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“Nunca pensé que la corrupción estaba tan enquistada en las entrañas del Estado"

Es uno de los fiscales en la investigación de la causa “Revelación” que a principios del


año que viene sentará en el banquillo de los acusados en el juicio oral y público a ex
altos funcionarios provinciales y empresarios de la construcción. Tiene 41 años y tres
hijos varones de 12, 8 y 7 años. Se recibió de abogado en 2002 en La Plata. Empezó a
trabajar en la justicia en 2005, previo hacerlo de forma particular en la ciudad de las
diagonales. Llegó a Chubut y fue primero defensor de menores y luego defensor
general. Hace cinco años que es fiscal. “Mi hijo más grande sabe todo sobre este tema.
Cuando se publica algo viene y me pregunta. Todo se controla en la familia. Tuve
momentos de tensión, de angustia. Pero debo decir que fueron más los de felicidad”.

En un reportaje aparecido en la revista 14 del Ministerio Público Fiscal del Chubut contó
entretelones acerca de cómo nació la investigación. Y cómo la vivió con su familia. Habló
del caso del fiscal general Héctor Iturrioz en el Consejo de la Magistratura

¿Cómo nace la causa “Revelación?

Cuando Omar Rodríguez y Alex Williams empiezan con los allanamientos de la Causa
Embrujo, donde encuentran una planilla con nombres conocidos, montos, fechas, todos
funcionarios públicos del mayor rango que otorga la Provincia dentro del Poder
Ejecutivo. Y eran consecutivos y mensuales y eso daba cuenta que había personas que
cobraban mensualmente una suma líquida de dinero, que nosotros entendimos
rápidamente que era un sobresueldo. Esa planilla tenía 10 o 12 hojas, no teníamos nada
más que eso. Y con eso solo, ellos se dan cuenta que había que hacer otra causa.

¿Y qué pasó después?

El Procurador General Jorge Miquelarena abrió el juego a todos los fiscales de la


provincia para saber quiénes estaban dispuestos a tomar estos casos. Porque si bien
nosotros tenemos un protocolo de cómo seguir los casos de delitos contra la
Administración Pública, lo cierto es que son los que más temor causan en los
profesionales. Requieren necesariamente de personas que valoren poco el impacto que
pueden tener en su vida personal estas cuestiones.

¿Sobre todo en comunidades chicas?

Sí, es verdad. Pero yo lo vi como una oportunidad. Una oportunidad de crecer


profesionalmente, a sabiendas de los avatares que trae meterse con políticos o con
personas que tienen en su poder mecanismos de presión y de poder.

¿Cuándo se dio cuenta que era otro caso “fuerte”?

Cuando tuve una entrevista con un empresario. Ya había sido detenido Diego Correa y
se había generado una psicosis general. Sabían que estaba presa la persona a la que le
habían dado plata. Y que más temprano que tarde iban a saltar sus nombres. Entonces
un día vino un empresario, se sinceró y me contó todo. A partir de ahí empezamos a
citar a otros empresarios.

¿Así que tuvo un arrepentido?

No lo llamaría arrepentido. Sino que fue sincero, sin especular con las consecuencias.
Después vimos las planillas donde aparecieron los cheques. Todos eran de empresas
de la obra pública. Ahí empezamos a pensar y unimos: acá la plata que entra para
sobresueldos viene de la obra pública. Entonces como había muchos cheques
reiterativos, lo que hicimos fue hacer allanamientos sobre esas empresas para verificar
si encontrábamos libros donde se descargaban los números de los cheques. Se
allanaron empresas en las cuatro ciudades más importantes de la Provincia y las más
grandes de la obra pública. Eran empresarios que toda la vida habían hecho esto.
Entonces, aumentó la psicosis a punto tal que ellos se empezaron a reunir en la Cámara
de la Construcción de Comodoro. Vimos que íbamos por el buen camino y eso motivó
que esta primera persona venga a hablar conmigo y me contara estas cosas. Y
además me nombrara a otros que estaban en la misma situación. Los empezamos a
citar y los primeros que vinieron a declarar como testigos nos decían: “nosotros éramos
víctimas de Correa y compañía, y de Cisterna en su momento, porque estábamos
quebrados financieramente- Estos tipos nos retrasaban los pagos que nos
correspondían y cuando nosotros íbamos a mendigar que nos pagaran los certificados
de obra, nos pedían coima”.

¿El miedo de ellos era pasar una noche entre rejas?

Y sí. Venían y decían: “yo voy a decir cómo era

¿Hablaron más por miedo que por otra cosa?

Algunos sí, creo que sí. Y la mayoría de los que hablaron al principio me parece que
sentían que era injusto que a ellos les cayera la mácula de esto, porque eran
empresarios chicos.

¿Hay un Marcos Nápoli anterior a esto y un Nápoli hoy?

