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BOLILLA XIV

La generación de 1837
En tiempos del gobernador Balcarce, precisamente en Junio de 1837, un grupo de jóvenes funda, en
casa de Miguel Cané, una asociación de estudios históricos y sociales. Mas tarde, en la librería de
Marcos Sastre organizan un Salón Literario que a los pocos meses debe cerrarse porque las ideas de
sus integrantes provocaron reacciones entre los adictos a Rosas, procediéndose a la clausura del
Salón. Poco tiempo después en lo de Cané se crea la “Joven Generación Argentina”, entidad que
encabeza Esteban Echeverría. Además integran esa asociación Juan María Gutiérrez, Juan Bautista
Alberdi, José Mármol, Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre, Carlos Tejedor, Domingo Faustino
Sarmiento, entre otros.
Esa generación considera a Mayo de 1810 como una verdadera revolución. Por eso aspira a retomar
la ideología y la concepción democrática de Mayo, para instalar con ellas las bases de la futura
organización del país mediante una constitución. Considera que la solución del problema no
consiste sólo en derribar a Rosas. Ansía lograr un estado democrático generado por la cultura del
pueblo que se adecue a la realidad y que esté animada de un auténtico sentimiento nacional
progresista, sin descuidar la importancia que asigna a las corrientes inmigratorias.
Esteban Echeverría y el Dogma Socialista
El pensamiento político de la Generación de 1837 es concretado por Esteban Echeverría en torno a
14 “Palabras Simbólicas” de su “Dogma Socialista”.
El dogma socialista, redactado por Esteban Echeverría, menos la ultima palabra simbólica que
pertenece a Juan Bautista Alberdi, reflejaba las ideas de la Asociación de Mayo, y sería injusto y
contrario a la verdad histórica referirse a las ideas del “Dogma Socialista” como si pertenecieran
exclusivamente a Echeverría, pues esas fueron las ideas de todos los miembros de la Asociación,
que las aprobaron y se comprometieron, más tarde, a cumplir y luchar por ellas. En el momento en
que el Dogma se escribió, había que establecer que valore debíamos respetar, que glorias
reverenciar, que fechas celebrar; había que crear en suma, una conciencia nacional.
Cabe señalar que el calificativo de “socialista” está empleado en el sentido de “social” en oposición
al liberalismo individualista, pero bajo ningún concepto puede ser confundido con la corriente del
socialismo que había comenzado a difundirse en Europa.
Las Palabras Simbólicas
Las palabras simbólicas desenvuelven una serie de principios cuyo comentario forma el credo de la
asociación, y giran en torno a tres términos: “Mayo-Democracia-Progreso”. “Mayo” inspira,
fundamenta y nutre a la nueva generación. “Democracia” es separación y equilibrio de poderes,
afianzamiento de la libertad y consagración de derechos y garantías del pueblo. “Progreso” es el
camino adecuado para cumplir el programa propuesto.
Asociación: es la condición necesaria que la Providencia impuso al hombre para el libre ejercicio y
pleno desarrollo de sus facultades al darle por patrimonio el Universo. Sin asociación no hay
progreso.
Progreso: la humanidad es como un hombre que vive siempre y progresa constantemente. La ley
del desarrollo se llama Ley del Progreso. Todas las asociaciones humanas existen por el progreso y
para el progreso.
Fraternidad: es el amor mutuo que inclina al hombre a hacer a los otros lo que quisiera que se
hiciese con el. Todo acto de egoísmo es un atentado a la fraternidad humana.
Igualdad: consiste en que los derechos y deberes mutuos sean igualmente admitidos y declarados
por todos.
Libertad: es el derecho que cada hombre tiene para emplear sin traba alguna sus facultades en el
conseguimiento de su bienestar.
Dios, Centro y Periferia de nuestra creencia religiosa: la religión natural es aquél instinto
imperioso que lleva al hombre a tributar homenaje a su Creador. Considera que la mejor de las
religiones positivas es el Cristianismo, pues trajo al mundo la fraternidad, la igualdad y la libertad.
Reconoce la libertad de conciencia como derecho del individuo y la libertad de cultos como un
derecho de la comunidad religiosa. El estado, como cuerpo político no puede tener una religión,
porque no siendo una persona individual carece de conciencia propia.
El honor y el sacrificio, móvil y norma de nuestra conducta social: la moral regla los actos del
hombre privado. El honor los del hombre público.
Adopción de todas las glorias legítimas tanto individuales como colectivas de la Revolución: solo
serán legítimas aquellas adquiridas por la senda del honor, no manchadas de iniquidad e injusticia,
las obtenidas a fuerza de heroísmo, constancia y sacrificio. Hace la diferencia entre gloria y
reputación.
