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Una frase que puedes encontrar o escuchar de cualquier conocedor de la historia es que esta

se repite constantemente, convirtiéndonos en meros espectadores de los hechos que se


suceden con los años, siglos y eras. Sin embargo, los sucesos sin precedentes invocan dentro
de una línea muy larga de tiempo puntos muy marcados, cosas que ocurren para darle una
vuelta completa a la realidad de la sociedad; desde el descubrimiento de la rueda hasta teorías
de cómo y por qué estamos en el mundo, tangible o intangible, las personas somos la historia
siendo contada día a día, somos contemporáneos a sucesos que marcan a naciones enteras, de
números en rojo que ponen a países de cabeza.

Nuestro mundo siempre precisará de cambios, de revoluciones, que jamás terminarán de


suplir las diferencias sociales, políticas y económicas que existen hasta en un mismo barrio o
entre vecinos que solo son separados por una calle. Calles que parecen grietas, grietas que
parecen el mismísimo infierno si explotan ante la falta de respeto o, en algunos casos,
injusticia; pero ¿qué pasa cuando la grieta ya no es solo una grieta, sino un agujero negro que
lleva al más débil a agarrarse de la cabeza, le provoca dolor, insomnio, replantearse qué es lo
que va a suceder en su vida? Suena a algo que muchas personas pueden vivir en la actualidad,
claramente; sin embargo, no debemos olvidarnos de las que ocurrieron hace muchos años,
cuando las Trece Colonias norteamericanas decidieron que no podían seguir con los altos

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