. Pérez. M.A, Péres Priego. JL. Picoche. J. #1. R. Pott A Prieto. A. Ramoneda. J-P. Ressot, R. Reyes. F. Rico. D. Ridnuejo. EL. ‘Rivers. E. Rodrigue: Tordera. j. Rodriguez Lis. J Rodrigues Puértolas, L. Romero. |-M. Rozes. Ef bio Cremades: F Ruiz Ramén, ©. Rus Silva, ©. Sabat de Rivers. C. Sabor de Cortazar. FG, Salinero, J. Sanchis Bans, RP. Sebold. D. S. Severin. D. Show S. Shepard. Mt. Smer dou Altologuiere. G- Sobejano. N. Spadacein 0. Steggink, Gr" Suiffoni J. Testes. A. Tordera. 1. C. de Torres, I. Livia Magua. J. Valverde. D. Villonueva, . ®. Vranich. F. We bere Kuriat. K. Whinnom, A.'N. Zahareas. 1 de Zuleta, ADOLFO BIOY CASARES LA TRAMA CELESTE Edivién, introduecién y notas de PEDRO LUIS BARCIA “OG« Madrid Copyright © Editorial Castalia, $.A., 1990 Zusbano, 39 ~ 28010 Madrid ~ Tel 3198940 Cubierta de Vietor Sanz Impreso en Espaiia- Printed in Spain Unigra, S.A. Méstoles (Madrid) ISBN: 86.7039.588-X Depésito lezal: M. 43.459-1990 Queda prohbida la reproduccén total o parcial de este libro, su Exch en an sistema fermi, ranamsin cuagier ‘Jorma o por cualquier medio, va sea eecivonico, mecinico, por ‘Fotoopia, regis u otros metodos, tel permiso previo} por fscrto de los titwlores del Copsrigh. SUMARIO ISTRODUCCION BIOGRAFICA Y ERETICA 1. El autor y su obra narrativa I. Bioy Casares y $8 conoepeioa de la literatura fantastca UL. La trama celeste IV. Las fieciones dt ibeo ‘ NOTICIA BIBLIOGRAFICS [IRLIOGRAFIA SELECT PROLOG |. En memoria de Paulina TL De los reyes fuuros HL Elidolo TV. La rama celeste V._Elotro laberinto VIL EI perjurio dela nieve nl 13 1s 229 261 A Susana INTRODUCCION BIOGRAFICA Y CRITICA 1. EL AUTOR ¥ SU OBRA NARRATIVA A iniiaci iteraria de Adolfo Bioy Casares (11914) Line prevoa, pues los quince aifos publico su primer libro: Prolog. Desde entonces a le fecha, ha dado a Conoeet veincineo tomos de su autora, en fos que Sredomina fo narativo novelas ¥ cuentos junto 2 Ui par de bros de ensayos y os miscelineos, donde Uparecen,octsonalmente algunos poomas. De Su t- tfo solo ha publicado una “tragicomedia costumbrista y fantastica en un acto”: Siete sofadores (as. nim. 32, PJ. Tiene inedtas dos comedias, La ila0 del amor (@1950) y La madriguera, El general o La cueva de Sano, concluida en 1971. Peserva inéditos wes diarios de viaje ¥ dos novelas inconclusas: Irae y El fondo del campo ‘hia obra narativa de Bioy podemos dviiea,tenta- tivamente, en tes momentos: 1929-1940, 1940-1954 y 1984 @ la actualidad. Del primero, dice 6: "el larg0 pariodo de libros que no conclu y de libros que no debi publica” (P, p. 279). Entre Tos que no public figuran: Tris y" Margarita, una. novela inconclusa (1921), un Guenio polis: Vanidad 0 una aventura terrovifca (0928), dos novelas fantistias: manguractn de espanto $ Pesado mortal y dos polcals:£l problema de a torre China y La mavaia del mero; las tes timas trabajadas tn i938, Desde ln publicacion de Luis Greve, muerto 9 0 INTRODUCCION (1937) hasta La invencién de Morel (LIM, 1940), Bioy labord en tres novelas simultaneamente, que abandond para aplicarse al libro que marca el comienzo de la segunda etapa. “Antes de LIM habia escrito mas de mil paginas de novela y antes de La trama celeste (LTC), rns de seiscientas paginas de cuentos» (P, p. 283). Este Feriodo inicial constituye la prehistoria literaria de ABC. Siempre ha considerado el autor que su obra Fersonal, su historia responsable, se da a partir del segundo periodo, 1940-1954. Lo inaugura “una novela ferfecta”, como dira Borges: La invencién de Morel. Borges, en las recensiones de libros previos de Bioy, habia procurado exaltar “los dientes del perso”, en ia bra de su amigo. Eu vanu elogiabs potencialidades ‘munca encarnadas en los textos. Esa primera etapa es clvidable con justicia. En 1932, Bioy haba conocido a Borges con quien trabaré amistad para toda la vida, generando esa criatura que ha dado en llamarse “Bior- ms”, una especie de “Chesterbelloc” argentino, aunque con distintos propésitos de trabajo que los del dio inglés. Sin duda la relacion con Borges fue decisiva para que Bioy adoptara una linea definida y personal en la narrativa, después de las desastradas experiencias pre- vias, Desde 1940 se dan en Bioy tres “conversiones" ‘que suponen el rechazo definitive de actitudes de sw elapa anterior, con raiz remota en el simbolismo y proxima en el surrealismo y que afectaron seriamente Sis intentos narratives. 1) Bioy habia rechazado las explicaciones finales en los planteos de situaciones fantisticas, privilegiando lo inefable del misterio. En La estatua casera, en el escrito “Sobre la técnica de los cuentos fantasticos”, deca: 2 De eta etapa lo ico que se proyectard en ls posterores es alguna teria argumental, que ser redaborada en cueofosposcroes Tes ‘esas de Lae Greve, muro puede scalase: la que do tal al bo, {habe de vetomara el autor en “Lor miagros nose reuperi (Ei Ban serfin) “Come pera la sta”, resend en "La sea ait (Gswria prodgiosal 9" de jo, "Los novos de as tess postales tia haber sdo gernen dealin aspesto de LEM, INTRODUCCION n Entre el cuentista fantistico, despreocupado de volver a Ja realidad y el que se impone el esfuerzo de reduc en las ikimas paginas de sus montaiies movedizas de sombras coloreadas 0 n0 a una clave doméstica que habia permanc- cdo escondida a trasmano gracias a errados modos de ver presumibles y a unos espeismos... (el mago sublimado en prestdigitador, la poesia dirigida por el juego de la pacien- cia, la charada y la pavada). (Cual? (p. 11) Las expresiones descalificadoras develan su eleccién: Ja fantasia pura, sin reducciones finales a explicacién, Borges, en su reseiia,* discrepard con esta postura. En 1940 LIM descubre la primera conversion: afir- ‘mando una explicacién minuciosa de los misterios pre- sentados, Esta conducta seré permanente en Bioy. 2) Frente a la exaltacién de la vida como discontinui- dad, y el condigno desprecio del argumento, que carac- teriza su etapa anterior, asume en 1940 la defensa del argumento y alza sobre su cabeza la novela policial, coma rescaie de la trama bien urdida y de la historia lcida y organizada. Asi priman el orden y la inteligen- cia por sobre el caos y el automatismo surrealistas. 3) Esta es la conversion mis endeble o més amorteci- dda: antes habia ensayado algunos niveles de exploracién psicolagica y promovido el reflejoilégico y discontinuo el mundo psiquico. En 1940 rechaza Ia novela psicol6- gica en el “Prologo” de la Antologia de fa literatura faméstica. ’ No obstante, en la “Posdata” de la segunda ecient libro de Bioy empieza por una enracavindicaion de lon cuentosfatisicos. Su arBumeato lo terpeto bis) es de orden ‘orl parece une cobaria una expicacin, una deshonra e inferior figs e quienes scamlan raretar'y-asaban por delsar que se ‘lspertaron "y que todo era un suelo” De avucrdo, pero auestto ‘seoiminto font a ese reserdo no es de indole mori x proses facia ta que nos repugns Ota cose es la punta juscasion de chon l parser rosutbe, eG K. Chesterton en Sur, BA, 81 ‘um. TS, Marzo de 1936 pp. 85-86. oc. 86 . 1s mis edit es de 1968, y aprega le Postar". pp. I-17 se reordenan los textoeslfabetcamente por autor, seamen ss ‘mero 7S: El proyecto fue una segunda see de ets anologs que n0| Tego e concrete. 