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Presentado a:
CEAD Florencia
2020
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PREGUNTA PROBLEMA: ¿Qué factores socioculturales influyen en el feminicidio en el
Barrio Villa Mónica del municipio de Florencia desde el año 2018?
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manifiesta de diversas formas, y todas estas acciones, están en concomitancia con los
en todos los contextos, religiones, razas y culturas, y está presente en tiempos de paz
tiempo.
información sobre los factores frecuentes de feminicidio donde se observó que los
casos registrados a nivel nacional por la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia
(FELCV) durante las gestiones 2016 y 2017. El cálculo de tamaño muestra no fue
necesario.
íntimo fue más frecuente erigida en mayor porcentaje por el conyugue. Entre las
años fue más afectado, la ocupación más frecuente fue labores de casa seguida en un
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civil, el concubinato. Entre las características del feminicida se encuentran ocupación
traumatismo.
encontraba la mujer, es así que, desde la antigüedad la mujer siempre fue vista como
inferior al hombre, creándose desde esas épocas una desigualdad total en todos los
detecta que el nivel del Estado de derecho y la proporción de escaños ocupados por
mujeres en los
sensibilizar a las personas sobre el tema de violencia contra la mujer y que como
ciudadanos exijamos
1761 de 2015.
Síntesis: Ofrece un análisis feminista para comprender las dimensiones conceptuales
del tipo penal; incluye los principales argumentos conducentes a su penalización en
países de América Latina; examina diferentes aspectos defendidos por feministas y
activistas del movimiento de mujeres; tiene en cuenta la existencia de algunas
reacciones desencadenadas por la idea de una tipificación género-específica; y señala
la estructura general del delito tal como ha sido aprobado en seis países: Costa Rica
(ley especial, 2007), Guatemala (ley especial, 2008), México (ley general, 2007), El
Salvador (ley especial e integral, 2010), Colombia y Chile (reformas del Código Penal,
2008 y 2010)
Metodología: este artículo se centra defender el derecho de las mujeres a disfrutar de
una vida libre de toda violencia y, principalmente, para desvirtuar las bases de un
delito con vocación para permanecer invisible.
Resultados: Las investigadoras señaladas en este texto han documentado la forma en
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que las muertes violentas de las mujeres se naturalizan y cómo las autoridades no se
detienen a observar por qué ocurren dentro y fuera de casa de manera recurrente en
tiempos de paz, en situaciones de guerra o en procesos posconflicto; por eso, sus
compromisos con la causa de las mujeres son de carácter contestatario y crítico,
circulan en forma de textos escritos, impresos o en la red, de alegatos en las cortes y
de exposición de motivos en los parlamentos.
MARCO REFERENCIAL:
Feminicidio: La relación entre el feminicidio y los delitos de odio ha sido problemática
Desde su origen (véase Laurenzo, 2012, p. 121). Como sabemos, las primeras
construcciones del feminicidio lo incluyeron dentro de esta categoría como uno
más de los delitos de odio discriminatorio. Sin embargo, esta catalogación
generó muchas críticas y no consiguió prosperar. Varios tipos de razones se
alegaron y se alegan aún contra la ubicación de las muertes de las mujeres entre
los delitos de odio. De un lado, se alude a razones prácticas, ya que la elevada cifra de
muertes de mujeres haría colapsar y distorsionaría los registros sobre los delitos de
odio e impediría, en consecuencia, una adecuada identificación estadística de
los mismos de cara a su tratamiento penal (Center foromen Policy Studies,
1991) . Paralelamente, ello diluiría el efecto simbólico especial que tiene la
catalogación de un hecho como delito.
factores socioeconómicos
Desarrollo psicosocial
Erik Homburger Erikson nació en Kalrsruhe Alemania, el día 15 de junio de 1902. En su
juventud estudió arte, terminando como profesor en una escuela de Viena que atendía
los hijos de los pacientes de Freud, hecho que lo hizo aproximarse a los niños y al
psicoanálisis. En este período conoció a Joan Serson, psicoanalista, con quien se casó.
Estudió psicoanálisis en el Instituto Psicoanalítico de Viena, llegando a ser psicoanalista
infantil. En 1933, emigró a los Estados Unidos donde, como profesor de la Universidad
de Harvard, presentó la teoría del desarrollo psicosocial que abarca el ciclo vital
completo de la persona, reconstruyendo las ideas de Freud a partir de la Antropología
Cultural. Fue miembro de la Clínica Psicológica de Harvard y de otros Institutos, donde
realizó sus investigaciones. Murió el 12 de mayo de 1994, a los 92 años de edad.
