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CUADERNOS

CUADERNOS DE LE
LENG
NGUA
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ESPA
PAÑO
ÑOLA
LA
23

Graciela Reyes

El abecé de la pragmática

ARCO/LIBROS,S.L
Graciela Reyes

El abecé de la pragmática

ARCO/LIBROS,S.L.
CUADERNOS
CUADERNOS DE
 Lengua Española
 Dirección:  L. Gómez Torrego

1. a  edición, 1995.
2.a  edición, 1996.
3.a  edición, 1998.
4.a  edición, 2000.
5.a  edición, 2002.
6.a  edición, 2003.
7.a  edición, 2007.

© by Arco Libros, S.L., 2007


Juan Bautista de Toledo, 28. 28002 Madrid
ISBN: 978-84-7635-169-7
Depósito legal: M. 156-2007
Printed in Spain - Impreso por Lavel, S. A. (Madrid)
ÍNDICE

I N T R O D U C C I Ó N  Pág-

1. Pragmática eres tú 7
2. El significado de l habl ante 8

CAP ÍT UL O I. EL SIGNIFICADO CON TEX TUA L 13


1. Ora ció n y enunc iado 13
2. La codif icació n del cont exto 15
3. Qué hacer co n el exceso 17
4. El con tex to, los contextos 19

CA PÍ TU LO I I . ¿Q UÉ ES LA PRAGMÁTICA? 23
1. Definic iones 23
2. La sinfonía, los músicos y sus ejecuciones defectuosas 26
3. El lenguaje no es siemp re gra matical ni siempre lóg ico ... 27
4. La teoría de los actos de hab la 30
5. El significado int enc ion al 34
6. La pragmátic a actual 35

CA PÍ TU LO I I I . Lo DI CH O Y LO IMPL ICA DO: EL MOD EL O DE GRICE ... 38


1. El pr in ci pi o de coope ració n 38
2. Ejemplos de implica turas 41
3. Tip os de implicatura s 43
4. Lógica y conversación 48

CA PÍ TU LO IV. Lo DIC HO Y LO IMPL ICAD O: LA TEORÍ A DE LA RELE


VANCIA 53
1. El concepto de relevancia 53
2. Interf erenci as y con tex to 56
3. La expl icat ura 58
4. La relevancia de las metáforas 61

EJERCICIOS 65

BIBLIOGRAFÍA 69
INTRODUCCIÓN

1. PR AGM ÁTI CA ERES TÚ

Usamos el lenguaje todos los días, lo usamos descuidada


mente, dificultosamente, placenteramente, artísticamente. Tene
mos conciencia de usarlo con mayor o menor corrección o efec
tividad, pero rara vez nos paramos a pensar en el mecanismo
oculto que hace funcionar la comunicación, es decir, en los
principios que guían el empleo del lenguaje en nuestros diálo
gos con los demás.
Las palabras significan por sí mismas, y, sin embargo, la co
municación exige mucho más que intercambiar significados pre
establecidos. Piénsese en la diferencia entre preguntar "¿Qué
quiere decir esa palabra?" y "¿Qué quieres decir con esa pala
bra?" En el primer caso estamos pidiendo una información so
bre el lenguaje, que se encuentra, por ejemplo, en el dicciona
rio. En el segundo caso, estamos planteando un problema de
interpretación que tiene que ver con la intención del hablante
al usar la palabra: estamos preguntando por el significado que
debemos interpretar en ese contexto.
La pragmática lingüística estudia esa segunda dimensión del
significado, analizando el lenguaje en uso, o, más específica
mente, los procesos por medio de los cuales los seres humanos
producimos e interpretamos significados cuando usamos el len
guaje.
En estos últimos años, la pragmática se ha afianzado y ex
tendido de manera notable, como atestiguan varios congresos
internacionales multitudinarios, nuevas revistas especializadas, y
un número creciente de libros, manuales, artículos y tesis doc
torales.
El estudio del uso del lenguaje no es nada nuevo (lleva, pro
bablemente, más de dos milenios), pero la pragmática es el pri
mer intento de hacer, dentro de la lingüística, una teoría del
INTRODUCCIÓN 11
ración en lingüística, que solo tengan interés por ver cómo se
estudia hoy en día el uso del lenguaje.
Debido a la falta de espacio, quedarán sin tratarse unos
cuantos temas. En la Bibliografía final se encontrará una lista
de introducciones generales a la pragmática, seguida de otra lis
ta que incluye dos tipos de estudios: los citados en el texto y
otros que son recomendables.
La finalidad de los Ejercicios no es tanto comprobar los co
nocimientos adquiridos cuanto estimular la práctica de cierto ti
po de reflexiones sobre el lenguaje. Estos ejercicios admiten di
ferentes respuestas correctas o adecuadas, por lo cual no se
encontrarán aquí las soluciones.
Quisiera que el lector tomara este librito no solamente co
mo una guía, sino sobre todo como una invitación a seguir es
tudiando pragmática.
CAPÍTULO I
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL

1. OR AC IÓ N Y ENUNCIAD O

Hemos distinguido, en la Introducción, dos tipos de signifi


cado, el significado de la oración y el significado del hablante,
y hemos dicho que la semántica estudia el primer tipo de signi
ficado, y la pragmática, en cambio, el segundo.
El significado del hablante es el que expresan sus enuncia
dos. El enunciado es una unidad comunicativa que equivale a la
intervención o contribución de un hablante en una conversa
ción, y que puede consistir en una oración completa o en un
fragmento de oración. Los enunciados se pueden definir así:
unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherente
mente contextualizadas (cf. Schiffrin,  Approaches to discourse, pág.
41). Aunque no siempre tengan forma de oración, suele decir
se, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas
en uso, es decir, puestas en contexto.
Los ejemplos que suelen analizarse en pragmática son casi
siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enun
ciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos
imaginar algún contexto, aunque sea mínimo. En los ejemplos
de este librito (que proceden, en su mayor parte, de diálogos
reales) pondré entre paréntesis, cuando me parezca necesario,
algunos datos del contexto.
Las oraciones tienen significados convencionales (o gramati
cales). Véase la siguiente oración:

(1) El ni ñ o está enf ermo .

Esta oración está compuesta por una serie de elementos léxicos


(el, niño,  etc.), y estos elementos se han combinado según las
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 25
que la pragmática es todavía un conjunto de investigaciones di
fíciles de unificar, y afirma: "la pragmática se ha convertido en
depósito de todo tipo de consideraciones extragramaticales y de
los efectos de esos factores en la forma gramatical y léxica"
("Teoría pragmática", pág. 147). Unos años después escribe, ci
tando a Stalnaker, que la pragmática contemporánea "es el es
tudio de los actos lingüísticos y de los contextos en que se rea
lizan", y continúa: "abarca los aspectos del significado que
dependen del contexto; estos aspectos son abstraídos sistemáti
camente por la semántica pura que trata de la forma lógica"
("Pragmatics, Implicature, and Presupposition", pág. 260, trad.
mía.)
Para Dan Sperber y Deirdre Wilson, autores de la teoría de
la relevancia, que veremos en el capítulo rv, la pragmática es "el
estudio de la interpretación de los enunciados"  (Relevance,  pág.
10). "La tarea de la pragmática", escribe Diane Blakemore, pro
ponente de la misma teoría, "es mostrar cómo el oyente es ca
paz de convertir el  blueprint   [esbozo de significado ofrecido por
la oración] en una proposición completa, basándose en conoci
miento contextual"  (Understanding Utterances,  pág. 43; trad. mía).
Jacob Mey nos da la siguiente definición:
El lenguaje es el medio principal por el que la gente se comuni
ca. El uso del lenguaje para diferentes propósitos está gobernado
por las condiciones de la sociedad, en la medida en que esas con
diciones determinan el acceso del usuario a ese medio de comu
nicación, y el dominio que tiene de él.
Por lo tanto  la pragmática es el estudio de las condiciones del uso hu
mano del lenguaje en cuanto determinados por el contexto de la sociedad
[subrayado en el original].
(Pragmatics,  pág. 42; trad. mía)

Mey se distancia de los estudios centrados exclusivamente en


los mecanismos psicológicos de interpretación (véanse las defi
niciones de Sperber y Wilson y de Blakemore, especialmente)
para insistir en las condiciones sociales, políticas, culturales, his
tóricas, que determinan nuestro uso del lenguaje, o, como él di
ce, determinan "de quién es" el lenguaje.
26 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

