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LAS BOMBAS DEL PILAR

Bombardeo de la Basílica del Pilar por el Frente


Popular: El Milagro de las bombas
 

    Todos los 3 de agosto se conmemora el bombardeó por las fuerzas del Frente Popular a la
Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Así lo recogía la portada del periódico
Solidaridad Obrera- AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores): “Zaragoza a punto de
rendirse. Ayer, por la tarde, nuestros aviones bombardearon el templo del Pilar”.

 
Madrugada del 3 de agosto de 1936
 
   Ese día el trimotor republicano Fokker lanzó tres bombas, de 50 kilogramos cada una, sobre
las torres de la Basílica del Pilar. Una de ellas quedó clavada en la plaza de la Basílica del Pilar,
otra atravesó el techo y la última logró penetrar la bóveda del coreto de la Virgen y causar
serios daños en el marco dorado de “La adoración del nombre de Dios”, de Goya. Ninguna de
ellas logró estallar ni causar daños de consideración, hecho que fue atribuido a un milagro de
la Virgen. Las bombas fueron desactivadas y hoy en día se exhiben en pilastras cercanas a la
Santa Capilla.
 
   El trimotor Fokker pilotado por Gayoso, llevaba 4 bombas de 50 Kg. cada una, y los
mecánicos habían construido un colector que recogía los 9 escapes de humo en uno solo, para
hacer más difícil su detección.
 
   Pasadas las 2 de la madrugada del día 3 de agosto de 1936, se oyó el zumbido de los motores
de un avión, algo poco frecuente hasta entonces, sobre todo a estas horas. El avión volaba
bajo, a unos 150 m, y al no disponer en aquel barrio de defensas antiaéreas, el Fokker rojo dio
unas pasadas, rozando las torres del Pilar.
 
   El avión lanzó tres bombas sobre la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, pero ninguna hizo
explosión. Una de ellas se clavó en la calle, a unos pasos del templo. Otros dos artefactos
cayeron sobre la Basílica, una atravesó el techo dando en un nervio de la bóveda de descarga
de la cúpula de la Santa Capilla, como puede comprobarse hoy a simple vista. La otra cayó en
el mismo marco dorado del mural de Goya en el Coreto y la perforación también es visible en
su lateral derecho. Los daños causados fueron más de índole artísticos que materiales, ya que
los artefactos tampoco llegaron a explosionar. 
  
Zaragoza, 3 de agosto de 1936.
El S.T.M. de la Virgen del Pilar y el Milagro de las bombas 
por Martín Ibarra Benlloch
 
     “No deja de ser curiosa, para muchas personas que visitan el Pilar por primera vez, la
presencia de dos bombas de avión colgadas en el lateral derecho del frontal de la santa Capilla.
Posiblemente, estas personas se pregunten: ¿qué hacen aquí estas bombas?"
 
   Hace unos meses tuve la oportunidad de conversar con Jesús Francico Perisé, coronel de
aviación retirado, que me habló extensamente del bombardeo sufrido por el templo del Pilar la
noche del 3 de agosto de 1936 por la aviación republicana. Como quiera que su interpretación
nos pareció muy ajustada a la realidad, le solicitamos que escribiera este recuerdo. A
comienzos de marzo de este año 2004 nos ha pasado un documento manuscrito; nos
limitamos en este artículo a transcribirlo. Con ello pensamos rendir tributo a la historia local,
pero también universal, que no en vano la Virgen del Pilar es la patrona de España y de la
Hispanidad. Algunos, en su odio hacia Ella y lo que representa –el catolicismo-, decidieron
acabar con su templo y devoción. No lo consiguieron con bombas.
 
   “No deja de ser curiosa, para muchas personas que visitan el Pilar por primera vez, la
presencia de dos bombas de avión colgadas en el lateral derecho del frontal de la santa Capilla.
Posiblemente, estas personas se pregunten: ¿qué hacen aquí estas bombas?
 
   No sé si en el Pilar existe alguna persona encargada de dar respuestas convincentes del
hecho provocador a tantos grupos de curiosos que, en su recorrido por el Santo Templo, se
detienen a diario ante el lateral expositorio de estos artefactos destructores, tratando de
indagar y conocer su historia.
 
   Confieso que, en mis frecuentes visitas a la Virgen, a la vista de estos grupos de curiosos, más
de una vez he estado tentado para acercarme a ellos y, como testigo ocasional de la acción
aérea y, especialmente, como profesional militar de vuelo, tratar de darles –según mi modesta
opinión- una posible explicación –digamos táctica- del desarrollo del ataque y de sus
circunstancias. Si hablamos en términos táctico-históricos, estas dos bombas, más una tercera
que cayó fuera del Santo Templo, fueron lanzadas sobre el Pilar por un avión a las tres de la
mañana del día 3 de agosto de 1936. España, entonces, padecía una guerra civil, desde el día
18 de julio del mismo año. El avión, a juzgar por su ruido itinerante, procedía de la llamada
zona roja o republicana.
 
