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I.Magnani: Afuera hay un cartel que pone como fecha de fundación 1904, ¿ahí empieza
la vida del Museo Etnográfico Ambrosetti?
M. Dujovne: Creo que era más una situación dada por el problema edilicio que una
decisión, o sea que el museo no tenía edificio, por lo tanto no se podía plantear una
política consecuente de trabajo con toda la población, aunque se diera acceso todo lo
posible.
M.Dujovne: Outes (que fue director de 1930 hasta 1937) se refiere más bien a la falta de
interés por los museos en general. Y hubo estudios sobre las poblaciones
precolombinas. Ahora bien, es cierto que en la Argentina, hasta hace poco tiempo, la
noción generalizada en la población (y transmitida en la escuela primaria) era que acá
los indios fueron escasos y habían llegado al territorio en fechas relativamente cercanas,
que eran poco interesantes, muy salvajes, que el único lugar donde hubo algo más
interesante fue el noroeste, y eso porque llegaron los incas. De hecho esos fueron
algunos de los prejuicios con los que calculamos que teníamos que trabajar cuando
abrimos en la sala de arriba la exposición arqueológica, que sigue funcionando. En esa
exposición las piezas más antiguas tienen 4000 años. Una vez que la coordinadora del
área de extensión estaba dictando un seminario para maestros, propuso que al principio
recorrieran la sala solos. Después preguntó de qué profundidad histórica se estaba
hablando. Todos coincidieron en decir que alrededor de 400 ó 500 años. Una docente,
I. Magnani: Después de los primeros años ¿cómo fueron creciendo las colecciones del
Museo?
M.Dujovne: No era tanto la temática sino que se cierra el acceso de la población general
al museo. Antes de eso, en el ‘73, hubo un breve interludio interesante, hubo un
triunvirato a cargo del museo y los que lo integraban lo plantearon como un centro
cultural. Armaron una exposición que se llamaba “Patagonia: 10.000 años de historia”
que proponía otra mirada, pero esto duró poco. Y después de la dictadura sí, se abrió a
las visitas para colegios. Las escuelas primarias encontraban acá temas que necesitaban,
material del que no disponían. Después el museo estuvo cerrado por un tema
administrativo mal manejado: hubo una denuncia por un faltante de piezas, con
requerimiento de un inventario, y entonces estaba cerrado al público. A fines de 1987 es
cuando entra como director José Antonio Pérez Gollán, que es arqueólogo también, que
estuvo exilado en México, con lo cual tenía la experiencia de los museos mexicanos. Él
planteó entrar con un pequeño equipo y pensando inmediatamente en actividades con
gente de educación, en el tiempo libre, pensando en la proyección hacia fuera. Yo entré
M.Dujovne: Un problema era por dónde empezar. Había montadas varias exposiciones
con las que estábamos en total desacuerdo tanto en la forma como en el fondo. En la
sala grande había una sobre los grupos aborígenes argentinos. Estaba formada por una
o dos vitrinas para los onas y otras para los mapuches, otras para los tehuelches,
diaguitas, etc. Esto reforzaba la noción de presente etnográfico, de pueblos sin historia,
que “son” así, y también la idea de una Argentina preexistente a su formación, se pierde
la noción de que se habla de pueblos que habitaron territorios que hoy forman parte de
la Argentina y no de pueblos argentinos. Por otra parte las paredes estaban pintadas de
gris, iluminadas con escasos tubos de neón, las vitrinas eran muy petizas, de metro y
medio de altura, y con unos cartelitos hechos en rotulador negro. Resultaba realmente
deprimente. Arriba había una exposición arqueológica con esas mismas vitrinas (y es
M.Dujovne: Lo primero que hicimos fue decir “Bueno, empecemos por lavarle la cara a
esto”, mientras planeábamos otra cosa. Entonces lavarle la cara fue adecentarlo
físicamente y agregarle un cartel que daba cuenta de la historia de esos grupos, para no
dejarlo colgado en el tiempo, aunque sabíamos que es mucho más fuerte la capacidad
de atracción de una vitrina que la de un texto que se lee más o menos. Después hicimos
unas hojas informativas sobre los grupos, de manera de poder dárselas a los docentes y
a los chicos e inclusive para cuando sacáramos esas vitrinas para decirles: “bueno lo que
ustedes quieren, en forma general, no lo tenemos, pueden consultar esos materiales y
les proponemos este otro tipo de exposición”.
