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Consejería Cristiana

Levantando a los ministros caídos

Levantando a los ministros caídos

Por: F. A. L.

De tanto en tanto, las iglesias son sacudidas porque algún líder ha sido descubierto en alguna
falta grave. Cuando algo de esto ocurre, es como que una gran infección se instaló en el cuerpo
y todos sufren la fiebre, intensa fiebre que es comentada incluso por congregaciones vecinas.

¿Se puede volver al ministerio si se ha caído? ¿Queda uno descalificado para siempre? No
debemos olvidar que restauración significa "volver al status previo, recuperar", "reparar lo que
se rompió". Y en la reparación de ese hombre, también se halla la de la iglesia toda.
El problema tiene muchos matices, pero uno de los de más difícil resolución es qué hacer con el
protagonista, ¿cómo recuperarlo para la gloria de Dios?
Ahora bien, ¿qué debemos restaurar? ¿Sólo su ser interior, su familia, etcétera o también todo lo
que se echó a perder, incluyendo su ministerio? ¿No seremos irresponsables si lo restauramos en
el liderazgo? Cuando Dios perdona, ¿olvida también? ¿Qué implica eso?
Pocos ministros que han caído fueron restaurados a un exitoso liderazgo en su mismo ambiente.
Muchos ansiaban volver a la clase de ministerio espiritual que habían tenido antes, pero casi
ninguna congregación evangélica los aceptó. Sus dones de liderazgo están perdidos permanente
para la iglesia. ¿Debe ser así? Algunos debaten que sí. Otros dejan buenas posibilidades para
rehacer el futuro ministerial del implicado.

UN TEMA DE RESOLUCION INTERNA


Personalmente creo que cada iglesia o denominación debe decidir qué hacer y hasta dónde debe
restaurar a sus líderes caídos. Eso transciende a este mismo artículo y no debe esperarse que un
escritor externo resuelva el debate interno de una denominación sin que se lo pidan. Lo que sí
creo es que, sea cual fuere la decisión que se tome en cada grupo, el resto debemos respetarlo y
aceptarlo, y no levantar críticas sobre ello. Podemos compartir o no la posición y los
razonamientos, pero hay elementos de la historia de la persona, de los hechos, de las
consecuencias que sólo el mismo grupo sabe. También hay muchos factores que cuentan en el
tema: espirituales, bíblicos, culturales, sicológicos, pedagógicos, etc. Y así como cada
congregación tiene diferentes elementos culturales y doctrinales en su seno que determinan
diferentes formas de practicar la liturgia, el evangelismo, el gobierno, la docencia y el servicio
cristiano, así también debemos respetar que cada congregación evalúe autónomamente qué hará
con sus líderes restaurados.
Ahora bien; si bien propongo que el "hasta donde" es propio de cada grupo, sí creo que
podemos hablar del cómo hacerlo.

¿PERDON Y OLVIDO?
Cada iglesia sabe que un cristiano debería perdonar a un pecador y recibirlo en la comunión del
cuerpo de Cristo, pero todo cristiano responsable sabe también que no cualquiera es capaz de
ejercitar un liderazgo sabio y efectivo, de elegir líderes llamados por un discernimiento claro y
dirigido por el Espíritu. Desafortunadamente, algunos encuentran fácil perdonar y olvidar, pero
extremadamente difícil restaurar a cualquiera que haya pecado notoriamente y que esté
verdaderamente arrepentido, en especial si es líder ("Y... si se marchara a otra ciudad sería
mejor", dicen). El problema verdadero es más complejo que el mero perdón.

