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El constructo "madurez personal" como competencia y sus posibilismos


pedagógicos

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Antonio Bernal-Guerrero
Universidad de Sevilla
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El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

El constructo «madurez personal»


como competencia y sus posibilismos
pedagógicos
por Antonio BERNAL GUERRERO
Universidad de Sevilla

La noción de madurez, como ha ocu- petencias, incorporadas en los objetivos


rrido con la de adultez (Erikson, 1981), y ligadas a los contenidos de los procesos
ha cambiado a lo largo del tiempo. Cada educativos. La consideración, por tanto,
cultura, constituida históricamente, ha de la madurez personal como competen-
formulado y sugerido algún ideal de ma- cia se presenta como un foco de verdade-
durez (Kiefer, 1988). Cada sociedad, a su ro interés para la teoría y la práctica de
vez, ha planteado un determinado proce- la educación.
so de maduración, que podría considerar-
se de alguna manera una teorización de 1. Conceptos ya clásicos relaciona-
la evolución del individuo. Grosso modo, dos con la madurez personal
puede afirmarse que tanto la herencia
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
El análisis conceptual del constructo
racionalista o «ilustrada» cuanto la ro- madurez personal exige el estudio de
mántica, de modo contrapuesto, se desli- otros conceptos, como los de autorrea-
zan y proyectan en las visiones actuales
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lización o autoactualización y el de salud


de la madurez humana (Ruiz Corbella, mental «positiva», a los que se ha asocia-
1995). Ambas visiones de la madurez la do claramente la idea de una persona
identifican con la idea de «normalidad» madura. Como han indicado Zacarés y
adulta. Serra (1998), podemos hallar tres posi-
bles acepciones de la «autorrealización»:
Tratando de superar las concepciones como motivación y necesidad, como
tradicionales, la idea de la madurez como completitud o consumación del curso de
competencia es una reciente aportación la vida humana y como proceso de con-
de la investigación sobre la persona, des- vertirse en persona. Así mismo, el
de una perspectiva cognitiva. Los constructo «salud mental positiva», pone
posibilismos pedagógicos que presenta de relieve el progreso conceptual que su-
este constructo científico entroncan con pone respecto de las tradicionales acep-
el actual enfoque formativo de las com- ciones de salud mental.
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Antonio BERNAL GUERRERO

Aun reconociendo las inequívocas ble vinculación. Y esto no es casual, tie-


virtualidades de estas contribuciones teó- ne su porqué.
ricas, ninguno de estos conceptos parece
demasiado aplicable actualmente, de un 2.1. Sobre el concepto de compe-
modo pleno y satisfactorio, cuando trata- tencia
mos de referirnos a la persona madura Junto a las indudables posibilidades
en la teoría y la práctica de la educación.
que el enfoque de las competencias ofre-
El constructo «autorrealización» parece no
ce en el campo educativo, se advierten
reflejar la continuidad dimensional de la
algunos riesgos. Acaso el más relevante
personalidad del sujeto a lo largo de la
de todos ellos sea el de adoptar una di-
vida y, además, se trata de una noción
mensión exclusivamente operacional
fundamentalmente «individualista», esto
(Schön, 1987), centrada casi exclusiva-
es, con propensión a efectuar una inter-
mente en las tareas, probablemente como
pretación de la persona aislada del pro-
ceso colectivo e histórico en el que consecuencia de su origen en el ámbito
construye su autonomía. Asimismo, cons- laboral (Mitrani, Murray y Suárez, 1992).
tatando el avance conceptual que supone Hay el peligro, por tanto, de enfatizar
respecto de las clásicas nociones de sa- las operaciones, el entrenamiento, el des-
lud mental, el constructo «salud mental empeño y el incremento de las fuerzas
positiva» es demasiado extenso y equívo- productivas, en detrimento de la «com-
co cuando nos referimos a la persona ma- prensión», de las profundas intenciones
dura, poniendo de manifiesto la necesidad del sujeto. Recordemos que, en un senti-
de hallar nuevas concepciones delimi- do coloquial, la noción de competencia se
tadoras de procesos generadores de sa- relaciona con hacer bien las cosas que la
lud para la persona. persona se supone que debería hacer
(Cowen, 1991), según el rol que ha de
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2. La madurez como competencia desempeñar y las cualidades que posee.


No existen demasiados intentos de re- La noción misma de competencia es dis-
lacionar la «madurez personal» con la no- cutida.
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ción de «competencia». En el campo de la


investigación empírica encontramos algún Tal debate no se centra tanto en la
trabajo (Heath, 1977) que ha puesto de aceptación de la competencia como obje-
relieve que el mejor predictor de deter- tivo educativo, cuanto en la interpreta-
minadas competencias —ya sea en la vida ción conceptual que se haga de la misma.
familiar o en la laboral— es el nivel de Desde una perspectiva operacional de la
madurez del sujeto al iniciar sus estu- competencia podría hablarse de una cul-
dios universitarios. También hay algún tura del desempeño, caracterizada por su
estudio teórico (Zacarés y Serra, 1998) cariz pragmático y centrado en los resul-
en el que, desde una perspectiva psicoló- tados. Desde una versión del concepto de
gica, se trata de identificar la «madurez» competencia basada en el dominio de co-
con la «competencia». En el ámbito peda- nocimientos, hay una relación muy es-
gógico aún parece escasear más tal posi- trecha con la cultura cognitiva (Barnett,
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El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

