Pompeya y Herculano permiten a los arqueólogos extraer información clave para la
interpretación de la historia. Sepultadas bajo un “colchón” de tres metros de ceniza y lava, quedaron conservadas casi dos mil años hasta que se llevaron a cabo las excavaciones. Además de Pompeia y Ercolano (en italiano), otros asentamientos como Oplontis y Estabia. Lo que hoy es una mole árida, fue antes de la erupción una montaña sumamente fértil donde cubierta de viñedos. El pico de la montaña se hundió formando un cráter inmenso.
Vista del yacimiento de Pompeya
El testimonio más importante para su datación sigue siendo la carta de Plinio el Joven a Tácito, que sin embargo no se redactó hasta varias décadas después. Además las copias de esa correspondencia son de la Edad Media, y se han detectado errores en la transcripción que hacen dudar del día exacto de la erupción, incluso del mes, con lo que la fecha del 24-25 de agosto podría ser en realidad un mes antes de la real. A menudo se ha elucubrado con la idea de que el volcán pilló desprevenidos a los habitantes de Pompeya y Herculano pero el volcán ya había dado signos y evidencias de su actividad vulcánica,
lo que permitió la huida de la mayor parte de la población. Como las erupciones fueron continuas, con explosiones piroclásticas
que lanzaban fragmentos de roca y mucha ceniza, acompañada de gases sulfurosos,
parece probable que algunos ciudadanos se decidieran a regresar para salvar parte de sus pertenencias y mobiliarios (los testimonios arqueológicos mostraron viviendas con menos y más pobre ornamentación de la que se podría presuponer).
Poetas como Marcial o Galeno posteriormente documentaron con distancia física y
temporal la desaparición de Pompeya y Herculano. Estabia, más alejada del Vesubio quedó menos expuesta, y con los años se recuperó como asentamiento. Como si se tratase de un viaje en el tiempo, recorrer las calles de Pompeya permite vivir y sentir la experiencia de la Historia. En ningún otro lugar del mundo es posible encontrarse con viviendas, calles y edificios públicos conservados con un nivel de detalle asombroso.
Pompeya no vivió el expolio, ni la reutilización de los materiales de sus templos para
los edificios de la gente que ha habitado la región de Campania en estos dos mil años. Y ese es el verdadero tesoro para el arqueólogo y para el amante de la historia.