   Pues bien, a dicha hora, yo –cabo de milicias- me encontraba de servicio en la explanada del
cuartel del regimiento de Caballería de “Castillejos”, acompañado por un miembro de este
Regimiento; estábamos hablando y cambiando impresiones de la guerra cuando, de pronto,
hacia el Este, nos pareció apreciar el ruido en aumento de un avión que se nos iba
aproximando; ello nos puso en estado de alerta ante el peligro que pudiera acarrear su paso
por la ciudad y su posible acción ofensiva, si se trataba de un avión enemigo, como en principio
sospechábamos, a juzgar por la ruta seguida de su ruido itinerante: de Este a Oeste. Pero
hagamos un pequeño paréntesis aclaratorio del ambiente. La noche del bombardeo era una
noche clara por el resplandor de la luna llena que, no muy alta sobre el horizonte, la teníamos
visible mirando hacia el Noreste de nuestra posición. El avión, de cuya relativa situación nos
daba fe únicamente el ruido de sus motores, era invisible para nosotros hasta que su desfile
frente a la luna, nos permitió verlo –en silueta- por un instante. Su proyección en la luna nos
hizo concluir que el avión volaba bajo y entonces, si era enemigo, ¿con qué reacción antiaérea
contábamos? Pues parece ser que nuestros medios de reacción eran más bien precarios, a
quince días del comienzo de la guerra, lo cual permitía a la tripulación enemiga moverse con
bastante libertad en aquella operación de ataque. Entonces guardamos un silencio expectante,
temiéndonos lo peor; pero, tras un tiempo prudente, ante el silencio de la ciudad supusimos
que el avión era amigo y cesamos en nuestros temores. Sin embargo, más tarde, ya en pleno
día, nos enteramos del ataque y sus circunstancias que nos relataron así, más o menos:
 
   A las tres de la mañana un avión enemigo ha bombardeado el S.T.M. de la Virgen del Pilar.
De las tres bombas lanzadas sobre el Santo Templo dos han impactado en su tejado y una
tercera ha caído fuera del Templo en la plaza, quedando de pie incrustada en el adoquinado
del suelo. Ninguna de las tres ha hecho explosión. ¡He aquí el supuesto milagro! ¿Y ahora,
después de tanto tiempo, qué consideraciones podrían aportarse para justificar la existencia
de un milagro? Pues veamos. En mi condición de testigo parcial del vuelo del avión atacante,
desde “Castillejos”, podría aportar la afirmación de que el avión volaba bajo, en su ruta hacia la
ciudad. De ser así, la condición táctica del bombardeo fue incorrecta. Los pilotos militares
sabemos que bombas como éstas requieren una altura determinada de lanzamiento para
efectuar su “armado”, es decir, que la disposición interna de los elementos que intervienen en
la explosión estén libres para su acción en el instante de la percusión de la bomba sobre el
objetivo. El resultado, pues, del bombardeo fue la no explosión de ninguna de las tres bombas.
La caída en la plaza permanecía íntegra –como puede verse en la fotografía adjunta-. Las que
impactaron en el Templo se fracturaron tras el impacto y la perforación de la bóveda. Una
perforó la pechina izquierda del arco frontal de la Santa Capilla –como puede comprobarse hoy
a simple vista, desde el suelo. La otra cayó sobre el coreto y la perforación es visible también
en su lateral derecho. Aún cabría añadir, como argumento del error táctico, la baja cota del
ataque, lo que llamamos en bombardeo el “reguero”, es decir, la distancia entre impactos de
las bombas. Marcado el impacto de la bomba en la plaza con la inscripción que puede leerse, y
los dos impactos de tres bombas caídas sobre el Templo, parece ser un argumento más a favor
de la sospecha del lanzamiento incorrecto, por altura insuficiente.
 
   Por último, el milagro cabe atribuirlo a un error humano-táctico. Podríamos calificarlo de
milagro cerebral. Posiblemente, la tripulación, ante la acción nocturna, que requería gran
precisión, con el apoyo del resplandor de la luna y, tal vez, con la obsesión de acertar
plenamente en el objetivo, descendió a una cota de vuelo que anulaba la predisposición
interna de los elementos constitutivos para la explosión de las bombas en sus respectivos
puntos de percusión.
 
   De todas estas consideraciones bien podríamos llegar a la conclusión de que el Cielo, la
Providencia divina y nuestra Madre la Virgen del Pilar transformaron aquella operación odiosa,
en un instrumento que sirve diariamente para muchos para incrementar su fe y devoción a la
Santísima Virgen.
 
   Así pues, el “milagro de las bombas”, bien podríamos calificarlo como “milagro cerebral”.
 
 
Manuel Morillo

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