2 INTRODUCCION edicion de dicha obra (1965), se muestra cuasi atrepenti= do de haber sido tan terminente, al seguir a Borges ons invalidacion dela novela psicolbgica que ésteexpuso en Su “Prologo” a LIM. Pero antes de esta palinodia, habia comenzado Bioy el rescate del nivel pscologico en Ja presentacion de sus personajes, como se pod ver ya desde algunos cuentos de LTC (1948), lo que habri de foentuar en la tercera clap El periodo final comienza con la novela El suero de los heroes (1954), donde se ven tabados elementos anteriores, ahora acentuados, ¥ otros nuevos: mantiene rigor en la urdimbre argumental, en su despliegue en Jn minuciose explicacion final iluminadora: permancce al slomento. fantastico como clave. de. la. situacion: Continian como bisicos dos temas que, iniiados en la etapa anterior, perdurarin en toda su narrative: Ia flexible teversibiidad del tiempo y el pacto faustico Como afirmaciones propias, tenvementeantieipadas, de este peiodo hay que contar: una mis apicada caractei= Zacion psicalgica de Tos personajes; el marco costum- brsta de una Buenos Aires de ayer, con sus barrios y tipos peculiares; detalles de ambientacion y rasgos ti viales para ayudar a la verosimlitd: a infittracién de asgos humoristios y de intenciones levemente parodi- fas en su mirada sobre lo humano: la incomporacion decide del nivel oral poplar los didlogos. Estos tres Simos aspectos los ejeret6 en su obra a partir de un todelo que admiré los Tres relatos porteias (1922) de ‘Arturo Cancels. Todas ests notas habran de matizarse can los ais, a veces recargando los tonos o acentuando demasiado el pedal de To paréico, por ejemplo, en Ia presentacin de gente de "medio pelo", pero aleanzando tina modalidad narrativa bien reeonocible Es ocioso sefalar que en Ia narativa de Bioy hay dos lineas que se entrecruzan y combinan: a amorosa y ls fantastica. Por eso la division antologica en dos haces de cuentos — Historias de amor, Historias fantdsicas— fs algo falar —aungue faciitada por la simetria— orgie el amor, frasirado, incomplete, desilusionado, INTRODUCCION B pura aspiracién, con diversa intensidad, esta en casi fodas sus obras. No seria mala indicacion policiaca Comenzar el anilisis de sus textos con la premisa etectivesca: cherchez la femme. La narrativa de Bioy tiene fisonomia propia y perfil personal: la puleritud y claridad de su estilo, como una Forma casi de la urbanidad para con el lector; el equilibrio en todo, una bisqueda permanente del justo medio (tal ver. estoico, por influencia materna); la fctitud bienhumorada, ‘comprensiva, que supera. las tensiones y alivia el dramatismo; el pudor en la presen- tacion de las crudezas; la condescendencia para con la pobre creatura que es el hombre: le constante sentimen- fal, ave hnrdea To cursi con intencidn, No hay en Bioy la adopcion de un sistema filos6lico. Es mis bien eclectico ¥ si se manifiesta agnéstico, es frecuente ventear en él én sus reflexiones, en sus creaturas, la nostalgia de lo fbsoluto, en forma de Verdad, de Orden, de Dios. Su ‘marcha harrativa no padece violencia, porque va mos- trando que hay muchas veredas y que el conocimiento Ge la realidad es incierto. Si a veces se burla de algu- nos de sus personajes nunca legs al sarcasmo, porque prima en él el humor sobre la ironia; el humor que es tina de las formas del humanismo, que rescata al autor Ge la despiadada inteligencia sin caridad TT, Bloy Casares ¥ su CONCEPCION DE LA LITERATURA FANTASTSCA Cuando @ Bioy le preguntaban en Italia qué es to Fantastico, contestaba, socarronamente, que era el mate- rial con el que él trabajabs, como los ladrilios para el albaiil. “No puedo satisfacerme con una definicién aproximativa”, decia (E, p. 55). Recuerda que cuando preparaba con Borges y Silvina Ocampo la Aniologia de la literatura fanséstica, Borges propuso el titulo de Aniologia de fa literatura irreal, como mas modera- 4 INTRODUCCION 40; pero lo descartaron porque comprendieron que lo “irreal” es algo que produce repulsion. Respecto de la recesidad esencial de “la suspensién voluntaria y mo- mentinea de la incredulidad, que constituye la fe poéti- 2", como dice la sabida formula de Coleridge (que Gracin hubiera traducido, con mejor matiz, “la sus- pensidn gustosa del desereimiento”), Bioy opina: “Si el ‘espectador o el lector recupera su credulidad antes del final de la obra, ésta ha fracasado. Que se sienta una fiecion como irrealidad no creo que sea una buena roticia para el autor” (E, p. 78). El objetivo es elaborar ideas fantasticas y hacérselas ereibles al lector. Bioy considera que la presencia de lo fantastico en la literatura, se debe al afin de explicar el universo: “No parece inverosimil que esa conviccién (la que de escribir lun cuento es contar algo extraordinario) y el af’in de cexcontrar explicaciones a nuestro inexplicable universo hayan introducido ef elemento fantastico en la literatu- ra” (M, p. 61) y lo ratifica en otra oportunidad, donde lo fantastico es visto como hipotesis sobre lo insolito: “AL borde de las cosas que no comprendemos del todo, inventamos relatos fantésticos, para aventurar hipdtesis © para compartir con otros los vértigos de nuestra perplejidad” (M, p. 62). Tal vez.una segunda razdn de la literatura fantastica radique en la pervivencia de las primeras impresiones del nifo frente @ lo desconacido eel alma del escritor adulto: “Por qué ese arraigo en imi de lo fantastico? El horror y 1a fascinacién del primer eafrentamiento con el mis alla se mantienen frescos” (M, p. 61), Por lo demas, como una variante de la vocacion del abismo, opera en el hombre una atraccion magnética por los indicios de la ruptura, por la insinui cen de la fractura en la masa de lo real: “El descubri- miento de una grieta en la imperturbable realidad todos nos atrae” (E hérae de las mujeres, p. 158, ¥. N. Bib.) Bioy estima que en la literatura fantistica hay tres cotrientes bisicas, segin predomine lo gético, lo utopi © 0 lo prodigioso: INTRODUCCION Is En el género fantastico distinguimos tes corrientes prin- cipales la de casullos,vampiros y cadaveres, que procure el terror, peo se conforma, por lo general, con le fealdad: a ‘de utopias, lustre por el repertorio de sus autores, que se confunde con ls precedente cuando recurre a le utileria del Iniedo, y la que’ se manifiesta en construcciones loeicas, prodigiosas o.imposibes, que suelen ser aventuras de la Imaginacion flosofica (..) Hay agrado, y probablemente slguna utlidad en establecer clasiioasiones; la realidad, por fortuna, siempre las desborda (M, p. 63) De los tres tipos, hay uno que rechaza visceralmente: “E] lado que desprecio de la literatura fantistica es el llamado gotico. Todo lo que esté relacionado con vampires, con muertos, con casciwnies, ime repugna profundamente.""