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“Titulo orignal alemin: ne Hage Werke Humblot, 1835). GME Hes (prt Verlag oe Durer und ec ice ria Sine ariel REET cpr to les sancnes gba i eo al rca dos Ca si exe mre ay 74 te medaneslguer 0 préstamo pablicos ” cin de este ibro fue publicada Laprine ali i .Fiiciones de Bolsillo» ea 1971. * en ceca Primer ec en eta colecrin: diciembre de 305%, 1 deca elciin: Ediciones Peninsula 2 ea de la Creu 4, o8¢01-Barcelona, femal, cnrev@grupsz.com jnvemet p/w: peinsalaed.com Foreepesiin: Zero pre inpreién Fragmento sol Para una met zsche y Kant El problema del tie FACULTAD DE ARQUITECTUI sn estética del rostro oie lo clisico-roménico oy estilo Fail gern Blsctory la rea Reever deRodin Deuna eoleccion de afori Fei slo Tau del wesloga™ aan urbe ya vida del espirica Sociologia de a comida Flindividuo yl libertad Apéndice bibliogrifico SIMMEL O LAAUTOCONSerENOm DE LA MODERNIDAD No es de extrafiar que las distintas filosofias de la vida surjan y se desarrollen en momentos en los que,como sucede a principios de siglo, se extienden unos modos de ser, de pensar y de hacer deudores de las grandes in- novaciones econémicas, cientificas y teenol6gicas con que se abre la llamada Edad Contemporénea, que, en principio, parecen oponerse a lo que intuitivamente entendemos por «vida»; una intuicién, por otra parte, deudora de la concepcién romantica del mundo. El mecanismo asociativo que rige este modo de pensar es sencillo. En un principio se constata que esos modos de ser y de pensar enemigos de la vida dan lugar a'una serie de efectos que producen malestar y desarraigo; a continuaci6n se intentan aislar una serie de causas que supuestamente producen tales efectos. Por iltimo, se pregunta por aquello que produciria los efectos con- trapuestos, y, desde aqui, se articula la critica contra el. ‘mecanismo ocultador de la vida. Este es, pues, elplan= tcamiento general de toda critica’ Ma‘cter cia y al capitalismo en eu: 0 re de lo que una larga de aqui, también, el imantica, pues precis a idos como no vida, como vida petrified: aquedan defini Simmel, frecuentemente a ste planteamiento general. bE oe pao sag mikies por su objetivided. La calculabilidad porsu pute constye el paradigms ce a objetvidad ver paadigia que en la época de Simmel ya hab rmostradosusnefistas consecuencias para la vida socia ¢ individual. Por tanto, por asi decirlo, la calculabili dad ser’ ir en contra de la objetividad y, en esta medi- El relativismo de dda, como consecuencia quizds indeseada pero inevita- ble, surgeel relativismo. Relativismo que se manifi cn Simmel en el hecho de que todas las esferas del piritu tienen los mismos derechos: el monopolio de ricionalidad técnico-cientifica (la raz6n instrumenta por decilo con las palabras de una orientaci6n filos fica que s6lo aparentemente es contrapuesta ala d Simmel) no puede ser justificado de ningiin modo Deaquila gran importancia de la filosofia de lay ligion de Simmel, pues en ella se ilustra de una man 3 ejemplar su pretensién de contraponer al cienti cismo y al teenicismo dominante algo que tiene imismos derechos y que es, sin embargo, incompat losmismos contenidos pueden ser aprehendidos t religiosa como cientificamente, Simmel constata ¢ toda correcién que el problema no son los desta To amente el capitalismo y la técnica mientos 0 inventos puntuales que se han producido, sino el modo cientificista de ver, considerar y manipu- lar al mundo que se-va imponiendo fatal, inevitable y progresivamente: «... por medio de los resultados de la ciencia exacta no abe dirigir ninguna contraprueba logicamente decisiva contra las tradiciones religiosas. Pero, ciertamente, como ya hemos dicho, el espiritu cientifico como un todo, la transposicién de la re- flexién cientifica también a lo no investigable, la limi- taci6n de toda realidad creible a Io cientificamente probable, esto excluye el atenerse a los contenidos reli- sriosos transmitidos».' Ahora bien, esto obliga a Sim- mel a sustentar una concepci6n sui generis de la reli giosidad; la religiosidad, en efecto, se desenvuelve al margen de los contenidos religiosos, esto es, aquello que la tradicién nos ha legado como especfficamente religioso, para amalgamarse, por contra, en una cuali- dad funcional de los hombres, como una forma de reac~ in especifica y propia ante toda una serie de con- tenidos vitales, reaccién que, porlo demés, puede estar en discrepancia con lo que habitualmente se entiende por «religién». ¥ esto es asi y no puede dejar de serlo porque un contenido vital, cualquier contenido vital, no es otra cosa que un momento de la vida qué eternamente sin reposo, por asi decirlo, como mit cisamente en pata quell 10 «objetivo» lo que es tan’ sélo u tseortiente vital La ciencia i straidos de su devenir temporal momen psegurlos, intenta darles una in ote nie esto € silencio, CFFOF O, ER isin obey excavagunee iracional mist sf refigiosidad no pueda ser «una suma d Desa dt, sing un determinado ser-ast del hom afirmaciones, 8 nao sera del om ren. pues de esta forma puede escapar de la wora dnl aconalizadora del pensamicnto cientifico-téen somo calcular el ser-asi del hombre? ¢C6m somsterio a una transformacién técnica? Obvi alee com fan todeszando de momento d auiere momen no contenta mejor de Deaqui que de ninggin modo. i Sin embargo, una religiosidad sin contenidos, articalos dogmaticos de fe, se nos escapa inevitable mente hacia itimidad del hombre, huye hacia do de no es posible encontrar ningén denominador ‘iin. El elativismo, pues, es obligado. Sin embary 6s un precio relativamente bajo el que hemos sicon ello nos libramos de los imperialistas mod smaneras del quehacer cienifico. La misma funcién adscribe Simmel a su filo del are: que haya arte deja bien claro que hay un ma estétca de aprehender el mundo que, al sucede con a religiGn, tiene y reclama derechos ‘anos en el mbito de su esfera. No es, pues, $0f dente que Simmel detecte una intima vinculacién ‘te el comportamiento religioso y el artisticos tanto unocomo el oto llevan su objeto a una dist 2. Mid pas n mas alli de toda realidad inmediata, para traérnoslo muy cerea, mas cerca de lo ier realidad in- mediata nos lo puede traer».’ En efecto, la unidad més préxima con el dios, la intimidad mistica con él, s6lo se consigue porque el dios esti «més allé»; lo mismo su- cede con el arte: el arte —piensa Simmel—es lo otro de la vida, la obra de arte es absolutamente para sf pero, en esta medida, es més para nosotros que cual- quier otra cosa del mundo que pueda ser incluida en nuestro circulo vital como «medio y material». «Sélo el dios en el que creemos,y el arte que disfrutamos, le estin determinados deantemano’a nuestra alma mera- mente por el hecho de que estén ahi». Sin embargo, a pesar de esta vinculacién, més atin: precisamente por esta vineulacién, arte y religion permanecen, por asf decirlo, en compartimientos estancos, «puesto que cada uno de ellos ya expresa por sijen su lenguaje ex pecifico, todo el ser».5 Lo mismo sucede con la cien- cia: cabe aprehender al mundo eientifica, religiosa 0 artisticamente. Asi pues, la ciencia no esté slo en el. mundo —concluye, tranquilizado, el esteta Simmel—. Pero es alarmante el que se vaya extendiendo como un mortifero gas. ; En cualquier: religiény el arte sirvea rentoriedad de unos: directamente, sefala la deficiencia ¢ insufi- to ea integracién sistémice realizada/eh Vis aes jomos y andnimos, por ejem= « mecanismos auton o ai imeetdo. Ahora bien, la postura de Simmel es, icein jose: el cientificismo ha impues- aan evigencias de fundamentacion discursiva que mi laelgn ni elarte pueden suisfacer: De aqut pres Gsamente la crisis que envuelve toda nuestra cultura ee entl y que Simmel percibe con notableagudeza: vcivindicar religion supone de inmediato rechazar la retensidn ttaizadora de fundamentaci6n discursiva, {que agosta una vida que pugna por exteriorizarse. Pero en tal caso, paradéjicamente, todo vale, pues todo es manifestacién de la vida; una vida que es como una ser- piente que se muerde la cola. Deeste modo, Simmel se priva de un punto arquimédico sélido sobre el que asentar su critica o, al menos, su«comprensidn», pues por qué pensar que esa manifestacién de la vida que sel eapitalismo es menos legitima que la vida ate- Por qué privilegiar la vida que fluye frente ala vida petrficada si ambas son igualmente «vida»? Con Jo cual volvemos al principio: porque una forma de vida tiene una serie de consecuencias «malas», Simmel alee que la forma contraria tendrd consecuencias buenas», Pero hay que tener la precauci6n deno entender la expresién «mal» en un sentido moral; antes bien, ‘menciona una condicién del hombre contemporsineo Sve, por ai decrlo, de extremadamente antropol6gi« Bee es el radical desequi- objetiva yla cultura subjetiva. La 4 cultura objetiva son las instituciones, conocimientos,, actitudes, etc., que el hombre haido desarrallandoa lo largo de la historia, la cultura subjetiva es el aprove- cchamiento que el hombre hace de todo loanterior para su «cultivo» interior. En el mundo griego habia armoniaentrela cultura objetivay la subjetiva:el home bre podia, de este modo, aprovechar la cultura objeti- va para su cultivo subjetivo.‘ Sin embargo, en nuestros dias este equilibrio se ha quebrado, y lo ha hecho pre- cisamente por el lado de la cultura objetiva: «Las diso- nancias de la vida moderna (especialmente aquella que se presenta como crecimiento de la técnica-en cual- quier 4mbito y, simultneamente, como profunda in- satisfaccién con ella) surgen en gran medida del hecho de que, ciertamente, las cosas e tornan mis cultivadas, pero los hombres s6lo en una medida minima estén en condiciones de alcanzar, a partir de la perfeecién del. objeto, la perfeccién de la vida subjetiva».? Asi pues, también en Simmel encontramos el tema, tan grato a miiltiples criticas de la ciencia y de la téenica, de que as miquinas, utillajes y aparatos que el mismo hombre ha fabricado se le escapan de entre las manos y se le oponen como un poder externo que se diria tiene vida SAME T TE, tee scesaria, es condicidn de posibili- cultura bjeva esmecesarit ooo social. Ox fa en, analiza maravillond= tea ens Mal de a cucstin. Segtn Ortega es ns il hombre el no adaprarse a vo de 2m in el adapta sv medio ambiente * Feta reaccidn contra su entorno, ene alee con lo que el mundo clo especiio del hombre [.]. Un hombre sin tée= ese ecir, sin reaccién contra el medio, no es-un hombre», Elhombre, diferencia del animal que ests determinado de un modo puramente bioldgico, es ‘sencialmente téenico. Ahora bien, la técnica no se re= ddoceafacilitar la satisfaci6n de as necesidades del vi- i en el mero sentido de perdurar y mantenerse en la rasa enstencia: a vida no significa para el hombre es= tay sino hienestar;yestotlkimo exige la produccién de lo«objetivament superfluo», y precisamente la técni= cases la produccion de lo objetivamente superfluo: hoy y en la época paleoltica».? «Hombre, técnica y bienestar —coneluye Ortega—" son, en dltima ins= tancia, sindnimos». Si donde leemos «técnica» pone= mos «cultura objetiva», Simmel podria suscribir per- fectamente este modo de ver las cosas, pues para Simmel la vida que pugna por exteriorizarse sélo pue= de espresurse en formas que pasan a engrosar las flas ni Peaiys. 9 Ibid, p. 2, 10, Ibid p28, 16 & GF Melita del toi, Eopasa-Calpe, Madrid, 1964 eR¥% | 5 saa a de la cultura objetivas aniquilar la culeura objetiva su- pondria, ni més ni menos, que silenciar la misma-vida, De hecho, el predominio de la cultura objetiva sobre 1a cultura subjetiva no significa otra cosa que el paso del medio natural al medio téenico, esto es: de estar en contacto directo con la naturaleza (como es el caso en los animales), a que entre ésta y nosotros se inter~ ponga una red de objetos culturales cristalizados, des- de maquinas hasta conocimientos, desde instituciones hasta estilos artisticos, objetos de los que en modo al- guno podemos prescindir, pues se han convertido en la vida que ahora, en la época de la técnica y dela econo- mia monetarista, nos es propia. Asi pues, la solucin no puede estar en prescindir lisay lanamente de la cultu- ra objetiva. Sin embargo, el destino es fatal: «La vida creadora produce constantemente algo que no es de nuevo vida, algo en lo que de algin modo se precipita hacia la muerte, algo que le contrapone un titulo legal propio».'