2. IA SINFONÍ
SINF ONÍA,
A, LOS MÚSICOS Y SUS EJECUCIONES
EJECUCIONES DEFECTUO
DEFECTUOSAS
SAS

Hay algo en común en las definiciones anteriores y en otras


que no he citado: en todas se reconoce, explícita o implícita
mente, la existencia de un significado lingüístico contextual,
que por eso  parece  estar  a caballo entre lo propiamente  lin-
güístico (lo gramaticalizado) y lo extralingüístico. A la lingüís
tica del siglo xx le ha costado mucho admitir que lo extralin
güístico deba formar parte del objeto de la lingüística: es como
abrir la puerta al desorden y al ruido de la calle y desbaratar la
preciosa homogeneidad de lo solamente lingüístico.
Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, dis
tinguió tajantemente la  lengua,  o sistema gramatical virtualmen-
te existente en los cerebros de todos los individuos de una co
munidad, del  habla,  actualización voluntaria de ese sistema en
actos lingüísticos individuales. Para Saussure el único objeto po
sible de la lingüística es la lengua, que, dice, "puede comparar
se con una sinfonía cuya realidad es independiente de la mane
ra en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos
no comprometen lo más mínimo esa realidad"  (Curso de lingüís
tica general,  pág. 63). Saussure reconoce que no hay lengua sin
habla y que esta es la fuerza motriz del lenguaje, pero elige la
lengua, sistema autónomo de signos, independientes de su uso,
como objeto bien deslindado y homogéneo de la lingüística. Al
eliminar todo lo que le parecía teóricamente intratable, expulsa
de la lingüística al hablante: para estudiar la sinfonía, Saussure
tiene que poner a los músicos de patitas en la calle, ahorrándo
se así sus ejecuciones quizá defectuosas.
La lingüística generativa y transformacional fundada por
Chomsky, sin duda la más importante e influyente de las teorías
lingüísticas modernas, se propone hacer una caracterización for
mal de las propiedades sintácticas del lenguaje, abstrayendo el
lenguaje, para ello, de las ejecuciones (más o menos defectuo
sas) de los hablantes, y concentrándose en la descripción del sis
tema ideal o conjunto de conocimientos que posee un hablan
te sobre su propia lengua. El corpus de enunciados de una
lengua sirve, en esta teoría, para confirmar (o no) la gramática
internalizada o conocimiento innato de esa lengua.
Saussure, Chomsky y todos los lingüistas que han observado
el lenguaje seriamente saben que este es un fenómeno extraor-
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 27

dinariamente complejo que no se puede explicar solamente co


mo un conjunto de propiedades inscritas en el cerebro, aisladas
de toda situación real de empleo. La decisión de amputar el len
guaje de estas situaciones no significa que nieguen la importan
cia (obvia) del uso de la lengua, sino que no le dan cabida en
su teoría, que pretende explicar rasgos sistemáticos, generales y
universales del lenguaje.
Es esta voluntad teórica la que ha ido cambiando en los úl
timos treinta años, a medida que crece el desengaño por las for-
malizaciones que pretenden explicar propiedades sintácticas
fundadas, en última instancia, en las intuiciones de los mismos
lingüistas acerca de la aceptabilidad de esta o aquella frase, sin
recurrir nunca a lo que la gente dice realmente todos los días.
Actualmente ningún lingüista puede poner en duda que hay re
gularidades lingüísticas que no dependen solamente de reglas
gramaticales, sino de la manera en que usamos el lenguaje. De
ahí que, mientras en los principios de la lingüística "científica"
el hablante salía por una puerta, tres o cuatro décadas después,
a fines de los sesenta, entraba por otra: casa con dos puertas
mala es de guardar, y el indeseable hablante fue invitado a en
trar por la puerta de atrás del edificio teórico de la lingüística,
cuando esta se vio en dificultades para explicar ciertos fenóme
nos que solo pueden explicarse acudiendo a la noción de con
texto.
El valor explicativo del contexto para describir regularida
des y generalidades del lenguaje se verá mejor con algunos
ejemplos.

3. EL LENGUAJE NO ES SIEMPRE
SIEMPRE GRAM ATI CAL
NT SIEMPRE LÓGICO

El caso de  la catedrático,  visto en el capítulo anterior, pone


en cuestión una noción básica de la lingüística generativa, la no
ción de oración bien formada. Según Chomsky y sus seguidores,
una lengua consiste en una serie de oraciones bien formadas;
de acuerdo con este criterio, las oraciones mal formadas no per
tenecen a la lengua o el dialecto estudiado. Para explicar que
la catedrático  es un caso diferente que   la enfermero  hay que recu
rrir, forzosamente, a nociones no lingüísticas, ya que esta abe
rración gramatical no se puede explicar dentro de los confines
28 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

teóricos de un sistema gramatical autónomo, independiente


del uso.
Un ejemplo clásico de fenómeno gramatical que no puede
explicarse satisfactoriamente sin acudir a información pragmáti
ca es el del orden de palabras o distribución de la información
en la oración. Obsérvense los dos ejemplos siguientes:
(1) No hay tomates.
(2) Tomates no hay.

