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LA MEDIACIÓN HISTÓRICA

Las cuestiones teológicas se desenvuelven en el tiempo de la Iglesia, en la historia, en la


vida; por ello dan lugar a un estudio diacrónico de dichas cuestiones. Este estudio
comprende la mirada puntual y profunda a los puntos claves del proceso histórico,
principalmente a los autores y a los puntos decisivos del debate; pero asimismo el estudio
de la evolución misma, es decir, los cambios de coordenadas culturales —los cambios de
condiciones culturales— que se hayan dado a lo largo de cada debate.

La teología francesa y alemana instauró con éxito el método histórico en el estudio de los
tratados de la Gracia, de la Iglesia o de los Sacramentos. Alrededor de 1940, los teólogos
católicos, que habían caído en la cuenta de la dimensión histórica del existir y del conocer
humanos, descubrían la historia como lugar propio de la revelación de Dios. La dimensión
histórica de la teología conllevaba la recuperación de sus dimensiones cristocéntrica,
antropológica, histórico-salvífica y escatológica: donde la historia culmina en la plenitud
del Reino de Dios.

En aquella época el método histórico-crítico se acreditó en el campo de la interpretación


de la Sagrada Escritura al ser aceptado por las Encíclicas y por los Documentos de la
Comisión Pontificia Bíblica, en cambio, el método histórico aplicado a la Teología
sistemática experimentó un momento de discernimiento y reserva, con la encíclica de Pío
XII Humani generis, para ser —doce años más tarde— asumido en el Concilio Vaticano II,
puesto que en la elaboración de sus documentos participaron los teólogos que con gran
competencia habían usado el método histórico: Rahner, Congar, Philipps, etc.

La mediación histórica no trata tan sólo de reconstruir el pasado de forma material


mediante la explicación erudita de todos los detalles que muestren cómo se desarrollaron
los acontecimientos y las ideas. La investigación histórica, se ve en la necesidad de
responder a dos preguntas. Una de ellas es ésta: ¿Qué significaron los acontecimientos y
las ideas que son objeto de investigación en relación con la cultura de su tiempo: un
tiempo pasado y lejano? No sólo hay que describir hechos aislados como si de una
crónica se tratara, sino que hay que situar estos hechos en su horizonte de comprensión,
que es la cultura del pasado. En una palabra: hay que descubrir el sentido que tuvieron.
Por ejemplo, hay que situar el Concilio de Nicea y el de Calcedonia en el ámbito y
horizonte cultural de la filosofía esencialista de su época (filosofía griega o helenista) y
entender qué es lo que significaron para su época y para nosotros.
Pero el horizonte cultural de la época en que se produjeron tales eventos es lejano y se
hace difícil comprenderlo desde nuestro «hoy». Ahí surge la segunda pregunta: ¿Cuál es
el significado que tienen «hoy» los hechos y las ideas que acontecieron en un pasado?
Estas son las dos preguntas que intenta contestar la interpretación o hermenéutica, la
cual tiene por finalidad acercar para comprender.

La hermenéutica supone un problema de distancia y de acercamiento, por no decir de


unidad: los hechos y el observador de los hechos pueden estar muy lejanos y pertenece a
mundos culturales distintos. Pero, en definitiva, hay un mundo, una historia y, sobre todo,
una humanidad comunes. Acercar el horizonte cultural del pasado al tiempo presente de
forma que se produzca la famosa fusión de horizontes es el objetivo perseguido por el
saber hermenéutico. Por ejemplo, hay que situar las ideas filosóficas y teológicas de
Nicea y de Calcedonia en relación con las coordenadas ideológicas (existencialismo,
evolucionismo, posmodernidad) que cubren nuestro tiempo.No para obtener una simple
traducción, a la moda de hoy, de las fórmulas del pasado, sino para entender críticamente
esas fórmulas a la vez que entendemos críticamente nuestro tiempo.

Siguiendo con el ejemplo de Nicea, la hermenéutica implica distancia (he de entender el


Concilio de Nicea situado en el horizonte cultural del s. IV), pero implica también
acercamiento y una cierta unidad del escenario de comprensión entre lo antiguo y lo
actual, es decir, una cierta unidad de pertenencia a la misma galaxia religiosa o espiritual,
producida —en el caso de la teología cristiana— por el único y el mismo Espíritu.

Es así como puede producirse la famosa fusión de horizontes culturales o espirituales —el
antiguo y el nuevo— que da lugar al saber hermenéutico, que sitúa en su contexto cultural
y en su horizonte espiritual el objeto de la investigación histórico-teológica, en un ejercicio
parecido al ignaciano, «como si presente me hallara», que garantiza la sintonía del
entendimiento, e incluso de la afectividad, con el evento o con el texto en cuestión.

No se puede perder de vista, por tanto, algo muy elemental, a saber: que hermenéutica
significa interpretación. Por eso, todas las informaciones y reflexiones que podemos
ofrecer sobre el tema de la hermenéutica giran alrededor del concepto de interpretación:
interpretación correcta para hallar el significado de un acontecimiento o de un texto del
pasado, en su contexto cultural.

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