2001). Estas versiones de la competencia humanas siempre es factible preguntar-


reflejan diferencias que afectan a la pro- se por qué se hacen. Y es el sujeto, en
pia estructura del constructo. Se suele última instancia, quien puede facilitar-
argumentar que la competencia es ejecu- nos una respuesta satisfactoria. La ac-
ción, dado que, desde la perspectiva ope- ción humana no se reduce al «desem-
racional, la acción se concibe como un peño», la «habilidad» o la «tarea». De las
simple desempeño. Sin embargo, la ver- competencias tenemos constancia por vía
sión cognitiva de la competencia no se inferencial y no directamente como suce-
restringe a los límites del enfoque opera- de con las operaciones externas. Las com-
cional de la misma, sosteniendo que la petencias, aunque puedan manifestarse
competencia no es ejecución y, por tanto, puntualmente mediante el dominio de ta-
no es algo directamente observable reas muy concretas, poseen un carácter
(Anderson, 1995; Carretero, 1998). Ade- relacional por el que vinculan determi-
más, en esta variante conceptual no se nadas notas de la personalidad del suje-
considera la competencia únicamente des- to a ciertas tareas o grupos de tareas.
de el ángulo de la ejecución, sino tam-
bién desde el punto de vista de la Tradicionalmente, se han empleado,
comprensión de las situaciones que el su- como parámetros evaluativos de la con-
jeto ha de afrontar y de los escenarios ducta humana, las aptitudes (verbal o
problemáticos en los que actúan los indi- numérica) y los rasgos de personalidad
viduos. Si la comprensión se considera (generalmente, el de introversión/extro-
desde el enfoque operacional de la com- versión), lo cual permitía explicar las di-
petencia, se trata de una comprensión de ferencias individuales en la ejecución de
operaciones, o sea, se trata de averiguar determinadas tareas. Las competencias
si las cosas funcionan, no importa tanto están relacionadas con la puesta en prác-
el porqué funcionan. En cambio, en la tica integrada de aptitudes y rasgos de
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
variante cognitiva de la competencia lo personalidad y, asimismo, con los conoci-
que verdaderamente interesa es la com- mientos adquiridos. Las competencias no
prensión teórica, de ideas, evidencias y son aptitudes, aunque éstas son impres-
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conceptos; se trata de una comprensión cindibles para que aquéllas se desarro-


puramente cognitiva, comprender mejor llen. Las competencias no son puros
las comprensiones ya disponibles. Esto conocimientos que pueden aplicarse a una
significa que la orientación cognitiva de tarea específica, en ellas también se in-
la competencia presupone otorgar un va- cluye una experiencia y un dominio real
lor inequívoco a la intencionalidad del su- de esa tarea. Los rasgos de personalidad
jeto, en la medida en que ésta actúa como presentan un vínculo con las competen-
organizadora de las competencias en tan- cias, pero éstas constituyen unas carac-
to que valiosas y estables para la diná- terísticas diferentes del sujeto, fruto de
mica conductual del individuo. la experiencia y de saberes articulados,
de alguna manera automatizados. Las
La acción no puede concebirse como competencias tienen una componente de
un simple desempeño. En las acciones generalidad basada en su vínculo con la

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Antonio BERNAL GUERRERO

personalidad del sujeto. Éste asimila las ciertas tareas específicas. La vinculación
competencias y luego, sencillamente, se de la competencia a la personalidad del
proyectan en su comportamiento. Las sujeto, puesta de relieve en la perspecti-
competencias pueden considerarse una va cognitiva actual, apunta la posibili-
categoría específica de notas o caracterís- dad de concebir la personalidad (madura)
ticas individuales. en términos de competencia.

Tal categoría específica de notas indi- 2.2. Madurez personal y


viduales está sometida a los procesos edu- competencia
cativos diferenciados y diferenciadores
La alta relación del concepto de «com-
que inciden en el sujeto y a los procesos
petencia» con repertorios de comporta-
de desarrollo que lo modulan diferen-
mientos que unas personas dominan
cialmente. La personalidad se configura
mejor que otras, a menudo y dependien-
mediante los aprendizajes que realiza el
do del campo en el que los apliquemos,
sujeto; pero, al mismo tiempo, las dife-
rencias individuales contribuyen signifi- supone ligar las competencias a criterios
cativamente a las experiencias de éxito y de rendimiento, logro o eficacia. En este
fracaso educativo (Crozier, 2001). La ac- sentido, en la práctica, las principales
ción educativa, concreta y real, tiene lu- orientaciones de las competencias han gi-
gar en cada ser humano, diferente y rado en torno a la efectividad manifiesta
único, singular e irrepetible. Condiciones de la adaptación; a la capacidad para una
y exigencias personales —necesidades, adaptación efectiva, a modo de un rasgo
propósitos, metas, etc. del sujeto—, por estable y duradero —frecuentemente asi-
tanto, condicionan las posibilidades de los milado a la habilidad necesaria para
procesos educacionales. afrontar el estrés asociado a distintos su-
cesos evolutivos y vitales a lo largo de la
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El enfoque cognitivo, en definitiva, vida—; al sistema motivacional subyacen-


abre las posibilidades conceptuales de las te a los esfuerzos por lograr una
competencias (Forgus, 1979; Salomon, interacción eficaz con el ambiente; a las
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1993). El concepto de «competencia» no percepciones y evaluaciones del sujeto


ha de confundirse con el mero desempe- acerca de su propia efectividad o efica-
ño o la simple tarea. Las competencias cia; y a los conocimientos y habilidades
pueden concebirse como acciones requeridos para la adaptación eficaz en
intencionales y se refieren no sólo a las ambientes y tareas de mayor o menor
tareas o habilidades que se ejecutan, sino complejidad. Estas orientaciones concep-
también a la comprensión de las situa- tuales de las competencias se reflejarían
ciones problemáticas que los individuos en su interacción dinámica, sobresalien-
han de afrontar. Hay un carácter general do la componente evaluativa del concep-
en la competencia que se funda en su re- to. Cuando se ha tratado de identificar el
lación con la personalidad del sujeto, aun- conjunto de rasgos y habilidades asocia-
que a su vez la competencia puede dos al funcionamiento efectivo en una va-
manifestarse focalmente en el dominio de riedad de ambientes, el modo más
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El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

utilizado ha sido el de acudir a expertos En cambio, la noción de competencia cen-


