Está en la página 1de 21

¡Error!Marcador no definido.

DEMOCRACIA, REPÚBLICA Y FEDERACIÓN: SU ALCANCE SEMÁNTICO EN EL RÍO


DE LA PLATA (1816 - 1826)*

Introducción

El intento de abordar el problema de la forma de gobierno en la región rioplatense


con una metodología histórico-semántica, nos determinó a delimitar el campo de estudio en
la presente secuencia, en tanto proficua en planteamientos doctrinarios, derivados, ya del
imperativo de dar forma al Estado americano desde el Congreso de 1816-1820; luego de
Cepeda, porque la crisis coloca en primer plano las distintas concepciones del federalismo;
ya por la naturaleza de las tesis sustentadas por los protagonistas del Congreso
Constituyente de 1824-1827.

El conjunto ofrece una compleja trama que atesora las claves para la interpretación
de distintos proyectos de sociedad.

La secuencia temporal fue elegida en virtud de la relevancia que el tema de la forma


de gobierno (y dentro del mismo las voces Democracia, República y Federación) adquiere
desde las primeras sesiones del Congreso de Tucumán hasta la sanción, en noviembre de
1826, de la frustrada Constitución del Estado.

Las actas de sesiones y la prensa periódica, dieron detallada cuenta de lo acaecido,


constituyéndose en fuerzas gravitantes ; centro aglutinante del 'campo' aquí analizado,
dentro del cual distinguimos dos 'discursos-tipo', con sus correspondientes estereotipos
léxicos, a lo cual referimos en esta comunicación sólo parcialmente.

La crisis ya profundizada en los últimos meses de 1826 silenciará el tema del


debate, el cual seguirá otros rumbos.

Cuando retome nuevo ímpetu, el vocabulario político ya se habrá cargado de


importantes innovaciones semánticas que, con distinto grado e intensidad, invalidarán
algunas de las argumentaciones teóricas confrontadas entre 1816 y 1826.

La complejidad de nuestra empresa obliga a dejar de lado la visión impresionista de


los sucesos; lo vagamente sentido, al decir de Max Weber, para conceptualizar el apretado
tejido del 'discurso' que las minorías reflexivas rioplatense exhiben; es decir, cómo se
representaban ellas los lexemas Democracia y Federación.

El presente trabajo intenta reflejar ese aspecto: La re-presentación que de las voces
Democracia, República y Federación se hacían las minorías reflexivas rioplatenses.

Elegimos la presente metodología, porque el vocabulario político rioplatense se


impregna del nuevo léxico ilustrado que el siglo XVIII había inaugurado, y en este sentido
estimamos pertinente abordar tales lexemas dentro de su marco teórico. Siglo que nos
enfrenta con un léxico que, en tanto trasunto de un marco ideológico nuevo, provoca
desplazamientos semánticos, ennoblecimientos y envilecimientos de voces y expresiones,
para el cual la nueva realidad americana ofrece, además, perspectivas singulares, debiendo
notarse el especial cuidado con que importantes sectores de las élites rioplatenses
empleaban el léxico político.

En el campo de la historiografía actual, una pléyade de historiadores entre los que


descuellan Paul Veyne y Michel Vovelle, señalaron las perspectivas promisorias que el
método conceptualizante importaba 1.

Marcel Prélot, en las primeras páginas de su "Introducción" a la obra La Ciencia


Política, señala: "Los sociólogos han observado una correspondencia directa entre la
formación del lenguaje y la creación del derecho. Lo mismo se aplica a los conceptos
políticos.2"

Las connotaciones semánticas que suponen las voces Democracia, República y


Federación no sólo conmoverán a importantes sectores de las élites rioplatenses, sino que
serán motivo de agitación para las cancillerías europeas, tanto de España como de sus
colegas de la Santa Alianza.
¡Error!Marcador no definido.
En otras palabras, conjurado el republicanismo en Europa, una nueva frontera de
confrontación parecía tomar cuerpo en América, todo lo cual adquiría ribetes dramáticos
dada la presencia del ensayo norteamericano, el cual -surgido de una realidad revoluciona-
ria- podría ofrecer un modelo teórico válido para quienes atravesaban por una experiencia
similar; más aún, podía ser impulsado por quienes advertían con preocupación la hostilidad
que su régimen gubernativo inspiraba a la Santa Alianza.

América hispana re-actualizaba el problema de la forma de gobierno, cuando había


sido conjurado en Europa.

"Cuando América sea republicana, las monarquías europeas estarán perdidas",


sentenciaba Chateaubriand. 3

República y Democracia: Marco teórico

I. Los lexemas República y Democracia aparecen ya identificados con el nacimiento


del Estado moderno, pero su carácter combativo lo adquieren en el siglo XVIII, y en esto
reside la innovación.

Un epígono de ese carácter no combativo de las voces República-Democracia


reaparece en la obra de Montesquieu Del espíritu de las leyes. Le continúa importando al
filósofo francés en tanto referencia didáctica pues, como era tradición, rememorar las
Repúblicas de grecia y de Roma cumplía la finalidad de reafirmar valores éticos.

Ahora bien: ¿se ponderaba la República que adoptaba la forma de Democracia o la


que adoptaba el carácter de Aristocracia?

Se pondera la vida de pequeños Estados (repúblicas) en donde ya gobernaran


todos (Democracia) o unos pocos de los mejores (Aristocracia), en tanto reducidos en
número y estrechamente relacionados entre sí, competían en desempeños virtuosos.

Grecia y Roma era los modelos didácticos, aun cuando se supiera que en la época
clásica Grecia como entidad nacional no existía4.

Poco importaba el dato histórico; poco importaba si el ejemplo era griego o latino; no
interesaba preguntarse si había diferencias entre la República de Esparta y la de Atenas.
Se adoptaba un actitud teleológica y no de reconstrucción histórica de la Antigüedad.

Tal imprecisión asoma, por ejemplo, en el presente pasaje de Del espíritu de las
leyes, cuando afirma su autor: "Los políticos griegos, que vivían en un Gobierno popular,
reconocían que la virtud era la única fuerza capaz de mantener su gobierno. 5"

El autor no desconoce que si el gobierno de Atenas era popular, el de Esparta no lo


era, pero poco importaba ese hecho, en tanto persigue resaltar que el principio ético era el
que animaba a esos gobiernos.

Grecia y Roma, desde el inicio de los tiempos modernos habían ganado el lugar de
paradigmas dentro de la Ética política.

Algo que se observa en la literatura política hasta el siglo XVIII, en relación con los
lexemas República y Democracia, es el desplazamiento frecuente del segundo en favor del
primero,fruto en alguna medida del estigma que trasunta, pero fundamentalmente por el
carácter más abarcativo de la primera voz6.

Quien aludía a la República lo podía hacer atendiendo a su etimología res publica


(uso que persistió aún en el siglo XIX), o como ocurría en pleno auge de la Monarquía
absoluta, a un nombre que apenas salía de las discusiones eruditas, vinculada
principalmente a la antigua República romana, rescatando aquellos valores que era
necesario recordar para activar el resorte moral de que carecían los cortesanos.

Al referirse a los primeros tiempos de la Revolución en la región rioplatense,


explicaba el redactor del periódico La Crónica Argentina (editado en Buenos Aires),
Vicente Pazos Silva, que nadie acudía a los ejemplos de las cortes para exaltar la virtud
cívica, es decir,"el amor a la patria.7
¡Error!Marcador no definido.

II. Ambas voces, República y Democracia, resultan confusas y llegan gastadas al siglo
XVIII, viéndose proyectadas en una dimensión diferente, sobre todo en El contrato social
de Rousseau. Allí aparecen como síntesis de la defensa de los derechos de la comunidad
frente a un Estado que es considerado opresor; un Estado que no es la expresión de la
voluntad social, sino su negación8.

Este tema, el de la soberanía social, sería instrumentado después en la etapa


radicalizada de la Revolución francesa. Entonces la voz Democracia se confundiría con
Oclocracia y la contaminación alcanzará a su símil, República.

El pensamiento de Rousseau no constituyó una pieza aislada, y figuras como


Volney y Mably transitaron por caminos aún más pronunciados.

