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LIBRO CUARTO, —_— (De este lisro quedan muy pocos fragmentos, sirviends para dar idea de la importancia de las cuestiones tratadas en él los pasajes de algunos escritores antiguos que se refleren & esta obra de Cicerdn.) Puesto que he hablado del cuerpo y del alma, pro- curaré demostrar, en cuanto permita la cortedad de mi inteligencia, en qué consisten el uno y la otra. Creo tanto mas importante acometer la empresa, cuanto que M. Tulio, aquel varén de tan singular in- genio, la aborda en el libro cuarto De la Repiblica, re- duciendo 4 exiguas proporciones asunto tan grande, tocando apenas sus partes mas salientes. Y no se crea que voluntariamente dejase incompleta su obra; él mismo asegura que le dedicé todo el cuidado posible. En el libro primero De das Leyes (cap. 1X), Cuando toca iO MARCO TULIO CICERON. sumariamente la materia, dice: «Paréceme que Sci- pién traté suficientemente este asunto en los li- bros que habéis leido.» —(Lactancio, de Opificio di- vino, 1.) Y la misma inteligencia que prevé lo venidero, recuerda el pasado.—(Nonio, 1x.) M. Tulio dice admirablemente: «Si no existe hom bre que no prefiriese morir 4 tomar forma de animal conservando éspiritu de hombre, ;qué mayor desgra- cia que ocultar, bajo forma humana, espiritu de fiera? Tanto como cl alma es superior al cuerpo, paréceme este estado mds cruel que el primero.»—Lactancio, dastit. Vv.) Tulio dice en alguna parte que no cree sea el sobe- rano bien igual para un carnero que para Scipidén el Africano.—(San Agustin, contra Julian. Pelag., 1V.) Por su interposicién produce Ja sombra y Ja noche, y nos permite, por tanto, contar los dias y descansar de nuestros trabajos.—(Nonio, Iv.) La Naturaleza prepara la tierra en otofio para reci- bir la semilla, en invierno la deja en reposo para que Jos granos germinen, en estio madura los frutos, en- durece los unos, caldea los otros.—(Nonio, Iv.) Cuando emplean.los pastores para guardar los re- bafios.....—(Nonio, v.) Cicerén dice en el libro cuarto De Za Repiblica: Ar- mentum et ab eo armentarius, de buey, boyero.—(Pris- cian. super x11 ver. Vig. 11.) iQué claridad en esta divisién de los ciudadanos por DE LA REPUBLICA. 141 érdenes (1), por edades, por clases; el orden ecuestre, que puede decidir la mayoria en las Votaciones; en esa constitucién del Senado! Muchos hay que quieren neciamente derribar estas utiles instituciones, espe rando algin donativo merced 4 un plebiscito que mandase devolver los cabal:os (2). Considerad ahora de qué manera tan sabia se ha dispuesto todo para asegurar 4 los ciudadanos la feli- cidad piblica, primera causa de asociacién y que toda repiblica debe esforzarse constantemente en conseguir por medio de las instituciones y las leyes. Examinemos primeramente ia educacién de nuestros hijos (sobre este punto hicieron los Griegos muchas tentativas initiles (3), siendo el unico acerca del cual (1) Rémulo habia dividido el pueblo romano en ancianos y en jévenes. Servio Tulio establecié mas adelante cinco divisiones en la clase de los jé6venes.— (Aulo Gelio.) (2) Por un decreto de Servio cada caballero recibia del tesoro pablico un caballo y dos mil ases cada aiio para mantenerle. Parece que en tiempo de Graco ha- pia aumentado desmesuradamente el numero de los caballeros. (3) Enesta exacta y viva censura se abstuvo Ci- cerén de nombrar la repiblica de Platén. Polibio, comparando las instituciones de los diversos Estados, no habla tampoco de las ideales propuestas por Pla- ton. Razén ingeniosa alega para explicar este silen- cio. «No puedo, dice, admitir esa constitucién enters- mente quimérica, ni ponerla en parangén con las re- pubiicas reales y efectivas; del mismo modo que no se permite llegar 4 la liza 4 los que no han hecho Jos ejercicios ordenados, ni estan inscritcs en la lista de los atletas.» 