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GABRIEL FERNÁNDEZ
Gabriel Fernández era un niño de ocho años, mexicoamericano, que vivía en la ciudad de
Los Ángeles, California con su madre Pearl Fernández, su padrastro Isauro Aguirre y sus
dos hermanos, Ezequiel y Virginia.
En 2012 todo cambia cuando su madre decide llevárselo con ella para recibir prestaciones
sociales del Estado. En el apartamento de su madre vivían también sus dos hermanos.
Gabriel comenzó a llegar a clase sin algunos mechones de pelo, con costras en el cuero
cabelludo, los labios hinchados, moratones por toda la cara o lesiones causadas por disparos
de una pistola de aire comprimido. García insistió en sus denuncias a servicios sociales y
algunos miembros de la familia, preocupados, también pidieron ayuda.
Después de que Gabriel toma el teléfono y marca al 911 (número de emergencia de los
Estados Unidos) agentes de la policía visitaron el departamento en el que vivía varias
veces, incluso un día antes de la paliza final, pero terminaron creyéndole al veredicto de su
madre, ella dice que es un niño que está haciendo bromas y continúa llamando al 911. Un
agente policiaco incluso regaña a Gabriel diciéndole que se lo llevará a la cárcel si sigue
haciendo bromas con las llamadas al 911. Estos agentes nunca comprobaron el estado del
niño.
A Gabriel no le faltaba nada, era un niño feliz que recibía cariño y un hogar, pero sus
abuelos creyeron que una familia con padres homosexuales no serían lo mejor para Gabriel.
Así, sus abuelos se llevaron a Gabriel nuevamente a vivir con ellos. (Anexo 3)
La madre de Gabriel, Pearl Fernández, solía llamar a Michael Lemos “gay”, y que gracias a
él Gabriel había obtenido actitudes de “gay”.
Anexos
Dar en adopción al niño desde un principio para evitar que ande de casa en casa.
Buscar la manera de tener ingreso económico para no aprovecharse del niño.
Buscar ayuda psicológica para los padres y los niños.
Prohibir la tortura y otros castigos o tratos crueles, inhumanos o degradantes a los
niños y niñas, en toda circunstancia.
Garantizar que las leyes que castigan la agresión física se apliquen por igual a los
niños y niñas, donde quiera que se encuentren y quien quiera que sea el perpetrador.
Eliminar toda justificación de la violencia contra los niños y niñas, incluso como
forma de “disciplina” o “control”.
Prohibir explícitamente el castigo físico y otras formas de castigo o tratos crueles,
inhumanos o degradantes para los niños y niñas (en el código penal y/o civil, en el
derecho de menores o de familia, y en las leyes y normas sectoriales aplicables a las
escuelas, los sistemas penales y todas las formas de atención institucional y
alternativa de niños y niñas).
Prohibir el descuido deliberado o trato negligente de los niños y niñas.
Exigir por ley el registro, la regulación y la inspección o revisión periódica
independiente de todas las instituciones y centros formales de cuidado alternativo,
con el deber estatutario de los inspectores de escuchar directamente a los niños y
niñas.
Exigir que se registren todos los incidentes de violencia en las escuelas, otras
instituciones y centros de cuidado alternativo, y que se informe sobre ellos de
manera centralizada.
Proteger a quienes denuncian la violencia contra niños y niñas.
Exigir la revisión regular de los establecimientos de atención o tratamiento y de los
centros de detención para niños y niñas, incluso de todas las circunstancias
relevantes, respetando el derecho de los niños y niñas a que sean escuchados y sus
opiniones sean debidamente consideradas.
Exigir que ciertos grupos profesionales denuncien actos de violencia contra los
niños y niñas a los servicios que tienen el deber de investigarlos.
Exigir que se investiguen de forma pública e independiente las muertes o lesiones
graves de niños y niñas que puedan estar relacionadas con la violencia.
Permitir la adopción a parejas del mismo sexo.