Lo cierto es que los revolucionarios imbuidos por estas ideas constituyeron, al


comienzo de la Revolución Francesa, un grupo minoritario. Los representantes de la
nación y el monarca como árbitro de ésta conformaban el nuevo esquema de poder. Los
representantes eran expresión de la "soberanía nacional", lo cual significaba en el marco
del sistema representativo ortodoxo que actuaban desligados de sus mandantes.

Pero la insurrección del 10 de agosto de 1792 permitió el dominio del grupo


minoritario, desplazando al rey por la persona del pueblo, "encargado [éste] de la vigilancia
directa y constante de los diputados."

"La soberanía popular reemplaza entonces a la soberanía nacional."

¿Qué suponía la soberanía popular?: Los sans culottes explicaron que debía
entenderse el poder soberano imprescriptible, inalienable, indelegable, como inherente,
directa e inmediatamente, al cuerpo de ciudadanos reunidos permanentemente en las
secciones en donde se encuentra el pueblo. Los diputados se convertían en simples
mandatarios y no en representantes y debían rendir cuentas a sus mandantes.

A su manera les parecía concretar el sueño de la Democracia directa, en donde ya


no sólo los privilegiados (Clero, Nobleza) quedaban excluidos de la Nación, sino también,
los ricos9.

El accionar tumultuario, los desbordes que condujeron al 'terror', quedaron


asociados a la conocida fórmula República-Democracia directa.

Si bien el principio de la Democracia es la libertad, dicen sus críticos, es una libertad


que se convierte enseguida en libertinaje por la falta de frenos morales y políticos
característica de los hombres democráticos; por el surgimiento de deseos desenfrenados
de satisfacer las necesidades superfluas descuidando las esenciales, por la falta de respeto
a las leyes y una condescendencia generalizada hacia la subversión contra todo tipo de
autoridad 10.

Este clima de ideas inquietó en Estados Unidos de América del Norte a quienes se
dieron a la tarea de formular la Constitución de 1787. De allí entonces que los autores del
periódico El Federalista, dados a la tarea de lograr su aceptación en los distintos Estados,
introducirán los ajustes necesarios.

En el nro. 10 del 23 de noviembre de 1787, Santiago Madison, anuncia "el remedio


republicano para las enfermedades más comunes de este régimen". Salva a la República,
expurgándola de la Democracia pura pues, afirma, ésta ha dado "siempre el espectáculo de
su turbulencia y sus pugnas."

¿En qué difiere la República de la Democracia?

"En la República, explica Madison, se delega la facultad de gobierno en un pequeño


número de ciudadanos, elegidos por el resto"; además "la República puede comprender un
número más grande de ciudadanos y una mayor extensión." "Una República [es aquella]
en que tiene efecto el sistema de representación 11."
¡Error!Marcador no definido.

Hablar de Democracia es hacerlo de gobierno directo del pueblo, tal como su


etimología lo prescribe; por tanto, no tiene cabida en las sociedades modernas, debido al
número de sus integrantes.

Pero, si bien en las sociedades modernas no tiene cabida práctica, la expresión


Democracia directa quedaría reservada para caracterizar todo tipo de acción que supusiera
la presión directa de la multitud sobre el poder constituido. El ejemplo del accionar de los
sans culottes permitiría demostrar que esa patología política era posible aún en Estados
de gran extensión.

En otras palabras, si la República, en tanto representativa, era compatible con una


gran extensión territorial, el virus de la Democracia directa también podía operar en
territorios extensos.

Federación: Marco teórico

En tanto la voz Federación tenía una larga trayectoria en el vocabulario político, la


conceptualización realizada por los teóricos norteamericanos redactores de El Federalista,
sería interpretada con las limitaciones que ellos mismos imponían, en gran parte, porque
tanto Madison como Hamilton buscaron definir la concepción espacial del Estado
norteamericano echando mano a una voz a la que vaciaron de su etimología.

El Federalista pretende ubicar en 'campos léxicos' 12 distintos la voz federación,


según se refiera a la locución tradicional usada como sinónimo de Confederación, de
aquella que nace de la Constitución de 1787.

¿Qué diferencia existe entre Confederación y Federación?

Federalismo es para los americanos del norte una forma de organización del Estado
donde la actuación del gobierno recae sobre todo el territorio y la población del mismo, pero
sólo en ciertas materias y respecto de ciertas funciones, pues existen otros gobiernos que
ejercitan sus poderes en las materias restantes y sobre su propio territorio.

En la Confederación de Estados existe un gobierno central cuyo imperio no se


ejercita territorialmente, sino sobre los Estados que la componen, conservando para de su
soberanía (poder) y la total y casi total independencia 13.

Si bien El Federalista brinda innumerables precisiones acerca de los dos conceptos


de Federación, el discurso, no obstante, se resiente debido a las concesiones obligadas por
las resistencias que encontraba el nuevo ordenamiento institucional.

Resulta paradójico que Hamilton recurra a la autoridad de Montesquieu para avalar


la nueva connotación semántica del lexema Federación, cuando este autor aludió al tema
según los cánones tradicionales. Sólo un motivo lo inclina a transcribir textualmente las
palabras del filósofo francés: la alusión de éste al gobierno vigoroso.

Montesquieu afirmaba que la República federativa en tanto "se compone de


pequeñas repúblicas, disfruta de la dicha interna de cada una, y respecto de su situación
externa posee, gracias a la asociación, todas las ventajas de las grandes monarquías. 14."

Los lexemas Federación y Confederación son empleadas indistintamente, y


siguiendo también a Montesquieu, Hamilton se refiere a los Estados Unidos con la
expresión más gráfica de República Confederada.

Designar a los Estados de la Unión con el nombre de Repúblicas, resulta coherente


con la fuente consultada, claro está que, en dicha fuente, se emplea la voz para designar a
entidades independientes, calidad que han perdido los Estados en América del Norte. Lo
cierto es que emplear un vocablo que acusara tal realidad hubiera comprometido
definitivamente la suerte de la Constitución de 1787.

En forma explícita reconoce Madison las desconfianzas que inspiraba la nueva


solución institucional, al señalar que los adversarios de la Constitución propuesta sostenían
¡Error!Marcador no definido.
que no bastaba con que la Convención "adoptase la forma republicana. Debería haber
conservado con igual esmero la forma federal, que considera a la Unión como una
Confederación de Estados soberanos; y en vez de esto ha trazado un gobierno
nacional, que considera a la Unión como una Consolidación de los Estados."

Ante tan ácida como realista observación, Madison concluye afirmando que "la
Constitución propuesta no es estrictamente una Constitución Nacional ni federal, sino una
combinación, un acomodamiento de ambas 15", es decir, se trata de una "Constitución
mixta16."

En última instancia se buscaba concluir que en tanto el Sistema Representativo


imperaba en los Estados, esto les confería efectiva independencia.

De la heterodoxia teórica del paradigma norteamericano da cuenta el mismo


Madison, al referirse a la vaguedad conceptual del discurso político, derivado en buena
medida de emplear la misma voz para aludir a objetos diferentes; todo lo cual deja advertir
la enorme significación dada a la precisión léxica y a sus alcances semánticos.

Así se explicaba el autor: "Las palabras sirven para expresar ideas; por tanto, la
lucidez exige no sólo que las ideas se conciban con claridad, sino que se expresen con
palabras distintas y exclusivamente apropiadas a ellas." Pero acota: "ningún idioma es lo
bastante rico para proporcionar palabras y locuciones para cada ideas completa, ni tan
completo que no incluya muchas equivocadamente denotativas de distintos conceptos. De
ahí que, por muy exactamente que se diferencien en sí mismos los objetos y por mucha
que sea la precisión con que se piense en esa diferencia, su definición puede resultar
inexacta por la inexactitud de los términos que exprese. Y esta inevitable inexactitud puede
ser mayor o menor según la complejidad y la novedad de los objetos definidos."

En este sentido, tenemos aquí "tres fuentes de definiciones vagas e incorrectas:


imprecisión del objeto; imperfección del órgano conceptivo; inadecuación del vehículo de
las ideas17."

