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Origen del concepto de desarrollo sostenible

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José Antonio Díaz-Duque

Universidad Tecnológica de la Habana, José Antonio Echeverría
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 Capítulo I
Origen del concepto de
desarrollo sostenible
E l concepto de «Desarrollo Sostenible» respon-
dió en sus inicios a la necesidad de considerar
el vínculo entre el crecimiento económico y sus
efectos más o menos inmediatos sobre el medio
natural. No se trata de un conflicto que pudiéra-
mos considerar como nuevo. Realmente, sus orí-
genes se remontan a las primeras fases del de-
sarrollo de la agricultura. Lo nuevo es la magnitud
y extensión que alcanzó el mismo en la segunda
mitad del siglo xx, que condujeron a una preocupa-
ción creciente sobre sus efectos futuros y la pro-
pia supervivencia de la especie humana.
1 Antecedentes: los efectos del
crecimiento económico sobre la
naturaleza y el medio ambiente
Es necesario tener presente que toda actividad
económica lleva implícito un consumo de materia-
les y energía que provienen del medio natural. No
es posible generar nuevos bienes y consumirlos
sin tomar de la naturaleza materias primas y algu-
na forma de energía, y, del mismo modo, generar
en estas actividades algún tipo de residuo o dese-
cho que a su vez es depositado en el medio natu-
ral, afectando a sus características y capacidades.
Las acciones del ser humano utilizando recursos
naturales y generando residuos que afectaban a la
calidad del ambiente, comenzaron incluso mucho
antes de que surgiera la actividad económica (Gó-
mez Gutiérrez, 2009). En efecto, desde la etapa
recolectora de la humanidad, los hombres toma-
Carlos Gómez Gutiérrez
José A. Díaz Duque
ban frutos o cazaban animales del medio natural
para satisfacer sus necesidades más elementales.
Sus desechos eran depositados en las cavernas
donde se guarecían, o en los ríos y lagos junto a
los cuales se asentaban temporalmente. Cuando
escaseaban los frutos o la caza, o resultaba muy
contaminada una caverna o un lago, se desplaza-
ban a otro sitio con mejores condiciones para la
supervivencia. Por supuesto, era tan enorme el
mundo natural y tan pocos los seres humanos
que, en esos momentos, no existía aún un conflic-
to de severas consecuencias.
A partir del momento en que los seres humanos
comienzan a desarrollar propiamente una actividad
económica, entendida esta como la actuación de
un grupo socialmente organizado sobre la natura-
leza con el propósito de obtener una mayor canti-
dad de bienes que luego intercambiará con otros
grupos, fueran estos agricultores, alfareros o pes-
cadores –por mencionar algunas de las primeras
actividades económicas–, el efecto sobre el medio
natural comienza a incrementarse. Se manifestó
este en la pérdida de cubierta vegetal de algunas
zonas, la degradación del suelo, la sobre-explota-
ción de la fauna y flora de ríos, bosques o prade-
ras, la generación de un volumen creciente de de-
sechos y la concentración de los seres humanos
en grupos o comunidades con mayores conse-
cuencias sobre el medio colindante. Aún así, tuvie-
ron que transcurrir miles de años para que surgie-
ra un conflicto serio entre las necesidades de los
seres humanos, la actividad económica llamada a
darles satisfacción y las posibilidades o recursos
que brinda el medio natural.

 I: Origen del concepto de desarrollo sostenible
Pero ciertamente la magnitud del conflicto en la
actualidad ha ido en ascenso constante, con el
aumento de la población, de sus demandas y ne-
cesidades. Estas fueron fuertemente potenciadas
por un sistema económico basado en estimular el
consumo y la búsqueda de beneficios, que separa-
ba de hecho la actividad económica de la satisfac-
ción de las necesidades básicas de subsistencia o
de elemental calidad de vida del ser humano.
La revolución industrial del siglo xviii incrementó la
demanda de energía, aceleró el consumo del car-
bón y la madera, y estimuló la búsqueda de fuen-
tes energéticas adicionales, como fueron después
el petróleo o el gas. Se incrementó el empleo de
nuevos recursos minerales para la construcción y
la industria, asociado a una mayor concentración
urbana a costa del crecimiento poblacional y de
una emigración de la población dedicada a la agri-
cultura hacia las ciudades. Los efectos resultantes
fueron la generación de nuevas sustancias conta-
minantes o una mayor concentración de otras, así
cómo la escasez de recursos naturales en algunos
países, problema este último cuya solución inicial
consistió en la colonización de otras naciones me-
nos desarrolladas. Pero como acertadamente dijo
Schumacher (1973): «El “problema ecológico” no
es tan nuevo como frecuentemente se le hace
aparecer. Aun así, hay dos diferencias decisivas:
la tierra está mucho más densamente poblada de
lo que estuvo en los tiempos primitivos, y no hay,
generalmente hablando, nuevas tierras adonde
mudarse».
