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LA ROCHEFOUCAULD

REFLEXIONES Y
M ÁXIMAS MORALES

Prólogo
CHARLES AUGUSTIN SAINTE-BEUVE

FACTOR lA ~PICIONES

EL A L T A R DE L O S M U E R TOS, 6
18
Dirección y diseño de colección: Nonoi Lorente

Título original: Réjlexions ou Sentences et


maximes morales ( 1665)
Versión y preparación de la edición: José Feo. del Brando H.

PROLOGO

1 .

Primera edición: 2000


©Factoría Ediciones, S de R L
Av. Hidalgo 47 2A
México, 04100 D F
ISBN: 968-6871-36-5
Impreso en México
Printed in Mexico
1
DE LA ROCHEFOUCAULD

Es necesario saber mostrar el espíritu de un tiempo y el


fruto de una época. Hay un momento de la vida en
el que La Rochefoucauld gusta más y .en el que parece
más cercano a la verdad de lo que quizá esté en reali-
dad. Los desengaños del entusiasmo conducen al abu-
rrimiento. Madame de Sévigné decía que sería muy her-
moso tener una habitación tapizada con el revés de los
naipes. En su ligereza no consideraba sino lo agudo y lo
divertido. El hecho es que llega el día en que todas esas
bellas reinas de corazón, esos nobk~ y caballerescos re-
yes de espadas, con las que disfrutábamos un juego tan
limpio, mostrarán su cara oculta. Uno se duerme cre-
yendo en Héctor, en Berta o en Lancelot, y se despierta
en la misma habitación de la que habla madame de Sé-
vigné, descubriendo en todas partes el anverso de los
suefi.V.:;. Se bu5ca en la mesa de noche el libro que se
leyó la víspe 1u, que eran El vira y Lamartine, y se halla
en su lugar a La Rochefoucauld. Abrámoslo; consuela
a fuerza de ser más triste que nosotros; d~strae. Estas
máximas, que en la juventud molestaban por demasiado
falsas o irritaban por demasiado ·ciertas, y en las que

1
Sainte Beuve incluyó su estudio sobre La Rochefoucauúl en el
libro en que retrató a las mujeres más notables de ese r.iempo, dicien-
do que no era posible separarlo "de las mujeres que ocuparon un lu-
gar tan imponante en su vida" y que seguramente él se mostrarw
agradecido por esa deferencia. Las notas incluidas en este prólogo,
son de Sainte Beuve, salvo indicación contraria. (N. del T.)

IX
sólo se veía la nwral propia de los libros, se presentan ese camino de cbnegaci6n y sacrificio dio la espalda, sin
por primera vez con toda la frescura rle la novedad y el darse cuenta, a la fortuna. Disgustó al rey e irritó al
aroma de la vida; también tienen su primavera. Al des- cardenal, pero lqué le importaba? La suerte de Chalais
cubrirlas no se puede dejar de exclamar: "iQué acerta- y de l\1ont11JOrency ,"esos ilustres decapitados, lo incitaba
das son!" En ellas se acaricia la secreta injuria y se sa- más en su-juego.
borea con /Jlacer la amargura. Sus excesos tranquilizan. En cierta ocasión (en 1637, cuando La Rochefou-
Entusiasmarse con ellas es ya, de alguna modo, una cauld contaba ventitrés o veinticuatro años), la reina
forma de superarlas e i1-.;.;iar la curación. perseguida, "abandonada por todo el mundo -nos
El mismo señor de La N.ochefoucauld -permítase- dice-, no atreviéndose a confiar iilás que en la señorita
nos conjeturar/o-, las suaviza al fin y corrige con dis- . d'Hautefort y en mí, me /Jropuso que las ra,ptara a las
creción ciertas conclusiones demasiado absolutas. Du- dos y las condujera a Bruselas. Aunque me di cuenta
rante el tiempo que mantuvo su delicada y constante que el proyecto presentaba dificultades y peligros, puedo
amistad con madame de La Fayette, se puede decir que decir que tuve la mayor alegría de mi vida. Estaba en
pareció abjurar de muchas de ellas, por lo menos en la esa edad en la que se desea realizar actos extraordina-
práctica , y su noble amiga pudo felicitarse de haber re- rios y deslumbrantes, y nada pedía /Jarecerme mejor
formado, o simplemente alegrado, su corazón. que robarle la reina al rey, su marido, y al cardenal de
La vida del señor de La Rochefoucauld, antes de su Richelieu, que estaba celoso, y, además, robarme tam-
amistad con madame de La Fayette, puede dividirse , bién a la señorita d'Hautefort, d~ quien el rey estaba
con naturalidad, en tres etapas, con la Fronda en el me- enamorado".
dio Su juventud y sus primeras apariciones datan de Con la fuga de la señora de Chevreuse, tod(.o estas
antes. Nace en 1613 y entra a figurar en reuniones so- fabulosas intrigas concluyeron para él con ocho días en
ciales a los dieciséis años. No había estudiado, y la viva- la Bastilla y un destierro de tres años en Verteuil
cidad de su inteligencia sólo estaba mezclada con el sen- (1639-1642). Fue un ajuste de cuencas basrante venca-
tido nawral, oculto aún tras una gran imaginación. joso al estar Richelieu de por medio , y este destierro ,
Ames Jel segundo manuscrito de las Memorias -des- algo aburrido, era compensado -según afirma- por las
cubierto en 1817 y que revela sobre este primer período dulzuras familiares ,2 los placeres campestres y, sobre
de su vida un sinnúmero de detalles privados suprimidos todo, por las esperanzas de que en un próximo reinado
por el autor en la edición conocida hasta esa fecha-, no la reina recompensaría sus fieles servicios.
se podía suponer de la actitud caballeresca y novelesca Esta primera parte de las Memorias era esencial,
Cjole asumió el joven príncipe de Marsillac en el inicio de según creo, para entender las Máximas y para permitir
su vida . Buckinghom y sus aventuras con la reina pare- conocer la altura desde la que cayó este ambicioso ca-
cen haber sido el modelo a seguir, igual que Catilina lo ballero para convc;-:irse en mora!isca. Jils M.:ximas
fue para el joven cardenal de Retz. Estas primerizas ac- fueron para él un desquite a la novela que no escribió.
tiwdes han limitado más de una vida. Todo el hermoso
fu ego de La Rochefoucauld se consumió en sus ~acrifi­ 2
cios íntimos a la reina desgraciada, a la señorita d'Hau- Se casó muy joven, a los catorce años , cun lo se;io¡·ira Andréc
de Vivonne, de lo que no er.wcntro nada en relación con él, salve
teforc y a la propia señora de Chevreuse. Al iniciarse en que tuvo cinco hijos y cinco hijas.

X XI
Ue este pnmer periodo, meJOr canocwo, re~uuu que escribió a su hija el 7 de octubre de 1676: "En cuanto
Marsillac, quien tenía treinta y tres años bien cumplidos al señor de La Rochefoucnuld, se portaba como un niño
al relacionarse íntimamente can la señora de Longuevi- a su regreso a Verteuil y a los sitios en donde había ca-
lle, y treinta y cinco cuando su participación en la Fron- zado tan a gusto; y no digo donde estuvo !!Tiamqrado,
da, llegó a estos hechos desengañado, irritado y, para pues no creo que eso que llaman estar enamorado lo
decirlo todo, muy pervenido. Y esto, sin discusparlo, ex- hubiera estado alguna vez." Según Segreais, el mismo
plica mejor la conducta detestable que allí mostró. Se le señor de La Rochefoucauld decía que no había encon-
t•e !a mala intención desde el principio y, sin ocultar los trado el amor más que en las novelas. Si es verdadera la
motivos que lo impulsan, dice: "Yo no titubeaba, Y sen- máxima "No hay más que una clase de amor, pero hay
tía un gran placer viendo que cualquiera que fuese el es- mil diferentes copias", su relación con la seiiora de Lon-
tado a que me redujeran la perversidad de la reina Y el gueville podría ser sólo una de las mejores copias.
odio del cardenal (Mazarino), siempre me quedaban Cuando se relacionó con la señora de I...ongueville,
medios para vengarme de ellos." Mal recompensado por Marsillac quería, sobre todo actuar en la corte y ~:cn­
sus primeros sacrificios, se prometió que no volverf.an a garse del olvido en que lo habían dejado, y ella le pare-
defraudarlo. ció la más adecuada para sus planes. Él mismo contó
La Fronda corresponde, pues, al seg-.mdo período como conversó sobre ella con Miossens / que fue ~~-t an-
de la vida del señor de La Rochefoucauld. El tercero tecesor en esos amores : "Tuve motivos para creer que
comprende los diez o doce años siguientes, durante los podría hacer un uso más conveniente que Miossens de
cuales se rehízo, como pudo, de las heridas físicas, se la amistad y de la confianza de la señora de Longuevi-
vengó, se divirtió y se elevó moralmente con sus Máxi- lle, y así se lo hice saber. Él conocía mi situación en la
mas. Su íntima relación con madame de La Fayette, corte; le expliqué mis propósitos; pero le dije que mi
quien dulcificó sus males y en verdad lo consoló, llegó apreció /JOr él me haría a!.menerme siempre de intentar
algo más wrde. algo can la señora de Longueville si no contaba con su
Podría darse a cada uno de los cuatro perío- consentimiento. Confieso c]lle con toda intención lo pre-
dos de la vida del señor de La Rochefoucauld el nombre dispuse contra ella para obtener la libertad que deseaba,
de una mujer, igual como Herodoto, que dio a cada pero, no obstante, no le dije nada que no fu.ese verdad. 4
uno de sus libros el nombre de una musa. Éstos podrían Me otorgó su permiso, pero luego vino el arrepentimien-
ser el de la señora de Chevreuse, el de la señora de Lan- to." Sin duda, existía también atracción y ayudaban el
gueville, el de la señora de Sablé y el de madame de La deseo y la imaginación. El señor de La Rochefoucauld
Fayette. Wi dos primeras, personajes de int.,.iga y nove- amaba las bellas pasiones y las creía propias de un ca-
la; la tercera, amiga moralista y fiel conversadora; la ballero. iQué ocasión más digna que esa }Jara aplicar
última desempeñó, sin pretenderlo, el papel de heroína, sus teorías! Pero todo esto, por lo menos en su origen,
con una ternura atemperada por la inteligencia, mez- ino es resultado de una decisión p;-cmeditada?
clando matices y transformándolos en encantadores
como el reflejo de un último rayo de Sol. 3
Después M~!'iswl de Alhret.
La señora de Longueville fue la pasión deslumbran- 4
iNo resulta admirable su franqueza 1 Durance la Fr_onda, el
te: pero ifue una pasión sincera? Madame de Sévigné apodo de La Rochefoucauld, era "El camaradtt ·[ranqueza\['more
que él jusrificó mucho mejor después de esa é¡Joca .._.:: .; · ·"''!:, ·

XII
XIII
Por lo que toca a la señora de Longueville no ha- Aspiraba a distinguirse pcr la sutileza de su espíritu,
bría menos temas sobre lo awles rejlexionar y comen- destacarse sobre el término medio y figurar entre las
tar. Con ella no existe el temor de sutilizar el sentimien- personalidades más renombradas. Cuando imaginó ser
to, puesto que"' 'ella ·era la sutileza en persona. En un personaje político, no le molestó que se dijese que era
religión, tenemos sus secretos exámenes de conciencia menos sincera de lo que en realidad era, pues creía que
en Port-Royal, y en ellos se puede comprobar que los re- así la conceptuarían por su habúidad. !..m pequeñas
finamientos y los escrúpulos excedían a toda idea. En consideraciones eran las que la decidían en los momen-
amor, en galantería, era idéntica, salvo en los escrúpu- tos importantes. Había en ella mucha quimera, falsa
los.5 Su tJida y su retrato no merecen dibujarse a la lige- gloria, lo que bautizaríamos también como poesía, y
ra; tienen derecho a un lugar aparte y lo tendrán Su
6 siempre fue ajena a la realidad. Su hijastra/ la duquesa
destino posee tales contrastes y armonías en su conjun- de Nemours, quien por el contrario siempre fue muy
to, que sería una profanación desvirtuarlo. Aunque se realista, Argos sin benevolencia pero muy acertada, nos
la criticara en demasía, es difícil convencerse de que tu- la muestra tal como era en sus detalladas Memorias,
viera defectos. Pertenecía a esa clase de mujeres de las que hubiéramos querido. menos severas. La Rochefou-
que se murmura mucho tanto de su corazón como de su cauld, a su manera, nos dice otras cosas, y él, tan bien
belleza, pero que poseen tal esplendor, tal cantidad de situado para saberlo perfectamente, se queja incluso de
expresiones tiernas y tal encanto que siempre terminan la facilidad con que podía ser manejada, y de la que
fJor resultar atractivas. tanto él abusó aunqHe nunca llegó a dominarla del
Había pasado de los veinticinco años cuando inició todo: "Sus bellas cualidades eran menos brillantes a
su relación amorosa con el señor de La Rochefoucauld. causa de un defecto que no se ha visto jamás en prince-
Había intervenido poco en política, a pesar de que sa de tanto mérito -dice-, y ese defecto consistía en que
Miossens trató de iniciarla. La Rochefoucauld se empe- lejos de imponer su ley a quienes la adoraban, se identi-
iíó más en ello y le dio el impulso aunque no la habili- ficaba tanto con los sentimien(us de ellos que llegaba a
dad, p11es en esto último él tam/Joco alcanzó grandes olvidar los suyos fJropim ." En cualquier tiempo, ya fu e-
éxitos. . se el señor de La Rochefoucauld, el señor de Nemours,
El gusto natural de la señora de Longueville era el Port-Koyal o el sóiur Singlin quien la controlase, la se-
que predominaba en su salón de Rambouillet. Nadn le ñora de LonguPwile utilizaba menos su inteligencia que
era más agradable que las conversaciones galantes y di- la de otros.
vertidas, los comentarios sobre los sentimientos y las de- Para guiarla en política, el señor de La Rochefou-
licadezas que atestiguan la calidad de la inteligencia. cauld nn P.ra lo bastante estable::, pues como dice el car-
denal de Retz: "Hubo siempre en el señor de La Roche-
5
"Muchas veces, las mujeres creen seguir amando cuando ya foucauld un no sé qué en todo ... ". Y en una página
no aman. El estar ocupadas en una relación, la emoción espiritual maravillosa, en la que desaparece el antiguo enemigo y
que produce el galameo, el natural placer de sei amadas, y la triste-
za de terminar con quien amaban, las convencen de continuar ena- aparece sólo el amigo malicioso, 8 explica este no sé qué
moradas cuando en realidad :va sólo actúan por coquetería". (Má-
xima 277.) 7
Hija de el señor de Longueville en su primer matrimonio.
6
Sainte- Beuve llegó a escribir el retrato de la señora de Lon- 8
La Rochefoucauld ha dejado un autorretrato en que pinta sus
guevil!e que promete en este párrafo. (N. del T.)

XIV XV
como un algo irresoluto, insuficiente, incompleto en la rante la primera Fmnda y el sitio de Parí~ (1649) su
acción, en medio de tantas y tan graneles cualidades: dominio de la señora de Longueville fue completo.
"Nunca fue guerrero, aunque era muy soldado; no fue Cuando después del arresto de los príncipes, ella huyó a
buen cortesano, aunque siempre deseó · serlo; nunca Normandía y desde alU por mar a Holanda y luego
fue hombre de partido, a pesar de que toda su vida estu- a Stenay, se olvidó un poco de él. 12 A su regreso a Fran-
vo comprometido polític(lmente con alguno." Y sólo lo cia y al reanudar la batalla, todavía fue manejada por
pinta como una persona realizada en su vida privada. los consejos del señor de La Rochefoucauld, que resulta-
En un solo punto me atreveré a contradecir al cardenal ban mejores conforme se desinteresaba. Finalmente, en
de Retz.; niega imaginación a La Rochefoucauld; a mí 1652, se le escapa totalmente para prestar oídos al
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me j)arcce que la tuvo muy grande. amable duque de Nemours, quien le gustaba porque sa-
En el tiemj)O de la señora de Chevreuse ensaya una crificaba por ella a la señora de Chatillón.
vez más la novela; bajo la Fronda se interesa en la his- "Cuesta mucho terminar una relación cuando ya
coria y la jJolítica: fracasó . La venganza y el despecho le no se ama" (Máxima 351). Se encontraban sus relacio-
imjJUlsaron más que urw ambición seria. Bellos frag- nes en ese punto exacto de dificultad; el señor de Ne-
lncntos de novela aj)(Jrecían ante él, pero se interponían mours aportó una solución, y el señor de La Rochefou-
sr1 1.1ida privada y su dulce pereza, que terminaron por cauld se valió de ella con alegría pero haciéndose el
dominarle tota lmente. Apenas iniciaba algo ya estaba ofendido: "Cuando estamos cansados de amar, nos ale-
imJJaciente por abandonarlo: por eso su pensamiento no gra que nos sean infieles porque así nos podemos liberar
10
lograba concentrarse en lo que hacía. Desde este cono- de nuestra fidelidad ." (Máxima 51 8.)
cimiento, y sabiendo cómo era la señora de Longueville Él se mostró satisfecho, pero no sin que en alguna
¡1ara dejarse manejar, podemos imaginar adónde llegó ocasión sintiese amargura: "Los celos nacen siempre
desde que este no sé qué del señor de La Rochefou- con el amor pero no mueren siempre con él." (Máxima
cauld, que fue su estrella y en cuyo alrededor giraban 361.) El castigo de que traen este tipo de relaciones es
S 1LS /JTO/ÚOS cajJric/ws . que se sufre igual mientras duran que mando terminan.
Sería demasiada ambición relatar la vida de estos Buscó vengarse, y obró can tanta maña que consiguió
dos personajes, y en lo que concierne al señor de La Ro- que la señora de Chatil16n reconquistase al señor de
chefoucauld, analizarlo resultaría con frecuencia peno- Nemours, quitándoselo a la señora de Longueville y, ya
so y humillante para los que lo admiran.u En él vale en este camino de triunfo, logró que también perdiera el
más el resultado que su camino. Baste indicar que du- corazón y la confianza del príncipe de Candé, a quien
también se unió la señora de Chatillón. La señora de
defectos como virtudes; el cardenal de Re1z, en el suyo, convierte en que ha n leido las memorias de la duquesa de Nenwurs y la triste es-
maliciosos sus elogios. ceno del Parlamenco en la que de La Rochefoucaukl a1rap6 al carde-
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Y hasta como escritor cuando dice: "Ni el Sol ni la muerte nal de Re1z entre cios puertas y en la que dijo y le dijeron miles de co-
pueden mirarse fijamente. " (Máxima 26.) sas desagradables. iCuántas desgarraduras en el noble y galante
10
Matha decía del señor de La RoJ¡efoucatLid, "que wdru las jubón'
"La ausencía dismunuye ;,~ pasiones mediocres y aumenta
12
mañanas ltacía un borrador )' wdas las noches 1rabajaba en desha-
cerlo". las grandes, igual al vienco que apaga las velas y aviva el fuego."
(Máxima 276.)

XVI XVII
Chatillón, el príncipe, el señor de Nemours y en el me- sentido común llega al colmo cuando sólo se oC!tpa de
dio de b intriga el señnr de La Rochefoucauld gozando juzgar a los que no lo tienen.
cruelmente. i Espectáculo y herida tres veces más dolo- El no sé qué, cuya explicación buscaba el cardenal
rosa para la señora de Longueville! Poco tiempo des- de Retz, se reduce a esto, que 7l1t: atrevo a precisar: su
pués, el señor de Nemours murió en un duelo con el se- verdadera vocación era observar y ser escritor. Para
ñor de Beaufort y -iextravagancias del corazón!- la esto le resultaba útil toda su vida anterior. Es fácil com-
seiiom de Lor1gueville le lloró como si aún le pertenecie- probar que en sus diversas actividades como guerrero,
se. Las escrúpulos de penitencia se le presentaron m!?s político y cortesano no logró realizarse. Siempre hubo en
tarde. él algo que lo distraía y hacía tambalear su equilibrio.
El señor de La Rochefoucauld fue el primer castiga- Sin que se diera cuenta, había dentro de él ciertas incli-
do por su deplorable intriga; en el barrio de Saint-An- naciones ocultas que marcaban todo lo que emprendía y
toine recibió un disparo de mosquetón en la cara que lo que se manifestaba en la capacidad de reflexionar sobre
dejó casi ciego durante algunos meses. Varias veces se los sucesos una vez transcurrido cierto tiempo. Para él,
han citado, y con toda clase de variantes, lo.s versos trá- todas sus aventuras se encaminaban a terminar, no en
gicos que escribió y parodió por este accidente. Pero canciones como en la Fronda, sino en máximas, con la
mmca fueron sinceros pues ¿;1 esas fechas ya estaba dis- burla disfrazada y seria. Lo que parecía un despojo re-
tanciado de la señora de Longueville. cogido por la experiencia después del naufragio, fue el
verdadero centro de su vida, al fin hallado. 13
i Por ese corazón inconstante que al fin conozco Una ligera seilal, muy singular, me parece que indi-
Hire la guerra a los Re-;•es; iperdí en ella los ojos! ca con más claridad la predisposición natural del señor
de La Rochefoucauld. Este hombre de tanto mundo te-
Todos somos así. Cuando no contestamos a la
nía -según el cardenal de Retz- cierto aire avergonzado
suerte burlándonos de la divisa heroica de la juventud:
y tímido en su vida civil. Huet, en sus Memorias, lo
Hice la guerra a los Reyes; se la habría hechu u muestra tan agitado enj)úblico, que si hubiera tenido la
Dios, ya no hay sinceridad ni tragedia; nos acompaña obligación de hablar delante de seis o siete personas, no
una profunda ironía. habría tenido fuerzas para hacerlo. El temor ante el dis-
curso solemne le impidió siempre pertenecer a la Acade-
Éste fue el final de sus errores en actuaciones públi-
cas. Tiene cerca de cuarenta años, la gota se había apo- 13
derado de su cuerpo y estaba casi ciegu. Regresa a la Durante la Frorulu se le escapó una frase, citada a menudo,
que revelaba en él al futuro autor de las Máximas. Durante las
vida privada, y se hunde en su sillón jJü.;-a no salir más conferencias de Burdeos, en ocLUbre de 165ü, al encontrarse un dfa
de él. Devotos amigos lo rodean, y la señora de Sablé le con el señor de Bouillón y el consejero de Esuulo Lenet en la carroza
brinda los más tiemos cuidados. El hombre honrado se del cardenal Mazarino, éste se rió y dijo: "iQuién hubiera creído
hace ocho dias, que hoy estaríamos en la misma carroza?" "Todo e~
presenta y comienza a manifestarse el moralista. posible en Francia" -contestó el futuro moralista. Y, sin embargo
El señor de La Rochefoucauld es ahora muy juicio- -observa el se:ior Bazin-, aún es:aba lejos de ~aber todo le que era
so, es una peDona totalmente desinteresada. Así son los posrble que oc:!mera. Un moralisra de la escuela del señor de La
Rochefoucauld ha dicho: "No hay más que vivir para ver todo y lo
hombres; prudencia por un lado, acción por el otro. El contrario de todo."

XVIII XIX
mia Francesa. Nicole también era así, y no habría podi- v0 involucrado en una vida aventurera, en la que el dis-
do predicar ni defender una tesis. Una de las caracterís- paro de mosquetón en la cara fue su última desgracia.
ticas del moralista está en la observación a hurtadillas Y En el intervalo, escribió sus Memorias, que una indis-
en la conversación a media voz. Montesquieu dijo en al- creción divulgó (1662) y a las que opuso una de esas
guna ocasión, que si le ordenaban vivir enseñando, ha- desaittonza-eiones que no dicen nada. 15 También se
bría sido incapaz de cumplir la orden. i Cómo se com- aprovecharon unas copias manuscritas de las Máxi-
prende esto en moralistas como La Rochefoucauld, mas, que se enviaron a Holanda, donde se publicaron;
Nicole y La Bruyere ! Las Máximas pertenecen a ese terminó con esto haciendo/as publicar en la casa de
género de cosas que no se enseñan, y leerlas ante seis Barbín.
personas es ya un exceso. Por lo tanto se debe estar de La primera edición anónima, pero cuya patemidad
acuerdo con el autor que su trabajo es propio de lectura era obvia, comienza con una "Advertencia al lector",
o conversación íntima para poder ser apreciado. Para muy digna del libro, y continúa con un "Discurso", que
dirigirse a grandes púb::cos se piensa más en un ]ean vale menos, que se atribuye a Segrais -pero que me pa-
. 14 rece, aún así, demasiado bueno para que sea de él-, en
Jacques o en un Lamenna1s.
Las Máximas o Reflexiones morales se publica- el que resfJonde a las objeciones que ya entonces le ha-
ron en 1665. Habían pasado doce años de~de que estu- cían, con citas de antiguos filósofos y de fJadres de la
Iglesia. La breve advertencia al lector, responde mejor
con una sola frase : "Es preciso estar en guardia; ... fJor-
14
El señor de La Rochefoucauld se daba cuenta de estas dife- que nada demostrará mejor la verdad de estas Refle-
rencias. Segrias, en sus Memorias anecdóticas, cuema lo siguiente:
"El se~1or de La Rochefoucauld era la persona mejor educada del
xiones que el empei1o y la inteligencia que se muestre al
mundo, sabía guardar todas las fomlllS y, sobre todo, nunca se au- combatirlas. "16
toelogiaba. El señor de Roquelaure y el señor de Miossens, que te- Voltaire, que juzgó las Máximas en breves y en-
nían muchos simpatizantes y gran talento, se autoelogiaban incesan-
temente. El señor de L:1 Rochefoucauld, hablando de ellos, decia, sin cantadoras líneas, dice que ningún otro libro contribuyó
que éste fuera en realidad su pensamiento: "Me ane¡Jiento de la le:>• más a formar el gusto de la nación: "Se lee con rapidez
que me he impuesto de elogiarme, pues si lo hiciera tendría más par-
tidarios. Vean al señor de Roquelaure y al se11or de Miossens, que 15
Era conveniente anticiparse al disgusto del rey por ciertos
hablan durante dos horas seguidas delante de veinte personas y se
pasajes que le habían molestado. Pero también habían otros mds
autoelogian siempre. De los que los escuchan, sólo tres no los sopor-
violentamente inicaJos, que c1wi personajes secundarios en las Me-
tan, pero los diecisiete restantes los aplauden y los miran como a per-
morias, como, por eje~n¡Jlo, el duque de Saint Simon, como lo de-
sanas suJJeriores a ellos." Si Roquelaure y Miossens unieran el elogio
muestran las memorias que escribió su hijo.
de los que los escuchan a los suyos, el resultado habría sido aún me- 16
jor. En un gobierno constitucional, en el que es conveniente autoelo- Y mladía: "La mejor actitud que el lector puede asumir es
giarse un poco en voz alta (se tienen ejemplos de esto), y elogiar a la convencerse de que ningu na de estas máximas se refiere a él de ma-
vez a la mayoría de los !Jresentes, el señor de La Rochefoucauld nn nern !>nrticular, y que él es la excepción aunque las mdximas parez-
podía ser otra cosa de lo que fue en su tiempo: un moralista. Añadi- can generales. Si actúa así, es posible asegurarle que él será el pri-
ré esta nota, esCiita después, pero que concuerda con In nnterior: mero en estar de acuerdo ... ". iPor qué esta maliciosa advertencia no
"Hablaba maravillosamente ame cuatro o cinco personas, pero en se encuentra re¡noducida en ninguna de las ediciones populares de
cuanto el r[rupo se convenía en un círculo, y peor aún en un audito- La Rochefoucauld? En general, las /Jrimeras ediciones tienen una fi-
rio, le resultaba in:posible hablar. Tenía un gran miedo al ridículo, sonomía muy propia que muestran de alguna manera la intención
lo presemia de inmediato )' lo descubría donde otros menos sensibles del autor, y que las otras, aumentadas y conegidas, ·no revelan. Esto
lo ignoraban. Así se creaba obstdculos sobre los que otros menos es lu que da importancia a las primeras ediciones, sobre todo en los
educados y menos delicados habían saltado a pie juntillas." casos de La Rochefoucauld y de La Bru)•ere.

XX XXI
esta pequeña compilación. El autor acostumbraba · a servar y que será una característicú. dd siglo XVIII y el
pensar y a encerrar sus pensamientos en una frase viva, triunfo perpetuamente fácil de Voltaire.
precisa y delicada. Fue un mérito que nadie en Europa, Si las Máximas por su nacimiento podrían parecer
desde el renacimiento de las letras, tuvo antes que él." un entretenimiento, una diversión de sociedad una es-
Trescientos quince pensar.'.ientos, ocupando ciento cin- pecie de apuesta entre gente de ~lento q~~ jug~ba a los
cuenta páginas, tuvieron un resultado glorioso. proverbios, icómo adquieren importancia por su resul-
En 1665 hacía ya nueve años de la publicación de tado, y cómo adquieren un carácter especial por encima
Las Provinciales, pero faltaban cinco para la edición de las circunstancias! Saint-Evremond y Bussy, que
de los Pensamientos y veintidós para Los Caracteres. han sido comparados a La Rochefoucauld por el talen-
Los grandes monumentos en prosa, las elocuentes obras to, el coraje y las desgracias, son también escritores de
oratorias que consagran el reinado de Luis XIV, no apa- calidad y de mundo. A veces son muy amenos, pero tie-
recieron hasta después de 1669, comenzando por la nen -me parece- algo de la corrupción de la Regencia.
Oración fúnebre de la reina de Inglaterra. En 1665, Como moralista, el señor de La Rochefoucauld es seve-
Francia estaba en el umbral de un bello siglo, en el pri- ro, grande, sencillo, conciso, llega hasta la belleza y per-
mer plano del pórtico, en vísperas de Andrómaca. La tenece al puro estilo Luis XIV. No se puede elogiar en
escalera de Versalles se inauguró para las fiestas; Boi- exceso a La Rochefoucauld sin afirmar una cosa: que
leau al lado de Racine subieron las gradas, La Fontaine diciendo mucho no expresa nunca demasiado. Su mane-
no era considerado, Moliere dominaba ya, y Tartufo, ra y su forma es siempre honrosa para el hombre, aun-
en su primera versión, comer>zaba a ensayarse. En este que el fondo lo sea tan poco.
momento decisivo del impulso universal, el señor de La En elegancia es de la escuela de Boileau y antecesor
Rochefoucauld, que gustaba poco de los discuros solem- del Arte poética. Algunas de las máximas han sido co-
nes y no era partidario sino de conversaciones íntimas, rregidas más de treinta veces, hasta lograr la expresión
tomó la palabra: hubo un gran silencio, hablaba a todo precisa. Y a pesar de esto, no se nota el trabajo del au-
el mundo y cada una de sus frases resultó inmortal. Era tor. La edición original. cuyo orden fue alterado des-
un misán.t,·opo cortés, insinuante, sonriente que prece- pués, ofrece en sus breves trescientos quince pensamien-
día pe;- poco y preparaba con gracia la venida del otro tos, encuadrados entre consideraciones generales sobre
Misántropo. el amor propio, al principio, y sobre el desprecio a la.
En la historia de la lengua y la literatura francesa, muerte, al final, me parece mejor que las ediciones si-
La Rochefoucauld es el primero en su género, y viene a guientes; es un todo armonioso y en las que cada detalle
continuación de Pascal. 17 Sus Máximas tienen la clari- espaciado detiene la atención. La perfección moderna
dad y la concisión de frase que sólo Pascal tuvo antes del género se encuentra ahí; el aforismo sutil y pulido. Si
que él, que La Bruyere recogió, que Nicole HO supo con- es posible admirar a Racine despuó de Sófocles, tam-
bién se puede leer a La Rochefoucauld a continuación
17
de Job, Salomón, Hipócrates y Marco Aurelio.
Pascal murió en 1662, pero la preparación de sus Pensa-
mientos para editarse, se retardó a causa de ias querellas iansenis- Tanw.s inteligencias profundas, sólidas o delicadas
úlS hasta la época llamada de la paz de la Iglesia de 1669. Resulta han escrito sobre él, que sería una temeridad querer
de es ce retraso que La Rochefoucauld no pudo inspirarse en él, y añadir algo más. Citaré -entre los libros que tengo a la
eimbns (/lieda1~ ::ó: sicuadvo ~amo cocalmence originales y colaterales.

