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EL TRIANGULO DE LAS TRES «P» Psicologia, participacién y poder Ana Gloria Ferullo de Paraién PAIDOS TRAWA ‘clakiccecRSNR es enn eNe ae 76 Ana Gloria Peralta de Parajén A partir de lo desarrollado hasta aqui se puede entender ' importancia fundamental que le atribuimos a la partici, Pacion desde lo psicolégico. Ya cuando comentamos Ia construcci6n histérica de la nocién de participacién la sos. tuvimos como posibilitadora no sélo de la supervivencia si. no también de Ia construccién de los sujetos. Y esto ee teafirmé en reiteradas oportunidades, especialmente cuan, do planteamos una teoria del sujeto, en este mismo capita, Jo, a partir de su inacabamiento inaugural, come un proceso de construccién siempre renovado en la eterna busqueda para cubrir esa falta constitutiva y lograr la ile. soria completieud perdida. Por consiguiente, cabe solo recordar que el sujeto nece- sita ser parte de lo social, de lo contrario perece. Sus lazos con el otro no son contingentes sino esenciales, y atravie~ san un desarrollo histérico que va desde los lazos fusiona. les de los momentos iniciales de la vida, hasta. le complejisima ¢ inagotable red de laros de las mis diversas calidades, intensidades y formas que se construyen/destra. yen a lo largo de ella. Y que constituyen su ser y su hacen Precisamente es porque este ser y hacer estin determinades socialmente que lo social tiene la posibilidad de influir eo los sujetos y éstos, en lo social °n sintesis, retomando nuestro desarrollo general, sos~ kenemos que la participacién es, fundameniabnente, ejercicio del poder. Y, en cuanto tal, es un camino posibilitader de la implicaci6n del sujeto en su propia vida y en la de su co. munidad. Debidamente utilizada puede ser un importante medio de crecimiento personal y social, con todos los ries 08, limites y consideraciones éticas que, como hemos plantcado, inevitablemente Ia acompafian, Asi entendida, Se convierte de inmediato, en una herramienta clave para cl trabajo del psicélogo cualquiera sea el campo en que de semper sus tareas. rr CAPITULO 3 La participacion como herramienta de trabajo del psicélogo en el campo de la psicologia social comunitaria Estamos ya en condiciones de redondear el recorrido hecho hasta aquf en lo que hemos denominado el sridngu- fo de las tres “P”, articulando los temas vistos de participa cion y poder con el de psicologia. Nos centraremos, en especial, en la psicologia social comunitaria por ser nues- tro campo de interés dominante con relaci6n a la temitica estudiada, pero todas las consideraciones hechas valen tan to para este campo especifico como para la psicologia en general, tal como lo presentamos en este punto De los multiples caminos posibles a seguir para delimi- tar un campo de trabajo profesional -en este caso concre~ to, el de Ia psicologfa social comunitaria— hemos optado Por partir del anilisis de la posicién que en él se le asigna al psicélogo y, desde alli, proponer la demareacién de lo que se denomina psicologia social comunitaria. Veamos entonces, en primer lugar, dicho posicionamiento. 3.1, El psicéloge como trabajador del campo de la salud Una de las concepciones posibles sobre la identidad profesional del psicdlogo lo coloca, actualmente, como un 78 Ana Gloria Ferullo de Parajén Le participacién como berramienta de trabajo del pschlego... 7 tabajador del campo de la salud.definida ésta en cep. siologica de los pardmetros definidos como normales cién mas amplia. Nosotros adherimos a esta propnesta por 4 partir de eriterios estadisticos. La unidad de anélisis una serie de razones que conviene ir explicitando. wal individuo y la practica médica supone, funda Un punto importante es que posibilita pensar dle mane~ s entalmente, una intervencin de tipo curative que ra integral el campo de la psicologia ~siempre que a uno Je interese este aspecto~ y permite aproximar tradiciones his~ no toma en © tmbientales, socioculturales y comportamentales que ca el complejo entramado de factores toricas diferentes y hasta enfrentadas. Partamos, para acla- | gon determinantes conjuntos de nuestra salud. rar esto, de las connotaciones que se disparan a partir del La politica sanitaria derivada de este paradigma da término salud. La linea mas tradicional lo relaciona inme- mayor importancia a la distribucién equitativa de los diatamente con el estereotipo cultural segan el cual salud imag actuales recursos técnicos a todos los sectores de es equivalente a auscncia de enfermedad. Predomina aqui Ja poblacién que a una educacién pars la salud, donde el viejo y arraigado modelo biologico-médico, de plena vi- clacento esti puesto en la prevencion y en su promo- gencia actual a pesar del surgimicnto de nuevos y fecundos Gan, Prnere los supuestos que estén vigentes en esta Ii modelos en los que se han resignificado los términos en nea, convendria destacar aquel que considera que al juego. Estas resignificaciones luchan por imponerse pero incremento en los niveles de salud de una poblacion no se logra atin, en absoluto, el desprendimiento del senti- depende, exclusivamente, de los logros alcanzados do tradicional adjudicado a este término. Actualmente por la medicina. Aqui el problema del poder que sigue conviven ambos campos semintices y la relacién entre Pando en juego es evidente, y éste cuenta con ta ellos ocasiona dificultades pragmaticas que favorecen mas fuerza que le otorga el consenso social como legitimas la confusion que el intento de esclarecimiento, dor. No discutimos la indudable vigen No pretendemos desalojar un sentido firmemente puesto, pero sf destacamos la importancia de su arraigado aduciendo razones intificamente wilidas”. In- Cxplicitacién para que se pueda pensar en a conve- dudablemente éstas existen, pero los juegos de poder que | niencia de su reconsideracién eritic: son los que sustentan, en definitiva, el fuerte arraigo de la | Ouro serio obsticulo en juego, que refuerza el sentido linea de sentido tradicional del término salud le proporcio- | restringido del término salud y dificulta la renov: acion na una resistencia a cualquier novacién semntica que no Ge su campo semantico, esta constiuido por los im- se puede desconocer. Lo que si puede proponerse como portantisimos intereses econémicos que se mueven intento de clarificacién es la explicitacion de esta misma ee torno al binomio salud-enfermedad. Este rubro dificultad, mostrando simplificada y sintéticamente la do- Constituye en Ia actualidad una de las grandes indus- ble linea de significaciones del término salud: tas de alcance mundial que, entre otras cosas, puede dar solidez o destituir gobiernos segiin sea el mayor © a) En sentido restringido, este término sigue aludicndo menor apoyo que se le brinde. Este dato sirve, por si a Ia ausencia de enfermedad. Descansa, como sefali- Solo, para darnos idea de la envergadura de los intere- bamos, en el enraizado modelo biolégico-médico. ses en juego. ‘ Recordemos que desde esta significaci6n la enferme- b) En sentido amplio, lo primero que cabria destacar °s dad est4 concebida como una alteracién anitomo-fi- el cambio de acento‘de Jo negativo a lo positive, La — a so Ana Gloria Ferullo de Parajin salud se define ya no s6lo como ausencia de enferme- dad sino como presencia de potencialidades y ca dades en los hombres que desencadenan bien bara su realizacin y permiten tral de “un mayor desarrollo y bienestar” n biisquedas jar para el logro, ; Justamente tos son dos dle los términos que aparecen citados con mayor frecuencia en las distintas definiciones dase en esta linea, Un rastrllaje semantico de trales que se ; Jas ideas cen- Proponen en estas definiciones nos con. firma estos resultados: en todas ellas se habla de Ia biisqueda y/o logro del desarrollo burmano integra, de tena bienester del mejoramienta de ls condiciones de ida de los seres bumanos, de una mayor calidad de vida de las personas, etc ” ee Se entende ne mejor el alcance de este sentido de “salud” si apes ave ex soatenide por el modelo, denomi- ado biopsicosocial o integral, que se centra en la vali ral total, en el “estilo de vada” de cada pueblo ae Ja importancia que tiene como deternisinte de la salud Esta se viswaliza como un problema social que, como tal, compete a la sociedad toda en tanto se define la salud no, s6lo como uno de los derechos esenciales de le los seres des basieas, L; roeaitee' biisqueda que esto dispara se ditige » ara se ditige a creat y estimular la autorresponsabilidad para lograr conservar ¢ incrementar los niveles de salud cxistentes, ri esta a Poseer salud ya no es sdlo no estar en- fermo —léase no tener sintomas orginico-fisioldgices sino poder erecer como sujeto y como miembro de la Propia sociedad. Es la salud, en definitiva, la que crea las condiciones que posibilitan y/o dificultan el crecimiento, Y son los seres humanos los que deberin conocer estas condiciones para poder trabajar con ellas y sobre ellas Este amplio panorama nos revela una particul 1 jaridad que evaluamos como positiva: el término salud en si emtido La participacién como herramienta de trabajo del psicélogo... $1 amplio, al no estar definido de manera univeca ~y, por consiguiente, clausurante~ se abre a multiples lineas de significaciones que imprimen una direccionalidad conver gente al accionar profesional, pero sin cerrar los diferentes caminos a través de los cuales puede aleanzarsela, As falta de acuerdo generalizado en una definicién Gnica so- bre qué se entiende por “salud en su sentido mas amplio”, resulta positive dado que proporciona una riqueza opera~ tiva. Permite la coexistencia de concepciones disimiles so- bre una base comin, segtin las distintas corrientes, en los diferentes campos de especializacin posibles de la psico- logia actual, Pasando a lo negativo que deriva de la existencia de es- tas miiltiples definiciones, vemos que las metas buscadas de “desarrollo humano integral”, “bienestar”, “mayor cali dad de vida” 0 cualesquiera de las otras propuestas posi- bles, a veces son expresadas de tal manera que pueden llevar a serias e ingenuas confusiones si olvidamos que las, metas nunca podrin, por suerte, ser log, ali- dad. Creemos que con lo planteado anteriormente en rela- cion con el poder y la contradiccién quedan aclaradas, desde lo psicolégico, las causas de estas limitaciones. Se entiende asi por qué el Ilsmado bienestar siempre va a tar recortado desde el malestar, nunca ~también por suer- te desalojable del todo. Por qué es precisamente el malestar el que posibilita la realizacién de cualquier traba- jo. Por qué aquello que limita -lo “negativo”— es también lo que origina la baisqueda. Por qué la falta es constitutiva y posibilitadora de la construccién del ser. Por qué la uto- pia es inevitable, necesaria y conveniente, pero no deja por eso de ser una ilusion. Lo planteado hasta aqui permite ir teniendo una idea de la envergadura de Ia tarea propuesta y de sus implica- ciones. Es indudable que las consecuencias del cambio de modelo en lo que se refiere a la concepci6n de salud gene ra ondas expansivas de gran aleance a2 Ana Gloria Ferullo de Parajin ién del psicslogo Podemos ahora, retomando nuestro punto de partida, volver al psicélogo y su posicionamiento para avanzar Ine, g0 hacia la demarcacién de la psicologia comunitaria tal como nos lo habiamos propuesto. Sostencmos que la fin ded tittioa del crabajo de Ia psicologia es la misma, indepen. dientemente de los distinsos campos y las diferentes accion gue se realicen en ellos: todo psicilogo puede definirse como un trie. Fedor del campo de a salud entendida en su acepciin mas amplia, En cuanto tal, debe contribuir al logto de las mejores for. mas de vida posibles para los seres humanos, siendo ellos mismos quienes deben determinar, en cada caso y em cake situacion, qué es lo mejor para ellos Con esto explicitamos nuestra opcién para definir la Treks Perseguida, el para qué de ta accién del psicdlogo Creemos que hablar de salud en los términos utilizados fg brisqueda de las mejores condiciones de vida posible para los serra Pinnnves— woutiene los ingredientes de direccionalidad, de heterogencidad, de ilusin y de limitaciones inevitable, mente presentes y que es importante no olvidarlos. No nos detendremos ahora mas en este punto, a pesar de lay ach raciones que pueda estar requiriendo, porque lo retomare. Mos a continuaci6n, con relacién a la psicologia social comunitaria, Kero hagamos slo un comentario con respecto a lo que fundamenta esta propuesta unificadora: la posicifin profesio, nal del psicslogo. Sabemos de las resistencias de nruchoo PsicSlogos a ser posicionados como “trabajadores del cane. Po de la salud”. Y creemos que esas resistencias son com Prensibles y validas, no sélo por los problemas de Inchas por el poder que estan en juego sino, también, por los te mores al siempre vigente “imperialismo médieo” y sus de~ rivados y, sobre todo, por los problemas de. identiciad profesional que pueden ocasionarse. Pero reiteramos que Ia propuesta se refiere silo a la posicién on tanto lugar pro- La participacin como herramienta de trabajo del psicélogo... $3 fesional socialmente asignado por consiguiente, con aus previsibles variaciones espacio-temporales-, condicionado por el para qué de ese lugar y determinante de la infinita va J de roles que el psiclogo desempefia como tal. F: te que obra como comin de- rieda desde esa posicién determi nominador; desde alli se abre el cada vez mis rico, variado y nunca definitivamente cerrado abanico de roles posibles que el psicdlogo ha desempefiado y desempefiaré. Creemos mie astral conceptas de posicion és de la historia de que es justamente esta confustén entre y rol lo que ha mantenido vigente, a tr la psicologia, los siempre renovados y nunca resueltos de el rol del bates tendientes a definir So ene aeiiny i psiclogo. No es por ese camino que pueden lograrse defi- Helen poruales oles, ul vateresey las con betst espe- 8 posicidn, nos hablan de lo multiple y heterogéneo a la vez. que nos remiten a su determinante po- sicional. Este si puede ser acotado, aunque creemos que s6- lo puede hacérselo. con todas las limicaciones y. plasticidad comentada. No podria ser de otra manera te~ hiendlo en euenta que este posicionamiento del psicélogo debe dejar lugares para las demarcaciones de los diferentes impos ile trabajo, de sus distintos ambitos y con las varia las herramientas tedricas, metodolégicas y téenicas con las que él cuenta actualmente. Dicha demarcacién debe contar con la suficiente plasticidad como para permitir ir dando respuestas a los cambios hist6ricos que inevitablemente se dan en todas las profesiones y que se concretan en renov: das y generalmente urgentes demandas sociales. Enearando este mismo planteo a partir de preguntas, podriamos esquematizarlo diciendo que la posicién del psicologo responde a dos interrogantes bisicos: “quién y para qué?", que constituyen el basamento de los otros in terrogantes que pueden surgir y que podrian resumirse en mo?” sin olvidarnos de los no tan visibles p. cle?, geudndo? y rables a partir de “equé? y ge s ro vitales en toda intervencién “gdé nto?”. Graficamente, podriamos repr 3s Ana Gloria Ferulto de Parajin que Si intent propuesta an MMOs Contestar estas preguntas desde nuestra terior, las respuestas a fas dos que estén en la base serian: “el psicdlogo para aportar, desde lo psicoligi. €o. a I biisqueda de las mejores formas de vida posible que ellos sexes humano/s determinen para si mismo/s”. Si quisiéramos dar respuestas a las demas slo podriamos h cerlo ajustadamente a partir de la consideraciv ile cada si. tuacién concreta de interven realizar. stamos afirmando con esto que no son las conductas Visibles, sino el lugar desde el que se las reatiza lo que perm te entender un accionar profesional. Si pensamos en un giemplo concreto tomando un equipo de trabajo interdis. ciplinario en tareas de psicologia comunitaria, podemos encontrarnos con psicdlogos que dan masajes a niios de hasta cinco afios en sus domicilios, lo que hace que el ob servador de una escena como ésta lo ronule de fisioterapeu- {a antes que de psicSlogo. Pero tengamos en cuenta que cxiste un para qué de sus aeciones y el masaje esta dirigido al restablecimiento de los vineulos madre-hijo a través del aprendizaje, por parte de la madre o el sustituto, de formas de contacto corporal, muy descuidado en la zona donde se realizaba este trabajo, Ia cual presentaba un alto nivel de desnutricin infantil. Por eso es tan infructuoso ¢ initil La participaciin como berramienta de trabajo del psicilogo... 