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UNIDAD 1
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Edna Luyecnny Quiñones Urbano
www.cecarvirtual.edu.co
CECAR Virtual 1
UNIDAD 1
EPISTEMOLOGÍA Y ÉTICA DE LA INVESTIGACIÓN
CONTENIDO
Epistemología y Ética de la Investigación
Ética en la Investigación
RECTOR
Noel Morales Tuesca
VICERRECTOR ACADÉMICO
Alfredo Flórez Gutiérrez
EDICIÓN
Equipo de Virtualidad
2020
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Epistemología y Ética de la Investigación
Desde una perspectiva epistemológica, la ciencia constituye una forma de pensamiento racional que busca ex-
plicaciones válidas frente a las creencias y opiniones de sentido común. Sin embargo, el tema de la explicación
científica se enfrenta al problema paradigmático entre la explicación versus interpretación. Al abordar el argu-
mento sobre los criterios que caracterizan, y de alguna manera, definen el sentido de lo que entendemos por
ciencia, nos encontramos con el debate histórico entre la explicación científica, en el campo de las ciencias na-
turales, y la interpretación en el caso de las Ciencias Sociales y Humanas, en razón de que las ciencias naturales
establecen su explicación en modelos basados en leyes matemáticas, las cuales no son aplicables a la actuación
humana, en su defecto afirman la comprensión de sentido. Sin embargo, la explicación, como parte del sistema
de la ciencia, es un referente que se debe tener en cuenta, dado que también podemos asumir la explicación-in-
terpretación con carácter cualitativo a partir de ciertos enunciados generales o categorías.
El problema fundamental del conocimiento se ha comprendido históricamente a partir de la relación sujeto – ob-
jeto, o lo que es lo mismo, la relación entre razón y experiencia. A partir de la concepción de esta relación se han
estructurado los diferentes paradigmas epistemológicos (empiristas, racionalistas, estructuralistas) de los cuales se
derivan, a su vez, los paradigmas y modelos pedagógicos (conductista, cognitivistas y constructivistas) que han
incidido históricamente en la educación. Es importante, por lo tanto, la concepción que se tiene del conocimiento
en el momento de asumir procesos de enseñanza y aprendizaje y específicamente en la relación con el desarrollo
del pensamiento para comprender y explicar las condiciones de su estructuración.
El conocimiento es un sistema de representaciones sobre la realidad, constituidas por dos elementos fundamen-
tales: 1) la imagen; 2) la idea, las cuales se expresan en juicios y razonamientos que afirman el contenido esencial
de una cosa. La imagen es el componente empírico del conocimiento; es decir, lo producido por la experiencia,
lo que es dado por los sentidos y la acción del sujeto. Si escuchamos pronunciar la palabra árbol, en la mente
representamos un objeto que tiene hojas, tallo, raíces, flores, frutos, etc. En este sentido, la imagen es una ima-
gen cognoscitiva que se relaciona con algo que es perceptible y existe objetivamente en la realidad. La idea es
el componente racional del conocimiento, es decir, lo producido por el pensamiento, o la razón, es la que nos
permite comprender que es un árbol y en qué sentido entendemos su significado. De la relación entre Razón y
Experiencia se ha derivado, históricamente, el problema fundamental del conocimiento.
Actualmente existe un amplio consenso en torno al supuesto de la función de las representaciones mentales en
el pensamiento y en los sentimientos y, en general, en la conducta humana (Teoría de los modelos mentales).
Esto ha provocado que la representación sea objeto de estudio de diferentes disciplinas cognitivas. (Haugeland,
1997). Tal vez; porque se trata de un concepto clave en el modelo cognitivo, la representación se ha convertido en
uno de los constructos más controvertidos en el ámbito de la cognición, y ha sido objeto de múltiples y variados
debates acerca de su naturaleza. (Anderson, 1978; Palmer, 1978; Patridge, 1996).
Por ello, antes de abordar la representación de las experiencias en la memoria conviene hacer una breve referen-
cia al concepto mismo de representación. El término representación se refiere a una figura, imagen o idea que
sustituye a la realidad. En otras palabras, la representación es algún tipo de modelo de la cosa o cosas que re-
presenta. Esta definición presupone la existencia de dos mundos relacionados, pero funcionalmente separados;
el mundo representado y el mundo de la representación. La función del mundo de la representación consiste en
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“reflejar” de algún modo determinados aspectos del mundo representado.
