Bogotá, D.C., veintiocho de abril de dos mil nueve
(Discutido y aprobado en sesión de nueve de marzo de dos mil nueve)
Ref.: Exp. No. 11001-31-03-007-2001-00902-01
Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte
demandante contra la sentencia de 15 de agosto de 2007, dictada por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, como colofón del proceso ordinario promovido por Juan Vicente Mariño Abril frente a la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá S.A. E.S.P.
ANTECEDENTES
1. Juan Vicente Mariño Abril pidió que se declarara que la
sociedad demandada es responsable por las súbitas e injustificadas fallas que desde el 1º de noviembre de 2007 presentó la línea telefónica No. 3348058, la cual, dijo, era indispensable para el ejercicio de sus labores como profesional del derecho.
En consecuencia, solicitó como indemnización el equivalente a
3000 gramos oro por los perjuicios morales que sufrió, $184.570.oo por concepto de daño emergente y $1’200.000.oo mensuales, calculados desde el 1º de noviembre de 1997 hasta el restablecimiento del servicio, a título de lucro cesante.
Según explicó, si bien es cierto se ha visto privado del referido
servicio durante 27 meses, pagó en total $184.570.oo para cubrir las República de Colombia
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facturas correspondientes a tal periodo, aunque en esos documentos
no aparece consumo alguno porque, precisamente, la línea no está en funcionamiento; lo que ha pagado, dijo, es el cargo fijo, la contribución al fondo del deporte y el impuesto a las ventas.
Asimismo, sostuvo que el servicio no ha sido restablecido a
pesar de los requerimientos que ha hecho y que, además, tal circunstancia ha ocasionado una disminución en sus ingresos “ no inferior” a $1’200.000.oo mensuales.
2. En un comienzo, la demanda fue admitida por el Tribunal
Contencioso Administrativo de Cundinamarca; sin embargo, con posterioridad dicho juzgador estimó que el asunto no correspondía a esa especialidad, por lo que revocó el auto admisorio otrora proferido y ordenó la remisión del expediente a los jueces civiles del circuito de Bogotá.
Finalmente, el Juzgado Séptimo Civil del Circuito de esta ciudad,
tras agotar el trámite correspondiente, dictó la sentencia de 15 de noviembre de 2005, en la cual negó los ruegos del demandante.
3. Esa decisión fue apelada por Juan Vicente Mariño Abril,
razón por la cual el proceso fue remitido al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá; empero, atendiendo las medidas de descongestión ordenadas por la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, el asunto finalmente fue enviado a la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, quien confirmó la decisión del a quo mediante el fallo de 15 de agosto de 2007.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
Tras interpretar el contenido de la demanda, el ad quem
concluyó que Juan Vicente Mariño Abril solicitó la declaración de responsabilidad civil extracontractual de la demandada y, sobre esa
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base, concluyó que “no existen medios demostrativos que acrediten
que la suspensión del servicio telefónico se deba a una causa imputable a la empresa de telecomunicaciones…”.
A ese respecto, aclaró que el proceso carecía de elementos
probatorios que demostraran “que la causa eficiente del daño técnico sea atribuible a la empresa demandada… como tampoco que ésta haya sido negligente en la reparación oportuna, o hubiere causado los daños. Siendo ello así, se colige que no concurren los elementos de la responsabilidad civil extracontractual, esto es, la culpa, el daño y la relación de causalidad entre estos dos” (resaltado fuera de texto).
4. Contra la antedicha sentencia el demandante interpuso el
recurso extraordinario de casación.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
De los tres cargos formulados, sólo uno fue admitido; en él, se
denuncia que en este caso se configuró una “nulidad insaneable” debido a que la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto no tenía jurisdicción, ni competencia, para decidir el asunto en segunda instancia.
Para tal efecto, recuerda el censor que el artículo 31 del Decreto
3130 de 1968 preveía que el conocimiento de los casos de responsabilidad extracontractual seguidos contra las empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios correspondía a la jurisdicción civil; a su turno, el artículo 32 de la Ley 142 de 1994 estableció que las cuestiones relativas a esta materia se regirían por el derecho privado. Sin embargo -prosigue- el artículo 121 de la Ley 489 de 1998 derogó el artículo 31 del Decreto 3130 de 1968 y no estableció una regla que definiera el juez llamado a avocar esos asuntos, lo cual dio pie a diferentes posiciones al respecto. Para ese entonces, dice, “no existía una norma expresa, que como lo hacía el Art. 31 del Decreto 3130 de 1968, determinara cuál es la jurisdicción competente, para
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conocer de las controversias que surgen de los actos o actividades de
las empresas industriales y comerciales del Estado, lo que imponía acudir a la cláusula general de competencia de la jurisdicción contencioso administrativa, establecida en el Art. 82 del C.C.A .”.