* Y esta claro que la especie en la que tiene puesta todas sus predileceiones, es la tercera. Para Bioy, cl vocablo “cuento” le sugiere “cuento fantasti- 9”, no otto. Por eso, como contario modelo recuerda Las mil y una noches. “Pedimos leyes para el cuento fantéstied; pero ya veremos que no hay un tipo, sino muchos, de cuentos fantisticos” (Ant, p. 8), “Habria que descubrir una postica para cada texto que tno va a escribir” (E, p. 64). Bioy menciona alguno de los elementos constitutivos de los euentos fantisticos: el primero es el ambiente o fa armésfera, aunque estas palabras no sean sinénimas, ‘Agui cabria separar las aguas. Hay elementos que crean un ambiente propicio al miedo, a la aparicién, a la inminencia de lo insdlito. Esto se puede producir por os vias: combinando ambiente y atmésfera (entorno fisico y “temperatura’” emocional lograda); 0 bien el hortor previo, mediante lo meramente verbal, exclama- ciones, interrogaciones, apelaciones a la inminencia de algo, La escenografia y el clima actiian en conjunto. La otra tendencia es Ia que Bioy denomina “la tendencia realista en Ia literatura fantéstica, que consiste en que *V-Totres Fierro, Danubio, Memoria paral uenos Aes, Sudame- cana, 1986; Is entrevista a Bios. en pp. 254 lo Gado, p37 6 INTRODUCCION “en un mundo plenamente creible sucediera un solo hnecho increible’, que en vidas consuetudinarias y domés- ticas, como las del lector, sucediera el fantasma” (Ant, p. 9}. Esto ya estaba, por supuesto, en la poética del crtremecimiento de Montague Rhode James, uno de los iniciadores de esta técnica, Decia en uno de sus prélo- Bos: Séannos, pues, presentados los personajes con suma places; contemplémoslos mientras se dedican a sus queha- (eres cotiianos, ajenos a todo mal presemtimiento y en plena armonia con et mundo que los rodea. En esta Atmésfera tranquilizadera, hagamos que el elemento sinies- tro asome una oreja, al principio de modo discreto, luego cm mayarinsisencia, hasta se por fin se haga ced dela En la corriente gética, el exceso de anuncios hace que pierda efecto la presencia. Pero, por el contrario, el lector de hoy dia sabe que si el ambiente es demasiado idilico, podemos sospechar la cercania de la “cosa” Elizabeth Bowen decia bellamente: “EI cuarto embruja- do de hoy esté empapelado de color rosa”. Un segundo elemento que Bioy considera es la sorpre- sa de puntuacién, verbal 0 de argumento. Esta ultima puede ser repentina, como en “El almohadén de plu- mas", de Horacio Quiroga, donde podemos ver el almohadén como un simbolo del cuento de efecto final: st lo abre y, bruscamente, sale el monstruo de su iterior. O, ia segunda forma de sorpresa, Ia atenuada, preparada, puede tener como simbolo la casa misma d= "Casa tomada” de J. Cortazar: la situacion fantastica puede cifrarse en ella, con sus dos ambitos, el erecimien- to de uno en detrimento del otro, la ausencia de explicaciones, hasta el lanzamiento de lo humano a la intemperie. dames, MR. rece hitoras de fntasmas, Maid, Alianza Eito- tia, 1973 Cole, “El Ibo de olla”, 486, pp. 2526. Con excelente INTRODUCCION " Al tercer elemento lo llama ef cuarto amarillo, es decir, el espacio acotado, ef imbito reducido, Ia situa ‘ion dificil de resolver, simbolo del problema propuesto, La nominacién, se sabe, la toma de Le mystére de la chambre jaune (1907) de Gaston Leroux. La cémara cerrada —el problema concluso— exige alto virtuosis- ‘mo del autor para dar razén de los sucesos ‘Al cuarto y iitimo elemento lo denomina el peligro amarillo, con aplicacion de una frase de Chesterton referida a lo policial. Es a explosién demogritica lo que debe evitarse: una superpoblacién de fantasmas, que los tornaria, de insblitos, en copoblanos. Si todo es Fantisti- co, nada lo es. Wells s6lo presenta un hombre invisible no “eiércitos de hombres invisibles que invadieran 0 Sominaran el mundo (plan tentador para novelistas alemanes)" (Ant, p. 10). El peligro amarillo alude no sélo a personajes, sino @ situaciones, recursos o procedi= mientos de igual indole. La narrativa fantastica de Bioy tiende al realismo del ambiente y a la ausencia de la atmésfera preludiante: “Me siento estimulado por tramas fantisticas y por situaciones y personajes realistas”. En cuanto a la sorpresa, opta por la atenuada y anticipada: “De un modo gradual, sin revelaciones patéticas ni sobresaltos, penetré en esta pesadilla”, dira un personaje de “El otto laberinto”. Su fuerte suele ser “el cuarto amarillo”, esto cs, la situaciOn inexplicable, la que somete 2 riguroso anilisis y allana por esclarecimiento detallado. Final- mente, siempre ha evitado “el peligro amarillo”, toman- do ejemplo de los mejores narradores de la especie: un solo hecho, 0 personaje, o situacién fantisticos, expri- ido al maximo en sus proyecciones. Una nota que le es peculiar en el tratamiento de lo fantastico es la minucio- sa preparacién de las situaciones, un orden vigilado de todos los recursos, un cuidadoso tejido de la trama, encadenamiento de los detalles, de los anticipos, de los vestigios. “El autor de literatura fantastica tiene que volver creibles cosas muy extrafias. Para eso, debe poner orden en la exposicién y tener une sabiduria 2 INTRODUCCION tos: “No tengo predileccién por ellos, Tal vez porque pera aprender a escribir tomé de modelo novelas poli- ccales y cuentos fantisticos, para mi el final es easi lo Principal de una historia” (E, p. 60). Estas palabras Subrayan tres notas comunes en LTC: 1) La presencia de argumentos armados con intriga y desarrollo de tipo policial (Eugenio Ionesco decia que “Toda obra es policiaca”), Bioy fabrica la cerradura y la llave, y el investigador no profesional, improvisado de sus relatos, “Not ibogrfea" en eta ein, 4 Serer al poeta cnctoner espaol Alfonso Alsaree de Villas: din, que io fas dl nv comenzos Ge 0. Repreen, eo pentinerin de a esc galeph, naira dela ia casiene Be ingpracon vanads 5 obra rofies, sus regres Circo van de ogo marano remoniado pituinente a aire desienguads Escnbio poesia de encargo, ly denvesto. Su obra se encuentra Emplameo represenads cael Canconra se Baen Lt alin de boy Cadvierto sion savant") parece refer l poet 97 det Giha colcson: "Este Geir miy sot e bin Had (20 ordend icho Alfonso, Alorer qeando el Cardenal de Espa ponata ryan All ice “Amigos, yu veo aceease lfm /segun s Salis wan demosiranr ts uy eres moss un drribande, ‘erenen ls flores de tod jin." w. To, Toy tuvo una particlar deci por ete texto cancioner. pues sco ostive deste mmo poems e sv de lo para una des ‘Sesion de cucotor ae al e plas a grant vera (El ara Strom, Buenos Aes. 1967)Cto por Cancnero de Juan AYonn Itene Eon cies por lose Mata Acacia, Magri, CSIC, 1966 4 pp. 198-200 LA TRAMA CELESTE n de proceder a ta destruccién, si bien convenga, de los sjemplares apilados en el depésito. Segundo: Quienes desaparecen no vuelven asi no més, En vano encargué a librerias de Londres una polémica de Arnold y Newman sobre 1a traducciin de Homero,* que hasta hace poco tenia su lugar asegurado, no sélo en la historia de la lieratura, sino en las mas corrientes ediciones de obras famosas." Posteriormente me dijeron que cierta universi- ‘dad norteamericana ha emprendido una monumental edi- cidn de Arnold: de todos modos, nos preguntamoas hasta ‘cuindo los Estados Unidos mantendrén su papel de museo, cielo y posteridad de pasados y culturas. Como el ‘mundo se atarea simultaneamente en demasiadas activida