Ya a principios del siglo xix, el científico alemán
Thomas Malthus había expresado preocupacio-
nes catastróficas sobre el tema de la alimentación
humana en su obra Ensayo sobre el principio de
la población. Su análisis estadístico de las tenden-
cias de crecimiento de la población del planeta,
que tenían lugar con una tasa geométrica, mien-
tras que los ritmos de producción de alimentos lo
hacían con una tasa aritmética, lo llevo a predecir
una situación futura de crisis en la cuál sería mayor
la población mundial que la cantidad de alimentos
producidos por esta. Las predicciones de Malthus
no se cumplieron a nivel global, pues el desarrollo
de las tecnologías agrícolas, las nuevas variedades

de plantas cultivadas más productivas, el empleo
de fertilizantes químicos, la mecanización y el rie-
go, así como otras prácticas, permitieron alcanzar
ritmos también geométricos en la producción de
alimentos. Por otra parte los métodos de control
de la natalidad frenaban en algunos países el creci-
miento poblacional. No obstante, la presión sobre
los recursos naturales se incrementó y en algunas
regiones del planeta la hambruna se convirtió, des-
de el pasado siglo, en una realidad que rebasa las
capacidades de su medio natural y organización
social, para afrontarla.
En la primera mitad del siglo xx, junto a la impronta
de los avances generados por la revolución cientí-
fico-técnica, se multiplicaron un conjunto de nue-
vos problemas vinculados a la interacción entre el
crecimiento económico y el medio natural. Crecie-
ron extraordinariamente los medios de transporte,
la movilidad de las poblaciones y el turismo inter-
nacional, utilizando vehículos con alto consumo de
energía. Las megaciudades, con cifras de varios
millones de habitantes, han proliferado, generan-
do nuevas demandas y también nuevos proble-
mas, como la contaminación atmosférica, el rui-
do, la concentración de desechos sólidos, redes
complejas de abastecimiento de agua potable y de
evacuación de aguas negras, entre otros. Algunas
fuentes energéticas y minerales se acercan al ago-
tamiento, el consumo de otros recursos como el
agua resulta excesivo y se agudiza su escasez en
algunos períodos o países. La producción indus-
trial demanda recursos y genera nuevos residuos
y contaminantes. Han surgido sustancias altamen-
te nocivas, algunas de las cuáles se trasladan más
allá de las fronteras de los países donde se gene-
ran. Algunos problemas resultantes alcanzan una
magnitud planetaria, como el agujero en la capa de
ozono y el calentamiento global, y solo pueden en-
contrar solución en un esfuerzo concertado de la
comunidad internacional.
Todo ello contribuyó a poner en evidencia las con-
tradicciones existentes entre el crecimiento eco-
nómico, el agotamiento de los recursos naturales
y el deterioro de la calidad ambiental, y a generar
una preocupación creciente sobre este tema en
los medios políticos y científicos.

2 El agotamiento de los
recursos naturales, el deterioro
del medio ambiente y sus nexos
con el crecimiento económico
en el pensamiento científico
contemporáneo
La relación entre el crecimiento económico y sus
consecuencias sobre la naturaleza han constituido
un tema de preocupación en el pensamiento cientí-
fico desde distintos ángulos y en diversas épocas,
pero es innegable que en el pasado siglo xx este
tema alcanzó una destacada pertinencia, a partir de
disponer de nuevas herramientas más potentes,
un caudal de conocimientos acumulados y eviden-
cias fundamentadas de la magnitud y alcance de
algunos problemas ambientales que podían poner
en riesgo la propia existencia humana en nuestro
planeta.
Si buscamos los antecedentes en el pensamiento
científico sobre este tema, no resulta sorprenden-
te encontrar que partieron de las ciencias naturales
las preocupaciones iniciales sobre el nexo entre la
economía y la naturaleza, en tanto las ciencias eco-
nómicas soslayaron, ignoraron o en el mejor de los
casos, redujeron la importancia de este vínculo,
pese a su estrecha relación con el declarado obje-
tivo de la economía de ocuparse de la asignación y
mejor gestión de recursos limitados, en este caso,
aquellos que provee la naturaleza.