No obstante -afirma-, con la expedición de la Ley 1107 de 27 de
diciembre de 2006 -cuya aplicación era inmediata-, se dejó en claro que los procesos seguidos contra “sociedades de economía mixta con capital público superior al 50%” -rango en el que se encuentra la demandada-, corresponden a la jurisdicción contencioso administrativa, razón por la cual la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto “debió declararse incompetente para fallar el presente proceso, y enviarlo a la justicia administrativa”.
A renglón seguido añade el recurrente: “…y no se diga, que en
el presente caso, se debe aplicar el Art. 40 de la Ley 153 de 1887, que preceptúa la aplicación de la ley procesal en el tiempo, o el famoso principio de la jurisdicción perpetua… Esta última disposición, no se refiere a las leyes que determinan la competencia para tramitar los procesos, sino a aquéllas que regulan la sustanciación y la ritualidad de los mismos, es decir, el procedimiento que debe seguirse para adelantarlos, por lo cual es claro, que la excepción prevista en ella, no resulta aplicable a las normas de competencia establecidas en la Ley 1107 de diciembre 27 de 2006, fecha de promulgación y por mandato expreso de la misma, que comenzó a regir en dicha fecha, y reitero, le atribuyó competencia, de una vez por todas a la jurisdicción contencioso administrativa, para conocer de las controversias extracontractuales o contractuales que se susciten con las empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios…” .
CONSIDERACIONES
1. Para comenzar, resulta apropiado recordar que a partir de
la vigencia de la Ley 142 de 1994, la Corte ha entendido que el conocimiento de los procesos de responsabilidad civil extracontractual seguidos contra las empresas prestadoras de servicios públicos,
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corresponde a los jueces civiles de la jurisdicción ordinaria, en tanto
que según el artículo 32 de dicha normatividad, los actos desarrollados por ese tipo de empresas se sujetan a las reglas del derecho privado, como quiera que según explicó la Corte Constitucional, “…pretende la ley objeto de control someter a un régimen de derecho privado los actos y contratos que celebren las empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios. No es otro el objetivo del envío que el artículo 31 de la ley 142 de 1994 hace, en tratándose de contratos celebrados por dichas empresas, al parágrafo 1° del artículo 32 del Estatuto General de la Contratación Administrativa, salvo cuando la primera ley citada disponga otra cosa. En igual forma y directamente, el artículo 32 de la misma ley deja en manos de las reglas propias del derecho privado, salvo en cuanto la Constitución Política o la misma ley dispongan lo contrario, la constitución y demás actos de las empresas de servicios públicos, así como los requeridos para su administración y el ejercicio de los derechos de todas las personas socias de ellas… el Constituyente dejó en manos de la ley, sin tener en cuenta su pertenencia a un régimen de derecho público o privado, la fijación de las competencias y responsabilidades relativas a la prestación de tales servicios, su cobertura, calidad, financiación, tarifas, etc. Luego, el legislador, en uso de la facultad constitucional, expidió la ley correspondiente y entregó a las normas que regulan la conducta de los particulares la forma de actuar y contratar de las empresas prestadoras de los servicios, sin transgredir con ello la normatividad Superior”.
Justamente, en sentencia de 12 de febrero de 2008, hubo de
precisarse que “en el año de 1994 se expidieron las leyes 142 y 143, mediante las cuales se reguló la prestación de los servicios públicos domiciliarios y, de manera particular, por la última de las disposiciones citadas, el servicio de energía. La primigenia de las normas evocadas, en sus artículos 31 y 32 estableció que a la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo le corresponde juzgar los contratos que la misma ley dispuso y aquellos en los que se incluyeran cláusulas exorbitantes. A su turno, el inciso primero del artículo 32 reguló que salvo lo previsto en dicha normatividad, los contratos que celebraran las empresas de servicios públicos se regirían por el derecho privado,
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disposición que se extiende, inclusive, a las empresas Estatales (inc. 2
ibídem).
