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Fuente: Charlie Hebdo. 10 de julio, 2013. N°1099. Francia.

Sacado de
https://www.partage-le.com/2015/01/09/je-ne-suis-pas-charlie-jose-antonio-gutierrez/

El poder de las bromas: comedia, discriminación y


libre expresión
Delázkar Noel Rizo Gutiérrez

Resumen
Quizás vale la pena declarar que este artículo navegará entre la nota
periodística, el ensayo literario y la crítica teórica. En todo caso, es un ensayo
reflexivo, que se divide en dos partes: en la primera discutiré algunas
particularidades del encuentro de Racismo MX que se llevó a cabo en junio
pasado a través de su página de youtube, específicamente las que relacionan
el humor, la empresa de la comedia y las formas de discriminación, y en la
segunda, haré un análisis teórico de las implicaciones de esas relaciones en
nuestra contemporaneidad.

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El poder de las bromas: comedia, discriminación y libre expresión / CIENCIORAMA
Agosto 2020
Palabras clave: humor, comedia, discriminación, mercantilización de la
comedia.

Aperitivo: ¿por qué discutir sobre racismo y comedia?


Un grupo de personas de distintas disciplinas académicas y oficios se
reunieron para discutir lo que antes aplazó el Consejo Nacional para Prevenir
la Discriminación (CONAPRED), un foro sobre el racismo y el humor.
Controversial el asunto por todo lo que se generó entre uno de los
participantes y otras figuras políticas del país; pero aquí no me interesa el
revoltijo que se produjo a partir de ello. Aunque fueron muchos los puntos de
dicha plática que valdrían la pena escudriñar, en este texto me interesa solo
tres elementos: la apoteosis de una moral superior y por ende, un humor
superior, la libertad de expresión frente al ejercicio libre de discriminación y
la mercantilización de la comedia en la actualidad. Por supuesto que ninguno
de estos puntos fueron tratados tal cual durante la plática, sino que estaban
implícitos (como una certeza que uno no cuestiona) en las opiniones y
análisis de los participantes. El análisis de estas certezas atravesará todo
este artículo.

“Somos libres para elegir”, afirma Jean Paul Sartre. Su reflexión ontológica
plantea que el humano es un ser que tiene la capacidad de elegir en cada
situación de su vida. Muy bonito lo que dice Sartre, o sea, muy alentador,
porque nos dice que somos libres de elegir y que además esa libertad es una
forma de luchar contra las imposiciones estructurales que enfrentamos
desde que nacemos. Claro que hay un truco en esto: para Sartre, estamos
condenados a ser libres. En otras palabras, a ser responsables de nuestras
propias decisiones presentes y futuras. ¿Por qué menciono esto? Porque la
comedia, como mercado de consumo y práctica de socialización cotidiana, se
encuentra en un diálogo constante con otra práctica de socialización,
también cotidiana: la discriminación. Se hace comedia y se discrimina al otro;
y elegimos hacerlo así… por eso es importante discutirlo, porque vivimos en
una sociedad donde hemos hecho la discriminación algo cotidiano a través
de la comedia, no exclusivamente la televisada o la profesionalizada. ¿A poco
esta semana no se ha reído de alguna situación discriminatoria? Seguro sí,
pero no se detuvo a pensar: “Uy, qué mala onda, acabo de discriminar a
alguien”. Lo invito a pensarlo desde esta reflexión.
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Ensalada: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Según el Evangelio de San Lucas, Jesús dijo la frase anterior estando en la
cruz. Pero me pregunto, ¿no sabemos lo que hacemos?, ¿sabemos a quién
discriminamos cuando lo hacemos? Mi respuesta a priori es a veces sí, a
veces no. Pecamos –por seguir con la analogía– porque así lo escogemos,
pero también porque lo ignoramos. Si usted está pensando: ¡Soy inocente!
¡Es el sistema el malévolo! ¡Es el capitalismo cruel y despiadado el que me
ha deshumanizado! ¡Por eso me burlo de los negros, los indios, los
campesinos, las mujeres, los costeños, las chiquitas, las gordas, las
chaparras, las feas! No soy yo. ¿Esto es cierto o hay algo más que nos lleva a
ser discriminatorios con otros a través de las bromas? Ya expuse una idea de
Sartre que nos puede dar una pequeña guía al respecto, pero retornemos un
poco a la discusión sobre racismo y humor que originó esta reflexión.