XXII XXIII
vista- a Suard, Petitot, Vinet y, al r.;ás reciente, M. gado de este quizá algunas cosas más, llevándolo tan
Géruzez. Apenas si queda algún grano por desgranar. lejos que casi podría creerse en su agotamiento. Pero no;
Nadie ha tratado mejor la filos ofía de las Máximas no es posible acabar con tan bello camino; la veta subli-
. q~ el seriar Vinet. 18 Está muy de acuerdo con Vauve- me crece cada día. El ser humano está tan rehabilitado
nargues, que dice: "La Bruyere era acaso un gran pin- en nuestros días, que nadie se atrevería a decirle en voz
tor, pero no era un gran filósofo . El duque de La Ro- alta, ni casi a escribir, lo que se estimaba co;no una ver-
chefoucauld era filósofo y no era pintor." Alguien dijo, dad indiscutible en el siglo XVII. Éste es un rasgo carac-
corroborando esta opinión: "En La Bruyere el pensa- terístico de nuestros tiempos. Cualquier persona que
miento parece antes que una mujer bella, una bien ves- conversando en privado no sea menos irónica que La
tida. Tiene menos cuerpo que elegancia". Pero sin pre- Rochefoucauld ,20 en cuanto escribe o habla en público
tender empequeñecer del todo a La Bruyere, es posible exalta la naturaleza humana. Sólo se proclama en la
encontrar en La Rochefoucauld un puesto de observa- tribuna lo bellu y lo grande, aunque luego se rían de lo
ción más amplio, una mirada más penetrante. Creo que que dijeron o lo contradigan en una rnesa de juego. El
hubo en él más sistema 'Y más unidad de principios filósofo no practica más que el interés y no predica sino
que lo que Vinet le reconoce, y creo que por eso se halla la t'd ea pura. 21
justificado el nombre de filósofo que el ilustre crítico le Las Máximas de La Rochefoucauld no contradicen
otorga expresamente. Los "a menudo", "algunas veces", al cristianismo, aunque tampoco hacen algún caso de él.
"casi siempre" )' "en general" con los que modera sus Vauvenargues, más generoso, es mucho más opuesto,
conclusiones desagradables , tal vez sólo sean precaucio- incluso cuando no trata del Cristianismo. El ser huma-
nes corteses. En el momento en que acierta con el dispa- no de La Rochefoucauld es el humano caído, llO como
ro, parece retroceder, cuando en verdad lo único que lo entienden Francisco de Sales y Fenelón, pero sí como
hacía era no soltar la presa.
20
Después de todo, la filosofía moral de La Rochefou- Benjamín Consranr, por ejemplo.
21
cauld no es opuesta a la de su siglo, y se aprovechó de Un descendiente del autor de lm Máximas, que tenía como
esa semejanza para atreverse a ser franco . Pascal, Mo- su oráculo a su amigo de Condorcet y esr.aba alimentado con rodas
las ideas e ilusiorlP< del siglo XVIII (ver su retrato en el tomo 1/l de las
liere, Nicole y La Bruyere apenas elogian al ser huma- Obras de Roederer y en el tC:-:-!0 l de las Memorias de Dampma-r-
no; unos dicen el mal y el remedio, otros se refieren sólo tin) , escribió una carta a Aaam Smith, en mayo de 1778, sobre las
al mal; ésa es toda la diferencia. Vauvenargues, que fue Máximas de su abuelo. En ella, al mismo tiempo aue lo disculpaba
en base a la época en que vivió, asiente sus discrepancias sobre la fi -
uno de los primeros en intentar rehabilitarlo, lo indica losofía general de su abuelo, pero la verdad es que en ese tiempo el
muy bien: "El ser humano -dice- cayó en desgracia con nieto sólo conocía a los hombres por su lado huena. Poco tiempo
después, resultó ser una de las víctima de las jornadas de septiembre
todos los que piensan, quienes ahora se pelean por ser el de 1792, murientlu u.sesinado por el populacho en la parte de atrás
que más vicios le atribuyen; pero tai vez ya llegó la hora del coche en que iban su rrr.adre y su mujer, las cuales pudieron oír
de relu.~bilitarlo y de volver a señalar todas S1 L~ ~ ~irtu­ sus gritos de dolor. Un filósofo de nuestros días, que imagina con
mayor vivacidad que razona con exactitud, creyó encontrar en ese
des ... y quizá algunas más." 19 ]ean-]acques se ha encar- asesinato un pretexto para desprecíar a las Máximas: "i Admirables
represalías ejercidas contra el nieto por los escritos del abuelo'" Yo
13 Ensayos de f: 1::>sofía moral (1 837) .
na veo nada de admirable en eso, y, si algo probase, es justamente
19
Vauvenargues repite este pensamiento en dos lugares disrin- que el abuelo no se equivocaba mucho en sus ideas sobre la natura-
rns, cmi con las mismas palabras. leza de los seres humanos.

XXIV XXV
lo piensan J-Jascal, Du Guet y Saint-Cyran. Quitando a manidad sólo por aprovechar !cr. oportunidad de reves-
la moral jansenista la redención, se tiene al más puro tirlas con frases ingeniosas. 22 Por muy poco autor que
La Rochefoucauld. Si parece olvidar en el ser humano se pretenda ser al escribir, siempre surge algo por cual-
al rey desterrado que Pascal pondera, y a los restos ro- quier lado. Si Balzac y los academicistas de esta escue-
tos de la diadema, ¿qué es, pues, ese insaciable orgullo la sólo tenían ideas para escribir una frase, el propio La
que demuestra y que por astucia o por fuerza quiere ser Rochefoucauld, estricto en sus pensamientos, wmbién se
el único soberano? Pero él se limita a sonreír, y no basta sacrificaba a las palabras. Sus cartas a la señora de Sa-
con mortificar --<lice Vinet-, es neces::-:-io ser útil. La blé, en el tiempo en que escribía las Máximas, lo mues-
desgracia de La Rochefoucauld consiste en creer que los tran pletórico de elocuencia, pero wmbién de preocupa-
seres humanos no se corrigen: "Se dan consejos -pien- ción literaria. Existía una competencia entre ellos , y con
sa- pero no se guía una conducta." Cuando se pensó en el señor Esprit y el abate de La Victoire: "Sé que usted
buscar un preceptor para el Delfín se pensó por un mo- ofrece cenas sin mí y en b que se leen máximas que yo
mento en él; es difícil creer que el señor de Montausier, no he escrito, y de las que no quieren decirme nada ... ".
menos amable y más doctoral, no fuese el más indicado. Y desde Verteil, adonde había ido, no lejos de Agulema,
Las reflexiones morales de La Rochefoucauld pare- escribía: "No sé si ha observado que el deseo de C3cribir
cen verdaderas, exageradas o falsas, según el humor y máximas se contagia como la gripe; aquí hay discípulos
la situación de quien las lee. Deben agradar a cualquie- del señor de Balzac que han sentido un poco este mal y
ra que haya tenido Sll Fronda y un disparo de mosque- ya no quieren hacer otra cosa". La moda de b máxi-
tón en la cara. El soltero amargado será un adepto. Las mas había remplazado a la de los retratos. L.a Bruyere
personas honradas y dichosas, atadas a la vida por la- se apropió después de estos últimos y juntó todo.
. zas prudentes y sagrados, para evitar hallarlas odiosas Las posdatas de las cartas de La Rochefoucauld es-
deberán interpretarlas antes que aceptarlas. iQué im- tán llenas y sazonadas de máximas que ensaya, retoca y
porta si hoy se ha creído en ellas! Mañana, o esta mis- lamenta haber escrito después que el correo había sido
ma noche, con sólo ver a una familia excelente y unida despachado: "Estoy avergonzado -escribe a una perso-
se podrá olvidarlas. Una madre que amamanta a su na que acaba de perder unos dineros en sus rentas sobre
hijo, una abuela venerada, un padre todo ternura y no- la Alcaldía- de enviarle estos trabajos imperfectos; de
bleza, los corazones abnegados y rectos, no alambicados encontrarlos ridículos , regrésemelos sin enseñárselos a
por el análisis, las frentes altivas de los jóvenes, las fren- la señora de Sablé." Pero no dejaban de leerse y de cir-
tes cándidas y ruborosas de las muchachas, señales di- cular por muchas manos, y él lo sabía muy bien.
rectas de naturale<.üS francas, generosas y sanas, re- Anticipados así, sus escritos originaban oposición y
componen una hora vivificante y hacen desaparecer críticas . Se sabe que la señora de Schomberg, la misma
cualquier sutileza del razonamiento. señorita d'Haufefort, motivo de un casto üinor d2 Luis
En tiempos de La Rochefoucauld y en tomo suyo, xm. y de quien Marasillac , en sus primeros tiempos ca-
se hacían las mismas objeciones y se planteaban iguales ballerescos, había sido amigo y servidor devoto, le escri-
preguntas. Segrais y Huet lo encontraban más sagaz bió una nota: "iOh, quién lo hubiese creído entonces!
que justo, j este último observaba con discreción, que el
autor había escrito algunas acusaciones contra la hu- 12
Huetiana, pág. 25 1.

XXVI XXVII
lCómo hizo para decaer tanto?" Se le reprochaba .su Unos creen que es ultrajar a la humanidad al
falta de claridad, pero la señora de Schomberg no pen- hacer de ella tan terrible·pintura, y se dice que el
saba así y se quejaba más bien de comprenderlos dema- autor no pudo tener como modelo más que a sí
siado. Madame de Sévigné escribía a su hija al enviar~ .; . mismo. Se afirma que es peligroso publicar e:;os
la edición de 1672: "Las hay divinas, y para mi ver- pensamientos, y que al demostrar que se h.tu;en
güenza, hay algunas que no entiendo." Corbinelli las buenas arciones impulsados por malos principios,
comentaba, y la señora de Maintenón, a quien desde el la mayoría de la gente creerá que es inútil bus-
principio le gustaron, escribía en 1666 a Ninon de Len- car la virtud, puesto que es imposible hallarla si
dos, a quien le gustaban mucho más: "Le ruego que co- no es en las ideas simples. En fin, que es atacar
munique al señor de La Rochefoucauld mis mayores fe- la moral hacer ver que todas las virtudes que ella
licitaciones, y le diga que el Libro de Job y el de sus nos enseña no son sino quimeras, ya que tienen
Máximas son mis únicas lecturas."13 malos fines .
Los éxitos, las discusiones y los elogios no quedaron Otros, al contrario, hallan este tratado muy útil,
limitados a conversaciones sociales y cartas, pues los pe- porque revela a los humanos la falsa idea que
riódicos también se mezclaron en la contienda (al decir tienen de ellos mismos, y les hace ver que sin la
religión son incapaces de practicar algún bien;
los periódicos me refiero al Journal des Savants, el
que siempre es bueno conocerse tal como se es,
único de esos mios, y cuya fundación databa de tmos
aun cuando no hubiese otra ventaja que evitar
pocos meses). Fu e algo gracioso e interesante y me atre-
equivocarse en el conocimiento que se tiene de
vo a citarlo íntegm. Hojeando yo mismo 24 los papeles de uno mismo.
la señora de Sa blé, encontré el primer proyecto del artí- Sea como fu era, lo cierto es que hay tanto talen-
culo destinado al Journal des Savants, que revela la to en esta obra y tanta profundidad en el conoci-
manera de actuar de esta señora de tanto talento. Es miento verdadero del estado del ser humano, que
éste: todas las personas de buen sentido encontrarán
Es w1 tratado del los imJJUlsos del corazón hu- infinidad de cosas que tal vez habrían ignorado si
mano, desconocidos hasta ahora incluso para el este autor no arrancase del caos del corazón
mismo corazón que los escribió. Un caballero, para exponerlas con tal claridad que casi todo el
tan elevado de c~píritu como de nacimiento, es el mundo puede verlas y comprenderlas fácilmente.
autor. Pero ni su espíritu ni su inteligencia logra-
ron impedir que se hicieran juicios muy diversos Al enviar este proyecto de artículo al señor de La
sobre su obra. Rochefoucauld, la señora de Sabl¿ incluía esta breve
nota, fechada el 18 de febrero de 1665:
23
Pueden añadirse a estos homenajes rendidos a las Máximas,
la fábu 1:: :le La Fonraine (XI, lib. 1), una oda y varias reflexiones mo-
"Le envío /(.,que he podido sacar de mi cabeza para
rales de la señora Des Houilieres, la oda de La Motte sobre el amor poner (sic) en el Ioumal des Savants . He incluido ahí
/JTopio, y la respuesr.a en verso dell'TlU;·.¡u¿S de Sainre-Aulaire (ver el párrafo que le impresionó tanto ... y no temo ponerlo
en las Memorias de T révo ux, abril y junio de 1709).
24 porque estoy segura de qw 1.1.sted no permitiría su publi-
Lo llevé a cabo por conseJO del señor Libri, tan docto en to- cación aunque el resto fuese adecuado. Le aseguro que
das estas cosas . Biblioteca del Rey, manuscrito, paqllete 3, n 9 2.

XXVIII
XXIX
quedaría muy agradecida si hiciera con él lo mismo que pués, del final del primer párrafo, donde se indica que se
si fuera ~uyo: corregirlo o echarlo al fuego antes que ha- han hecho juicios muy diferentes sobre el lihro, se pasa
cerle un honor que no merece. Los grandes autores so- de inmediato al tercero con estas palabras: "Se puede
mos demasiado prolíficos para temer perder algunas de decir, no obstante, que este tratado es muy útil porque
nuestras producciones ... " descubre, etc." Los otros pequeños cambios están rela-
Notemos bien esto: la señora de Sablé, devota, que cionados con el estilo. Así, pues, el señor de La Roche-
desde hacía muchos años vivía en el barrio de Saint-]a- foucauld dejó sin modificar, en sustancia, casi todo, ex-
ques, calle de la Bourbe, en los edificios de Port-Royal cepto el párrafo que le era menos agradable. Este
de París; la señora de Sablé, muy ocupada en ese tiem- periódico, que fue el primero de caracter literario que ha
po por las persecuciones que sufrían sus amigas las reli- existido y que no llegaba a los tres meses de haber apa-
giosas y los solitarios, no se mostraba menos atenta a las recido, ya en esa época permitía que cada cual arreglara
actividades mundanas y a las cuestiones de ingenio. Es- el artículo que le concernía. Al perfeccionarse los perió-
tas Máximas que conocía desde antes que se publica- dicos, el abate Prevost y Walter Scott, por ejemplo, es-
ran, que las hizo copiar y las prestó a muchas personas cribían sobre ellos mismos todo lo que querían.
mostrando todas clase de misterios, y que comunicó al La parte que correspondió a la señora de Sablé en
autor muy diversas opiniones, quiere ahora apoyarlas la redacción y en la publicación de las Máximas, su pa-
públicamente en un periódico y trabaj ar por su éxito. pel de amiga del moralista y también un poco de literata
Por S!t parte, el señor de La Rochefoucauld, que teme que desempeñó durante esos años cerca del escritor, da
sobre todo figurar como autor, y que dice en su "Dis- derecho a referirse a ella ahondando más en su perso-
curso" que encabeza el Libro, "que su tristeza si suJJiese nalidad, si no fuese que es con relación a Port-Royal
que sus Máximas son del dominio público, no sería me- donde más conviene estudiarla. Era un espíritu encan-
nor que la que tuvo cuando fueron impresas las Memo- tador y gracioso aunque de inteligencia sólida; mujer ex-
ri8 s que le atribuyeron"; este La Rochefoucauld, que traordinaria a pesar de algunas ridiculeces, a quien Ar-
tanto ha hablado del ser humano, va a revisar su propio nould enviaba el manuscrito del Discurso de la Lúgica,
elogio destinado a un periódico para quitar lo que no le diciéndole: "Sólo a personas como usted queremos como
agrade. jueces"; y casi al mismo tiempo, el señor de La Roche-
El artículo, en efecto, fue publicado en el Journal foucauld le decía: "Usted sabe bien aue para tratar de
des Sayants el 9 de marzo, y si se le compara con el ciertos capítulos sólo confió en su opinión, y, sobre todo,
25
proyecto, se comprueba que ciertas frases han desapa- cuando se trata de los repliegues del corazón." Ella fue
recido, y nada M) tampoco de la oración que comienza el lazo de unión entre La Rochefoucauld y N!:cole.
con: "Unos creen que es ultrafar al hombre ... ". Des- Diré dos palabras más acerca de las Máximas que
ella publicó y que pueden servir para deduór lo que le
25
Lo que no hizo Petitot, que en su folleto sobre La Rochefou- deben las de su ilustre amigo. Ella, en realidad sólo ac-
cauld da el proyecto de artículo como si fuera el impreso y no sacó tuó como consejera, nada más. La Rochefoucauld escri-
pruvecho de él. El sef10;· Coksin, al contrario, le sacó después un
gran provecho, y, como es su costumbre, se atribuyó el descubri-
bió sin ayuda su obra entera. En los ochenta y un pen-
mz~to. Como hombre decente evitó reco ,Jar que antes que él ya samientos que he leído firmados por la señora de Sablé,
h:>bla hecho yo el mismo descubrimiento. apenas podría citar uno que tenga relieve y belleza. El

XXXI
fondo es la moral cristiana o la pura cortesía y costum- ra de L.ongueville, dice: "Hay una persona en el mundo
bres mundanas, pero es la forma, sobre todo, lo que re- que no está menos conmovido que ella, y creo que si los
sulta defectuosa: se alarga, se arrastra y nada queda dos se hubiesen encontrado sin testigos en los primeros
atinadamente concluido. Una simple comparación entre momentos de sus desdichas, habrían dejado de lado sus
estos dos libros de máximas, permite comprender con otros sentimientos para lanzar gritos y verter lágrimas
claridad -y es algo que no se suele tener en cuenta- con una ¡:ran sinceridad... Es la visión que tengo en la
hasta qué punto La Rochefoucauld era un verdadero cabeza."
escritor. Jamás 1nuerte alguna, según los contemporáneos,
Madame de La Fayette, de quien nos hemos ocupa- hizo verter tantas y tan sentidas lágrimas como en la del
do poco al escribir sobre el señor de La Rochefou- duque de L.ongueville. En su cuarto de la casa de üan-
cauld, 25 interviene de manera íntima poco después de la court, encima de la puerta, el señor de La Rochefou-
publicación de las Máximas, y s~ dedica a corregirlas, cauld tenía un retrato del joven príncipe. Un día, en
de algún modo, el corazón del escritor. Sus vidas, desde que la bella duquesa de Brissac fue a visitarlo poco rles-
entonces, no se separan. Al refe1irme a ella, he contado pués del fatal suceso, al entrar por la puerta opuesta a
de las afli cciones tiernamente consoladas durante estos donde estaba el retrato, retrocedió de pronto y, después
últimos quince años. La suerte, al mismo tiempo que la de permanecer inmóvil durante un momento, hizo una
amistad, parecieron sonreír al señor de La Rochefou- reverencia con la cabeza y se marchó sin decir palabra.
cauld. Tenía la gloria, la posición de su hijo le daba un El simple e inesperado vislumbre del retrato despertó to~
lugar en la Corte, y había ocasiones en que, retenido dos sus dolores, y no sintiéndose dueña de sí misma pre-
1 .' . 27
por el rey, no se movía de Versalles , a pesar de que no 1erw retirarse.
se había portado bien con él durante su juventud. Las En su atención y en sus consejos a los encantadores
alegrías y las penas familiares lo hacían incomparable. amores de la princesa de Cleves y el señor Je Ne-
Su madre falleció en 1672 . "Lo he visto llorar -escribía mours,28 el señor de La Rochefoucauld pensaba segura-
madame de Sévigné- ce:; :,¡na ternura que me lo hizo mente en esa flor segada en la juventud, y encontraba a
adorable." Su gran tragedia fue la granizada del paso su vez, a través de las lágrimas, algo de un retrato que
del Rhin, en donde !!no de sus hijos murió y otro ,-esultó no era del todo imaginario. E incluso sin tomar en
herido. Pero al jov~:c duque de L.ongueville, que fue una cuenta este detalle, la frente del envejecido moralista,
de las víctimas y que había nacido durante la primera inclinada sobre esos seres novelescos tan encantadores,
guerra de París, era el más querido de todos. Había co- conmueve más que la sorpresa que causa. Cuando en el
menzado a a!ternar socialmente m 1666, casi el mismo fondo de la inteligencia hay rectitud y en el del corazón
año de la p,blicación de las Máximas. iEllibro pesi- bondad, después de muchos esfuerzos y cambios de gus-
mista y la joven esperanza eran dos hijos de la Fronda! tos se vuelve a la sencillez; después de apartarse un
En la carta tan conocida de madame de Sévigné, en que poco de la moralidad, se regresa al amor virginal, al m~
cuenta la impresión causada por esta muerte a la seña-
27
Ver el retrato en las Memorias del abate A mauld (1672).
26
Sainte- Beuve le dedica a ella un estudio especial, incluido en 18 Se refiere a la novela La princesa de Cleves, escrira por la
los retratos sobre las mujeres imporrances de la época. (N. del T.) señora de La Fayerre. (;--J. del T.)

XXXII XXXIII
nos para contemplarlo.
A madame de Sévigné es a quien tenemos que recu-
.nir para el relaro de la última enfermedad y de sus últi-
mos instantes. Ella cuenta de sus dolores, de la tristeza
general, de su constancia. Él miró fijamente a la
mtierte.
El señor de La Rochefoucauld murió el17 de mar-
zo de 1680, poco antes rfe cumplir los sesenta y siete
años Bossuer k asistió en sus últimos y 5upremos mo-
menros y el se1ior de Bausset extrajo de este hecho cierta
inducción religiosa, muy natural en este caso. El señor
Vinet parece poco convencido sobre esto. "Se puede in-
terpretar cmno se desee -dice- las frases de madame de
Sévigné, testigo de sus últimos momentos: "Temo mu-
cho que esta vez perdamos al señor de La Rochefou-
caulJ Su ;"1ebre continúa y ha recibido a Nuestro Se-
iio r. Sil es wdo de e5píritu es digno de admiración. Su
conciencia t:s rá preparada, codo está dispuesto ... Crée-
me, hija mía, no inútilmente refiexionó toda su vida 'Y
ranw meditó sobre sus últimos momentos, que ahora
TU..tda hay que sea nuevo y extraño para él." Es posible
concluir, de acuerdo al .señor Vinet, que el .se1'ior de La
Rochefoucauld murió elegantemente, tal como se es-
cribió años más tarde.
CHARLES AUGUSTIN SAINTE-BEUVE

XXXIV
AUTORRETRATO DEL
DUQUE DE LA ROCHEFOUCAULD

SOY de mediana estatura, desenvuelto y bien propor-


cionado. Tengo la tez morena, pero bastante tersa; la
frente levamada y de una amplitud razonable; los ojos,
negros, pequeños y hundidos; las cejas, negras y espesas,
aunque bien dibujadas. Tengo gran dificultad en decir
cómo es mi nariz, porque no es chata ni aquilina, ni
puntiaguda ni gruesa, al menos eso es lo que me parece:
lo único que sé es que es grande antes que pequeña, y
que desciende algo más de lo debido hacia abajo. Tengo
la boca grande, los labios por lo común bastante rojos y
ni bien ni mal dibujados; los dientes, blancos y pasable-
mente bien alineados. En otro tiempo me dijeron que te-
nía la barbilla [Jrominente; ahora me la he wcado y me
he mirado en el espejo para comprobarlo y la verdad es
que no sé qué pensar. En lo referente a la forma de mi
rostro, creo que es cuadrada u ovalada, pero tampoco
sabría decir si es de una u otra forma. Mis cabellos son
negros y rizados de forma natural; son abundantes y
bastante largos como para poder presumir de una her-
mosa cabellera. En mi cara hay algo triste y altivo, lo
que permite hacer creer a la mayoría de ia gente que soy
desdeñoso. lo que no es verdad en absoluto. Mis adema-
nes son algo despreocupados, quizá en exceso, e incluso
hago muchos gestos al hablar. Hasta aquí, he expuesto
ingenuamente cómo creo ser en mi exterior.
Por otro lado, pienso que mi descripción no se halla

XXXVII
muy distante de lo que en realidad soy. ·Me apegaré a tual y razonable de lo que afirmaré ser. Repito, pues,
esta sinceridad en lo que falta hacer de mi retrato, ya que soy inteligente, pero es una inteligencia a la que la
que me he estudiado bastante para conocerme bien melancolía daña, ya que a pesar de que conozco bas-
y no carezco del aplomo necesario para enumerar con tante bien mi idioma, poseo buena memoria y mis pen-
libertad mis buenas cualidades, ni de honestidad para samientos no son confusos, me obsesiono con las causas
confesar con franqueza mis defectos. de mi melancolía y no logro expresar con corrección lo
Primero, hablando de mi carácter, diré que soy me- que deseo decir.
lancólico, hasta tal punto que desde hace tres o cuatro La conversación con las personas honestas es uno
años apenas se me ha vzsto reír tres o cuatro veces, y de los placeres que más me atraen: me gusta que sea se-
tendría, en mi opinión, una melancolía bastante acepta- ria y que la moral constituya la mayor parte de ella. Sin
ble y dulce si no poseyera otra que la propia de mi natu- embargo, también la disfruto cuando es alegre, y si bien
raleza . Pero es tanta la melancolía que me viene del ex- no digo muchas tonterías para hacer reír, no es porque
terior y me llena de tal modo la imaginación y me desconozca el valor de las ligerezas bien dichas, ni por-
embarga con tal fuerza el espíritu, que la mayor parte que me parezca poco divertida esta manera de bromear
del tiempo o parezco estar soñando sin decir palabra o y en la que las personas de inteligencia ágil y aguda al-
no tengo el menor interés en lo que digo. Soy muy .,.eser- canzan tanto éxito.
vado con los que no conozco, y tampoco muy abierto Escribo bien en prosa y no lo hago mal en verso, y
con la mayoría de mis conocidos. Es un defecto, lo sé si fuera sensible a la gloria que viene por ese lado, con
perfectamente, y no dejaré de preocuparme por corregir- poco de trabajo adquiriría bastante reputación. Me gus-
lo, aunque la verdad es que se ve acentuado por un ta la lectura en general, pero prefiero las que enriquecen
cierto gesto sombrío de mi rostro que me muestra más el espíritu y fortifican el alma. De manera especial, dis-
reservado de lo que en realidad soy; y ya que no se halla fruto mucho cuando leo con una persona inteligente,
en nuestro poder deshacemos de un gesto que nos perju- puc:; de esta forma se reflexiona sobre lo que se va le-
dica, y que además se origina en la natural disposición yendo y surgen conversaciones agradables y útiles. Opi-
de los rasgos, pienso que aun después de corregirme en no con bastante acierto sobre las obras en verso o en
mi interior no dejarán de manifestarse externamente prosa que me enseñan, pero quizá expongo mi opinión
esas malignas trazas. con excesiva libertad, y, lo que es peor, tengo una sensi-
Soy inteligente, y no tengo mayor problema en de- bilidad demasiado escrupulosa y mi opinión es por lo ge-
cirlo, pues ¿a cuento de qué tergiversar en este tema? neral en exceso severa. No me molesta escuchar discu-
Emplear rodeos y ocultar con timidez los méritos que se sionc:;, y muchas veces me mP.zclo cnn gusto en ellas,
poseen. es, según mi opinión, pecar de vanidad pretex- pero suelo mantener mis puntos de vista con mucha
tando una modestia aparente y, además, emplear un as- vehemencia y, a veces, en lugar de mantener posiciones
tuto medio pc::-:z hacer creer que se posee mayor mérito razonables defiendo iJeas poco razonables.
del que se declara. Mis sentimientos son virtuosos; mis inclinaciones ,
En cuanto a mi persona en general, estoy contento nobies; y tengo tantos deseos de ser una persona hone5-
de que no se me crea más apu~sto de lo que me pinto, ni ta que mis amigos no me harían nw.yor favor que adver-
con menos carácter del que me atribuyo, ni más espiri- tirme sobre mis defectos . Los que me conocen íntima-

XXXVIII XXXIX
mente y tuvieron la bondad de indictim,elos, saben que cias que traigan lo que he prometido; esto, en mi vida,
siempre recibí ~us opiniones con una gran alegría Y con ha sido siempre una ley inviolable.
toda la sumisión de espíritu que es necesaria en estos Con las damas, mi cortesía es constante, y no creo
casos. Mis pasiones son suaves y regularizadas, casi haber dicho nunca delante de ellas cosa que las pudiera
nunca me encolerizo y jamás he odiado a nadie. Sin avergonzar. Cuando su inteligencia está cultivada, pre-
embargo, soy capaz de vengarme si me ofenden, y si el fiero conversar con ellas que con hombres; hay en ellas
honor estuviera comprometido en la injuria recibida, es- una dulzura que no tenemos nosotros; y, además, me
toy seguro que el deber representaría tan bien el papel parece que se expresan con más claridad y que saben
del odio que persistiría en mi venganza con más ahínco darle un g¡ro más agradabk a los temas que tratan. En
que cualquier otro. cuanto a las galanterías, algo lo fui en otro tiempo; aho-
No me preocupa la ambición; de pocas cosas rengo ra no lo soy, a pesar de que aún soy joven. He renun-
miedo, y entre ellas no se encuentra la muerte. Estoy ciado a decir piropos y ya sólo me asombra que existan
muy escasamente inclinado a la piedad, y quisiera no tantas personas inteligentes empeñadas en decirlos.
serlo en absoluto; sin embargo, nada me impediría ha- Apruebo sin dudar las pasiones más nobles; seña-
cer todo lo que estuviera a mi alcance por consolar a lan la grandeza del alma, y aunque en las inquietudes
una persona afligida y creo, en verdad, que por ellos se que traen hay algo próximo a la locura, también es ver-
debe hacer todo, incluso mostrarles una profunda com- dad que se acomodan a la perfección a la virtud más
pasión, pues los desgraciados, que por lo general son los austera, Ljue, en mi opinión, sería una injusticia conde-
más necios del mundo, eso les representa el mayor bien narlas. Yo, que conozco todo lo que de delicado y fuerte
que pueda dárseles. hay en los grandes sentimientos del amor, si alguna vez
Pero sigo sosteniendo que hay que mostrar compa- llego a amar será seguramente con una pasión de esa
sión pero jamás sentirla. Es ésta uné! pasión que de naturaleza; pero tal como soy, no creo que esta idea
nada sirve en un alma bien formada, ya que sólo con- pase jamás de mi inteligencia al corazón.
duce a debilitar el corazón; se la debe dejar al pueblo,
que al no hacer nada que esté dirigido por la ra-
zón, necesita pasiones que los impulsen a realizar las
cosas.
Tengo un gran cariño por mis amigos y no dudaría
ni un instante en sacrificar mis intereses a los suyos.
Soy condescendiente con ellos; soporto con paciencia su
mal humor, y les perdono con facilidad en todo. Sin em-
bargo, no soy cariñoso con ellos ni suf";o mucho por sus
ausencias. Por mi manera de ser, no sientn curiosidad
por los asuntos que a los demás preocupan. Soy muy re-
servado y no me cueste ninguna dificultad callar lo que
en confianza se me dice. Mantengo siempre mi palabra
y jamás falto a ella, sean cuales fueran las consecuen-

XL XLI
MÁXIMAS MORALES
Muy a menudo, nuestras •virtudes
no son sino vicios disfmzados.

