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La obra “El espejo y la lámpara: teoría romántica y tradición crítica” del crítico

estadounidense, M.H Abrams, publicada en 1954, luego de la segunda guerra mundial,


tiene como tema principal la teoría inglesa de la poesía, del hecho literario y de otras artes
que se desplazaron durante las primeras cuatro décadas del siglo XIX.

La crítica de Abrams en su obra El espejo y la lámpara radica en exponer el pasaje


entre la teoría neoclásica y la romántica, centrándose en los románticos ingleses, realizando
un análisis profundo del caminar crítico y de la evolución de las metáforas.

El romanticismo que irrumpe a finales del siglo XVIII surgiendo primeramente en


Escocia y Suiza, luego en Inglaterra, Alemania y Francia, representa un movimiento
intelectual que abarcó todas las áreas de la cultura como la política, la ciencia, filosofía, el
arte, etc. Este movimiento, a grandes rasgos, en el arte afirmaba su pensamiento en el
reemplazo de una poética tradicional de la mimesis por una nueva poética de la
expresividad, la literatura pasa a percibirse como la expresión espontanea de sentimientos.

La finalidad de este libro es relatar la evolución de está radical re-orientación del


pensamiento estético hacia el artista, y caracterizar las principales teorías contra las cuales
sucesivamente este enfoque tuvo que competir.

El libro compuesto por tres capítulos, se ocupó de las críticas originales e


imperecederas de la época, trata esencialmente de la transformación de las ideas estéticas
centralizadas en la mímesis que proviene de los pensadores griegos, (teoría mimética más
primitiva del arte como imitación de aspectos del universo), con las ideas de aquellos
pensadores que se sitúan en el siglo XVIII y en el transcurso del siglo XIX hasta la época
moderna, marcando una nueva sensibilidad que ya no está inclinada a la imitación mimética
sino a dejar ver la expresión interior del artista.

En casi todas la teorías críticas cuatro son los elementos puestos en relieve en la
situación total de una obra de arte, en primer lugar la obra la cual vendría a ser el producto
artístico en sí, el segundo elemento es el artificie denominado también como artista, el
tercer elemento es el universo que está compuesto por el tema, las acciones y personas de
la obra, y el cuarto elemento el público o auditorio. Tres de estos elementos exponen a la
obra de arte enlazándola con otra cosa como el universo, el público el artista. El cuarto
elemento explicará a la obra considerándola aisladamente como un todo autónomo, cuyo
significado y valor se determinan sin ninguna otra referencia fuera de ella misma.

La metáfora del espejo y la lámpara con la cual Abrams título a su libro empareja
dos comunes y antitéticas metáforas acerca de la mente; una primera que compara la
mente con un reflector de objetos externos, (está metáfora fue característica de gran parte
del pensamiento existente desde Platón hasta finales del siglo XVIII), y una segunda con un
proyector luminoso que aporta algo a los objetos que percibe (está segunda metáfora
plasma la concepción romántica de la mente poética).

El poeta pasa de considerarse un espejo que refleja al mundo y sus acciones, a


considerarse una lámpara que difunde desde su interior sentimientos o afectos hacia su
exterior, hacia el libro y lo presenta al lector. Lentamente la teoría del arte cambia el sentido
de su orientación dejando de lado la visión mimética.

“La poesía, por consiguiente, [(decía Sidney)], es un arte de imitación, pues así la
llama Aristóteles con la palabra mimesis, es decir, un representar, remedar o figurar ---para
hablar metafóricamente--- una pintura que habla, con este fin: enseñar y deleitar”. (Abrams,
el Espejo y la Lámpara, pág. 28)

Siguiendo esta línea de pensamiento, y caracterizando la crítica de la época, la


denominada teoría pragmática determino la mayor parte de la invectiva desde Horacio hasta
fines del siglo XVII, considerando la obra de arte como el medio para un fin, como método
para conseguir que algo se realice, está crítica está inclinada al auditorio, es decir, la crítica
pragmática consiste en concebir un poema como algo hecho con el propósito de conseguir
la respuesta que se desea en los lectores, el autor es el que tiene que tener los dotes y
educación necesaria para lograr esa finalidad. El poema sería utilizado como un artificio
para llegar al auditorio.

La tendencia pragmática que disciplina los fines del artista y el carácter de la obra a
la naturaleza, a las necesidades y a las fuentes de placer del auditorio caracterizó ese
periodo citado anteriormente.

Progresivamente fue desplazándose hacia lo natural hacia la imaginación creadora


del propio creador, y como resultado el auditorio repercutió a un segundo plano, dando lugar
al poeta y a sus fuerzas mentales. El interés crítico se fue deslizando desde el auditorio
hasta el propio artista.

La teoría expresiva,

La tendencia central de la teoría expresiva puede resumirse así: Una obra de arte es
esencialmente algo interno que se hace externo, resultante de un proceso creador que
opera bajo el impulso del sentimiento y en el cual toma cuerpo el producto combinado de las
percepciones, sentimientos y pensamientos del poeta, siendo así, el asunto o el tema de un
poema son los atributos y las acciones de la mente del propio poeta.

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