142 MARCO TULIO CICERGN. nuestro huésped Polibio acusa de negligencia 4 nues- tras instituciones); nada fijo establecieron nuestras leyes, no sicudo Ja educacién publica ni igual para todos. (Falian cuatro paginas al menos.) Seguin Tulio, los j6venes que ingresan en la milicia quedan, durante el primer afio, bajo la direccién de un vigilante. —(Servio, £2., Vv.) seen Prohibido estaba 4 los jé6venes mostrarse des- nudos en piiblico. ;Tanto se cuidaba de conservar el pudor! Por el contrario, entre los Griegos jqué gim- nasios tan absurdos para la juventud! jqué culpable ligereza en los grupos de jovenes! qué relaciones tan licenciosas! jqué amores tan libres! Nada digo de los Eleos y Tebanos, que ticnen aprobacién y licencia hasta para los mayores desérdenes. Los mismos La- cedemonios, que en cuanto 4 esto todo lo conceden 4 jos jovenes, exceptuando el estupro, levantaron ba- rrera muy endeble entre lo prohibido y lo permitido; velos entre rebafios. Lei0.—Claramente veo, Scipién, que en esa cen- sura de las costumbres griegas prefieres luchar con las ciudades mas importantes que con tu querido Pla- tin, al que ni siquiera nombras..... Cicerén dice en su Repiblica que era oprobio para un mancebo carecer de enamorados..... — (Servio, ad Hin., %.) DE LA REPUBLICA. 143 No solamente como en Esparta, donde los nibos aprendian 4 hurtar y robar.~-(Nonio, 1.) Nuestro Platén avanza mas que Licurgo; quicre que todo, sin excepcién, sea comin y que el ciuda- dano de nada pueda decir que es suyo y le pertene- ce.—(Idem, Iv.) - Por mi parte, de la misma manera que aquél des- pide de su ciudad ideal 4 Homero. coronado de rosas y leno de perfumes (1).....—(Idem, 1.) El juicio del censor no impone 4 aquel sobre quien recae otro castigo que la vergiienza. Por esta razén, como solamente resulta mancha para el nombre, so lama ignominia.—{Idem, 1.) Dicese que al principio inspiré su severidad como horror en la ciudad.—(Idem, v.) Que no haya, como entre los Griegos, magistrado (1) Platon, Repud., mm. «Si alguna vez viniese 4 nuestra Republica un hombre bastante habil para metamorfosearse é imitar todas las cosas, y quisiera bacernos escuchar sus poemas, rendiriamos home- naje 4 su genio sagrado, admirable, encantador; pero nuestra ciudad, le diriamos, no produce hombres tan grandes, y nuestras leyes los excluyen; parte, otros pueblos te esperan. Entonces derramariamos perfu- mes sobre su cabeza y se marcharia con su corona. Conservariamos, si, al poeta austero y grave que, mas til para las costumbres, imitara solamente el len- guaje de la virtud, y en los ejemplos que ofreciese 4 los j6venes guerreros no contradijese sus institucio- nes y sus leyes.» Luciano, en su libro segundo de la Historia verdadera, venga al poeta desterrando 4 su vez ul fildsofo de Ja isla de los bienaventurados: «Habita su repablica, donde vive segiin sus leyes.» 144 MARCO TULIO CIGERGN. para la vigilancia de Jas mujeres, pero que el] censor ensefie 4 los hombres 4 dirigirlas.—(Nonio, 1.) sees Tanta fuerza tiene el castigo de la vergtienza; todas las mujeres se abstienen del vino.—{Idem, 1.) Si alguna tenia mala fama, sus parientes no la be- gaban.—(Idem, iv.) No quiero que ec. mismo pucblo sea ductio y corre- dor del mundo. Creo que !a mejor renta para Jas fa- milias y para la Republica cs la economia.