1 Lo que aceptamos por virtudes no son a menu-


do sino un conjunto de diversas acciones y de
diversos intereses que la buena fortuna* o nuestra
habiliq~d saben acomodar, y no siempre es por va-
lor y pór castidad que los hombres son valientes y
las mujeres castas.

2 El amor propio es el más grande de todos los


aduladores.

Por muchos descubrimientos que se hayan he-


3 cho en el país ciel amor propio, aún quedan mu-
chas tierras por descubrir.

4 Elmásamor propio es más astuto que la persona


astuta del mundo.

* Aunque tanto en francés como en castellano Fortuna


hace referencia a una diosa mitológica que distribuía los bienes
y los males en la vid;; humana, hemos preferido adjetivada
como buena o mala cuando la h ~ mos utilizado en la traducción
para h:::cer más cb•; io el sentido de la máxima, recordando que
fortuna también es sinónimo de suerte o azar. (N. del T.)

3
5 La duración de las pasiones depende tanto de 11
-
Las pasiones engeñdran-á menu,Cfo::pasiones
nosotros como lo que nos dure la vida. que les son contrarias. La avaricia produte la
prodigalid~d, y la prodigalidad la avaricia. Con fre-
cuencia se 'es-finne P9r Jlaquez3:_y O§ado por timidez.
6b pasión enloquece a menudo a la perso-
na más competente y vuelve incapaz a la más
tonta. 12 Por mucho cuidado que se tenga en encubrir
las pasiones con apariencias de honor y pie-
dad, siempre se transparentan a través de esos
7 Esas impactantes y brillantes accionesque des- velos.
lumbran los ojos y que son presentadas por los
políticos co~o resultado de grandes proyectos, por El amor propio sufre con más impaciencia la
lo general sólo son resultado de estados de ·-ánimo y 13 condenación de lo que nos gusta que la de
de las pasiones. Así, la guerra entre Augusto y An- nuestras opiniones.
tonio, que se atribuye a la ambición que tenían am-
bos por ser dueños del mundo, quizá sólo fue causa-
da por los celos. 14 La gente no sólo es propensa a olvidar los fa-
vores y las injurias, sino que acaban por odiar
a quien la favoreció y por olvidar el rencor que sen-
8 Las pasiones .son los únicos oradores que siem- tía por el que la ofendió. El empeño en recompen-
sar el bien y vengarse del mal le parece una servi-
pre convencen. Ellas son como un arte de la
n:1ttualeza, donde las reglas son infalibles, y la per- dumbre demasiadü onerosa.
sona más simple, poseída por la pasión, convence
mejor que la más elocuente que no la sienta.
15 La mayoría de las veces, la clemencia de los
príncipes no es sino un acto político para ob-
9 La p~siones poseen una-: i~jus~icia> un ~~t~és
tener la sumisión de los pueblos.
propw¡ por lo cual resulta peltgroso segmrlas, y
s:c debe desconfiar de ellas aun en los momentos en
que parecen ser de lo más razonables. 16 La clemencia, de la que se hace una virtud,
suele ser practicada por vanidad, a veces por
pereza, a menudo por temor, y casi siempre por los
1Ü En el corazón ~umano hay una producción tres motivos juntos.
perpetua de pastones, de manera que -el final
de una coincide casi siempre con el inicio de otra. La moderación de la gente feliz viene del so-
17 siego que la buena fortuna da a su carácter.

l 5

1
18 La moderación es un temor de atraer la envi- 24. Cuando las grandes personalidades se dejan
dia y el desprecio que merecen fJUienes se derrotar por la duración de sus desgracias,
embriagan con su felicidad; es una vana ostentación demuestran que sólo se sostenían por la fuerza de su
de nuestro poder espiritual, y, finalmente, la mode- ambición, no de su alma, y que descontando una
ración de las personas al hallarse en las mejores po- gran vanidad, los héroes y heroínas son iguales a la
siciones es un deseo de parecer más grande que su demás gente.
buena suerte.

Se necesitan mayores virtudes para enfrentar


T ocles tenemos suficiente fuerza moral para 25
19 soportar las desgracias ajenas.
la buena suerte que la mala.

2Ü L::. fortaleza de los personas sabias no es más 26 Ni el Sol ni la muerte pueden mirarse fija-
mente.
que la capacidad de ocultar su propio desaso-
siego en el fondo del corazón.

27 Se hace a menudo alarde de las pasiones, in-


cluso de las peores; pero la envidia es una
21 Los condenados a torturas aparentan a veces pasión cobarde y vergonzante que nadie se atreve a
un valor y un desprecio a la muerte que, en confesar.
realidad, no es otra cosa sino el temor a mirarla cara
a cara; de manera que esta firmeza y este desprecio
son para el espíritu lo que la venda a los ojos. 28 De alguna manera, los celos son justos y ra-
zonables, puesto que no tienden sino a con-
servat un bien que nos pertenece o que creemos
22 La filosofía triunfa fácilmente seb-e los males que nos debe pertenecer; pero la envidia, al contra-
pasados y futuros; pero los presentes triunfan rio, es una pasión que no puede soportar la buena
sobre ella. suerte de los demás.

23 Pocas personas conocen la muerte. No la su-


29 El mal que hacemos no nos trae to.¡:-,tas perse-
frimos por decisión ¡Jrupia sino por estupidez cuciones y odios como nuestras buenas cuali-
y costumbre. La mayoría muere porque no lo puede dades.
impedir.

7
30 Tenemos más vanidad que voluntad, y a me- 37 Ei orgullo interviene más que la bondad en
nudo, para disculparnos ante nosostros mis- los reproches que dirigimos a quienes han
mos, imaginamos que las cosas son imposibles. cometido una falta, y más que para corregirlos, se
les reprende para convencerlos de que nosotros so-
mos incapaces de cometerlas.
Si no tuviéramos defectos no tendríamos
31 tanto placer en descubrir los de los demás.
38 .Prome_temos s~gún nuestras esperanzas, y
cumphmos segun nuestros temores.
32 Los celos se alimentan con la duda, y se con-
vierten en violentos o se extinguen en cuan-
to se pasa de la duda a la certidumbre. 3Q El interés habla todos los idiomas y repre-
_, senta a cualquier personaje, aun al desinte-
resado.
33 El orgullo se autocompensa siempre, y aun-
que se vea precisado a renunciar a la vani-
dad, no pierde nada.
1 40 El interés, que ciega a unos, ilumina a otros.

34 Si no tuviéramos orgullo no nos quejaríamos


del de los demás. 41 Aquellos que se esfuerzan demasiado en las
cosas pequeñas, se incapacitan por lo general
para las grandes.

35 El orgullo es igual en todas las personas, sólo


se diferencia en los medios y en la forma de
manifestarse. 42 Carecemos de la fuerza necesaria para seguir
en todo a la razón.

36 Parece como si la naturaleza, que tan sabia-


43 t¿uchas veces las personas creen dirigirse a
mente dispuso los órganos del cuerpo para
que seamos felices, nos hubiese dado también el or- s1 m1smas, cuando en realiJad son dirigidas;
gullo para evitarnos el dolor de conocer nuestras y mientras la razón les señala una dirección, su co-
imperfecciones. razón, insensiblemente, las arrastra a otra.

8 9
51
44 La fuerza y debilidad del espíritu están mal Nada de?ería disminuir tant? la satisfacción
1 denominadas, pues, en verdad, son resultado que sentlmos de nosotros m1smos, como ver
de la buena o mo.la disposición de los órganos del que censuramos hoy lo que ayer aprobábamos.
cuerpo.

52 Por muchas diferencias 'lUe exista entre la


El capricho del humor es más extravagante suerte de la gente, se da, sin embargo, cier-
45 que el de la suerte. ta compensaCton de bienes y males que la hace
iguales.

46 El apego o la indiferencia que los filósofos te-


nían por la vida, se debía, sobre todo, a una 53 Por grandes que sean las ventajas que la na-
turaleza otorgue, no es sólo ella la que hace a
inclinación de su amor propio, del que no cabe dis-
cutir, como tampoco del gusto gastronómico o la los héroes sino también la buena suerte.
preferencia por los colnres.

54 El desprecio por las riquezas era en los filóso-


Nuestro humor pone precio a todo lo que fos un deseo oculto de vengar sus méritos de
47 nos viene de la suerte.
1 la injusticia que les hacía la buena suerte al negarles
el reconocimiento que les correspondía; era un re-
curso secreto para protegerse del envilecimiento de
la pobreza; era un camino indirecto para lograr el
48 La felicidad está en la sensibilidad, no en las respeto que no obtenían por su falta de riquezas.
cosas; y somos felices por poseer lo que ama-
mos y no por obtener lo que lm demás juzgan de-
seable. 55 El odio a los favoritos no es sino una inclina-
ción por los favoritismos. El despecho de no
tenerlos se consuela y disminuye con el desprecio
Nunca se es tan dichoso ni tan desdichado
49 como nos lo imaginamos.
que se manifiesta a quienes lo poseen, y les negamos
nuestro respeto por no poderles suplantar en lo que
motiva el respeto de todos.

5Q Los que creen tener mérito consideran un


honor ser infortunados, pues así convencen 56 Para distinguirse en el mundo debe hacerse
a los demás, y a ellos mismos, de ser dignos de tener rodo lo posible por aparentar que ya se es al-
en contra a la buena fortuna. guien distinguido.

10 11
57 Aunque la gente se jacte de sus grandes lo que decimos y lograr para nuestras palabras un
respeto religioso.
obras, por lo general éstas no son resultado
de propósitos grandiosos sino de la suerte.

La verdad no hace tanto bien en el mundo


58 Pareciera que nuestras acciones fueran regi- 64 como daño hacen sus apariencias.
das por buenas y malas estrellas, a las que
debemos las alabanzas y las censuras que les ha-
cemos. 65 No hay límite para los elogios que se puedan
hacer a la prudencia; sin embargo, ella es in-
capaz de protegemos de cualquier desgracia.
59 No hay accidentes tan infortunados como
para que las personas más hábiles no saquen
provecho de ellos, ni tan afortunados como para Una persona inteligente debe jerarquizar sus
que las imprudentes no logren volverlos en contra 66 intereses y actuar conforme a ese ordena-
suya. miento. Pero la avidez lo cambia todo haciéndole
desear muchas cosas a la vez, con lo cual se empeña
demasiado por lograr lo menos importante y pier-

60 La buena suerte convierte todo en ventajas


para quien favorece.
de la oportunidad de obtener lo que en verdad im-
porta.

La buena presencia es al cuerpo lo que el


61 La felicidad y la desgracia de las personas de-
pende tanto de su manera de ser como de su
67 buen sentido es al espíritu.
suerte.

68 Es difícil definir el amor. Lo más que se pue-


62 La sinceridad es una forma de abrir el cora- de decir es que en el alma es una pasión rei-
nante; en la mente, una simpatía; y en el cuerpo,
zón. En pocas personas se encuentra; la que
se ve, por lo común no es más que una fom1a de di- un deseo oculto y delicado por poseer lo que se ama
simulo para ganarse la confianza de la gente. después de muchos miscerios.

Si existe un amor puro y libre de mezclarse


63 La aversión a la mentira es a menudo una
imperceptible ambición de dar importancia a
69 con las demás p8siones, es el que está oculto

12 13
en el fondo del corazón y nosotros mismos ignora- 77 Se atribuye al amor un número infinito de
mos. relaciones, y en realidad no participa en ellas
más de lo que hace el Dux en lo que sucede en Ve-
necia.
No hay ddraz que pueda ocultar el amor por
70 largo tiempo ni fingirlo donde no existe.
78 El amor a la justicia no es, en la mayoría de
la gente, más que temor de sufrir la injusti-
cia.
Hay pocas personas que no se avergüencen
71 de haber amado cuando ya no aman.

79 El silencio es la opc10n más segura para


quien no confía en sí mismo.
72 Si se juzga el amor por la mayoría de sus ma-
nifestaciones, más se parece al odio que a la
amistad.
80 Lo que nos hace tan volubles en las ami3ta-
des, consiste en que es difícil conocer las

73 Es posible hall~r mujeres que nunca han te-


cualidades del alma mientras resulta fácil apreciar
las del ingenio.
mdo un amono, pero es raro encontrar a
quien sólo haya tenido uno.

81 No podernos querer sino en relación con no-


sotros mismos; sólo buscarnos la satisfacción
No hay más que una clase de amor, pero hay
74 mil diferentes copias.
y el placer cuando damos preferencia a los amigos
antes que a nosotros mismos. Sin embargo, es gra-
cias a esta preferencia que puede ser verdadera y
perfecta la amistad
75 El amor, como el fuego, no puede mantener-
se sin una alimentación continua, y termina
de vivir cuando deja de esperar o de temerlo. 82 La recnncialiación con los enemigos no es
sino un deseo de mejorar nuestra situación,
un cansancio de la guerra y el temor a alguna de-
76 Sucede con el amor lo que con los fantas- rrota.
mas; todo el mundo habla de ellos pero po-
c.as per:,om.~s los han visto.
Lo que la gente llama amistad no es sino una
83 forma de asoci3rse, un contrato recíproco de

14 15
intereses, un intercambio de favores; no es, a fmal 91 La más grande ambición no se . manifiesta
de cuentas, sino un intercambio en el que el amor cuando conoce la imposibilidad absoluta de
propio desea ganar algo. llegar a donde aspira.

84 Es más vergonzoso desconfiar de los amigos


que ser engañados por ellos.
92 Desengañar a una persona convencida de
sus méritos es hacerle un mal servicio, igual
al que le hicieron al loco de Atenas que creía que
todos los barcos que arribaban al puerto eran suyos.
85 Muchas veces nos convencemos de que esti-
mamos de verdad a personas más poderosas
que nosotros, y, sin embargo, sólo es el interés el
que origina la amistad. No nos relacionamos con
93 Los viejos gustan de dar buenos consejos
. para consolarse de no estar ya en condicio-
ellas por el bien que podríamos hacerles sino por el
nes de dar malos ejemplos.
que deseamos recibir.

· 86 La desconfianza justifica el engaño. 94 En lugar de engrandecer, humillan los apelli-


dos ilustres a quienes no saben llevarlos.

95
La gente no viviría mucho tiempo en socie-
87 dad si no se engañara entre ella.
La señal de un mérito extraordinario es ver
que aquellos que más nos envidian se ven
obligados a elogiam os .

88 El amor propio aumenta y disminuye las cua-


lidades de los amigos en relación directa a la A veces ~r,a persona ingrata es menos culpa-
satisfacción que nos dan, y juzgamos sus méritos por 96 ble de su ingratitud que ei que la favoreció.
la forma en que se portan con nosotros.

Hemos estado equivocados al creer que el


89 Todo el mundo se queja Jc: su memoria pero
nadie de su criterio.
97 alma y la inteligencia son dos cosas diferen-
tes. La inteligencia es sólo el reflejo de la grandeza
de la luz del alma. Estas luces penetran hasta el fon-
do de las cosas, obse rvan todo lo que hay que obse r-
90 Er. el trato social se agrada más por los de-
fectos que por las cualidades. var, advirtiendo incluso aquellas que parecen más

16 17
imperceptibles. Por lo tanto, hay que estar de acuer-
do en que son las luces del alma las que originan to-
1Q5 No es un pensador quien de casualidad en-
cuentra una verdad, sino el que la conoce,
dos los resultados de la inteligencia. la distingue y la valora.

98 Cualquiera habla bien de su corazón, pero 106 Para conocer bien las cosas es necesario
nadie se atreve a hacerlo de su espíritu. conocerlas hasta en sus menores detalles, y
como éstos son casi infinitos, los conoctmtentos
siempre son superficiales e imperfectos.

99 La delicadeza espiritual consiste en pensar


cosas honestas y delicadas.
107 Una especie de vanidad es decir que no se
es vanidoso.

100 La galantería espiritual está en decir cosas


halagüeñas de modo agradable.

108 La inteligencia no sabría representar du-


rante mucho tiempo el pape! del corazón.

1O1 Aantemenudo se presentan cosas tan acabadas


el espíritu, que él sería incapaz de lo-
grarlas con igual perfección. La juventud cambia de sensibilidad por el
109 ardor de su sangre; la vejez conserva el
suyo por la fuerza de la costumbre.

102 A la inteligencia siempre la engaña el co-


razón.

110 Nada hay que regalemos con más genero-


sidad que los consejos.

103 Todos los que conocen su inteligencia des-


conocen su corazón.

111 Cuanto más se ama a una mujer más cerca


se está de odiarla.
104 Las personas y l~s negocios tienen igual
punto de perspecttva: hay unos que es ne-
cesario verlos de cerca para juzgarlos bien, y otros Los defectos de la inteligencia aumentan
::; ue nunca se juzgan mejor que alejándose de ellos. 112 con la veJez, igual 0, ue los de la cara.

18 19
113 Existen buenos matrimonios pero ninguno 119 Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos
delicioso. ante los demás, que finalmente acabamos
disfranzándonos ante nosotros mismos.

114 No es posible. consolan:~s de ser engañ~­


dos por enemigos y traiCionados por ami-
gos, pero a menudo nos satisface engañarnos y trai-
120 Esquemás frecuente traicionar por debilidad
por un deseo deliberado de traicionar.
cionarnos a nosotros mismos.

A menudo se hace un bien para poder ha-


115 Es tan fácil engañarse a uno mismo sin 121 cer el mal impunemente.
darse cuenta, como difícil engañar a los
demás sin que lo noten.
Si podemos resistir a las pasiones, es más
122 por su propia debilidad que por nuestra
116 No hay nada ~enos sincero que la manera fuerza.
· de dar y pedir conse¡os. Aquel que los
pide, parece tener una respetuosa deferencia por los
consejos del amigo, aunque la verdad es que sólo Disfrutaríamos menos si nunca nos alabá-
espera que reafirme sus ideas para así poder hacerlo 123 ramos a nosotros mismos.
responsable de los resultados. Y el que aconseja, de-
vuelve la confianza con celo ardiente y desinteresa-
do, aunque la mayoría de las veces sólo piensa en
cómo se beneficiará o se lucirá por sus consejos. 124 Los más astutos censuran durante toda su
vida las triquiñuelas a fin de servirse de
ellas en alguna ocasión especial y por algo muy im-
11 7 ~a ~ás sutil_ de todas las argucias es saber portante.
fmgir que caemos en las trampas que nos
tienden, y nunca se deja uno engañar m;ís fácilmen-
te que cuando creemos estar engañando a los de- 125 El hábito de disimular indica mezquindad
más. espiritual, y casi siempre sucede que quien
trata de cubrirse con ella por algún lado, se descu-
bre por otro. .
El propósito de no engañar nos expone a .
118 ser engaf,ados a menudo.

20 21
126 La falsedad y las traiciones se originan por 13 4 Nunca se hace tanto el ridículo por las
falca de habilidades. cualidades que se tienen como por las que
se aparentan tener.

El medio más seguro para ser engañado es


127 creerse más listo que los demás.
135 A veces nos diferenciamos tanto de naso-
tras mismos como de los demás.

La excesiva sutileza es un falso refinamien-


128 to; el verdadero refinamiento es una sólida Hay personas que nunca se hubieran ena-
sutileza. 136 morado de no haber escuchado hablar del
amor.

A veces basta con ser grosero para evitar


129 ser engañado por un pillo. Se habla poco cuando la vanidad no nos
137 hace hablar.

La debilidad de espíritu es el único defecto


130 que Preferimos hablar mal de nosotros mismos
ur. o mismo no puede corregirse.
138 a no poder hablar.

El menor defecto de las mujeres que se


131 abandonan al hacer el amor es hacer el 13 9 Una de las cosas que hace se encuentren
amor. tan pocas personas que parezcan razona-
bles y agradabies en la conversación, es que casi
siempre se piensa más en lo que se va a decir que en
contestar con precisión a lo que se dice . Los más
Es más fácil ser prudente con los demás
132 que serlo con uno mismo.
hábiles y complacientes se contentan con mostrar
un aire atento, aun cuando en sus ojos y en su acti-
tud se note un alejamiento de lo que se conversa y,
al mismo tiempo, una ansiedad por volver a tomar
Las únicas copias buenas son las que nos la palabra. Éste :::s, evidentemente, un mal sistema
133 revelan la ridiculez de los malos originales. para agradar a los demás o para poder convencerlos,
y:1 que la intención principal es complacerse a uno
mismo. Saber escuchar y saber contestar es una de

22 23
las mayores virtudes que puede tenerse en h con- 145 A menudo elegimos alabanzas envenena-
versación. das que descubren, por contraste, defectos
en quien elogiamos, y que no nos hubiéramos atre-
vido a criticar de otra manera.

140 Una persona inteligente se vería en aprie-


tos sin la presencia de los tontos.
Por lo común, sólo se elogia para ser elo-
146 giado.
141 A menudo presumimos de no aburrimos
nunca; somos tan vanidosos que no pode-
mos consideramos a nosotros mismos una mala 14 7 Pocas personas tienen el carácter nece-
compañía. sario para preferir el comentario adverso
que les puede ser útil a la alabanza fácil que las per-
judica.
142 Así como es natural de las grandes perso-
nalidades decir muchas cosas en pocas pa-
labras, la gente vulgar, al contrario, tiene el don de Hay comentarios adversos que elogian y
hablar mucho y no decir nada. 148 alabanzas que denigran.

143 Cuando resaltamos las buenas cualidades Rechazar un elogio es desear qü~ se elogie
de otras personu3, más lo hacemos por la 149 dos veces.
valorización de n11estros propios sentimientos que
por apreciar los méritos ajenos; y así es como logra-
mos que nos elogien cuando parece que estamos
elogiando. 15 Q El deseo de merecer los elogios que nos ha-
cen fortalece nuestra virtud; los que se di-
rigen a la inteligencia, al valor y a la belleza contri-
1.1.4 No nos gusta elcgiar y no se alaba a ningu-
buyen a aumentarlos.
1 na persona sin algún interés. La alabanza
es una adulación hábil, disimulada y delicada, que
Es más difícil evitar que nos gobiernen que
satisface de manera distinta al que la hace y al que
la recibe; uno la aprecia como recompensa de sus
151 gobernar a los otros.
méritos, el otro la expresa para que se comprueben
su equidad y buen juicio.

24 25
152 Si no nos adulásemos a nosotros mismos, 1 60 Por muy brillante que sea una acción, no
la adulación de los otros no nos haría J. debe considerársele grandiosa si no es par-
daño. te de un gran proyecto.

153 La naturaleza crea el mérito, la suerte lo 161 ~ebe haber cierta prop~rción ~ntre las ac-
ctones y los proyectos st se qutere obtener
pone en práctica.
todos Jos resultados que ellas pueden producir.

154 Larazónsuerte corrige muchos defectos que la


no sabría corregir. 16 2 E~ arte de saber hacer ':'aler cualidades me-
dtOcres, obttene aprecto y a menndo más
reputación que el verdadero mérito.

Hay personas aburridas a pesar de sus mé-


155 ritos, y otras agradables a pesar de sus de-
163 H2.y una infinidad de conductas que pare-
fectos.
cen ridículas pero que sus razones ocultas
son muy sensatas y sólidas.

15 6 Hay gente cuyo único mérito consiste en


decir y hacer tonterías útiles, y que lo
Es más fácil parecer digno de los empleos
echarían todo a perder si cambiasen de conducta. 164 que no se tienen que los que se ej:::~cen.

15 7 La gloria de las grandes personalidades


Los méritos ~traen el aprecio de la gente
debe medirse por los medios que emplea-
ron para obtenerla.
165 valiosa, y la suerte h del público en gene-
ral.

La adulación es una moneda falsa que sólo


158 circula por nuestra vanidad.
El mundo rccc~pensa con más frecuencia
166 la apariencia del mérito que al mérito mis-
mo.
No basta con tener grandes cualidades, es
159 preciso saber administrarlas.

167 La avaricia es más opuesta al ahorro que


al derroche.

26 27
168 Por más engañosa que sea la esperanza, sir- 175 L::l constancia en amor es una .inconstancia
ve, por lo menos, para llevarnos hasta el fi- perpetua que hace que el corazón se incli-
nal de la vida por un camino agradable. ne sucesivam.emte por las diversas cualidades de la
persona amada, de tal forma, que un día se da pre-
ferencia a una y al día siguiente a otra, y el resulta-
169 Aunque sean la pereza y la timidez las que do es que la constancia amorosa sólo es una incons-
obliguen a cumplir con los deberes, por lo tancia continua dirigida hacia una misma persona.
general es a la virtud a la que se reconoce el mérito.

176 En el amor hay dos clases de constancia:


17Q Es difícil juzgar si un proceder digno, since- una se debe a que encontramos en la per-
ro y honesto es resultado de la honradez o sona amada nuevos motivos para amarla, y otra a
de la sagacidad. que nos consideramos honorables por ser constan-
tes.

Las virtudes se pierden en el interés, como


171 los ríos se pierden en el mar. 1 77 La perseverancia no es digna ni de alaban-
l. za ni de censura, porque no es sino la dura-
ción de los placeres y sentimientos, en los cuales es
172 Si se .exar..inan bi.en. las diversas conse- imposible influir.
cuenetas del aburnmtento, sabremos que
nos hizo trasgredir más obligaciones que el interés.
Lo que nos lleva a buscar nuevas amista-
17 8 des, no es tanto el cansancio que ias anti-
17J Hay diversas clases de curiosidad: una, in- guas nos producen, o el placer del cambio, sino el
fastidio que tenemos por no ser admirados lo sufi-
teresada, que nos hace aprender lo que
nos puede ser útil; otra, orgullosa, que nace del de- ciente por quienes nos conocen demasiado, y la es-
seo de saber lo que los demás ignoran. peranza de ser más admirados por los que no nos
conocen aún.

174 Es preferible emp!~ar la inteligencia para 179 A veces nos quejamos con ligereza de los
soportar las desgracias C]_ne ya tenemos que
en prever las que nos pueden suceder. amigos p:::~ J justificar por anticipado la
nuestra.

28 29
18Q Arrepentirse no se debe tanto a lamentar 187 El nombre de virtud sirve al interés tan
el mal que se hace como a temer el que útilmente como a los vicios.
puedan hacernos.

1 88 La salud del alma no es más segma que la


181 Hay una inconstancia que se origina en la ..L del cuerpo, y aunque creamos vivir aleja-
ligereza de la inteligencia o en su debili- dos de las pasiones, no tenemos menos peligro de
dad, y que lleva a aceptar todas las opiniones aje- que nos atecten como de caer enfermos cuando go-
nas. Hay otra más diculpable, la que nace del hastío zamos de buena salud.
por las cosas.

18 9 Parece como si la naturaleza le hubiera fi-


18 2 Los vicios entran en la composición de las jado a cada persona, desde que nace, ios lí-
virtudes como los venenos en la composi- mites de sus virtudes como de sus vicios.
ción de las medicinas. La prudencia los junta y los
atempera, y se sirve útilmente de ellos contra las
desgracias de la vida. Pareciera que sólo las grandes personalida-
190 des pueden tener grandes defectos.

18 J Es necesario estar de acuerdo, en honor a


la virtud, que las mayores desgracias que
sufre la gente se deben a su propia maldad. 191 Se puede decir que los vicios nos e~pe ran
durante el transcurso de la vida como anfi-
triones en cuyas casas debemos ir alojándonos suce-
184 Aceptamos los defectos para reparar con la
sivamente; y dudo que la experiencia sirva para evi-
tarlos, en caso de que estuviera permitido recorrer
sincerido.d el perjuicio que nos causan en
el mismo camino dos veces.
la opinión ajena.

185 Hay héroes para el mal como para el bien. 19 2 Cuando los vicios nos abandonan, nos va-
nagloriamos con la creencia de que somos
nosotros los que los abandonamos.

186 No se desprecia a todos los que tienen vi-


cios, sino a los que no tienen ninguna vir- Hay recaíd as en las enfermedades del alma
tud. 193 como en las del cuerpo. Lo que consideta -

30 31
mos como una curación no es, por lo común, más 201 El que cree encontrar en sí mismo con qué
que un alivio momentáneo o un cambio del mal. prescindir de todo el mundo, se engaña
mucho; pero el que se cree imprescindible se enga-
ña muchísimo más.
Los defectos del alma son como las heridas
194 del cuerpo; por mucho cuidado que se

20 2 fraza
ponga en curarlas, las cicatrices jamás desaparecen La gente falsamente honrada es la que dis-
y siempre existe el peligro de que vuelvan a abrirse. sus defectos tanto a los otros como a
sí misma; las verdaderas personas honradas son las
que conocen sus defectos a la perfección y los con-
Lo que a menudo impide abandonarse a
195 un solo vicio es tener varios.
fiesan.

Se olvidan con facilidad las faltas cuando 203 Una persona en verdad honesta es la que
no presume de nada.
196 sólo las sabemos nosotros.

El rigor de las mujeres es un adorno y un


19 7 Hay personas que sólo creeríamos capaces 204 disfraz que añaden a su belleza.
de hacer un mal si las viéramos hacerlo,
pero no existe ninguna que, al verla hacer un mal, ·
pueda sorprendernos.
205 La honestidad de las mujeres es a rúenudo
amor por su reputación y r0r su tranquili-
dad. ·
19 8 Elevamos la gloria de unos para poder re-
bajar la de otros, y muchas veces no se ala-
baría tanto al Príncipe y al señor de Turena si no se
quisiera criticar a ambos.
206 Se es en verdad una persona honesta
cuando se está dispuesto a exponerse siem-
pre al juicio de la gente honesta.

199 El deseo de parecer listo impide por io ge-


ne:?I que se pueda llegar a serlo. 207 La locura nos acompaña en todos los mo-
mentos de la vida. Si alguien parece cuer-
do es sólo porqu<" sus locuras están en consonancia
No iría muy lej•' ' la virtud si la vanidad no
200 la acompañase.
con su edad y su fortuna.

