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PRINCIPIOS QUE PRESIDEN LA EJECUCION PENAL

1.-Principio de legalidad:

. Este principio lo que viene a asegurar, es que la consecuencia del


delito, bien sea una pena o una medida de seguridad, siempre debe
estar previamente determinada por el legislador de una forma más o
menos amplia. (“Nullum crimen, nulla poena sine lege”). ¿Para qué sirve
éste principio? Siguiendo a JAKOBS que considera que el principio de
legalidad lo que debe hacer es garantizar la objetividad, podemos
concluir que es un principio que sirve para garantizar que las
decisiones de los tribunales sean lo más objetivas posibles. La razón por
la cual la ley contempla las penas, no es sino para garantizar que el
hecho sea castigado justamente, ya que el juez verá allanado su camino
a la hora de disponer la sanción. Se hace preciso que se relaten las
penas para evitar excesos o arbitrios judiciales, todo ello como garantía
de objetividad judicial. Los ciudadanos tienen pues “Derecho a que los
delitos y sus correspondientes penas figuren en la ley, con el objeto de
que en logro de la paz social les sea posible adaptar su conducta para
que esta no incurra en delito ni se haga merecedora de la
correspondiente pena (…) el principio de legalidad penal permite que los
ciudadanos puedan programar sus comportamientos sin temor a
posibles condenas por actos no tipificados previamente”.

El pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos de 19 de


diciembre de 1966, en sus artículos 9.1 señala que “todo individuo tiene
derecho a la libertad y a la seguridad personales. Nadie podrá ser
sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser privado de
libertad, salvo por las causas fijadas por la ley y con arreglo al
procedimiento establecido por ésta” Por su parte la Convención
Americana sobre Derechos humanos en su artículo 7 establece que 1 “.
Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personal. “-
Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en
las condiciones fijadas de antemano por las constituciones Políticas de
los Estados partes o por las leyes dictadas conforme a Ellas. Nadie
puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios”. Nuestra
Constitución se encarga de fijar con claridad que ninguna persona será
sancionada con penas no establecida previamente en la Ley, ni podrá
ser juzgada otra vez por los mismos hechos punibles que motivaron
anteriores enjuiciamientos (Art 95), añadiendo que la ley no tiene efecto
retroactivo, excepto en materia penal cuando la nueva ley favorezca al
delincuente o procesado (Art 96) y que nadie podrá ser condenado a
penas infamantes, prescriptivas o confiscatorias Por su parte el artículo
1 del Código procesal penal, establece el principio de “ nulla ponea sine
legale iudicio”, esto es que “Ninguna persona podrá ser condenada a
una pena ni sometida a una medida de seguridad, sino en virtud de
sentencia firme dictada por el órgano jurisdiccional competente,
después de haberse probado los hechos en un juicio oral y público
llevado a cabo conforme los principios establecidos en la Constitución
de la República, los Tratados Internacionales de los cuales Honduras
forma parte y el presente Código y con respeto estricto de los derechos
del imputado”. En nuestra legislación procesal las medidas de
seguridad deben de estar contempladas en la sentencia condenatoria.
Por su parte artículo 344 del Código Procesal Penal recoge
textualmente: “La sentencia condenatoria fijara con precisión las penas
y las medidas de seguridad a que queda sujeto e reo, y cuando
corresponda, otorgara la suspensión de la Ejecución de la Penal”.
Relacionado con el principio de legalidad y con la proscripción de toda
arbitrariedad, la constitución en su artículo 182, se encarga de
garantizar a todo ciudadano un procedimiento de Hábeas Corpus o
Exhibición Personal a toda persona que se considere ilegalmente presa,
detenida o cohibida de cualquier modo en el goce de su libertad.

2.- Principio de iniciación de oficio.

La ejecución penal se inicia de oficio, declarada la firmeza de la


sentencia. De conformidad con lo establecido en el ya mencionado
artículo 385 del Código Procesal, sólo podrán ejecutarse aquellas
sentencias que hayan adquirido el carácter de firmes y a tal efecto, el
órgano jurisdiccional competente, enviará dentro de los tres días (3)
hábiles siguientes, certificación de las mismas tanto al Juez de
Ejecución como al director del establecimiento o centro penal.