85 centrar la atencién en los haceres concretos dentro de los equipos -si bien son inevitables estos roces por las cuestio- nes de poder en juego-, discutiendo si hacemos lo mismo o,no en una interminable lucha por ly defensa de los pro ios espacios, olvidando que éstos no estin sostenidos des- fe las conductas, manitestas sino. desde In final perseguida con ellas. Clarificaciones de este tipo dentro de i os deben considerarse una eta~ pa necesaria para tener en cuenta en Ia constitucin y el mantenimiento operativo de dichos equipos. Con esto queremos dejar en claro que sabemos de los pros y los contras de la opcién propuesta y creemos que a: s de identidad profesional que resuel ve que los que ocasiona. ‘También creemos que cualquier Gees Hregecs que be liga lnualmdneelibe dency os eee e2s0 ¥ por ahora, nos parecieroa mis tos pros que los con fin, es cucstion de optar opciones nunca define Jos equipos interdisciplinai son mms fos probl Se, ioe Gel pams No coger ox tate “bipolaridad de los obstéculos” (Bachelard, 1984) y, por sa- lir de un atolladero quedemos atascados cn el polo opues- mo lo muestra con evidencia la habitual pendularidad propuestas humanas a través de la historia 3.3. La psicologia social comunitaria 3.3.1, Algunas demarcaciones posibles Como se habri advertido, estamos usando indistinta- mente la denominacién psicologia comunitaria 0 psicolo- fia social comunitaria puesto que partimos del reconocimiento de que toda psicologia es social, “en un sentido amplio, pero plenamente justificado” (Freud, 1973, p. 2563). Las implicaciones teéricas de esto tienen importancia bisiea para todo el desarrollo del trabajo por- que reafirman la perspéctiva que hemos elegido para reali- 86 Ana Gloria Ferullo de Parajén zarlo y que ya explicitamos oportunamente. Recordemos s6lo que estamos sosteniendo lo social no meramente co, mo determinante sino como constituyente del ser buzmany ¥ que afirmamos la posibilidad de este “producto” de reac, tuar sobre lo social, como sostén y modificador. No impli. ca esto, como ya Io sefalamos, desconocer los distintos npos de trabajo de la psicologia todos muy vilidos de demarcar-,sino que pretendemos destacar su unidad més alli de ellos, remarcar que la disciplina no esta fracturada segtin sea el sirea a Ia que uno se esté refiriendo y la pers. pectiva desde la cual lo haga. Con respecto a la psicologia social comunitaria podria Pensarse que el problema de su demarcacién basica esta centrado en torno del término “comunitaria”, pero la cuestion no es tan simple por varias razones. En primer lugar, este término ~al que ya aludimos bre- mente en el primer capitulo~ se adecua muy bien a una categoria que podriamos lamar “palabras-trampa”, por- que bajo una apariencia de claridad referencial nos encon framos con que tal claridad no existe en absoluto. Y con €st0 no estamos aludiendo sélo a la falta de criterios Gni- cos para definir qué es una comunidad, sino que queremos marcar, fundamentalmente, esa falsa apariencia de referen~ te unitario, compacto, integrado, cincunseripto y todas lis otras asociaciones de sentido que dentro de esta linea se connotan cuando se habla de “la” comunidad. Creemos que éste es un aspecto poco tomado en cuenta y sobre el cual debe reflexionarse detenidamente porque puede tener efectos de verdadero obsticulo epistemolégico con rela cién a la psicologia comunitaria. Tal vez seria mas conve- niente hablar de “abordaje comunitario” que de “abordar a la comunidad,” porque disparatia efectos distorsionantes al crear [a ilusoria impresién de unidad, de objeto claro, dis- tinto y acabado, algo que puede ser visualizado y aprehen- dlido como un todo integral. Por el contrario, sabemos que Jo comunitario nos remite a uno de los émbitos de trabajo erect Li partivipaciin como berramienta de trabajo del picloge... 87 je la psicologia (Bleger, 1974a) que tiene una presentacién fenoménica miltiple, heterogénea y contradictoria, ‘Ex segndo Inger y retomando la polisemia de este tér- mino que, como ya vimos, nos coloca frente a la mis va da gama de definiciones, podriamos. sintetizar las diferentes posturas en una simplificada polaridad. \ En uno le fos extremos estaria quella que es asemida or Jos que, muy encuadrados en los limites existentes en- ieeaiabicos ndierdecl, geupal, axgentaational prone nitario, sélo estiman que se esté trabajando a nivel comunitatio cuando se aborda un mbito territorial deter- minado en el que se incluyen distintas organi das_en el sentido estricto del té nerosos, que habitan en un mi co, com una historia comin ~ys construida o yr construir en algunos casos-, con sentimicnto de pert nencia comunitarie (aunque fuera en un rainimo grado) y que manuenen entre ellos relaciones personales directas © indirectas. Es decir que estin compartiendo un social- trico determinado en ua sentido muy amplio, lo que im- plica compartir una situacion de vida, hecho que a de sus dificultades y posibilida- Jones so- ciales_ tom Comprende grupos m determina que la mayor des sean comunes. n cl otro extremo se ubicarfa la postura de los que, uti- lizando un criterio mis flexible, consideran comunidad a todo conjunto de personas diferenciado por compartir ciertos as- pectos de la sociedad de la que forman parte. Asi, puede incluit supos de los mas diversos tamafios, siendo el tinico requi- sito. necesario que los miembros del colectivo tengan un tamente,la conciencia de la exis tencia de este comuin denominador es lo que sostendra el sentido de comunidad (Sarason, 1974; Sanchez, 1999) de ese conjunto de personas con los que se esté trabajando, que puede estar instalado previamente o surgir durante la rea- lizaci6n de Ia intervencién en cuestidn, si es que los inte~ grantes no se conocian ‘anteriormente. Incluso la finalidad comin denominador. J ss Ana Gloria Ferutlo de Parajin especifica de la intervencién puede muchas veces estar di- rigida a hacer surgir y/o consolidar dicho comin denon nador como, por ejemplo, puede ocurrir en el caso de un barrio que se esté constituyendo, 0 en una comunidad cu yos vineulos son muy débiles y esta altamente atomizada), No nos detendremos ahora en enumcrar esta variedad de lefiniciones de comunidad, que pueden ser recordadas por los que tengan especial interés en ello a partir de los tens especificos (por ejemplo, Montero,1994,1998), Tampoco es nuestro interé TEs en este momento comentar las ventajas y desventajas que puedan atribuirse a las dos posturas comen, tadas. Sdlo queremos ~admitiendo que ambas son vilidas e tima instancia— aclarar que nuestra Iinea de trabajo se en. cuadra en Ia ltima opcién sefialada y pasar a comentar ay. Pectos mas definitorios, a criterio nuestro, que la amplited con que se decida recortar el campo de trabajo concreto. Asi, continuando con nuestra enumeraciOn, en tercer he gar estimamos que, si bien esta idea de imhita sirve de re ferencia para nuestra demarcaci6n, no es suficiente porque ft comunitaria no esta definida solamente por la amplitud con que se considera el fendmeno en estudio si- no, basicamente, por la finalidad perseguida y el tipo de ac ciones que con esa finalidad se originen y sostengan, Es ent Finalidad y el alcance y el cémo de la acciin lo que define, en Ultima instancia, si se esté 0 no trabajando a nivel communi. tario, Los sujetos implicados en esto pueden ser personas concretas, grupos de los mas diferentes tipos, organizacio- nes, pero siempre los efectos buscados intentan alcanzar al mayor niimero posible de personas de la comunidad en cuestiOn. Reiteramos, si bien siempre y necesariamenti se combinan acciones con individuos, grupos y organiz. ciones de una comunidad, lo que interesa, en definitiva, son los efectos logrados sobre la totalidad de esa comuni- dad en particular. Esto marca el cardcter supraindividual de toda psicologia comunitaria, que aparece siempre destaca do como uno de sus rasgos esenciales (Blanco, 1988). ¥ po- ‘SESE La participacién como berramienta de trabajo del psicéloge... $9 dsiamos senalar, entre sus otros rasgos caracteristicos gene- rales —no olvidemos que, como toda practica profesional, tiene sus particularidades regionales, nacionales y locales, la convenicnte interdisciplinariedad la dimensitn institucional -que desarrollaremos oportunamente por su importaneia-, la concepcidn del sujeto como sujero active, las biisquedas dirigidas al logro de la participacién, la concientizacién, la au- gestion y, muy frecuentemente, el cambio social —que tam- bién comentaremos mas adels encoadre de trabajo y el fundamento del mismo. Hay ouro punto para tener en cuenta en estas demarc ciones que estamos realizando: si alguien se esté pregun- tando ~por to desarrollado hasta aqui si ta psicologia comunitaria es la nueva nopia correspondiente a la final zaci6n del siglo XX (Martin Gonzalez, Chacon Fuertes y Marcines Garcfe, 1988) y comientos del 3001, muestra res juesta es afirmativa, ya que creemos que es una de las re: firsts udipices que estamos dando nctnalinenitcllosiseres humanos. Pero aclaremoslo un poco mis ; No sélo la busqueda de a psicologia comunitaria, sino lo planteado, en general, con relacién a la salud en su acep i6n mas amplia, encierra su cu aie: bueno jue asi sea. Cada época puede y debe luchar por la cons- i Mtecldn den unsnde ctejon. Scaket iaventadlo derds los més distintos angulos de Ia actividad humana, y la ciencia male coe mineits proces Simi teas ee seer ni esta ajena a cllo. ¢Cémo, si no, entender las propuestas, por ejemplo, de un Jacob Moreno, de un Kurt Lewin, de la Escuela de Frankfurt, de Enrique Pichon Riviere? El pa ra qué de estas disimiles propuestas —todas valiosas a su manera~ ha sido el mismo: contribuir a la construccién de un mundo mejor para cl ser humano. Pero, determinar cual es ese mundo es algo que escapa al terreno estricto de la ciencia y queda inscripto en lo ideolégico. Ambos aspec tos -lo cientifico y lo ideolégico— constituyen componen- tes imposibles de deslindar totalmente. 1e a fin de explicitar nuestro 90 Ana Gloria Ferutio de Parajén Recordemos sélo la insoslayable limitacién que tiene ¢| sujeto en cuanto hacedor de ciencia. El reconocimiento de esta limitacién permitié ta superacién —al menos en parte de viejos postulados que sostenian la posibilidad de neutr lidad ideologica y de prescindencia valorativa de ese sujeto que hace ciencia. ‘También se han logrado, en muchos ca sos, la superacion de otras ingenuidades que sostenian que exelusivamense desde la misma ciencia se hacen las prescrip. ciones de qué cs lo mejor para los seres humanos y al ser- vicio de qué fines deben trabajar los profesionales. O la referida s6lo a Ia biisqueda de los cambios cuyos alcances tuvieron efectos estructurales, macrosociales y que ha sido, como dijimos, sustituida -no por no deseable sino por inal. canzable~ por biisquedas mas puntuales y acotadas, Se re- valoriz6 el logro de toda potenciacién de los sujetos, por ands pequefios que hayan sido los cambios que ella supuso. Son estos razonamientos los que avalan lo que de ut6- pico encicrran las metas de salud propnestas. Y también son ellos los que hacen que hayamos evaluado como posi- tivos ~como seitalibamos anteriormence- tanto el matiz de utopia como la falta de definicién univoca del término sa- lud en su sentido més amplio. No podemos pecar de inge- nuidad tal como para pensar que podrian conseguirse acuerdos generales cientifico-ideolégicos sobre qué es y cémo lograr mejor ese “mayor bienestar” o“ desarrollo del ser humano”, etc., que se proponen como metas cuando se emprende la bisqueda de la salud tal como muchos la con- cebimos actualmente. Pero tampoco podemos dejar de re- conocer la importancia de que obren tales metas y de que los seres humanos emperiemos todos nuestros esfuerzos en alcanzarlas desde los mas diversos campos. Entre ellos f- gura, como uno de los de gran importaneia, el campo de la Ciencia, Esto tal vez. permita ir logrando mejores formas de vida ~segiin lo que se quiera y pueda entender por tal- sin poner un tope clausurante a una busqueda que, por suerte, nunca concluira. pacién como herramienta de trabajo det psicilogo... 91 La participac h ajo i cl fialar un punto sumamente po- inalmente queremos se p 1 to que deriva de estas misinas cuestiones y se concen mak é yticipaciin que, por su comple- ‘on los aspectos éticos de la participacién que, p i cr abordados desde diferentes perspectiva jidad, pueden ser abordados desde diferentes p Meamos dos que nos parecen importantes: 4) Una de lls es I que aude a gun define qu oo me ar para determinados sores bremanos, refiriéndonos a los in- Jr aes de cada comunidad conereta con Ja que se crbaja. Ya cnoneiamos, anteriormente, nuestra respuesta an set los mismos interesados los que determinen, cogent es lo mejor para ellos. cada caso y en cada sitacién, qu rel HE prablema no s6lo deriva de que todos v eada uno de Ios sujetos tenemos ideas, mas @ menos conscientes, com Mepecto a qué es bueno y qué es malo para los seres hums aaeetino, ademés, de que no podemos dejar de tenerlas. [av concepeiones pucden lograr ser compartidas lo qu Siompre desmanda tir importants abajo ce constieurin fle Ios marcos de referencia tedrico-ideolbgicos de cual (quiet equipo” por todos los profesionales de la salud que chten abajando juntos, Pero no tenemos ninguna gare “ie que van a existir coineidencias entre lo que eadla co- mmunidad piense que es lo mejor para si misma y lo que prensen sohre este punto 10s equipos de salud que van a trabajar con ella {eo mis que puede garanczarse es I acu : io bueno y lo malo para mi" puede ser . 