Se pueden concebir dos maneras de experimentar la soledad: sentirse solo en el mundo o sentir la soledad del mundo. Quien se siente solo vive un drama meramente individual -el sentimiento del abandono puede surgir en el ámbito natural más espléndido. Ser arrojado a este mundo, ser incapaz de adaptarse a él, ser destruido por las deficiencias o exaltaciones propias, ser indiferente a los aspectos exteriores de la vida -se trate de aspectos sombríos o brillantes- para permanecer apegado al propio drama anterior: en eso consiste la soledad individual. El sentimiento de la soledad cósmica, por el contrario, procede menos de un tormento puramente subjetivo que de la sensación del abandono de este mundo, de una nada objetiva. Como si el mundo hubiera perdido súbitamente todo resplandor para evocar la monotonía esencial de los cementerios. Hay muchas personas que son torturadas por la visión de un universo abandonado, irremediablemente condenado a una soledad glacial, que incluso los débiles reflejos de una luz crepuscular no podrían alcanzar. ¿Quiénes son, pues, más desgraciados: aquellos que sienten la soledad en sí mismos o quienes la sienten fuera de sí mismos? Imposible responder a esta pregunta. Y, además, ¿por qué me preocuparía yo de establecer una jerarquía entre las soledades? ¿No basta con estar solo?
Tal como afirma Cioran en el fragmento seleccionado, la soledad se siente de dos
maneras diferentes: sentirse solo en el mundo o sentir la soledad del mundo. Con esto se refiere a que uno puede tener la sensación de estar aislado o apartado de la sociedad, ya sea por voluntad propia o no, o por poseer características consideradas “no comunes” por su cultura, es decir, se siente solo en el mundo; pero también hace alusión a la soledad del propio mundo, no como planeta, sino del conjunto de las personas que lo habitamos, y es aquí donde vamos a centrarnos. Cioran describe la soledad cósmica mediante una comparación a la tristeza, oscuridad y el silencio de un cementerio. Sus palabras literales son: “Como si el mundo hubiera perdido súbitamente todo resplandor para evocar la monotonía esencial de los cementerios”. Explicado de una manera menos literaria, lo que significa esta frase es, básicamente, la gran ignorancia en la que vivimos los seres humanos modernos, por ejemplo, hemos querido creernos que nuestra sociedad es la superior y la más desarrollada gracias a la aparición de las nuevas tecnologías. No obstante, a pesar de superficialmente ser felices y, lo que se considera, “populares”, teniendo muchos seguidores en redes sociales a los cuales llamamos amigos, en realidad no estamos haciendo más que tratar de cubrir un vacío que ya tenemos interiorizado por nuestra cultura y nuestras costumbres. ¿Cuántas veces hemos estado reunidos en familia, pero cada uno tenía la atención puesta en su pantalla? También ocurre con frecuencia que muchas personas comenten en la foto que alguien ha subido a Internet, y aun así esa persona siente la soledad del mundo, ya que es todo una gran farsa, a la hora de llorar, si lo expone, todas esas personas que antes la apoyaban se darán cuenta de que es una humana como todos nosotros, por lo cual dejarán de idealizarla, y entonces quedará apartada, es decir, sola. Las personas que rompen con los estándares y estereotipos establecidos son aquellas a las que la mayoría, sin criterio, ignora y desprecia. Es por esto que limpiar el mundo de la soledad es casi imposible, a día de hoy, la gente prefiere vivir feliz en la ignorancia antes que cuestionar la realidad y ser “la oveja negra”. Afortunadamente (o no), vivimos en una época de cambio. Afortunadamente porque parte de la población estamos empezando a despertar, a darnos cuenta de que el poder de cambio lo tenemos nosotros. Sin embargo, a la par está surgiendo algo que desembocará en un problema en un futuro no demasiado lejano, y es que nos estamos radicalizando. Para que se entienda: las personas que cuestionan absolutamente todo lo que ocurre y lo que no, lo que existe y lo que no, no pueden parar de pensar, lo cual puede generar problemas mentales como la ansiedad; por otro lado, aquellas que prefieren vivir en la ignorancia están cerradas a cualquier tipo de evolución, no contemplan una realidad distinta a la que se les ha impuesto y viven convencidas de que tienen la verdad absoluta. Inmediatamente después, Cioran dice estar seguro de que hay ciertas personas que nacen condenadas a ser desgraciadas, y a vivir de forma marginal en la soledad cósmica, aunque lo cierto es que no está seguro de saber quiénes son estas. Por último, puntualiza que no hace falta establecer una jerarquía entre soledades, sino que simplemente basta con estar solos. Esto puede interpretarse tanto de manera negativa, es decir, la soledad, se presente de la forma en que se presente, crea el mismo sentimiento de vacío; como de manera positiva, como si la soledad no fuese algo de lo que avergonzarse, sino más bien al contrario. Como si se tratase de algo que hay que alcanzar y no evitar, siempre y cuando no llegue al extremo del aislamiento y exclusión. En conclusión, uno puede sentirse solo al no encajar (exlusión por parte de un grupo o sociedad) o también puede sentir cómo los diferentes integrantes de un grupo se separan y se aislan unos de otros, tratando de autoconvencerse no de que lo están fragmentando, sino que están unidos, tomando a la “popularidad” como centro de importancia.
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