* mi Si la situacién es grave cuando tomamos en consi~ deracién al desgarrado individuo aislado, atin lo es mas si introducimos la perspectiva de la dialéctica indivi- duo/grapo la grandeza e importancia de ae PP. 133-134. did, 1977, p. 218. porel grado de de- vzado en él lacultura objetiva, pero ‘de esta tltima exige la divisi6n del 1a especialidad, limiaci6n y participantes en yarmo- fluencia de un grupo social se sarrollo que ha alean: ae . bajo «que condena a ea a los miembros fsa cultura: la totalidad es tanto més completa = niosa cuanto menos o es el individuo». Con esto oe se como con aquellos poems que son tanto mis e= Ilos y-perfectos cuanto menos lo son las palabras aisladas que los componen. Mis adelante retomaremos el tema de la divi del trabajo; de momento regt semosa la dialéctica cultura objetiva/cultura subjetiva. Elasunto es realmente paradéjico: Ia cultura, en el sentido del cultivar, exige un cultivador que precisa- mente haga pasar la cosa del estadio natural al cultiva- do (cultural), esto es, exige un ser dotado de inteligen- cia y voluntad que lleve la cosa a la perfeccién, avin oculta en su estadio natural. Pero en esta medida el hombre es, en sentido auténtico, el tinico objeto y su- jeto dela cultura, «pues él esel nico ser que nos es co- nocido en el que reside de antemano la exigencia de una perfeccidn».” Esto es, los objetos de la cultura ob- ietiva: libros, miquinas, obras de arte, instituciones.. ‘no pueden desarrollarse de ninguna maneraa partir de tuna fuerza que habite en su interior, sino que son “ouestra propia volicién y sentimientos desarrollados Por medio de ideas que incorporan en si mismas las Posibilidades de desarrollo de las cosas».* Pero, en tal 33--."" Habria que preguntarse, pues, en qué medida la aproximacién lukacsiana al marxismo no est mediati- zada por los mentores de la «tragedia de la cultura mo- derna»,** cuyos ecos no se limitan a un Lukses prime- rizo, sino que alcanzan a las vigorosas formulaciones de Historia y consciencia de clase. En efecto, para él Lu- kics del mencionado libro, dado el i que surge un mundo de cosas y de relaciones eésicas cristalizadas, cuyas leyes se contraponen a los Le ‘como poderes invencibles, como algo independient al margen de su actuaci6n. Subjetivamente porque se Je objetualizan al hombre sus propias actividades. Por este motivo —piensa Laker la forma mercanci es Ja forma constitutiva de la sociedad capitalista: en ella tanto objetos como sujetos se objetualizan, se convier- ten en mercaneias. Por otra parte, la universalidad de Ja forma mereancia no puede menos que condicionar también al trabajo humano: «... el trabajo propio de la divisién capitalista del trabajo —el trabajo igual, abs- tracto, comparable, medible con exactitud siempre reciente por el tiempo de trabajo socialmente necesa- rio— surge ala vex como producto y como presupues- todela produ Ilo de ésta; y s6lo en el curso de ésta, por tanto, llega a ser una categoria social, la cual influye decisivamente ‘en la forma de la objetividad tanto de los abjetos como de los sujetos de la sociedad asi nacids, de su relacién con la naturaleza y de las relaciones en ella posibles en- tre los hombres bservamos el andlisis que hace Laks de este proceso veremos que, como en el caso de Simmel, lo que lo caracteriza es el progresivo aban= dono de lo humano y cuantitativo en favor de una cre~ inte racionalizacion («con arreglo a fines» por de- irlo utilizando terminologia weberiana), el ab el aband en definitiva, de la vida ei mn capitalsta en el curso del desarro- 33. G. Lakses, Hin Nona, 1976, pp. 128-125 teria. cmsence de cae, Grijalbo, Barce- 24 — De lo que se trata en tiltimo extremo es de hacer conmensurables (aptos para el cambio) a los objetos, tendremos, por tanto, que poder calcular en qué can- tidad hay que cambiar éste por aquel objeto. Lo deci- sivo es el principio que asi se impone: el Si calculabilidad, de la racionalidad basada en el eéleulo, Este principio, consecuencia y condicién de posibili- dad a la vez de la forma mercaneia, esti a la base de la epistemologia «burguesa». lin efecto, el método de las ciencias matemitico-fisicas es s6lo eso: un método adecuado para el estudio de eiertos campos particula- res, Pero una hipéstasis de tal ideal metédico resulta sumamente peligrosa en la medida en que entraia la reducci6n de lo real a lo calculable, del mundo de la vida (cl Lebenswelt del ltimo Husserl) a lo meramente ‘cuantitativo. Como en el aso de Simmel, Lukes se niega al monopolio imperialista de la racionalidad téc- nico-cientifica. Ast pues, la critica a la «calculabilidad» ocupa un lugar central tanto en Simmel como en Lu- kacs: «Al ideal de la ciencia natural de transformar el. mundo en un ejemplo aritmético, de fijar cada una de sus partes en formulas matematicas, corresponde la cexactitud calculante ala que la economia monetaria levado la vida prictica».** srula de modos de pensar que ellas;y todo ello bajo laf 6 ‘ropios de las modernas ciencias natu! 2 Be anise exigda porel modo cp 6 composicién del talista de produccin conlleva Ia descomposicin ¢ 6 riento del sujeto obj dela proxiccin ye desgaramiento de! site de la produecin: por una pate, la racionalizacion es inimaginable sin la especializacion y la diferenciacion, de tal modo que desaparece el producto unitario como ‘objeto del proceso del trabajo; por otra parte, «acon ‘cuencia de la racionalidad del proceso del trabajo —es- cribe Lukics'*— las peculiaridades y propiedades hu- manas del trabajador se presentan cada vez mas como tmeras fuentes de error respecto del funcionamiento ra- ional y previamente calculado de esas leyes parciales abstractas». Simmel ya habia escrito: «Toda técnica eco ‘némica desarrollada descansa sobre la independizacién de los procesos econémicos: stos se separan de los in- tereses personales inmediatos y funcionan como si fue- ran fines en sf mismos, mientras que su discurso meci~ nico cada ver esti menos influido por ls irregularidades yylassorpresas de los elementos personales».