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Los rayos de luz que entran al ojo a través de la pupila son concentrados por la córnea y el

cristalino para formar una imagen en la retina. La retina contiene millones de células sensibles
a la luz, llamadas bastones y conos, que forman un mosaico de puntos sensibles, cada uno de
los cuales puede ser excitado independientemente por un punto luminoso. Los conos
requieren una luz relativamente brillante para su funcionamiento, pero pueden detectar
muchos tonos y matices de color. Por el contrario, los bastones requieren muy poca luz, lo que
los hace muy adecuados para la visión nocturna; sin embargo, no pueden discernir los colores.

Las excitaciones nerviosas producidas en la retina, son transmitidas por los nervios ópticos en
forma de impulsos nerviosos, hasta la corteza cerebral, donde se producen los estímulos
inmediatos de las sensaciones y percepciones visuales [31]. De forma que, la información
procedente de cada uno de los dos nervios ópticos es procesada en el cerebro para producir
una única imagen coordinada.

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