Arnold, Mathew (182-1855) poeta humanists ings, de sca formacion lisa Son notable sensor sobre custones eats, fonsoees relies ys rabjos de ee ern Su io Ov Trontsing Home, 1h (Sars le adecon de Honea) ender ts dheran versione, etre ela ings, la el cardenat John Henry Newmans (1801-1890), elebe poemiss tector dea Universad {Elid de Dubin. Novinanrepico oy ve, Armed ina ens Sucon en oto enstyo: Cita pola La cexiem ves sobre fos Eskew de a traducin apres dl texto ver cel a dl "No te encontrado tarpoco rediiones de buen parte des bos de George Moorea de cast ninguno de Andrew Lang: en canto t Eien inp, ti vez amamentesrevea en Nenones xpd picaas en Buenos Ae (Nota dl suo). "Moore, George (1852-193), ovelita_y poets inlandés: Como sarrador adhe primero sa estes natrasay ego al snbolamo. Geese compu sobre pos de on eto Ya prt dso tx oncret. Alpunas de sus nonles:Evt Pes Eater Waters, ‘ing, Andrew (1844818), etasogo y esas inl Sho ty region Magia reli. Fue. como Arnot, stra recurrent de Bi ‘Phos Eden 18621960, narador neque desc Senayar vanes incros= aleanzé Exo con sus eutos polite, Creo det Sects iapector Risers ye iapector Midwinter, amos goa It ta comin de ube Gime reconahdsd on tatuento del case “inna. Su produce ve ta en ipo pocal de ove probs Prefers por Bin) ¥ Bores. qe nsuyeron texts suyos tanto cry ‘Slcion gue ambos dria, "El Seto Ciro (El sehr Digneed tl seior Lamb, Eran sce Los ojos Redrsayne) ¥en as dos ses de Lat Inejres cunts pce (anand de hte" te ay fombres mueriot en 24, 78 ADOLFO BIOY CASARES des, a nadie escandalicen ocasionates injusticias, como la de hundir obvas memorables y rescatar por un rato a La ‘rama celeste. En cuanto a esta injusticia en particular, no cometeré la hipocresia de lamentarla: al contrario, la celebraré de aewerdo con la tradicién que reclama un ‘rologo para todo libro reeditado al cabo de algunos aos. Iré mis alli: de cada uno de los relatos que integran el volianen diré dos 0 res palabras presurosas. En memoria dde Paulina refiere en estilo azucarado una historia cuya invencién a lo mejor el lector aprueba. El caserén deserito ‘en Los reyes futuros proviene de recuerdos y de suefos y reaparece en otras narraciones mias; Luisa, fa muchacha, también. En El idolo se suelta mi prosa, que por fin echa 4 andar sin precauciones. No creo que las acuales proezas edsmicas —saltos y giros que no exceden en altura la extensign de la ruta niimero 2, a Mar del Plato—? fscurezcan los viajes de La trama celeste. En El otro laberinto Hlevo al extremo la tendencia, que por entonces ‘me atraia, de complicar los relatos: el mismo exceso apers la cura y'me revelé mi verdadero amor por esa delicada Cenicienta, a bellesa menos facil. la simple. En 1932, caminando por el barrio de la Recoieta,* referia a Borges el argumento de El perjurio de la nieve; una noche de insomnio, once aos después, wni y até uno por uno los ‘eabos sueltos, armé sin dificultad ta historia y a la ‘majana me puse a escribirla ‘Ahora, basta. El autor se aleja, como fatalmente ha de suceder,y el libro enfrenta su destino ALB.C. Buenos Aires, mayo de 1967. sara Pata, amos cada balnara sobre el Atti, as de Ja provincia de Buenos Aites La ure ene ura extension de 400k Pa Recoletr rr arstocritin de Ia cadad de Buenos Aires eh que hoy vine Bio} stuado en el Nowte Toma su nombre de onvento de los frags fencieanoe recoetos gue tean ali su ss Ge el siglo sv, y su hermows iplsia dl Pilar En tiempos oe Risadoin se onsruyo junto a ich iglsa el Cementerio del Non hoy rodendo de alumadoe cetros de diversion nostirn, arbladse jardinesy belisimos pasos EN MEMORIA DE PAULINA® SIEMPRE quise a Paulina. En uno de mis primeros recuerdos, Paulina y yo estamos ocultos en una oscura slorieta de laureles, en un jardin con dos leones de piedra, Paulina me dijo: Me gusta el azul, me gustan las ‘vas, me gusta el hielo, me gustan las rosas, me gustan Jos caballos blancos. Yo comprendi que mi felicidad habia empezado, porque en esas preferencias podia identificarme con Paulina. Nos parecimos tan milagro- samente que en un libro sobre la final reunién de las almas en el alma del mundo, mi amiga escribié en el margen: Las nuestras ya se reunieron. “Nuestras” en quel tiempo, significaba la de ella y la mia, Para explicarme ese parecido argumenté que yo era un apresurado y remoto borrador de Paulina. Recuerdo que anoté en mi cuaderno: Todo poema es un borrador de la Poesia yen cada cosa hay una prefiguracion de Dios. Pensé también: En lo que me parezea a Paulina estoy a salvo, Veia (y alin hoy veo) Ia identificacién con Paulina como la mejor posibilidad de mi ser, como el refugio en donde me libraria de mis defectos naturales, de la tonpeza, de la negligencia, de la vanidad, La vida fue una dulce costumbre que nos llevd a esperar, como algo natural y cierto, nuestro futuro ‘matrimonio. Los padres de Paulina, insensibles al presti- aio literario prematuramente alcanzado, y perdido, por * Bn 14 ed (1948), pp, 730; en 2+ ed. (1967). pp. 11-26, ~ 80 ADOLFO BIOY CASARES ‘mi, prometieron dar el consentimiento cuando me doc. torara. Muchas veces nosotros imagindbamos un orde. nado porvenir, con tiempo suficiente para trabajar, pare viajar y para querernos. Lo imaginibamos con tante vividez que nos persuadiamos de que ya viviamos juntos. Hablar de nuestro casamiento no nos inducia ¢ tratamos como novios, Toda la infancia la pasamos juntos y seguia habiendo entre nosotros una pudorose amistad de nitios. No me atrevia a encarnar el papel de enamorado y a decile, en tono solemne: Te quiero. Sin embargo, como la queria, con qué amor atonito y eserupuloso yo miraba su resplandeciente perfeccidn, ‘A Paulina le agradaba que yo recibiera amigos. Preparaba todo, atendia a los invitados y, secretamente, jugaba a ser dueiia de casa. Confieso que esas reuniones no me alegraban. La que offecimos para que Julio Montero conociera a escritores no fue una excepcién, La vispera, Montero me habia visitado por primera vez. Esgrimia, en la ocasién, un copioso manuscrito y el espotico derecho que la obra inédita confiere sobre cl tiempo del préjimo, Un rato después de la visita yo habia olvidado esa cara hirsuta y casi negra, En lo que se refiere al cuento que me ley —Montero me habie encarecido que le dijera con toda sinceridad si el impac- to de su amargura resultaba demasiado fuerte—, acaso fuera notable porque revelaba un vago propésito de imitar a escritores positivamente diversos. La idea cen- tral procedia del probable sofisma:"? si una determina- da melodia surge de una relacion entre el violin y los ‘movimientos del violinista, de una determinada relacién entre movimiento y materia surgia el alma de cada persona. El héroe del cuento fabricaba una miquina para producir almas (una suerte de bastidor, con made- as y piolines). Después el héroe moria, Velaban y enterraban el cadaver; pero él estaba secretamenie vivo en el bastidor. Hacia el altimo parrafo, el bastidor "6 La odes “La i LA TRAMA CELESTE st aparecia, junto a un estereoscopio y un tripode con una piedra de galena, en el euarto donde habia muerto una s- Forita. ‘Cuando logré apartario de los problemas de su