Comprensión del modelo federal norteamericano en el Río de la Plata

Desde distintas perspectivas, y no en todo momento coincidiendo en el


planteamiento doctrinario, lo cierto es que tanto quienes se mantuvieron fieles al ideal
primario de constituir el Estado de las Provincias Unidas en Sud-América bajo la forma de
Monarquía Constitucional, como quienes después de la crisis de 1820 no desdeñaron la
solución de la República consolidada, observaron que los intentos separatistas de
Provincias y Pueblos bajo la advocación de la República federal norteamericana conducían
al aislamiento y a la anarquía.

Quienes así observaron la realidad, al referirse a estas actitudes, hablaron de


federalismo mal entendido.18

El gobernador de la provincia de Córdoba y partidario del federalismo, Juan Bautista


Bustos, calificó de igual manera los actos secesivos de ciertos Pueblos como Catamarca
respecto de la capital de la Intendencia, esto es, de la provincia de Tucumán. 19

Por otra parte, los caudillos que actuaban de tal manera justificaban su accionar en
derechos históricos, considerando su actitud un paso previo para pasar luego a integración
de carácter confederal, o de federación robusta, que se implementaría cuando las
condiciones así lo permitieran.

Una figura que concitó mucha atención entre los rioplatenses fue Henry Brackenrid-
ge -que en calidad de secretario integró una misión diplomática norteamericana a América
del Sur- quien parcialmente en una parte de su obra Viaje a América del Sur, y
ampliamente luego, consideró que las élites rioplatenses en su conjunto invocaban el
federalismo norteamericano sin entenderlo.

Tal afirmación inscripta en el marco de una obra que estimaba el amplio


conocimiento que se tenía en el Río de la Plata de los distintos textos constitucionales de
los Estados norteamericanos y del interés que concitaban obras como El Federalista y una
¡Error!Marcador no definido.
Historia concisa de los Estados Unidos, resultaba a lo menos paradójica20.

Anotamos esta interpretación que el viajero norteamericano desarrolla con


generosidad en su obra por su carácter abarcativo y porque tal referencia se convirtió con el
tiempo, más allá de 1830 en un lugar común. En algunos casos porque quienes referían al
federalismo, entre otros Juan Bautista Alberdi (historiador integrante de la Generación
romántica rioplatense de 1837, gestora del modelo de Nación vertido en la Constitución de
1853, aún vigente en la República Argentina. Fue autor del proyecto constitucional) lo
identificaban única y exclusivamente con la modalidad norteamericana, a la que no
contribuyeron poco las extensas reflexiones de Alexis de Tocqueville en su obra La
democracia en América.

El comentario de Brackenridge realizado en 1817, de alguna manera sentencia, a


manera de axioma: 'Respecto de la Federación existió en el Río de la Plata una marcada
heterodoxia teórica, una falta de precisión técnica, tanto entre los apologistas como los
detractores de tal forma de organización espacial.' Axioma, por otra parte, no abandonado
por buena parte de la historiografía hispanoamericana, de lo cual resulta claro ejemplo el
prólogo de la versión española de El Federalista publicada por el Fondo de Cultura
Económica.

La heterodoxia teórica respecto de la interpretación del sistema de federación


norteamericano surge de la prestigiosa fuente consultada, esto es, de la teoría política de
El Federalista. Federación significa pacto o alianza entre entidades independientes o
cuasi-independientes. A partir del momento en que su intrínseco significado es vulnerado,
la imprecisión se instala.

Sobre las dificultades que se derivaban de encontrar la palabra adecuada para


plasmar una idea y, en alusión directa a los problemas que acarreaba conceptualizar el
lexema federación, ya se había explicado Santiago Madison.

El dilema semántico se hacía más complejo en el Río de la Plata, porque la voz


adquiría una latitud aún más amplia, habida cuenta de la experiencia española.

Los movimientos de carácter federalista surgidos dentro del desmembrado Imperio


español evocaban, como sostenía Brackenridge, la experiencia de los Americanos del
Norte. ¿Pero acaso no podían las élites rioplatenses intentar implementar una modalidad
más tradicional del federalismo -opuesta a la versión norteamericana-, y todo llevarlo a cabo
bajo el nombre del arquetipo político más prestigioso del momento, si de forma republicana
de hablaba?

Si se había producido en el Río de la Plata, al decir de Brackenridge "la admiración


más extravagante 21" por el sistema de federación norteamericano, resultaba coherente que
se lo invocara, en tanto para Provincias y Pueblos se había convertido, fundamentalmente,
en sinónimo de Independencia y libertad. Al mismo tiempo muchos críticos de la solución
federativa mostraron sólidos conocimientos teóricos sobre el tema Federación, de lo cual
resultan una muestra acabada las alocuciones pronunciadas en el Congreso Constituyente
de 1824-1827, sobre toda aquellas pronunciadas por el jurista Manuel Antonio de Castro, el
canónigo Julián Segundo de Agüero -ambos partidarios del sistema consolidado en unidad
de régimen- y Manuel Dorrego, importante hacendado y por dos veces gobernador de la
Provincia de Buenos Aires -defensor del sistema federativo-22

Tipos de Federación

¿Qué modalidades de federación conviven en el suelo rioplatense?

Creemos poder distinguir tres modalidades.

A.- Comienza a emplearse esta voz en la región rioplatense como consecuencia de


la crisis de la Monarquía española, en tanto cada una de las gobernaciones-intendencias
en que se dividía el Virreinato del Río de la Plata (de cuyo desmembramiento surgirían las
Provincias) y, posteriormente, las ciudades subordinadas (Pueblos), obedeciendo a la
estructura jurídica basada en el Derecho histórico, entienden que, ausente el monarca con
quien se halla ligada cada región del Imperio, el pacto social queda interrumpido,
¡Error!Marcador no definido.
retrovertiendo a los Reinos de Indias la totalidad de los derechos soberanos y, de suyo,
convirtiéndose en entidades independientes 23.

En este contexto, la voz 'federación' se hace sinónimo de 'independencia' y


'soberanía', en tanto cada entidad pasa a constituir un Estado o República 24.

'Federación' queda entonces identificada con su antónimo: 'secesión'.

Como apunta el periódico editado en Buenos Aires, El Correo de las provincias


(cercano en sus ideas a la administración que en la Provincia llevaba el sello del ministro de
gobierno del gobernador Martín Rodríguez, Bernardino Rivadavia): "Después de 1820 las
provincias quieren recuperar el mando absoluto que tuvieron en tiempo de los Reyes. 25"

B.- Denominamos a esta modalidad federación propiamente dicha, y surge cuando


Estados independientes delegan parte de su soberanía en un Gobierno general
(Confederación).

Consideramos que, en sentido amplio, pueden distinguirse dos subtipos.

Uno de ellos se encuadra dentro de lo que tanto José de San Martín como Simón
Bolívar llamaban 'federación bien entendida o perpetua '(denominación empleada para
distinguirla de la modalidad norteamericana que evidencia la polisemia de la voz),
quedando conformada la Confederación por Estados cuya modalidad gubernativa puede
ser monárquica o republicana, o exclusivamente monárquica.

El segundo subtipo recibirá el nombre de República federal o confederal, en tanto


une a Estados cuya modalidad gubernativa es exclusivamente republicana.

Importa precisar que los derechos soberanos delegados pueden ser de diferente
grado, pero nunca de naturaleza tal que comprometan su independencia.

C.- La tercera modalidad,dada su inserción dentro del Sistema Representativo,


constituye el Régimen mixto.

Surge cuando Estados independientes deciden resignar su independencia, al


abandonar ciertos derechos soberanos que, por su magnitud, la comprometen.

La perdida de la independencia física quedaría compensada con una amplia


autonomía (soberanía parcial), lo cual se traduciría en una independencia moral
robustecida además -como en la federación tradicional- por el hecho de que cada Estado
debe estar adornado de la suma de recursos materiales y humanos privativos de todo
Estado independiente.

La Confederación germánica; los cantones suizos y las Provincias Unidas de


Holanda serían ejemplos del primer subtipo; en tanto, el Acta de Confederación y Unión
perpetua, suscripta por los trece Estados norteamericanos en 1777, y la Ley Fundamental
de las Provincias Unidas del Río de la Plata de 1825 que ratifica los principios del Acta de la
Independencia de 1816, responden al segundo subtipo 26.