° Ahora bien, tal racionalidad basada en la calculabi- lidad solo es posible en toda su extensién en tanto que surge el trabajador libre: quel que es capaz de vender 7 era abo como merancis,Condciin de del proceso de cosificacién es que la satis facciGn de todas|as necsiades se cumplaen la soc, Aad bajola forma dewifico de mercancas:el principio 85. Hira y oxen dc | 36, Plo del ines,» 403, B30. de la mecanizacién racionaly de la calculabilidad tiene que abarcar todas las manifestaciones de la «vida: «... todos los presupuestos econémico-sociales del ea- pitalismo moderno [...} acttian en ese sentido: en el sentido de poner relaciones racionalmente cosificadas en el lugar de las situaciones esponténeas que mues- tran sin rebozo las verdaderas relaciones humanas».7 En efecto, del mismo modo que el sistema capitalista (la economia monetarista, diria Simmel) se produce y reproduce a niveles cada vex. mas altos, asf también en. cl curso del desarrollo del capitalismo la estructura co- sificadora penetra cada vez mas profunda, fatal y cons titutivamente en la consciencia de los hombres. La for- ‘ma mercanefa.no penetra tan s6lo los objetos aptos para satisfacer necesidades, sino que lo hace también en la misma consciencia de los hombres: sus cualida- des y capacidades dejan de enlazarse en la unidad or- ginica de la persona y aparecen como cosas que el hombre posee y enajena, exactamente igual que los versos abjetos del mundo externo, La divisién del traba- jo destruye todo proceso orgénico y unitario del trabajo y de la vida, descomponiéndolo en elementos artifi- nidacaaeet cialmente aislados con objeto de p ] es, En efecto, las grandes tos procesos las grands urbes. En efecto, is ETN \s sedes privilegiadas de Ia di r mn ciudad es capaz de absorber los sees Jaaglomeraci6n trabajos mis inverosimiles, y, por otra, naglomernci deindividvos oblige alindividuoa especalizar su Pret~ tacién2* En consecuencia, en las grandes ciudades a canaa su cumbre la cultura objtiva: «gut se ofrere, tenconstrucciones ycentros docentes, en as maravillas y comodidades de las técnicas que vencen el espacio, ‘en las formaciones de la vida comunitaria y en las ins- tituciones visibles del Estado, una abundancia tan ava~ salladora del espiritu cristalizad impersonal, que la personalidad, por asi decirlo, no puede sostenerse frente a ello» Sin embargo, el sentido y la significacién de. ciudad es ambiguo, pues si bien, por un lado, son la sede de la méxima divisién del trabajo y, por tanto, de sus nefastas consecuencias para la unidad orginica del Yo (serialadas, aunque acaso no con igual lenguaje tanto por Lukes como por Simmel), por otra, son también marco y condicién de posibilidad para laindependen- cia personal y para a formacién de la singularidad per sonal. En los estadios mis tempranos las formaciones sociales se caracterizan —piensa Simmel— por una fuerte cerrazén frentealexteriory poruna unidad cen= tripeta en torno a un nicleo interior que no permite que se ha tornado gran BB. Was grinds rbes y I vids del espcitan, past 20. Ibid. 260. en idem, ee sed ena al individuo particular ninguna libertad de movimien- to. Cuando el grupo crece, esta unidad, tanto frente al exterior como ante su mismo interior, se relaja:el gru- po entra en relacién con otros grupos, «el individuo gana una libertad de movimiento muy por encima de Ja primera y celosa limitaci6n, y una peculiaridad y es- pecificidad para la que la divisién del trabajo ofrece ocasin e invitacion en los grupos que se han torna- do mas grandes».° De este modo, concluye Simmel, «1» los contenidos y formas de la vida més amplios y mis generales estan ligados interiormente con los més individuales; ambos tienen su estadio previo comtin 0 también su adversario comtin en formaciones y agra paciones angostas, cuyo automantenimiento se resiste Jo mismo frente a la amplitud y generalidad fuera de ellas, como frente al movimiento e individualidad li- bres en su interior." El asunto es verdaderamente grave, pues lo anterior quiere decir que sdlo en las agtandes ciudades (y decir «grandes ciudadesm es decir: maximo desequilibrio entre cultura objetiva y cultura _ subjetiva, extrema divisién del trabajo, imperio abso- luto de la economia monetarista, trabajo como mer- cancia, pérdida de la unidad organica de la persona, etc.) puede el hombre ser libre y de i su individualidad, si bien, como el m encarga de és atin, los valores maximamente ‘costa del mal; y, mis atin, los val ‘ ‘levados, la libertad y la individualidad, no producen bienestar en el individuo, sino desazén y desarraigo: La alternatva es tga: si renuneiamos a gran cing dd renumciamos libertad y ala individatidads st deseamos nuestra libertad y nuestra individualida ‘ ‘vemos inevitablemente abocados a la gran ciudad yy de su mano, a la division del trabajo y a la economia monetarista De aqui que lo que para Lukics es la raiz del siste~ ma cosifiado y cosificante de las relaciones captalis- tas, para Simmel sea «un aspecto»: «La conversin del trabajo en mercancia es Ginicamente un aspecto del amplio proceso de diferenciacién que separa ls con- tenidos aislados de la personalidad, a fin de situarlos enfrente de ella como objetos, con determinacién y movimientos propios».