18) ertada la prudencia con que inicia su mos acertado el recorte que hace Esto no s6lo por la pro~ sino, 80- Nos parece mun definicién. Tambie fl proponer el objeto de estudio 1 puede aceptar reformnlaciones— : rte deja planteado el lugar det F buen estimulo, puesta en sf “que pus re todo, porque el Fecor " ae area comtin, Este es un ‘ é a desencadenar biisquedas que unque sea polémico, par ss 9 seneribuyan a fortalecer Ia muchas veces confusa a aa profesional del psicologo, fundamentalmente en los ¢2 trabajos interdisciplinarios como el que aqui nos ocupa Finalmente, una ultima definicion. Fs la que proponen psicdlogos espafioles que, al igual que los latinoamerica- vos, estin trabajando con mucho interés en este campo: psicdlogo en Ja nos, est > una ciencia de la EEntendemos I Psicologta Comunitatia 6 sade ENG spend en a gue conan le dissineasdciplinas Mis ce aldle, picologicas, soiolgeas, epklemilOgieas, e=- u fundamencan be rograas de intervencién ee pevencin de a enfermedad, a promocign dela slic efecto pcs salud. Rodaguex Mavi, Pastor Mi 7 pc Rasps 1988, on Martin Gontaler y otros, 1980, p. disticas, etc., qu sarees rR 100 ‘ina Gloria Ferullo de Parajén CAPITULO 4 Yemos que, precisamente, es el roundo carieter de in. terdisciplinario que ene la psivologin comunitaria, y pesicion del psiedlogo como trabajador en el campo de {t Salud lo que se destaca en primer lugar en esta propueste Adem: lo oper: Ia marca como una interdisciplinariedad nos, va sino también teGrica: los fundamentos de imervenciones estin dados por las disciphi zan. Es decir, que en esta de las 5 que las real nicion se reiteran las caracte. risticas ya mencionadas de estar eminentemente cenussdy cn la intervenci6n, con fines de prevencion y promos Es importante la inclusién que se hace aqui de la educseisy, Para Ta salud. ‘Tengamos en cuenta que, si bien esta finaly dad no aparece explicitada con tanta frecuencia, sic npre esta presente porque se encuentra, necesariamente, cone, nida en las otras dos. No se las puede desligar en tanto tae da trea de preveneisn primaria y/o promocion de ls call implica acciones de educacion para la salud. Asi, hemos utilizado estas definiciones no slo para mos- trar algunas lincas de trabajo con relacion a la psicologin co. hunitaria sino, también, para ir complementando, a parcr de las propuestas hechas en ellas, las particularidaddes de on, % emel jesarrollado hasta aqui Cabe ahora, complementando lo di i in punto fundamental al que ya aludimos anterior abor F si ernos en él. Hemos sostenido que mente pero sin detenernos en 0 do estudio sobre la participacion debe estar debidamente ven tanto los procesos de pardipacién som e dan en tempos y contextuali 2 productos de aprendizajes sociales que P Sspatios deterninados, quedeben ser considerados en sain cidencia sobredeterminante. Esto plantea un requerimiento ce: que el psicdlogo en tanto trabajador del te creciente campo de in de la psicologia actual. Cree- de mayor alcance: que el psicélogs s ads ampliow tor mos que lo desarrollado hasta aqui jeja en elare algunos de campo de la salud entendida en su sentido a raempli ae los des contrales de nuestro posicionamiento en psicolois i ce leet fae neat ela e ug, comunitaria y puede servir de base para continuar con otros la dimensién sociohistérica de los sujetos. Sostene ampo de tra- Finalizamos asf el recorrido por lo que denominamos el bajo en el que ese quchacer del psicdlogo esté inserto~ co- tridngulo de las tres “P” —psicologia, oat 2 : con xehidién ‘a. los esaiilios sabre Ta que propusimos como bat dora y sostenedora de Ruestra propuesta. Creemos que estos tres temas han side explicitadlos y enlazados como para permitimos, como con. clusién del recorrido, postular a la perticipacisn, em unto oxtt ehercicio del poder de ls ujets, como una berramenta funndan tal de trabajo en el campo de la pricologia social comurini Te to ¢s asi en la medida que la psicologia persigue —slesle Ia perspectiva que hemos sefialado— el logra de dicho en su biisqueda de potenciar a los seres humnanos participacién y poder ey en pages articipaciin que ahora nos ocupam, OY Plerinm de tmeloriipe dy inteorencilp-ape.cesedh nivel comunitario requiere el conocimiento de lo sociohis- t6rico en juego es valido para las distintas disciplinas inte grantes de cualquicr equipo de trabajo en este campo, pero Eobra especial énfasis en el caso de la psicologfa. Como ya hemos visto, ésta ha logrado pasar ~mas alli de las corrien- desarrollos. Siempre necesarios lempre provisorios, | tanto en general —cualquiera sea el nivel y el 102 Ana Gloria Ferulto de Pavajén Lo social, dimensiin oloidada de la participacion 103 tes te6ricas que se adopten, si bien e: = n las particularidades propias de cada una~ “del individuo al sujeto”, que ya no ¢s pensado como un punto de partida, sino que ha pasado @ ser un punto de Hegada siempre provisorie, nunca final, nunca definitivo, en tanto nunca es una construcci6n total, Jo destruyen. ¥ qu mente cerrada ni acabada. ype todo ser humano existe necesariamente en un tiempo “a 2 vitable y necesario yen un espacio que constituyen su inevitable y ° J Gal historico, pmrte esencial del complejo entramado de sobredeterminaciones que operan sobre él, lo construyen y por otra parte, haya en general una nbign a partir de la psicologia, de la vi miento de esta temtica en Ia medida en gue seria de esperar dado el reconocimiento anterior. Atal punto es asi que consideramos que esta dimensién -llimese lo social, lo institucional y, consecucntemente, € pnotoria ausencia, t Pero acercarnos a este sujeto asi concebido también exi sualizaciGn y tra ge dejar de considerar “lo social” como inexistente abstrac- cién y pasar a incluirlo en sus concreciones sociohistérie; 38 ~sus singulares “formateos” sociales, lo que haremos to. mando como eje el concepto de institucin. Esto permite explicitar una de las dimensiones mas importantes, com. plejas y, paraddjicamente, menos abordada por la psicolo- gia alo largo de toda su historia: la dimensién institucional del ser humano. Las conclusiones propuestas a partir de esta lectura se realizan en funcién de su un mejor conoc oper importancia para niento del ser humano a fin de intentar ar mejor en nuestro campo de trabajo. 4.1, La dimensién institucional de los sujetos y los grupos Una afirmacién que, como ya dijimos, estimamos pue- de sostenerse en general es que todo el teorizar y el accio- nar de la psicologia actual tienen como referente Permanente al ser Aumano, que esti muy lejos de ser esa “inexistente burbuja” ~frecuentemente denonimada “indi viduo” a lo largo de la historia de nuestra disciplina~ sino que es, como destacibamos anteriormente, un sijeto conse truido en y por lo social. Pero lo curioso es que lo primero con que nos encontramos al acercarnos a estudiar las rela- ciones entre los seres humanos y lo social son mareadas evidencias de las dificultades de la psicologia para visuali- zar estas relaciones. Resulta contradictorio que se dé, por una parte, el reconocimiento generalizado plicito de SRR ETEeMeR Ed 2 nto formales poder en sus manifestaciones prescriptivas tant Como intormales-es ef tema mis invisible y menos trabajado i udio. Lo vemos tin istortcamente en nuestro campo de : wa recordamos, por ejemplo, el recorrido histérico de Is vieja y nunca totalmente resuelta polaridad tensional indi viduo-sociedad como si pensamos en los estudios sobre lo grupal reali na ane han dado respues amente val 2 nos muestra que se han dado respuestas sums riadas, que van desde el extremo en que las denominadas relaciones individuo-sociedad no son tenidas en cuenta orque se las ignora o se las niega, basta las que conside fan lo social como entiamado constitutive no accidental si- no esencial para los sujetos (las menos frecuentes), pasando como posiciones intermedias~ por las concepciones que plantean Ia relacién como de influencia del “afuera” sobre >" (considérese, como ejemplo de esta postura, Ia ana —diferenciada de Lewin indudablemente—). Algo semejante sucede si recordanios los estadios sobre lo grupal, que han estado y estin, predominantemente, contra: losen el “interior” de los grupos. Flan abiert allt importan- tes visibilidades —piénsese, por ejemplo, en temas como . liderazgo, resolucion de conflictos, toma de ados desde la psicologia. ala citada polaridad, una sintesis histori line normas, rol n 6 jacidn, ete.-, pero la con- decisiones grupales, cohesién, mediaci6n, ete.-, pero la con- trapartida de eso fue que, en la mayorfa de los enfoques, que do en Ja invisibilidad Ia dimensi6n social de los mismos. 104 Ana Gloria Ferullo de Parajin Veamos entonces eémo puede pensarse este paso del in- dividuo ~del “hombre isla”, uno y completo —a incompleto siempre en. cc “sostenido por” y “relleno d sujeto, ser struccién nunca definitivg ” sociedad-. ¥ tomemos, co, mo ya propusimos, el concepto de institucién con toda + Tiqueza teorica para pensarlo desde las perspectivas que de élse disparan. 4.2. Lo insti ‘onal y sus distintos niveles de anilisis Hablar de la dimension institucional del sujeto y grupos nos Ile de los antes que nada, a la consideracion del tér. mino institucién, que se caracteriza por ser altamente poli. sémico. Y es justamente este aspecto el que determind su eleceién como herramient disparadora de sentidos, al mismo tiempo que considerar las diferentes acepciones con que ha sido y es utilizado este término nos pe aproximarnos, progresiv mente y en orden de generalidad I alcance que lo socio-hist6rico tiene en la co} ny sostén del orden humano y de sus “habitan- tes”. A tal fin recortaremos algunas puntuslizaciones sobre significaciones dadas al término institucién, y nos deten. dremos solamente en dos de ellas, que estimamos sufic tes para el logro de los objetivos propuestos y que son las siguientes: algunos aportes provenientes del andlisis insti. tucional francés —fundamentalmente de Lapassade (1975), que sostendra importantes significaciones-, la definicién de Castoriadis (1983) y, finalmente, una tercera —que abor. daremos en el apartado 4.3 término ( » el enfoque etimolégico del rominas y Pascual, 1985), los_usos historicaimente dados, las diferentes pciones con que fue utilizado este término inchuye dis- tintos niveles, en orden de generalidad creciente. Veamos los dos que nos interesa destacar inicialmente. jn obvideda de la participacion 105 Lo social, a a de instita- nento, dominé Ia id ra sea la de~ sganizacién cualqui ‘ sa como sinonime © ase esta itima. Como ejemplo clon oomcon qe 5 Pieser (1972) quien, definiéndola de fini mos recorda ®“Fecimiento en sf diciendo que es eee je funciones que se realiza den- pean on jerard¥ spacio delimitado, en un espacio a: “disposiciOn JeTar a Steam edificio STE% 9 (98), sponte Fo po dexerminadOs’ (P) studir a la forma general de las vriormente 5° PT ayctos de la sociedad institu ales, COMO PE mentos de su historia. Asi, la relat inados © entalmente, como un siste- vin dererminados TT dament como un v pves concel Pidsig75). Decengsimonos en este eam on pm prime! e oF; mo de 1) En un y tiempo y vemp Posterior vente insceucion mma de veglas (L4P8 bio por eu jilica nUEY ii posi a) Por un yrizar la ste Ja insti sta a poder pen creta a pode! Pre pistéricas fe re empezat Aa asi, Pt enti. Se PUse® Tho 7 suituciOn § gredad ment oun inst mportanc “que estaba relegada o igno: 08 ¥ BrP erspectiva dado, al pasar de mbio Cot como una organizacién con tuciila como las legalidades sociales ensle tales Organizaciones, posibili- iderar aquello que les estd dando sar no ya en el manicomio 1 Ia institucién de la enfer- ne resignifica al manicomio co- ‘de esa institucién y empieza co Mer gin Significante como sosten nsion sig ar aire dP" oncepcién: ciertas conductas ancerio, empiczan a ser consideradas Pe 1c vuelve conveniente ac: hommanera se vuel a : ia MY ellos de determinada forma. Asi, con relacion reget, mantener alejada y contro- ca celery STE weallcan dlgunde delos recluis, isla Ep fi teary enfermedad Yencia y Hegan a crear y Tada Ia eas moran viBenc tidos qu most dora de la de los seres de determin a Ana Gloria Ferullo de Parajon mantener legalidades y organizaciones que respon den a ellas. Desde este punto de vista, estudiar la. participacion pierde utilidad ~y la posibilidad de realizarse con al- gtin efecto para sus destinatarios~ sino es en relacién con seres humanos coneretos, con sus legalidades so- ciales y los sentidos que las mismas establecen. Lo que hace necesario saber qué es participacién para ellos, qué sentidos estén en juego haciendo posible la manera particular en que la coneiben y, consecuente- mente, aetiian. Las palabras preseriptivas propias de un social-hist6rico cualquiera, que tienen sentido en el mismo ~por ejemplo: vacunar es prevenir-, pueden no hallar frecuentemente cabida, literalmente ha- blando, en otros universos seménticos Puede resultar sorprendente esta ingenua y absol tista manera de pensar de los seres lrumanos, que los lleva a concebir que el mundo ~y lo que contiene~ es “como a ellos les consta que es”. Olvidan con esto que hay muchos otres seres humanos a quienes tam- bién les consta que cl mundo es “como a ellos les consta que es”, coincidiendo cada versién- mucho, poco o nada con las demas. Justamente sostener la necesaria dimensi6n institucional de los sujetos y de los grupos nos muestra cémo esta caracteristiea es predecible, inevitable y necesaria de ser tenida en cuenta siempre que se trabaje en el campo de la psi- cologia. b) De tanta importancia como lo anterior es que, al de- jar de ser pensadas exclusivamente como lo institui do, las instituciones cobran dimensiin bistéviea. Ya no son legalidades fijas, eternas, necesarias asi como es- tin dadas para la vida de la sociedad, etc., sino que surgen como sistemas de reglas socialmente sancio- nados, propios de cada tiempo y espacio. Esta lectura combate Ia naturalizacién que acompaiia habiv | ‘Lo social, dimensién olvidada de la participacion 107 sualizarlas como, mente a las instituciones, permite : cos, las “desacraliza”. Y sus CO% sentides. Des roductos hist6r erencias son fundamentales en varios -aquemos al menos dos de ellas: cee ugan el hecho de que cabren dimension histrica abve las puertas al canabio de las instituciones co- han tenido un comicnzo, si mo posibilidad bumana. S 120, hho estin alli desde siempre, puede empezar a pensar- amente” que seguir alli pa se que no tienen “neces ta giempre de la misina manera ~con los pros y los apone y que conuas que este tipo de pensamiento s dehen ser cuidadosamente considerados a Ia hora de planificar cualquier tipo de intervencron _ En segundo lugar, al permitir pensar Ia dlimensién institucional como proceso siempre en marcha, don s consolidoras como fuera ficadoras de lo instituido ~punto que considera onunuackon-+ sre i posibidad de plan: farse ef grdo y el tipo de institucionalizacin que se da matica que se esté estudiando. Se abre s caminos de interrogacién, que Hevan nto y como esta one considera en la probl asi multipl a desde el planteo de hasta qué p instituido aquello que estudiamos, ha-ta la « fe vin de qué efectas causa sobre los sujetos en quienes rige. ee end rowtonh Je la evaluacion y. 0 timo nos eonduce al tensa de si bien sabemos que toda accién evaluativa ¢s suma- nem Jelleada por ls inevitables mezclas de compo- nentes cientificos e ideolégicos siempre presentes en parimetros que se utilicen, tengamos presente eins ve un punto ya presentado a partir de lo de- sarrollado en los capitalos anteriores. Queda asi e* plicitado que esta evaluacién implica, desde In postura que hemos asumido, la consideracién, por parce del psicélogo, de esa dimensi itacional Gesde el punto de vista de la salud de los suetos ef tendida en swacepcién mas amplia. Lo que, en de iil 108 tna Gloria Feral de P : Ferulle de Parajon Lo social, dimension olvidada de la participaciin 109 nitiva, es decir que imp ie implica considerar hasta qué pu to se cst posibilitando @ noel desenvolvimiente dey poder “en tanto potencia del ser-de los sujeton eee eeeaipre en la’ medida que estos mismos sujeres ey erminen como meta para ellos mismos, ° ercer higar, otra importante evidencia que sea Ur de esta nueva forma de pensar la dimen HeEtucional de lo humano es la diferenciacion yon xistencia de los Grdenes inti ente. Reon, stenca de tstituido e instituyente, Reooy demos que desde Durkheim en adelante ol ace pee re Euesto, fundamentatmente, en lo iesthaice Pe Presenta las instituciones como un dato extereee Ios sues, pero deja de lado la otra dimension teoen imental que consiste en el orden instituyenee Mun Sino gat egeREN com UN dato exterior a lon sje ; sei on anon 4) Finalmente, vemos que a partir de este nivel de ané- te de los mismos para seguir case ee AE j Iisis aparecen, como ust Guil indivadue del orden i passadle quien sostiene ques praesent yninaaigegd RSL ine Leslingtis sujetos y grupos con los que se esta trabajando. Esta~ ituciones, por otra parte las mos hablando de normas en el sentido mas abarcati- ino, incryendo no sélo las formales ner «ue lo instituido no requiere de sostén, que se man seria el cambio. Las consecuencias de un error de este tipo son cierta- mente serias. Es importante clarificar el grado de implica: cién de los sujetos y grupos con los que estamos trabajando no s6lo con relacién a las modificaciones sino también al mantenimiento de determinadas situaciones, lo que pone de manifiesto la relevancia del papel de los sujetos tanto con re- lacin al canrbio como a la continuidad. Y, consecucntemente, la responsabilidad que les cabe a todos ya cada uno, y las posibilidades que se les abren en este aspecto. Asi, desde i esta perspectiva, nadie es —ni puede serlo aunque quiera ajeno ni “neutro” con respecto a sus respectivos drdenes institucionales. si bien el hombre sufre funda y mantiene gr € gracias a un Consenso que no We No es tinicamen vo del utuyente, ta cual puede ademas, ae para volsen nee, cana, mantles de forionc, eke tassios in ea Para volver a ciones, organigramas, manuales de funciones, etc. ‘ones. El hecho de que una institu i plicitos que determinan acuerdos de partes y que tie: nen tanta o mis fuerza que los explicitos en las prescripciones de las conductas humanas-. Son estos sistemas de pautas establecidas que rigen el fanciona- micnto de las instituciones los que se convierten, en medida que son compartidos por sus miembros, en marcos de referencias compartidos y determinan sig~ nificaciones comunes. Tengamos presente que se tra- -n, fundamentalmente, en sistemas de posiciones/ onales y de distribucién del Esta cita de Lapassade per i -apassade permite clarificar no sélo yente y lo instituido—sino tambien un punte feck qn a so cn muchos autores; lo instituyente no alude oduce el cambio en lo ins- mente a lo mevo, a lo que intr fanido| Comprende no séto lo que funda “lo diferente Ao ambign fo que manviene lo dado. Si descuidomes cl oan ‘mantenimiento de lo instituyente cacremos en el erer ta du roles, redes comunic: poder. 