Continuación de las tradiciones progresivas de la Revolución de Mayo: la revolución americana
proclamó las verdades que el espíritu humano había producido, para que sirviesen de fundamento a
la reorganización de las sociedades modernas. Para fundar la libertad era necesario primero la
independencia.
Independencia de las tradiciones retrógradas que nos subordinan al antiguo régimen: para destruir
al régimen antiguo se necesita una reforma radical de las costumbres, y ello será la obra de la
educación y de las leyes.
Emancipación del espíritu americano: somos independientes pero no somos libres. Los brazos de la
España no nos oprimen, pero sus tradiciones nos abruman. A la joven generación toca la grande
obra de la emancipación del espíritu americano que se resume en dos problemas: emancipación
política y emancipación social. El primero esta resuelto, falta hacerlo al segundo.
Organización de la Patria sobre la base democrática: la democracia es el régimen de la libertad
fundado sobre la igualdad de clases, es el gobierno de las mayorías.
Confraternidad de principios: la confraternidad de principios producirá unión y fraternidad de todos
en el sólo objeto de la libertad y engrandecimiento patrio.
Fusión de todas las doctrinas progresivas en un solo centro: formular un sistema de creencias
comunes y de principios luminosos que nos sirvan de guía.
Abnegación de las simpatías que puedan ligarnos a las dos grandes facciones que se han disputado
el poderío durante la Revolución: nosotros no conocemos más que una sola facción: la Patria.
Esta última palabra simbólica pertenece a Alberdi, y fue agregada con posterioridad a la redacción
original de las catorce anteriores.
Situación política después de Caseros
En la batalla de Caseros se concreta la caída del régimen rosista, pues ya con mucha anticipación se
estaba preparando el terreno para ello. Urquiza, vencedor de Rosas en Caseros, dirigirá un
manifiesto al pueblo de Buenos Aires en la que expresa que su ejército se propuso salvarlos del
despotismo sangriento que los oprimía. Luego de Caseros, Urquiza tenía diferentes caminos a
seguir, ya que debe recordarse que al producirse la batalla, las provincias no plegadas a su bando
tenían los mismos gobernadores que en la época de Rosas, con excepción de Santa Fe, donde
Domingo Crespo reemplazó a Echagüe que se embarcó con el tirano.
Uno de esos caminos era profundizar las consecuencias de las victorias iniciando su acción contra
las provincias. Por otro lado, podía desechar la guerra e intentar la conciliación. Eligió este último
camino.
La primera medida, era la de designar gobernador provisorio, recayendo la misma en la persona del
Dr. Vicente López y Planes. Luego de esto, llamando a elecciones para integrar su Sala de
Representantes, la que posteriormente confirmó a López como gobernador titular.
Al mismo tiempo se dedicó a lograr la conciliación y el acercamiento de las provincias de la
Confederación, mediante acuerdos. Encomendó la tarea de conversar con los gobiernos provinciales
al Dr. Bernardo de Irigoyen, que había sido Secretario de Rosas, misión que tuvo pleno éxito. La
respuesta de los gobernadores fue favorable.
Con tal finalidad se utilizaron dos vías: las provincias del interior lo hicieron mediante el dictado de
leyes, mientras que el grupo de las provincias litorales (Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes) llegaron a análoga decisión con el Protocolo de Palermo.
El Protocolo de Palermo
En los primeros días de abril de 1852, Urquiza reunió en la antigua residencia de Rosas en San
Benito de Palermo a los gobernadores de las provincias que habían participado del ejército
vencedor, a los que agregó al titular interino de Buenos Aires, a los efectos de llevar adelante el
primer paso del plan tendiente a lograr la organización constitucional del país. Urquiza, Virasoro, el
delegado de Santa Fe Leyva, y López y Panes.
Estos resuelven:
1) Autorizar al Gobernador de Entre Ríos Urquiza dirigir las RR.EE. de la república hasta tanto
se reúna el Congreso Nacional.
2) Asimismo, la designación de un plenipotenciario para que concurra a formar la Comisión
representativa de los gobiernos
3) Dispuso hacer conocer la resolución a las demás provincias
A consecuencia de la firma del Protocolo de Palermo cesó de funcionar la Secretaría de Estado de
Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires y se designó en calidad de Ministro al Dr.