Algunos de los precursores intelectuales que des-
de el siglo xix señalaron los vínculos entre la eco-
nomía y naturaleza no fueron economistas sino
físicos, biólogos o químicos como Sadi Carnot, Ru-
dolf Clausius, Leopold Pfaundler, Patrick Geddes,
Sergei A. Podolinsky, Popper-Lynkeus, Frederick
Soddy y Bernard y Jean Brunhes. Sus teorías, sin
embargo, no fueron consideradas seriamente por
la economía convencional.
Por supuesto, existieron también antecedentes
dentro de las ciencias económicas que expresa-
ron sus preocupaciones sobre los vínculos entre
la naturaleza y la economía, aunque limitados por
Carlos Gómez Gutiérrez y José A. Díaz Duque
el propio desarrollo de las ciencias naturales en
su época. Una importante corriente de pensa-
miento en esta dirección fue la de los fisiócratas
franceses en el siglo xviii, quienes consideraban
que la naturaleza imponía sus límites al trabajo, y
solo respetando la misma podría la actividad eco-
nómica lograr reproducirse. François Quesnay,
dentro de ellos, preconizaba que las sociedades
civiles debían ser un reflejo del orden natural, con
las leyes dispuestas para este por el Creador. Sus
teorías de que el origen de la riqueza estaba en
la agricultura, y el criterio de que existían restric-
ciones de tipo físico al crecimiento económico,
fueron desechadas por los economistas clásicos,
pues no permitían explicar las riquezas generadas
por el comercio.
Algunos economistas clásicos del siglo xix como
Malthus, Ricardo y Mill expresaron su preocupa-
ción por la existencia de límites al crecimiento y
la posibilidad de arribar a un estado estacionario,
aunque en el caso de los dos últimos confiaban
respectivamente en el progreso científico-técnico
o en la capacidad de la sociedad para auto-contro-
larse, criterio en buena medida compartido por las
ciencias económicas en los años posteriores.
Carlos Marx y Federico Engels reconocieron el pa-
pel de la naturaleza como fuente originaria de la
riqueza y señalaron en varios trabajos el deterioro
del medio ambiente y los recursos naturales pro-
vocados por el afán de ganancias. En su trabajo
elaborado en 1875 titulado «Crítica del programa
de Gotha», en referencia al programa del Partido
Obrero Alemán celebrado en la ciudad de Gotha,
Carlos Marx acertadamente señaló: «El trabajo no
es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la
fuente de los valores de uso (¡que son los que ver-
daderamente integran la riqueza material!) ni más
ni menos que el trabajo, que no es más que la ma-
nifestación de una fuerza natural, de la fuerza de
trabajo del hombre». Y un poco después, señala:
«En la medida que el hombre se sitúa de antema-
no como propietario frente a la naturaleza, primera
fuente de todos los medios y objetos de trabajo,
y la trata como posesión suya, el trabajo se con-
vierte en fuente de valores de uso y, por tanto, en
fuente de riqueza». Sin embargo, posteriormente

 I: Origen del concepto de desarrollo sostenible
la teoría del valor-trabajo de Marx, lamentablemen-
te no asignó un valor a lo que no había sido creado
por el trabajo de los hombres.
El capital proporcionado por la naturaleza no tuvo,
en el pensamiento económico, un tratamiento ade-
cuado, y se creó la falsa ilusión de que el crecimien-
to económico podía ser ilimitado y dar satisfacción
a necesidades humanas en progreso constante. El
enfoque prioritario de la economía se concentró,
en lo macroeconómico, en la búsqueda de las vías
para un crecimiento económico sostenido, y en
la microeconomía, en la búsqueda de los niveles
óptimos de beneficios en términos de dinero. En
ambos casos, se soslayaba el carácter finito de los
recursos naturales como un problema fundamen-
tal. Las obras relativas a límites al crecimiento pu-
blicadas en los años 70 del siglo xx, como los tra-
bajos de E. F. Schumacher y Georgescu-Roegen,
fueron ampliamente rechazadas por la economía
convencional que suponía que el progreso técnico
y el capital resolverían el problema.
