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Wagner, Cosima (1837-1930): Cosima fue la principal responsable del éxito de Richard
Wagner en la segunda mitad del siglo XIX. También es la principal responsable de su
mala prensa en el siglo XXI.

Wagner, Richard (1813-1883): Experto en sablazos y moroso sin fronteras, gracias a


dichas cualidades logró la independencia necesaria para revolucionar la cultura
occidental con sus grandes dramas musicales (Tannhäuser, Tristán e Isolda, El anillo del
nibelungo). Su música es tan grande que ni el hecho de ser Wagner un virulento
antisemita ha servido para silenciar su obra.

Wagner, Siegfried (1869-1930): Ponerle a un hijo un nombre tan épico como Sigfrido
para después llamarlo coloquialmente Fidi no es la mayor incoherencia que cometieron
sus padres, Richard y Cosima.

Wagner, Wieland (1917-1966): Director de escena legendario, supo como nadie


interpretar los libretos wagnerianos. El público tuvo suerte de que semejante genio
fuese además nieto de Wagner, pues de lo contrario jamás habríamos conocido sus
excelentes montajes. Por una vez el nepotismo sirvió para algo.

Walsegg, Franz von (1763-1827): Famoso por encargar el Réquiem de Mozart, el conde
Von Walsegg solía encargar obras a compositores consagrados. Después presentaba
dichas obras en el salón de su casa, haciéndolas pasar por suyas ante sus amigos y
criados. No hizo nada que no hagan hoy las grandes compañías discográficas.

Walter, Bruno (1876-1962): Discípulo de Mahler, fue uno de los primeros grandes
directores que dirigieron las obras de este, con el atractivo adicional de conocer de boca
del compositor los detalles de interpretación de sus partituras. No obstante, olvidó el
ingrediente mahleriano más importante de todos: la mala leche durante los ensayos,
que el bueno de Gustav destilaba a espuertas.

Walton, William (1902-1983): Fue un compositor moderno hasta que dejó de serlo.
También fue el compositor de moda en Reino Unido hasta que pasó de moda. Porque,
como dice la Reina Roja en Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll: «Hay que correr
mucho para quedarse en el mismo lugar».

Warlock, Peter (1894-1930): Autor de las más refinadas canciones inglesas del
repertorio, que saben a té con pastas a las cinco de una tarde nublada. Era también un
fanático del ocultismo. Y, quizás por eso, su música permanece oculta hasta hoy.

Webber, Andrew Lloyd (n. 1948): Compuso el musical El fantasma de la ópera, inspirada
en ese hombre (siempre es un hombre) que va al teatro con una copia de la partitura
para cazar el más mínimo error.

Weber, Carl Maria von (1786-1826): Muchos melómanos lo detestan porque lo


confunden con otro [véase Webern, Anton].
Webern, Anton (1883-1945): Sus obras son, con gran diferencia, las mejores de la
Segunda Escuela de Viena [véase Schoenberg, Arnold], en la medida en que son,
también con gran diferencia, las más breves. Fue además el mejor operista del grupo.
Porque no compuso ninguna ópera.

Weill, Kurt (1900-1950): Máximo exponente del cabaret berlinés de entreguerras, sus
canciones y óperas ligeras son todo lo picantonas que pueden ser para estar escritas en
alemán.

Weingartner, Felix (1863-1942): En sus inicios fue un prometedor segundón. Ya en la


vejez, dejó de ser prometedor pero siguió siendo un segundón.

Weir, Judith (n. 1954): Originalmente, su ópera Una noche en la ópera china iba a ser
una versión de la película Una noche en la ópera (de los Hermanos Marx) protagonizada
por Jackie Chan (interpretando todos los papeles). El proyecto no salió adelante por
problemas de agenda del prolífico actor, que debía rodar cincuenta películas aquel
mismo año.

Weiss, Silvius Leopold (1687-1750): Compuso verdaderas joyas para el laúd. Cuando el
laúd cayó en el olvido, los guitarristas acudieron como hienas a rebañar nuevas piezas
para su bastardo repertorio.

Widor, Charles-Marie (1844-1937): Compuso diez sinfonías para órgano tan densas, que
se podrían hacer reducciones (no orquestaciones) para orquesta sinfónica.

Wieniawski, Henryk (1835-1880): Violinista virtuoso, en sus últimos años se desvanecía


a menudo en mitad de sus conciertos. El público seguía acudiendo a estos igual que hoy
van a las carreras para ver si se estrella algún coche.

Williams, John (n. 1941): Guitarrista al que, a diferencia de otros artistas famosos, no le
sirve de nada buscar su nombre en Google [véase Williams, John].

Williams, John (n. 1932): Leyenda incombustible de la música de cine, dicen que una
vez lo nominaron al Oscar por cantar en la ducha.

Winter, Peter (1754-1825): Compuso dos secuelas oficiales de La flauta mágica, de


Mozart. Si entonces hubiese existido el cinematógrafo, dichas secuelas habrían salido
directamente en vídeo. Como no existía tal cosa, salieron directamente al olvido.

Wittgenstein, Paul (1887-1961): Pianista famoso hermano de un filósofo más famoso


todavía [véase Reich, Steve]. Gracias a un incidente durante la Primera Guerra Mundial
en el que perdió la mano derecha, el repertorio pianístico del siglo XX se ha visto
sembrado de grandes obras para la mano izquierda (destacando las contribuciones de
Ravel, Prokófiev o Britten, entre otros). Algún pianista virtuoso de hoy debería seguir su
ejemplo y mutilarse la mano izquierda para que la literatura del piano se enriquezca con
grandes obras para la mano derecha.
Wolf, Hugo (1860-1903): Muchos críticos lo menosprecian con el argumento de que su
maestría se ciñó casi siempre a pequeñas formas (canciones para voz y piano). Si este
argumento fuese válido, el mejor compositor de la historia sería Havergal Brian.

Wolf-Ferrari, Ermanno (1876-1948): Compositor germano-italiano, sus óperas cómicas


eran demasiado serias para el público italiano y demasiado graciosas para el público
alemán.

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