en el campo en cuestión. Así, la evalua- trada en los conocimientos y habilidades
ción de la competencia se halla vincula- requeridos para la adaptación eficaz en
da tanto a los valores y creencias contextos y tareas más o menos comple-
individuales como sociales acerca de lo jos, puede admitirse si la encuadramos
que supone una adaptación o ejecución en la idea más completa de competencia
eficaz de la tarea. De este modo, se ha como categoría específica de notas indi-
creado una tipología competencial según viduales del sujeto. Por lo demás, sí se
el dominio al que hagamos referencia (so- asemeja al concepto de competencia —en
cial, cognitivo, laboral...). tanto que posee un componente de gene-
ralidad— la idea de ésta como capacidad
De las orientaciones de las competen- para una adaptación efectiva, a modo de
cias mencionadas anteriormente, no nos un rasgo estable y duradero, frecuente-
resultan todas igualmente válidas. Con- mente asimilado a aquella habilidad pre-
siderar la competencia como aplicación a cisa para afrontar las dificultades aso-
la efectividad manifestada conductual- ciadas a los diversos acontecimientos y
mente, dado que la competencia como situaciones que la persona experimenta
efectividad manifiesta es situacionalmen- en su vida.
te más específica y está unida a las exi-
gencias concretas de la tarea —diferentes Si se analizan las diversas perspecti-
demandas contextuales reclaman diver- vas teóricas de la competencia, entendien-
sos patrones de ejecución—, significa re- do que ésta viene a representar un lazo
ducir el significado de la competencia, de unión entre los rasgos o notas indivi-
puesto que aunque ésta pueda ponerse duales y ciertos comportamientos, es po-
de manifiesto en el dominio de algunas sible identificar varios rasgos indicadores
tareas específicas, la competencia presen- de la misma. Ese conjunto de rasgos re-
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
ta una componente de generalidad basa- lacionados entre sí constituirían una es-
da en su vínculo con la estructura de pecie de yo competente, el cual trataría
personalidad del sujeto. Profundizando en de mediar la efectiva adaptación a tra-
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este sentido de la competencia, no parece vés de una amplia muestra de tareas y


muy adecuado entenderla como motivo o roles (Zacarés y Serra, 1998). De un modo
sistema motivacional capaz de revelar en que no difiere, conceptualmente hablan-
algunas personas, a diferencia de otras, do, en nada de lo que podríamos asegu-
tendencias a la eficacia y a la influencia rar hoy, Smith (1969) cifró ese «yo
y dominio en su ambiente. Tampoco se competente» en los siguientes rasgos
trata de considerar la competencia como indicadores, considerando la competencia
actitud autovalorativa —tal como ocurre, como el patrón de actitudes y expectati-
por ejemplo, en las teorías de Bandura vas hacia uno mismo basadas en la creen-
(1996) sobre las fuentes del sentido per- cia de que se tiene el control de la propia
sonal de autoeficacia— aunque natural- vida, de que se es antes principio, ori-
mente ese sentimiento puede darse en gen, fuente de la conducta que resultado
sujetos más maduros (Waterman, 1990). de otros factores: claridad sobre la pro-

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Antonio BERNAL GUERRERO

pia identidad, actitud positiva hacia la núcleo central de los recursos personales
resolución de problemas, orientación a la de afrontamiento, la madurez se convier-
realidad, autoestima, tolerancia, respon- te en una variable mediadora para la re-
sabilidad basada en principios, apertura solución de los problemas y crisis
a la experiencia, persistencia ante el fra- presentes y futuros del sujeto. De este
caso y la adversidad, habilidad y disposi- modo, la madurez como recurso personal
ción para hacer uso de la ayuda de otros se enmarca en una doble vertiente: de
y asertividad. La competencia viene a ser, una parte, determinados rasgos del suje-
de esta manera, como una estructura de to le permitirían resolver eficazmente de-
la personalidad de orden superior. terminadas situaciones; y de otra, el
hecho mismo del afrontamiento y de su
Ese «yo competente», esa estructura resolución exitosa propiciaría el creci-
de orden superior que se encuentra miento de algunas dimensiones de la pro-
incardinada en la personalidad del suje- pia madurez.
to, podría identificarse con el constructo
de «madurez personal». Así entendida, la Actualmente, sobre todo gracias a la
madurez deviene en determinante de com- investigación psicológica, disponemos de
petencia generalizada del sujeto adulto. un volumen considerable de modelos y
La «madurez personal» podría entender- teorías que tratan de explicar la relación
se como una competencia superior o de madurez(competencia)/adaptación/ajuste
segundo orden (Zacarés y Serra, 1998), en el adulto. Estos modelos y teorías po-
pasando a ser un determinante más, no drían agruparse en torno a dos perspec-
el único, de las distintas competencias tivas de la madurez: estática, que
específicas del sujeto adulto. Esto signi- entiende la madurez como posesión de
fica asumir que una persona madura pu- determinadas características, máxima
diera ser incompetente respecto de ciertas expresión del desarrollo personal; y di-
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demandas específicas, pero tendría el po- námica-procesual, más vinculada a la ex-


tencial necesario para elevar su nivel de periencia cotidiana, que hace alusión a
competencia gracias a la capacidad un proceso en continuo movimiento en
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adaptativa vinculada a los rasgos que de- una determinada dirección. Las denomi-
finen la madurez personal. Al mismo nadas teorías de rasgos de personalidad
tiempo, conforme se incrementa el nivel o modelos disposicionales podríamos re-
de competencias específicas puede esti- lacionarlas con la perspectiva estática.
mularse la madurez del sujeto por dife- Desde estas teorías se trata de demos-
rentes vías —aumento de la autonomía, trar la continuidad de la personalidad del
intensificación del sentido de identidad sujeto. Así se han elaborado modelos de
personal, fortalecimiento de la madurez psicosocial en adolescentes o en
autoestima...—. La consideración de la adultos (Greenberger, 1984; Achenbaum
madurez como competencia superior se y Orwol, 1991). En otra dirección inves-
halla próxima a las diversas clasificacio- tigadora pueden situarse los modelos evo-
nes de recursos personales de afronta- lutivo-estructurales, vinculados con
miento durante la adultez. En tanto que claridad a la vertiente dinámico-procesual