argu- mento, Montero manifest una extraia ambicién por Conover a escritores ~Vuelva maiiana por la tarde —te dije taré a algunos, ‘Se describi6 a si mismo como un salvaje y acepté la invitacion. Quizi movido por el agrado de verlo partir, baie con él hasta la puerta de calle, Cuando salimos del ascensor, Montero descubrié el jardin que hay en el patio. A'veces, en la tenue luz de Ia tarde, viendolo a fravés del portén de vidrio que lo separa del hall, os diminuto jardin sugiere la misteriosa imagen de un ‘bosque en el fondo de un lago. De noche, proyectores de Iz lila y de luz anaranjada lo convierten en un horrible paraiso de caramelo. Montero lo vio de noche. —Le seré franco —me dijo, resigndndose a quitar los ojos del jardin —. De cuanto he visto en la casa esto es lo ‘mas interesante, ‘Al otro dia Paulina Hleg6 temprang; a las cinco de la tarde ya tenia todo listo para el recibo. Le mostré una estatuita china, de piedra verde, que yo habia comprado esa mafiana en un anticuario, Era un caballo salvaje, con las manos en e! aire y la crin levantada. El vendedor sme asegur6 que simbolizaba la pasién. Paulina puso el caballito en un estante de la biblioteca y-exclamé: Es hermoso como la primera pasion de una vida. Cuando le dije que se lo regalaba, impulsivamente re eché los brazos al cuello y me beso. Tomamos el 1é en ef antecomedor. Le comté que me habian ofrecido una beca para estudiar dos afios en Le presen- 1 Este seria el proyecto orignal del argumento dst evento “Los fans". que Bioy reopen Elladn da sombre, Busts Aves, Emote, 1362. pp 165182 Cciewoscopn. sm. Instrumente binocular con el que se miran fetgrafis ohenat con una cima doble casos obi dan ene sisome los ojos Du l Sensor de sintn eh Teeve 82 ADOLFO BIOY CASARES Londres. De pronto creimos en un inmediato casamien, to, en el viaje, en nuestra vida en Inglaterra (nos parecia tan inmediata como el casamiento). Consideramos por. menores de economia doméstica; las privaciones, ash dlulees, a que nos someteriamos; la distribucion de horas de estudio, de paseo, de reposo y, tal vez, de trabajo; lo que haria Paulina mientras yo asistiera a 10s cursos, la ropa y los libros que llevariamos, Después de un ato de proyectos, admitimos que yo tendria que renun- iar a la beca. Faltaba una semana para mis exdmenes, Pero ya era evidente que los padres de Paulina querian ostergar nuestro casamiento, Empezaron a liegar los invitados. Yo no me sentia feliz. Cuando conversaba con una persona, sélo peusse ba en pretextos para dejarla. Proponer un tema que interesara al interlocutor me parecia imposible, Si que- ria recordar algo, no tenia memoria o la tenia demasia. 0 lejos. Ansioso, fitil, abatido, pasaba de un grupo @ otro, deseando que la gente se fuera, que nos quedira. mos solos, que legara el momento, ay, tan breve, de acompafiar a Paulina hasta su casa, Cerca de la ventana, mi novia hablaba con Montero. Cuando la miré, levanté los ojos e inclin6 hacia mi su sara perfecta. Senti que en la ternura de Paulina habia un refugio inviolable, en donde estbamos solos. ;Como amelé decirle que la queria! Tomé la firme resolucién de abandonar esa misma noche mi pueril y absurda ver- aiienza de hablarle de amor. Si ahora pudiera (suspiré) comunicarle mi pensamiento. En su mirada palpito una generosa, alegre y sorprendida gratitud. Paulina me pregunt6 en qué poema un hombre se aja tanto de una mujer que no la saluda cuando la en- uentra en el cielo. Yo sabia que el poema era de Browning y vagamente recordaba los versos. ? Pasé el "2 Browning. Robert (1812-1889), poeta ingles de expresion varia y compliida, que incorpore mates dot habla comin y elementos de Imonologo dramatio a su pos. Podrian sls varias tonsonanciss a foreat las aproximacioner- ent ls obya del poe agin ye texto de Bioy. En T838, pubic Poulne, posi em que un joven hase LA TRAMA CELESTE 8 resto de la tarde buscindolos en la ediciin de Oxford Sino me dejaban con Paulina, buscar algo para ella era preferible a conversar con otras personas; pero estaba singularmente ofuscado y me pregunté si ia imposibili- dad de encontrar el poema no entrafiaba un presagio, Miré bacia la ventana. Luis Alberto Morgan, el pianis- ta, debid de notar mi ansiedad, porque me dij: Paulina esti mostrando la casa a Montero. Me encogi de hombros, oculté apenas el fastidio y simulé interesarme, de nuevo, en el libro de Browning. Oblicuamente vi @ Morgan entrando en mi cuarto, Pensé: Va a llamarla, En seguida reaparecié con Paulina y con Montero. Por fin alguien se 1ue; después, con despreocupacion y lentitud, partieron otros. Llego un momento en que slo ‘quedamos Paulina, yo y Montero. Entonces, como lo temi, exclamé Paulina’ —Es muy tarde. Me voy. Montero intervino rapidamente: —Si me permite, la acompafiaré hasta su casa. ‘0 también te acompatiaré — respond Le hablé @ Paulina, pero miré a Montero, Pre- tendi que los ojos Ie comunicaran mi desprecio y mi odio. Al llegar abajo, adverti que Paulina no tenia el caballito chino. Le die: —Has olvidado mi regalo. Subi al departamento y volvi con Ia estatuita, Los encontré apoyados en el portén de vidrio, mirando el jardin. Tomé del brazo a Paulina y no permiti que ‘onfidencias una muchacha exalendo la comprenion amoross, Los owas de Browning contienon ses snaiepricolgios. Lo vrson Slusidos por el protagonista de Bioy son: knew sew nce ul in Paradise, If me ect, al pas no a my face (The Wor of eh Poms and Plays (18441868). Londen, J. M. Dent Sone Lid, New York. EP. Dutton Co. Inc, 1956 val, Hp 467-68) Te he onoido antes. peo st ads rurmon ee! Paraiso pasa in vol mt rosie (para iran" 84 ADOLFO BIOY CASARES “Montero se le acercara por el otto lado. En la conversa. cion prescindi ostensiblemente de Montero. No se ofendis. Cuando nos despedimos de Paulina, insistid en acompafiarme hasta casa. En el trayecto habié de literatura, probablemente con sinceridad y con fervor. Me dije: El'es ef lterato; yo soy un hombre cansado, frivolamente preocupado con una mujer. Con- sideré Ia incongruencia que habia entre su vigor fisco y su debilidad literaria,Pensé: una caparazon lo protege, no Te Hega lo que siente ef interlocutor. Miré con odio sus ojos despiertos, su bigote hirsuto, su pescuezo fornido. quella semana casi no vi a Paulina. Estudié mucho. Después del dltime examen, la llamé por teléfono. Me felict6 con una insistencia que no paresia natural y dijo que al fin dela tarde ria casa Dormi la siesta, me bafé lentamente y esperé a Paulina hojeando wn libro sobre los Faustos de Miller y de Lessing. ‘Al verla, exelame: —Estis cambiada —Si—respondié—. ;Como nos conocemos! No nece- sito hablar para que sepas lo que siento [Nos miramos en les ojos, en un éxtasis de beatitud Gracias — contest Nada me conmovia tanto como la admision, por parte de Paulina, de la entrafable conformidad de ruestras_almas. Confiadamente me abandoné @ ese halago. No sé cuiindo me pregunté (incrédulamente) si "aller, Mae (1788-1825). poeta lean, adherent al Stara und Drang djs un par de iragmenios sobre fs materia fusca (Sian ‘aus Fouts Leben 1776, 9 Fou! Leber dramatic, 178) en eq Dersonaje es un alocudo sofador, pero no slanzt dale