** Para Lukics la base del feti- chismo de la mercaneia es de carécter econémico: para Simmel, por el contrario, estamos ante una manifesta- in de algo que discurre mucho més «profundamen= te: la inevitable tragedia de la vida que irremediable- ‘mente se petrifica en formas que recusan la vida 3 esmis complejo de lo que pu- Vista. En efecto, para Lukics ta de produccién, calculabilidad, racionalizaci6n, dife- renciacién. ¥ precisamente para Simmel el desarrollo. de la cultura objetiva presupone un proceso de inde~ pendizaci6n y diferenciacién que, como veiamos hace un momento, encuentra su sede més propicia en el seno de las grandes urbes, alas cuales, desde esta pers- pectiva, cabe entender como el simbolo mis adecuado de nuestra cultura y de nuestra civilizaci6n. . En la raiz de todo proceso de diferenciacién se en- ‘cuentra la emancipacién de los medios respecto a los fines a los que se supone servian: medios que pasan a funcionar como si fueran fines en si mismos, De esta forma, cada especialista puede centrarse en su medio. particular consideréndolo como si fuera un fin, Pero este proceso no sélo ataiie a aspectos puntuales de nuestra sociedad, sino a su totalidad, pues el dinero, que al establecer un denominador comin posibilita el aislamiento y autarquia de las cosas, presu in- versiGn de la relacién medios/fines, en tanto que en la economfa monetarista la importancia de la cosa (en principio fin) es sustituida por la importancia del valor de cambio dela cosa (en principio medio); «.. todas las cosas coneretas pasan por delante en incesante huida, cargadas con la contradiccién de que realmente sélo_ cllas pueden procurar satisfacciones definitis ies to del dine- se repite a propé _ tre el hombre y las cosas, el srstencia abstracta, por asi jeraciones in= elas grandes ciudades, ro: «. al interponerse en dinero permite a aquél una : decirlo, una libertad frente a las consid os mediatas las relaciones inmediatas con as cosas 8 {acual no podria producirse una cierta evolucion de nuestra inerioridad».™ Asi pues, el dinero nos posibi- fita un distanciamiento de la materialidad fictica de las ta enormemente su dominacién y nesta medida cosas «que nos facili In eleceién de las que nos interesan. E d tendremos que concluir que la inversién de la relaci6n medios/fines que representa el dinero es beneficiosa enalguna medida para el desarrollo de nuestra vida in- terior. Sin embargo, desde otra perspectiva, esta inter polacién teleolégica que es el dinero resulta funesta para la vida del espiritu. Podemos verlo a propésito de la técnica moderna cuyo crecimiento y, simulténea- mente, profunda insatisfaccién con ella, constituye nds fundamentales de la vida una de las «disonancia moderna.’ En la técnica moderna se muestra paradigmatica= ‘mente esta inversién de la relacién medios/fines. La técnica, evidentemente, es un medio y nadie querré negar la importancia decisva y fundamental de la téc= nica en su Ambito; pero de aqui trasladar esta impor= tancia ala totalidad y convertirla en un absoluto media ‘un abismo que, sin embargo, «los partidarios mis en- tusiasmados de la técnica moderna» recorren sin sen 34: Filia de diner, ps, 35: =Dela enc deta cultura»; en dem, p 127, 3 tir ningiin tipo de vértigo. Esto es, la téenica ha alean- zado gran altura y perfeccién respecto de ciertos fines, lo que en modo alguno nos autoriza a atribuir a tales fines una importaneia yuna validez absoluta: «el deli- rio en que el triunfo de la telegrafia y la telefonia ha su- mergido a los hombres hace que éstos olviden, a me- nudo, que lo importante es lo que se ha de comunicar y que, frente a ello, la rapidez-o Ja lentitud de los me= dios de comunicaci6n suele ser una cuestién cuyo ran go actual Gnicamente puede ser aleanzado mediante usurpacién».!* f 4 Pero de esta forma, en virtud de la preponderancia de los medios sobre los fines, lo que realmente esta ocurriendo es el afianzamiento de la periferia de las co sas sobre su propio centro, esto es, sobre nosotros mis- mos: realmente no dominamosa la naturaleza por me= dio de la técnica, 6, por ser mas exactos, si que la dominamos, pero al «precio de quedar atrapados en ella y de renunciar a centrar la vida en la espirituali- dad». Segdn Simmel, en la rafz de esta eoncepeién hay dos ideas err6neas. En primer lugar, aquella quese refiere al dominio de la naturaleza; lo cual, mirado mas de cerca, es realmente absurdo, yuede vencer 0 dominar aquello que animadversién contra nosotro: smo si el alma cial deber de someter alanaturaleza como s}€° a aa experimentara una vinculacisn a cier#sIeyes in ave ciergmoe cl deber de oponsrnos, pues St acacia es contrapuesta a la nuestra. Sin embarBO, vera dea resulta no menos absurda y mitica que Jaa terior: «con el deber se introduce un dualismo en. elser Simple de las cosas que tinicamente tiene sentido para Jos eeplrinis conscientes».™ Pero elreverso de estas ideas primitivamente antropomérficas es fatal: la natu falera, por decirlo al modo heideggeriano, se nos ha tuelto Gegen-stand, objeto en contra ‘Con lo cual volvernosa la contraposicién entre cul- tura objetiva y cultura subjtiva, pues es obvio que la téenica moderna aumenta y fivorece la primera, pero no lo.es tanto que haga lo propio con la segunda; lo quehacella téonica es mas bien ahondar a distancia en- tre ambas; Ienar nuestra vida con multitud de cosas quelllevan el estigma de la inversién medios/fin y que, por tanto, nos alcjan de.nvestro propio centro, de Spestruespirinalidad. «Asi, por ejemplo, en I esfera dela produccisn, ya se dice que ls maquina, que ha- ban de liberaral hombre del trabajo de esclavo de la naturaleza, lo han rebajado a a categoria de esclavo de + no slo de mignon el proceso de pr Fsitbldnidelopproducdo en cl proces cea los productos; «esto es, aquello que la naturaleza nos Proporsionadesdec exterior, merced la técnica, por medio: cde las costumbres as distracciones y las necesi- dades de caracter externo, acaban dot autarquia del ser humano, sobre el caricter centripeto. espiritual de la vida»? Asf pues, en la téeniea moder= na se hace palpable qué es lo que signil Dn derancia de los medios: no s6lo la sustitucién de los fi- nes particulares por los medios, sino la-usurpacién «; ci6n.” Sin embargo, ccultivor de la pers ciales es el fur Quiza, eomo dice Simmel econémica de su cooperaci Simmel, en definitiva, «quisiera ereer que la idea de Ja personalidad absotutamente libre y lade la perso- nnalidad peculiar no son la lima palabra del indivi~ dlualismo».