La imagen del inicio –no crean que se me olvidó– es un ejemplo del ejercicio
de libertad de expresión en medios de comunicación que combinan
discriminación y bromas. El diario francés Charlie Hebdo publica artículos e
ilustraciones con alto contenido satírico, punzante, discriminatorio y crítico.
Como lo dice en esa misma imagen, es “un periódico irresponsable”, lo cual
también es una burla hacia sí mismos, a que hagan periodismo tradicional o
a que sean periodistas formales. En todo caso, lo que quiero señalar es cómo
asocian, usando la portada como ejemplo, una masacre en Egipto perpetrada
por un gobierno militarizado y dictatorial, creencias religiosas, comedia y
periodismo. Usaron elementos sacralizados por nuestras sociedades: la vida
humana y las creencias religiosas, y se mofaron de dicha sacralización con
“libertad de expresión”. La broma se basa en mostrar cómo el libro sagrado
de los musulmanes, el Corán, no funcionó para proteger a los miles de
protestantes musulmanes contra las balas de los militares; “Le Coran c´est
de la merde. Ca n´arréte pas les ballets”. Esto es lo que se conoce como
humor negro, aunque suene racializado e ilógico, pues el humor no tiene
colores, pero sí puede ser racista.

Los medios de comunicación manejan una de esas formas en que “la


libertad” se expresa en las sociedades donde “se vive” en democracia. Dicha
libertad de expresión es un ideal, al igual que el ejercicio de la democracia en
sí. Es decir, todos los ciudadanos de un sistema democrático tenemos el
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derecho de la libre expresión, pero la comedia pone en debate el ejercicio de
ese derecho; en particular cuando se usa como lo hace Charlie Hebdo.
¿Cuándo hacemos una broma sobre alguien más, ejercemos nuestro derecho
a la libre expresión o cruzamos el límite de lo aceptable? ¿Podemos ser libres
haciendo todo tipo de bromas?

Para proseguir, comparto lo que entiendo por comedia y discriminación. Con


la primera sigo las reflexiones de Henri Bergson: lo cómico es aquello que
nosotros mismos encontramos cómico, es aquello que nos da risa pero
también algo para lo cual nos educan (Bergson, 2011). Es decir, es una
práctica social que responde a estímulos sociales con los cuales uno se
sensibiliza en particular. La discriminación la entiendo como una práctica
personalizada y estructurada para desautorizar, deslegitimar, diferenciar o
inferiorizar a una persona o grupo social. Somos educados para discriminar y
reírnos en sociedad, con nuestra familia y amistades; lo cotidianizamos y lo
interiorizamos a tal nivel que es parte de nuestras certezas. Piénselo,
¿cuántas veces ha leído, dicho o escuchado la justificación de “sólo es una
broma” cuando alguien señala lo discriminatorio de una situación o
comentario? Desde nuestra postura, nos permitimos la licencia para reírnos
de ciertas situaciones y personas. Es decir, no nos preguntamos si somos
discriminatorios sino hasta que alguien nos cuestiona o alerta sobre dicha
posibilidad. En el mismo sentido, para sabernos cómicos también
necesitamos otras personas que nos lo confirmen.

Primer platillo: una sopa, salada, fría y además, con una mosca
Regresemos al diálogo sobre racismo. Por cierto, aquí está el enlace por si
quiere verlo: https://www.youtube.com/watch?v=kR1QWbADX7M. La
dinámica del diálogo fue la siguiente: un moderador hacía preguntas y daba
oportunidad de debate entre dos o más participantes. Los participantes
respondían con sus opiniones personales y a veces dando un análisis
argumentado más allá de las percepciones personales. Ese análisis no
siempre sucedió, sino que prevalecieron las opiniones. Esto solo para dejar
claro cómo procedió la dinámica de la discusión, no tanto para desvalorizar
sus opiniones personales. Quiero señalar que mi análisis no se enfoca en el
racismo sino en todas las formas de discriminación que podamos expresar

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desde la comedia. Así que más adelante dejaré de hablar de racismo en
específico.