TODO LO MALO ES MALO, PERO HAY DIFERENCIAS


Aunque parezca obvio, recordemos que para la eternidad, para el "Libro de la Vida", todos los
pecados son suficientes para que su practicante reciba la destitución total y eterna de la gloria de
Dios. Tanto una infantil mentira como el más sanguinario de los asesinatos nos capacita para el
infierno. Sin embargo, sabemos que no todos los pecados descalifican a un ministro como tal. Si
se descubre que un pastor ha robado sistemáticamente dinero de la iglesia o si sedujo a una de
sus parroquianas y los encontrado en grave falta moral, no hay duda de que constituyen claras
situaciones descalificantes para el ministerio, pero, si un colega llegó tarde a una cita porque se
distrajo con un buen libro en su oficina, el llegar tarde también le es pecado, pero bien que no lo
disciplinaríamos por tal cosa. Todo pecado en sí es rompimiento de la ley de Dios por lo tanto
es malo, pero las consecuencias de uno y otro son muy diferentes. El enojarme en mi corazón
contra un hermano es pecado, y pecado serio, pero cuando no sólo me enojo, sino que también
lo mato, las consecuencias son sideralmente distintas.
Los pastores que por falta de dominio propio pesan 20 kilos de más no son tratados como el
pastor que por falta de dominio propio trató de seducir a alguna mujer en su congregación. ¿De
acuerdo?

