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La soberanía y la CICIG

A la vista de todos están los hechos de que, por un lado, el presidente de


la República se declara defensor de la soberanía nacional, procurando la
expulsión de la Cicig y que, por el otro, se realizan constantes esfuerzos
diplomáticos y de lobby, buscando el respaldo de órganos, instituciones o
funcionarios de otros Estados (principalmente de los Estados Unidos).

Ignoro si como resultado de esos esfuerzos, o motu propio, se haya


producido una carta suscrita por algunos representantes al Congreso de
los Estados Unidos, dirigida al secretario de Estado, en la que, de acuerdo
con lo publicado por este diario (edición del 2 de marzo), “respaldan la
decisión del presidente Jimmy Morales de terminar con el mandato de la
Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), como
una muestra de la lucha ‘por la soberanía de Guatemala’…”

Según yo lo veo, esa carta es una forma de injerencia extranjera en los


asuntos de la República de Guatemala, del mismo modo como se han
presentado, por algunas personas, las declaraciones de la representante al
Congreso de los EE. UU., honorable señora Norma Torres. Así, me parece
un contrasentido que, por un lado, se acuse por parte del Gobierno que la
permanencia de la Cicig es una violación a la soberanía de Guatemala y,
por la otra, se busque tan afanosamente, por el mismo Gobierno, en el
extranjero, algún tipo de respaldo o de reconocimiento por sus acciones.

No cabe reclamar soberanía si al mismo tiempo se soslayan opiniones del Tribunal


Constitucional.
Eduardo Mayora
El tema de la constitucionalidad y, como parte de ella, de la soberanía de
la República de Guatemala, respecto del acuerdo de creación de la Cicig,
se consultó por el Congreso de la República a la Corte de
Constitucionalidad en 2007. A raíz de esa consulta, la CC emitió la
opinión consultiva que obra al expediente 791-2007, de 8 de mayo de 2007
y, a lo largo de 18 páginas (en la versión electrónica), analiza en detalle
casi cada uno de los artículos del mencionado acuerdo internacional.
De esto hace 12 años y los miembros de la CC eran otros juristas
diferentes de los que actualmente integran ese alto tribunal. Se consultó,
entre otras cosas, si es constitucional el contenido del acuerdo para el
establecimiento de la Cicig y, en el punto “1.”, la CC hace referencia a las
normas constitucionales que definen al Estado como “soberano” y que
estatuyen el principio de legalidad, como condición para el ejercicio de las
funciones públicas. Por tanto, la Corte tuvo presentes, específicamente,
dichas disposiciones constitucionales.

La CC opinó que el acuerdo internacional de creación de la Cicig “resulta


constitucional” y sostuvo también que “…la creación de un ente que
apoye en labores de investigación al Ministerio Público, en delitos de
acción pública, no conlleva violación constitucional, ni legal alguna…”
(Punto 1.1) En cuanto a la naturaleza de dicho instrumento, la CC indicó
con toda claridad que “…es un acuerdo internacional, razón por la cual
las normas aplicables para su aprobación son las relacionadas con la
aprobación de tratados y acuerdos de carácter internacional…”.

Como escribí en un artículo de por aquel entonces, publicado por Siglo


Veintiuno, en mi opinión la CC salvó con acierto la soberanía de la
República, porque se tomó el cuidado de indicar con todo detalle los
límites, el modo, las condiciones y con qué alcance podían interpretarse y
aplicarse las disposiciones del tratado que vincula al Estado de
Guatemala y a la ONU, y habiéndose pronunciado ya el Tribunal
Constitucional del Estado, ninguna falta hace al Gobierno de la República
buscar opiniones en otras partes como pautas que guíen su acción.

Vulnerando la soberanía de Guatemala

El trabajo de la Cicig, sin embargo, ofrece una solución en forma de tridente. De


las tres puntas, el caso más obvio es la organización contrabandista y otros como
ese, donde la Cicig está interviniendo más allá de los límites de su mandato. La
organización contrabandista es un caso liso y llano de robo —lejos de los actos de
“los cuerpos ilegales” que podrían amenazar o vulnerar los “derechos humanos
fundamentales” de los guatemaltecos.
En efecto, al entrometerse en los asuntos de Guatemala contra los términos de su
propio mandato, la Cicig termina haciendo lo que acusa a otros de hacer: degrada
la soberanía del país.

La segunda punta del tridente de la Cicig es su costumbre de actuar en contra de


la ley, incluso cuando trabaja en asuntos aparentemente coherentes con su
mandato. Un claro ejemplo es el caso de Erwin Sperisen, un exjefe de policía que
ahora esta cumpliendo su sentencia en una cárcel suiza, por acciones que
supuestamente tomó para aplacar un motín carcelario en 2006. Sperisen, que
poseía una doble ciudadanía de Suiza y Guatemala, fue perseguido por la Cicig y
arrestado en Ginebra.

Por medio de la Cicig, la evidencia contra Sperisen fue enviada desde Guatemala a
un tribunal suizo, que la aceptó sin hacer lugar a ninguno de los pedidos de la
defensa.

El testigo principal nunca viajó a Suiza y solo testificó por escrito en una
declaración arreglada por la Cicig, un procedimiento que sería ilegal bajo la ley de
Guatemala.

Sperisen tenía su derecho al debido proceso y este fue violado por las maniobras
de la Cicig, y eso es suficientemente malo. Pero la Cicig ha vulnerado los derechos
de todo el pueblo de Guatemala. Esa es la punta central del tridente: la violación
de derechos que pasa completamente desapercibida, excepto por sus víctimas.

La Cicig fracasa regularmente en investigar a los grupos ilegales que afectan los
derechos humanos de un gran número de campesinos. La ironía de la situación es
que estas agrupaciones ilegales se refieren a sí mismas como grupos de derechos
humanos —y Naciones Unidas, incluyendo la Cicig, son parte de la ironía, al
proteger a estos grupos de una evaluación más detallada.

En palabras de la exprocuradora general de Guatemala, Claudia Paz y Paz, cuyo


régimen hizo posible una dramática expansión de estos delincuentes en todo el
país, estos grupos deben recibir “consideraciones especiales” —a instancias de
Naciones Unidas y Cicig.

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