De manera muy acertada varias personas del encuentro señalaron que el


racismo es un sistema histórico instaurado en la colonia y reforzado en la
modernidad. Su poder simbólico reside en que ha sido perpetuado a través
de la educación, las instituciones estatales, camuflado a través del folklore
popular y matizado por los medios de comunicación masivos. Es decir, no es
algo viejo y propio de alguna generación ya adulta; tiene presencia en
nuestra vida actual y fundamenta muchas de nuestras certezas sobre
nosotros y los otros. Es decir, cuando uno se ríe de un chiste sobre negros,
indígenas o mujeres ni cuenta se da que ese acto es parte de un sistema de
discriminación, estructurado y legitimado en nuestras prácticas comunes.
Nos reímos y fuimos cómplices silenciosos y sin darnos cuenta, a veces. Para
dar un ejemplo de esto: ¿quién no se ha reído de un chiste de Pepito, de
Condorito o de alguna variante de la siguiente imagen?

Figura 1.- Fuente: https://www.elpais.com.co/entretenimiento/mejores-memes-del-


gato-y-la-mujer-gritando.html
Podría decir que no hay nada malo en este meme, que no hay forma de
encontrarle la discriminación, pero sí, sí la hay. El meme se refiere a
estereotipos y prejuicios de género mediante un diálogo breve entre dos
personajes: en el primer cuadro se muestra a dos mujeres, una conteniendo
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a la otra; la segunda aparece gritando, llorando y con un dedo acusador y en
el segundo cuadro, aparece un gato (nótese que el gato generalmente se
piensa en masculino) que la ridiculiza con alguna frase. El gato, contrario a la
segunda mujer, es un ser racional, calmado, quien a pesar del grito
confrontativo de la mujer –a quién se expone como histérica– no se muestra
alterado ni emocionalmente desequilibrado. Además, para cerrar la broma –y
aquí es donde somos cómplices momentáneos del asunto– lo que dice nos
parece absolutamente lógico y verdadero. ¡Pum! Caímos en la trampa de la
comedia discriminatoria. Nos reímos con placer, y si nos gustó mucho hasta
podemos sacar una lagrimita. Unos segundos después pasamos al siguiente
meme, sedientos de más comedia rápida y voraz. Así es como nos vamos
pensando que no hubo heridos y nos creamos certeza de que fue sólo una
broma.

Entonces, discriminar es ejercer acciones de desprecio y segregación a otros


individuos basado en cualquier diferencia que encontremos con ellos. El
racismo es discriminatorio porque se basa en una segregación dirigida a
personas de una supuesta raza definida e inalterable, porque se asume que
hay una superioridad biológica y cultural sobre la otra persona o cultura
(Almeida, 1999).

Todos los participantes del encuentro señalaban que los medios de


comunicación –los ahora “tradicionales”, como la televisión, la prensa
(impresa) o la radio– son plataformas para desarrollar ese racismo, para
mantenerlo como parte de la cotidianidad. Esa reflexión me pareció bien
fundamentada y certera. De hecho, es atinado mencionar que el racismo y
cualquier otra forma de discriminación también se educa desde los
periódicos, la televisión o la radio. Y la comedia es parte de esa estrategia de
normalización de la discriminación. Todos aceptaron esta narrativa, pero casi
ninguno hizo referencia a situaciones del presente con los “nuevos” medios
de comunicación. Es decir, asociar internet, youtube, facebook y cualquier
otra red social a las prácticas discriminatorias. Faltó eso, pero no fue tan
alarmante como la tercera pregunta:

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“¿Por qué en otros países sí se ha logrado hacer una
comedia sin racismo ni homofobias?”