EL ABC DEL CAMINO


La Biblia nos proporciona principios varios y suficientes para comprender cómo llevar los
negocios de la iglesia de una manera que agrade a Dios. No tenemos un conjunto de oportunas y
sistematizadas respuestas tales como: "Pasos 1, 2, 3..." etcétera, pero aquellos múltiples
principios son completos para el desarrollo restaurador en que una vida debe transitar.
Antes de ir al proceso en sí, veamos algunas presuposiciones bíblicas, necesarias para sentar una
base de trabajo.
• El Dios a quien adoramos es infinitamente santo y amoroso. Por lo tanto, él demanda que los
humanos, hechos a su imagen, sean santos y amorosos; amadores de la justicia y la rectitud,
pero también perdonadores, benévolos, misericordiosos. Este es, tal vez, el nudo del problema:
los cristianos tienden a inclinarse hacia un polo o hacia el otro, pero el Dios de la Biblia abarca
a ambos y así debemos hacerlo nosotros.
• Los cristianos son pecadores, redimidos pero pecadores al fin, tentados, capaces de pecar y,
actualmente, pecando en forma activa. No estoy diciendo que todos los cristianos "practican el
pecado" como filosofía de vida, pero sí que somos pecadores activos; sin ninguna duda. Debo
recordar, por tanto, que yo también soy un pecador, capaz de pecar y que peco todos los días
profundamente, siendo rebelde muchas veces a la santa voluntad de Dios. Diariamente, y aun
más cuando juzgo a un líder caído, debo recordarme: "Allí estarías tú si no fuera por la gracia de
Dios!"
• Dios está dispuesto a restaurar al caído. Su meta es restaurar a cada creyente a la medida del
perfecto Cristo. Las leyes del estado podrán aplicar el juicio vengativo de Dios sobre el
perverso, pero como miembro del cuerpo de creyentes tengo que perdonar al arrepentido y
unirme a otros buscando su reconciliación y restauración a una vida obediente y de servicio en
el Reino de Dios. Y en esto Dios no tiene categorías sino que nos ha enviado "... a fin de
presentar perfecto en Cristo a todo hombre" (Col. 2.28). El quiere restauración perfecta para
todos, entre los cuales están contados los líderes que se des moralizaron.
• A veces, por la dureza del hombre, la caída es el único camino. Paradójicamente, Dios suele
permitir el que caigamos en pecado para nuestro propio crecimiento, santificación y ministerio.
Pedro, después de agonizar por haber negado al Señor, fue ordenado pastor, adquiriendo así una
experiencia dolorosa y grave, que no obstante lo ayudaría a comprender mejor el problema de
aquellos que debería pastorear.
Atención con esto. No estoy diciendo que Dios no tiene otros caminos más santos. Estoy
hablando de que nosotros, muchas veces, somos duros en aprender, y Dios debe permitir
consecuencias dolorosas del pecado para que aprendamos la lección. Asimismo, es misericordia
del Señor el seguir insistiendo, a pesar de nuestra tozudez. No dudo de que el Señor tenía
formas más elegantes para Pedro si quería enseñarle sobre la fragilidad humana, pero... ¿él las
hubiera recibido? ¿No es ignorada, tal vez, esta verdad por ciertas autoridades que tienen la
tarea de desarrollar y elegir a nuestros líderes y pastores locales? ¿Alaban a Dios porque El
puede usar nuestras caídas para cumplir su voluntad? ¿Dan lugar a ello?
• El perdón no lo es todo, sólo es el inicio. Un genuino perdón no implica necesariamente la
restauración directa al ministerio. Implica que debemos buscar restaurar a uno que cayó y
llevarlo a sanidad espiritual, a una reinserción eficaz en el Reino de Dios. El perdón es un buen
comienzo, pero no lo es todo. Tal como el nuevo creyente, no debe ser puesto en autoridad
aunque haya sido perdonado y limpiado de todos sus pecados, el perdón en sí no es el
calificante para el ministerio sino sólo para la irreprensibilidad, ya que nadie puede reprender a
quien tienen sus deudas saldadas.
Algunos objetan esto y puntualizan que, cuando Dios perdona, las Escrituras dicen que perdona
nuestros pecados y que no los vuelve contra nosotros; que los olvida. Y es verdad, pero Dios
también conoce nuestros corazones, conociendo qué necesitamos hacer para madurar, para
desarrollar músculos espirituales frente a la debilidad que condujo a la caída. Ni un paso
demasiado ligero, ni uno tan lento empujará a Dios a volvemos al ministerio. En cierto sentido,
aquellos que han caído son como nuevos convertidos o bebés en Cristo. No deben ser recibidos
inmediatamente en funciones de liderazgo responsable, enseñando y gobernando en la iglesia.
No es tampoco que deben comenzar todo de nuevo, pero las caídas morales son especialmente
importantes en considerarse, ya que la iglesia está abocada a dar una instrucción moral. Por eso,
las Escrituras hacen un elevado requerimiento en doctrina y vida a aquellos que se encargan del
liderazgo o que sirven como modelos en la iglesia (1 Tim.3.l-3; 5.17-22).
• La iglesia de Jesucristo es un cuerpo interdependiente. Finalmente, todos dependemos de
Dios. Pero en la iglesia cada creyente depende y es responsable ante todos los otros miembros,
no sólo frente al Señor. Y Dios delega en la iglesia la responsabilidad de seleccionar buenos y
capacitados ministros con la calificación necesaria para tan alto oficio. Esas calificaciones
morales no son una pequeña parte en los requerimientos bíblicos y el no promover a una
persona para que se encargue de algo en la iglesia no significa que no la amemos. Sólo señala
que no estamos convencidos de que sea lo mejor para él y para la iglesia. Recordemos que no
sólo necesitamos prestar atención al proceso que vive la persona, sino también al proceso de la
iglesia misma, la que deberá hacer lugar al que está queriendo ser restaurado.
En este sentido, quien ha caído necesita recordar que es la iglesia quien debe restaurarlo. La
ceguera que me permitió caer por no percibir mi estado requiere otros ojos que disciernan si
realmente mi corazón no me está engañando de nuevo. Hay quienes se restauran a sí mismos, y
si la iglesia no los acepta se van a trabajar a otra o forman su propio grupo. Quien deshonró el
ministerio que le habían confiado ha quedado descalificado para ello, y sólo el Señor, a través
de su iglesia, puede "recalificarlo" nuevamente.
• Los pecados practicados, generalmente, tienen íntima relación con el carácter cristiano del
practicante. Difícilmente haya una "caída estrepitosa" de un líder sin un proceso previo de
degradación íntima de los valores básicos de la moral cristiana en él Generalmente, las caídas
notables son el "último paso" de un largo caminar que, poco a poco, se fue degradando. Un
Santo varón no se acuesta con una extraña sin que antes tuvieran lugar varios pasos previos,
tales como el detener su vista sobre las formas de la mujer, entrar en conversaciones íntimas con
ella, teniendo esposa para hacerlo, de alguna forma menospreciar la clara enseñanza bíblica de
que la relación sexual es para disfrutar dentro del matrimonio. El podrá ser descubierto en
adulterio por el hecho, pero difícilmente sea descubierto antes, cuando codició a esa u otras
mujeres en su corazón o cuando fantaseaba con ellas en soledad, o cuando, antes de codiciarlas,
pasaba más tiempo con ellas de lo aconsejable, lo que luego daría lugar a la codicia. Todas son
pequeñas concesiones que, sumadas, muestran "la gran caída". Entender esto es muy importante
para el trabajo posterior de restauración, porque entonces no se apuntará solamente al "no hagas
más eso", sino al trabajar en el carácter cristiano en una forma más integral, resolviendo las
causales y no sólo el resultado.
• Para ayudar a curar hay que pastorear. "¡Es que él sabe bien lo que tiene que hacer ha estado
en la tarea pastoral hasta la semana pasada!" Parecería ser que no, porque si bien sabía bien lo
que debía de hacer, algo anduvo mal en su corazón y no lo hizo. Lo mejor es que un buen pastor
lo ayude y, si son dos tutores, mejor todavía (ver el caso de "Diario de un ministerio roto" 