Las condiciones de verdad de (1) y (2) son idénticas, de modo


que si es cierto que no hay tomates, tanto (1) como (2) son
verdaderos. Pero (1) y (2) no se pueden usar indistintamente;
el orden de palabras del español es muy flexible, pero elegi
mos un orden en lugar de los otros posibles por razones con
textúales, no al azar. Para explicar la estructura comunicativa de
(1) y de (2) tenemos que recurrir al contexto en que ambos
textos pueden producirse. Limitémonos a (2), que tiene una
construcción más llamativa que (1). Para emitir (2), necesita
mos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan men
cionado los tomates, por ejemplo  Voy a preparar salsa de tomates,
a lo cual puede contestarse con (2). O bien se precisa un   frame
o marco de referencia (un conjunto de ideas estereotípicas so
bre algo; cfr. capí tul o I, § 4) co mo , po r eje mpl o, el marc o de
referencia "ensalada". Si se está hablando de una ensalada, si se
están enumerando, pongamos, los ingredientes que hay en la
nevera para hacerla, resulta normal emitir (2), aunque los
tomates no. se hayan me nc io na do antes, po rq ue estos suelen
asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace
presentes, disponibles, en el contexto. En términos de pragmá
tica, la relevancia de nombrar los tomates al principio de la ora
ción, donde suele estar el tema del que se habla, lo ya conoci
do, se debe a que el concepto 'tomate' se recupera más o
menos aut omát ica ment e a pa rt ir de l de 'ensalada'. Y esto expl i
ca que la oración esté construida como está: la pragmática ex
plica la gramática.
Tampoco puede considerarse exclusivamente como un pro
blema gramatical independiente la fluctuación del punto de vis
ta del hablante, que lo lleva a proferir enunciados como el si
guiente:
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 29
(3) [Al enco nt rar las llaves, después de haberlas buscado un
buen rato] ¡Aquí estaban las malditas!

El hablante ha elegido el pasado en lugar del presente, que tam


bién podía haber usado. El uso de un pasado como reacción a
una situación presente (la aparición de las llaves) es consecuen
cia de un desplazamiento del punto de vista: el hablante se re
fiere al presente indirectamente, enfocando el pasado en el cual
estuvo buscando las llaves. Lo desconcertante es que el pasado
estaban  equivale, lógicamente, a un presente, es decir, parecen
anularse distinciones muy básicas del sistema gramatical de la
lengua, en beneficio de lo que podemos llamar apropiadamen
te el significado del hablante.
Los tratamientos nos dan un buen ejemplo de elementos
gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semán
tico de la oración, pero que sin embargo codifican información
importante sobre los interlocutores y su comunicación. El em
pleo de tú y  usted   no altera las condiciones de verdad de un
enunciado, de modo que (4) y (5) tienen el mismo valor lógico:
(4) Tú eres el nuevo je fe, ¿verdad?
(5) Ust ed es el nuevo jefe, ¿verdad?

Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo ha


blante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú
transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, per
tenencia al mismo grupo, o bien muestra falta de respeto. La
elección de tú  en lugar de  usted   (o viceversa) modela de
cierta manera la situación de habla y la relación entre los parti
cipantes, y depende de una serie de presuposiciones sociocultu-
rales.
El traductor anónimo de la novela Jane Eyre,  que leí con fas
cinación en la adolescencia, decidió en el momento apropiado
cambiar el tr ata mien to c on que Mr . Rochester se dir ig ía a Jane
Eyre: de usted pasó a tú. Como el inglés no tiene esa distinción,
y el traductor quería ser fiel a ambas lenguas, reprodujo la ver
sión original neutra siguiendo las normas de uso del español:
cuando Mr. Rochester ya no es el patrón, sino el amante, pue
de tutear a la ins tit utr iz Jane Eyre. Pues bi en , el m o me n to d el
paso de  usted  a tú   es memorable, y cambia drásticamente el
 frame  de los protagonistas y el curso de la novela, y le corta la
respiración a un a lectora jov enci ta e impresionab le. Un tú  bien
30 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

usado vale más que mil discursos, en ciertas circunstancias. Y en


el uso del lenguaje, todo es cuestión de circunstancias.
El lenguaje no es ni üene por qué ser "lógico". La conjun
ción y,  por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica &.
De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q  pueden coor
dinarse en cualquier orden, sin que se altere su equivalencia:
 p & q  es lo mismo que q & p.  Según esto,  Las rosas son rojas y los
claveles son blancos  tiene el mismo valor de verdad que  Los clave
les son blancos y las rosas son rojas.  Pero la conjunción y  puede ad
quirir otros valores, como 'y después', 'y en consecuencia', etc.
Los siguientes ejemplos de enunciados no son equivalentes:
(6) Decidí descansar un rato y te rmin ar el trabajo.
(7) Decidí te rm in ar el trabajo y descansar un rato.

En ambos casos la conjunción y  significa 'y después', y por


eso (6) y (7) tienen condiciones veritativas distintas; esto es
así no porque el ítem léxico y  quiera decir a veces una cosa y
a veces otra, sino porque hay un principio pragmático según
el cual contamos las acciones o sucesos en orden cronológico,
salvo que indiquemos lo contrario. Como este principio guía la
interpretación de (6) y (7), resulta que no podemos asignar
valor veritativo a estas oraciones sin introducir un principio
pragmático.
La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las ex
plicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie
de regularidades lingüísticas, y que es muy difícil (y quizá teóri
camente errado) estudiar el lenguaje como un sistema de reglas
autónomo, es decir, independiente del uso.

4. LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA

Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos grama


ticales (del tipo de las que acabamos de esbozar en los ejemplos
(l)-(7)) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los
años  sesenta,  cuando se intentó ampliar el modelo de la  lin
güística generativa, centrada en la sintaxis. Surgieron por esos
años varias subespecializaciones o doctrinas (la semántica gene
rativa, el análisis del discurso, la lingüística textual, entre ellas)
que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua.
42 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

b)  Violación aparente


A veces el hablante parece violar las máximas, lo que puede
dar lugar a implicaturas, si el oyente cree, como es normal, que
el hablante obedece las máximas, o al menos que respeta el
principio de cooperación.
Grice da, entre otros ejemplos, el de una carta de recomen
dación que contiene información insuficiente sobre el reco
mendado. Alterándolo un poquito, es como sigue. El profesor
de filosofía escribe una carta de recomendación para su alum
no, que aspira a ingresar en un programa doctoral. La carta di
ce, en síntesis, algo así:
(2) El Sr. X asiste siempre a clase, hace pu nt ua lm en te todos sus
trabajos, y se expresa con propiedad.

La carta da menos información de la esperada, ya que no indi


ca si el alumno tiene talento para la filosofía. El destinatario sa
cará la implicatura de que el señor X no tiene ningún talento
filosófico, porque de lo contrario tendría que pensar que el au
tor de la carta no quiere cooperar, y esto es improbable, ya que
se ha molestado en escribir la carta.

c) Choques entre máximas


A veces no podemos dar una información sin mentir porque
no la sabemos, y por lo tanto damos información aproximada,
violando la máxima de cantidad para no violar la de calidad.
Así, por ejemplo, si me preguntan dónde queda la biblioteca y
no lo sé con exactitud, diré algo como
(3) Queda más al sur, pasando el parque.

El oyente, al recibir esta información insuficiente, puede pensar


que no quiero cooperar, o, más probablemente, puede sacar la
implicatura de que eso es todo lo que sé sobre el asunto.
Aunque la máxima de calidad, "Diga la verdad", parece ser de
 jerarquía más alta que las otras, es decir, es la que tendemos a
obedecer primero, hay algunos hablantes que prefieren mentir
a pasar por poco cooperativos. Si pedimos instrucciones sobre
cómo llegar a un sitio, por ejemplo, a alguien que debería sa-
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 43

berlo (por vivir en el lugar o por otro motivo) pero no lo sabe,


puede pasar que recibamos información insuficiente e incluso
equivocada, si esa persona es incapaz de admitir su ignorancia.

d) Violación ostentosa
Finalmente, podemos calcular implicaturas si advertimos que
el interlocutor está violando las máximas con deliberación.
Imagínese un diálogo como el siguiente:
(4)  N I Ñ O  (por décima vez):   -¿Cuándo  comemos,  mamá?
MADRE  : -Cuando  esta  señora  que ahora  está  escribiendo ter
mine de hacer su trabajo y se levante de esta silla y vaya a
la cocina y ponga a calentar la cena...

La prolijidad de la respuesta (en abierta violación de una de las


submáximas de manera) tiene por misión que el niño infiera la
actitud de la madre ante su insistencia.

3. TI PO S DE IMPLICATUR AS

Grice distingue tres tipos de implicaturas: las implicaturas


convencionales, las implicaturas conversacionales particulariza
das, y las implicaturas conversacionales generalizadas.
Para caracterizar estos tipos de implicaturas, Grice tiene en
cuenta si son convencionales, si son calculables, si son cance-
lables, y si son separables. La propiedad "convencional" se opo
ne, como sabemos, a la propiedad "conversacional". La propie
dad que Grice llama "calculabilidad" se aplica a las implicaturas
que resultan de un proceso inferencial en el que el oyente ha
sopesado tres factores: lo que el hablante dice, los datos del
contexto, y el acuerdo mutuo de respetar el principio de coope
ración.
Las implicaturas son cancelables cuando pueden eliminarse
sin que haya co nt ra di cc ió n. Son, finalmente, separables, si desa
parecen al enunciarse la expresión de otra manera.
Veamos caso por caso, incluyendo las presuposiciones, que
pertenecen también al grupo de las implicaciones pragmáticas.
44 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

I. IM PLIC ATUR AS CONVENCIONALES Y PRESUPOSICIONES

Las implicaturas convencionales forman parte del contenido


de ciertas expresiones lingüísticas. Son significados adicionales,
pero no se calculan, pues vienen incorporados en el contenido
de las expresiones. Véase este ejemplo:
(5) María logró terminar la tesis.