Por suerte, la primera en responder, Mariana Ríos, aclaró la falsa afirmación


de la pregunta: no se ha logrado eso. Al menos nadie de este panel dio
referencias de ese supuesto logro. El caso que la participante retomó fue de
EUA, alegando que a pesar de que ya pasó más de un siglo de lucha por los
derechos civiles, la población afrodescendiente sigue siendo objeto de
violencia y discriminación cotidiana, donde las bromas racistas son parte de
la cotidinidad. En el cine o la televisión, por ejemplo, se explota el contenido
racista a través de bromas y chistes, estereotipando a la población de un
grupo social específico. Si ha visto algunas de las películas del director Jordan
Peele verá cómo se refleja esa crítica al racismo exacerbado con la mayor
seriedad posible, pero si ve Borat (un documental falso), por ejemplo, habrá
visto como se usa la comedia para criticar el racismo siendo racista en sí
misma.

Figura 2.- Fuente: https://www.independent.co.uk/arts-entertainment/films/news/borat-


revived-by-sacha-baron-cohen-to-mock-donald-trump-on-jimmy-kimmel-a6768096.html

En México, acordaban los participantes, la industria de la comedia se dedica


a legitimar una narrativa. Como bien lo declaró Tenoch Huerta: “Se cree
falsamente en los estereotipos que se crean en las narrativas del mundo del
entretenimiento […] a través del cine, humor, televisión y otros espacios”. Es
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decir, se crean narraciones de entretenimiento que profundizan las prácticas
racistas. La comedia como producto del mercado es clave en esta situación.

La discusión, no olvidemos, giraba en torno al racismo y humor. Aunque


generalizada, pobremente contextualizada y con preguntas poco
interesantes, la discusión siguió su rumbo hacia afirmaciones valiosas de
considerar que pueden servir como resumen de lo discutido, tales como: “El
humor también se puede usar como forma de racismo: asociar la belleza o la
profesión al color de la piel lo que hace es reproducir las formas de racismo”,
afirmó Federico Navarrete; “somos educados en un humor específico […] el
de televisa”, señaló Chumel Torres; “No se puede hacer un humor por igual:
no es lo mismo burlarse de los homosexuales en un país donde hay
homicidios de homosexuales”, recalcó Navarrete; “hay una responsabilidad
del consumidor de no consumir programas de racismo y otras formas de
discriminación”, sentenció Mariana Ríos, entre otras.

Cada una de estas frases daban en el clavo: el racismo como un habitus


donde existe la persona, las instituciones, las estructuras y los campos desde
los cuales se cotidianiza la discriminación. Es decir, la comedia es una
práctica rutinaria que estructura cualquier discriminación social y muchas
veces de manera silenciosa, oculta, “sin víctimas directas”. Esto nos hace
pensar, verdad…parece que ahora tendremos que tener cuidado de qué y de
quién nos reímos. ¿Cuidado por ofender a alguien más? Más bien, cuidado
por reproducir patrones de discriminación estructurales.

Hacer reír a costo del otro


“El trabajo de un comediante es provocar risas en la audiencia [la autora se
refiere a comediantes de stand-up; los que hacen monólogos cómicos en vivo
o en programas televisados], pero para que podamos reír, debemos
suscribirnos a su visión del mundo, al menos durante la broma;
posteriormente, cuando nos reímos de una broma, nos vemos persuadidos
momentáneamente de ver el mundo como lo ve el comediante” (Natalia
Botonaki, 2019). Esto bien se puede sintetizar a través de una frase popular
que aprendí del comediante Ponchito: “el que se ríe, se lleva”.

