En la vida a veces hay que tomar decisiones muy difíciles. Les
contaré una partecita de mi vida; ,de cómo pasé de vivir situaciones caóticas a llevar una vida tranquila. En esa época tenía siete años, mi papá un día se fue de la casa por razones que aún no sé y desde entonces la vida se me empezó a enredar. Vivía con mi mamá, y ella, la verdad, casi no tenía tiempo para mi hermana y para mí, trabajaba casi todo el día y en sus descansos la pasaba en la casa del novio, yo mantenía en la calle. Por circunstancias de ley, no volví a ver a mi papá. Mientras fui creciendo aprendí a cocinar, a trabajar, eso sí, sin descuidar nunca mis estudios, aprendí a ser independiente, pero siempre pasaban muchas cosas en la casa que mi mamá no se daba cuenta. Al cumplir diez, tuve la posibilidad de comunicarme nuevamente con mi papá, fue gracias a mi tía, ella siempre que lo llamaba me lo pasaba. Él vivía en Bucaramanga, le conté lo que sucedía y lo mucho que deseaba que me llevara con él… Pero… ¿Cómo hacerlo?... Fue a escondidas de mi mamá. El primero de noviembre decido irme de la casa. Como normalmente lo hacía, fui al culto, y después de ahí, había quedado con mi papá que él me recogería. Lo esperé en una esquina, las manos me sudaban y temblaba por miedo a que mi mamá me descubriera… De repente… vi bajar a un señor de un taxi, mis ojos se llenaron de lágrimas, el corazón se me quería salir… ¡era mi papá!... venía a rescatarme, me llevaría a vivir con él. Él es mi héroe, y yo soy su niña, él me protege y yo lo amo. No fue fácil la decisión que tomé, no fue fácil dejar a mi mamá y a mi hermana. Después de cuatro años volví a visitarla y nos llevamos bien. Mi papá es lo mejor que me ha pasado.