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GARÚA ORBALLO

-Textos y Fotos-
José Luis Ducid
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al OMEPRAZOL NORMON 20 mg CÁPSULAS

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Garúa: Llovizna fina. Rioplatense. Esta precipitación se caracteriza por dar la impresión de
que las gotas flotan en vez de caer; y, aunque su intensidad es muchísimo menor a la de la
lluvia, puede ser tan copiosa como para producir acumulaciones de curiosa importancia en
huesos, miocardio o terminales de buses y aeropuertos.

Orballo: Primo hermano galego de la Garúa.

Colaboradores literarios voluntarios e involuntarios:


actualidad.rt.com/Economía, Alejandro Andares, Alejandro Dolina, Alejandro Urdapilleta,
Alfredo Le Pera, Anaxágoras, Andreea Moldovan, Aníbal Troilo, Antonio Gasalla, Antonio
Lodeiro, Augusto Monterroso, Borís Leonídovich Pasternak, Carl Gustav Jung, Carlos Silva,
César de Santiago, Charles Bukowski, Charly García, Ciber locutorio Xebre, Cristina Díaz
Pardo, Dalai Lama, David Carballal, David Hume, David Rodríguez Méndez, Diego Soler,
Diógenes de Sinope, Eduard Khil, elmundo.es/Jaime G. Treceño, Emil Cioran, Enrique
Cadícamo, Enrique Cruz Pedreira, Enrique Pinti, Enrique Santos Discépolo, Ernesto Sábato,
Esteban Goldszier, Estíbaliz Espinosa, Fernando Fajardo, Fiódor Mijáilovich Dostoyevski,
Fito Páez, Flavio Perugini, Gabriel García Santos, George Carlin, Gerardo Vieitez, Gigi
Courtois, Gloria Geberovich, Gonzalo Zabala, Graciela Florinda Deluchi, Henry Miller,
Heráclito de Éfeso, Hilda Norma Ereñú, Homero Expósito, Horacio Ferrer, Humberto
Tortonese, Humphrey Bogart, Iago Martínez Durán, Isidoro Blaisten, Jaime Gil de Biedma,
Javier Corcobado, Jorge Luis Borges, Jorge Manuel Gorostiaga Derqui, Jorge Ricoy
Mouriño, José Manuel Sande García, Juan Ignacio Bouscayrol, Julio Cortázar, León Felipe,
Luca Prodan, Luisa Redondo Ibáñez, Mamerto Menapace, Manuel Fraga Iribarne, Manu
Varela, Marco Denevi, Max Weber, Mikhail Alexandrovich Bakunin, Mireya Castro, Mónica
Monikilla, Noelia Fernández Lamela, Omar Darío Heffes, Osvaldo Dallera, Pablo Adalberto
Somma, Pedro Granell, Pepe Coira, Profesor X, Ramiro Pérez Funes, RDZ, Roberto
Fontanarrosa, Robert Stephenson Smith Baden-Powell, Semanario Reflejos, Sofía Marbán
Lorenzo, T. Behrens, Thomas Mann, Turbi Schmidt, www.diarioregistrado.com/Redacción,
www.glosariografico.com/papel_biblia, William Blake, Wikipedia, Wislawa Szymborska,
Xurxo Mares, Zaino López

Especiales agradecimientos a Gabriel García Santos, por sus correcciones; a David Carballal,
por el diseño; a José Manuel “Masa” Díaz Castiñeira y al Capitán Aniceto Cabado, por el
mecenazgo; a Julia Natalia Ducid, por la paciencia.

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Prólogo del prologador

Junto a un contenedor de basura orgánica rodeado de monitores de PC y televisores obsoletos


(supongo que por la irrupción del TDT), encontré un teléfono móvil dorado, como enchapado
en bronce, sin la parte de atrás de la carcasa. La verdad, más que sorprenderme, me dio pena
semejante destino para un objeto tan conscientemente cursi.
A fin de liberarlo un poco de la humedad y de la mugre, mientras caminaba rumbo al
bar del puerto, empecé a frotarlo con esmero contra una manga de mi abrigo y, al verlo brillar,
relucir así de agradecido, decidí dirigirme a un cambalache de cosas robadas, quiero decir, a
una compraventa de cosas usadas llamada Bagdad -subiendo Avda. Finisterre, todo recto, a
mano derecha-; donde le procuré un flamante cargador, ignorando las burlas o lo que
demonios murmurase el encargado árabe.
Para sorpresa de ambos, en la desvaída tienda repleta de cachivaches y vacía de
clientes, el perjudicado cacharrito se encendió. Funcionaba. Pero sólo en Modo Cámara. Con
interferencias, con molestos parpadeos, aún hacía fotos… Entonces, creo que mientras
rebuscaba dinero en los bolsillos, el mercader se puso de rodillas ante mí y empezó a
gesticular y a hablar cada vez más y más fuerte en su lengua nativa, sin importarle si le
comprendía, al tiempo que sacudía con violencia la cabeza imprimiéndole un negativo vaivén
al turbante que me rozaba la nariz.
Intenté calmarlo invitándolo con mímica a posar para un retrato, pero corriendo con
los brazos en alto se escabulló en la trastienda.
Me fui sin pagar.
Según las revistas de los domingos, a las segundas vidas de sillones o
electrodomésticos se les denomina Reciclaje urbano. Esto fue mucho más allá. La serie
INSTANT-TÁNEAS (que disparé hasta el día en que el propio aparato dorado optó
por descansar en paz) goza de una peculiaridad que nadie consigue ni conseguirá nunca
apreciar: las imágenes no corresponden a las escenas fotografiadas… Sí corresponden al tema,
pero no a la escena. Incluso el momento no coincide con la exacta fracción de segundo en que
yo sé que apreté el botón.
Como fotógrafo alucinado he asistido a leves premoniciones, retrasos nostálgicos,
cuando no a descaradas invenciones. Más sorprendente: gracias a las gestiones de Charlie
Behrens -el hijo cineasta de mi amigo Tim-, la serie fue exhibida ante alumnos y profesores
de la exigente y carísima universidad londinense Central Saint Martins con notable éxito de
críticas (no de ventas).

Los restos del teléfono móvil siguen en casa, entre dos cactus, frente a una ventana.

J. L. D.
A Coruña, Galicia
vísperas de San Juan de 2015

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−¿Sabes quién cumple años también?
−...
−Enrique Bunbury.
−Ah. Cuánto lo lamento.
−Un León como tú…
−Y como Napoleón.
−Y como…
−Ni la menciones, por favor.
−… y como tu compatriota Calamaro.
−Creo que el señor de bigotes que está al final de la barra te quiere culear, ¿por qué no vas?
−No te la quitas de la cabeza, ¿eh?
−No me deja.
−¡¿No me digas que llamó para felicitarte?!
−¿Llamar? Yo ya no existo. En cuanto pisó Buenos Aires hizo zapping.
−Ja, ja, ja... Perdona, espera que tomo nota: “Hizo zapping”…
−Bueno, más bien me apagó.
−De todos modos, dos Leos juntos…, ¿cuándo se ha visto?; encima tú, feo y desastroso como
eres -simpático, eso sí, todo hay que decirlo-, y ELLA, guapísima de la muerte, con carrera
universitaria, antidrogas, ¡abstemia…!, una auténtica princesa: nadie se explicaba qué coño
hacíais juntos. La debes tener muy gorda, muy gorda…
−¿Cómo podés ser tan gay?
−De gay nada, guapo. Soy ma-ri-cón. Con todas las letras.
−100 % “trololón-trololo”.
−Yo también te quiero… ¿Sabes algo de ella últimamente?
−…Pensar que mi viejo sostenía que en Galicia no había maricas.
−Pobriño…
−Tenía una teoría (bueno, tenía una teoría para casi todo); según él, cosas así pasaban en
lugares calurosos como Andalucía “por las aguas”.
−Qué divino.
−“Por las aguas”… ¿Me querés decir de dónde saco eso ? (Aunque eso explicaría su fobia al
jabón.)
−Mira cariño, no me interesan los delirios de un gallego patasucia, por muy padre tuyo que
sea. ¿Sabes algo de ella últimamente, si o no?
−Siiií, hinchapelotas, sí.
−¡Pues ya me estás tardando…!
−¿PreparadA?
−Estoy que no cago.
−Se metió en política.
−¡En política…! Menuda víbora… No le alcanzó con joder a un pobre desgraciado como tú,
¡ahora va a joder a un pueblo entero!
−¡Ja, ja, ja, ja, ja..., esa la apunto para mí…
−De verdad, ni te imaginas cómo me duele la tremenda putada que te hizo.  
−…ja, ja…! ¿Cuál de todas?
−Ya sabes, su historia con Peter. Además…, tomarse el avión el día que lo cremaban...
Demasiado heavy.
−¿De qué hablás?
−Ups... La he cagao…
−¿DE QUÉ MIERDA HABLÁS?
−Perdona, perdona y perdona… Como lo sabe todo el mundo pensé que tú también lo
sabías…

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17:12: Hola José Luis, cómo estás? Disculpame que todavía no tramité la inscripción del
divorcio fue un año complicado de trámites
17:13: podés indicarme qué te piden en España para inscribirlo ahí, avisame,
porque ya me imagino que te envío una cosa y falta otra

17:14: vos cómo andás? algo leí de lo que estás escribiendo gracias a mi prima
que seguís teniendo en alguna lista de correos

17:17: A todo esto ya no entiendo por qué tanto silencio conmigo, pero bueno

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En ese barrio, no, se dice zona, sí, zona, yendo a la escuela por la zona de Recoleta, años 75 y
76, recuerdo los estruendos de los coches bomba que se atribuían la organización Montoneros
y el Ejército Revolucionario del Pueblo.
Aunque tal vez no eran ellos los que ponían todas las bombas, sino los del otro bando
para atribuírselas a ellos, y bla, bla, bla…, da igual. Lo cierto es que mi viejo era un gallego
que trabajaba como portero, un inmigrante aceptable que resultaba ideal limpiando bronces en
ese barrio de alto standing, perdón, en esa z-o-n-a de Buenos Aires… Pero más allá de
bromas del lenguaje, la cosa estaba muy caliente y parecía que nosotros vivíamos en el centro
de la discusión política armada.
Yo por lo menos recuerdo tres bombas. En particular una que estalló a cien metros de
la escuela y voló los cristales del aula.
Las madres aparecieron al instante, aterradas, y los niños disfrutamos de un día de sol
perfecto. Porteñísimo.

Sin embargo, la violencia no se detuvo aquel día feliz. Entrado el 78, cuando los
militares estaban poniendo orden y les habían servido abundante budín en la Casa de
Gobierno a intelectuales como Borges o Sábato, se llevaron a 2 (dos) familias del edificio
donde trabajaba papá.
Álvaro, mi viejo, que se dejaba llamar con humor Don Álvaro, era un obrero del
Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal; gracias a su contrato
gozábamos, aparte de un escaso salario, del privilegio de una diminuta vivienda familiar en el
lujoso inmueble. Habitábamos lo que en otros tiempos menos modernos eran las estancias de
la servidumbre, y, mucho antes, los barracones.
Pero curiosamente los militares no nos llevaron a nosotros; se llevaron a dos familias
de propietarios.

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Una de esas familias secuestradas participaba en política, todos los miembros
participaban, el matrimonio, los dos hijos de seis y tres años de edad, y el precioso bebé
recién nacido: cinco profesionales de clase media comprometidos con la Revolución que
llegaría de la mano del Primer Trabajador, el teniente general Perón (aunque ahora que lo
pienso, Perón ya había muerto..., bueno, quizás lideraría la Revolución con Evita, desde el
Cielo).
La información acerca del compromiso político absoluto de esta familia, hasta hacer
realidad en sus carnes el célebre lema “La vida por Perón”, el total auto convencimiento de
que pertenecían a la élite intelectual -pero del ala correcta del Movimiento Peronista- que
interpretaba la Verdad del Pueblo Oprimido, fue otra revelación que me hizo borrachísimo el
portero, siempre muy dado a hablar de asuntos Serios, Secretos e Internacionales con
Mayúsculas y que, casualmente, como te había comentado al principio, era mi papá. No había
más remedio que escucharlo. En silencio, mirándolo a los ojos. Quizás también porque detrás
de sus larguísimos monólogos, de sus tópicos e incoherencias, latía un gallego noble,
entrañable (es sabido que los gallegos son nobles y entrañables, en ese orden, ¿no?)... Joder…
Lo siento..., es estúpido ahora ser sarcástico con él, en verdad, tras sus discursos se percibía
con claridad a un eterno niño de la posguerra española, a un esforzado labrador sin
escolarización, a un sufridor que lo tenía todo limpito, limpito.
O casi.

Los otros secuestrados del edificio fueron una pareja de ex estudiantes de la Facultad
de Filosofía y Letras, que cometieron el terrible error de aparecer en la agenda de un
compañero de curso que fue al entierro del diputado Ortega Peña, asesinado por la Alianza
Anticomunista Argentina allá por 1974.
A ver…, repito: estos dos desgraciados figuraban en la agenda de un remoto conocido
de la universidad, fotografiado por los servicios de inteligencia en el entierro multitudinario
de ese político de izquierdas masacrado hacía ya cuatro años. Por esa razón fueron
secuestrados. Por ninguna otra.
Claro que hay que situarse: hablamos del triunfal 1978, cuando nos convertimos en los
Campeones del Mundo del Deporte más Importante del Mundo; y entonces, como es lógico,
determinadas anotaciones te mandaban al descenso.
Nosotros supimos los motivos del secuestro con lujo de detalles por boca de la propia
víctima, “Un muchacho buenazo, pero un poco mugriento” según le escuché comentar a mi
mamá en la feria.
Quizás por motivos de higiene los militares acabaron por soltarlo, o quizás para que
todos viéramos lo que eran capaces de hacer. Y lo vimos. Vaya si lo vimos.

Pasó una última tarde a despedirse. A contar algunas cosas mientras le caían lágrimas
sin cesar, sentado a la mesa de nuestro kafkiano hogar que lucía, para despejar dudas, una
reluciente placa de bronce coronando el umbral: Portería. Y otra junto al pomo de la puerta:
Timbre.
El ex estudiante lloraba de un modo extraño, sin espasmos, como si tuviera entre las
pestañas una tubería perdiendo agua. Le faltaban tres dedos de la mano izquierda y casi todos
los dientes.
Ignorando las amenazas, despreciando futuras torturas, volvió por el barrio (no, no,
barrio queda feo: volvió por la zona…), antes de exiliarse en EE. UU.

Sé que para los europeos algunas cosas se hacen difíciles de creer, pero apuesto a que
a vos no te va a costar tanto…; por ejemplo, en Sudamérica, el mes de diciembre coincide con
el tórrido verano.

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La salita comedor, separada de las camas por un tabique de madera, decorada con un
póster -a dos tintas- de un hórreo de Lugo, un diploma “firmado” por Pablo VI otorgándonos
su bendición, el desplegable -a todo color- de la gloriosa Selección alzando la Copa, sumados
a una cerámica de la Virgen de Luján, junto a una lámina iridiscente del Taj Mahal, asfixiaba.
Y ese hombre envejecido prematuramente, desdentado, medio manco, con un arbolito plástico
de Navidad made in Taiwan titilando a sus espaldas, dando rítmicas descargas eléctricas rojas,
secaba la boca.
Habló.
Mirando a mi padre a la cara.
Explicó cómo sucedió la mañana en que fueron capturados él y su pareja.
Luego hizo un largo silencio, me miró a los ojos y dijo que en realidad había vuelto a
“este edificio de hijos de puta” sólo por mí.
Mis padres y mi hermano estaban petrificados.
Yo tenía tan sólo diez años y también empecé a llorar.
Me acarició la cabeza, me dio un beso en la frente.
Lenta, lentamente, se marchó.
(La chica, su enamorada, su compañera de la universidad de la vida, era demasiado
alta y rubia y hippie de faldas verdes, capaz de pedirle a mi mamá si me dejaba ir a comer
milanesas de berenjena a la casa de ellos dos, llena de libros, de instrumentos musicales, de
discos con canciones que yo no había escuchado nunca en la casa de ‘el gallego’ pero que me
hacían bailar, reír, hacer dibujitos, entre almohadones de colores y de pájaros de cerámica que
ella modelaba y que vendía en plaza Francia, montones de pájaros de los que aún -¡aún!-
conservo uno con las alas completamente rotas. Ella se llamaba Susana. Pero como te dije era
demasiado alta, rubia, hippie y las Fuerzas de Seguridad del Estado lo soltaron a él, pero a ella
no. Se la quedaron un ratito más porque les daba pena dejarla ir, hasta que un día, fijate, les
desapareció.)

Los vecinos del edificio no hablaban del tema. Estaban preocupados por el dólar y la
tablita cambiaria. Por broncearse parejo en Camboriú. Pero mi viejo estaba pálido. Le había
cambiado muchísimo la cara desde que comprendió cierta faceta nueva de su oficio, un asunto
que cuando lo contrataron no le explicaron en profundidad.
Sobre todo estaba derrotado desde que nos enteramos, gracias al ex estudiante de
Letras, que las palabras podían significar varias cosas, como en el caso del vocablo ‘limpiar’.

Limpiar: Papá, con una metralleta apoyada en la espalda, o una pistola encañonándole
la nuca, llamando a la puerta de esos propietarios sub-ver-si-vos, para que los Grupos de
Tareas, escondidos en el pasillo oscuro, no rompan zonas visibles (más que nada por el
incordio que suponen roturas innecesarias que al final terminarán pagando los ciudadanos
decentes, las personas correctas, la gente de bien que no anda metida en cosas raras, los
argentinos derechos y humanos)… No te hagá’ el boludo gayego y no te va a pasar nada.
¿Estamo’? … Si lo hacé’ bien, no te va a pasar nada… Ni a vo’ ni a tu familia. ¿Estamo’?…
Mirá que te reventamo’ también a vo’ sin ningún problema, ¿estamo’ o no estamo’?…
Shhhh... Dale… Toc, toc... ¿Quién es? Soy Álvaro, el portero... ¿Don Álvaro? ¡Pero qué
sorpresa...! ¿Pasa algo? Sí, hay una filtración de agua al piso de abajo. ¡No me diga! ¿Es de
este piso? Sí. ¿Está seguro? Sí, la filtración viene de este piso... ¡Caramba!, perdóneme Don
Álvaro, pero es que recién nos levantamos, espere un minutito, ahora mismo le abro...

