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Renée Bédard
En el corazón del oficio de dirigente: el ser y los valores
BÉDARD, RENÉE. 1996. EN EL CORAZÓN DEL OFICIO DE DIRIGENTE: EL SER Y LOS VALORES. EN: CUADERNOS DE ADMINISTRACIÓN.
VOL 15, NO 23. UNIVERSIDAD DEL VALLE. PP 120-127
http://dintev.univalle.edu.co/revistasunivalle/index.php/cuadernosadmin/article/view/1114/1
124 VISITADO EN MAYO 20131.
E N E L C O R AZ Ó N D E L O FI C I O D E D I R I G E NT E :
E L SE R Y L O S V AL O R E S
Renée Bédard
Habiendo sido adjunta en la alta dirección de una gran institución universitaria de Quebec durante
cerca de quince años, me encontré en primera fila para observar unos dirigentes en ejercicio y
reflexionar sobre la función general de administración, en particular sobre la dirección. Hecho
importante a señalar, la institución universitaria no es una organización como las otras. Es una
reproducción a escala reducida de la ciudad. Contrariamente a los establecimientos especializados
en un sector de actividades, la universidad asume las funciones más diversas, lo que constituye un
verdadero universo en estado concentrado, actividades ligadas a la misión (formación de los
estudiantes y avance en el conocimiento); servicios de soporte (biblioteca, informática,
contabilidad, archivos); servicios de utilidad pública (mensajería, seguridad) y social (higiene y
salud, empleo, guardería, deportes, pastoral, actividades culturales y recreativas); servicios
comerciales (librería, hotelería y restaurante); administrativos (personal, banca) y técnicos
(mantenimiento, compras). La expresión “ciudad universitaria” refleja bien la riqueza de esta
realidad.
La universidad presenta dos grandes modos de funcionamiento, que encuentra sus fundamentos
en filosofías diferentes y que implican, de este modo, concepciones distintas de la autoridad: uno,
de naturaleza colegial, se apoya sobre el principio de igualdad de los miembros e interviene en las
actividades (la enseñanza y la investigación) estrechamente ligadas a la misión de base; el otro de
naturaleza jerárquica, reposa sobre el principio de subordinación y se encuentra en las unidades
de soporte. El tipo de organización jerárquica, que está basado sobre la autoridad llamada
“estatutaria” (o racional-legal), se conoce por una legitimidad fundada sobre un principio racional
y absoluto (la propiedad, el trabajo, la idoneidad...) y en el derecho de hacerse obedecer. Es el
modelo que predomina en gestión. Estos dos modos de “gobierno” corresponden a dos
representaciones de lo que es la esencia de la dirección y, por consecuencia, exigen dos perfiles
diferentes de dirigentes.
Hasta una época reciente, esta dualidad estaba consagrada en los Estatutos de la universidad por
una división personal (docente/no docente) que no es de naturaleza jerárquica, en el sentido en el
cual la jerarquía expresa una orden y una subordinación de niveles o de grados, para marcar bien
la separación existente entre aquellos que encarnan la razón de ser de la institución y los otros,
Una observación cuidadosa del medio revela que estamos en presencia de universos
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Traducción del francés: Barthélemy Marchi Soto. Este documento se difunde sin ánimo de lucro
únicamente para uso interno de la materia Seminario de Síntesis en Administración, con base en el artículo
14 de la Ley Andina y en el artículo 32 de la Ley Nacional de derechos de autor.
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PFNSAMENTO ACCIÓN
Principios Principios
Ontologías: Principios Axiología: Valores
Ser Existir
Finalidad Deber, virtud
Lo real Presencia
Identidad, sentido El bien, lo justo
Filosofía Ética
APLICACIONES APLICACIONES
Epistemología: Conocimientos Praxeología: Conducta y obras
Conocer, saber Actuar, conducirse
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Para los fines de este informe, convengamos que la epistemología remite, en sustancia, a todo lo
que concierne al conocimiento bajo todas sus formas (los saberes formales, los conocimientos
empíricos, la intuición, etc). A lo largo del siglo xx, los éxitos conseguidos por las ciencias teóricas
con dominio matemático (la física, la química, la biología molecular, la genética entre otras),
conjuntamente con la fascinación ejercida por los problemas de metodología, han acrecentado el
espacio de los conocimientos que responden a estos criterios, al punto que acaparan hoy día lo
esencial de la formación en detrimento del saber-hacer, del juicio y del acto creador.