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El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

de la madurez. En estos modelos se trata como núcleo metafórico del desarrollo de


de unir el enfoque evolutivo de la psico- la persona. Comúnmente, se ha conside-
logía del Yo con la tradición evolutivo- rado la madurez como el resultado del
constructivista piagetiana para tratar de desarrollo integral del individuo —en un
delimitar el núcleo de la personalidad sentido lato, no hay inconveniente algu-
—el «Yo»— como una organización —de no en esta consideración de la madu-
necesidades, motivos, disposiciones, há- rez—, entendiéndose por integral mera-
bitos, capacidades— al servicio de cier- mente la adición de diversos tipos de edu-
tas metas. Dicha organización es fruto cación (intelectual, física, social,
de la interacción con el ambiente a lo estética...). Y, en efecto, una formación
largo del desarrollo del curso de la vida completa de la persona reclama el desa-
(Erikson, 1981; Kegan, 1982; Lavouvie- rrollo de todas sus dimensiones en tanto
Vief, 1992; Gilligan, 1985...). El campo que son educables, demanda el desarro-
común en el que parecen converger am- llo de toda la persona. Ahora bien, desde
bas perspectivas de la madurez personal el enfoque formativo de las competencias,
es el del desarrollo adulto, ya se trate de la «madurez personal» constituye, preci-
su caracterización como fase evolutiva es- samente, el núcleo del desarrollo perso-
pecífica del ciclo vital, ya se trate de los nal. Hace referencia a ese centro dinámico
aspectos ligados a la orientación e inter- y original del sujeto desde el que arranca
vención en esta etapa. su propia configuración en interacción
permanente con el mundo. Este núcleo
La «madurez personal», en la medida del sujeto, por el que es capaz de dejar
en que es considerada como «competen- su propia huella en todas las manifesta-
cia», se nos ofrece como constructo cien- ciones de la vida, es al que se refiere
tífico preferiblemente aplicable al nivel realmente una genuina educación inte-
de desarrollo que potencialmente puede gral, relativa a personas íntegras.
alcanzarse a partir de la juventud adulta año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
—ello no impide de ninguna manera la A la postre, los nuevos desafíos peda-
investigación en distintos patrones de gógicos se centran en la contribución, des-
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madurez según la edad—. Las hipótesis de el ángulo de la educación, a la


articulación de una amplia perspectiva
en torno a la configuración del sujeto ma-
optimizadora del ciclo vital del ser hu-
duro (Moreno, 1996) abren un campo de
mano, en la cual los recursos personales
estudio e intervención interdisciplinar de
de los sujetos constituyan el mejor ins-
crucial interés para la comunidad cientí-
trumento para su propio desarrollo, al
fica y educativa.
margen de la etapa en la que puedan
encontrarse y del suceso que hayan de
3. Proyección pedagógica: afrontar. La perspectiva pedagógica al-
Posibilidades y riesgos canza plenitud en la apreciación del cur-
Nuevos retos pedagógicos se nos pre- so de la vida de la persona como perma-
sentan desde la generalizada asunción de nente ocasión de perfeccionamiento. Sin
la «madurez personal» (competencia) ánimo de exhaustividad, tratemos de ci-

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Antonio BERNAL GUERRERO

frar, advirtiendo asimismo riesgos cier- formación en competencias habrá de en-


tos, las posibilidades más notorias de la sanchar su focalización, mediante análi-
aplicación de este constructo. sis permanentemente renovados, si quiere
evitar reduccionismos empobrecedores.
1) Como competencia, la madurez
personal puede ser un fecundo constructo 2) La consideración de la madurez
de referencia en la teoría de la educación. como competencia de segundo orden o su-
Si ésta se centra en el sujeto —que apren- perior, incardinada en la personalidad del
de— (Aznar, 1999), incardinado en una sujeto, permite deducir que todas las com-
situación social determinada, es decir, del petencias tienen su raíz igualmente en el
sujeto que va construyendo y construyén- sujeto y pueden interaccionar entre sí, en
dose en interacción permanente con su la medida en que pertenecen a un mismo
ambiente —por tanto, sometido a contex- entramado complejo. El desarrollo de la
tos de aprendizaje específicos—, es fun- madurez en alguna dimensión puede in-
damental referir la acción educativa a fluir positivamente en ciertas competen-
proporcionar a la persona los «instrumen- cias específicas o viceversa. Todas las
tos» necesarios para facilitar su proceso competencias específicas están relaciona-
de construcción humana, de crecimiento das, a la postre, con la competencia hu-
personal (Egan, 2000). En este sentido, mana. Centrándose en el ámbito
la elaboración del «yo competente» (per- curricular, Sarramona (2000) ha señala-
sona madura) depende de la adquisición do cuatro ámbitos básicos de competen-
de recursos personales facilitadores del cias referidas al término de la Educación
desarrollo del sujeto. Los programas pe- Secundaria Obligatoria: lingüísticas,
dagógicos que se generen con esta orien- cognitivas, tecnológicas y sociales. En rea-
tación presentarán un valor inequívoco. lidad, tales competencias, como acontece
con el conjunto de competencias específi-
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En cualquier caso, conviene tener pre- cas (Ruiz Pérez, 1995; Cenoz y Valencia,
sente que las competencias están vincu- 1996), no son elementos aislados, sepa-
ladas, aunque no exclusivamente, a rados, sino que conforman una especie
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cuestiones de técnica. De aquí se colige de estructura imbricada en la persona.