** Pero el problema estien saber sital creen~ ale esti permitida;adems, en titimo extremo seria indiferente, porque estamos ante manifestaciones de la «vida» que en modo alguno podemos juzgar, ppues el hombre no es otra cosa que «vida» y, en con- secuencia, arrastra en si todas las contradi la vida. 4 La economia monetarsta ese alma dela ; 0 : moderna so- cielad tecnol6gico-industal, Baste pensar en el enor ‘me capital que resulta necesario) ‘Para poner en marcha 43: OF «ET individuo yb therad, 4a Wid, p. 27 eR dem, pp. 271 ys, la industria moderna, en el enorme trafico econémico que resulta de las formas capitalistas de produccién. “Todo ello seria impensable al margen de un medio de cambio, por asi decirlo, eémodo y aséptico. Pero el precio que hay que pagar es elevado: el alejamiento de- finitivo de la inmediatez de las cosas, el ahogo de Ja cultura subjetiva por la cultura objetiva. Frente a la econo que €s estatica y en la que se produce para el cliente, la nia moderna es dinamica, se produce para un me- dio andnit tradicional, de subsistencia, nncia, reclama 0: el mereado; y, en conse: tuna expansi6n constante: nuevos productos y nuevos mereados. Pero esto exige una productividad mas el amente la divisi6n del trabajo es una estrate- da; y pre gia sumamente eficaz para conseguir este fin: el ckisico ejemplo de A. Smith sobre la manufactura de alfileres lo expresaria con una fuerza casi grifica. Ahora bien, sila productividad aumenta, también tendré que aumentar el consumo: «.. el que ofrece debe buscar dar lugar en el cortejado a necesidades siempre nuevas y especifi- cas» Sin embargo, Simmel no lee este hecho en la cla- ve de una manipulacién sistematica del consumo, sino como condicién de posibilidad para una creciente dife- renciacién de los individuos: «La necesidad de especia~ lizar la prestacién para encontrar una fuente de ganan- cia todavia no agotada, una funcién no facilmente sustituible, exige la diferenciacién, refinamiento y enri- quecimiento de las necesidades del publico, que eviden- 46. «Las grandes urbes y la vida del espiritu», en idem, 3. ‘aa es lll eee mre deben eonducira recientes diferencias Perso Malesenelineriordeestepubicom) Paradicamente, elespiritu oméntion, por enc antcapitalsta, un espiritu que quiere ser si misino, individual en el sentido de la diferencia, encuentra su tévim posibilidad en un mercado que le ofrece multi- tud de productos diferentes y diferenciados, un merca- be encontrar hasta chalinas amarillas. de identidad personal se temel do en el que cal Pero de esta forma los rasgos dlesplazan hacia la periferia, es deci, hacia acultura ob- iva, que, por asi decirlo, se vale de esta argucia para fsequrar su dominio; no estamos ante un mundo de in- ddividuos diferentes, sino de individuos iguales que in- tentan diferenciarse consumiendo productos diferentes. cen definitiva, para la elevaci6n del con- Sutil estrates sumo, exigida por la economia monetarista Podemos ser individuales gracias a una economia dinamica que exige una expansi6n constante y, conse- ‘cuentemente, mayor productividad. Pero condicién de posibilidad del aumento de produceién es, por una parte, la economia monetarsta (que nos distancia de Tas cons de a vidal smeter oa realidad ani vvelacién mis pavorosa» yen la que la cultura subjetiv sucumbe definitivamente ante bith), aoe Ja divisin del trabajo (quedesindividualiza yatrofa las capacidades creativasy personales de los trabajadores): 1no cabe la individualidad sin ean abe | 10a costa de la desindivi- dualizacin mis atroz, En cualquier caso, sno ay que intentar superar es- 47 Biden Rls tas contradieciones, pues son las contradieciones que adquiere la «vida» que nos ha tocado vivir. Lo que dice Simmel a propésito de las grandes ciudades puede muy bien valer en general: «En tanto que tales fuerzas han quedado adheridas tanto en la raiz. como en la cresta de toda vida historica, a la que nosotros pertenecemos en Ja efimera existencia de una célula, en esta medida, nuestra tarea no ¢s acusar o perdonar, sino tan s6lo comprender>.* Lo que queda es el misterio y la desa- én de una realidad inevitable y constitutivamente bi- fronte; la soluci6n, la superficialidad, la fina ironfa y el distanciamiento del que sabe y no quiere saber: «Para un hombre profundo no hay otra posibilidad de so- portar la vida que una cierta dosis de superficialidad. Si se empefiara en pensar tan a fondo y en sentir de un modo tan profundo y hasta el final, como la naturale- zade ello y la suya propia lo reclama, los impulsos, los deberes, los afanes y los anhelos antagénicos ¢ irre~ conciliables, saltaria hecho aiticos, se volveria loco, tendria que huir de la vida, Mas alld de cierto limite de profundidad, chocan de un modo tan radical y tan vio- lento las lineas del ser, del querer y del deber ser, que tendrian necesariamente que desgarramos. Sélo evi- tando que desciendan por debajo de aquel limite, po- dremos mantenerlas lo suficientemente separadas para que sea posible la vida».*? Tal vez quepa cifrar ahi la 48. Ibid, p.261 449. G. Simmel, Fragmente und Auftce (aus dem NachlaB und Veroffentlichungen det letzen Jahre), ed. deG. Kantorowies, Munich, 1923, pp. 15 6 ¥ sci6n tltima —y ac \— de uno de dl caso no superada leecién til mnis agudos erticos contemporaneos de una Moder 0 sad que hoy parece, al menos para algumos; NOGak su fin Feeoehit i ee Nh NOTARDITORIAL asia SALVADOR MAS TORRES. El presente -lomnen aero ee ae bajo el titulo Briicke und Tir, Essas des Philosopben zur. Geschichte, Religion, Kunst und Gesellschaft. La edicion estuvo a cargo de Michael Landmann, conjuntamente con Margarette Susman, la cual recibié antes de 1933, el encargo de la Universidad de Berlin de escribir una ‘monografia sobre Georg Simmel; a causa de la subida al poder del nacional socialsno el libro permanees_ inacabado. Margarette Sua ial ela man ay tud de pruebas: ee no, nla medida de o posible, volver a has “de sus dispersos trabajos, apare= mtrables. Puesto que aq yalli, cabe agen redondea~ Simmel, si ceraccesibles muchos cidos en lugares difcilmente encor son muchos los temas que se repite” también de este modo alcanzar una im da de Simme rabajos fueron poste= iormente més o menos modificados por él mismo. Sin