Y en este sentido tengo una sugerencia práctica. Que haya un compromiso público del
arrepentido (correspondiente, por supuesto, a la misma dimensión pública que haya tenido su
confesión) a someterse al pastoreo temporal de este hombre, que lo ayudará a ir resolviendo su
problema, y que estará dispuesto al trabajo pastoral de él, así como él mismo reclamó
disposición de su iglesia cuando estuvo en el ministerio. De la misma manera, un compromiso
del ahora pastor-tutor, también en público, de que se compromete delante del Señor a trabajar
concienzudamente con este colega en sus problemas, que trabajarán juntos en el asunto para la
gloria de Dios y para que la iglesia, de algún modo, recupere lo valioso que Dios ha hecho en
este hombre.
Esto es importante, porque en el momento de las emociones intensas todos dicen que ayudarán,
pero después, pasadas las emociones, ponerse a pastorear a un colega y hacerlo en serio no es
fácil. Un compromiso público refuerza y ayuda a trabajar de verdad para que no se escapen las
semanas sin el trabajo verdadero. Esto también da esperanzas a la congregación, de que aquél a
quien han querido y amado, de quien han recibido bendición, también él será amorosamente
tratado, y con miras a una verdadera restauración.

PASOS EN EL PROCESO
El cuerpo de Cristo en su conjunto y cada creyente en particular necesitan en esto un amor dado
por Dios y discernimiento espiritual para tomar las decisiones correctas que sean lo mejor para
el individuo y para la iglesia. El proceder en una restauración no debe forzarse dentro de un
modelo rígido. Sin embargo, a la luz de la enseñanza bíblica, la siguiente guía puede ser
apropiada:

1.              Arrepentimiento, con remordimiento. Un sincero y profundo sentido de arrepentimiento


por el pecado y no sólo por las desagradables consecuencias que acompañan al pecado. A
menudo es difícil determinar la diferencia, pero la distinción es inmensamente importante. El
mero arrepentimiento de las consecuencias no reconoce la ofensa a Dios y a otros; sólo mira los
daños producidos (y muchas veces sólo mira el daño propio). Generalmente se nota la diferencia
en la actitud de la persona; la persona arrepentida reconoce su maldad, que no merece ser
perdonado ni recibir ningún favor. En cambio, la persona que lamenta las consecuencias se
justifica, se enoja cuando "lo tratan mal", porque "otros han hecho peor", etcétera, y quiere
seguir como si nada hubiera pasado. El verdaderamente arrepentido necesitará ser reconfortado
porque le cuesta creer que Dios pueda perdonarle la gran maldad que hay en su propio corazón.
El otro, en cambio, toma como lógico (y a veces hasta como obligación del Cielo) el perdón
divino y muchas veces piensa que se lo debe restablecer en todos sus derechos y privilegios al
poco tiempo. Quien experimenta verdadero pesar, con remordimiento por lo ocurrido, ha
aprendido de su caída y es más fuerte. Esto fue verdad en la vida de David, de Pedro, de Pablo y
también en la muestra.