Después…, ¿qué importa del después?... Podría abreviar diciéndote que la Thatcher le
puso punto final a la dictadura, o que Daniel, el quinto de mis primos hermanos, volvió de la
guerra de Malvinas justo cuando nos quedábamos afuera del Mundial.

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Un poco más tarde, a la hora de la siesta, supongo que evocando el desastre del 82,
nuestro querido Daniel se voló la cabeza con una escopeta recortada.
Perder así contra esos muertos de Bélgica... 1-0...

En fin, sabrás entenderme, sigo viviendo en la tierra de mi padre, desde donde te


escribo sin esperar respuesta porque jamás enviaré esta carta que tanto te prometí. La verdad,
mi amor... Pensaba continuar, pero es muy tarde. La historia de los sudacas emigrados, a lo
largo de casi tres décadas de democracia, hoy mejor no la cuento porque se haría un poco
pesado.
Te la debo.

Jirafa: vamo! nombre?


Yo: Garúa Orballo. Sos el primero que lo sabe.
¿Vos cómo est´s?
Jirafa: qué grande Joselo!!!
de qué va?
Yo: Compralo y te vas a enterar.
Perdón, ¿cómo están los dos?
Jirafa: ja, ja, ja
todo bárbaro
con mucho laburo
y el 26 debuto con mi nueva banda:
Sementerio Disney
Yo: ¿Con S?
Jirafa: claro, de semen
Yo: Perfección absoluta.
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Jirafa: sabía que te iba a gustar
Yo: ¿Una buena racha entonces?
Jirafa: muy buena muy buena
el laburo no solo no se cortó sino que crece
estoy a pleno juntando guita porque con Teresita estamos re marido y mujer
y queremos comprar un terrenito... y después hacer una jirafita…
Yo: ¡BRAVO! 
Jirafa: che, con Teresita nos cagamos de risa con tu programa de radio
Yo: ¿En serio?
Jirafa: claro, loco!!! sos un hijo de puta
parece que seguís acá

Pues bien amigas y amigos de Radio Club Luciérnaga, ¡socios y socias del Radio Club que
titila en el éter!, la palabra clave de hoy es: LUZ.

Luz...

El domingo próximo pasado, pensaba en mi discurso preliminar y no encontraba


realmente una idea luminosa para introducir el tema de la semana. (Consideré pedirle ayuda a
Dios, pero, como el domingo es su día libre, preferí rezarle a mi amigo Jorge Ricoy, que
también gasta barba blanca y practica el sexo cada muerte de obispo...) ¿Por dónde iba? Ah,
sí, por mi dificultad para encontrar el tema… Mmmm… Entonces… Entonces en la oscura
soledad de mi cuarto, tomándome un amable Johnnie Walker -en vaso bajo, con dos piedras
de hielo-, encendí un cigarrillo y acaeció el milagro: El fósforo se hizo presente. Alcancé la
Iluminación. Fue un verdadero flash que me concedió la perfecta contemplación de las
botellas vacías, los libros apilados, la cama revuelta, una mosca gordita paseando por el
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zócalo, el portarretratos matrimonial vacío, y mis dedos quemándose sin redención hasta que,
en ardiente éxtasis, conseguí exclamar: “¡La concha de la lora...! ¡Ja, ja, ja, todavía un par de
neuronas me hacen sinapsis! ¡Ya sé que cojones contarles esta semana! ¡Gracias, don Jorge
Ricoy! ¡Gracias Fósforo!”

Sí, porque fue en ese momento feliz -por lo tanto fugaz- cuando comprendí el motivo
profundo por el que retorné a Buenos Aires después de siete años de andar rodando; a la vez
que el motivo de mi nueva huida a Coruña/a A Coruña/a La Coruña/a Crunia/a ¡la ciudad
MDMA, la Ciudad de Cristal…! Regreso que, sospecho, será definitivo.

Se trata de una única explicación, válida para ambos hemisferios: no fue la xenofobia,


ni la familia, ni el precio del dulce de leche o del jamón serrano, ni la demagogia populista, ni
la defensa del Racing Club, ni las duras calles de los extrarradios -sin árboles, sin pájaros, sin
aire; que tanto se asemejan a los cementerios-, ni tampoco, aunque duela, fueron los amigos;
la razón de mi viaje de ida y vuelta fue... la luz.

Repito: La luz. 
No la factura de la luz.
Ustedes dirán que no es posible, que se trata de otra broma mala a las que el conductor
del programa nos tiene acostumbrados, que la luz no puede ser simultáneamente el mismo
argumento para retornar a la ciudad natal y para repudiarla...

A fin de convencerlos debiera revelarles el secreto mejor guardado de París: llueve


doscientos días al año (por eso en Rayuela no para de llover). O debiera decirles que Jack el
Destripador tenía sus motivos para volverse así de rematadamente loco: en Londres
suele desaparecer, durante meses, esa bola de gas que flota brillando en el espacio y que
calienta los huesos, el corazón y demás vísceras.
Podría facilitarles pilas de datos certeros, esclarecedores. Pero difícilmente me
comprenderían. Hay que marchitarse para añorar la luz.

Morirse extrañando el sol, escandaloso de enero, tan pero tan tanguero de otoño,
tímido como un rayo columpiándose entre las hamacas del invierno, imposible en las
pupilas de la primavera -sobre todo cuando, como un impertinente paparazzo, lo sorprende a
uno desnudo y acompañado, multiplicado de abrazos en los espejos baratos de un Hotel
Alojamiento-; en hoteluchos de gusto dudoso que, dicho sea de paso, no sobreviven de igual
modo en Galicia: por la habitación se paga el día entero, no te la alquilan por horas como en
la elegante Reina del Plata. ¡Pobres muchachos...!

Ah... Sin duda la memoria de tales destellos me sedujeron para desandar el viaje. Y
desde entonces sé que esa luz es mi único hogar, mi verdadera patria. No un documento, o un
acento, o una bandera. No una geografía. Esa luz...

Lo curioso es que arribé de noche. Ahora mismo es de noche. Sólo hay noche.  Tal vez
porque clausuré las ventanas. O porque me equivoqué de avión (no de vuelo). Me espanta
confirmar la latitud del puerto. ¿Cómo enterarme de que he regresado o partido cuando el
escenario es el mismo? ¿Qué viaje es posible si lo opaco ganó el campeonato del mundo?
Sigo encerrado. Acobardado como un pájaro. Tal vez, porque no soporto ver seres humanos
buscando comida en la basura en medio de la más obscena abundancia -da igual América o
Europa-, junto a procesiones de familias atraídas por los neones fucsia de Zara/McDonald's,
comulgando ante monumentales pantallas “interactivas” con su catecismo grasa, demencial
hasta el punto de pretender igualar la luz del planeta. No soporto ver tantas y tantas criaturas

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convertidas en sombras... ¿Para qué abrir las ventanas? Prefiero ser un pasajero en trance, en
tránsito perpetuo. Siempre dormido, siempre despierto. Es la verdad. Pero al fin, si aspiro a la
sinceridad total, debo confesarles con urgencia: ¡hay que ventilar, carajo! ¡No se aguanta más!
¡Menudo pestazo, por el amor de Christopher Lambert...! Ha llegado la hora.

TANGO INSTRUMENTAL: Sónico de Eduardo Rovira


 
Antes de concluir esta presentación demasiado triste y dar paso a la dichosa tanda
comercial, quiero recordar las sabias palabras que un colega noruego me gritó mientras
íbamos a toda velocidad, montados en su formidable moto-trineo: “La vida es un lúgubre
bosque nevado, iluminado por los chispazos que emiten los pubis femeninos como
caprichosas luciérnagas.” Hace poco me enteré que se estrelló contra un pino, estilo
Schumacher.

¡Ay, queridas y queridos Socios del Radio Club que existe fuera del dial..., al parecer
la luz es una dama dificilísima! ¡Ojalá, al menos por hoy, nos haga un guiño!

“… Si se acepta que los anticonceptivos son pro-abortivos debido a que representan una
barrera física o química para que una vida humana llegue a su concepción, entonces debemos
aceptar que la masturbación es claramente una forma de aborto también. […] Una vez que la
Iglesia nos apoye, será más fácil hacer presión para que los Estados reconozcan como crimen
la masturbación, porque eso es: un crimen. […] Nosotros aceptamos que una mórula o
blástula son humanas, porque tienen alma, por lo tanto de alguna manera los espermas tienen
esa alma en potencia, así que quien se masturba debería ser considerado un genocida
potencial. […] La masturbación será tipificada como asesinato doloso potencial, el crimen
atroz que representa esa abominación a los ojos de Dios. De la misma manera la polución
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nocturna debería considerarse un asesinato culposo potencial. […] La masturbación es
criminal porque inicia al sujeto en una espiral de perdición: sabemos que de la masturbación
es fácil pasar a la soledad compulsiva, a la actividad criminal, a las violaciones, a la
corrupción, a la drogadicción y finalmente al ateísmo…”
Después de masturbarme pensando en mi ex esposa en lencería negra haciéndoselo
con mi amigo Peter (antes de la cremación), me limpio la mano en la sábana que mañana
pondrá en la lavadora mi mamá. Creo que vino de visita un par de meses para poner orden,
para vaciarme las botellas, para cocinar cosas ricas. Sobre todo para poner o-r-d-e-n.

De las múltiples vidas imaginarias del Sr. Jorge Alberto Ricoy Mouriño (a saber: casanova,
judío, nacionalista galego, estudiante universitario, etc.), al menos para mí, la que mejor le
queda es la de ‘porteño’. Este pirata, fuera del hecho fortuito de haber nacido en el puerto de
La Coruña, merecería haber nacido en el de Buenos Aires.
A sus setenta y ocho años, con la edad exacta de mi difunto padre -apenas una semana
mayor-, y padeciendo de un cáncer que confirma su mala salud de hierro, el hipotético origen
rioplatense de Jorge Ricoy explicaría que congeniemos a tales niveles. Realmente el
‘cascarilleiro’ me hace reír. Sin previo aviso es capaz de mofarse de cualquier obviedad de
moda, utilizando el más solemne y riguroso tono académico:
 
−Amigo Ducid, antes de irme quiero decirle dos cosas de suma importancia.
−Dígame, don Jorge...
−Le dejo un whisky pagado.
−Bravo. ¿Qué más?
−La semana pasada, los científicos japoneses han concluido que no es conveniente construir
centrales nucleares en zonas sísmicas, a pie de tsunami... Y dicho esto, no tengo nada más que
añadir.
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Su cara de póker termina por provocar mi carcajada y la de los vecinos de barra.
 
Por eso cuando me pidió que le escribiese una introducción a su autobiografía, y
advertí en sus ojos cierta emoción contenida, sentí una leve decepción.
El mundo no tolera nuevas autobiografías.
Por muchas vueltas que se haya dado alrededor de la Tierra con un Seat 600, sin
chocar ni una sola vez, nadie, absolutamente nadie -exceptuando a Winston Churchill o a la
presentadora de televisión Paula Vázquez- ha experimentado en sus carnes grandes cosas.
Además, está demostrado hasta el hartazgo que la Memoria, como el matrimonio
heterosexual monógamo, es infiel.
En definitiva: hay poco que recordar, y lo recordamos mal.
 
−Jorgito, carajo...
−Ya te he dicho que no me llames Jorgito; es de señorito gilipollas, ¿vale?
−Perdoná... Acabás de encargarme el prólogo de tu vida. ¿Hoy tomaste la medicación?
−Mira José Luis, argentinadas las justas. Tú eres la persona indicada. De verdad. No voy a
insistir... Hazme este favor.
−...
−Por favor.
−La puta madre...
−Sólo te exijo una cosa, que no te pases de veinte líneas.
−¿Y si me salieran más?
−Esnífalas.
 
La contundencia del mandamiento me inspira e inmediatamente, después del caluroso
abrazo de despedida, voy rumbo al váter convencido de mi misión.
 
Al salir, como es costumbre, compruebo que Ricoy no se ha ido, sino que está abocado
por completo a hipnotizar a una pareja de jóvenes. El chaval luce cresta punk y look militar de
diseño; ella, una araña tatuada en el cuello, una argolla en la nariz, y un piercing en la ceja
teñida de verde. ¡Mi madriña...!, a pesar de sus esfuerzos estéticos, sigue siendo bellísima.
Con discreción, me sumo al corro.
Les está soltando la historia del mechero.
Sí, lo está haciendo otra vez (ahora va a mostrarlo...), en efecto. Empieza el
sortilegio... El diseño del objeto es fabuloso; el brillo, de eras anteriores (la blanca y tupida
barba, las gafas redondas, la voz catedralicia, las serenas arrugas de la amplísima frente
ayudan). Ya está: ella le ríe cada gracia y vibra atenta en cada silencio teatral; el chaval de la
cresta resopla y saca un cigarrillo. Pero, vaya…, por una vez la Europa legalista y sanitaria
que bombardea a sus austeros socios bancarios (como Muamar el Gadafi) le echa un cabo
sorprendente a nuestra historia: está prohibido fumar en los bares de España.
Luego Ricoy triunfa: público cautivo, monólogo asegurado.
 
Sin embargo, no estamos ante un rijoso truco de seducción. No hay interés material de
ningún tipo. Tampoco es un tic para mitigar la soledad. Y muchísimo menos se trata -como
sospecharía algún psicólog@ de barrio- de sublimar la impotencia senil (la prueba de lo que
afirmo es que Jorge, hace muy poco, me levantó a una piba que, ay… “No Ducid, eso no es
elegante: ‘El hombre para ser hombre no debe ser un cotilla’...”).
Digo entonces que estamos ante un “show” espiritual.
Un empeño alegre y desesperado por vencer la rutina de las copas con sus opiniones
“sostenibles”, esos ecos imbéciles de la prensa seria, sensata, capaz de proclamar: “…La

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radiación en los vegetales sólo supera en 17 veces el índice aceptable para el consumo
humano...” (sic).
 
Por fortuna, el discurso de mi amigo funciona en sentido contrario; suena semejante
al conjuro de un Merlín fondón y travieso, poco “útil”, apenas verosímil. Precientífico. Este
mago no trae una antorcha para iluminar el horizonte; facilita la llama de un mechero
para dejar bien claro lo oscuro que está el panorama.
 
Viendo el frágil y azulado fuego, le pido un cigarrillo al punk celoso, que enciende el
suyo en sincronía con el  gruñido del camarero: −Coño, iros fuera, igual que todo el mundo…

Afuera no hay nadie.


El vacío de la ciudad se nota más, tal vez, porque Ricoy y su hechizo siguen dentro.
Bajo la finísima llovizna -llamada orballo por los gallegos, garúa por los tangueros-
confraternizamos a marchas forzadas con mi colega de nicotina, ‘El cresta’:

−Dime ‘Argentino’, este viejo pesao que no para de rajar… ¿de qué me suena?
−Es el que dobla la voz de Dios en las películas.
−Ja, ja, ja… Aún me entran más ganas de forrarlo a hostias.
−Tené cuidado que en el bastón lleva un estilete.
−¿Un qué?
−Una navaja escondida.
−Se la meto por el culo.
−Yo le he visto cortarle la cara a dos macarras, tochos. Pero tochos, tochos, eh.
−¡Venga ya…!
−¡Te lo juro!, ¡o que la palme mi padre ahora mismo!
−¡Carallo, con el viejo de marras!, si parece que se está muriendo…
−Ya te digo…
−Bueno, la verdad es que el tío tiene su coña. En el fondo me cae simpático. ¿A ti?
−Joder ‘Cresta’, ¿sabés a qué conclusión llegaron la semana pasada los científicos japoneses?

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“…La pobreza y la exclusión social van a crecer en España hasta afectar a 18 millones de
personas en 2022, casi el 40% de la población. […] Así es el pronóstico de la fundación
INTERMÓN OXFAM, dedicada a la lucha contra la pobreza, que elaboró en conjunto con
UNICEF, MÉDICOS DEL MUNDO y otras…”

“…Bill Gates vaticina que para 2035 apenas habrá países pobres en el mundo, una predicción
basada en los progresos favorables en la lucha contra la pobreza extrema que se han logrado
en las últimas décadas…”

“… AYUNTAMIENTO | Nueva Ordenanza de Limpieza | Hurgar en la basura puede


costar 750 euros […] Sí, esto ocurre en Madrid, el mismo que aspira a organizar los mejores
Juegos Olímpicos de la Historia en 2016…”

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−¡Cómo cheira este tigre, joder!
−En peores plazas hemos toreado...
−No sé qué te diga.
−Lo bueno de viajar es que te hacés experto en váteres. Los hay peores...
−Como todo en la vida, pero este cheira de carallo. Pásame una tarjeta.
−De hecho me parecía una idea interesante hacer un gran póster mostrando las versiones de
masculino y femenino de las puertas. Es increíble la variedad.
−Non entendo.
−Fotografiar las placas de las puertas. Hombre, Mujer. Y poner abajo el nombre del local. De
ahí se sacaría la pasta.
−Tú y tus grandes negocios…
−¿Mechero?
−Ey, ¿creés que Peter se la tiraba?
−…No. Pero que lo intentó, fijo. Ya sabes cómo era él... Además la hija de puta estaba como
un queso.
−Entonces se la tiraba.
−No. No se la tiraba. ¿Mi mechero?
−¿Pero no creés que de alguna manera nosotros aceleramos el suicidio?
−¿…?
−Decime la verdad...
−Nosotros, ¿quiénes?
−Ella y yo.
−¿Pero qué dices? ¡Si Peter estaba hasta los huevos de todo desde mucho antes que vosotros
supierais dónde coño quedaba Coruña! Menuda gilipollez…

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−Se la tiraba.
−Serás subnormal… ¡Hala!, no hay raya.
−¡¿Qué hacés, pelotudo?!
−Sal del váter antes de que te meta una hostia, me cago en dios…
−Estás loco.
−¡¡¡Tú estás loco que no paras de inventar tangos, enfermo de los cojones!!!

Entre la canción del verano Dietético, del grupo sudamericano Soda Stereo, y la aún más
lamentable The Final Countdown, de la banda nórdica Europe, es decir, durante alguna noche
de la adolescencia en la década de los ochenta, un compañero del colegio secundario quiso
cantarme una composición propia.
Acodado en la ventana del departamento que alquilaban sus padres frente a la mítica
avenida 9 de Julio, Pablo Somma interpretó Sopor de tango y lunas, bellísimo tema que,
apenas cinco lustros después, da título a su primer libro de letras de tangos, valsecitos y
milongas.
Recuerdo que aquella revelación de mi amigo me sacudió. Ante mis ojos las luces de
la avenida se transfiguraron, y una mezcla de pena y risa, una conmovedora melodía de pájaro
perdido y nocturnal, anidó en mi pecho.
De algún modo, gracias al inesperado intérprete, logré comprender un jeroglífico que
por su enrevesada sencillez me mantenía al margen del secreto. Pablo, con tan sólo dieciséis
años, conocía la clave. Un código inteligible y sentimental al alcance de cualquiera; como si

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bajo las nuevas capas de asfalto, entre los viejos adoquines, existiese una Piedra de Rosetta de
la canción porteña (ante la duda, consultar Piedra de Rosetta en Internet).

