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Primera actividad.

El aprendizaje vendría a ser es un proceso complejo articulado de manera similar a la forma en


la cual se construye el conocimiento en nuestra especie; se aprende haciendo.

En este proceso intervienen conocimientos declarativos, procedimentales y actitudinales, y,


ante todo, un proceso mediado por el lenguaje y las emociones. Para promover el aprendizaje
en la universidad, es preciso trascender la mera transmisión de información.

El aprendizaje no se construye o se orienta de una única manera. Para propiciar el aprendizaje,


se deben tomar todas las características del estudiantado (edad, sexo, bagaje cultural y social),
los conocimientos previos y la naturaleza de los contenidos a estudiar.

Podemos decir que apelar a las emociones es fundamental y es probablemente uno de los
factores más influyentes en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Por lo tanto, orientar a
los estudiantes para que logren gestionar sus emociones puede ayudarlos a que se adapten
mejor a los nuevos contextos de aprendizaje.

Para que el aprendizaje significativo emerja, es preciso que también exista la motivación. La
motivación, ya sea intrínseca o extrínseca, impulsará a los individuos a seguir adelante.
Además, es importante considerar que, en el desarrollo de un curso, debería existir un sentido
de progresión en el desarrollo de contenidos y destrezas para que los estudiantes tengan la
oportunidad de crecer personal y profesionalmente, y logren trascender más allá del dominio
del curso; se aprende para la vida. Debe de haber una variedad y un escalonamiento en el nivel
de dificultad de todas las actividades de aprendizaje a desarrollar. Por lo tanto, al plantear
retos progresivos y brindarles a los estudiantes herramientas para autorregularse y modificar y
hasta llegar a controlar sus entornos, podrán alcanzar su autorregulación luego de haber
satisfecho todas sus necesidades, sean estas individuales o colectivas.

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