Por su parte, el parágrafo del artículo 8º de la ley 143 de 1994,
que regla de manera concreta lo concerniente con la «generación, interconexión, transmisión, distribución y comercialización de electricidad en el territorio nacional…», dispuso que «el régimen de contratación aplicable a estas empresas será el del derecho privado… Cuando su inclusión sea forzosa, todo lo relativo a estas cláusulas se sujetará al Estatuto General de contratación de la Administración Pública». Precísese que las empresas a las que se refiere son las públicas y las cláusulas mencionadas son las exorbitantes. Latente quedó, entonces, que tales normas no establecen pautas minuciosas, claras y precisas en torno a qué funcionario asumiría competencia, pues la ley no indicó los contratos respecto de los cuales las discrepancias suscitadas debieran ser asumidas, ya por la jurisdicción ordinaria o eventualmente por la contencioso administrativa, salvo, desde luego, aquellos que involucraran cláusulas exorbitantes.
Las anteriores premisas, si bien con alguna imprecisión, fijaron,
de todas maneras, los derroteros para establecer quién debía asumir competencia en asuntos en los que estuvieran involucradas empresas públicas, de una parte, se adoptó, como definidor de tales competencias, la inclusión, voluntaria u obligatoria, de cláusulas exorbitantes; de otro, que los contratos «que celebren las entidades estatales que prestan los servicios públicos a los que se refiere esa Ley, y que tengan por objeto la prestación de esos servicios»; y, por último, aquellos respecto de los cuales la misma ley disponía que su juzgamiento lo hiciera la jurisdicción especializada (art. 31 ley 142 de 1994).
Posteriormente, la ley 446 de 1998, estatuyó en su artículo 132:
«…Los Tribunales Administrativos conocerán en primera instancia de los siguientes asuntos: …5. De los referentes a contratos de las entidades estatales en sus distintos órdenes y de los contratos celebrados por entidades prestadoras de servicios públicos
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domiciliarios, cuando su finalidad esté vinculada directamente a la
prestación del servicio, cuando la cuantía exceda de quinientos (500) salarios mínimos legales mensuales». Normatividad esta invocada por los juzgadores para soportar su decisión y por el casacionista para enfilar la acusación.
No sobre memorar, en todo caso, cómo el parágrafo del artículo
164 de la misma ley 446 de 1998 previó: «Mientras entran a operar los Juzgados Administrativos continuarán aplicándose las normas de competencia vigentes a la sanción de la presente ley», directriz que durante un buen tiempo gobernó la materia, pues los juzgados administrativos entraron a operar sólo hasta el año 2006, por virtud de los acuerdos 3321, 3345 y 3409 expedidos por el Consejo Superior de la Judicatura. De donde aparece que en materia de la competencia inicialmente atribuida en dicha ley a los jueces administrativos, sólo entró a operar varios años después.
Luego, en el mes de agosto del año 2001, fecha posterior a la
presentación de la demanda (junio de 2000), entró a regir la Ley 689 del mismo año, disposición que reformó en lo pertinente la Ley 142 de 1994, estatuto que se trae a cuento por cierto con el propósito de clarificar el punto y, en lo que a este asunto concierne, dispuso:
«Los contratos que celebren las entidades estatales que prestan
los servicios públicos a los que se refiere esta ley no están sujetos a las disposiciones del Estatuto General de Contratación de la Administración Pública, salvo en lo que la presente ley disponga otra cosa.
«Las Comisiones Reguladoras podrán hacer obligatoria la
inclusión, en ciertos tipos de contratos de cualquier empresa de servicios públicos, de cláusulas exorbitantes y podrán facultar, previa consulta expresa por parte de las empresas de servicios públicos domiciliarios, que se incluyan en los demás. Cuando la inclusión sea forzosa, todo lo relativo a tales cláusulas se regirá, en cuanto sea pertinente, por lo dispuesto en la Ley 80 de 1993, y los actos y contratos en los que se utilicen esas cláusulas y/o se ejerciten esas
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facultades estarán sujetos al control de la jurisdicción contencioso
administrativa…» (art. 3 ibídem).
Refulge, entonces, de manera constante, que el legislador
atribuyó competencia, de manera francamente excepcional, a los jueces de lo contencioso administrativo, en eventos como el que se estudia, siempre y cuando: a) los contratos contuvieran cláusulas exorbitantes; b) que la misma ley así lo dispusiera; y, c) según las circunstancias, que dicho contrato tuviese vinculación directa con el servicio que presta la entidad oficial.
