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baño de la suite matrimonial. Todo sucedió en el exclusivo country Martindale, en Pilar. Se suicidó como
lo hacen alrededor de dos de cada diez femicidas en la Argentina cada año. En 2019, fueron 60 --el 23
por ciento de los femicidas-- de acuerdo con las estadísticas de la Corte Suprema de Justicia. Desde el 20
hasta el viernes 16 de octubre, 22 femicidas se suicidaron luego de quitarle la vida a la mujer, según
el registro de la ONG La Casa del Encuentro. ¿Qué los empuja a matarse después de asesinar a su
pareja o ex pareja? Página 12 consultó a especialistas para tratar de responder la pregunta que surgió
con más fuerza en estos días por la resonancia que tiene el caso que involucra a un matrimonio de clase
alta.
“Es importante visibilizar las cifras. Hay que hacer hablar a los números ¿qué nos están diciendo las
cifras de femicidas que terminan suicidándose?”, plantea la psicóloga Débora Tajer, profesora titular
Cátedra Introducción a los Estudios de Género de la Facultad de Psicología de la UBA. Días atrás, en una
supervisión, le tocó analizar el caso de una niña, cuyo padre se había suicidado después de matar a la
madre: en otro sector social, clase media, la misma situación que el empresario Neuss. “Muchos de los
victimarios, en general, tienen una relación narcisista con las mujeres: ellas son un objeto para
ellos. Cuando las mujeres los abandonan, el dolor es insoportable porque eran una parte de ellos. No es
el dolor por un amor sino por un objeto perdido. Y muchas veces no pueden tolerar que ese objeto siga
existiendo y entonces lo matan: ese es el femicidio. ¿Y por qué se suicidan? Porque les resulta
intolerable verse a sí mismo como femicidas. No es un asesino que no tiene ningún problema con
asesinar. Es alguien que mata porque no soporta que la otra persona viva, y después no soporta estar vivo
y portar la figura del femicida. En el caso del padre de la niña, el hombre se suicida en la cárcel; Neuss me
parece que no soporta la mirada pública de él como asesino de la mujer. Y de alguna manera, la
muerte vuelve a enlazar que son una pareja, que ella es la señora de Neuss. Es muy fuerte eso”,
reflexiona Tajer. “Por otro lado –agrega-- esos asesinatos y los propios suicidios dan por tierra de que ellos
estaban interesados en sus hijos, porque los dejan huérfanos de madre por matar a la mujer y huérfanos
En España, las estadísticas oficiales de 2019 muestran que 1 de cada cuatro femicidas se suicidaron: el
25,5 por ciento. De un total de 55 femicidas que mataron a su pareja o ex pareja, 14 se suicidaron. Un 5,5
por ciento, además, tuvo intento de suicidio. El fenómeno es similar que en Argentina, explica a Página 12
el reconocido médico forense español Miguel Llorente, profesor de Medicina Legal de la Universidad de
El legista español diferencia dos tipos de figuras: el homicidio seguido de suicidio y el suicidio ampliado.
En el segundo, el deseo de matarse surge en un contexto de una depresión endógena: la persona, puede
ser una mujer como un varón, siente que la vida no vale la pena y por eso se lleva con ella a los seres que
más quiere. La muerte es como una liberación. Un ejemplo es el de madres que matan a sus hijos o hijas y
después se suicidan. Es muy diferente del homicidio seguido de suicidio, en los que el objetivo de quien lo
ejecuta es matar a la otra persona y el suicidio se produce porque no quiere responder a la sociedad
por lo que hizo. “Muchas veces ocurre que se trata de gente que goza de un status social. En
general suele ser un hombre de nivel socioeconómico alto y no quiere ser criticado en ese mundo
donde se encuentra bien integrado y reconocido. Puede ser también alguien sin tanto dinero, pero que
barrio”, señala Llorente. En otros casos, no se llega a suicidar pero el femicida se entrega voluntariamente:
llama a la policía o a su familia y cuenta lo que hizo, sin escapar. “Son crímenes morales y no
instrumentales, es decir, no se mata para robar o por un ajuste de cuentas sino para defender una idea,
una creencia, una imagen o algo que para esa persona es inaceptable: por ejemplo, separarse de la
esposa. Ellos asumen las consecuencias en el propio acto: por eso se matan o se entregan. No se
arrepienten. Sienten que hicieron lo que tenían que hacer”, agrega el especialista.