110 Ana Gloria Ferullo de Parajin 2) Avancemos con Ia otra definicién que queremos con- siderar aqui para luego comentar las consecuencias de este recorrido con relacién a la participacion. El concept de institucion cobra, probablemente, su maxima amplitud en e} enfoque dado por Castoriadis (1983), quien a partir también de reconocer las distintas significaciones dadas a este térmi- no, lo define como: “red sinbilica, socialmente sancionada, en fa que se combinan, en proporcién y relacién variables, ua contpo- nente funcional y un componente imaginario” (t. 1, p. 227). La conveniencia de esta propuesta surge cn tanto per- mite integrar las perspectivas teéricas historicamente da- das y, ademas, as enriquece al marcar la existencia Portancia junto a los componentes simbolicos y fun cionales ya ampliamente reconocidos y a los cuales reafit~ ma- de la dimensién imaginaria. Otorga preeminencia al imaginario social c de un colectivo, ¢ caciones qu mo Conjunto de significaciones propias operan, on tanto universo de signifi- stituyen una sociedad, como organizadores de sentido de cada época del social-histérico (Fernander, 1993). Como sefala Castoriadis: .€s esta institucién de las significaciones la que, para cada sociedad, plantea lo que es y lo que n cs, lo que vale y lo que no vale y cémo es 0 no es, vale © no vale lo que puede ser y valer. Es ella Ia que instaura las condiciones y las orientacio. nes comunes de lo factible y de lo representable, gracias a lo cual sc mantiene unida por anticipado y por asi decirlo por construccién, Ja multitud indefinida y esencialmente abierta (..] que es, en cada momento y concretamente, una sociedad (ol. H, pp. 326-27). Asi, con este tiltimo enfoque sobre lo que es una insti- tuci6n, complementando los ya dados, tenemos las herra~ mientas conceptuales necesarias para poder pensar los diferentes niveles de generalidad con que se dan las produecio~ nes de significaciones bumanas que es, en definitiva, el tema de base que estamos abordando- ¥ la siempre presente Lo social, dimensién olvidada de la participacién 111 *inevitabilidad” de estas pesuasrones insane sostenedo- s de Ia fragilidad constitutiva de los scres humanos, se chtgunon realizar una sess uy apretada de eS tos niveles que subyacen en una institucion, sc in ol reco rrido hecho hasta aqui, podriamos proponer los tres siguientes: ccaales ain on oe El primero corresponde, come ya is al, las of nes concretas. Por ejemplo: iglesias, clubes, hos: orate, a ‘a nt reeles, teatros, pitales, sanatorios, colegios, empresa universidades, tribunales, etcétera; oOTEI segundo corresponde a las formas de legalidades -instiwuidas © instituyentes~ que ages aceon Por ejemplo: la institueion de la sald, cle fa justicia, del co rial lela belleza, de la diversion, de In religion, de la transgresién, del delito, de Ia socializacion, de la par cidn, ercér: rresponde a las eategorias de » 2 a Social historico y a la clasificacién que hace de todos los “contenidos” existentes en él. Recurtiendo a una imagen aque pensamos puede ser itil podriamvos representarnos este nivel como un inmenso mucble Heno de partimientos rorulades con todas las categortas que cada sociedad se fije como posibles: “alimentos”, “seres a nos”, “objetos sagrados”, “remedios”, “muebles’, ae hos: buenos”, “heehos malos’, “formas de: vivir bien”, “formas je vivir mal”, “vida”, "muerte", ete. Reiterando, es esta 1s~ Bece de las significaciones —propia de cada sociedad y de exda época~ la que esti en juego en todas las euestiones humanas y no se puede pretender trabajar sobre estas cue tiones —como es el caso, por ejemplo, de Ia participacién. sino se parte de su reconocimiento. , “on Asi, podriamos comparar este tltimo nivel oer 7 que proporciona la “materia prima” para la conforsiGn de Ja trama argumental social y, al anterior, con la legislaciér de la puesta en acto de esa trama ya cxistente. Esta, a su 12 Ana Gloria Ferulle de Pavajin se materializa en m iples organizaciones coneretas, aparecen ubicac " el primer nivel 4.3. Los niveles de an: de lees is como herramienta a de lo social De esta manera vemc acepeiones da cémo, a partir de las diferentes jas historicamente al témino institucion, nos encontramos con titiles herramicntas de lectura de esos eneadenamientos de redes de significaciones que per. miten a los sujetos disponer de parametros propios de ca- da €poca para pensar y actuar. Estos marcos constituyentes y referenciales funcionan como ideas-fucrza que regulan conductas y deben ser necesariamente conocidos a la hora de pretender cualquier intervencién para afectarlas, Con esto no estamos diciendo que la institucién de las ins tituciones propias de cada sociedad dispare uniformidades, sino que incide, sf 0 ef, en los sujetos que se cunts 2. Pensemos, por ejemplo, en una cultura como la nue tra en la que el imaginario de belleza femenina actual sc las mujeres jévenes y delgadas: was ese imaginario se suj tan tanto las que lograron encuadrarse en él ~aun a costa de lo que fuere— como las que no lograron acetcarse, res- pondiendo de las mas diversas formas a esa imposibilidad =negaciones, culpas, malestares : ios; incluso la anorexia y la bulimia aparecen encuadradas en las producciones de rio actual. Tengamos en cuenta cémo sin sa lir de Oceidente, y un siglo atris, el imaginario de belleza nenina vigente tenfa muchos mas kilos y menos aspecto de juventud eterna que el actual. O cémo, retrotrayéndo- hos mas en tiempos y espacios, aparccen ideas de belleza muy disimiles, relacionadas con lo que actualinente pod. mos rotular como deliberadas deformaciones corporales: labios colgantes, lbulos de las orejas estirados, cuellos alargados, cinturas y pies pequenos, deformados para re Lo social, dimensién olvidada de la participacién 115 ducirles el tamafio, y muchas otras modalidades que se po- dvian citar rtos cambios sociales serios y abruptos son especial nteresantes para ver cémo se va gestando esta ins- titucién de las significaciones. Es posible visualizar el impacto que producen y sus diferentes intentos de elabo- racidn, de posicionamientos y reposicionamientos por par te del imaginario correspondiente, lo que siempre Heva un mplo de estos cambios esté dado por que han producido un tiempo. Un buen ej dos temas muy de nuestra épo “antes” y un “después”: relaciones sexuales SIDA y sol/ca pa de ozono. Vemos que en nuestra sociedad actual se es- tin instituyendo los imaginarios sociales correspondientes, que todavia estan en estado embrionario, que lo que apa- rece ~en el mejor de los casos es la preocupacién, el inte- rés, el asombro, el desconcierto, In duda. Y, en el peor, la exclusion y la negacion en sus diferentes formas. ¢Como podemos convencer a los miembros de nuestra sociedad de la necesidad de protegerse adecuadamente del “sexo” y del “sol” si previamente no conseguimos una recategorizacion social de ambos? Ambos han sido hist6ricamente objetos privilegiados en el escaparate de la vida y ahora han pa do a ocupar también un lugar central en cl anaquel de la mmerte. Dificilmente podamos entender los obstaculos con los que tropieza toda accién preventiva en este sentido si olvidamos Ia dimension institucional en juego que, espe- cialmente en estos ejemplos, deja enlazadas la contradie- cin de la vida y la muerte de una manera dificil de “metabolizar” con la urgencia que, desde la p: podria requerirse ‘Con esto estamos sosteniendo que es la dimension ins- titucional de toda sociedad —entendiendo institucién en el sentido mas amplio del término- la que determina, por mplo, qué es ser bello, ser hombre, mujer, nifilo, qué es el trabajo y el dinero, qué es Dios y qué la familia. No pue- den pensarse desde uh mismo punto de vista las relaciones ut Ana Gloria Ferullo de Parajin homosexuales en nuestra sociedad y en cl mundo griego clisico, o las relaciones prematrimoniales en nuestra socie- dad y en el mundo musulmén actual. Pero, insistamos, son redes simbélico-imaginarias que crean y sostienen lazos dentro de los mundos de vida humanos, pero si tirse en fabricas de clones. ¥ esto es f table desde Ia psicologfa si records desenvolviéndose, a través de un nunca acabado juego dia- éctico, es la nunca del todo superada polaridad tensional individuo-sociedad ~porque no es super reformulaciones que se han dado de ella desde diferentes corrientes tedricas. La mayor dificultad que aparece aq como en toda polaridad tensional, es lograr mantener te6. ricamente ambos polos en vigencia, pues muy Ficilmente la fuerte presencia de uno de ellos concentra nuestra aten- ci6n y nos leva a desatender su otra parte. Ana Maria Fer~ nandez (1992) presenta muy adecuadamente esta biisqueda que intenta sostener la citada polaridad: cilmente fandamen- nos que lo que aqui esti able~, con todas las las producciones de un grapo runes dependerin exclusiva: granes. Tampoco. seri mero rellejo @ easenario donde lo smaginario institucional pod desplogarse En cade grup la combinatoria de sus dilerente inachipelonce peeteee wa no vo singular ieee ests forms, se pretende inseribir lo grupal en lo instcu- ional, sin perder lo espectfico de ln grupaltad. Fs neces sontener al especificided sin hacer de los grape ieee pod tnismo tiempo, tomar como vector de aniiets ia danemon insteacional: Se piensa mis bien en tn mordmiesto tal eae de grupo e instticion se signifean y resignficen tae 7 permanentemente. Porque s bien no hay grupos sin inseey ian, equé insieveién podvi ser aquella eno ser habe Por grupos, por momentos aliados 0 antagénicos; en conflic- to onaciendo asu vez en redes sobdarias,vacilando entre los Lo social, dimensiin olvidada de la participacion 115 cidn y nacimiento de lo nuevo? En sintesis, un grupo se ins- cribe en un sistema institucional dado, de la misma manera {que Ia institucién solo vive en los grupos humanos que la constituyen (pp. 162-163). Reconociendo la complejidad de este tema, remarque- mos que es imprescindible no slo tener en cuenta Ia dimen- sién institucional en el trabajo con sujetos y grupos, sino también la wtifidad de considerarla en tanto posibilita en tender los sentidos en juego, punto de partida para cual quier diagndstico y posterior intervencién que se quiera realizar. Asi, podremos comprender que para algunos “va~ ca” remita a la categoria de alimento ~incluso “muy apeu- toso” para muchos en nuestra sociedad~ y para otros tegoria de “objeto sagrado”. ¥ a partir de es~ tas diferentes significaciones serin también previsibles las diferentes respuestas que se darin, También asi podemos entender fa pregunta de la embarazada con respecte a por qué debe ir a controles médicos si ella no ests enferma s no que esti embarazada. Estos diferentes ordenes institu- cionales en juego esterilizan todo intento de acciones de mita ala prevencién que se quiera implementar y crea malestar en tre las partes comprometidas en las acciones que perciben que no se entienden entre si porque “la otra parte” no lo~ gra entender de qué se trata. En definitiva, antes de trabajar para el logro de mejores niveles de participacién para determinados sujetos, grupos ‘© comunidades, tenemos que saber qué es participacion para ellos. © sea que lo que esti en juego son universos de significaciones, no individuos que “se supone” deben pen- sar como piensa el equipo de trabajo en cuestién y actuar como éste les indi iones de la participacion en zonas rurales y urbanas Signific 5.1. Qué buscamos y desde donde. “Todo es cuestién del color d cristal con que s La busqueda encarada en este estudio de campo esta guiada por nde responder el siguiente mnterro- gante: zqué tipo de concepciones sobre la participacién so- Gial tienen habitantes de la provincia de “Tucus ica Argentina residentes en diferentes zonas de la misma?* sguntarnos desde donde hemos realizado este estu- dio nos remite al marco referencial utilizado —que son mpre existentes, aunque no siempre explicitados Hasta aqui hemos postulado que la parti- es un proceso constitutive de los sujetos en tanto pro- ade ni consciente: Gipaci6n soci: gue no puede dejar de darse y que, ala ceso de aprendizaje social, Heva la marea sociohisté sus atravesamientos institucionales con Precisamente para la lectura de e: y sus pro- ducciones consideramos que los distintos niveles de anali- 1. Para una descripcién sintética de las zonas geogrificas estu- diadas, véase el anexo I 16 Ana Gloria Feratle de Parajin 4-4. Sintetizando conclus mes parciales Para concluir este punto y destacar sintéticamente a nos de los ejes centrales planteados en él con relacin I imensi6n institucional de los sujetos y los grupos, podefa mos sostener que: * Lasinstituciones, cualquiera sea el nivel de gene: dad con que se las piense, responden a la necesidad de los sujetos de dar forma, regularizar, diseiplinar controlar, sujetar, ordenar (recordando que aun el de. sorden y Ia indisciplina requieren sus instituciones), conquistar, apropiarse, posicionarse en el mundo para poder vivir en él. Justamente a esta linea de sentido nos remite Ia iiltima acepcién que dijimos ibamos a considerar: la etimologica. Porque, desde lo etimolo. gico, institucién -del latin: mstitwere—alude a fundan, establecer algo que no existia antes. ‘También remite a ley u organizacion fundamental. ¥ justamente eso es lo que hacen: fundan un orden que refuerza y tra ta de dar respuesta a la fragilidad constitutiva de los grupos humanos que, a su vez, deriva de la fragilidad constitutiva de su “materia prima”: los sujetos, La fragilidad dada por el inacabamiento constitutivo de este particular ser viviente que es el humano hace ne~ cesario que surja lo instituyente y se consolide como instituido. Es su reaseguro contra esa fragilidad Asi, la stituciones son no sdlo lo que posibilita y re~ gua lo so ial sino lo que lo comstituye: los seres hrema~ nos necesitan a las instituciostes para ser, permanecer y bacer: Estin construidos, determinados y sostenidos por las instituciones que los atraviesan. Si bien viven gp wn “mundo-en-si" lo hacen mediatizados por un “mundo-para-si” que es una construccién social de significaciones historicamente dadas. a re oa Lo social, dintensin obvidada de la participacion 197 + De esta manera, no se puede actuar sobre los sujeros sin tomar en cuenta aquello que los constituye y sos~ tiene como tales. ‘Trabajar con los sujetos implica que no se puede olvidar la dimensién socio-histérica en anto mundos de juego, dada por lo institucional en signifies vigentes, Y esto es valido tanto con re- lacidn al equipo de trabajo como a la comunidad con a que se quiere trabajar. Asi, desde las “puntas del ovillo” mis ficiles de visualizar -como pueden ser los mais