£1 horizonte hermenéutico de la exéresis bistórico-crítica
I. QUÉ ES EL MÉTODO HISTÓRICO-CRÍTICO Tanto los cortes longitudinales que podemos hacer en la historia de la investigación del Antiguo y del Nuevo Testamento, como una mirada de conjunto a sus formas y géneros literarios, y a los modelos de trabajo que se han propuesto hasta ahora, permiten comprobar claramente que «el» método histórico-crítico sólo existe en sentido relativo: desde el comienzo de su existencia se encuentra en un constante proceso de purificación por el que se va liberando de los axiomas y supuestos implícitos que con el tiempo experimentan una revisión; su potencialidad dinámica, que es la mejor prueba de su vigor interno, lo empuja a una incesante reforma de su propio instrumental metodológico; la esmerada exactitud con que lleva a cabo el análisis de los textos conduce a una clasificación cada vez más refinada de las formas y géneros literarios. Así pues, el método histórico-crítico se encuentra a su vez en un movimiento hermenéutico inacabado. A causa de esta fundamental apertura del método histórico-crítico resulta casi imposible formular juicios de tipo general y abstracto fuera de su mismo ejercicio. Lo que tiene de verdad y lo que tiene de error es siempre algo concreto y sólo como tal se le puede enjuiciar con detalle. Con todo puede ser lícito, supuestos los restantes trabajos de este volumen, formular separadamente las implicaciones hermenéuticas del método histórico-crítico. Por necesaria que sea una diferenciación del trabajo minucioso sobre problemas individuales y delimitados, pagina 62 schreiner fácilmente puede deslizarse la ilusión de creer que el horizonte instrumental con que se elabora el trabajo exegético es completamente «evidente» y que funciona sin rozamiento alguno. El hecho de que el método histórico-crítico en sentido estricto tenga una técnica aprendible puede hacer olvidar fácilmente que la formación de la crítica bíblica se debe a circunstancias históricas y espirituales muy concretas, circunstancias que hasta el día de hoy siguen determinándola como requisitos indispensables, a pesar de todos los cambios. Incluso una noción preliminar y formalista de lo que es el método histórico-crítico implica un esquema hermenéutico fundamental y global de las relaciones existentes entre la inteligencia humana, la historia y la fe bíblica. Citemos como ejemplo una definición de U. WILCKENS: «La única interpretación científicamente responsable de la Biblia consiste en un estudio de los textos bíblicos que, aplicando de manera metódica y consecuente la razón histórica según el estado actual de su técnica, intenta descubrir y describir — comprendiéndolos desde sus propias circunstancias— el sentido que han tenido esos textos dentro del contexto de la historia de la primera tradición cristiana. El objetivo que persigue el estudio de los textos bíblicos es el llegar a conocer la primitiva historia cristiana como historia de los orígenes del cristianismo, al que nosotros pertenecemos hoy» 1. Quedan aún la cuestión de la estructura y el derecho de la «razón histórica», que al menos desde W. DIL THEY tiene también su propia «crítica», y la cuestión de la legitimación interna de una historia cristiana de los orígenes y de la tradición. El método histórico-crítico se ha impuesto en la teología de manera que hoy —lo que no ocurría todavía en tiempos de E. TROELTSCH 2 — se puede hablar sin prejuicios de sus supuestos y por ende también de sus problemas. Por lo demás las siguientes reflexiones no tienen otro sentido que el de explicar la eficacia siempre fascinante de este método y el de equipar hermenéuticamente a quienes tengan interés por la exégesis, proporcionándoles pagina 63 schreiner la vigilancia Crítica que requiere el manejo adecuado de la misma «crítica». II. LA AUTOCOMPRENSIÓN HISTÓRICA No se pueden comprender suficientemente las implicaciones hermenéuticas del método histórico-crítico si no se reflexiona sobre el origen de toda comprensión: el carácter peculiar del mensaje bíblico y la historia azarosa de su interpretación que no es independiente de factores extrabíblicos. 1. Presupuestos de la moderna crítica bíblica La comprensión de las cosas3 ocurre casi siempre de manera a-temática, es decir, sin hacerse notar. Esto vale para la experiencia vital cotidiana, para las relaciones interhumanas y (dentro de ciertos límites) incluso para la interpretación científica del mundo. Sólo cuando esa comprensión espontánea se ve perturbada o llega a faltar por completo —comprensión que siempre implica ciertos aspectos intersujetivos —, se suele llegar a una reflexión propiamente dicha sobre el proceso comprensivo. Para ello hay una tradición «normativa» (leyes, tradiciones de escuela, textos sagrados) que pone especial cuidado en la transmisión integral e intacta de los contenidos recibidos. Importa, por lo mismo, asegurarla contra desfiguraciones y falsificaciones, pero también lograr las actualizaciones necesarias en cada caso, a la vez que formar un conjunto de reglas fijas para el contacto adecuado con textos y tradiciones de carácter obligatorio. Semejante hermenéutica regional da por supuesta la validez de una tradición normativa previamente dada, y por su parte está casi siempre al servicio de la aplicación concreta de esa «autoridad» reconocida (cf. por ej. las reglas de la interpretación rabínica de la Escritura). Sólo cuando ya no se trata de pagina 64 schreiner «errores» aislados o de «malentendidos» ocasionales, sino cuando semejante contexto de comprensión previamente dado y hasta entonces «evidente» entra en una crisis interna de principios, sólo en ese instante irrumpe un planteamiento hermenéutico radical; y es que entonces hay que encontrar — si es que se quiere «comprender» algo — una nueva conexión con la tradición rota. Un primer ejemplo de tan grave problemática se encuentra en las relaciones del cristianismo primitivo con la historia de la revelación veterotestameníaria 4. Ya el Nuevo Testamento muestra los muchos estratos que forman semejante puente