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Carmen Alemany Bay

Profesora titular de literatura hispanoameri-


cana de la Universidad de Alicante y direc-
tora del Centro de Estudios Iberoamericanos
Mario Benedetti de la citada Universidad.
Ha sido antóloga y editora de obras de Mi-
guel Hernández, entre ellas, la Obra com-
pleta publicada por Espasa-Calpe. En lite-
ratura hispanoamericana destacan sus
estudios sobre indigenismo y sobre poesía
coloquial (Poética coloquial hispanoameri-
PRESENCIAS NERUDIANAS EN EL cana), así como numerosos trabajos sobre
poesía cubana, poesía mexicana (una edi-
ción sobre Jaime Sabines, artículos sobre

PROCESO DE CREACIÓN Y EN José Emilio Pacheco), poesía uruguaya (ar-


tículos y un libro sobre Mario Benedetti).
Otra línea de su investigación es las rela-

ALGUNOS POEMAS DE ciones culturales entre España y América la-


tina que se han materializado en su libro El
meridiano intelectual en Hispanoamérica,

MIGUEL HERNÁNDEZ en el número monográfico Relaciones entre


la literatura española e hispanoamericana
en el siglo XX en la revista América sin
CARMEN ALEMANY BAY nombre y en artículos sobre la relación en-
tre autores españoles y latinoamericanos del
siglo XX.

Cualquier crítico que se aproxime a la obra toros. Este segundo viaje será decisivo para su 1
La citada fecha es la comúnmen-
de Pablo Neruda tendrá que hacer un alto en formación, o mejor, para su consolidación co- te aceptada por la crítica neru-
el camino para hablar de la profunda relación mo poeta. Allí conocerá a muchos de los es- diana; sin embargo, en un re-
que éste mantuvo con el poeta oriolano Mi- critores del 27; pero sólo la amistad que ofre- ciente estudio, Julio Gálvez
Barraza (Neruda y España, Pro-
guel Hernández en los tiempos en que el chi- cerá al poeta chileno Pablo Neruda y a videncia (Santiago de Chile), RIL,
leno residió en Madrid, en la Casa de las Flo- Vicente Aleixandre llegará a ser fructífera y 2003, p. 317) propone la de
res. Lo mismo tendrá que hacer, y quizá con sincera. Cuatro meses después de su estancia agosto de 1934 como verdadera
fecha en la que Neruda se tras-
más intensidad, quien quiera comprender el en Madrid, el 19 de julio, el oriolano conoce- lada definitivamente a Madrid.
cambio poético y, en alguna medida político, rá a Pablo Neruda, quien residía aún en Bar-
que Miguel Hernández vivió en la capital de celona pero realizaba constantes viajes a la ca-
España a partir de su segundo viaje y hasta el pital de España. Finalmente, en febrero del
comienzo de la guerra civil española. El cam- 351, el escritor de Veinte poemas... se traslada-
bio en su actitud poética tendrá tales dimen- rá de la ciudad condal a Madrid en donde vi-
siones que incluso afectará –por otra parte, ló- virá una de las más plenas experiencias de su
gicamente– al proceso de creación previo a las vida, como repitió en numerosas ocasiones.
versiones definitivas de sus poemas. Muy cerca de la casa, la Casa de las Flores, vi-
La presencia nerudiana en el quehacer lite- ven Federico García Lorca, Rafael Alberti,
rario hernandiano creemos que no sólo afectó también Manuel Altolaguirre, José Bergamín,
a muchas de las composiciones clasificadas por Luis Cernuda y Vicente Aleixandre. Hernán-
la crítica como PSIII (es decir, los poemas dez, más pobre, vivía más lejos, en los arraba-
sueltos que dentro de la obra hernandiana se les de Madrid. El grupo se ve casi todos los
situarían entre El rayo que no cesa y Viento del días, se reúnen en los mismos bares, sobre to-
pueblo); sino que esa presencia es incluso más do en la cervecería de Correos, y allí comen-
intensa y abarcadora: el Neruda de las prime- tan sus creaciones literarias. En el mes de abril
ras Residencias, o más bien el tono y el len- poetas e intelectuales españoles homenajean al
guaje nerudianos, tuvieron bastante que ver en poeta chileno y entre ellos estará el ya casi in-
algunas de las composiciones de El rayo. separable Miguel Hernández, quien ha visto
Hagamos un breve resumen de la relación en Pablo Neruda al hombre amable y compa-
entre ambos autores. En marzo del 34, Miguel sivo que no menosprecia –como sí hicieron
Hernández decide nuevamente viajar a Ma- muchos de los poetas de 27– los orígenes del
drid con un libro ya publicado, Perito en lu- oriolano y sus conocimientos intuitivos y au- Presencias nerudianas en el proceso
nas (1933), para trabajar con José María Cos- todidactas: «Yo lo conocí cuando llegaba de de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández
sío en la elaboración de la enciclopedia Los alpargatas y pantalón campesino de pana des- CARMEN ALEMANY BAY