tratamiento Erolutivo en dichosfragmentos. Interpret la tadcion del cuento come {avance del genio ico. Ieuamente, son obra ragmentara. de Lessig (1721781) sus Fouts (1788-1739), Ex uno de tos bosetos, se sesrrolia a accion en un plano humane, merament: ene! eto” es ‘amo, ineluye a mater tadisona el pte demonic y el Bombre, [opuete de Lucifer Estos inenos son prvis a lou de Goethe. LA TRAMA CELESTE 85 las palabras de Paulina ooutarian otro sentido, Antes Ge que yo considerara esta posbiidad, Paulina empren- Gis una confusa explicacion. Of de pronto: ° is primers tarde yx extdbamos perdidamente ena- mmorados ‘Me preeunté quignes esaban enamorados. Pavlina ats muy ocloso, No se opone a nuestra amistad, ero le juré que, por un tempo, no te veri. Yo eiperaba, ds, a imposible sclracion. que me tanguilzara. No sabia'si Paulina hablabe en broma 0 tn serio, No sabia que expresion habia en mi resto. No Ghia Io Gesparradora que era mi congoja. Paula cere ® —Me voy. Julio esta esperindome. No subid para no motestamnos Qué? —prepunté Fn scpuida toni como si nada hubira ocueido— aque Paulina descubriera que yo eran impostor que Suestras almas no estaban tan juntas Paulina contest con naturaidad —tullo Montero Le respuesta no podia sorprenderme; sn embargo, en aquela tarde horrible, nada me conmovi6 tanto como sts dos palabras. Por primers ver me sent rj de Pauling, Casi con desprecio le pregunté: Van a casas? No recuerdo qué me contests, Creo que me invité a Después te encontré solo, Todo era absurdo. No habia una persona ais incompatible con Paulina (7 anmigo) que Montero. gO me eqivocaba? St Paslina Sueriav ese hombre, al er munca se habia pareado @ thi Une abjuracion no me bast; descubri gue muchas ‘eoes yo habia entrevisto la expantosa verdad Estaba muy tst, pero no ereo que sintiera clos. Me acosté en ia cana, boes abajo, Al stra una mano, tncontré el libro que habia leido un rato antes. Lo arrojé lejos de mi, con asco. 86 ADOLFO BIOY CASARES Sali a caminar. En una esquina miré una calesita, Me parecia imposible seguir viviendo esa tarde. ‘Durante afios la recordé y como preferia los doloro- sos momentos de la ruptura (porque los habia pasado con Paulina) a la ulterior soledad, los recorria y Ios examinaba minuciosamente y volvia a vivirlos. En esta angustiada cavilacién creia descubrir nuevas interpreta- ciones para los hechos. Asi, por ejemplo, en la voz de Paulna declarandome ef nombre de su amado, sorpren- di una ternura que, al principio, me emocioné. Pensé que la muchacha me tenia listima y me conmovie su oncad como antes me conmovia su amor. Luego, recapacitando, deduje que esa ternura no era para mi sin para el nombre pronunciado. Acepté la beca, y, silenciosamente, me ocupé en los prepurativos del viaje. Sin embargo, la noticia trascen- did. En la dltima tarde me visitd Paulina Mz sentia alejado de ella, pero cuando la vi me enamoré de nuevo. Sin que Paulina lo dijera, comprendi que su aparicién era furtiva. La tomé de Jas manos, trémulo de agradecimiento. Paulina exclamé: Siempre te querré. De algin modo, siempre te quersé mas que a nadie. Tal vez crey6 que habia cometido una traicién, Sabia que yo no dudaba de su lealtad hacia Montero, pero como disgustada por haber pronunciado palabras que entrefiaran —si no para mi, para un testigo imagina- rio— una intencion desleal, agreg6 ripidamente: —Es claro, Jo que siento por ti no cuenta. Estoy enamorada de Juli. Tedo lo demas, dijo, no tenia importancia, El pasado cera una region desierta en que ella habia esperado a Montero. De nuestro amor, 0 amistad, no se acorde. Después hablamos poco. Yo estaba muy resentido y fingi tener prisa. La acompaiié en el ascensor. Al abrir la puera retumbé, inmediata, la lluvia, "salt, sm argentino, Nombre que se da en Argon, y LA TRAMA CELESTE 87 —Busearé un taximetro —dlje Con una siibita emocion en la voz, Paulina me grité: —Adids, querido, Cruz6, corriendo, la calle y desaparecié a lo lejos. Me volvi, tristemente, Al levantar los ojos vi a un hombre agazapado en el jardin. El hombre se incorpord y apoyd jas manos y Ia cara contra el portén de vidrio. Era Montero. Rayos de luz lila y de Juz anaranjada se cruzaban sobre un fondo verde, con boscajes oscuros. La cara de Montero, apretada contra el vidrio mojado, parecia blanguecina y deforme. Pensé en acuarios, en peces en acuarios. Luego, con frivola amargura, me dije que la cara de Montero sugeria otros monstruos: los peces deformados por Ia presidn del agua, que habitan el fondo del mar. Al otto dia, a la mafana, me embarqué. Durante el viaje, casi no sali del camarote. Escribi y estudié mucho. Queria olvidar a Paulina. En mis dos afios de Inglate- ra evilé cuanto pudiera recordirmela: desde Jos encuen- {ros con argentinos hasta los pocos telegramas de Buenos Aires que publicaban los diarios. Es verdad que se me aparecia en el suefio, con una Vivider tan persuasi- vay tan real, que me pregunté si mi alma no contrarres- taba de noche las privaciones que yo le imponia en la vigilia. Eludi obstinadamente su recuerdo, Hacia el fin del primer allo, logré excluirla de mis noches, y, casi, olvidacla. La tarde que legué de Europa volvi a pensar en Paulina. Con aprehensi6n me dije que tal vez en casa los recuerdos fueran demasiados vivos. Cuando entré en mi cuarto senti alguna emocion y me detuve respetuosa- mente, conmemorando el pasado y los extremos de alegria y de concoja que yo habia conocido. Entonces fuve una revelacion vergonzosa. No me conmovian secretos monumentos de nuestro amor, repentinamente manifestados en Jo mas intimo de la memoria; me conmovia la enfitica luz que entraba por la ventana, la luz de Buenos Aires. 8 ADOLFO BIOY CASARES A eso de las cuatro fui hasta la esquina y compré un kilo de café. En la panaderia, el patron me reconocio, mne salud6 con estruendosa cordialidad y me informs ‘que desde hacia mucho tiempo —seis meses por lo menos— yo no lo honraba con mis compras. Después 4e estas amabilidades le pedi, timido y resignado, medio kilo de pan. Me pregunt6, como siempre: —;Tostado 0 blanco? Le contesté, como siempre Blanco, Volvi a casa. Era un dia claro como un cristal y muy fo. Mientras preparaba el café pensé en Paulina. Hacia el fin de la tarde soliamos tomar una taza de cafe negro. ‘Como en un suefio pasé de una afable y ecuinime indiferencia a la emocién, a la locura, que me produjo la aparicion de Paulina. Al verla cai de rodillas, hundi |i cara entre sus manos y lloré por primera vez todo el dolor de haberla perdido. Su llegada ocurrié asi: tres golpes resonaron en la Puerta; me pregunté quién seria el intruso; pensé que por su culpa se enftiaria ef café; abri, distraidamente. Luego —ignoro si el tiempo transcurrido fue muy largo o muy breve— Paulina me ordené que la siguiera Comprendi que ella estaba corrigiendo, con la persta- sién de los hechos, los antiguos errores de nuestra conducta. Me parece (pero ademéis de recaer en los mismos errores, soy infiel a esa tarde) que los corrigid con excesiva determinacion, Cuando me pidié que la tomara de la mano (“jLa mano!”, me dijo. Ahora") me abandoné a la dicha, Nos miramos en los ojos y, como dos rios