Ese compañero de colegio compartió su fabuloso hallazgo conmigo, con la misma


irrepetible generosidad de quien comparte la mitad de un alfajor en el recreo. Buenos Aires se
descifraba. Nuestra ciudad sonaba así de hondo, y Dietético y The Final Countdown eran el
maquillaje burlón que la Reina del Plata se permitía en aquel efímero carnaval austral...

Dos cosas notables: primera, Somma no se conformó con su visión precoz, decidió
investigar los barrios de Montserrat y San Telmo, caminarlos, hasta convertirse en un músico
silbador, en un sólido letrista, pero sobre todo en un poeta; segunda, respetando la estética del
género, este muchacho melancólico emociona eludiendo con elegancia los lugares comunes.

Un último dato que comprobé en España buscando financiación para la publicación de


Sopor de Tango y Lunas (y no es ‘verso’ porque el verso funciona):

“...la luna tensa...” en conjunción con un vino oscuro, brinda la dosis exacta de coraje
para musitar por los arrabales de una melena perfumada

−Disculpe señorita, ¿quiere bailar conmigo este libro?

Alguna vez escuché que la ciudad tiene su dios,


pensé que se trataba de un monstruo con peluca
pero ahora sé que va de látigo y de cuero
El dios de la ciudad, gata en celo, sos vos
 
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Y estirada sobre mí, elongada total,
comprendo bien quién manda aquí
que no hay lugar a dónde ir
que no existe otro bar dónde atracar
 
Ya todo se esfumó
como una línea
de puro sedal
y está demasiado oscuro
para fingir
lo que sabemos
lo que coloca
es el dios de la ciudad
Ay filosa de cristal
por siempre seré
tu rockero Peter Pan
 
Nunca comprendí cómo hicieron para ser
Yo nací para mirar tipo chorlito
(en plan esclarecido, sin una función real)
cuando todos aprendían a ajustar el DVD
 
Metido en tu salón frente a la nieve
se está muy bien, se está requetebién
Sabrás tener paciencia... Viciosa incorregible
si a diario me vomito encima del reloj
 
Lo que coloca
es el dios de la ciudad
Un dios tirano, falso y criminal
que me calienta
sentada en cicatriz
descubro el asco
MI PRIVILEGIO
de ser ahora
el inconsciente
el que te folla
tan tanguero Peter Pan

Y digo:
 
Dios de latón
jamás he de creerte
Dios con liguero
jamás podré dejarte
Dios de la muerte
llévame a la Isla
Dios del incesto
me estoy poniendo frío...
¡Pero ahora vuelo
con mi deseo!

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Nunca Jamás
(entre nosotros,
eso no existe)
Ahora vuelvo
a arrodillarme
No me abandones
Soy sólo un niño
Un huerfanito
insoportable
Soy de mentira
Soy el genuino
Soy decadente
Soy una sombra
Soy Peter Pan

Alguna vez escuché


que la ciudad
tiene su dios...

Mientras veía a mi madre poner la enésima lavadora y consideraba seriamente saltar por el
balcón, empecé a leer un libro confeccionado con hojas de papel biblia (“Papel opaco muy
fino muy resistente a la tensión, tirones y dobleces…”) que explicaba, en elegantes letras
impresas, que Miguel Ángel cuando dejaba de pintar frescos o de escribir sonetos o de dirigir
la construcción de la cúpula de San Pedro, para descansar un poco, esculpía.

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Según sus propias palabras, el asunto no era nada complejo, ya que el oficio de
escultor se limitaba a “Quitar el mármol sobrante” a fin de que se revelara el objeto a
admirar... Por supuesto, la frase me produjo el mismo efecto que al Papa de Roma: la entendí
como una broma de El Divino destinada a camuflar su escasa modestia. Quitar el mármol
sobrante y… ¡listo!: la Piedad. Ja, ja, ja... Otra vez. A ver, a ver... ¡Zac, zac, zac! y... ¡hala!: el
Moisés. Vaya machada... Pero leyendo aún más, resultó que el proceso era “exactamente” ese:
Primero dibujaba lo que modelaría en cera a pequeña escala, antes de hacer un vaciado
en bronce, por poner otro vulgar ejemplo, del David; después introducía la estatuilla en un
prisma de cristal, cuyas cuatro caras verticales habían sido previamente pintadas con una
grilla numerada; y entonces inundaba al joven rey desnudo, en ese cubo transparente sin tapa,
de leche. No por morbo. Sino para mejorar por contraste de color la visión de la dorada
pieza..., ¡oculta a la mirada de cualquier mortal! ATENCIÓN: Oculta sólo momentáneamente
en la blanca opacidad del líquido, ya que esa pecera disponía en su base de un grifo o, por
decirlo de un modo dudosamente poético, de un ordeñador de “mármol sobrante”.
Así Michelangelo, con arreglo a su antojo, como si se tratara de un dios, hacía emerger de la
cabeza a los pies un auténtico milagro en 3D que luego transfería o “copiaba”, sirviéndose de
las referencias espaciales que le confería el cubo cuadriculado y numerado, a la forma
monumental.
Boceto-guión-partitura (idea previa), que se pasa a limpio (ejecución técnica), con
gusto propio (estética). Es sabido por todos que, en algunas ocasiones, la  estricta observancia
de estos tres pasos (idea, técnica, estética) deviene en Arte. Lo que aún nadie sabe es porqué.
¿Por qué, qué?
¿Por qué me empecé a reír a carcajadas y no salté por el balcón?
¿Por qué eché a mi madre de casa -con relativas buenas maneras- y desde entonces
pongo solito la lavadora?
¿Por qué a veces “El Arte sucede” y a veces no?

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INT. ÁTICO - DÍA

Vemos cómo anudan la bolsa de basura las manos de un hombre vestido con bata roja. En su
mano izquierda brilla el anillo de casado.
A sus pies, desde las baldosas de la cocina, un gato negro le maúlla pasando una y otra
vez sobre unas inesperadas pantuflas femeninas de seda blanca, ya muy raídas, que enmarcan
unas uñas asquerosas por largas y sucias.
La mano del hombre acaricia al gato y al incorporarse descubrimos que el hombre
fuma un pitillo de liar, no se ha lavado la cara y, semicalvo como es, así “despeinado”,
parecería Stan Laurel, si no fuera además gordito como Oliver Hardy.

Cierra la puerta de su ático dejando al gato tras de sí, maullándole y sobresaltándose


con el portazo.

INT. ESCALERA - DÍA

Ya baja las escaleras del desvencijado edificio. Las plantas plásticas en los


descansillos parecen algas, metidas en sus macetas decoradas con motivos marinos de la
Grecia clásica.

EXT. BARRIO - DÍA

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Al salir a la calle en bata, pijama gris a rayas y sus maltrechas pantuflas, advertimos
que es pleno día. Algunos transeúntes lo miran extrañados pero él no se inmuta y tira la bolsa
de basura en un contenedor.

Entonces despreocupado, paseando ante las grúas del puerto, va hasta la avenida
principal dónde reparten periódicos gratuitos.
Es un enjambre de chavales casi atacando a la gente para que cojan uno de los
periodicuchos que, en la ciudad de provincias dónde nunca pasa nada, ¡son seis ediciones
distintas!
Mira sesudamente los titulares de las seis ofertas de realidad -fastidiando a los
espídicos repartidores- y escoge dos.

Desanda el camino leyendo, sólo interrumpido por un automóvil de la Autoridad


Portuaria que por poco lo atropella. Le sonríe al conductor uniformado que le insulta con
brío, y prosigue rumbo a su portal con parsimonia.

No se llevó las llaves, un despiste..., pero no pierde la calma: toca con la mano abierta
el timbre de todos los pisos del edificio. La puerta se abre.

INT. ESCALERA - DÍA

Le vemos subir la escalera leyendo el periódico, pasar frente a las macetas “griegas” y,


al detenerse ante su ático cerrado, coger un anzuelo que cuelga de una caña apoyada en el
rincón. Lo manipula como una ganzúa en la cerradura. Sin mayores dificultades logra entrar.

INT. ÁTICO - DÍA

Se hace sitio en la abigarrada mesa del comedor tirando al suelo algunas cosas con un
elegante movimiento de la mano izquierda, al tiempo que con otro movimiento certero de la
mano derecha pilla una tijera oxidada escondida entre los platos, las tazas y las botellas de
comidas anteriores.
Siempre habilidoso, ahora con la tijera, empieza a hacer una serie de cortes diferentes,
a “operar” sobre los dos periódicos que trajo:

a) Lo primero es recortar prolijamente los sudokus de las páginas de atrás y colocarlos con


cuidado uno encima del otro a un lado de su “mesa de trabajo”.

b) Lo segundo es recortar en tiras, del ancho de la palma de una mano, las portadas con fotos
de la actualidad política del siglo XXI (podrían perfectamente ser las caras de Isabel II de
Inglaterra, Henry Kissinger, Fidel Castro o Mirtha Legrand).

c) Lo tercero es cortar el resto del periódico en cuadraditos más o menos grandes.

Coge cinta adhesiva y une las tiras de actualidad política con esmero, para al fin
enrollar una larga suma de celebridades en un cilindro de cartón de papel higiénico.
Luego va hasta el rincón de la casa donde el gato tiene el arenero de sus necesidades,
pero que en vez de funcionar con arena funciona con cuadraditos de papel de periódico;
recortes de prensa que, al caer en desorden, producen un extraño collage de “realidad”.

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El protagonista del videoclip, con cierto orgullo artístico, reacomoda los cuadraditos
de su “Obra Pop” agitando el recipiente como un cedazo, para conseguir que el ordenamiento
final sea más coherente y estético…
De inmediato va a hasta el WC y coloca el rollo de papel político, perdón, higiénico,
en su sitio. Cuando se dispone a sentarse en el inodoro, recuerda algo que le obliga a retrasar
su propósito.

Los dos sudokus que están sobre la mesa.

Los lleva hasta una habitación de la casa donde hay una piscina para niños, llena de
agua y de dos simpatiquísimas y francesísimas sirenas que emiten un chillido de alegría al
verlo entrar, agitando las magníficas colas que sobresalen de tan pequeño estanque.

Les entrega a cada una un sudoku y, mientras ellas se ponen a solucionarlos, mira la
alianza matrimonial y suspira.
Por fin nuestro Ulises se orienta rumbo al retrete para alcanzar su Ítaca matinal. *

* Quizás podríamos reencontrar la alianza en un melancólico paseo del protagonista del


videoclip por la playa de Las Lapas, con la Torre de Hércules -en contrapicado- al fondo. * *

* * Bueno, no sé, hay que pensar.

−Te doy 20 pavos si me ayudas a encontrar el nombre para una banda de punk rock antes de
que cierre el bar.
−Agua y Jabón.
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−Espeeeeera, coño... No vale cualquier cosa, es para una serie en plan teenagers.
−¿De tus coleguitas de la tele?
−Pues sí.
−Quiero 50 pavos.
−Ni de coña.
−Entonces nada.
−Maldito hijoputa…
−Nieto de puta. Mi abuela era la puta. Soy un aristócrata del puterío.
−Buen nombre. Me gusta: Aristócrata ilegal, mejor: Aristócratas ilegales. Ahora sólo te
pagaré 49 euros.
−¿Por?
−Porque se me ocurrió a mí.
−Me debes pagar cuarenta y nueve con cincuenta céntimos. La palabra aristócrata fue mi
aportación, tu sólo condenaste al puterío.
−¿Con semejante cabeza no das hecho para pensar en algo políticamente correcto y a la vez
transgresor?
−¿Estás insinuando que soy cabezón?
−El target del programa es de 12 a 19 añitos.
−¿Estás insinuando que padezco de macrocefalismo?
−Eres cabezón, bajito, calvo y, desde que te dejó tu mujer, gordo.
−¿Qué te parece este nombre: El amante negro de tus hijas púberes?
−Muy largo…
−Y grueso. Paso de esta pelotudez. Me aburro. ¿Otro chupito?
−De acuerdo, de acuerdo… 50 pavos, pero entonces quiero una lista de veinte nombres.
Realmente buenos.
−Olvidé que sos el árbitro del buen gusto…
−Y que no existan en Internet.
−Eso es prácticamente imposible.
−Con cincuenta pavos viven seis meses en África.
−OK. La guita en mano.
−Joder…
−Así sí. Trato hecho, mono desecho. Te voy a enseñar la cruda Verdad do audiovisual galego:
Damas y caballeros... ¡Pssst....! ¡Ey! ¡EY! Señoras, señores...: pago a euro por cada nombre
que me den para una banda de punk rock.
−¿Eh?
−¿Qué dices?
−Necesito un nombre para una banda de punk rock. Pago a un euro por nombre. Va a salir en
la tele.
−Lo tengo: Puta de lujo.
−No Ozzy, por escrito...,
−Quiero mi pavo.
−...además tiene que ser bueno.
−Tiene que ser MUY bueno.
−Puta de lujo es muy bueno.
−Dios mío, otro pervertido como tú…
−Mirá Ozzy, el colega Productor…
−Mucho gusto Oti.
−…
−…que contrata mi creatividad, necesita un nombre para una serie de adolescentes que va a
producir el Opus Dei.
−Por eso, Puta de lujo.

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−Lo siento, no voy a regalarte un pavo. Lo mío es una subcontrata, no una ONG. ¿Entendés?
Con este euro comen una semana en África. Un nombre original y por escrito.
−Meu rei, yo sí te lo doy por escrito.
−¡Carmencita...! ¡Mmmm, en el soporte de las grandes ideas!: en una servilleta.
−Mucho gusto Carmen… Soy el Productor del programa.
−Un placer…
−¿Ves, Ozzy?, ella sí se ganó un euro dignamente.

01- Subcontrata (autoría: Carmencita)


02- Basta ya Pizarro! (Gerard)
03- Os malquistadores (Lochos)
04- De Formación Física (Checho)
05- Doberwoman (E. E.) 
06- La trampa de los grises (Deivi)
07- Antro (Manu)
08- Acoso taurino (Enrique Luis de los Sagrados Corazones)
09- Dorsolordosis lumbar (Nito)
10- Chof-Chof (una tele operadora de línea erótica -onomatopeya literal-)
11- Los tripolares (El Rolling)
12- Brumas persistentes (Turk)
13- Los domingos callos (Julito)
14- Que te den por el club (Luna)
15- Rosa furcia (Alvaretto)
16- El quel y el bul (Santi)
17- El super cúmulo de virgo (Borisláv -Astrónomo-)
18- Las lorzas (Loreto)
19- Knapsak Boyz (autoría por vía telefónica: RDZ -se le adeuda 1 euro-)
20- Las autoridades sanitarias (Ozzy)

Para no mezquinar, dos de cosecha propia:

21- Fue duro Saigón


22- Jamás vaso de tubo

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El oxidado Deejay, tras resistirse rotundamente a enseñar su mochila (repleta tan sólo de
música) al flamante portero macarra, recibió tal hostia en el ojo que acabó desnucado. Y en el
Cielo no hubo dudas: mandaron al oxidado DJ al Infierno, porque los pinchadiscos deben ser
listos, elegantes, casi poetas; deben estar más allá de los machacas recién contratados u otros
ridículos nocturnos. El DJ que es lento de reflejos no merece el Cielo. Muchísimo menos el
que se queja por andar cargado de vinilos o por los horarios o por la carretera o por
“demasiada fiesta”; resumiendo: No hay Gloria posible para el que resopla bajo el peso de lo
que le gusta. Y el Infierno era precisamente una disco en la que los condenados daban vueltas
alrededor de la pista cargando mochilas por toda la eternidad. Nada de fuego o de torturas; al
margen de los vasos de tubo, las máquinas de humo, los focos robotizados, los vatios
trepanadores, los camellos cutres y los pibones operados. “Sí, Deejay, escoge una mochila del
guardarropas y ponte a dar vueltas para siempre”, ordenó el Diablo; a lo que el DJ replicó en
voz baja: “Elegiré una que me quede realmente cómoda, para no vivir cagándome en Dios”.
El sábado no terminaba jamás, así que, después de revolver en la penumbra cuanto le dio la
gana, consiguió dar con la ideal: ni grande, ni pequeña, ni caduca, ni excéntrica. Potente.
Molona. La espalda podría con ella forever and ever… Bajo la luz de la bola de espejos, el
Diablo, retorciéndose de risa, empezó a gritarle: “¡Esa mochila es la que te negabas a
enseñarme en la puerta, jo, jo, jo, jo...! ¡Ay, ay que me parto...! ¡Si lleva tus iniciales, hombre,
jo, jo, jo, jo...!”. El eco, o la rabia, devolvieron la conciencia al DJ noqueado en la entrada,
justo cuando una banda de amigos, los increíbles Knapsak Boyz, reducían sin
contemplaciones al cabronazo del portero, poniéndolo fino rumbo al paro... El manager que
venía detrás -como si fuera un padre- invitó a los justicieros a un gin-tonic, mientras las
camareras besaban el ojo a la virulé del pincha de la mochila resucitado (del EX-oxidado
Deejay). “La noche da muchas vueltas...” pensó, antes de subir a dar misa desde la cabina.

-Basado en un cuento del fraile dominico Mamerto Menapace,

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basado a su vez, según sus detractores, en un anónimo poema gauchesco.-

Ayer, sábado por la tarde, le informé por teléfono al Profesor X que no iba a llegar, que
incluso era factible que me quedase acompañando a mi madre en el hospital toda la noche.
Vamos, 

que no se apareciese hasta las siete de la mañana

que se buscase la vida

que yo me ocupaba de hacer las copias de los DVDs.

Se lo dije malhumorado, harto de su presencia constante (no de su persona, porque el


afecto brota ajeno a la voluntad consciente, es un manantial irracional…, aunque parezca
imposible se puede llegar a querer a Madonna, a Russell Crowe o a Cristiano Ronaldo), me
refiero al hartazgo por su olor a porro, por sus remeras con diseños de la cara del Che
Guevara, por el soniquete de sus videojuegos, por la expropiación revolucionaria de mi sofá
durante meses.