—(Idem, 1.) Paréceme que 4 Ja bucna fe se la lama asi porque por ella se hace lo que se dice. ~(Idem, 1 ) En el ciudadano de elevado rango y noble alcur- nia, la adulacién, fausto y ambicién son sefales de pobreza de caracter.- (Idem, 11.) Considera en los libros De la Repiblica como debe sacrificarse completamente el buen ciudadano por su patria. Considera cudnto se alaba en esos libros la frugalidad, la temperancia, la castidad, enestidad y pureza de costumbres.—(San Agustin, Ep. xci). No solamente admiro la sabiduria de estas disposi- ciones, sino que también la exactitud de las palabras. Si disienten (si jurgant) dice laley. La discusién no cs querella entre enemigos, sino diferencia entre ami- gos. Considcra la ley que puede haber diferencia en- tre vecinos, pero no querellas.—_(Nonio, y.) No crefan que la vida del hombre terminase con Ios cuidados terrestres; de aqui que en el derecho de los pontifices existicse la santidad de la sepultura.— (idem, 11.) DE LA REPUBLICA. 145 Los Atcnienses condenaron 4 muerte 4 sus genera- les inocentes, porque no dieron sepultura 4 los que no pudieron sacar del mar por la violencia de la tem- pestad (1).—{Nonio, 1v.) En aquella famosa lucha no abracé la causa del pueblo, sino la de los hombres de bien.—(Idem, xu.) No se resiste facilmente 4 un pueblo poderoso, sea que no se le conceda ning&n derecho, sea que se le concedan muy pocos.—(Prisciano, Xv.) jOjala que para su felicidad sea verdadera mi pre. diccidn!—(Nonio, vir ) En vano exclamaba Cicerén, hablando de los poe- tas: «Cuando reciben aplausos y excitan el entusiasmo del pueblo, que, en su vanidad, consideran como gran maestro y sabio juez, jqué de tinieblas echan sobre el espiritu! jqué de terrores hacen nacer en él! jqué de pasiones inflaman!»—(San Agustin, De Civit. Dei, 11.) Dice Cicerén que, aunque viviese doble tiempo que vive el hombre, no tendria un momento para lecr los poetas liricos. -(Séneca, Ep. 49.) Scipién dice en el tratado De la Repiblica: «Como nuestros antepasados consideraban deshonrosa la pro- fesidn de comediante y la vida del hombre de teatro, quisieron que tales personas no gozaran de los hono- res de ciudadania romana; y mds todavia, que el (1) Después del combate de Argimesa, los genera- les atenienses no pudieron recoger los cadaveres su- mergidos de sus soldedos, y fueron condenados 4 muerte. TOMO VI, lo Me MARCO TULIO CICERON censor les arrojase ignominiosamente de sus tribus.> —(San Agustin, De Civit. Dei, 11.) Cicerén nos da 4 conocer la opinién de los antiguos Romanos relativamente al teatro, en los libros que es- cribié acerca de Ja Republica, en los que dice Scipién: «Nunca hubiese podido hacer aplaudir en el teatro la comedia licencias tan infames, si no Ja hubieran auto rizado las costumbres. Los Griegos antiguos ostenta- ban al menos publicamente su depravado gusto: una ley permitia entre ellos 41a comedia decir lo que qui- siera y de quien quisiera sin omitir el nombre.» Sci- pién afiadia: «jA quién no ha atacado? 34 quién no ha herido? ;qué ha respetado? Dirdseme, ha criticado 4 indignos aduladores del pueblo, 4 malvados, 4 ciuda- danos sediciosos, 4 un Cleén, un Cleofonte, un Hipér- polo: esto debe permitirse; aunque mejor habria sido que 4 tales hombres les condenase el censor y. no cl poeta. Pero que Pericles, que por tantos aiios y tan sabiamente gobern6 su pais en paz y en guerra, haya sido ultrajado en versos quo se recitan en Ja escena, qno es tan repugnante como si Plauto 6 Nevio calum niasen pablicamente 4 Cneo Scipidn, 6 Cecilio 4 Ca- ton?» Y pocas lineas mas adelante: «Por el contrario, nuestras leyes de las Doce Tablas (1), que en tan po- (1) Las leyes de las Doce Tablas contenian muchas disposiciones altamente crucles La que mejor descu- re las intenciones de los decenviros es la pena ca- ital impuesta contra las costumbres de los puctas y ibelistas. No pertenece esto al caracter dela Repabli- DE LA REPUBLICA. 