Y aunque no es necesario que todos los aspectos del mundo representado
sean modelados, ni que todos los aspectos del mundo de la representación
modelen un aspecto del mundo representado, si debe darse cierta corres-
pondencia entre los aspectos de ambos mundos.
Concepciones de la ciencia
La ciencia, es otro concepto epistemológico que no cuenta con una defi-
nición que sea del consenso de los propios científicos, en consecuencia,
existen múltiples definiciones que dependen del enfoque epistemológico.
Es así como retomaremos algunas:
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Este autor distingue dos tipos de Ciencia: las Ciencias Formales y las Ciencias Fácticas. Las Ciencias Formales son
ciencias que se integran de saberes racionales, sistemáticos y verificables, que a su vez forman parte de sistemas,
como la lógica y la matemática.
Kröber (1970), entiende la ciencia no solo como un sistema de conceptos, proposiciones, teorías e hipótesis, sino
también, simultáneamente, como una forma específica de la actividad social dirigida a la producción, distribu-
ción y aplicación de los conocimientos acerca de las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad; aún más, la
ciencia se nos presenta como una institución social, como un sistema de organizaciones científicas, cuya estruc-
tura y desarrollo se encuentran estrechamente vinculados con la economía, la política, los fenómenos culturales,
con las necesidades y las posibilidades de la sociedad dada.
Castellanos et al., (2005), expresan que la ciencia representa un complejo fenómeno de la vida espiritual hu-
mana, que penetra simultáneamente en la vida material, por cuanto se ha convertido en una fuerza productiva
social directa, en las condiciones de la revolución científico-tecnológica contemporánea; como institución social,
la ciencia se ocupa de un tipo particular de actividad humana, cuya singularidad y diferenciación se fundamen-
tan en la cualidad del proceso mismo y de su producto o resultado, por cuanto representa un campo especial
del conocimiento teórico, cuya singularidad es trascender las apariencias, explicando las leyes y mecanismos, los
nexos y las propiedades que dimanan de la esencia.
Núñez (2005), considera que la ciencia se puede analizar como sistema de conocimientos que modifica nuestra
visión del mundo real y enriquece nuestro imaginario y nuestra cultura; se le puede comprender como proceso
de investigación que permite obtener nuevos conocimientos, los que a su vez ofrecen posibilidades nuevas de
manipulación de los fenómenos; es posible atender a sus impactos prácticos y productivos, caracterizándose
como fuerza productiva que propicia la transformación del mundo y es fuente de riqueza; la ciencia también se
nos presenta como una profesión debidamente institucionalizada, portadora de su propia cultura y con funciones
sociales bien identificadas.
Desde estas perspectivas conceptuales Cabot (2014), establece las formas de manifestación y los rasgos genera-
les de la ciencia en la época actual, formas que solo pueden reconocerse con un propósito analítico, que han de
explorar el fenómeno complejo que es la ciencia, por ello, se visibilizan los siguientes rasgos:
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Fuente: Cabot (2014)
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La sociedad del conocimiento
Considerando las características anteriormente descritas, se precisa hablar o referir, hoy por hoy la sociedad del
conocimiento, entendida como la etapa de desarrollo socio-histórico que sucede en las sociedades industriales
y se caracteriza porque el conocimiento es la base de la producción y el trabajo y se sustenta en el uso de las
nuevas tecnologías. Este concepto expresa los cambios y transformaciones que ha experimentado la sociedad
contemporánea, fundamentalmente a partir de la revolución tecnológica y el advenimiento de las nuevas tecno-
logías. Razón por la cual se constituye un marco de referencia para proyectar políticas y acciones futuras en el
desarrollo de la sociedad.
De alguna manera, los términos referenciados expresan las profundas transformaciones que suceden en el marco
de la nueva sociedad de la inteligencia artificial. La pregunta que se han formulado diferentes autores es sobre
si esta época, que caracteriza a la sociedad del siglo XXI, es una nueva etapa de la sociedad industrial, o se ha
entrado en una nueva era, la de la “aldea global”, “era tecnotrónica”, “sociedad posindustrial”, “sociedad de la
información” o “sociedad del conocimiento”. De todos ellos, el debate teórico se ha centrado fundamentalmente
en torno a los conceptos de “sociedad de la información” y “sociedad del conocimiento”. A partir de la Cumbre
Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI), se estableció que estos términos no se debaten solamente
por la denominación, o el nombre en sí mismo, sino porque detrás de ellos subyacen concepciones de tipo his-
tórico-sociológico e ideológico que afectan, de alguna manera, el modo de ser y actuar, el cual influye en las
percepciones y expectativas en el contexto actual del desarrollo social. (Castell, 2000).
