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Democracia, República y Federación, Su Alcance Semántico
Democracia, República y Federación, Su Alcance Semántico
Introducción
El conjunto ofrece una compleja trama que atesora las claves para la interpretación
de distintos proyectos de sociedad.
El presente trabajo intenta reflejar ese aspecto: La re-presentación que de las voces
Democracia, República y Federación se hacían las minorías reflexivas rioplatenses.
Grecia y Roma era los modelos didácticos, aun cuando se supiera que en la época
clásica Grecia como entidad nacional no existía4.
Poco importaba el dato histórico; poco importaba si el ejemplo era griego o latino; no
interesaba preguntarse si había diferencias entre la República de Esparta y la de Atenas.
Se adoptaba un actitud teleológica y no de reconstrucción histórica de la Antigüedad.
Tal imprecisión asoma, por ejemplo, en el presente pasaje de Del espíritu de las
leyes, cuando afirma su autor: "Los políticos griegos, que vivían en un Gobierno popular,
reconocían que la virtud era la única fuerza capaz de mantener su gobierno. 5"
Grecia y Roma, desde el inicio de los tiempos modernos habían ganado el lugar de
paradigmas dentro de la Ética política.
Algo que se observa en la literatura política hasta el siglo XVIII, en relación con los
lexemas República y Democracia, es el desplazamiento frecuente del segundo en favor del
primero,fruto en alguna medida del estigma que trasunta, pero fundamentalmente por el
carácter más abarcativo de la primera voz6.
II. Ambas voces, República y Democracia, resultan confusas y llegan gastadas al siglo
XVIII, viéndose proyectadas en una dimensión diferente, sobre todo en El contrato social
de Rousseau. Allí aparecen como síntesis de la defensa de los derechos de la comunidad
frente a un Estado que es considerado opresor; un Estado que no es la expresión de la
voluntad social, sino su negación8.
¿Qué suponía la soberanía popular?: Los sans culottes explicaron que debía
entenderse el poder soberano imprescriptible, inalienable, indelegable, como inherente,
directa e inmediatamente, al cuerpo de ciudadanos reunidos permanentemente en las
secciones en donde se encuentra el pueblo. Los diputados se convertían en simples
mandatarios y no en representantes y debían rendir cuentas a sus mandantes.
Este clima de ideas inquietó en Estados Unidos de América del Norte a quienes se
dieron a la tarea de formular la Constitución de 1787. De allí entonces que los autores del
periódico El Federalista, dados a la tarea de lograr su aceptación en los distintos Estados,
introducirán los ajustes necesarios.
Federalismo es para los americanos del norte una forma de organización del Estado
donde la actuación del gobierno recae sobre todo el territorio y la población del mismo, pero
sólo en ciertas materias y respecto de ciertas funciones, pues existen otros gobiernos que
ejercitan sus poderes en las materias restantes y sobre su propio territorio.
Ante tan ácida como realista observación, Madison concluye afirmando que "la
Constitución propuesta no es estrictamente una Constitución Nacional ni federal, sino una
combinación, un acomodamiento de ambas 15", es decir, se trata de una "Constitución
mixta16."
Así se explicaba el autor: "Las palabras sirven para expresar ideas; por tanto, la
lucidez exige no sólo que las ideas se conciban con claridad, sino que se expresen con
palabras distintas y exclusivamente apropiadas a ellas." Pero acota: "ningún idioma es lo
bastante rico para proporcionar palabras y locuciones para cada ideas completa, ni tan
completo que no incluya muchas equivocadamente denotativas de distintos conceptos. De
ahí que, por muy exactamente que se diferencien en sí mismos los objetos y por mucha
que sea la precisión con que se piense en esa diferencia, su definición puede resultar
inexacta por la inexactitud de los términos que exprese. Y esta inevitable inexactitud puede
ser mayor o menor según la complejidad y la novedad de los objetos definidos."
Por otra parte, los caudillos que actuaban de tal manera justificaban su accionar en
derechos históricos, considerando su actitud un paso previo para pasar luego a integración
de carácter confederal, o de federación robusta, que se implementaría cuando las
condiciones así lo permitieran.