hermenéutico (ruptura radical; cumplimiento- promesa; los cristianos, herederos de la Antigua Alianza; motivo de la superación; etc.)5. Y si durante largo tiempo el cristianismo primitivo mantiene la vigencia histórica de su carácter específico, es porque puede proporcionar una inteligencia nueva de los escritos del Antiguo Testamento; es decir, una inteligencia iluminada por el acontecimiento de Cristo6. La presencia viva del Kyrios en el Espíritu sigue siendo el principio hermenéutico decisivo, aun después de la puesta por escrito del Nuevo Testamento (cf. la diferencia entre «espíritu y letra» en Pablo y en la Iglesia antigua). La pluridimensionalidad interior de la Escritura y la riqueza de sentido que ofrece su contextura polifónica 7 conducen a la formación de una técnica interpretativa sutil, que desde luego no busca ninguna fundamentación científica y autónoma de sí mis- pagina 65 schreiner ma; lo cual es comprensible en las condiciones históricas en que se desenvolvía entonces la vida del espíritu, y sobre todo si se tiene en cuenta que la inteligencia de la Escritura se daba en el marco vivo de la fe de la Iglesia. Sin embargo, en los grandes teólogos de la Escritura hay detrás de las numerosas reglas sueltas todo un análisis de la comprensión escriturística, si bien nosotros apenas podemos entenderlo y hemos de empezar por redescubrirlo. Viene luego la reforma que introduce una cesura decisiva cuando, en contra de la autoridad de la Iglesia medieval que se consideraba custodio e intérprete de la Escritura, propugna y abre paso a los impulsos más originales y críticos del Nuevo Testamento8. Pero este mismo hecho acaba por abrir un interrogante: ¿cuál es la instancia desde la que esa nueva comprensión de la Escritura puede declararse como «auténtica»? LUTERO sale al paso de la interpretación que da de la Escritura el magisterio eclesiástico apelando a la evidencia que poseen los mismos textos bíblicos 9. La Escritura se interpreta por sí misma10 y de ella se desprende, con una claridad hasta ahora desconocida, que la medida última y eficaz de cualquier interpretación debe ser Cristo, origen y contenido de la tradición cristiana. Ya aquí se insinúa el problema de la «crítica interna» de la Escritura (cf. la posición de LUTERO con respecto a la carta de Santiago). Con el desarrollo de esta tendencia empezaron a aplicarse dos principios hermenéuticos (por cierto, que no sin precedente en la exégesis medieval) con una vigencia fundamental hasta el día de hoy tanto para la futura historia de la comprensión escriturística, como para la formación del método histórico-crítico: a) La interpretación auténtica de los textos bíblicos, que pone el acento en el «sensus historiáis», debe atenerse a la intención de los autores apostólicos. b) El testimonio del Espíritu Santo produce en el oyente de la Palabra la analogía hermenéutica en la que se alcanza el sentido de los diversos pasajes de la Escritura a partir del conjunto de la Biblia, y en la que radica la necesaria correspondencia interior entre el significado objetivo de la Escritura y la experiencia afectivapersonal de la fe " (aquí empieza el «círculo hermenéutico») n. 2. Los comienzos del método histórico-crítico Mientras se dio el suficiente acuerdo fundamental entre sentido objetivo e interpretación subjetiva de la Escritura, acuerdo basado en el principio de la unidad del canon bíblico con base dogmática, la virulencia interna de este nuevo enfoque no pasó de ser una manifestación periférica y más o menos «casual» 13. Pero a medida que la tradición eclesiástica ya no pudo proporcionar como antes el contexto de la interpretación, y entonces —a partir del siglo xvn— la Escritura empezó a considerarse como «fuente» histórica14, una fuente que debía entenderse según la manera de pensar de sus autores en el momento de su composición, y teniendo en cuenta el contexto vital del mundo circundante contemporáneo 15. Pagina 67 schreiner La vuelta a la Escritura entendida de ese modo histórico produjo en primer lugar un distanciamiento del presente eclesial ajeno a su origen histórico. También los portavoces de la nueva interpretación de la Escritura estuvieron convencidos durante mucho tiempo de que la verdad bíblica era en sí misma inmutable y divina. La interpretación histórica significaba para ellos la tarea de liberar la eterna y subsistente verdad de Dios de cualquier recubrimiento de tipo histórico y temporal. Hasta bien entrada la época de la ilustración se consideró que el verdadero contenido doctrinal de la Escritura era la absoluta y ahistórica verdad de Dios, y se puso de relieve su función crítica frente a la doctrina contemporánea de la Iglesia y a sus múltiples tradiciones. De hecho esto significaba que la interpretación histórica de la Escritura, pese a todas las «críticas», seguía como tal positivamente subordinada a una aplicación consciente del objeto de la fe cristiana. En la época siguiente el método histórico-crítico se volvió enérgicamente contra esos elementos «dogmáticos » que actuaban dentro de él mismo. Y es que a medida que avanzaba el análisis histórico aparecía cada vez con mayor claridad que por ej. todo el Nuevo Testamento, incluso su «núcleo» y hasta el centro de lo que constituye su «esencia propiamente dicha»16, tenía un carácter totalmente histórico. En tiempo de la ilustración llegó a predominar, como presupuesto fundamental de la crítica bíblica, la duda sistemática sobre los relatos de la Escritura en el sentido de que quizá podrían más bien dificultar o encubrir su verdadera comprensión. A pesar de sus muchas pagina 68 schreiner incongruencias (cf., por ej., las hipótesis de H.S. REIMARUS17), la tendencia básica del planteamiento hermenéutico es incontrovertible: no se puede simplemente dar por supuestas la verdad y la originalidad histórica del material atestiguado por la Biblia, sino que hay que empezar por demostrarlas. Por este camino se llega a aplicar expresamente a los evangelios la investigación de las fuentes, así como se llega a la crítica concreta, por ej., de los relatos sobre los milagros de Jesús. 