De forma paralela a las mencionadas tendencias
dentro de las Ciencias Económicas, en la Ciencias
Naturales se producía un auge considerable del
conocimiento acumulado sobre la naturaleza y el
medio ambiente, reforzado a partir de las nuevas
tecnologías de información. Se consolidaban disci-
plinas como la Ecología, la Oceanología y la Clima-
tología, que aportaban nuevos enfoques sobre el
medio natural
En particular en la segunda mitad del siglo xx, se
generaban programas e investigaciones que abor-
daban su expresión a escala global o planetaria.
Un importante antecedente fue el programa El
Hombre y la Biosfera, promovido por la UNESCO
a principios de la década de los setenta, comple-
mentado posteriormente por el Programa IGBP
(Programa Internacional de la Geosfera y la Biosfe-
ra) auspiciado por la Unión Internacional de Socie-
dades Científicas, ICSU, que facilitó la cooperación
e intercambio de datos y criterios entre disciplinas
que actuaban de modo independiente.
Una realidad fue emergiendo de estos análisis: el
planeta Tierra se comporta como un todo único,
sus diferentes componentes convencionales se
10
encuentran fuertemente interrelacionados, y la ac-
tividad humana podía, y de hecho así venía suce-
diendo, generar nuevos problemas que afectaban
a toda la humanidad, y cuya solución solo podría
lograrse con una acción coordinada a nivel inter-
nacional. La evidencia científica ayudó a identificar
algunos de estos problemas. El agujero en la capa
de ozono, la pérdida de biodiversidad y el calen-
tamiento global constituyen algunos significativos
problemas en los cuáles la estrecha relación entre
la actividad económica y el deterioro del medio na-
tural han quedado de manifiesto.
Los avances en identificar los vínculos entre la ac-
tividad económica, la disponibilidad de recursos
naturales y la calidad ambiental, desde el ángulo
de las ciencias naturales, han tenido su efecto
dentro de las ciencias económicas, manifestándo-
se en el surgimiento de algunas nuevas disciplinas
y tendencias.
En orden cronológico, una primera aproximación
se encuentra en la llamada Economía de los Re-
cursos Naturales. Esta rama de la economía con-
vencional se concentra en buscar la forma óptima
de explotación de recursos naturales escasos o
limitados, en términos de dinero, sin rebasar con
sus métodos o enfoques el tratamiento tradicio-
nal.
Otra aproximación la constituye la Economía Am-
biental, que ha tratado de aplicar las herramientas
y métodos de la economía convencional para abor-
dar el estudio de algunos problemas ambientales,
estando dentro de sus promotores iniciales los
trabajos de Pigou, Hotelling y Coarse. Esta disci-
plina sin embargo es cuestionada por otras ten-
dencias, al tratar de buscar un valor comparable,
en términos de mercado, para la calidad ambien-
tal o los servicios ambientales, cuando se trata de
bienes o servicios cuyo valor intrínseco trasciende
los estrechos marcos de la oferta y la demanda.
Su énfasis se ha focalizado en los aspectos de la
calidad ambiental, resultante de la generación de
residuos, aportando al menos la asignación de un
valor económico a aspectos ambientales que de
otro modo resultan tratados como de valor nulo o
cero, a la hora de adoptar decisiones. Esto, sin em-

bargo, es criticado por autores como Schumacher:
«dar un precio a lo que no lo tiene… jamás puede
servirnos para clarificar la situación y conducirnos
a una decisión clara».
Las preocupaciones más modernas, en el plano
científico, por la relación entre crecimiento eco-
nómico, deterioro ambiental y agotamiento de los
recursos naturales han encontrado su expresión
en la denominada Economía Ecológica o, tam-
bién, la Bioeconomía, que desarrolla un enfoque
contrapuesto a la Economía Convencional o Neo-
clásica.
El problema básico que aborda la Economía Ecoló-
gica es el de la sostenibilidad de las interacciones
entre los subsistemas económicos y el macrosis-
tema naturaleza. Dicha sostenibilidad es entendida
como la capacidad de la humanidad para vivir den-
tro de los límites que le impone el medio natural.
La economía toma materia, energía e información
del medio natural y le expulsa residuos, energía di-
sipada e información, aumentando la entropía. La
sostenibilidad no es posible encontrarla con la con-
cepción de mercado propia de la economía con-
vencional. Los economistas ecológicos adoptan
posturas muy críticas con respecto al crecimiento
económico, los métodos e instrumentos de la eco-
nomía tradicional y algunos desarrollos teóricos
vinculados a estas, como la economía ambiental y
la economía de recursos naturales.