Para impedir la más mínima duda le solté que durmiera en la furgoneta de la


novia clown, o que se reconciliara con sus padres, a sabiendas de que lo dejaba tirado. (Porque
la novia payasa vive un tórrido romance -en la furgoneta- con un rastafari suizo, y los padres
se autoexplotan once meses al año, como cocinera y conserje, en una fonda/hostal de Caracas.
Pero no lo quería en mi sofá. Y la hermana mayor -que está buenísima- y la menor -que está
buenísima- están, además, casadas con un vasco y un catalán respectivamente, y ya se sabe
qué naciones históricas mandan, al margen de que mal tiempo, lo que se dice mal tiempo,

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anoche, no hacía; e a avoa, la que realmente lo crió “porque a miña filla e meu xenro sachan
e sachan na emigración sin poder jubilarse por culpa de Chávez” joder, estaba diciendo que
hacía frío pero no llovía…, y que para colmo de males, este otoño, la abuela, el pilar que lo
aguantaba todo, partió…)

Hacía frío pero no llovía, qué cojones.

El plan oficial sería entonces reunirnos a las siete de la mañana en la taberna que
queda enfrente de casa, para salir rumbo a A Castiñeira en el cochazo del tabernero. Del
inexpresivo calvo absoluto, don Lolo, también conocido en el barrio como “Miss Simpatía”.
Sí, a las 07:00 a. m. en punto del domingo (a “Miss Simpatía” los conceptos subrayados se le
escuchan con total claridad).
NOTA ADMIRATIVA: ¡Espero algún día llegar a ser tan convincente como usted, don
Lolo!
Pues bien, como todos sabemos, motivos para madrugar un domingo no abundan, pero
en esta ocasión la razón era realmente dichosa:

La Comisión de Fiestas de A Castiñeira programó la proyección de un videoclip


realizado con imágenes que me habían permitido grabar en la fiesta patronal del año anterior;
editadas para la presente celebración, con gran profesionalidad -lo afirmo sin retranca
alguna-, por el Profesor X.

Inda por riba, según logré enterarme gracias al blog del mismísimo Profesor, este
videoclip producido con mi cámara de mano japonesa y su ordenador portátil norteamericano
-sobre un tema tradicional interpretado por la Banda de Música Municipal- resultó ser una
valiosísma pieza audiovisual. GRAN-DIOSA. Capaz de sintetizar la idiosincrasia de una
Nación milenaria: La indómita Patria Celta oprimida desde los tiempos de Roma, que
empieza -en nuestro tiempo de compromiso y cambio total- a liberarse del largo y negro
etcétera, etcétera, etcétera… (Hay que reconocerle, aunque sea entre paréntesis, que X,
además de editar de puta madre, tiene otro talento indiscutible: la capacidad de armonizar los
limitados recursos económicos y el resultado artístico. En este caso, por ejemplo, concluyó el
montaje del videoclip el mismo día en que se agotaron las existencias de comida y papel
higiénico.)

Pero, a lo que iba, ¿por qué no estamos disfrutando de nuestro Estreno en


Colaboración?

¿Por qué no estamos engullendo empanada de zamburiñas y exquisita carne de ternera


asada, acompañándolo todo con el vinazo de la comarca, hasta terminar de “ponernos las
botas” con las filloas, el café de pota y el aguardiente a discreción? ¿Por qué no estamos
haciendo furtivas visitas a los váteres e intentando bailar muiñeiras con las sólidas chavalas
de ojos esmeralda?

¿Eh?

Quizás porque anoche, cuando regresé del hospital a las once, después de que los
medicamentos sedaran a mamá, ME ENCONTRÉ AL PROFESOR X ACOSTADO EN EL
SOFÁ... Cómodamente instalado en el centro exacto de una nube de hachís mezclada con su
inconfundible tufo a pies.

Nuevo interrogante: ¿Cómo logró entrar?

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Respuesta: Usando esa llave secretísima que escondo debajo de la maceta de la
escalera.
Al confirmármelo con su olímpica sonrisa fumada, estallé dando un portazo.
Sin incorporarse, con el estilo anodino que le caracteriza, replicó indignado a mi
cabreo, tal que así: “Pero imos ver tío, dá grazas que estou aquí, que aínda quedan por  facer
moitas copias en DVD para vendérllelas aos paisanos... Non tes máis que estas dúas
tarrinas?”
 
Desde el quinto piso sin ascensor, lo arrastré del cuello hasta la esquina de la manzana,
y no le arranqué la cabeza porque eso no supone ninguna hazaña masculina: se trata de un
egresado de la Escola de Imaxe e Son.

“Miss Simpatía”, alias don Lolo, que justo cerraba a horario, no atinó a intervenir, se
limitó a buscar inútilmente cabellos en su calva y a hacer muecas teatrales. Desaprobaban
también mi comportamiento violento las prostitutas africanas y los travestis incas de la
distinguida calle, apartándose del escándalo; al tiempo que el despejado X intentaba sin éxito
razonar conmigo. Por fin, después del derradeiro empujón, cuando yo ya estaba a prudente
distancia, pongamos a una distancia equis, X puso el colofón a la escena gritando: “Cabrón, o
que queres é quedar con toda a guita dos DVDs...!”

Una regurgitación de bilis me subió hasta las muelas y masticando la


palabra noxo subí a mi ático como un resorte, cogí los veinte DVDs que X había grabado para
venderle a los paisanos, y de un salto aparecí en la acera de enfrente. El calvo absoluto
permanecía en silencio, con la puerta de la taberna entreabierta, pero protegido tras la persiana
completamente bajada.
Pétreo, transfiguraba la barra.

−Don Lolo…
−Así non se trata aos amigos.
−Don Lolo...
−Que?
−Regálele esto a la gente de A Castiñeira, a quien le dé la gana. No hay suficientes copias
para todos.
−Ai, qué carallo...
−Pero me gustaría sobretodo que le dé un DVD al director de la Banda. Sé que pagó de su
bolsillo los dos bonos de la comilona.
−...
−Fágame o favor, don Lolo...
−Está falado. Pero ti te perdes o churrasco de mañán porque eres un julai. Pero un julai,
julai.

Churrasco... Joder, ya son las cuatro de la tarde. Si no me equivoco queda media


botella de tinto y un paquete de arroz. Llamaré al Profesor X, seguro que anda por la Ciudad
Vieja.

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Queridos Teresita y Jirafa:

¡Hoy es mi cumple y quería invitarlos a mi fiestita!


Va a haber sándwiches de miga (alguno de los feos con tomate, para los adultos)
y auténticas papas fritas BUN (nada de papas fritas de bolsa de supermercado 
porque no hacen crack) “Si hace crack, es BUN”
y por supuesto nada de Coca-Cola de otra marca, de esas de litro, que son asquerosas.
Es un poco pretenciosa mi fiestita, lo sé, ¡pero para una vez al año que cumplo!
Además compré unos sombreritos con el elástico finito, 
de los que aprietan y te dejan marca,
y papel picado y silbatos y matracas y globos rojos, verdes, azules y naranjas,
yyy
y yo mismo hice la torta
que es en realidad un bizcochuelo con mucho dulce de leche,
por adentro y por afuera. Nada de crema, ni duraznos de lata. NO.
Sólo dulce de leche.
Las velitas son de mi hermano, de años anteriores (se guardan en una caja celeste
que queda en el aparador, detrás de la botella de oporto).
Libros y calcetines tengo de sobra. 
Lo que me gustaría es una pistola de agua a repetición.

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Decir que visité al menos una vez por semana el estudio de Timothy John durante cinco años,
no es exagerado. (Quizás sea conveniente aclarar que él, cuando firma sus cuadros o sus
textos, es T. Behrens, y que puede verse en las solapas de sus libros o en los catálogos de sus
muestras el lugar donde nació -Londres- y el año en que lo hizo -1937-. También suele
informársele al público en general que este pintor británico fue desertor de la Escuela de
Londres, mediante una foto célebre en la que se lo ve sentado junto a Freud, Bacon,
Auerbach, Andrews, etc., conteniendo una sonrisa que le dura hasta hoy.)

Después de un agrio tiempo distanciados, Tim me propone -con la máxima efusión


que la flema contraída en Eaton College le permite- prologar la exposición de sus últimos
óleos. La sorpresa, el honor y la presión del encargo son tan grandes como equivalentes. Sin
lugar a dudas, la amistad es una planta exótica.

Ya en su luminoso piso de la calle Huertas advierto que, si bien la obra reciente sigue
siendo continuación lógica de la anterior, resulta notablemente diferente el modo de pintar: la
pincelada es fuerte y libre, el planteamiento de los modelos está muy lejos del dibujo
controlado, de la línea de borde que lo caracterizaba; la expresión resulta “más plástica”,
espontánea y violenta. Le felicito y él, escéptico, aventura dos hipótesis para explicar el
posible cambio: 1) dispone de menos tiempo para detalles superfluos -con siete décadas a
cuestas las cosas se ven de otra manera-; 2) yo tampoco soy el mismo espectador de años atrás
-es decir, mi mirada mutó, de ahí la improbable apreciación sobre su estilo-.

Esta vez, la idea de que nadie puede volver a bañarse en el mismo río no me convence.
No se trata de una ilusión óptica producto de mi mala memoria; en sus óleos hay diferencias
objetivas, cotejables. Desde mi punto de vista, los veinticinco cuadros que expondrá

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manifiestan - al margen de una prueba de talento y energía impresionantes- una nueva etapa
pictórica de T. Behrens.

Tim lo niega, pero no me importa: por fortuna la pintura es una testarudez que puede
ser revisitada (tal vez sea uno de los pocos regresos al pasado verdaderos). Listos para la
polémica, los dos comparamos los ejemplos actuales, con fotos de aquellos ya vendidos, que
yo recordaba o creía recordar.

−Puede ser que algo de razón tengas −negocia el imbatible Tim−. La vejez y mi ojo enfermo
han provocado ciertos... Bueno… En realidad siempre quise pintar así, más suelto. Como lo
hacía cuando empecé con esto.
−¿Te pusiste académico en el camino? −indago burlón.
−Bueno, chico... Temía convertirme en uno de esos típicos pintores de los 50, tosco y
gamberro. Investigué, busqué. En los 70 casi hacía geometría, je, je…

Entusiasmado por mi pequeña victoria, agrego que además del cambio formal, se ha
dado una transformación desde los contenidos. La Muerte es la temática principal. Hay una
constante de difuntos o de situaciones trágicas que están a punto de desencadenarse (justifico:
el helicóptero que se estrellará, el hombre rumbo a una ciénaga, el tuerto que al parecer no
curará jamás…). Tim sonríe para sí mismo, igual que en la célebre foto del desertor de la
Escuela de Londres. Sin replicar. Reflexionando… Su silencio subraya mi falta de sutileza y
le pido disculpas, pero mi amigo decide contarme una anécdota mientras rellena las copas de
vino:

−Hace muchos años le propuse a una mujer que nos suicidáramos porque sí, en el río Po, sin
más. Una tarde cualquiera. Y estuvimos a punto de hacerlo. Pero en el último momento ella lo
impidió con un argumento perfecto…

Sumergidos en la luz del estudio, Tim brinda conmigo.

−¿Cuál era ese argumento? −le pregunto con sinceridad, ansioso por saber las palabras que
hacen que un artista autodestructivo prosiga con vida, despreciando toda posteridad, pero
trabajando cotidianamente en su obra.
−Ella me susurró llegando al río: “Ciertos pequeños placeres..., todavía quedan ciertos
pequeños placeres…”
−…!
−Escribe sobre eso.

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−¿Qué coño haces?
−Hasta que viniste a interrumpirme escribía.
−¡Pero si en esta puta cueva no se ve un carallo!
−Paco, vos no ves porque sos ciego.
−Y tú gordo, ¡cabrón!
−Lo de gordo tiene arreglo.
−Jo, jo, jo… Cómo eres…
−Hola, ¿qué tal? ¿A mí no me das un abrazo?
−¡Hooooooola, corazón! ¿Y si te doy dos besos?
−¡Siiiií! ¡Muac…! ¡Requetemuac…!
−¿Por qué siempre te aprovechas de mi mujer?
−Fue ella, disculpame. Además, las mujeres no son de nadie.
−¡Muy bien, guapo! Eso es lo que yo le digo, pero ni caso.
−¿Qué le ves de guapo a este?
−Perdona, pero feo, lo que se dice feo no es. Tiene su aquel…
−Ves, todavía le gusto a las pibitas.
−Ay, cómo me chifla el acento… CoraSón… Dime coraSón.
−“¿Qué hora son?” Otros dos besos.
−¡Muac…! ¡Y requetemuac…!
−¿Pibita esta?
−¿Nos sentamos?
−Claro.
−¿En qué andas metido?
−En lo de siempre… Articulillos, prólogos (soy un experto en prólogos), cosas sueltas...
Subsistiendo.
−No te quejes. Haces lo que te gusta.
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−Eso es verdad.
−¿No estabas con lo de la radio luciérnaga?
−El Radio Club Luciérnaga. Sigo, sigo…
−¿Y sacas pasta de ahí?
−Ustedes dos saben mejor que nadie que en este bendito país lo único que funciona es ser
funcionario.
−O tener un bar.
−O ambas cosas a la vez.
−Jo, jo…Ponle otro whisky al artista.
−Gracias, Paquiño… Tomá, un regalo. Lo acabo de terminar.
−¿Título?
−Nocturno.
−Fírmalo. Que si no, no tiene ningún valor…
−Así está bien. Es para que lo registres a tu nombre y te hagas rico y famoso.
−Fírmalo y dedícamelo como corresponde.
−No.
−Pues sí que te lo voy a birlar...
−¿Y para mí no hay nada?
−Son bienes ganaciales, chatiña.
−No estamos casados Paco, ¿qué clase de abogado eres?
−¿Y tú que clase de periodista, qué aún no entrevistaste a nuestro sudaca?

Nocturno

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Los guionistas desocupados de cuarenta años de edad suelen decir “A grandes problemas,
grandes soluciones” y sin más se arriesgan a disparates como embarcarse en la marina
mercante. Es tristemente verídico, estadísticamente comprobable.
 Pero no es posible embarcar sin libreta. Y esa libreta supone distintos cursos. Y esos
cursos, tiempo.
La Unión Europea financia tales actividades de capacitación, entonces el tiempo no es
sinónimo de oro, de efectivo personal; luego, las acertadas políticas sociales resultan un alivio
para los parados. Sin embargo, cierta inercia burlona tiende a imperar hasta la fecha: se trata
de aprobar una larga serie de prolongados cursillos que no aseguran empleo.
Tal vez aquí resida la razón de por qué, para esos osados guionistas cuarentones que
pretenden hacerse a la mar, la variable Tiempo es relativa hasta convertirse en un asunto de
interés… ¿Capital?

-I-
 
Durante el curso obligatorio para obtener los certificados de Seguridad, Supervivencia
y  Lucha Contra Incendios, solía irme caminando, sin un céntimo, desde la Escuela Náutico
Pesquera hasta la luminosa Plaza del Ayuntamiento de Ferrol. Seis kilómetros ida, seis
kilómetros vuelta, siempre de noche.
La Residencia de la Escuela destinada a dar alojamiento a marineros y estudiantes de
fuera de la comarca -como era mi caso-, decorada con simétricas flotas de crucifijos de
madera y de barcos desafiando la tempestad, cerraba sus puertas, sin contemplaciones, a las
doce de la noche en punto. Si a esta regla de acero se le añaden las ineludibles y circulares
conversaciones con los compañeros acerca de fútbol, precio del pescado, pornografía, precio
del fútbol en el mercado, naufragios, y precio de las modelos del fútbol porno que les debe
oler a pescado, se entiende por qué demasiado a menudo prefería guarecerme de la lluvia en
los soportales de la ciudad; presentándome aterido y sin dormir, a la hora del desayuno, en el
titánico salón comedor.
Aparecía adrede cuando ya todos estaban devorando y gruñéndose en sus mesas, y
después de servirme lo mío en la barra me sentaba solo, al fondo, dejando fantasear a su gusto
a las cocineras, al bedel y al resto de la tripulación “estudiantil” acerca de mis agotadoras
fugas nocturnas.
 
En una de aquellas caminatas hacia la luz de las farolas del centro, cambié de
recorrido. Casi sin quererlo, me dejé arrastrar por los callejones del arrabal del puerto, hasta
dar con el reglamentario puticlub y su farolillo, tan tópico y sórdido, pero tan real y
autoconsciente como la mejor Europa iluminada. Fue precisamente ahí, y no en otro
escenario, donde me asomé a la Perfección.  
En vez de una furcia o un travesti a tono con el entorno y sus deleznables olores,
descubrí a una adolescente del Este. Bellísima. Vestía como se espera de las auténticas
prostitutas baratas, pero pretender hacer un retrato gracias a sus prendas -o mejor, a la escasez
de ellas- es estúpido e injusto.
 
Pasmosamente bella.
La piel…, por ejemplo, la piel…
Se trataba de un hada.
Emitía luz.
Al acercarme para comprobar si era real, su fragancia de hembra purificó el aire y
despejó mi cara. A un tiempo se inflamaron mi pecho y mi sexo.
Reverberando me dijo que se llamaba Werronika.
VeRRónica… El acento… Vaya inmoralidad.

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Le acaricié suavemente la mano, el finísimo pelo. Empecé a investigar su lencería.
Ella entrecerró los ojos y sonrió apenas y eso la hizo, aún, más hermosa.
No se comportaba como una profesional. No me exigió dinero.
Me fue dejando avanzar con ternura, mientras ronroneaba palabras extranjeras a mi
oído.
Y ocurrió lo imposible en estos casos: nuestras lenguas se entrelazaron. Con
sinceridad. Sin histeria. En un vértigo total. Podíamos notar las corazas del ego
pulverizándose en cada latido. Un fuego capaz de arrasar muros de prejuicios, de odio
acumulado, de frustración. Ahora era yo un adolescente conmovido. En celo y enamorado.
Entonces, como acostumbro, cometí un error imperdonable:
 
Abrí los ojos.
La doblaba en edad y me sentí un estafador. Difícilmente alcanzaría los dieciocho.
No supe callar. O no quise permitírmelo.
Completamente seguro de perderla, temeroso de ofenderla, tartamudeé que algún día
la visitaría con dinero. Que gastara bien el tiempo.
En silencio, con un gesto más de pena que de hastío, apartó mis manos de su cuerpo,
se dio la vuelta -la espalda remataba gloriosa-, y se fue rumbo a un portal.
“Sin duda llegará a ser una gran profesional”, rumié en llamas.
Pero antes del merecido portazo, brotando de la casa a la que entraba, se escuchó
música clásica. Debussy. Yo había aprendido los acordes de esa partitura hacía siglos, en
remotas y estrictas clases de piano.
Si quisiéramos ser precisos, la expresión correcta para explicar lo que me ocurrió no
existe. Valdría para entendernos la palabra Fulminante.
 