Sin embargo, mis observaciones me han llevado a concluir que, en el caso de la dirección, la
experiencia práctica prima sobre los conocimientos formales, que recaen en mayor cantidad en los
especialistas. De esto resulta que la inteligencia práctica, la prudencia y el discernimiento son,
para el dirigente, cualidades más fundamentales para actuar que la posesión de conocimientos en
gestión exactos, universales y verificables. Mis conclusiones se unen a la constatación efectuada
por Patricia Pitcher quien, en su estudio de una institución financiera, ha rehabilitado el estatus y
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puede igualmente destacar el caso de los dirigentes cuyos hechos y gestos entran en contradicción
con lo que son. Estas disonancias son el origen de un inmenso desperdicio humano que no podría
ser corregido con una lógica y medidas de productividad.
Este esquema puede igualmente revelarse útil para comprender la pérdida de sentido a la cual ha
llegado la noción de oficio con el triunfo de la organización racional del trabajo, que se limita a
describir las tareas, a enumerar las conductas a seguir, a hacer la lista de los conocimientos
formales que hay que poseer, pero que ignora, al fin de cuentas, casi totalmente el significado
profundo de la actividad y el respeto de los valores que deben acompañarle. Un formulario de
solicitud de empleo, por completo que sea, no incorpora en el mejor de los casos, sino la parte
tangible del trabajo.
Los textos aquí citados nos introducen en el rico universo del oficio y ponen en evidencia el papel
determinante jugado por las dimensiones que tratan sobre el ser y los valores en la calidad de los
resultados obtenidos y en el placer que los hombres de oficio experimentan, solos o en el interior
de su comunidad, en el ejercicio cotidiano de sus actividades.
En el momento en el cual la gestión se encuentra confrontada a un mundo extremadamente difícil
y siempre más exigente en términos de calidad y de productividad, sería imperdonable cometer el
error de no tomar en consideración estas dimensiones filosóficas profundas que son no sólo el
origen de la motivación y del deseo de obrar bien y de superarse, sino igualmente indispensables
para la expresión de una verdadera competencia.
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ANEXO
Para complementar se anexan dos extractos de documentos que hicieron parte del material
estudiado en la materia “Los fundamentos del pensamiento y las prácticas administrativas” de la
Maestría en Ciencias de la Administración de la Universidad EAFIT, en la segunda cohorte (2001),
cuyo autor es la propia Renée Bédard2 y que fueron traducidos por el profesor Rodrigo Muñoz.
Estos modelos de análisis son una construcción simplificada de la realidad de tipo ideal, y
pretenden ser operativos, es decir, pretenden facilitar y ser útiles a la hora de querer observar,
describir o explicar un fenómeno determinado.
Algunas de las explicaciones fueron complementadas a su vez con las suministradas en la tesis
doctoral de Diana del Consuelo Caldera González, dirigida por el Dr. Antonio Barba y con co-tutoría
de Rénee Bédard.
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Este texto retorna algunas de las ideas desarrolladas en una tesis de Doctorado en Gestión titulada: “Los
fundamentos filosóficos de la dirección”. (H.E.C. 1995).
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Determina aquello que es valedero3, es decir, aceptable, admisible, bien fundado, digno de ser
creído y ejecutado. Precisamente en la dimensión axiológica el centro de gravedad es el valor; es
él quien determina aquello que es aceptable, lo cual implica una preferencia, es decir un
sentimiento o juicio por medio del cual elegimos algo en lugar de otra cosa.