3.- Principio de rehabilitación:

Siempre se ha dicho que las consecuencias del delito, deben ser


retributivas y/ rehabilitadoras. Algunos países dan preferencia a un
principio sobre otro. Lo cierto es que ambos criterios deben tenerse en
cuenta. El artículo 5.6 de la Convención Americana sobre Derechos
humanos señala que “Las penas privativas de libertad tendrán como
finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los
condenados”. En el mismo sentido se pronuncia el artículo 1 de la Ley
de Rehabilitación del Delincuente ya comentada. Sin embargo, y ello
podría parecer contradictorio, la propia Constitución establece la pena
de privación de la libertad a perpetuidad, a determinar por la ley penal
para aquellos delitos en cuya comisión concurran circunstancias
graves, ofensivas y degradantes, que por su impacto causen conmoción,
rechazo, indignación y repugnancia en la comunidad nacional. Lo cierto
es que dicha previsión al haberse llevado a efecto para algunos tipos
penales puede interpretarse como una quiebra de dicho principio. Bien
es cierto que el límite máximo de cumplimiento para lo simples delitos y
las acumuladas por varios delitos, conforme al mandato constitucional
(Art 97).

La Constitución hondureña establece claramente en su artículo 87 que


“Las cárceles son establecimientos de seguridad y defensa social. Se
procurará en ellas la rehabilitación del recluido y su preparación para el
trabajo”. Se contiene pues un mandato del constituyente al legislador
para orientar la política penal y penitenciaria .El legislador hondureño
debe orientar las penas privativas de libertad hacia el fin señalado. La
cuestión es fijar el momento en que debe hacerse, es decir si la
orientación debe estar contenida en la ley penal o si ésta debe
reproducirse en la ejecución de la sentencia que contenga una privación
de libertad o una medida de seguridad. Entendemos que en ambos
momentos, puesto que las penas que persiguen evitar el ingreso del
penado en prisión, como la multa o los sustitutivos penales apuntan
precisamente en esa dirección, su finalidad es evitar las consecuencias
negativas que toda pena privativa de libertad lleva consigo; ahora bien,
si la aplicación de ésta última resulta inevitable, el régimen de ejecución
de la misma y todo el sistema penitenciario debe estar orientado a la
rehabilitación del penado mediante la aplicación de los mecanismos
penitenciarios en función de la voluntad igualmente que muestre el
propio penado. El artículo 1 de la ya comentada Ley del Sistema
Penitenciario Nacional, establece en éste sentido que “El sistema
Penitenciario Nacional tiene como fines primordiales la protección de la
sociedad y la rehabilitación, reeducación y la reinserción social de las
personas condenadas a penas y medidas de seguridad privativas de
libertad, así como la retención y custodia de toda persona detenida en
prisión preventiva o cumpliendo condena privativa de libertad”. La
adecuada reintegración social del penado se persigue mediante el
tratamiento penitenciario, que podemos definir como el conjunto de
acciones fundadas en la ley previamente razonadas y orientadas por el
órgano técnico de las cárcel, ejecutadas por el personal penitenciario y
dirigidas al fin ya mencionado. Como se desprende de lo dispuesto en el
artículo 5 de la Ley del Sistema Penitenciario Nacional “el Sistema
Penitenciario Nacional se debe regir por el principio de la
individualización en el tratamiento”

4.-Principio de humanidad:

Se interpreta como el derecho al respeto a la dignidad de las personas y


el respeto a la propia vida lo que implica la prohibición de la pena de
muerte. En éste sentido el artículo 65 de la Constitución, tras
proclamar que el “Derecho a la vida es inviolable”, establece en su
artículo 66 que “Se prohíbe la pena de Muerte”. El artículo 11.1 de la
Convención Americana de Derechos Humanos declara que “toda
persona tiene derecho al respeto a su honra y al reconocimiento de su
dignidad”. El respeto a la dignidad humana obliga a que no se
consideren nunca como consecuencia proporcionales al delito, las
torturas, ni los tratos inhumanos o degradantes. Todo efecto del delito
que suponga tortura, trato inhumano o degradante o la muerte de una
persona será desproporcionada con relación al hecho cometido. A tal
efecto, el artículo 68 de la Constitución Hondureña establece que “Toda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral. Nadie debe ser sometido a torturas, ni penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad será
tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”
Siguiendo a PRAT WESTERLINDH podemos definir la tortura como
aquel medio que pretende conseguir un fin. Este fin puede ser la
confesión del reo, la averiguación de información o la mera retribución
por lo realizado, en cuyo caso se convierte en un fin por sí mismo. La
tortura es el aumento del mal o del daño sobre una persona de una
manera innecesaria. Los tratos inhumanos y degradantes están
íntimamente ligados a la tortura, por ser ésta en sí misma un trato
inhumano y degradante. La diferencia estriba en los fines que pretende
la tortura, ya que el trato inhumano en principio es un fin en sí mismo.
Por inhumano debemos entender aquel acto u actos que son ejercidos
sobre una persona que sobrepasan los límites del sufrimiento y dolor
más allá de lo que una persona en circunstancias normales es posible
de aceptar y asimilar. Por trato degradante debemos entender aquél
acto o comportamiento que afecta perjudicialmente de forma que le
desmerece su propia consideración social y la que de éste tienen los
demás. La degradación tiene un contenido moral esencial a diferencia
del trato inhumano, que hace referencia a un contenido físico, aun
cuando éste se refiere también a una afección moral. El valor de la
dignidad humana por lo tanto no sólo se limita a la imagen física y
exterior que se tiene de la persona, sino al desarrollo de la propia
personalidad, por lo que se considera primordial el respeto de sus
propias convicciones, que tan sólo pueden ser variadas por medio de la
reflexión y el entendimiento y nunca de forma coactiva y no voluntaria.
A estos efectos conviene recordar que la letra b) del artículo 182 del
Texto Constitucional, establece que el procedimiento de “Habeas
Corpus” ya apuntado, también será una vía a utilizar por toda persona,
cuando en su detención o prisión legal, se apliquen a la misma,
tormentos, torturas, vejámenes, exacción ilegal y toda coacción,
restricción o molestia innecesaria para su seguridad individual o para el
orden de la prisión. Nuestra constitución configura la garantía de
libertad de los ciudadanos como pretensión máxima. Una de las líneas
de protección se articula a través del mencionado instituto, que como es
sabido, es propio del derecho anglosajón, donde cuenta con una
antiquísima tradición, evidenciándose como un sistema particularmente
idóneo para resguardar la libertad personal frente a la arbitrariedad del
poder público. En derecho comparado también cuenta con algunos
antecedentes históricos, como “El recurso de manifestación de
personas” del Reino de Aragón y los antecedentes de las Constituciones
de España de 1869 y 1876. El mandato constitucional recogido en el
número 4 del artículo 17, obliga a establecer un procedimiento que sea
eficaz y rápido frente a eventuales supuestos de detenciones de
personas no justificados legalmente, o que transcurran en condiciones
ilegales. En consecuencia se configura como una comparecencia
inmediata ante el juez, para conseguir la verificación de la legalidad y
las condiciones de detención, y lo suficiente sencillo para que sea
accesible a todos los ciudadanos y permita, sin complicaciones
innecesarias el acceso a la autoridad judicial. Debe ser en definitiva, un
procedimiento ágil, sencillo, carente de formalismos y con vocación de
generalidad Igualmente señalar, que toda prueba obtenida por medios
ilícitos, torturas, tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes y
otros abusos de derechos humanos, conlleva su automática ilegalidad,
obliga al Ministerio Público a abstenerse de utilizarlas y a proceder
contra quienes hayan empleado esos métodos ( Art 94 del Código
Procesal Penal).
5.- Principio Democrático:

La consecuencia jurídica del delito, esto es las penas como las medidas
de seguridad, deben estar reguladas en la ley y a su vez, ésta debe
haber sido promulgada mediante el juego de las mayorías por los
representantes elegidos democráticamente a través de un sistema de
elección igualitaria. La Constitución de la República establece en su
artículo 123 que “ Tienen exclusivamente la iniciativa de Ley los
Diputados al Congreso Nacional, el Presidente de la República por
medio de los Secretarios de Estado, así como la Corte Suprema de
Justicia y el Tribunal Supremo Electoral, en asuntos de su
competencia”, así como que.” Siempre que un proyecto de ley, que no
proceda de iniciativa de la Corte Suprema de Justicia, tenga por objeto
reformar o derogar cualquiera de las disposiciones contenidas en los
códigos de la República, no podrá discutirse sin oír la opinión de aquel
tribunal. La Corte emitirá su informe en el término que el Congreso
Nacional le señale. Esta disposición no comprende las leyes de orden
político, económico y administrativo. (Art 219)

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