diversos tipos de producciones humanas como discursos, ritos, mitos, costumbres, represen sociales, opiniones, ete, podemos llegar directa mente a la dimensi itucional que los origina y sostiene. Consecuentemente, ella debe ser conocida y modificada si se quiere introducir algin cambio. En este trabajo planteamos e6mo esta dimension puede ser leida desde diferentes niveles, a partir del univer- so de significacines que la genera y constituye, y del sistema de xormas que la operativ ecorrido hecho hasta aqui que da Je el punto de vista Con esto cerramos el toh respuesta a qué es la participacién de: : lc la psicologia y, mis especificamente, de la psicologia so- fl comes Essai seca’ cocieiste cial comunicaria sicamente en un contexto de descubrimicnto, este marco de referencia te6rico en el estudio de las significaciones de la participaci6n en zonas coneretas y veamos qué resulta- dos obtenemos con ello 120 Ana Gloria Ferullo de Parajén sis de la dimensién institucional de los sujetos y los gra desarrollados precedentemente nos proporcionan seas cuado marco de referencia teérico para aproximarnos a] estudio de las significaciones de la participacién. Las ven tajas existentes, segiin nuestra opiniéa, que determinaron su cleccion se debe, basicamente, a la amplitud y flexibilidad Con que este marco tedrico nos permite abordar el tema en anilisis. Consideremos esto un poco ins detenidamente Nuestro interés bisico, como lo afirmamos hasta aq Se centra en las significaciones de la participacion, Y la més amplia de las acepciones de institucién citadas que la de fine como “red simbélica socialmente sancionada, en la glue se combinan, en Proporcion y selacion variables, componente funcional y un componente imaginario” (Castoriadis, 1983, tl, p. 227)- nos brinda adecondee bilidades para posi- a) definir significaciones camo los efectos de sentido que se dan en las producciones humanas, en este caso con creto con relacién a la participacién social, lo que nos Beets ana ve sbrie gin clausuta predeterminada ls producciones de sentido sin tener que restringirnos a ta puntualidad del significado, b)poder pensar esas significaciones que instituyen lo so- I de manera debidamente contextuada dado el ca- Ficter necesariamente historico destacado hasta aqui de la nocién de participacién —al igual que el de toda otra significacion iyeran \-. Esto da la posibilidad de que entren a jugar el tempo y el espacio en sus singu- Inridades en cuanto efectos sobre las subjetividades que en él habitan. Asi se hablé de imaginario social para aludir al conjunto de significaciones propias de cada colectivo que operan como organizadores de sentido de cada época. Esto nos permitiria hacer re- cortes en esta gran categoria -equiparable al orden de Ja cultura en sus presentaciones concretas- para abor- ee ‘Trabajo de campo, Significaciones de la partieipacién... 124 dar producciones de significaciones mas _puntuales que resulte necesario analizar, como ser representa- ciones sociales u otras producciones de sentido de los sujetos; ©\considerar las significaciones de la participacién con la flexibilidad que posibilitan los tres niveles de anilisis sealados. Ya no sélo podemos tomar en cuenta esa red simbélico-imaginaria desde algunos de sus dngu- los, sino también en cuanto nivel de institucionaliza- cién en juego, que podra ser precisado en la medid que el anilisis lo haga conveniente. ‘Trabajamos con nuestros datos a partir de este encua- dre, viendo hasta qué punto cabe sostenerlos 0 modificar~ los de acnerdo a las conclusiones que se vayan obteniendo. gCémo lo hacemos? Algunas consideraciones metodolégicas Dado que la biisqueda enearada apunta a las significa~ ciones de la participacién social en determinadas comu- nidades, utilizamos el andlisis de textos —entendiendo texto en su mas amplia acepcién, como manifestacién co- municacional entre los sujetos~ para explorar las princi- pales lineas de significacion vigentes en la muestra Estimamos que, segtin lo ya desarrollado sobre significa ciones, éstas requieren un abordaje flexible y miltiple en la medida en que no las concebimos como construcciones cerradas de sentido, que tienen un sinico referente sino como efectos de sentido, cuyos significados no son fijos ni estin cristalizados. Son inestables, estén sobredetermina~ dos por las miiltiples dimensiones que hemos planteado en el marco teérico lo que, consecuentemente, nos remi~ te a.una labor hermenéutica como un no de aproxi-~ macién adecuado. 122 Ana Gloria Ferallo de Parajén En sintesis, el presente estudio tiene un encuadre me- todolégico fundamentalmente cualitativo, pone el acento en el contexto de descubrimiento y esta realizado desde un nivel exploratorio-descriptivo. 5.3. ¢Con quiénes trabajamos? Se utilizé una muestra de tipo incidental integrada por 140 sujetos, adolescentes estudiantes de ambos sexos, miembros de instituciones educativas oficiales. De éstas se tomaron deliberadamente las de mayor nivel de educacién for mal existentes en las zonas geograficas seleccionadas. Apa- recen diferencias muy importantes que abarean los niveles universitario, secundario y primario, como se describe a conrinuaci6n. E150% de la muestra, pertene 70), esta constit te a zona urbana (n= a por alumnos iearios “Universi dad Nacional de Tucumn- residentes en la ciudad de San ‘Miguel de ‘Tacuman. El 50% restante, perteneciente a la zona rural (n= 70), residen, a su vez, en dos microrregio nes de esta provincia: 50% en el Valle Calchaqui —alumnos del nivel secundario de la Escuela Agrorécnica de la locali- dad de Amaicha del Valle y 50% en cl Valle de Trancas ~alumnos que finalizan el ciclo primario, de la Escuela N° 221 de la localidad de Chuscha- Elegir estas tres instituciones que, como sehalamos, son las de maximo nive educativo formal que existen en sus respectivas zonas, responde a nuestro encuadre teérico. Pone fuertemente de manifiesto la incidencia de la varia ble geografico-espacial en cuanto a posibilidades y limites que presentan las subjetividades que en ese espacio se constituyen. Crecmos que ef tiempo y el espacio, las dos ine vitables y centrales dimensiones dé lo sociohistérico que aparecen siempre como fuertes marcas en toda cultura, 0 han recibido ni reciben toda Ia atencién que cabria darles eabajo le canipo. Significaciones de la participa. 123 aan las investigaciones psieol6picas en wereral Incluso, en stra opinion, este descuido se inerementa com relacién al len utilizar para su delimitacion fapacio, por cuanto Se tspajoe romados desde un punto de vista exclusivamente f 1 delimitaciones ferno a los sujetos que lo habitan ya sea vaficas, politicas, ete, y ast se corre el riesgo de ne pes ‘en “un mismno espacio”, de culturas cibir la coexistenc 2 cy diferentes. Por esto el criterioutilizado en Ta selescion Me las instituciones apunta a destacar este aspecto, a la ver. soe ampli Ta variabilidad de Ia muestra, To que se esta ersinente dada ta finalidad perseguida : re cleceiGn de adolescentes se debe a que nos parecid Je varios puntos de un recorte de interés, y apropiado de: d vista. En primer ugar, constitu una etapa del desarrollo especial “ebullicion” que, entendemos, coloea a Tos su- jetos en condiciones favorables pa poder opinar sobre es- eetema. No olvidemos que nuestra temiiticn est \ rechamente relacianada con el cambio social, y los gre ware preadolescentes y de adolescentes son algunos 1e Jos que mas potencialidades tienen en este sentido. En se- gando lugar, es una franja etaria free nentemente clegida para trabajar como receptora de acciones comunitarias pe ro que no cs elegida con igual frecuencia para que expre- sen sus opiniones fos de vista con respecto a las problem head que a intentan abordar con ella. Pedirles la Hefinicidn de sus propios puntos de vista resulta menos Co imi de fo que se piensa. Creemos que esto puede consti- tuir un valor agregado del trabajo en la medida que la tansferencia ya realizada a los participantes haya sido ade- tcoada y también to sea Ia que el uabajo posibilite realizar ch adelante. Finalmente, vemos que el estudio de la parii- Sipacin en relacion con esta etapa espectfica mo es un 66> especialmente enfocado en las ma que apa investigaciones realizadas que revisamos y citamos OOF: hamente, 1o que también refuerza el interés cn abordarlo, Operativamente, demarcamos 1a adolescencia como 124 Ana Gloria Ferullo de Parajén una etapa del desarrollo que involucra marcados cambios fisicos, psiquicos y sociales. Constituye un periodo de tran. sicién entre la ninez y la condicién adulta, que abarca des, de los 10 afios a los 20 aproximadamente y que tiene importancia fundamental en la construecién de los sujetos en sus respectivas culturas. La variable edad se considers con la amplitud suficiente para responder tanto al criterio. de variabilidad, que estimamos enriquecedor, como a las caracteristicas socioculturales de las zonas estudiadas, don. de la adolescencia tiende a adelantarse y acorta contests rurales, y a extenderse en los urbanos Asi, las variables a nivel de estudios alcanzados y edad presentan homogeneidad intragrupal y heterogeneidad in tergrupal con relacién a las respectivas zonas geogriticas de resideneia, de acuerdo con los distintos niveles de las instituciones educativas elegidas. Esto, vale repetirlo, por ser un determinante institucional y, ademas, porque amplia Ja diseribucién de las civadas variables resulta un elemento enriquecedor de las significaciones buscadas, siempre que no se deje de considerar la incidencia de esas variables cuando se analicen los resultados obtenidos, De esta manera, los datos reflejan caracteristicas de las diferentes zonas geogrificas y sus respectivas instituciones “maximas”, que hemos estimado conveniente destacar da- do nuestro encuadre te6rico. Asi, las dos variables citadas ~edades y nivel de estudios— muestran el indisoluble entra- mado espaciotemporal que, como sobredeterminantes de ni- vel primario, estin_ presentes en todo lo relative a los Sujetos y sus respectivos mundos de vida cotidianos. Si bien, por el tipo de muestra utilizada, los resultados puntuales* de este estudio valen exclusivamente para la * Véase el Anexo II, alli se adjuntan las tablas con los datos de la muestra correspondientes a las variables edad, sexo, nivel de estudio alcanzado y actividades principales, ‘Trabajo de campo. Significaciones de ta participacién... 125 nos posibilitan el logro de los objetivos : sario para sostener el de- misma, a la vez propuestos en tanto recurso nec’ fio enlace entre teoria y practica, constcayendo un Fe npo de aplicacién tedrica. ‘obre los instrumentos Para la recoleccién de datos a los fines del presente es- tudio se confeccioné un instrumento que consta de tres partes: encuesta, material grifico y enteevistas comple. mentarias a informantes clave. Este instrumento estuvo dirigido a presentar estimulos diferentes que actuaran de manera convergente como dispa~ radores de las significaciones que, para cada sujeto, tiene la participacion, y permiticran asi el maximo despliegue posi- ble para eadia uno de los entrevistados. Se buses lograr Ia ex- pliciraciém de las redes seminticas en juego, la deteccién de Jas principales lineas de sentido circulantes. A fin de lograr estos propositos la version final utilizada consté de veinte items, ocho cerrados y doce abiertos, referidos a les siguien- tes cuatro puntos sobre los que se obtuvieron las respuestas: \cteristicas demogrficas de Ia muestra ‘stimacién de la participacion de las personas: . desde un punto de vista general ‘in distintas reas de actividades (indicando motives facilitadores y obstaculizadores) 3. Fstimacion de la propia participacién 4. Significaciones personales atribuidas a la pe ticipa- ficas y verbales ‘Tanto la inclusion de las preguntas abiertas como Ia de! dibujo estin determinadas por el tipo de datos que se bus- " 126 Ana Gloria Ferullo de Parajin ca obtener: las signifieaciones que k ci6 f 1es que la participacion soci tiene para nuestra muestra. Pretendemos que los ajo nos respondan con tod: las claridades, oscuridades, lagu. has y contradicciones que haya en ellos con respecto alte. ma que nos ocupa, lo que hace conveni ibn de detonantes directos © indirectos, grafieos y verbales, que ofrezcan la mayor oportunidad de disparar ¢ ‘ ficaciones en juego y den lugar a sus deslizamientos. Fs de- cir, que el diseno utilizado apunta al logro de las condiciones mas favorables de plasticidad, dada la comple- isa inagotable y multifacética del material que se busca obrener, Con este mismo objetivo se gradué la presentacién de los estimulos a fin de ir facilitando el afeauniente Pp ne tino de los sujetos y su aproximacic que les permitiera abordar con la m ble los frems finales (la repr cién y el comentario final opcional). La prueba del instrumento se realiz6 en las mismas 20- cargo de las mismas personas en ambas ctapas. = materit 7 recogido se complementé con entrevistas a informantes clave de ambas zonas geograficas, dirigid Fetesslenent xicomescadtecopehiirieis tetera respecto al grado de participacién existente en dichas zonas Ademias de estas fuentes primarias de informacié nes ¢ informes del trabajo de extension comunitaria desa- rrollado por la Universidad Nacional de Tucuman en las zonas rurales estudiadas (UNT, 1989, 1995 y 1999). al vema, en forma tal yor fecundidad posi- 5.5. Procedimientos utilizados La aplicacién tuvo | establecimientos edu gar en las aulas de los respectivos cativ 's con la participacién voluntaria Trabajo de campo. Significaciones de la participacin... 127 de los alumnos, previa autorizaci6n de las autoridades co- rrespondientes. Posteriormente, s¢ Hevaron a cabo las citadas entrevis~ tas a informantes clave a fin de complementar los datos ob- tenidos. Se interrogaron a lideres formales ¢ informales de fas tres localidades ~autoridades y miembros de Jas respee- tivas instituciones~ y se seleccionaron a doce personas, cuatro de cada localidad. El andlisis de texto realizado parte ~de acuerdo con Ia de- finicion de texto ya dada~ de su concepeidn como acto co~ municacional, por lo que est necesaria ¢ inevitablemente situado, determinado no s6lo por el referente sino por la po- sicion del emisor en las relaciones de facrzas de su campo social, incluyendo al receptor y sus lazos con el mistno. Por esto es que si bien se trabaja fandamentalmente sobre el tex~ to, se tienen presente sus condiciones de produccién, entre Jag cuales influyen especialmente los lugares reales ¢ imagi- narios que cl emisor se atribuye a sf miisino y al receptor. Con esto se pretende lograr no s6lo Ia descripeién de las s nificaciones en juego sino poder proponer algunos postula~ Jos relatives a dichas condiciones de produccién de los mensajes, operantes en los resultados obtenidos. Asi, se trabajé con téenicas de andlisis tendientes a ob tener indicadores que permitieran Ia descripcién de las sig- nificaciones y la postulacién de algunos conocimientos referidos a los actos comunicacionales que las expresaban Para ello se hizo un andlisis tematico, y se obtuvo la tabu- Jacion de datos brutos y relatives, como frecuencias y por jes, a fin de ordenar los elementos constituyentes del exto analizado. Consecuentemente, se cumplieron las tr pas basicas establecidas: 2) preanilisis: preparacion del material y determinacién del plan de andlisis por seguir ~establecimiento de los criterios de andlisis o dimensiones bisicas que van a organizar el sistema categorial, deverminacion de res Ana Gloria Ferullo de Parajin dichas categorias y de la codificaci6n por utilizar b)analisis propiamente dicho: ejecucién de lo planifics do ¢ interpretacién de los resultados; ©) formulacion de conchusiones (punto que trataremos en el siguiente « a Conclusiones sobre las significaciones atribuidas a Ia participacion en el estudio de campo realizado Recordei 105 que iniciamos este estudio plantedndonos qué significaciones tine la participacion para nuestra muestra ~adolescentes estudiantes de ambos sexos, resi- dentes en zonas rurales y urbana de la provincia de Tacu- man, Argentina—. A partir de los resultados obtenidos, estamos en condiciones de presenrar lis cone vitablemente parciales y provisorias, como lo son siempre todas las conclusiones en el campo de la ciencia. Las con- sideraremos teniendo presente nuestro postulado inicial, a partir del cual, sobre la base del desarrollo teérico presen- tado en los primeros capitulos, nos Hevé a plantear a la participacién social como proceso constitutivo de los sujetos que no puede dejar de darse y que, a la vez, en tanto proceso de aprendizaje social, Heva la marca sociobistorica de sus atrave- samientos institucionales concretos: Este postulado, a su vez, nos permitié sostener otros dos derivados de él 1. Hay distintos tipos de participacién, que incluyen las mis diversas modalidades, grados y efectos, que pue~ den ser evaluados tanto positives como negativos desde el punto de vista del sujeto y sus comunidades, 156 Ana Gloria Ferullo de Parajén largo del recorrido realizado en est: frealizado en este estudio, acorde con el nivel exploratorio-descriptive del mismo, mie existencia de caminos que invitan tenta twansitados en futuris investigaciones. y que indican la doramente a ser CAPITULO 7 Propuesta metodolégica En este capitulo abordamos la propuesta de un disenio de wabajo grupal que resulte adecuado para propiciar Ja emergencia de la participacidn, en especial de la que he mos denominado participacién critica por considerarla un ti- po de participacién consistente con la posicién tedrica que vonimos sosteniendo el midngule de kis tres “P” que rela ciona psicologia, participacion y poder. Pasemos entonces a las consideraciones necesarias previas, que posibilitan una mejor presentacién del disefio propuesto. 