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ÍCARO, PRIMER AEROAUTA

La aeronáutica es antigua. La gente siempre quiere volar.


Dédalo e Ícaro, hijos de Dédalo, eran prisioneros en la isla de Creta. Dédalo le dice a su
hijo: Quiero volar para poder fugarme. Pero ni la tierra ni el océano favorecen a Dédalo.
En aquel lugar había muchas palomas y águilas. Ellos observaban a las palomas y a las
águilas. Así pues Dédalo y su hijo construyeron alas tomando muchas plumas de palomas y
águilas.
Ícaro da a Dédalo cera y plumas. Dédalo toma y crea alas. Se coloca a sí mismo las alas
atadas y prueba volar.
Ícaro, pequeño niño, podría volar y ascender fácil por el aire. Pero Dédalo tiene una gran
estatura y es muy temeroso. Así pues, asciende a la roca más alta y después prueba volar…
pero no puede. Mientras tanto, ve a su hijo por los altos aires. Mientras ve a Ícaro, cae en
tierra… pero intenta volar en el espacio y agita sus alas fuertemente… puede volar y
ascender también por el aire.
Dédalo y su hijo vuelan juntos. Sin temores, ni miedos. Y Dédalo le dice a su hijo: “no
debes ascender mucho porque los rayos de Apolo hacen derretir la cera; no debes descender
mucho, porque el agua hace lenta y pesada la cera. Yo te mostraré el camino”.
Ícaro escucha con alegría, pero no obedece a Dédalo y agita fuertemente las alas y asciende
más y más… pero Apolo hace que se derrita la cera y entonces las plumas caen. Ícaro cae
en las aguas del océano. Dédalo vuela seguro a través del camino y llora mucho por su hijo.
Lo llama “El Mar de Ícaro” (Oceanum Icarum). “El orgullo es siempre la ruina de los
indiscretos”.

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