Pero para hacer otras exposiciones teníamos los problemas de infraestructura. Hubo un
hecho que nos cambió bastante la mirada y que fue la llegada del V centenario del
descubrimiento de América. Nosotros estábamos tratando de conseguir el edificio de al
lado y pensamos que el momento del V centenario era ideal: un museo con tema
aborigen sería fantástico para el V centenario. Pero no obtuvimos nada. Entonces nos
dimos cuenta que teníamos que crear la necesidad social de la existencia del museo.
Consideramos que si nosotros fuéramos suecos empezaríamos por ampliar el edificio o
por lo menos por arreglar la infraestructura, después acomodar las cosas y después
exponer. No lo somos, suecos, entonces tenemos que empezar por exponer, y a medida
que lo hagamos bien lograremos un poco más de apoyo. Los primeros dos, cinco años
fueron los más difíciles porque no se veía nada, porque no teníamos nada para mostrar.
Además, nos tocó la hiperinflación de 1989. El primer arreglo grande que hubo lo
costeó la universidad: por un lado teníamos techos que se llovían y por otro, por baja
presión, no disponíamos de agua, teníamos una manguera que cruzaba todo el museo,
era un disparate. Esta primera licitación hubo que declararla desierta y llamarla cinco
I. Magnani: Pensaba más bien en la vitrina con las tacitas de té y las galletitas
representando las que los ingleses regalaron a los indios que habían “civilizado”.
M.Dujovne: Es que es tan delirante esta ilusión de los ingleses de “civilizar” a un par de
indígenas para que a su vez difundieran esa civilización entre los suyos, y que hicieran
una subscrición para armar una dote para Fuegia antes de que la trajeran de vuelta.2
Los ingleses, que organizaron una sociedad para evangelizar, no pudieron asentarse y se
fueron a Malvinas, así como tres siglos antes había habido un intento de poblamiento de
los españoles en un lugar que a partir de su experiencia se llamó Puerto Hambre. Pero a
pesar de que no lograban sobrevivir en la región no se les ocurría tomar en cuanta cómo
hacían los indios para vivir en estas condiciones climáticas. Entonces es más interesante
la propia psicología de ellos: estaban tan imbuidos de que su forma de vida era superior
y era una mejora evidente, que ellos, aunque no lograban sobrevivir, no pensaron que
tuvieran algo para aprender de los indígenas.
M.Dujovne: Sorprendió la elección del tema, porque aunque la lengua de los yámanas
es muy compleja y las pinturas corporales de los selkman son maravillosas, sus culturas
materiales son sencillas y los objetos resultan muy poco impactantes en una vitrina. Fue
un desafío, y fue un planteo importante mostrar un proceso histórico-social; y con
distintos niveles de lectura. La verdad es que la exposición incluye mucho texto. La idea
era que se la pudiera ver también sin hacer una lectura detallada de esos textos, que
2
Se hace referencia a un episodio de 1830, cuando Robert FitzRoy, comandante de la nave
inglesa Beagle, se llevó a Inglaterra a cuatro jóvenes fueginos con la intención de civilizarlos para
devolver a esas tierras, dos años más tarde, a los sobrevivientes para que favorecieran la
penetración de la región.
M.Dujovne: Bueno, en general tenemos problemas para convocar: hay visitantes pero
no muchos. Es difícil hacernos conocer, hacer llegar la información, también porque
inauguramos pocas exposiciones nuevas. De todas maneras la gente que viene deja su
correo electrónico, recibe nuestra programación y vuelve, pero el problema es como
convocar a los que no conocen el museo.
La información también a veces sale en la radio, o en los diarios, pero la verdad es que
todavía nuestra convocatoria a instituciones educativas es mucho mayor que la de
público general. Pero de todos modos la parte de trabajo con instituciones educativas es
fundante.
M.Dujovne: Cada visita se refiere sólo a una sala y tiene un tema, hay a veces varios
guiones de visita distintos para una misma muestra. Las visitas guiadas se hacen para
público en general durante los fines de semana, y fin de semana por medio hay visitas
especiales para chicos, pensando en los problemas de la concurrencia en familia: si los
adultos están con chicos y hacen una visita guiada, los chicos se aburren, por eso se van
explorando distintos tipos de actividad ya que, en general, al museo vienen las familias.
I. Magnani: Este museo tiene un gran valor, sin embargo no propone excelencias
estética, no es el típico espacio de las musas.