La tercera modalidad está representada por el paradigma norteamericano de la


Constitución de 1787, al que Santiago Madison define como "mixto" y, atentos al Dictamen
de la Comisión de Negocios Constitucionales del Congreso General Constituyente de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, definida de igual manera, también por la Constitución
de la República Argentina, sancionada el 24 de diciembre de 1826 y rechaza por las
provincias27.

El Derecho Constitucional contemporáneo incluiría ambos textos dentro de


modalidades diferentes de descentralización espacial y nunca dentro de la forma federal,
pero un 'campo léxico' que tuviera como 'palabra-eje' la voz centralización no formaba
parte del vocabulario político de entonces.

¿Difería absolutamente el federalismo norteamericano del español?

Para las élites reflexivas de la época la mayor diferencia radicaba en la naturaleza


republicana de la experiencia inaugurada por los americanos del norte, pues éstos sólo
¡Error!Marcador no definido.
conciben el federalismo bajo la modalidad republicana dentro del llamado Sistema
Representativo.

Más precisamente, si por el carácter representativo, la naturaleza de toda modalidad


gubernativa es republicana, lo es además porque a todas las funciones se accede en forma
electiva.

Por otra parte, el régimen federal norteamericano se construye desde la base (los
Estados) hacia el vértice (Gobierno General).

El modelo federal español se estructura desde un vértice (Monarca) hacia la base


(Reinos).

Morfológicamente el modelo federal no difiere de la imagen trasmitida por los


teóricos norteamericanos, pues se estructura con un Gobierno consolidado y Reinos o
Estados cuasi independientes.

Por razones históricas diferentes, ni los Reinos ni los Estados podían separarse del
Poder
central.

Los lexemas República-Democracia en el discurso de los detractores y apologistas


de la Federación

Cuando a partir de la crisis de febrero de 1820 vayan tomando cuerpo las dos
propuestas de organización espacial del futuro Estado, en torno al sistema de unidad y de
federación, se advertirá que, en tanto los detractores del federalismo no olvidarán asociar
Democracia a Federación para estigmatizar a esta última; los apologistas sólo
ocasionalmente efectuarán consideraciones teóricas sobre la voz Democracia,
generalmente forzados por las acusaciones de sus oponentes.

Si bien cuando lo hacían era para señalar la incompatibilidad entre ambos lexemas,
la identificación semántica producto de la realidad hispanoamericana ofrecía dificultades
para el descargo, ya que hablar de federación suponía reivindicar la soberanía de los
pueblos (Democracia).

En otras palabras, no había divergencia entre los defensores del sistema de unidad
y los prosélitos de la federación cuando se trataba de poner distancia frente a una voz
evocadora de los horrores del llamado jacobinismo, al que ni unos ni otros pretendían
suscribir28.

A diferencia de los autores de El Federalista que, al tiempo que expulsaron de su


paradigma político cualquier contaminación democrática, también buscaron atenuar los
alcances del federalismo, los federales doctrinarios rioplatenses no adhirieron a esta última
consigna pues, en razón de la singular realidad, debieron sostenerlo como símbolo de la
defensa de los intereses de los intereses de Provincias y Pueblos.

Renuentes los federales rioplatenses a las honduras teóricas que podían resentir la
fuerza de sus argumentos, es en el discurso de los partidarios del sistema de unidad,
donde encontraremos interesantes elementos de juicio que, específicamente en torno a la
voz democracia, no diferían de los sostenidos contemporáneamente por los liberales
europeos que pugnaban por imponer soluciones monárquico constitucionales nacidas del
tronco del paradigma británico.

De ese penetrante y agudo análisis no quedará fuera el lexema federación, y las


reflexiones en torno a ambas voces enseguida acapararán nuestra atención.

República y Democracia: Identidad y disociación

Las élites que ponderan la solución monárquico constitucional hasta 1820 hasta
1820 y se enrolan en la República consolidada después, identificarán las lexemas
República-Democracia primero, para producir su escisión luego, siguiendo al adoptar esta
¡Error!Marcador no definido.
opción última similar camino al tomado por Santiago Madison en El Federalista.

Tal deslinde semántico puede seguirse en la exposición de Manuel A. de Castro,


figura prominente en el diseño del modelo constitucional de 1826, quien una década antes
había afirmado: "En el gobierno democrático el pueblo ejerce por sí mismo los actos de
soberanía", de allí que sea necesario en estos sistemas que el orden constitucional sea
severamente observado, pues "la República siempre [está] expuesta a terribles
sacudimientos, [degenerando] en confusa oclocracia29."

Si bien el autor emplea la voz oclocracia para denotar la desviación de la


Democracia o República, no obstante, no resulta regular encontrar esta locución para
distinguir la forma pura de su contraria. Habitualmente el mismo lexema Democracia sirve
tanto para señalar sus bondades como sus vicios.

Si bien las argumentaciones del autor siempre se distinguen por las agudas
precisiones léxicas, no le preocupa aquí establecer distinción alguna entre el modelo clásico
greco-latino y el propio del Sistema Representativo, pues persigue no apartarse de uno de
los estereotipos léxicos que conforman el discurso-tipo de su grupo, estructurado para
exaltar los vicios, más que para rescatar las virtudes.

Agravada la situación institucional luego de la batalla de Cepeda (1820), una sutura


profunda deslindará el lexema República de Democracia. Esta última, entendida como
absoluta o pura, absorberá los vicios que entre 1816 y 1820 invadía a las dos voces.

¿Resulta una contradicción haber descalificado hasta febrero de 1820 a la


República y luego ponderarla?

No, porque lo que se condena es la República identificada con la Democracia, y tal


condena se mantendrá en el tiempo, con sus connotaciones de anarquía y sistema
tumultuario; imputaciones que afectarán a la República siempre que se persiga otorgarle o
identificarla con un carácter exclusivamente democrático.

Los antiguos prosélitos de la Monarquía constitucional, convertidos en republicanos


por fuerza de las circunstancias, rescatarán la República, pues dentro del Sistema
Representativo, ésta pierde su identificación con la Democracia, entendida en sentido
simple.

Así se explica Manuel A. de Castro: "La Democracia es un vicio, la República, no.


¿Y en qué se distingue la Democracia de la República?. En que el pueblo en la República,
aunque tiene la soberanía, elige a sus representantes para que la ejerzan 30."
¡Error!Marcador no definido.
El juicio de los detractores

a) La anarquía y el despotismo como resultado de la ecuación República-Democra-


cia-Federación

Como recordara Vicente Pazos Silva, Democracia empleada como sinónimo de


República, era "expresión de moda para acriminar y rebajar31."

Si bien nadie ignoraba que el modelo de Democracia directa de la República griega


o romana podía tener cabida, hasta cierto punto, en los tiempos en Estados pequeños,
quedaría reservada la expresión República-Democracia para caracterizar realidades que
supusieran la presión directa de la multitud sobre el poder constituido.

Nadie ignoraba que poco tenía que ver la Democracia pura con la República de los
Estados Unidos y, de hecho, el ejemplo de los americanos del norte estaba siempre
presente, aunque se consideraba una excepción fruto de la educación británica, sólo
conveniente en ese medio32.

Nadie concebía que el poder Ejecutivo de una República pudiera tener el vigor
suficiente, porque las facciones -consideradas una expresión de esta forma de gobierno- lo
impedirían33.

Por otra parte, en sociedades como la rioplatense, en la medida que no pocos se


resentían del plebeyismo de origen, la resistencia a reconocer que un igual los gobernara
se traduciría en convulsiones continuas 34.

No ocurría lo mismo entre los americanos del norte, que desde que arribaron al
Nuevo Mundo decidieron crear una realidad distinta a la del mundo antiguo, fundada en el
reconocimiento de una igualdad legal dentro de cada una de las pequeñas repúblicas
fundadas.

La ética calvinista al colocar en primer plano el logro de objetivos económicos,


planteó una concepción utilitaria del mundo, contraria desde sus raíces al pensamiento
español y católico.

Esta radiografía de la sociedad norteamericana operaba en la mentalidad social


rioplatense.