3. Radicalización de la crítica. Si los racionalistas habían dado siempre por supuesto que el «núcleo» resultante de los enunciados escriturísticos estaba constituido por unas verdades que estaban directamente en armonía con los principios racionales generales o con los postulados de las religiones y de la moral naturales18, el siglo xix tomó conciencia viva de la fundamental distancia temporal que separa a la Escritura de su intérprete. El mundo conceptual de los autores bíblicos, por ej., dejó de verse primariamente bajo aspectos «racionalistas» o «supranaturalistas» —es el contrapunto negativo—, sino en su heterogeneidad «mítica»19: el material (por ej., el de los Evangelios) apareció en su propio mundo ideológico. Solamente así se evidenció por completo la diferencia histórica que existe entre el cristianismo primitivo y el presente propio, diferencia que en las etapas anteriores del método histórico-crítico no se había considerado con esa claridad. Pero también la crítica radicalizada del siglo xix siguió pensando en gran parte con ayuda del esquema: «hechos históricos casuales, verdades de razón necesarias»: aunque, tras un examen minucioso, se pueda poner en duda la reaüdad de no pocos de los hechos relatados, en el sentido de su facticidad histórica, no dejan de ofrecernos un «núcleo» consistente y eterno, que en sí mismo pagina 69 schreiner es ahistórico20. Pero además, siguiendo la filosofía del idealismo alemán, se concibe esencialmente ese «núcleo» como una «idea» (cf. D.F. STRAUSS21); y entonces la crítica histórica impulsada por tales principios, y en el contexto de la disolución post-hegeliana del idealismo, lleva a un antagonismo casi irreconciliable entre la Sagrada Escritura y su investigación histórica, entre la revelación garantizada por ella y su historicidad que simultáneamente se va clarificando. A través de esta crisis, sobre todo en F, CHR. BAUR 2Z, y de la repercusión negativa y destructora del método históricocrítico, que era hasta entonces la que más había destacado, se hizo visible su elemento constructivo: la historia del cristianismo primitivo no refleja una «doctrina eterna» y santa a la que habría que desembarazar de las envolturas de un material expresivo ligado a su tiempo, sino que representa un momento en el proceso de evolución del espíritu absoluto (concepto tomado de HEGEL). La historia múltiple y contradictoria del cristianismo primitivo es el movimiento mismo de la revelación. Pues bien, al no concebirse ya el fruto de la exégesis como un «sistema» sino como historia de la revelación (por ej., del cristianismo primitivo), el marco de toda la «teología bíblica» cambió fundamentalmente 23. El desarrollo de la historia de las religiones permitió establecer comparaciones con otras religiones, iluminando así una serie de dependencias e influjos del mensaje bíblico con respecto a ellas 24; el resultado fue una mayor radicalización del método histórico-crítico. De esta manera la fe bíblica, con su forma histórica propia, fue desapareciendo cada vez más entre una espesa maraña de numerosos elementos «sintéticos»25. Pagina 70 schreiner hipotecó gravemente las relaciones de la fe cristiana con el método histórico-crítico. Poco a poco la misma crítica bíblica fue perdiendo de vista el objetivo que en parte la había constituido en el siglo xvni. El Nuevo Testamento como documento de la verdad de Dios se había transformado en una colección de las fuentes más importantes para la historia del cristianismo primitivo, Dos fueron los intérpretes significativos que sin reserva alguna sacaron las consecuencias de este estado de cosas26. F. OVERBECK27 descubrió la existencia de una oposición irreconciliable entre la interpretación científica de la Biblia y su aplicación creyente dentro de una religión viva. La teología no pueda adquirir por vía histórica una seguridad de lo que es el cristianismo, y el contacto creyente con la Escritura es incompatible con una crítica científica. Para W. WRE DE28 la única solución era que la crítica científica siguiera consecuentemente su propio camino. Pero esto significaba que la correspondencia entre la crítica histórica y el carácter de revelación que tradicionalmente se venía atribuyendo a la Escritura, aparecía como algo, en principio, insoluble. Del Nuevo Testamento no se puede extraer ninguna doctrina que pueda representar una «autoridad normativa» para el tiempo presente. El exegeta necesita una total libertad de «crítica» para cumplir su misión. Mientras el exegeta tenga que seguir trabajando, pongamos por caso, con vistas a una teología neotestamentaria, se le obliga a abandonar su método histórico, y por eso es que sólo existe una historia de la religión del cristianismo primitivo. Pagina 71 schreiner El horizonte hermenéutico de la .exégesis histórico-crítica Así pues, la exégesis como tal no puede de ninguna manera tener en cuenta las «necesidades vitales de las Iglesias» 29. III. «CRÍTICA» Y «TEOLOGÍA» A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX El descubrimiento de la diferencia histórica existente entre la fe bíblica y el respectivo momento presente había llevado en un proceso inevitable a que el intérprete ya no pudiera identificarse «ingenuamente» con el contenido y el sentido del texto. De esta manera la causa de la fe cristiana se hizo profundamente problemática. La obra y vida de F. OVERBECK es todavía hoy un documento monitorio que nadie puede pasar fácilmente por alto. Así es como a principios del siglo xx se planteó el interrogante de si a la luz de la teología podía tener sentido el enfoque estrictamente histórico de la crítica bíblica30. Una situación tan crítica constituía un desafío fundamental sobre todo para la teología sistemática 31. 