El término epistemología proviene de la raíz griega Episteme que significa conocimiento. Pero más allá del signifi-
cado subyace un sentido muy especial de la episteme que tiene que ver con la actitud cognoscitiva del sujeto y la
construcción de un conocimiento universalmente válido. El término Episteme, a su vez, está construido a partir de
las raíces, Epi, que significa por encima, y Steme, estar. Literalmente la episteme es conocimiento “que está por
encima”. Los griegos distinguieron este tipo de conocimiento de la opinión y la creencia a la cual denominaron
la doxa. En este sentido la Episteme es el conocimiento que está por encima de la opinión.
La episteme como actitud cognoscitiva del sujeto frente a la opinión nos
coloca frente a un sujeto epistémico en función de reflexionar crítica-
mente sobre las certezas producidas por la experiencia en la búsqueda
permanente de la verdad argumentada y demostrada para explicar he-
chos y fenómenos con fundamento teórico. De esta pretensión emerge,
en sus orígenes, el problema fundamental del conocimiento centrado en
la relación entre Razón y Experiencia. En lo sucesivo, y en los diferentes
períodos históricos, se discutirá, en primera instancia, si el conocimiento
es dado por las determinaciones de la Razón (el pensamiento) o es pro-
ducido por la Experiencia; posteriormente a la evolución del pensamien-
to epistemológico se plantea el problema acerca de la naturaleza de la
relación entre la Razón y Experiencia para explicar cómo se produce y
no simplemente la disyuntiva entre Razón o Experiencia.
Pero el mito arcaico está siempre unido al sacrificio, o sea al acto con el
cual el hombre conquista el favor de los dioses y de las fuerzas supre-
mas que, según la revelación del mito, reinan en el universo. El sacrificio
puede ser cruento, o bien del todo incruento, como en las prácticas del
yoga; pero en todo caso su intención es identificar y dominar lo que en
el mito aparece como la potencia suprema.
Por primera vez en la historia del hombre, los pensadores griegos más
antiguos salen de la existencia guiada por el mito y la miran cara a
cara. En su mirada hay algo absolutamente nuevo. O sea, que aparece
la idea de un saber que sea innegable; y que sea innegable no porque
la sociedad y los individuos tengan fe en él, (el mito es un acto de fe,
de creencia) o vivan sin dudar en él, sino porque él mismo es capaz
de rechazar a cada uno de sus adversarios. Se trata de la idea de un
saber que no puede ser negado ni por los hombres ni por los dioses, ni
por mutaciones de épocas y costumbres. Un saber absoluto, definitivo,
incontrovertible, necesario, indudable.
Los sistemas filosóficos de los presocráticos nos revelan con qué admirable consecuencia es abordada y desen-
vuelta, paso a paso, esta misión. Con la teoría Platónica de las ideas y la metafísica de Aristóteles, el problema
abordado encuentra una solución a orientar y gobernar el pensamiento del hombre por espacio de muchos
siglos. Este proceso fue posible históricamente gracias a una gigantesca labor de síntesis del pensamiento filosó-
fico griego, en el cual contribuyeron muchas tendencias, a primera vista, diametralmente opuestas y siguiendo
caminos muy dispares en cuanto el modo de plantear el problema y a la manera de resolverlo, concibiendo el
concepto de Logo; el cual debemos entender como ley; y es esta la que permitirá explicar lo universal, la regula-
ridad de la existencia como un Todo.
Enfoque empírico-analítico
Se fundamenta en una perspectiva epistemológica objetivista. Esta concepción privilegia al objeto o realidad, en
relación con el sujeto atribuyéndole al conocimiento y a los valores un carácter externo. El objetivismo se centra
en el mundo exterior, en la realidad observable, esto significa que cada objeto es lo que muestra ser, y cada he-
cho es como se observa, las cosas son por su realidad física; y la tarea del investigador es percibir esa realidad,
no inventarla ni crearla. En otras palabras, el objetivismo rechaza la subjetividad y las creencias sobre un mundo
construido cognitivamente o no natural.