Pretender que se aceptara como natural la igualdad legal y que los hombres
voluntariamente abandonaran parte de sus derechos, concediendo atribuciones amplias a
un magistrado en tanto se lo suponía amante y esclavo de la ley era, para las élites
rioplatenses, pensar en una quimera.

Estas élites consideraban que los americanos del norte habían conformado una
ideología democrática; entre sus ancestros se encontraba ese espíritu republicano-
democrático.
Entre los ancestros de los americanos del sur, contrariamente, había plasmado el espíritu
despótico.

Dicho en otras palabras, al referente greco-latino, la realidad rioplatense había


incorporado el norteamericano, sobre el que volcaba los atributos de los repúblicos de la
Antigüedad; de esta forma compartían las escena, en el discurso político, Solón y Licurgo,
con Washington y Franklin 35.

La licencia era considerada uno de los vicios más graves de la Democracia,


derivada de lo difícil que resulta que cada ciudadano cultive sólidas virtudes. De allí que la
existencia de una multitud embrutecida - el ejemplo de "esa democracia fogosa de Atenas
[o] de la efervescencia plebeya de Roma", como apuntaba el deán Gregorio Funes en el
"Manifiesto" explicativo de la Constitución de las Provincias Unidas en Sud-América-, fuera
el paso más cercano hacia la tiranía o el despotismo militar, el cual siempre surgía como
solución al desborde tumultuario36. Francia, por ejemplo, había visto enseñorearse estos
principios37.

Democracia directa era sinónimo de anarquía, pues suponía desorden, borrascas,


¡Error!Marcador no definido.
la existencia de un gobierno turbulento y ruinoso; régimen por otra parte insubsistente,
faccioso por naturaleza, que agita sediciones 38, y deja el camino abierto al "primer
ambicioso que sepa aprovecharse de las circunstancias39."

Sinónimo de "jacobinismo o francesismo", apunta Manuel A. de Castro, Democracia


o República es régimen tumultuario, donde impera la igualdad absoluta, es decir, la
anarquía popular40.

Destaca José Agrelo (doctor en ambos derechos salido de la Universidad de


Charcas, miembro y presidente de la Asamblea General Constituyente de 1813) que en el
gobierno republicano el pueblo "se ve en la inevitable necesidad de ser traicionado por
aquellos mismos que él hace [por su favor] poderosos e independientes de las leyes.
Corrompiendo todo lo que toca, no distingue a ningún hombre sino para atacar su virtud."
El ejemplo de lo acaecido en Roma constituye el corolario de su exposición 41.

Peligroso régimen el que recibe el nombre de Democracia, en tanto el poder queda


concentrado en el pueblo, apunta el canónigo Julián S. de Agüero 42 (figura relevante del
llamado Partido del Orden como se denominaba a quienes participaban del ideal reformista
de Rivadavia; agudo expositor del Congreso General Constituyente de 1824-1827).

Pronto esta Democracia directa o República tan temida terminó incorporando otra
voz a la ecuación: Federación.

A esta peculiar fórmula, muy en boga en el lenguaje de las minorías rioplatenses


entre 1816-1820, pasaremos a referirnos a continuación.

Si como lo indicamos, las minorías reflexivas rioplatenses entendían el significado


del federalismo norteamericano, esto no permite suponer que no harían mención a la forma
ancestral, enraizada en la tradición hispana; voz que, por otra parte, también aparecía
vinculada con actitudes secesionistas.

No tardó en vincularse el lexema federación a situaciones peculiares que


rememoraban las juntas populares españolas de la época de las guerras napoleónicas.
Cautivo el monarca, habiendo recuperado el pueblo en la Península sus derechos
soberanos, decidía en tumultuosas sesiones el camino a seguir, federándose con otras
juntas vecinas.

El movimiento juntista tuvo eco en la región rioplatense, como en todo el espacio


indiano del Imperio español, encontrando en el Cabildo el centro de decisiones. De allí que
se califiquen de conmociones tumultuarias muchas expresiones de soberanía que sus
protagonistas denominaban 'federación', y que referían a las convocatorias a cabildo
abierto43.

A ello deben agregarse las reivindicaciones de ciertos individuos que, al frente de


tropa, demandaban, invocando la 'federación- la independencia de su respectiva comarca,
de lo cual abunda en ejemplos el año de 1820.

El lexema federación aparecía identificado con el derecho de los Pueblos a disponer


de su suerte luego de producido el colapso del Imperio español; por tanto, pronto
Federación se identificó semánticamente con Democracia directa, quedando asociado el
vocablo, en el léxico de las élites que perseguían el gobierno vigoroso y concentrado, con el
sistema propio de los "anarquistas", de las montoneras, de los que provocan "el fermento
horrendo de pasiones [...], el choque de partidos [...] y mezquinas rivalidades 44."

La República entendida como democrática o federativa - ambos calificativos se


utilizaban indistintamente en el léxico ilustrado-, 'podría' ser muy buena para los americanos
del norte, pero en tanto entre ellos conseguiría traducirse en un régimen moderado, racional
y justo, constituiría una iniquidad entre los americanos del sur.

El empleo del modo potencial, generalizado en el léxico de los detractores de la


federación, denota la desconfianza con que se observaba entre las minorías reflexivas al
sistema federativo. No se olvidaba lo afirmado por el mismo Washington en el sentido de
que el régimen federal es débil y complicado; forma de gobierno siempre acechada por
vicios, por más perfecta que sea su organización, pues el fantasma de la facción nunca la
abandonaría45
¡Error!Marcador no definido.

Como en la llamada Democracia directa, también en la Federación, la soberanía


residía en el pueblo (por extensión Provincias y Pueblos), de allí el carácter tumultuario y
lábil que siempre las envolvía y, por ende, las emparentaba.

Refiere el redactor de El Censor, Antonio Valdés, que la República es un "gobierno


propio de ángeles" (evocación roussoniana); aquél formado por "hombres destituidos, de
vicios y pasiones violentas", y echando mano a un estereotipo del léxico político, subraya:
"Una forma de gobierno perfecta es un ente de razón, inasequible en la práctica, y superior
al esfuerzo de la humana sabiduría." Finalmente, sin abandonar el perfil estereotipado del
discurso, concluye: "La anarquía es más contingente a una República, cuando falta la
sobriedad, las costumbres austeras, y el generoso desinterés que debe adornar a un
virtuoso republicano 46."

Manuel A. de Castro, que discurre sobre las Repúblicas de Grecia y de Roma con la
finalidad de reflexionar sobre el sistema electoral de los Estados federativos, afirma:
"Desgraciada democracia [es el pueblo] reunido en la plaza pública47."

Adviértase además, apunta de Castro, que por el carácter federal adoptado en


Grecia, fueron continuas "en aquellas pequeñas Repúblicas [...] las querellas [...] con sus
capitales", similares a "las que hoy tienen nuestras Provincias48."

b. La Anarquía y el Despotismo como resultado de la ecuación Democracia directa-


Federación

Si hasta 1820 resultan expresivos los ejemplos que demostraron hasta dónde
sectores representativos de las élites rioplatenses comprendieron el confuso modelo
espacial norteamericano, esta idoneidad técnica se advierte de manera harto elocuente
luego del derrumbe del gobierno nacional, cuando la dialéctica quiere apuntar
exclusivamente a la forma de gobierno consolidada o a la forma de gobierno federal.

Si hasta febrero de 1820, la anarquía se consideraba producto de la ecuación


República-Democracia-Federación, luego de Cepeda, hechas las paces, por fuerza de las
circunstancias, con la envilecida República-, los sectores que rodean o simpatizan con la
nueva administración gobernante en Buenos Aires, acotarán la ecuación en los términos
Democracia directa-Federación, como manera de estigmatizar tal forma de organización
espacial.

Siguiendo un esquema similar al empleado entre 1816-1820 para descalificar todo


lo relacionado con el régimen republicano, si nos enfrentamos a ensayos periodísticos o
ponencias en el debate parlamentario, se procederá, a manera de introito, a señalar las
virtudes del régimen federal, descargando luego, extensos discursos, para apuntar a sus
vicios.

El paradigma norteamericano será evocado para demostrar la imposibilidad de


aplicar similar sistema en la región rioplatenses.