1. La llamada a una «.exégesis teológica» El joven KARL BARTH, impulsado por las necesidades de la predicación, ataca el problema con su meditación teológica y programática sobre la carta a los Romanos (1919)32. Sólo Dios mismo puede hablar de Dios; sólo en ese sentido es posible una revelación pagina 72 schreiner Ante semejante automanifestación de Dios, a la que se puede responder con una actitud de escucha obediente, debe desaparecer todo esfuerzo humano. El único objeto de cualquier teología es esa palabra de Dios que se revela a sí mismo. El intérprete sólo cumple su cometido teológico cuando escucha la palabra de Dios testificada en la Escritura y continúa proclamándola en la predicación. Por consiguiente, la interpretación histórico-crítica, para la cual la Escritura es un documento humano como cualquier otro, no es más que un primer paso en el camino hacia el texto. La crítica bíblica es un presupuesto externo perfectamente serio, pero a través de lo histórico no penetra en el espíritu mismo de la Biblia, que es el Espíritu de Dios. La «teología dialéctica» de los años veinte tiene el mérito' indiscutible de haber vuelto a confrontar conscientemente a la exégesis histórico-crítica con el problema de su significación teológica. Frente al historicismo y al psicologismo, KARL BARTH quería recuperar la auténtica dimensión teológica. «Con mi inteligencia puedo avanzar hasta el punto en el que ya casi estoy solo ante el enigma de la cosa misma, y casi no ya ante el enigma del documento como tal»33. La posibilidad de una «exégesis teológica» (entendida como un «correctivo necesario», no como un método propiamente dicho) se da cuando el intérprete entra en los problemas que atañen al contenido del texto34. 2. Una interpretación crítica de intención teológica: la «interpretación existencial» R. BULTMANN comparte las preocupaciones teológicas de K. BARTH, en cuanto que también para él el verdadero objeto del Nuevo Testamento es la palabra de Dios, en la cual Dios mis- pagina 73 schreiner mo habla al hombre35. Pero BULTMANN rechaza desde luego el menosprecio de BARTH por la investigación histórico-crítica, así como su «biblicismo». Los documentos históricos sólo pueden entenderse realmente cuando la comprensión histórica existencial que se manifiesta en cada uno de ellos se percibe de forma clara y es asumida en la existencia concreta por la decisión personal del expositor. La interpretación histórica de los textos neotestamentarios no consiste en la mera exposición de las ideas creyentes del cristianismo primitivo en sus condicionamientos históricos, sino que, saliendo en defensa de los destinatarios modernos del mensaje, pasa a hacer al mismo tiempo una crítica de la imagen del mundo que tenía el Nuevo Testamento. Así pues la crítica histórica no es solamente un apresto externo (como en K. BARTH), sino que, mediante una reinterpretación de las imágenes «mitológicas», representa el camino que lleva a comprender el contenido mismo del que los textos dan testimonio. Hay que reclamar la «desmitologización» (Entmythologisierung) 36, si se quiere que los enunciados neotestamentarios tengan todavía algún sentido para el hombre de hoy. Esa «desmitologización» se lleva a cabo positivamente en la «interpretación existencial», que expresa el significado permanente del kerygma cristiano primitivo en la forma mental de las actuales categorías existenciales3I. Arrancando la interpretación de esta idea filosófica, se trata de eliminar de la misma la «metafísica» y el pagina 74 schreiner «sobrenaturalismo». Esto significa, por ejl, para la formulación del concepto de Dios, que toda palabra sobre Dios debe interpretarse simultáneamente como palabra sobre el hombre. Esta determinación antropológica —todavía bastante indeterminada y en cierto sentido «neutral»— de los enunciados teológicos38 hace que se pueda definir la fe como una nueva «autocomprensión» 39 de la existencia humana, una comprensión de carácter escatológico. La «comprensión previa» que el hombre siempre aporta a ese encuentro queda sujeta en el proceso comprensivo a una clarificación crítica y en cierto modo viene corregida. Sea cual fuere la estructura formal y material de este «pre-juicio», significa la apertura del único horizonte problemático en el que es posible la comprensión; de esta manera ofrece — quizás en forma de contradicción — un punto de entronque con cualquier tema y constituye así un requisito para la comprensión. Cuando la idea previa está al servicio de la máxima abertura para encontrarse con la historia o con el tema del texto, es evidente que hasta cierto punto debe dejarse doblegar por la apelación de que es objeto, y que en el conflicto con el texto debe adherirse a otros movimientos esclarecedores *>. Así pues, la comprensión de textos históricos debe llevarse a cabo en un enfrentamiento vivo con la idea previa del intérprete, hasta que quede claro qué es lo que ambas partes pretenden. Por consiguiente, el destinatario es también en cierto sentido un criterio de verdad para los enunciados neotestamentarios. El objetivo indirecto de toda exégesis histórico-crítica es el acontecimiento actual de la aceptación de esa fe en el acto de escuchar. La «interpretación existencial» de los textos que tienen algo que decirnos sobre Dios, y el análisis histórico-crítico de esos documentos, se encuentran en una relación de dependencia recíproca, a fin de que el mensaje formulado dentro de un estado de cosas pasado pueda ser entendido responsablemente por su posible oyente pagina 75 schreiner actual, y para que no aparezca como meros inventos o sueños humanos el mensaje que cristalizó en esos textos. Generalmente se ha pasado por alto que con este esquema fundamental de BULTMANN en el fondo se formula una problemática interpretativa que de hecho ya desde el siglo XVIII/XIX viene siendo inherente al método histórico-crítico. Y es que en realidad, debido a la intención formalmente «crítica», el contenido de verdad de los escritos bíblicos se ha medido siempre según la propia comprensión que el hombre tenía de sí mismo y del mundo; y de esta manera siempre ha estado limitada por la propia capacidad de fe. Lo que ocurre es que el aguzamiento interno que se dio en la historia del método histórico-crítico, tal como la hemos seguido hasta aquí en sus líneas más generales, empujó a BULTMANN a