que existe el riesgo de caer en un posible
reduccionismo operacionalista. En las ac- Ahora bien, en tanto que poseen un
tividades más genuinamente humanas, carácter de intencionalidad, las compe-
la técnica no es un desiderátum suficien- tencias se originan en marcos contex-
te. El conocido término «mundo de la tuales concretos. La persona, gracias a
vida», de Jürgen Habermas (1988), se re- la intencionalidad, tiene la capacidad de
fiere a la experiencia total en el mundo integrar los distintos estados de las ac-
de los seres humanos, y con él se quiere ciones (iniciales, intermedios, finales).
huir de posibles visiones reduccionistas Pero esta capacidad integradora y
de la realidad. Realmente, está en juego relacional no es siempre fija, sino que
la importancia de la educación para el entraña altos grados de complejidad. La
«mundo de la vida». La perspectiva de la competencia humana ofrece, por tanto,

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El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

un talante integrador, pero también in- tividad y al campo de la educación mo-


seguro y con razonables márgenes para ral. En este sentido, la configuración de
la incertidumbre. recursos personales que hipoteticemos,
con los que ha de contar la «persona ma-
3) Como competencia superior, los dura», abre un área, desde el enfoque de
rasgos que definen el núcleo de la deno- las competencias, de investigación
minada madurez, el «yo competente», nos interdisciplinar vital e irreemplazable.
incitan a abrir el arco de las competen-
cias básicas en la educación —inicialmen- Las distintas formas de vida buscan
te centradas en las distintas disciplinas su propia reproducción, son esencialmen-
del currículo— hacia el ámbito de los va- te conservadoras y formulan límites den-
lores (Pérez, Cánovas y Gervilla, 1999). tro de los que se pueden perpetuar
Evidentemente, todas las competencias, (Barnett, 2001). De modo que, para dife-
de un modo u otro, hacen referencia a rentes formas de vida, ser competente
valores. No hay educación sin valores, sin será distinto. Cada forma de vida pre-
una dimensión axiológica orientadora senta una idea de lo que significa ser
(Reboul, 2000). Pero el constructo «ma- competente y esta noción de competencia
durez personal» (competencia) presenta conlleva necesariamente componentes de
unas implicaciones axiológicas más espe- cerrazón. En el plano individual, los
cíficas. El contenido que finalmente de- interrogantes que se nos plantean se ci-
termina esa estructura denominada «yo fran en saber hasta qué punto y en qué
competente» alude a competencias perte- proporción los sistemas de educación sa-
necientes, en sentido estricto, a la rela- brán tolerar la apertura a la individuali-
ción con uno mismo («competencia dad. ¿Puede el enfoque de las com-
personal») (Cardenal, 1999) —autoestima, petencias abarcar la amplia gama de re-
autoconciencia, autorregulación...—, pero cursos de la comprensión de la realidad
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
también a competencias relativas a la re- (sensibilidades estéticas, preocupaciones
lación con los demás y con el entorno humanas íntimas...)? En la vida, la per-
(«competencia social») (Trianes, Muñoz y sona (madura) ha de adoptar perspecti-
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Jiménez, 1997) —habilidades sociales, vas alternativas para poder poseer un haz
conductas empáticas...—. O sea, ese «yo de valores que le posibilite afrontar las
competente» está tejido de emociones, diversas cuestiones de la existencia. Aquí
sentimientos, valoraciones. Entramos en hay un claro reto para las posibilidades
el ámbito de la afectividad humana del enfoque formativo en competencias.
(Aznar, 1995; Marina, 1996) y en el te-
rreno, pedagógicamente inexcusable, de 4) Desde el plano curricular, una im-
los valores. Puede inferirse, pues, que pre- plicación interesante de la madurez en
dominantemente la formación de compe- perspectiva competencial es la referente
tencias implicadas de lleno en nuestro a la creación e implementación de mode-
constructo se hallan vinculadas —sin ol- los representativos de la estructura inte-
vidar las obvias implicaciones cognitivas grada de las competencias. Una
y metacognitivas— al dominio de la afec- asimilación satisfactoria del enfoque de

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Antonio BERNAL GUERRERO

la formación en competencias en el ám- que se educa. Los múltiples ejemplos de


bito educacional, exige la consideración actuales experiencias insatisfactorias
del carácter integrado de las competen- (malestar docente, vivencias escolares ne-
cias, esto es, el hecho de que constituyen gativas de muchos adolescentes, vida
en realidad un sistema, una estructura estresada de muchos niños en la escuela,
vinculada a la totalidad de la perso- situaciones de marginalidad que experi-
na(lidad). Sería deseable, lograr, por tan- mentan los excluidos del sistema de edu-
to, desde planteamientos innovadores y cación...) parecen reclamar la atención del
necesariamente interdisciplinarios o aca- discurso pedagógico hacia la experiencia
so transdisciplinarios, la construcción de de la educación en sí misma y el sentido
un Sistema Integrado de Competencias que ella tiene para la persona (Trilla,
Básicas en la Educación, haciendo uso Ayuste, Romañá y Salinas, 2001). ¿Sa-
de la metáfora espacial de la estructura brá integrar esta dimensión de actuali-
de la personalidad. Los célebres movi- dad educativa un modelo de compe-
mientos taxonómicos e integradores de tencias?
objetivos de la educación (Bloom, 1956;
Krathwohl, 1964; Gagné, 1970; García 5) Un claro centro de interés para la
Hoz, 1988...) constituyen, en este senti- teoría y la práctica educativas, en la ac-
do, un referente obligado. Por su obvia tualidad, lo constituye la práctica de la
vinculación, todas las innovaciones peda- evaluación (Rodríguez Neira, 2000). Los
gógicas desarrolladas en torno a la selec- teóricos de la evaluación han puesto de
ción y organización de los contenidos relieve, en los últimos años, la necesidad
educativos (Bernal, 2000) son igualmen- de realizar un acercamiento a la evalua-
te válidos marcos de referencia. La inte- ción desde enfoques mixtos, capaces de
gración de competencias no sólo contemplar diversas variables (curricu-
presentaría aplicabilidad en la programa- lares, políticas, organizativas, sociales) y
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ción de las acciones educativas o en la sus interrelaciones. Los propósitos