La perspectiva de Erikson 12-14 fue organizar una visión del desarrollo del ciclo
completo de la vida de la persona humana, -extendiéndolo en el tiempo, de la infancia
a la vejez, y en los contenidos, el psicosexual y el psicosocial-, organizados en ocho
estadios. Cada estadio integra el nivel somático, psíquico y ético-social y el principio
epigenético; comprende un conjunto integrado de estructuras operacionales que
constituyen los procesos psicosexuales y psicosociales de una persona en un momento
dado.
Para cada estadio, Erikson 19,20 atribuye una característica central básica y una crisis
básica psicosocial dialéctica. Cada estadio tiene una potencialidad sintónica específica
20 para superar el potencial de su antítesis. Las fuerzas se contraponen
dialécticamente, de forma que la resolución de cada crisis resulta en la emergencia de
fuerza básica o cualidad. A su vez, la fuerza simpática también presenta una
contradicción antipática que permanece como constante amenaza para la persona y
para el orden social. En el curso de la historia, la humanidad trata de universalizar las
tendencias humanas simpáticas en ritualizaciones específicas para cada edad y
adecuarlas a los estadios
Desarrollo cognitivo
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Adolescencia
Pontificia Universidad Católica
Feminicidio. Interpretación de un delito de violencia basada en género
Rodríguez Vásquez, Julio, Valega Chipoco, Cristina
http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/166017
El feminicidio es una categoría cuyo origen se remonta a las ciencias sociales y a los
estudios de género, y que ha sido recogida en las últimas décadas por el derecho. Este
proceso ha culminado con su transformación en un delito tipificado en la mayoría de
los códigos penales de la región, El feminicidio es una categoría cuyo origen se
remonta a las ciencias sociales y a los estudios de género, y que ha sido recogida en
las últimas décadas por el derecho. Este proceso ha culminado con su transformación
en un delito tipificado en la mayoría de los códigos penales de la región; proceso que
no ha sido pacífico y que, por el contrario, ha estado plagado de resistencias y
cuestionamientos. ¿Qué es el feminicidio? ¿Qué lo distingue de un homicidio común?
¿Qué bienes jurídicos están detrás de su tipificación? ¿Qué significa el elemento por su
condición de tal? ¿Cómo se caracteriza su elemento subjetivo? Las respuestas a estas
interrogantes exigen integrar saberes del derecho penal con conocimientos sobre la
teoría y la regulación, nacional e internacional, de la violencia contra las mujeres
basada en género.
La violencia de género es un fenómeno global del que las legislaciones penales más
avanzadas vienen haciendo eco desde hace décadas. Los diferentes ordenamientos
jurídicos van conformando un derecho penal de género dentro de cuyo marco tiene
cabida el problema del feminicidio, esto es, la muerte de una mujer por razones de
género. La obra que me complace prologar trata del delito de feminicidio y lo sitúa
correctamente en dicho marco. Sus autores, Ingrid Díaz Castillo, Julio Rodríguez
Vásquez y Cristina Valega Chipoco, conscientes de la importancia que tiene la correcta
comprensión de las «razones de género», realizan un estudio preliminar acerca de lo
que se entiende por sexo, género, estereotipos de género, violencia basada en género
y discriminación estructural. Delimitan así, de forma precisa, a la luz de las ciencias
sociales, el concepto de género, cuestión indispensable para abordar el estudio del
delito de feminicidio: «el género es una construcción social y cultural que responde al
conjunto de atributos y roles que se les asignan a las personas a partir de una lectura
de su sexo» (Díaz, Rodríguez, y Valega, 2019, p. 18). Violencia contra las mujeres y
violencia basada en género, nos dicen, no son equiparables. No toda violencia contra
las mujeres es violencia de género. Para que haya genuina violencia de género esta ha
de recaer sobre la mujer por ser mujer-que-no-responde-a-los-estereotipos-de-
género-asociados-a-lo-femenino. La violencia de género lleva grabada en su seno la
discriminación estructural o sistémica en la que se encuentra la mujer. También, es
cierto, hay discriminación estructural hacia otros grupos sociales. Pero el libro trata del
feminicidio y, en consecuencia, de la desigualdad real en que se encuentran todavía las
mujeres debido a la fuerza de estereotipos de género que se hace preciso erradicar. La
formación de un derecho penal de género no siempre es aplaudida. No es infrecuente
que se cuestione la procedencia de acudir al derecho penal e incluso que se sostenga
que los tipos penales de género o las circunstancias agravantes de género contribuyen
a la perpetuación de la violencia sistémica. Esto puede ser efectivamente así cuando el
recurso al derecho penal es mera coartada para mantener una apariencia de que se
hace algo, es decir, cuando el Estado se limita a hacer uso del ius puniendi con fines
simbólicos y no adopta paralelamente políticas de género orientadas a remover la
desigualdad como, por ejemplo, las de implementar pro estructural es fundamental
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para la comprensión del delito. A la crítica que señala la posible discriminación de otros
