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El viaje era plácido en el colectivo, y el día se mostraba cálido y amable.

Nos detuvimos en
el cruce de la barrera, a la espera que pase el tren. El conductor fumaba tranquilo. Ella
corría y nosotros lo vimos. Las personas en el colectivo comenzaron a ponerse de pie. El
conductor dejaba caer la ceniza sin verla. Ella seguía corriendo. Un paso, otro paso. La
ceniza seguía cayendo y consumiéndose en el cigarro
Los rostros de los pasajeros comenzaron a tornarse en una mueca deformada de horror, la
colilla del cigarrillo todavía estaba en los dedos del chófer.
Ella estaba más cerca. Tendría alrededor de siete u ocho años. La ceniza caía. Del
balbuceo nuestro empezaron a salir gritos. De nada servía. Ella corría. La colilla quemaba
los dedos del conductor sin embargo este no se percataba. Se limitaba a mirar con pavor y
gritarle a la niña. Ella estaba más cerca. Un paso, otro paso. Nosotros golpeabamos las
ventanillas y una mujer lloraba emitiendo un " no, por favor". Pero ella estaba al límite. Un
paso, otro paso. Empezamos a llevarnos las manos a la cara para tapar el suceso. Un paso,
otro paso. Vi el tren y su bocina. La nena desapareciendo en las vías. La ceniza terminó de
caer y consumirse el cigarrillo. El chofer lloraba con la colilla apagada entre los dedos. El
tren se detuvo. La sangre corría. Tendría entre siete u ocho años. Una pequeña. Dios la
acoja.

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