GUSTAVO GUTIÉRREZ
Contemplación y praxis, acto primero
Utilizó por primera vez la expresión «teología de la liberación» en 1968, poco antes de
la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín
(Colombia), y enseguida adquirió carta de ciudadanía y se extendió por todo el mundo.
La expresión queda definitivamente asentada en su libro de 1971, Teología de la
liberación. Perspectivas, que es, sin duda, la obra teológica de más impacto y una de
las más relevantes de la década de los años setenta; la más citada, comentada y
traducida de todas las que ha producido la teología latinoamericana de la liberación.
Ella, junto con la de H. Assmann, Teología desde la praxis de la liberación, es
considerada como la más representativa de la citada teología. Una y otra «constituyen –
según el juicio emitido por J. L. Segundo en 1974– ...las dos únicas obras de la teología
de la liberación que elevan el debate a un diálogo científico y bien documentado con la
teología europea»1.
1
J. L. Segundo, Capitalismo-socialismo; <crux theologica»: Concilium 96 (1974) 403.
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Gutiérrez no estaba creando una nueva teología de genitivo, del estilo de las que
habían proliferado preferentemente en Europa después de la Segunda Guerra Mundial
(teología de las realidades terrenas, del trabajo, del progreso, del desarrollo, de la
acción, de la secularización, de la revolución, etc.), como podía dar a entender el título
de la obra. Se trata, más bien, de una nueva manera de hacer teología, como ya hemos
tenido ocasión de mostrar ampliamente. Teología entendida como «reflexión crítica de
la praxis histórica a la luz de la Palabra»2, en la que la praxis de liberación no es un
tema nuevo a tratar, sino el horizonte y la perspectiva, el lugar y el acto primero desde
donde pensar la fe: «La teología es una inteligencia del compromiso», sentenciaba ya
en la conferencia de 1968 en Chimbote (Perú).
Con ello no estaba negando o suplantando las dos funciones atribuidas clásicamente a
la teología: como ciencia y como sabiduría. Para Gutiérrez, lo que hace la teología en
cuanto reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la fe es redefinir las dos
funciones indicadas: «En adelante, sabiduría y saber racional tendrán, más
explícitamente, como punto de partida y como contexto, la praxis histórica»4.
En esta nueva manera de hacer teología, la filosofía deja de ser la única mediación
racional de la teología, aunque sigue ocupando un papel importante. Serán las ciencias
humanas y sociales las que sirvan preferentemente de base a la racionalidad de la
teología.
2
Teología de la liberación. Perspectivas..., 38.
3
Cf. El Dios de la vida..., 6-9; Beber en su propio pozo..., 177; Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente..., 17-
18.
4
Teología de la liberación. Perspectivas..., 38.
5
Praxis de liberación y fe cristiana, en La Iglesia en América Latina..., 29-30.
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Dando un paso más, indica que el lugar de encuentro de los tres niveles de la liberación
es la utopía, entendida como «proyecto histórico de una sociedad cualitativamente
distinta», como «creación permanente de un hombre nuevo en una sociedad distinta y
solidaria».
6
Praxis de liberación. Teología y anuncio: Concilium 96 (1974) 367.
7
La verdad los hará libres..., 26.
8
Praxis de liberación y fe cristiana..., 37.
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historias yuxtapuestas, una sagrada y otra profana, él afirma la existencia de una sola
historia «cristofinalizada», de «un solo devenir humano asumido irreversiblemente por
Cristo, señor de la historia»9.
Ante la ambigüedad y equivocidad que encierra el uso del término pobreza, se ocupa
de clarificarlo distinguiendo, como hace con la noción de liberación, tres niveles de
significación: pobreza material y cultural, pobreza como infancia espiritual y pobreza
como compromiso de solidaridad y de protesta, y estableciendo las relaciones entre
dichos niveles10.
La pobreza significa, para él, muerte física y muerte cultural: «Muerte física... por
hambre, por enfermedad... pero también muerte cultural, por desprecio de razas, de
culturas, de lenguas... Muerte, sobre todo, para los más despreciados de nuestro
continente, los indios, los negros, la mujer de los sectores oprimidos»12.
Gutiérrez constata que, desde la óptica bíblica, la pobreza así entendida, como
9
Teología de la liberación. Perspectivas..., 199-200.
10
Cf. Ibíd., 363-386. Un buen estudio sobre la opción por los pobres en Gutiérrez, Boff, Sobrino y Ellacuría es el de J.
Lois, Teología de la liberación. Opción por los pobres. Iepala, Madrid, 1986.
