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Por: F. A. L.
De tanto en tanto, las iglesias son sacudidas porque algún líder ha sido descubierto en alguna
falta grave. Cuando algo de esto ocurre, es como que una gran infección se instaló en el cuerpo
y todos sufren la fiebre, intensa fiebre que es comentada incluso por congregaciones vecinas.
¿Se puede volver al ministerio si se ha caído? ¿Queda uno descalificado para siempre? No
debemos olvidar que restauración significa "volver al status previo, recuperar", "reparar lo que
se rompió". Y en la reparación de ese hombre, también se halla la de la iglesia toda.
El problema tiene muchos matices, pero uno de los de más difícil resolución es qué hacer con el
protagonista, ¿cómo recuperarlo para la gloria de Dios?
Ahora bien, ¿qué debemos restaurar? ¿Sólo su ser interior, su familia, etcétera o también todo lo
que se echó a perder, incluyendo su ministerio? ¿No seremos irresponsables si lo restauramos en
el liderazgo? Cuando Dios perdona, ¿olvida también? ¿Qué implica eso?
Pocos ministros que han caído fueron restaurados a un exitoso liderazgo en su mismo ambiente.
Muchos ansiaban volver a la clase de ministerio espiritual que habían tenido antes, pero casi
ninguna congregación evangélica los aceptó. Sus dones de liderazgo están perdidos permanente
para la iglesia. ¿Debe ser así? Algunos debaten que sí. Otros dejan buenas posibilidades para
rehacer el futuro ministerial del implicado.
¿PERDON Y OLVIDO?
Cada iglesia sabe que un cristiano debería perdonar a un pecador y recibirlo en la comunión del
cuerpo de Cristo, pero todo cristiano responsable sabe también que no cualquiera es capaz de
ejercitar un liderazgo sabio y efectivo, de elegir líderes llamados por un discernimiento claro y
dirigido por el Espíritu. Desafortunadamente, algunos encuentran fácil perdonar y olvidar, pero
extremadamente difícil restaurar a cualquiera que haya pecado notoriamente y que esté
verdaderamente arrepentido, en especial si es líder ("Y... si se marchara a otra ciudad sería
mejor", dicen). El problema verdadero es más complejo que el mero perdón.
Y en este sentido tengo una sugerencia práctica. Que haya un compromiso público del
arrepentido (correspondiente, por supuesto, a la misma dimensión pública que haya tenido su
confesión) a someterse al pastoreo temporal de este hombre, que lo ayudará a ir resolviendo su
problema, y que estará dispuesto al trabajo pastoral de él, así como él mismo reclamó
disposición de su iglesia cuando estuvo en el ministerio. De la misma manera, un compromiso
del ahora pastor-tutor, también en público, de que se compromete delante del Señor a trabajar
concienzudamente con este colega en sus problemas, que trabajarán juntos en el asunto para la
gloria de Dios y para que la iglesia, de algún modo, recupere lo valioso que Dios ha hecho en
este hombre.
Esto es importante, porque en el momento de las emociones intensas todos dicen que ayudarán,
pero después, pasadas las emociones, ponerse a pastorear a un colega y hacerlo en serio no es
fácil. Un compromiso público refuerza y ayuda a trabajar de verdad para que no se escapen las
semanas sin el trabajo verdadero. Esto también da esperanzas a la congregación, de que aquél a
quien han querido y amado, de quien han recibido bendición, también él será amorosamente
tratado, y con miras a una verdadera restauración.