Refiriéndose al punto, el Consejo de Estado puntualizó: «En
vigencia de ese artículo, 31 original de la Ley 142 de 1994, el Consejo de Estado ha explicado con fundamento en la ley, en su Sala Plena de lo Contencioso Administrativo y en la Sección Tercera, que la Justicia Ordinaria es la que debe conocer, por lo general, de las controversias en las cuales hagan parte las empresas de servicios públicos domiciliarios -estatales o no- o como demandantes o como demandadas; y que la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativa conoce sólo de los conflictos en los cuales esté presente cualquiera empresa de servicios públicos domiciliarios, igualmente o como demandante o como demandada, siempre y cuando la conducta que se le impute sea una de las siguientes: de los actos precontractuales cuando en los pliegos de la licitación se indique en la minuta del contrato, que ésta contiene cláusulas exorbitantes; de las relacionados con sus contratos cuando éstos contengan cláusulas exorbitantes; de los ‘actos administrativos contractuales’ referidos a la utilización de las cláusulas exorbitantes (inc. 2º. Art. 31), de una parte, y de los dictados dentro de la relación empresa-usuarios atinentes a la suspensión, cortes y facturación, de otra parte (arts. 140,141 y 154 ibídem)” (21 de junio del 2006, Exp. 28.886). Pronunciamiento este que brinda luz al punto debatido en la medida que precisa lo que a juicio de esa Corporación, ha de entenderse por asuntos cuya finalidad está ‘vinculada directamente a la prestación del servicio’ (num. 5 art. 40 ley 446 de 1998).
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En consecuencia, considera la Corte que, la vinculación al
servicio no debe ser expresión que signifique cualquier conexidad; tal connotación debe involucrar una relación directa, un nexo servicio- empresa-usuario, pues de lo contrario, cualquier actividad de la empresa oficial que presta servicios públicos alcanzaría tal calificación y se desvirtuaría la diferencia que pretendió establecer el legislador, por supuesto que, a partir de una relación laxa, aparente, salvo los casos excluidos, todos los demás corresponderían a la jurisdicción especial, aspecto no querido por el ordenamiento.
Las normas memoradas, al darse a la tarea de indicar que
algunos contratos deberían ser juzgados por la justicia ordinaria y otros por la contencioso administrativa, pretendió, sin temores a equivocación, vincular a ésta última, por excepción y no por regla, aquellas controversias que indiscutidamente respondían al carácter especial de esa jurisdicción; por tanto, ésta no conoce de aquellos asuntos que si bien resultan relacionados en alguna medida con el objeto social de la empresa prestadora del servicio, no necesariamente devienen vinculados directamente con el mismo. Así, la adquisición de ciertos equipos o cosas, bien puede encajar en el objeto social de la empresa, pero no tener relación directa con la prestación del servicio ofrecido.
Resta por agregar que como se trata de normas relativas a la
jurisdicción y competencia, tales preceptos deben ser objeto de una interpretación restrictiva, lo que conduce a creer que como el legislador no atribuyó a la jurisdicción de lo contencioso administrativo una competencia general, es palpable, entonces, que el criterio respecto de ésta fue selectivo” (Sent. Cas. Civ. de 12 de febrero de 2008, Exp. No. 08001-31-03-005-2000-00205-01).
Los antedichos precedentes, dejan ver que desde la
promulgación de la Ley 142 de 1994 y luego, con las modificaciones que introdujo la Ley 689 de 2001, la jurisdicción de lo contencioso administrativo sólo ha venido conociendo, por excepción, de los procesos relacionados con los actos jurídicos de las empresas que
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prestan servicios públicos domiciliarios, a condición de que guardaran
relación con contratos en los cuales se hubiesen pactado cláusulas exorbitantes, o que la misma ley así lo dispusiera expresamente, o cuando los hechos debatidos tuvieran relación directa con el servicio prestado por la “entidad oficial” o en aquellos eventos en los cuales se controvirtieran actos administrativos que se hayan dictado en desarrollo de la relación usuario-cliente. Los demás casos, ya sea de responsabilidad contractual, y con más veras los relativos a la responsabilidad aquiliana -como la que aquí alegó el demandante-, se ha entendido que corresponden a los jueces civiles, de acuerdo a las reglas generales de jurisdicción y competencia.