El choque entre su imagen y la música fue fulminante.
 
Siendo un intelectual escéptico, divorciado sin hijos, un completo fracaso vital, vibré
de inocencia. Realmente me enamoré. ¿De quién?
“No lo pienses. Vívelo.”, me aconsejó cierta vez, aquel querido amigo suicida.
 ¿Cómo puede ser?
“No lo pienses. Vívelo.”
Cuatro años zombi, hasta la putrefacción de las lágrimas, y en un recoveco del norte de
España, una noche cualquiera, sin más, resucité. ¿Es verdad?
¿Otra vez?
ELLA ME RESUCITÓ.
“No lo pienses. Vívelo.”
Al borde del llanto rompí en una carcajada. Y como un niño al que envían a hacer la
compra, memoricé la dirección.
 
Esa madrugada volví a la Residencia bordeando la orilla de la cenagosa ría, mientras
rezaba el número del portal. En realidad, casi la sobrevolé, como suelen hacer las ingenuas
aves marinas que confunden la titilante autopista con el amanecer.
Lamentablemente, los lugareños declararon plaga a estas aves insomnes, porque
extenuadas mueren en pleno vuelo provocando impredecibles accidentes. Los marineros
también las odian, pero por motivos más bien morales: sostienen a los gritos que no se trata de
inocentes pájaros cansados, sino de malévolas ratas aladas.

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-II-
 
Me duele mi propia voz y demorarse en lirismos pasó de moda. Ya lo he contado
demasiadas veces y ante un escribiente de comisaría resulta mejor abreviar.
Es obvio que pedí dinero prestado a los compañeros del curso obligatorio, al bedel, a
las señoras de la limpieza, a las gordas de la cocina de la Escuela, y que cada uno, según le
llegó su turno, me mandó a la mierda... Supongo que fue mi recompensa por no esforzarme en
ser popular. O tal vez respondieron de ese modo porque nadie creyó que pretendía comprar
unas bonitas flores y pagar una cena decente.
No me importó en absoluto.
En el estado feliz en que me encontraba, aun sin un duro, salí a buscarla.
A ella.
A Mi Verónica.
(Hago una pausa antes de proseguir porque, aunque comprendo la lógica del barrio
donde la protegen negando su existencia, la forma específica en que se ordenaron los hechos
no fue, digamos..., como este vaso de agua... Natural.)
 
Al portal salió a abrirme, vistiendo una raída bata rosa, una anciana.
La mujer pareció medir el tamaño de mi decepción ante su figura, porque sus ojos
oscuros me fusilaron.
No abrió la boca.
Sin disimular su asco hacia mi persona, respondió negando rotundamente con la
cabeza a mis preguntas; la vieja pretendía con el vaivén de la papada y los mofletes, sumado

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a la masa de sus ubres y de su cintura inexistente, convencerme de que estaba equivocado, de
que no se trataba de ese domicilio.
Pero lo era. No me cabía la menor duda.
Ensayé varios tonos hasta confesarme sin reparos.
Le pedí por favor que me dejara verla.
Que había ocurrido un Milagro.
Que aunque le pareciera un demente la necesitaba.
Que estaba dispuesto a montar guardia y a esperar lo que fuera necesario.
Que incluso estaba dispuesto a ser mejor, a darle mi vida...
 
La anciana cerró los ojos y empezó a entornar exasperantemente despacio la puerta.
Así, voluntariamente ciega. Su gesto me espantó y quise pensar que estaba ante una canalla
que alquilaba habitaciones a putas indefensas o a borrachos desgraciados; que merecía algo de
violencia. Avancé para atemorizarla dando un paso largo y fuerte.
Pero fue ahí cuando vi un reflejo a espaldas de la mujer, o me pareció ver un reflejo en
un espejo, en el fondo del pasillo de la casa...
Empezó a sonar Debussy... En la contemplación de ese reflejo rubio... La puerta,
implacable, acabó por cerrarse.
 
El corazón me pidió un cigarrillo y decidí dar una vuelta antes de insistir.
Fue cuando la noche y el tortuoso trazado urbano me desorientaron, y en vez de
regresar al portal, aparecí en un callejón donde todas las viviendas estaban en ruinas.
Abandonadas. Todas. Al parecer había ocurrido un incendio formidable. Pensé en la
arquitectura más perversa, en la guerra… El viento empezó a arañar las paredes ennegrecidas
y tuve miedo. Un miedo animal, súbito.
Apreté el paso rumbo al bulevar, con sus cafés, sus risas, sus terrazas bajo la increíble
luz eléctrica; pero antes de salir del cono de oscuridad, a lo lejos, en una calleja transversal, se
recortó la figura de una mujer muy joven. Marmórea. Demasiado hermosa.
Instintivamente grité el nombre.
Otra vez, más fuerte: −¡VERÓNICA!
 
Echó a correr. Quedé un instante paralizado.
Y me lancé a la carrera.
En la persecución, cuesta arriba, confirmé que era ella, y también confirmé que los
jóvenes suelen ser ágiles y que yo ya no lo era, quiero decir, no lo soy (siendo cruelmente
sinceros, nunca he sido joven); de todos modos corrí decidido, alucinando finales: una golpiza
de su chulo, mi navaja venciéndolo, los senos erizados, su boca con la mía, un bebé en una
cuna y resbalando en los adoquines me detuve contra un muro a recuperar el aliento y otra vez
su cintura ardiendo bajo mis manos, casi la tenía, acorté las distancias, mientras
acariciábamos un Nocturno a dos pianos y la vieja casera se mordía los labios de rabia y
calentura escuchándonos jadear tras la puerta, jadeando hasta la combustión de los pulmones,
empañando los cristales de la desvencijada pensión carmesí, por último, en el principio de la
pendiente, intuí una llamada telefónica… En un rapto de sensatez, durante la carrera, temí que
esa mujer asustada me denunciara.
“No lo pienses. Vívelo.” Al fin y al cabo se trataba de una cacería en el  acto fallido de
los muelles, entre la resaca y la mugre de los viajes, una violación protagonizada por un
marinero monstruoso y una putilla inmigrante, entonces mi actitud era absolutamente
legítima, ¡sí, eso era!; así que volví a llamarla y mi voz sonó amenazadora, coincidiendo con
un relámpago helado.

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Como sólo en Galicia puede suceder, empezó a diluviar sobre mi rostro, pero yo ya
estaba semimuerto, no sentía nada. Ella se esfumó cuando dobló en la última esquina calle
abajo.
 
Luego, por fin, encontré el portal.
Empapado golpeé y apareció la vieja.
Con los ojos cerrados.
Tras un instante oceánico, los abrió.
Eran azules.
El pelo no era blanco sino rubio.
Estaba mojado.
Una gota de lluvia coincidió con sus pestañas y se fundió en las arrugas de la cara.
Sordo, no reparé que a mis espaldas, bajaron de un coche dos policías de esta
jurisdicción que me redujeron contra el vehículo, logrando que perdiera de vista a la anciana y
recuperara, con el golpe de mi sien en el capot, todo el oído.

(Guardo para mí, el reflejo en el cristal del coche patrulla: una adolescente bellísima dejando
caer su bata rosa, antes de entornar la puerta exasperadamente despacio… Desnuda, mantenía
los ojos cerrados. Como si soñara. El limpiaparabrisas se empeñaba en destruir su imagen.
Sonaba un piano.)

−Si no respetas las reglas del juego es tontería, ¿vale?


−De acuerdo.
−Luego editaré las mejores partes; suelta carrete, como de costumbre, pero sin pasarte, ¿vale?
−¿Sin pasarme como de costumbre?
−Mecachis en la maaaar…
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[En el ático, donde escuchamos gaviotas que jamás vemos, la periodista se acomoda en un
sillón y pregunta.]
−¿Estás listo?
−Estoy listo.
[Enciende la grabadora.]
−¿Cuándo volverás a tu país?
−¿Este no es mi país?
[Apaga la grabadora.]
−En plan gilipollas no. Por favor.
−OK.
[Enciende la grabadora.]
−¿Cuándo tienes pensado volver a la Argentina?
−Cuando el Peronismo pierda democráticamente y Maradona sea difunto.
−Entonces falta mucho...
[Risas.]
−Muchísimo. Es más probable que el Peronismo pierda en las urnas a que Maradona estire la
pata...
[Más risas.]
−La pata zurda, por supuesto... 
−La milagrosa, claro. Además, es un sueño imposible.
−¿Que muera Maradona es un sueño imposible?
−¡Pero qué mala sos…!
−Ji, ji…
[Él se levanta y se sirve un whisky, con dos piedras de hielo, en vaso bajo.]
−Digo que volver es EL sueño imposible… Ya sabés: “Volveeeer, con la frente…”
−Como cantaba Gardel.
−Él canta, no cantaba…
−Ah, sí, ¿cómo es que decís vosotros? Que “Canta cada día más”, ¿no?
−Que “Cada día canta mejor”.
−Eso. ¿Y por qué?
−Porque ocurre lo mismo que con Perón. Los que le siguieron lo hicieron tan mal…
−¿Y Julio Sosa? ¿Y el “Polaco” Goyeneche?
−Me parece que algún muchacho del Río de la Plata te está pasando “la data pulenta”…
−Ji, ji, ji… (Shhh…, evita hablar en lunfardo que me complicas la entrevista, ¿vale?)
Entonces, ¿en el caso político todos lo hicieron peor que Perón?
−Hubo una excepción: el Doctor Umberto Illia. Un auténtico prócer. Absolutamente olvidado.
Humillado y olvidado… Era demasiado para el gusto de las mayorías.
−¿Las mayorías se equivocan?
−¿A vos qué te parece?
−No sé, el entrevistado eres tú…
−La multitud eligió a Barrabás…; perdón, a Hitler…, perdón, quise decir a Berlusconi…
−También eligió a Obama.
−Un gran profesor de Derecho Constitucional, según Bin Laden…
−El mal menor.
−¿Hitler era “el mal menor”?
−¿Comparas a Obama con Hitler o con Berlusconi?
−Te soy sincero, prefiero no hablar de política. Me aburre.
−Empezaste tú. Estábamos hablando de Gardel y saliste con Perón, ahora te aguantas.
−Touché.
−Ji, ji, ji, ji, ji…
−¿Qué te causa tanta gracia?

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−Tus contradicciones.
−¿Como cuáles, si se puede saber?
−Como que si pierde en las urnas el Peronismo la democracia tiene sentido, y si no, es que las
mayorías están equivocadas.
−¿Leíste Caníbales y reyes?
−¿De quién?
−De Marvin Harris.
−No.
−Mmmm…
−¿Importa mucho?
−¿Y A sangre y fuego?
−Me suena…, ¿también de Harris?
−Chaves Nogales.
−Lo siento, la verdad es que no… Hablábamos de tu visión de la política.
−…Te repito que la política me aburre.
−¿La política latinoamericana también te aburre?
−La política humana en general. Además, llevo casi veinte años fuera de Sudamérica. Ya no
sé nada. Por favor, sé buenita, hablemos de Literatura.
−Muy bien... Empecemos por tu trayectoria.
−Ufff…, ¿mi currículum no podrías repasarlo vos en tu casa?
[Apaga la grabadora.]
−José Luis, la función de esta entrevista es darte a conocer.
−Ese es el propósito de cualquier entrevista, querida.
−Vete a tomar por ahí.
−“No me des consejos, dame direcciones.”
−Vete a tomar por el culo.
−Bueeeeeno…
−Y no soy tu querida… ¿De qué hablábamos antes de Perón?
−De la imposibilidad de volver.
−Arráncate…
[Enciende la grabadora.]
−Es imposible volver. Aunque Gardel sostiene que se vuelve, pero con otro corte de pelo…
−¿Más o menos como el tuyo?
[Carcajadas a dúo.]
−La calva te queda bien…
−Y a mí las miopes me vuelven loco, ¿cuántas dioptrías?
−A ver… Centrémonos. Qué decías de Gardel.
[Ella besa una botellita plástica de agua que trajo de casa. Él le pega un buen viaje al cuarto
lingotazo del día.]
−¿Te pongo un whisky?
[Apaga la grabadora.]
−No, caballero…, continuemos…
−¿Un té? Tengo un té buenísimo…
−Continuemos.
[Enciende la grabadora.]
−¿No crees que cumples con el cliché del argentino intelectualizado que prefiere ir de
incomprendido en el extranjero a comprometerse con la realidad de su patria?
−Mon Dieu... ¿Podés repetirme eso?
−Sí.
−¿A ver?

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−¿No crees que cumples con el cliché del argentino intelectualizado que prefiere ir de
incomprendido en el extranjero a comprometerse con la realidad de su patria?
−¿Patria?
−Sí. Patria.
−… Lo primero que debo decirte es que yo no creo. Intento pensar. Fui víctima de la religión
hasta que tuve capacidad de razonar. Y lamentablemente fue bastante tarde.
−¿Hablas de la Iglesia Católica?
−Hablo de la Católica Apostólica Nazi. No paré de contártelo todos estos años...
[Apaga la grabadora.]
−QUE-NO-NOS-CONOCEMOS, hombre...
−Cuesta, che...
−Volvamos con Gardel, que íbamos bien.
[Vuelve a encenderla.]

Acaso la serie de mayor éxito de todos los tiempos, antes de Seinfeld o El Quijote, sea El
viacrucis. Catorce episodios. Pero, aunque cueste creerlo, muy recientemente fue
perfeccionada. Sí. Después de una fuerte campaña de marketing a escala planetaria, se relanzó
El viacrucis en una lujosa edición digitalizada que ha dejado boquiabiertos a público y crítica
por su doble final. En realidad, el nuevo e inquietante capítulo quince: RESURRECCIÓN,
figuraba ya en el primer guión; pero es ahora, siglos más tarde, cuando las nuevas tecnologías
han permitido animarlo con todo el esplendor que se merece, dándole la necesaria
verosimilitud. Además, en el marco de la aspiración vaticana por llegar a ser la Santa Sede del
próximo Mundial, se ha modificado el himno de los socios, El Padre Nuestro, actualizándolo
con arreglo a las tendencias del siglo XXI. La cosa va en serio. A tal punto que la tradicional
institución ha implementado cambios en la Comisión Directiva y fichado como Director
Técnico, por primera vez, a una eminencia sudamericana.
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Ante semejantes transformaciones, algunos se sienten encantados, otros ofendidos, y
unos cuantos alcanzan tal grado de desconcierto que acuden a mí para que les dé consejo…
Sin pontificar y sin que sirva de precedente, lo daré:
 
Sugiero vivir las estaciones del viacrucis, o disfrutar de la última temporada de
Seinfeld, ya sean catorce o quince episodios, ignorando el final. Digo que, visto el rotundo
fracaso de los sueños colectivos (esas intuiciones felices de la Humanidad que devienen en lo
opuesto), resulta mejor no saberse el desenlace de casi nada. 
 
¿Por qué es satisfactorio mi Método de la Ignorancia Consciente? 
 
Porque “saber demasiado” se hace intolerable. Para no acabar suicidados, el ejercicio
consiste en una doble operación mental: la saludable pérdida de la ingenuidad, sin renunciar a
la necesidad vital de creer. Esto nos permite disfrutar, por ejemplo, del carpintero Jesucristo
en la precuela del Calvario, cuando ponía en práctica el slogan “Si se comparte el pan alcanza
para todos y sobra”; o en su mejor interpretación tarantiniana, cuando echó a latigazos del
atrio a los vendedores de souvenirs. Hablo de concebir estas escenas olvidando
voluntariamente el argumento archiconocido: Yoshua, el hombre más bueno y mágico del
mundo, será abandonado por todos, desde su  padre, hasta los exleprosos e íntimos amigos,
antes de ser ajusticiado de la peor forma imaginable por decisión unánime de un jurado
popular. (Hablo de poder escuchar en la radio del domingo las bienaventuranzas del Papa de
moda, o las promesas del Premio Nobel de la Paz de la Casa Blanca, o los cambios en la
delantera del Real Club Deportivo de La Coruña, esbozando una mueca, sin dejar de jugar al
solitario, mientras se cuecen los espaguetis.)

Afino: permitirse un respiro humorístico frente a la perspectiva de la crucifixión


personal; considerando, por supuesto, la Resurrección, como otro filme de zombis.

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−Gardel nunca se fue, siempre está llegando.
−¿Porque era uruguayo?
−Era francés.
−Típico de tu tierra.
−¿Típico…? ¿Fuiste?, no sé, digo, para estar tan segura de lo que es típico tendrás que haber
estado alguna vez…
−Hablo de la masiva inmigración europea; pero noto que mi observación te fastidia… Me
gustaría saber por qué.
−Además de la política, me aburren las caricaturas.
−Sin embargo tu último libro lleva caricaturas, ilustraciones feroces y políticas, por cierto.
−Un martillo sirve para clavar clavos o para romper cabezas, ¿no?
−No entiendo.
−Que toda herramienta sirve según el uso que se le dé. La caricatura a veces sirve, a veces no.
Fijate con las frases hechas: “Los médicos israelitas son los que mejor operan”, “Los que
piden limosna tienen una cuenta millonaria en el banco”, “Fumar tabaco negro es mucho más
sano que fumar tabaco rubio”… Son caricaturas que empobrecen, que no aportan porque son
falaces.
−Ya…
−¿Leíste El tío Facundo de Isidoro Blaisten?
−Va a ser que tampoco…
−Obligatorio.
−¿Puedo agregar otro lugar común, caballero?
−Faltaría más, señorita.
−Los argentinos usan un vocabulario apabullante creyendo que eso les da siempre la razón…
−Vaya obsesión con los plurales y la topografía… “Los” argentinos… ¿En España cómo es?
−No siempre tenemos razón.
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−Debe ser muy bonito, voy a ir de visita, a ver si me entrevista una periodista bellísima con
gafas Ray-Ban…
[En un inesperado movimiento, él le estampa un beso en la frente, luego rellena el vaso.] 
−¿Ahora incursionaremos en el tópico de El Macho Seductor?
−Mirá, sin ánimo de ofender: no me siento identificado con tus generalizaciones. Yo no soy
un argentino que cree tener siempre razón aunque no la tenga. Ya te dije que trato de pensar,
en lugar de creer. Y ni soy argentino, ni muchísimo menos un macho seductor. Basta con
verme.
−¿Entonces no eres argentino?
−“No. Soy alcohólico.”
−Ves: siempre queréis tener razón.
−¿¿¿Queréis??? ¡¿Acaso soy el Espíritu Santo para que me hablés en plural?!
−¿Me vas a tratar precisamente a mí de xenófoba?
−Eso no sería nada, lo peor es que no pillás los chascarillos.
−Chascarrillos que utilizas para creer que siempre tienes razón. ¿Sí o no?
−La razón está sobrevalorada, es sólo una parte del Universo… Nosotros mismos, como
mínimo, somos una dualidad: consciente-inconsciente, cuerpo-espíritu…
−Veo que prefieres plagiar a Ernesto Sábato a contestarme…
−Bueno, bueno, bueno… Con la Iglesia hemos topado… ¿Te respondo “En mis propias
palabras”?
−¿Puedes…?
−…Yo jamás aspiré al título de razonador olímpico porque no es mi fantasía en absoluto. ¿Te
sirve?
−Eso sí que es interesante. Háblame de tu fantasía.
−¿La recurrente?
−La Fantasía, con mayúsculas.
−Saltar sobre el abismo de tu escote; “…sobre el abismo de tu escote hasta sentir, que
enloquecí tu corazón…”
[El entrevistado se aproxima peligrosamente al escote.]
−Joder... Paso de esto. 
−¿De qué?
−De tus faltadas.
[En un golpe de mano él se apodera de la grabadora.]