Una figura que concitó mucha atención entre los rioplatenses fue Henry Brackenrid-
ge -que en calidad de secretario integró una misión diplomática norteamericana a América
del Sur- quien parcialmente en una parte de su obra Viaje a América del Sur, y
ampliamente luego, consideró que las élites rioplatenses en su conjunto invocaban el
federalismo norteamericano sin entenderlo.
Tipos de Federación
Uno de ellos se encuadra dentro de lo que tanto José de San Martín como Simón
Bolívar llamaban 'federación bien entendida o perpetua '(denominación empleada para
distinguirla de la modalidad norteamericana que evidencia la polisemia de la voz),
quedando conformada la Confederación por Estados cuya modalidad gubernativa puede
ser monárquica o republicana, o exclusivamente monárquica.
Importa precisar que los derechos soberanos delegados pueden ser de diferente
grado, pero nunca de naturaleza tal que comprometan su independencia.
Por otra parte, el régimen federal norteamericano se construye desde la base (los
Estados) hacia el vértice (Gobierno General).
Por razones históricas diferentes, ni los Reinos ni los Estados podían separarse del
Poder
central.
Cuando a partir de la crisis de febrero de 1820 vayan tomando cuerpo las dos
propuestas de organización espacial del futuro Estado, en torno al sistema de unidad y de
federación, se advertirá que, en tanto los detractores del federalismo no olvidarán asociar
Democracia a Federación para estigmatizar a esta última; los apologistas sólo
ocasionalmente efectuarán consideraciones teóricas sobre la voz Democracia,
generalmente forzados por las acusaciones de sus oponentes.
Si bien cuando lo hacían era para señalar la incompatibilidad entre ambos lexemas,
la identificación semántica producto de la realidad hispanoamericana ofrecía dificultades
para el descargo, ya que hablar de federación suponía reivindicar la soberanía de los
pueblos (Democracia).
En otras palabras, no había divergencia entre los defensores del sistema de unidad
y los prosélitos de la federación cuando se trataba de poner distancia frente a una voz
evocadora de los horrores del llamado jacobinismo, al que ni unos ni otros pretendían
suscribir28.
Renuentes los federales rioplatenses a las honduras teóricas que podían resentir la
fuerza de sus argumentos, es en el discurso de los partidarios del sistema de unidad,
donde encontraremos interesantes elementos de juicio que, específicamente en torno a la
voz democracia, no diferían de los sostenidos contemporáneamente por los liberales
europeos que pugnaban por imponer soluciones monárquico constitucionales nacidas del
tronco del paradigma británico.
Las élites que ponderan la solución monárquico constitucional hasta 1820 hasta
1820 y se enrolan en la República consolidada después, identificarán las lexemas
República-Democracia primero, para producir su escisión luego, siguiendo al adoptar esta
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opción última similar camino al tomado por Santiago Madison en El Federalista.
Si bien las argumentaciones del autor siempre se distinguen por las agudas
precisiones léxicas, no le preocupa aquí establecer distinción alguna entre el modelo clásico
greco-latino y el propio del Sistema Representativo, pues persigue no apartarse de uno de
los estereotipos léxicos que conforman el discurso-tipo de su grupo, estructurado para
exaltar los vicios, más que para rescatar las virtudes.
Nadie ignoraba que poco tenía que ver la Democracia pura con la República de los
Estados Unidos y, de hecho, el ejemplo de los americanos del norte estaba siempre
presente, aunque se consideraba una excepción fruto de la educación británica, sólo
conveniente en ese medio32.
Nadie concebía que el poder Ejecutivo de una República pudiera tener el vigor
suficiente, porque las facciones -consideradas una expresión de esta forma de gobierno- lo
impedirían33.
No ocurría lo mismo entre los americanos del norte, que desde que arribaron al
Nuevo Mundo decidieron crear una realidad distinta a la del mundo antiguo, fundada en el
reconocimiento de una igualdad legal dentro de cada una de las pequeñas repúblicas
fundadas.
Pretender que se aceptara como natural la igualdad legal y que los hombres
voluntariamente abandonaran parte de sus derechos, concediendo atribuciones amplias a
un magistrado en tanto se lo suponía amante y esclavo de la ley era, para las élites
rioplatenses, pensar en una quimera.