enfrentarse con la cuestión de una forma más consecuente y programática. Lo que está históricamente condicionado en este esquema teológico es sobre todo la «comprensión existencial-» que sirve de hilo conductor a esa interpretación del mensaje neotestamentario; comprensión existencial que en cierto sentido tiene un cufio filosófico previo y que por cierto apenas puede apelar —en contra de lo que se piensa generalmente— al planteamiento genuino de MARTIN HEIDEGGER en Ser y Tiempo41. Hoy son evidentes la estrechez y limitaciones de la «interpretación existencial» desarrollada por BULTMANN: olvido del carácter corporal y social y de la estructura comunicativa de la existencia humana; uso restringido del concepto de «existencia» (Dasein) en el sentido de la «subjetividad» de KIERKEGAARD con su matiz idealista; incomprensión de la dimensión pública y social del Evangelio; renuncia a cualquier cuestión de «continuidad» en la historia de la fe (actualismo radical); descuido de los elementos) «espaciales» en la interpretación existencial»; etc. Todavía no se ha resuelto el problema de si estos fallos están fundamentalmente relacionados con la idea de una «interpretación existencial» (tomada en un sentido pleno «ideal», que aquí no podemos desarrollar), o si se deben en gran parte a la reducción que hace BULTMANN de las estructuras existenciales, en- pagina 76 schreiner tendidas desde el horizonte de una filosofía de la subjetividad y contra la posición filosófica fundamental de MARTIN HEIDEGGER. El caso es que, pese a esos puntos débiles innegables, hasta hoy no se ha logrado ningún esquema parecido, que tome tan en serio las profundas aporías del método histórico-crítico e intente encontrar una salida a las mismas41a. IV. ESQUEMAS HERMENÉUTICOS MÁS RECIENTES DE LA TEOLOGÍA PROTESTANTE Hoy día nadie puede llegar a un resultado serio en el intento de legitimar teológicamente el método histórico-crítico sin tener en cuenta y discutir la concepción bultmaniana. Por lo demás, la situación presente se diferencia de la anterior en que, por una parte, la «crítica» puede presentar logros indiscutibles y por consiguiente pertenece actualmente —si bien con ciertas modificaciones— al instrumental imprescindible de la interpretación escriturística en casi todas las Iglesias y confesiones; pero, por otra parte, en que debido precisamente a sus resultados, ha planteado problemas teológicos de tal magnitud, que es completamente incapaz de solucionar por sí misma. Por eso no es casual que los motivos parciales conducentes a una nueva determinación de la función que corresponde a la crítica histórica, procedan sobre todo de aquella teología sistemática que en principio acepta el método histórico-crítico, pero pagina 77 schreiner •que al mismo tiempo intenta hacer luz desde la totalidad de la teología correspondiente. 1. «Crítica» y reforma G. EBELING42 no ve en el planteamiento histórico-crítico ningún problema metodológico de tipo técnico-formal, sino una opción fundamental del pensamiento teológico. En cuanto que desde sus presupuestos ideológicos, este método postula un enfrentamiento crítico con la tradición, está esencialmente ligado a una «crítica objetiva». Gracias a la decisión básica que constituye el método histórico-crítico, el protestantismo del siglo xix ha podido, de hecho, mantener y reforzar la opción reformadora del siglo xvi. Sea cual fuere la relación que se establezca entre la reforma y el nacimiento del espíritu moderno (cf. ya DILTHEY y TROELTSCH), lo que está claro es que existe una conexión interna entre la justificación sola fide y el rechazo de todas las seguridades previas a la hora de actualizar el mensaje cristiano. La fe se encuentra, pues, profundamente expuesta a la impugnabilidad de todo lo histórico. La razón de que el método histórico-crítico pueda adquirir tal poder sobre la Escritura está en la diferencia interna que hay entre «Escritura » y «revelación», «ley» y «Evangelio» *. Mas también ahí se funda la confianza de que la crítica histórica no puede sacudir profundamente la verdad de la fe cristiana. La «crítica» sigue siendo «un medio imprescindible para recordarle a la Iglesia aquella libertad que tiene sus raíces en la iustíficatio impii» M. 2. Superación de la distancia temporal por la historia teológica de la tradición y del universo Cuando, en el curso de los descubrimientos imprevisibles del método histórico-crítico, a cada nuevo paso que se da por comprender la tradición se vuelve a preguntar qué significa para el pagina 78 schreiner presente el acontecimiento anterior, cobra importancia fundamental el problema de cómo salvar la distancia que se abre entre pasado y presente. Para superar la discrepancia entre la investigación histórico- crítica y la teoría dogmática, W. PANNENBERG45 hace de la historia del objeto mismo de la fe cristiana — por oposición a toda «doctrina» separada de la historia— el horizonte universal de toda teología. En este esquema del acontecer total encuentra también su lugar cada capítulo de la investigación histórica; por él hay que interrogar en cada caso al material transmitido. Sólo así puede cubrirse el abismo que se abre entre el hecho y su significación, entre el kérygma y la historia verificable, entre el texto neotestamentario y el mundo actual. El centro en el que se juntan estos distintos horizontes mentales es el contexto integral de la «historia de la tradición» cristiana46. Ésta adquiere proporciones de historia universal porque, partiendo de la primitiva apocalíptica cristiana, la reflexión teológica está en condiciones de concebir la historia como un todo; ese todo es pensable ya ahora, de una manera proléptica, porque en el destino de Jesucristo se han anticipado para la humanidad el futuro y la consumación de esa historia. Este esquema no hace desaparecer las diferencias históricas, más bien las salva por primera vez. El ver los diversos acontecimientos y sus respectivos nexos sobre el horizonte de la historia universal, permite alcanzar la época del intérprete a partir del texto. Por supuesto que