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Myriam García Curso: El enfoque feminista en filosofía de la ciencia

Modulo 0
El enfoque feminista en filosofía de la ciencia

Dra. Myriam García Rodríguez

Clase 1

MODULO 0
Clarificación de conceptos: teorías y modalidades

La mujer como tema filosófico, y posteriormente epistemológico, ha dado lugar a una disciplina
extremadamente amplia y heterogénea, pero con una preocupación común: la dominación
masculina y la exclusión de las mujeres de la vida pública.

A fin de evitar ciertas confusiones o malentendidos que llevan a que, muchas veces, se usen de
manera indistinta términos como “sexo”, “género”, “teoría feminista” o “estudios de género”, la
siguiente clase ofrece una breve clarificación conceptual de dichos términos, así como un
panorama general de los principales problemas planteados en torno al género y las relaciones
existentes entre las mujeres y la ciencia y la tecnología.

Distinción entre sexo y género

Para entender de manera adecuada las cuestiones y problemas implicados es importante


distinguir, en primer lugar, ciertos conceptos que se utilizan en la teoría feminista. Por ejemplo,
la diferencia entre “sexo” y “género”.

“Sexo” refiere a las características bio-fisiológicas que diferencian a los hombres de las mujeres,
como los cromosomas, genitales externos, gónadas, estados hormonales, etc. Por lo general, al
hablar de sexo se habla de macho y hembra.
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“Género” refiere a pautas de comportamiento social, cultural e históricamente adquiridas, tanto


reales como normativas, y que se expresan en diversas dimensiones, tales como roles de género,
normas de comportamiento, identidades y simbologías, etc. En este caso las categorías que se
aplican son “masculino” y “femenino”.

Es decir, mientras que el contenido de la distinción macho/hembra estaría genéticamente


determinado, el contenido de la distinción masculino/femenino lo estaría culturalmente.

El concepto de género procede de la psicología y medicina clínica.

John Money (1955) introdujo en la literatura psicológica el concepto “rol de género” como la expresión pública
de ser varón o mujer.

Robert Stoller (1968) lo diferenció de la “identidad de género”, definida como la experiencia privada de
pertenecer a uno u otro sexo.

Los roles de género, normas, virtudes e identidades expresan las normas que marcan lo que es
considerado como comportamiento adecuado (y por tanto esperado) según se sea hombre o
mujer. Así, por ejemplo, las características masculinas son virtudes en los varones y defectos en
las mujeres, siendo consideradas “marimachos”, y a la inversa, como los llamados “afeminados”.

La categoría de género en uno de sus conceptos teóricos más influyentes que ha pasado a otras
disciplinas y se han vuelto fundamentales a la hora de analizar la ciencia y la tecnología. La
importancia de la distinción entre “sexo” y “género” radica en que durante mucho tiempo las
características de los géneros se consideraron sexuales y, por tanto, biológicamente
determinadas. Pensemos, por ejemplo, en la capacidad reconocida para la actividad científica y
la invención tecnológica: durante mucho tiempo, se ha explicado el escaso número de mujeres en
ciencia y tecnología aduciendo razones biológicas, como “los cerebros diferentes”.

En la actualidad, autoras como Judith Butler (1990, 1993, 2004) y Anne Fausto-Sterling (2000)
cuestionan incluso que el sexo sea una categoría natural, preexistente y fija que constituye la
base para la construcción cultural del género. Defienden, por tanto, que existe también una raíz
cultural del sexo y lo muestran como una categoría tan inestable, flexible y negociable como la
de género.

Pensamiento Feminista

Por pensamiento feminista se entiende, en general, un sistema de pensamiento crítico y un


movimiento político de cambio social fundamentado sobre el análisis de la subordinación de la
mujer y la construcción de la diferencia sexual como inferioridad de las mujeres.