Estas élites consideraban que los americanos del norte habían conformado una
ideología democrática; entre sus ancestros se encontraba ese espíritu republicano-
democrático.
Entre los ancestros de los americanos del sur, contrariamente, había plasmado el espíritu
despótico.
Pronto esta Democracia directa o República tan temida terminó incorporando otra
voz a la ecuación: Federación.
Manuel A. de Castro, que discurre sobre las Repúblicas de Grecia y de Roma con la
finalidad de reflexionar sobre el sistema electoral de los Estados federativos, afirma:
"Desgraciada democracia [es el pueblo] reunido en la plaza pública47."
Si hasta 1820 resultan expresivos los ejemplos que demostraron hasta dónde
sectores representativos de las élites rioplatenses comprendieron el confuso modelo
espacial norteamericano, esta idoneidad técnica se advierte de manera harto elocuente
luego del derrumbe del gobierno nacional, cuando la dialéctica quiere apuntar
exclusivamente a la forma de gobierno consolidada o a la forma de gobierno federal.
Pero en todos los casos se vivieron como una reedición en tierras americanas de
ese 'jacobinismo' tan temido. Sobre todo para quienes habían propiciado un proyecto
monárquico constitucional, lo acontecido en febrero de 1820, parecía actualizar la imagen
del 'terror' francés, y como tal fue vivido.
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Se vio en las agitaciones que tuvieron por escenario a Buenos Aires, la amenaza de
la 'multitud', de la 'chusma', no sólo en el avance de esas fuerzas grotescas y salvajes,
como las llamaría Manuel A. de Castro, sino también por los hechos que determinaron el
protagonismo del campo de la Provincia de Buenos Aires sobre la ciudad
homónima,cuando el accionar tumultuario urbano fue sofocado por el proletario en armas
proveniente de la campaña.
Junto al canónigo Juan Ignacio de Gorriti, una de las figuras más relevantes del
pensamiento ilustrado rioplatense, es Manuel A. de Castro, quien con mayor trasparencia,
sagacidad y fundamentación teórica, expone durante las sesiones del Congreso de 1824-
1827 la ideología de los defensores de la República consolidada. Sin renunciar a los
postulados defendidos entre 1816-1820, de Castro se convertirá en el expositor que mejor
traduce los desplazamientos léxicos en la nueva instancia.
Por otro lado, el ejemplo de las pólis griegas y del Imperio persa le permitirán
concluir con una interesante reflexión relacionada con las provincias rioplatenses,
escindidas y debilitadas frente al Imperio brasileño que, en tanto consolidado, resultaba
fuerte.
Concluye discurriendo sobre lo importante que sería "huir de la manía de correr tras
el sentido de las palabras y tras las voces vanas en vez de buscar las cosas en su misma
naturaleza."
"¿En qué se distingue, se pregunta de Castro, el pueblo que se tumulta del que es
convocado para ejercer sus funciones y derechos legítimos? [...] En que el primero se reúne
a beneplácito de sus demagogos y el segundo se reúne convocado por la ley56."
Hasta aquí la visión de un momento histórico en el marco de las ideas políticas que
quisimos plantear a través del análisis del discurso, esto es , de un proceso estructurante
de significación, aquel discurso que construyeron las minorías reflexivas actuantes en el Río
de la Plata en una determinada coyuntura histórica58.
Como certeramente lo señala Giovanni Sartori, "las palabras (y los conceptos que
evocan) no son entidades aisladas", sino que pertenecen a "campos semánticos
compuestos de conjuntos de términos próximos y asociados", esto es que "permanecen
juntos", de allí que el cambio de significado de uno de ellos "implica la redefinición de
algunos, o de todos, los términos asociados 60."
Finalmente, como nos recuerda Giovanni Sartori, "cada concepto tiene su historia y
[...] en esa historia las vicisitudes de la terminología están relacionadas con el destino de las
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sociedades y de sus organizaciones políticas61."