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de sus tierras de Orihuela, en donde na amorosa. Otro subgrupo estaría integrado
había sido pastor de cabras (...) Tenía por los homenajes que dedica a poetas vivos
una cara de terrón o de papa que se como la oda a Pablo Neruda (y, ligado a ésta,
saca de entre las raíces y que conser- el poema a Delia del Carril) y la dedicada a Vi-
va frescura subterránea. Vivía y es- cente Aleixandre, o aquellos en los que ho-
cribía en mi casa. Mi poesía america- menajea a poetas muertos como la «Égloga» a
na, con otros horizontes y llanuras, Garcilaso de la Vega y «El ahogado del Tajo»
lo impresionó y lo fue cambiando», en homenaje a Bécquer. Adelantamos que las
confesó el chileno en Confieso que composiciones con presencias nerudianas se-
Casa de las flores en la actualidad.
he vivido2. rán aquellas que tienen vinculaciones con El
Miguel ha aprendido en estos meses ma- rayo y, naturalmente, aquellas dedicadas al
2 drileños –y cada vez más gracias a Neruda– chileno y a su compañera.
Barcelona, Editorial Argos Ver-
que la poesía podía ser algo más que la refe- Dos características comunes unen a todos
gara, 1979, p. 134.
rencia a la naturaleza y al catolicismo –como los poemas de este grupo. La primera es la vo-
le había enseñado su amigo Ramón Sijé–, y luntad de cambio respecto a su poética ante-
que el verso podía tener libertades inusitadas rior, o sea, un intento de entrar directamente
que él nunca se había atrevido a experimentar. en la poesía impura cuyas características defi-
El poeta de Perito en lunas se acerca cada vez nió Pablo Neruda en el primer número de Ca-
más a una visión social y comprometida que, ballo verde para la poesía y, la otra, la que es-
si bien en algunos momentos se manifestó en tará vinculada al proceso de creación en el que
ciernes, ahora es evidente: el oriolano ya ha se vislumbran notables cambios respecto a la
entrado en la órbita nerudiana. misma línea trazada en ciclos poéticos ante-
Por su parte, el poeta chileno, en la capital riores.
de España, dice sentirse como en su propia ca- Una primera dificultad se presenta al estu-
sa y, a iniciativa de Manuel Altolaguirre, fun- diar el proceso de creación de este bloque. Y
da una revista literaria con el título Caballo es que, al igual que en el ciclo anterior, el de
verde para la poesía. Allí, en su primer núme- El rayo que no cesa, es posible que muchos de
ro, publica «Sobre una poesía sin pureza» y los esbozos pertenecientes a los poemas en
también Miguel Hernández dará a conocer cuestión se perdiesen en Madrid; aunque ello
dos de sus poemas, «Vecino de la muerte» y no impide sin embargo tener una visión casi
«Mi sangre es un camino», en los que imáge- exacta de la producción de las composiciones.
nes surreales, muy al estilo nerudiano, se En el proceso de creación de estos poemas hay
hacen patentes. Estos poemas, incluidos en una diferencia de método tal como anunciá-
PSIII, irán acompañados de otros totalmente bamos: en aquellos en los que hay un mani-
nerudianos por su factura poética y porque fiesto cambio, por las influencias que hemos
están dedicados, uno al propio Neruda, «Oda apuntado más arriba de Neruda y Aleixandre,
entre sangre y vino a Pablo Neruda», y otro a Hernández ha construido unos textos previos
su compañera de aquellos tiempos, Delia del que no remiten, aparentemente, al poema pu-
Carril, en «Relación que dedico a mi amiga blicado; pero los centros temáticos son los
Delia», pero también otras composiciones de mismos que en la versión definitiva. Incluso,
este grupo recibirán la influencia nerudiana. en esta innovadora forma de creación de los
bocetos es evidente un nuevo tipo de cons-
PRESENCIAS NERUDIANAS EN LOS trucción versal que tendrá su plasmación en el
ESBOZOS Y EN LOS POEMAS ESCRI- verso libre que es el utilizado en muchas de las
TOS ENTRE EL RAYO QUE NO CESA Y versiones definitivas. Claro ejemplo de lo que
VIENTO DEL PUEBLO estamos diciendo lo encontramos en «Oda en-
tre sangre y vino a Pablo Neruda» y en «Re-
Este conjunto (PSIII) está compuesto por lación que dedico a mi amiga Delia», los poe-
16 poemas de la más diversa índole: algunos mas más pronerudianos de este grupo.
como «Mi sangre es un camino», «Sino san- Respecto a «Oda entre sangre y vino a Pa-
griento», «Vecino de la muerte» o «Me sobra blo Neruda», que el poeta oriolano escribió
Presencias nerudianas en el proceso corazón» nos remiten a composiciones de El probablemente a mediados del año 35, Her-
de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández
rayo porque hay una insistencia en lo trágico nández redactó un esbozo previo a la versión
CARMEN ALEMANY BAY y en un fatalismo ligado en ocasiones a la pe- definitiva en el que el contenido y la cons-