El origen de la economía ecológica como un cam-
po específico per se fue desarrollado por econo-
mistas como Nicholas Georgescu-Roegen, Her-
man E. Daly, Kenneth Boulding, Karl W. Kapp y
Robert Ayres. Fueron influenciados por los traba-
jos de biólogos como Alfred Lotka (quien introdujo
la importante distinción entre uso endosomático
y exosomático de la energía), Holling y Howard T.
Odum.
La figura principal de esta corriente de pensamien-
to fue el matemático rumano Georgescu-Roegen,
que realizó importantes aportes a la economía con-
vencional antes de convertirse en un economista
disidente de esta. En su obra La Ley de la Entropía
y los Procesos Económicos (1971) caracteriza el
Carlos Gómez Gutiérrez y José A. Díaz Duque
proceso económico, desde un punto de vista físi-
co, como la transformación inevitable de materia-
les de baja entropía (los recursos naturales) en los
de alta entropía (los residuos). El resultado de este
proceso sería –o, según ha acotado el economista
español José Manuel Naredo, debiera ser– el dis-
frute de la vida. Hay dos fuentes de baja entropía:
los limitados stocks de materiales (minerales) de
la corteza terrestre y el inagotable flujo de energía
solar.
Frente a la analogía mecanicista de la economía
convencional Georgescu-Roegen describe el pro-
ceso económico como interrelacionado y sujeto
a cambio cualitativo. El tiempo se introduce en el
proceso productivo mediante su concepto de fon-
do. Otro aspecto de su obra es el enjuiciamiento
de los dogmas energéticos pues afirmó la impo-
sibilidad del reciclaje perpetuo y rechazó una teo-
ría del valor basada en la energía según la cual los
precios de las mercancías corresponden a su con-
tenido energético.
Herman E. Daly, su más importante seguidor,
criticó la «manía del crecimiento» o actitud de la
teoría convencional, la cual a partir del supuesto
de que las necesidades humanas son infinitas es-
tablece que la obligación del sistema es producir
continuamente más en un mundo sin fin y por tan-
to el crecimiento económico debería dar solución
a los problemas de pobreza, desempleo, inflación,
desequilibrios de la balanza de pagos, agotamien-
to de recursos y contaminación e incluso la gue-
rra, problemas estos creados en buena parte por
el propio crecimiento. Daly fue, junto a Ann Mari
Jansson y Robert Constanza, promotor de la re-
vista Ecological Economics y la Sociedad Interna-
cional de Economía Ecológica (ISEE) fundada en
1988. Su primer presidente fue Robert Constanza
y el primer número de Ecological Economics se
publicó en febrero de 1989.
Como puede apreciarse, en los años previos a la
elaboración del informe Brundtland y a la formula-
ción del concepto de desarrollo sostenible, existía
ya en los medios científicos una clara preocupa-
ción por los límites que el medio natural impone al
crecimiento económico.
11
 I: Origen del concepto de desarrollo sostenible
3
Los cambios en el contexto
internacional en la segunda mitad del
siglo xx, el informe del Club de Roma
y las preocupaciones por el medio
ambiente en los medios políticos y en
Naciones Unidas
Concluida la segunda guerra mundial y conforma-
da la Organización de las Naciones Unidas, se pro-
duce un reacomodo en las relaciones internacio-
nales provocado por la existencia de un escenario
bipolar, caracterizado por la presencia del fortale-
cido poderío estadounidense de la postguerra y la
victoriosa Unión Soviética.
A partir de 1945, y por más de tres décadas, se
produce un fuerte proceso de descolonización,
particularmente en África y Asia, en el que nu-
merosas colonias alcanzan su emancipación de
sus respectivas metrópolis, aunque por lo general
quedan atrapadas económica y culturalmente en
las órbitas de su influencia o son absorbidas por
otros nuevos poderes del escenario político mun-
dial, dando lugar a una nueva forma de dominación
conocida como neocolonialismo.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, me-
diante su Resolución 1514 (XV), «La Declaración
de Garantías de Independencia para las Colonias
y los Pueblos», adoptada el 14 de diciembre de
1960, brindó un enérgico apoyo al movimiento de
independencia de las colonias, creando un espa-
cio político importante para lo que se denominó el
Tercer Mundo, representado por el Movimiento de
los Países No Alineados (NOAL), surgido en 1961
en respuesta a la Guerra Fría entre los bloques po-
lítico-militares de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia.