32 33
Hay gente necia que conoce y emplea con todos los matices del coraje. No hay en él menos di-
208 habilidad su necedad. ferencias de las que se dan entre los rostros y los ca-
racteres. Hay personas que se exponen por su pro-
pia voluntad al comienzo de una acción, pero que
El que vive sin locuras no es tan cuerdo se desalientan y se debilitan con facilidad si dura
209 como cree. mucho tiempo; otras se dan por satisfechas cum-
pliendo con su honor ante el mundo y no van más
allá de eso; unas no siempre son dueñas de sus ner-
Al envejecer nos volvemos más locos y vios y otras se dejan arrastrar por temores generali-
210 más cuerdos.
zados. No faltan las que atacan a campo abierto
porque no se atreven a quedarse en sus puestos, y
las que, acostumbradas a peligros menores, se pre-
paran !'ara exponerse a mayores. Hay valientes con
Hay personas que se parecen a las cancio-
211 nes de moda: sólo se cantan durante breve
la espada que se asustan con los tiros de mosquete,
y valientes ante el mosquete pero miedosos ante las
tiempo. espadas. Todos estos diversos tipos de coraje están
de acuerdo en que, durante la noche, cuando au-
menta el miedo y es posible ocultar las buenas y ma-
La mayoría de la gente sólo juzga a las per-
212 sonas por su fama o su fortuna.
las acciones, se tiene libertad para protegerse del
enemigo. Y aún hay otra actitud más generalizada:
como no se conoce a ninguna persona que lleve a
cabu hasta sus extremos todo lo que es capaz de
213 El amor a la gloria, el miedo a la deshonra, realizar ante el enemigo por no estar segura de salir
el propósito de hacer fortuna, el deseo de con vida, debe concluirse que el miedo a la muerte
tener una vida más cómoda y agradable, y el afán disminuye de alguna manera la valentía.
de humillar a los demás, son a menudo las causas de
esa valentía tan célebre entre la gente.
216 La valentía perfecta consiste en realizar sin
testigos lo que seríamos capaces de hacer
En íos simples soldados la valentía es un frente a todo el mundo.
214 oficio peligroso que ejercen para poder ga-
narse la viJa.
21 7 La intrepidez es una Íuerza extraordinaria
2 15 La valentía perfecta y la cobarJía total son
del alma que eleva por encima de las tur-
baciones, desórdenes y emociones que el enfrenta-
dos extremos a los que se llega raramente.
miento de los grandes peligros podría ptuciucir en
El espacio que hay entre las dos es amplio y abarca

34
35
ella, y es la fuerza por la que los héroes se mantie- sed justo hacerlo, sino para encontrar con más faci-
nen serenos y juiciosos ante los hechos más sor- lidad quien nos siga prestando.
prendentes y tt;rrib~es.

218 La hipocresía es un homenaje que el vicio 224 No todos los que cumplen con los deberes
rinde a la virtud. de la gratitud pueden llamarse personas
agradecidas.

219 La mayoría de la gente se arriesga durante


la guerra para salvar su honor, pero no son 225 ~ ~ue convierte en desengaño el agrade-
muchos los que se encuentran dispuestos a arries- ctmtento que esperamos por los favores
garse todo lo que fuera necesario a fin de hacer que hacemos, es que ni el orgullo del que da ni el de
triunfar la causa por la que luchan. quien recibe se ponen de acuerdo en el precio del
beneficio obtenido.

La vanidad, el temor a la deshonra y, sobre


220 todo, la manera de ser, son a menudo los
226 El excesivo afán por corresponder a un fa-
ingredientes de la valentía de los hombres y de la vor es una de las formas de la ingratitud.
virtud de las mujeres.

221 No se quiere perder la vida pero se quiere


227 Las personas afortunadas casi nunca corrí-
. gen sus actos, pues creen tener razón ya
alcanzar la gloria; de ahí Q\..:C los valientes
que es la suerte la que respalda su mal comporta-
tengan más capacidad e ingenio para evitar la
miento.
muerte que los pleitistas para conservar sus bienes.

222 No son muchas las personas que no mues- 228 fl orgullo no quiere deber y el amor propio
no quiere pagar.
tren al primer embate de la vida por donde
declinarán su cuerpo y su inteligencia.

El bien que recibinws de alguien nos obliga


223 Sucede con el agradecimiento lo mismo
229 a respetar el mal que nos haga.
que con la buena fe de ios negociantes:
permite el comercio. No pagamos las deudas porque
230 Nada tan contagioso como el ejemplo, y
nunca se hacen grandes bienes ni grandes

36 37
males sin que produzcan orros semejantes. Imita- desgracia sólo desaparecerá junto con su vida. Esta
mos las buenas acciones por emulación, y las malas triste y fatigante vanidad suele darse en las mujeres
por malignidad de nuestra naturaleza, a la que el ambiciosas: como su sexo les cierra todos lus cami-
honor mantenía prisionera y el ejernplo libera. nos que llevan a la gloria, se esfuerzan en adquirir
celebridad mostrando un dolor inconsolable.
Pero aún hay otra clase de lágrimas que nacen de
pequeñas fuentes, aparecen y se secan con facili-
Es una gran locura querer ser el único
231 cuerdo entre toda la gente.
dad; se llora para lograr fama de sensibie; se llora
para ser compadecido; se llora para ser llorado, y,
por último, st> llora para evitar la vergüenza de no
ser capaz de llorar.
23 2 yamos
Cualquiera que sean las causas que atribu-
a las desgracias, a menudo sus orí-
genes se encuentran en el interés y la vanidad.
23 4 Es más por orgullo que por falta de inteli-
gencia por lo que uno se opone con tanto
empeño a las opiniones más aceptadas: como los
233 Hay en las desgracias diversos tipos de hi-
pocresía. En una, con el pretexto de llorar
primeros lugares ya están ocupados en el partido
que tiene ia razón, nos negamos a ocupar los últi-
la pérdida de una persona que nos era querida, llo- mos.
ramos por nosotros mismos, tal vez porque añorare-
mos la buena opinión en que nos tenía, y también
lloramos porque disminuyen nuestras posesiones,
nuestros placeres, nuestras consideraciones. Así,
23 5 Solemos consolarnos ~on facilidad d_e las
desgracias de los amtgos cuando strven
aunque sean los muertos los que reciban el honor para demostrar el cariüo que sentimos por ellos.
de las lágrimas, éstas en verdad corren por los vivos.
Y digo que es un tipo de hipocresía, porque con esa
clase de desgracias nos engañamos a nosotros mis-
mos.
23 6 Parece que el amor propio _se dPj::~se ~n~a-
ñar por la bondad y se olvtdara de st mts-
Hay otro tipo de hipocresía que no es tan ino-
mo cuando nos esforzamos en ayudar a los demás.
cente pues impone su voluntad a todo el mundo; es
Sin embargo, éste es el camino más seguro para al-
el sufrimiento de ciertas personas que aspiran a la
canzar nuestros fines; es prestar con usura con el
gloria de una bella e inmortal desg:.-acia. Después
pretexto de obsequiar; y, tlnalll'ente, es élt~:lcrse la
que el tiempo, que todo lo consume, ha disminuido
simpatía de todo el mundo pr>r un medio sutil y de-
el dolor que en realidad sentían, no dejan por eso
licado.
de obstir.arse en contim.:ar con sus lágrimas, sus
quejas y sus suspiros; adoptan un aire lúgubre y se
esfuerzan en convencer por cualquier medio que su

38 39
23 7 Nadie merece ser alabado por su bondad si
carece de la fuerza para ser malo. Cual-
243 Existen muy pocas cosas imposibles por sí
mismas, y, antes que los medios, es la cons-
quier otra bondad no es, a menudo, más que pereza tancia para lograrlas lo que nos hace falta.
o impotencia de la voluntad.

238 No es tan peligroso hacer el mal a la mayo-


ría de la gente como h~cerle demasiado
244 La máxima habilidad consiste en conocer
bien el precio de las cosas.
bien.

23 9 Nada halaga tanto el orgullo como las


245 Una gran habilidad es saber ocultar la pro-
pia habilidad.
confidencias de los poderosos, pues las
creemos resultado de nuestros méritos, sin conside-
rar que, por lo general, proceden de la vanidad o de 246 Lo que parece generosidad no es, a menu-
la incapacidad de guardar secretos. do, más que ambición disfrazada, que des-
precia los pequeños intereses para lograr los más
grandes.
240 Se puede decir del atractivo, separado de
la belleza, que es un simetría de la que no
se conocen las reglas; una relación secreta de los
rasgos en su conjunto, y de los rasgos co:.;. los colo-
247 La fidelidad de la may.~ría de las person~s
no es smo una mvenc10n del amor prop10
res y con el estilo de la persona. para atraer confianza; es un medio para destacarnos
por encima de los demás y conseguir ser deposita-
rios de cosas más importantes.

24 1 Laramento
coquetería es el f'.!ndamento del tempe-
femenino; pero no todas las muje-
res la ponen en práctica, pues su coquetería se en-
cuentra reprimida por el temor o por la razón. 248 La magnanimidad todo lo desprecia para
conseguir todo.

242 Muchas veces molestamos a los demás


cuando creemos que jamás podremos mo-
249 No hay menos elocuencia en el tono de la
voz, en los ojos y en el estilo de la persona,
l~starlos. que en la elección de las palabras.

40 41
250 todo
La verdadera elocuencia consisle en decir
lo necesario sin dec:ir más de lo nece- 25 6 Entitudtodasunalasapariencia
y
profesiones se adopta una ac-
exterior para confir-
sario. mar lo que los otros creen, de tal manera que se
puede decir que e! mundo está constituido sólo de
apariencias.

251 ~ay pers~nas a quienes los defectos les


La seriedad es una actitud corporal inven-
s1entan b1en, y otras que son desgraCiadas
por sus buenas cualidades. 257 tada para ocuitar los defectos de la inteli-
gencia.

252 Es tan común ver cambiar de gustos como


extraordinario ver cambiar de inclinacio-
nes. 258 Elquebuen gusto nos viene más de la razón
de la inspiración.

253 El interés pone en acción toda clase de vir-


tudes y de vicios.
25 9 Elmásplacer del amor está en amar, y se es
dichoso por la pasión que se stente
que por la que se D'Otiva.

254 La humildad, por lo común, no es sino una


fingida sumisión que se utiliza para some-
ter a los demás. Es una treta del orgullo, que se re-
260 b amabilidad es la manifestación del de-
seo de ser recibido socialmente y de ser
baja para poder elevarse; y aunque se transforme de considerado bien educado.
mil maneras, nunca está mejor disfrazado ni es más
capaz de engañar que cuando se esconde tras la fi-
gura de la humildad. 261 La educación que por lo común se da a los
jóvenes es para infundirles un segundo
amor propi0.
7 51 Todos los sentimientos tienen un tono de
.._. - voz, un gesto y una aparienc1a que les son
propios, y esta relación, buena o mala, agradable o
desagradable, es lo que hace que las personas gus-
262 No hay pasión en que el amor a sí mismo
reine tan absolutamente como en el amor;
ten o molesten.
siempre se está dispuesto a sacrificar la tranquilidad
de quien se ama antes que perder la p~opia.

42 43
263 Lo que se llama generosidad no es, lama- 268 Rechazamos opiniones para los asuntos ~e-
yoría de la:; veces, sino la vaniclad de dar, queños, pero aceptamos que la reputactón
que tiene más valor para nosotros que lo que da- y la gloria dependan de la opinión de la gente, que
mos. siempre nos será adversa por celos, preocupaciones
o por falta de inteligencia; y por querer que se incli-
nen a favor nuestro, exponemos de mil maneras dis-
264 La piedad es a menudo el sentimiento de tintas la tranquilidad y la vida.
ver los propios males en los males ajenos;
es una hábil proyección de los males que podríamos
sufrir. Socorremos a los demás para obligarlos a so- Nadie es t:an inteligente para darse cuenta
corrernos en situaciones parecidas; y los servicios 269 de todo el mal que hace.
que prestamos son, hablando con propiedad, favo-
res que nos hacemos por anticipado a nosot:-os mis-
mos.
El honor adquirido es garantía del que se
270 ha de adquirir.

265 L.a pobreza intelectual produce obstina-


ctón, y no se cree con facilidad que algo
La juventud es una embriaguez continua:
pueda estar fuera de nuestras posibilidades.
271 es la fiebre de la razcin.

266 Es un error creer que sólo las pasiones vio-


lentas, como la ambición y el amor, pue- 272 Lo que más debería humillar a las personas
den triunfar sobre las otras. La pereza, con todo lo que merecieron grandes elogios, es el em-
lánguida que es, suele ser a menudo la que se impo- peño que ponen para seguir sobresaliendo por pe-
ne: influye en todos los proyectos y actos de la vida, queñeces.
destruye y acaba, insensiblemente, las pasiones y las
virtudes.
273 Hay gente aceptada en el mundo que no
tiene más mérito que los vicios que sirven
267 La prontitud por culpar al mal, sin haberlo Pn el trato social.
meditado a conciencia, es resultado del or-
gullo y la pereza. Se quiere hallar culpables sin mo-
lestarse en analizar las malñad<"s.
274 La gracia de la novedad es en el amor lo
que la flor a los frutos: tiene un encanto
que se desvanece fácilmente y que jamás renace.

44
45
275 La bondad natural, que se supone tan sen- 281 El orgullo, ·que nos obliga a tantas envi-
sible, a menudo es marginada por el menor dias, a veces también sirve para moderar-
de los intereses. las.

276 La ausencia disminuye las pasiones medio- 28 2 Hay falsedacl~s disfrazadas que representan
cres y aumenta las grandes, igual al viento tan bien a la verdad, que sería una locura
que apaga las velas y aviva el fuego. no dejarse engañar por ellas.

277 Muchas veces, las mujeres creen seguir 283 ~lgunas veces se necesita tanta i~teligen­
amando cuando ya no aman. El estar ocu- cta para aceptar un buen conse¡o como
padas en una relación, la emoción espiritual que para aconsejarse a uno mismo.
produce el galanteo, el natural placer de ser ama-
das, y la tristeza de terminar con quien amaban, las
convencen de continuar enamoradas cuando en
realidad ya sólo actúan por coquetería. 284 Hay malvados que serían menos peligrosos
si no tuvieran algo de bondad.

278 Lo que a menudo hace que decepcionen 285 La magnanimidad se define fácilmente con
los negociantes, es que marginan el interés su nombre; sin embargo, se podría decir
de los amigos para lograr el éxito en sus !'.egocios, que es el sentido común del orgullo y la vía más no-
que representa para ellos el honor de triunfar en lo ble para recibir alabanzas.
que se habían propuesto.

279 Cuando exageramos el aprecio que los 286 Esen verdad


imposible amar por segunda vez lo que
se dejó de amar.
amigos nos tienen, la mayoría de las veces,
más que por gratitud , es por el deseo de que se pue-
dan juzgar nuestros méritos.
287 No es sólo la fecundidad de la inteitgencia
la que permite encontrar diversas posibili-
dades en un mismo asunto, sino, más bien, un cier-
28Q La bu~na acogida que se brinda ~ quienes to defecto de nuestras capacidades que obliga a in-
por pnmera vez se presentan soctalmente,
teresamos por todo lo que se presenta ante 18. ima-
nace de la secreta envidia que tenemos por los que
ginación, impidiendo elegir de inmediato la
ya están establecidos.
posibilidad más acertada.

46 47
288 Hay negocios y enfermedades que en de- 295 Muy lejos estamos de conocer todos nues-
tros caprichos.
terminados momentos empeoran con las
medicinas, y se necesita un gran talento para saber
cuándo resulta peligroso emplearlas.
Es difícil estimar a los que no valoramos;
296 pero no lo es menos estimar a los que valo-
289 La sencillez fingida es una delicada impos-
tura.
rizamos más que a nosotros mismos.

290 Hay más defectos en el carácter que en el 297 Los humores del cuerpo tienen un curso
espíritu. fijo y reglamentado que mueve y altera im-
perceptiblemente la voluntad: actúan juntos y ejer-
cen alternativamente sobre nosotros un secreto do-
minio; de tal manera, que son una parte considera-
291 El mérito de la gente tiene su temporada,
igual que las frutas.
ble de nuestras acciones sin que lo sepamos.

En la mayoría de las personas, el agrad~c~­


292 De la manera de ser de las personas se 298 miento es sólo un deseo oculto de reob1r
· puede decir lo mismo que de la mayoría de benefic~'Js más grandes.
los edificios con diversas fachadas; unas son agrada-
bles, otras desagradables.

299 A casi tnrlo el mundo le gusta cumplir con


las obligaciones pequeñas; muchos recono-
293 Como nunca se encuentran juntas, la mo- cen las. medianas, pero son pocas b~ personas que
deración no puede vanagloriarse de com- no sean ingratas con las grandes.
batir la ambición ni de vencerla. La moderación es
la languidez y la pereza del alma, como la ambición
es su actividad y su ardor.
300 fermedades
Hay locuras que se adquieren como las en-
contagiosas.

294 Siempre estimamos a los que nos admiran,


pero no siempre estimamos a los que admi-
Mucha gente desprecia el bien pero poca
ramos. 301 sabe hacerlo.

48 49
302 Por lo común, sólo cuando se trata de ·in- 31 Ü J:lgunas veces suceden en la v~da cont:a-
tereses pequeños es cuando nos arriesga- uempos en los que es necesano estar un
mos a no creer en las apariencias. poco loco para librarse de ellos.

31 1 Hay
De todo lo bueno que digan de nosotros
303 no aprenderemos nada nuevo.
personas a quienes si no hemos visto
hacer el ridículo es porque no nos hemos
fijado bien.

Casi siempre perdonamos a los que nos


304 aburren, pero no sabemos perdonar a 312 Si los amantes no se aburren nunca de es-
quien aburrimos. tar juntos es porque siempre están hablan-
do de ellos mismos.

3Q5 El interés, al que se acusa de todos las mal-


dades, muchas veces merece ser elogiado
como la causa de nuestras buenas acciones.
313 ¿Por qué tendremos una memoria tan pre-
cisa para recordar hasta los menores deta-
lles de lo que nos ha sucedido, y, sin embargo, no
nos sirva para acordarnos de cuántas veces le he-
306 No se encuentran muchos ingratos cuando
se está en posición de otorgar favores.
mos contaJo la misma cosa a una misma persona?

El gran placer que sentimos al hablar de


314 nosotros mismos debería hacernos temer
307 Tan correcto es ser vanidoso con uno mis-
mo, como ridículo serlo ante los otros. del poco que causamos en los demás.

'2 08 Se ha hecho una virtud de la moderación


3 15 Lo que por lo común impide abrirle el co-
razón a los amigos, no es tanto la descon-
...) para limitar la ambición de las personas
fianza que tengamos de ellos como la que tenemos
más encumbradas y para consolar a la gente medio-
cre de su poca suerte y de sus pocos méritos. de nosotros mismos.

J Q9 Hay gente destinada a hacer el ridícuio, y 3 16 Las gente débil no puede ser sincera.
no lo hace por su propio placer sino por-
que es su misma suerte la que lo obliga a hacerlo.

50
51
3 17 No es un gran mal hacer un favor a un de- 315 Muchas veces nos consolamos por debili-
sagradecido, pero es insoportable estar en L dad de los males de los que la razón no
deuda con una mala persona. puede consolarnos.

318 Podrán encontrarse los medios para curar 326 Más deshonra el ridículo que el deshonor.
la locura, pero no los habrá para reencami-
nar a un espíritu descarriado.
327 Confesamos pequeños defectos para con-
vencer a los demás que no los tenemos
319 No ~e ~onservarían por mucho ti~mpo los grandes.
senttmtentos que tenemos por amtgos y fa-
vorecedores, si tuviéramos a menudo la libertad de
hablar de sus defectos.
La envidia es más irreconciliable que el
328 odio.

320 Elogiar en los príncipes virtudes que no po-


seen es injuriados inpunemente.
329 A veces creemos odiar a la adulación
cuando en realidad lo que se odia es la ma-
321 Es~amos más cerca de amar a los que nos
nera en que se adula.
odtan que a los que nos quieren más de lo
que deseamos.
33Ü Se perdona mientras se ama.
322 Sólo los despreciables temen ser desprecia-
dos. Es más difícil ser fiel a la amante cuando se
331 es dichoso que cuando nos maltrata.

323 La cordura está tan a merced de la suerte


como los bienes.
332 Las mujeres no conocen toda su coquete-
ría.

)24 En los celos hay más amor propio que


amor. Las mujeres no son por completo rigurc:;as
333 sin que medie el odio.

52 53
Las mujeres pueden controlar menos su
334 coquetería que sus pasiones. 342 Elpersiste
~cento del país en donde se h~ nacido
en la mente y en el corazon como
el lenguaje.

En el amor, el engaño va casi siempre más


335 lejos que la desconfianza.
343
Para alcanzar las grandes glorias, es nece-
sario saber aprovechar cualquier ocasión.

Hay una cierta clase de amor cuyo exceso


336 impide los celos. 344
.
La mayoría de las personas, como las plan-
tas, tienen propiedades ocultas que sólo el
azar permite descubrir.

337 Con ciertas buenas cualidades sucede


como con los sentidos: los que carecen to- Las oportunidades nos permiten conocer a
talmente de ellos no los pueden percibir ni com- 345 los otros y aún más a nosotros mismos.
prender.

No pueden existir reg~as en ~a mente y en


338 Cuando el odio es demasiado fuene nos si- 346 el corazón de las mu¡eres s1 su tempera-
túa por debajo de quienes odiamos. mento no está de acuerdo con ellas.

Sentimos los bienes y los males en pro por-


339 ción al amor propio. 347 La única gente que creemos sensata es la
que opina como nosotros.

La inteligencia de la mayoría de las muje-
340 res sirve más para fortificar su locura que 348 Cuando se ama se duda a menudo de lo
que más creemos.
su razón.

341 Las pasiones de la juventud casi no son 349 El más grande milagro del amor ": curar
de la coquetería.
más opuestas a la salvación que la tibieza
ele los viejos.

54 55
35Q Lo que nos indigna tanto d~ los que quie- J58 La humildad es la verdadera prueba de las
ren engañarnos, es que se crean más listos virtudes cristianas; sin ella conservaríamos
que nosotros. los defectos ocultos sólo por el orgullo, que los ocul-
taría a los otros y a menudo hasta a no~otros mis-
mos.
Cuesta mucho terminar una relación cuan-
351 do ya no se ama.
359 Las infidelidades deberían acabar con el
amor, y no habría que estar celoso cuando
352 Nos aburrimos a menudo con gente con la
que no está permitido aburrirse.
se tienen motivos para estarlo, ya que sólo las perso-
nas que evitan darnos celos son las que merecen
que los tengamos.

353 Las personas íntegras pueden enamorarse


locamente pero no tontamente. 360 Nos desprestigiamos mucho más ante no-
sotros mismos por las pequeñas deslealta-
des que nos hacen que por las más grandes que ha-
cemos a los demás .
354 más
Ciertos defectos, bien manejados, brillan
que la misma virtud.

Los celos nacen siempre con el amor pero


355 Hay personas a quienes recordamos más
361 no mueren siempre con él.
de lo que nos entristeció su muerte, y oLlas
que nos entristecieron con su muerte pero que no
recordamos. 362 La mayoría de las mujeres no lloran tanto
la muerte dt> sus amantes por haberlos
amado sino para parecer más dignas de ser amadas.

356 que
A menudo sólo elogiamos con agrado a los
nos admiran.
363 Por lo com~n, las oblig~ciones que nos im-
ponen entnstecen menos que las que nos
357 Las espíritus pequeños se duelen demasia- hacemos a nosotros mismos.
do de las cosas pequeñas; los grandes espí-
ritus enfrentan a todas sm que alguna los hiera.
364 Es sabido que se debe hablar lo menos po-

56
57
sible de la esposa, pero no parece tan sabido que se Casi siempre es culpa del que ama no dar-
debe hablar mucho menos de uno mismo. 371 se cuenta de que han dejado de amarle.

365 Hay buenas cualidades que degeneran en


defectos por ser naturales y otras que nun- 372 Laralesmayoría de los jóvenes .creen ser natu-
cuando no son más que mal educados
ca son perfectas por ser adquiridas. Es preciso, por y groseros.
ejemplo, que la razón nos haga cuidar del bien y de
la confianza, y, al contrario, es conveniente que la

373 Hay
naturaleza nos dé la bondad y el valor.
cierta clase ~e lágrimas ~ue nos en~a­
ñan a nosotros mtsmos despues de enganar
a los demás.
366 Por más desconfianza que tengamos en la
sinceridad de las personas con las que nos
tratamos, siempre creeremos que nos dicen más la
verdad que las que no conocemos. 374 Quien cree amar a su amante por amor a
ella vive bien engañado.

367 Pocas son las mujeres íntegras que no es-


tán cansadas de serlo. 375 Los espíritus mediocres suelen condenar
todo lo que está fuera de su entendi-
miento.

368 La mayoría de las ~ujeres íntegras son


como tesoros escondtdos; están seguras La envidia se desvanece por la verdadera
porque nadie las busca. 376 amistad y la coquetería por el verdadcw
1
1
amor.

369 La obligación que uno se impone para de-


jar de amar es a menudo más cruel que las El más grande defecto de la perspicacia no
severidades de quien amamos. 377 es tanto alcanzar su fin sino rebasarlo.

Hay pocos cobardes que conozcan todo su


370 miedo. 378 Damos consejos pero no inspiramos ejem-
plos.

58 59
379 Cuando el mérito disminuye, la sensibili-
dad disminuye también. 387 Un tonto no tiene madera para ser bueno.

380 Latudessuene pone al descubierto vicios y vir-


como la luz pone a la vista los obje-
388 Sivirtudes,
la vanidad no destruye totalmente a las
al menos las socava a todas .
tos.

381 La obligac_ión que_ uno se impone de per-


389 esLoque
que hace insoportable la vanidad ajena
hiere a la nu es tra.
manecer f1el a qmen se ama, vale menos
que una infidelidad.

390 Seal placer.


renuncia más fá cilmente al interés que

382 Las acciones son como las rimas de oie for-


zado, cada cual las adapta según su~ prefe-
rencias.
391 A nadie le parece tzm ciega la suerte como
a quien no favorece.

383 El deseo de hablar de nosotros mismos y de


mos[rar los defectos del lado que más con-
viene, forman gr:m parte de la sinceridad. 392 Hay que enfrentarse a la suerte como a la
salud; disfrutarl a cu ando es buena, ser pa-
ciente cuando es mala y no recurrir a grandes reme-

384 No se debiera asombrar uno sino de poder


dios salvo en casos de extrema necesidad.
asombrarse todavía.

393 A veces se pierden los buenos modales en


el ejército, pero jamás se pierden en los sa-
385 Somos igual de difíciles de satisfacer tanto
si amamos mucho como poco.
lones.

386 Las. personas que más frecuentemente se 394 Semáspuede ser más listo que alguien, pero no
listo c.¡uc todos los demás.
. eqmvocan son las que no puedtu aceptar
eqmvocarse.

60 61
395 A veces se sufre menos cuando nos engaña 401 La vanidad es al mérito lo que los adornos
la persona que amamos que cuando nos a las personas bellas.
desengaña.

Lo que menos hay en los asedios amorosos


396 Se conserva durante largo tiempo al pri-
mer amante mientras no aparezca el se-
402 es amor.
gundo.

397 Nos falta el coraje necesario para decirle a 403 La suerte se sirve a veces de los defectos
para hacernos progresar, pero hay personas
todo el mundo que no tenemos defectos y fastidiosas cuyo mérito sería mal recompensado si
que nuestros enemigos carecen de cualquier cuali- no se quisiera comprar su ausencia.
dad, pero, en lo íntimo, no estamos muy lejos de
creerlo así.
404 Pareciera que la naturaleza hubiera escon-
dido en el fondo de la inteligencia unos ta-
398 El defecto con el que estamos más de lentos y una habilidad que desconocemos, y qu e
acuerdo es con la pereza; resulta fácil con- sólo las pasiones tienen el derecho de exteriorizar
vencernos de que está estrechamente relacionada para suministrarnos puntos de vista más seguros y
con todas las virtudes apacibles, y que, sin destruir verdaderos de los que el arte podría hacer.
por completo a las otras, sólo suspende sus funcio-
nes.

40 5 Alcanzamos tocalmente inexpertos las di-


·.·<:' rsas edades de la vida, y por lo común
) 99 Hay una manera de ser que no depende de seguimos carecier:.do de experiencia a pesar del paso
- la suerte: es cierta presencia que uos dis- de los años.
tingue y que parece destinarnos a las cosas grandes,
es como un valor que nos damos imperceptiblemen-

406
te a nosotros mismos. Es por esta cualidad por la
que ust_trpamos bs deferencias de l3s personas y nos • 1
Las coquetas aparentan estar ce i~sas de
elevamos por encima de ellas, más que por el naci- sus amantes para ocultar que envtdtan a
miento, las distinciones y el mismo mér~uJ. las demás muj eres.

Los que se dejan engañar por nuestros ma-


400 Hay méritos que no producen progresos,
pero no hay progresos sin algún mérito.
407 nejos no nos parecen tan ridículos como lo

62
63
creemos de nosotros mismos cuando otros nos en-
gañan con los suyos. 415 A veces la inteligencia nos sirve para hacer
disparates atrevidos.

408 El ridículo más grave de las personas ma- 416 La violencia que aumenta con los años no
está muy lejos de la locura.
yores que alguna vez fueron hermosas, es
olvidar que ya dejaron de sedo.

En el amor, el que sana primero es el que


409 Muchas veces nos avergonzaríamos de las 417 mejor sana.
acciones más nobles si la gente supiera las
motivaciones que han tenido.

418 cer
Las mujeres jóvenes que no quieran pare-
coquetas y las personas de edad que no
41O esLa mostrar
valentía más grande en la amistad, no
nuestros defectos a un amigo,
quieran hacer el ridículo, deben evitar hablar del
amor como algo en lo que pueden participar.
sino hacerle ver los suyos.

411 Apenas hay defectos que sean más discul-


419 Podemos parecer muy importantes en un
tr3bajo que está por debajo de nuestras ca-
pables que los medios que usamos para pacidades, pero, por lo general, parecemos peque-
ocultarlos. ños en un trabajo más grande que nuestras posibili-
dades.

412 Por mucha deshonra que hayamos tenido,


siempre es posible restablecer el honor.
420 laMuchas veces creemos ser valientes ante
desgracia, cuando en realidad estamos
abatidos y la padecemos por temor a enfrentarla,
igual que los cobardes que se dejan matar por miedo
413 No se agrada 2. los demás durante mucho
tiempo cuando sólo se tiene una manera
a defenderse.
de ser.

421 La confianza facilita más la conversación


que el ingenio.
414 Los locos y los tontos sólo ven las cosas a
través de sus estados de ánimo.

64 65
422 Todas las pasiones nos hacen cometer 43Ü edad,
En la vejez del amor, como en .la de la
aún se vive para los males aunque ya
errores, pero en el amor los hacemos más
.. .. .ridículos. no se viva para los placeres.

423 Poca gente sabe ser vieja.


431 Nada impide tanto ser natural cono · el
empeño en parecerlo.

424 Nos burlamos de los defectos contrarios a


los nuestros, y si somos débiles nos jacta-
mos de ser testarudos. 432 De alguna manera se participa de los bue-
nas acciones cuando se alaban con agrado.

425 La intuición tiene un aire de adivinación


La señal más evidente de haber nacido con
que halaga más la vanidad que las otras
cualidades de la inteligencia.
433 grandes cualidades es nacer sin la envidia.

426 Latum0res
gracia de la noved ad e: igual a las cos- A J 4 Cuando los amigos nos han engañado hay
anttguas; por mas opuestas que l que ser indiferentes a sus demostraciones
sean, nos impiden darnos cuenta de los defectos de de amistad, pero hay que ser siempre sensible ante
los amigos. sus desgracias.