147 . cos casos imponen la pena capital, quisieron se apli- cara el ultimo suplicio 4 quien recitase piblicamente 6 compusiese versos injuriosos y difamatorios. Nada tan justo; porque nuestra conducta debe estar some- tida 4 los magistrados, 4 sus sentencias legitimas y no 4 Ja fantasia de los poetas; y si se les permite ata- carnos, es 4 condicién de que podamos contestar y defendernos delante de un tribunal.» He creido deber reproducir aqui este parrafo del libro 1v De la Repidlica, suprimiendo sin embargo algunos detalles y dando otro giro 4 algunas ideas para hacerlas mas inteligi- bles. Cicerén explana més, y termina manifestando que los antiguos Romanos no quisieron que se alabaso ni censurase en el teatro 4 ningiin personaje vivo.— (San Agustin, De Civit, Det, 11.) Cicerén dice que la comedia es la imitacién de la vida, el espejo de las costumbres, la imagen dela verdad.—(Donat. De com. et trag ) En el mismo libro 1v De la Repiblica se dice que Es- quino, elocuentisimo orador ateniense, despues de representar tragedias durante su juventud, tom6 par- ca, que gusta de ver humillados 4 los grandes hom- bres, sino al de gentes que querian destruir la liber- tad y temian & los escritos que podian despertar el espiritu de la libertad. Aristides Quintiliano nos dice que en este libro Iv De la Repiblica censuraba Cicerén el abuso de la misi- ca, como hizo Platén. Pero ajiade que no puede im- putar esta opinién al mismo Cicerén, admirador del cémico Roscio, y tan apasionado por todo lo que se relacionaba con el ritmo oratorio. 148 MARCO TULIO CICERON. te en e] gobierno de la Republica; y que 4 otro autor tragico, Aristodemo, le mandaron los Atenienses fre- cuentemente como legado cerca de Filipo para tratar con éste importantes negocios de paz 6 de guerra,— (San Agustin, De Civil. Dei, m1.) LIBRO QUINTO. (Zan maltratado este libro como el anterior, dan ligertsi- ma idea de su importancta los escasos fragmentos que de é! quedan y las referencias que se encuentran en algunos escri- tores antiguos.) No basta decir que en esta época la Repfiblica Ro- mana se encontraba corrompida y liena de desdérde- nes; necesario es afiadir que ya no existia republica, segan los principios establecidos en la conversacién acerca de la cosa publica y sostenidos por los varo- nes mas preclaros de aquel tiempo: asi lo dice Tulio, no por Scipién ni por ningin otro, sino por si mismo al comenzar el libro v De la Repiblica. En primer lu- gar cita estos versos de Ennio: «Sus antiguas costum- bres y sus ilustres varones forman la grandeza de Roma.» Estos versos, dice, por su concisidn y admira- 150 MARCO TULIO CICERGN. ble exactitud, me parecen un oraéculo. Porque nues- tros grandes hombres sin las costumbres antiguas, ¥ las costumbres sin aquellos ilustres varones, no hu- biesen podido fundar y mantener por tanto tiempo tan glorioso y dilatado imperio. Asi es que antes de nuestra edad yelase que las sabias tradiciones de buestros padres formaban hombres preclaros, y és- tos, 4 su vez, daban vigor 4 las costumbres é institu- Ciones de nuestros mayores. Nuestra época, por el Contrario, despues de haber recibido la Repablica Como una pintura admirable, pero medio borrada por Cfecto del tiempo, no solamente ha descuidado res- tituirle su Primitive esplendor, sino que también Guardar los trazog que aun se conservaban y salvar Cus Utimos restos, ;Qué queda de