smbién la forma més temprana y, en efecto, Algunos de los embargo, ta auténoma, brinda un atractivo propio». Fl presente volumen ha sido abreviado en dos en= sayos respect del original («Goethe und die Jugend», asi como «Individualismus»). Se ecoge, sin embargo, trabajo «Estética sociolégica», que faltaba en Bride- ke und Tir. sh aN b eRe ORtiontE > te ents La imagen de las cosas exermus posed atx nosotrcild ambigiiedad de que en la naturaleza externa todo pue- de ser considerado como estandolligado, pero también como estando separado. Las ininterrumpidastransfor= maciones de la materia, asi como de la energia, ponen en relacién todo con todo y hacen wn cosmos a partir de todas las particularidades. Pero, por otra parte, los objetos permanecen desterrados en tancia del espacio, ‘ninguna parte material puede tener ‘e en comin scene con alguna otra, y en el espacio no existe una at ic id a en virtud de esta idéntica se excluyen entre traerse de su aplic dlo s6lo pereibimos aque= Y viceversa: como liga’ 7 eet fe aislado de algun modo; primeramente hemos Treramente enfrentadas. Tanto prictic cin mente seria absurdo ligarTo.que no estas spars in sentido no sigue también per yegtin bajo qué ee ms atin, lo que en alg maneciendo separad nan ambas actividades, si se percibe com : mente dado laligazén, o si se percibe asi laseparaci6n, ¢ otro como la tarea que NO es y lo respectivamente otro hee uestro hacer. En. egiin esto, cabe dividir todo nt ent inmedian como sini cor poral como espiritual, somos a cada instante aquellos que separan lo ligado o ligan lo separado. Los hombres que por primera vez trazaron un ca- ino entre dos lugares Hevaron a cabo una de las més, grandes realizaciones humanas. Debieron haber reco- rrido a menudo la distancia entre elaquiy el alkiy, con ello, porasi decitlo, haberlos enlazado subjtivamente: ‘Glo en tanto que estamparon el camino de forma visi- bile sobre la superficie de la tierra fueron ligados obje~ tivamente los lugares; la voluntad de ligazon se con= Virti6 en una configuracién de ls cos, que se ofrecia 4 esta voluntad para cualquier repetcién sin seguir permaneciendo dependiente de la frecuencia 0 poca frecuencia con que la distancia era recorrida, La ceonstruccién de un camino es, por asi decirlo, una realizacién especificamente humana; tambign el ani. ‘mal supera continuamente, ya menudo de la forma ‘mis habilidosa y difiei, una distancia, pero cue eo. | mienzoyyfinal permanecen desiaios no produce ORAUTSST a Foes ig maravilla del camino: hacer cuajar el movimiento en una figura fija que precede de él y en la que queda su- primido. En la construccién del puente alcanza esta realiza~ ci6n su punto dlgido. Aqui parece oponerse a la volun- tad humana de ligaz6n no sélo la resistencia pasiva de la distancia espacial, sino la activa de una configura- cidn especifica. Superando este obsticulo, el puente simboliza la extensi6n de nuestra esfera de la volun tad sobre el espacio. Sélo para nosotros las orillas del rio no estén meramente la una enfrente de la otra, sino «separadas». Si primeramente no las uniésemos a nuestros pensamientos teleolégicos, a nuestras necesi- dades, a nuestra fantasia, el concepto de separacién no tendria ninguna significacién, Pero la forma natural se ajusta aqui a este concepto como con intencién positi-~ va, aqui parece estar puesta la separacién entre los ele- ‘mentos en y para si, separaciGn sobre la que ahora tras- ciende el espiritu, reconciliando yunificando. El puente se convierte en un valor estéticoen tan- to que no s6lo lleva a cabo la ligazén de lo separado en. larealidad y para la satisfaccion de fines practi en la medida en que lo hace de una form ‘mente visible, El puente daa los: de ligar las partes del paisaje, © aly estable, que Is realidad nunca eet! toda la movilidad que fluye ty se derrama en el tiempo de est realidad. Bl puent > corga un éltimo y elevado sentido por encima de toda: be ‘do no mediado por ninguna re= ticular, que reco= muestra ni puede mostrar, sensorialidad, un sentido n flexin abstracta, a un fenémeno pa c geen side este modo la signifcacin intencional prée: fica del puente y la lleva a una forma visible, l igual que hace la obra de arte con su . Pero el puen= te muestra su diferencia frente ala obra de arte en el hecho de que él, pesar dela sintesis quealeanza sobre: Ja naturaleza se dispone, sin embargo, para la imagen de la naturaleza. Esti para a vistaen una relacién mu= cho mis estrecha y mucho menos casual con as orillas que liga que, por ejemplo, una casa con su terreno'y suelo, los cuales desaparecen para la vista bajo ella. De tuna manera absolutamente general, un puente se per= cibe en un paisaje como un elemento «picérico»; pues on élla contingencia de lo mituralmente didlo se ele~ aa una unidad que, cieramente,es de tipo completa- amenteespiritual: Peron virtad de suvisbildad espa. cio-inmediata, el puente posee jusamente el velor éstétco euypureza representa clare cuando aprox sa la unidad aleanzada espicitulmente de lo mens ‘mente natural a su insular cerrazén ideal Mientras queen la corrlaciindeseparac oe Heal mismo tiempo, wence la distancia ene sug tent distancia que hace visible y meibe pwc e? senta de forma deisiva cimo el spray liana 10 Ml Pr Pe ledoearideun0y misao oo, on 8 a que erigié por vez primera una choza, al igual que el primer constructor de caminos, manifesté el poder es- pecificamente humano frente a la naturaleza en tanto ‘que recorté una parcela de la continuidad e infinitud del espacio y ésta configuré un sentido conformeauna unidad espeeffica. En esta medida, un trozo del espacio fue ligado en s‘y fue separado de todo el mundo res- tante. Por el hecho de que la puerta, por asi decirlo, pone una articulacién entre el espacio del hombre y todo lo que esta fuera del mismo, por esto, supera la separaci6n entre el dentro y el fuera. Precisamente porque también puede ser abierta, su cerraz6n da la impresi6n de un aislamiento mas fuerte frente a todo lo que esta mas alld de este espacio que la pared mera- mente divisoria. Esta es muda, pero