427 rrecer
La mayoría de los amigos nos bcen abo-
la amistad como la mayoría de los 435 La suerte y los estados de ánimo son los
que gobiernan al mundo.
devotos nos hacen aborrecer la devoción.

428 Perdonamos con facilidad a los amigos los


def~ctos q:.:e no nos conciernen.
436 Es más fácil conocet a la gente en general
que conocer a una persona en particular.

429 Las mujeres que aman perdonan con más 437 sona
No se debe juzgar los méritos de una per-
por sus grandes cualidades sino por el
facilidad l?s grandes indiscreciones que las
uso que hace de ellas.
pequeñas infidelidades.

66 67
4J. . , 8 Hay un cierto tipo de agradecimiento tan 446 Lo c¡ue hace tan imensos los dolores del ri-
dículo y de los celos, es que la vanidad no
intenso que no sólo consigue pagar los fa-
vores recibidos, sino que incluso convierte en deu- sirve para soportarlos.
dores a los a~igos ·al pagarles io que les debíamos.

447 El respeto es la menor de todas las leyes


pero la más seguida.
439 Pocas cosas desearíamos con vehemencia
si supieramos perfectamente lo que desea-
mos.

448 A una conciencia recta le cuesta menos


someterse a un malgeniado que manejarlo.
440 Lo que hace que pocas mujeres sean atrai-
das por la amistad, es que resulta insípida
cuando ya se ha conocido el amor. 449 Cuando la suerte nos sorprende dándonos
un gran puesto sin habernos llevado gra-
dualmente hasta él y sin que nuestras esperanzas
441 En la amistad como en el amor, se es más
feliz por las cosas que se ignoran que por
pretendieran alcanzarlo, resul ta casi imposible con-
servarlo y parecer digno de ocuparlo.
las que se saben.

442 Nos esforzamos en valorizar los defectos 450 Muchas veces el orgullo crece con lo que
eliminamos de otros defectos.
que no queremos corregir.

Aún las pasiones más intensas nos dan al- 451 No hay necios más impertinentes que los
ingeniosos.
443 gún descanso, pero la vanidad nos agita
siempre.
452 No hay persona que se crea, en cada una
de sus cualidades, por debajo de quien más
Los viejos loco~ son más locos que los jóve-
444 nes.
estime en el iúc; ndo.

453 En lo: asuntos importantes, e~ rnejCJr no


445 La debilidad es más opuesta a la virtud que
al vicio.
empenarse tanto en crear ocasiOnes como
aprovechar las que se presentan .

68 69
454 Por lo común, sería un buen
nunciar a lo que de nosotros se dtee de
nego~io
re-
462 Elfectos
mismo orgullo que hace censurar los de-
de le~
que creemos estar exentos,
bueno con tal de que no se diga lo malo. lleva a despreciar las buenas cualidades que no te-
nemos.

455 juzgar,
Por más equivocado que es té el mundo al

463
por lo general se elogian más los fal- Hay más orgullo que bondad en la compa-
sos méritos que se come ten injusticias con los ver- .. sión que se muestra por la desgracia de los
daderos. enemigos; se les compadece para hacerles ver que
estamos por encima de ellos.

456 Algunas veces es posible que un necio ten-


ga ingenio, pero nunca que sea juicioso.
464 Hay un exceso de bienes y males c;ue so-
brepas a la sensibilidad.

457 Se ganaría más mostrándonos como somos


que trata ndo de parecer lo que no somos.

465 Está muy lejos la inocencia de encontrar


tanta protección como el crimen.

458 Los enemigos se acercan más a la verdad


en las opiniones que dan de nosotros, que
las que podemos dar sobw nosotros mismos.
466 De todas las pasiones violentas, 1:::: que me-
nos mal hace a las mujeres es el amor.

459 H?y muchos remedios para curar el amor,


La vanidad obliga a realizar más cosas con-
pe:o ninguno es infalible.
467 tra lo que se desea que la razón.

460 Estamos muy lejos de saber todo lo que las


pasiones nos obligan a hacer.
468 H ay malas cualidad es que hacen grandes
talentos.

461 La vejez es un tirano que prohíbe, bajo


pena de mu erte, todos los placeres de la ju- 469 Nunc'l se desea algo con ardor cuando
ventud. sólo se desea racionalmente .

70 71
~.gitadas por las pasiones, casi nunca están verdade-
47Q Las cualidades sori. inciertas y dudosas,
ramente dominadas por ellas.
tanto en lo bueno como en lo malo, y casi
todas dependen de las ocasiones.
La imaginación sería incapaz de inventar
478 tantos y tan diversos disgustos comu los
471 En los primeros amores, las mujeres aman
al amante; en las demás, al amor.
que de forma natural existen en el corazón de cada
persona.

472 Elotrasorgullo tiene sus caprichos, como las


pasiones; se avergüenza de confesarse
Sólo las personas fuertes pueden ser dul-
479 ces; las que parecen dulces a menudo sólo
celoso, pero se jacta de haberlo sido y de poder son débiles, y su dulzura se convierte fácilmente en
serlo. acidez.

48 0 Lagrosotimidez
Por raro que sea el amor, lo es menos que
473 la amistad.
es un defecto que resulta peli-
criticar en las personas a las que se
desea corregir.

474 que
Hay pocas mujeres cuyo mérito dure más
su belleza.
48 1 Nada hay más raro que la bondad auténti-
ca; los que se creen buenos a menudo sólo
son complacientes o débiles.
El deseo de ser compadecido o admirado
475 constituye la mayor parte de la confianza.
48 2 Elagradable
espíritu se aficioi1a a lo que le e~ fácil _Y
por pereza y costumbre. t.ste ha-
bito pone siempre límites al conocimiento, y por eso
476 La envidia dura siempre más tiempo que la
felicidad de los que envidiamos.
ninguna persona se: ha tomado el trabajo de ex-
tender y guiar su esi)~~~tu tan lejos como podría ha-
cerlo.

477 La misma firmeza que sirve para resistir ai


amor, sirve para hacerlo más intenso y du- Por le general, se es charlatán por vanidad
radero; y las persons.~ débiles, que están siempre 483 antes que por malicia.

73
72
484 Cuando el corazón aún está dolido por el 491 Cas~ siem~re la avanctd ex~~ema lleva _a
recuerdo de un amor, se halla más pró- eqmvocac10nes; no hay pas10n que ale¡e
ximo a uno n uevo que cuando está sano por com- tanto de su fin como ésta, ni sobre la cual tenga
pleto. más poderei r:rf:~ent~ en perjuicio del porvenir.

485 Los que tuvieron grandes pasiones, se sien-


492 contranos
La avaricia produce a menudo resultados
ten toda la vida dichosos y desgnwiados a lo que pretende: hay un nú-
por haberse curado de ellas. mero infinito de personas que sacrifican todo su
bienestar por esperanzas dudosas y quiméricas; otras
que desprecian grandes ve ntajas futuras por peque-
486 Hay más gente sin interés que sin envidia.
ños intereses presentes.

Parece como si a la gente no le bastaran


487 Es más perezoso nu es tro espíritu que nues- 493 sus defectos, p11 es aumentan su número
tro cuerpo. con ciertas cualidad es singulares con las que presu-
me adornarse , y las ejercita con tan to esmero que
acaban convirtiéndolas en defectos naturales impo-
488 La calma o la agitación de nuestro ánimo, sibles de corregir.
no depende tanto de los hechos importan-
tes que nos suceden en la vida, como de haber lle-
gado a una solución cómoda o de~ agra dabl e en las
pequei'las cosas de la vida diaria. 494 deLo susquefaltas
demu estra que las personas saben
mej or de lo qu e por io general
se cree, es que nunca las incluyen en sus explicacio-
nes sobre lo que hacen; el mismo amor propio que
48 9 Por más m a ld ~cl que exista en la gente, na- de ordinario los ciega, los ilumina en esas ocasiones,
proporcionándoles argumentos tan contundentes
. d1e se atreve na a mostrarse enemiga de la
virtud , v c"and0 ~ l g uien quiere perseguirla, finge que hacen desaparecer o disfrazan la menor cosa
cree rla fa lsa o k atribuye crín1enes . que pudiera reprochárse les.

490 Mu~has veces se pasa del amor a la am-


495 Es mejor que los jóv u1es que comienzan a
btclon, pero no es común pasa r de la ambi- alternar socialmente se muestren tímidos o
ción al amor. atolondrados; un aire de suficiencia y soltura se
convierte por lo co mún en una impertir,utcia.

74
75
496 Los pleitos no durarían mucho si la razón 504 Después de haber hablado d~ la falsedad
sólo estuviera e~ una parte. de tantas virtudes aparentes, es necesario
decir algo sobre la hipocresía que existe en el des-
precio a la muerte. Escucho hablar de ese desprecio

497 De nada sirve ser joven sin ser bella, ni be-


lla sin ser joven.
a la muerte a los paganos quese jactan de sacar va-
lor de su~ propio.s fuerzas y que afirman no tener es-
peranzas de una vida mejor. Pero existen diferen-
cias entre aceptar la muerte como algo irremediable
498 Hay gente tan superficial y frívola que ca- y despreciarla. Lo primero es bastante común, pero
pienso que la otra posición no es nunca sincera. Sin
rece de verdaderos defectos y de sólidas
cualidades. embargo, se ha escrito todo lo que ha sido posible
para convencemos de que la muerte no es un mal, y
tanto las personas más débiles como las más valien-
tes han dado mil ejemplos célebres para confirmar
499 Por lo común, no se cuenta el primer amor
de una mujer sino cuando tiene el se- esa opinión. Pero dudo que alguien de buen juicio
gundo. lo creyera alguna vez, y se demuestra con claridad
que no es una tarea fácil por el esfuerzo que se em-
plea para convencer tanto a los otros como a uno
500 Hay gente tan preocupada por sí misma,
mismo. Pueden existir muchos motivos para estar
cansado de la vida, pero nunca se tiene razón para
que al enamorarse se interesa más por lo
despreciar a la muerte. Los mismos que se quitan la
que siente que por lo que siente la persona a la que
ama. vida por su propia voluntad, no la consideran des-
preciable, y se asustan y la rechazan como cualquier
otro cuando les llega por un ca mino que no es el
5O 1 El an_:or, por agradable que pueda ser, gus- que ellos eligieron.
La desigualdad que se nota en el valor de un
ta mas por las maneras con que se expresa
que por él mismo. número infinito de personas, se debe a que la muer-
te se presenta de diversas maneras ante la imagina-
ción, y algunas veces parece estar más cerca que en
úLtas. De ahí que después de despreciar lo que no
502 Poco ingenio con rectitud, aburre menos a
la larga yue mucho iügenio con deshones-
conocen, tengan al final temor de lo que conocen.
tidad. Se debe evitar mirar a la muerte con todas sus con-
secuencias, para poder dejar de creerla el peor de
todos los males. Los más hábiles y los más valientes
5O J El más grande de todos los males del mun- son los que buscan los mejores pretextos para evitar
do son los celos, y es también el que me- tenerla presente, pero cualc¡uiera que sepa verla tal
nos compasión produce en quien los causa. como es debe considerarla espantosa.

76 77
La inevitabilidad de b muerte es lo que daba por ejemplo, se dedicaron a meditaciones ilustres, y
entereza a los filósofos: creían que era mejor ir con un plebeyo, hace algún tiempo, se tranquilizó bai-
buen ánimo adonde era inevitable presentarse, y al lando en el cadalso donde iba ser ejecutado. Por lo
no poder hacer ecernas sus vidas, se esforzaban al tanto, aunque las expresiones sean diferentes, pro-
máximo para convertir en eterna su fama y lograr ducen iguales resultados, y, por más desnivel que se
salvar del naufragio lo que podría tener alguna posi- dé entre las grandes personalidades y la gente co-
bilidad. Resignémonos, para poner buena cara, a no mún, está comprobado por miles de ejemplos, que
decir todo lo que se piensa de la muerte, y confie- todos reciben la muerte de la misma manera; y aun-
mos más en nuestra manera de ser que en todas las que también sea verdad que suele darse alguna dife-
débiles razones que se nos dan para creer que se rencia entre el desprecio que las grandes personali-
puede enfrentar a la muerte con indiferencia. dades fingen ante la muerte gracias a que su amor a
La gloria de morir con ecuanimidad, la espe- la gloria les nubla el entendimiento, y la poca capa-
ranza de ser llorado, el deseo de deJdr '!11 buen pres- cidad de la gente común que les impide darse cuen-
tigio, la seguridad de desligarse de las miserias de la ta de la magnitud de su desgracia, logrando, así, la
vida y no depender más de los caprichos de la suer- libertad para ponerse a pensar en otras cosas.
te, son remedios que no se deben rechazar pero
tampoco suponer infalibles. Sirven para tranquili-
zarnos, igual que un simple arbusto, durante la gue-
rra, nos lleva a imaginar que puede protegernos de
las balas: cuando se está lej0s, es fácil pensar que
ahí encontraremos protección, pero al acercamos
vemos que nos protegerá poquísimo. Es falso creer
que la muerte nos parecerá de cerca lo mismo que
pensabamos de ella cuando estaba lejos; y es aún
más falso suponer que nuestra entereza, que es muy
débil, nos dará la fuerza necesaria para enfrentar la
más dura de todas las pruebas. Es conocer muy poco
a nuestro amor propio, creer que él nos ayudará a
enfrentar a lo que va destruirlo; y la razón, en que
tanta esperanza ponemos, es demasiado limitada en
; ,
este trance para convencernos de lo que queremos
creer: en verdad, la razón será la que más nos trai-
cione, y en vez de inspirarnos desprecio a la muerte,
nos enfrentará a lo que tiene de espantosa y terri-
ble . Lo más que puecie hacer la razón para ayudar-
nos, es aconsejarnos que se desvíe la atención de la
mu erte para dirigirla a otros temas. Catón y Bruto,

78 79
MÁXIMAS SUPRiMIDAS DE LAS cuando se encuentra en reposo, y que piense habP.r
PRIMERAS EDICIONES* perdido sus apetencias cuando las ha saciado.
Pero esta espesa obscuridad que lo ciega a sí
mismo, no le imp1de ver pe;:fectamente lo que está
5Q5 El amor propio es el amor por uno mismo y fuera de él, pues es igual a nuestros ojos, que lo ven
de querer todas las cosas para uno; con- todo pero son ciegos para ellos mismos. En efecto,
vierte a las personas en adoradores de ellos mismos, en sus intereses principales y en los negocios más
y los volvería tiranos de la otra gc:ute si la suerte les importantes, cuando la [üerza del deseo exige la to-
diera los medios para serlo; no se interesa más que talidad de su atención, mira, siente, escucha, sospe-
por sí mismo, y sólo presta atención a la gente ajena cha, profundiza y adivina todo, de tal forma, que se
como las abejas sobre las flores para extraer lo que está tentado a creer que cada una de sus pasiones
necesitan. Nada tan impetuoso como sus deseos, tiene una especie de magia que le es propia. Nada
tan oculto como sus fines, ni tan hábil como su es tan íntimo y tan fuerte como sus ataduras, que él
conducta; sus manejos son inimaginables, sus trans- trata inútilmente de romper por los enormes males
formaciones sobrepasan a las de la metamorfosis y que lo amenazan. Sin embargo, a veces logra en
sus refinamientos a los de la química. No se pueden poco tiempo y sin ningún esfuerzo lo que no ha po-
sondear sus profund idades, ni traspasar las tinieblas dido consegu ir a lo largo de muchos años y con
de sus abismos. Ahí está protegido de las miradas todo el esfuerzo posible; de donde es posible con-
más penetrantes , y da miles de insensibles torsiones cluir, con cierta verosimilitud, que es por él mismo
y contorsiones. Ahí es, por lo común, invisible ante que se encienden sus deseos, antes que por la belle-
sí mismo; ahí engendra, alimenta y ecl11ca, sin saber- za o el mérito de sus fines, ya que son sus propias
lo, a un gran número de cariños y de odios, algunos preferencias las que les dan valor y las adornan para
de ellos tan monstruosos, que cuando están termi- que sean bellos; en fin, que él corre siempre detrás
nados los repudia sin atraverse a confesar que son de sí mismo y sigue su capricho cuando persigue las
producto suyos. E !l ~sta oscuridad que lo ciega, na- cosas por las que se ha encaprichado.
cen las ridículas ideas que ne sí mismo tiene; de ahí Él tiene en sí mismo a todas las contradicciones;
surgen los errores, la ignorancia, las groserías y el es mandón y obediente; sincero e hipócrita; miseri-
simplismo de los que está hecho; de ahí que él crea cordioso y cruel, tímido y audaz; tiene muy diferen-
que sus sentimienros están muertos cuando sólo se tes inclinaciones, de acuerdo a los diversos estados
hallan adormecidos, que diga que no desea correr el..: ánimo que lo dominan, e igual un día se inclina
a lograr la gloria y al siguiente a obtener ri4uezas y
placeres. Se altera según la modificación de nuestra
* La Rochefoucauld supimió diversas máximas que figura - edad, fortuna o experiencia, pero le es indiferente
ban en las primeras ediciones. A partir de la edición del abate
::'.ú)tier en 1789, es cos tumbre incluirlas a continuación de las tener varias o una sola aspiración, pues le es posible
c¡:Je pud ríz.n comide rarse como definitivas para el autor. El nú- dividir su atención en muchZ<s o en una sob, de
mero entre paréntesis que figu ra al final de cada máxima, co-
acuerdo a lo que le resulta necesario y quiere. Es in-
rresponde al lugar que ocupaban en las primeras ediciones, en
especial la prime ra de 1665. (N . del T.) constante, y aparte de los cambios que se originan

80 81
en motivaciones ajenas, hay una infinidad que na- 506 Todas las pasiones no son otra cosa que di-
cen de él mismo y tienen su misma constitución; es ferentes grados de calor o de frío en la san-
inconstante por inconstancia, por ligereza, por gre. (13)
amor, por novedad, por cansancio y por hastío. Es
caprichoso, y algunas veces se le puede ver dedicar-
se con un esfuerzo enorme a cumplir tareas increí- 50 7 La moderación ante la suerte no es sino re-
bles, con el propósito de obtener fines que no le son sultado del temor por la vergüenza que si-
beneficiosos y que incluso le van a resultar perjudi- gue al júblio, o el miedo de perder lo que se tiene.
ciales, pero en las que se empeña tanto porque así (18)
son sus deseos. También es excéntrico y pone su
máxima atención en las ocupaciones más frívolas,
halla placer en las más insípidas y conserva el orgu-
llo en las más despreciaules. Es posible hallarlo en
508 La moderación _es c~mo la sobriedad: con
gusto se comena mas, pero sabemos que
cua lquier etapa de ia vida y bajo la condición que
nos hará daño. (21)
sea; vive en todas partes y vive de todo, vive de
nada; se acomoda a bs cosas y a las privaciones; se
une al partido de las personas que lo combaten, par-
Todo el mundo critica en los otros lo que
ticipa en sus planes y, lo que es más aso mbroso, se
odia a sí mismo junto con ellos, clama por su derro-
509 los otros critican de uno. (3 3)

ta y se esfuerza incluso por lograr su ruina. En resu-


men, que sólo le interesa existir, y con tal de lograr-
lo no le importa ser su propio enemigo. En 510 El orgullo, como si estuviera cansado de
consecuencia, nadie debería extrañarse de que se disimular y de sus diferentes metamorfosis,
entregue a la más dura austeridad y se asoc ie con después de represc ;--..~ar a todos los pe rson ajes de la
ella para destruirse, ya que al mismo tiempo que se comedia humana se muestra con un rostro natural y
arruina por un lado , se restablece por el otro. Cuan- se descubre que es la soberbia; de ca: i1lanera, que
do se piensa que abandona sus placeres, lo que en hablando con propiedad, la soberbia es el de~Lc:llo y
verdad hace es suspenderlos o cambiarlos, e, in- la expresión del orgullo. (3 7)
cluso, cuando parece vencido y cree haberse libra-
do de él, se le encu entra triunfante en su propia de-
rrota. Es una especie de fe licid ad saber hasta qué
Ésta es la pintura del amor propio, que tod a su 511 punto se puede ser desgraciado. (53)
vida nu es más que una g;·z.;--.. agitación. El mar es su
imagen exacta; el amor propio encuentra en el flujo
y refluj o de las ol::-,s continu as , una expresión fiel de Cu ando no se encuentra la paz en uno
la t ·-~ ~bulenta sucesión de sus pensamiuttos y de sus 512 mismc , es inútil buscarla afuera. (55)
movimientos eternos. (1)

82 83
513 Primero _sería necesario responder de nues- 52 Ü Es demostración de poca amistad no darse
tra prop1a suerte antes que poder respon- cuenta cwmdo se enfría la de nuestros
der de lo que haremos (70) amigos. (98)

En la desgracia de nuestros mejores amigos


514 elEl espíritu
amor es al espíritu del que ama, lo que
es al cuerpo que anima. (77)
521 siempre hallamos algo que no nos desagra-
da. (99)

515 Como jamás se tiene la libertad de amar o


de dejar de amar, el amante no puede que- ·
jarse con justicia de la inconstancia de su amada, ni
52 2 ¿Cómo pretender que alguien guarde nues-
tros secretos, cuando somos mcapaces de
ella de la ligereza de su amante. (81) guardarlos nosotros mi:c-nos? (100)

516 La justicia en los jueces moderados no es


sino amor por sus ascensos. (89)
523 La ceguera ante la realidad es la conse-
cuencia más peligrosa del orgullo; sirve
para alimentarlo y para hacerlo crecer, e impide sa-
ber los remedios que podrían aliviar las miserias y
Nadie como los perezosos para apresurar a curar los deft~..tos . (102)
517 los otros cuando ya han satisfecho su pere-
za y quieren aparentar ser diligentes. (91)

524 Seencontrarla
dej a tener razón cuando ya no se espera
en los otros. (103)
518 Cuando estamos cansados de amar, nos
· alegra que nos sean infieles porque así nos
poderr:.os liberar de nuestra fidelidad. (95)
525 Los filósofos, y Séneca sobre todos, no dis-
minuyeron las maldades con sus preceptos;
519 La primera manifestación de alegría por la
sólo lograron que se aplicaran al engrandecimiento
del orgullo. (105)
buena suerte de los amigos, no proviene de
nuestra generosidad natural ni de la amistad que te-
nemos con ellos; es resultado del amor propio que
nos hace tener la esperanza de ser dichosos también 526 Los más sabios actúan así en las cosas sin
o poder lograr algo de los re~~Iltad os de su buena import2ncia, pero no lo son casi nunca en
suerte. (97) los asuntos más impow:ntes. (132)

84 85
527 La más sutil locura surge de la más sutil
cordura. (134)
personas comunes, sino aquellas que aspiran a fina-
lidades más grandes. ( 161)

528 La sobriedad es amor a la salu d o impo ten- 53 5 Los reyes actuan con las pers{)n as como
cia de comer mucho. (135) con las moneda&: les dan el valor que quie-
ren, y nos obligan a aceptarlas según esa cotización
y no po r lo que en verdad valen. (165)

529 Nunca se olvidan mejor las cosas que


cuando se está harto de hablar de ellas.
(144) La ferocidad natural nos hace menos crue-
.536 les que el amor propio. (174)

N0 se censura el vicio ni se e logia la virtud


530 más que por interés. (151)
53 7 Se podría decir de todas nuestras virtudes
lo que dij o un poeta italiano de la honesti-
dad de las muj eres : que a menudo no es otra cosa
531 El elogio que se nos hace po r lo menos sir-
ve para conti!:u ar practicando la virtud .
que el arte de pa recer honesta. (176)

(155)

53 8 H ay mald ades que se convierten en ino-


centes, y h:::sta en gloriosas, por su esplen-
532 El amor propio impide que q uien nos adula
sea nuestro más grande adu lador. (157)
dor, su número y su exceso; de ahí que se considere
una habilidad robarle al Estado y conquistar a apo-
rlt>rarse injustamente de provincias. (192)

53 3 No exis te~ distinciones entre ios diversos


ttpos de colera, a pesar de que exista una
En las personas nunca se encuentra el bien
ligera y casi inocente que nace del ardor de nuestro
temperamento, y otra, muy malvada , que es, ha-
539 o el mal en ev:ceso. (20 1)
biancio c u tl pro;JieciaJ, el furor de nue ~ tro o:g11llo.
(159)
S40 Los que son incapaces de cometer grandes
crímenes no sospechan fácilmente de los
demás. (208)
534 Los gra ndes espíritus no son los que tienen
menos pasiones y mayores virtudes que las

86 87
541 La pompa de los entierros tiene más que
ver con la vanidad de los vivos que con 546 Se fijan más a menudo iímites al agradeci-
miento que a los deseos y las esperanzas.
honrar a los muertos. (213) (241)

54 2 Cualquiera que sea la incertidumbre y la 54 7 La imitación es siempre lamentable y todo


variedad que exista en el mundo, se ad- lo que es copiado desagrada por las mismas
vierte, sin embargo, cierto encadenamiento secreto cosas que gustan cuando son naturales. (245)
y un orden regulado durante todo el tiempo por la
Providencia, la cual hace que cada cosa camine en
orden y siga el curso de su destino. (225) 548 No siempre lamentamos la pérdida de
nuestros amigos por sus méritos, sino por
nuestras propias necesidades y por la opinión que
543 La intrepidez debe sostener el corazón du- creemos haberles dado de rúlestra valía. (248)
rante las conjuraciones, mientras que sólo
el valor da la fuerza necesaria para enfrentar los pe-
ligros de la guerra. (231) 54 9 No es nada fácil distinguir la caridad gene-
ralizada y propagada por todo el mundo,
de una gran habilidad. (252)
544 Quien quiera definir su victoria como con-
secuencia de una suerte por su nacimiento,
esta tentado, al igual que los poetas, de llamarla
"hij a del cielo", ya qu e su origen no se encuentra en
55 Q Para poder ser siempre bueno es necesario
que los demás crean que nunca podrán ser
la tierra. Y en verdad, ella es resultado de una infi- con nosotros impunemente malos.
nidad de acciones que, en lugar de tenerla como un
fin por sí misma, responde a los intereses particula-
res de los que actúan, ya que todos los que forman
el ejército, al tratar de obtener su propia fama y su 551 La confianza de agradar es casi siempre un
medio infalible para desagradar. (256)
engrandecimiento, consiguen, a la vez, un bien muy
grande y ger.eralizado. (232)

55 2 La confianza en uno mismo origina la que


No se puede asegurar la valentía cuando se tenga en los demás. (258)
545 nunca se ha estado en peligro. (236)

55 3 Hay una revolución general que cambia la


88 8Q
sensibilidad de las personas del mismo lllodo que las en todas las cü cunstancias de nuestros sentimien-
fort:.mas d el mundo . (259) tos, de nuestros intereses y de nuestros pl8ceres; es
la rémora que posee la fuerza suficiente para dete-
ner los más grandes navíos; es una bon anza más pe-
55 4 La verdad es el fundamento y la razón de ligrosa en los asuntos importantes que los escollos y
la perfección y de la belleza; una cosa, de las furiosas tempestades. La calma de la pereza es
cualquier naturaleza que sea, no podría se r bella y un hechizo secreto del alma que interru mpe de
perfecta si no fuera todo lo que verdaderamei'.~e de- pronto las más apasionadas búsq ~:e das y las decisio-
be ría de ser y no tuviese todo lo que debería tener. nes más obstinadas. Para dar una idea verdadera de
(260) esta pasión, es posible decir qu e la pereza es como
una be ::1 titud d el alma, que la consue la de todas las
pérdidas y remplaza a todos sus bienes. (290)
55 5 Hay cosas bellas que son más impactantes
cuando son imperfectas que cuando están
demasiado bien acabadas. (262)
559 Gusta mu cho precaverse de los o tros, pero
no qu e es tén precavidos de nosotros.
(296)
55 6 La magnimidad es un nob le es fuerzo del
orgullo que hace de las personas dueúas de
sí mismas para que pued an ser dueúas de todas las 560 Es un a enfermedad muy molesta tener que
cosas. (27 1) conse rvar la salud por un régimen muy es-
tricto. (298)

El lujo y los grandes refinamientos en los


55 7
- estados, son el presagie seguro clt> s11 deca-
561 Es más fácil enamorarse cuando no se ama,
dencia, ya que al dedicarse todos los p ::.~ ~iculares a que dejar de amar cuando se ama.
sus propias satisfacciones, se despreocupan del bien
público .
56 2 La n: ::!yoría de las muj eres se rinden en el
amo r más por debilid ad q ue po r pasión ; de
55 8 De todas las pasiones, la pereza es la que
ahí se desprende el mo tivo po r el que los hombres
más atrev idos son los que triunfan con mayor fre-
menos reconocemos en noso tros m1smos ;
es la más ardiente y maligna de todas, a pesar ele cuencia que los ot ros, aunqu e es to no quiera decir
que Sci fu erza es ins ensibl e y los daúos que causa que sean más d ignos de ser amados. (301)
penn ancce n ocultos. Si se analiza con atención su
r oder, se puede comprobar que ella se ha adue ú ad o

90 91
Amar poco es en el amor un medio se;;mo DIVERSAS MÁXIMAS AGREGADAS A LAS
563 para ser amado. (302) EDICIONES DE IA ROCHEFOUCAULO *

564 La sinceridad que se exigen uno y otro de


Muchos quieren ser devotos, pero nadie
los amantes para que les digan si ya no son
amados, no es tanto para saber que no se les ama,
S69 quiere ser humilde.
como para tener la seguridad de continuar siendo
amados mientras no se les diga lo contrario. (303)
S7Q El trabaj o del cuerpo alivia las penas del
espíritu, y eso es lo que permite ser felices
La comparación más justa que J..>Uede ha- a los pobres .
565 cerse del .:.mor es con la fiebre: ::-:.o tenemos
el más mínimo poder sobre una u otra, ni sobre su
intensidad, ni su duración. (305)
S71 Las verdaderas represiones personales son
las que no conoce nadie; a las otras la va-
nidad las hace fá ciles.

S66 La mayor inteligencia de los menos inteli-


gentes es saber someterse a la buena direc-
ción de mros. (309) S72 La humildad es el altar en el que Dios
quiere que se le ofrezcan sacrificios.

S67 Siempre tememos. ver a la persona que se S7J Se necesitan pocas cosas para hacer feliz a
ama cuando vemmos de coquetear por un hombre sensato; n aJa puede contentar
otro lado. (372) a un insensato; por eso la mayoría de la gente es
desdichada.

Uno puede consolarse de sus faltas cuando * Las máximas siguientes proceden de diversas fu entes, en
S68 tiene la fuerza de reconocerlas. (3 7S)
especial de la sexta ed ición, publicada por Claude Barbin en
1693. Conviene recordar que La Rochefoucauld había fallecido
doce años antes. Otras máximas han sido sacadas de cartas ma-
nuscritas y algunas ta mbién proceden de papeles que dejó a su
;;-·'ene y que prefirió no incluir en las ediciones que se hicie r•' "
mientras vivió. De algu na manera, este apartado es como "un
cajón de sastre" en el que se ha incluido todo lo que apa rentaba
teEer forma de máxima, y aunque algunas de ellas repiti eran
ideas básicas de las máximas que se publicaron durante la vida
del autor. Es común incluirlas en las edKiones modernas, a las
cuales segu tmos , pero se creyó pertinente agregar este o me ma -
rio. (N. del T.)