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trucción de las imágenes nos remiten al poe- Y en el soneto del Rayo dice así:
ma en cuestión. Si en ciclos anteriores, las pri-
meras concepciones del poema remitían a fra- Guiando un tribunal de tiburones,
ses e incluso a versos que reproducía en la como con dos guadañas eclipsadas,
versión definitiva, en esta ocasión, el esbozo con dos cejas tiznadas y cortadas
se convierte en un ensayo, en frases repletas de de tiznar y cortar los corazones (495),
imágenes que no tienen precedentes en esbo-
zos previos a la versión definitiva de otros también en el soneto 24 de El rayo encontra-
poemas: un nuevo vocabulario, sin olvidar el remos las mismas resonancias:
ya creado en su poética anterior, emerge en es-
te boceto y en el poema. También en esta oca- que un dulce tiburón, que una manada Delia del Carril.
sión, Hernández intenta imitar, como en las de inofensivos cuernos recentales,
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composiciones dedicadas a Garcilaso, a Béc- habitándome días, meses, años (507).
Miguel Hernández, «Residencia
quer y a Aleixandre, el estilo y el tono poéti- en la tierra. Poesía 1925-1935.
co de los escritores homenajeados. Adelantamos que en muchos de los poe- Pablo Neruda», en Teatro, pro-
Meses después de la composición de este mas de El rayo la presencia nerudiana es un sas, correspondencia (edición
crítica de Agustín Sánchez Vidal,
poema, en los folletones del periódico madri- hecho; pero el esbozo del poema, específica- José Carlos Rovira y Carmen
leño El Sol, Hernández escribirá una crítica mente en las líneas transcritas anteriormente, Alemany), tomo II, Madrid, Es-
sobre Residencia en la tierra donde efusiva- nos remite también a algunos versos del pri- pasa- Calpe, 1992, p. 2152.

mente exponía que: mer poema de la segunda Residencia en la tie- 4


rra, «Un día sobresale»: Miguel Hernández, Poesía (edi-
La voz de Pablo Neruda es un clamor oceánico que ción crítica de Agustín Sánchez
Vidal, José Carlos Rovira y Car-
no se puede limitar, es un lamento demasiado primi- Peces en el sonido, lentos, agudos, húmedos, men Alemany), tomo I, Madrid,
tivo y grande, que no admite presidios retóricos. Es- arqueadas masas de oro con gotas en la cola, Espasa- Calpe, 1992, p. 997. En
tamos escuchando la voz virgen del hombre que tiburones de escama y espuma temblorosa, adelante citaremos por esta edi-
ción los esbozos y los poemas
arrastra por la tierra sus instintos de león; es un rugi- salmones azulados de congelados ojos5 hernandianos y anotaremos en el
do, y a los rugidos nadie intenta ponerles trabas. Bus- texto principal, entre paréntesis,
ca en otros la sujeción a lo que se llama oficialmente Y el comienzo del esbozo «Y pájaros de el número de página.