7.1. Sobre diseios de trabajo grupal Los disefios de trabajo grupal se refieren a la planifica- cién de los procedimientos adecuados para crear y sostener las condiciones potencialmente disparadoras de determi- nados efectos que se buscan aleanzar. Es decir que tienen tun alcance amplio, abarcativo de una diversidad de opera ciones sistematicas pero flexiblemente organizadas. Con respecto al porqué de nuestra preferencia a hablar de disefios de trabajo grupal en vez de técnicas grupales, la respuesta mas general que podemos dar ¢s que ¢stimamos 158 Ana Gloria Ferutlo de Parajén que esta ultima denominacién est excesivamente erosio- nada por el uso, que produjo en ella no sélo un desgaste desdibujador sino también falscador: se las ha mitificado socialmente, dejando de referirse a cualquier procedimien- to de trabajo utilizado por un grupo y convirtiéndose en aquello que promete dar solucién a todos los problemas grupales ¢ institucionales. Frente a esto, una estrategia a seguir es, por un lado, explicitar cudles estimamos que son Jos puntos a clarificar desde la psicologia con respecto a ellas y, por otro, evitar usar esta expresin ~ya que no te- nemos la ingenuidad de pensar que las explicitaciones cita das pueden neutralizar con facilidad las significaciones culturalmente instituidas que, si se mantienen, es porque tienen importancia en ese universo cultural-y reemplazar- Ja por ota que estimamos mas adecuada en esta oportuni- dad, como es Ia de “disefios grupales”. Pasemas enronces a las explicitaciones que creemos ne cesario hacer partiendo de una pregunta bisica: zqué son las técnicas grupales? Para darle respuesta tomaremos dos textos representativos de posturas diferentes: Cirigliano y Villaverde (1987) y Grupo Alforja (1989-1990). Ambos nos muestran, con diferentes énfasis propio de los distin tos posicionamientos de sus autores, el compromiso de lo te6rico, de lo metodoldgico y de lo ideoldgico que supone siempre e] uso de las técnicas. Nos permitirén, a la vez, realizar algunas citas que evidencien lo anterior y recorrer esta temitica comentando otros puntos que nos interesan destacar. Recordemos que Gustavo Cirigliano y Anibal Villaver- de, dos educadores argentinos de reconocida trayectoria, estin ubicados en una linea lewiniana muy estadouniden. se. La cita que incluimos corresponde a la 18? edicin —la primera se hizo en 1966- y atin se continuaron realizando ediciones posteriores a la de la cita, lo que nos muestra que el libro sigue sin perder vigencia. Incluso muchos lo con- sideran como uno de los libros clasicos en esta temstica en | | | | Propuesta metodotigica 150 auestro pais, Fstos autores hablan de las técnicas de grupo iciendo que “son maneras, procedimientos o medios sis tematizados de organizar y desarrollar la actividad de gre po, sobre la base de conocimientos suministrados por Ts teoria de la dindmica de grupo”. Dicho de otra modo: “Los medion o Tos mésodos ey, Jeados en situaciones de grupo para lograr la accién de en se denominan técnicas grupales (Beal, Bohlen y Raudabaugh, 1964, p. 131 citado en Cirigliano y Villaver- de, 1987, p. 78). 7 ‘Hagamos algunas puntvalizaciones a partir de estas de finiciones: = Las técnicas grupales se refieren 9 las senicas sontide restringide (la definicién que dan ellos) era senrido emplio (la que enuncian a contimascion, citan seid mi Pe gidenacs de ls menetonada Hines Geno muy lograda-inspiracton lewiniana), pero sin sclaray esta diferencia que estimamos importante ha ser afin de ir sosegando las fantasias de que existen tecetas infalibles para trabajar con grupos, tal como fe afirma con frecuencia en muchos textos, ‘Asi, ex eonveniente hablar de técnicas en semtido apo sludiendo 2 una dimensién siempre presente en todo gaupo, que se refiere a cémo se est’ haciendo lo que se cote haciendo. ‘Todo grupo siempre encara de alguna fmanera sus objerivos ~aunque esa manera sea la de evi tar encaratlo- siempre tiene un cémo hace 1o que Ba. ae elo que no hace y ese c6mo, en sentido amplio, son te edees que liza en ese momento. Desde este panto de vista, es impensable un grapo sin wh c6mo perando en él y, seiteramos, ese como ~o medios nt Heados si hablamos en términos de fuerzas de la dint mica interna del grupo son las técnicas grupales. Tre cambio, cuando se habla de téenicas en sentido &- trinta nos estamos refiriendo no ya a cualquier Proce 100 Ana Gloria Ferullo de Parajin dimiento que se utilice sino a aquellos que ya estin sistematizados, incluso “bautizados” y que son deli- beradamente elegidos ¢ implementados para el logro de determinados fines. Asi, las definiciones de Cirigliano y Villaverde se re~ fieren a las técnicas en ambos sentides sin diferen- ciarlos. Esta falta de diferenciacién, que sigue siendo la postura predominante en los autores que abordan el tema, hizo que tienda a pensarse en ellas solo en sentido restringido, concibiéndolas como un artifi- cio, un recurso no habitual al que los sujetos no es tin acostuml los, sin darse cuenta de que siempre las estamos utilizando, que siempre estén presentes en cualquier quchacer grupal. Concebirlas sélo en sentido restringido produce un fuerte impacto en los sujetos, que suele manifestarse, basicamente, en dos pos de efectos contrarios entre si, que derivan de sta concepsion de lay tenicas como algo nuevo, di- ferente a lo habitual. Por un lado, los efectos de re- sistencias frente al cambio que acarrean dificultades paralizadoras del grupo. Por otro lado, los efectos derivados de la concepcidn “solucién magica que po- sibilitaré alcanzar todo objetivo y solucionara todes Jos problemas”, que evan a prestar més atencién a lo formal ~incluso a ritualizarlo~ que a crear una posi- cién reflexiva y critica, con un aleance abarcativo mas flexible e integral. Estos efectos se ven sensiblemente atcnuados cuando se logra pensar las técnicas en sentido amplio, como aquello a lo que el grupo esté habituado, que perma- nentemente ha utilizado aunque lo haya hecho sin un mayor grado de conciencia, Hay una marcada dife- rencia entre sentirlas como una normatizacin exter- na que posiciona de manera més pasiva y rigida a los integrantes de un grapo~ a vivirlas como la posibili- dad de que el hacer espontinco del grupo pueda ser Propuesta metodoldgica 161 do, planificado, evaluado y ajustado por el mismo pensado, pl . 4 grupo para hacerse més efectivo. Aqui los obsticulos epistemoldgicos estan dificultando, en particular, el paso del “grupo-en-si” en-si” a] “grupo-para-si”, del grupo concebide s6lo como medio ambiente natural invisi ble, al grupo también pensable como un recurso fa- cilitador 0 entorpecedor de todo quehacer sobre el que pueden hacerse ajustes. Repetimos: poder pensar las técnicas en sentido amplio permite encarar mejor estos obstaculos y favorece la posibilidad de reposi- namientos més actives, mas acordes con un sujeto agente capaz de algtin tipo de participacién critica que es lo que estamos buscando propicias Los psicologos pueden dar muy buen test Ja fuerza con que estd instituida esta concepcion de las técnicas grupales como recurso magico que todo lo soluciona, porque frecuentemente se recurre a ellos con este tipo de pedido. Lo que resulta asom- broso es que este profesional (que por su formacién especifica deberia tener muy clares los limites con que se enfrenta todo procedimiento de abajo gru- pal) quede atrapado en la misma red significante en la que estan los que hacen cl pedido ¢ intente darle respuestas tan simples € imposibles de lograr como lo son estos mismos pedidos de los que parten Reforzando mas esta afirmacin de que las denomi- nadas téenicas son una dimensién bisica y perme nente de lo grupal, encontramos su presencia en la etimologia nine def término “grupo”, Recordemos que las dos principales lineas de sentido que se deri- van de este término son cfrculo y nudo (Anzicu y ies tin, 1980). La primera nos remite a que, para que 1 conjunto de personas sea grupo, debe tener aigans- 10 de organizacién, lo que, consecuentemente, € consecuentemente, una determinada circulacion del 162 Ana Gloria Ferutlo de Parajin poder. Asi se est haciendo referencia directamente a Jas técnicas grupales en cuanto deverminan, precisa mente, la forma de organizacién que toma el grupo “luego, su estructura, su circulacién del poder~. Pe- ro también la linea de sentido que se dispara desde “nudo” alude a las téenicas en cuanto se refiere a que los sujetos, para llegar a constituir un grupo, no solo deben tener alguna organizacién sino que, bisica- mente, deben estar ligados, anudados de alguna ma- nera. ¥ las técnicas, en tanto disparadoras de efectos miiltiples en el grupo, inciden necesaria ¢ inevitable- mente en esos anudamientos y/o de: nientos que se van a producir. Hasta aqui hemos diferenciado la utilizacién de tée- nicas en sentido amplio —los procedimientos siempre presentes en todo grupo sin que éste tenga, necesa riamente, consciencia de ello-, de su utilizacién en sentidy 1esuingido el empleo deliberade de proce- dimientos sistematizados-, y hemos marcado Ia con veniencia potenciadora de la combinacién de ambos criterios, que posibilita el reconocimiento de que siempre se estin utilizando algunos procedimientos y que todos los miembros de cualquier grupo pueden analizarlos y ajustarlos segtin lo estimen conveniente para sus propésitos. Las definiciones comentadas Ievan el selfe histérico del momento en que fueron dadas ~década del sesen- ta~ y, con su perpetuacién a través del tiempo, nos muestran la vigencia que sigue teniendo esta linea de pensamiento (resultaria sumamente interesante dete- nerse a analizarla pero, por ahora, slo cabe marcarla con otra seftal caminera para futuras investigaciones) Nos estamos refiriendo al pasaje de Cirigliano y Vi- Maverde citado: “maneras, pracedimientos o medios sistematizados de organizar y desarrollar la actividad de grupo, sobre la base de conocimientos suntinistrados Propuesta metodoldgica 163 a teorta de la dindmica de grupos” (Cirigliano y Vi llaverde, 1987, p. 78). ¥ el hecho es que no hay tal teoria ni nunca la bubo. En el campo de lo grupal, al ignal que en el campo de la psicologia toda -y de los otros campos de la ciencia en general~ no hay “una” teorfa sino que son numerosas las corrientes tedricas que aportan a él. Més atin: si pensaramos en dinarni- ca de grupos de la manera mas puntual posible, limi tandonos a los aportes de K. Lewin (que, como se recordari, fue quien introdujo el término en el cam~ po de la psicologia contemporanca), tampoco correcto hablar de “la teoria de Ja dinémica de gru pos” porque la produccién lewiniana -también Ia~ mada teoria del campo- no cs “una teoria de dindmica de grupo”. Como el mismo Lewin (1978) expresa con respecto a su rica y prematuramente wunca produceién probablemente la mejor manera de caracterizar 1s teorfa el campo sea manifestando que se trata de un mézodo, decir, un mécoda de andlisis de las relaciones eausnles y jn de constructos cientificos (p. 55). labor: El aporte lewiniano esta constituido fundamental mente por fecundas propnestas que, como él mismo lo sostuvo siempre, constituyeron hipstesis de tra bajo —de valor y riqueza incuestionables~, pero que no pueden pensarse como “una teoria”, Tampoco él hablé nunca de “una teoria de Ia dinémica de gru- po”, sino que una de las primeras veces que utiliz6 esta expresién fue, precisamente, para sefalar la ne~ cesaria integracién teoria-prictica. Recordemos este autor el que expresa, como ya citamos, que citam que “nada mas Gul que una buena teorie”. Asi, él habla de la dindmica de grupo como de vn impor tante campo psicoldgico de trabajo 168 Ana Gloria Ferutlo de Parajin En el campo de la dingmica de grupo, mas que en ningun owe dominio psicolégico, extn Unidas snccodcloph mente la teoria y la préctica de manera que, seen es con habilidad, pueden proporcionar respuests's loa at blemas tedricos y al mismo Uempo intensifiews exe oor aye racional a nuestros problemas sociales prictcose 3 uno de los requerimientos basicos para suvolucoe Gee win, 1944, p. 20), ¥ si recorremos sus textos, Jo que permanentemente nos impacta es su afanosa biisqueda, su rigurosidad epistemolégica (no olvidemos que proviene de la fi. sica y esti buscando un sostén semejante al de ella Para las ciencias sociales, lo que fue un intento de gran importancia en Ia historia de estas ciencias) Vean ta distancia sideral que hay entre la propucsra lewiniana —de mucha influencia en nuestra propia Propuesta~ y los “recetarios” de dinimica de grupo que, iatrogénicamente, se han dado y se do dentro de lo que, indebidamente, se difundid y ce conoce como linea lewiniana. Asi, la idea contenida en Cirigliano y Villaverde de que la ciencia, funda. mentalmente desde el campo de la denominada dint. mica de grupos, tiene “las respuestas” para los problemas del quehacer grupal considerados con una Iviandad muy cercana a lo ingeauo es la que domino desde mediados del siglo XX y sigue haciendo sentir sus efectos en Ja actualidad. Creemos que el problema central en este punto no es cl que puede presentarse en el interior del campo de ‘ncia en cuanto diferencias entre autores. El pro- ma central esta cn el efecto de la produccién de los autores mencionados sobre el piblico en general, que encuentra en “los libros” (estimados como con tenedores del saber, con fuerte valor emblematico como representantes y garantia de cientificidad) pro- gun dau Propuesta metodoligica ls mesas de respuestas mucho mas ambiciosas que las que realmente pueden darse, ya que no se aclaran debs damente los limites ni las complejidades en juego. Fcc, es Jo que sustenta en gran parte los permanentes reque rimientos que se le hacen al psicdlogo/a (desde los mis diversos campos: politicos, deportivos, laborale. religiosos, educativos, familiares, etc), pidiéndole que “enseiie dinimica de grupos” y apareciendn siempre, como una de las demandas centrales conte. hidas en este requerimiento, que se les solucionen asi sus problemas cotidianos. Y aqui cabe a cada uno de nosotros, en tanto psicdlogos/as, la responsabilidad de asumir el requerimiento marcando