confluentes, nuestras almas también 5¢ lunieron, Afuera, sobre el techo, contra las paredes, liovia. Interpreté esa luvia —que era el mundo entero surgiendo, nuevamente— como una panica expansion de nuestro amar, La emocién no me impidid, sin embargo, descubrir que Montero habia contaminado la conversacion de Paulina. Por momentos, cuanda ella hablaba, yo tenia LA TRAMA CELESTE 89 la ingrata impresién de oir a mi rival, Reconoci la caracteristica pesadez de las frases; reconosi las inge- nuas ¥ trabajosas tentativas de encontrar el témino exacto; reconoci, todavia apuntando vergonzosamente, ja inconfundible vulgaridad. Con un esfuerzo pude sobreponerme. Miré el rastro, Ia sonrisa, los ojos. Abi estaba Paulina, intrinseca y perfecta. Ahi no me la habian cambiado. Entonces, mientras la contemplaba en 1a mercurial penumbra del espejo, rodeada por el marco de guirnal- das, de coronas y de Angeles negros, me parecié distinta, Fue como si descubriera otra version de Paulina; como si la viera de un modo nuevo. Di gracias por la separacion, que me habia interrumpido el hibito de vyerla, pero que me la devolvia mas hermosa, Paulina dijo: “Me voy. Julio me espera. ‘Adverti en su voz una extrafa mezcla de menosprecio y de angustia, que me desconcerts. Pensé melancélica- ‘mente: Paulina, en otros tiempos, no hubiera traiciona- do a nadie. Cuando levanté Ja mirada, se habia ido, Tras un momento de vacilacién, la llamé. Volvi a JTamarla, bajé a la entrada, corti por Ia calle, No la encontré. De vuelta, enti frio. Me dije: “Ha refrescado, Fue un simple chaparrén,”” La calle estaba seca, ‘Cuando llegué a casa vi que eran las nueve. No tenia ganas de salir a comer; Ia posibilidad de encontrarme con algiin conocido, me acobardaba. Preparé un poco Ge cafe. Tomé dos 0 tres tazas y mordi la punta de un pan. No sabia siquiera cuindo volveriamos a vernos. Queria hablar con Paulina. Queria pedirle que me aclarara...'? De pronto, mi ingratitud me asust6, El destino me deparaba toda la dicha y yo no estaba contento. Esa tarde era la culminacién de nuestras Vidas. Paulina lo habia comprendido asi. Yo mismo lo "En la 108, dela: “Quer pele que me acre unas didas (unas didas que me stormentatan 9 gus els alraria sin italia 6 ADOLFO BIOY CASARES hebia comprendido. Por eso casi no hablamos, (Hablar, hecer preguntas hubiera sido, en cierto modo, diferen: ciarmos,) Me parecia imposible tener que esperar hasta el dia siguiente para ver a Paulina. Con premioso alivio determiné que iria esa misma noche a casa de Montero, Desisti muy pronto; sin hablar antes con Paulina, no pedia visitarlos, Resolvi buscar a un amigo —Luis Allberto Morgan me parecié el mas indicado— y pedirie que me contara cuanto supiera de la vida de Paulina durante mi ausencia, Luego pensé que lo mejor era acostarme y dormir. Descansado, veria todo con mas comprensidn. Por otra parte, no estaba dispuesto a que me habs frivola- ‘mente de Paulina, Al entrar en la cama tuve la impre- sicn de entrar en un cepo (record, tal vez, noches de insomnio, en que uno se queda en la cama para no revonocer que est desvelado). Apague la luz No cavilaria mis sobre la conducta de Paulina. Sabia denasiado poco para comprender la situacién. Ya que no podia hacer un vacio en la mente y dejar de pensar, ‘me refugiaria en el recuerdo de esa tarde Seguiria queriendo el rostro de Paulina aun si encon- taba en sus actos algo extraiio y hostil que me alejaba della, El rostro era el de siempre, el puro y maravilloso ue me habia querido antes de la abominable aparicion de Montero. Me dije: Hay una fidelidad en las caras, uz las almas quiz no comparten. 4.0 todo era un engatio? ;Yo estaba enamorado de luna ciega proyeccién de mis preferencias y repulsiones? Nunca habia conocido @ Paulina? Elegi una imagen de esa tarde —Paulina ante la oscura y tersa profundidad del espejo— y procure cevocarla. Cuando la entrevi, tuve una revelacién instan- Urea: dudaba porque me olvidaba de Paulina. Quise consagrarme a la contemplacion de su imagen. La fartasia y la memoria son facultades caprichosas: evoca- ba el pelo despeinado, un pliegue del vestido, la vaga peaumbra circundante, pero mi amada se desvanecia. LA TRAMA CELESTE 7 ‘Muchas imagenes, animadas de inevitable energia, pasaban ante mis ojos cerrados. De pronto hice un escubrimiento. Como en el borde oscuro de un abistno, en un angulo del espejo, @ la derecha de Paulina, apareci6 el caballito de piedra verde. La vision, cuando se produjo, no me extratié; sélo después de unos minutos recordé que la estatuita no estaba en casa. Yo se la habia regalado a Paulina hacia os afios. Me dije que se trataba de una superposicién de recuerdos anacrénicos (el mas antiguo, del caballo; el mas reciente, de Paulina). La cuestién quedaba dilucida- da, yo estaba tranguilo y debia dormirme, Formulé enfonces una reflexiOn vergonzosa y, a la luz de lo que averiguaria después, patética. “Si no me duermo pron- to", pensé, “maflana estaré demacrado y no le gustaré a Paulina”. ‘Al rato adverti que mi recuerdo de la estatuita en el espejo del dormitorio no era justificable. Nunca la puse en el dormitorio. En casa, la vi tnicamente en el otro cuarto (en el estante © en manos de Paulina o en las rmias). Aterrado, quise mirar de nuevo esos recuerdos. El cespejo reaparecid, rodeado de angeles y de guirnaidas de madera, con Paulina en el centro y el caballito a la Gerecha. Yo no estaba seguro de que reflejara la habita- cién. Tal vez la reflejaba, pero de un modo vago y sumario, En cambio el caballito se encabritaba nitida- mente en el estante de la biblioteca. La biblioteca abarcaba todo el fondo y en la oscuridad lateral ronda- ba un muevo personaje, que no reconoci en el primer momento. Luego, con’ escaso interés, noté que ese personaje era yo. Vi el rostro de Paulina, lo vi entero (no por partes), como proyectado hasta mi por la extrema intensidad de su hermosura y de su tristeza. Desperté llorando. No sé desde cuindo dormia. Sé que el sueiio no fue inventivo. Continud, insensiblemente, mis imaginacio- nes y reprodujo con fidelidad las escenas de la tarde. 