aquellas costum- bres antiguas que constituian, al decir de Ennio, la Standeza de Roma? De tal manera han cafdo en el Olvido, que lejos de practicarlas, nadic las conoce ya. ‘Qué diré de los hombres? Las costumbres han des- Aparecido por falta de varones eminentes; y no basta Que sefalemos ¢] mal, sino que somos como reos qué (eben responder ante un tribunal. Nuestros vicios y no nuestras desgracias han destruido esta Republica, de la que no existe més que el nombre.» Asi lo con- fiesa Cicerdn; verdad es que mucho tiempo después de la muerte del Africano, 4 quien en sus libros hace hablar de la Repiblica.—(San Agustin, De Civit. Dei, 11.) +» Nada tan real como la explicacién de la equi- DE LA REPUBLICA. 151 dad, en la que se comprendia la interpretacién del derecho; por esta raz6n, los particulares pedian 4 los reyes las decisiones de justicia. En atencién 4 esto se reservaban campos, bosques, prados extensos y férti- les como dominio real, cultivandoles 4 expensas de la nacién, para que el interés privado no les distra- jese del cuidado que debian 4 los pueblos. Ning&n particular era juez ni arbitro en los litigios, decidién- dose todo por sentencia de los reyes (1). Paréceme que Numa fué el que mejor observé esta antigua cos- tumbre de los reyes de Grecia; los demas, aunque desempefiaban este cargo real, con mas frecuencia se ocupaban de las armas, cuidando con preferente aten- cién de los derechos de la guerra. Aquella prolonga- da paz de Numa fué para Roma la madre de la justi- cia y de la religién: también fué aquel rey legisla- dor, y sabéis que subsisten sus leyes; este talento de legislador debe ser el caracter principal del gran ciu- dadano de que tratamos..... El buen padre de familia debe conocer la agricpl- tura, la edificacién, el calculo: necesitara utilizar es- tos conocimientos.....—(Nonio, 1X.) eases Scipi6n.—jTe parecera mal que el labrador co- nozca la naturaleza de las plantas y de las semillas? (1) Antes de Servio Tulio los reyes juzgaban por st mismos; pero este gran legislador, reservandose de~ cidir cn los crimencs de lesa majestad, encomendo el cuidado de administrar justicia 4 tribunales infe- riores. 152 MARCO TULIO CICERON. ManiLto.—De ninguna manera, con tal de que no suprima su trabajo. Scrpi6n.—jPero crees que este estudio sea propio del labrador? Mamio.—No, porque muchas veces carecen los campos de cultivo. Scipi6n.—Pues bien: asi como el labrador estudia el suelo y sus propiedades, el intendente conoce la escritura, y uno y otro descienden de] deleite de la ciencia 4 los trabajos de la practica; asi también nues- tro hombre de Estado conoceré el derecho y la ley es- crita; remontara 4 las fuentes del uno y de la otra; pe- ro no penetrara en un laberinto de consultas, lecturas y discusiones que le impedirian cl gobierno de la Re- publica y ser para ella en cierta manera diestro labra- dor. Penetraré en los fundamentos del derecho supre- mo natural, fuera del cual no hay justicia; estudiara Ja ciencia del derecho civil, pero como el piloto estu- dia la astronomia y el médico las ciencias fisicas; uno y otro buscan en la ciencia conocimientos para su arte, subordinéndolo todo 4 la practica. El politico cuidara..... «.... En estas répiiblicas, los ciudadanos buscan es- timacién y gloria, y huyen de la deshonra é ignomi- nia. El temor de los castigos, las amenazas de la ley tienen menos imperio sobre ellos que el] sentimiento del honor infundido por la naturaleza en el corazén del hombre y que le hace temer la justa censura. El hombre de Estado procura fortalecer este sentimiento DE LA REPUBLICA 3 por medio de la opinidn