claramente cudles pueden ser las contribuciones para hacer y cuiles los limites que ellas tienen Io que indudable- mente tocar el tema del conflicto como motor de lo grupal, ya desarrollado, y que esta en la base de estas demandas~. Para finalizar los comentarios con respecto a est: “sello hist6rico” del que estamos hablando, hay oro matiz a destacar: siempre, explicita 0 implicitamence, se parte de una valoracéén positiva de las técnicas gru. pales en sus efectos. Tomemos como ejemplo a Carewright y Zander (1972), también important representantes de Ia linea de inspiracin lewiniana quienes, cuando sintetizan Ia finalidad de la dinami- ca de grupos, hablan de “mejorar el fncionamiento de los grupos y sus consecuencias sobre los indivi duos y la sociedad” (p. 17). Asi, como postura dominance en este ten sin titubeos la bondad de las téenicas grupales, siem pre al servicio de los objetivos grupales que, también parece un componente @ insontenible A diario a, se afirma siempre, son buenos. Aqui ideolégico de una ingenuid: vemos como se pueden utilizar ~y se utihizan- las téc nicas grupales con los fines mas diversos: para crear 166 Ana Gloria Ferullo de Parajin y para destruir, para sostener y para demoler, para la vida y para la muerte. No debe olvidarse la afirma- cién también siempre presente ~y que se contradice con el supuesto anterior sin que eso le quite fuerza, lo que podria ser otra interesante serial caminera a waba- jar oprtunamente- de que en sf no son ni buenas ni malas, som sélo medios y, como tal, dependen de los usos que se hagan de ellos. Esos usos -y aqué aparecen las negaciones histéricas~ pueden ser también malos pa- ra los grupos, para sus miembros y para la sociedad toda, como encontramos permanentemente ejemplos en la historia y en lo cotidiano. Fs de destacar la si- multaneidad con que se afirma que son sélo medios a la vez que se sostiene sus efectos benéficos, sin que se produzca colisién de ningiin tipo. ‘Todo esto nos muestra la compleja coexistencia de los diversos niveles de anilisis en juego y la presencia de la contradiccién como motor en todos ellos. Des- de los niveles personales —incluidas sus dimensiones biolégicas y genéticas— hasta los socioculturales -desde institucién en sentido restringido hasta el or- den de la cultura en su acepcién mas amplia~ como ya vimos Pasemos al otro texto citado (Grupo Alforja, 1989- 1990. Publicaciones de Educacién Popular), que nos sirve como buen ejemplo para mostrar una pos- tura diferente porque en él se explicitan muchos de los habituales implicitos que predominan en este te- ma de las técnicas. Los autores se presentan al lec- tor, antes de comenzar el texto on si, como una asociacién civil sin fines de lucro -Centro Ecumé- nico de Educacién Popular (CEDEPO)- que inte- gra el Consejo de Educacién de Adultos de América Latina (CEAAL) y, a través de él, forma parte del Consejo Internacional de Edueacién de Adultos cu- ya finalidad, segiin expresan, es aportar a la educa- T Propuesta metodoligica 187 cién popular argentina y latinoamericana. Hablan de téenicas participativas en educacién popular, sosve- niendo que Las técnicas son sélo instrumentos en un proceso de for~ macidn, Son sélo herramientas que estin en funcin de fn proceso de formacién w organizacién (Grupo Alforja 1989-1990, pp. 4-5). Continuando con nuestras puntualizaciones, 4 partir alar que, coined cafirma el carécter de este texto podriamos s re mente con Ia postura anterior, se de medio: que se les otorga. Pero, sin embargo, aqui cita la Jgica ¢ ideolégica se explicita la concepeién metodolégi f que las encuadra y les otorga sentido, ejemplificando el polo opuesto al recién visto, Dejan entrever mu- cho mas las cuestiones de poder que estan en juego, sea minorias activas reitera asi el procesos ¥, lando que buscan la construccién ¢ como herramientas de cambio social. s vigor que la organizaciin tiene en estos consecuentemente, su importancia como administra dora del poder. También sirve como un buen cjem~ plo de que las téenicas grupales que se_utilizan constituyen hervamientas que siempre inciden en los ri pos, independientemente de que éstos tengan © no sus Finalidades explicitadas y sean 0 no consetentes de ellas. Subrayan, en este encuadre, la importancia aly soluta de la participacién para el logre del apren que es una nota destacable para nosotros por cuante se nlaza directamente con nuestros desarrollos cn testa linea: participacién-ser y hacer de los sujetos-apren dizaje-cambios-satud. ; Oura puntuacién de interés -dado que sigue apare- ciendo con frecuencia~ se refiere a la predominante falta de diferenciaci enive métados y téentens, que cree mos conveniente hacer porque permite ~al pensar ¢ 168, Ana Gloria Kerallo de Parajn método como el camino a seguir y las técnicas como los vehiculos para utilizar~ mantener una discrimina- cién parte/todo que encuadra y da sentido a la parte: no es lo mismo utilizar, por ejemplo, una discusién grupal dentro de una metodologia participativa que dentro de una no participativa aunque la técnica siga siendo, nominalmente, la misma. ‘También, de manera reiterada aparece la recomenda- cién que realizan los autores que trabajan sobre este tema con respecto a la necesidad de integracién, com- plementariedad, adecuacién y/o creacién de vécnicas se- gtin los requerimientos de las situaciones lo que se conecta con ideas contrarias a lo que veniamos vien- do hasta aqui, acercindose més a la plasticidad, a la falta de rigidez, a la no posibilidad de “recetas fijas” en Ia utilizacin de ellas-. Estimamos que esta nota, sumada a la que aclara que las técnicas son siempre medios y no fines, constiuyen ~en ent pla idea de relatividad y biisqueda— los iinicos indicado- res que aparecen en los textos mas difundidos que ¢s~ tarian mitigando Ia ilusién de que existen recetas infalibles ya confeccionadas, que reducen el proble- ma del trabajo grupal simplemente a encontrar la adecuada para el caso en cuestion. ‘Oro punto compartido en general por los distintos autores se refiere al procedimiento a seguir: primero el grupo debe abocarse a clarificar su gué —tarea, ac~ tividad, objetivo— y, de acuerdo con éste, debe deter~ minar luego su e670 -Ias técnicas a utilizar que, como decfamos, otorgan una determinada estructura que sera la que se estime como més adecuada para Ia con- secucion del qué buscado—. Asi, las técnicas, medios © procedimientos a seguir constituyen lo que el gru- po debe atender en segundo ugar, inmediatamente después de fijar los objetivos. Coincidimos con este orden de atencidn de los dos interrogantes citados, Propuesta metodoligica 169 pero sin olvidar todos los otros que los estin soste niendo y que, frecuentemente, no son tomados en cuenta. Los dos anteriores constituyen sélo la punta visible del iceberg, que aparecen difundidos como los interrogantes clave que todo grupo debe atender pa ra poder funcionar adecuadamente ~incluso ordena dos temporalmente como ya vimos: primero, el ques segundo, el como-. Pero con esto se deja de lado los que le estén dando base ~ya comentados en este tra bajo con relaci6n a la posicién del psicélogo~ que. como se recordar4, son los siguientes: cue donde, eudnd, cuanto quienes \ para qué Detengimonos brevemente en los dos superiores. Con respecto a “qué” y “cémo”, la tarea mas seria por lograr es darles y mantener cierta unidad op: tiva, lo que supone, a partir de los muchos “qué” y “cémo” que pueden proponer los sujctos, definir un comin denominador que permita operar en conjun- to y con una direccionalidad definida. Con esto no estamos diciendo que lograr un acuerdo de este pe signifique que solo existen el qué y el como acorda do, sino que, si bien éstos siempre seguirin siendo plurales, dicho acuerdo sirve para cncauzar —si bien 170 Ana Gloria Ferutto de Parajén no “poda”- las ramificaciones que siempre estarin presentes ~intensificindose mas en algunos momen- tos los disensos y, en otros, los consensos; con reco- rridos que también serin semejantes por momentos, comprendiendo a todos los miembros y, en otras oportunidades, se diferenciarn marcadamente, como si se hubiera perdido el rambo que se acordé seguir-. EI punto anterior nos remite a los reguisitas @ zener en cuenta para la realizacion de cualguier diserio de trabajo grupal. También aqui encontramos, coincidentemente con lo visto en los diferentes aspectos que ya fuimos comentando, un predominio de planteos que resultan superficiales y simplificados. Frecuentemente estos re- quisitos aparecen como listados poco sistematizados de recomendaciones para tener en cuenta, pero sin mos- trar claramente los cinco tipos bdsicos de variables en jnego a las que ¢50s listados remiten: 1) conjunto de personas que constituyen el grupo (variable sujetos com los que se va 4@ trabajar), 2) con algtin objetivo (variable déreccionali- dad inmediata y mediata); 3) insertos en un tiempo y en un espacio (encuadre, condiciones de implementacién que abarcan desde lo materialmente necesario hasta lo institucional en todos sus niveles: variable condiciones de implementacion que incluye su sostén institucional), 4) wna persona que sostenga ¢l encuadre (coordinador, lider, monitor o equivalente: variable sostén institucional encar- nado) y 5) con aspectos éticos siempre en juego, en tan~ to todo diseio es un disparador potencial de efectos (variable ética). Lamentablemente, esta iltima es la me- nos abordada. Creemos que siempre tiene importancia fundamental en la medida que cualquier trabajo grupal implica seres humanos. Pero también estimamos que esta responsabilidad en el uso prudente de los disefios grupales se acrecienta al maximo para los psicdlogos/as dado que la formacion profesional que reciben, cuales- quiera sean las lineas tedricas en juego, los habilita en Propuesta mretodoligiea tn el conocimiento de los efectos constitutivos y sostene- dores de los seres humanos entre si. Y si conocen el po der de produciin constructive que tienen, también conocen el de produccién destructiva que pueden tenet Es dentro de este encuadre que enrenderos a tos disefios de trabajo grupal, en general, como la planificacion de los procedimientos considerados adecuados para crear condicio nes potencialmente disparadoras de determimados efectos. Esto nos permite destacar nuevamente, el papel de administrador del poder que, sostenemos, tienen Los procedimientos que se utilizan. Son éstos los que re- gulan Ins condiciones mas 0 menos porenciadoras del Ser de los sujetos implicados en cualquier situacion grupal. Por eso es importante prestarle atencién con junta a aquello que un grupo presenta como sus ob- jetivos con los procedimientos que dice va a utilizar para alcanzarlos. Las contradicciones en este punto pueden ser menos excepcionales de lo que se podris suponer, lo que se ve claro sobre todo a nivel institw Gional, No pocas veces encontramos instituciones cuyas metas son habilmente protegidas por sus pro- pias rutinas institucionales; permiten asi tanto la pre~ acién de un decir sobre el poder como la de una decir. Y de circulacion del poder muy diferente a e ‘esta manera Ia institucién en cuestién se mantiene, con sus consecuentes efectos tranquilizadores gene rales si bien no igualmente gratificantes— Pasemos ahora a presentar, dentro de este eneuadre, (0 propuesto. Im Ana Gloria Perullo de Parsjén 7.2. Autodiagnéstico y planificacién participativa 7.2.1. Consideraciones generales El punto anterior, que deja planteado cémo realizar una propuesta metodolégica, se vincula con el tema de las de nominadas técuicas grupales lo que, como vimos, nos intro- duce de Heno en un campo sumameate complejo, polémico y delicade para la psicologia. Estimamos que quedan debidamente explicitados los porqué de estas rotu- laciones, que podrian ser sintetizados desde el punto de vista de las técnicas grupales sosteniendo que: 1. las téenicas grupales constituyen una cuesti6n fan damentalmente tedrica, metodoldgica ¢ ideolsgic: y, en altima instancia, una cuestién técnica (Fer- nindez, 1989/92), aunque con mucha frecuencia se Jas encare Commu si s6lo fuera usta Euesti6n tecnica; 2. son disparadoras de efectos, 3. administran el poder que circula en todo grupo. Siendo asi se hace necesario no descontextualizar el di- sefio que proponemos del desarrollo previo que constituye su base, porque perderia la especificidad que puede tener como herramienta de trabajo grupal, y verse reducido a una opcién participativa mas entre las numerosas y difun- dlidas que existen y se renuevan permanentemente. Precisamente el valor que puede tener este diseito deri- va mas de destacar la necesaria articulacién entre las di- mensiones sefaladas —teéricas, metodologicas ideolégicas~ que sostienen todo disefio, que de éste en si mismo. Este puede tener semejanzas formales con otros, aunque los efectos que se disparen tomen direcciones opuestas (como puede suceder siempre con todo diseito: precisamente es el basamento anterior el que permite eva lary mantener Ja direccionalidad que se pretende seguir) | i Propuesta metodolégica 3 Este aspecto nos enfrenta directamente con el tema de la posibilidad de manipulacién deliberada que existe encre os seres humanos -uno de los grandes anhelos humanos y también uno de los mayores temores~ a partir de utili adecuadas “recetas” de técnicas grupales. No negamos su gran incidencia, ya que seria negar lo que venimos soste- niendo a lo largo de todo este trabajo sobre lo grupal como el medio ambiente humano espec fico que construye/sostie ne/destruye a sus sujetos. ¥ es justamente a partir de este poder de lo grupal, la extrema prudencia que se requicre en toda intervencién que se realice. Pero a la vez. afirma mos que, a pesar de todos los recaudos técnicos que se ut licen, el “coeficiente de impredecibilidad” de los sujetos nunca puede ser suprimido. Solo puede ser anestesiado No hay recetas que, conservando la vida, logren extirpar definitivamente las busquedas siempre renovadas del ser poder en sentido amplio~. Y esto no solo con respecto a las ccetus” estimadas ~por quicn sea Ins” en, sus efectos, sino que abarca también las “muy buenas” (si- tuacion que ejemplifica muy bien el caso de Adin y Eva que, ain viviendo en el Paraiso, siguieron buscando). Asi, es dentro de este encuadre general que incluye los citados limites —inherentes a la “condici6n humana” en su necesaria encarnacién hist6rica~ que proponemes el tipo de participacién que hemos denominado critica como un recurso de la psicologia cn su biisqueda de potenciacin de los sujetos. Como se recordara, habiamos diferenciado la participa- cién critica de la acritica. La primera se refiere a un tipo de participacidn que no sdlo requiere de la intervenci6n cons- ciente de los sujetos, sino que posibilita que esa conscien- tizacin se acreciente en la medida que cada sujeto le pueda ir sosteniendo. Supone un proceso de desarrollo paulatino que acompaiia les efectos basicos de inclusion con otros efectos complementarios, como son los de refle xi6n, compromiso, ‘responsabilidad y autogestién. Sefala 174 Ana Gloria Ferulto de Parajén mos también que el acento operativo en este tipo de parti cipacién esti puesto en las posiciones y los roles, a partir de los cuales se sostienen los lazos sociales: cada uno pue- de legar a sentirse como uno distinto de los demés, pero con los que esta ligado —/a wnién en ta diferencia Por el contrario, la participacién acritica busca exclusi- vamente la adhesi6n de los sujetos, sin pretender ni intere- sarle (incluso evitindolo deliberadamente) el logro de la reflexién consciente de ellos. Deciamos que aqui la situa- cidn se invierte porque el acento ests puesto en el tipo de azo social que se busca, que ¢s fusional ¢ indiscriminado “la unién en la igualdad: todos somos uno Es decir que mientras la primera abre espacios poten- ciales para el crecimiento de cada sujeto gice los quiera uti- lizar ~lo que habiamos marcado como requisito que otorga validez.