PASOS EN EL PROCESO
El cuerpo de Cristo en su conjunto y cada creyente en particular necesitan en esto un amor dado
por Dios y discernimiento espiritual para tomar las decisiones correctas que sean lo mejor para
el individuo y para la iglesia. El proceder en una restauración no debe forzarse dentro de un
modelo rígido. Sin embargo, a la luz de la enseñanza bíblica, la siguiente guía puede ser
apropiada:
2. La confesión. Es el admitir el pecado y la culpa ante todo aquel que ha sido herido
específicamente por el pecado o que pueda sufrir el daño si lo ignora. No requiere
necesariamente una confesión abierta a todos, es necesario examinar cada caso. En lo general,
los pecados conocidos públicamente requieren una confesión pública; los privados, una
confesión privada, sólo a los damnificados. Empero en el caso de pecados privados, debemos
preguntarnos si alguien será más herido por la confesión que por el secreto. En cierta reunión,
un joven fue convencido de que debía confesar su pecado de lujuria hacia una mujer de la
congregación. Sin duda, y viendo las consecuencias posteriores, la joven hubiera estado más a
resguardo si no hubiese escuchado esa confesión; el daño fue grande para su carácter.
4. Restitución. Es la siguiente parte práctica del proceso; trabajar para arreglar bien lo que se
hizo mal. Hasta donde es posible, la restitución debe ser hecha en forma completa y el pecador
debe reconocer la importancia de tomar su responsabilidad por su mal. Debe mostrar su
disposición (y aun sus ansias) de arreglar todo lo posible. Y esto no sólo de palabra sino de
hecho. Si realmente está arrepentido del mal y asume su responsabilidad, en verdad querrá tratar
de arreglar todo lo que sea posible, porque así como él quiere ser restaurado, debe estar
dispuesto y deseoso de trabajar para restaurar todas las cosas que sufrieron con su pecado.
6. Abriendo el corazón. Junto al pastor-tutor deberá analizar todas las áreas de su vida
relacionadas con su debilidad para desarrollar la forma en que trabajará para mejorar. Por
supuesto que el problema será obvio (mal manejo del dinero, problemas sexuales, robo, etc.),
pero se deberán buscar, como en cualquier caso de aconsejamiento pastoral, cuáles son las
verdaderas raíces de esos problemas, para trabajar sobre las verdades bíblicas que deben
regirlas, los necesarios cambios de comportamiento, hábitos, reacciones, de principios
personales, etcétera y comenzar a transitar ese estrecho (y no fácil) pero sólido camino hacia la
fortaleza del carácter cristiano. En definitiva, no es sólo tiempo de oración y lectura de la Biblia
lo que harán juntos, sino abrirse el uno al otro (y en especial el restaurando) para trabajar en pos
de la victoria, la dulce victoria que muchos luego compartirán y disfrutarán. Esa victoria que
sólo Dios puede dar y que El diseñó como el mejor método para terminar de borrar la triste
marca del pecado, la única victoria que le devolverá su calidad de irreprensible. Sólo quien ha
vencido sus debilidades trabajando con Dios en su vida puede hallar verdadera paz en su
corazón sobre un pasado turbio.
7. Santidad integral. Todos debemos ser santos integrales; todos debemos serlo "como El lo
es" y "porque El lo es", pero es una gran verdad que todo aquel que tiene caídas en su historia y
que han trascendido públicamente despierta más atención en los demás, aun en las pequeñas
cosas. Hay "pequeños pecados", si se me permite la expresión, que son tolerados o aun pasan
inadvertidos en aquellos que tienen un trasfondo limpio, irreprensible. No pasa lo mismo con
quienes han tenido problemas serios. Si en una cena de amigos un pastor cualquiera se olvida de
pagar su parte, podrá pasar por distraído, más si alguien lo retenía con su conversación. En
cambio, si un pastor tiene alguna mancha en su historia (y en especial con el dinero. más da uno
pensara: "Me parece que este hombre todavía no cambió". Y es lógico esperarlo. A muchos les
costará aceptarlo nuevamente como un líder o ministro. Deberá, entonces, trabajar más
denodadamente para ser santo ¡y para parecerlo! Ahora le "perdonarán" menos cosas, y debe
reconocer que es consecuencia de su propio pecado y no sólo de la inmadurez del resto. Vuelvo
a decirlo, es lógico que la gente ponga énfasis en ver frutos de arrepentimiento.