El médico legista Daniel Silva, que fue perito forense ante la Corte Suprema en el país, recuerda que la
violencia de género es “como un espiral que va in crescendo”, donde hay una acumulación de tensión que
se libera con el golpe. “Llega un momento en que la tensión es tan alta que el individuo mata y viene luego
una sensación de relajamiento. Aparece la idea de qué me va a pasar, incluso puede tener hasta
algún sentimiento de culpa, todo en cuestión de segundos. Pasa al femicidio porque considera a la
mujer como parte de él, para matarla por completo tiene que matarse. No todos lo hacen porque
La psicóloga Norma Giorno, docente de la UNLP y asesora de la subsecretaría de Políticas contra las
Violencias por Razones de Género de la provincia de Buenos Aires observa que en el caso del empresario
Neuss, con su suicidio el femicidio de Saravia quedó desdibujado, a lo que se sumó la negación colectiva
gente. Porque no había cometido el femicidio. La respuesta, claro, no es lineal. Hay algo del orden de
la impulsividad cuando se dan cuenta de que cometieron ese asesinato. Generalmente, en vínculos tan in-
disociados, cuando la mata a ella, que sería parte de él mismo, la violencia se vuelve hacia él. En
perfiles tan narcisistas y de omnipotencia se produce con ese acto la destitución del lugar de poder.
Finalmente, como en todos los suicidios, hay cuestiones que se las llevan a la tumba. El suicida siempre
deja interrogantes. Y hay que tener en cuenta el contexto también. Como en todo lo que tiene que ver
con la violencia de género, hay una multidimensionalidad, es decir cantidad de factores que se ponen en
juego”.
barrio cerrado exclusivo donde viven también los cuatros hijos del matrimonio, ubicado en Pilar, al norte
del conurbano bonaerense. No hubo testigos directos. Las dos empleadas domésticas que estaban en la
Neuss, un multimillonario empresario argentino, de 72 años, con negocios diversificados, sabía que su
esposa quería separarse, de acuerdo con testimonios de allegados a la mujer. Saravia, de 69 años,
--filántropa, amante del arte, que solía jugar al golf con amigas y era entusiasta de las marchas
anticuarentena contra el Gobierno -- se lo habría dicho. La noche anterior al desenlace feroz, el matrimonio
tuvo una discusión. La mujer no durmió junto a su esposo: lo hizo en la casa de la hija de ambos, Lucila,
en el mismo country, y regresó cerca del mediodía del día siguiente. A los pocos minutos fue asesinada.
La pareja llevaba cincuenta años casada. Solía participar de eventos sociales y de beneficencia típicos de
las clases altas. Vivía una parte del año en Estados Unidos, donde tenía propiedades.
En un primer momento, los hijos transmitieron la idea de que había sido un pacto suicida. ¿Para evitar el
oprobio de un femicidio en la familia? La mayoría de los avisos fúnebres los despidieron a los dos
juntos y también eludieron ese trágico detalle: ella siguió siendo de él –de Neuss—hasta en la forma de
ser nombrada. En la ceremonia religiosa en el cementerio de la Recoleta los hijos pusieron una foto de
Saravia y Neuss en un atril: ella, con un vestido claro, sin mangas, él sonríe vestido de traje oscuro,
camisa blanca y corbata celeste; la abraza y le apoya en la cintura la mano derecha, esa con la que
gatillaría el disparo letal. Los enterraron en la misma bóveda: incluso después de muerta quedó al
lado de su victimario.