evaluación, sino que también trataría de evaluativos han de guiarse por aproxi-
reflejar la estructura unitaria del proce- maciones multimetodológicas (Greene y
revista española de pedagogía

so educativo. McClintock, 1991) —una metodología


mixta no implica necesariamente una teo-
Los posibles modelos de competencias ría mixta—. Esto nos sitúa en un marco
—que marcarán cuáles han de ser im- problemático donde los presupuestos teó-
pulsadas, protegidas o reducidas— ten- ricos de los diferentes enfoques posibles
derán a orientarse, por lo general, hacia pueden entrar en zonas de conflicto de
el futuro. Esto se agudiza en épocas de difícil solución. Esta necesaria aproxima-
crisis y de cambio. Pero la educación no ción multimétodo a la evaluación conlle-
sólo tiene una dimensión futuriza, sino va asimismo un cambio en su finalidad,
que también puede incidir directamente ahora más orientada hacia la calidad
en la optimización de la experiencia sa- completa de la educación. Ya no se trata
tisfactoria de una faceta de la vida de la sólo de que obtengan información útil
persona, aquella que desarrolla como ser aquellos que han de tomar decisiones,

252
El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

sino que habrá que considerar otros fac- personal, un enfoque sesgado de las com-
tores decisivos en el proceso evaluativo petencias, en el que quedasen relegados
como, por ejemplo, el desarrollo del pro- al olvido los intereses y necesidades pro-
fesorado, la mejora del currículum o la fundamente personales, representaría un
optimización permanente de las mismas serio riesgo.
estrategias y procedimientos evaluadores.
En fin, la práctica de la evaluación hoy 6) Se desprende del conjunto de in-
constituye un contexto pleno de comple- vestigaciones más recientes sobre la en-
jidad, puesto que se halla afincada en el señanza y el aprendizaje (Marsh, 1997;
proceso pertinente al funcionamiento del Hargreaves y Fullan, 1998; Stoll y Fink,
sistema educativo (Sabirón, 1999), en el 1999) la consideración de la escuela, y de
que puede quedar minimizada la pers- los fenómenos de cambio a ella ligados,
pectiva personal de la evaluación. Dado como una comunidad de aprendizaje. El
el carácter eminentemente evaluativo de proceso educativo se afirma en el contex-
las competencias, el enfoque de la «ma- to de las propias autorregulaciones de los
durez personal» como competencia puede centros y de los equipos y comunidades
propiciar, junto al carácter dinámico y profesionales que deben desarrollar su la-
comprensivo, reclamado por los teóricos bor de un modo más cooperativo. Los cen-
actuales de la evaluación, una aproxima- tros educativos pasan a pensarse, más
ción fecunda al sentido personal del pro- que como organizaciones burocráticas y
ceso evaluativo, decisivo para una teoría limitadas al cumplimiento más o menos
y práctica educativas centradas en la per- eficaz de prescripciones externas de cam-
sona. bio, como organizaciones dinámicas en si-
tuación de aprendizaje permanente,
Con todo, las ideas pedagógicas y los capaces de adoptar sus propias decisio-
desarrollos curriculares de ellas deriva- nes e inferir proyectos de continuada re-
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
dos obedecen, en gran parte, a los intere- novación curricular (Cuban, 1992). Los
ses sociales. El lenguaje de la educación centros escolares no son únicamente or-
acaba adoptando el lenguaje de la socie- ganizaciones técnicas, sino también cul-
revista española de pedagogía

dad (Madaus y Kellaghan, 1992). La cons- turas; los centros educativos son, en
trucción humana y su valoración, a través definitiva, personas que interactúan, in-
del currículum, puede detenerse, así, más terpretan y atribuyen significado a lo que
en los aspectos demandados desde fuera acontece, y mediante esos procesos
del sujeto que en el propio sujeto, corrién- interactivos e interpretativos van confi-
dose el riesgo de omitir el sentido que gurando, con el transcurso del tiempo,
para la persona tiene la vida —que siem- de un modo frecuentemente no explícito,
pre representa un libre compromiso con un determinado modo de pensar y actuar
los valores en un proyecto personal con- como organización (Escudero y González,
creto—. La competencia humana habría 1994).
de converger hacia este noble ideal. Si la
educación aspira a ser un valioso instru- Dentro de ese contexto de aprendiza-
mento capaz de promover la realización je continuo que constituye el centro edu-

253
Antonio BERNAL GUERRERO

cativo, se reclama que las acciones edu- petencias (recursos personales) puede ser
cativas posean un carácter cooperativo. una vía de equilibrio entre el talante
El desarrollo del currículum en los cen- irreductiblemente personal de la enseñan-
tros escolares presenta una dimensión za, la importancia de la singularidad per-
cultural de la que se demanda una trans- sonal de cada miembro de la organización,
formación hacia formas más vinculadas y los proyectos educativos y propósitos
con una cultura de colaboración, comunes del centro educativo. Desde una
superadora de individualismos y noción de competencia más amplia, como
fragmentaciones arraigados en la cultu- hemos desarrollado en este trabajo, esto
ra tradicional (Hargreaves, 1996). Tal cul- es, como un cúmulo de recursos que el
tura supone construir en el centro un profesor puede desarrollar en situación
contexto de referencia, más o menos com- de enseñanza, y no como un mero con-
partido, desde el que se pueda debatir, junto de comportamientos docentes ob-
fundamentar y adoptar decisiones sobre servables, la formación del profesorado
su mejora; la cultura de colaboración su- se abre a un uso «inteligente» de las des-
pone, a la postre, el desarrollo de una trezas y estrategias docentes. La forma-
práctica reflexiva sistemática, situada ción inicial —la cultura profesional del
más allá del simple plano de la coordina- profesorado también está vinculada a su
ción formal (Parker, 1997). Ahora bien, selección— y permanente de los docen-
junto a las justamente proclamadas tes, en este sentido, es un área priorita-
virtualidades educativas de una cultura ria para la innovación pedagógica
de colaboración, se ha incurrido, a menu- (Marcelo, 1994). Una verdadera comuni-
do, en una abierta denostación del indi- dad de aprendizaje permanente, donde
vidualismo, impregnado de aspectos cada sujeto es capaz de reconocerse a sí
negativos, al que se presenta como algo mismo, puede provocar cambios en la
que es preciso marginar con premura. cultura profesional. Por otra parte, la ins-
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Hay cierta simplicidad en este discurso titución escolar es un marco idóneo, por
bifronte. su sistémica configuración pedagógica,
para el desarrollo socio-personal de los
revista española de pedagogía