una discusión de este programa teológico y de la posición que en él ocupa el método histórico-crítico es algo que supera el marco del presente trabajo47. De lo que se trata en principio es de presentar las respuestas fundamentales que la teología ha dado a las perplejidades provocadas por el método histórico-crítico. Pagina 79 schreiner 3. La investigación histórica como evocación de una esperanza que no caduca J. MOLTMANN48, en polémica con K. BARTH y R. BULTMANN, se pregunta si la interpretación de la historia, que se suele dar por supuesta, en el método histórico-crítico —en el sentido de un «nexo causal cerrado» y de una «homogeneidad» de los acontecimientos — responde verdaderamente a la realidad interrogada. Con semejante concepción cosmológica de la historia, la conciencia histórica se somete a sí misma a una crisis. Su respuesta constituye una crítica al positivismo resultante, pues éste considera la historia como una «substancia dada», pero no es capaz de descubrirla en su carácter evolutivo y en su obligatoriedad escatológicouniversal. La historia no consiste esencialmente en una serie inmóvil de hechos, sino que es un proceso en marcha, un devenir abierto y todavía inacabado, una trama de procesos en un mundo que aún está sin terminar. Por lo tanto, hay que proyectar todos los acontecimientos sobre su futuro. La historia es el escenario de la revelación, y sólo en ella ha de decidirse el pleito sobre lá verdad del Evangelio. Por eso la Escritura sólo es ella misma cuando va unida con este ultimo apocalipsis de la historia y con su propio futuro. La investigación histórico-crítica de la Sagrada Escritura no se realiza sólo de manera retrospectiva, en orden a obtener una comprensión del pasado bajo las circunstancias del espíritu presente. La interpretación de la Escritura resulta estéril si no abre la verdad futura del hombre a partir de Dios, incluso para la práctica de la vida. Donde se necesita la luz de la crítica histórica es en aquellos puntos de los textos y en los acontecimientos que ellos atestiguan en que irrumpe el futuro. Por consiguiente, la Biblia sólo tiene sentido como documento de una promesa de libertad, promesa que aún tiene que acreditarse. También la crítica histórica, como toda teología, está al servicio de esa libertad futura. Y lo primero que hace como «crítica» es luchar contra todos los obs- pagina 80 schreiner táculos que se oponen a dicha libertad. Con ayuda del método histórico-crítico se interroga al Antiguo y al Nuevo Testamento hasta encontrar las señales y promesas, plasmadas por escrito, del futuro y esperanza escatológicos. «El interés por su estudio histórico (el de la historia escatológica) nace de la esperanza que evoca» m. Estas alusiones a la teología de MOLTMANN bastan en este contexto para poder ver la transformación que sufre la función del método histórico-crítico en el conjunto de la teología. 4. Significación ejemplar para una teoría del cristianismo moderno Según T. RENDTORFF X, con la victoria del método históricocrítico se han ganado para el pensamiento cristiano la emancipación y la conciencia de libertad propias de la edad moderna. En la medida en que la crítica histórica ha llegado a ser el único camino científico reconocido, en el cual se ha realizado y aceptado un verdadero estudio crítico de la tradición, con ella se ha impuesto la autonomía moderna, independientemente de las necesidades de respuesta que pudiera tener la teología dogmática: esta autonomía comprende, por una parte, la tendencia hacia un cristianismo libre de autoridades y, por otra, la correspondiente actitud crítica fundamental. Sobre todo la apertura metodológica, que nunca emite respuestas definitivas ni terminantes, es la más congruente en quien no cesa de interrogar. De esta manera arrebata el punto de apoyo a aquellas tradiciones dogmático-eclesiales que en épocas pasadas resolvían de antemano con su pretensión autoritaria todas las cuestiones relativas a la esencia del cristianismo. La crítica histórica no da a los problemas una respuesta categórica, sino que se transforma en una conciencia problemática constantemente abierta, en la cual se debaten las relaciones con la tradición y con el propio presente. Pero precisamente en esa impresionante manifes pagina 81 schreiner
ración de sus formidables posibilidades se muestra también la limitación
de la crítica bíblica: ciertamente puede decir lo que «entonces », bajo determinadas condiciones, fue cristiano, pero no está en sus manos el dilucidar cómo deben moverse hoy el pensamiento y la acción dentro de la tradición cristiana. La significación ejemplar de la investigación escriturística queda limitada al conocimiento de las condiciones en las que se desarrolló en aquel tiempo la fe cristiana. En este horizonte la interpretación moderna de la Escritura con la susodicha limitación, sólo representa una respuesta parcial. Toda la teología debe alcanzar el nivel en el que puede preguntarse por las condiciones específicas de un cristianismo moderno, y esto mediante procedimientos científicos expresamente elaborados para ello. Semejante «teoría del cristianismo», que tiene su modelo en la labor temprana de la crítica bíblica, constituye un problema de la misma categoría que la investigación histórica. Dado que esa «teoría del cristianismo» apunta a un concepto de teología en las condiciones del cristianismo moderno, se relativiza la extraordinaria posición especial que hasta ahora ha disfrutado el método histórico-crítico, posición que, en el horizonte del pensamiento moderno, ha llevado con frecuencia a identificar la interpretación crítica de la Escritura con la teología. De esta manera el problema del método histórico-crítico ya no se plantea aisladamente, sino en el contexto más amplio de todo el cristianismo moderno. Por consiguiente, sólo puede obtener una respuesta de la teología como conjunto. 