92 ADOLFO BIOY CASARES Miré el reloj. Eran las cinco. Me levantaria temprano y, aun a riesgo de enojar a Paulina, irla a su casa. Esta resolucién no mitigé mi angustia Me levanté a las siete y media, tomé un largo bafio y me vesti despacio. Ignoraba dénde vivia Paulina. El portero me prest6 la auia de teléfonos y la Guia Verde. Ninguna registraba la direceién de Montero, Busqué el nombre de Paulina; lampoco figuraba. Comprobé, asimismo, que en la antigua casa de Montero vivia otra persona, Pensé preguntar la direccion a los padres de Paulina, No los veia desde hacia mucho tiempo (cuando me enteré del amor de Paulina por Montero, interrumpi e ‘rato con ellos). Ahora, para disculparme, tendria que historiar mis penas. Me falt6 el énimo. Decidi hablar con Luis Alberto Morgan. Antes de las ‘once no podia presentarme en su casa. Vagué por las calles, sin ver nada, 0 atendiendo con momentinea aplicacin a la forma de una moldura en una pared o al sentido de una palabra ofda al azar. Recuerdo que en la plaza Independencia una mujer, con los zapatos en una mano y un libro en la otra, se paseaba descalza por el pasto himedo. Morgan me recibié en la cama, abocado a un enorme ‘azn, que sostenia con ambas manos, Entrevi un liquide blancuzco y, flotando, algiin pedazo de pan. ~{Dénde vive Montero? —le pregunte. ‘Ya habia tomado toda la leche. Ahora sacaba del fondo de la taza los pedazos de pan, ‘Montero esti preso —contesté, No pude ocultar mi asombro, Morgan continué: —4Como? {Lo ignoras? Imagind, sin duda, que yo ignoraba solamente ese detalle, pero, por gusto de hablar, refirié todo lo ecurrido. Crei perder el conocimiento, caer en un repen- tino precipicio; ahi también llegaba la vor ceremoniosa, lmplacable y nitida, que relataba hechos incomprensi= bles, con la monstruosa y persuasiva conviccién de que eran familiares LA TRAMA CELESTE Treneo Morgen y el dactor Css Alberto Se. ‘sien, médica homepats, deesparelerof, un 20 de diciembre, de Bue- Tv hiv lee dnroespeneesomentern el bahs. Se dijo que hak ove enands, grote complied y que sae comisin eta Sores. (root ov jo tambiéo que el cca radio de acim del seropiono Stlieedo por los fogtnos perils afiemar gee éxtor no bios Io ‘hoy ljon Yo resi ex evn dina ana encomienday contin: tee Ceanda ol eri aldsens in quarto —Ine obras completar de comnts Laz Blonguy un anillo de esate vale — ua agnmstin en co fondo se tela I tigi de una den com cabene de caolloy unas cuts piginas Tindgvna Lav oeeturs del captin Morgan frmadss ©. A. S ‘vanerbed cus pli. Les aventura det esitin Morgen at rato podsis empeeer com alguns leynds cea que aos bs ar el vine dan here un pts que et el ato In deur Sante, ue une intangucele pels bec de rams Vena, © de up ilo fue torm evs a qulen Io live, o de una nabe mea, o de una {oven oranda en el remota fondo de um eepejo que exten Ja mano del Primera pigina de “La trama celeste”, en la revista Sur nim, 116. ADOLFO BIOY CASARES EL PERJURIO DE LA NIEVE CCUADERNOS DE LA GUMERA EMECE EDITORES 5.4 Portada de El perjurio de la nieve (1944), LA TRAMA CELESTE 93 Morgan me comunicd lo siguiente: Sospechando que Paulina me vsitaria, Montero se ocult6 en el jardin de cast. La vio salir; la sigui6; la interpel6 en la calle Cuando se juntaron curiosos, Ia subio a un automovil Ge alquiler. Anduvieron toda la noche por la Costanera pot los lagos y, a la madrugada, en un hotel del JTigre,"# la mato de un balazo. Esto no habia ocurtido Ja noche anterior a esa mafiana; habia ocurrido la noche anterior & mi viaje a Europa; habia ocurtido hacia dos ais. En los momentos més tersibles de la vida solemos caer en una suerte de irresponsabilidad protectora y en tez de pensar en lo que nos ocurzedirigimos la atencion 2b ivislidades. En’ exe momento yo le. pregunté-a Morgan "Te acuerdas dela dltima reunion, en casa, antes de mi viaje? ‘Morgan se acordaba. Continué: Cuando notaste que yo estaba preocupado y fuiste 4 mi dormitorio buscar a Paulina, qué hacia Mon- Nada —contestd Morgan, con cierta vivacidad— Nada. Sin embargo, ahora lo recuerdo: se miraba en el spo. Volvi a casa. Me erucé, en la entrada, con el porter. Aectando indiferencia. Le pregunté: {abe que murid la seforita Paulina? — {Como no voy a saberlo? —respondid—. Todos los diarios hablaron del asesinato y yo acabé declarando en la polcia, El hombre me mird inguistivamente jLe ocurre algo? —dijo, acercindose, mucho—. {Quiere que lo acompaie? ° Costner: selma en Buenos Aires a In svenida bere que se exiende a ova det Rio de a Plata, un costado dea chad Es Ge lupar de paseo dharo y noctirns. El Tigre una zona del Dll tobre ln costs del rio Parand, en el gut hay fetes, restaurantes Hoek para quienes, penersimente or fines e srtana,pascam or las tla Tos aeoyos 9 rachos, ene as ls 94 ADOLFO BIOY CASARES Le di las gracias y me escapé hacia arriba. Tengo un vego recuerdo de haber forcejeado con una lave; de haber recogido unas cartas, del otro lado de la puerta de estar con los ojos cerrados, tendido boca abajo. en la cama, Después me encontré frente al espejo, pensando: “Lo to es que Paulina me visit6 anoche, Muri6 sabiendo gue cl matrimonio con Montero habia sido una equivo- cacion —una equivocacién atroz— y que nosotros ramos la verdad. Volvié desde la muerte, para comple- tar su destino, nuestro destino.” Recordé una frase que Paulina escribid, hace afios, en un libro: Nuestras almas 1% se reunieron. Segui pensando: “Anoche, por fin, En el ‘momento en que la tomé de la mano.” Luego me dije Soy indigno de ella: he dudado, he sentido celas. Para 4quererme vino desde la muerte.” Paulina me habia perdonado. Nunca nos habiamos querido tanto, Nunca estuvimos tan eerea, ‘Yo me debatia en esta embriaguez de amor, victoriosa y triste, cuando me pregunté —mejor dicho, cuando mi cerebro, Hevado por el simple hibito de proponer alernativas, se pregunté— si no habria otra explicacién pera la visita de anoche. Entonces, como una fulmina- cion, me aleanzé la verdad. Quisiera descubrir ahora que me equivoco de nuevo, Por deseracia, como siempre ocurre cuando surge la verdad, mi horrible explicacion aclara los hechos que parecian misteriosos. Estos, por su parte, la confirman, ‘Nuestro pobre amor no arrancé de la tumba a Peulina. No hubo fantasma de Paulina. Yo abracé un ‘monstruoso fantasma de los celos de mi rival La clave de lo ocurrido esti oculta en la visita que me hizo Paulina en la vispera de mi viaje. Montero la siguio ¥ la esperd en el jardin. La rfid toda la noche y, porque hno creyo en sus explicaciones —jcomo ese hombre entenderia la pureza de Paulina?— la maté a la madre ada, Lo imaginé en su circel, cavilando sobre esa visita, representindosela con la cruel obstinacion de los celos. LA TRAMA CELESTE 95 La imagen que entrd en casa, Io que después ocurtié all, fue una proyeccién de la horrenda fantasia de Montero. No lo descubri entonces, porque estaba tan conmovido y tan feliz, que slo tenia voluntad para obedecer a Paulina. Sin embargo, Ios indicios no falta- ron. Por ejemplo, la lluvia, Durante la visita de la serdadera Paulina —en la vispera de mi viaje— no oi la lluvia. Montero, que estaba en el jardin, la sintid direclamente sobre su cuerpo. Al imaginarnos, ereyé {ue la habiamos odo, Por eso anoche oj llover. Después ‘me encontré con que la calle estaba seca Otto indicio es la estatuita. Un solo dia la tuve en casa: el dia del recibo. Para Montero quedé como un simholo del lugar. Por eso aparecié anoche ‘No me reconoci en el espejo, porque Montero no me Jmaginé claramente. Tampoco imagind con precision el dormitorio. Ni siquiera conocié a Paulina, La imagen proyectada por Montero se condujo de un modo que no es propio de Paulina. demas, hablaba como él Urdir esta fantasia es el tormento de Montero. El mio es mis real. Es la conviccion de que Paulina no volvid porque estuviera desengafiada de su amor. Es la convic~ cidn de que nunca fui su amor. Es la conviecion de que ‘Montero no ignoraba aspectos de su vida que slo he conocido inditectamente. Es la conviccién de que al tomarla de la mano —en el supuesto momento de la reunion de nuestras almas— obedeci a un ruego de Paulina que ella nunca me ditigid y que mi rival oy muchas veces.

También podría gustarte