92 93
574 Nos esforzamos menos par3 ser felices que S82 A veces a un marido !e resulta agradable
para h acer creer que lo somos. tener una esposa celosa: así escucha hablar
siempre de la que ama.

575 Es mucho más fácil aplacar un primer de-


seo que satisfacer a todos los que lo siguen.
S83 iQué digna de lástima es una mujer cuan-
do tiene al mismo tiempo el amor y la
virtud!

S76 La sabiduría es al alma lo que la salud al


cuerpo.

584 Una persona sagaz sabe que le sale más a


cuenta no participar que vencer.
577 Como las grandes person alides de la Tierra
no pueden darnos la salud del cuerpo ni la
tranquilidad del espíritu, hemos comprado siempre
muy caros todos los bienes que pueden hacer. 585 Es más necesario est udiar a las personas
que a los libros.

S78 Antes de de~c:ct r con intensidad algo, con- La felicidad y la desgracia por lo común
S86 van a parar
viene examinar qué felicidad disfruta el Ci1 los que más tienen de lo
que ya la tieue. uno o de lo otro.

57 9 Un verdadero amigo es el más grande de Una mujer hone sta es como un tesoro es-
58 7 condido:
· - todos los bienes, y es el que menos se pien- el que lo en cuentra hace muy
s?. ?dquirir. bien en no andar diciéndolo.

C uando se ama mucho es difícil darse


S80 Los arr,o.ntes sólo ven los defectos de quic:u
aman cuando termina el encantamiento. S88 cuenta c1e qu e dejaron de amarnos.

581
La prudencia y el amor no están hechos el
uno para el otro; conforme el amor cre ce la
S89 Nos censuramos para ser elogiados.
prudencia disminuye.

94 95
590 N ada más natural ni engañoso que el 59 8 D ios o torgó diferences capacidades a las
creerse amado. personas, del mismo modo como plan tó en
la naturaleza dive rsos árboles, de tal modo que cada
capacidad, al igual que cada árbol, tiene propieda-
Nunca es tan difícil hablar bien como des y obtiene resultados que le scin propios. Es por
591 cuando se tien e vergüenza de callar. esto por lo qu e el mejor peral del mundo no puede
dar las manzan as más comunes ni las capacidades
más brillantes obtener los mismos resultados que las
más vulgares. De ahí también que sea tan ridículo
592 Preferimos tratar a los que favorecemos
que a aquellos que nos favorecen. querer escribir máximas sin h aber nacido para ello,
como espe rar que un huerto produca tulipanes
cuando se han se mbrado verduras .

593 Es más difícil disimular los sentimientos


que se tic:ten que fingir los que n o te-
Los que valoran demasiado su nobleza, no
nemos . 599 aprec ian lo suficiente su origen .

594 atención
Las amistades que se reinician ex igen más
que las que Itunca se h an inte- 600 T odo nos atemoriza en nues tra condición
rrumpido. de mortales, pe ro todo lo deseamos como
si fu éramos inmortales.

595 Un a persona a la que no le gusta n adie es


más infe liz que la que no gusta a nad ie. 60 1 El remedio de !·::Js ce los es la acep tación de
lo qu e se teme , pu es ello lleva consigo el
fin de la vida y del amor; es un remedio cruel, pero
mej or que las dL:d:::s y las sospechas.
596 El infierno de las mujeres es la vejez.*

L~s desgracias de los uLros gustan por igual


59 7 Es irn¡Josible enumerai t:odas las clases d~ 602 ::! 1migos y e ne migos.
vamdad .

* Esta má xima, una de las más célebres de La Rochefou-


ca uld, se publi có a principios del siglo XVIII en una biografía de 603 El interés es el alma del amor propio, de
Samt-Evrt •.. nnt, y se decía qu e estaba dedicada a ia famosa cor- man era que así como el cuerpo privado de l
tesana N inon de Lenc los. H ay ciertas dudas sobre su ve racidad. alma carece de vista , oído , conocimiento, se nti-
(N . de l E.)

96 07
miento y movimiento, de igual modo el amor propio depende adquirirla~ y emplearlas sin hacer el mal. Y
separado del interés, ni ve, ni siente, ni entiende, ni en vez de que sirvan para alimentar y aumentar las
actúa. Esto explica que la misma persona que es ca- maldades, al igual que la madera aviva el fuego, po-
paz de recorrer mares y montañas a fin de satisfacer demos emplearlas en favorecer a todas las virtudes
su propio interés, queda inmovilizada cuando tiene y convertir nuestras riquezas en algo beneficioso y
que hacerse por intereses ajenos. De ahí, igualmen- brillante.
te, el adormecimiento y casi muerte que causamos a
los que decimos nuestras preocupaciones y la súbita
resurrección que se produce si agregamos algo que
concierne al oyente. Así es posible concluir que una
609 Una demostración convincente de que las
personas no han sido creadas como son
persona muere o resucita de acuerdo a la proximi- ahora, es que cuanto más razonable se hace, más se
dad o alejamiento de su interés. avergüenza en su interior por la extravagancia, ba-
jeza y corru pción de sus sentimientos e inclina-
ciones.
604 Lo que nos permite atribuir a los demás los
defectos que queramos, es una muestra de

610 deLo lasquemáximas


la facilidad con que creemos lo que deseamos. lleva tanto a discutir la veracidad
es el temor de se r descu-
biertos por ellas.
605 La esperanza y ~1 temor son i~separables;
no hay remar sm esperanza, m esperanza
sin temor.
611 El poder que tienen sobre nosotros las per-
sonas que amamos es cast stempre mayor al
que tenemos sobre nosotros mismos.
606 Lo que impide aceptar la verdad de las
máximas que demuestran la falsedad de
las virtudes, es la facilidad con que creemos que en
nosotros sí son verdaderas.
612 Ce nsuramos con facilidad los defectos aje-
nos pero los argumentos no nos strven
para corregir los nuestros.
El fin del bic::.. es un mal y el de un mal el
607 bien.
613 Tan desgraciadas son las personas, que a
pesar de encaminar sus vidas a satisfacer
sus pasiones, se quejan continuamente de la tiranía
608 Los filósofos condenan las riquezas por el
mal uso que se hace de ellas. De nosotros
que las pasiones ejercen sob re ellas; no pueden so-
portar su intensidad ni son capaces de hacer el es-

98 99
fuerzo necesario para liberarse del yugo, es d~cir, no mismos como la tuvo el loco de Atenas que protes-
se resignan ~ soportar los dolores que les producen tó porque un médico le curó la manía de ser rico.
ni reúnen las fuerzas para salir de ellas.

62Q Lo que se llama virtud a menudo no es


614 ~s logros y fr~casos que vivimos, no nos
sino un fantasma creado por nuestras pa-
siones, y a la que se da un nombre respetado para
atectan por su tmportancta smo por la re-
lación que tienen con nuestra sensibilidad. hacer lo que se quiere impunemente.

El aburrimiento infinito acaba por entrete-


615 nernos.

Por lo común se elogia o ce nsu ra la mayo-


616 ría de las cosas por la moda de elogiarlas o
censurarlas.

61 7 La justicia ~ólo es el miedo que se tiene a


que nos qmten lo que es nuestro; de ahí
nace esa consideración y respeto por los bienes del
prójimo y el escrupuloso principio de no perjudicar-
lo en sus intereses. Este miedo es el aue mantiene a
las personas dentro de los límites de .los bienes wue
recibieron por herencia o por suerte, y es el que eli-
mina la necesidad de tratar de arrebatar lo ajeno.

Se critica a la justicia no porque se la des-


618 precie sino por la injusticia que se recibe
de ella.

619 Tanta razón tenemos para quejarnos de los


que nos enseñan a conocernos a nosotros

100 101
REFLEXIONES
De lo verdadero

o
L verdadero, en cualquier sujeto en que se en
cuentre, no puede ser oscurecido por compara-
ción con otra verdad, y cualquier diferencia que
exista entre dos sujetos, lo que es verdad en uno no
puede oscurecer lo que es verdad en otro: pueden
ambos tener mayor o menor extensión, o ser más o
menos brillantes, pero siempre serán iguales por su
verdad, que no es mayor verdad en el más grande
que en el más pequeño. El arte de la guerra está
más extendido y es más noble y brillante que el de
la poesía, pero el poeta y el guerrero son compara-
bles uno con otro, e igual, en tanto que son en ver-
dad lo que son, con el legislador, el pintor, etcétera.
Dos sujetos de la misma naturaleza pueden ser
diferentes y hasta opuestos, como lo son Escipión y
Aníbal, Fabio Máximo y Marcelo; sin embargo, por-
que sus cualidades son verdaderas, subsisten en pre-
sencia unas de otras, y no se oscurecen mutuamen-
te por la comparación. Alejandro y César regalan
reinos; la viuda obsequia una insignificancia, pero
por muy diferentes que sean cst:os regalos, la libera-
lidad es verdadera e igual en cada uno dP ellos, y
cada cual da en proporción de lo que es.
Un sujero puede tener varias verdades, y otro
puede tener nada más que una: el que posee varias
verdades es de mayor precio y puede destacar en lu-
gares donde el otro no destaca; pero en el lugar en

105
que uno y otro son verdaderos destacan en iguales impide resaltar lo que de verdadero y bt:llo existe en
la otra.
condiciones.
Epaminondas fue gran capitán, buen ciudada-
no, gran filósofo, y más estimable que Virgilio por-
que poseía más verdades que éste, pero como gran
capitán, no era Epaminondas superior a Virgilio II
como gran poeta, porque en este punto no era más De la amistad
verdadero que él. La crueldad de aquel niño, a
quien un cónsul ordenó matar por haberle arranca-
do los ojos a una corneja, es menos importante que
la de Felipe II, que mandó matar a su hijo, Y quizá
estuviera menos mezclada con otros vicios. Pero el
No es mi intención hablar de la amistad al referir-
me al trato social; aunque tengan alguna rela-
ción, son, sin embargo, muy diferentes; b primera
grado de crueldad ejercido sobre un simple animal posee mayor nobleza y dignidad, y el mérito más
ocupa el mismo rango que la crueldad de los prínci- grande de la otra será buscar parecérsele. Ahora no
pes más crueles, porque los diferentes grados de hablaré, por lo tanto, sino del trato que las personas
crueldad poseen una verdad idéntica. honestas ¿eben tener entre ellas.
Cualquiera desproporción que exista entre dos Inútil será decir cuán necesaria es para las per-
cosas poseedoras de las bellezas que les son necesa- sonas el trato social: todas lo buscan y lo desean,
rias, no permite olvidar la belleza de ambas; de ahí pero pocas emplean los medios necesarios para ha-
se desprende que Chantilly no opaca a Liancourt, a cerlo agradable y duradero. Cada cual busca su pla-
pesar de que posee un número infinitamente mayor cer y sus beneficios a costa de las demás personas;
de bellezas diversas, y que Liancourt tampoco eclip- nos ponemos por delante de aquellas cn11 las que
se a Chantilly, pues éste posee las bellezas que con- hemos de convivir, y casi siempre se les hace sentir
vienen a su alteza el Príncipe, y Liancourt las que esta preferencia: y esto es lo que e¡--,;:urbia y de struye
son propias a un particular, y así es que cada una el trato socÍal. Sería preciso, al menos, tratar de
ostenta verdaderas bellezas. Sin embargo, a veces se ocultar este deseo de darnos ¡:;referencia, tan natu-
ven mujeres de una belleza deslumbrante aunque ral además, para poder deshacernos de él; es conve-
irregular, que eclipsan a otras verdaderamente más niente compartir los placeres con los otros, y poner
bellas; pero como la sensibilidad, que fácilmente se mucha atención en no herirles nunca en su amor
adelanta, es el juez de la belleza, y como la belleza propio.
de las personas más bellas no siempre es la misma, si La inteligencia i:;.fluye mucho para lograr estos
se diera el caso de que las mujeres menos bellas importantes objetivos, pero no es suficiente para
eclipsasen a ias demás, será sólo durante algunoc que ella sola nos guíe por los diversos caminos que
momentos, tal vez porque la diferencia de la luz y hay que seguir. La relación que se da entre diferen-
del día influye para discernir, más o menos, la ver- tes pt:rsonalidades, no mantendría por mucho tiem-
dad existente en los ra~gos y en los colores, y desta- po el trato social si no estuviese regido por el senti-
ca ju stamente lo que la menos bella tiene de bello e do común, por la buena disposición y las atenciones

106 107
que debe haber entre las personas que desean vivir fectos, que ellos nos escandalizan, pues lo mejor es
juntas. Si a veces sucede que personas de opuesta twtar de que ellos mismos los reconozcan y tengan
manera de ser y de diferente inteligencia parecen el mérito de esforzarse en superarlos.
-estar próximas, esto se debe a unos lazos extraños Hay una forma de amabilidad en el trato social
que no durarán mucho tiempo. Igualmente, es posi- con personas honestas, que les hace entender las
ble que tengamos relaciones sociales con personas a bromas y evita que se disgusten o molesten a los de-
las que superamos por nuestro nacimiento o por más con expresiones secas. y duras, que muchas ve-
particulares cualidades, pero éstos son priviiegios de ces se nos escapan, al tratar de sostener nuestr~s
los cuales no se debe abusar y, menos aún, imponer- opiniones con excesivo apasionamiento.
los, salvo que se tengan que manifestar para educar El trato con personas honestas no puede mante-
a los demás; y sie111.pre es bueno hacerles ver la ne- nerse sin cierta confianza mutua. Es conveniente
cesidad de que deben ser dirigidos, y dirigirlos por que cada cual manifieste un cierto aire de seguridad
medio de razonamientos, acomodándose, todo lo y disc:-eción que impida que se tema alguna impru-
que sea posible, a sus sentimientos e intereses. dencia en el trato.
Para que el trato social resulte agradable, es ne- La inteligencia debe de ser variada; las personas
cesario que cada cual conserve su libertad, con o sin que sólo posean un tipc de conocimiento no pue-
limitaciones, y que sea posible divertirse juntos o, den agradar durante mucho tiempo. Se pueden bus-
incluso, aburrirse juntos; es conveniente poder se- car diversos enfoques, difereir en las opiniones y no
pararse sin que esto represente grandes cambios en contar con igual talento, pero es necesario que se
el trato social, y también saber prescindir unos de colabore a hacer placentero el trato social y que en
otros para no exponerse a molestar, recordando que él se busque la misma afinidad que los coros y los
es muy fácil incomodar aunque se crea que nunca intrumentos musicales mantienen durante un con-
se incomoda. Es preciso contribuir, tanto como se cierto.
pueda, a que se diviertan las personas con las que se Como es muy difícil que varias personas tengan
desea convivir, pero sin llegar al extremo de estar iguales intereses, es conveniente, al menos para la
siempre pendiente de que se diviertan. La compla- la armonía del trato social, que éstos no sean con-
cencia es necesaria en el trato social, pero debe te- trarios. Debemos anticiparnos al placer de nuestros
ner sus límites, pues cuando es excesiva se transfor- amigos, buscar las formas de series útiles, ahorraries
ma en servidumbre. Lo mejor es que nuestro trato disgustos, y mostrarles que los compartimos con
social parezca siempre libre, espontáneo, y tratar de ellos cuando ha sido imposible evitarlos, tratando
acatar las preferencias de nuestros amigos, tratando de suavizarlos ligeramente, sin pretender arrancar-
de que se convenzan de que sus inclinaciones son los de golpe, y llevarlos hacia temas agradables que
las nuestras. por lo mc::uos sirvan para disl.werlos. Se les puede
Es necesario saber perdonar a nuestros amigos hablar de las cosas que les conciernan, si es que lo
cuando sus defectos son innatos e inferiores a sus permiten, observando una gran discreción; hay que
buenas cualidades; sobre todo, debe evitarse que se- ser corteses, e incluso humanitarios, no tratando de
pan que los hemos observado y cohocemos sus ele- de ir muy a fondo en los secretos de su corazón,

108 109
pues muchas veces les duele mostrar todo lo que los demás, y nunca e:. posible imita1 a la perfección;
conocen, y más aún cuando se indaga lo qtw ellos siempre hay algo fa lso y dudoso en toda imitación;
ignoran. nad a hay estable en sus modales o sentimientos; en
Aunque el trato social que las personas hones- lugar de lograr se r lo que quieren parecer, tratan de
tas mantienen entre ellas las familiariza y suministra parecer lo que no son. Cada cual trata de ser otro y
un número infinito de motivos para hablar con sin- no lo que cad<l uno es¡ buscan un estilo que no les
ceridad, casi nadie posee la docilidad ni el sentido es propio y un a manera de comportarse ajena a
común suficiente para aceptar los consejos adecua·- ellos; ad optan actitudes y mod ales al azar; experi-
dos para mantener el trato social; se desea recibir mentan con ellos siu tener en cuenta que lo que a
ciertos consejos, pero no consejos para todas las co- algunos resulta adecuado para otros no lo es, qu e
sas ni conocer todo tipo de verdades. no existen reglas generales sobre el estilo y los mo-
Del mismo modo que se deben guardar distan- dales, y que tampoco existen buenas copias. Sin
cias para contemplar los objetos, es preciso también embargo, dos personas pueden coincidir en varios
guardarlas en el trato social: cada cual tiene su pro- aspectos, sin que sea producto de copiarse una a la
pio punto de vista desde el cual quiere ser mirado; otra; lo importante es que cada cu al sea natural ;
es bastante razonable no querer ser examinado de pero casi nadie lo es totalmente: gusta imitar; mu -
muy cerca, y en realidad no existe alguna persona chas veces se imita sin darse cuenta y se descuidan
que quiera, en todas las circunstancias, ser descu - las cualidades propias en favo r de las aje nas que,
bierta tal como es. por lo común , no son las que nos convienen.
Con lo que estoy diciendo, no pretendo que nos
limitemos de ta l modo que ya no tengamos libertad
para imitar algunos ejemplos o para asimilar cuali-
dades C.ciles y convenientes que la Naturaleza no
/[[
::.os ha oto rgado. Las artes y las ciencias son conve-
Del estilo y los modales nientes para la mayoría de los que las aprende n; la
simpatía y la amabilidad resaltan a cualquiera; pero
las cualidades qu e se adquieran deben tener cierta
H AY un estilo que se adecu a bien al aspecto y ma-
nera de ser de cada persona¡ y siempre se sale
perdiendo cuando se le cambia para asumir otro. Se
relación Lun las nuestras, las que nos son naturales,
para así poder perfeccionarlas y aumentarlas imper-
debe tratar de conocer el que más naturalmente nos ceptible mente.
es propio, 00 salirse de él, y prefecc ionarlo todo lo A veces nos encontramos elevados a puestos y
que nos sea posible. dignidades que están por encima de nosotros, o es-
La causa de que la mayoría de los niños agraden tamos comprometidos con una profesión nueva a la
es porque están aún sometidos al estilo y a los mo- que no nos des tinaba nuestra naturaleza, pues tales
dales que la Naturaieza les ha concedido y porque situ aciones req uieren un es tilo que les es propio,
no conocen otros. Al salir de la infancia los modifi- que no siempre co rresponde co;:-, aues tro estilo na-
can Y corrompen: creen que es necesario imitar a tural y nu estros modales. La modificación de nues-

110 111
tra suerte a menudo cambia también n uestro estilo, de voz, los modales y los sentimientos que corres-
agregándole U11 aire de dignidad que resulta falso ponden a nuestra naturaleza, y desagrad aremos en
cuando es demasiado afectado y no se encuentra es- relación directa a nuestro alejamiento de ella.
labonado con el estilo que la Naturaleza nos dio;
hay que unirlos, mezclarlos, que nunca actúen por
su cuenta.
No se habla de cualquier cosa con el mismo es- IV
tilo y modales; si se marcha a la cabeza de un regi-
De la conversación
miento no se camina igual que cuando se pasea;
pero es necesario que el mismo estilo marque cosas
diferentes, nos haga actuar de forma diferente pero
siempre con naturalidad, tal como debe ser cuando
se marcha al frente de un regimiento o se pasea.
Lo que motiva que tan pocas personas resulten
agradables conversando, es que cada cual piensa
más en lo qt.:e quiere decir que en lo que los demás
También existen las personas que se alegran de están diciendo. Es necesario escuchar a los que ha-
renunciar a su estilo natural para adoptar el que co- blan si se quiere ser escuchado; debe darse a los
rresponde al puesto o a las dignidades que reciben; otros la libertad de explicarse y hasta de decir cosas
e igualmente existen las que por anticipado adquie- inútiles. En lugar de contradecirles o interrumpirles,
ren el estilo del puesto o las dignidades que preten- como muchas veces se hace, se debe, al contrario,
den. iCuántos tenientillos aprenden a contonearse participar de su inteligencia y de su sensibilidad, de-
como si fu eran mariscales de Francia ! iCuántos li- mostrar que se les comprende, hablarles de lo que
cenciados remedan inútilmente modales de canci- sienten, elogiar lo que dicen si se lo merecen, y ha-
lleres, y cuántas burguesas aparentan se~ duquesas! cerles notar que se les elogia con sinceridad y no
Lo que más desagrada es que nadie sabe hacer por ser amable. Es preciso evitar conversaciones so-
concordar su actitud y sus modales con su persona- bre temas insustanciales, discutir acaloradamente,
lidad, ni su tono de voz ni sus palabras con sus ideas pues siempre resulta inútil, nunca dar a entender
y sentimientos. Se turba la armonía natural con que pretendemos tener más razón que todos los de-
algo falso y extraño, se olvida y se aleja uno de sí más y, cuando sea posible, ceder con agrado el pri-
mismo insensiblemente. Casi todo el mundo incurre vilegio de tomar una decisión.
en este defecto de algún modo; nadie posee un oído Se debe conversar de temas naturales, sencillos
tan fino para oír a la perfección esta clase de caden- y más o menos serios, de acuerdo a la manera de
cia. Miles de personas desagradan a pesar de sus no- ser y a las inclinaciones de las personas que están
tables cualidades, y otras agradan con r..-,.cnores atri- con nosotros; nunca se les debe presionar para que
butos: y esto es porque unas quieren aparent::¡r lo estén de acuerdo con lo que deci_mos o para que nos
que no son mientras las otras son lo que parecen. den una contestación. Cuando se: han satisfecho de
En fin , sean las que fueran las ventajas o desventa- esta forma las obligaciones que impone la cortesía,
jas que nos otorgó la Naturaleza, se agrada en rel.rt - pueJ en ya expresarse los sentimientos y las ideas
ción a la manera como adoptemos el estilo, el tono propias sin prevenciones ni testarudez, dejando en-

112 113
trever que se busca apoyo de la opinión de los que estaba a punto de resultar algo vulgar en la conver-
nos escuchan. sacióD. El secreto para saber portarse bien en una
Debe evitarse hablar mucho tiempo de uno mis- conversación, le ha sido dado a muy pocas perso-
mo y ponerse de ejemplo constantemente. Nunca nas; incluso los mismos que escriben sobre modales
nos esforzaremos lo necesario para saber los gustos y y formas sociales suelen equivocarse en muchas
las posibilidades de cultura de las persc"1as con ocasiones. La regla más segura, a lo que entiendo,
quienes habl amos, para así poder unirnos a las opi- es no tener ninguna que no pueda modificarse, y
niones de los que tienen más talento y agregar que es mejor mostrarse ligero que afectado en nues-
nuestras ideas a las suyas, dando a entender, en lo tras palabras; y, en fin, escuchar siempre a los rte-
posibl e, que se derivan de lo que él estaba diciendo. más, no hablar mucho y no empeñarse constante-
Es conveniente no agotar nunca los temas que se mente en tomar la palabra.
conversan y dejar algo pendiente para que los de-
más tengan en qué pensar y sobre qué opinar.
Nunca se debe hablar con aire de autoridad, ni
utiliza r palabras o términos rebuscados. Si nuestras
V
opiniones son razon ables, debemos mantenerlas,
De la confianza
pero buscando no herir los se ntimientos de los de-
más, ni violen tarnos po r lo qu e nos repliquen . Re-
sulta inadecu ado adu eñarse siempre de la conversa- AUNQUE la sinceridad y la confianza tengan rela-
ción e insistir con frecuencia en los mismos temas. llción entre sí, son, sin emb argo, diferentes en va-
Se deben aceptar con deferencia todos los asuntos rias cosas.
agradables que surjan, sin tratar después de querer La smceridad es una forma de abrir el corazón
llevarlos a lo que nos interesa a nosotros. mostrándonos tal como somos; es amor a la verdad
Es conven ien te tener prese nte que no en todas y rec hazo a simular; un deseo de librarse de los de-
las conversaciones pueden decirse las mismas cosas fectos y disminuirlos por el mérito de reconocerlos.
y que no a todas las personas, por más honestas e La confianza no nos deja en tanta libertad: sus
inteligentes que sean, resultan adecuados iguales te- reglas son muy severas, requiere de prudencia y mo-
rnas . Se debe elegir lo que puede decirse de acuerdo deración, y no siempre tenemos la libertad para uti-
con las personas con las que estamos, e incluso debe lizarla. No se trata únicamente de nosotros, y nues-
~~cog~ rse tam bién el mumento de hacerlo; pues si tros intereses están por lo común mezclados con los
conve rsar requiere de mucho arte, no mc: úOS lo exi- intereses de los demás . También requiere de un<1
ge el saber c:2 llarse. Hay silencios elocuentes que gran rectitud para no desc ubrir la manera de ser de
sirven para condenar o aprobar; hay silencios iróni- nuestros amigos en el momento ell que nos descu-
cos, burlones y respetuosos; hay una manera de ser, brimos a nosotros mismos, y para no sacrifica r su
unos tonos de ' 'OZ y un os modales que a menud o co nfianza con el fin de aumentar el ·;alor de lo que
sirven para convertir en agradable lo que se estaba revelamos.
volviendo de sagradable y para hacer delicado lo que La confianza siempre res ulta agradabl e a qu ien

!!4 115
la recibe; es un tributo que damos a sus méritos; un que cailzr cosas cuando ya se ha comenzado a ha-
depósito que se aventura a su fe; son prendas que blar.
conceden un derecho sobre nosotros y una forma Para lo que se confía se deben seguir otras re-
de dependencia a la que nos sometemos por nuestra glas; cuanto más importantes sean, exigen mayor
propia voluntad. prudencia y fidelidad . Todo el mundo está de
No es mi intención destruir la confianza al decir acuerdo en que el secrete> debe ser inviolable, pero
esto; es necesaria entre las personas y es la que per- no todos están de acuerdo sobre la naturaleza e im-
mite la vida en socidad y la amistad. Sólo trato de portancia del secreto. Por lo común, sólo consul-
fijar sus límites y hacerla honesta y fiel. Quiero que tamos con nosotros mismos sobre lo que se debe de-
sea siempre verdadera y prudente, que carezca de cir y callar; pocos secretos persisten a través del
debilidad e intereses. Sin embargo, sé lo dificultoso tiempo y el escrúpulo de no revelarlos no dura
que es fijar límites justos al recibir todo tipo de siempre.
muestras de confianza de nuestros amigos y corres- Por ejemplo, tenemos unos amigos de los que
ponderles de igual forma . conocemos su fidelidad; siempre nos hablan sin re -
Por lo común, uno se confía por vanidad, por el servas y les correspondemos de igual forma; saben
deseo de conversar, por atraemos la confianza de de nuestras costumbres y de nuestros intereses; es-
los demás y por el placer de intercambiar confiden- tán lo suficientemente cerca de nosotros para de-
cias. tectar el menor ca mbio qu e tengamos; pueden sa-
Hay personas que pueden tener razón al confiar ber por otros qu e es tamos comprometidos en no
en nosotros, pero con las que no tenemos motivos decir a nadie algo que se nos ha conftado, que
para actuar de igual manera; y quedamos bien con no estamos en situación de poder decírselo a pesar
ellas no divulgando sus secretos y haciéndoles una de que eiíos puedan tener algún interés especial en
que otra ligera confidencia. Y hay otras cuya fideli- saberlo. Es ü ú hecho que tenemos tanta confianza
dad no es muy conocida, qu e no nos ocultan nada, en ell os como en noso tros mismos, y, sin embargo,
y en quienes podemos confiar por elección y por ca- estamos ante la cruel disyuntiva de perder su amis-
riño. No debemos ocultarles a ellas nada de lo que ·' Lad, que valoramos mucho, o de violar la fe que han
""
nos importa, y siempre debemos decirles la verdad puesto en nosotros al confiamos un secreto. Este
sobre nuestras cualidades y nuestros defectos, sin ejemplo es, sin duda, la prueba más dura de fideli-
exagerar unas y disminuir otros; debemos tener el dad que puede enfrentarse, pero, sin embargo, no
propósito de nunca hacerles confidencias a medias, debe h acer ·•u.cilar a una persona honesta: e ~ ei mo -
pues siempre molestan al que las hace y nunca satis- men to en que le está permitido darse preferencia
facen a quien las recibe, y, además, así les damos in- sobre los demás. Su primer deber es, sin ninguna
formación confusa sobre lo que queremos ocultar- excusa, guardar el secreto que le confiaron sin tener
les, aumentamos su curiosidad, les otorgamos el en cuenta las consecuencias que puedan derivarse;
derecho de que busqu en la fo rma de saber más y de debe no sólo cuidar sus palabras y el wno que em-
disponer de lo que Sf enteren si.n mayor discreción. plee, sino reprimir sus comentarios, uo dejando
Más seguro y más honesto es no decir nada antes transparentar en ningún caso, ni en sus palabras y

11 6 11 7
sus gestos, algo que pueda conducir a la intuición hay viento para llegar hasta ella; se está expuesto a
de los otros a lo qu~ él no debe decir. variaciones en el clima; los malestares y la debilid?.d
A menudo se requiere fuerza y prudencia para impiden tomar decisiones; el agua y los víveres es-
o ponerlas a la tiranía de la mayor parte de nuestros casean o se descomponen; se espera en vano auxi-
~migas, que creen tener derechos sobre nuestra lios lejanos; si tratamos de pescar, logramos uno que
confianza y exigen saberlo todo de nosotros. Nunca otro pez chico sin hallar ni alimento ni diversión;
se les debe permitir establecer estos derechos sin ex- nos aburre lo que vemos, nos encerramos en los
cepcionb , existen ocasiones y circunstancias que mismos pensamientos y nos hartamos de todo; se
no son de su jurisdicción; si se quejan, debemos vive lamentando vivir; se desean motivaciones que
aceptar sus quej as y tratar de justificarnos con ama- nos liberen de este estado desfalleciente y apático,
bilidad; pero si continúan con sus reclamos, es ne- pero todo lo que se nos ocurre resulta irrelevante e
cesario sacrificar su amistad a nuestro deber y esco- inútil.
ger entre dos males inevitables, sabiendo que uno se
puede arreglar y el otro no tiene remedio.

