Pachi Larrosa
Posvanguardia.
1
eso fue vanguardia hace diez años. Ahora cualquier
quemasartenes te planta un sifonazo encima de la dorada y se
queda tan contento con su «cocina creativa». Y es que, a veces
se nos olvida que Ferrán Adriá cerró El Bulli hace años. El
problema es que la segunda parte del mensaje se queda cojo:
Hay que volver a los orígenes, al sabor de las cosas sencillas y
poco manipuladas, a la esencia de la memoria gustativa; lo
importante es la cocina, no el cocinero; un restaurante no es
ni un circo ni un cabaret ni un plató de televisión; naturalidad,
sencillez... no se si les va sonando. En definitiva, como si del
oro como valor refugio para inversores precavidos
estuviéramos hablando, así la cocina de mercado, la cocina
tradicional, las cocinas regionales, son el útero materno al
que regresar en tiempos de tribulación. Eso sí, siempre que se
tenga claro que tradición e innovación no son los polos
opuestos de una dicotomía.
2
conjunto de movimientos artísticos, culturales, literarios y
filosóficos del siglo XX, que se extienden hasta hoy, definidos
en diverso grado y manera por su oposición o superación de
los recios cánones de la Edad Moderna. Y en sociología, los
términos posmoderno y posmodernización se refieren al
proceso cultural observado en muchos países en las últimas
décadas, identificado a principios de los años setenta.
3
sino ejecutar la receta con exactitud,‐ bramaban los grasos y
borrachuzos generales‐ a estrenarse como compositor”.
10‐Ser inventivo
4
autonomía de todas las formas posibles: con el contenido de
los platos, con la manera de servirlos, con su relación con la
clientela y con los medios de comunicación y, simplemente,
por la manera de relacionarse entre ellos”. Y esa nueva actitud
frente a la comida, al cliente y a sus compañeros de profesión
tuvo un impacto notable permitiendo la eclosión de altas
cocinas nacionales y regionales y, en España, específicamente
la nueva cocina vasca, con un grupo de cocineros que,
encabezados por Arzak, y desde un planteamiento generoso y
ajeno a todo corporativismo, abrió sus técnicas y experiencias
a cocineros de todas las comunidades del país.
Simplemente, Raimundo
5
grasa...’, decían”. El mismo Raimundo, en esa entrevista,
afirma que “aprendí mucho de Paul Bocuse, no solo yo sino
todos los de la misma edad”. O en boca de Váquez Montalbán,
que le llama precursor de la Nouvelle Cuisine, y le dedica este
párrafo en una de sus columnas en ‘El País’, en agosto de
2000: hablando de cocina murciana, “sería incompleto aviso
no citar el culto a la berenjena y muy especialmente uno de
los platos cimeros de El Rincón de Pepe: berenjenas con
gambas, avalador de que la berenjena fuera símbolo de la
mediterraneidad unida y jamás vencida. Imprescindible
emblema fuera una berenjena rampante sobre campo de
gulas”. O en boca de Euroresidentes: “Raimundo González fue
artífice de una revolución de la cocina murciana que anticipó
la renovación y puesta en valor de la cocina tradicional. ¡Qué
decir de la textura, sabor y creatividad de una sencilla crema
de berenjenas en los años sesenta! O las más de mil tapas en
una carta que parecía una Biblia y que podían degustarse en
una barra que todavía hoy imitan muchos restaurantes». O en
la imaginaria boca de Pepe Carvalho, el protagonista de la
primera novela negra gastronómica de la literatura española,
en la obra ‘Los Mares del sur’. De hecho, Vázquez Montalbán
hizo que el detective cocinara las famosas berenjenas de
Raimundo, si bien con alguna pequeña variación, y con alguna
otra referencia a Murcia en la escena:
6
Pero hay más, mucho más. En el libro de mi colega Ismael
Galiana, ‘Raimundo’, editado por el Club Murcia Gourmet, el
gran Pedro Subijana escribe: “Efectivamente, Raimundo fue
uno de los pioneros en participar en los encuentros entre
cocineros, desde las míticas primeras Jornadas Gastronómicas
organizadas por el Club Gourmet”. En esta misma publicación
puede leerse: “ Por los años sesenta, jóvenes cocineros vascos
(Arzak, Subijana, Arbelaitz, Arguiñano… y así hasta once), a
los que pronto se suma Raimundo González Frutos, deciden
cambiar el rumbo de la cocina española (…) acogiéndose al
movimiento llamado ‘nouvelle cuisine’, nueva cocina o
también cocina de mercado, inspirados por Paul Bocuse. Y el
propio Arzak, el padre de este movimiento de la nueva cocina
vasca que acabó poniendo las cocinas españolas a la
vanguardia mundial, relata: “No puedo borrar de mi recuerdo
la desinteresada participación de Raimundo en aquella
renovación rupturista culinaria de los setenta del pasado
siglo, que impulsó también en su tierra”. Arzak destaca en el
mismo libro “su decisiva intervención en noviembre de 1977
(hace cuatro décadas) en la trascendental, para nuestra
culinaria, II Mesa Redonda sobre Gastronomía (…), dedicada a
las cocinas regionales, en la que Raimundo destacó en defensa
y exaltación de su maravillosa huerta y arraigada cocina”.