la forma. En él se dan las cosas como en la Biblia y el todas las especies y guitarras de todas las eda- 5
mar: libre y grandiosamente. Canta como un profeta des– y órganos de todos los tamaños– cañave- Pablo Neruda, Residencia en la
desventurado3. ral de flautas añadidas– pájaros con las alas en- tierra, Buenos Aires, Losada,
1971, p. 73. En adelante citare-
tornadas» vuelven a remitirnos a algunos mos por esta edición los poemas
Precisamente ese «clamor oceánico» es el versos de «Sabor», poema de la primera Resi- de Neruda y anotaremos en el
que intenta transmitir Hernández en su esbo- dencia: texto principal, entre paréntesis,
el número de página.
zo y, posteriormente, en el poema. Si en la ver-
sión definitiva el poeta intenta hacer un retra- En mi interior de guitarra hay un aire viejo
to de Neruda a través del primer poema de El (...)
hondero entusiasta, «Hago girar mis brazos un pájaro de rigor cuida mi cabeza:
como dos aspas locas», y del «Estatuto del vi- un ángel invariable vive en mi espada (19)
no» de Residencia en la tierra; en el esbozo
aparece difuminada esta influencia y comienza Sigue la descripción de Neruda en el esbo-
la descripción de Neruda con unas frases que zo, pero ahora utilizando un vocabulario más
nos remiten al primer cuarteto del soneto 3 de cercano al del poeta chileno que se entrecruza
El rayo que no cesa. Veamos ambos textos. En con el suyo: «unos dientes cansados de comer
el esbozo a la «Oda» reza lo siguiente: saliva solamente– el corazón de un canario– la
lengua de un verderol». La presencia del tér-
un sentimiento, un tiburón muy dulce– encima de los mino «corazón», tan frecuente en este boceto
ojos tus dos velludas guadañas enfurecidas– repug- y por otra parte tan nerudiano, penetra en el
nantes espumas, aguas de maldición caen de mis ojos– esbozo donde se repite en varias ocasiones:
maldecidas espumas maldicientes (...) tu boca con sus «mi corazón, un sapo atribulado– la calavera
cuatro guadañas de hacer daño y besar el barro y su una nuez, cárcel de mi corazón– mi corazón
ternura de pezuña que acaba de nacer y no ha pisado enjaulado– (...) fuerte corazón». Estamos an- Presencias nerudianas en el proceso
el mundo todavía–4 te un esbozo donde Hernández ha intentado de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández
hacer un retrato del poeta con elementos her- CARMEN ALEMANY BAY

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nandianos pero con una permanente lucha por nión, las relaciones entre Pablo y Delia. En es-
introducir vocabulario nerudiano y referen- te esbozo, como será habitual en este mo-
cias a sus poemas. Otras frases de este texto, mento de su producción, el poeta nuevamen-
como «vendrán pronto los perros a comerse te ha creado una primera idea que se aleja del
los cadáveres cuando salen los perros a remo- resultado definitivo:
ver basura», nos recuerdan al lenguaje de las
Residencias y, al mismo tiempo, enlazan con tragársela quisiera, devorarla ambiciona– un planeta
otro poema de esta serie hernandiana, con de amor y otro de guerra chocan y se entrelazan, se
«Vecino de la muerte»: rechazan, se buscan y se abrazan el mar de sangre y
su mujer de arcilla– la muerte chocante ante la (...) se
Miguel Hernández en el frente. Prefiero que me coman los lobos y los perros, mece, se detiene, se arrodilla como a veces el mar an-
que mis huesos actúen como estacas te la tierra (998)
6 para atar cerdos o picar espartos (529)
Marie Chevallier, Los temas poé- Después de la creación de este primer es-
ticos de Miguel Hernández, Ma-
drid, Siglo XXI, 1978, pp. 275-
A diferencia de lo que ocurría en el proce- bozo redacta otro en el que, tras un breve bo-