50
Una pena, pero es así: conocer “El final” lesiona la belleza del recorrido. Del momento
histórico que se transita, real, puntual. Esto sucede porque a la razón le es imposible funcionar
de otra manera, es su naturaleza. A ella, a la razón -aunque sus amantes argumenten
fervientemente lo contrario- le da más placer alcanzar conclusiones que hacer preguntas.
Antes de pisar el acelerador, necesita encontrar en la guantera un mapa o un GPS
tranquilizador. Qué niña bonita la razón. Poca civilización existiría sin su empeño; todo sería
sermón, mutilación genital femenina y garrotazos. Hermosa por su coraje, por su visión
totalizadora, por su persistencia insaciable; ¡oh, La Diosa Razón! (aunque, siendo sinceros,
esta muchacha no pasa de ser un polvo estilo National Geographic, revisitable en Internet
hasta el aburrimiento).
 
Luego está la Vida: una empleada doméstica que, cuando termina de regar las plantas,
se acompaña en la guitarra haciéndote reír, bailar y, en ocasiones, llorar. La ‘porhora’, con
problemas de lectoescritura, rápida para las cuentas, conservadora y a la vez milonguera, muy
trabajadora, eso sí…, ¡menuda tetuda ultra caliente, la vida! Te dice que se tomó la pastilla
para no quedar embarazada, y no lo hizo. Pero no con la intención de chantajearte, de
atraparte para que la mantengas el resto de tu miserable existencia -la vida siempre ha
sobrevivido por sí misma-, pasó de tomarla para que no se pierda un rasgo tuyo, el color de
tus ojos; perdón, me equivoco, un destello que vio en tu mirada la mañana en que le sonreíste
con cara de bobo. Menos mal que te diste cuenta… Tal vez mintió para no morirse vieja y
sola. O para salvarte de tu colosal egolatría... ¿Menos mal?

−Vaaaaa, vaaaaa, vamos, no jodas, se trata tan sólo de la vida, una extranjera
indocumentada... Vaaaaa... Machote, fíjate en mí… ¡Pero toca bien, coño! La vida es una
fórmula mejorable en cualquier laboratorio, ¿te das cuenta? ¿O te muestro la otra línea
mamaria? Vaaaaa... Nadie me ama porque dicen que soy igualita a millones y millones...
51
¡Vaaaaa, mienten! ¿No me recuerdas? Soy Dolly. El rubio es natural, los tirabuzones de
peluquería. ¿De verdad no me recuerdas? ¡Soy hija legítima de tu ex esposa, La Razón! Sí, D-
O-LL-Y… Vaaaaa, me voy, se te acabó la yerba...

−¡Devuélveme eso, mamón de mierda!


−Por favor, querida, un poco de relajación… 
−Ni relajación ni pollas, ¡y no soy tu querida, joder!
−¡¿Pero al final los chistes de gallegos son verdad, carajo?!
−¡Dame mi puta grabadora, hostias!
−Querida.
−¡¡¡De querida nada, imbécil!!!
−¿¡Pero será posible la reputa madre que los re mil parió!?¿Será posible? ¡Si digo “tía”, en
vez de “querida” sabés perfectamente que yo no soy tu sobrino...! ¡Querida, QUERIDA, que-
ri-da, es una forma cualquiera de llamar a alguien, como gordita, como flaquita, como negrita
o como la reconcha recalcada de su puta madre, ¿entendés querida?! ¡¿Pero cuántas, cuántas
veces hay que explicar las cosas, nietos de la reSanPuta, hijos de un vagón de yeguas
putas?! ¡¡¡¿Pero es que acaso son todos pelotudos en este puto país?!!! Dios mío… Qué solo
estoy, de verdad… Qué solo estoy…
−¿Ahora te vas a poner a lloriquear?
−Andá a cagar.
−¿O a contarme por centésima vez lo de la zorra de tu mujer con el mierdas de Peter?
−No era un mierdas. Era un yonqui.
−Pues eso.
−Esto sigue grabando.
−Apaga. La entrevista terminó. Qué digo, nunca empezó.
−¿Pero por qué te ponés así?
52
−¿Pero por qué te ponEEEEÉs…? ¿Pero por qué te ponEEEEÉs…?
−No me imites el acento que te sale como el culo.
−Te sobraste, tío.
−¿Con qué?
−Con lo del escote.
−Para mí de tu escote no sobra nada de nada…, todo lo contrario…
−¡Vine a echarte una mano, no a follar, joder! ¡¿Puedes parar de sobarme?!
−Increíble, corazón, antes te encantaba.
−CoraSSSSón… CoraSSSSón de melón. ¿Dónde está mi abrigo?
−Dos melones para ser más exactos.
−No causas puñetera gracia. 
−Según a quién.
−A mi marido ya no le haces ninguna, te lo aseguro.
−Una pena que Paco no esté acá; digo, para que te escuche lo de “mi marido”.
−Te aseguro que si estuviera él aquí, ahora lo estarías pasando muy mal.
−Pero no está…
−Déjame, por favor…
−“...sobre el abismo de tu escote hasta sentir...”
−De verdad, Jose, esto tiene mucho delito…
−Dejale las leyes a los abogados…
−Tanguista de los cojones...
−Tanguero, tanguero...
−No puedo seguir haciéndoselo…
−Tanguista es el que te tanga.
−Escucha…, estoy con el tratamiento a tope.
−¿Y qué?
−Que estoy ovulando a lo bestia…
−¿Y?
−Nunca voy a dejar a Paco, ¿lo entiendes?
−Eso es perfecto, corazón...
−Otra vez…
−Corazón…
−¿Haz visto qué luna?
−Sí…
−Ponte condón, por fi…
−Corazón…
−Sigue…

53
Según el insufrible autor de este catálogo de horrores, Los Zochoris son una familia de italo-
gitanos, zíngaros del Adriático, que practican un número ambulante verdaderamente peculiar:
mientras bailan en una pata, esgrimiendo sus temibles dagas, cortan pepinos -pero finiiiito,
finiiiito- para hacer ensalada. Leámoslo en sus propias palabras:
 
“...contrariamente a lo que cualquiera supondría, Los Zochoris no tienen un éxito
rotundo entre el público infantil. Quizá, porque no está al alcance de los niños comprender lo
complejo de su disciplina. Los ingenuos diablillos acaban por sentirse defraudados con el
final del número: comerse la ensalada de pepino junto a sus padres (vale dejar constancia que
la sirven, también saltando en una pata, las ocho turgentes y vaporosas hijas del patriarca; por
supuesto, sin clavar el tenedor en el paladar de los boquiabiertos) [...] En realidad, el final de
este prodigio llega cuando se hace la digestión y se eructa durante toda la noche. Es entonces
cuando el campesinado adulto comprende la magnitud del arte de Los Zochoris. [...] las
jóvenes parejas, incluso los matrimonios ya consolidados, se abrazan exclamando: ¡Lo
hicieron saltando en una pata! ¡Saltando en una pata...! [...] Millares de hijos de la Apulia
fueron concebidos en esos retorcidos abrazos nocturnos, entre procaces comentarios,
respiraciones truculentas y observaciones al pepino. De ahí que, aunque el procedimiento de
Los Zochoris aburra un poco, los pobres siempre asistan con sus vástagos y paguen...”

Lectores escépticos y camarógrafos, sobre todo los que no grabaron programas en


Italia, sostienen que esta historia es completamente falsa, que se trata de una torpe alegoría
para explicar la función de los publicistas durante las Navidades, de esos sinvergüenzas
(como el insufrible autor de este catálogo de horrores):

Especialistas en ti.

54
Yo: Primero la mala: se termina Radio Club Luciérnaga. Confirmado.

Jirafa: mierda

se veía venir

cómo vas a despedirte?

Yo: No pienso despedirme, será un programa más, a ver si así la gente presiona.

Jirafa: pillín...

y la buena?

Yo: Me encargaron otro video-clip. Un plagio de Rammstein...

Jirafa: pajarito!!!

Yo: Buena guita.

Jirafa: contame

estoy en la oficina al pedo

55
Yo: OK

Una ciudad por donde pasean mujeres,

van de compras y llevan con correas a los hombres.

Son sus perritos.

Ellos no van en cuatro patas. Pueden ir adelante, al lado, atrás

pero con correa.

Jirafa: a Teresita no le va a gustar

Yo: Alguno muy bravo con bozal.

Jirafa: eso está mejor, uno para mi suegro!!!

Yo: Ja, ja, ja

El cantante del tema es llevado por una diosa.

Una MILF

perfil Mónica Bellucci

Jirafa: a Teresita no le va a gustar, pero a mí sí :)

Yo: A veces él le olisquea el cuello, se agacha como si tal cosa hasta el culo,

Jirafa: comprensible

Yo: ella se ríe. Parecen felices.

Le acaricia el pelo y lo deja atado en la entrada de un mega Centro Comercial.

Otras mujeres hacen lo mismo con otros hombres,

pero va pasando el tiempo y a él no lo vienen a buscar.

Jirafa: qué triste

Yo: Se cierra el centro comercial, aúlla el estribillo…

Jirafa: bien

Yo: Por último un guardia jurado llama a la perrera.

Jirafa: guardia jurado???

Yo: un vigilante

56
Jirafa: ya, ya

Yo: El cantante-perro logra zafarse

y se echa a correr por las calles mal iluminadas.

Se ve confusamente a hombres-perros montando

a sus dueñas en los portales,

Jirafa: perreando

Yo: correcto

el cantante sigue y sigue corriendo como en una pesadilla

ahora por un boulevard

Jirafa: estilo la peli

qué bello es vivir?

Yo: Exacto Jirafa!!!!!

Olfatea un rastro: recuerdos de los días de oro, fogonazos de “aquellos días”

pero empieza a llover demencialmente.

Por muy poquito no consigue dar con su propia casa

(donde la dueña, por supuesto, ya está con otro).

Termina vagando por una carretera general, con los acordes finales…

CHAN-CHAN

Jirafa: y si

un bandoneón no le vendría nada mal

Yo: ¿Veredicto?

Jirafa: antes una pregunta

Yo: Escucho

Jirafa: por qué la dueña está con otro y no con otra?

57
Pues bien mis queridos luciérnagos, mis queridas luciérnagas, la palabra que nos ocupa hoy
es: REGRESO.

Regreso...
Ayer, después de realizarle una visita higiénica a una enfermera del Hospital
Rivadavia, que me trató de cierta forma que prefiero callar por pudor, ocurrió algo notable. La
muchacha, a fin de evitar que la echen por hacer pasar gente a la parte de atrás -del Hospital-,
me cedió hábilmente la bata blanca de un médico. Y así, camuflado, logré salvarla de un
escándalo eludiendo el control policial.
¡Ay, ingenuo de mí..., creía que los había engañado con mi caracterización de
Proctólogo! Pero en el tráfago de la avenida Las Heras, un señor mayor que esperaba en la
cola del colectivo 60, señalándome con su paraguas, me desasnó vociferando en indignado
tono salmantino: −¡Mirad a ese chaval, no pasa de los doce años y va a la escuela con gafas de
pastillero! ¡Esto es el acabose!
Gracias al señor un tanto unamuniano, que confundió la bata del médico con un guardapolvo
escolar (de la gloriosa escuela Laica, Gratuita y Obligatoria), se me antojó que yo bien podría
ser el porteño capaz de hacer realidad la hazaña imaginada por el maestro Alejandro Dolina:
pensé que, aunque tengo más de cuarenta años, reúno las condiciones ideales para semejante
aventura -la altura que ostento es la misma que cuando iba a séptimo grado y soy, además, un
melancólico cabal-; concluí, como todos se habrán dado cuenta, que era el momento de
adaptar la Refutación del Regreso.

58
Los hechos confirmaron mi intuición: en la puerta de entrada de la Escuela nadie
advirtió, a pesar de mi barba, que tengo más de doce años. Aunque sorprendido, lo atribuí al
tremendo problema del fracaso escolar, y sonriente ingresé con el malón. Derrochando
destreza jugué al mete-gol-entra con un bollito de papel metalizado de alfajor Guaymallén y
ya, para cuando sonó el timbre, me había ganado la confianza y la admiración de mis nuevos
compañeros. En el momento crucial de formar filas, en que corría serios riesgos de ser
descubierto por algún docente, decidí tomar distancia entre los pelandrunes de séptimo,
ubicándome distraídamente por el medio, detrás de un alumno descendiente de japoneses al
que llamaban ‘El ponja’. Resulté convincente. Y entonces, después de treinta y cinco años,
mientras izaban la enseña patria, entoné el aria Alta en el cielo -rebautizada como Saludo a la
Bandera- perteneciente a la primera ópera argentina, escrita originalmente en italiano.

Voy a hacerles una confesión, queridos Socios y Socias de Radio Club Luciérnaga,
lloré de emoción. Por fin, después de treinta y cinco años, logré entender qué significa la
palabra AZULUNALA. (Son en realidad tres palabras que hacen referencia al azul de/un/ala
de la bandera nacional.)
Esto del retorno sin sobresaltos a la Escuela Primaria me entusiasmó tanto que empecé
a llamar a un par de amiguitos de mi promoción, gracias al teléfono del médico que me llevé
por accidente en la bata robada. Pero fue tamaña osadía lo que delató mi impostura. El
Director de la escuela me reconoció de inmediato. Igual, pero igual que antes, el Sr. Etchart,
colorado como un tomate, se acercó con paso enérgico hasta escupirme en la cara: −¡Ducid,
no crea que no me había dado cuenta! ¡Tiene dos amonestaciones! Acompáñeme a la
Dirección.
Yo pensé para mis adentros: “Al menos algo no ha cambiado en este mundo
vertiginoso, el Sr. Etchart sigue teniendo problemas con su enjuague bucal.” Los niños que
me rodeaban intentaron defenderme chillándole al Sr. Etchart: −¡No sea malo con ‘El abuelo’,
Sr. Etchart, ¿no se da cuenta que es un chiflado?!
Entonces me agarré a trompadas como con diez a la vez. Jamás voy a admitir que mis
compañeros me apoden ‘El abuelo’.
Para terminar de completar el desgraciado cuadro, el Profesor X acudió a separarnos.
Broma cruel del destino..., ¡justo era él quien estaba a cargo del patio! Enojadísimo, ni
siquiera me saludó, y lo que es peor, de un modo anodino, aburrido, como es su costumbre,
quiso interceder a mi favor explicándole al Sr. Etchart la idea genial de nuestro programa
radiofónico imaginario.
El Profesor X argumentó que es necesario buscar información observando la realidad
de cerca -incluso hasta el extremo de pretender recuperar la infancia- para poder definir una
simple palabra. Dijo que había en este asunto del Radio Club Luciérnaga una noble inquietud
pedagógica. Agregó, para interesar al director, a las maestras, y a todo el alumnado que nos
rodeaba estupefacto, que la palabra clave de la semana sería Regreso. Lo llevaron a la
Dirección conmigo.
TANGO INSTRUMENTAL: Sónico de Eduardo Rovira
Ya a las ocho de la mañana a ambos nos habían echado de la escuela y caminábamos
por la avenida Las Heras en silencio, mirando hacia el suelo, como en un cuento de Isidoro
Blaisten: “…Cada uno con su visión interior distinta. El Profesor X, que a pesar de su timidez
tiene en realidad alma de artista, soñaba con lucir un traje a rayas, cantando Balada para un
loco en el teatro más importante de París, ¡estaba la Reina de Inglaterra y las mujeres le

59
tiraban flores! Yo, absorto, imaginaba a una adolescente rubia, bella y tuberculosa tocando el
arpa para mí, en la alcoba helada de un castillo irlandés...”
Al llegar a la intersección con la avenida Callao ambos comprendimos, sin necesidad
de decir una palabra, que no teníamos ningún lugar a donde volver, excepto a esa radio que
inventamos todos las semanas en la oscura soledad de una habitación de Europa (ayudados
por el gran Johnnie Walker -en vaso bajo, con dos piedras de hielo-). La luna llena, que
rodaba cuesta abajo, se detuvo justo ante nosotros suavemente y, sin ninguna dificultad,
subimos.
De este modo extraño, aunque eficaz, fue como logramos regresar al concurrido
auditorio de Internet. Es un regreso modesto, ya lo sé, pero otra vez, damas y caballeros, acá
estamos.

−¿Qué tal está don Jorge?


−En silla de ruedas y sin beber. Pero muy bien de coco.
−Sin poder beber lo dudo.
−Pues no lo dejan beber.
−¿Fumar tampoco?
−Un pitillo al día, bajo vigilancia.
−Pero qué, ¿está en una cárcel?
−Ojalá… En una Residencia “para mayores”. El último grito de la moda gallega… A ver si
adivinás.
−¿Cauce Pleno?
−Estaba en esa hasta que cerró.