República federal resulta en Estados Unidos un Gobierno libre. En cambio, en


circunstancias diversas, ésta no es otra cosa que un sinónimo de Democracia directa; de
allí que la Comisión de Negocios Constitucionales diga en 1826, que se estremece "cuando
piensa que puede haber pueblos o Asambleas populares que, con el inocente designio a su
mayor bien, pretendan usurpar más poder que el que les conviene, sin advertir que serían
la víctima de su engaño, y los agentes de tiranos individuales, cuyo poder aumentan para
su propia ruina49."

Los acontecimientos que culminaron en la batalla de Cepeda produjeron hondo


impacto en las minorías reflexivas rioplatenses, en forma muy marcada entre los partidarios
de un régimen consolidado y, de manera más atenuada, en los simpatizantes de una
solución federal.

Pero en todos los casos se vivieron como una reedición en tierras americanas de
ese 'jacobinismo' tan temido. Sobre todo para quienes habían propiciado un proyecto
monárquico constitucional, lo acontecido en febrero de 1820, parecía actualizar la imagen
del 'terror' francés, y como tal fue vivido.
¡Error!Marcador no definido.

Se vio en las agitaciones que tuvieron por escenario a Buenos Aires, la amenaza de
la 'multitud', de la 'chusma', no sólo en el avance de esas fuerzas grotescas y salvajes,
como las llamaría Manuel A. de Castro, sino también por los hechos que determinaron el
protagonismo del campo de la Provincia de Buenos Aires sobre la ciudad
homónima,cuando el accionar tumultuario urbano fue sofocado por el proletario en armas
proveniente de la campaña.

"Monstrum horrendum50", calificó de Castro a la facción federal, y no menos


horrendo les pareció a las minorías reflexivas el accionar de las turbas urbanas en octubre
de 1820, convocadas por el Cabildo y paralizadas por las no menos peligrosas milicias
rurales del poderoso hacendado y futuro gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de
Rosas51

Federación representaba el continente para todo aquello identificado


tradicionalmente con la Democracia directa. Esa federación mal entendida agitada por
demagogos, asentada en la fuerza militar y en la agitación tumultuaria, significaba
incorporar en el sistema político todos los vicios del sistema federal, sin ninguna de las
virtudes que hacían la felicidad de los americanos del Norte.

Junto al canónigo Juan Ignacio de Gorriti, una de las figuras más relevantes del
pensamiento ilustrado rioplatense, es Manuel A. de Castro, quien con mayor trasparencia,
sagacidad y fundamentación teórica, expone durante las sesiones del Congreso de 1824-
1827 la ideología de los defensores de la República consolidada. Sin renunciar a los
postulados defendidos entre 1816-1820, de Castro se convertirá en el expositor que mejor
traduce los desplazamientos léxicos en la nueva instancia.

En un documento en el cual busca descalificar a la federación, en tanto identificada


en el Río de la Plata con Gobierno tumultuario, recurre hábilmente a un recurso
estilístico antiguo que él trasvasa ahora a la voz federación.

De esta forma República ideal y Federación quedan identificadas, en tanto


paradigmas, pero descalificadas, fuera del contexto que sirve de referencia.

Por otro lado, el ejemplo de las pólis griegas y del Imperio persa le permitirán
concluir con una interesante reflexión relacionada con las provincias rioplatenses,
escindidas y debilitadas frente al Imperio brasileño que, en tanto consolidado, resultaba
fuerte.

Adviértase la ponderación y al mismo tiempo la crítica a la Federación: "Una


Federación como la de los Estados Unidos es la que más puede acomodar para los
hombres libres; una república tranquila es el mayor bien a que pueden aspirar los mortales."
En este caso, como la referencia alude al paradigma norteamericano, Federación y
República aparecen identificadas como vocablos.

"Pero, se pregunta de Castro, ¿dónde se encuentra? ¿Acaso la podemos hallar en


donde el capricho de unos cuantos poderosos o el exceso de la multitud, hace que se
ejecute la ley? Entonces no hay libertad, y sería preferible el gobierno de Turquía 52."

Otra referencia apunta a marcar la debilidad del régimen federal, aludiendo al


estado anémico en que quedaron las pólis griegas frente al Imperio persa. Exclama:
"¡Estados soberanos de pequeñas ciudades!. ¡Estados soberanos! sin estar consolidados,
y rodeados por otra parte de repúblicas consolidadas" (recuérdese el modelo bolivariano
impuesto en Colombia) y de un Imperio.

Concluye discurriendo sobre lo importante que sería "huir de la manía de correr tras
el sentido de las palabras y tras las voces vanas en vez de buscar las cosas en su misma
naturaleza."

Dentro de esa imagen de la Federación donde el gobierno depende del "capricho de


unos cuantos poderosos" o del "exceso de la multitud 53", se inserta la realidad institucional
de la provincia de Córdoba, luego de la asonada militar de Juan Bautista Bustos.
El mismo Manuel A. de castro reproduce palabras de Bustos donde éste justifica su
proceder diciendo "que hecha la elección de gobernador por los medios legales [...] una
asonada, un movimiento del pueblo [...] la desaprobó y lo proclamó a él como gobernador."
¡Error!Marcador no definido.

Al parafrasear la explicación que Bustos hace de los acontecimientos, de Castro con


astucia selecciona las expresiones y lexemas que más pueden alarmar a las élites
rioplatenses; aquellas que no dejan dudas sobre el significado del federalismo.

Esta presentación del problema le permite concluir: "¿Después de quince años de


desgracias estamos todavía en el caso de disimular y consentir la Anarquía democrática,
[es decir], ese ejercicio tumultuario de la soberanía?. Cuando se ha canonizado el
principio, de que sólo el gobierno representativo es el que concilia la soberanía del pueblo
con el ejercicio no tumultuario de ella: ¿Puede haber caso en que se autorice ese ejercicio
sedicioso que se dice de la soberanía?54."

En la discusión planteada sobre la conveniencia de adoptar la forma de gobierno de


unidad o federal, Juan I. de Gorriti, vincula el problema estrechamente con las Asambleas
populares y su número, estimando que el número no debe ser elevado para que pueda
tener fuerza "la voz de la persuasión de las personas ilustradas" evitando que se obre "a
influjo de los caudillos, a quienes les interesa extraordinariamente extraviar la opinión [para]
hacer reinar su tiranía."

La conclusión se traduce en una precisa definición: "Cuanto más se apuren los


principios democráticos, con más rapidez marcharemos a la tiranía", considerando que la
"opinión de los pueblos" sólo se conoce realmente "por la dirección que le dan los hombres
de luces y desinteresados 55."

"¿En qué se distingue, se pregunta de Castro, el pueblo que se tumulta del que es
convocado para ejercer sus funciones y derechos legítimos? [...] En que el primero se reúne
a beneplácito de sus demagogos y el segundo se reúne convocado por la ley56."

"Movimiento ilegal y escandaloso", es el calificativo que le merece a Julián S. de


Agüero el accionar del federalismo del Litoral (refiere el canónigo específicamente a las
provincias de Santa Fe y Entre Ríos), cuando el Congreso que existía en "el año 20 fue
disuelto tumultuariamente57."

Como se advierte, en este contexto, hablar de violencia democrática supone hacerlo


de federalismo.

En síntesis para los detractores del sistema federal, despotismo, tiranía,


demagogia, resultan sinónimos tanto de Federación como de Democracia directa, en
tanto para sus apologistas la sinonimia sólo alcanza a esta última y, sobre todo en la
realidad rioplatense, al sistema consolidado en unidad de régimen.
¡Error!Marcador no definido.
Consideraciones finales

Hasta aquí la visión de un momento histórico en el marco de las ideas políticas que
quisimos plantear a través del análisis del discurso, esto es , de un proceso estructurante
de significación, aquel discurso que construyeron las minorías reflexivas actuantes en el Río
de la Plata en una determinada coyuntura histórica58.

Creemos que la metodología conceptualizante permite acceder al meollo del


discurso histórico, el cual dentro de la historiografía argentina o fue motivo de una
interpretación apasionada o quedó marginado, pues desde los años 70 hasta la fecha los
enfoques económico-sociales siguen desplazando, por estimarlos irrelevante, a un lugar
secundario aquellos temas vinculados con la historia de las instituciones y de las ideas
políticas.