276. En este mismo libro se so de creación de Perito en lunas, de los poe- ceto, desarrolla el poema con variantes. Este
dedica un amplio estudio (pp. mas escritos entre Perito y El rayo, e incluso proceso de creación que parte de un boceto y
264-276) a las relaciones inter-
en algunos de El rayo, los esbozos no le sir- a continuación elabora el poema con notables
textuales entre dos poemas de
Neruda, «Hago girar mis brazos ven para elaborar directamente los poemas; variantes, fue un modo de escribir muy habi-
como dos aspas locas» y «Esta- ahora los esbozos, como anunciábamos más tual durante su primer ciclo (el de Perito), y
tuto del vino», y la oda que Her-
arriba, son intuiciones que después aparecen con alguna presencia en el segundo (el que de-
nández dedica a Neruda.
bastante trasmutadas en la versión definitiva sembocará en El rayo que no cesa). La carac-
en la que sólo se recuperarán casi íntegramen- terística de esta creación, ya próxima al poe-
te algunas palabras del texto previo: «tu boca ma definitivo, es que en el esbozo previo, tras
con sus cuatro guadañas de hacer daño y be- la primera frase, «tienes las (manos) blancas de
sar el barro y su ternura de pezuña que acaba tratar con la luna y los ojos azules de penar en
de nacer y no ha pisado el mundo todavía», el mar» (que podría tener alguna relación con
aparecerán de la siguiente forma en la versión el primer esbozo), apunta que lo que está
definitiva del poema: «la bipartida huella de escribiendo y lo que va a escribir es para ese
una boca, / la más dulce pezuña que ha pisa- poema en concreto, «para el poema Delia»,
do» (vv. 97–98, p. 524). actuando esta frase como un mecanismo de
En la versión definitiva, donde Hernández memoria que será utilizado, de otra forma, en
teje el texto partiendo directamente de la poe- el Cancionero y romancero de ausencias. A
sía de Neruda, Marie Chevalier ha señalado: continuación escribe: «tu cabeza de espiga cu-
bierta de abundancia se atiene a sus lados con
En el retrato de Neruda que constituye la oda que le un desmayo de oro cansado de brillar y se
es dedicada, retrato ejecutado con formas poéticas yergue emitiendo cereales relámpagos», lo
precisas, hasta el mimetismo del vocabulario, todo que casi de forma idéntica aparecerá en los
ello tomado de Neruda, Miguel Hernández expresa versos del 12 al 14:
su admiración apasionada, restituyendo el rostro de
su amigo a través de su propia mirada interior6. Tu cabeza de espiga se vence hacia los lados
con un desmayo de oro cansado de abundar
La misma liberación del verso que apare- y se yergue relampagueando trigo por todas partes (525)
cía en el poema dedicado a Neruda, y otros de
este ciclo, se repite en «Relación que dedico a Nótese que palabras tan nerudianas como
mi amiga Delia». En esta ocasión el poeta, uti- «cereales relámpagos» has sido sustituidas
lizando elementos surrealistas, nos describe la por «relampagueando trigo», intentando miti-
personalidad de la compañera de Neruda y su gar la excesiva presencia. A continuación, el
proceso de creación es un caso bastante signi- esbozo contiene frases como «tu ternura de
ficativo en la poética del oriolano. En la pri- agua que pasa entre unos márgenes de zarzas
mera concepción del poema, un esbozo muy y de toros» que en la versión definitiva com-
Presencias nerudianas en el proceso breve, se hace una descripción de encuentros prenderán los versos del 9 al 11, lo que lleva
de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández
y desencuentros de fuerzas cosmológicas que implícito un cambio de orden en la versión
CARMEN ALEMANY BAY describen, simbólicamente según nuestra opi- definitiva:

