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CASO CLÍNICO: TERAPIA ESTRATÉGICA DE JAY HALEY


CAPITULP 10.

La terapia estratégica es un modelo centrado en el problema (a diferencia de un modelo


centrado en la persona). El propósito de este tipo de terapia es resolver problemas
específicos en las vidas de las personas. Durante la terapia pueden ocurrir cambios en la
personalidad del cliente, pero éstos no son el objetivo en sí. Al acudir a tratamiento, los
clientes traen problemas específicos; y si no es así, el terapeuta les ayuda a organizar sus
objetivos definiéndolos en problemas concretos. Asimismo, el terapeuta estratégico no
busca las causas históricas del problema, sino que asume que los problemas son
autosostenidos o se mantienen mediante determinados factores del entorno actual. Los
factores históricos son relevantes sólo en la medida en la que continúan en el presente. El
terapeuta interviene directamente en el problema teniendo en cuenta los factores que
pueden estar apoyando su continuidad en el momento actual.

Así mismo, La terapia estratégica se enfoca en un problema específico identificado por


la familia. Haley se dio cuenta de que el problema que motiva la consulta puede estar
relacionado con otros problemas en la familia, pero señaló que la posición respetuosa del
terapeuta consiste en asumir que la familia está identificando el problema de la mejor
manera que puede hacerlo. Por ejemplo, puede sospechar que el síntoma del niño está
relacionado con el conflicto entre los padres; pero si los padres niegan que haya un
conflicto, el terapeuta trabajaría en mejorar el problema y el funcionamiento del equipo de
padres respecto al problema que identifican, en vez de enfocarse en el conflicto marital.

Caso de Laura y la ansiedad de separación

En el caso de Laura se evidencia la dificultad que afrontan algunos padres cuando uno
de sus hijos es particularmente inseguro y dependiente. Lo usual es que desarrollen
modelos inadecuados de sobreprotección, pero esto solo lleva a profundizar el problema.
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El caso de Laura habla de la problemática que afrontan algunos padres en relación con
los niños que son muy dependientes y de cómo se aborda el problema a través de una
intervención psicológica. Finalmente, esta decisión conduce a que se construyan nuevas
pautas de relación, más saludables.

Uno de los aspectos más interesantes del caso de Laura es que hace evidente el hecho de
que la crianza es un proceso en el que varias partes se complementan. Esto quiere decir que
tanto los padres como sus hijos suelen desarrollar conductas adecuadas o inadecuadas que
se refuerzan entre sí o se desmotivan entre ellas.

Así mismo, el caso de Laura muestra que la intervención profesional es eficaz siempre


que los involucrados se comprometan con los objetivos propuestos. La ayuda psicológica
permite ver en perspectiva esas conductas cotidianas que se pasan por alto. Se llegan a
normalizar, con buena intención, pero generando efectos indeseados.

CASO DE LAURA

El caso de Laura se refiere a una niña de tres años y medio, nacida en


Nepal. Fue adoptada por una familia europea de clase media alta cuando tenía 11 meses.

La familia adoptiva estaba compuesta por el padre, la madre y otro niño adoptado de 6
años. La evaluación inicial de los psicólogos detecta que los padres y el hermano de Laura
son personas afectuosas y estables.

Antes de ser adoptada, Laura pasó unos meses en un orfanato. Después fue cuidada por
una familia sustituta que aparentemente hizo un buen trabajo. En el momento de la
adopción, la pequeña fue evaluada médicamente y mostró que gozaba de buena salud y
de un desarrollo normal.

La niña fue escolarizada primero en una guardería, cuando tenía un año y medio. Desde
el comienzo presentó problemas de adaptación, manifestados en el hecho de que no se
separaba nunca de su maestra y evitaba a los demás niños.
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Después, al entrar en el ciclo inicial de educación infantil, también mostró dificultades


para acomodarse. Lloró todos los días, durante los dos primeros meses y se mostró muy
inhibida en el colegio.

Las conductas relevantes

En el relato del caso de Laura se señala que esta había crecido en torno a un vínculo de
apego muy fuerte hacia su madre adoptiva. Básicamente, nunca quería separarse
físicamente de ella. Con la entrada al ciclo de educación infantil, la pequeña mostró señales
de retraso en el desarrollo del lenguaje. Los maestros aconsejaron a la familia que buscaran
la ayuda de un profesional.

Para ese entonces, Laura se describía como una niña “miedosa”, tímida, meticulosa,
ordenada, que por momentos se muestra retadora, se frustra con facilidad y emplea el
silencio con frecuencia. Así mismo, era evidente su retraso en el desarrollo del habla.

La madre adoptiva de Laura adjudicaba todas esas conductas a “la falta de afecto” de la
que había sido víctima la niña al comienzo de su vida. Los maestros estaban básicamente de
acuerdo con esa interpretación.

Tanto padres como maestros respondían a la excesiva dependencia de la niña y a su


aparente fragilidad con tolerancia y comprensión. Sin embargo, si la niña se excedía en sus
demandas, se mostraban molestos.

Intervención

Los psicólogos hicieron una evaluación detallada, tanto de los padres como de la niña.
Después se propusieron el objetivo de redactar un diario en el que quedaran reflejados los
episodios de dependencia o conflicto con la pequeña durante un mes.

Tomando esta información como referencia, junto a la ya obtenida utilizando otros


procedimientos de evaluación, los profesionales concluyeron que se trataba de un caso de
ansiedad de separación con un manejo inadecuado.

Detectaron que en padres y maestros había un alto nivel de ansiedad con la niña. Así
mismo, una respuesta inconsistente con ella, ya que en determinados momentos respondían
al miedo de la niña con caricias y palabras de apoyo, pero si la pequeña intensificaba su
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conducta, la rechazaban. Así mismo, le imponían límites, pero luego ellos mismos pasaban
por encima de estos y se mostraban permisivos.

El trabajo se centró entonces en el manejo de la ansiedad en los padres, explicándoles


que todos los niños pasan por una etapa de ansiedad de abandono y que esta es más visible
en algunos de ellos. También se les entrenó para que aprendieran a reforzar las conductas
de independencia de la niña y a desestimular las conductas dependientes.

A Laura se le dieron refuerzos positivos (premios, palabras de cariño, dulces, etc.) a


medida que lograba, por ejemplo, sentarse en una silla sola; al lado de su madre y no en su
regazo.

Así mismo, se logró que los padres lograran explicarle con tranquilidad por qué era
bueno que ella hiciera algunas cosas sola. El lenguaje de la niña evolucionó y comenzó a
ganar seguridad.

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