¿Qué perseguimos al estudiar el tema propuesto desde una metodología histórico-


semántico o conceptualizante?

Acercarnos de manera más objetiva a un momento histórico intrincado en el cual


una visión generalizadora del vocabulario político podrá resultar seductora, pero al mismo
tiempo conducirá a una interpretación distorsionada de las intencionalidades operantes en
los actores del proceso histórico; esto es, si el historiador, al abordar el tema que nos
ocupa, no percibe los matices que lexemas como Democracia, República, Federación
encierran, forzará las interpretaciones de manera tal que considerará como posiciones
irreductibles y absolutas, lo que es solo parcial, y no logrará percibir las distancias que
separan las reflexiones teóricas de los actores, de sus resoluciones prácticas, al tiempo que
interpretará erróneamente la sustancia que nutre los proyectos de sociedad de Estatutos,
Reglamentos o Constituciones. Por otra parte, nos interesa subrayar que en su momento
importantes sectores de las élites rioplatenses escogían cuidadosamente el léxico
empleado.

El historiador de las instituciones y de las ideas políticas comprenderá en su exacta


dimensión hasta dónde el enfoque generalizador, impresionista, puede enturbiar toda tarea
axiológica y hermenéutica, si se trata de analizar lexemas como los apuntados más arriba,
de por sí elusivos y ambiguos.

En otras palabras, según afirmara Gastón Bachelard, la generalización obra como


un
"obstáculo" epistemológico 59.

Como certeramente lo señala Giovanni Sartori, "las palabras (y los conceptos que
evocan) no son entidades aisladas", sino que pertenecen a "campos semánticos
compuestos de conjuntos de términos próximos y asociados", esto es que "permanecen
juntos", de allí que el cambio de significado de uno de ellos "implica la redefinición de
algunos, o de todos, los términos asociados 60."

Las palabras son portadoras de experiencia y, en nuestro caso, de la experiencia de


las élites rioplatenses y, a través de la re-presentación que ellas hacen de su realidad,
escrutando los repliegues del discurso, procedemos a la decodificación que nos permite
desbrozar el camino que, luego, dentro de una estructura más amplia permitirá acceder a la
reconstrucción de aquellos proyectos de sociedad que las élites consideraban más
adecuadas a su realidad.

Esta comunicación tuvo como objetivo dilucidar un aspecto de esa estructura y


hacerlo a través de la metodología que estimamos menos proclive a las apreciaciones
subjetivas. Dentro del campo semántico elegimos los lexemas Democracia, República y
Federación a través de la re-presentación que de ellos se hacían determinados sectores de
las élites (aquellos que dedicaron extensas reflexiones al tema). Tal elección se
fundamenta en la complejidad conceptual del tema y también como forma de contribuir a la
elucidación de un campo olvidado o recordado de manera convencional y arbitraria,
olvidando que, por ejemplo en la muestra escogida, tales lexemas se encuentran
enraizados en la historia y derivan de la historia.

Finalmente, como nos recuerda Giovanni Sartori, "cada concepto tiene su historia y
[...] en esa historia las vicisitudes de la terminología están relacionadas con el destino de las
¡Error!Marcador no definido.
sociedades y de sus organizaciones políticas61."

* Comunicación presentada en las "Jornadas 'Confluencia Cultural América-Europa 1492-


1992. Aspectos Interdisciplinarios", organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires y realizadas en esa sede los días 26 y 27 de octubre de 1992.
1
. Cf. Paul Veyne, "La historia conceptualizante", En Jacques Le Goff y Pierre Nora, eds.,
Hacer la Historia, Barcelona, Laia, 1978. 2 v.. V.I, 75-104; Michel Vovelle, Ideologías y
mentalidades, Barcelona, Ariel, 1985, 7-99.
2
. Marcel Prélot, La ciencia política, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires
(Colecc. Cuadernos nro. 103), 1964, 5.
3
. Manfred Kossok, La Santa Alianza y la política de los Estados alemanes ante la
emancipación latinoamericana (1815-1830), Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, Instituto de Investigaciones Históricas
(Ensayos, Estudios y Monografías, 9), 1965, 3.
4
. Cf. José M. mariluz Urquijo, "El Río de la Plata y el ambivalente modelo de Roma (1800-
1820)", Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia (Investigaciones y Ensayos nro. 37),
1988, 53-69.
5
. Montesquieu, Del espíritu de las leyes, Buenos Aires, Orbis, 1984. 2 v.. V. I, l. III, c. III,
46.
6
. Cf. Giovanni Sartori, Teoría de la democracia, Buenos Aires, Rei, 1990. 2 t.. T. II, 357-
363.
7
. La crónica Argentina, nro. 26, 16 de noviembre de 1816, en Biblioteca de Mayo,
Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960, VII, 6374.
8
. Cf. Jean J. Rousseau, El contrato social, Buenos Aires, Orbis, 1984, l. I, c. I, 157-s..
9
. Cf. Francois Furet y Mona Ozouf, Diccionario de la Revolución Francesa, Madrid,
Alianza, 1989, s.v., república, 681.
10
. Cf. Norberto Bobbio, Estado, Gobierno, Sociedad. Contribución a una teoría general
de la política, Barcelona, Plaza & Janés, 1987, 158.
11
. El Federalista, nro. 10, 23 de noviembre de 1787, en A. Hamilton, J. Madison y J. Jay, El
Federalista. Prólogo de Gustavo R. Velasco. México, Fondo de Cultura Económica, 1943, 39.
12
. Cf. John Lyons, Semántica, Barcelona, Teide, 1980, 252.
13
. Cf.precisiones teóricas sobre el concepto de Federación y Confederación en: Ricardo
Zorraquín Becú, El federalismo argentino, Buenos Aires, Perrot (Colecc. La Torre de Babel),
1981, 173-176.
14
. A. Hamilton cita en nota a Montesquieu: "Espíritu de las Leyes, vol. I, Libro IX, cap. I",
El Federalista, nro. 9, 34.
15
. J. Madison, El Federalista, nro. 39, 160 y 163.
16
. J. Madison, El Federalista, nro. 40, 18 de enero de 1787, 163.
17
. J. Madison, El Federalista, nro. 37, 11 de enero de 1788, 150.
18
. Cf. a manera de ejemplo: Oficio del General en jefe sustituto del Ejército Auxiliar del Alto
Perú, Coronel Mayor Francisco de la Cruz al Directo Supremo, Brigadier José Rondeau (sobre la
situación imperante en Tucumán), Pilar, 28 de noviembre de 1819, en Documentos para la
Historia del Libertador General San Martín, Buenos Aires, Ministerio de Cultura y Educación
e Instituto Nacional Sanmartiniano, 1979, XV, 69-71.

También Oficio del Gobernador Intendente de Córdoba, Manuel Antonio de Castro al


Director Supremo José Rondeau (sobre la situación imperante en Tucumán), Córdoba, 30 de
noviembre de 1819, en op. cit., XV, 72-s..
19
. Cf. Roberto I. Peña, "Juan Bautista Bustos y el federalismo doctrinario de Córdoba",
Córdoba, Junta Provincial de Historia (Cuadernos de Historia, nro. 4), 1980, 38-s..
20
. Cf. Henry M. Brackenridge, Viaje a América del Sur, Buenos Aires, Hyspamérica
(Biblioteca Argentina de Historia y Política), 1988. 2 v.. V. II, 127.
21
. Ibíd..
22
. Cf. "Sesión de 14 de julio de 1826. Alocución de Manuel A. de Castro", en Emilio
Ravignani, comp., Asambleas Constituyentes Argentinas, Buenos Aires, Peuser, 1937. 7 v.. V.
III, 219-222; "Sesión 10 del 19 de enero de 1825. Alocución de Julián S. de Agüero", en E.
Ravignani,comp., ibíd., I, 1046-s.; "Sesión del 29 de septiembre de 1826. Alocución de Manuel
Dorrego", en E. Ravignani,comp., ibíd., III, 812-s..
23
. Cf. sobre aspectos teóricos del Derecho histórico contractualista: Manuel García Pelayo,
Derecho Constitucional Comparado, Madrid, Alianza (Universidad/Textos), 1984, 41-45;
Francisco E. Trusso, De la legitimidad revolucionaria a la legitimidad constitucional, Buenos
Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1968, c. V; Víctor Tau Anzoátegui, Casuismo y
Sistema. Indagación histórica sobre el espíritu del Derecho Indiano, 231-425.
24
. Cf. el periódico de Buenos Aires de orientación federalista El Tribuno, nro. 15, 29 de
noviembre de 1826, I, 183-185. Puede consultarse en Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Sala
de Reservados.
25
. El Correo de las Provincias, nro. 13, 13 de marzo de 1823, en Biblioteca de Mayo, X,
9231.
26
. V. sobre los modelos del primero y segundo subtipo, con excepción de la Ley
Fundamental, las explicaciones que brinda El Federalista en los números XIX y XX, 74-81. El
texto de la Confederación puede seguirse en las págs. 381-386.