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tu ternura es capaz de abrazar a los cardos de una materia verbal que tiende cada vez más
y en ella veo un agua que pasa y no se altera al apasionamiento. Esa pasión articulada en
entre orillas ariscas de zarza y tauromaquia versos surrealistas (de un surrealismo poco
dogmático) y oníricos que encontramos en las
En la segunda parte del poema, Hernández Residencias dotarán a la poesía de Hernández
escribe un primer verso, «No encontraréis a de una potencia y violencia verbales inusita-
Delia sino muy repartida como el pan de los das. Las imágenes, acompañadas por parale-
pobres» que nos trae recuerdos de otro verso lismos y por un uso continuado de gerundios,
de «Josie Bliss» en el que Neruda decía «yo se tornarán casi irracionales, máxime si las
existo en ese día repartido» (136), al igual que comparamos con la producción hernandiana
Delia; pero también el poema ha sido relacio- anterior.
nado por la crítica con «La unión libre» de Hernández vio en el hombre Neruda al
André Breton por su asimilación de las técni- protector, al maestro y, en sus Residencias, en-
cas surrealistas que hasta ahora no habían es- contró la misma pena, desgarramiento y dolor Neruda en Madrid iniciada la
tado presentes en la poética hernandiana. con los que él estaba alimentando su poesía: guerra.
La presencia nerudiana en las versiones de- las fuerzas siniestras de la muerte, la tragedia
finitivas de «Oda entre sangre y vino a Pablo de la condición humana o la insuficiencia del 7
Neruda» y «Relación que dedico a mi amiga amor. Este cierto regusto por lo existencial Miguel Hernández, Teatro, pro-
sas, correspondencia, op. cit.,
Delia» está por doquier. No podía ser de otra convertirá a Neruda en un poeta más próximo pp. 2368-2369.
forma. Pero quizá lo más interesante sea que y de una elementalidad que hermana con la
en los esbozos se encuentren referencias a suya a pesar de que la materialidad con que
otras composiciones de este bloque; lo que Neruda poetiza objetos menores y cercanos, o
nos lleva a insistir en la presencia nerudiana en la voz casi profética de las dos Residencias es-
muchos de los poemas que conforman este tán, sin embargo, prácticamente ausentes en la
conjunto poético. poética hernandiana de aquel tiempo.
Llegados a este punto debemos señalar que La sombra de Neruda estará también pre-
si bien el poeta oriolano dio un giro significa- sente en los poemas que publicó en Caballo
tivo en lo político gracias a la influencia, entre verde para la poesía, «Vecino de la muerte» y
otros, de Pablo Neruda; en lo poético, la lec- «Mi sangre es un camino», como decíamos
tura de Veinte poemas de amor, de El honde- más arriba; asimismo, los versos desatados, te-
ro entusiasta y, fundamentalmente, de las dos lúricos y crispados muy al estilo nerudiano
primeras Residencia en la tierra, publicadas que conforman estos poemas seguirán en
conjuntamente por la editorial española Cruz otros como «Alba de hachas», «Me sobra co-
y raya en septiembre del 35 –sin olvidar la razón» y «Sino sangriento».
fructífera relación que el oriolano y el chileno Todo este corpus textual de PSIII aparece
mantuvieron–, dieron como resultado que encabezado por el poema «Elegía», dedicado
Miguel Hernández cambiase su concepción de a la que fue novia de Ramón Sijé y escrito des-
lo poético. Sin embargo, ese mimetismo nun- pués de la muerte de éste. En una carta dirigi-
ca logró borrar la autenticidad poética del es- da a Carlos Fenoll, hermano de la novia de Si-
critor español. Lo que Hernández adoptó de jé, fechada en Madrid en febrero de 1936,
la poesía de Pablo Neruda fue la utilización Hernández le dice lo siguiente: «Siento mu-
del verso libre mucho menos variado que el cho haberla hecho después de estar publicado
nerudiano ya que el suyo, por su práctica po- mi libro (El rayo que no cesa): me hubiera gus-
ética anterior muy acostumbrada a estrofas tado incluirla en él también. Pero creo que
cerradas, suele articularse en cadencias que re- pronto la publicaré en cualquier revista»7. El
producen endecasílabos y heptasílabos (silvas) poema está construido, al igual que la elegía a
e incluso combinaciones de 5 y 7 que parecen Sijé, en tercetos encadenados y es práctica-
seguidillas insertadas entre versos libres. Una mente una continuación de ésta, ya que el po-
liberación versal que irá acompañada de la in- eta sigue utilizando el mismo tipo de vocabu-
corporación de términos hasta esos momentos lario. Con todos estos precedentes de
inéditos en el caudal poético hernandiano, o similitud entre ambas elegías no cabe más que
bien utilizados pero con otras significaciones volver a hablar de la presencia nerudiana. Presencias nerudianas en el proceso
(amapolas, mar, vino, caracolas, corazón, etc.); En la biografía del poeta oriolano realiza- de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández
palabras que le ayudarán también a liberarse da por Agustín Sánchez Vidal, Miguel Her- CARMEN ALEMANY BAY