La diversa aplicabilidad de la madu- educandos —no se olvide que el sujeto


rez personal (competencia) puede suponer construye su autonomía en el seno de un
una revitalización de los protagonistas de proyecto colectivo e histórico—. La confi-
la educación. No es lo mismo individua- guración del «yo competente» puede pre-
lismo que individualidad, aquél puede ser disponer al sujeto favorablemente para
pernicioso para la educación y para la una cultura de colaboración, de coopera-
unidad de la vida escolar, pero la indivi- ción, en la que su identidad personal no
dualidad es la raíz de la iniciativa y la sólo no se quiebra sino que se fortalece.
creatividad de la persona. Por eso se ha El aprendizaje cooperativo (Slavin, 1990;
reclamado la individualidad, y no el in- Barnett, 1995), reclamado para los nue-
dividualismo, para la cultura profesional vos programas de acción curricular, en-
de los docentes (Hargreaves, 1996). Un cuentra así sentido en el enfoque personal
enfoque renovado de la formación en com- de la educación.
254
El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

Si las organizaciones modernas han paisaje uniforme de antaño. La construc-


de sobrevivir tendrán que ser organiza- ción de la identidad personal (singular y
ciones que aprenden. Esto significa que comunitaria), pues, se ve afectada por es-
han de ser organizaciones abiertas, que tas nuevas circunstancias.
exigirán a todos sus miembros realizar
sus propias valoraciones sobre las cir- La respuesta al interrogante «¿quién
cunstancias inmediatas. Para no truncar soy?», la construcción de la identidad per-
los verdaderos retos cognitivos, será pre- sonal, está asociada íntimamente a la
ciso superar el horizonte de la mera me- construcción del «yo competente», a la edi-
jora de la producción o de la simple ficación de la madurez en el sujeto. La
supervivencia. El enfoque de la forma- identidad no puede construirse haciendo
ción en competencias encuentra aquí un abstracción cultural y social, el sujeto se
desafiante nivel cualitativo que habrá de desarrolla en sociedad, en marcos cultu-
intentar resolver. rales concretos (López de la Osa, 2000).
Ese «quién soy» va construyéndose en co-
7) Un factor notablemente influyen- munidad, en una permanente interacción,
te hoy en el aumento de la complejidad no exenta de tensiones, entre la singula-
de los actuales sistemas de educación es ridad de cada uno y las presiones recibi-
el atribuible a las diferencias cultural- das del entorno. Pasada la etapa de
mente relevantes entre los educandos. «socialización primaria», en la que el niño
Los sistemas escolares cumplen una fun- adquiere normas y valores de su cultura
ción básica: transmiten, generacional- originaria, el desarrollo de la identidad
mente, la cultura, y, además, socializan personal presenta un notorio interés en
a los individuos, insertándolos en la so- los procesos de «segunda socialización»,
ciedad, en la que van a desempeñar sus más relacionados propiamente con la ma-
actividades humanas, coadyuvando al durez, realizados a través de institucio-
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
proceso de construcción de su propia iden- nes políticas, religiosas, laborales, etc.,
tidad —que nunca tiene lugar fuera de donde el joven puede elegir patrones
una situación social determinada— socializadores no impuestos. Estos pro-
revista española de pedagogía

(Ferrer, 1999). Esta socialización se ha cesos secundarios de identidad, a menu-


realizado normalmente según los patro- do, conducen a conflictos con la
nes culturales del conjunto de la socie- socialización previamente adquirida e in-
dad (Savater, 1997). O sea, unos valores, cluso pueden concluir en procesos de cla-
referentes para todos, legitimaban final- ra resocialización. El actual fenómeno de
mente esta función de los sistemas esco- la globalización no hace más que exten-
lares. Las transformaciones sociales der radicalmente las posibilidades
experimentadas en nuestro tiempo ponen resocializadoras, más allá de los umbra-
de manifiesto las significativas diferen- les de la primera juventud. De modo que
cias culturales —y, frecuentemente, la promoción de recursos personales (com-
lingüísticas— que coexisten en un mis- petencias) facilitadores de construcción de
mo país y, por ende, en sus centros esco- la identidad personal acaso sean más ne-
lares (Sartori, 2001), fragmentando el cesarios que nunca en el contexto actual

255
Antonio BERNAL GUERRERO

de multiculturalidad y crisis de la idea cursos disponibles del sujeto. El éxito del