Sin embargo, como señalan Celia Amorós y Ana De Miguel (2005), no resulta sencilla la tarea
de definir lo que se entiende por “pensamiento feminista” haciendo justicia a su gran diversidad.
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En primer lugar, debemos tener en cuenta que el Feminismo, como teoría feminista de la
vindicación que se constituye como pensamiento filosófico, político y social, tiene su origen en
la Ilustración, aunque esta afirmación no implica que antes de ese período no se plantearan
discursos a favor de la igualdad entre los sexos. En este sentido, C. Amorós distingue entre dos
tipos de discursos sobre las mujeres: por un lado, el memorial de agravios; y, por otra parte, el
discurso de la vindicación.

El memorial de agravios son relatos que recogen las protestas de mujeres ante su situación pero
que no cuestionan las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Aquí podemos incluir, por
ejemplo, la obra de Cristina de Pisan, La ciudad de las damas (1405), un tratado alegórico en el
que la autora reivindica el valor moral, intelectual y político de las mujeres a lo largo de la
historia. La autora crea una ciudad utópica en la que puedan reunirse las mujeres que han
demostrado su valor, talento, fuerza e inteligencia. Otro célebre ejemplo lo representa la creación
poética de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695):

Hombres necios que acusáis a la


mujer sin razón, sin ver que sois
la ocasión de lo mismo que
culpáis.

Si con ansia sin igual solicitáis su


desdén, ¿por qué queréis que obren
bien si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia y
luego con gravedad decís que
fue liviandad lo que hizo la
diligencia.

Parecer quiere el denuedo de


vuestro parecer loco al niño
que pone el coco

y luego le tiene miedo. (Fragmento de la redondilla Hombres necios)

El discurso de la vindicación supone la fundamentación de una idea de igualdad que incluye a la


mujer. Por eso, tiene su origen en las ideas principales de la Ilustración y la crítica al Antiguo
Régimen: hasta que esa idea de igualdad no se predicó respecto del hombre no se pudo vindicar
para la mujer.
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Cristina de Pisan (1364-1430) y la querella de las damas

A principios del siglo XV, la escritora italiana Cristina de Pisan inicia lo que con el tiempo se llamaría “la
querella de las damas”, un intenso debate con los más respetados profesores de la Universidad de París
sobre las cualidades intelectuales y morales de las mujeres que, a lo largo de tres siglos, implicó a
numerosos ensayistas de ambos sexos y diversos países.

La querella se inicia en 1401 cuando Jean de Montreuil le hizo llegar a Cristina de Pisan un tratado que
acababa de escribir sobre El libro de la rosa, un largo poema escrito originariamente en el siglo XIII
sobre la búsqueda del amor. La primera parte, compuesta por Guillaume de Lorris, contenía el tono
alegórico propio de la poesía cortés. La segunda parte, compuesta por Jean de Meung, establecía una
extensa teoría misógina sobre la naturaleza despreciable de la mujer. Cuando Pisan escribe a Jean de
Montreuil, en una orgullosa defensa del género femenino, este no se digna que responderle directamente,
aunque la denuncia en público. Quien sí se dirigió a ella fue un miembro destacado de la Cancillería Real,
en una carta que la conminaba a arrepentirse de sus declaraciones. Lejos de obedecer, Pisan volvió a
escribir y lo hizo recordando la noble memoria de grandes multitudes de mujeres valiosas. La querella se
mantuvo viva al menos durante tres años más antes de renacer una y otra vez en los siglos venideros,
sucediéndose las cartas de los defensores y atacantes de las mujeres. Entre sus defensores, Pisan encontró
apoyo del mismísimo canciller de la Universidad de París, Jean Gerson, así como algunos altos personajes
de la corte, quienes crearon la Orden de la Rosa, comprometida a defender el honor de las damas

A raíz de lo anterior, en segundo lugar, podemos definir el Feminismo como toda teoría,
pensamiento y práctica social, política y jurídica que tiene por objetivo hacer evidente y terminar
con la situación de opresión que soportan las mujeres y lograr así una sociedad más justa que
reconozca y garantice la igualdad plena y efectiva de todos los seres humanos (Amorós y De
Miguel, 2005). En otras palabras, es un movimiento heterogéneo, integrado por una pluralidad
de planteamientos, enfoques y propuestas.