Peña, quien envió una circular a los gobernadores de las provincias, invitándolos a una reunión que
tendría por objeto formar “el preliminar de la Constitución Nacional”
El Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos
El 31 de mayo de 1852 los gobernadores de las 14 provincias históricamente preexistentes
suscribieron el Acuerdo de San Nicolás, que ponía fin al largo camino hacia la unidad y la creación
del Estado Federal, en cuanto sentaba las bases para la reunión del Congreso General Constituyente.
1) Declara “Ley fundamental de la República” al Pacto Federal de 1831
2) Declara libre de impuestos o derechos de tránsito a los artículos de producción nacional o
extranjera que pasen del territorio de una provincia a otra
3) Establece el mes de agosto para la reunión del Congreso y manda elegir los diputados
4) Se sancionará la Constitución a mayoría de sufragios
5) El encargado de las RR.EE. tendría a su cargo la atención de los gastos y viáticos del
Congreso
6) El lugar de reunión será Santa Fe, y allí se determinará su residencia
7) Se le confiere el título de Director Provisorio de la Confederación
El acuerdo no condiciona en un sentido lógico a la constitución del 53, pero introduce en ella, por la
fuerza de los factores empíricos, el ideario de Mayo. Es el pacto que posibilita la integración
provinciana que, desde Mayo de 1810, aparecía en ciernes sobre el horizonte de nuestro
constitucionalismo.
El rechazo de la legislatura porteña
El acuerdo fue suscrito, por todos los gobernadores inclusive el de la provincia de Buenos Aires. El
Gobernador de ese Estado, al regresar de San Nicolás, lo envió a la Sala de Representantes de la
provincia. Comenzó entonces el debate, el que dio lugar al planteo del problema formal acerca de si
el gobernador podía o no suscribir el acuerdo sin la previa autorización de la Sala de
Representantes.
Correspondió a Bartolomé Mitre impugnarlo desde el punto de vista político. Decía que el acuerdo
creaba una dictadura irresponsable con poderes despóticos, ya que no se determinaban las
responsabilidades ni se limitaban las facultades del Director Provisorio.
Vélez Sarsfield tuvo a su cargo el ataque desde el punto de vista jurídico, ya que a su juicio el
acuerdo firmado en San Nicolás por los gobernadores no tenía validez, hasta que las respectivas
legislaturas lo ratificasen.
En realidad, si bien el Acuerdo otorgaba facultades extraordinarias a Urquiza, ello no constituía una
novedad; no hacía sino repetir una regla vista a lo largo de la historia: es mas, dichas facultades eran
necesarias para la organización del Congreso, y se limitaban a unos pocos meses de perduración.
La defensa jurídica del Acuerdo estuvo a cargo del Ministro de Instrucción Pública, Dr. Vicente
Fidel López, y se expresaba diciendo que el acuerdo era un acto de gobierno que emanaba de la
obligación que tenía, que era la de cumplir las leyes fundamentales y vigentes hasta la fecha,
sancionadas por el sentimiento de todos los pueblos de la república. De tal manera, los
gobernadores de provincia podían reunirse y establecer un pacto bajo la forma consagrada de
Constitución.
La barra embravecida prácticamente impidió al ministro López continuar con la defensa de la
postura del gobierno, y debió retirarse en un carruaje policial para evitar ser agredido, luego de
manifestar: “Me honro con la declaración que hago: que amo como el que más al pueblo de Buenos
Aires donde he nacido. Pero alzo mi voz para decir que mi Patria es la República Argentina y no
Buenos Aires”.
Dos días después, el gobernador López renunciaba a su cargo y Urquiza disolvía la Sala de
Representantes y asumía el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Una serie de arrestos y
destierros, entre los que se hallaban Mitre, Alsina y Vélez Sarsfield, junto a la clausura de diarios
opositores, crean una situación de total incertidumbre.
Urquiza designa nuevamente gobernador de Buenos Aires a Vicente López, pero ante su renuncia
definitiva delega el mando en su Ministro de Guerra, el Gral. José Miguel Galán.
La oposición porteña, manejada por Valentín Alsina sigue su curso y con el mando militar del Gral
Pirán, se produce la revolución del 11 de septiembre que triunfante obliga a Galán a refugiarse con
sus tropas en la provincia de Santa Fe. El movimiento triunfante en Buenos Aires restablece la Sala
de Representantes designando gobernador interino al Gral. Pinto.
La nueva situación creada en la provincia de Buenos Aires pretende alcanzar metas nacionales
mediante un manifiesto que la Sala de Representantes dirige a los gobiernos y ciudadanos de las
demás provincias en el que expresan “querer la organización del gobierno de todos y para todos”.