2.              La confesión. Es el admitir el pecado y la culpa ante todo aquel que ha sido herido
específicamente por el pecado o que pueda sufrir el daño si lo ignora. No requiere
necesariamente una confesión abierta a todos, es necesario examinar cada caso. En lo general,
los pecados conocidos públicamente requieren una confesión pública; los privados, una
confesión privada, sólo a los damnificados. Empero en el caso de pecados privados, debemos
preguntarnos si alguien será más herido por la confesión que por el secreto. En cierta reunión,
un joven fue convencido de que debía confesar su pecado de lujuria hacia una mujer de la
congregación. Sin duda, y viendo las consecuencias posteriores, la joven hubiera estado más a
resguardo si no hubiese escuchado esa confesión; el daño fue grande para su carácter.

3.              Responsabilidad. Es el reconocimiento, por parte transgresor, de que el pecado nunca es


un hecho aislado; siempre somos responsables ante Dios y los hermanos. Para los evangelistas,
misioneros y líderes esto significa nada más y nada menos que siempre deben ser responsables
ante la comisión de la iglesia, la directiva, la organizadora, o su cuerpo consultivo; no solamente
en los asuntos espirituales sino también en asuntos financieros. En este caso, la persona debe
demostrar que ahora actúa con responsabilidad manifiesta, que ha madurado en lo que a
responsabilidad se refiere. En cierta organización en que trabajé durante mis estudios en el
seminario, había un encargado de cierta área administrativa que, debido a su cargo, no se le
pedía una rendición minuciosa y diaria de sus gastos sino algo más general. Ante el segundo
problema de dinero, el tesorero lo llamó y pidió explicaciones en detalle de los gastos. "Pero,
¡cómo, hermano! ¿Acaso ha comenzado a dudar de mi", reaccionó el supervisor. "Escúchame
Rubén. Nosotros sabemos que tienes tus gastos, y al ver que han crecido mucho otra vez,
queremos, más que encontrarte en algún robo, ayudarte en cómo bajarlos el próximo mes, y si
piensas que deben ser así de altos, pues queremos estar de acuerdo y apoyarte. Así que, siéntate
y explícanos".

4.              Restitución. Es la siguiente parte práctica del proceso; trabajar para arreglar bien lo que se
hizo mal. Hasta donde es posible, la restitución debe ser hecha en forma completa y el pecador
debe reconocer la importancia de tomar su responsabilidad por su mal. Debe mostrar su
disposición (y aun sus ansias) de arreglar todo lo posible. Y esto no sólo de palabra sino de
hecho. Si realmente está arrepentido del mal y asume su responsabilidad, en verdad querrá tratar
de arreglar todo lo que sea posible, porque así como él quiere ser restaurado, debe estar
dispuesto y deseoso de trabajar para restaurar todas las cosas que sufrieron con su pecado.

5.              Frutos de arrepentimiento. Son las evidencias de que la persona está caminando en la


dirección correcta. Si su relación con Dios ha cambiado verdaderamente, debe haber resultados
evidentes. Es similar a la salvación. Las obras no nos salvan, pero muestran que somos salvos.
La naturaleza y las circunstancias del mal, tanto como la función a la que debe ser restaurado,
dictarán qué clase de evidencia y cuánto tiempo deberá mostrar antes de que la persona pueda
ser confiable para una nueva responsabilidad. Parece que fuera demasiado exigente con quien
ha caído, pero recordemos que no estamos hablando de un soldado raso sino de un oficial del
ejército. Las demandas que caen sobre el Presidente de la Nación, por ejemplo, deberán ser
mucho más rigurosas que para un Alcalde. Si bien el arrepentimiento tiene un alto contenido
emocional, debe ser también racional. Debo entender lo que he hecho, lo más completo posible,
a fin de apelar a una decisión sostenida. Debo arrepentirme ahora por lo que hice, implicando
mi compromiso de no hacerlo nunca más. Es algo de "ahora" con proyección hacia el futuro; es
asumir un compromiso de manutención del nuevo status. Esto es algo requerido en el primer
punto, en la confesión, pero en el proceso se ve su cumplimiento. En este sentido, debe haber un
trabajo de pastoreo pertinente. Recordemos lo que decíamos antes: Los pecados practicados,
generalmente, tienen íntima relación con el carácter cristiano del practicante. Por lo tanto,
debemos trabajar pastoralmente con él para que encare y resuelva esas carencias en su persona.