Los nuevos estados independientes, caracteri-
zados por disponer de recursos naturales signifi-
cativos, una población creciente y con marcada
distribución desigual de sus ingresos, así como
un subdesarrollo de su base productiva y su infra-
estructura y numerosas necesidades sociales in-
satisfechas, presionaban por lograr su crecimiento
12
económico y acercarse a los niveles de vida de los
países más desarrollados. Todo ello contribuía a
una presión mayor sobre el medio ambiente.
En este contexto, en 1968 se crea el Club de Ro-
ma, integrado por personalidades representativas
de la política, la economía, la ciencia y otras áreas,
promotores de un crecimiento económico más es-
table y equilibrado para todos los países.
Años más tarde, en 1971, el Club de Roma prepa-
ra su primer informe, titulado Los límites del cre-
cimiento y elaborado a petición suya por un equi-
po de investigadores del Instituto Tecnológico de
Massachussets, encabezado por D. H. Meadows.
En este informe se presentan los resultados de las
simulaciones matemáticas de la evolución de la
población humana sobre la base de la explotación
de los recursos naturales, con proyecciones hasta
el año 2100, poniendo de relieve una drástica re-
ducción de la población a causa de la contamina-
ción, la pérdida de tierras cultivables y la escasez
de recursos energéticos, lo que enjuiciaba crítica-
mente al crecimiento económico como objetivo
global de la humanidad.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Me-
dio Humano, celebrada en Estocolmo en 1972, y
que es considerada como la Primera Cumbre de la
Tierra, marcó el inicio del Movimiento Ambiental
Mundial, como resultante de numerosas fuerzas
originadas inicialmente en los medios académicos
y trasladadas paulatinamente hacia los círculos po-
líticos, preocupadas por los destinos de la humani-
dad. Esta Conferencia reconoció la interrelación en-
tre las dimensiones económica, social y ambiental,
destacando que los factores ambientales debían
ser parte integral de las estrategias de desarrollo
de las naciones. La Declaración de la Conferencia
proclamó que la humanidad entera es tanto obra
como artífice del medio que la rodea, el cual le
brinda el sustento material y la oportunidad para lo-
grar su crecimiento intelectual, moral, social y espi-
ritual. Tanto el medio natural como el creado por el
hombre mismo, son esenciales para su bienestar y
el goce de los derechos humanos fundamentales,
como el derecho a la vida. Además de la Declara-
ción, la Conferencia de Estocolmo recomendó a la

Asamblea General de las Naciones Unidas la crea-
ción del Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (PNUMA) y la institucionalización
del 5 de junio como Día Mundial del Medio Am-
biente, aspectos que quedaron plasmados en la
Resolución 2994 de diciembre de 1972.
Resultaba evidente que se necesitaba un equili-
brio entre el crecimiento económico, la población
y la disponibilidad de los recursos naturales. En
esta dirección, en 1973 se propone por Maurice
F. Strong, director Ejecutivo del PNUMA, un mo-
delo de desarrollo en el que se enfatiza el papel de
los recursos locales, y la necesidad de fomentar
el crecimiento socio económico en armonía con
el medio ambiente. Este criterio es llevado a un
plano conceptual superior por el consultor de las
Naciones Unidas para los temas de medio am-
biente y desarrollo, Ignacy Sachs, quien propuso
el término eco-desarrollo, como un compromiso
que conciliara el imprescindible incremento de la
producción, particularmente para los países en de-
sarrollo, con las condiciones de supervivencia de
la especie humana.
En 1974 las Naciones Unidas convocaron a un se-
minario de alto nivel, con la participación del ex-
perto Sachs, en Cuernavaca, México, con sede
en el Hotel Cocoyoc, en cuya declaración final se
introduce oficialmente el término ecodesarrollo, el
cual fue posteriormente reprobado por el Secreta-
rio de Estado de los Estados Unidos de América,
Henry Kissinger, quedando vetado de esta forma
en los escenarios internacionales.
Debido a las críticas recibidas a su primer infor-
me, el Club de Roma presentó posteriormente
su segundo informe: «La Humanidad ante la En-
crucijada», publicado en 1975, en el que expresa
que de no reducirse el crecimiento demográfico
y económico, la humanidad sufrirá un próximo e
irreversible colapso. Al siguiente año, presenta
un tercer informe, mas contemporizador,: «Refor-
mando el Orden Internacional» en el que señala la
necesidad de conformar un nuevo orden mundial,
considerando los límites del crecimiento, aunque
sin profundizar en el análisis de la dicotomía ser
humano-naturaleza.
