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Capítulo 3.

El universo de las dos esferas en el marco del pensamiento


Aristotélico.

Para examinar la antigua concepción del mundo en la que los conceptos,


pertenecieran o no al dominio astronómico, se entremezclaban para formar un
único y coherente conjunto de ideas, las investigaciones matemáticas de los
astrónomos planetarios habían adquirido ya una serie de funciones esenciales
al margen del campo astronómico. Gran parte de ellas pueden ser descubiertas
la voluminosa obra de un gran filósofo y científico griego Aristóteles (384-
322 antes de nuestra era), cuyas opiniones tuvieron una inmensa influencia y
constituyeron, con el paso del tiempo, el punto de partida para la mayor parte
del pensamiento cosmológico medieval y gran parte de la renacentista.

La obra de Aristóteles trata sobre materias científicas a las que actualmente


conocemos como Física, Química, Astronomía, Biología y Medicina, así
como las materias que tienen que ver con la lógica, la metafísica, política,
retórica y crítica literaria. En cada una de estas disciplinas, especialmente en
lógica, biología y metafísica Aristóteles aportaba ideas enteramente originales.

Aristóteles pensaba que el universo entero estaba contenido en la esfera de las


estrellas, más específicamente, dentro de la superficie externa de dicha esfera.
En todos y cada uno de los puntos del interior de la esfera se encontraba
materia; los agujeros y vacíos no tenían razón de ser en el universo de
Aristóteles. En el exterior de la esfera no había nada, ni materia, ni espacio.
Aristóteles daba explicación al tamaño finito y a la unicidad del universo.
Espacio y materia deben acabar en un mismo tiempo: no tiene sentido
construir un muro que limite el universo y preguntarse acto seguido que es lo
que limita ese muro.

Aristóteles en su tratado del cielo nos menciona que:

“Queda claro que fuera del cielo no existe y no puede existir la masa de
ningún cuerpo. La totalidad del mundo está integrada por toda la materia
disponible. Por tanto, no existen varios cielos ahora y no existieron y ni
pueden existir; antes bien este cielo es único y perfecto. Fuera del cielo no hay
lugar ni vacío, pues todo lugar existe la posibilidad de que haya un cuerpo, por
otra parte, el vacío se define como aquello que, aunque ahora no lo contenga,
puede albergar un cuerpo.”

El universo Aristotélico está lleno en su mayor parte por un solo elemento, el


éter, que se agrega en su conjunto de caparazones homocéntricos para formar
una gigantesca esfera hueca, limitada en su parte exterior por la superficie de
la esfera homocéntrica que arrastra al planeta más bajo, en ese entonces
considerado como la luna.

Aristóteles creía que había cincuenta y cinco caparazones cristalinos de éter y


que estos encerraban en un mecanismo físico el sistema matemático elaborado
por Eudoxo y Calipo su sucesor. Aristóteles casi duplicaba el número de
esferas empleadas por los primeros matemáticos, pero las que el añadía eran
totalmente superfluas desde el punto de vista matemático.

La teoría del universo lleno entro en el seno de la ciencia antigua gracias a la


autoridad combinada de la lógica y de la experiencia, convirtiéndose desde un
primer momento en uno de los ingredientes esenciales de las teorías
cosmológicas y astronómicas. Forma parte de la explicación Aristotélica de la
persistencia del movimiento de la esfera de las estrellas. Si cualquiera de los
caparazones se viera reemplazado por el vacío, entonces desaparecería todo
movimiento en el interior de dicho caparazón. La causa de todo movimiento,
excepto el retorno a la posición natural, esta en el frotamiento entre
caparazones y el vacío en lugar cualquiera del espacio rompería la cadena de
impulsos motores.

Bajo estas ideas de vacío e infinitud del universo Copérnico no creía en ellas,
pues la cosmología de Copérnico privaba a la materia interplanetaria de una
buena parte de las funciones esenciales que desempeñaba en las teorías de
Aristóteles y simultáneamente el exigía muchas otras nuevas. En el marco del
nuevo universo les era mucho más fácil a los científicos aceptar que desde
hacía ya más de un siglo los mineros habían producido el vacío en el interior
de sus bombas de agua, fue entonces cuando en el siglo XVII la presión
atmosférica reemplazo al vacío en las concepciones de los fenómenos
neumáticos. La nueva astronomía de Copérnico fue un ingrediente necesario
en este terreno, una vez mas la teoría astronómica nos revela sus estrechas
vinculaciones con las teorías de otras ciencias, del mismo modo que estas no
dejan de condicionar la imaginación de los astrónomos.

Ahora siguiendo con Aristóteles nos dice que la superficie interior de la luna
divide el universo en dos regiones totalmente diferentes ocupadas por distintas
materias y no sometidas a las mismas leyes, la región terrestre, en la que vive
el hombre, es la sede del cambio y de la variedad, del nacimiento y la muerte,
de la generación y la corrupción. La región celeste, por el contrario, es eterna
e inmutable. El propio Aristóteles llevo mas allá la idea de majestuosidad y
divinidad de las regiones celestes. La materia del cielo y sus movimientos
uniformes de las esferas celestes que circundan simétricamente la tierra.

La astrología y majestad de los cielos nos dan, un ejemplo mas de las


consecuencias indirectas de la estabilidad y unicidad de la tierra,
consecuencias a menudo ejemplarizadas, aunque nunca estudiadas de modo
exhaustivo dentro de la larga discusión sobre las múltiples funciones que
desempeña una tierra central y estable en el marco de la concepción
aristotélica del universo.

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