8. Retiro. Retirarse por un tiempo de toda responsabilidad y visibilidad pública. Esto es muy
sabio en los casos de pecados escandalosos, tanto para dar un tiempo de curación al líder, como
para proteger a otros. No creo que sea sabio otorgar nuevamente el liderazgo en la iglesia
inmediatamente después del perdón y de la restauración a la comunión. Estas dos cosas deben
ocurrir cuando hay arrepentimiento y fruto, pero el ministerio es otra cosa. Si alguien insiste en
que rápidamente él o ella "debe" ser perdonado y "debe" ser restaurado en el liderazgo, es esa
una clara señal de que no hay un santo pesar por el pecado. Habrá importantes lecciones que
permanecerán sin aprenderse. Creo que lo mejor es buscar un buen empleo particular y
comience a trabajar secularmente, demostrando a su esposa. hijos e iglesia que, como buen
creyente, provee para los de su casa, ayuda al necesitado y sostiene la obra del Señor. Tal vez
algún cargo administrativo en la denominación pueda ser una buena forma de salir de la
notoriedad. Durante el primer o los dos primeros años, no creo que sea sabio comenzar a tener
reuniones en su casa, o visitar mucho las otras iglesias. Tampoco es bueno que ande dando
opiniones personales sobre cómo se debería llevar adelante la obra o qué opina de tal o cual
líder. Debe cuidarse muchísimo en las conversaciones con otros creyentes, no tanto por su
pasado, sino más bien por su futuro y por la marcha de la de obra. No hay que olvidar el hecho
de que su iglesia está viviendo el proceso de cambio de líderes y las tentaciones para que se
formen diferentes bandos están vibrando en su máxima expresión.
9. Involucramiento progresivo. Aquí entramos en el terreno en que las aguas están divididas,
ya que unos serán tan amorosos y espirituales que por poco nombrarán al sujeto como
presidente de la denominación y otros, ya sea por legalismo o por timoratos, no irán más allá de
dejarlo repartir los libros de canto el jueves por la noche. Pero suponiendo que sí hay algún
espacio para este hombre recuperado, su servicio debe ser progresivo y sometido a otra
autoridad. Y con esto no me refiero que debe ir de una iglesia chica a una grande. No, eso es
para los que comienzan, para los recién salidos del seminario. Estoy diciendo que el tiempo
involucrado y la trascendencia pública de su servicio deben ser progresivos. Hasta podríamos
parafrasear a Pablo y decir: "El que anhela volver al obispado, buena cosa desea, pero para
volver deberá andar con más pie de plomo que en la primera vez".
Debemos estar dispuestos a escuchar al Espíritu de Dios, el cual es todo amor y toda sabiduría.
Saúl quiso resistirlo e insistió en su deslucido y anárquico reinado. Tenía la excusa de que había
sido escogido por Dios pero estaba equivocado. Jim Bakker, Jimmy Swaggart y otros piensan
que están listos para volver y tomar el control de sus imperios televisivos. La mayoría de
nosotros pensamos que también están equivocados.
LA RIQUEZA
Cuánto mal ha abundado en la iglesia por no disciplinar a quienes lo necesitaban, ¡Y cuánto mal
se ha agregado por no restaurar a los que fueron disciplinados! El drama ocurrió y es
irreversible, no se puede volver atrás y negarlo. Ya ocurrió y todos lo sufren, todos son dañados.
Pero cuando ese hombre, transita el camino de la restauración bajo la tutela de la iglesia, el
hombre y la iglesia misma son sanados. El hombre vuelve a vivir y la iglesia, entonces, adquiere
una riqueza que no se le puede transferir de otra forma, es la riqueza y el gozo de haber hallado
la victoria real sobre el problema. Entonces sí podremos levantar nuestros rostros y, en espíritu
y en verdad, decir. "¡Gloria a ti, oh, Dios! Porque has sanado a tu pueblo y no has entregado tu
heredad al oprobio, a la burla de las gentes que dicen: ¿Dónde está tu Dios?".
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