por el coraje de la noche negra, a hacer el mal, volando entre las casas de la gente y sus luces encendidas: manos con doce dedos, sola, loca. Una mujer así no es tan mujer. Yo también fui una de ésas.
En el bosque, encontré una cueva cálida,
la atiborré de ollas y de estantes, de armarios, sedas y un sinfín de cosas; les cocinaba a duendes y gusanos: todo el día quejándome, ordenando. A una mujer así nadie la entiende. Yo también fui una de ésas.
Conductor, yo también viajé en tu coche,
y saludé al pasar por cada pueblo, sobreviviendo al fuego y sus caminos, donde tu llama muerde aún mis muslos y por tus ruedas crujen mis costillas. Una mujer así no tiene miedo. Yo también fui una de ésas.