Este periódico fue editado por fray Francisco de Paula Castañeda, acérrimo enemigo de los
principios utilitarios y anticlericales que encarnaba el ministro Rivadavia, quien produjo varios
periódicos de tono satírico, cuyos editoriales no eludían un lenguaje muchas veces procaz en su
encendida crítica. (Lo cuenta en su repositorio la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Sección
Reservados).
38
. Cf. El Censor, nro. 58, 3 de octubre de 1816, en Biblioteca de Mayo, VIII, 6888-s.. Este
periódico editado por orden del Directorio entre 1815-1819, y que constó de 177 números, tuvo
dos editores, siendo el primero Antonio Valdés (cubano de nacimiento que integró como diputado
las Cortes de Cádiz).
Considerando el editor Agrelo que debía aplicarse "la constitución inglesa a nuestro estado
del modo que la pueda recibir" (nro. 13, 8 de diciembre de 1816, 7813), dedica un espacio
considerable en su periódico a destacar las bondades del paradigma británico, reproduciendo
fragmentos de la obra Constitution de l'Angleterre del pensador ginebrino Jean L. de Lolme.
42
. "Sesión del 16 de diciembre de 1822. Alocución del Sr. Agüero", Libro de Sesiones de la
H. Junta de Representantes de la Provincia de Buenos Aires (1822-1833). Reproducción
facsimilar. Buenos Aires, Imprenta de la Independencia. 36 v.. V. I, 234.
43
. Cf. n. 18 y 19.
44
. Carta del general José de San Martín, Gobernador Intendente de Cuyo, al diputado ante el
Congreso de Tucumán, Tomás Godoy Cruz, Mendoza, 24 de mayo de 1816, en Documentos
para la Historia del Libertador General San Martín, Buenos Aires, Instituto Nacional
Sanmartiniano y Museo Histórico Nacional, 1952. 8 v.. V. III, 452.
45
. Cf. "Sesiones del 15 de julio y 29 de septiembre de 1826. Alocución del diputado José
Eugenio del Portillo", en E. Ravignani, comp., op. cit., III, 240 y 807.
46
. El Censor, nro. 52, 22 de agosto de 1816, en op. cit., VIII, 6844.
47
. "Sesión del 10 de abril de 1826. Alocución de M.A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
op. cit., II, 993-s..
48
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
ibíd., III, 222.
49
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Dictamen y proyecto constitucional", en E. Ravignani,
comp., ibíd., III, 218.
50
. "Observaciones sobre la conducta de los disidentes del Gobierno general de las Provincias
Unidas con el especioso nombre de federales", Gaceta de Buenos Aires, nro. 47, 21 de marzo de
1821, VI, 434; "El 25 de mayo de 1821", Suplemento a la Gaceta nro. 56, 24 de mayo de 1821,
VI, 501.
51
. Cf. sobre el tema: Tulio Halperín Donghi, Revolución y guerra. Formación de una élite
dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 379-s..
52
. "Sesión del 14 de julio de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
ibíd., III, 222.
53
. Ibíd..
54
. "Sesión 24, 24 de marzo de 1825. Proyecto de contestación al general Juan B. Bustos.
Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp., ibíd., I, 1231. N.B.: Subrayado nuestro.
55
. Sesión nro. 28, 28 de abril de 1825. Discusión y resolución sobre la indicación a la
Comisión de Negocios Constitucionales para que a la mayor brevedad presente un Proyecto de
Constitución. Alocución de Juan I. de Gorriti", en E. Ravignani, comp., ibíd., I, 1281. N.B.:
Subrayado nuestro.
56
. "Sesión del 24 de abril de 1826. Alocución de M. A. de Castro", en E. Ravignani, comp.,
ibíd., II, 1065.
57
. "Sesión del 9 de septiembre de 1825. Alocución de J. S. de Agüero", en E. Ravignani,
comp., ibíd., II, 162.
58
. Anazildo Vasconcelos da Silva, Semiotização Literária do discurso, Rio de Janeiro, Elo
Ed., 1984, 10.
59
. Gastón Bachelard, La formación del espíritu científico. Contribución a un
psicoanálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 27. Cf. pp. 45, 113.
60
. Giovanni Sartori, op. cit., II, 328.
61
. Giovanni Sartori, ibíd., II, 330-s..