Tal como lo caracteriza Bautista (2011), el objetivismo sostiene que la razón del hombre está destinada a buscar
el conocimiento de los hechos de la realidad, es la facultad intelectual que reconoce e integra el material previsto
por los sentidos del hombre. La razón es la facultad del ser humano que le permite adquirir conocimientos. De
esta manera, desde esta perspectiva epistemológica no se acepta el misticismo, la fe y los sentimientos como me-
dios de conocimiento; igualmente, se opone al escepticismo que proclama la imposibilidad del conocimiento o la
relatividad del mismo. Esto significa que el objetivismo niega los componentes subjetivos, expresivos o simbólicos
de la realidad humana, sencillamente no son aceptados como componentes representativos para encontrar el
conocimiento verdadero.
Bajo este enfoque objetivista el conocimiento de la realidad social es necesario entenderlo en esa realidad obje-
tiva que contiene la sociedad y que se representa en forma contundente mediante las instituciones y el lenguaje
(Bonilla & Rodríguez, 2005, citados por Bautista). A través de las diversas estructuras institucionales de los grupos
sociales se considera que se puede acceder al conocimiento de las pautas, o conductas, del comportamiento
social de un modo estandarizado y que permanentemente se reiteran en el transcurso de la vida cotidiana. El
lenguaje funciona como canal de la vida y permite el afianzamiento y reproducción de las mencionadas pautas
del comportamiento.
Bautista (2011) señala que, Berger y Luckman (1999) explican la reali-
dad objetiva afirmando que toda actividad humana está sujeta a la
habituación y esta crea una pauta de comportamiento. Estos proce-
sos de habituación dan lugar al surgimiento de las instituciones que
estandarizan las acciones y las tipifican.
Enfoque hermenéutico
En contraposición con el objetivismo, se fundamenta en la subjetivi-
dad del ser humano y privilegia al sujeto del conocimiento frente a la
realidad supuestamente objetiva y hace referencia, especialmente, al
carácter de todos los fenómenos de conciencia. En esta perspectiva,
designa el carácter de lo subjetivo en el sentido de ser significación
o simbolismo. Cuando se hace referencia al subjetivismo, se tiene en
cuenta como núcleo del concepto al sujeto humano de manera indi-
vidual o general, en el sentido de actor social; es el ser humano quien
posee calificativos individuales y se los adjudica a los hechos del mundo de la vida, por lo que el punto de vista
de dicha persona es un punto de vista particular y privativo que va más allá del hecho aislado.
Este enfoque epistemológico es de gran importancia y validez si se pretende entender la realidad particular de
cada individuo o grupo social, puesto que se parte del principio de que el punto de vista del sujeto particular está
delimitado por sus condiciones particulares que son las que determinan los juicios formulados, lo cual otorga a la
investigación social un valor limitado y relativo, cultural e histórico, pero no por eso es de menor importancia que
la investigación con pretensiones de generalización teórica.
Según Bautista (2011), para el caso del conocimiento de la realidad social, el subjetivismo es un elemento de gran
trascendencia, ya que nos lleva a explorar las razones por las cuales las personas en los grupos culturales se
comportan relativamente homogéneas, lo que nos lleva a aceptar la existencia de una intersubjetividad, es decir,
de un mundo de realidades sociales que se encuentra subyacente a la realidad objetiva.
Bajo este enfoque epistemológico, al desarrollar una investigación social se debe tener en cuenta que el cono-
cimiento es un fenómeno cultural, un producto social independiente del tipo de conocimiento a que se haga
referencia, tanto el conocimiento del sentido común preteórico, es decir, lo que la gente conoce como realidad
en su vida cotidiana, como el conocimiento científico, puesto que ambos están determinados históricamente y
tienen un valor incuestionable como puntos de referencia del comportamiento y del orden social. (Bautista, 2011).
Todos los miembros de una sociedad tienen uno o más tipos de conocimiento de la realidad que les permite des-
envolverse e interactuar con otras personas (Bonilla y Rodríguez, 2005, citado por Bautista, p. 32). De hecho, el
conocimiento del sentido común, criticado por el objetivismo y el cientificismo del paradigma empírico-analítico,
constituye el edificio de significados sin el cual ninguna sociedad podría existir.