La axiología ejerce una función de vigilancia critica con respecto a la praxeología para asegurar su
legitimidad por los juicios de valor que ella conlleva, pero desde un punto de vista que le es
propio: aquel de la conciencia del bien y del mal, de los sentimientos morales, de la virtud, de la
conciencia moral en general y de las costumbres concretas en particular. La axiología es entonces
el lugar de los valores, absolutos o relativos, según sean reconocidos como los valores intrínsecos
o que resulten de una elección subjetiva o social y de las normas derivadas.
Figura 2. El rombo filosófico en analogía con el iceberg
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Mientras que una cosa es considerada válida cuando ha sido revestida de todas las formalidades necesarias
en el momento presente, una cosa es valedera en sí misma con respecto al futuro y al efecto que de ella se
derivará, por el hecho de ser admitida. Así, un acto es válido cuando no hay nada que agregar para que
tenga toda su fuerza. Es válido de derecho, es decir que tiene todas las cualidades necesarias. Por otra parte,
un acto es valedero por el hecho de que será recibido y aceptado por una autoridad. (Bédard). Ej. El
pasaporte es válido porque ha sido emitido por las autoridades legales competentes y es validado cuando es
aceptado por otras autoridades aeroportuarias por ejemplo.
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Es común confundir a la ética con la moral, lo cual es un gran error. Cuando se habla de ética,
generalmente se refiere al estudio del comportamiento moral del hombre en sociedad. Se trata de
la forma en la que las personas interpretan las normas morales, lo cual implica necesariamente el
pensamiento, la conciencia, los sentimientos y las emociones. Cuando se habla de moral, se refiere
al conjunto de normas, valores y costumbres por medio de las cuales es posible juzgar algún acto;
es decir, diferenciarlo según sea bueno-malo; correcto-incorrecto; justo-injusto.
Como seres humanos nos encontramos impregnados de subjetividad, somos los que elegimos o
quienes preferimos, y al momento de hacerlo, impregnamos nuestra decisión de nuestros valores,
ya sea consciente o inconscientemente, se trata de algo así como la legitimación moral de la
acción y las prácticas, es decir, que implicamos la voluntad, aspecto opuesto a la normatividad.
La ontología. El ser.
Como lo hemos visto en las páginas precedentes, la praxeología está no solamente apoyada en un
cuadro conceptual teórico y empírico, sino también, validado por la epistemología y legitimado
por la axiología, que, conjuntamente, tienen por visión asegurar el fundamento de la acción. Sin
embargo, la seguridad que ellas aportan para tomar la idea de certeza de Descartes, no es ni
suficiente ni completa, pues la epistemología y la axiología en sí mismas, tienen su origen en los
fundamentos más vagos y a menudo no formulados. Para que exista una explicación completa de
la praxeología, la epistemología y de la axiología, es siempre necesaria una ontología
La ontología, cuya etimología nos remite al conocimiento del ser, trata sobe los fundamentos
conceptuales de la realidad. Ella es el componente más profundo del marco de referencia, del
substrato en el que las ideas y las concepciones de la naturaleza general de la persona tienen sus
raíces; por ese hecho, son a menudo las más difíciles de penetrar.
La ontología suministra las grandes ideas directrices que permite a cada uno orientarse, asegura la
inteligibilidad de base y procura las certidumbres fundamentales; ella ofrece una cierta lectura del
universo, una primera concepción de la realidad. Para resumir, ontología es la matriz y la base
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sobre la cual todo el edificio conceptual, ético, crítico y práctico de cada persona es
subsecuentemente construido.