Este enunciado significa que María terminó la tesis, y que le cos


tó algún esfuerzo terminarla, por la razón que fuera. La idea de
esfuerzo o dificultad está implícita en la construcción lograr + in
 finitivo,  es una implicatura  convencional   de esa expresión.
Como todas las implicaturas, la implicatura convencional es
un significado adicional implícito. Pero las implicaturas conven
cionales se diferencian de las conversacionales en que no re
quieren ningún contexto específico, ya que están adheridas a
las construcciones lingüísticas. Por otra parte, como son impli
caturas, y no implicaciones lógicas, no ejercen ninguna influen
cia sobre el valor de verdad de la oración en que aparecen.
Nótese que (5) tiene el mismo valor veritativo que (6):

(6) María te rm in ó la tesis.

(5) y (6) significan, estrictamente, lo mismo, pero en (5) hay


un significado extra, la implicatura convencional 'tuvo que ha
cer un esfuerzo para terminar la tesis' o algo semejante, que no
afecta la proposición básica 'María terminó la tesis'.
Las expresiones subrayadas en los siguientes ejemplos provo
can también implicaturas convencionales:
(7) Elisa es porteña,   por lo tanto  es pedante.
(8) Son pobres,  pero  honrados.

En (7), si Elisa es porteña y pedante la oración es verdadera,


sin necesidad del significado implícito añadido por  por lo tanto,
que señala que ser pedante se sigue de ser porteña. En (8),
igualmente, las condiciones de verdad se satisfacen si los indivi
duos de los que se habla son pobres y honrados;  pero  añade una
oposición independiente del valor veritativo de la oración.
Las implicaturas convencionales limitan lo apropiado del uso
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 51
En el primer caso, la semántica tiene que producir inacaba
bles listas de significados posibles para las palabras de aparien
cia más inocente. Habría que prever casos como el siguiente:
(30) a. Compr é un pañuelo azul.
b. Compré un pañuelo azul y rojo.

En (30a),  azul  significa 'totalmente azul'; en (30b),  azul  signifi


ca 'parcialmente azul'. ¿Debemos asignar al adjetivo  azul  estos
dos significados, aparte de otros posibles? Si tomamos esa deci
sión, la semántica tendría que habérselas con numerosos sig
nificados para cada expresión, en contra del principio de eco
nomía o parsimonia teórica, que exige no multiplicar las
entidades más allá de lo necesario. Un enfoque pragmático es,
como corresponde, un enfoque económico. La noción de im-
pli cat ura jus ti fi ca teór ica ment e que las expresiones del lenguaje
natural tienden a tener significados simples, unitarios y esta
bles, que, una vez que las expresiones se ponen en contexto,
pueden recubrirse de otros significados o matices: una sobre
carga pragmática fácil de ser concebida como un conjunto de
implicaturas.
En el modelo de Grice, el acto de comunicarse crea ciertas
expectativas que los hablantes aprovechan de un modo racional
y eficiente. Por eso la indeterminación de las expresiones lin
güísticas no es un obstáculo para la comunicación. Un compor
tamiento lingüístico bastante frecuente y siempre bien visto pa
rece contradecir este principio, sin embargo: la cortesía. Por
cortesía, el hablante se comporta a veces de un modo que pa
rece irracional y poco eficiente.
Se ha propuesto resolver el problema agregando al conjunto
de máximas del principio de cooperación otro conjunto de má
ximas, las correspondientes a un "principio de cortesía". Leech,
autor de la propuesta, distingue una serie de máximas en ac
ción, entre ellas la de Tacto, la de Generosidad, la de Aproba
ción, la de Modestia (Leech, Principies of Pragmatics).  Sostiene
Leech que muchas veces decimos, de una manera perfectamen
te apropiada, cosas que son falsas o menos informativas que lo
requerido. Esto es verdad, y también que la cortesía está regu
lada socialmente y que contribuye a la buena fortuna de la co
municación. Sin embargo, los comportamientos corteses, aun
que necesarios y efectivos, no se dan automáticamente por
descontados para avanzar en la conversación, como parece su-
52 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

ceder siempre con los principios básicos de cooperación de


Grice: es muy difícil socavar la suposición de que nuestros in
terlocutores son cooperativos; la de que siempre son, por aña
didura, corteses, es, en cambio, una suposición mucho más dé
bil. Resulta difícil no ser cooperativo en una conversación, pero
no es tan difícil ser descortés: esto revela que se trata de prin
cipios de índole diferente.
En el paradigma actual de la pragmática que se conoce co
mo "neogriceano", las máximas del principio de cooperación se
han reducido, no amplificado. Remito al lector a dos versiones
recientes del modelo de Grice, el de Levinson ("Minimizatíon
and Conversatíonal Inference") y el de Horn ("Toward a New
Taxonomy for Pragmatic Inference: Q-based and R-based Impli-
cature"). Otra revisión, que no es fiel al maestro, es la que ve
remos en el capítulo siguiente.
CAPÍTULO IV
LO DI CH O Y LO IMP LI CAD O:
LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA

1. EL CONCEPTO DE RELEVANCIA

La teoría de la relevancia, expuesta por sus autores, Dan


Sperber y Deirdre Wilson, en un libro publicado en 1986
(Relevance. Communication and cognition),  no fue bien recibida
por el  establishment   de la pragmática. Aunque muchas de las
críticas siguen siendo válidas (véanse Levinson, "A Review of
Relevance", y Mey y Talbot, "Computation and the Soul"), este
modelo ha ido ganando aceptación en los últimos años, y hoy
en día pued e considerarse, j u n t o con el mod el o neogrice ano,
una de las dos teorías más influyentes en pragmáüca.
Aunque está inspirada en Grice, la teoría de la relevancia
no puede tratarse como una mera extensión del programa de
Grice, ya que propone una manera diferente de explicar el
proceso de la comunicación lingüística. Muchos lingüistas
consideran que el modelo de la relevancia supera al de Grice
en poder explicativo, y que además satisface la intuición que
tenemos, como usuarios del lenguaje, acerca de los proce
sos de comunicación verbal (véase Wilson y Smith,  Relevance
Theory).
La relevancia (palabra técnica cuya versión más cercana en
el lenguaje corriente sería  pertinencia)  es el principio que expli
ca todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción al
guna: porque descontamos que nuestro interlocutor es relevan
te le prestamos atención.
Grice nos enseñó que, para que la comunicación sea posi
ble, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre la con
ducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos
por descontado que, en la conversación y en otras tareas que
hacemos en compañía, somos cooperativos. Pero ¿por qué so-
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basta es que transmita, con su enunciado, la presunción de que


este es óptimamente relevante, porque esa relevancia determina
la interpretación de dicho enunciado.

2. INFERENCIAS Y CONTEXTO

La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se


parte de ciertas premisas para llegar a una conclusión que se si
gue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo se
leccionamos las premisas en nuestro trabajo interpretativo, que
es, como queda dicho, una búsqueda de relevancia. Véase un
ejemplo.
(1) A. -¿Vas a co mprar el diccionario?
B. -Gasté todo el dinero que tenía.

En el esquema griceano, la respuesta de B parece violar la


máxima de relevancia, pero el oyente hace un breve razona
miento y descubre su relevancia: B no va a comprar el diccio
nario porque no tiene dinero. Para Sperber y Wilson, esta es
una explicación  post fado,  y además insuficiente, ya que deja a
oscuras por qué se hace la conexión entre comprar el dicciona
rio y haber gastado el dinero.
Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respues
ta de B, A construye un contexto, que es, más o menos, el que
B esperaba que construyera. En este contexto figuran ciertos co
nocimientos y creencias, por ejemplo que se necesita cierta can
tidad de dinero para comprar un diccionario y que B no tiene
dinero. De estas premisas B saca la implicatura "B no va a com
prar el diccionario". El contexto constituido por las premisas es
un subconjunto de las creencias y conocimientos de toda índo
le que probablemente posee A; tal conjunto está formado por
conocimientos científicos, culturales, sociales, religiosos, políti
cos, económicos, lingüísticos, y conocimientos que surgen de la
situación, conocimientos sobre el interlocutor y su historia pa
sada, sobre el modo en que gasta el dinero, sobre por qué ga
na poco, sobre la relación entre ellos, etc. El contexto que el
oyente tiene a su alcance puede incluir también conocimientos
sobre los diccionarios, sobre cuáles son los mejores, sobre cómo
se hacen, sobre por qué son caros, etc. Nótese que   toda  esa in
formación está a disposición del hablante, y sin embargo este
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 57