V. la Ley Fundamental: E. Ravignani, comp., op. cit., I, 1132-s..


27
. V. texto de la Constitución en E. Ravignani, comp., ibíd., III, 1192-1202.
28
. Cf. el artículo "Política. Continúan las reflexiones sobre la forma de gobierno" aparecido
en el periódico monárquico de Buenos Aires editado por Manuel A. de Castro, El Observador
Americano, nro. 8, 7 de octubre de 1816. (En Biblioteca de Mayo, IX -1ra. parte-, 7699).
También el periódico federalista editado por el abogado Pedro F. Sáenz de Cavia, El Tribuno,
nro. 29, 17 de enero de 1827, I, 393.
29
. "Política. Continúan
las reflexiones sobre los
sistemas de gobierno", El
Observador Americano,
nro. 3, 2 de septiembre de
1816, IX -1ra. parte-, 7667-
s..
30
. "Sesión del 10 de octubre de 1826.
Alocución de Manuel A. de Castro", en E.
Ravignani, comp., op. cit., III, 1023.
31
. La Crónica Argentina, nro. 27, 23 de noviembre de 1816, VII, 6381.
32
. Cf. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y Proyecto de la Comisión de Negocios
Constitucionales", en E. Ravignani, comp., op. cit., III, 218.
33
. Cf. "Señales para conocer a un faccioso", editorial inserto en un periódico que expresaba el
pensamiento de la administración de Buenos Aires y de su figura más conspicua, Bernardino
Rivadavia: El Centinela, nro. 18, 24 de noviembre de 1822 (Biblioteca de Mayo, IX -1ra. parte-,
8194).
34
. Cf. "Política", El Observador Americano, nro. 9, 14 de octubre de 1816, IX -1ra. parte-,
7706.
35
. "Franklin y Washington", remitido publicado en la Gaceta de Buenos Aires por su último
redactor, Manuel A. de Castro, en el nro. 165 del 22 de marzo de 1820. (Gaceta de Buenos Aires
(1810-1821). Reimpresión facsimilar. Buenos Aires, Junta de Historia y Numismática Americana,
1910. 6 v.. V. VI, 735).
36
. G. Funes, "Manifiesto del Soberano Congreso General Constituyente de las
Provincias Unidas en Sud-América al dar la Constitución", Buenos Aires, 22 de abril de 1819,
en E. Ravignani, comp., op. cit., VI -2da. parte-, 725.
37
. Cf. La Verdad Desnuda, nro. 2, 1 de octubre de 1822, 5-s y nro. 3, 8 de octubre de 1822,
9-s..

Este periódico fue editado por fray Francisco de Paula Castañeda, acérrimo enemigo de los
principios utilitarios y anticlericales que encarnaba el ministro Rivadavia, quien produjo varios
periódicos de tono satírico, cuyos editoriales no eludían un lenguaje muchas veces procaz en su
encendida crítica. (Lo cuenta en su repositorio la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Sección
Reservados).
38
. Cf. El Censor, nro. 58, 3 de octubre de 1816, en Biblioteca de Mayo, VIII, 6888-s.. Este
periódico editado por orden del Directorio entre 1815-1819, y que constó de 177 números, tuvo
dos editores, siendo el primero Antonio Valdés (cubano de nacimiento que integró como diputado
las Cortes de Cádiz).

Éste defendió la idea ampliamente difundida consistente en conformar una Monarquía


Constitucional americana, abarcativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y Perú.
39
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y Proyecto constitucional", en E. Ravignani,
comp., ibíd., III, 216.
40
. "Política. Continúan las observaciones sobre la Forma de Gobierno". "Extracto de El
Español, nro. 30, editado por el Sr. Blanco e impreso en Londres", El Observador Americano,
nro. 8, 7 de octubre de 1816, en op.cit., IX -1ra. parte-, 7699.
41
. El Independiente, nro. 9, 10 de noviembre de 1816 (Biblioteca de Mayo, IX -1ra parte-,
7787).

Considerando el editor Agrelo que debía aplicarse "la constitución inglesa a nuestro estado
del modo que la pueda recibir" (nro. 13, 8 de diciembre de 1816, 7813), dedica un espacio
considerable en su periódico a destacar las bondades del paradigma británico, reproduciendo
fragmentos de la obra Constitution de l'Angleterre del pensador ginebrino Jean L. de Lolme.
42
. "Sesión del 16 de diciembre de 1822. Alocución del Sr. Agüero", Libro de Sesiones de la
H. Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires (1822-1833). Reproducción
facsimilar. Buenos Aires, Imprenta de la Independencia. 36 v.. V. I, 234.
43
. Cf. n. 18 y 19.
44
. Carta del general José de San Martín, Gobernador Intendente de Cuyo, al diputado ante el
Congreso de Tucumán, Tomás Godoy Cruz, Mendoza, 24 de mayo de 1816, en Documentos
para la Historia del Libertador General San Martín, Buenos Aires, Instituto Nacional
Sanmartiniano y Museo Histórico Nacional, 1952. 8 v.. V. III, 452.
45
. Cf. "Sesiones del 15 de julio y 29 de septiembre de 1826. Alocución del diputado José
Eugenio del Portillo", en E. Ravignani, comp., op. cit., III, 240 y 807.
46
. El Censor, nro. 52, 22 de agosto de 1816, en op. cit., VIII, 6844.
47
. "Sesión del 10 de abril de 1826. Alocución de M.A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
op. cit., II, 993-s..
48
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
ibíd., III, 222.
49
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y proyecto constitucional", en E. Ravignani,
comp., ibíd., III, 218.
50
. "Observaciones sobre la conducta de los disidentes del Gobierno general de las Provincias
Unidas con el especioso nombre de federales", Gaceta de Buenos Aires, nro. 47, 21 de marzo de
1821, VI, 434; "El 25 de mayo de 1821", Suplemento a la Gaceta nro. 56, 24 de mayo de 1821,
VI, 501.
51
. Cf. sobre el tema: Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra. Formación de una élite
dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 379-s..
52
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
ibíd., III, 222.
53
. Ibíd..
54
. "Sesión 24, 24 de marzo de 1825. Proyecto de contestación al general Juan B. Bustos.
Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp., ibíd., I, 1231. N.B.: Subrayado nuestro.
55
. Sesión nro. 28, 28 de abril de 1825. Discusión y resolución sobre la indicación a la
Comisión de Negocios Constitucionales para que a la mayor brevedad presente un Proyecto de
Constitución. Alocución de Juan I. de Gorriti", en E. Ravignani, comp., ibíd., I, 1281. N.B.:
Subrayado nuestro.
56
. "Sesión del 24 de abril de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
ibíd., II, 1065.
57
. "Sesión del 9 de septiembre de 1825. Alocución de J. S. de Agüero", en E. Ravignani,
comp., ibíd., II, 162.
58
. Anazildo Vasconcelos da Silva, Semiotização Literária do discurso, Rio de Janeiro, Elo
Ed., 1984, 10.
59
. Gastón Bachelard, La formación del espíritu científico. Contribución a un
psicoanálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 27. Cf. pp. 45, 113.
60
. Giovanni Sartori, op. cit., II, 328.

61
. Giovanni Sartori, ibíd., II, 330-s..

También podría gustarte