La ontología comprende entonces los paradigmas fundadores, considerados como los puntos de
vista comunes compartidos por varias personas sobre un tema, en un momento y en un lugar
dado. Más exactamente, un paradigma comprende no solamente un marco teórico reconocido
sino además un conjunto de disposiciones adquiridas por los miembros de la comunidad: leyes,
valores, modelos y ejemplos, procedimientos y esquemas. *…+ Pertenecen a esta categoría las
concepciones genéricas sobre la realidad, su organización y su funcionamiento que son más que
todo, representaciones de orden cosmológico más bien que doctrinas metafísicas, pues ellas
corresponden a grandes maneras de concebir y de leer el universo. *…+ La ontología da a la
persona un marco general de referencia, un telón de fondo metafísico o filosófico, un marco
conceptual de naturaleza general que procura los principios fundadores que permiten explicar el
orden de las cosas tales como ellas existen en la realidad fenomenológica (el estar).
diferentes modos de pensamiento se sitúan en un mismo plano de igualdad, que están todavía vivos y que
cohabitan todavía hoy en nuestras instituciones, aún en un establecimiento tan “evolucionado” como la
universidad. Veamos brevemente una ilustración de cada uno.
Primero, el dirigente mítico. Investido de una misión fuertemente anclada en el plano simbólico, es un
ensamblador, un líder, un animador y un entrenador. En su manera de conducir una comunidad de
personas él encarna el jefe de tribu o de banda, el padrino o el patrón, para quien la fidelidad y el compartir
constituyen deberes sagrados. Para defender una causa, emprender una acción común, la familia extendida
se constituye en cuerpo y cierra filas alrededor del pater familias.
En segundo lugar el dirigente sistemático. Cerebral y reflexivo, él es el arquetipo del espíritu cartesiano:
claro, lógico, metódico, racional, sólido. Él respira inteligencia formal. Su espíritu de geometría y su carácter
analítico, producen admiración e inspiran un respeto mezclado con temor. Practica el culto a los principios y
a las reglas. Privilegia lo general sobre lo particular. Atraído por los conjuntos coherentes, las estructuras y
los dispositivos, tiene la tendencia a hacer prevalecer el orden, la lógica interna y la integración de las
partes en un sistema articulado.
En tercera instancia, el dirigente pragmático. Dedicado, realista y recursivo, él sabe sacar partido de las
circunstancias y salir triunfante. Ingenioso, activo y emprendedor, es una persona de proyectos que busca la
eficiencia, las realizaciones, los mejores resultados posibles en el momento presente y en las condiciones
actuales. Si encuentra un obstáculo, él se esfuerza por encontrar una solución imaginativa pero “que
funcione” , aún si esta no ha de durar largo tiempo. Fundamentalmente, en lo que confía y en lo que se
apoya es aquello que la experiencia le ha enseñado jugándosela sobre el terreno.
Finalmente, el dirigente conciliador. Persona que busca a resolver los conflictos entre personas o grupos.
Procede escuchando las diferentes partes en presencia, a las cuales trata en un mismo plano de igualdad,
llevándolos a negociar y a encontrar compromisos. Este trámite exige del conciliador mucha destreza y
diplomacia, y, para que sea creíble, él debe ser independiente e inspirar respeto. Para él no existe una
“buena solución en sí” sino solamente soluciones que tienen en cuenta las especificidades de los diferentes
contextos. Es por esto que hacer prueba de buen juicio es su cualidad fundamental.
Renée Bédard. Profesora de Gestión de Empresas. Grupo Humanismo y Gestión. Escuela de Altos Estudios
Comerciales Quebec Canadá. Renée Bédard obtuvo un Ph.D. (management) de la Escuela de Altos Estudios
Comerciales (Montreal, 1996). Su tesis trata sobre los fundamentos filosóficos de la gerencia. Ella es
miembro del grupo de investigación humanismo y gestión (HEC Montreal), fundado y dirigido por el profesor
Alain Chanlat. Este grupo se ha propuesto como misión desarrollar una perspectiva de la administración
centrada en la persona y, para lograrlo, se apoyan sobre las contribuciones de las ciencias humanas y de la
filosofía bajo una perspectiva interdisciplinaria.
Estudios: Maîtrise (histoire), Lyon II; MBA (management), Laval; Ph. D. (management), HEC Montréal