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¿Cómo determinar qué es ofensivo y qué no lo es? En su artículo, Botonaki
dice que una manera de reflexionar sobre esto es observar la relación ficticia
entre el sujeto que crea la broma y de quién se trata esta. Si el primero habla
“desde abajo”, se asume que está en una posición menos privilegiada que
los otros, los segundos; por lo tanto, uno puede asumir que está bien
burlarse de aquellos que tienen más que uno, pero si uno está abajo y se
burla de los que están “más abajo”, es más fácil leerlo como ofensivo.
Terreno sinuoso en el que nos metemos si seguimos la afirmación a la que
nos invita esta premisa: desde donde me burlo estoy protegido de ser
criticado porque no tengo privilegios en esta sociedad. ¡Soy víctima, soy
inmune! Como sabemos, nadie es inmune.

Botonaki plantea, desde cierta reflexión epistémica, lo siguiente: “Creo que


lo cómico desafía nuestras ideas o versión de la realidad e incita al debate, y
que debido al elemento del humor lo hace sin provocar enojo o disensión”.
En este punto tengo argumentos y sentimientos encontrado con la autora. En
lo primero concuerdo, pues esta práctica genera discusión y favorece que
ideas contrarias se debatan. En lo segundo, no estoy de acuerdo. Sí provoca
enojo y disensión, pero no en el público receptor usual sino en “el otro
público”, al que no va dirigida la comedia, el chiste, la broma, aquellos que
no se toman tan cómico el asunto. Desde afuera, entonces, lo cómico ni se
comprende ni se legitima.

Plato fuerte: un chile toreado espolvoreado con sazonador de carne


Pasando a la segunda parte quisiera mencionar al menos dos frases que me
parece que demuestran algunas falacias argumentativas o falsos positivos en
la relación humor-discriminación: “El humor lo podemos hacer a quienes
están arriba, no para los que están abajo” (Huerta) y “Habrá mejor comedia
cuando la hagan las personas pobres, indígenas, afrodescendientes”
(Navarrete). Ambas afirmaciones son radicales y a mi parecer encubren una
apoteosis del humor, un sentido evidente de superioridad moral. No tengo
que recordar el peligro de seguir esta noción esencialista de fondo: nazismo,
América para los americanos, ¿tienen alma los indios?, eugenesia,
esterilización forzada, limpieza étnica; usted nómbrelo. Hay toda una gama

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de ejercicios discriminatorios y de políticas de biocontrol estatal basadas en
ideas como esta. Analicemos en detalle cada una de estas frases.

En la afirmación de Huerta, que me parece más producto de algún activismo


político que de una reflexión teórica e histórica del fenómeno de la comedia,
nos está afirmando que las bromas, burlas y chistes (asumiendo que estas
acciones y expresiones son parte de la práctica de la comedia) deben
dirigirse a un grupo de élite de la sociedad, “los de arriba”. Para tener una
catarsis, afirma Huerta más adelante, y liberar la presión de la opresión de
“los de abajo”. Entonces, ¿está justificado burlarnos de alguien por su
posición social privilegiada en esta sociedad?, ¿es legítimo y esperado que
hagamos comedia de la vida de la élite? Si es así, entonces podemos afirmar
que no nos importa lo que sienten esas personas; es más, ni es necesario
considerarlas como personas de la misma “categoría”, por su posición en el
mundo –la cual asumiríamos que ya no puede modificarse– podemos y
debemos burlarnos de su vida. ¿Será que tienen alma acaso estos ricos?

El calor del comentario, me parece, se enfoca en legitimar el uso de las


bromas y de la parodia, muy al estilo griego como señaló Huerta, para reírse
de los dioses, de los poderosos, de las autoridades, para “aterrizarlos”. La
comedia de los mortales, débiles o debilitados, los dominados, es el humor
válido en ese sentido, siguiendo la lógica de Huerta. El celebre crítico ruso
Mikhail Bahktin, de hecho, asume esta postura para explicar cómo satirizar o
señalar lo incongruente o absurdo de una situación era utilizado por el
pueblo durante los carnavales europeos para no caer en la desesperanza de
la dominación. Si justificamos entonces que cualquier burla “desde abajo”
tiene ese fin, de fondo estamos aceptando otra premisa: mi risa y burla son
políticamente legítimas y superiores a la de ellos. Mi burla en el carnaval y en
la cotidianidad (como si no hubiera diferencias de comportamiento entre una
fiesta y un día regular) hacia la clase política está justificada por nuestras
posiciones en el mundo. Olvidaríamos aquí una noción completamente básica
en las relaciones humanas: la risa es humana, social y sin pertenencia
exclusiva de un grupo. Nadie es dueño de la comedia ni de alguna moral
superior para utilizarla. Aunque ciertamente, es obvio que la clase

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privilegiada intenta posicionarse aquí utilizando los medios de comunicación
como una plataforma hegemónica para ello.