de sujeto (Saavedra, 1998). Tales recur- enfoque de la formación en competencias
sos pueden actuar a modo de foco depende, a la postre, de poder traducir
dinamizador de orden en el sujeto, some- estas exigencias en clave de competencia
tido a una experiencia de disonancias di- humana; pero este nivel de transferibi-
versas inter e intrasubjetivas de enorme lidad está impregnado de dificultades.
complejidad que, con no escasa frecuen-
cia, provocan, debido a múltiples causas 4. Consideraciones finales
(políticas, laborales, familiares...), nece- Del análisis hasta aquí realizado, pue-
sarios procesos de reconstrucción de la de deducirse que el constructo científico
propia identidad. Las dimensiones de la madurez personal como competencia pre-
identidad personal han de ser atendidas senta una novedosa perspectiva en el tra-
inexcusablemente desde el punto de vis- tamiento de la noción de madurez
ta educativo, fundado en el sujeto como humana, más ligada tradicionalmente a
constructor de su propia condición per- otros constructos (autorrealización,
sonal. autoactualización...). Antes que producto
final o destino, este constructo enfatiza
La construcción humana precisa de la el carácter orientador y procesual de la
capacidad del sujeto para realizar trans- madurez, vinculado a la condición de po-
ferencia de lo aprendido. La transferi- sibilidad de principio de acción del suje-
bilidad de las competencias anuncia to. Igualmente, subraya el carácter de
generalidad y pronostica el éxito de lo centro y eje del desarrollo personal del
aprendido en contextos distintos a los con- individuo, que no depende exclusivamen-
textos iniciales de aprendizaje. De algún te de sí mismo para conformar su
modo, la transferibilidad exige una autorrealización, porque ésta siempre se
descontextualización posterior a la produce dentro de un proceso colectivo e
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262

contextualización germinal. Sin embar- histórico en el cual el sujeto se implica


go, las habilidades transferibles están co- mediante su actividad productiva. Prefe-
múnmente sometidas a las condiciones y riblemente aplicable al nivel de desarro-
revista española de pedagogía

límites de cada ámbito determinado, lo llo del sujeto que puede lograrse, en
que dificulta seriamente su potencialidad potencia, a partir de la juventud, este
descontextualizadora. En última instan- constructo abre un ámbito de investiga-
cia, la madurez personal reclama capaci- ción interdisciplinar apasionante, dado
dad autocrítica, manifestación del que en él se hipotetiza acerca de la per-
dominio de las propias experiencias; tal sona madura.
capacidad permite someter a un conti-
nuo examen las ideas, las afirmaciones, La consideración de la madurez como
los símbolos, las posiciones éticas, las ins- competencia superior del sujeto la aproxi-
tituciones y las ideologías. La madurez, ma a la idea de cúmulo de recursos per-
en fin, apunta hacia la maximización de sonales de afrontamiento, especialmente
las oportunidades de emancipación per- durante la adultez. Tal noción de compe-
sonal, mediante el uso de todos los re- tencia encierra la idea de relacionalidad

256
El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

entre las competencias y la personalidad tán ancladas en el sujeto. Las conocidas


del sujeto; lo cual supone, asimismo, la divisiones de las competencias según do-
superación de la estrecha idea de compe- minios específicos no deben considerarse
tencia como ejecución o desempeño, elementos escindidos entre sí. En reali-
abriéndose al ámbito cognitivo y a la es- dad, forman parte de una misma catego-
fera de los valores. En tanto que referen- ría dentro de la estructura de la per-
te central de las competencias del sujeto, sonalidad del sujeto, la constituida por
la madurez influye en el conjunto de las todas sus competencias unidas. Por otra
competencias específicas de la persona y parte, la madurez (competencia) implica
éstas pueden, a su vez, incidir en aqué- una apertura a lo axiológico, puesto que
lla. La aplicación de este constructo a la el contenido que la determina está, par-
investigación pedagógica y a la práctica ticularmente, relacionado con la afectivi-
educativa actuales ensancha el campo del dad y con la dimensión ética de la
enfoque formativo de las competencias ya persona. En la medida en que busca un
existente. conveniente ajuste entre los factores de
cambio y de permanencia, la aplicación
Para la teoría de la educación, la com- del constructo madurez personal nos
petencia (madurez) es un constructo de aproxima más al conocimiento de la com-
referencia. Los posibilismos pedagógicos plejidad real de la teoría y la práctica de
del mismo se condensan en coadyuvar a la educación actuales.
la vertebración de un amplio enfoque
optimizador del ciclo vital del ser huma- Como competencia, la madurez cons-
no, para el cual los recursos personales tituye un núcleo en la estructura de la
de los individuos constituyan la más vá- personalidad del sujeto de carácter diná-
lida herramienta para su propio desarro- mico y ordenador. Esto supone la posibi-
llo personal. No cabe duda de que el lidad de introducir, desde el yo
año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262
enfoque formativo de las competencias competente, diversos niveles y grados de
presenta indudables riesgos: el carácter ordenamiento en el proceso de construc-
inseguro y complejo de la competencia ción humana. Así, parece deseable que la
revista española de pedagogía

personal; la dificultad para transferir las innovación educativa formule, y contras-


habilidades diversas; el carácter de ce- te en la práctica, modelos integrados de
rrazón de las competencias, ligado a la competencias, cuyo núcleo lo constituye
contextualización de los aprendizajes y la madurez humana. Las posibilidades de
apreciable en los límites y condiciones implementación de estos modelos aven-
impuestos en los diversos ámbitos; o la turan una revitalización de las institu-
posible subyugación a los exclusivos in- ciones y organizaciones educativas, en
tereses sociales y grupales. Pero, más allá situación de aprendizaje permanente, así
de los riesgos, los diversos posibilismos como de los diversos protagonistas de las
pedagógicos parecen emerger. acciones educativas, estimulados por el
aprendizaje de lo básico y por la asimila-
Todas las competencias forman parte ción personalizada de lo aprendido. En
de una misma trama compleja, todas es- este sentido, la evaluación de los proce-

257
Antonio BERNAL GUERRERO

sos educativos habrá de enfatizar de un Bibliografía


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which is proposed as competence. The
maturity would be reflected in one
competent self, as structure of superior

260
El constructo «madurez personal» como competencia y sus posibilismos…

order, integrated in the personality of the


subject. From a cognitive perspective, the
maturity develops into determinant of
widespread competences of the subject.
From this concept of maturity, we raise
its pedagogic possibilities. These centres
basically on the contributions, from the
educational angle, to a wide approach of
improvement of the cycle of the life of
the human being.

Key Words: competences, maturity,


person, personal development, theory of
education

año LXI, n.º 225, mayo-agosto 2003, 243-262


revista española de pedagogía

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