publica, perfeccionarle con el auxilio de las instituciones y de las costumbres; y el honor, antes que el miedo, hace que los ciudada- nos huyan el delito. Cuanto aqui decimos se reficre 4 la gloria, dela que podriamos hablar mucho y mis abundantemente. En cuanto 41a vida privada y felicidad doméstica, todas las instituciones, matrimonio, familia, culto de los Lares y Penates, se encuentran de tal mancra or- denadas en esta Repiiblica, que todos participan de los beneficios publicos y gozan de sus propios biengs, siendo evidente que la verdadera felicidad sélo se en- cuentraen un buen estado social, y que nada existe mejor que una repiblica perfectamente constituida. No puedo, por consiguiente, admirarme..... Continuamente medito acerca del caracter del hom- bre de Estado, del que tracé en la Replica un retrato bastante exacto, segan tu opinién. ;Comprendes cual debe ser el objeto constante de sus pensamientos y cuidados? Sabes lo que Scipién dice en el libro v: «Asi como el piloto se propone llegar al puerto, el médico devolver la salud, el general vencer al. enemigo; asi también el hombre de Estado trabaja sin cesar en la felicidad de sus conciudadanos, aspirando 4 dotarles de riqueza, poder, gloria y virtud. Este es el empleo mas noble y magnifico del genio del hombre, y tal debe ser su ocupacién.»—(Cicerén, ad Aitic., vil.) Y siendo asi, 34 qué esos elogios que se otorgan en vuestros libros al hombre de Estado que atiende mu- 154 MARCO TULIO CICERON. cho mas 4 los intereses del pueblo que 4 sus capri- chos?—(San Agustin, Zp. 104.) Tulio no pudo ocultarlo en estos libros; al hablar del hombre de Estado, dice que se le debe alimentar cn gloria; y siguiendo esta idea, afiade que los anti- © -:0s Romanos realizaron grandes cosas por amor 4 la Gloria.—(Idem, De Civit Dei, v.) Dice Tulio en sus libros De la Reiblica, que debe alimentarse de gloria ei hombre de Estado, y que la Republica florece cuando todos honran al imperante. ~—(Pedro de Poitiers, Hp. ad Calum.) La virtud, el trabajo, la actividad, perfeccionan el ama de] hombre eminente, 4 menos que caracter fozoso é intranquilo le arrebate..... (Nonio, IV.) Aesta virtud se dael nombre de fortaleza; com- prende la grandeza y el desprecio del dolor y dela unuerte.—(Idem, 111.) Marcelo era arrebatado y fogoso; Fabio tranquilo y 1 lexivo.—(Idem, 1v ) KE) que comprende su violencia é impetuosos arre- Datos. ...—(Idem, 1v.) Esto ocurre no solamente 4 los individuos sino que también 4 las naciones mas poderosas..... (Casio, 1.) sane porque podria comunicar 4 vuestras familias las tristezas de su vejez.—(Nonio, 1.) . Cicerén en los libros De la Remiblica: «El lacedemo- nio’ Menelao poseia dulce y seductora elocuencia.» Y en otro lugar: «Que procure ser breve en sus dis- cursos.—«Sénueca apud Geliwm, x11.) DE LA REPUBLICA. 155 No es conveniente, como asegura Tulio, que pér- fida clocuencia sorprenda la religién de los jueces. Citaremos sus propias palabras: «Como nada debe existiren la Rep&blica tan garantido contra la co- rrupcidn como Jos sufragios y las sentencias de la jus- ticia, n0 comprendo cémo se Ccastiga 4 los que corrom- pen 4 precio de oro y se tiene en mucha estima 4 los que hacen lo mismo por medio de Ja elocuencia. Por mi parte, encuentro 4 estos ultimos corruptores nas peligrosos y culpables que los primeros, porque el oro no tiene influencia en el juez probo, mientras que la elocuencia puede seducirle.»—(Amiano Marceli- nO, XXX.) Cuando Scipion dijo esto, le aprobé calurosamente Mummio, porque profesaba excesiva aversién 4 los retéricos.—(Nonio, x11.)

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