60
−¿Cómo va a cerrar si abrió el año pasado?
−Mala gestión, supongo.
−PUTA CRISIS. De mala gestión, nada. PUTA CRISIS.
−¿Para qué me preguntás, Paco?
−Estudié en Santiago con el socio mayoritario, no tienes pajolera idea.
−Llevás un pedo curiosillo hoy…
−¿Y qué?
−…Te decía que a Jorge lo trasladaron a una nueva que empieza por P…
−Por P…
−A ver, a ver…
−¿La que queda pasando el Putiferio?
−No, joder… La letra P no siempre tiene que ver con Putas… Aunque la Residencia sea un
nuevo invento de una empresa muy pero que muy puta…
−¿La genialidad que montó Amancio?
−¡Correcto!
−Carallo con la crisis… Qué fuerte…
−Lo fuerte es que intenté explicarle a los médicos que Jorgito tiene OCHENTA Y DOS
AÑOS, que ya está en edad de tomarse un vino con un colega sin que le rompan las pelotas.
Pero fue inútil. Me echaron.
−No me lo puedo creer.
−Como te lo cuento. De buenas maneras, pero me echaron. También influyó que yo no
llevaba una botella: fui con una caja.
−Ya me parecía a mí…
−El rioja de El Secreto, el que a él le gusta tanto… Pero no hubo caso.
−Qué cabrones.
−Sí. Encima un segurata se quiso hacer el vivo y “requisarme” la cajita. Imaginate como me
puse.
−Me lo imagino, me lo imagino…. ¿Y el otro viejo?
−¿Tim? También en silla de ruedas, pero abreva todo lo que puede.
−Jo, jo… El inglés es increíble.
−En un futuro no muy lejano se descubrirá que los anglosajones tienen otro sistema hepático.
−Son la puta hostia.
−Aluciná: ayer, después de bajarse media botella de tequila -sin querer, de a chupitos- se
sintió un pelín mal…
−Jo, jo, jo…
−…y me pidió que le escribiera la necrológica.
−JO, JO, JO…
−¿Y a que no sabés con qué argumento?
−Sorpréndeme…
−“Para poder corregirla en vida.”
−¡Con dos cojones!
−Muy fuerte.
−Me parto… ¿Lo hiciste?
−Of course!
−¡Me cago en la leche, te juro que eres el único “boludo” que mola, y mira que conozco
“boludos” a punta pala! ¡Dame un abrazo…!

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Desde que se quebró el brazo derecho, y ya no pudo volver a pintar como fue su costumbre
durante medio siglo, desarrolló un testarudo sistema de escritura al límite de lo visualmente
legible. No obstante esa dificultad, la acumulación por goteo de un poema cada tres o cuatro
días resultó de un volumen y calidad tales que, en vez de salir en busca de un médico, Tim me
convenció para que hallase con urgencia un editor.

Entusiasmado con su inesperada salud literaria, mi amigo, no hizo ningún tipo de


concesión a consejos sanitarios razonables, ni siquiera a los de Diana, su leal esposa. Lo que
sí hizo, para suavizar la exhalación de una obra póstuma, fue incluir algunas “reflexiones
ligeras”, ciertas “melodías de pasaje” descartadas en una publicación anterior.

Al contabilizar con alegría las primeras cien páginas válidas -en nuestra base de
operaciones, el Restaurante Calypso-, empezamos a imaginar títulos para su futuro libro,
como El brazo azul, La espera, 3 A.m., El apogeo del idiota, y terminamos por reírnos a
carcajadas con el correcto: AQUÍ SE PUEDE FUMAR
 
Ante mi justificado temor de que la inoportuna muerte llegara sin que hubiésemos
acabado con la corrección de los textos, me calmó diciendo:
 
−José Luis... Yo temo algo mucho peor: no terminar de leer el segundo tomo de Graves;
Claudio, el  dios. Voy por las infidelidades de Mesalina.
 
Ahora mismo, contemplando las manos yertas de Timothy John Behrens (Londres, 2
de junio de 1937 - ¿...? ), estoy convencido de que el Emperador Clau-Clau (Lyon, 10 a. C. -
Roma, 54) lo pondrá al tanto, personalmente, del final de la novela.

62
Porque ambos son escritores de lengua latina
Porque ambos son enemigos de las deificaciones
Porque ambos son amantes del vino
 
La Amistad brotará necesaria como la Risa
Limpiando el horizonte
De todas las lágrimas

Y porque comprendo lo desorientado que quedo en la Tierra, ruego a mis dos dioses
tengan para conmigo una eternidad de humor, a fin de aceptarme en los guateques de sus
soleados jardines cuando lo consideren justo y necesario (preferentemente en días hábiles).

Así sea

−¡Pssst, guapa! ¡Eh, guapa…! Ponnos la penúltima y cóbrame todo a mí.


−Vamos a medias, por favor; hoy tengo “biyuya”.
−¿Qué?
−Patacones.
−Relaja esa mano, bolUUUUUdo…
−Me parece que el único boludo acá sos vos.
−¡Recoge eso, coño!
−A medias…
−¡Qué más da, tío! Será por tarjetas…
−Gracias, loco. No sabés lo que me cuesta ganar guita honrada.
−Jo, jo… Tranquilo, sé que algún día triunfarás en la tele y me invitarás a putas y marisco por
lo menos durante un mes. ¿O no?
63
−No.
−Capullo. Apura la copa. ¡Chin chin!
−¡Salud!
−¿TE HAS FIJAO EN LAS BUFAS DE LA CAMARERA?
−Bajá la voz o me voy.
−¿Sí o no?
−Paco, son tetas traducidas al sistema braille, por eso llegás a verlas.
−Enano cabrón… No se porque te aguanto. ¡Dame otro abrazo…!
−Venga…
−¡Aprieta, coño…!
−Uhhhg… ¡¡¡Pará un poco, che, que me estás estrangulando…!!!
−¡No vales una mierda, mariquita!
−Ya empezamos…
−Lo que pasa es que mientras tú estabas cascándotela yo jugaba al rugby. Jugué más de veinte
años, primero de ala y después de pilar.
−Y también jugaste una temporada al hockey en los Maristas…
−El mejor portero.
−…y ganaste una regata a los dieciocho años…
−Todavía me recuerdan…
−…y seguís siendo socio del Naútico porque al menos van el mayor y la pequeña, el del
medio no porque salió golfo como tú…
−Te prohibo que hables de mis hijos.
−… y tu abuelo, el Contralmirante, pudiéndote librar de la mili…
−¿Cómo lo sabes?
−…no me interrumpas; y tu abuelo pudiéndote librar de la mili te lo puso peor para que las
pasaras canutas-canutas-canutas; y te follabas a las dos hermanas del dueño del bufete dónde
entraste gracias a tu padre; y cuando se enteró tu esposa (culpa de una chacha en común) te
dejó ipso facto y acabó quedándose con el apartamento y la mitad del chalé de Santa Cristina
que tiene unas vistas que te cagas…
−Por favor, termina, antes de que te reviente.
−…y para completarla, el mejor oculista de la ciudad -que es una eminencia a nivel europeo-,
hace poco más de tres años…
−5 (cinco).
−…perdón, hace cinco, te operó, dejándote ciego del ojo derecho y con un 40 % de visión del
otro, pero pasaste de meterle un juicio por mala praxis y de ARRUINARLO y FORRARTE
porque es un amigo de tu familia de toda la vida... Fin. Fine. The End… ¿A ver cómo me
revientas?
−Qué mal estás, chaval. Das mucho miedo.
−Cualquiera de este pub recita tu vida de memoria, Paquiño.
−¿Sabes?, cuando hablas así pareces la puta de mi mujer. Ahora mismo me he dado cuenta
que me odias.
−OK, Paco. Hablemos.
−¿De qué?
−De tu mujer.
−¿De la periodista?
−¿Tenés otra?
−¡Niña, no me seas tan rácana con la ginebra…! ¡Echa que yo pago, joder, no como el muerto
de hambre éste, jo, jo…! Así, cargadito…, cargadito… ¿Recuerdas que una noche dijiste que
“Las mujeres no son de nadie”?
−Sabias palabras…
−Pues con la periodista tuvimos un aborto y se piro a Madrid.

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−¿Estás de broma?
−No. Se piró a Madrid, a casa de su madre.
−…
−Ella no quería abortar y estaba de casi cuatro meses…
−Dios mío…
−Imagínate… Una escabechina. Pero da igual: ya anda liada con un “profesor de full-
contact”. Un italiano de dos metros, gitano para más inri, ¡gitano, tío!… ¿Qué pasa? ¿Te
sientes bien?
−Nada… La úlcera… Me está matando.
−Pásate al gin-tonic, hazme caso.
−¿Gitano italiano?
−Con una pinta de gicho que echa pa’trás.
−Tenía entendido que los exterminó Berlusconi.
−Este sobrevivió…
−¿Tengo mal aliento?
−Nnnnno. Si te apetece puedes verlos en plan tortolitos, montando en moto o morréandose
adentro de un jacuzzi… Busca en Facebook.
−Me dí de baja.
−Tú eres gilipollas. Espera que te enseño las fotos…
−¡¡¡NO QUIERO VER, JODER!!!
−¡Pero bueno, ¿qué cojones te pasa?!
−Perdoname… Es que… Es que yo…
−¿Es que yo qué?
−Es que yo…, lamento mucho lo que me contás…
−De verdad, cómo sois los poetas… Mira, a ella siempre le fue la caña que te cagas, pero
caña de la dura dura, ¡cuidadín! Y qué quieres que te diga, a estas alturas…, es un alivio. Te
lo puedo asegurar.
−Lo siento tanto...
−¡Que no, hombre, que no!, la tía de cara a la galería era un encanto (tú lo sabes mejor que
nadie) pero en casa era un coñazo que flipas.
−Tengo que salir afuera, disculpame.
−Si vas a pillar coge medio para mí que ando sin cash. Después arreglamos.

65
“…Bill Gates reconoce que sacar a miles de millones de personas de la pobreza en todo el
mundo aumenta el consumo de energía y el riesgo del cambio climático, al que considera
uno de los problemas del éxito, como el aumento de la obesidad...”

“…El nuevo texto fija una sanción de hasta 750 euros por hurgar en la basura. Un portavoz
del Área de Medio Ambiente justificó el incremento de las cuantías de las sanciones porque
no se han revisado desde 1985. Han de adaptarse a los nuevos tiempos…”

“…Preguntado sobre el informe que la ONG Oxfam divulgó este lunes acerca del aumento de
las desigualdades económicas en todo el mundo y la concentración de la riqueza en cada vez
menos manos, Gates apunta que eso no implica que esté aumentando el número de pobres. Al
contrario, dice que al no haber una cantidad limitada de dinero…”

66
La foto digitalizada que acompaña el artículo on line fue hecha meses antes de que mi primo
hermano hubiera alcanzado la exacta madurez que se requiere para ir a combatir contra el
Reino Unido: dieciocho años. El periódico local lo explica mejor: “Daniel Ducid, el soldado
olvidado. La gesta de Malvinas tuvo héroes, algunos conocidos y muchos que quedaron en el
olvido, a Ducid nunca más se lo recordó como a un valiente argentino enviado a una guerra
que le dejó secuelas irreversibles...”

Consciente de que esa foto y el artículo pretenden ser un alivio al dolor, sobre todo
familiar, compruebo aplicándomelos que no pasan de ser una escasa dosis de morfina. Está
claro, la culpa es de mi persistente memoria. Lo evoca vivo, jugando al ‘fúlbo’ en el Partido
de Berazategui, en la quema de Gutiérrez, en un vertedero de dimensiones épicas donde nos
divertíamos sanamente de pibitos. Con risas, puñetazos, llantos, reconciliaciones forzosas,
confesiones sobre el tamaño del pito, y siempre más risas, ajenos al hecho de que él y todo el
resto de la tribu eran los gronchos-de-mierda, mientras que nosotros éramos los culo-con-
rosca... Ese abismo social entre primos era una evidencia que la infancia se esforzaba en
ignorar o relativizar, aunque papá predicara incansable, como quien nos advierte de un peligro
próximo o de una enfermedad contagiosa, que ellos eran “los pobres”. Los de verdad. Pobre
papá. Los pobres, en sentido estricto, éramos nosotros, esos parias a gatas llegaban a
lúmpenes; marginados de la salud, la educación, la vivienda. Infraciudadanos. Me estoy
refiriendo a la prolífica y semianalfabeta rama de mi criollísima madre. En resumen: “Los
negros que trajo Perón”, olvidados en los patios traseros del Progreso Infinito (que se rajó
olímpico a países con salarios más competitivos).

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Quizá, para comunicar mejor el sociograma parental, pueda ser útil explicar que mi
madre tuvo la suerte de conocer a mi padre a los dieciséis años en las norias de las fábricas,
que por aquel entonces funcionaban. Para ella fue un auténtico happy end hollywoodiense,
porque en la década de los 60 así eran los príncipes azules de la periferia: gallego, once años
mayor, capaz de llevarte de los barrizales del extrarradio industrial al asfalto de la gran
capital. Y como era natural, en muy poco tiempo, de la unión de la preciosa Pocahontas y el
curtido inmigrante devino el siguiente hecho contrastable: una dura mano de blanco sobre los
pardos Ducid. Mi mamá y el gaita lograron colocarse como porteros en un “edifico de
viviendas de lujo”, y enviar a los hijos -a mi hermano mayor y a mí, el bebé del medio murió-
a un colegio privado, Iglesia, boy scouts, clases de judo, inglés, guitarra española y un
delirante etcétera. No obstante la diferencia de clases, a instancias de mamá, muchos
domingos íbamos a visitar a “los pobres” al estercolero donde crecían harapientos, entre las
moscas, las chapas, las aguas servidas y un sol feroz del que emanaba un inolvidable olor a
podrido.

Lo curioso de esta historia común a millones de sudamericanos, es que los Ducid


‘villeros’ tuvieron el buen tino de recular, de volver a las zonas rurales. De retornar a un
auténtico paraíso ahora codiciado por los ecologistas con Volvo. Ese logro genial, esa vuelta a
las raíces, se debió a un rapto de lucidez de mi tío ludópata, con el apoyo incondicional de su
esposa apaleada. Vaya dúo... El tío Argentino y la tía Aleticia... (Una breve digresión respecto
de sus nombres propios: este hermano preferido de mamá nació, como otros tres miembros
del clan -sí, como otros 3-, el Día de la Revolución en contra del Imperio Español, el glorioso
25 de Mayo. Se trata de un gag familiar en honor a la patriótica y embarazosa coincidencia:
todos fueron bautizados con el nombre de Argentino. La etimología del exótico Aleticia, está
relacionada con un fallo auditivo del escribiente del Registro Civil: en rigor de verdad ella iba
a llamarse Leticia, pero como daba pereza rellenar un nuevo formulario..., decidieron dejar la
inoportuna letra inicial.) De notable parecido físico al célebre matrimonio del cómic de
Fontanarrosa, la obesa Eulogia y el delgadísimo gaucho Don Inodoro Pereyra, la tía Aleticia y
el tío Argentino, más allá de todo, y este todo sobrepasa con creces lo que suele considerarse
aceptable, formaban una pareja indestructible. Fueron ellos solos, desde la desesperación y el
coraje, los que una madrugada consiguieron escapar en un camión desvencijado con toda su
prole -seis hijos, más los perros- rumbo a los pagos de Coronel Suárez, lejos, muy lejos de los
fantasmagóricos polígonos industriales, de los vapores tóxicos del vertedero, de la absoluta
mierda.

Huyeron para instalarse en uno de los tantos pueblos agropecuarios esparcidos por una
de las mayores llanuras fértiles del planeta, la Pampa. Tal acierto se consolidó, en buena parte,
gracias a un golpe de suerte en las tómbolas políticas del subdesarrollo: les otorgaron una casa
de tejado a dos aguas, con espacio para un jardincito delantero y terreno para cultivar detrás
(casa en la que jamás se plantó una lechuga, ¿por qué negarlo?, y de la que por supuesto se
extirparon con esmero el bidet y el parquet, haciéndole justicia a la leyenda del medio pelo
que sostiene que siempre ha sido inútil darle a los bárbaros comodidades que no aprecian). De
esta sorprendente manera, con cientos de kilómetros de distancia de por medio, “los pobres”
acabaron por separarse de nuestras urbanas biografías, metódicas, previsibles.

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Pero en el Coño Sur, al menos hasta la fecha, las epopeyas empiezan en mayúsculas,
pasan a minúsculas y terminan entre comillas... Antes de la guerra -conflicto armado que Gran
Bretaña resolvió a su favor en 74 días, pulverizando el pronóstico popular de que los ingleses
no iban a ir a combatir a un lugar que les quedaba tan a desmano- y después de la guerra,
exceptuando carnavales y navidades, Daniel y los suyos la pasaron mal. Para explicar el
desastre podríamos ponernos rojos y aducir que las fabulosas cosechas de cereales, las que
enriquecen a las tradicionales familias terratenientes, terminan como capital fugado a
Suiza/Islas Caimán; o podríamos ponernos azules y sostener que desde la bomba atómica ya
no es necesaria la masa no cualificada (las sociedades exitosas han demostrado de sobra que
las máquinas son más eficaces y rentables que los obreros, con la ventaja añadida de que los
robots no se sindicalizan); o podríamos ponernos verdes denunciando que también en los
pueblos de la próspera Pampa existe el desempleo endémico con su inevitable círculo vicioso:
delincuencia, prostitución, cárcel, delincuencia...; o grises: esto ocurre por la falta de dignidad
de los vagos que no siembran lechugas en la parte de atrás de la casa “regalada”. O
transparentes: el paraíso fue clausurado.