Polain de la Barre (1647-1725). Filósofo francés, destaca como precursor del discurso de la vindicación
y su crítica a la desigualdad entre hombres y mujeres. En sus obras, De la igualdad de los dos sexos
(1773) y La educación de las damas (1674), demuestra que el trato desigual que sufren las mujeres no
tiene fundamento natural, sino que procede de un prejuicio cultural, y propone la educación de las mujeres
como remedio a la desigualdad y como parte del camino hacia el progreso (Beltrán y Maquieria, 2005).

Quizá una buena clasificación sea aquella que distingue, al menos, seis categorías: el feminismo
liberal, de tradición ilustrada; el feminismo socialista, que sostiene que la opresión de las
mujeres se debe a la confluencia de los sistemas patriarcal y capitalista; el feminismo radical,
que hace hincapié en las relaciones de opresión entre los sexos; el feminismo cultural, que asume
una concepción constructivista del género; el feminismo de la diferencia, que sostiene que existe
una esencia específicamente femenina que justifica las diferencias de trato entre los dos sexos; y
el feminismo postmoderno, que rechaza la diferencia como categoría general capaz de involucrar
a las mujeres frente a los varones y

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plantea la deconstrucción de las nociones generalizadoras y de la universalidad, incluida la


definición de mujer como sujeto único.

En todos estos feminismos subyace el problema de la igualdad frente a la diferencia, lo que se ha


traducido, en los años 90, en los denominados “feminismos de la igualdad” y “feminismos de la
diferencia”, cuyos desacuerdos han impregnado los debates de las epistemologías feministas.

Precisamente por esto último, el presente curso está pensado para que el cursante se inicie en la
teoría feminista y conozca los conceptos teóricos fundamentales que se han elaborado y utilizado
desde el feminismo ilustrado. Ello proporcionará una perspectiva teórica que resulta necesaria
para entender y analizar la evolución de la epistemología y los movimientos feministas.

Los estudios de ciencia, tecnología y género

Los estudios de ciencia y género se enmarcan en los estudios de ciencia y tecnología y sociedad
(o estudios CTS) y su crítica a la imagen neutral, objetiva e individualista de la práctica
científica.

Sin embargo, los estudios de ciencia y género adquieren un compromiso epistemológico y


sociopolítico que les hace ir más allá de los análisis empíricos propios de los estudios CTS,
especialmente en la asunción de un lugar incondicionado desde el que se puede ofrecer un
análisis neutral de la práctica científica (supuesto inadmisible para las epistemólogas feministas).
Más allá de las diferencias entre las diversas posiciones epistemológicas, la característica común
que se deriva del compromiso sociopolítico es el reconocimiento de la parcialidad y el carácter
situacional y contextual del conocimiento, lo que les lleva a redefinir la objetividad. No obstante,
habrá tantas definiciones de objetividad dentro del feminismo como formas de concebir la
práctica científica.

Los estudios realizados en el campo de la ciencia desde el feminismo se agrupan


tradicionalmente en tres áreas o tipos de análisis diferentes: histórico-sociológico, pedagógico y
epistemológico. Hay que notar, sin embargo que la distinción entre las tres áreas es más bien de
índole heurística, pues en realidad suelen influirse e interrelacionarse, siendo difícil aislar uno
solo de los tipos de análisis.
El primer tipo de análisis recupera las contribuciones olvidadas de las mujeres en ciencia y
tecnología, para lo que se han desarrollado estudios historiográficos con perspectiva de género; y
analiza las barreras institucionales y estructurales que han impedido e impiden el acceso de las
mujeres al campo de la ciencia y la tecnología. En su vertiente sociológica, utiliza los conceptos
de segregación o discriminación jerárquica, territorial e institucional para interpretar las claves
de la situación estadística de las mujeres en los ámbitos de producción de conocimiento. El
segundo tipo analiza, principalmente, los contenidos curriculares para la enseñanza de las
ciencias, así como las actitudes y modelos proporcionados en el ámbito educativo. Centra sus
esfuerzos en las propuestas de transformación e innovación curricular, revisión de textos de
educación científica, inclusión de cursos sobre ciencia y género, divulgación de la historia de las
mujeres en ciencia y