Cocinas tradicionales
7
radio, periódico, que no reserve un espacio importante a las
andanzas de nuestros gurús gastronómicos, se encumbran a
cocineros como si fueran preclaros líderes de la nueva
‘intelligentzia’, alquimistas moldeadores de la sociedad de los
sentidos... se habla, se habla, se habla... mucho más de lo que
se cocina. Y claro, al hablar tanto, se dicen muchas tonterías.
No hay restaurante que se precie que no defina su cocina
como «mediterránea», «de mercado», «creativa» o
«divertida». Vamos a ver: «cocina mediterránea». ¿Existe tal
cosa? Es decir, ¿hay un acervo culinario, un recetario
específico que aúne cocinas como la española, la marroquí, la
israelí o la mauritana, por un poner? Y lo de «cocina de
mercado». Pues claro que de mercado. ¿De dónde vamos a
sacar si no las viandas que llevaremos a los fogones? ¿De una
ferretería? Se trata de una expresión hermana de otra:
«Cocina de temporada», que tuvo su sentido mientras los
productos que llegaban a la mesa dependían del albur de los
ciclos naturales. (En la época de Paul Bocuse no había cultivos
de invernadero. Hoy, con los avances en la industria
agroalimentaria, prácticamente, cualquier producto puede
estar en nuestro plato en cualquier época). Claro que la mejor
alcachofa siempre será la de invierno al igual que el mejor
guisante. El del Campo de Cartagena, desde luego.
Lo de «cocina creativa» es otra cuestión. Échense a temblar,
señores, porque hoy, con el influjo seductor de las grandes
estrellas mediáticas de los fogones, cualquier aprendiz de
brujo que no sabe hacer un plato de lentejas decente se
declara «autor», como si antes de ser escritor no fuese
necesario ser escribiente.
Y sobre la «cocina divertida» qué quieren que les diga. A mí lo
que más me divierte en un restaurante es que me den bien de
comer, con un buen servicio y a unos precios razonables. Lo
demás son cuentos.
Pero volvamos al sofrito. El antropólogo estadounidense
Sydney Mintz asegura que la alimentación cumple a la vez las
funciones de comunicación y de identificación con el grupo al
8
que se pertenece: “Los alimentos que se comen tienen
historias asociadas con el pasado de quienes los comen: las
técnicas empleadas para encontrar, procesar, preparar, servir
y consumir esos alimentos varían culturalmente y tienen sus
propias historias. Y nunca son comidos simplemente; su
consumo siempre está condicionado por el significado. Estos
significados son simbólicos”. De hecho, la cocina siempre ha
sido uno de los relatos básicos en la conformación de las
amalgamas locales, grupales, regionales. Naturalmente, es en
la cocina tradicional donde se concentran los referentes
personales (la cocina de la memoria, ‘la cocina de la abuela’) y
colectivos (el relato identitario) que forman parte de nuestra
herencia. Una cocina la tradicional, que, desde luego,
evoluciona con el tiempo, cambia, incorpora elementos de
otras cocinas aportados como consecuencia de la
permeabilidad de los territorios donde estas cocinas se
elaboran. “De esta forma, la cocina tradicional regional
constituye un patrimonio construido social e históricamente.
Se trata de un acervo que se ha ido enriqueciendo y
modificando generacionalmente y que se ha recreado y
transformado localmente”. (Meléndez y de la Torre). Por
tanto, el adjetivo ‘regional’, referente al entorno territorial
donde se ejecuta esa cocina se complementa con el de
‘tradicional’, que acota su tipología.
9
cada vez más pequeño, los centros de poder se desplazan de
los estados a las grandes corporaciones que imponen a
marchas forzadas la uniformidad, preparando a los habitantes
de la tierra, sin distinción de origen, para un ‘paladar global,
homogéneo, desconectado con el territorio a escala humana.