5. Enseñanzas Si sometemos estos nuevos esquemas, por imponentes que sean, a una consideración crítica, nos encontramos con que la moderna interpretación de la Escritura nos puede mostrar una vez más su fortaleza siempre insospechada: a pesar de la constante apelación a la «historia» como dato primario, predomina aquí en cada caso una violenta «presión del sistema». Se eligen los temas bíblicos o los exegetas que son más «conformes con el sistema»; si hay otros textos, se les pone sordina; si hay motivos que no cuadran, pagina 82 schreiner se los hace a un lado; las vetas de tradición que no encajan, quedan suprimidas. Pero precisamente aquí basta una mirada a los resultados de la interpretación científica de la Escritura para comprobar cómo se mantiene su polifacetismo soberano, lo fácilmente arbitraria que resulta toda concepción unitaria y sistemática, y lo difícil que le es, incluso a una teología sistemática abierta, adoptar una postura libre de prejuicios ante la investigación histórico-crítica (lo que no excluye de ninguna manera una actitud crítica de alerta con respecto a la exégesis). En este punto la teología sistemática sigue procediendo en plan «grandilocuente»; debería fijarse más en el lado «empírico» de la exégesis si quiere descubrir y sopesar sus puntos de vista unilaterales. También el exegeta debe pensar aquí con rigor, de manera que cualquier superioridad especulativa sobre la «existencia de carretero» que lleva la exégesis deba deponer sus pretensiones. En este caso la «teoría» más que tarde llega demasiado pronto. Primero tiene que hacer largas experiencias con los pies en el suelo51. V. LAS APORÍAS HERMENÉUTICAS LATENTES La historia problemática del método histórico-crítico ha sacado a luz sin ninguna reserva el cúmulo de dificultades que acompañaron su fundación. Vamos, pues, a exponerlas con más detalle en algunos de sus aspectos. 1. Origen profundamente enraizado en la historia Parece que el exegeta moderno tiene, por lo general, la impresión de que el método histórico-crítico es, sí, una conquista moderna, pero concebida de una manera peculiarmente ahistórica. Y, sin embargo, el desarrollo del método como tal depende de una Pagina 83 schreiner serie de presupuestos históricos y espirituales específicos, que en gran parte casi están «olvidados». R. SIMÓN S2 creía todavía que la crítica, con la que se podían demostrar las vicisitudes y superposiciones que condicionan el nacimiento del Antiguo Testamento, lograría demostrar la caducidad del principio escriturístico de los protestantes y la necesidad de un tradición cristiana, tanto más cuanto que las reglas de la crítica eran independientes de la fe. Algo parecido les ocurrió a los fundadores protestantes del método histórico-crítico en los siglos XVIII/XIX: la «crítica» constituía un servicio a la fe originaria y a la verdadera Iglesia. Pero I0 1 que en realidad ocurrió, aunque de modo indirecto, fue que el criterio para determinar la verdad de la revelación se trasladó al pensamiento claro y racional. De esta manera se había dado el primer paso en la construcción de un frente entre razón y revelación, que con el tiempo se reforzaría. Lo que al principio pareció ser una tensión legítima entre ambas, se convirtió más tarde (cf. P. BAYLE) en una «crítica»53 que llevó a cabo la separación total de ambos campos. Debido a la común y temprana reacción negativa da las Iglesias contra una gran parte de los escrituristas «críticos» que militaban en sus propias filas, la palabra «crítica» adquirió un sentido polémico. En nuestro contexto no hace al caso un análisis histórico más detallado, sino la aceptación fundamental de la situación histórico*- espiritual que —quiérase o no— trae consigo la adopción del método histórico-crítico. La evolución de la nueva imagen del mundo, la pérdida de la unidad entre esa imagen y la Escritura, la polémica sobre la autoridad bíblica, el problema de la certeza de la fe —cada vez más insoluble en la discusión sostenida entre las diversas Iglesias—, y la capacidad mediadora de la razón humana —reforzada por el humanismo y el cartesianismo—que proclamaba su afán de poder insistiendo en el necesario autoafianzamiento del saber humano y en la extensión de la crítica racional, todos estos fenómenos fueron a la larga más fuertes que los lazos pagina 84 schreiner dogmáticos tradicionales (al menos, en primera instancia, para las Iglesias reformadas). Las verdaderas implicaciones del método histórico- crítico sólo aparecieron con claridad en el proceso histórico de su radicalización, cada vez mayor. Pero de hecho hasta el día de hoy más bien se ignora la trama de los presupuestos histórico-espirituales que contribuyeron a su formación, y esto tanto en el estudio histórico de su origen (fuera de algunas excepciones), como en el intento de hacer una valoración imparcial de su historia interna. Una apologética ingenua y un diligente mimetismo han frenado hasta el momento las exigencias de un enfrentamiento adecuado con el problema sobre una base amplia. 2. ¿Ausencia de prejuicios? Una de las aporías del método histórico-crítico, que a estas alturas no es ya un secreto para nadie, es la cuestión de sus fundamentos científico-teóricos. Ciertamente que mientras se le considere sólo como una técnica formal, se oculta esta problemática de su origen. Mientras la «ausencia de prejuicios» signifique que el intérprete sea dueño de sus opiniones previas, que rio introduzca inconscientemente en el juego conceptos extraños, tal postulado resulta evidente. También es cosa clara que el intérprete debe procurarse en cada caso los criterios adecuados; es decir, los que responden a los objetos históricos, criterios previos que le permitan incluir en el horizonte de nuestro propio conocimiento y comprensión campos relativamente muy alejados, como pueden ser la religión cananea, la especulación sapiencial de los griegos, el dualismo joánico o el mundo simbólico de la apocalíptica. Pero no se nos puede ocultar que el postulado de una absoluta ausencia de pre-juicios de parte de la «crítica», que sólo se sentía ligada por la futura averiguación de la verdad y, por tanto, se comprometía sólo a favorecer el «progreso» del conocimiento, se ha manifestado en muchos aspectos