Carlos Gómez Gutiérrez y José A. Díaz Duque
Se agudizaba así un conflicto de intereses, de una
parte quienes consideraban que el crecimiento
de la población debía ser controlado, así como las
prácticas agrícolas o de uso de la energía que afec-
taban las reservas forestales, es decir los principa-
les recursos de las naciones pobres emergentes,
y de otra quienes ya disfrutaban de un desarrollo y
otra calidad de vida.
Conociendo que las causas de estos problemas
residían precisamente en la conducta humana, re-
sultaba impostergable un replanteo radical de los
modos de producción y consumo, las formas de
distribución de los bienes y servicios y los estilos
de vida, principalmente en los países industrializa-
dos y ricos del norte. Estas exigencias en el ma-
nejo integral, el uso eficiente, la conservación y
protección de los recursos naturales se convirtie-
ron en banderas de lucha política en manos de los
países subdesarrollados y pobres del sur, que se
manifestaban por intermedio de los NOAL (Países
No Alineados) y el Grupo de los 77.
Es en estas complejas circunstancias que se
constituye en 1983, a instancias de la Asamblea
General de la ONU, la Comisión Mundial sobre
Medio Ambiente y Desarrollo (World Commission
on Environment and Development), con el propó-
sito de elaborar una agenda global que permitiera
construir un futuro más próspero, más justo y más
seguro para toda la humanidad.
4 El informe «Nuestro Futuro
Común» y la formulación inicial del
concepto de desarrollo sostenible
La toma de conciencia a nivel mundial de la rela-
ción entre el desarrollo económico y los proble-
mas del medio ambiente, tuvo su expresión den-
tro de las Naciones Unidas con la creación en 1983
de la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente.
Para presidir la misma fue designada la premier
noruega Gro Harlem Brundtland. La Comisión pu-
blicará en abril de 1987, después de cuatro años
de trabajo, el informe Nuestro Futuro Común (Our
Common Future), conocido generalmente como
13
 I: Origen del concepto de desarrollo sostenible
informe Brundtland, donde por primera vez se
conceptualiza el llamado «desarrollo sostenible»,
incluyendo dentro del mismo no solo aspectos
económicos y ambientales, sino también otros de
índole social.
Este informe no pretendía predecir el futuro del
planeta sobre la base de lo que venía sucediendo
en la economía global en las dos décadas prece-
dentes, sino más bien su propósito se centraba
en formular un llamado de alerta a la conciencia
mundial y brindar una plataforma para la toma de
decisiones, esencialmente por parte de los líderes
políticos, con vistas a garantizar los recursos im-
prescindibles para el sustento de las generaciones
actuales y futuras.
De esta forma, la Comisión tuvo ante sí la misión
de dar respuesta a las siguientes tareas:
Analizar los temas vinculados al desarrollo y al
medio ambiente y formular propuestas al res-
pecto.
Proponer nuevas formas de cooperación inter-
nacional capaces de influir en las políticas de
desarrollo y medio ambiente para alcanzar los
objetivos propuestos.
Promover los niveles de comprensión y compro-
miso de individuos, organizaciones, empresas,
institutos y gobiernos.
Al analizar los temas vinculados al desarrollo y el
medio ambiente, la Comisión constató que los
modelos de crecimiento económico imperantes
conducían inevitablemente al aumento de la po-
breza, a la degradación ambiental y al agotamien-
to paulatino de los recursos naturales del planeta,
lo cual reforzaba tanto la idea de ausencia de so-
lidaridad intrageneracional como, particularmente,
intergeneracional.
Sin embargo, con un pensamiento positivo consi-
deró que, con una distribución más equitativa y ra-
cional de los recursos y los bienes, se podía crecer
y reducir la pobreza, para lo cual era imprescindible
una acción más consecuente de los líderes políti-
cos con una participación efectiva de la ciudada-
14
nía en las decisiones y en su implementación. Por
tal motivo convocó a la integración de la conser-
vación ambiental con los objetivos del desarrollo
económico y social, agrupándola bajo la categoría
del desarrollo sostenible.
Desde el punto de vista social, el informe consi-
deró que resultaba importante el análisis del creci-
miento demográfico y su vínculo con la disponibi-
lidad de los recursos naturales y también con los
requerimientos de alimentación, recursos ener-
géticos, agua, infraestructura técnica, vivienda y
espacio físico. De igual forma, para enfrentar los
retos del presente y esencialmente del futuro, era
imprescindible contar con una población instruida
y sana, aspectos estos que se mostraban muy
desatendidos a escala global.