En palabras de Javier Urroz, decano de los periodistas
gastronómicos del País Vasco, “los medios han trasmitido al
público una realidad determinada, la de los cocineros
galácticos, que sienta las bases del fenómeno: el de la
modernidad forzada. La imagen emitida se desentiende de
nuestra memoria gustativa, de nuestra cultura expresada a
través de sus platos, de su renovación paulatina. Se les ha
visto el plumero”. Y continúa: “ Nadie previene a un público
que no sabe, que no discrimina que lo que realmente se está
guisando es el menú del futuro: sin arraigos culturales, sin
productos de temporada, sin sabor local… la globalización no
puede permitirse esas menudencias”. Movimientos como Slow
food, nacido en Italia, kilómetro cero, o el sello con el que los
restaurantes franceses pueden identificar en sus cartas la
comida de elaboración «casera» son manifestaciones de esa
‘resistencia’ a la homogeneización culinaria y hasta cultural
que la globalización dominada por el mundo anglosajón
pretende instaurar en todo el planeta a mayor gloria y
beneficio de las grandes corporaciones alimentarias.
10
salsa de miel y mostaza esté más o menos equilibrada y que la
carne de pollo esté picada de una manera más o menos fina; la
cuestión es que la forma de comer y vivir que difunde Burguer
King es incompatible con la forma de vida de la cultura
milenaria del Mediterráneo y termina siendo destructiva para
la misma”. Y terminaba su contestación: “ Sepa que, en
nombre de la cocina, pienso volcarme cada día más en hacer
pedagogía a favor de una alimentación sana, gustosa,
respetuosa con el territorio y acorde con nuestras culturas
mediterráneas”.
11
tradicionales. Es mucho más, se trata de una transformación
de la tradición culinaria. El eslogan publicitario de unas
famosas bodegas españolas reza: “150 años innovando para
mantener la tradición”. Y es que esta última tiene una
naturaleza dinámica, se reelabora, se modifica, de ahí su
íntima relación con la innovación.
12
13
impermeable a cocinas y experiencias de otras latitudes. Un
círculo vicioso a romper.
14
% de los encuestados prefieren la cocina tradicional y un 11,6
% la cocina “innovadora”.
El debate molecular
15
modernidad consiste en transformar su cocina en un
laboratorio. (…) No dudan en utilizar productos sintéticos sin
demasiados miramientos. En algunos casos, el producto llega
a desaparecer, triturado, desestructurado, aromatizado y
recompuesto de otra forma. La industria agroalimentaria da
alas a esta seudomodernidad que le permite imponer sus
productos a un mercado cautivo”. Y sigue: “el verdadero
peligro no es que fulano o mengano sigan este camino, a veces
con un talento inmenso; sino que los cocineros jóvenes, que
dudan sobre qué camino seguir, encuentren en él un modelo”.
A todo ello, el propio Santamaría concluye: “se puede ser
crítico con cierta clase de modernidad culinaria, encarnada
por la cocina molecular sin ser reaccionario”.
Hemos visto que la cocina de mercado es un espejo del
territorio, recuperadora del patrimonio gastronómico,
forjadora de identidad, motor de desarrollo del tejido social
de su entorno y barrera de contención ante la
homogeneización gastronómica (y por tanto cultural) de la
globalización. Pero también es sostenible. Y digo esto a riesgo
de sucumbir a la polisemia, porque si alguna palabra se ha
vaciado de contenido a base de usarla fuera de contexto más
que ‘democracia’, ha sido ‘sostenibilidad’. No hay proyecto,
idea, ocurrencia o tontería que venda un político que no se
etiquete como ‘sostenible’. La cuestión es muy compleja y muy
simple a la vez. Hay formas de producción lesivas para el
medio ambiente, destructoras de un legado que deberíamos
preservar para las generaciones futuras. Lesivas por el
desmedido consumo de recursos y la elevada generación de
residuos. Una cocina vinculada al territorio inmediato, que
promueve los productos agroalimentarios mediante técnicas
no contaminantes, formas de producción ahorradoras de
energía y otros recursos y que produzcan menos residuos, o
en todo caso estos sean reciclables; una cocina que pone en
valor los productos artesanos, a los productores que utilizan
medidas antiplagas biológicas, que huyen de procesos
industriales a gran escala; una cocina, en definitiva, que busca
16
el mejor producto y el más fresco, el menos manipulado o
alterado en sus condiciones naturales, es sin duda, una cocina
bastante sostenible (permítaseme el ‘bastante’ por
prudencia). Y esa cocina no es otra que la de mercado.
El manifiesto
17
comportamiento cultural propio y característico. Cualquier
comunidad expresa a través de la cocina no sólo unos
determinados hábitos gustativos, sino también una personal
manera de ser como colectividad diferenciada. Preservar la
especificad de cada pueblo debe ser un reto tanto culinario
como cultural. La formación y el diálogo intercultural,
también en cocina, tienen que hacerse y promoverse desde el
respeto a las diferencias y a la identidad.
18
política global más justa en favor de los países y pueblos
más pobres y desfavorecidos.