sólo selecciona el subconjunto de conocimientos que le sirve pa


ra interpretar lo que dice B. Y esto es así porque A sabe que B
quiere ser relevante, y la única interpretación consistente con el
principio de relevancia es que B no puede comprar el diccio
nario. Esa es, pues, la interpretación más plausible, y por lo tan
to la implicatura más importante del enunciado de B. Digo "la
más importante" porque la respuesta de B es más rica en infor
mación que un simple "No voy a comprar el diccionario", y per
mite inferir otras implicaturas también, es decir, se liga con
otros subconjuntos de conocimientos del oyente y produce más
efectos contextúales (por ejemplo, que a B no le alcanza el di
nero, o que B es una persona derrochona, etc.). Volveremos en
seguida sobre este fenómeno.
El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en tér
minos psicológicos, no sociales, culturales, o discursivos, de mo
do que la definición es unitaria, y evita las dificultades que he
mos visto en el capítulo i. Las creencias operativas que forman
el contexto de cada interacción pueden derivar de la percep
ción inmediata de la situación, de lo que se ha dicho antes, o
provenir de la memoria. Lo importante es que los interlocuto
res comparten o creen compartir una versión parecida del con
texto. La comunicación exitosa depende de cierto conocimien
to mutuo: de lo que cada interlocutor sabe y sabe que el otro
sabe. Véase el siguiente caso:
(2) (Qui qu e se acerca a la autora, que está sentada fre nte a la
computadora, trabajando.)
Quiq ue : -¿Estás ocupada?
GR: - N o . Estoy ju ga nd o a un  video game.
(Quique se ríe y se va.)

(Permítaseme decir, ya que viene al caso, que Quique y yo nos


comunicamos en dos lenguas, como millones de personas.
También nos comunicamos en dos dialectos del español, y en
varios registros. Al lado de nuestras conversaciones, los ejemplos
de los libros de pragmática resultan irreales, por la homogenei
dad lingüística, cultural, social, generacional, que sugieren co
mo norma ejemplificante. Que tal homogeneidad no se dé siem
pre y que quizá sea atípica es también un problema de
pragmática, uno de los que se dejan de lado en las teorías infe-
renciales que estamos tratando.)
En (2) Quique, para construir el contexto en que debe in-
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terpretar mi respuesta, extrae algunos elementos de la situación.
Ve, por ejemplo, que en la pantalla de la computadora hay un
texto, no un juego. Por otra parte, él sabe (y sabe que yo sé que
él sabe) que yo uso la computadora solamente para trabajar, de
modo que interpreta mi respuesta como el enunciado no literal
que es, haciendo ciertas inferencias. Infiere, sobre todo, que yo
le he transmitido que estoy ocupada y no quiero interrupcio
nes. Por supuesto, mi enunciado irónico exige de él cierto es
fuerzo extra de procesamiento, ya que contiene una crítica a su
pregunta (es evidente que estoy ocupada, y él sabe que yo sé
que lo sabe), pero también indica que yo sé que él sabe que es
toy hablando cariñosamente, y que, quizá, no me ha molestado
su interrupción, y que los dos nos entendemos bien. Todos es
tos significados bien valen el esfuerzo extra de entender una
afirmación absurda, y la risita del niño expresa, entre otras co
sas, que es mi cómplice en la buena comunicación.
Como ya vimos para el caso (1), la respuesta de (2) produ
ce más de una implicatura. Ninguno de los dos casos es anó
malo, ya que nuestros enunciados cotidianos suelen tener una
gama, a veces muy amplia, de significados posibles. Antes de ver
cómo explica este fenómeno la teoría de la relevancia, debemos
considerar cuál es el papel que Sperber y Wilson asignan a la
inferencia en la interpretación de enunciados lingüísticos.

3. LA EXPLI CATURA

Grice distinguió entre lo dicho y lo que se transmite me


diante implicaturas; por "lo dicho" se ha de entender aquella
parte de la comunicación que puede evaluarse según el criterio
de verdad. Todo lo demás es implícito. Así, en (3),

(3) Le rue go que se vaya de aquí,

el uso de  usted   puede implicar que el hablante quiere poner dis
tancia con la persona con la que habla. Como el uso de tuteo
(Te ruego que te vayas de aquí)  satisfaría las mismas condiciones
veritativas, la implicatura convencional provocada por el empleo
de  usted   no afecta el valor de verdad de (3). Sin embargo, la im
plicatura convencional bien puede considerarse parte de lo
dicho en (3). En el esquema de Grice, esta distinción queda
borrosa.
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Graciela Reyes es catedrática de lingüística hispánica en la Universidad
de Illinois, Chicago, y ha sido profesora invitada en varias universidades
americ anas y europea s. Ent re sus li br os figuran los siguient es:   Polifonía
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literarias en la actualidad   (Madrid, El Arquero, 1989),   La pragmática
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directo y estilo indirecto  ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1 9 93 ),   Los procedimientos de
cita: citas encubiertas y ecos  ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1 9 94 ),  El abecé de la
a
 pragmática  ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , I   ed. 1996),  Cómo escribir bien en
español. Manual de redacción  (Madrid, Arco/Libros, 1998), y, en
colaboración,  Ejercicios de pragmática (Iy II)  ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 2 0 0 0 ) .
Ha publicado también libros de poemas y de cuentos.

ARCO/LIBROS,S.L

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