grupos que no están igualmente protegidos oponen con acierto que tal crítica es, en
rigor, una crítica al sistema penal que acaso debería abrirse también a esos otros
supuestos, y que la constatación de un posible desajuste valorativo en la regulación
legal en ningún caso justifica que se deba dar marcha atrás en lo avanzado respecto
de las mujeres. El reconocimiento de un plus de injusto en el delito de feminicidio
permite explicar de modo convincente la irrupción del feminicidio en el sistema penal y
hacer frente a la crítica de quienes entienden que no es más que un homicidio. En la
medida en que la acción se enmarca en un contexto en que la víctima «quebranta o se
le impone un estereotipo de género» (Díaz, Rodríguez, y Valega, 2019, p. 54), el delito
no solo atenta contra la vida, sino también contra el interés a una igualdad real. El
feminicidio es un delito pluriofensivo o plurilesivo y presenta, en consecuencia, un
mayor desvalor de resultado que el homicidio. Para que el doble desvalor de resultado
esté presente no se requiere que la mujer sea vulnerable o que se halle desvalida,
basta con la discriminación estructural. A los autores les parece insuficiente acudir a
una circunstancia agravante general de género para hacer frente a esta realidad
criminológica. Frente a quienes consideran preferible acudir a una agravante genérica,
se muestran decididos partidarios del tipo penal autónomo del feminicidio. Esta es una
cuestión sin duda polémica y que podría ser largamente discutida en la línea de la
política criminal. A mi modo de ver, la agravante general de género, al igual que el tipo
del feminicidio, encuentra su fundamento en el ataque a la igualdad y, por tanto,
agrava en atención al mayor desvalor de resultado. Desde la perspectiva material,
atendiendo al contenido, no cabría hallar diferencias entre una u otra opción. Sin
embargo, los efectos en la pena pueden variar enormemente según se opte por el
régimen general de las circunstancias o se introduzca un tipo penal nuevo con un
marco penal propio o
singularmente agravado respecto del homicidio simple. Si a ello se añade el valor
simbólico de la incorporación de una nueva figura delictiva con su propio nomen
iuris, por el contundente mensaje que se envía con ello a la colectividad, se comprende
el auge del reconocimiento legislativo de la figura del feminicidio en el ámbito
latinoamericano
Los estereotipos de género entendidos como visiones generalizadas de los atributos,
roles y espacios que le corresponden a varones y mujeres establecen obligaciones de
comportamiento en la sociedad para ambos colectivos. Mientras se espera que los
varones sean fuertes, impasibles, exitosos, vehementes sexualmente o jefes de hogar;
de las mujeres se espera que sean sumisas, delicadas, disponibles sexualmente,
recatadas y dedicadas al cuidado del hogar y la familia. El sistema de género sexista
legitima la valoración de lo masculino por encima de lo femenino y, con ello, establece
una relación de poder asimétrica que asocia a las mujeres a estereotipos de género
subordinantes. Por esta razón, los actos discriminatorios practicados contra mujeres
responden a una cuestión colectiva de subordinación, lo que permite afirmar la
situación de discriminación estructural de las mujeres en la sociedad. Los feminicidios
mantienen y reproducen la situación de discriminación estructural hacia las mujeres.
Desde las ciencias sociales, se ha entendido que este fenómeno implica matar mujeres
en cuanto quebrantan o se les impone un estereotipo de género; por ello, el
feminicidio comunica a las mujeres cuáles son sus límites de actuación y a los varones
les envía un mensaje de poder. La tipificación del delito de feminicidio en los códigos
penales supone la incorporación al derecho penal de las experiencias de vida de las
mujeres, caracterizadas por la violencia y la imposición de estereotipos de género
subordinantes. En esa medida, el tipo penal de feminicidio permite la ruptura de la
neutralidad normativa en los códigos penales, ya que plasma la realidad diferenciada
de las mujeres respecto de los varones y no situaciones generales
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descontextualizadas; y garantiza de esa manera el principio constitucional de la
igualdad materia.
Sexo y género: Resulta relevante realizar la distinción entre los conceptos de sexo y
género, puesto que usualmente ambos son confundidos y empleados de manera
indistinta, pese a que responden a nociones completamente diferentes. Entonces, el
género es una construcción social y cultural que responde al conjunto de atributos y
roles que se les asignan a las personas a partir de una lectura de su sexo. Se trata de
características económicas, sociales, psicológicas, jurídicas, políticas y culturales que
no deben ser consideradas como naturales, sino que son propias de una cultura y
pueden cambiar con el tiempo (Lagarde, 1996, p. 12). Cabe señalar que el género no
solamente implica una diferenciación entre lo estimado como femenino y lo
considerado como masculino, ya que establece una jerarquía entre ambas identidades
y categorías, dado que los valores y atributos asociados a lo masculino suelen ser más
valorados que aquellos asociados a lo femenino.
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