11
Teología de la liberación. Perspectivas..., 367.
12
Teología, democracia y liberación en América Latina: Misión Abierta 5/6 (1984) 142.
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b) Hay una segunda línea en el pensamiento bíblico que tiene una significación
positiva: la pobreza como infancia espiritual. Ella consiste en el abandono y
confianza en el Señor, en la humildad y total disponibilidad ante Dios, y responde a
la actitud de Jesús ante el Padre. Gutiérrez, que esboza esta línea en su obra de
1971, subraya su importancia y la desarrolla con más amplitud en trabajos
posteriores como Beber en su propio pozo y Hablar de Dios desde el sufrimiento del
inocente, donde considera la infancia espiritual una de las nociones más importantes
del evangelio, que consiste en acoger el don de la filiación divina y responder a él
creando fraternidad.
13
Ibíd., 147.
14
Teología de la liberación. Perspectivas..., 371.
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¿Qué relación establece entre las diferentes acepciones del término pobreza aquí
expuestas? Por una parte, la pobreza como despojo de la riqueza y como protesta
contra la pobreza constituye una condición necesaria de la pobreza como infancia
espiritual; ésta se autentifica y se verifica en la pobreza real. Por otra, indica,
especialmente en sus escritos más recientes, que la infancia espiritual es condición
ineludible para entrar en el mundo del pobre, para vivir la solidaridad con el pobre.
«Sólo desde la infancia espiritual es posible comprometerse con los pobres y oprimidos
de nuestro subcontinente»16. Es lo que Sobrino ha llamado, con la precisión que le
caracteriza, «unidad diferenciada de experiencia de Dios y experiencia del pobre».
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Dos son, en su opinión, los lenguajes apropiados para hablar de Dios: el profético y el
místico o contemplativo; ambos son necesarios e inseparables; se enriquecen, se
corrigen mutuamente, se anudan y se hacen uno solo. Uno y otro están empezando a
emerger en el pueblo pobre latinoamericano.
El lenguaje profético descubre a un Dios que opta por el pobre, que ama
preferencialmente al pobre por ser pobre. Ese lenguaje denuncia la realidad de
injusticia en que viven los oprimidos, llegando a las causas estructurales, y es expresión
de la exigencia.
El lenguaje místico ayuda a reconocer que la raíz última del amor preferencial de Dios
por el pobre es la gratuidad y universalidad de su amor. Gratuidad, observa citando el
libro del teólogo español J. M. González Ruiz, Dios es gratuito, pero no superfluo, que
no debe confundirse con la arbitrariedad de Dios.
17
Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente..., 174.
18
Beber en su propio pozo..., 177. G. Múgica ha indicado –y creo que certeramente– que «la espiritualidad constituye
la clave principal para comprender y establecer la particularidad del método en la teología de la liberación (El método
teológico: una cuestión de espiritualidad, en Varios, Vida y reflexión. CEP, Lima, 1983, 22).
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Cinco son los rasgos más relevantes de la espiritualidad de la liberación, que Gutiérrez
formula con precisión: conversión; exigencia de solidaridad con –y de amor a– los
pobres; vivencia de la gratuidad, del don de la autocomunicación de Dios que, lejos de
suprimir la eficacia del amor, la exige; alegría pascual y esperanza, que se traduce en
voluntad de vida y en victoria sobre el sufrimiento; infancia espiritual –de la que ya nos
ocupamos más arriba– como condición del compromiso con los pobres; paso por la
experiencia de soledad, que nada tiene que ver con el individualismo o la privacidad;
dicho paso lleva a «un hondo vivir en comunidad».
«Esa nueva realidad invita a salir de un mundo familiar y frecuentado, y lleva a muchos
a releer la propia tradición espiritual. Se trata, sobre todo, de hacer nuestros el mundo
de los pobres, su manera de vivir la relación con el Señor y de asumir la práctica
histórica de Jesús». A eso somos llamados, precisamente, dirá enfatizando más todavía
el protagonismo espiritual del pueblo: «a resucitar con el pueblo en materia de
espiritualidad».
Pero releer la historia quiere decir rehacer la historia. Hacerla desde abajo; será,
por esto, una historia subversiva. Hay que «vertir» la historia no desde arriba,
sino desde abajo. Lo grave no es ser «subversivo», luchar contra el sistema
capitalista, sino como hasta hoy un «superversivo», un apoyo a la dominación
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G. Gutiérrez
La fuerza histórica de los pobres
Sígueme, Salamanca, 1982, 31-32
Escritos
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