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7/9/2017
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DIRECTORIO DE IGLESIAS
Kimm y yo tuvimos una sesión premarital antes de nuestra boda. Duró quizá cinco minutos, el
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tiempo suficiente para que el bien intencionado consejero nos entregara una caja de casetes y nos
instara a escucharlos. Los arrojamos al maletero. Un día, nueve meses después, quería que se los
Acerca de nosotros
regresáramos. No fue problema, ya que estaban justo donde los dejé, en el maletero, sin abrir y sin
usar.
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Es aterrador pensar que en realidad no estamos preparados para el matrimonio. No culpo a nuestro
consejero. No estoy seguro de que él haya tenido consejería prematrimonial tampoco. Pero a
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medida que reflexiono sobre los últimos 35 años, han habido algunas sorpresas que conocer
habría sido útil.
Aquí hay seis sorpresas que creo que cada pastor o consejero prematrimonial debe cubrir.
Pide prestadas las gafas de otro para mirar a tu ser querido a través de sus ojos. Además,
asegúrate de hablar de las tres “p” de pecados pasados: patrones, parejas, y particulares. No te
dejes enojar por lo que descubras. Tu amado es pecador como tú. Recuerda: nuestro pecado es lo
suficientemente horrible como para requerir que la sangre de Cristo lo quite. Pero la gracia de Dios
tiene poder sobre las “erupciones del pecado” que no podías ver antes del día de tu boda. No
tengas miedo. La caída que descubres se convierte en un drama para mostrar la redención de
Cristo.
2. La sorpresa del conflicto
Pensé que los primeros años del matrimonio eran sobre cómo Kimm necesitaba mejorar. Puedes
adivinar a dónde llevó eso. Según los gurús del matrimonio, nuestros conflictos tempranos
simplemente indicaban una falta de comunicación. Pero la Biblia dice: “¿De dónde vienen las
guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus
miembros?” (Stg. 4:1-2).
Las peleas y los argumentos suceden cuando no conseguimos lo que deseamos. Mis primeros
conflictos con Kimm revelaron lo que anhelaba. Me enojé con ella porque, bueno, yo tenía un
corazón orgulloso. Quería que Kimm me respetara. Pensé que ser respetado era una especie de
derecho inalienable fundamentado tanto en la Escritura como en la Constitución de mi país. Pero
no pasó mucho tiempo antes de ver cómo un buen deseo puede corromperse y convertirse en una
demanda dañina.
Pensé que cada mandamiento bíblico para mi esposa revelaba una necesidad en mí y un derecho
que me pertenecía. Pero he venido a ver que esto quita a Dios del panorama y me pone en su
lugar. Claro, una esposa respetuosa contribuye a la armonía marital. Pero los mandamientos de
Dios para Kimm existen para ayudarla a crecer en amor por Él. No fueron dados para que yo
manipulara mis propios fines.
Pero Dios ordena el ritmo del cambio de acuerdo a factores que no podemos ver. A veces lo da
lentamente para humillarnos. Esto nos recuerda que no somos Él. A veces, Él da el cambio
lentamente para enseñarle a nuestro cónyuge paciencia, amor, y misericordia. Cuando dos
personas están unidas, el crecimiento que Dios da a uno siempre tiene el alma del otro en mira.
Exigir un cambio inmediato en un nuevo cónyuge es una gran manera de introducir otros
problemas en el matrimonio.
Dado que el cambio lleva tiempo, debemos ayudar a las parejas jóvenes a cultivar la confianza en
el mensaje del evangelio, para que no se sientan tentados a cansarse o enojarse. El evangelio ha
aparecido, y nos enseña a vivir vidas rectas y piadosas mientras esperamos la manifestación de
Cristo (Ti. 2:11-13). El cambio que Cristo traerá vale la pena esperarlo.
Te sorprende que la cama matrimonial requiera tanto ensamblaje, compromiso, y trabajo. Para
muchos cristianos, el sexo es “meh”. En el primer siglo, Pablo tuvo que hablar con la iglesia de
Corinto sobre malentendidos y expectativas sexuales (1 Cor. 7:3-5). La vida no ha cambiado mucho
desde entonces. Es una realidad sorprendente, y las parejas jóvenes necesitan estar preparadas.
Típicamente, la gente reduce esto a la geografía; “Me estoy mudando de la casa de mi padre con
mi nueva esposa al otro lado de la ciudad”. Pero “dejar y unirse” también altera la autoridad y
responsabilidad de los padres. Una vez que una pareja se casa, hay un cambio sísmico en el papel
de los padres. No dejan de ser mamá y papá, pero no pueden esperar ser honrados de la misma
manera que cuando los niños eran jóvenes. Mientras pasa el tiempo, la frecuencia juntos, dónde
pasan las vacaciones, las expectativas de ver a los nietos, la forma en que se comparten opiniones
o consejos, todas esas gloriosas bendiciones deben salir del reino de la expectativa y entrar en el
ámbito de la colaboración.
El dolor y la angustia pueden entrar en tu mente sin previo aviso. Se arrastra hacia arriba cuando
estás abajo y puede saludarte el momento en que despiertes. Pero el perdón bíblico absorbe por lo
menos dos costos. Primero, un cónyuge debe decir: “No voy a castigarte”. No hay una persona
entre nosotros que no haya procesado mentalmente a su cónyuge y pronunciado el veredicto
pronunciado por el siervo despiadado en Mateo 18:28, “¡Paga lo que debes!”. Pero para que el
perdón suceda, debemos negar nuestro instinto de estrangular a un deudor y liberarlo del castigo.
Segundo, debemos decir: “Yo pagaré la deuda de este pecado”. La deuda no se evapora
misteriosamente. Si te presto $10 y te niegas a pagar, el dinero no aparece mágicamente en mi
billetera. Alguien tiene que asumir el costo. Esto a menudo acarrea reconciliación. Queremos
perdonar, pero asumimos que no debería costarnos. Sentimos que la pura voluntad para no
vengarse es suficiente. Instintivamente reaccionamos ante la injusticia de absorber una deuda: “¡Tú
lo hiciste! ¿Y ahora yo pago la cuenta?”. Tratar a nuestro cónyuge como merece su pecado (con ira,
retirada, o castigo emocional) parece más justo y equitativo. Pero cuando haces esto, haz olvidado
lo mucho que ya haz sido perdonado. Haz olvidado la deuda que Cristo pagó por ti. Te perdonaron
una gran deuda. El matrimonio a menudo significa hacer lo mismo.
Si eres un pastor o consejero matrimonial, cuéntales las sorpresas que brotarán inevitablemente en
el matrimonio. Los preparará para la mayor maravilla de cómo Jesús trabaja a través de personas
quebrantadas, para revelar su inigualable amor (Ef. 5:31-32).
Imagen: Lightstock.
Dave Harvey es el fundador de Am I Called? (¿He sido llamado?), y pastor de predicación en Four Oaks
Church en Tallahasse, Florida. Es el autor de “Rescuing Ambition”, “Am I Called?”, y “Cuando pecadores
dicen 'acepto'”.
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