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“Queda claro que fuera del cielo no existe y no puede existir la masa de
ningún cuerpo. La totalidad del mundo está integrada por toda la materia
disponible. Por tanto, no existen varios cielos ahora y no existieron y ni
pueden existir; antes bien este cielo es único y perfecto. Fuera del cielo no hay
lugar ni vacío, pues todo lugar existe la posibilidad de que haya un cuerpo, por
otra parte, el vacío se define como aquello que, aunque ahora no lo contenga,
puede albergar un cuerpo.”
Bajo estas ideas de vacío e infinitud del universo Copérnico no creía en ellas,
pues la cosmología de Copérnico privaba a la materia interplanetaria de una
buena parte de las funciones esenciales que desempeñaba en las teorías de
Aristóteles y simultáneamente el exigía muchas otras nuevas. En el marco del
nuevo universo les era mucho más fácil a los científicos aceptar que desde
hacía ya más de un siglo los mineros habían producido el vacío en el interior
de sus bombas de agua, fue entonces cuando en el siglo XVII la presión
atmosférica reemplazo al vacío en las concepciones de los fenómenos
neumáticos. La nueva astronomía de Copérnico fue un ingrediente necesario
en este terreno, una vez mas la teoría astronómica nos revela sus estrechas
vinculaciones con las teorías de otras ciencias, del mismo modo que estas no
dejan de condicionar la imaginación de los astrónomos.
Ahora siguiendo con Aristóteles nos dice que la superficie interior de la luna
divide el universo en dos regiones totalmente diferentes ocupadas por distintas
materias y no sometidas a las mismas leyes, la región terrestre, en la que vive
el hombre, es la sede del cambio y de la variedad, del nacimiento y la muerte,
de la generación y la corrupción. La región celeste, por el contrario, es eterna
e inmutable. El propio Aristóteles llevo mas allá la idea de majestuosidad y
divinidad de las regiones celestes. La materia del cielo y sus movimientos
uniformes de las esferas celestes que circundan simétricamente la tierra.