19
proporcionar algo más que nutrientes mediante los alimentos
es la apelación a la memoria. Uno goza de un plato porque le
emociona, y le emociona porque le transporta a otro tiempo
lejano, generalmente feliz y despreocupado, ajeno a la
tensiones y a la dura pelea del día a día, en el que estuvo
protegido día y noche: la infancia y primera juventud. En la
película de animación ‘Ratatouille’, el despiadado crítico
gastronómico Antón Ego, verdugo de chefs y enterrador de
restaurantes, queda paralizado de placer ante un ratatouille,
una especie de pisto propio de la cocina tradicional francesa.
En el momento de probar el primer bocado, la mente de Ego
viaja a su infancia, a la cocina de su madre y su abuela y eso lo
transforma. Por eso ahora, tras alucinantes viajes por los
experimentos más insólitos, la gran cocina española ha vuelto
su mirada a los recetarios tradicionales para darles una vuelta
y apelar al reconocimiento: el comensal tiene que ‘reconocer’
y, por tanto, reconocerse en el plato... y estará asegurado el
éxito. Ese vínculo entre comida y memoria es tan fuerte que se
está utilizando la cocina como herramienta de trabajo con
enfermos de alzhéimer. El famoso pastelero alicantino Paco
Torreblanca ha desarrollado talleres para ayudarles a
recuperar la memoria, a través de olores, sabores y texturas
cercanas a sus experiencias vitales de antaño. Nuestro Firo
Vázquez, dos soles Repsol por su restaurante el Olivar de
Moratalla, está desarrollando, junto con la Universidad
Francisco de Vitoria, sus ‘elaborinas’, unas harinas que
guardan todas las características, no de un producto, sino de
una receta, un plato elaborado, así como sus nutrientes
concentrados, que al humedecerse con agua o caldo hacen
recuperar a los enfermos del aparato digestivo, grandes
espacios de su memoria gustativa hasta entonces perdidos.
Los seres humanos, percibimos la comida utilizando los cinco
sentidos, almacenando en la memoria un ‘paquete’ de
sensaciones asociado a otro de estímulos. La ‘decodificación’
se produce cuando, mucho tiempo después, nos encontramos
con un conjunto de estímulos asociados entre sí que nos
devuelve a nuestros mejores y casi olvidados días.
20
O como señala Philippe Regol en su blog ‘observación
gastronómica, quien, para superar esa falsa polémica “entre
la llamada cocina de vanguardia y la cocina “tradicional :
ocupar el ‘centro’, (un simil político...), intentar abarcarlo
todo, integrar lo clásico dentro de lo contemporáneo, lo ‘viejo’
y lo ‘nuevo’ ,esconder los hilos de las técnicas vanguardistas
para que el comensal no sea consciente del estilo de cocina
que consume. De hecho, ésta es la cocina (que he llamado a
veces de Tercera Vía) que se está practicando en el 99% de los
restaurantes modernos actuales.
Tal vez no ha sido recomendable refregar en cada momento
ante las narices del cliente que se encuentra ante una cocina
de investigación, científica, de vanguardia, molecular o
termonuclear –continúa‐. Lo mejor es ofrecerle simplemente
al comensal una Cocina Integral. Sólo de esta manera,
podremos evitar que dentro de cinco años, unos periodistas
aburridos y fuera de la realidad estén preguntando aun a la
gente: ‘Y Vd que prefiere, la cocina de vanguardia o la
tradicional?’”.
Hay una línea continua que se ha mantenido a lo largo de los
años y a través de evoluciones y revoluciones, de mudanzas,
modas y experimentaciones, de nuevas filosofías del gusto y
nuevas tecnologías, de vanguardias y postvanguardias: una
línea basada en el respeto: respeto al producto y a los
productores, respeto a la despensa local y regional y al
patrimonio gastronómico de un territorio; una línea que va de
Paul Bocuse a nuestro Raimundo, pasado por Juan Mari Arzak
y Santi Santamaría, y que está lista para ser continuada por un
grupo de cocineros murcianos que aman a su tierra y que
bebieron y beben del legado de Raimundo González.
Muchas gracias
Referencias.
21
ÁLVAREZ, M. ‘El gusto es nuestro. Modelos alimentarios y políticas de
patrimonialización’. Catauro Revista Cubana de Antropología. Año 3, No.
5, Fundación Fernando Ortiz. 2002.
GALIANA, I. ‘Raimundo, Rincón de Pepe. Toda una vida’. Club Murcia Gourmet.
Murcia, 2015.
MÉNDEZ RIESTRA, E. ‘Un seísmo en las cocinas’. Revista Ábaco. Gijón, 2008.
VAZQUEZ MONTALBÁN, M. ‘Los Mares del sur’. Ed. Planeta. Barcelona, 2003.
22