la pared habla, Es esencial para el hombre, en lo més profundo, el hecho de que él mismo se ponga una frontera, pero con li- bertad, esto es, de modo que también pueda superar nuevamente esta frontera, situarse mis allé de ella. {La fnitud ola que nos hemos drigido limita siem- pre en algiin lugar con lo infinito del Ser fisicoo me- tafisico, En esta medida la puerta se convierte en ima= gen del punto divisorio en el que el hombre esti 0 puede estar realn zarlo nos exime de estas solideces y, previamente al Zabocmlento debi sla costambre de todos lod debe haber perdarado el sentimiento marwilloso de estar suspendido por un instante entre tierra y cielo. ‘Mientras que el puente, en tanto que linea trazada en- tre dos puntos, prescribe la seguridad y la direccién in- condicionada de la puerta, a partir de la limitacién del aislado ser-para-si, mana la vida hacia la ilimitabilidad de todas las direcciones en general. 4 Sien el puente los momentos de separaci6n y liga~ z6n se encuentran de modo que aquél aparece como algo mas que una cosa de la naturaleza y éste como algo mas que una cosa de los hombres, con la puerta se apifian ambos momentos en la realizacicn humana en tanto que realizaci6n humana. En esto descansa la mis rica y vital significacién de la puerta frente al puente que se hace patente de inmediato en el hecho de que la direecién en la que se cruce el puente no implica nin- guna diferencia por lo que hace al sentido, mientras quella puerta, con el adentro y el afuera, indica una ferencia completa de la intencién, Fsto la dstingue también por completo del sentido dela ventana que, Porlo dems, en tanto que ligazdn del espacio interior on el undo externo ests emparentadacon a puereg Pero el sentimientoteleolopico featea a venans cy casi exlusvamente de dentro aver st ahiparnn far afuera, no para mirar adentro, Ly, ventana elaby {a ligaz6n entre lo interior y lo exter, shine. gracias a su transparencia, por asi deci . aren 6 Sontins pola drei nist nyt vetaligninasfcomos lining ps a er so ae s6lo un camino para la vista, hace que a la ventana co- rresponda s6lo una parte de la profunda y fundamen tal significacién de la puerta, Ciertamente, a propésito de la puerta su situacién. especifica puede también acentuar una direccién desu funci6n mas que la otra. Si en las catedrales rominicas y goticas los vanos se estrechan poco @ poco hasta la auténtica puerta y se alcanza ésta entre columnas par- tidas y figuras que se aproximan entre si mis y mas, en tonces, con esto, el sentido de estas puertas se piensa obviamente como un conduciradentro, pero no como un conducir afuera; esto tltimo, mas bien, slo como un accidente fatalmente inevitable. Esta estructura conduce al que entra por el camino recto, con seguri- dad y como con fuerza silenciosa y autoevidente. (Esta ignificacién prosigue —lo que menciono a causa de la analogia— en la disposici6n en filas de las columnas entre puerta y altar mayor. En virtud de su apartarse ‘mutuo en perspectiva muestran el camino, nos condu- cen, no permiten ninguna vaeilacién; lo que no serfa el caso si viéramos realmente el efectivo paralelismo de las columnas, pues entonces el punto del final no mos- esti empleada aquila cién del la al adentro su sentido ‘completamente ume as a pease con el afuera. Pero ésta €5 a) ‘cin absolutamente tinica que precisamente una situa ee fimboliza que el movimiento de lava, que con 108 mismnos derechos va de dentro aera como de Fuses dentro, finaliza en la Iglesia y se separa dela aia reeci6n que produce penuria. Pero la vida en el a terrenal, como a cada instante lo proclma un oa entre la no ligazén de las cosas, esti igalicaet aquel dentro o fuera de la puerta, a través de la cual s mueve de su ser-para-si al mundo, pet do a su ser-para-si. sii formas que dominan la innica de nuestra vida som trasladadas de este modo por el puente y por Ja puerta la continuidad fija de su configuracién visi~ ble. Lo meramente funcional y tleolégico de nuestro, movimiento es portado por cl puente y por la puer ta no s6lo como por herramients, sino que, por ast decirlo, congula en su forma en una esculturainmedia- tamente convincente. Visto desde las acentuaciones contrapuestas que dominan en su impresién, el puen- te muestra e6mo el hombre unifialaescisin del ser ‘meramente natural, la puerta cémo separa la unidad. uuniformeyy continua del ser natural. Ena significacion estética general que alcanzan por medio de esta sim= bolizacién de un algo mecaisico, deestaestabilizacion de un algo silo funcional, reside el motivo de su valor fandamental para el arte fguratvo, § ceia.con que la pintura empl: de atribuir al valor aristico sin embargo, tambien aqui, 52 i ro también del bien la frecuen= 2 a ambos también se pues de su mera forma, existe, quel encontrarse pleno, de misterio con el que la significacién puramente ar- tistica y la perfeccién de una imagen se muestra siem- pre al mismo tiempo como la expresién més exhausti- vadeun sentido en sino visible, espiritual o metafisico: para el interés puramente pict6rico, que slo atiende a 1a forma y color, por ejemplo, en el rostro humano, es entonces suficiente en la medida més extrema si su re- presentacién incluye lo més externo re y caractericibilidad espiritual. g Porque el hombre es el ser que liga, que siempre debe separar y que sin separar-no puede ligar, por esto, debemos concebir la existencia meramente indiferen- te de ambas orillas, ante todo espiritualmente, como ‘una separacién, para ligarlas por medio de un puente. Y del mismo modo el hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera. Bl cierre de su ser-en-casa por medio de la puerta significa ciertamente que sepa- ra una parcela de la unidad ininterrumpida del ser na~ tural. Pero asi como Ja delimitacién informe se torna en una configuracién, asi también su delimitabilidad encuentra su sentido ysu dignidad por vez primera en. aquello que la movilidad de la puerta hace perceptible: en la posibilidad de salirse a cada instante de esta deli- ol

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