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actividades tendentes a alentar el estudio y trabajo de las niñas y mujeres en la ciencia y la


tecnología. El tercer tipo estudia los sesgos sexistas de la ciencia y llama la atención sobre la
presencia de prejuicios de género en la elección de los problemas, diseños experimentales,
interpretación de datos y elaboración de hipótesis que podrían definirse como claramente
sesgados. Estos trabajos propiciaron fuertes críticas a una ciencia a la que consideraban de
carácter fuertemente androcéntrico y promovieron las propuestas de una ciencia femenina
alternativa.

En este último caso las posiciones se alinean entre quienes rechazan la ciencia en tanto que mero
producto ideológico y reflejo de valores androcéntricos; y quienes defienden que si bien valores
e ideología son elementos no eliminables de la práctica científica, es posible, gracias a la crítica
continua y efectiva, ir desechando líneas de investigación o teorías sesgadas, al tiempo que
puede favorecerse la presencia de valores progresistas, igualitarios y más democráticos en el
proceso de construcción de la ciencia.

El debate epistemológico ha sido muy fructífero, definiendo múltiples enfoques comprometidos


con la revisión crítica del conocimiento científico y su sujeto. Lo que interesa es comprender
cómo funciona la ciencia, cuáles son sus productos y qué valores intervienen en las teorías y
prácticas científicas. Para ello, se asume el género como categoría de análisis desde una
perspectiva claramente feminista que permite comprender el nivel de “generización” de los
procesos, valores y prácticas implicados en la actividad y cultura científicas. Como veremos a lo
largo de este curso, el feminismo ha contribuido a desvelarlos, produciendo un cambio en la
ciencia y en la tecnología, así como en la idea que las personas tienen de ambas.

Partiendo del principio de que el conocimiento es una práctica social situada, el objetivo último
es redefinir el conocimiento para caminar hacia una ciencia democrática caracterizada por la
igualdad de sexo, raza, clase, etc. Combinar este objetivo político con los intereses científicos y
tecnológicos sin caer en relativismos o esencialismos es el reto principal, de ahí la necesidad de
redefinir la objetividad y la racionalidad. Necesidad que se deriva también del carácter
normativo y a su vez activista que impregna la epistemología feminista.

Bibliografía

Amorós, C. (1997), Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y


posmodernidad, Madrid, Cátedra.

Amorós, C. y A. de Miguel (eds.) (2005), Teoría feminista. De la Ilustración a la globalización


(3 vols.), Madrid, Minerva.

Beltrán, E. y Maquieira, V. (eds.) (2005), Feminismos. Debates teóricos contemporáneos,


Madrid, Alianza Editorial.

Butler, J. (1990), El género en disputa, Barcelona, Paidós, 2001.

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Butler, J. (1993), Cuerpos que importan, Buenos Aires, Paidós, 2002.

Butler, J. (2004), Deshacer el género. Barcelona, Paidós, 2006.

Fausto-Sterling, A. (2000), Cuerpos sexuados, Barcelona, Melusina, 2006.

Fournier, M. (2005), “Combats et débats”, Sciences Humanies, Spécial no 4: “Femmes”,


Novembre – Décembre.

Sánchez Muñoz, C. (2005a), Genealogía de la vindicación, en Elena Beltrán y Virginia


Maquieira, Feminismos. Debates teóricos contemporáneos.

Enlaces de interés

▪ Palabras y conceptos clave:

http://www.mujeresenred.net/vocabulario.html
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