VII
De los ejemplos
VI
Del amor y el mar UALQUIERA que sean las diferencias existe nte,
C entre los buenos y los malos ejemplos, se puede
os que quisieron describirnos el amor y sus ca- comprobar que tanto unos como otros produjeron
L prichos, lo compararon tantas veces y de tan dife-
re ntes maneras con el mar, qu e resulta difícil agre-
igu almente los mismos efectos nocivos. Ni siqu iera
sé si los crímenes de T ibe rio y de Nerón nos alejan
gar algo nuevo a lo que ya se ha dicho. Nos han más del vicio que lo que hacen los honrosos ejem-
mostrado que tanto uno como el otro son incons- plos de las grandes personalidades para acercarnos a
tantes e infieles; que sus bienes y males resultan in- la virtud. iCuántos fanfarrones ha creado el vaior
numerables; que las más felices travesías están ex- de Alej andro! iCuántos intentos contra la patria
puestas a miles de peligros; que las tempestades y originó la gloria de César! iCuántas virtudes terri-
los escollos siempre son peligrosos; y que se puede bles surgieron de Roma y Esparta! iCuántos filóso-
naufr:!gar incluso en el momento de tocar puerto. fos inoportunos imitaron a Dióg'=nes; cuánto~ ch:!:--
Pero al exponer tantas esperanzas y tantos temores, latanes a Cicerón, cuántos indiferentes y perezosos
olvidaron mostrarnos, creo, la relación exister.te :1 Pomponio Atico; cuántos vengativos a Mario y

entre un amor gastado, lánguido y próximo a su fin, Sila; cuántos voluptuosos a Lículo; cuántos liberti-
con esas largas bonanzas y aburridas calmas que hay nos a Antonio y Alcibíades; cuántos testarudos a
en las navegaciones. Se está cansado de un largo Catón! T vuos estos grandes originales han produci-
viaje y se dese a finaliz arlo; se ve la tierra pero no do un número infinito de malas copias. Las virt udes

11 8 119
son frotlteras de los vicios; los ejet:tplos son a menu- IX
do guías que nos desorientan; y tan llenos ~stamos Del amor y la vida
de engaños que igual utilizamos ~ cualqute~a de
ellos para seguir o alejarnos del cammo de la vtrtud.
E L amor es una imagen de nuestra vida; uno y otra
están sujetos a las mismas alteraciones y a los
mismos cambios. Durante la juventud, ambos se ha-
VIII llan colmados de felicidad y esperanza; se vive di-
choso por ser joven y también porque se ama. Esta
De la incertidumbre de tos celos
situación, tan agradable, nos lleva a desear otros
bienes, y a esperar que éstos sean más concretos. Ya
UANTO más hablamos de nuestros cel~s, más no basta con subsistir, se quiere progresar y se bus-
C motivos se encuentran sobre lo que los htzo r,a-
cer. Las menores circunstancias los hacen cambi~r,
can los medios para avanzar en la vida y consolidar
nuestra posición; tratamos de conseguir protección
descubriendo siempre algo nuevo. Estas novedades de los poderosos y servir a sus intereses, y no pode-
obligan a reconsiderar, bajo otras apariencias, lo mos aceptar que otros aspiren a lo que nosotros pre-
que ya creíamos bastante visto y muy analizado; tendemos. Este esfu erzo obliga a mil cuidados y a
buscamos aferrarnos a una evidencia, pero no nos mil pesares que se olvidan cuando alcanzamos nues-
convencemos totalmente. Lo más opuesto e incohe- tras metas; entonces todas nuestras pasiones se en-
rente se nos presenta al mismo tiempo; queremos cuentran satisfechas y no se piensa que algún día
odiar y queremos amar, pero amamos cuando se podamos dejar de ser felices.
odia y odiamos cuando se ama. Se cree en todo Y de Sin embargo, es raro que esta felicidad sea de
todo se duda, y se siente vergüenza y despecho larga duración, pues no le es posible conservar el
de haber creído y de haber dudado. Se intenta por encanto de la novedad , y no por lograr lo que ha-
todos los medios refrenar a la imaginac;ón, pero bíamos deseado dejamos de tener otros deseos. Nos
siempre está dando .vueltas alrededor nuestro. acostumbramos a todo lo que es nuestro; nuestros
Los poetas deberían comparar los celos ~o~ el bienes no conservan para nosotros su mismo valor,
tormento de Sísifo, porque arrastrd1úOS, tan muttl- ya no disfrutamos de ellos de la misma manera y
mente como él, una roca por un camino en pen- cambiamos de manera de ser sin darnos cuenta de
diente y de mucho peligro; se ve la cumbre de la los cambio5. Lo que es nuestro se convierte en parte
montaña y nos esforzamos IJUL llegar a ella, pero sa- de nosotros mismos; mucho sentiríamos perderlo,
bemos que nunca la alcan:a.>cmos. No somos lo su- pero ya no somos sensibles al placer de su conserva-
ficientemente felices para atrevernos a creer en lo ción. Nuestra felicidad ya no es plena y la buscamos
que amamos ni lo necesariamente desgraciados para en lugares distintos a los que antes habíamos idea-
tener seguridad de lo que tememos; estamos sujetos do. Esta inconstancia involuntaria es producto del
a una etern2. incertidumbre que nos presenta siem- tie!i!po, que interviene, a pesar nuestro, en el amor
pre, unos tras otros, bienes y males que se nos esca- y en la vida. Insensiblemente, cada día elimina en
pan.

121
120
nosotros cierto aire de juventud y alegría, destru- dad que nos lleva hacia las cosas y la sensibilidad
yendo los verdaderos encantos del amor Y la vida, Y que nos h ::~ ce conocer y discernir las cualidades de
nos lleva a adoptar actitudes ceremoniosas y com- las cosas siguiendo sus reglas. Nos puede gustar la
plicar sus expresiones espontáneas. El amor cuando comedia, sin que tengamos la sensibilidad lo sufi-
llega a esta situación, ya no tiene valor por sí mismo cientemente fina y delicada para juzgarla bien, y se
y deben buscarse justificaciones ajenas a su natura- puede tener la sensibilidad conveniente para opinar
leza. En este momento el amor representa la madu- sobre ellas sin que nos gusten. Hay sensibilidades
rez de la vida y se comienza a ver dónde concluirá. que nos acercan a lo ·que tenemos ante nosotros
Pero se carece de la fuerza necesaria para terminar-
sin que nos demos cuenta, y otras que nos hacen
lo voluntariamente, y en es te declinar del amor, conmover por la fuerza o la duración de las cosas.
como en la declinación de la vida, nadie prevé el
Hay personas que tienen una sensihilidad equi-
hastío que aún queda por experimentar. Se vive vocada en todo, y otras que la tienen equivocada
aún pai:2 los males pero ya nc para disfrutar de los
sólo para ciertas cosas, pero que son justas y acerta-
placeres. Los celos, la desconfianza, el temor a abu-
das en lo que está dentro de sus posibilidades. Hay
rrir, el miedo de ser abandonado, son sufrimientos quienes tienen una sensibilidad muy particular que,
que están vinculados a la vPjez del amor, igual a las a pesar de saberla errada, no dejan de aceptarla.
enfermedades que se encuentran en relación con Tamb ié n hay personas que tienen una sensibilidad
una larga duración de la vid a. Uno se siente vivo
insegura y ponen en manos del azar las decisiones, o
sólo porque se siente enfermo, de la misma manera
actúan por ligereza o expresan alegría o tristeza de
que uno se siente enamorado cuando comienzan a
acuerdo a 1, que los amigos digan. Pero hay otras
sufrirse todas las desdichas del amor. Y no se libera
que son esclavas decididas de su sensibilidad y res-
uno ciei aburrimiento que producen las relaciones
petan todo lo que ella les haga sentir. Algunos son
demasiado largas, sino con el despecho y el disgusto
sensibles a lo que es bueno y se mortifican ante lo
de verse siempre limitado. En fin , de todas las deca-
que no lo es ; sus apreciaciones son justas y precisas,
dencias, la del amor es la más insoportable.
explicando la razón de esto por su buer: -'nimo y su
inteligencia.
Hay pc;sonas que poseen un tipo de instinto,
X que no pueden explicarse, pero que siempre toman
De la sensibilidad sus decisiones de la forma más acertad a. Éstos tie-
nen más sensibilidad que inteligencia, pues su amor
propio y su estado de ánimo no se imponen a sus in-
A Y personas que poseen más inteligencia que
H sensibiliuad, y otras que tier,-::;: más sensibilidad
que inteligencia. Pero hay más variedad y capricho
tuiciones; para ellas todo es armonioso y posee
idéntico cariz. Esta actitud los lleva a emitir juicios
ingenuos sobre las cos::~s, pero teniendo una idea
er'.. la sensibilidad qu e en la ince lige ncia. La palabra verdadera sobre lo que son. Sii1 embargo, hablando
sensibilidd tiene diversos significados y c.:s fácil en términos generales, pocas personas poseen una
equivocarse. Existe una diferencia entre la sensibili- sensibilidad estable e independiente de las opinio-

122
123
nes de los demás, y la más de las veces actúan por como tigres, siempre feroces y crueles; otros como
costumbre, siguen modelos e imitan de otros lo que leones, guardando cierta apariencia de generosidad;
dicen sentir. otros como osos, groseros y ávidos; otros como lo-
Entre todas estas sensibilidades diferentes que bos, implacables y ladrones; otros como zorros, vi-
hemos enumerado, es muy raro, casi imposible, en- viendo de su astucia y cuyo oficio es el engaño!
contrar una que sepa valorar cada cosa y sea capaz iCuántos hombres hay que parecen perros!
de abarcarlas en su totalidad. Nuestros conocimien- Destruyen a los de su especie, cazan para dar placer
tos son en exceso lirnitados, y la buena disposición al que los alimenta, siguen siempre a su amo o cui-
de nuestras cualidades, que nos llevan a juzgar con dan la casa; hay perros guardianes, que viven de su
acierto, por lo común sólo se manfiesta ante las co- valor, se emplean en la guerra y en su coraje está su
sas que no nos atañen de manera directa. Cuando nobleza; hay otros encarnizados, que sólo valen por
se trata de nosotros, la sensibilidad no posee esa im- su ferocidad; algunos son más o menos útiles, la-
parcialidad tan necesaria: las preocupaciones la al- dran con frecuencia y eventualmente muerden;
teran y lo que nos concierne adquiere diversos ma- también hay los que son del hortelano. Hay hasta
tices, pues nadie ve con los mismos ojos lo que le perritos de hortelano. Hay monos y monas que gus-
interesa y lo que ya no le importa. Nuestra sensibili- tan por sus modales, tienen gracias, pero al final ha-
dad se desliza por la pendiente del amor propio y cen daño. H ay pavos reales qu e atraen por su belle-
del estado de ánimo, lo que nos da nuevos puntos za, disgustan con su canto y destrozan el lugar
de vista y nos c8liga a enfrentar un número infini- donde viven.
to de alteraciones e incertidumbres. Nuestra sensi- Hay aves sólo recomendables por su canto y su
bilidd ya no es nuestra, no podemos disponer de plum:1je. iCuántos loros que hablan sin cesar y no
ella, se altera sin que lo queramos y nos presenta saben lo que dicen! iCuántas urracas y cornejas que
cada cosa desde tantos y tan diversos ángulos que al se domestican para robar! iCuántos animales de ra-
final ya no tenemos seguridad ni de lo que hemos pii1a! iCuántas especies pacíficas y tranquilas que
visto ni de lo que sentimos. para lo único que sirven es para alimentar a otras!
Hay gatos siempre al acecho, maliciosos y trai-
cioneros, con arrumacos de terciopelo; víboras cuya
lengua es venenosa y el resto de su cuerpo inútil;
XI arañas, moscas, chinches y pulgas siempre molestos
De la semejanza del humano con los animales e inaguantctbles; sapos que horrorizan y que no tie-
nen más que veneno; búhos que temen la luz.
iCuántos animales viven bajo tierra para sobrevi-

E XISTEN tantas diferentes especies de humanos


como de animales, y los humanos son, respecto
de otros humanos, lo que las diferPntes especies de
vir! iCuántos caballos utilizados para tantas cosas y
que se abandonan cuando ya no son útiles! iCuán-
tos bueyes trabajando toda la vida para enriquece;- a
animales son entre sí. iCuántos humanos hay que quien les impuso el yugo! iC uántas cigarras quepa-
viven de ! ~ sangre y la vida de sus semejantes; unos san su vida cantando; libres temerosas de todo; co-

124
125
nejos que se asustan y sosiegan en un momento; mald::1d en la edad de hierro, y al expandirse, gracias
cerdos viviendo en la crápula y entre basuras; pa~os a su corrupción, impusieron su crueldad a todas las
amaestrados que traicionan a sus semejantes y los personas del mundo.
atraen a las redes; cuervos y buitres que sólo viven La ambición originó las fiebres agudas y frenéti-
de la carroña y la podredumbre! iCuántas aves de cas; la envidia, la ictericia y el insomnio; la pereza,
paso que tan a menudo van de un país a otro, y que las abulias, parálisis y desmayos; la cólera, los aho-
se exponen a tantos peligros para continuar vivien- gos, los sarpullidos de la sangre y las inflamaciones
do! iCuántas golondrinas siguiendo siempre el buen de pecho; el miedo, las palpitaciones del corazón y
tiempo! iCuántos grillos irreflexivos y ligeros! los síncopes; la vanidad, la locura; la avaricia, la
iCuántas mariposas buscando el fuego que les que- tiña y la sarna; la tristeza, el escorbuto; la crueldad,
mará las alas! iCuántas abejas que respetan a su rei- el mal de piedra; la calumnia y los falsos testimo-
na y se . mantienen con tanto orden y esfuerzo! nios, el sarampión, la viruela y la escarlatina; y a los
iCuántos zánganos, vagabundos y holgazanes, tra- celos se deben la gangrena, la peste y la rabia.
tando de vivir :e expensas de las abejas! iCuántas Las desgracias imprevistas produjeron la apople-
hormigas cuya previsión y economía abastecen sus jía; los pleitos, la jaqueca y el delirio; las deudas, las
necesidades! iCuántos cocodrilos que fingen llorar fiebres héticas; el hastío del matrimonio, las cuarta-
para devorar al que se conmueve con sus lágrimas! nas; y el tedio de los amantes que no se atreven a
iCuántos animales sometidos porque desconocen su separarse , los vapores. Sólo el amor ha hecho más
fuerza! estragos que todo el resto de m;:;les juntos, y nadie
Todo lo que se ha descrito corresponde taml::ién debe pretender describirlos; pero como también tra-
al humano, que actúa con sus semejantes de la mis- jo consigo los mayores bienes de la vida, antes que
ma manera que los animales entre sí. hablar mal de él, mejor es callarse, pues se le debe
temer y respetar siempre.

XII
Del origen de las enfermedadl?s
XIII
De lo falso
S I se examina la naturaleza de las enfermedades,
se comprobará que se originan en las pasiones y
tiistezas del espbtu. L::1. eda-:! de oro, que carecía de
ellas, estaba exenta de enfermedades; la edad de
plata que la siguió, conservó aún su pureza; la edad
S E es falso de diferentes maneras: hay personas fal-
sas que quieren parecer siempre lo que no so n;
hay otras, de más buena fe, que nacieron falsas, se
de bronce dio nacimiento a las pasiones y tristezas engañan a sí mismas y no ven nunca las cosas como
del e ~ píritu, las cuales comenzaron a desarrollarse son. Las hay con la inteligencia recta y la sensibili-
pero aún tenían la debilidad y ligereza de la infan- dad falsa; otras tienen falsa la inteligencia y cierta
cia. Pero surgieron con la integridad de su fuerza y rectitud en su sensibilidad: Fn fin, hay personas que

126 127
no tienen falsa ni la inteligencia ni la sensibilidad, por razonamiento; habría equilibrio entre SüS pun-
pero son excepcionales, pues hablando en términos tos de vista y sus sentimientos; su sensibilidad sería
generales, casi no hay nadie que no tenga algún auténtica, nacería en ellos y no de los demás, y la
tipo de falsedad en alguna parte de su ser. acatarían por elección y no por costumbre o azar.
Lo que universaliza tanto a la falsedad, es que Si se es falso al aprobar lo que no debe aprobar-
nuestras capacidades son inciertas y confusas, igual se, no se es menos falso, la mayoría de las veces, por
que nuestras apreciaciones: nunca se ven las cosas el deseo de imponerse con cualidades que son bue-
como en verdad son, se aprecian en mayor o menor nas en sí mismas, pero que no nos pertenecen. Un
grado de lo que en realidad valen, y no las relacio- magistrado es falso cuando se jacta de ser valiente,
namos con nosotros según nos convendría y que se- aunque pueda ser osado en ciertas Circunstancias;
;ía lo más adecuado para nuestra situación y nues- debe parecer firme y seguro en las subl evaciones
tras cualidades. Estos errores crean un número que tenga la obligación de reprimir, pero resultaría
infinito de falsedades en la sensibilidad e inteligen- falso y ridículo si tuviera que batirse en un duelo.
cia ; el amor propio es halagado por todo lo que se le Una mujer puede interesarse por la ciencia, pero no
prese nta con apariencia de bond ad, pero como exis- le conviene indistintamente cualqu ier ciencia, y su
ten diversas clases de bienes que seducen a la vani- empeño por cierto tipo de ciencia siempre resulta
dad o al temperamento, es por costumbre o por co- falso y nunca le conviene.
mod idad que se aceptan, o porque así lo hace la Es necesario que la razón y el se ntido común
mayoría de personas, sin tomar en consideración valoricen las cosas y lleven a nuestra se nsibilidad a
qu e un mismo sentimiento no puede ser aceptado darles el rango que merece n y nos conviene , pero
por cualquier persona, y que es necesario vincularse casi todas personas se engañan en estas valoracio-
a él con mayor o menor fuerza, de acuerdo a la con- nes y en el rango que les atribuyen, y hay falsedad
veniencia que ofrezca. en estos errores.
:Vfayor es el temor de mostrarse fal so en la sen- Los más grandes reyes son los qu e se equivoca n
sibilidad y en la inteligencia. Las personas honestas con más frecuencia . Quieren superar a todos en va-
deben aprobar sin preocupaciones lo que merece ser lor, sabiduría, amabilidad y en otras mil cualidades
aprobado, seguir lo que tiene que ser seguido, y no que todo el mundo tiene derecho a pretender; pero
jactarse nunca de nada; pero para ello es necesario esta sensibilidad que los motiva a querer superar a
un gran equilibrio y gran rectitud, saber discernir lo los demás, puede ser fa lsa cuando es llevada dema-
qu e u bueno en general y lo que sólo lo es para no- siado lejos. Sus finalidades deben tener otros objeti-
socros , y seguir con roJ a la razón a su lado la incli- vos: podrían imitar a Alejandro, que no quiso parti-
nación natural que conduce hacia las cosas que cipar en una carrera si no era contra otros reyes, y
agradan. Si las personas sólo quisiesen sobresalir por recordar que ;;é,;o por cualidades propias de la reale-
sus propios talentos y por cumplir con sus obligacio- za es posible compararse. Por muy valiente que sea
nes, nada habría de falso en su sensibilidad ni en su un rey, por muy sabio y agradable que se muestre,
conduc ta; se mostrarían tal como son; juzg8.rían las siempre hallará un númeíu infinito de personas con
cosas con sus propias capacidades y las acep tarían esas mismas cualidades y tan ventajosamente como

128 129
él, y el deseo de superarlas parecerá falso y muchas Y los colores que la Naturaleza y la suerte qu ieren
veces ir!'.posible de Cl!!nplir; pero si se interesa por darles.
sus verdaderos deberes, si es magnánimo, gran capi- iQué cúmulo de extraordin;:¡ rias cualidades se
tán y gran político, si es justo, clemente y liberal, si reunieron en la pe rsona de Alejandro para mos trar-
es bondadoso con sus súbditos, si aspira a la glo~ri a y lo al mundo como modelo de nobleza del alma y de
a la paz de su estado, solamente en otros reyes en- grandeza en valor! Si se examin a su nacimiento
contrará rivales pa ra enfrenta r; nada habrá en tal ilustre, su edu cación, su ju ventud, su belleza, su
propósito que no sea ve rd ad ero y grandioso, y el de - complexión magnífica, la extensión y capacidad de
seo de superar a todos no tend rá nada de falso. Esta su inteligencia para la guerra y las ciencias, sus vir-
comparación es digna de un rey, y es la verdadera tudes, y has ta sus defectos; y el pequeño número de
gloria a la que debe aspirar. sus tropas, el rormid able poder de sus enemigos, la
corta duración de una vida tan hermosa, su mu erte
Y la calidad de sus sucesores, lno se compru eba la
mterve nción y el esfu erzo de la Na turaleza y de la
fortuna pmJ da r a un a misma persona un a cantidad
'XIV
infin ita de dive rsJs cualidades y circunstJncias? ¿N 0
De la naturaleza y la suene
ve el parti cular cuid ado que se tomaron pa ra coor-
dmar tan ext rao rdina rios acontecimientos y sit uar

P ARECE que la suerte, tan tornad iza y caprichosa


como es , re nuncia a sus cambios y caprichos para
obrar de acu erdo con la Naturaleza, y ambas , de vez
cada un o en el momento adecuado para así poder
c ~ea r el mode lo de joven conquistador, más grand e
aun por sus cualidades personales que por la dimen-
en cuando, se ponen de acuerdo para hace r hom- sión de sus conquistas?
bres extraordinarios y singulares qu e sirven de mo- Si se considera de qué modo la Natu raleza y la
delo a la pos te rid ad. La Nat uraleza se ocupa de pro- suene no.\ mu es tran a Césa r, Lacaso no se comp rue -
porcionar las cualidades: la suerte el ? ~tc tiv arl::1s y ba que han segu ido un plan diferente aunque le
mostrarl as con la luz y la proporción que com·!e:.1e a otorgaran tanto valor, clemencia y liberalidad, tan -
sus fine;,; se podría decir que imitan el métod o de tas cualidades militares, tanta penetración, tanta
los grandes pintores para darnos cuadros pe rfecto s clarid ad de intel ige ncia y de costumbres, tanta elo-
de lo que quieren represen tar. Eligen a una persona cue ncia, tantos dones físicos, y tanta genialidad
y siguen el plan que se han propuesto; disponen de l pJ ra la paz y para la guerra? ¿No se ve acaso que la
n::Jcimientn y de la educación, de las cualidades na- Naturaleza, y la suene estuvieron mucho tiempo
turales y adqu iridas, de l tiempo, de las ocas iones, de combmanuo y pomendo en práctica todos esos ex-
los amigos y enemigos ; resaltan vi rtudes y vicios, ac- trao rdinarios talentos, y que no obligaron a César a
ciones afortunadas y desgraciadas, unen pequ eñas se rvirse de ellos contra su patria, pues lo qu e qu e-
circu nstancias a otras rüás gra ndes y saben prese n- rían era dejarnos el mode lo de l hombre más grand e
tarl es con tal arte, que los ac tos de esas pe rsonas y del mundo y del más célebre usurpador? Ellas le hi -
sus motivos se nos aparece n siempre con la figura cieron nacer en un a república dueña del unive rso ,

130
13 1
niente para hacerlas brillar, si no se les hubiese vcu-
afirmada y sostenida por los más grandes hombres rrido oponer a Catón y a César. Era necesario que
yue ella jamás había producido; la misma suerte es nacieran al mismo tiempo, en la misma república,
la que elige entre ellos los más ilustres, los más fuer-
que fueran diferentes por sus costumbres y por sus
tes y más temibles para hacerlos sus enemigos; capacidades, que resultaran enemigos por los inte-
lo reúne durante algún tiempo con los de mayor reses de la patria y por sus intereses domésticos;
respeto para que lo ayuden en su engrandecimien- uno, grandioso en sus proyectos y con una ambición
to; y después los deslumbra y los ciega hata el punto sin límites; el otro, austero y sometido a las leyes de
de aprobar una guerra que lo llevará a él hasta el Roma e idólatra de la libertad; los dos célebres por
poder absoluto. iCuántos obstáculos lo ayudaron a virtudes que los revelaban en sus mejores aspectos,
vencer! . iOe cuántos peligros lo salvaron en mar y y más célebres aún, si me atrevo a decirlo, por la
tterra, sm que nunca haya sido herido! iCon qué oposición que la suerte y la Naturaleza interpusie-
perseverancia sostuvo la suerte los fines de César y ron entre ellos. iQué orden, qué consecuencia, qué
destruyó los de Pompey0 1 iCon qué empei'í.o dispu-
economía de circunstancias en la vida y en la muer-
so del pueblo romano, tan poderoso, orgulloso y ce· te de Catón! El mismo final de la república ha servi-
loso de su libertad, para que aceptara someterse al do al cuadro que la suene quiso dar de este gran
poder de una sola persona! ¿No utilizó también las
hombre, al acabar con su vida la libertad de su pa-
circunstancias de su muerte para hace rla concordar
con las de su vida ! T antos augurios de los adivinos, tria .
Si dejamos los ejemplos de los siglos pasados
tan.tos prodigios, tantos avisos de su mujer y sus para llegar a los del presente, se encontrará que la
am1gos no pueoen protegerlo, y la suerte elige el d ía
Naturaleza y la suerte han conservado la misma
en qt'e va a ser coronado en el Senado para que lo unión a que me he referido para ensei'í.arnos mode-
asesmen los mismos y ue él salvó y entre los que se
los diferentes de dos hombres consumados en el
encuentra un hombre al que él mismo le dio la vida.
arte del mando. Vemos disputar al sei'í.or de Condé
Este acuerdo entre la Naturaleza y la suerte no y al sei'í.or de T urena por la gloria de ias armas, Y
se dio nunca con más relieve que en la persona de merecer, por un número infinito de acciones bri-
Catón, y parece que ambas se esforzaron en otorgar
llantes, la reputación que tienen. Parecen de valor y
a un solo hombre no sólo las virtudes de la antigua
experiencia semejailtes; i~cf?_tigables de cuerpo Y
Roma, smo también en enfrentarlas directamente a
alma; actúan juntos y por separado, y alguna vez in-
las virtudes de César, para así mostrar que con igual cluso frente a frente; se les ve afortunados y desa-
mtehgencia y valor, el afán de gloria conduce a uno fortunados en diversas etapas de la guerra, logrando
a ser usurpador, y al otro a ser un modelo del ciuda-
el triur.fc por su conducta y valor, y siendo aún más
dano perfecto. Mi intención no es hacer aquí el pa- grandes en la desgracia. Los dos salvan al Estado;
ralelo de estos dos grandes hombres despué~ r1e
los dos contri:..,c~yen a destruirlo, y emplean el mis-
todo lo que ya se ha escrito sobre ellos; solamente mo talento por caminos diferentes: el sei'í.or de Tu-
diré que por muy grandes e ilustres q ue nos parez-
rena sigue sus planes con mayor ord en y menor vi-
can, la Naturaleza y la ~uerte no hubieran podido
vacidad, con un valor rnoderado y en proporción a
mostrar todas sus cualidades en el momento conve-
133
13 2
lo que dt>be enfr\!ntar; el señor de Condé, inimita- incomprensible de todas sus inclinaci~n~s, es, a mi
ble en el modo de ver y ejecutar las hazañas más manera de ver, ia que tienen por los vte]OS que fue-
grandisosas, llevado por la superioridad de su genio, ron buenos amantes. Esta inclinación resulta dema-
que parece someter a los acontecimeintos para que siado extraña, pero existen tantos ejemplos de ella,
contribuyan a su gloria. La debilidad de los ejércitos que debe indagarse la causa de este sentimien~o que
a su mando en las últimas campañas, y el poderío es al mismo tiempo tan común y tan contrano a la
de los enemigos que enfrentaban, han suministrado opinión que se tiene de las mujeres. D~jo ~ los filó-
a ambos nuevas ocasiones para revelar sus virtudes sofos decidir si es una amabilidad cantattva de la
y reparar con sus méritos todo lo que les faltaba Naturaleza, que busca consolar a los viejos de sus
para sostener la guerra. Incluso la muerte del se í1or miserias y les da el apoyo de las coquetas, por la
de Turena, tan adecuada a una vida tan hermosa, misma decisión por las que concede alas a las oru-
acompañada de circunst::mcias singulares y acaecida gas al declinar de sus vidas y las transforma en m~r~­
en un importante momento, ¿no se presenta como posas; pero, sin incursionar en los secretos de, la ftst-
un efecto del temor e incertidumbre de la suerte, ca, es posible, creo, buscar motivaciones mas sen-
que no se atrevía a decidir por su cuenta el destino sibles de esa depravada inclinación de las coquetas
de Francia y del Imperio? La misma suerte que reti- por los viejos.
ra del mando de los ejércitos al señor de Condé, La explicación más evidente es que ellas aman
con motivo de su mala salud y en un momento en los milagros, y no hay ninguno que pueda con~over
que debería acabar con tantas cosas pendientes, ¿no más su vanidad que resucitar a un muerto. Stenten
es una demostración de su unión con la Naturaleza placer de atarlo a su carro para aumentar su~ ,triun-
para mostrarnos a ese hombre en su vida privada, fos, sin que por ello disminuya su reputaeton. Al
ejercitándose en virtudes domésticas y sostenido contrario, un viejo es un buen adorno Ci1tre los se-
por su propia gloria? ¿y c.cz,.so brilla menos en su re- guidores de una coqueta, y parece tan adecuado a
tiro de la vida mili nr que en medio de sus victorias? su juego como en otro tiempo lo eran los ena~os, en
el Amadís. No hay esclavo más cómodo y mas uul.
Parecen buenas y serias mujeres al mantener amis-
tad con quien no puede dañarlas; él elogiará sus
méritos, aumentará la confianza de los maridos Y se
XV
hará responsable de la buena conducta de las espo-
De las coquetaS") los viejos
sas; si es persona de riqueza, obtienen de él miles de
regalos y lo introducen en todos los intereses y ne-
cesidades de la casa. Si él escucha ruu1ores sobre
S I es difícil explicar la sensibilidad en general , más
deberá ser explicada la sensibilidad de las mujeres
coquetas. Se puede decir, sin embargo, que el deseo
auténticos amoríos, se niega a creerlos y los comba-
te asegurando que el mundo es maldiciente; juzga
de agradar se extiende por lo general a todo lo que por su prop 1a experiencia l a~ dificultade s que exts-
puede halagar su vanidad, y que no encuentran ten para alcanzar el corazón de tan buena muj er; v
nada que sea indigno de sus conquistas. Pero la más cuantas m?.s gracias y favores le hace n comprar, es