M.Dujovne: Nosotros pensamos que el museo debe ser un lugar de disfrute, de disfrute
en serio. Cuando digo un espacio de disfrute no quiero decir un espacio necesariamente
divertido, pero sí siempre interesante y para ser usado. Yo creo que una cosa con la que
hay que trabajar mucho todavía, es con la idea de qué uso se quiere dar al museo.
Tenemos demasiado metido adentro eso de que uno va, conoce cosas: “ya lo vi, ya está,
vuelvo si hay algo nuevo, si no, no”. Creo que el museo es un lugar para estar, para
volver. Uno de los problemas que normalmente discutimos bastante cuando se arma
una exposición nueva y se piensa en las visitas, es que hay dos elementos de los museos
que creemos que son muy interesantes, que son la libertad y la autonomía. Es una cosa
que la hemos discutido mucho hablando de las visitas guiadas, ni qué hablar de las
visitas guiadas escolares: los chicos no son dueños de decidir venir, ni en general se les
plantea que elijan un recorrido, decide el guía de acuerdo a las necesidades del maestro.
En realidad lo hemos discutido mucho para ver cómo se podían encarar las visitas de
manera que los chicos pudieran percibir de alguna manera esta posibilidad de
autonomía que hay en el museo, que para nosotros era una de las cosas que nos
importaba. Que la visita no fuera llevarlos de acá para allá, diciéndoles qué tenían que
mirar, sino que ellos pudieran elegir con autonomía. Y de alguna manera el museo da
teóricamente la posibilidad de que cada visitante haga su propio recorrido, a condición
de tener herramientas para hacerlo. Entonces, uno de los planteos es: ¿en qué medida el
museo puede favorecer ese proceso, qué tiene que hacer el museo para entregar las
herramientas para que un visitante pueda disfrutar autónomamente de los materiales
presentados?
M.Dujovne: Sí, pero considero necesario, con toda modestia, que la misma exposición
dé las herramientas para leerla, incluso para modificarla mentalmente.
I. Magnani: ¿La decisión de trabajar con niños depende de las demandas originarias de
las escuelas? Y sobre todo ¿cómo han ido decidiendo la actividad que el museo les
puede dedicar?
M.Dujovne: ¿Las visitas? Están las actividades que se proponen pero están además los
dispositivos de las visitas. Las visitas se dividen en partes. Hay una primera parte donde
se comenta un poco lo que se va a hacer, y se les dan consignas de búsqueda
dividiéndolos en grupos, entonces los niños recorren la muestra comentando entre ellos
o con los adultos. Esas consignas les sirven para que no se pierdan en la multiplicidad de
objetos. Una consigna permite largarlos solos, pero a partir de un primer planteo y
poniéndoles preguntas. En este momento hay una visita escolar en la sala de planta alta,
donde los grupos asumen distintos roles y suelen tener que buscar en las vitrinas los
objetos que les interesan para el juego. Esto los obliga a recorrerlas, a mirarlas, a darles
un sentido a los objetos para comprender si les sirven para eso o no. En el final de la
visita se hace una ronda y se pone en común lo que han hecho todos.
M.Dujovne: En lo que respecta a la organización de las exposiciones, por ahora no. Hay
grupos que vienen acá. Y aunque nuestras colecciones no llegan hasta el presente sí nos
interesa establecer relación con las comunidades actuales, compartir actividades. Por
ejemplo, cuando el área de etnografía estaba trabajando en la catalogación de un
conjunto de piezas del Chaco, estableció contacto con un grupo de la comunidad toba,
que estuvo en el museo y hubo intercambio de información. O sea, empieza a haber un
trabajo, despacito, a partir de contactos sobre temas específicos. Hace ya varios años por
ejemplo que en el museo se hace la fiesta de la Pachamama.
M.Dujovne: No, no es una lucha. La lucha es con la falta de espacio. El edificio no es una
casualidad porque fue construido para la universidad. En realidad acá hay muy pocos
edificios, muy pocos museos, que tengan edificios construidos especialmente para ellos.
Así que los museos transcurren, se adaptan, conviven, intentando incorporar edificios
levantados para otra cosa. Pero a esta altura, puesto que ya son muchos años que el
museo está acá, y siendo que ese edificio fue construido especialmente para la UBA, que
está en el casco histórico, nos parece que vale la pena asumirlo como parte de la
colección del museo, ponerlo en valor, respetarlo y usarlo al mismo tiempo, quiero decir:
hemos eliminado capas de pintura, las puertas, vidrios pintados de negro, etc. Hacer los
entrepisos en la sala de la planta alta fue una decisión, nos parecía que era un espacio
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