6.              Abriendo el corazón. Junto al pastor-tutor deberá analizar todas las áreas de su vida
relacionadas con su debilidad para desarrollar la forma en que trabajará para mejorar. Por
supuesto que el problema será obvio (mal manejo del dinero, problemas sexuales, robo, etc.),
pero se deberán buscar, como en cualquier caso de aconsejamiento pastoral, cuáles son las
verdaderas raíces de esos problemas, para trabajar sobre las verdades bíblicas que deben
regirlas, los necesarios cambios de comportamiento, hábitos, reacciones, de principios
personales, etcétera y comenzar a transitar ese estrecho (y no fácil) pero sólido camino hacia la
fortaleza del carácter cristiano. En definitiva, no es sólo tiempo de oración y lectura de la Biblia
lo que harán juntos, sino abrirse el uno al otro (y en especial el restaurando) para trabajar en pos
de la victoria, la dulce victoria que muchos luego compartirán y disfrutarán. Esa victoria que
sólo Dios puede dar y que El diseñó como el mejor método para terminar de borrar la triste
marca del pecado, la única victoria que le devolverá su calidad de irreprensible. Sólo quien ha
vencido sus debilidades trabajando con Dios en su vida puede hallar verdadera paz en su
corazón sobre un pasado turbio.

7.              Santidad integral. Todos debemos ser santos integrales; todos debemos serlo "como El lo
es" y "porque El lo es", pero es una gran verdad que todo aquel que tiene caídas en su historia y
que han trascendido públicamente despierta más atención en los demás, aun en las pequeñas
cosas. Hay "pequeños pecados", si se me permite la expresión, que son tolerados o aun pasan
inadvertidos en aquellos que tienen un trasfondo limpio, irreprensible. No pasa lo mismo con
quienes han tenido problemas serios. Si en una cena de amigos un pastor cualquiera se olvida de
pagar su parte, podrá pasar por distraído, más si alguien lo retenía con su conversación. En
cambio, si un pastor tiene alguna mancha en su historia (y en especial con el dinero. más da uno
pensara: "Me parece que este hombre todavía no cambió". Y es lógico esperarlo. A muchos les
costará aceptarlo nuevamente como un líder o ministro. Deberá, entonces, trabajar más
denodadamente para ser santo ¡y para parecerlo! Ahora le "perdonarán" menos cosas, y debe
reconocer que es consecuencia de su propio pecado y no sólo de la inmadurez del resto. Vuelvo
a decirlo, es lógico que la gente ponga énfasis en ver frutos de arrepentimiento.

8.              Retiro. Retirarse por un tiempo de toda responsabilidad y visibilidad pública. Esto es muy
sabio en los casos de pecados escandalosos, tanto para dar un tiempo de curación al líder, como
para proteger a otros. No creo que sea sabio otorgar nuevamente el liderazgo en la iglesia
inmediatamente después del perdón y de la restauración a la comunión. Estas dos cosas deben
ocurrir cuando hay arrepentimiento y fruto, pero el ministerio es otra cosa. Si alguien insiste en
que rápidamente él o ella "debe" ser perdonado y "debe" ser restaurado en el liderazgo, es esa
una clara señal de que no hay un santo pesar por el pecado. Habrá importantes lecciones que
permanecerán sin aprenderse. Creo que lo mejor es buscar un buen empleo particular y
comience a trabajar secularmente, demostrando a su esposa. hijos e iglesia que, como buen
creyente, provee para los de su casa, ayuda al necesitado y sostiene la obra del Señor. Tal vez
algún cargo administrativo en la denominación pueda ser una buena forma de salir de la
notoriedad. Durante el primer o los dos primeros años, no creo que sea sabio comenzar a tener
reuniones en su casa, o visitar mucho las otras iglesias. Tampoco es bueno que ande dando
opiniones personales sobre cómo se debería llevar adelante la obra o qué opina de tal o cual
líder. Debe cuidarse muchísimo en las conversaciones con otros creyentes, no tanto por su
pasado, sino más bien por su futuro y por la marcha de la de obra. No hay que olvidar el hecho
de que su iglesia está viviendo el proceso de cambio de líderes y las tentaciones para que se
formen diferentes bandos están vibrando en su máxima expresión.