La interpretación hermenéutica limita la validez de la verdad al sujeto que conoce y juzga, principalmente, según
el entendimiento y en consideración a la realidad específica (entorno e interacción social) entendida no como un
hecho “externo” sino como parte constitutiva del sujeto.
Aquí no existe la observación objetiva. Mirar la realidad no ocurre sin la injerencia de quien observa, por lo que
lo real lo es, en tanto resulta observado por alguien. Lujan (2016), argumenta que, lo que se observa no es más
que lo considerado desde una cierta perspectiva en la cual el observador mantiene algún marco de compromi-
sos (epistémicos, ontológicos, axiológicos, metodológicos, práxicos, entre otros). Kuhn (1962), apeló a la noción
de “paradigma” para dar cuenta de semejante conglomerado de sesgos invisibilizados. Ludwig Fleck (1986),
en cambio, optó por llamarlo “estilo de pensamiento” (parafraseado por Lan Hacking (2002) como “estilo de
razonamiento”). Lo relevante no es tanto la nomenclatura que se elija para identificar este tipo de enfoque sino la
idea de fondo, que exige abandonar la pueril creencia de que lo real se nos impone a todos por igual, como si
fuese algo “dado” (u “objetivamente encontrado”). Niklas Luhmann (1997) lo enuncia inequívocamente cuando
afirma que “El narrador aparece en lo que narra. Es observable como observador. Se constituye a sí mismo en
su propio campo — y por ello forzosamente en el modo de la contingencia, es decir, mirando hacia otras posibi-
lidades. (p. 70).
La teoría de la verdad como correspondencia o representación quedaría se-
veramente cuestionada por la teoría de la verdad como discurso (Mendiola,
2000, citado por Luján). Con estos criterios se afirma, entonces, que la verdad
está más ligada al lenguaje que a lo real y se fundamenta en el consenso.
Ante el inagotable universo de potenciales descripciones de “lo real” (tantas
como observadores haya), se revela como imperioso observar al observador,
a su contexto de emisión. Entender la observación como “construcción” de lo
observado nos lleva a desmantelar la infértil creencia de que la observación es
meramente receptiva, pasiva (irónica alusión a la tabula rasa de John Locke).
Por el contrario, como se viene diciendo, observar es una acción, por lo tanto,
es productiva, creadora, poética. (Luján, 2016).
En esta nueva mirada, generada desde el lenguaje, que da origen a una nueva
perspectiva identificada como el giro lingüístico, la transición desde una episte-
mología objetivista a una construccionista sobrellevará el paso de la realidad
en sí a la realidad en tanto es construida por el individuo que existe en interac-
ción con la sociedad en la medida en que despliega un sistema de interaccio-
nes simbólicamente mediadas con valor comunicacional.
En tal escenario, sostiene Luján (2016), la idea de que existe un estándar ob-
jetivo para medir la validez de todas las distinciones y discernir “la correcta”
encierra la arrogancia de adjudicarse un acceso privilegiado al conocimiento
de cómo son las cosas. La objetividad es coherente con el imperativo de univer-
salización, ya que instituye que, entre las infinitas descripciones posibles (multi-
versos), una (y solo una) puede ser considerada como legítima.
Con esta forma de entender la realidad, se observa que todos los tipos de
experiencias son esencialmente subjetivas. Con el fin de eliminar la presun-
ción de realidad en la explicación del conocimiento, el filósofo austriaco Von
Glasersfeld (1996) citado por Bautista, (2011) enuncia los principios básicos del
constructivismo, los cuales se resumen así:
En este apartado de la unidad es preciso articular a la Ética de la Investigación el concepto de ciencia y aquellas
acciones claves como la comunicación y divulgación de resultados, por tal motivo referirnos a la ética y a las
ciencias es relacionarlas para demostrar que algo es justo, bueno y adecuado o que, por el contrario, es inde-
seable. La ciencia se basa en una serie de postulados que luego la llevan a una supuesta verdad, por tal motivo,
el hombre está llamado a la búsqueda del saber por medio de la ciencia, pero de la mano de los valores éticos
que lleven a la humanidad a un crecimiento científico.
Por esta razón la investigación científica es una actividad reconocida y en estos momentos, de la sociedad del
conocimiento, merece especial atención debido a que la producción de conocimiento científico es un factor
decisivo que hay que considerar como resultado de esa actividad del hombre para avanzar e indagar en el co-
nocimiento de la naturaleza y de la sociedad.