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nández desamordazado y regresado, el citado O bien, como escribe en el esbozo, «le-
crítico se recrea en la elegía de Sijé y comenta vántate: te esperan tus zapatos– dormidos y
–como ya había hecho en alguna otra ocasión– vacíos bajo el lecho y tu llanto en sus retratos»
la influencia de Neruda en el poema y sobre que se convierte en:
todo en la relación existente entre ésta y «El
desenterrado» de la segunda Residencia e, in- Levántate: te esperan tus zapatos
cluso, la relación de la «Elegía» con la oda a junto a los suyos muertos en tu cama,
Pablo Neruda: las caracolas, las amapolas, el y la lluviosa pena en sus retratos
corazón y los órganos tan nerudianos se enre- (vv. 64–66, p. 517)
dan entre los versos hernandianos8. Por la si-
Maria Antonieta Hagenaar. militud entre ambas elegías –como mencioná- También otras frases como «y está mi alma
bamos antes– no es gratuito pensar que lo ronca de nombrarte– abandonada por el pan
8 nerudiano también emerge en la «Elegía (a la y el vino» que tienen claro sabor nerudiano.
Vid., Agustín Sánchez Vidal, Mi- panadera)» y sólo basta acudir a esos versos Los ejemplos expuestos hasta esta estos
guel Hernández, desamordaza- para constatarlo. Nuevamente en el proceso momentos, creo, dejan clara evidencia de que
do y regresado, Barcelona, Pla-
neta, 1992, pp. 195-197. de creación de esta elegía, del que sí existe un Pablo Neruda contagió la poesía de Hernán-
esbozo previo, se exhiben amplias muestras de dez y le dio una libertad que el oriolano venía
9 la influencia nerudiana. El boceto aparece, co- pidiendo a gritos. Pero una preocupación crí-
Copiamos algunas opiniones de
los críticos sobre este tema que
mo ha hecho hasta esos momentos, construi- tica resurge de lo dicho en los últimos párra-
aparecen recogidas en el artícu- do con frases que separa entre guiones y, al fos: si la «Elegía» de Sijé incluida en El rayo
lo de Stephen Hart, «Miguel Her- igual que en los esbozos de los ciclos anterio- que no cesa, a pesar de que no estaba previsto,
nández y Pablo Neruda: dos mo-
dos de influir» (Revista de crítica
res, ha escrito frases que pasan a la versión de- tiene presencias nerudianas ¿cabría la posibi-
literaria latinoamericana, Lima, finitiva. En algunos casos aparecen ideas que lidad de plantearse que la órbita nerudiana
26, 2do. semestre de 1987, pp. ha tachado y que se repiten casi íntegramente también hubiese hecho mella en El rayo? Creo
115-122): «Existe en la crítica
contemporánea sobre estas dos
en el poema definitivo, lo que nos ratifica en que sí.
figuras centrales de la lírica mo- la hipótesis que alguna vez hemos afirmado de
derna una tendencia a exagerar que Hernández escribe la primera idea del EL NERUDA DE EL RAYO QUE NO
el influjo que Neruda ejerció so-
bre la obra miguelhernandiana.
poema y, con ésta delante, va construyendo CESA
Manuel Durán, por su parte, afir- los versos. El poeta escribe en el esbozo a la
ma que «es bien sabido cuán «Elegía (a la panadera)» frases que vagan en- La crítica hernandiana ha insistido en la
hondo fue el influjo de Neruda
sobre Hernández», como si fue-
tre el nerudismo y el hernandismo: amistad entre ambos poetas y en la transmu-
se una verdad indiscutible. Ja- tación que vivió el joven Miguel Hernández
cinto Luis Guereña califica a la él me ayudaba a paginar mis flores, él te ayudaba a por su relación con Pablo Neruda; lo que le
amistad entre los dos poetas «co-
apacentar tus pasiones un corazón de relámpagos y llevó a cambiar el contenido, y también el to-
mo maestro y discípulo». Emir
Rodríguez Monegal puntualiza afanes (995) no, de sus poemas aunque siempre siguió
que «Neruda mimaba a Hernán- manteniendo intacta su raíz campesina9. Han
dez como si fuera su propio hi-
que corresponde en la versión definitiva a los insistido también en que la presencia nerudia-
jo». Este énfasis en la crítica tien-
de a dar a Hernández el rol de vv. 43–45: na se concentra en los poemas que el oriolano
mero imitador del estilo y poéti- escribió entre El rayo que no cesa y Viento del
ca nerudianos, lo que es una
Corazón de relámpagos y afanes, pueblo. Sin embargo, pocas veces la crítica
exageración. Como veremos
Hernández fue impresionado por paginaba los libros de tus rosas, hernandiana se ha planteado la vinculación
la poesía del poeta chileno, pero apacentaba el hato de tus panes (516) entre El rayo y la influencia de Neruda, ob-
no la imitó a ciegas. Residencia viando que parte de este poemario fue escrito
en la tierra (1933) le dio al poe-
ta oriolano la iniciativa a descu- en Madrid y ante la presencia del autor de Re-
brir su propia voz poética y a se- sidencia en la tierra.
guir un curso independiente y Hagamos un poco de historia sobre este li-
auténticamente personal» (pp. da en la producción de los número de Caballo verde para
115-116). En cambio, para Ca- poemas de estos años: «Poe- la poesía. Miguel Hernández bro. El rayo que no cesa, poemario dedicado a
no Ballesta (en La poesía de Mi- mas hernandianos de este pe- parece que se recrea en evocar Josefina Manresa, quien se convertirá en su es-
guel Hernández, Madrid, Gre- ríodo son una proyección la atmósfera a menudo trágica
posa en el año 37, fue publicado por Manuel
dos, 1971, 2ª edición), sí hay directa proclamada por el ma- y siempre patética de estos ob-
una influencia decisiva de Neru- estro Neruda. Precisamente ta- jetos en sus impresionantes Altolaguirre en enero de 1936 en Madrid, den-
les enumeraciones de objetos descripciones del cementerio. tro de la colección Héroe. Fue redactado en-
inertes y tal ampliación del ma- Conforme a la receta nerudia-
Presencias nerudianas en el proceso tre 1934 y 1935, años en los que Hernández,
terial metafórico y poético so- na describirá también con
de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández breabunda en «Vecino de la pujanza y nervio una atmósfe- como hemos apuntado, está en Madrid y rea-
CARMEN ALEMANY BAY
muerte» publicado en el primer ra agrícola» (p. 283). liza eventuales viajes a Orihuela.

