La teología francesa y alemana instauró con éxito el método histórico en el estudio de los
tratados de la Gracia, de la Iglesia o de los Sacramentos. Alrededor de 1940, los teólogos
católicos, que habían caído en la cuenta de la dimensión histórica del existir y del conocer
humanos, descubrían la historia como lugar propio de la revelación de Dios. La dimensión
histórica de la teología conllevaba la recuperación de sus dimensiones cristocéntrica,
antropológica, histórico-salvífica y escatológica: donde la historia culmina en la plenitud
del Reino de Dios.
Es así como puede producirse la famosa fusión de horizontes culturales o espirituales —el
antiguo y el nuevo— que da lugar al saber hermenéutico, que sitúa en su contexto cultural
y en su horizonte espiritual el objeto de la investigación histórico-teológica, en un ejercicio
parecido al ignaciano, «como si presente me hallara», que garantiza la sintonía del
entendimiento, e incluso de la afectividad, con el evento o con el texto en cuestión.
No se puede perder de vista, por tanto, algo muy elemental, a saber: que hermenéutica
significa interpretación. Por eso, todas las informaciones y reflexiones que podemos
ofrecer sobre el tema de la hermenéutica giran alrededor del concepto de interpretación:
interpretación correcta para hallar el significado de un acontecimiento o de un texto del
pasado, en su contexto cultural.