como una pura ilusión. Esto no sólo vale en el sentido de que nunca logramos desconectar por completo nuestros prejuicios, nuestros conceptos y nuestros apriorismos mentales. Por el contrario, el desarrollo reciente de la filosofía y de la hermenéutica pagina 85 schreiner moderna ha mostradoM lo profunda y secretamente que están inscritos en toda conciencia finita la tradición, un determinado lenguaje y un determinado «modo de pensar»; y esto por muy radical que sea la voluntad de entendimiento puro. Los caminos de la investigación histórica, que se concibieron a sí mismos como pasos hacia una total clarificación del sentido de la historia, han tenido que admitir el carácter dialéctico de esa clarificación 55 o un camino interminable. El postulado de la autopenetración del espíritu histórico tuvo que reconocer hasta qué punto él mismo estaba determinado por concepciones del mundo filosóficas y contingentes, y hasta qué punto seguía dependiendo de pre-juicios ocultos (cf. por ej. la concepción de la infinitud interna y de la lucidez casi divina del espíritu investigador). No es necesario recalcar que al poner al descubierto tales limitaciones no se va contra la voluntad radical de conocimiento, no se va en principio contra la necesidad de la «crítica» ni se pretende fomentar una actitud de resignación ante la tarea reflexiva. Por el contrario, cuando aparece ese profundo peligro, se necesita un método todavía más exacto. Pero hay que tener una conciencia clara de la sacudida que de hecho supone la hermenéutica reciente para la «seguridad» del método histórico-crítico: a) Toda comprensión tiene lugar dentro de una tradición viva y activa, que influye incluso en el proceso interpretativo. Hay que empezar por reconocer y tomar conciencia de la eficacia de semejante «historia efectiva». bj Es evidente que el método histórico-crítico, al no haber captado en el proceso comprensivo esa latente historia efectiva de la tradición, no ha podido hacer ver toda la realidad de las experiencias históricas. En este sentido siguió siendo «ingenuo». Pagina 86 schreiner que comprendió, sí, la dependencia histórica que condiciona al objeto, pero no descubrió que el sujeto cognoscente tiene también la misma estructura ontológica. dj Desde el punto de vista filosófico, las premisas ontológicas del concepto moderno de sujetividad quedaron ocultas. En la mayor parte de los casos era una subjetividad profundamente ahistórica la que pretendía cubrir cualquier distancia temporal. Sólo con el derrumbamiento del idealismo, y al ponerse de manifiesto sus repercusiones latentes (por ej., en el concepto de vida de DILTHEY) se radicalizó la cuestión de cuál es el medio' en el que pueden enlazarse los puntos históricos diferenciales, con vistas a cubrir la distancia que separa al autor de su intérprete. Si no hay ninguna magnitud metafísica, ninguna instancia de tipo suprahistórico, ninguna naturaleza humana universal, ninguna clase de lenguaje abstracto ni tampoco la «existencia» individual, que puedan servir de puntos de referencia sobre los que construir el puente del método históricocrítico, ¿cómo puede darse en modo alguno una «comprensión»? Para nosotros hoy ha llegado a ser evidente y natural la impregnación ideológica que presentan no pocas etapas del método histórico-crítico: la imagen de Moisés, la concepción del profetismo, la presentación de Jesús... todas estas interpretaciones testimoniaban una profunda evolución del lenguaje, del espíritu y de la mentalidad de cada época. En principio no es de extrañar que exista semejante relación con el presente. La interpretación sólo puede resultar adecuada en el marco de un pensamiento contemporáneo, pero ¿puede nuestra concepción de la realidad llegar a ser la «norma» (última) de la interpretación bíblica? Por ej., para nosotros es hoy día mucho más comprensible el que el Evangelio no pueda reducirse a una descripción «existencial». La resistencia que presentan muchos elementos y enunciados de la Escritura ha incitado a menudo al método histórico-crítico a entrar en contradicción con sus propias hipótesis. Pero el motor constante de su conocimiento ha sido su orientación a la realidad de su objeto; y esto es parte de su indiscutible grandeza. Pagina 87 schreiner VI. LA TEOLOGÍA CATÓLICA Y EL MÉTODO HISTÓRICO-CRÍTICO 1. Aceptación En ninguna otra parte se ve con tanta claridad que el método histórico-crítico no es una magnitud homogénea como en el intento de responder a la pregunta de cómo se sitúa ante él la teología católica. El destino del oratoriano francés R. SIMÓN muestra ya la cantidad de tensiones que se produjeron entre la Iglesia oficial y la naciente ciencia bíblica. Entretanto muchos resultados y métodos de la crítica histórica se han aclimatado también en el campo de la teología católica. Aquí no es necesario trazar de nuevo el camino espinoso que llevó al actual estado de cosas. Para muchos es incluso este camino de unificación subterránea el único que lleva a un auténtico ecumenismo en todos los frentes56. 2. Tendencia a la objetivación Esta aceptación tuvo lugar bajo determinados presupuestos. De parte del método histórico-crítico se dio una gran depuración general, que significó la liberación de una serie de axiomas filosóficos e ideológicos dudosos. En su lugar predominaban pequeñas delimitaciones, la formación de procedimientos exactos de substracción, minuciosos estudios monográficos, etc. Así pues, hoy día son sobre todo la eficacia y el éxito los que han cooperado al reconocimiento y estima del método histórico-crítico. Este punto de pagina 88 schreiner
vista pragmático — el de su confirmación concreta y su pretensión
la verdad de Dios, que aconteció en la historia y que desde la
Escritura se dirige a todas las épocas; y es ella la que mantiene abierto en el mundo y para el mundo el señorío de esa verdad. Vivir bajo la llamada exigente de Dios, bajo su palabra revelada y reveladora de todo, que introduce de lleno en el futuro de Dios... ¿quién no lo desearía en un mundo que no sabe cómo será mañana? » KARL LEHMANN