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El rayo tiene unas características bastante no, de imágenes surreales que sirven para
peculiares. Es un libro perfectamente organi- acentuar la pena amorosa y el presentimiento
zado y elaborado: está compuesto por un de un destino trágico (algo así tan nerudiano
poema, «Un carnívoro cuchillo», escrito en como la desintegración del mundo que pode-
redondillas de rima alterna; le siguen trece mos leer en las dos primeras Residencias). Pe-
sonetos y, a continuación, el poema quince, ro hay una notable diferencia en la forma res-
«Me llamo barro», escrito en silva polimétrica, pecto a la presencia nerudiana en los poemas
que va seguido de otros trece sonetos, la «Ele- de PSIII, y es que aquí Hernández está entre-
gía» a Sijé, escrita en tercetos encadenados y gado a la estructura del soneto, estrofa cerra-
un «Soneto final» que cierra el libro. La otra da de la que poco tardará en liberarse.
peculiaridad es que parte de los sonetos allí in- Desde esta óptica, los poemas y sonetos ci-
tegrados provienen de otros proyectos de li- tados contrastan con los sonetos del resto del
bro: El silbo vulnerado, un poemario que libro en los que aún se mantiene la antigua in-
nunca llegó a publicar el autor como tal y que fluencia de Ramón Sijé, quien no ve con bue-
años después fue editado junto con El rayo nos ojos el acercamiento de Hernández al 10
Para ver los poemas que perte-
por José María de Cossío. En los poemas de mundo literario, por añadidura político, de los necen a proyectos de libros an-
El silbo se manifiesta una clara ascendencia ca- Neruda, Aleixandre, Alberti y otros poetas teriores a El rayo, véase Miguel
tólica que nos remite a la influencia de Ramón que influían, negativamente según Sijé, en su Hernández, Obra completa,
Poesía, I, p. 985.
Sijé y, por el título, al Cántico espiritual de San vida y en su obra. Lo comedido de los sone-
Juan de la Cruz; algunos de estos sonetos pa- tos que provienen de antiguos proyectos de li-
sarán, con variantes, a otro proyecto de libro, bro contrasta con esos otros en los que el vo-
Imagen de tu huella, en los que aún se perci- cabulario nerudiano (huracanes, raíces
be la mencionada influencia del Cántico espi- irritadas, peces embotellados, tiburones, gua-
ritual y también del Cantar de los cantares. dañas, redes, ovas, aguas, surcos, amapolas,
Por tanto, algunos de los sonetos de El rayo crines, arenas, desierto, agujeros, lluviosas so-
provienen directamente de El silbo, otros na- ledades o volcánicos bramidos), se entremezcla
cieron de El silbo y se adaptaron con varian- con el hernandiano y nos permite ya entrever
tes a Imagen de tu huella y pasaron finalmen- otra realidad en la poética de Hernández. Y es
te a formar parte de El rayo. También los hay que en El rayo que no cesa se denota ya la
que fueron creados para Imagen de tu huella transición de la experiencia humana y la ma-
y pasaron, nuevamente con variantes, a El ra- duración ideológica del poeta oriolano de la
yo10. En cualquier caso, quedan todavía mu- mano de Pablo Neruda: Miguel Hernández
chas composiciones que no tuvieron su origen demuestra en estos poemas liberados ya de sil-
en estos libros iniciales como «Un carnívoro bos y de imágenes que habla el poeta, pero so-
cuchillo» o «Me llamo barro» y también la bre todo ha empezado a hablar el hombre, do-
«Elegía» a Sijé, así como muchos sonetos en tando a sus versos de una concepción lejana de
los que, al igual que en los poemas citados an- la artificiosidad que embargaba su poesía an-
teriormente, creemos hay una clara presencia terior e incluso muchos de los sonetos de El
de elementos nerudianos. Nos estamos refi- rayo.
riendo a «¿No cesará este rayo...?», «Guiando En la capital madrileña, Miguel Hernández
un tribunal», «Por tu pie, la blancura más bai- intuyó que su poesía estaba necesitada de nue-
lable», «Si la sangre también», «El toro sabe al vos lances, necesitaba liberarse de la rémora
fin», «No me conformo», «¿Recuerdas aquel oriolana y sijeniana y se encontró en el cami-
cuello...», «Vierto la red», «Como el toro», no a Pablo Neruda, quien con su magisterio y
«Fatiga tanto andar», «Al derramar tu voz», amistad le hizo vislumbrar nuevos horizontes
«Por una senda», «Lluviosos ojos» o «La que quedarán para siempre impresos en la po-
muerte». Esa presencia nerudiana se concreta, ética hernandiana. En aquellos años madrile-
al igual que en los poemas escritos entre El ra- ños, Neruda, y otros poetas como Vicente
yo y Viento del pueblo (PSIII), en la incorpo- Aleixandre, fueron para Hernández la tradi-
ración de vocabulario propio del poeta chile- ción literaria.

Presencias nerudianas en el proceso


de creación y en algunos poemas
de Miguel Hernández
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