134 135
más discreto y fiel. Su propio interés lo compromete XVI
al silencio: teme siempre ser abandonado y se siente De las diferencias de la inteligencia
demasiado dichoso por ser soportado. Con facilidad
se convence de que lo aman, ya que se le elige con- UNQUE todas las cualidades de la inteli~enci.a
tra todas las apariencias, y cree que es un privilegio
por sus pasados méritos y agradece al amor por
A se puedan encontrar en una persona de mteh-
gencia superior, algunas de ellas poseen caracteres
acordarse de él en todas las épocas de su vida. que les son propios y particulares: su capacidad no
La coqueta, p~x su parte, no desea incumplir tie~e límites; actúa ante cualquier cosa con igual Y
con lo prometido; le asegura que siempre se sintió la misma intensidad; discierne los objetos lejanos
conmovida por sus galanterías y que nunca hubiera como si estuvieran cerca; comprende e imagina las
amado de no haberlo conocido; le rueg;;~ que no sea cosas más grandes; y ve y conoce las más pequei'i.as;
celoso y c¡ue confíe en ella; le confiesa su placer en sus pensamientos son elevados, de ampiio alcance,
la vida social y en alternar con personas honestas, y justos e inteligibles; nada escapa a su penetración,
le indica la conveniencia de agr~dar a diversos gala- que le permite descubrir la verdad a través de las
nes a la vez, para evitar así que se note que lo trata oscuridades que la ocultan a los demás. Pero mu-
a él de un modo distinto a los demás; le dice que si chas veces estas grandes cualidades no impiden que
a veces al hablar con otros se burla de él, es sólo por la inteligencia parezca pequei'i.a y débil cuando el
el placer de nombrarlo a menudo o para ocultar capricho la domina.
mejor sus verdaderos sentimientos, porque, después Una inteligencia noble piensa siempre con no-
de todo, él es el duei'i.o de sus actos, que sólo en su bleza; le resulta fácil crear cosas claras y naturales;
compai'i.ía se siente feliz y que no le importa gran las expone en su más bello aspecto, bs reviste con
cosa los demás asuntos con tal de que él la ame las galas que les conviene; penetra en L. sensibilidad
siempre. iQué el viejo no se calma al escuchar tan de los demás; recorta de sus pensamientos lo que es
convincentes razones que tantas veces lo engai'i.a- inútil o puede desagradar. Una inteligencia diestra,
ron cuando era joven y apuesto? Pero, para su des- de ingenio fácil y :lmable, sabe evitar y superar las
gracia, olvida con facilidad que ya no es ni una cosa dificultades; se adapta sir. ;:;roblemas a lo que quie-
ni otra, y esta debilidad es, de todas, la más común re; conoce y sigue la inteligencia y la manera de ser
en las personas viejas que fueron amadas en su ju- de quienes trata; y al preocuparse por los intereses
ventud. No sé si este engaño es preferible a conocer ajenos, progresa y favorece a los suyos. Una alta in-
la verdad: al menos las coquetas los soportan, los teligencia ve todas las cosas tal como deben ~er VlS-
divierten, y les ho>ren olvicl?r el espectáculc• de sus tas; las estima en su justo valor; la sitúa en el campo
propias miserias; y el ridículo en que caen, es mu- que le es más ventajoso; y mantiene con firmeza sus
chas veces para ellos un mal menor en comparaciúu ideas porque conoce toda la fuerza y toda la razó~
con los sufrimientos y la apatía de una vida triste y que poseen.
Slll ir2.ria. Existen diferencias entre los dive:-sos tipos de
inteligencia: unas personas tienen un tipo de inteli-

IJ(, 137
gen cia a pta para lo prác tico y otras para los nego- fesa;:, que saben disfraz ar los e l0~ios con aparien cia
cios; alguna gente entiende de negocios pe ro sin te - de censura y qu e descubren e n sus comentarios lo
ne r por ellos un interés pa rticul ar: existen personas que hay de positivo en la perso na de la que se ocu -
co n inteligencia clara para todo aquello en lo que pan aunque ella trate d e negarlo .
n n se enc uentran involu cradas y que son absoluta- Una inteligencia fina y una intelige ncia malicio-
me nt e desace rtadas en lo que les intere ~ :1 de forma sa son diferentes. La primera siempre es agradable :
direc ra; o tras . al contrario , tienen una capacidad ili - es pene trante, pi ensa cosas d elicadas y ve h asta los
r~ :i t ::Jda e n lo que les concierne vivamente y s r~b e n detalles m ás impe rce ptibles. Una m aliciosa no va
~ a c :1r ,-,: m aja de todo en lo qu e intervienen. nunca en línea recta ; busca atajos e indirectas p:!ra
Se pucJ e te ner un a intelige ncia de carácte r obtener sus fin es, au nque sean descubiertos a la lar-
mu y serio y, sin e mbargo, decir cosas am ables y di- ga, se hagan teme r y po r lo ge n e ral no condu zcan a
,·ertid as ; es un tipo de inteligen c:ia que sería conve- grandes logros.
ni ente qu e se generalizara a cualquier edad de la Existen tambié n algunas diferen cias entre una
,· id;t. Lns jóve nes, por lo común, poseen una inteli - inteligenci a fogosa y una inteligen cia brillante . Una
.~ en c i ; J jo1 u! y burlon a, sin profundid ad, lo qu e los fogosa va más lejos y co n mayor rapid ez; una hri -
Ulnv ic iTC mu chas veces en impertine ntes. Nada es ll a nte tiene vivac id ad , es agrad able y muy prec isa .
11 1:í.' di fícil qu e tratar continu ame nte de ser grac io- Una inteligenci a a mabl e se ma nifiesta sin brus-
:;n , pues lo que algun a veces merece reco noc imie n - q ued ades, co n un ;Jire tjc il y complaciente , y resulta
to, e n otras n os expone a la ve rgüenza de molesta r- muy agrad abl e si no cae e n la insipi dez.
lus por<.Ju e no se encuen tre n en humor pa ra brom as . U n a intelige ncia ord enad a y de talli sta trabaja
Ll ca pacidad de ironía es un a de la m ás desagrada- con reglas dete rmin adas a n te todo lo qu e se prese n -
bles. y pe ligrosas cualidades de la intelige ncia; agra- t:! a nte ella. Es ta c ualidad, sin emba rgo, la reduc e
d a al se r delicada , pero sie mpre se teme a los qu e la por lo común a cosas pe queüas , lo cu al no qui ere
emp lea n co n frecu encia . Las bromas pu eden perm i- deci r qu e sea inw m]':1ti ble co n los gran des proye c -
tirse siempre y cuando no tenga n malignidad y si se tos y, de aplicarse bie n - el orde n y la búsqued a J el
hacen en presencia de todos los embromados. Es d i- detalle-, es capaz de elevarse muy por encima de
fíci l tener una inteligencia burlona sin tra tar de ser todos los o tros tipos d e intelige ncia.
siempre gracioso o sin inclin arse a las burlas conti - Se h a abusado mu cho de la ca lificac ión de inte-
nu as; es n ecesario un gran dominio para sabe r e m- ligencia noble, y a pesa r de lo q ue se acaba de dec ir
p lea r la burl a sin caer e n ninguno de esos extre mos. d e sus cualid ade s, se h a acostumbrado dar ese cali-
La ironía es una manera de reírse qu e iien a la inte li- ficativo a un nú mero infin ito de malos poe tas y ab u -
ge ncia y le permite ve r lo ridículo de las cosas qu e ~ ~id os escrito res , dando como re s •_ d ~ ad o q 11 P se e m-
enfrenta ; la man era de ser agrega a ella, de acuerdo plee. en su foma corrien te , para ridic ulizar a la
al hu mor q ue se te nga , mayor o meno r ca ntid ad de gente antes qu e pa ra elogia rla .
a mabilidad o de as pereza ; hay mane ras de licad as y A unque existan d ife re ntes palabras qu e se a pli-
h alagado ras de ironizar qu e sólo tocan los d efectos can a la incelige ncia y q ue parece n decir la mism a
que las pe rson as n o tienen mayor dific ultad en con- cosa, el tono de voz y la man era de pro nunciar se -

l 38
13 9
f.alan la diferencia; pero como los tonos de voz y las nifiestan con ta.nto esplendor y son <1poyadas con
maneras de pronunciar no se pueden describir, no tan simpáticos razonamientos, que sólo por eso me-
me detendré en detallar lo que resulta imposible de recen ser admiradas.
explicar bien. El uso común lo aclara bastante; al
decir que una persona es inteligente, que es muy in-
teligente o que tiene una inteligencia precisa, sólo
el tono de voz y la forma de pronunciar indican las XVII
diferencias entre estas expresiones que en el papel De la inconstancia
parecen semejantes, pero que hacen referencia a di-
ferentes clases de inteligencia. También suele decir-
o pretendo justificar aquí la inconstancia en ge-
se que una persona tiene una sola clase de inteli-
gencia o que tiene toda clase de inteligencia o que
sólo tiene algunas clases de inteligencia. Se puede
N neral, y menos aún a la que proviene sólo de la
ligereza; pero tampoco es justo imputarle todos los
ser tonto siendo inteligente y no ser tonto aunque cambios en el amor. Hay en él, una primera flor de
se tenga poca inteligencia. dicha y viveza que se marchita insensiblemente,
Tener mucha inteligencia es un término equívo- igual que la de los frutos. No es culpa de las pe~~o­
co: puede abarcar todos los tipos de inteligencia que nas, es un defecto del tiempo. Al principio, la pre-
acabo de señalar, pero también no indicar a ningu- sencia atrae, los sentimientos son correspondidos,
na. Algunas veces es posible mostrar inteligencia en se busca la dulzura y el placer; se busca complacer a
lo que se dice sin que por ello se demuestre de igual quien nos complace y se demuestra que se le da un
manera en la forma de actuar; se puede tener inteli- valor infinito a quien amamos; pero con el paso del
gencia pero que sea muy limitada; una inteligencia tiempo no se siente lo que se creía sentir para siem-
puede ser apta para ciertas cosas y no serlo para pic. el entusiasmo ya no existe, la atracción de la
onas; también es posible tener mucha inteligencia y novedad desaparece, la belleza, que tanto intervie-
que no sirva para nada; y no es raro que se tehga ne en el amor, disminuye o ya no hace la misma im-
mucha inteligencia y que esto moleste a los demás. presión. La palabra amor se mantiene, pero las per-
Sin embargo, puede decirse que a menudo la inteli- sonas que lo vivieron ya no son las mismas ni
gencia sólo sirve para agradar en las conversaciones. disfrutan de iguales sentimientos, aunque conti-
Aunque los resultados de la inteligencia sean núen actuando como si se amaran por los compro-
infinitos, se puede, me parece, clasificarlas de esta fll;sos del honor, la costumbre y po;- no estar con-
manera: hay cosas tan bellas que todo el mundo es vencidos de la pertinencia de un cambio.
capaz de ver y sentir su belleza; hay otras que son iCuántas personas se hubieran empezado a
bellas pero aburren; otras son bellas y todo el mun- amar si se hubiuan visto tal como serían con el
do lo cree y las admira aunque sin que se sepa el transcurso de los al'ios? Pero también, icuántas per-
motivo; algunas con tan finas y delicadas que poca sonas se separarían si volvieran a mirarse como lo
gente es capaz de valorarla en la plenitud de su be- hicieron la primera vez? El o1gullo, que casi siempre
lleza; y hay otras que no son perfectas, pero se ma- domina nuestros gustos y que nunca se sacia, se ve-

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ría halagado incesantemente por a.lgún nuevo pla- ser elogtados por diversos motivos que halagan a los
cer, pero la constancia perdería su mérito, no parti- demás; la experiencia les ha enseñado el valor de
ciparía en tan agradable unión, los favores del mo- todo lo que las personas desean en su jüventud y la
mento tendrían idéntica gracia que los primeros, sin imposibilidad de disfrutar de ello por más tiempo; se
que d recuerdo agregue en ellos alguna diferencia; les han cerrado los diversos caminos que se abren a
incluso la inconstancia se desconocería, ya que se los jóvenes para obtener grandezas, placeres, repu-
amaría con el mismo placer al tenerse siempre los tación y todo lo que lleva a la distinción de las per-
mismos motivos para amar. sonas, ya sea por su suerte, por su manera de com-
Los cambios que se dan en la amistad respon- portarse, por la envidia e injusticia de los demás; el ·
den, poco más o menos, a causas similares a los del camino para destacarse es dcmasi::!do lento y peno-
amor. Sus reglas tienen mucha relación. Si el amor so cuando uno se ha extraviado una vez; las dificul-
da mayor alegría y placer, la amistad debe ser más tades parecen insuperables y la edad ya no permite
equilibrada y seria y no perdonar nada. Pero el aspirar a ello.
tiempo, que altera al humor y a los intereses, des- También se vuelven insensibles a la amistad, no
truye a ambos casi de la misma forma . Son demasia- sólo porque jamás tuvieron una verdadera, sino por-
do débiles las personas y muy volubles para mante- que han visto morir a un gran número de ami-
ner durante largo tiempo el peso de la amistad. La gos que no tuvieron tiempo ni ocasiones de faltar a
antigüedad suministró muchos ejemplos notables, la amistad, y esto los lleva a convencerse de que
pero en la época actual se puede afirmar que tiene ellos habrían sido mejores amigos que los que aún
mayores posibilidades encontrar un amor verdadero viven. Ya no disfrutan de los tempranos intereses
que una verdadera amistad. que llenaron su imaginación; no disfr:.: tan casi de
las satisfacciones que da la gloria, pues la que adqui-
rieron ya está marchita por el tiempo y, además, es
común que las personas pierdan al evejecer la que
ganaron antes que aumentarla. Cada día que pasa
XVIII les quita una parte de sí mismos; ya no tienen vida
Del retiro suficiente para gozar de lo que poseen; delante de
ellos sólo contemplan penas, enfermeJades y humi-
llaciones; todo lo han visto y ya nada puede tener la
M E comprometería a un discurso demasiado largo
si tratara aquí, de forma detallada, todas las ra-
zones naturales que llevan a las personas de edad a
gracia de la novedad; el tiempo los aleja impercepti-
blemente del lugar desde dond e conviene ver los
retirarse del trato con el mundo; las modificaciones objetos y desde d 8!.' rl~ éstos del:->Pn ser vistns. Aun a
del carácter, del cuerpo, y la debilidad de los órga- los más afortunados se les soporta, a los demás se les
nos los conducen insensiblemente, como a la mayo- desprecia; su única posibiíidad acertada es ocultar al
ría de los animales, a alejarse del trato con sus se- mundo lo que quizá mostraron en exceso. En ese
mej antes. El orgullo, que es inseparable del amor momento, la se mibilidad, desengañada de inútiles
propio, lo justifica con cierta rCJzón: ya no pueden deseos, se interesa por actividades mudas e insensi-

142 143
bles: la arquitectura, la agricultura, la administra- miemos más singulares que los siglcs precedentes.
ción metódica, el estudio, todo lo que puede estar He querido referirme a algunos de ellos para desta-
sometido a voluntad, a lo que de acuerdo con el es- carlos ante las personas que deseen reflexionar so-
tado de ánimo los lleva a acercarse o alejarse de bre ellos.
ellas, pues son dueños de sus deseos y de sus ocupa- María de Médicis, reina de Francia, mujer de
cion<:s; todo lo que buscan puede ser dominado por Enrique el grande, fue madre del rey Luis XIII;
ellos; y al independizarse de la dependencia del de Gastón, señor de Francia; de la reina de Espa-
mundo, hacen depender todo de ellos. ña; de la duquesa de Saboya y de la reina de Ingla-
Los más inteligentes saben emplear con prove- terra; fue regente en Francia y gobernó al rey, su
cho el tiempo que les queda, y no teniendo en la hijo, y el reino de él durante varios años. Elevó a
vida más que una mínima participación, tratan de Armand de Richelieu a la dignidad de cardenal; lo
ser dignos de otra mejor. Los demás sólo se tienen a hizo primer ministro, dueño del Estado y de la men-
ellos mismos como testigos de sus miserias; sus pro- te del rey. Poseía pocas virtudes y pocos defectos
pios malestares los divierten; la menor tranquilidad que la hiciesen temer, y, sin embargo, a pesar de
la equiparan con la felicidad; la naturaleza, desfalle- tanto brillo y grandezas, esta princesa, viuda de En-
ciente y más juiciosa que ellos, les elimina muchas rique IV, madre de tantos reyes, fue hecha prisione-
veces la vergüenza de desear. En resumen, se olvi- ra por el rey, su hijo, y por la camarilla del cardenal
dan del mundo que tan dispuesto se halla a olvidar- Richelieu, que le debía su suerte. Fue abandonada
los. Hasta su misma vanidad encuentra consuelo en por todos sus hijos, que eran reyes, que no se atre-
el retiro, y con muchas molestias, incertidumbres y vieron a darle refugio en sus reinos, y murió en la
debilidades, ya sea por piedad con ellos mismos, por miseria y casi de hambre en Colonia, después de ser
razonamientos, y por costumbre la mayoría de las persegc:ida durante diez años.
veces, se resignan a una vida insípida y desalentada. Ange de Joyeuse, duque y par, mariscal de
Francia y almirante , jove n, rico, galante y dichoso,
abandonó todas estas ventajas para ser capuchino.
Después de algunos ~ños, sus responsahilidades con
el reino lo llamaron al mundo; el Papa lo dispensó
XIX de sus votos y le ordenó aceptar el mando de los
De los acontecimientos de este siglo ejércitos del rey contra los hugonotes. Cuatro años
permaneció en este cargo, dejándose arrastrar por
las mismas pasiones qu e lo agitaron en su su juven-
L A historia, que nos enseña lo que sc:cede en el
mundo, cnnsigna sin diferencias los grandes
acontecimientos y los mediocres; a menudo, esta
tud. T ;::rminada la guerra, renunció po1 :; ~gunda ·;;::z
al mundo. volviendo a tomar el hábito de capuchi-
confusión de objetos impide discernir con la aten- no; vivió durante largo tiempo una vida santa y reli-
ción neces aria los hechos extram dinarios que se en- giosa, pero la vanidad , de la que logro triunfar en
cuentran contenidos en cada siglo. Éste, en el que medio de las grandezas, lo derrotó en el claustro;
vivimos , ha producido, en mi entender, acontecí- fue elegido prelado ordinario del convento de París

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y, h abie::.do sido discutida su elección por algunos ciegameüte sus órdenes después de muerto tal como
religiosos, se expuso no sólo a ir a pie a Roma en hizo durante su vida.
avanzada edad, además de otras incomodidades Alfonso, rey de Portugal, hijo del duque de Bra-
propias de tan penoso viaje , sino que al encontrar a ganza, de quien acabo de hablar, se casó en Francia
su regreso la misma oposición de los religiosos, viajó con la hija del duque de Nemours, joven, sin bienes
por segunda vez a Roma para defender de nuevo y sin protección. Poco tiempo después esta princesa
unos intereses tan poco dignos de él. Murió en el tuvo la idea de derrocar a su marido, el rey; lo hizo
camino, de fatiga, de disgusto y de vejez. arre-star en Lisboa, y las mismas tropas que un día lo
Tres portugueses de alc urnia, seguidos por die- cuidaban como rey, al día siguiente lo cuidaron
cisiete amigos, empezaron la revolu ción de Portugal como prisionero; fue ence rrado en una isl a de su
y de las Indias que de él dependen , sin ponerse de propio reino, no le quitaron la vida ni su título de
ac uerdo con los pueblos ni con los países extranje- rey. El príncipe de Portugal, su hermano, se casó
ros, y sin estar en combinación con las plazas milita - con la reina; ella conserva aún su título de reina,
res. Este pequeüo número de conjurados tomó po- pero da al príncipe, su marido, toda la autorid ad del
sesión de l palacio de Lisboa, exp ul sando a la viuda gobierno, pe ro sin otorga rle el título d e rey. En la
de Mantua, nombrada regen te por el rey de Españ : 1 actualid ad disfruta del éxito de un acto tan extraor-
y logran do que se levantase todo el reino . En este dinario, en p<1z con los españoles y sin guerra civil
deso rden só lo murió Vasconcclos, ministro de Espa- en el reino.
ña, y dos d e sus criados. La revolu ció n se hizo para Un vendedor de hortalizas llamado M asa niell o,
favorece r al duqu e de Braga nza, pero sin qu e él par- hizo sublevarse a l pueblo de N ápoles y, a pesar del
ticipa ra; fue nombrado rey contra su voluntad, y fu e poderío español, usurpó la autoridad real; dispuso
el único en Portugal qu e se opuso a su nombra - soberana mente de la vid a, la libertad y los bienes de
miento. Re inó durante catorce años sin tene r ma- todos los 4 ue le parecían sopechosos; se ad ueñó de
yor grande:a o méritos. i\1urió en su cama \' deJ Ó a ~::: ~- 3cluanas; les co nfiscó su din ero y sus mu ebles a
sus hijos el reino pacificad o. los pro hispánicos, e hizo quemar públicamente to-
El cardenal Richelieu fue dueño absoluto de das esas inmensas rique zas en el centro de la ciu-
Francia durante el rein ado de un rey que lo dejaba dad, sin que uno sólo d e los que formaban aquella
gobe rn ar pero sin atreverse a confi arle su propia muchedumbre revuelta y confusa se aprovechase de
pe rsona; el carden al tenía las mismas desconfianzas unos bienes que pensaban mal adquiridos. Este mi-
para el rey, y evitaba visitarlo por miedo a exponer lagro no t.1t.nó más que qu ince días y conclüyó con
su vida o su libertad. o tro milagro: el mismo Masaniello, q ue rea lizó ta n
A pesar de esto, el rey sacrificó a Cinq-Mars, su Qiandes cosas con tanta suerte , gloria y capacidad,
favo rito, a la venp::1ma del cardenal, y aceptó qu e se ~erdió súbitamente la razón, y murió loco frenético
le ejecu tara en el cadalso. C uando murió el carde- en menos de ve inticuatro horas.
nal en su ca ma, d ejó d isp uesto en su testamento los La rein a ele Suecia, en paz de ntro de su rein o y
cargos y dignidades del Est2do, ob ligando al rey, con sus vecinos, amada por sus súbJ itos, respetada
cuando mayor era su od io y sus sospechas, a cumplir por los ex tranj eros, jove n y sin devoción, abandonó

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voluntariamente su reino para tener una vida priva- dencia de la casa de Austria, se convierte en un
da. El rey de Polonia, de la misma casa que la reina momento en jefe de todos los príncipes de Alema-
de Suecia, abdicó de su trono sólo por el cansancio nia, que temen su autoridad y desprecian su perso-
de ser rey. na, y es un rey más absoluto de lo que fue Carlos V.
Un teniente de infantería, sin nombre y sin mé- El rey de Inglaterra, débil, perezoso y entregado
ritos, comenzó a darse a conocer en los desórdenes a los placeres, olvidando los intereses de su reino y
de Inglaterra a la edad de cuarenta y cinco años. su obligación de servir de modelo, se expuso con
Destituyó ~~ rey legítimo, bueno, justo, amable, va- valor, durante seis años, al furor de su pueblo y al
liente y liberal; le hizo cortar la cabeza por un de- odio del Parlamento sólo por conservar una rela-
creto del Parlamento; cambió la monarquía en re- ción cercana con el rey de Francia; y en vez de opo-
pública; fue dueño de Inglaterra durante diez años; nerse a las conquistas de este rey en los Países Ba-
y fue más temido en el extranjero y en su propio jos, lo apoyó suministrándole tropas. Esta amistad le
país que todos los reyes anteriores. Murió ~~anqui­ impidió ser dueño absoluto de Inglaterra y extender
lamente y en plena posesión de todo el poder del sus fronteras a Flandes y a Holanda con plazas y
reino. puertos que siempre rehusó; pero en el momento en
Los holandeses se sacudieron el yugo de la do- que recibe sumas considerables del rey francés, y
minación española; formaron una poderosa repúbli- cuando mayor es su necesidad de ser apoyado con-
ca y estuvieron en guerra durante cien años contra tra sus propios súbditos, renuncia sin pretexto algu-
sus reyes legítimos a fin de conservar su libertad. no a tantos compromisos y se declara enemigo de
Tan grandes hechos se los deber. a la conducta y Francia, justo cuando le es útil y honesto estar alia-
valor de los príncipes de Orange, de los que, sin em- do a ella. Por una nociva y precipitada política,
bargo, siempre temieron su ambición y les limitaron pierde en un momento la única ventaja que pudo
el poder. Actualmente, esta república, tan celosa de obtener de una actitu d equivocada durante diez
su libe rtad, concedió al actual príncipe de O range, años, y habiendo podido acwar como med iador de
a pesar de su escasa experiencia y lamentable parti- la paz, se ve obligado a suplicarla mientras el rey se
cipación en la guerra, lo que negaron a sus padres; las concede graciosamente a España, Alemania y
no se limitaron a rodearlo de sus antiguas riquezas, Holanda.
sino lo situaron en una posición que le puede per- Al rey de Inglaterra no le resultaron convenien-
mitir proclamarse rey de Holand a, y aceptaron des- tes las proposiciones que le hicieron para casar a su
pedazar al único hombre que representaba la liber- nieta, la princesa de York , con el príncipe de Oran-
tad pública. . ge. El duque de York parecía compartir la misma
El poderío español, tan extend.ido y temible posición que el rey, su hermano; y también el prín-
para todos los reyes del mundo, encuentra hoy su cipe de Orange, desanimado por l_, s obstáculos, se
principal apoyo en sus súbditos rebeldes, y se sostie- inclinaba a que no se llevara a cabo el matrimonio.
ne por la protección hoiandesa. El rey de Inglaterra, por -'U estre cha amistad con el
Un emperador joven, débil, simple, gobernado rey de Francia, consentía en sus conquistas, hasta
por ministros incapaces y durante la mayor deca- que los intereses del tesorero mayor de Inglaterra,

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que temía ser atacadc por el Parlamento y necesitó landa y unir tantas potencias contra nosotros, los
buscar su segurid ad personal, logró convencer al franceses.
rey, su señor, de las ventajas de contar con el apoyo Sin embargo, parece que los que desearon ese
del príncipe de Orange por su enlace con la prince- casamiento y los que se opusieron a él, no entendie-
sa de York, y de la conveniencia de proteger a los ron los intereses del príncipe de Orange: el tesoro
Países Bajos oponiéndose a Francia. mayor de Ingíaterra quiso apaciguar al Parlamento
Este cambio de ac titud del rey de Inglaterra fue convenciendo al rey, su señor, a entregar a su sobri-
tan rápido y secreto, que hasta e! duque de York lo na al príncipe de Orange y a oponerse a Francia. El
ignoraba dos días antes de la boda de su hij a, y na- rey quiso afirmar su autoridad interna apoyándose
die podía creer que el rey, que había arriesgado diez en el príncipe de Orange y pretendió comprometer
at'i.os su vida e incluso su corona por permanecer favorablemente a su pueblo suministrándole los di-
aliado a Francia, renunciase en un momettto a todo neros necesarios para sus diversiones con el pretex-
lo que de ella esperaba por seguir el consejo de su to de declarar la guerra al rey de Francia y obligarlo
ministro. a solicitar la paz. El príncipe de Orange tuvo la idea
Por su parte, el príncipe de O range , que tanto de someter a Holand a con la protección inglesa y
interés te!~!a en abrirse un camino que lo lleva ra un Francia rece ló de un casamiento tan contrario a sus
día a se r rey de Inglaterra, desc uid aba este matrimo- intereses no inclinase la balanza y uniera a Inglate-
nio que le convert iría en presun to heredero del tro- rra con todos los enemigos de Francia.
no, limitando sus proyec tos a afirm ar su autoricl : 1 d En se is semanas , los acontecimientos demostra-
L'n Holanda , a pesar del escaso éxito de sus últimas ron el error de tan tos razonamientos; la boda abri n
campañas , y se empeñaba en gobernar a las demás la eterna desconfianza entre Inglaterra y Holand a y
provincias como creía hace rlo ya en Zeb::1da. Pero ambas lo consideraron como un deseo de oprimir
pronto se dio cuenta de que debía tomar otras me- sus libertades ; el Parlamento de Inglaterra atacó a
, it,ias: un suceso rid ícul o le pe rmiLiú conoce r mejor los minist ros del rey y en seguid a a la pe rsona real;
su posición política en Inglaterra de lo que su inteli- Holanda, cansada de la guerra y celosa de su liber-
gencia le permitía. Un veii.Gedor púbiico ofrecía tad, se arrepintió de .haber puesto el poder en ma-
unos muebles en una almor,cJ a y se había reunido nos de un joven ambicioso, presunto heredero de la
mu cha gente; al poner a la venta un atlas, y darse corona de Inglaterra; el rey de Francia, que al prin-
cu enta que a nad ie le interesaba, dijo que era un cipio consideraba al matrimonio como una nu eva
ej emplar más raro de lo que los curiosos pensaban, ;;[ ~ anz a contra él, supo después utilizarlo para dividir
)';1 que los mapas er:;.-:: tan exac tos que el río, del a sus enemigos y sit.uarse en posición de apoderarse
cual el príncipe de O range no tenía conocimiento de Flandes , pero finalmen te prefirió la gloria de la
cuando perdió l2 ba talla de Cassel, estaba en él tra- paz a la gloria de obten er nu evas conquistas.
: ;1do con toda fide lidad. Esta burla, rec ibid a con Si este siglo no ha produ cido más acontecimien -
un ive rsa l ap lauso, fu e uno de los princip::lles mot i- tos e xt rao rdi n a r i o~ q ue los siglos pasados, se co n-
\ ' <.) S que obligaron al príncipe de O range a buscar ve ndrá, por lo menos, qu e cuenta con la triste ven -
ali arse de nu evo con Inglate rra pa ra suj etar a Ho- taja de supe rarlos en el exreso de crímenes. La

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misma Francia, que siempre los detestó, y se opuso
a ellos tanto por su manera de ser como por su reli-
gión, y que debería se apoyada en esto por su rey, es
hoy, sin embargo, el teatro en donde se ve aparecer
todo lo que la historia y las fábulas nos han contado
ÍNDICE
sobre los crímenes que se cometían en el pasado.
Los vicios se dan en todos los tiempos; las personas
son interesadas, crueles y libertinas, pero habría que
preguntarse que si la gente que todo el mundo co- PRÓLOGO
noce hubiera nacido en esos primeros siglos, lse ha- de Charles Augustin Sainte Be uve ...... ..... .. ... .... .. ... ..... VII
blaría en la actualidad de las prostituciones de He-
liogábalo, de la falta de paiabra de los griegos y de RETRAT O DE LA ROCHEFOUCAULD .. .. ........... . . . . . . . . . . . . . . . .. XXXV
los ·:enenos y parricidios Je Medea? AUTORRETRATO DEL DUQUE DE LA ROCHEFOUCAULD ... XXXVII

MÁXIM AS MORALES
Máximas suprimidas ... ... .......... .... ... ... .. ... .. ..... .... ....... ..... 80
Máximas diversas............... ..... .... ...................... .. ... ... .. .. . 93

REFLEXIONES
l. De lo verdadero.... ..... .... ........... .. .... ....... .... ....... .. ....... 105
II. De la an~ istad ........................ .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... 107
III. Del estilo y los modales...... ...... .... .... ............ .. .. .. ..... 110
IV. De la conversación.......... .. ........ .... ................ .. ...... . 113
V. De la confianza.................. .. ........ .... .... .. .................. 115
VI. Del amor y el mar.......... .. .... ...... .. ...... .. ....... .. .. .. .. .... 11 8
VII. De los ejemplos .................... :................................ 119
VIII. De la incertidumbre de los celos.... ...... .. .......... .. .. 120
IX. Del amor y la vida.............. .. ............ .. .... .. ............... 121
X. De la sensibilidad .. .. .. ...... .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... 122
XI. De la semejanza del humano con los animales .. .... . 124
XII. Del origen de las enfermedades.. .. ...... .. .. .. .. ........... 126
XIII. Delofalso.... ...... .... .... .......... .. .. .. .. .. .. .... .. ........ .. .. ... 127
XIV De !a na wr::~leza y la suerte .. .. ...... ...... .. ...... .. ........ 130
XV. De las coquetas y los viejos .. .. .. .. .. .... .. .. .. ...... .. ... .... 134
XVI. De las diferencias de la inteligencia........ .. .... .. .... . 137
XVII. De la inconstancia....... .. ........ .. .. .. .. .. .. .... ............. 141
XVIII. Del retiro.... .. ........ .. ......... .... .... .. ........ .. .......... .. .. 142
XIX. De los acontecimientos de este siglo.. .. .. .. ........ .... 144

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