El comentario de Navarrete, por otro lado, tiene más trabas, pues en su


desarrollo él mismo afirmó que “a lo mejor es políticamente incorrecta [la
comedia de las personas pobres, indígenas, afrodescendientes] porque
estará marcada por un resentimiento de muchos años de opresión,
justificados”. Además, concluye su comentario diciendo “El humor que se
burla de otros no es humor, es medianamente cómico”. Y así, todo parece
que tiene un amarre adecuado, con un argumento contundente, limpio y
salvaguarda la legitimidad de burlarnos de unos sin caer en algún moralismo
superior. Están históricamente justificados, nos señala Navarrete y por tanto,
puede que al comienzo sea una comedia resentida, vulgar, atrevida,
grosera… pero está justificada porque al final, será mejor. Recuerden, “habrá
mejor comedia”, responde Navarrete, dejando patente el trasfondo de su
entendimiento del fenómeno: la mejor comedia, asume él, viene de aquello
entendido como la periferia social, los grupos oprimidos, los que están en
resistencia, los subalternos. ¿Qué es “mejor comedia” y por qué vendría de
estos sectores de la sociedad?

El solo hecho de terminar su comentario con la frase “medianamente


cómico” pone en evidencia otra certeza: no existe una única comedia. La
comedia sí es comedia para algunos y no para otros. Es decir, reconoce, de
fondo, que incluso la discriminación puede ser cómica para algunas
personas. Por supuesto que puede, si no Polo Polo, la India Yuridia, la casa de
las bromas, Adult Swim, y otros entretenimientos televisados, no tendrían el
gran éxito nacional e internacional que han alcanzado. El público al que le
apuntan, al que le hacen las bromas, es un público que demanda esas
bromas, que quiere esa comedia. Es una realidad dura pero definitiva:
consumimos discriminación en la comedia. Como lo explica bien Giseline
Kuipers: “Las personas que no comparten el sentido del humor a menudo son
rechazadas. Reír juntos es una señal de pertenencia: aquellos que se unen a
la risa, son parte del grupo; aquellos que no se unen se exponen como
extraños” (Kuipers, 2010).

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Si existe una comedia superior, siguiendo la asunción de Navarrete y Huerta,
existe una “buena comedia”, una de la cual todos podemos reírnos
abiertamente, sin sentirnos mal, sin discriminar y seguros de que nuestra
moralidad quedará intacta. Falsedades e idealismos. No hay comedia
superior así como no hay ética superior. Para muestra, una imagen de la cual
nos podemos reír o reflexionar profundamente si quiere:

Figura 3.- Fuente: https://www.todamateria.com.br/etnocentrismo/

¿Quién se ríe de quién? ¿Se identifica usted con el sacerdote blanco que está
riendo hilarantemente en el piso o con el negro semidesnudo en cuclillas que
adora a su totem? ¿o quizás se identifica con el otro tótem, el del hombre
blanco y barbudo clavado en la cruz? ¿o acaso creía que entre un dios y un
tótem había alguna diferencia tácita o evolutiva?

De postre tenemos un nutritivo algodón de azúcar


Concuerdo en que el humor que se burla de otros es discriminatorio, es un
recurso pobre, artísticamente hablando, para generar comedia; es
reproductor de prácticas de violencia social. Sin embargo, esto que digo es
parte de mi postura ética y filosófica de vida; asumirla como superior al
humor de otros –vean como utilicé la frase “recurso pobre”– es asociar la
comedia de un sector –“los de en medio o los de abajo”– a una comedia
superior, mejor, de calidad. Son falacias.