Según Galán, (2010) los criterios éticos que deben regir en una investigación son: 1) la búsqueda de la verdad
y la honestidad para que la presentación de los resultados de la investigación correspondan a los que se obtu-
vieron en el proceso, sin distorsionar los fenómenos hallados para beneficio personal o de intereses de terceros.
¿Qué quiere decir esto? Desde el primer momento en que se formula una hipótesis – paso fundamental para el
proceso de investigación social, se está apostando por alcanzar objetivos inherentes a un interés personal, grupal
o social de acuerdo a la iniciativa desde donde parta el desarrollo de la investigación; y 2) el riesgo al que se
expone el investigador social es que al darse cuenta, generalmente tras arduas temporadas de trabajo, de que
la hipótesis planteada no se corresponde con la realidad encontrada se verá tentado a “maquillar” sus resultados
en aras de disimular su error.
Pero la Ética en la Investigación no se limita únicamente al caso específico antes mencionado, sino que se consti-
tuye en elemento transversal de todo el proceso investigativo. La llamada metodología Participante-Observador
y Observador-Participante utilizada por algunos investigadores sociales y que en los últimos años cada vez toma
más fuerza, busca, por ejemplo, eliminar la barrera entre investigador y objeto de la investigación mediante la
inclusión activa y verificable del grupo/población investigado. Es decir, esta metodología transforma al ser inves-
tigado de “cosa estudiada” en agente activo de su propia reflexión, lo cual, es un punto de vista netamente ético
que interviene directamente en el modo de incursionar en la investigación en Ciencias Sociales. (Galán, 2010)
La dinámica misma de la comunicación científica es un proceso en dos sentidos. Lo mismo que una señal de
cualquier clase, resulta inútil mientras no se perciba, un artículo científico publicado (señal) resulta inútil si no es
recibido y entendido por el público destinatario. Por esto, se puede decir que un experimento científico no está
completo hasta que sus resultados se han publicado y entendido.
La comunicación científica se puede producir a través de una comunicación informal, producida de manera más
o menos directa entre los investigadores, sin que esté sustentada por ningún medio institucionalizado de comu-
nicación científica; por ejemplo, a través de pre publicaciones o working papers y a través de la comunicación
formal, más estable, dada por canales institucionalizados.
La comunicación informal produce poca difusión de la información, aunque no por ello deja de ser útil. Sin em-
bargo, es la comunicación formal la vida básica que la ciencia utiliza para producir y diseminar la información a
través de cauces preestablecidos que brindan institucionalidad y respaldo.
El investigador y la investigación en la actualidad emplean diversos procedimientos para difundir los resultados y
los nuevos conocimientos. razón por la cual, habitualmente se ha recurrido a la escritura para comunicar y socia-
lizar los resultados; pero también, en otras ocasiones, la expresión oral ha tenido los mismos fines.
Básicamente en función de la forma de expresión dominante en la comunicación podemos distinguir los siguien-
tes tipos de trabajo científico y de comunicaciones:
Un trabajo de investigación que aporta un avance en el conocimiento en una disciplina específica no está termi-
nado hasta que se comparte con la comunidad científica internacional, ya que de este modo es como se cons-
truye y evoluciona el conocimiento en todas las ciencias.
BIBLIOGRAFÍA
Bakker G. y Clark L. (1994). La explicación: una introducción a la filosofía de la ciencia.
Bautista N. P. (2011). Procesos de la investigación cualitativa: epistemología, metodología y aplicaciones. Colombia. Bogotá. D.C.
Day. R. A. (2005). Cómo escribir y publicar trabajos científicos. (3a. ed.). Washington.
Egg, A. (1974) Introducción a las técnicas de investigación social. Buenos Aires
Enslin, R. (2010). How to Publish a research paper. International Journal of Scientific and Engineering Research. Disponible en:
http://www.ijser.org/howtopublishpaper.aspx
Hurtado de Barrera, J. (2002). Metodología de la Investigación holística. Bogotá, D.C.: Editorial Magisterio.
Kant. I (1967). Crítica de la Razón Pura. 5 ed.; Trad. José del Porojo. Buenos Aires
Kuhn, T. (1986). Estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Kröber, G.(1970) Acerca de las relaciones entre la historia y la teoría del desarrollo de las ciencias. Revista Cubana de Ciencias
Sociales
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