Los pueblos, acostumbrados a sufrir décadas de permanente imposición porteña, se mantendrán
firmes en la decisión de integrar la Convención General Constituyente.
Posteriormente se produce la secesión de Buenos Aires, que se declara un Estado libre y desconoce
los actos que emanasen del Congreso de Santa Fe, retira a Urquiza el encargo de las RR.EE. e
imparte orden de regreso a sus diputados que habían viajado para incorporarse a la reunión
constituyente.
El pensamiento de Alberdi. Las Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina.
La obra mas conocida de Alberdi es “Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina” que, conjuntamente con su proyecto de Constitución resultaría la fuente por
antonomasia de nuestra Constitución.
Alberdi analiza los textos constitucionales, tanto nacionales como americanos, señalando las
bondades y defectos de cada uno. Concluía en que el derecho constitucional de Sud América se
encontraba en oposición con los intereses de su progreso material e industrial del cual dependía su
porvenir. Destacaba la importancia de que nuestro país resultara el último en realizar su
organización constitucional definitiva, pues de esta manera se podría disponer de todos los
antecedentes americanos intentados hasta ahora, de los cuales poder extraer lo bueno y desechar
todo lo negativo. Para el logro de una modernización del país, se debía poner inmigración libre,
libertad de comercio, ferrocarriles, industria sin trabas, como medios esenciales que dejen de ser
palabras y se vuelvan realidades.
Analizaba también los ensayos constitucionales argentinos, especialmente las Constituciones de
1819 y 1826. Las consideraba antecedentes de buena fe, que debían ser abandonabas por su falta de
armonía con las necesidades del progreso argentino. De las constituciones americanas, consideraba
a la de Perú como muy atrasada, la chilena como la más sensata y superior en relación a las demás
de Sudamérica, la de Méjico, sostenía, ofrece una resistencia tenaz y mala disposición para la
radicación de extranjeros. Consideraba a la de Paraguay como la más atrasada, con defectos tan
graves que la hacían aborrecible.
Ponía como ejemplo la Constitución de California de 1849, exenta de retórica y de frases huecas,
siendo normas simples y positivas, tendientes al progreso de la población, de la industria y de la
cultura.
Era partidario de la inmigración, como medio adecuado para el progreso y la cultura de nuestros
países: “gobernar es poblar”, decía. Buscaba una inmigración selectiva, de razas inteligentes y
laboriosas.
Debía establecerse una amplia tolerancia religiosa, para facilitar la política inmigratoria. Los medios
de llevar esa inmigración al interior era a través de los ferrocarriles. Debía fomentarse la navegación
interior, propiciándose la libre navegación de los ríos.
El tema referido a la forma de gobierno lo consideraba fundamental para afirmar las instituciones,
y si bien la república no tenía en nuestro país la necesaria preparación de sus habitantes para
llevarla a la práctica, no se manifestaba partidario tampoco de la monarquía. Por ello buscaba
obtener de ambos sistemas los aspectos más positivos y convenientes para nuestro país, y en tal
sentido propiciaba la existencia de un Poder Ejecutivo fuerte.
Era partidario, también, de la educación popular. Buscaba un régimen federal atenuado,
estableciendo un gobierno mixto, consolidable en la unidad de un régimen nacional, pero no
indivisible como quería la Constitución de 1826, sino divisible y dividido en gobiernos provinciales
limitados. Consideraba que la ciudad de Buenos Aires debiera quedar consolidada como capital de
la República.
El proyecto de Constitución de Alberdi
El proyecto de Alberdi, agregado a la segunda edición de las bases, constituye la fuente por
antonomasia de la Constitución de 1853. Se inclina por un gobierno de carácter mixto, tomando los
ejemplos de Norte América, Suiza y Alemania, que había abandonado el “federalismo puro” por el
federalismo unitario.
Desde el punto de vista formal, señalaba que en la constitución hay dos aspectos: el primero,
referido a los principios, derechos y garantías; y el segundo que trataba de las autoridades
encargadas de hacer cumplir y desarrollar esos principios.
Así, su proyecto de constitución estaba diagramado en una Primera Parte, referida a los principios,
derechos y garantías, dividida en cuatro capítulos sobre a) disposiciones generales b) derecho
público argentino c) derecho publico referido a los extranjeros d) garantías públicas de orden y
progreso.
La segunda parte trataba de las autoridades argentinas, que dividía en dos secciones, la primera
nacionales y las segundas de las provincias.
En cuanto al contenido de materias, muchas pasaron directamente a la constitución sancionada en
1853, casi sin retoque alguno.

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