9.              Involucramiento progresivo. Aquí entramos en el terreno en que las aguas están divididas,
ya que unos serán tan amorosos y espirituales que por poco nombrarán al sujeto como
presidente de la denominación y otros, ya sea por legalismo o por timoratos, no irán más allá de
dejarlo repartir los libros de canto el jueves por la noche. Pero suponiendo que sí hay algún
espacio para este hombre recuperado, su servicio debe ser progresivo y sometido a otra
autoridad. Y con esto no me refiero que debe ir de una iglesia chica a una grande. No, eso es
para los que comienzan, para los recién salidos del seminario. Estoy diciendo que el tiempo
involucrado y la trascendencia pública de su servicio deben ser progresivos. Hasta podríamos
parafrasear a Pablo y decir: "El que anhela volver al obispado, buena cosa desea, pero para
volver deberá andar con más pie de plomo que en la primera vez".

10.           Un verdadero llamado. Dios tiene la libertad de dejar a su siervo "en el estante"


permanentemente o de llamarlo nuevamente. Pero el llamado debe esta acompañado por un
claro mensaje a quienes deben aceptar ese liderazgo; no sólo a quien se debe restaurar sino a
quienes deben restaurarlo, y dejarse luego ministrar por él. Ni el pecador arrepentido, ni la
iglesia pueden dictar a Dios lo que debe hacer El trabaja en sus tiempos. Así como hay gran
diversidad de velocidades en que nuestro cuerpo se sana, hay mucha variación en el tiempo
requerido para la sanidad espiritual y emocional de las distintas personas. Debemos esperar
pacientemente en Dios por su guía. Y esta guía, extraída generalmente de la Palabra de Dios, no
es una fórmula rígida e invariable. Nuestro deber como iglesia es reconocer el plan amoroso de
Dios para cada creyente, a fin de perdonar y buscar restauración. La incomparable gracia de
Dios está demostrada en que, siendo El lo que es, sabemos que restaurará a sus hijos caídos.
Pero cómo y cuándo y para qué, no lo sabemos. Sólo descansamos expectantes en El.

Debemos estar dispuestos a escuchar al Espíritu de Dios, el cual es todo amor y toda sabiduría.
Saúl quiso resistirlo e insistió en su deslucido y anárquico reinado. Tenía la excusa de que había
sido escogido por Dios pero estaba equivocado. Jim Bakker, Jimmy Swaggart y otros piensan
que están listos para volver y tomar el control de sus imperios televisivos. La mayoría de
nosotros pensamos que también están equivocados.

LA RIQUEZA
Cuánto mal ha abundado en la iglesia por no disciplinar a quienes lo necesitaban, ¡Y cuánto mal
se ha agregado por no restaurar a los que fueron disciplinados! El drama ocurrió y es
irreversible, no se puede volver atrás y negarlo. Ya ocurrió y todos lo sufren, todos son dañados.
Pero cuando ese hombre, transita el camino de la restauración bajo la tutela de la iglesia, el
hombre y la iglesia misma son sanados. El hombre vuelve a vivir y la iglesia, entonces, adquiere
una riqueza que no se le puede transferir de otra forma, es la riqueza y el gozo de haber hallado
la victoria real sobre el problema. Entonces sí podremos levantar nuestros rostros y, en espíritu
y en verdad, decir. "¡Gloria a ti, oh, Dios! Porque has sanado a tu pueblo y no has entregado tu
heredad al oprobio, a la burla de las gentes que dicen: ¿Dónde está tu Dios?".
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