En el caso del componente natural o ecológico, la
comisión alertó sobre los riesgos de que muchas
especies se encontraban ya en peligro de extinción
y que importantes ecosistemas se degradaban o
fragmentaban intensamente, comprometiendo se-
riamente el desarrollo que dependía directamente
de los bienes y servicios que ellos brindaban a la
humanidad.
El informe Brundtland fundamentó el concepto de
desarrollo sostenible y lo institucionalizó, logrando
que el mismo rebasara los límites puramente aca-
démicos y pasara al espacio político. En esencia,
el desarrollo sostenible quedó definido de este
modo:
«Está en manos de la humanidad hacer que
el desarrollo sea sostenible, es decir, asegu-
rar que satisfaga las necesidades del pre-
sente sin comprometer la capacidad de las
futuras generaciones para satisfacer las pro-
pias».
Se abría de este modo, sujeta a las decisiones hu-
manas, la posibilidad de lograr un desarrollo, una
capacidad superior a la del presente, que no com-
prometiera las posibilidades del futuro.
Para no dejar espacio a dudas sobre el alcance de
esta definición, se señalaba a continuación:

«El desarrollo sostenible implica límites –no
límites absolutos, sino limitaciones que el
estado actual de la tecnología y de la orga-
nización social, así como la capacidad de la
biosfera de absorber los efectos de las activi-
dades humanas, imponen a los recursos del
medio ambiente…».
Varias pautas quedaron recogidas en dicho infor-
me para lograr un compromiso entre el desarrollo
económico y sus efectos sobre el medio ambien-
te, las cuáles han marcado el rumbo de las relacio-
nes entre ambos en las dos últimas décadas.
Entre ellas se encuentran:
Los límites del crecimiento económico no se
consideraban absolutos, dependían del estado
del desarrollo tecnológico y de la capacidad de
la biosfera para asimilar los efectos causados
por el hombre.
Los recursos naturales marcan algunas limitan-
tes al crecimiento, pero pueden ser utilizados
más eficientemente con los avances tecnoló-
gicos, que determinan un menor empleo de
dichos recursos, menores emisiones de dese-
chos al ambiente y un mayor nivel de reúso.
Los recursos naturales que no pueden reponer-
se son los que verdaderamente imponen un lí-
mite al desarrollo sostenido.
Los gobiernos debían realizar un papel más di-
námico como difusores de información sobre
los recursos naturales y la calidad ambiental, y
promover una contabilidad anual de dichos re-
cursos, como un activo más a escala social.
Se debería reforzar el papel regulador de los go-
biernos en temas ambientales, reconociendo el
papel de los incentivos destinados a disminuir
Carlos Gómez Gutiérrez y José A. Díaz Duque
costos y utilizar de un modo más eficiente los
recursos naturales.
Había resultado muy limitado el papel realizado
por Naciones Unidas y sus agencias internacio-
nales –entre ellas el FMI y el Banco Mundial– pa-
ra fomentar el desarrollo sostenido, al no cons-
tituir este un objetivo central y predominar un
enfoque fragmentado y una escasa coordinación
entre estas Agencias, situación que se valoró
muy críticamente y susceptible de un cambio
profundo.
Sobre todos estos aspectos, es innegable que se
ha producido un avance en los años posteriores al
informe. Tanto en Naciones Unidas como en sus
Agencias especializadas en los temas ambientales
y económicos, como a nivel de los gobiernos y de
los organismos de carácter regional, la agenda am-
biental ha ganado un espacio mucho más amplio.
Numerosos acuerdos internacionales han sido
adoptados relacionados con problemas específi-
cos ambientales de carácter global o regional. Los
recursos financieros y proyectos internacionales
relacionados con temas ambientales, en muchos
casos vinculados a órganos o convenios auspicia-
dos por Naciones Unidas han ganado un espacio
de consideración. Las acciones de difusión de in-
formación sobre los recursos naturales y la calidad
ambiental se han multiplicado.
Estos avances, sin embargo, no han logrado tras-
cender el conflicto de intereses que motivó el con-
cepto de desarrollo sostenible, ni tampoco superar
las ambigüedades presentes en su formulación
desde sus orígenes. Un amplio debate se produ-
ce a nivel internacional, en los medios científicos
de las ciencias naturales y económicas, sobre las
limitaciones de su alcance y las mixtificaciones de
las cuales ha sido objeto tanto en los medios de
comunicación como por parte de políticos y em-
presarios.
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