Tal vez asqueado por la idiocia del fracaso, viendo en un cibercafé de Galicia a mi
querido primo hermano, sufro náuseas... También ayuda la media botella de Johnnie Walker.
Voy al váter y al regresar el ordenador está apagado. Rebusco en los bolsillos e inserto
cincuenta céntimos del patético euro en la ranura. Ah..., impresionante… Se renueva el
milagro de esa deidad imprescindible que todo lo sabe: Internet. Ahí está la efemérides de la
Dignidad; ahí está el valiente soldado de dieciocho años… ¿Cómo pueden intentar venderme
esto? La imagen instantánea produce el efecto inverso, confirma que creer en los medios es
tan estúpido como aceptar la idea de un dios necesario y omnisciente. (Cualquier sensato lo
sabe, si dios es omnisciente -con el agravante de todopoderoso-, si está al tanto de los
pormenores de la Historia, le hemos rezado a un auténtico criminal. A un genocida. Luego
dios no es necesario. Me lo imagino en una entrevista laboral en la sede de la ONU: −Lo
sentimos mucho Sr. Dios, en lo del asesinato serial a gran escala ya tenemos suficiente mano
de obra especializada.) Definitivamente, en nada se asemejan esos toscos píxeles del diario de
provincias a Daniel. Y puedo afirmar tal cosa de forma tan rotunda porque este excombatiente
se manifestó ante mí de un modo que sólo a través del amor puede ser representado:

Fue, cómo no, una noche de tormenta, una típica noche de perros, cuando yo tenía
alrededor de veinte años y andaba perdido por Buenos Aires intentando hacerme un camino
personal, renegando del colegio privado, la Iglesia, los boy scouts, las clases de judo e inglés
(de la guitarra no renegué, y ella siguió conmigo). Daniel se presentó borracho en la estrecha
pieza que a duras penas conseguía alquilar. Estaba irreconocible. En realidad, al verlo, me
asusté. Había sufrido un accidente en el taller mecánico donde trabajaba; casi como si se
tratara de un ensayo de su ominoso final: un neumático reventó volándole parte del cuero
cabelludo. No sé, algo inquietante en sus maneras me obligó a seguir descorchando botellas.
Nos dedicamos a beber en serio. No teníamos nada de que hablar. De Malvinas, menos.
Supongo que tanto vino me animó a cantarle una canción campera con mi acento porteño,
zamba que él escuchó en un hondo silencio. Aullé Luna Cautiva, aquella que remata con unos
versos bellísimos: “...acércate a la reja, sos la dueña de mi alma, sos mi luna cautiva que me
besa y se va...”; recuerdo que de pronto se soltó y empezó a acompañarme en los coros,

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cuando a pocos metros de la ventana, dos trenes se cruzaron haciendo sonar  sus bocinas. La
ensordecedora fanfarria, acorde con nuestros aullidos, ofició de grande finale e hizo que
rompiéramos en carcajadas. Entonces, aunque el temporal arreciaba, se puso de pie
diciéndome que se iba a ver a un amigo. Me negué a creerle e intenté impedírselo, pero se
excusó definitivamente enseñándome la grilla de horarios del ferrocarril. Contrariado, con
torpeza, quise regalarle un libro que estaba leyendo. Sonrió, o hizo una mueca, y después de
un fortísimo abrazo, rechazando testarudo el libro, cerró la puerta con violencia.

Días más tarde soñé que los dos estábamos en una trinchera inundada, disparando a la
niebla. A una vaporosa pared blanca. Era imposible distinguir formas humanas, las balas
enemigas silbaban en los oídos sin cesar, hasta que una le reventó la cabeza, bañándome la
cara de sangre. En el sueño yo empecé a gritarle a ese guiñapo de carne retorcida: −¡Te mató
la nada! ¡Te mató la nada! (Vaya frase... Parece un recurso literario del realismo mágico, pero
fue exactamente así: “¡TE MATÓ LA NADA...!”) Ahogado en babas, resultó vital el esfuerzo
de salir de la habitación e ir corriendo a medio vestir hasta el bar de la estación para lavarme,
para despegarme ese horror de las manos, de la boca.

Al día siguiente alguien llamó a la puerta. Era mi hermano. Nunca había venido de
visita a “mi hogar” (yo ya empezaba a ser la vergüenza de la familia; me acusaban de lo
mismo que ahora, de talento desperdiciado). Al abrir, sin que mediara saludo, le pregunté: −
¿Se suicidó Daniel?

Y él, pálido, completamente aturdido, respondió: −¿Quién te avisó?

El libro que quise regalarle al excombatiente era Crimen y Castigo. Tan pedante e
imbécil fui. Soy. A veces lloro pensando que en aquella madrugada no le ofrecí un paraguas.
Otras, me consuelo, como si fuera un pibito, antes de cerrar los ojos, con la esperanza de
futuros encuentros reales, para seguir jugando interminables partidos soñados

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Jirafa: JOSELO!!!
EY, JOSELO
ESTÁS???
Yo: ¿Qué pasa, pirata?
Jirafa: ESTAS PREPARADO?
Yo: A ver, a ver…
Jirafa: ES MUUUUUUY SERIO
Yo: No me asustes.
Jirafa: TERESITA VA A SER MAMÁ!!!
Yo: !!!!!!
Jirafa: Y QUEREMOS QUE SEAS EL PADRINO
Y
QUE
SE
LLAME
COMO
VOS
Jirafa: QUÉ TUL?
Jirafa: SEGUÍS AHÍ JOSELO???

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“…Suponía que abrirías mi casilla en algún momento, si no lo habías hecho hasta ahora.
Estaba tranquila porque básicamente no había nada escandaloso.
Desde ya te digo que no temas por mi fidelidad y esas cosas: con Peter no pasa nada.
Absolutamente nada.
Pero quizás esta sea una buena ocasión para escribir la famosa carta que nunca escribí (y de
paso que vos escribas la tuya, esa que me debés)…

CONFIDENCIALIDAD. El contenido de esta comunicación,

así como el de toda la documentación anexa,

es confidencial y va dirigido únicamente al destinatario del mismo.

En el supuesto de que usted no fuera el destinatario,

le solicitamos que nos lo indique

y NO comunique su contenido a terceros,

procediendo a su destrucción.

…Vizcachito, no tengo a dónde ir si no es a tu lado, pero tampoco estoy convencida de querer


estar ahí. ¡Y no me quiero perder a nuestros futuros hijos, los que soñamos, los de esa lista
que escribimos en Buenos Aires! ¿Te acordás?
Vaya lío. Te quiero…”

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INT. ÁTICO - NOCHE

Al terminar de borrar del ordenador el último vestigio que conservaba de su ex mujer -la
lápida electrónica que atesoraba-, después de leer por última vez “…Vaya lío. Te quiero…”,
pensó muy serio “Tengo que atenuar el brillo de la pantalla” porque desde dentro algo ceroso,
amarillo, le pinchó los ojos. Intentó ponerse de pie para ir hasta un espejo, pero se mareó,
trastabilló y terminó sentado otra vez en la butaca giratoria que casi dio una vuelta completa
sobre sí misma.

De pronto empezaron a brotarle vasos de whisky por los ojos, litros, hectolitros,
cataratas; empapándolo, ahogándolo en su ático de artista presuntuoso y marido inexistente.

Esa noche murió encharcado. Como se merecía.

TANGO INSTRUMENTAL: Sónico de Eduardo Rovira


-CRÉDITOS-

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Sentado en la cocina, viendo la luz del estudio
-después de haberme comido el salmón ahumado 
que tu paciente esposa, la cazadora Diana,
olvidó guardar en la nevera-
pienso en ir a tomar el sol descascarado a la terraza
como un gato de Balthus definitivamente inmoral,
sonriendo panza arriba.
 
Pero no sé si serán las lonchas o mi pierna rota y las muletas,
que me siento obligado a reparar tu sombra,
perdón, tu cuerpo;
porque ese montículo proyectándose en la casa
colocado en una situación física imposible,
eres tú.
 
Acojonante, Tim... Lo logras siempre. Es la rutina de las tardes:
no respiras. Tampoco estás muerto. Estás trabajando;
a ver si me explico: Sueñas,
bajo una manta verde, como escondido de tu padre,
y me estremezco al saberme un comisario,
un guardia jurado
de tus cuadros que ya vienen.
 
Son tantos y tan duros, yo tan débil seducido por la siesta,
que prefiero darles paso. 

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Vaya héroe fellinesco resulté...,
acostado sobre el suelo,
entre plantas que desprecian las macetas,
cuento escenas como flashes
aberrando el ángulo perfecto:

Un billete gris cantando


“...We are the world, we are the children...”
que te juro, que por tu bien, que te juro,
que iba a rechazarlo, pero me acosó justo
una nacionalista galega
prologadora profesional de catálogos
mal guillotinados
con los pezones tiesos, el sujetador ausente
¡qué maravilla! Me distraje...
Y tu madre dejó un crucigrama del Times en la mesilla
y Lucian hizo las paces preparando un Bloody Mary
y el Po terminó pareciéndose a una ría
y César Otero retocó a La brasileña
y tu hija..., tu Sophie,
antes de irse a hacer el amor con Bach y Andrés Segovia,
abolió, con un beso rubio alado,
las profundas trincheras de tu frente.

¡Ah...! ¡Ja, ja! Era así como sucedía en Europa.


Más fácil que emocionar chavalas escribiendo rimas.
Alcanza con estirarte en la terraza de un inglés,
cual gato arlequín, travieso y pendenciero;
pero enmarcado -correctamente-
en un paralelogramo de luz,
dejándose impregnar por capas milenarias
de óleo santo y profano hasta los huesos.
 
Las horas verticales me disuelven
cuando la procesión de visiones da la vuelta
agolpándose
en la destilería de las sienes.

Cuarenta y cinco grados (como años),


traducidos a la lengua de Shakeaspeare que lastima...

Todas las compuertas del llanto se derrumban


y ahogándome empiezo a suplicar
aterrado de pronto por tu suerte,
¿o será por la mía? ¡Es por la mía!
Sin poder mover las piernas,
rezo ronco un verso tuyo:

“...¡Qué cruel la belleza!..”

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Dios mío, que no existes
“...¡Qué cruel la belleza!..”

Recién entonces 
el pintor y escritor T. Behrens, de pie,
contra el celeste inesperado de octubre,
mientras se acomoda el parche en su ojo tuerto
patea tembloroso mis muletas:
 
−¡Ey, José Luis..!
−¿Hmmm...?
−Tuve una pesadilla acojonante. Voy a pintar.
−Joder...
−Tenía relación con lo que hablamos hoy en el Calypso.
−Fue larga la charla, dame una frase.
−El problema de saber si todo es subjetivo 
o hay algo verdadero.
−Ya… Perdona, demasiado abstracto. 
¿Cómo lo viste?
−Era un remolino de caras, de amores, de culpas del pasado,
monstruos personales, ¿comprendes?,
rodeando a una figura humana muy enferma…
−Estoy alucinando…
−¿Por qué?
−¿Quién era esa persona?
−¿Tú que soñaste?
−¡¿Quién era esa persona?!

El silencio suena agudo entre nosotros.


 
−…Tim, no me quites el sol.
 
Mi Amigo suelta una carcajada con un pequeño bote, y me salva...
Bueno 
 
tan sólo me despierta

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Cuando despertó, la botella todavía estaba allí. La miró con cariño y le pegó un buen morreo
hasta agotarla. Se cayeron excelentemente bien. Luego, con voz de ultratumba, recitó de
memoria: “…No tengo dinero, ni recursos, ni esperanza. Soy el hombre más feliz del
mundo...”, prorrumpiendo en una carcajada al compás de una saludable pedorreta matutina.
Era octubre y el sol brillaba con tanta fuerza que no parecía coruñés.

En tales treguas climáticas los ciudadanos llegan a sospechar que intervino la Virgen
del Rosario y, como si se tratara de bichitos de la humedad, se atreven -después de unos
disimulados estiramientos- a salir al exterior para dar vueltas durante horas; a circunvalar en
ambas direcciones esa península que aman y odian con igual intensidad; a saludarse unos a
otros, repetidas veces, unidos al continente por un estrechísimo istmo y un eslogan turístico:
“La ciudad donde nadie es forastero”. Prueba definitiva de este fenómeno es que los pocos
vendedores de helados sonríen.

Y bajo el mismo influjo solar, el protagonista llegó hasta la orilla del majestuoso
océano; ya no supuraba por los ojos y pudo escuchar, sin verlo, a un buque despidiéndose tres
veces. Sus curtidas fosas nasales inhalaron el iodo del mar bravo que ahora era un plato;
entonces, como un animal mitológico, tras el Faro en funcionamiento más antiguo del mundo,
emergió un transatlántico de nueve pisos de altura.

Ante la colosal e inesperada visión, todos los años de pena y muerte se encogieron; en
un segundo: tantos amigos suicidados, tantas promesas incumplidas, tanta espera inútil. Por
un momento desapareció la incapacidad de llamar a las cosas por su nombre, la tara que
conocemos coloquialmente como Mentira.

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“Quizás ELLA, Peter, el Profesor X, Jirafa y Teresita, el abogado y la periodista, yo
mismo, somos parte de un deporte sin campeonato, un deporte con reglas, por supuesto, pero
sin trofeos. ¿Por qué debería haberlos?” E inspiró a conciencia con los ojos cerrados. “¿Por
qué obsesionarse con la moraleja? Quizás el sentido de este viaje consista en comprender qué
diablos significa ‘Unha pedra é unha pedra’…, ¡ja, ja, ja!” Abrió los ojos con la risa. “¡Nada
más ni nada menos que una piedra! Única, irrepetible. No la imagen imperfecta de una Piedra
Ideal. No. Eso no existe. La REAL. La que hay.” Y le susurró al horizonte: “Sí, quizás los
gallegos aciertan en que la Vida es igual a sí misma, en que no hay finalidad, en que la Vida
es… Es… Circular… ¡Y al carallo!”

Se puso a circular y a saludar gente, viejos conocidos-desconocidos de ese patio de


recreo, de ese polideportivo emocional que se llama A Coruña. Iba pleno, suave, deslizándose
por encima del irregular suelo del Paseo marítimo, jamás terminado, siempre en obras.

“Joder, ahí viene otra vez… No es un travesti.” (Travesti: Fantasía masculina que
pretende representar lo que la mujer fantasea cuando el hombre fantasea acerca de ella.) “Es
un poema. Qué hermosura, por el amor de dios…”

Una dama esbelta -aún joven, pero con la cabellera totalmente cana- se dirigía hacia la
furgoneta de los helados aparcada a pocos metros. Luciendo curvas gracias a un vestido aéreo
sobre zapatos de plataforma; sofisticada, a la vez que graciosa, se protegía del sol con gafas
sesenteras y una suerte de sombrillita mortalmente sexy. El protagonista infirió entre dientes:
−Esta perdió el transatlántico o la nave espacial.

La extrema belleza le concedía ser erótica eludiendo la pornografía, y resultaba


cinematográfico verla venir de frente, contoneándose sin ninguna clase de vergüenza ante los
paseantes que la relojeaban desde atrás: niños enamorados al instante, adolescentes
derrapando en sus patinetas, jóvenes relinchando en tres patas, maduros encogiéndose
víctimas de una erección parecida a un calambre, viejos injuriando al Cielo porque nacieron
tarde y les tocó hacer la mili con Franco, gerontes empujados en sus sillas de ruedas por
señoronas que, ante la evidencia, anhelaban ser las propietarias de la sombrillita para usarla
como guadaña.

Así, ambos coincidieron en el mostrador de la furgona de los helados, justo atendida


por aquel árabe con turbante, ese que también sabe ganarse la vida en un cambalache de cosas
robadas, es decir, una compraventa de cosas usadas que queda al final de Avda. Finisterre.

La Dama Blanca y El Protagonista, en un acorde perfecto, en total sincronía, pidieron


chocolate al whisky.

Se miraron sorprendidos.

78
Ayer llamé a tu móvil por primera vez,
me refiero a llamar con intención,
y el buzón -eléctrico a las 6:00-
confirmó que no le acerté a nada:
ni al segundo exacto del amanecer
ni al segundo mensaje que te reenvié
ni al segundo SMS en que aprecié
tu rotunda forma de ser parca...
 
A dos antros de distancia hasta mi casa,
transido de garúa -eiquí chámanlle orballo-,
fui capaz de reponerme al desencuentro
componiendo, alcalino para vos,
un nuevo tango:
 
Por las calles empapadas
esa dulce promesa de lunares
 
y luego otro montón de frasecitas
simples, casi limpias, bien de barrio,
que, aunque no consigo recordar
precisamente ahora,
funcionaban como atómicas al pecho.
Fue el cruce en mi portal
con la voz ecualizada de un macarra
-aguardentosa, tradicional estilo Montealto-
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el muro megalítico que logró espantarme el verso:
 
−Neno, dame un pitillo, o te meto por el culo ESTE paquete...
 
Quizá, protegido por el aura de todos tus cabellos
(porque hay que ser Mujer
para lucir así de bien el pelo cano)
partiéndome de risa partí al medio,
valiente, encendido, mi único cigarro:
 
−Tomá, loco, eche o que hai.
−¿Estás de coña, “che boludo”?
−No. Estoy enamorado.
−Debe de estar boísima…
−Es mortal.
−Cagonavirxe...
−Disculpame, loco. Buenos días.
−Graciñas, neno. Buenas noches.
 
Por las calles empapadas
esa dulce promesa de lunares
son señales protegiéndome hasta casa
 
hondo, voy palpando la escalera entre las sombras
el durísimo trayecto que me lleva
siempre ciego rumbo a cama

cuando yo, al fin


la mascota abandonada al principio del verano
(¡desde entonces ya pasaron ocho años...!)
me siento en el rellano muy despacio 
 
y a conciencia
digo un nombre
-no el de aquella-
 
el tuyo
 
sabiendo incombustible
el beso que te guardo

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José Luis Ducid (Buenos Aires, 1969) emigra a España en 1994;
publica Leche  seleccionada  adicionada de  leche  en polvo reconstituida entera pasteurizada
homogeneizada (Tris Tram, Lugo, 1996) y TAN GO-gO Tán (Línea de Fuego, Oviedo, 2000)
-libro que inspiró el espectáculo y cassette Dial Gotán-. Cursa estudios en la Escola de Imaxe
e Son de A Coruña y es premiado en reiteradas ocasiones como guionista y director de
cortometrajes. Experimenta también en el teatro con su monólogo Cómo nacer humano y
convertirse en argentino, el vodevil Tangura o el show semanal Aperitivo Kill, entre otras
puestas en escena.
En 2001 retorna a su ciudad natal; Ángel Sierra lo incluye en la antología Poemas
para cruzar el desierto (Línea de Fuego, Oviedo, 2004) y fruto del reencuentro con la
Argentina escribe el libro ilustrado por Gisèle Courtois Oh! La.Matria (Cancionero
Patriotero) (RCL Río Cultura, Buenos Aires, 2007).
A principios de 2006 regresa a Galicia, donde elabora los guiones de la
docuficción Da Fonte, del programa de radio en directo Operación Fracaso y del formato
televisivo U-LA! Radio; en 2009 el pintor Pablo Gallo lo convoca para El libro del
voyeur  (Ediciones del Viento, A Coruña, 2010), del mismo año data su colaboración con el
artista gráfico Diego Soler, ALMAmAQUE (Dykinson, Madrid, 2010). Difunde en Youtube,
en 2013, Los muelles -su cuarto CD como coautor e intérprete-, así como también el
compilado de textos y canciones Luz Roja -guiño parlante- en el 2014. Actualmente produce
a OS ABdUCIDOS, proyecto musical documentado por el fotógrafo Bernardo Villanueva. 

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