ética a las intervenciones realizadas desde el campo de la psicologia comunitaria-, la segunda busca lograr, ex- clusivamente, el acatamiento reflejo del “efecto rebanio”. Convendria tener siempre presente que abrir espacios potenciadores es inseparable, de acuerdo con nuestra pos- tura ya fondamentada, de la potenciacién organizativa y ver- bat. Sin olvidar que éstas, a su vez, son absolutamente interdependientes. Si las estructuras organizacionales inciden decidida- mente, como dijimos, en Ia administracién del poder que circula en los grupos, el abrir espacios a las palabras se con- vierte en la herramienta humana por excelencia para la construccién de los mundos de vida y de sus sujetos. En gran medida somos las palabras que tenemos que, no olvide- mos, ademas nos tienen y sostienen—. Por eso todas las accio- nes tendientes a propiciar y fortalecer el acceso de los sujetos a ellas constituyen uno de los ms importantes re- cursos fortalecedores que se puedan utilizar en la bisque~ da de potenciacién de todo ser humano. Recordemos, para finalizar este punto, dos cuestiones. En primer lugar, estamos hablando de tipos de participa- Propuesta metodolégica 175 orias extremas cién que, en cuanto tales, marcan cate ire las qne se intercalan, en proporci6n y relaciones varia bles, las participaciones concretas. En seguaco lugar, ninos presente que, si bien estos dos Fipos de partici cin como toda participacisn, 1a Ja ambivalencia del lazo social obstaculos en su concrecién, estimamos que éstos se acre cientan si buscamos el logro de una participaci6n critica “sobre todo pensada como logro que mantenga su conti- juidad en el iempo- en el caso de que ella no esté instite cionalizada a nivel sociocultural, en su correspondiente jeben enfrentar orden de la cultura 7.2.2, Esquema del diserio propuesto Nuestra busqueda y su hoja de rata “Tengamos presente que buscames uu discho de trabajo grupal que resulte adecuado para propiciar Ia cmergencia de la participacién erftica por considerarla un tipo de parti- cipacién adecuada para el logro de la potenciacin subjeti- va. También tengamos presente que esto ultimo es lo que constituye nuestra busqueda en iiltima instancia. Queda asi expuesta nuestra “hoja de ruta” que, como cualquier oa, tiene un destino ultimo que sostiene el rambo y también muchas metas parciales en el camino, todas ellas entrelaza das e interdependientes. ' Como Gea, entonces, un espacio de trabajo que brin: de condiciones adecuadas para el logro de esa participa cién critica de los sujetos, no sélo como recurso dirigido al acer grapal sino, fundamentalmente, como medio poten ciador del ser de los sujetos? La respuesta de base es simple. Se trata de postin a 1S icipantes un lugar de enunciacién, insutuido © inst” 2 cpanit del coal se sostenga y desplicgue todo el recorrido posterior. Es decir que se trabaja tomando como 16 Ana Gloria Ferutlo de Parajéin Ge Posiciones concretas en un espacio donde puedan “pensarse, evaluarse y decidirse”, Sabemos que los rovule Posicionales constituyen un recurso fundante muy poten. te. En relacién con este tipo de disefios, nos ha resultado sumamente facilitador utilizar, para estes espacios de tra bajo, la denominacién de “Nosotros, lo..”, completando en te nombre incompleto con el término correspondiente Seguin las posiciones de los participantes sobre los que se esté trabajando (por ejemplo: “Nosotros los preceptores de menores”, “las madres que trabajamos”, “los vecinos de ¢s_ te barrio (9 edificio 0 municipio)”, “los directivos de esta organizacién”, etc.). Asi podriamos seguir enumerando in, finiras opciones de participantes (los adolescentes, los gr Pos indigenas, los alumnos de tal universidad 0 carrera, los habitantes del planeta Tierra, etc.). Lo importante es que queden, ya desde el nombre del espacio de trabajo que se les habilite, instituidos posicionalmente, nombrando quié~ nes son los que estan alli rennidos. Ya que la tarca, como dijimos, es poder “pensarse, evaluarse y deciditse”, resulta imprescindible -e inevitable~ hacerlo desde algun lado. Por consiguiente, es importante que ese punto de referen. cia tenga un disparador comin como el utilizado. De la tarea sefialada se derivan los dos momentos basi- cos de estos espacios: el autodiagnéstico y la planificacion participativa, a) Autodiagnostico: dirigide al logro de la autocons- Glencia en un aqui y ahora que les permita a los par- Uicipantes obtener no sélo un cusdro situacional personal/grupal/comunitario sino un balance. b) Planificacin participativa: como consecuencia di- recta del balance anterior, este segundo momento esta dirigido a posibilitarles Ia concrecién de accio- nes relacionadas con el balance hecho que tiendan a consolidar lo que hayan evaluado como positivo y a rectificar lo negativo, Propuesta metodoligica 8 Asi, en sintesis, nuestra propuesta metodolégica se ope rativiza en una denominacion elarsmente posicionante con un recorrido que dé respuesta a estos dos momentos. ‘Veamos ahora una de las formas posibles de implemen- tar estos momentos. Exapas basicas del diseno L Apertura ATT "Caldeamiento” general o inespecifico. E's un mo- mento fandante clave ya que instituye explicita mente las posiciones en juego, de acuerdo con lo ya comentado con respecto a la denominacién que sé le dé al espacio de trabajo. A partir de este efecto bisico, se atienden las presentaciones de todos los integrantes —utilizandose los tipos de presentaciér que se consideren mis adecuados segiin las varia~ bles en juego- Se busca asi no sélo disminuir las tensiones iniciales a fin de que sea posible comen- zara escucharse, a hablar y a pensar de manera compartida, sino que se busca hacerlo desde un lu er tambien comparsido. Adernés; eta necesidd apertura instaura de una manera explicitamente uated la siempre presente polaridad igualdad/di ferencia —igualdad posicional, diferencia de subjeti- vidades-, que debe no s6lo ser tenida en cuenta sino regulada sosteniendo la tensién que le es pro- pia para que no se desequilibre a favor de uno de los polos y esterilice toda nuestra biisqueda, ya sea por simbiosis (hegemonia de la igualdad) o fractura (si lo que se impone es la diferencia amenazante) 1.2. “Caldeamiento” especifico . 1.2.1. A partir de gquignes somos los que estamos aqui reunidos? (punto 1.1.) se pas: dar el plan de trabajo a seguir: tamos aqui hoy? Consecuentemente, qu se va a tratar, en qué horarios y dénde? Las 178 Ana Gloria Ferullo de Parajén respuestas variarin segiin quiénes sean los participantes y sus situaciones vitales. (Vol- viendo a los ejemplos: madres de nifios des- nutridos, docentes de una escuela de adultos, ejecutivos de multinacionales, ar- tistas de determinado teatro, etc.) Como generalmente el ntimero de participantes es grande, el acuerdo se elabora por negocia~ cién entre los representantes de los subgru- pos y el coodinador general. 1.2.2. Reflexin critica sobre el momento ante- rior: resignificacién de lo vivido a partir de la verbalizaci6n y socializaci6n o “puesta en comin” de las vivencias. Algunos puntos centrales de interés para considerar se refie~ ren, por ejemplo, a las diferencias que han experimentado al trabajar en grupos peque- hos o grandes, a la amportancia y utilidad de hacer un acuerdo de trabajo (gpara qué sir ve2), a las posiciones de representante-re- presentados (zewiles son las exigencias y responsabilidades de cada una de ellas y sus mutuos condicionamientos). La visibilidad central buscada se refiere a que logren posi cionarse como lo que son en esta situacién que les interesa considerar (autoconscien- cia) y también a la toma de conciencia de la existencia de diferentes formas de trabajo grupal, con distintos efectos cada una (per mite empezar a construir el paso del “grupo en si” al “grupo para si”). IL. Desarrollo 1. Autodiagnéstico propiamente dicho: realizado por los participantes sobre ellos mismos y su realidad desde un punto de vista situacional (por ejemplo: zcuil es Propuesta metodoligica 179 nuestra situacién actual como adolescentes que nece- sitan trabajar y estudiar? Es convenicnte realizar un trabajo paulatino, utilizando distintos tipos de dispara~ dores (plisticos, verbales, grificos, etc.) que finalicen con los de tipo verbal. Cada paso que se realiza man- tiene el mismo disco de base: trabajo cn subgupo plenario y vuelta reflexiva sobre Io actuado la recuperacién critica (tanto de los saberes nuevos co- mo de los “no sabidos” y de la metoilologia utilizada) Realizando este recorrido se busca primero deseribi la situacién y, en un segundo momento sus posibles causas. Un esquema factible de estos dos momentos puede ser el siguiente: LL. eCusl es nuestra la situacién? 1.1.1, Trabajo en subgrupos: cada uno clabora sus propucstas de respuestas. 5.1.2, Plenusio. pues en conmin de lo eraksiado por cada subgrupo. 1.1.3. Reflexidn eritica sobre lo actuado (El proceso continga hasta tados buscados en este primer momento del autodiagnéstico: lograr dar respuestas al in- terrogante planteado y trabajar las respuestas ordenandolas en las categorias “aspectos po sitivos” y “problemas”.) 1.2. zPor qué? (Se mantiene el mismo esquema de tra~ bajo anterior) 1.2.1. Respuestas de cada subgrupe. 1.2.2, Plenario. 1.2.3. Reflexion critica sobre lo actuado. Utilizacién de los disparadores adecuados hasta le- gar a los resultados buscados en este segundo mo- Inento del autodiagndstico que son: a)_ la potenciacion de los sujeros a partir de la identifica Gin de los propios aspectos positives, lo que incide a los resul~ 180 Ana Gloria Ferullo de Parajén directamente en la posibilidad y en la forma de enca- rar los problemas; b) la priorizacion de los problemas con un doble criterio: segiin su importancia y segiin su mayor posibilidad de soluci6n. Se busca que que- den escritos, al menos, los tres mas importantes y los, tres mis ficiles de solucionar en funcién de las po- tencialidades existentes 0 que se pueden lograr. 2. Planificacién participativa 2.1. Seleccién del problema sobre el que se comenzara a wabajar. Se hace estratégicamente conveniente co- menzar por el que hayan clasificado en primer lugar entre los “mas faciles de solucionar”, a fin de poder ir realizando Jos aprendizajes necesarios para cons- tituirse y operar como grupo de trabajo. En esta etapa lo vital es que se logre Ia resolucion de cual- quier situacién que los participantes hayan conside- rado de interés encarar. El éxito de las acciones iniciales, verdaderos “entrenamientos potenciado- res", condiciona fuertemente el futuro de este tipo de proceso grupal. No olvidemos que en los grupos, al igual que lo que sucede en los automéviles, arran- car en primera antes de poder poner las otras mar- chas no es perder el tiempo sino respetar las exigencias propias de una modalidad de funciona- miento que no se puede obviar. 2.2. Plan de trabajo a seguir 2.2.1. Planificacion de cada subgrupo. 2.2.2. Plenario: puesta en comin de lo trabajado por cada subgrupo y acuerdo de planificacién general 2.2.3, Reflexion critica sobre lo actuado. ‘Utilizacién de disparadores que faciliten la orga nizacién buscada, como ser las palabras ordena- doras de le planificacion (por ejemplo: qué, cémo, con qué, quiénes, dénde, cuando, cxénto). = Propuesta metodolégica 181 UL Cierre 1, Evaluacién critica ~general y analitica~. Al igual que lo sefialado en puntos anteriores, los disparadores técnicos especificos que se utilicen para estas evalua- ciones dependerin de cada situacion concreta Autosugerencias 3. Reajustes generales y seleceién del nuevo problema con el que se continuaré trabajando (el proceso que da asi abierto en busca de la concrecion de una nue- va accién grupal, remitiendo al punto 2.1.) Dejamos asi planteado un diseho que estimamos ade- cuado para propiciar ¢ inerementar la participacién critica Hemos esquematizado el procedimiento general que utili- zamos, teniendo presente que siempre debe ser modifica do en alguna medida —teniendo en cuenta los cinco tipos de variables ya enunciadas~ para adecuarlo a las exigencias planteadas por cada situacidn conereta de trabajo por rea- lizar. Usilidad de esta metodologéa ‘Vernos asi que, Ia utilidad de esta metodologia deriva de su relacién con el tema del poder ~entendido en su sentido mds amplio- y su circulacién en los grupos por cuanto con tribuye a la potenciacion de los sujetos, finalidad central de toda psicologia comunitaria. Los principales resultados logrados giran en torno a los mayores niveles de concientizacion de los participantes so- bre sus potencialidades con relacién al abordaje y coneci- miento de su realidad inmediata en las diferentes situaciones vitales que les atafien personalmente. De esta manera se cumple el ciclo saber-poder con implicacion personal 182 Ana Gloria Ferullo de Parajin Antes de terminar este punto queremos incluir un co- mentario final relacionado con el recorrido historico que, en general, ha seguido el saber sobre los grupos. Podemos marcar tres grandes momentos en ese recorrido que mar- can el logro de nuevas visibilidades, de importantes con- quistas en la construecién de conocimientos en este campo. No significa que las nuevas perspectivas hayan ido sustituyendo las anteriores, sino que, por el contrario, “conviven” combinandose en proporciones y relaciones di- ferentes. En el primer momento se considera al grupo como par- te del medio ambiente natural o momento del grapo-en-si =con wna existencia similar a la que tiene el agua para las pe- ces que estén dentro de ella, vomando este ilustrativo aporte de la antropologia cultural En el segundo momento, el grupo ya cobra visibilidad pero se lo concibe, fundamentalmente, como herramien- ta, como instrumento a tener en cuenta por su incidencia en el logro de resultados. Aparece asi el “dispositivo de los grupos” —fundamentalmente a partir de fines de los aiios treinta en la sociedad estadounidense (Fernandez, 1989/92) que se extiende, luego, de manera creciente, generando nuevos desarrollos, que tuvieron y tienen fe cundos despliegues tedricos, metodolégicos, técnicos € ideolégicos como era esperable que se diera en un campo de estudio tan rico y polémico como el grupal. Pensada esta segunda etapa en relacién con Ia circulacién del po- der -siempre en juego en toda situaci6n grupal~ presenta, a su vez, toda una gama de posibilidades. Estas van desde el polo en el que se busca obtener al méximo Ia adminis- tracidn externa del poder, al polo que pretende el logro, también en la mayor medida posible, de su administracin interna, en Ia que aparecen las formas autogestivas, ten- dientes al grupo-para-si, autoconsciente, donde ubicamos la propuesta de disefio hecha Propuesta metodoligica 183 Pero desde la psicologia conviens avancar en estas eta as resignificantes, por cuanto es importante que pueda Bee endcrse slo grapal de Ia limitacion de ser pensado simplemente como un recurso técnico ~herramienta para “hacer mejor" y quede evidenciado con mas fuerza su va~ Jor instrumental con relacidn a ls produccin subjetiva, co mo herramienta para “ser”. Lo que equivale a rescatar al otro con todo el peso que tiene como productor de subjeti vidades, O, diciendo Jo mismo desde otro Indo, reseatar al sujeto como construccién hi , necesariamente, Se da a través de los orras/Otro ta cultecra~. Ex definitiva, Ia biisqueda no s6lo apunta 3 1 objeto” al “grupo-sujeto”, sino que también pretende ir del “sujeto-paciente” al “sujeto-agente”. Volviendo a nuestro lugar profesional, creemos que po- dria pensarse como exigencia profesional tener presente siempre ambas significaciones: la del grupo-en-si y Ja del grupo-para-si, que permiren pensur los disefios grapales €on toda la complejidad que suponen en tanto herramien- tas constructoras de subjetividades. Siempre ~desde nucs- tra postura- de acuerdo con lo que esas subjetividades quieran, puedan y decidan construir para sf mismas. pasar del “grupo:

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