Precisamente, bajo ese entendimiento esta Corte, como máximo
órgano de la jurisdicción ordinaria y en sede de casación, se ha pronunciado en diversos asuntos en los cuales se atribuye a empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios una responsabilidad civil extracontractual, tal y como se puede apreciar en las sentencias de 25 de febrero de 2005 (Exp. No. 5968-02), 23 de junio de 2005 (Exp. No. 058-95), 19 de diciembre de 2006 (Exp. No. 2000-00483-01), 27 de junio de 2007 (Exp. No. 73319-31-03-002-2001-00152-01), 9 de julio de 2007 (Exp. No. 23417-31-03-001-2001-00055-01), 2 de agosto de 2007 (Exp. No. 05001-3103-006-2001-00510-01), 14 de agosto de 2007 (Exp. No. 41001-31-03-001-1993-00167-01), 12 de febrero de 2008 (Exp. No. 08001-31-03-005-2000-00205-01), 16 de junio de 2008 (Exp. No. 47001-3103-003-2005-00611-01) y 15 de julio de 2008 (Exp. No. 73319-3103-001-2000-00257-01), entre otras.
2. Ahora bien, expresado con toda precisión, lo que el
recurrente plantea en esta sede, es que la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, al recibir el asunto con el fin de desatar la alzada por él formulada, debió remitir la actuación a la jurisdicción contencioso-administrativa, como quiera que -según dice- a partir de la vigencia de la Ley 1107 de 2006, a dicha especialidad le corresponde sentenciar los asuntos relacionados con la responsabilidad extracontractual de las empresas prestadoras de servicios públicos domiciliarios con capital público superior al 50%.
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En suma, el censor parece considerar que al variar las normas
que delimitan la competencia de la Jurisdicción Contencioso- Administrativa, también cambió el juez que debía decidir el caso en segunda instancia, de modo que -a su juicio- se configuró la causal de nulidad prevista en el numeral 1º del artículo 140 del C. de P. C.
3. Sin embargo, el planteamiento del recurrente pierde toda
fortaleza con sólo enfrentarlo al contenido del parágrafo del artículo 2º de la Ley 1107 de 2006, norma en virtud de la cual se estableció que, “sin perjuicio de lo previsto en el presente artículo, se mantiene la vigencia en materia de competencia, de las Leyes 142 de 1994, 689 de 2001 y 712 de 2001”.
Quiere ello decir que el articulado cuya aplicación reclama el
recurrente no es de recibo en este caso, como quiera que ese mismo cuerpo normativo, de manera expresa, prolongó la vigencia en materia de asignación de competencias de la Ley 142 de 1994, a cuyo amparo se determinó quien debía conocer de este proceso.
Dicho de otro modo, para el legislador las reglas de la Ley 142 de
1994, que determinan los parámetros para fijar la jurisdicción y la competencia en esos asuntos, conservan su efecto vinculante, de modo que en manera alguna puede afirmarse que el cambio que trajo consigo la Ley 1107 de 2006 tiene los efectos que adujo el casacionista.
Por manera que aún admitiendo que el artículo 1º de la Ley 1107
de 2006 modificó el ámbito decisorio de los jueces administrativos para asignarles el conocimiento de los procesos de responsabilidad seguidos contra “sociedades de economía mixta con capital público superior al 50%”, ello no sería suficiente para entender que aquí se configuró el vicio nulitivo mencionado, en tanto que la misma ley previó que la especialidad de la jurisdicción llamada a conocer del caso cuando se presentó la demanda conforme a las pautas de la Ley 142 de 1994, o sea la civil, debía conservar el poder decisorio de ahí en adelante.
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Así las cosas, ha de concluirse que definida la jurisdicción
inicialmente a favor de los jueces civiles, los funcionarios adscritos a ella eran los encargados de decidir el conflicto en las instancias permitidas por la ley, sin que sea admisible la hibridación que ahora defiende el recurrente.
Es más, aunque la Ley 1107 de 2006 hubiera alterado las
competencias de los jueces administrativos para asignarles los litigios entablados contra entidades como la que aquí se demandó -lo que no ocurrió según se explicó en precedencia-, ese hecho no impedía al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto fallar el proceso en segunda instancia, pues la especialidad de la jurisdicción en este caso se definió con base en las normas vigentes para el momento de sometimiento de la demanda a reparto (23 de abril de 2001) y ningún precepto sobreviniente modificó esa situación. Por consiguiente, como el Tribunal fungió en calidad de superior funcional del a quo y ejerció su poder decisorio conforme a la ley, emerge que no pudo configurarse la nulidad invocada por el casacionista.
4. Viene de lo expuesto que el cargo no está llamado a
prosperar.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala
de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de 15 de agosto de 2007, dictada por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, como colofón del proceso ordinario promovido por Juan Vicente Mariño Abril frente a la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá S.A. E.S.P. Costas del recurso de casación a cargo del recurrente; liquídense. Cumplido lo anterior, vuelva el proceso al despacho de origen.