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Siguiendo el planteamiento del antropólogo Richard Shweder (2000) tenemos
al menos tres criterios universales éticos o normativos para medir y evaluar
una situación social: "ética de la autonomía, la ética de la comunidad y la
ética de la divinidad" (J. Bruner, 2003, pp. 102–103). Estos criterios nos
sirven para entender o explicar, al menos conceptualmente, que no hay un
grupo social que no utilice parámetros éticos que encuentre positivos,
legítimos y necesarios de ser aplicados; por lo tanto, hay actitudes o acciones
que son éticamente inaceptables. Es decir, marcamos límites de lo que
aceptamos y de lo que no. No hay cultura en el mundo que no cuente con
recursos así, de tal forma que afirmar que un grupo social tenga un humor
que no dañe a nadie o una comedia mejor que otra es absurdo. Esto no
quiere decir que sea imposible hacer reír o crear situaciones cómicas sin
ofender a alguien, sino que en algún punto de la práctica de la comedia, esto
puede ser y sucederá. Esto último es más seguro aun cuando el grupo que
dictamina las reglas asume –y aquellos que las siguen– que éticamente son
superiores por divinidad, porque ellos mismos así lo dicen (comunidad) o
porque un individuo carismático lo afirma (autónomo).

Mondadientes de espina de pescado


Todo esto nos deja una reflexión final: los grupos que hegemonizan el humor,
que nos dicen de qué está bien reírnos, de quién está bien burlarnos, ocultan
los privilegios situados en una clase, piel, género, grupo específico: hombres
blancos heterosexuales de clase media-alta y aquellos que aspiran a este
modelo. ¿Como notar esta hegemonía? Fácilmente. Repase en su mente las
películas, telenovelas, series e incluso, anuncios publicitarios que ha visto y
notará que hay patrones que siguen, estereotipos que se vuelven
estigmatizaciones y te susurran en el oído: “esto es normal, está bien reírte
un poco; al final es cierto”. Pondré algunos ejemplos de programas de
televisión o películas que favorecen esta hegemonización, este control
ideológico que se cotidianiza sutilmente a través de diferentes medios de
comunicación. Entiéndase, por cierto, que detrás de cada película, serie o
sketch cómico, hay una cadena o una organización editando, afirmando y
legitimando dicha comedia. Aviso de spoilers (puede que usted vea el
nombre de su programa favorito y tenga dudas sobre su existencia): La casa
de la risa (Televisa), Padre de familia (Family guy), La casa de los dibujos

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(Drawn together), la serie Policías (Cops) de Paramount Network, El Dictador
de Paramont Pictures, Los Conguitos, cualquier película de “La India María”.

Todos estos shows perpetúan estereotipos asimilacionistas de lo que una


persona puede ser y hacer “dado” su color de piel, etnicidad, género, gustos
sexuales, capacidad económica, procedencia e incluso, altura física.

Bibliografía
Bergson, H. (2011). La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad (1ra edición; R.
Blanco, ed.). Buenos Aires: Ediciones Godot.

Kuipers, G. (2010). Humor Styles and Symbolic Boundaries. Journal of Literary Theory, 3(2),
219–239. https://doi.org/10.1515/jlt.2009.013

Almeida V., José, 1999, «Racismo, construcción nacional y mestizaje», en José Almeida
(comp.), El Racismo en las Américas y el Caribe, Quito, Departamento de Antropología puce /
ABYA YALA, pp. 189-217.

Botonaki, N. 2019. “Comedy and the Comic in Contemporary Society”.

Shweder, R. 2000. The psychology of practice and the practice of the three psychologies.
Asian Journal of Social Psychology, 3(3), 207–222.
https://doi.org/10.1080/08893675.2015.980133

Lucas 23:34, en La Biblia de las Américas © 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation,
La Habra, Calif, www.lockman.org. Usadas con permiso.

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