Sí, sin dudas. Yo fui defensor varios años. 8 años defensor público. Siempre me gustó
estar al lado de la gente, del más débil. Cuando hice el cambio a la Fiscalía, muchos me
decían: “pero cómo, a vos que te gustaba defender, los derechos humanos...”. Yo creo
que desde la Fiscalía se pueden hacer muchas cosas por la gente humilde y lo confirmé.
Lo confirmé antes de estas causas. Uno en casos comunes donde la víctima sufre, donde
está en estado de vulnerabilidad, donde el Estado no le responde en ningún lado,
atenderla acá en Fiscalía, cara a cara, mostrarle que uno es igual que ellos, mostrarle
incluso las deficiencias que tenemos, contárselas de entrada es bueno. Acá somos 9
fiscales y estamos abarrotados de trabajo.

¿Pero por qué hay un Nápoli antes y un Nápoli después?

Y, por descubrir todo un mundo del cual hasta era medianamente ingenuo. Uno decía
que había corrupción, pero nunca pensé que estaba tan enquistada, que estaba tan
aceitada, que estaba tan culturalmente metida tan en las del Estado y de los
contratantes con el Estado. Es más, es tal el punto que me generó sorpresa que uno
llega a naturalizar ciertos comportamientos. Uno habla con ellos, con los empresarios,
con las personas que ha imputado, con sus abogados y muchos dicen: “esto lo venimos
haciendo hace un montón de tiempo”. No se motivan en la norma jurídica, para ellos
estaba bien lo que estaban haciendo.

¿Cree que lo que se hizo es en vano o que algo va a dejar?

No es en vano. Creo que no sólo son fructíferas las investigaciones en sí, en términos
penales netamente. También en términos sociales. Porque lo que hay que mostrar es
cómo es. Lo que yo descubrí internamente lo tiene que descubrir todo ciudadano. Todos
tienen que ver cómo se maneja el empresario, el funcionario, qué cosas hacía
exactamente. Para estar prevenidos, para saber quién es quién. Para saber cómo
funciona, para que esto sea de algún modo garantía para que eso no se reitere.

¿Cuál va a ser mayor la condena de la justicia ó la condena de la sociedad?

Siempre es más fuerte la condena social que la condena del Estado. Nosotros vamos a
garantizar en la causa Revelación que los funcionarios no vuelvan a ejercer cargos
públicos. La pena de prisión es temporal y como todo el tiempo es lineal y pasa. Que no
vuelvan a estar en el Estado para mí sería una satisfacción enorme y la condena social
en comunidades chicas es estigmatizan te sin dudas. Acá hay exfuncionarios que no
pueden salir a la calle.

Se percibe que lo que la gente quiere es que le saquen todo…

Omar Rodríguez siempre me dice a mí, que soy más impulsivo: “Vamos despacio pero
sobre seguro”, me aconseja. Pero a veces dan ganas de pedir detenciones de medio
mundo porque cuando empezás a ver los recibos de sueldo más los bienes que tienen
y su historial decís: “esto no cuadra por ningún lado”. Hemos trabajado bien. Yo me he
sentido apoyado por el procurador Miquelarena desde el primer día y más cuando nos
hemos equivocado.

¿Y usted le tiene temor a eso?

No, yo no. Si algún día me tengo que ir, me voy diciendo varias cosas y se lo he dicho a
Miquelarena.

¿Siempre tuvo apoyo?

Sí, siempre. A mi Miquelarena no me obligó a hacer esto, siempre lo rescato.


Miquelarena nos contuvo todo el tiempo y uno lo llama, te atiende el teléfono, te dice
“quedate tranquilo”. Nunca me dijo “contra este tipo no, contra este tipo sí. Y con ese
apoyo uno trabaja tranquilo.” Nosotros somos conscientes que con cada cosita que le
erremos, sabemos que se te viene la denuncia atrás. Es todo un tema y por eso es
importante el apoyo del Procurador.

Marcos Nápoli tiene 41 años y tres hijos varones de 12, 8 y 7 años. Se recibió de abogado
en 2002 en La Plata. Empezó a trabajar en la justicia en 2005, previo hacerlo de forma
particular en la ciudad de las diagonales. Llegó a Chubut y fue primero defensor de
menores y luego defensor general. Hace cinco años que es fiscal. “Mi hijo más grande
sabe todo sobre este tema. Cuando se publica algo viene y me pregunta. Todo se
controla en la familia. Tuve momentos de tensión, de angustia. Pero debo decir que
fueron más los de felicidad”.

¿Este caso fue en el que más se comprometió?

Yo trato todos los casos por igual. Pero este era distinto. Sí, es en lo que más me metí,
es lo que más nervios me generó, lo que más estrés me creó, porque tiene hasta un
impacto familiar. Yo nunca sentí miedo, jamás sentí miedo personal ni por mis hijos ni
por mi mujer. Nunca sentí temor.

¿Hizo algún “pacto familiar”?

No. Mi mujer es profesional y le va bien. Cuando me ve mal muchas me dice: “por qué
no largás todo”. Pero ellos me respetan y están orgullosos que le haya puesto el pecho
a esto. Lo cierto también es que hay que hacer mea culpa, hay muchísimas cosas por
mejorar. Esto nos ha enseñado a todos a pensar el flagelo de la corrupción de otra
manera. Nosotros atacamos de frente porque se nos venían las pruebas encima. Venían
empresarios acá con el miedo de ir presos. Contaban y contaban y contaban.

Producido por el Area de Comunicación Institucional del MPF Of Rawson.

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